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— ¡Parece un ladrillo! —dijo por un príncipe que tenía sonrojado su rostro. Y así,
a todos los demás. Pero de quien más se burló fue de uno que tenía la barba algo
saliente.
— ¡Qué cara tan horrible! —Dijo ella riendo—. ¡Tiene la barbilla como el pico de
un loro!
El padre de la joven montó en cólera y juró que la casaría con el primer mendigo
que se presentara. Dos días después, un infeliz tocador de guitarra fue a la
puerta de palacio a pedir limosna. El rey lo hizo conducir a su presencia al mismo
tiempo que mandaba llamar a su hija.
— Aquí no tienes nada que hacer. Tu deber es seguir a tu marido. Así que, ¡buen
viaje!
Y así, al pasar por unos inmensos campos cubiertos de mieses, como también por
una bonita ciudad, la respuesta era idéntica: “Son del rey ‘Pico de loro’”.
Pero la princesa, que jamás había hecho estos menesteres, no sabía cómo
arreglarse, y el mendigo tuvo que terminar haciendo la comida. Después,
rendidos por la fatiga, se retiraron a descansar.
Al cabo de unos días, cuando las provisiones se iban agotando, dijo el pordiosero:
Luego fue a buscar mimbre y se lo trajo; pero al cabo de un rato, los delicados
dedos de la princesa comenzaron a sangrar que daba lástima. Luego el marido le
trajo una rueca y cáñamo para que hilase, y los dedos de la princesa volvieron a
sangrar.
Luego hubo una gran fiesta para festejar el santo del rey. Queriendo contemplar
el lugar donde otro tiempo fuera reina, se ubicó delante de las puertas del salón.
Contempló desde allí la fiesta con indecible angustia, maldiciendo su insensato
orgullo que le trajo la desdicha.
Blanca Flor
Al oír esto, el príncipe dio un saltó de alegría y pidió al buen pescador que lo
condujera a la choza. Una vez en ella, les dijo a los leñadores.
— ¿Es verdad que tenéis una huerfanita que se llama Blanca Flor? Soy el príncipe
Rolando y deseo casarme con ella. Venid todos conmigo al palacio, para que mi
madre vea a Blanca Flor, precisamente cuando ya se vence el plazo que me ha
dado la corte.
Los leñadores, junto con las dos jóvenes y el príncipe, tomaron un barco rumbo
al país del apuesto pretendiente. Pero, durante el viaje, la leñadora, vencida por
la ambición, determinó suplantar a Blanca Flor con su propia hija. Aprovechando
que aquélla dormía, la ató con una cadena y la arrojó al mar. .
Por suerte, una ballena se tragó a Blanca Flor y, sin hacerle el menor daño, la
condujo a tierra. Cuando fue varada en la playa, un criado del príncipe guiado
por el perro engreído de palacio, la encontró, le desató las amarras y la instaló
en una cueva, a donde le llevaba alimentos.
Mientras tanto, cuando llegaron los viajeros a tierra, Rolando pudo notar que
Blanca Flor no era la bellísima joven que había conocido en la choza del bosque.
Se lo dijo así a su madre, pero ésta alegó:
— Es que el aire salino del mar le ha estropeado un poco su cutis...
Cuando llegaron a palacio, el perro del príncipe comenzó a lanzar elocuentes
ladridos y hacía continuos intentos de dirigirse hacia la playa, volviendo
nuevamente a los pies de su amo, como si quisiera enseñarle algo.
— ¿Qué me quiere indicar mi perro? —preguntó el príncipe a su criado.
— Quiere decirle señor, que en una cueva de la playa hay una bellísima joven
refugiada —explicó el criado.
Entonces fueron a la playa siguiéndole al perro y grande fue la sorpresa, y mayor
aún la alegría del príncipe, cuando encontraron en la cueva a la legítima Blanca
Flor. La estrechó con efusión y, conduciéndola al palacio, la presentó a su
madre, la reina, que quedó sumamente encantada con la belleza y el dulce
candor de la joven.
Los jóvenes se casaron con la venia y contento de la reina, salvando así el grave
problema de Estado. Fueron muy felices y perdonaron, a pedido de la buena
Blanca Flor, la mala acción de la ambiciosa leñadora, quien, en adelante fue un
dechado de modestia y de bondad.
La Princesa Triste
En un paraje encantador junto al mar, vivía una bella princesa rubia,
en su hermoso palacio de cristal.
Las hadas más diestras le confeccionaban los más bellos vestidos con
pétalos de rosa, y la blanca niebla marina peinaba su larga cabellera.
Pero la princesita no era feliz, pues en su delicado corazón se
anidaba la envidia. Y en una continua tristeza se pasaba las horas
tras las amplias ventanas de su palacio, contemplando el vaivén
incesante de las olas marinas. Un día divisó en el horizonte un punto
blanco, que poco a poco se fue agrandando. Era una carabela con
todas sus velas desplegadas al viento, la cual no tardó en llegar a la orilla.
Un rato después, pidió audiencia un apuesto marinero.
— ¿Qué motivo te trajo hasta mi solitario palacio? —le preguntó la princesa.
— Me enteré de vuestra eterna tristeza y me he propuesto que la sonrisa ilumine
vuestro lindo rostro —dijo el joven. — Eres osado, marinero. ¿Sabes que los sabios
más egregios han intentado lo mismo sin éxito? — Dejadme probar. Si fracaso,
podéis disponer de mí.
— Demuéstrame tu ingenio, marinero. El joven pidió un día de plazo para pensar
y, al día siguiente, volvió a hablar con la melancólica princesa. — ¿Por qué estáis
siempre tan triste? —le preguntó. — A nadie se le ha ocurrido preguntármelo.
— Pero yo os lo he preguntado.
— Pues bien: estoy triste porque no puedo encontrar un joyel incoloro, duro y
cristalino, tan puro y transparente como una gota de rocío.
— ¿Nada más que por eso?
— Tener sólo eso me haría feliz.
— Lo conseguiréis, pero vos misma iréis a buscarlo.
— ¿Cómo sabré dónde encontrarlo?
— Yo os guiaré, princesa.
Navegaron varios días en la carabela y arribaron, al fin, a una lejana costa.
Luego, el marinero dijo:
— Tenemos que separarnos, princesa. Seguid por este camino hasta llegar a la
cima.
— ¿Y qué haré cuando llegue?
— Lo que os dicte el corazón. Si necesitáis mi ayuda, haced sonar este silbato y
acudiré al instante.
Al quedarse sola la princesa en aquel extraño paraje, se sintió más triste aún y
lloró desconsoladamente varias horas. Pero al dejar resbalar las lágrimas por sus
mejillas, se dio cuenta que jamás en su vida había llorado; y que su corazón se
desahogaba de aquella fea envidia que consumía su alegría.
Sonrió de pronto, y sus lágrimas, al caer sobre las rocas de la playa, se
convertían en brillantes duras gotas de rocío.
— ¡Esto es precisamente, lo que deseaba! —exclamó ella—. Durísimas gotas de
rocío para adornar mi cabellera.
Y recogiendo el rocío, la princesa sonrió por vez primera en su vida. Loca de
alegría, tocó el silbato llamando al joven marinero. Llegó presto éste, y al
estrechar la mano que le tendía la princesa, se convirtió en un apuesto príncipe.
Contó luego a la asombrada princesa que había sido encantado por una maligna
hada del mar. Sólo recuperaría su verdadero estado cuando una bella princesa —
que jamás hubiese llorado— estrechase su mano agradeciéndole un favor.
La princesa que vivió triste, ahora sonreía. Se casó con el príncipe y fueron tan
felices, tanto que ella jamás quiso regresar a su palacio de cristal...
El Pitero El barreño
Tan limpio que andaba De los caballitos que trajo tu tío
Que ayer me mudé, Ninguno te gusta sólo aquel tordillo,
Buscando a pitero Hazte para acá, hazte para allá,
Todo me enlodé Que este caballito no lo monto yo
Cójalo cójalo,
Allí se metió Ay barreño si ay barreño no,
Que no se me vaya Ay barreño dueño de mi corazón.
Ese hermoso pitero
Se metió en el monte Papeles de china papeles morados.
Lo busco con luz Que trabajo tienen los enamorados
Y sale pitero Pasan en la puerta con la boca abierta
Diciendo ay Jesús Mostrándoles a todos los dientes Pelados
Lidia Handal
Una de los más grandes compositores de Honduras, Nació en San Pedro Sula, sus estudios
primarios los hizo en su ciudad natal; secundarios en EEUU donde se graduó de secretaria
ejecutiva Bilingüe y maestra de música Doña Lidia, ha sido presidenta de muchas
agrupaciones cívicas y altruistas, en donde ha puerto de manifiesto sus dinámica y don de
gente.
Como reconocimiento a su labor artística ha recibido medallas de oro, diplomas,
pergaminos etc. Es miembro de la asociación de compositores de México y EEUU.
La RCA Víctor grado la famosa canción con tema folclórico, El bananero. El famoso trío
mexicano. Los duendes gravan 12 canciones de su producción recientemente fue editado,
en EEUU un disco de larga duración conteniendo 12 canciones de su inmensa producción.