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El encefalocele, cefalocele, craniocele o cráneo bífido es una enfermedad que surge por un
defecto en el tubo neural (DTN). Se produce de forma muy temprana, cuando el embrión se está
desarrollando en el interior del útero; y lo que ocurre es que las células que forman el cráneo no
se unen como deberían, de forma que dejan parte del cerebro fuera.
Consiste en una serie de malformaciones congénitas que surgen durante la etapa embrionaria en
la que el cráneo no se cierra y sobresale de él parte de los tejidos cerebrales. Puede tener distintas
ubicaciones en el cráneo del afectado, lo que va a incidir en el diagnóstico, tratamiento y avance
de la enfermedad.
Es un defecto poco común, y se manifiesta a simple vista por una protuberancia fuera del cráneo,
similar a un saco, que normalmente está cubierta por una fina capa membranosa o piel.
Consiste entonces en un defecto en los huesos del cráneo que provocan que sobresalga de éste
parte de las meninges (membranas que cubren el cerebro), tejido cerebral, ventrículos, líquido
cefalorraquídeo o hueso.
Puede ocurrir en cualquier zona de la cabeza; pero la más común es en la parte posterior media
(en la mitad del área occipital del cerebro). Cuando el encefalocele se encuentra en este lugar,
suelen aparecer problemas neurológicos.
Aproximadamente la mitad de los afectados por encefalocele van a presentar un déficit cognitivo
importante, principalmente de aprendizaje motor, aunque depende de las estructuras cerebrales
que estén afectadas.
Con frecuencia esta condición se diagnostica antes de nacer o inmediatamente después, ya que es
muy visible, aunque hay casos extremadamente raros en los que la protuberancia es muy pequeña
y pueden pasar por alto.
La causa exacta que provoca que surja el encefalocele es aún desconocida, aunque se piensa que
seguramente se deba a la participación conjunta de varios factores; como parecen ser la
alimentación de la madre, la exposición del feto a agentes tóxicos o infecciosos, o incluso la
predisposición genética.
Sin embargo, alguien que tiene predisposición genética a ciertos trastornos puede ser portador de
un gen o genes asociados a la enfermedad; pero no necesariamente va a desarrollarla. Parece ser
que tienen que contribuir también los factores ambientales. De hecho, la mayoría de los casos
ocurren esporádicamente.
Todos estos factores causarían un fallo en el cierre del tubo neural durante el desarrollo del feto.
Lo que permite que el cerebro y la médula espinal lleguen a formarse es el tubo neural.
Es un canal estrecho que debe plegarse en la tercera o cuarta semana del embarazo para que se
construya el sistema nervioso de forma adecuada. El mal cierre del tubo neural puede ocurrir en
cualquier lugar de éste y por eso hay tipos de encefalocele con distintas localizaciones.
Hay factores concretos que se han asociado con esta enfermedad, como la falta de ácido fólico de
la madre. De hecho, parece que la tasa de encefalocele disminuye a medida que las mujeres en
etapa fértil no tienen carencias de ácido fólico en la dieta.
Tipos
Como mencionamos, también se clasifican por su localización. Los lugares más comunes en los que
se desarrolla el encefalocele son:
¿Cuál es su prevalencia?
Parece que otras malformaciones y/o anomalías cromosómicas pueden aparecer en mínimo el
60% de pacientes con encefalocele.
Los encefaloceles occipitales ocurren con más frecuencia en Europa y Norteamérica, mientras que
los frontobasales son más habituales en África, sudeste de Asia, Rusia y Malasia.
Según el “Centers for Disease Control and Prevention” (2014), las pertenecientes al sexo femenino
son más propensas a desarrollar encefalocele en la zona posterior del cráneo, mientras que en los
varones es más probable en la parte frontal.
Síntomas
– Cuadriplejia espástica, es decir, debilidad progresiva de los músculos por un aumento del tono
que puede dar lugar a parálisis o pérdida total de la fuerza de los brazos y piernas.
– Retraso del desarrollo, abarcando retraso mental y del crecimiento que le impiden aprender
normalmente y alcanzar los hitos del desarrollo. Sin embargo, algunos niños afectados pueden
tener una inteligencia normal.
Problemas de visión.
– Convulsiones.
Sin embargo, es fundamental señalar que no todos los individuos afectados van a presentar los
síntomas mencionados.
¿Cómo se diagnostica?
En la actualidad, la mayoría de los casos se diagnostican antes de nacer. Principalmente a través
de una ecografía prenatal rutinaria, que refleja las ondas sonoras y proyecta la imagen del feto.
El encefalocele puede aparecer como un quiste. Sin embargo, como dijimos, algunos casos pueden
pasar desapercibidos; sobre todo si están en la frente o cerca de la nariz.
Hay que tener presente que la apariencia ecográfica de un encefalocele puede variar durante el
primer trimestre de gestación.
Una vez que se diagnostica un encefalocele, se debe hacer una búsqueda minuciosa de las posibles
anormalidades asociadas. Para ello, se pueden utilizar otras pruebas adicionales, como la
resonancia magnética prenatal que ofrece más detalles.
A continuación presentamos las pruebas que pueden utilizarse para el diagnóstico y evaluación de
esta enfermedad:
– Ecografía: su resolución de los detalles finos del cerebro y / o del SNC es a veces limitado por la
constitución física de la madre, el líquido amniótico que rodea, y la posición del feto. Sin embargo,
si se trata de ecografía en 3D; Liao et al. (2012) señalan que esta técnica puede ayudar a la
detección precoz del encefalocele en la etapa fetal, proporcionando una vívida representación
visual, que contribuye de forma importante al diagnóstico.
– Radiografía
– Imagen de resonancia magnética: puede dar lugar a mejores resultados que la ecografía fetal, ya
que se puede ver con gran detalle y de forma no invasiva el sistema nervioso central del feto. Sin
embargo, requiere anestesia de la madre y del embrión. Puede ser útil en bebés con este
problema, realizarla también después del nacimiento.
– Tomografía computarizada: aunque alguna vez se ha usado para el diagnóstico temprano del
encefalocele y sus problemas asociados, la radiación en los fetos no es recomendable;
principalmente en los primeros 2 trimestres de embarazo. Mejor utilizarla después del nacimiento,
ya que otorgan una buena representación de los defectos óseos del cráneo. No obstante, no es
tan eficaz como la resonancia magnética (RM) para representar los tejidos blandos.
Por otro lado, es recomendable una consulta genética en cualquier familia que tenga un bebé
afectado por encefalocele.
¿Cuál es su tratamiento?
Normalmente se va a recurrir a cirugía para colocar dentro del cráneo el tejido sobresaliente y
cerrar la abertura, así como corregir las malformaciones craneofaciales. Se pueden incluso extraer
las protuberancias sin provocar incapacidades importantes. La posible hidrocefalia también se
corrige a través de tratamiento quirúrgico.
Sin embargo, según el Children’s Hospital of Wisconsin, hay que mencionar que esta cirugía no se
suele realizar inmediatamente después de nacer, sino que se espera un tiempo; que puede oscilar
de días a meses, para que el bebé se adapte a la vida fuera del útero antes optar por la operación.
De esta manera, la gran mayoría de las intervenciones quirúrgicas se llevan a cabo entre el
nacimiento y los 4 meses de edad. No obstante, la urgencia de la cirugía va a depender de varios
factores dependiendo del tamaño, localización y complicaciones que acarree. Por ejemplo, debe
operarse con urgencia si existe:
– Desangramiento.
– Problemas de visión.
Si no es urgente, se le hará un examen exhaustivo al bebé para detectar otras anomalías antes de
realizar la intervención quirúrgica.
En cuanto al procedimiento quirúrgico, en primer lugar, el neurocirujano extraerá una parte del
cráneo (craneotomía) para acceder al cerebro. Luego cortará la duramadre, la membrana que
recubre el cerebro y colocará correctamente el cerebro, las meninges y el líquido cefalorraquídeo
en su lugar, eliminando el saco sobrante. Posteriormente se cerrará la duramadre, sellando la
parte del cráneo extraída o añadiendo una pieza artificial que lo sustituya.
Por otro lado, la hidrocefalia se puede tratar con una implantación de un tubo en el cráneo que
drene el exceso de líquido.
Otro tratamiento adicional, depende de los síntomas de cada individuo y puede ser simplemente
sintomático o de apoyo. Cuando el problema es muy severo y/o va acompañado de otras
alteraciones; es habitual que se recomienden cuidados paliativos.
En cuanto a la prevención, hay estudios que han demostrado que añadir ácido fólico (una forma
de vitamina B) a la dieta de las mujeres que desean quedarse embarazadas en el futuro puede
disminuir el riesgo de que se den defectos del tubo neural en los hijos. Se recomienda para estas
mujeres ingerir una cantidad de 400 microgramos de ácido fólico al día.
Otros factores importantes para prevenir el encefalocele son tomas medidas de salud antes y
después del embarazo como dejar de fumar y eliminar el consumo de alcohol.
¿Cuál es el pronóstico?
El pronóstico de esta enfermedad depende del tipo de tejido que esté involucrado, dónde se
encuentran los sacos y las malformaciones consecuentes que se presenten.
Por ejemplo, los encefaloceles situados en la zona frontal tienden a no contener tejido cerebral, y
por tanto, poseen mejor pronóstico que los que están en la parte posterior del cráneo. Es decir, la
ausencia de tejido cerebral dentro de la protuberancia es un indicador de mejores resultados, al
igual de la inexistencia de malformaciones asociadas.
En el “Centers for Disease Control and Prevention” (2014) investigan cuáles pueden ser los
factores de riesgo para el encefalocele, encontrando por ahora que tienen menor tasa de
supervivencia los niños con esta enfermedad y: múltiples defectos al nacer, bajo peso del recién
nacido, nacimiento prematuro y ser negro o afroamericano.
https://www.lifeder.com/psicologia/page/7/
https://www.lifeder.com/sindrome-de-angelman/
https://www.lifeder.com/mielitis-transversa/
https://www.lifeder.com/cuerpos-de-nissl/
https://www.lifeder.com/subtalamo/
https://www.lifeder.com/sistema-nervioso/