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La Consolidación del Capitalismo Moderno

José Antonio Ocampo, Joaquín Bernal, Mauricio Avella, María Errázuriz. La consolidación del
capitalismo moderno. Historia Económica de Colombia. 1999.

Durante los primeros años que acompañaron este proceso de consolidación, muchos
factores fueron en aumento: el PIB de Colombia, el crecimiento poblacional, la
aplicación de la medicina; el ritmo de crecimiento demográfico fue en secuencial
incremento.

El resultado neto del crecimiento económico y demográfico fue un aumento en la


producción por habitante del 2.2 anual, es decir, un 150% en cuatro décadas.

A pesar de esta evolución socioeconómica, la fisura que separaba a Colombia de los


países del primer mundo, lejos de estrecharse durante estos cuarenta años, tendió
más bien a ampliarse.

La reducción de la participación del sector agropecuario en la economía fue uno de


los cambios más significativos del entonces. En los años 1945-1949 dicho sector
representaba alrededor del 40% de la actividad económica del país, sin embargo se
vio reducido a comienzos de los años 80, estableciéndose en un 23%. Esta
reducción dio inicio a la consolidación de nuevas actividades económicas, como la
industria manufacturera, los sectores de transporte, financiero, comunicaciones y
servicios públicos modernos.

Al ir prosperando el desarrollo económico, se admitió la acumulación de capital


privado y social. En el aspecto privado, la construcción de fábricas modernas y
empresas agroindustriales fueron la mayor trascendencia de la época, así como la
fabricación de oficinas y viviendas. Los niveles de educación y la capacitación
técnica de las fuerzas de trabajo también gozaron de una exponencial ampliación.

Esta transformación económica trajo repercusiones también sobre la estructura


regional del país. Hasta mediados del siglo XX, los grandes beneficiarios del
proceso de desarrollo habían sido las ciudades industrializadas del país y la zona
cafetera; el crecimiento económico había marginado a muchas regiones.

Aunque el interés del Estado regional se expresó desde muy temprano, los primeros
pasos hacia una política de descentralización sólo se acometieron en la década del
sesenta, pero su impacto ha sido, en cualquier caso, reducido. En aquella década
fueron creadas y reforzadas diversas instituciones de desarrollo regional y se
definieron diversos incentivos de tipo fiscal para canalizar la inversión hacia las
ciudades intermedias y pequeñas o hacia zonas de frontera.

En las décadas posteriores a la mitad del siglo, dos factores pregonaron como
atributos del comercio exterior colombiano. El primero de éstos fue el resultado
del proceso de industrialización que vivió el país anteriormente, lo que desató la
caída de los bienes de consumo como factor desencadenante de las importaciones.
El segundo fue el lento dinamismo de las exportaciones, la tendencia descendiente
fue fuerte hasta la década del sesenta, pero se mantuvo desde entonces.

El dinamismo de las exportaciones, primordialmente de café, había sido el eje del


desarrollo nacional entre 1910 y 1929. Esto significó, entonces, una contraposición
con la consecuente involución que se mantuvo en las posteriores décadas, pues las
exportaciones como proporción del PIB fluctuaron alrededor de 10%.

La industrialización fue contemplada, a comienzos de la posguerra, como la única


alternativa factible de desarrollo. Asimismo, una estrategia que había surgido más
bien por fuerza de las circunstancias externas a comienzos de los años treinta se
hizo cada vez más consciente a lo largo de la República Liberal.

La estrategia tenía como eje central la sustitución progresiva de las importaciones,


en su mayoría de bienes industriales, compatible también con la sustitución de
importaciones agrícolas y con la producción de bienes, agrícolas o industriales,
destinados al mercado interno y compuestos tanto de artículos como de materias
primas para la industria.

Los elementos más destacados de la estrategia de desarrollo durante esta fase fueron
la canalización de mayores recursos de crédito hacia la industria, las inversiones
directas del Estado en el mismo sector y el creciente proteccionismo.

La política adoptada para frenar la crisis externa abrió paso a la expansión


económica más rápida de la posguerra. La innovación más importante fue la
adopción del sistema de devaluación gradual, mediante el cual el gobierno fija en
forma periódica (semanal o diaria) una nueva tasa de cambio. El segundo elemento
fue la eliminación del mercado libre de divisas estableciendo un rígido control sobre
los flujos de capital con el exterior.

Las consecuencias sociales del desarrollo capitalista por la vía terrateniente fueron
graves: el régimen político nacional y local continuó apoyado en las viejas clases
dominantes y también en los métodos arbitrarios de someter la población
campesina, mientras que en las ciudades se imponía un control entre clientelista y
autoritario sobre la vida civil en general. La barbarie que caracteriza las viejas
formas de sujeción campesina se reproducen a otro nivel, para apuntalar un sistema
de dominación un tanto más moderno. A nivel social y económico se producía una
inmensa superpoblación, causada por lo menos en parte por el monopolio territorial
dada la ecuación tierras sin hombres y hombres sin tierras, lo cual contribuyó a que
el capital pudiera pagar salarios muy bajos a todo lo largo y ancho del territorio
nacional.

La transformación del agro no fue homogénea y generó una estructura de


producción fuertemente diferenciada, en la que, al lado de un sector moderno, donde
se han logrado incrementos significativos de la productividad gracias a la adopción
de la tecnología y mecanización, sobrevive un sector tradicional, donde los niveles
de productividad y las técnicas de explotación se han conservado sin grandes
transformaciones.

Las nuevas condiciones imperantes en el conjunto de la economía plantearon al


sector agropecuario la necesidad de modernizarse con el fin de atender las demandas
de materias primas para la industria de alimentos destinados a una población urbana
creciente. El proceso de modernización alcanzó un ritmo acelerado en los años
sesenta y setenta, pero se vio interrumpido bruscamente a fines de esta última
década, al desencadenarse una crisis severa del sector y al presentarse una
heterogeneidad en ámbitos diversos.

Los rendimientos crecientes fueron posibles gracias a la modernización de las


técnicas de explotación, El dinamismo de la producción agropecuaria permitió al
sector contribuir significativamente a la diversificación de la base exportadora del
país, especialmente en la década del sesenta. Algunos de los productos exportados
(bananos y tabaco) tenían una larga tradición dentro del comercio exterior del país.
No obstante, el desarrollo exportador en la posguerra generó un cambio importante
en las zonas de producción para los mercados externos.

Las transformaciones de la estructura rural no han sido incompatibles con la


supervivencia de un campesinado relativamente amplio, que todavía constituye más
de la mitad de la fuerza de trabajo en el campo. Así las cosas, el proceso de
“proletarización” de los trabajadores rurales se ha reflejado fundamentalmente en la
migración masiva de mano de obra hacia las ciudades más que en una creciente
participación de la fuerza de trabajo en las labores del campo.

Es inevitable conectar el tema del desplazamiento forzado con el del conflicto


agrario; la tierra y el territorio colombiano tienen una valoración que va más allá de
la tradicional explotación agropecuaria y se constituyen en objetivo prioritario de las
fuerzas violentas.

La persistencia de la violencia ha sido, sin lugar a dudas, uno de los aspectos más
importantes de la evolución del campo colombiano en la posguerra. En este período
de cuarenta años, la violencia rural sólo se ha visto interrumpida de manera
significativa durante breves períodos. El problema de la tierra, la ausencia y
debilidad de la presencia del Estado en las zonas rurales, las desigualdades entre el
campo y la ciudad, y el aislamiento del campesinado, son algunos de los factores
que han incidido con mayor fuerza en ese proceso. No obstante, las modalidades y
los grupos implicados en los conflictos han variado con el correr del tiempo.

La violencia que se había desempeñado sobre el país fue rural y urbana, es decir,
constituyó una política de la derecha contra el movimiento democrático. En ella se
habían comprometido las fracciones radicales del conservatismo y fue tolerada por
el gobierno. Más precisamente, la política de violencia pretendió aplastar las
reivindicaciones del campesinado, de la pequeña burguesía urbana y del
proletariado por reforma agraria y, en general, por un desarrollo económico
democrático. Los liberales abren el período represivo en 1945 y esto se extiende y
profundiza bajo las dos administraciones conservadoras que le siguen.

Andrea Sofía Ospino Navarro

Derecho- segundo semestre

Historia Económica de Colombia

16 de nov. de 16

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