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TIPOLOGÍA DE PREGUNTAS I Yolanda García Luque

LITERATURA IES Vega de Mar

a. LA LÍRICA DEL SIGLO XX HASTA 1939

La poesía española del siglo XX hasta el estallido de la guerra civil puede


dividirse en dos grandes etapas: la primera de ellas abarcaría los movimientos
modernista y noventayochista, y la segunda abarcaría el Novecentismo y los
movimientos de vanguardia.

MODERNISMO
Frente a la literatura burguesa y realista de la segunda mitad del siglo XIX, el
Modernismo ofrece la búsqueda de nuevas formas y de la belleza ornamental. Se
caracteriza por el cosmopolitismo, el culto por la belleza sensorial (musicalidad,
cromatismo), el tono aristocrático y exquisito y la expresión de la intimidad, ya sea
vitalista o melancólica. El nicaragüense Rubén Darío introduce esta tendencia en
Europa; entre sus obras destacamos Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y
esperanza.
La primera etapa del movimiento es más esteticista, sensorial y está influido por
el parnasianismo francés. A excepción de Manuel Machado (Alma, Las adelfas), es el
modernismo más tardío y simbolista es el que influye en nuestros escritores, como
Juan Ramón Jiménez (etapa sensitiva) y Antonio Machado (Soledades, galerías y
otros poemas).
Ramón María del Valle-Inclán escribe Aromas de leyenda, de influencia
Modernista y La pipa de Kif, donde aparecen temas esperpénticos, con rima
estrambótica y deformación caricaturesca.
Otros poetas modernistas son el malagueño Salvador Rueda (Cantos de la
vendimia, En tropel) y Francisco Villaespesa (El alcázar de las perlas).

MOVIMIENTO NOVENTAYOCHISTA
Si el modernismo es un movimiento cultural y estético, el Grupo del 98 es un
movimiento socio-político exclusivamente español. En las obras se refleja el
pesimismo por la pérdida de las colonias y la crisis económica, política y social en que
estaba sumida la nación. A los noventayochistas –en palabras de Unamuno– “les duele
España”. En cuanto a la estética, la poesía de este grupo prefiere el léxico menos
retórico y los versos más cortos.
Los temas fundamentales de la poesía de Miguel de Unamuno son los mismos
que los de su prosa: la preocupación religiosa, el paisaje castellano, la regeneración
nacional. Entre sus obras destacan Poesías, El Cristo de Velázquez, Teresa y su
Cancionero.
En Campos de Castilla (1912), Antonio Machado hace es una reflexión sobre la
realidad de España, sus tierras y sus gentes. Hay una actitud crítica que da testimonio
del atraso y la pobreza, y de las desigualdades e injusticias. Además el libro incluye
poemas dedicados al recuerdo de Leonor, los “Proverbios y cantares” (composiciones
breves de tema popular y seudofilosófico) y el largo romance “La tierra de
Alvargonzález”. Nuevas canciones (1924) recoge poemas escritos en Baeza y Segovia.
En este libro adopta los metros cortos populares, la copla tradicional y los recursos
expresivos del cante jondo, elementos que retomarán casi inmediatamente autores
como Rafael Alberti o Federico García Lorca.

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LA POESÍA INTELECTUAL Y EL GRUPO DEL 27

En torno a 1914 surge una nueva generación de intelectuales de clara vocación


europeísta que, influidos por las vanguardias, reaccionan contra el sentimentalismo en
el arte y proponen un nuevo concepto de poesía intelectual. Se les conoce como
novecentistas o Generación de 1914. Sus ideas aparecen en el ensayo de Ortega y
Gasset titulado La deshumanización del arte. A esta corriente pertenece la “poesía
pura” de J. R. Jiménez. En las vanguardias destacamos autores como Ramón Gómez
de la Serna (que definió sus greguerías como “metáfora + humor”), Guillermo de Torre
y Juan Larrea, creadores del Ultraísmo (que rompe con los excesos del Modernismo e
incorpora a la lírica lo contemporáneo y urbano, realzando la importancia de la
metáfora, el humor y la sorpresa). El Creacionismo del chileno Vicente Huidobro
influyó en poetas como Gerardo Diego.
Pero en los años 30, con los cambios sociales, la llegada de la República, la
influencia del Surrealismo y el psicoanálisis de Freud, se reivindica la rehumanización
del arte, se vuelve a una poesía de denuncia y de contenido social. La poesía se centra
en lo onírico y lo irracional y se expresa por medio de la escritura automática, el
versículo y la libertad en la creación de imágenes surrealistas.
Los poetas que protagonizan este panorama son los del llamado Grupo del 27:
Jorge Guillén, Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Gerardo Diego y los andaluces Rafael
Alberti, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre
y Emilio Prados. En la Residencia de Estudiantes de Madrid conviven con artistas de
otros campos: el cineasta Luis Buñuel, el pintor Salvador Dalí o el músico Manuel de
Falla.
Los poetas del 27 se dan a conocer en el Ateneo de Sevilla en la celebración del
tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora, el poeta cordobés del Barroco.
Podemos establecer varias tendencias:
a) Combinan la tradición con la vanguardia, lo popular con lo culto. Dentro de esa
corriente neopopularista destaca Lorca (Poema del cante jondo,
Romancero gitano) y Alberti (Marinero en tierra).
b) Dentro de la poesía pura se sitúan Dámaso Alonso (Poemas puros), Guillén
(Cántico) y los poemarios creacionistas de Gerardo Diego (Imagen y Manual de
espumas).
c) En torno a 1930 el grupo sufre, como ya hemos dicho antes, la influencia del
Surrealismo francés y de la poesía social y comprometida de Pablo Neruda (que
escribe el manifiesto “Sobre una poesía sin pureza”). En esta línea de poesía
rehumanizada se ubican los primeros poemarios de Cernuda (Los placeres
prohibidos, Donde habite el olvido), los primeros de Vicente Aleixandre
(Espadas como labios, La destrucción o el amor), Poeta en Nueva York de
Lorca y Sobre los ángeles de Alberti.
d) Por último, hay que destacar la lírica amorosa de Salinas (La voz a ti debida,
título tomado de un verso de Garcilaso, y Razón de amor).

Pero el estallido de la Guerra Civil española trunca la evolución poética de esta


generación posicionada al lado del bando republicano: Lorca fue asesinado en 1936,
Miguel Hernández muere en la cárcel, otros como Alberti, Cernuda, Salinas o Guillén
se ven obligados al exilio. Aleixandre y Dámaso Alonso se quedan en el llamado “exilio
interior” y, esquivando la presión de la censura, serán los maestros o guías de las
siguientes generaciones que se habían quedado sin modelos en ese panorama de
devastación cultural que dejó la guerra en España.

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b. LA LÍRICA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70

Los tres años de la guerra y los inmediatos a su finalización conmovieron el


panorama brillante de la poesía que se había abierto en la década de los veinte, con
acontecimientos como el asesinato de Lorca, el exilio de muchos poetas (Salinas,
Alberti, Guillén, Cernuda) y la muerte en prisión de Miguel Hernández.

 LA POESÍA DE LOS AÑOS CUARENTA


Cuando en 1936 se conmemoró el cuarto centenario de la muerte de Garcilaso,
se desencadenó -en palabras de Gerardo Diego- “una polémica o guerra civil poética”.
En ella se enfrentaron los que propugnaban planteamientos estéticos tradicionales
próximos a la cultura clásica española, que veían reflejados en Garcilaso y el
Renacimiento (XVI), y los partidarios de una poesía de vanguardia, alineada con la
estética del 27 y abanderada por los emblemas de Góngora y el Barroco (XVII).
Dámaso Alonso denominó a estas tendencias “poesía arraigada y desarraigada”.
A) POESÍA ARRAIGADA. Cultivan una poesía de formas clásicas y temas poco
comprometidos: el amor, la familia, el paisaje, el sentimiento religioso... En
general intentan olvidar la experiencia traumática de la guerra. Su poesía
muestra una visión optimista y esperanzadora del mundo y de la vida. Este grupo
poético se vinculó a la revista Garcilaso, creada por José García Nieto.
Escriben con un lenguaje depurado y prefieren las formas clásicas, especialmente
el soneto. Destacan Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Luis Rosales.
B) POESÍA DESARRAIGADA. Esta tendencia se encuentra lejos de la armonía y la
serenidad, y se muestra en conflicto con el mundo, disconforme con la realidad
del momento. Predomina la expresión del dolor por la crueldad de la guerra, la
angustia. Con un lenguaje violento y a veces tremendista, estos poetas exponen
sus angustias y sus inquietudes históricas, muestran la solidaridad con el hombre
y piden de manera exasperante a Dios una respuesta a su dolor.
El año 1944 se convierte en fecha clave: Dámaso Alonso publica Hijos de
la ira (libro que expresa su dolor y su protesta ante el sufrimiento y la injusticia,
utilizando versículos muy largos). Vicente Aleixandre publica Sombra del
paraíso (abandona la estética surrealista para volver la mirada a un pasado
idílico e irrecuperable, libre del dolor y la muerte, en violento contraste con el
presente). Y ese mismo año surge el grupo tremendista de la revista Espadaña
(fundada por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora) en la que publicaron Carlos
Bousoño, Vicente Gaos y autores que en los años siguientes pasarán de la poesía
desarraigada a una lírica de contenido crítico y social, como Blas de Otero,
Gabriel Celaya o José Hierro.
No obstante, en los años 40 hay también voces que se alejan de estas dos
tendencias dominantes. En Córdoba se formó el grupo Cántico, promovido por
Ricardo Molina y Pablo García Baena. Pretenden romper con el clasicismo garcilasista
y el tremendismo de Espadaña, enlazando con la Generación del 27 a través de
Cernuda; trataron de retomar la orientación hacia la “poesía pura” de los años veinte.
Por otro lado, el Postismo, último movimiento de vanguardia creado por Carlos
Edmundo de Ory, representa la defensa del sentido lúdico del arte, la libertad
expresiva y la creatividad en contra de la razón, con ecos del surrealismo y el
dadaísmo.

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 LA POESÍA SOCIAL O COMPROMETIDA DE LOS AÑOS CINCUENTA


El compromiso social dominó la poesía de los años cincuenta. Sus principales
cultivadores fueron: Blas de Otero (Pido la paz y la palabra), Gabriel Celaya
(Cantos íberos), José Hierro (Cuanto sé de mí) y Eugenio de Nora. Estos poetas
denuncian las injusticias sociales y se preocupan por los problemas humanos. Así
define la poesía Gabriel Celaya: “La poesía no es un fin en sí misma. La poesía es un
instrumento, entre otros, para transformar el mundo”. “La poesía es un arma
cargada de futuro”. Y José Hierro decía “Quien no vibre con su tiempo, renuncie a
crear”.
Entre los temas tratados destacan la meditación sobre España, la defensa de la
libertad, la solidaridad con los marginados y oprimidos, la denuncia de las injusticias o
el acercamiento a las realidades menos amables de la existencia. La censura fue menos
rigurosa en los años cincuenta, siempre que no hiciera ataques específicos contra el
régimen; ello posibilitó el cambio de una poesía que reflejaba la angustia personal a
una poesía de protesta. Es una poesía destinada “a la inmensa mayoría”, de ahí el tono
coloquial y directo. La falta de exigencia artística y el prosaísmo a que llegaron algunos
propició, en torno a 1960, la orientación hacia una lírica marcada por una creciente
preocupación formal.

 EL GRUPO POÉTICO DE LOS AÑOS SESENTA


A esta Generación pertenece la “Escuela de Barcelona”, integrada por Carlos
Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo... Paralelamente, en
Madrid discurre la trayectoria de poetas como Ángel González, José Ángel
Valente, José Manuel Caballero Bonald, Francisco Brines, Claudio
Rodríguez...
A varios de ellos les une una estrecha amistad, el hecho de ser los niños de la
guerra y una procedencia social e intelectual semejante (burguesía con formación
universitaria). Valoran el magisterio de A. Machado; y también de V. Aleixandre, cuyo
libro “Historia del corazón” (1954) y sus consejos orientaron a los jóvenes poetas en la
búsqueda del equilibrio entre solidaridad e individualidad.
Se trata de una poesía de la experiencia, que trata los aspectos cotidianos de la
vida con distanciamiento, con un tono escéptico y una actitud crítica que se manifiesta
a través del humor o la ironía, evitando el patetismo o la adhesión sentimental a la
realidad social. Su obra encierra un compromiso moral y a menudo político, dentro de
una actitud crítica. No se desentienden de los problemas sociales, pero les interesa
más lo subjetivo, la preocupación por el hombre. La poesía es un medio de
conocimiento de la realidad.

Para completar el panorama de la poesía española de estas tres décadas, es


necesario mencionar la poesía del exilio: J. R. Jiménez (Romances de Coral
Gables), Alberti (Retornos de lo vivo lejano), Salinas (El contemplado), Cernuda
(podemos citar su poema “Peregrino” o el libro titulado Desolación de la quimera). El
tema recurrente es el de la patria dejada atrás y ocupada por los vencedores. Tras un
primer sentimiento de rechazo, va surgiendo la añoranza de una tierra donde vivieron
su infancia y juventud. Una de las obras cumbre del exilio es Español del éxodo y del
llanto, de León Felipe.

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c. LA LÍRICA DESDE LOS AÑOS 70 A NUESTROS DÍAS

En 1970, J. Mª Castellet publicó la antología Nueve novísimos poetas


españoles, donde incluía a Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez
Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente
Molina-Foix, Guillermo Carnero, Ana Mª Moix y Leopoldo María Panero.

Otros poetas de esta llamada generación del 68 son Antonio Colinas,


Antonio Carvajal, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena y Jaime
Siles.

Son poetas nacidos tras la guerra, influidos por la cultura de los medios de
comunicación de masas. Admiran la poesía extranjera (Eliot, Kavafis, surrealistas
franceses), y de la española salvan a Aleixandre, Cernuda, Gil de Biedma y a los
hispanoamericanos Octavio Paz, Borges y César Vallejo. Entre sus características están
el antirrealismo, el experimentalismo relacionado con las vanguardias y la extrema
preocupación por el lenguaje. Sienten fascinación por los mass media: tebeos, cine,
televisión, publicidad. Simpatizan con movimientos hippies, pop y rock and roll. En
sus temas se observa el erotismo, la sociedad de consumo, la influencia
norteamericana o la denuncia de la guerra de Vietnam.

Desde 1975, los poetas antes citados evolucionan hacia una poesía más personal
e intimista. En los años ochenta encontramos tendencias variadas y dispares, desde la
crítica al intimismo. Algunos nombres destacados son Julio Llamazares, Blanca
Andréu, Luis García Montero y Felipe Benítez Reyes.

Veamos algunas de estas tendencias de la lírica de los ochenta:

- Neosurrealismo: Destaca Blanca Andreu con De una niña de provincia que


se vino a vivir en un Chagal.
- Neorromanticismo: corriente representada por Antonio Colinas.
- Neorruralismo o poesía épica: Julio Llamazares escribe una poesía
enraizada en su tierra leonesa (La lentitud de los bueyes, Memoria de la nieve).
- Sensualismo: Ana Rosetti y Aurora Luque esciben una poesía erótica desde
un punto de vista femenino.
- Decadentismo y culturalismo: Luis Antonio de Villena escribe una poesía
refinada, culta y decadente.
- Minimalismo o poesía conceptual o poesía del silencioi: Es una poesía
abstracta y libre de artificios, heredera de la poesía pura de los años 20. Destaca
Olvido García Valdés o Miguel Casado.
- Poesía de la experiencia: Es una lírica de temas cotidianos y urbanos con un
lenguaje conversacional. Destaca Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes,
Jon Juarista, Andrés Trapiello.

En los últimos años se observa un auge de la poesía femenina y de las antologías


de género.

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Además del contraste entre la poesía de la experiencia y la poesía del silencio, a


finales de los 90 un grupo de poetas reaccionó contra lo que denominó “poesía
mediática”, por sus continuas apariciones en prensa, televisión y radio. Se trata de la
llamada poesía de la diferencia, corriente representada por el poeta y crítico
cordobés Antonio Rodríguez Jiménez. Propugna la libertad creativa individual y acusa
a los poetas de la experiencia de “poetas oficiales”, “poetas clónicos”, que tienen una
relación “clientelista” con los poderes públicos.

Hay que destacar el cambio en los canales de comunicación poética que supuso
la popularización de Internet (el auge de los blogs, los encuentros en la red o revistas
electrónicas) y un nuevo género que florece, generalmente en recitales, muy acorde
con los tiempos: la micropoesía, que podemos definir como pequeños píldoras
poéticas de consumo rápido.

Con todo, el mapa actual es muy complejo y hace falta un poco de perspectiva
para su estudio.

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d. LA NARRATIVA DEL SIGLO XX HASTA 1939

Para explicar la novela de este periodo vamos a establecer tres apartados.

1. GENERACIÓN DEL 98
La Generación del 98, influida por el “Desastre” y el auge del irracionalismo,
revitaliza la novela. Cuatro obras de 1902 (Amor y pedagogía de Unamuno, Camino
de perfección de Baroja, La voluntad de Azorín y Sonata de otoño de Valle-
Inclán) marcan el comienzo de la europeización de la narrativa española del siglo XX.
Esta nueva narrativa presenta las siguientes características:
- Coinciden en el rechazo del realismo decimonónico y en la angustia vital propia
de toda época de crisis. Los principales temas del 98 son la preocupación
existencial y el tema de España.
- Consideran a Castilla como el alma de la patria y critican aspectos negativos de
los pueblos con una intención reformista propia del regeneracionismo (las
precarias condiciones del campesinado, el caciquismo, el abandono, la pobreza,
la superstición, la abulia, la ignorancia… )
- Las obras reflejan el pesimismo ante la situación histórica (el desastre colonial
de 1898) y ante el desmoronamiento de los valores sociales y espirituales.
- Reflejan la influencia de la filosofía existencialista de Kierkegaard y
Schopenhauer (el escepticismo, la vida como algo absurdo y carente de
sentido).
- Su estilo es antirretórico, sobrio y natural. Se produce una renovación estética o
del estilo mediante:
a) El subjetivismo o antirrealismo: no se persigue, como en la estética realista,
la reproducción exacta de la realidad exterior, sino la expresión de la realidad
interior.
b) Concepción totalizadora: la novela es un género multiforme, en el que tienen
cabida también la reflexión filosófica, el ensayo, el lirismo... (Azorín habla de
‘novela permeable’).
Veamos ahora la obra de los principales novelistas del Grupo del 98.
1.1. Ramón Mª del Valle-Inclán evoluciona desde el modernismo de sus
Sonatas (1902-1905) hasta el expresionismo degradante de sus esperpentos (1920-
1932) en los que deforma grotescamente la realidad con personajes fantoches, para
retratar una sociedad sin las virtudes de la nobleza, valor, justicia, generosidad,
solidaridad, etc. En su obra Tirano Banderas critica a un dictador americano y en la
trilogía El ruedo ibérico satiriza la corte de Isabel II.
1.2. Azorín (seudónimo de José Martínez Ruiz) es el que más atención presta
al paisaje (Castilla, Los pueblos), a los clásicos como Cervantes y a la reivindicación de
personajes (Don Juan, Doña Inés). Sus temas preferidos son la angustia por el paso
del tiempo, el hastío, la angustia vital… Ejemplo de novela impresionista son La
voluntad, Antonio Azorín, Confesiones de un pequeño filósofo donde se describe
minuciosamente el ambiente y la sensibilidad de los personajes.
1.3. Miguel de Unamuno acuñó el término nivolas para definir sus novelas.
Busca la esencia española en el paisaje y la historia anónima de sus gentes (la

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intrahistoria). En sus nivolas reflexiona sobre la religión, la vida, la muerte y la propia


conciencia. Para ello interviene en el relato, dialoga con sus personajes, los convierte
en símbolos, interpela al lector... Entre sus novelas destacamos: Niebla (Augusto
Pérez, el protagonista, se enfrenta con su creador en un ambiente de confusión entre lo
que es verdad y lo que es ficción), Abel Sánchez (trata el tema de la lucha fratricida,
como la historia bíblica de Caín y Abel) , La tía Tula y San Manuel Bueno, mártir
(donde aparecen los problemas religiosos, la lucha agónica del individuo, la soledad,
los problemas de la fe, el creer y el aparentar creer, la vida como sueño...).
1.4. Pío Baroja expresa en sus novelas sus ideas literarias, filosóficas y
políticas. Agrupa muchas de sus novelas en trilogías. El protagonista es unas veces un
personaje activo y dominador, pero en otras novelas aparece un protagonista pasivo y
sin voluntad. Destacan los siguientes títulos: La busca, Zalacaín el aventurero, El
árbol de la ciencia, Memorias de un hombre de acción (serie de novelas sobre un
personaje llamado Avinareta).

2. EL NOVECENTISMO O GENERACIÓN DEL 14


Entre 1898 y 1927 encontramos a un grupo de autores de gran importancia
literaria que apuestan por el intelectualismo frente al subjetivismo de los
noventayochistas. Son europeístas, más racionalistas y objetivos que los del 98, pero
también más elitistas y vanguardistas.
2.1. Gabriel Miró se caracteriza por su lirismo. Destacan sus obras Nuestro
Padre San Daniel y El obispo leproso, ambas transcurren en Oleza (trasunto de
Orihuela), representación de un mundo nebuloso, casi desaparecido, que el autor
pretende rescatar. Las cerezas del cementerio y El abuelo del rey son otras obras
importantes.
2.2. Las cuatro primeras novelas de Ramón Pérez de Ayala (Tinieblas en las
cumbres, A.M.D.G., La pata de la raposa, Troteras y danzaderas) tienen un marcado
carácter autobiográfico. Luego escribe novelas intelectuales próximas al ensayo (como
Belarmino y Apolonio, Tigre Juan y El curandero de su honra, en las que lo
importante no es la trama sino las reflexiones filosóficas, literarias o estéticas...).
2.3. Ramón Gómez de la Serna destaca como el creador de las greguerías
más que por sus novelas, a las que se refería él mismo como “novelas de la nebulosa”,
pues reflejan un mundo incoherente y desorganizado; son originales y vanguardistas.
Destacamos El incongruente, El hombre perdido, Automoribundia, El torero
Caracho, El Novelista, El doctor inverosímil.

3. LA NARRATIVA ENTRE EL 27 Y LA GUERRA CIVIL


Distinguimos dos grupos de autores.
1.1. El primero está formado por novelistas republicanos que padecieron el exilio:
Benjamín Jarnés, Juan Chabás, Rosa Chacel, Juan José Domenchina, Max Aub
o Francisco Ayala; estos autores, en sus primeras obras, practican una novela
en línea con el “arte deshumanizado” que planteaba Ortega y Gasset.
2.2. El segundo grupo (llamado nuevo romanticismo) plantea una novela social
muy comprometida con la ideología revolucionaria: José Díaz Fernández,
Ramón J. Sender y César Mª Arconada.

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e. LA NARRATIVA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70

La guerra civil supuso una ruptura total con la literatura anterior y fue un hecho
determinante en la vida cultural posterior. Las consecuencias políticas, económicas,
sociales e ideológicas van a influir en la labor literaria del momento y condicionarán la
creación novelesca.

 LOS NOVELISTAS DEL EXILIO


La guerra civil provocó el exilio de un gran número de escritores, que
configuran la España peregrina. El más conocido y prolífico es Ramón J. Sender,
cuyas obras se encuadran dentro de una tendencia realista y social (Réquiem por un
campesino español, Crónica del alba). Max Aub escribió un ciclo sobre la guerra civil,
El laberinto mágico; su obra Juego de cartas es un original experimento al
presentarse en naipes que incluso pueden ser barajados. Otra narradora del exilio es
Rosa Chacel (Memorias de Leticia Valle, Barrio de Maravillas, Ciencias naturales).
Francisco Ayala, en Muertes de perro y El fondo del vaso, deja constancia del talante
opresor de un régimen represivo y de unos hombres que “mueren como perros” o
llegan en soledad “al fondo del vaso” como consecuencia de esa lucha por sobrevivir.

 LA NOVELA EXISTENCIAL DE LOS CUARENTA


Durante los primeros años de la posguerra se publican novelas de evasión,
triunfalistas, que relatan la guerra desde el punto de vista de los vencedores, muy
alejadas de la desolación y la miseria del momento.
Sin embargo, en la década de los cuarenta surgen dos novelas con una visión
crítica de la realidad, suponen una ruptura con la literatura oficial y son testimonio de
una existencia dolorosa y conflictiva. Se trata de La familia de Pascual Duarte (1942)
y Nada (1945). Con la primera, Camilo José Cela inicia la corriente denominada
tremendismo, al profundizar en los aspectos más crudos de la realidad. Su
protagonista es Pascual, un campesino analfabeto y pobre, dominado por sus instintos
vengativos y violentos, que relata sus memorias desde la cárcel, “justificando” sus
crímenes como consecuencia del ambiente de degradación y primitivismo y por la
herencia biológica. Andrea, la protagonista de Nada de Carmen Laforet, viaja a
Barcelona para estudiar en la Universidad; allí se encuentra encerrada en un mundo
burgués, asfixiante y paralizador, que le provoca angustia e insatisfacción.

 LA NOVELA EN LOS CINCUENTA: REALISMO SOCIAL


A principios de los cincuenta se produce un renacimiento del género narrativo,
gracias a autores como C. J. Cela, Miguel Delibes o Gonzalo Torrente Ballester.
El primer impulso lo proporcionó otra vez Cela, con La colmena (1951), una
novela sin apenas argumento, que presenta la degradación de la España de posguerra;
dinero, hambre y sexo se convierten en las únicas preocupaciones de los más de
trescientos personajes alienados en esa gran colmena donde lo importante es
sobrevivir, en ese Madrid lleno de miseria y penurias. Esta novela inicia los rasgos
propios del realismo social: presencia del protagonista colectivo; alcance existencial
y social de las obras, que reflejan los problemas sociales; objetivismo que pretende la

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desaparición del narrador; diálogo abundante con los rasgos del registro coloquial;
concentración del tiempo y el espacio.
Destacamos novelas como Nuevas amistades de García Hortelano (refleja el
egoísmo de los jóvenes burgueses), Entre visillos de Carmen Martín Gaite (sobre la
soledad e incomunicación en la sociedad provinciana), El fulgor y la sangre de Ignacio
Aldecoa (centrada en la vida dura del campo), Central eléctrica de Jesús López
Pacheco (denuncia la explotación del proletariado industrial y los riesgos de su
trabajo), Primera Memoria de Ana Mª Matute (relata la guerra civil vista desde la
infancia), El Jarama de Sánchez Ferlosio (utiliza con rigor la técnica del objetivismo,
mostrando el hastío y la alienación de la juventud de la época, en diálogos insulsos).

 LA NARRATIVA DE LOS SESENTA: NOVELA EXPERIMENTAL


Los factores que determinan un cambio de rumbo son la transformación de la
sociedad española con la industrialización, el turismo y la flexibilización de la censura;
el agotamiento de la novela social; y la irrupción de nuevos modelos narrativos (Joyce,
Kafka, Proust, Faulkner…). El realismo social evoluciona hacia la novela estructural,
cuya intención es la indagación en la personalidad del individuo. No abandona la
reflexión crítica sobre la sociedad española, pero presenta los acontecimientos de un
modo innovador, utilizando un léxico riquísimo, con frecuentes cambios de
perspectiva narrativa (3ª, 1ª e incluso 2ª persona), monólogo interior, ruptura de la
secuencia cronológica (no de manera lineal), argumentos irrelevantes, personajes en
conflicto con su entorno y su propia personalidad, desorientados, desequilibrados,
inserción de collages.
La novela decisiva en este cambio de orientación fue Tiempo de silencio (1962)
de Luis Martín-Santos. Su protagonista, Pedro, es un joven investigador que necesita
ratones para sus experimentos. Para conseguirlos entra en contacto con una familia de
chabolistas, dirigida por el Muecas. Asiste al aborto clandestino de la hija de este, lo
que le cuesta la cárcel y la muerte de su prometida a manos del novio de Florita (la hija
del Muecas). El tono existencial, la ironía, el humor, la carga simbólica, el
barroquismo, son sus principales características.
Otras novelas de la década son: San Camilo 1936, de Cela (es un monólogo
interior en 2ª persona); Cinco horas con Mario, de Delibes (Carmen vela el cadáver de
su marido y en su monólogo le reprocha su forma de comportarse, reflejando la actitud
egoísta y reaccionaria de Carmen, frente a la actitud liberal de Mario); Los gozos y las
sombras, La saga/fuga de J. B., de Gonzalo Torrente Ballester; Señas de identidad, de
Goytisolo (Álvaro regresa del exilio para recuperarse de un infarto; a través de cartas,
fotos y documentos su identidad, un sentido a la vida); Volverás a Región, de Juan
Benet (se sitúa en una zona astur-leonesa, símbolo de España, y presenta la
decadencia de la condición humana, asociada a la ruina de su entorno); Últimas
tardes con Teresa, de Juan Marsé (visión crítica de la burguesía catalana); por último,
citamos Ágata ojo de gato de Caballero Bonald, y Retahílas de Carmen Martín Gaite.
Son los años de desarrollo económico, auge del turismo, aumento de la
emigración y oposición al régimen franquista. Ahora interesa más la renovación
formal y lingüística, aunque no se pierde la intención crítica.

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f. LA NARRATIVA DESDE LOS 70 A NUESTROS DÍAS

En los años 70 se continúa escribiendo novela experimental, como en la década


anterior. Las principales características de los autores de la llamada Generación del 68
son:
- Se inician en la narrativa experimental pero evolucionan hacia formas
tradicionales del relato, donde la anécdota vuelve a cobrar gran importancia.
- La novela se estructura en secuencias, con ruptura temporal y punto de vista
múltiple; se emplea el monólogo interior; el lenguaje es culto y la sintaxis
compleja.
- La trama se organiza según géneros considerados menores (novela policíaca, de
aventuras, folletín, etc.)
- La novela se desvincula del compromiso social y político. Los problemas
humanos aparecen tratados desde su individualidad.
- El tratamiento temático presenta una sensación de desencanto, aunque el tono
empleado es jovial y lleno de notas humorísticas.

En 1975 se publicó La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo


Mendoza, una novela clave en su momento que introduce recursos técnicos como la
mezcla de materiales narrativos, el desorden cronológico, la parodia de otros géneros y
la variedad de registros estilísticos.

Las tendencias más representativas de la narrativa actual son:

- La novela histórica de intención paródica (Gonzalo Torrente Ballester,


Crónica del rey pasmado; Miguel Delibes, El hereje; Arturo Pérez-Reverte, La
tabla de Flandes) y otras sobre la vida provinciana en ese pasado reciente de la
dictadura franquista (Luis Mateo Díez, La fuente de la edad; Antonio Muñoz
Molina, El jinete polaco).
- La metanovela: Beatus ille de A. Muñoz Molina, La novela de Andrés Choz de
J. Mª Merino o La gramática parda de García Hortelano.
- La novela intimista: vuelve a lo privado con el análisis psicológico de los
personajes, como Rosa Montero (Te trataré como a una reina), J.J. Millás (El
desorden de tu nombre), Almudena Grandes (Malena es un nombre de tango),
Manuel Rivas (El lápiz del carpintero).
- La novela lírica: La lluvia amarilla de J. Llamazares (monólogo del último
habitante de un pueblo de León) o Todas las almas de Javier Marías.
- La novela neorrealista: los autores de la llamada Generación X ofrecen una
visión desencantada de la vida, con protagonistas muy jóvenes, presencia de la
violencia, la jerga del mundo de la noche y las drogas (Historias del Kronen de
José Ángel Mañas; Lucía Etxeberría o Ray Loriga).
- La novela policíaca: Manuel Vázquez Montalbán y su detective Carvalho, A.
Muñoz Molina (Beltenebros, Plenilunio, El invierno en Lisboa), Arturo Pérez-
Reverte (El club Dumas, La tabla de Flandes).
- La novela de crítica política refleja la desilusión de las décadas de los 80 y
90: Días contados de Juan Madrid.

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Muchos de estos escritores combinan el periodismo y la narrativa. La novela se


ha convertido en el género estrella por el número de lectores y por ventas. Predominan
las narraciones sencillas al gusto de un lector poco exigente.
Se observa un auge del cuento, muy en consonancia con los nuevos y ajetreados
tiempos. Podemos destacar, entre los cultivadores del relato, a Alberto Méndez, que en
su libro Los girasoles ciegos (2004) engarza cuatro historias de posguerra. Y entre los
escritores de microrrelatos, citamos a Luis Mateo Díez, José María Merino y Juan
Pedro Aparicio.
En los últimos años hay un eclecticismo: se escriben memorias, autobiografías,
libros de viajes, cuentos, microrrelatos y novelas de todas las tendencias (destaca la
novela que intenta recuperar la memoria histórica). La narrativa también se difunde
en soportes informáticos (blogs, foros…)

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g. EL TEATRO DEL SIGLO XX HASTA 1939

A diferencia de otros géneros, el dramático precisa contar necesariamente con


los espectadores. El público burgués reacio a los cambios, sus gustos poco depurados,
el escaso interés de los empresarios teatrales, impedían cualquier intento renovador
del panorama teatral.
Los diferentes grupos y tendencias del teatro español anterior a la guerra civil
pueden agruparse en los siguientes apartados:

A) TEATRO COMERCIAL
A.1) La comedia burguesa de Benavente
Jacinto Benavente propuso un teatro sin grandilocuencia, sin excesos, con atención
preferente a los ambientes cotidianos. Su obra supone una crítica amable de los ideales
burgueses (Lo cursi, Rosas de Otoño y Los intereses creados). Otras veces intenta el
"drama rural" (Señora Ama, La Malquerida). Benavente se ganó el favor del público y
una popularidad enorme a nivel nacional y en 1922 se le concede el Premio Nobel.
A.2) El teatro poético en verso
Mezcla aspectos del Romanticismo y del Modernismo. Aparecen constantes alusiones
a la gloria perdida del Imperio Español y es ideológicamente muy conservador. Es un
teatro histórico en el que destacan Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina (En
Flandes se ha puesto el sol) y, con matices, los hermanos Machado (La Lola se va a
los puertos).
A.3) El teatro cómico
Los tipos y ambientes castizos que habían sido la materia de los cuadros costumbristas
del Romanticismo vuelven ahora a la escena de la mano de autores como los
hermanos Álvarez Quintero, que presentan en sus obras la imagen de una
Andalucía superficial, tópica e incluso falseada (La reina mora, El ojito derecho, El
patio, Las de Caín). Por otra parte, Carlos Arniches escribe sainetes de ambiente
madrileño y lo que él mismo denomina "tragedia grotesca", obras en las que se mezcla
lo risible y lo conmovedor (La señorita de Trévelez).

B) TEATRO INNOVADOR (autores del 98 y del grupo del 27)


Muchos son los autores que pretenden hacer un teatro diferente en estos años, e
intentan crear un teatro vanguardista que sorprenda al espectador y que contenga una
elevada carga crítica y antiburguesa. Este teatro innovador requiere un público bien
preparado intelectualmente que comprenda y sepa apreciar las innovaciones. La
mayoría de estos autores cosecharon un rotundo fracaso con sus obras.

B.1) El teatro de los autores del 98


Al margen de pretensiones comerciales, autores como Unamuno (Fedra, El
otro), Azorín (Lo invisible), Valle-Inclán y Jacinto Grau (El señor de Pigmalión)
pretenden hacer un teatro que sirva como cauce para la expresión de sus conflictos
religiosos, existenciales y sociales. Escriben un teatro intelectual y complejo que enlaza
con las tendencias filosóficas y teatrales más renovadoras del panorama occidental de
la época. Técnicamente, intentan romper definitivamente con las formas realistas de la
representación, aspecto en el que destaca, sobre todos, Ramón Mª del Valle-Inclán.

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 VALLE INCLÁN (1866-1936)


Su producción es variada e incluye novelas, cuentos, poesía, teatro... En todos
esos géneros que cultiva se observa una evolución paralela al cambio ideológico por el
que pasa de un Modernismo elegante y nostálgico a una literatura crítica, basada en
una feroz distorsión de la realidad (el esperpento, a partir de 1920). Su obra teatral
suele agruparse en tres ciclos:

A) Ciclo del mito: La acción transcurre en una Galicia mítica, intemporal


(Comedias bárbaras, Divinas palabras)

B) Ciclo de la farsa: Obras situadas en un espacio más 'ridículo', propio del


siglo XVIII: jardines, rosas, cisnes: La marquesa Rosalinda, Farsa y licencia de la
reina castiza.

C) EL ESPERPENTO (Luces de Bohemia (1920) y la trilogía Martes de


carnaval).
El esperpento es un intento de presentar la realidad española, pero dando no
una visión natural y real, sino presentando los hechos de una manera exagerada y
burlesca. Nos presenta una realidad deformada, para que el espectador quede
sorprendido y tome conciencia de la misma.
Los principales rasgos del esperpento son la deformación paródica de la
realidad, la degradación de los personajes, el empleo de contrastes, el humor agrio, la
riqueza del lenguaje y la variedad de registros. Debe destacarse el valor literario de las
acotaciones. Luces de bohemia es el prototipo del esperpento; en la escena XII de esta
obra aparece su mejor definición del esperpento.
Luces de bohemia gira en torno al último viaje de un “héroe trágico”, el poeta
ciego Max Estrella, por un mundo indigno, injusto y vacío, como su compañero don
Latino de Hispalis. La acción transcurre en una noche, hasta el amanecer en que Max
muere delante de su casa, tras un viaje aterrador y desgarrado por quince espacios
madrileños, por un Madrid “absurdo, brillante y hambriento”. El autor critica
duramente, parodiándola y caricaturizándola, toda la vida nacional en lo que tiene de
corrupción, miseria y degradación. La obra tiene un gran simbolismo.

B.2) El teatro en la generación del 27


Aunque la mayor parte de la producción del 27 está constituido por poesía,
varios componente de la generación se vieron tentados por el teatro. Son interesantes
las obras escritas por Pedro Salinas (El dictador), Rafael Alberti (El adefesio),
Miguel Hernández (El labrador de más aire) y Alejandro Casona (La dama del
alba). Destaca la obra de Federico García Lorca.

 FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936)


Lorca pretendía popularizar el espectáculo teatral y creó una compañía de
teatro universitario, La Barraca, con la que viajó por España.
Su teatro está presidido por una constante lucha entre el principio de
autoridad y el principio de libertad, de la que resulta un sentimiento de frustración
que casi siempre encarna en mujeres cuyos deseos son irrealizables.
Su obra dramática puede agruparse en tres grandes bloques:

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1) PRIMERAS PIEZAS TEATRALES.


En 1920 estrena El maleficio de la mariposa, obra de influencia modernista sobre el
amor entre una cucaracha y una linda mariposa, que inaugura ya el tema fundamental
de la dramaturgia lorquiana: la insatisfacción amorosa. El estreno fue un fracaso del
que Lorca se resarció pronto con Mariana Pineda, drama histórico basado en la
heroína ajusticiada por Fernando VII en Granada por haber bordado una bandera
liberal. A estas dos obras se unen las farsas trágicas sobre amores desgraciados de La
zapatera prodigiosa y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. En esta
primera época también compone varias piezas breves de teatro de marionetas, al que
dio al denominación de Los títeres de cachiporra, donde desarrolla otro de los temas
nucleares de su dramaturgia: el conflicto autoridad/libertad.

2) TEATRO VANGUARDISTA: las comedias imposibles o misterios.


Lorca dio este nombre a las comedias creadas bajo el influjo surrealista. La técnica
surrealista le vale para explorar en los instintos ocultos del hombre. Así en El público
(incompleta) Lorca defiende el amor como un instinto ajeno a la voluntad, que se
manifiesta de formas muy diversas, entre ellas, la homosexual; y critica a una sociedad
que condena a todo el que es diferente.

3) LA ETAPA DE PLENITUD.
Lorca escribe durante los años treinta obras teatrales que sí alcanzan el éxito
comercial: Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores y las tres tragedias de
ambiente rural (Bodas de sangre, Yerma, y La casa de Bernarda Alba). Todas ellas
tienen en común el protagonismo de las mujeres, su situación de marginación social.
Doña Rosita la soltera es un drama urbano, mezcla prosa con verso y trata de
las señoritas solteras de provincias condenadas a esperar inútilmente el amor en una
sociedad burguesa mediocre que ahoga sus deseos de felicidad; es el drama de "la
cursilería española, de la mojigatería española" como señala el propio Lorca.
Bodas de sangre y Yerma son dos tragedias de aire clásico, en las que Lorca
mezcla la prosa y el verso, utiliza coros como en la tragedia griega para comentar la
acción, maneja elementos simbólicos y alegóricos... En Bodas de sangre (una novia
huye con su antiguo novio el día de su boda") aparecen temas conocidos de Lorca (el
amor, la violencia, la muerte, las normas sociales que reprimen los instintos). Yerma
aborda otros temas muy lorquianos: la esterilidad, la opresión de la mujer, el anhelo
de realización que choca con la moral tradicional...
La casa de Bernarda Alba (subtitulada Drama de mujeres en los pueblos de
España) es un apasionado alegato contra el autoritarismo familiar que encarna la
figura de Bernarda Alba y que desemboca en muerte y dolor.

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h. EL TEATRO DESDE EL 40 A NUESTROS DÍAS

El teatro es el género más afectado negativamente por la guerra civil: han


muerto los grandes renovadores (Valle Inclán y Lorca) y se imponen mayores
restricciones que en otros géneros, precisamente por su necesidad de ser representado
en público. Desde 1939 hasta el final de la Dictadura en 1975, las diferentes tendencias
reflejan la evolución política e intelectual del país: teatro del exilio, conservador, de
humor, realista, experimental y vanguardista. Con la democracia aparecen dos
tendencias: la neorrealista y la neovanguardista.

Los escritores del exilio no ven sus obras representadas en España hasta
finales de los 60. En los años 40, se escribe un teatro de tintes poéticos, bien con
elementos grotescos (como El adefesio de Alberti, que trata sobre la intolerancia del
poder), o bien con elementos simbólicos (como en La dama del alba, de Alejandro
Casona, donde la Muerte aparece como un personaje). Max Aub denuncia el
antisemitismo europeo (A la deriva) y la vida de los desterrados (El puerto).

Hasta los años 50 predomina el teatro conservador (Luca de Tena) y el teatro


de evasión (Edgar Neville) que pretende moralizar y entretener. Se cultiva el sainete
costumbrista y el drama burgués. La crítica de costumbres es muy superficial y nunca
hiere al espectador. José María Pemán habla del adulterio en su obra La verdad, o de
la discriminación de un diplomático casado con una republicana, en Callados como
muertos. Joaquín Calvo Sotelo refleja, pero no critica, los abusos de poder y el
catolicismo superficial en La muralla.

Cierta innovación representa el teatro del humor de Jardiel Poncela. Eloísa está
debajo de un almendro es una comedia de humor negro. Miguel Mihura escribió en
1932 Tres sombreros de copa y habría sido considerado un revolucionario del teatro
europeo del absurdo, pero no la estrenó hasta dos décadas después. En esa obra el
serio y formal Dionisio se enamora la víspera de su boda de Paula, una desenfadada
actriz de variedades. A pesar de que sabe que su vida de casado va a ser aburrida, opta
por seguir las convenciones sociales.

El teatro de compromiso activo se inicia en 1949 con Historia de una escalera


de Antonio Buero Vallejo. Presenta la vida de unas familias madrileñas que ven cómo
sus fracasos y miserias se perpetúan en la siguiente generación, que repite los mismos
comportamientos. Otra obra importante de Buero Vallejo es En la ardiente oscuridad,
que trata de ciegos que viven felices hasta que son conscientes de sus limitaciones. En
1953 Alfonso Sastre estrena Escuadra hacia la muerte en la que denuncia el belicismo
de la época a través de cinco soldados en misión suicida en una hipotética tercera
guerra mundial. Ambos autores intentan remover conciencias a través del teatro.

En los años 60 destaca el teatro realista, con autores como Lauro Olmo (La
camisa, que trata sobre el paro y la emigración al extranjero), José María Rodríguez
Méndez (Los inocentes de la Moncloa, sobre opositores víctimas de la España del
momento), José Martín Recuerda (Los salvajes en Puente San Gil, sobre el
puritanismo y la hipocresía social) y Carlos Muñiz (El tintero, sobre un oficinista
fracasado que se suicida).

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A finales de los 60 se desarrolla un nuevo teatro vanguardista y experimental,


que repara en la rehumanización de la sociedad, con dos tendencias: una simbólica
(Miguel Romero Esteo) y otra experimental (Buero Vallejo, Francisco Nieva y
Fernando Arrabal). Buero Vallejo incorpora el llamado “efecto de inmersión” (se
apagan las luces en El concierto de San Ovidio, se va la voz en El sueño de la razón,
para que el espectador se introduzca en el drama de personajes ciegos o sordos).
Fernando Arrabal se exilia voluntariamente a Francia para desarrollar su creatividad y
escribe un teatro absurdo, cruel, sobre política, religión, sexualidad (Pic-Nic, Los
hombres del triciclo, El cementerio de automóviles, El arquitecto y el emperador de
Asiria).

El teatro independiente refleja la influencia del teatro europeo de B. Brecht y P.


Sartre. Al margen del teatro comercial, y sin dejar de ser crítico ante el sistema, busca
nuevas formas de expresión, crean el texto colectivamente, utilizan todos los recursos
escénicos posibles (luz, sonido, música, danza, mimo, formas del circo, de la comedia
musical, del teatro de títeres, etc.) y rompen la barrera entre el escenario y el patio de
butacas.

Hacia finales de los 70 se impuso el teatro de calle, el de objetos, con más


espectáculo que texto. La temática coincide con la de la posmodernidad (parodias de la
televisión, publicidad y mitos; críticas a la propiedad, al imperialismo, a la burguesía;
reflexiones sobre el conflicto generacional, el sexo, la guerra de Vietnam, el hambre en
la India…). Con el tiempo algunos de estos grupos se profesionalizan y proliferan hasta
nuestros días: Teatro Universitario de Murcia; Los Gallardos y Tábano en Madrid;
Teatro Estudio Lebrijano y La Cuadra en Sevilla; Els Joglars, Els Comediants, Dagoll
Dagom, El triciclo, La Fura dels Baus y La Cubana en Cataluña; Teatro Circo en
Galicia…

Todas las tendencias confluyen en un teatro underground y alternativo


(que no se representa o se hace en pequeñas salas). En 1983 se funda La Compañía
Nacional deTeatro Clásico. Se adaptan novelas como Cinco horas con Mario de M.
Delibes, y surgen nuevos autores-actores como Fernando Fernán Gómez (Las
bicicletas son para el verano). Los realistas consagrados siguen teniendo éxito: Martín
Recuerda (Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca), Sastre (La taberna
fantástica) y Antonio Gala (Petra Regalada). También destaca la comedia burguesa
de Alfonso Paso y Adolfo Marsillach. De la transición hablan Ana Diosdado o Juan
José Alonso Millán.

La llamada “generación del 82” o neorrealistas proceden del teatro


independiente. Destacan José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas y
Bajarse al moro, sobre la delincuencia urbana y la droga respectivamente), José
Sanchís Sinesterra (¡Ay, Carmela!, sobre una pareja de actores republicanos en bando
nacional: él opta por sobrevivir y ella prefiere morir con dignidad), Fermín Cabal e
Ignacio Amestoy.

De las últimas promociones mencionamos a Paloma Pedrero, Carmen


Resino, Antonio Álamo o Juan Mayorga. En nuestros días, el texto se revaloriza y se
produce un “boom” inusitado del género del musical (El hombre de La Mancha,
Mamma Mía, Hoy no me puedo levantar…).

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i. LA NOVELA Y EL CUENTO HISPANOAMERICANOS


EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

En los años 40 y 50 la literatura hispanoamericana da las primeras muestras de


superación de los modelos narrativos que habían dominado el panorama literario en
las décadas anteriores. El Regionalismo comenzaba a agotarse. Las transformaciones
sociales, la influencia del surrealismo, el psicoanálisis y de autores como Faulkner,
Joyce, Proust, Kafka o Dos Passos, favorecerán el crecimiento de la llamada nueva
novela, que se consolidará definitivamente en el “boom” de los 60. La característica
definitoria es la incorporación de elementos fantásticos y maravillosos: lo mítico, lo
legendario, lo irracional y lo mágico irrumpirán en las historias a través de dos
técnicas principales: la poetización de la realidad (ver lo extraordinario que se esconde
tras lo cotidiano) y la naturalización narrativa de lo maravilloso, es decir, en el
transcurso de la narración los hechos maravillosos se tratan como si fueran normales.

La temática de estas novelas es muy variada, pero destacan dos compromisos:


con el ser humano y sus problemas, y con la historia convulsa del continente
americano. Del primero derivan las novelas existenciales, en las que predomina la
soledad, la incomunicación, la pérdida del sentido de la vida, la muerte y los
personajes en conflicto con su entorno; en esta línea habría que situar la obra de
Onetti y Sábato. Del segundo compromiso, derivan las novelas sociales, entre las que
destacan las novelas de un dictador, como El señor Presidente de Miguel Ángel
Asturias, El otoño del patriarca de García Márquez, Yo, el supremo de Roa Bastos o la
más reciente La fiesta del chivo de Vargas Llosa.
Otros autores reflexionan sobre la historia del continente (civilizaciones
precolombinas, colonización, tiranías y guerras de independencia): El siglo de las
luces, de alejo Carpentier y La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa. La
metaficción (reflexión sobre el proceso creativo dentro de la obra) es otro motivo
recurrente y aparece en la novela Rayuela de Cortázar. Por último, habría que señalar
otros temas como el humor y el erotismo.

La innovación más importante en las técnicas narrativas es la ruptura de la


estructura tradicional de la novela: la ruptura de la linealidad temporal
(retrospecciones, prospecciones, historias paralelas intercaladas), la introducción de
un tiempo subjetivo psicológico (el de la memoria o los sueños), la combinación de
voces narrativas y puntos de vista diferentes, monólogo interior, 2ª persona
autorreflexiva, etc.

Otro rasgo es la preocupación por el lenguaje, que les lleva al uso de


neologismos, juegos tipográficos, distorsiones sintácticas y semánticas; emplean
también el registro coloquial para vivificar el relato.

Se suele señalar a tres autores como aquellos que abrirán el camino de la nueva
narrativa:
- el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, cuya obra El señor presidente aborda
las injusticias sociales de un país a partir de la figura de un dictador;

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- el cubano Alejo Carpentier, con su obra Los pasos perdidos donde trata los
conflictos entre la cultura indígena y las culturas europeas;
- y el argentino Jorge Luis Borges cuyas obras (Ficciones, El Aleph) cuestionan
los límites de la realidad e indagan en los enigmas de la existencia a través de lo
extraordinario y lo ilógico.

La obra de estos primeros autores revelaba la existencia de dos tendencias: el


realismo mágico (Asturias, Carpentier, Rulfo, continuado luego por García Márquez
y Vargas Llosa) y el realismo fantástico (de Borges y luego Cortázar).

En los años 60 se produce ese fenómeno que se ha llamado el Boom de la


novela hispanoamericana, el periodo de máximo esplendor de esta novela, y
supone la integración definitiva de lo fantástico y lo real. En esta década aparecen
novelas magistrales como La ciudad y los perros de Vargas Llosa, El astillero de
Onetti, Sobre héroes y tumbas de Sábato, El siglo de las luces de Carpentier, La
muerte de Artemio Cruz de Fuentes, Rayuela de Cortázar, Paradiso de Lezama Lima,
Tres tristes tigres de Cabrera Infante, Cien años de soledad de García Márquez,
Conversaciones en la catedral de Vargas Llosa.
De todas ellas destacamos Cien años de soledad de García Márquez. Es el
culmen del realismo mágico y la obra más leída en castellano después del Quijote.
Cuenta la historia de la saga de los Buendía a través de siete generaciones y la historia
del pueblo de Macondo que, desde su fundación por Arcadio Buendía –patriarca de la
estirpe– estaba condenado a desaparecer.

Entre las narradoras hispanoamericanas destacan Isabel Allende, Ángeles


Mastreta, Laura Esquivel, Zoé Valdés, Mayra Montero, Marcela Serrano, entre otras.

En cuanto a la temática de la novela de los 70 y 80 (postboom) destaca la


denuncia social, ideológica o política (como en Me llamo Rigoberto Menchú y así me
nació la conciencia); el tema histórico (Gringo viejo de Carlos Fuentes); la
incorporación de la cultura popular (cine, música, deportes, televisión), las drogas y el
sexo (La traición de Rita Hayworth, El beso de la mujer araña, ambas del argentino
Manuel Puig); el tema del amor y el erotismo aparece en novelas de Isabel Allende,
Zoé Valdés, y destacamos El amor en los tiempos del cólera de García Márquez; la
temática ecologista es abordada por el chileno Luis Sepúlveda en Un viejo que leía
novelas de amor; por último, el humor y la caricatura aparece en la obra de Bryce
Echenique, entre otros.

En la actualidad, muchos de los autores del boom y postboom siguen


escribiendo. Mario Vargas Llosa fue galardonado con el Nobel de Literatura en 2010.
Entre las nuevas voces destaca el argentino Andrés Neuman, el mexicano Jorge Volpi y
la cubana Karla Suárez.

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