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Margarita Pierini
Coordinadora
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SERIE DIGITAL
Ciencias Sociales
UNQ Editorial SERIE DIGITAL Ciencias Sociales
Rector
Daniel Gomez
Vicerrector
Jorge Flores
Editorial
Serie Digital
Coordinación académica
Mariano Belaich, Departamento de Ciencia y Tecnología
Margarita Pierini, Departamento de Ciencias Sociales
Edición
Rafael Centeno
2005
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Índice
Álbum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
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Presentación
Con este número continuamos con la Serie Digital de la Editorial de la UNQ, comenzada
en octubre de 2004 con los trabajos que obtuvieron el Premio Banco Río 2003, bajo la
coordinación del Dr. Alberto Díaz. El objetivo de esta publicación electrónica es ofrecer a
los integrantes de la comunidad académica textos producidos por alumnos de la
Universidad Nacional de Quilmes sobre diversos temas trabajados en los cursos de grado
o de posgrado y cuyos resultados pueden ofrecer interés para los estudiosos de diversas
disciplinas.
En esta ocasión los trabajos presentados corresponden a una serie de investigacio-
nes realizadas en el II Semestre 2002 por alumnos del Curso de Literatura Argentina
(Diplomatura en Ciencias Sociales), sobre la repercusión que tuvieron en la prensa de
nuestro país las noticias referidas a la muerte de cuatro escritores relevantes para la cul-
tura nacional: Lucio V. Mansilla (1913), Horacio Quiroga (1937), Roberto Arlt (1942) y
Antonio Di Benedetto (1986) .
Todo investigador conoce y valora el trabajo minucioso y paciente que representa la
consulta y recopilación de materiales en archivos y hemerotecas. Por lo general, de ese
exhaustivo relevamiento sólo una parte se da a conocer en la publicación que resulta de
la investigación. En este sentido, la tarea realizada por los alumnos en el curso (de la cual
aquí, por razones de espacio y de unidad temática, sólo ofrecemos estos cuatro casos)
será apreciada en su justa medida por los estudiosos que podrán tener a su alcance estos
materiales originales, y utilizarlos como referencia en sus trabajos.
La muerte de una persona famosa –por los motivos que sean– suele ser el momento en
que se realiza un balance sobre su vida y su trayectoria. Si los antiguos egipcios repre-
sentaban el instante del paso a la otra vida con la imagen de una balanza donde el dios
de los muertos pesaba méritos y deméritos, cabría utilizar el mito como metáfora de lo
realizado por quienes toman a su cargo, en la sociedad de la comunicación, el retrato final
de quien alguna vez fue célebre, alguna vez convocó amigos y detractores, alguna vez
representó una presencia significativa para los hombres de su tiempo.
Los homenajes póstumos –parece obvio– hablan del escritor desaparecido, rese-
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ñan su obra, sus tendencias estéticas, su biografía. Pero sobre todo –y es el interés que
se desprende estas investigaciones– hablan de su tiempo, de la recepción de su obra, de
los valores que se le asignan, y, por oposición, de los valores que la sociedad le reclama.
El homenaje luctuoso no es siempre un elogio. Es también el momento en que se recuer-
dan –según la perspectiva de la publicación– los errores cometidos, las filiaciones partida-
rias que el presente aún no perdona (como ocurre con el que hasta su muerte fue
señalado como “el sobrino del Tirano”), las presuntas desviaciones estéticas (el “decaden-
tismo” inicial de Quiroga), los rasgos de carácter que lo hicieron famoso en su medio.
Estas cuatro investigaciones resultan elocuentes también para registrar, en el curso
del siglo xx, el entramado de relaciones que se tejen en torno a determinadas figuras. En
este sentido, el acompañamiento final, los encargados de pronunciar el discurso fúnebre
y la mayor o menor relevancia de los homenajes oficiales iluminan los lazos intelectuales
y afectivos de una generación, las tendencias ideológicas, los valores que se proclaman
y con los que se busca investir al ausente.
Alguna vez, el duelo trasciende el episodio individual para convertirse en el signo de
la culpa de una sociedad que, por indiferencia y por descuido, deja morir a los sobrevivien-
tes de una masacre. El caso de Di Benedetto constituye un ejemplo paradigmático, y así
se leyó en los inicios de la recién recuperada democracia.
Cada uno de estos escritores –tan diversos en su obra, y en el lugar que ocupan
hoy en la valoración de los lectores actuales– es objeto de un tratamiento especial por
quienes rastrearon estos materiales hemerográficos en las bibliotecas nacionales. Las
notas relevadas van acompañadas por comentarios y conclusiones personales, que dan
cuenta de la recepción de hoy a través de la mirada de estos jóvenes lectores. En algún
caso, el investigador introduce su trabajo con una reseña costumbrista sobre los vericue-
tos burocráticos que deben sortearse para lograr acceder al objetivo buscado, y que resul-
tará familiar a la mayoría de los que frecuentan esos espacios que preservan –aunque no
siempre con la necesaria eficacia– la memoria de nuestra cultura.
MARGARITA PIERINI
Departamento de
Ciencias Sociales
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Luciano Manolio
INTRODUCCIÓN
La investigación hemerográfica llevada a cabo tiene por finalidad relevar la forma en que
la noticia del fallecimiento de Lucio V. Mansilla llegó a sus lectores contemporáneos a
través de las publicaciones de la época. Esto permite, desde el presente, observar y
analizar cómo se ha elaborado, recreado y modificado esa visión primera.
Nació en Buenos Aires en diciembre de 1831 y falleció en París, en octubre de 1913. Hijo
de Lucio Norberto Mansilla y Agustina Rozas, se destacan entre sus actividades su
desempeño como militar y su actividad como escritor, siendo hoy considerado un expo-
nente característico de la Generación del 80.
Ocupó el cargo de diputado durante varios períodos, colaboró con la Confederación
Argentina y participó de la Guerra del Paraguay. Apoyó la candidatura de Sarmiento y,
durante su presidencia, fue comandante de la frontera sur de Córdoba; en 1878 fue gober-
nador de Chaco. En los últimos años de su vida representó al país en Europa desempe-
ñándose como diplomático.
De su obra literaria, Una excursión a los indios ranqueles es, sin duda alguna, una
de las más recordadas dentro de su producción. Aparecida en forma de cartas en el dia-
rio La Tribuna en 1870, refiere las experiencias del autor en su viaje para ratificar un trato
con los indios, en las fronteras entre Córdoba, San Luis y La Pampa.
Característica indispensable de su estilo narrativo fue su sobresaliente condición de
causeur (conversador), tan propia de la actividad central en las reuniones de los círculos
que conformaran su ámbito, en que la conversación “parece haber sido una dimensión
muy característica de los hombres del 80, favorecida por la vida de club, por la importan-
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cia del Parlamento (el conversatorio más trascendente), por la vida rumbosa y evidente
que era la regla” (N. Jitrik, El mundo del ochenta, p. 83). Ejemplo que pone de relieve esta
condición son las “Causeries”, publicadas semanalmente en el periódico Sud América,
que a diferencia de las ofrecidas por Charles Auguste Sainte-Beuve en Le Constitutionnel
–ensayos breves de crítica literaria– eran “charlas” dirigidas a aquellos pares que perte-
neciendo a su mismo círculo social, comprendían determinados guiños o códigos, y eran
frecuentemente destinatarios de las más numerosas dedicatorias y alusiones. El título
Entre Nos, de un libro de Mansilla, es claro referente del ámbito a quienes se dirigían las
causeries, que hacían de la digresión su elemento principal.
Otras obras que pueden mencionarse son Retratos y recuerdos (1894), Ensayo his-
tórico-psicológico (1898), En vísperas (1903), Mis memorias. Infancia-adolescencia (1904)
y Un país sin ciudadanos (1908).
INVESTIGACIÓN HEMEROGRÁFICA
Consideración general
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nota en relación con la aparecida en La Nación del 10 de octubre, en lo que tiene que ver
con la más clara valoración que se hace en esta última sobre la aparente dificultad de
Mansilla por hacerse “a las evoluciones naturales de la vida”, y lograr realizar obra tras-
cendental “a fuerza de múltiple y esparcida”: “Ha disipado su existencia y su talento, pero
ha vivido! Ha compuesto su vida como un poema romántico, en lugar de desempeñar,
como nosotros, el modesto papel asignado por el destino.”
Pero porque todo en este diario parece estar presentado ya en su máxima expre-
sión –los pormenores y características de los padecimientos del enfermo; sus aptitudes y
bondades–, no es particularmente extraño que luego de elevarlo a las alturas en que se
encuentran las más preciosas formas de describirlo, se encargue el mismo artículo de tra-
erlo súbitamente a tierra donde cualquier presencia de fervor que se advierta en su escri-
tura pueda ser equilibrada y de alguna manera su naturaleza compensada: “Y con todo
–extraña contradicción–, este batallador y enemigo de nuestras preocupaciones burgue-
sas no se ha defendido contra el ‘snobismo’ […] De la máxima sabia: ‘Oculta tu vida y
muestra tu espíritu’ –sólo ha aceptado la segunda parte. Es que este refinado es también
un apasionado –es decir un ingenuo.”
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Era indudable que le faltaba experiencia, que su obra no adquiría, a fuerza de múltiple y
esparcida, el carácter trascendental a que él aspiraba.
Se señala que la naturaleza de sus conversaciones era responsable de que no se
esperara de él más que “el cuento o la gracia”.
Fue enemigo de sí mismo por el ejercicio constante de sus aptitudes y condiciones
de causeur, que lucía a todas horas en todos los círculos y dejaba la impresión de que tal
deporte no le permitiría pensar hondo y realizar obra seria y fundamental.
De una manera más manifiesta, de acuerdo con la frase más directa del artículo,
Mansilla queda al margen de poder elegir lo que, según el diario, corresponde a una per-
sonalidad hecha y derecha; es alguien que para lograr serlo –visto desde la época en que
éste fallece– no parece haber podido esclarecerse en cuanto a determinar qué es lo que
le hace falta (las cursivas son mías).
“¡Pobre Mansilla! Porque no fue grave y adusto; porque no logró deslindar dentro de
su inteligencia una conducta uniforme; porque no supo dominar sus tendencias, darles
una aplicación preferente; […] porque no se hizo de las evoluciones naturales de la vida
y se dio a las del artificio y la desorientación.”
Por último se refiere a la pérdida de Mansilla como a la de una personalidad excéntrica.
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Respecto a Una excursión a los indios ranqueles, no deja de sorprender cierta alu-
sión que de algún modo aviva la condición de militar de su autor, en cuanto subraya la
subordinación impuesta por él mismo: “El relato de aquella temeraria y feliz empresa, lo
publicó el general Mansilla en dos tomos de pintoresca literatura en la que el lector vive
las curiosas escenas del desierto, donde la sigilosa y subrepticia diplomacia del salvaje
cae siempre vencida por la penetrante y sutil perspicacia del adversario.”
Por último, y en el mismo tono, se hace especial mención en lo relativo a las for-
malidades a llevarse a cabo: “Se expidió un decreto ordenando los honores militares
correspondientes […]. Según los términos del decreto, la bandera nacional permanece-
rá hoy a media asta en todos los establecimientos públicos, y cuando sean trasladados
los restos al país, se le rendirán los honores reglamentarios correspondientes a general
de división.”
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gos tanto o más que de la suya. Y no conocían jerarquías sus afectos. Jamás una aristo-
cracia de la tradición y del propio instinto, se ejerció con sentido más democrático […] Las
letras y el periodismo que es una forma de ellas, tienen derecho a considerar la pérdida
de Mansilla como a una pérdida de familia.”
Y en relación con la naturaleza algo pronta de las apreciaciones vertidas en la publi-
cación del mismo diario el día 9 de octubre, puede colocarse la siguiente frase: “Llegará
el momento de hacer un estudio completo de la personalidad de Mansilla. Su estatura inte-
lectual y moral merecen algo más que estos esbozos rápidos fabricados de cabos sueltos
y de recuerdos apresurados.”
Bajo el subtítulo “Iconografía del general Lucio V. Mansilla” se presenta, en tono
favorable, la información relacionada con sus diversas actividades, su condición de con-
versador –“quizás el primer ‘causeur’ del país”– y su “vida agitada”; mencionándose a Una
excursión a los indios ranqueles como una “célebre obra” que ha sido “premiada en el con-
greso internacional de geografía de París, y traducida al francés y el alemán”. Y manifes-
tándose sobre su calidad literaria –en clara contraposición con el artículo publicado en El
Tiempo del día viernes 10 de octubre–, dice que “como escritor era brillante, erudito, espi-
ritual y de una fecundidad extraordinaria”.
Luego se dedican, en un apartado titulado “Mansilla epistolar”, varias columnas que
destacan la manera en que esta práctica formaba parte de su rutina diaria, señalándose
la importancia que tenía en su vida y se mencionan un par de anécdotas en que la corres-
pondencia juega un papel central.
Y como en ninguno de los otros documentos consultados, aparece en éste, bajo el
título “Bibliografia de Mansilla”, la más completa referencia a su obra escrita, figurando
junto al título de cada una, las fechas de publicación, y destacándose hacia el final de la
extensa enumeración, una valoración acerca de las causeries, a la que considera “una de
las obras más interesantes y amenas”, en discrepancia fundamentalmente con lo apare-
cido –por ejemplo y entre otros– en El Tiempo el 10 de octubre.
Por último, se transcribe un fragmento del artículo por considerarlo especialmente
interesante para cruzar con las apreciaciones que se hacen de Mansilla en los anteriormen-
te presentados. De algún modo, creo, es la reflexión que con más complejidad se expresa
–bastante entreveradamente– sobre el fallecido, pero de las que se puede obtener un juicio
más amplio que el propuesto por el resto de los documentos de la misma época:
“Hombre de mundo antes que soldado, y viajero, temperamento de una actividad
incesante y solicitado hacia asuntos diversos por causas más diversas aún, el general
Mansilla puede ser, por la exposición de su vida, en esa amena forma de las ‘causeries’,
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quistó sus palmas en acciones memorables, fue jefe de frontera y tuvo cargos de respon-
sabilidad en el ejército. Mezclado en las luchas políticas figuró en el periodismo desde la
época de la presidencia de Sarmiento hasta la de Juárez Celman: escribió libros, en esti-
lo fácil, fresco, lleno de color. Recordaremos en este orden de sus actividades ciertamen-
te brillantes, su colección de “causeries”, “Entre Nos”, “Rosas” y otros trabajos de historia
aparentemente ligeros, pero llenos de esa savia tan especial y utilísima de las memorias,
de los recuerdos, de lo que uno ha vivido y observado.
Fue diputado nacional durante varios períodos y ahí también reveló como orador de
improvisaciones, un ingenio extraordinario al servicio de un verbo fácil y a menudo levan-
tado y vibrante.
Fue diplomático en los años de su alta vida, en Berlín, Viena y Rusia, y muere ale-
jado por completo de todas las materias que formaron su predilección intelectual. Hacía
años que veía venir su fin, y trataba de mantener su espíritu por arriba de dolores y triste-
zas, lográndolo a menudo con su filosofía amable de mundano.
El general Lucio V. Mansilla era hijo del militar del mismo nombre que tuvo una
actuación tan activa en la independencia y en las guerras con los caudillos del litoral, y de
doña Agustina, hermana de don Juan Manuel de Rosas. Muy joven aún hizo un viaje a
Francia regresando para ingresar al ejército, al que sirvió algunos años en las milicias de
Entre Ríos, pasando luego a incorporarse a las fuerzas que hacían el servicio de frontera
en el Norte de Buenos Aires. Ascendido a capitán después de la batalla de Pavón, en la
que formó parte, el gobierno lo envió a Chile, en desempeño de una comisión militar.
Declarada la guerra con el Paraguay, organizó el batallón 12 de línea, y con el grado
de sargento mayor concurrió al ataque de Humaitá, y a las trincheras de Corupaity. En el
combate del Boquerón se distinguió especialmente y con las fuerzas de su mando llevó
un ataque decisivo que sirvió a definir la jornada.
Nombrado jefe de frontera de Río Cuarto, emprendió en marzo de 1870 su atrevida
excursión a las tolderías de los indios ranqueles con objeto de asegurar la paz que termi-
nara las tropelías de aquellas tribus, capitaneadas por los caciques Baigorrita, Ramón y
Mariano Rosas. El relato de aquella temeraria y feliz empresa, lo publicó el general
Mansilla en dos tomos de pintoresca literatura en la que el lector vive las curiosas esce-
nas del desierto, donde la sigilosa y subrepticia diplomacia del salvaje cae siempre venci-
da por la penetrante y sutil perspicacia del adversario.
En 1878 fue nombrado gobernador del Chaco y ascendió a general de brigada,
encomendándosele en diversas ocasiones comisiones militares de importancia en el país
y en Europa.
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El ataúd había sido colocado sobre un catafalco y sobre él se veía el uniforme y las
condecoraciones del extinto. Estaba rodeado de coronas enviadas por numerosos miem-
bros de la colectividad argentina.
La ceremonia religiosa fue presidida por el obispo de Meaux, monseñor Marbeau, y
presidía el duelo el ministro argentino señor Larreta y los deudos del extinto.
Asistieron numerosas personalidades francesas, extranjeras y mucho miembros de
la colectividad argentina.
Se hallaban presentes el doctor Federico Puga Borne, el ministro de Costa Rica,
Marqué de Peralta, y representantes de los demás ministro sudamericanos.
Los restos fueron depositados en los subterráneos de la iglesia, en donde perma-
necerán hasta su traslado a Buenos Aires.
Fuentes
Noviembre de 2002
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INTRODUCCIÓN
NOTAS PERIODÍSTICAS
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EL DÍA, La Plata, p. 7.
Dejó de existir el escritor Horacio Quiroga
Su deceso ha producido intenso pesar en los círculos intelectuales
Buenos Aires 19 (U.P). Después de haberse sometido a varias operaciones sin éxito, ha
muerto esta mañana el escritor uruguayo, Horacio Quiroga.
La noticia se difunde rápidamente en todos los círculos culturales e intelectual, con
sentimiento de gran pesar.
Con Quiroga desaparece uno de los más sólidos valores de la literatura americana.
Cuentista de singular envergadura, dotado de extraordinaria aptitud de observación,
sus relatos dieron siempre la sensación de trazos palpitantes de vida.
Psicólogo sutil, distinguió a Horacio Quiroga un apasionado amor por la naturaleza.
No le fue en zaga por cierto el amor a los humildes.
Se apegó a la vida silenciosa y libre, significó para la literatura argentina el aporte
de cuentos y relatos norteños que enriquecieron notablemente su folklore.
Hizo incursiones felices en la novela, donde al par de un estilo claro y galano reve-
ló facultad para emocionarse y comprender las pasiones que agitan al género humano.
Eso patentiza su novela Historia de un amor turbio. Además, es conocida su colaboración
en diarios y revistas, concretada en cuentos, ensayos, relatos, novelas cortas, etcétera.
[Finaliza con la mención de los títulos de las obras realizadas por Quiroga.La nota
aparece publicada en la primera columna del margen izquierdo, ocupa sólo una cuarta
parte de la columna y se encuentra rodeada de titulares locales policiales, acciones de la
Guerra de España, inauguraciones, etcétera.]
EL ARGENTINO, La Plata, p. 4.
Falleció en Buenos Aires el escritor Horacio Quiroga
Ayer falleció, en el Hospital de Clínicas. Fue un vigoroso narrador. Nadie podrá cubrir las
letras con dignidad en la actualidad. Desde sus primeros cuentos fue un maestro en tan
difícil género. Se impuso a la crítica. Fue consagrado por los que cultivaban el género. Su
obra es sólida y personalísima en Argentina.
Se lo considera maestro, como a Florencio Sánchez, aunque entre ambos hay una
distancia enorme de cultura y disparidad de género.
Impuso directivas a los que se iniciaban en especulaciones literarias.
De gran capacidad creadora, se compara sus obras con el escritor uruguayo,
Fernán Silva Valdés (primer poeta gaucho de Sud América.)
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Quiroga estuvo radicado en Misiones. La selva norteña fue escenario de sus cuen-
tos, también la explotación de los obreros en los yerbales. Captó el misterio del bosque
subtropical, su fascinación respecto de su grandeza influyó en él de forma decisiva. “Fue
analista profundo de la vida de los animales y del dolor de los hombres humillados, troca-
dos en animales por los tratantes de blancas.”
Intentó el teatro, donde su obra fue criticada injustamente; se le hicieron reparos en
nombre de los cánones consagrados de la técnica escénica.
Horacio Quiroga fue de esos hombres que se daban a la amistad. No era “el hom-
bre a la defensiva”, de que habló Ortega y Gasset. Tuvo influencia por eso en los nuevos,
sobre todo en los jóvenes escritores de izquierda; quienes siempre hallaron su palabra de
aliento capaz de una orientación. Fue para ellos como Roberto Payró, un maestro, tal vez
más, un gran camarada.
Por ello, su ausencia pesa y su ida más allá de la selva, conmueve profundamente.
[La nota aparece en dos columnas centrales –una de la mitad–, acompañados por
titulares nacionales y locales, en la sección de “Notas y comentarios”, hay una foto al ini-
cio de la nota.]
LA VANGUARDIA, p. 3.
Con la muerte de Horacio Quiroga, las letras rioplatenses pierden su más recio y talento-
so narrador. Fallece el 19 de febrero, en el Hospital de Clínicas. Hay gran sorpresa en su
muerte.
Nació en Uruguay el 31 de diciembre de 1879. De espíritu aventurero, luchador,
vigoroso, solitario del temple de Robinson Crousoe. Conoció la Selva Misionera. Incorporó
esa zona a la geografía literaria desde sus cuentos.
La nota cuestiona la asociación de los autores a los modelos. Aconsejan estudiar la
singularidad de cada uno.
Compararan a Quiroga con Rudyard Kipling y con Edgar A. Poe.
Publicó muchos libros que han sido reconocidos en Europa como lo más importan-
te que produjo la América de hoy.
Excelsa calidad del arte de Quiroga porque rendía culto a la pureza de su vocación
y escribía solamente para crear algo perfecto, novedoso, que lo solicitaba imperiosamen-
te. La suya es una literatura sentida, vivida y sincera.
En la nota se hace mención de sus más importantes obras.
Su obra tiene dos vertientes: pintura de la naturaleza selvática, de su fauna, se su
humanidad en permanente lucha y sufrimiento. Es la revelación de un mundo psicológico
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Después, “El salvaje”, “Anaconda” –acaso el más completo y el más alucinante- “El
desierto”, “Los desterrados”, “Más allá”. Muchas de esas narraciones fueron publicadas en
La Nación.
Habíase quebrado el encanto de Misiones. La tierra hosca abría sus puertas de roca y
de troncos al hechicero. Desde el siglo XVIII, un prestigio fabuloso rodeó al que Lugones llamó
“Imperio de la Compañía de Jesús”. Expulsados sus fecundos organizadores, solo ruinas
enormes, que la selva arrollaba tozudamente atestiguaban el esplendor perdido.
Quedaban en Misiones grandes fuerzas salvajes, siempre vivas, anteriores al arri-
bo de los sacerdotes y, aún más, anteriores al arribo de todo hombre. Hombres y mujeres,
lucharon, en medio del bosque.Quiroga vio todo eso y lo contó, sin metáforas, sin artificio
retórico, comprendiendo que allí donde el paisaje se retorcía y jadeaba y las gentes habi-
taban y rugían, el simple retrato era más eficaz que la tela efectista [...]
Quiroga era un hombre raro. En su casa llegó a poseer un pequeño zoológico.
Modelaba pajarracos. Ebanista concienzudo, tallaba sus muebles y esculpía canoas lige-
ras. Prefería la soledad, sin ser huraño.
Ayer ha muerto. Ha desaparecido un gran escritor. Los hombres, los árboles y los
animales pierden a un amigo solícito, porque no se observa como él profundizó sin que
un amor generoso guíe y aconseje.
La ceremonia fúnebre
Los restos del escritor fallecido fueron velados en la Casa del Teatro, por donde desfila-
ron anoche gran número de hombres de letras y representantes de las distintas manifes-
taciones intelectuales de nuestra ciudad.
La ceremonia fúnebre se efectuará esta tarde de 15 a 16 horas, y en el acto harán
uso de la palabra los señores Alberto Gerchunoff en el nombre de la Sociedad de
Escritores y Ezequiel Martínez Estrada en el de los amigos del extinto.
Pasado mañana los restos de Horacio Quiroga serán cremados, por disposición de
la última voluntad y las cenizas enviadas a la propiedad que poseía en el territorio de
Misiones donde serán depositadas.
[La nota está ubicada en la columna central con una foto en la parte superior de la
misma. Abarca toda la columna incluyendo dos párrafos de la columna derecha. Dentro
de la misma página se encuentran notas de orden nacional.]
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LA FRONDA, p. 3.
Horacio Quiroga era argentino, había nacido en el Uruguay pero su alma tenía esos atri-
butos de nacionalidad que son más fuertes y más expresivos que los documentos. Y luego
de su alma, los libros le dieron una limpia ciudadanía americana.
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Pero quien conoce la historia del cuento breve superada día a día por talentos nue-
vos y originados en genios que despreciaron la novela para dedicarse a él como una
genuina fuente de belleza, puede afirmar que Horacio Quiroga resultó entre nosotros un
precursor y que no deja, por desgracia, continuadores eficaces de su obra.
Muere con Horacio Quiroga el alentador de los calenturientos sueños infantiles y de
las maduras pesadillas de los mayores de edad.
Por otro lado su tendencia a lo sobrenatural sobrecogía en sus relatos. Toda la gran-
deza de la selva y toda la pequeñez de sus seres ínfimos, cabrían en sus trazos a los que
animaba en soplo natural y a la vez extraordinario.
De él, que murió solo, añorando su selva... Porque es privilegio de hombre de
excepción, como lo fue Quiroga, hacer que lo alto descienda a la altura de la media y que
lo pequeño alcance una jerarquía. Es lo que hizo, dando a nuestra selva un significado
incomparable.
[Está ubicado en la columna central y sobre la parte superior se encuentra una foto-
grafía del escritor. Las notas que lo rodean son de interés general.]
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Impresión en Asunción
Asunción 20 (Esp.). El fallecimiento de Horacio Quiroga ha repercutido dolorosamente en
los círculos literarios. Los periódicos le dedican sentidas necrologías destacando su fecun-
da y meritoria obra y señalándolo como uno de los mejores cuentistas argentinos.
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LA FRONDA, p. 3.
Don Horacio Quiroga el sepelio de sus restos
En el cementerio del Oeste se efectuó ayer el sepelio de los restos del señor Horacio
Quiroga, figura prestigiosa de las letras.
En esta oportunidad hicieron uso de la palabra los señores Alberto Gerchunoff en el
nombre de la Sociedad de Escritores y Ezequiel Martínez Estrada en el nombre de los
amigos del extinto.
Mañana los restos del señor Quiroga serán cremados, por disposición de la última
voluntad y las cenizas enviadas a la propiedad que poseía en el territorio de Misiones
donde serán depositados.
[Ocupa un pequeño espacio en la columna derecha.]
CONCLUSIONES
Considerando los artículos periodísticos relevados podemos concluir afirmando que era una
figura muy respetada por todo el ámbito literario y periodístico, aun por los que no coincidían con
su línea de pensamiento; esto se observa en las distintas publicaciones de los diarios consulta-
dos (de derecha, como Bandera Argentina, y de izquierda, como La Vanguardia).
Cada uno de los artículos resalta en su necrología un aspecto particular de su vida,
ya sea la relación de sus obras con la fatalidad de su vida personal; la dualidad de su
carácter; las desavenencias con el gobierno militar uruguayo; y el hecho de considerarlo
un precursor en el género del cuento corto.
Además, es justo destacar la discreción de los medios gráficos ya que ninguna de
las fuentes consultadas menciona el trágico suicidio de su mujer, la accidental muerte de
su amigo en el vecino país de Uruguay, como tampoco se menciona su suicidio. Según
nuestra hipótesis, a este último factor se podría atribuir el hecho de que el diario El Pueblo
(católico) no publique ninguna noticia sobre su fallecimiento.
También se destaca su soledad y el apego que tenía hacia sus pocos amigos, que
lo acompañaron en los últimos momentos como Ezequiel Martínez Estrada, con quien
mantuvo permanentes y profundas cartas, compartiendo su soledad tras sus fatalidades y
su sentida enfermedad.
Quiroga escribe a Martínez Estrada: “Sabe usted qué importancia tienen para mí su
persona y sus cartas. Voy quedando tan cortito de afectos e ilusiones que cada una de
éstas que me abandona se lleva verdaderamente pedazos de vida” (marzo 29, 1936).
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En otra carta agrega: “Yo soy bastante fuerte, y el amor a la naturaleza me sostie-
ne más todavía, pero soy también muy sentimental y tengo más necesidad de cariño –ínti-
mo–, que de comida” (abril 11, 1936).
Dentro de su corto círculo de amigos también estaba Julio E. Payró, hijo de su gran
compañero Roberto J. Payró, y su compatriota salteño Asdrúbal Delgado. Le escribe a
Payró: “Como el número de los amigos se va reduciendo considerablemente conforme se
les pasa por la hilera, los contadísimos que quedan los son de verdad. Tal usted; y me
aprecio de haberlo admirado cuando usted era un bambino, o casi” (junio 21, 1936).
Y a Asdrúbal: “No dejes de escribirme de vez en cuando, pues si en próspero esta-
do los pocos amigos a la caída de mi vida son indispensables, en mal estado de salud for-
man parte de la propia misma vida” (septiembre 21, 1936).
FUENTES CONSULTADAS
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1904. Publica El crimen del otro. Viaja al Chaco, donde se instalará para probar suerte cul-
tivando algodón.
1905. Regresa fracasado a Buenos Aires Frecuenta tertulias literarias. Publica “Los per-
seguidos” y aumenta sus colaboraciones.
1906. Adquiere 185 hectáreas en Misiones y comienza una provisoria instalación.
1908. Aparece su primera novela, Historia de un amor turbio.
1909. Contrae enlace con una de sus alumnas de la Escuela Normal, Ana María Cirés. Se
establecen en Misiones.
1911. Nace su hija Eglé, es nombrado Juez de Paz y Oficial de Registro Civil de San
Ignacio.
1912. Nace su hijo Darío. Se ocupará personalmente de la educación de sus dos hijos.
Emprende múltiples actividades de corte industrial la mayor parte descabelladas y
rotundos fracasos. Escribe y publica: A la deriva, El alambre de púa, Los inmigran-
tes, Yaguaí (1913), Los mensú (1914).
1915. Ana María muere –se suicida– tras ocho días de agonía. Para sobrevivir, Quiroga
entierra este hecho en lo más hondo de sí mismo, no habla con nadie del asunto,
continúa viviendo y escribiendo, pero emparedado en lo más íntimo registrando
implacablemente el trabajo de la fatalidad sobre los otros, los mensú, los explota-
dos o los aventureros que pueblan Misiones, los ex –hombres, alcoholizados, locos.
Publica Una bofetada (1916), La gama ciega.
1917. De regreso a Buenos Aires es nombrado secretario general del consulado urugua-
yo. Se publican sus Cuentos de amor, de locura y de muerte.
1918. Aparecen los Cuentos de la selva para niños. Publica “Un peón”; en este y en otros
cuentos se ve y se siente la naturaleza de Misiones, sus hombres, sus destinos.
Cuenta exactamente lo que quiere y como quiere, su objetividad en la creación es
limitada. Porque el hombre está ausente de ella, es un testigo, a veces hasta un per-
sonaje secundario del relato, pero no está él, entero, con sus angustias personales
y su horrible sentido de la fatalidad. Reconoce y muestra el destino que se desplo-
ma sobre los otros, pero cuando el implicado es él, la historia adquiere un leve tono
humorístico.
1920. Se publican “El salvaje” y “Las sacrificadas”.
1921. Estreno teatral de “Las sacrificadas”. Se edita Anaconda.
1924. Aparece El desierto.
1925. Sufridos amores por otra Ana María, una joven misionera de 17 años. Llega inclu-
so a cavar un túnel con el propósito de raptarla; pero todo termina con la oposición
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de los padres de la joven. Este episodio dará lugar a Pasado amor. Vuelve a
Misiones.
1926. Nuevamente en Buenos Aires, publica “Los desterrados”. Vida social, críticas de
cine, publicaciones. Ya es reconocido y hasta homenajeado por cierto sector de la
vida literaria del momento.
1927. Se casa con una amiga de su hija Eglé, María Elena Bravo, 29 años menor que él.
1928. Nace su hija María Elena (Pitoca).
1929. Aparece Pasado amor, segunda y última novela.
1931. Escribe “Ante el tribunal”, defensa y autorreferencia ante la contemporaneidad y la
posteridad. Es trasladado a San Ignacio como funcionario del Consulado.
1934. Su esposa regresa a Buenos Aires, con Pitoca, tras acentuadas desavenencias con-
yugales. Cesan sus servicios consulares por decisión superior. Se siente solo, con
problemas económicos y de salud.
1935. Se edita Más allá, cerrando su obra. Es nombrado cónsul honorario, con una pre-
caria pensión.
1936. Se jubila como cónsul y comienza a tratarse de dolencias físicas.
1937. El 18 de febrero se suicida ingiriendo cianuro, tras corroborar que su enfermedad
es cáncer. Muere en la madrugada del 19 en el Hospital de Clínicas de Buenos
Aires.
Quiroga estaba solo desde la década de 1930 en que había empezado un eclipse
de su obra narrativa, el descenso de sus acciones en la “Bolsa literaria” a que él se
había referido con humor negro en algún artículo, el ser declarado cesante en su
cargo del consulado uruguayo como consecuencia del golpe de Estado de Terra
(marzo 31, 1933), el fracaso de su vida familiar. Por eso, el cáncer llega cuando
Quiroga ya se ha estado despidiendo de la literatura y de la vida.
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2 Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en dominarla. Cuando pue-
das hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
4 Ten fe ciega, no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas.
Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
5 No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra hacia dónde vas. En un
cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres
últimas.
6 Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: “Desde el río sopla un viento
frío”, no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla.
Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes en observar si son entre sí conso-
nantes o asonantes.
7 No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sus-
tantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero
hay que hallarlo.
8 Toma a tus personajes de la mano y llévalos hasta el final, sin ver otra cosa que el
camino que trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les
importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios, ten
esto por una verdad absoluta aunque no lo sea.
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Angel Del Ré
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CUATRO ENFOQUES
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En La Prensa la noticia fue tratada en forma aún más breve y en un tono excesiva-
mente formal. Esto se evidencia desde la sequedad del título: “Fallecimiento del señor
Roberto Arlt”. El texto tiene la estructura de las biografías de los diccionarios enciclopédi-
cos, lleno de frases tales como: “periodista y escritor de conocida actuación”.
Hacen una referencia a su obra, tanto las novelas y los cuentos, como sus incursio-
nes teatrales y sus exitosas Aguafuertes, informan sobre su sepelio y las disposiciones
tomadas por el Círculo de Prensa de organizar una comisión destinada a concurrir al vela-
torio, en representación de la entidad. Al igual que en La Vanguardia la nota se halla en
mitad de página, al lado de otra sobre la entrega de un hidroavión al Yacht Club Argentino.
En La Nación, una foto de un Arlt joven ilustra una nota que a primera vista parece
una necrológica común. La titulan “Don Roberto Arlt” y debajo en letras más pequeñas:
“Falleció ayer en esta capital”. Sin embargo, y a pesar de ser también breve, es un tanto
más interesante que las dos anteriores ya que el encargado de la nota remarca los nue-
vos aires que acompañaron la edición en 1927 de su primer novela El juguete rabioso.
Aunque se equivoca en el año de edición (fue en 1926), es el primero en remarcar la
característica de la literatura arlteana como novedosa para su época. Sigue alabando sus
condiciones de novelista y cuentista y lo caracteriza como un “dramaturgo de rara calidad
en nuestro ambiente”. Recuerda también su calidad como periodista y, otra vez, lo exito-
so de sus Aguafuertes porteñas.
Por último, lamenta el hecho de su desaparición, informa sobre su sepelio y nom-
bra a los integrantes de la comisión del Círculo de Prensa: Quillano Anta Paz, Eduardo
Mallea, Nicolás Olivari, Horacio Rega Molina y Santiago Ganduglia.
Por tercera vez la noticia sobre la muerte de Arlt aparece curiosamente junto a una
nota referente a aviones, esta vez sobre un concurso de aeromodelismo en Quilmes.
Llegamos así a El Mundo, diario que, como ya he mencionado, contaba a Arlt entre
sus colaboradores. Había ingresado en 1928 y a partir del 14 de agosto publicó diariamen-
te, en la página seis, hasta el día de su muerte, las populares “Aguafuertes”.
El tono de la nota de El Mundo es más emotivo, ya que es redactada por uno de sus
compañeros, pero a pesar de ser la más larga de las cuatro, el tratamiento del suceso es
reducido, lo cual no deja de sorprender debido al hecho de que Arlt pertenecía a este
periódico.
“Falleció ayer nuestro compañero Roberto Arlt”, así titulan el informe. El sentimien-
to de pertenencia recorre el texto: “es algo nuestro lo que perdemos”, dice la nota y remar-
ca “este duelo pertenece también de alguna manera a la calle”, esa calle que esperaba
para leer y enojarse ante el cinismo de sus “Aguafuertes”.
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ARLT, EL EXCLUIDO
Tal fue la repercusión de la muerte de Arlt en los periódicos de la época, escueta, pobre,
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hasta con errores de información. Ningún periódico trató de requerir la opinión de otros
escritores con respecto de su obra, como se hiciera ante la muerte de Lugones.
La revista Sur, una de las más importantes de la época, donde publicaban escritores
como Borges, Bioy, Sabato, etc., que pertenecían al círculo creado en torno a la figura de la
señora Victoria Ocampo, hizo caso omiso de la muerte de Arlt en sus ediciones de agosto y
septiembre. Si uno de los órganos culturales más importantes de la época ignoraba de esta
manera la importancia de la muerte de quien se convertiría en uno de los escritores más des-
tacados del siglo, qué podríamos esperar de los periódicos, más preocupados en la noticia
del día que en una proyección de los hechos trascendentes de un futuro próximo.
Pero lo que a estos diarios dejó ciegos a la hora de percibir la importancia de la
muerte de uno de los pilares de la literatura argentina, y por ende de su imprescindible
obra, fue el hecho de ser contemporáneos de Arlt.
Sabemos del carácter profundamente egocéntrico y cínico de Arlt, quien no dudó en
calificar a Lugones de escritor de temas ñoños, a través de diversos reportajes. Sabemos
también de su autoexclusión de la élite intelectual de la época, como queda manifestado
en el prólogo de Los lanzallamas (cabe aclarar que él es un excluido también, pero lo
excluyen de un lugar a donde él no quiere pertenecer), lo que explicaría la omisión de la
revista Sur. Estas características de su personalidad, además de convertirlo en un solita-
rio (cosa que considero necesaria para la creación de su obra), lo transforman en un gran
hacedor de enemigos y generador de polémicas. Es difícil reconocer el talento de una per-
sona que no es de la simpatía de uno.
El hecho de ser Arlt periodista dificulta la perspectiva de sus colegas, les imposibi-
lita ver el genio literario en uno de sus pares. Le conocen, viven con él y son incapaces
de ver la importancia del escritor. Para ellos Arlt es el exitoso creador de las costumbris-
tas Aguafuertes, que el lector del diario disfruta, y no el muy diferente creador de Remo
Erdosain y su sórdido mundo.
Arlt era una especie de visionario, sus temas hoy en día no han perdido vigencia,
nos pertenecen aún, los vivimos en nuestro día a día.
Arlt parece haber sido un incomprendido para su época. Su fuerte personalidad
ocultaba, a los que sólo se quedaban en la anécdota de la polémica, lo excepcional de su
obra. A medida que el tiempo avanza y su imagen burlona y soberbia desaparece, su
escritura se muestra en primer plano exaltando toda su fuerza y vigor, que las nuevas
generaciones de lectores abrazan con singular pasión. Esto es claro para Ricardo Piglia,
quien en su prólogo a los Cuentos completos de Arlt señala que éste está lejos de ser
canonizado, de ingresar al museo. Arlt hoy en día se encuentra más actual que nunca.
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CRÍTICA, p. 5.
“Ha fallecido Roberto Arlt”
Este diario presenta una nota de tamaño no muy grande, pero con la crítica más favora-
ble de las fuentes consultadas. Dice que Roberto Arlt ha muerto imprevistamente, que era
una persona vigorosa, optimista y con fe en el destino de un mundo mejor. Hace una crí-
tica positiva con respecto a la trayectoria de este escritor y lo pone a la altura de los nove-
listas de mayor jerarquía de nuestro país. Asegura su supervivencia en el mundo de la
literatura argentina y resalta que buscaba las raíces de su arte en nuestra realidad y no
evadía los problemas torturantes de su tiempo.
“Roberto Arlt había aportado a la novela argentina obras que lo colocaban entre
nuestros novelistas de mayor jerarquía y que le aseguraban, desde ya, una pervivencia
definitiva en la historia de la literatura nacional”.
Halagan a Arlt no sólo en sus valores literarios: “[...] quedan sobre todo sus valores
humanos: esa cordialidad sin fronteras, ese sentimiento de amistad que desparramaba a
manos llenas”.
[Crítica era un diario de la tarde, por eso, de las fuentes consultadas, fue el único
que dio la noticia el mismo día de su muerte.]
CRÍTICA, p. 3.
“Roberto Arlt era escritor vigoroso y gran periodista”
Este artículo muestra la dolorosa repercusión de su muerte y lo señala como un ejemplo
de evolución y superación. Vuelve a destacar su mirada hacia la realidad y aclara que no
es un estilista, sino un escritor que aprendió el lenguaje verídico ante lo que es fundamen-
tal de la vida: el pueblo.
“[....] en su necesidad de ser fiel a su especie de hombre y de escritor, odiaba la
máscara de lo solemne, el disfraz con que tantos consiguen la simulación de sus distintas
profesiones”.
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LA VANGUARDIA, p. 5.
“Dejó de existir Roberto Arlt”
Este diario presenta una crítica positiva hacia la figura de Arlt. Destaca sus “Aguafuertes
porteñas” en las que captaba los más diversos aspectos de la vida de nuestra ciudad.
Aunque marca en el escritor ciertas influencias de Dostoiesvky, le adjudica una concep-
ción personal producto de “un espíritu inquieto y de su grande angustia por los torturantes
problemas de la época”.
LA VANGUARDIA, p. 3.
“Incineraron ayer los restos de Roberto Arlt”
En este pequeño artículo se informa sobre quiénes hicieron uso de la palabra en su sepe-
lio, destacando su aporte a la novela, el teatro y el periodismo nacional.
EL MUNDO, p. 4.
“Falleció ayer nuestro compañero Roberto Arlt”
Este es el artículo más extenso que se publicara sobre su muerte (casi media página); la
ubicación del artículo es en una página con noticias de la segunda guerra. Se realiza una
descripción de su obra, lamentando su pérdida: “[...] es un dolor nuestro, un duelo que nos
pertenece íntimamente como nos pertenecía el camarada que tuvimos a nuestro lado
durante largos años”.
Describe a Arlt como una figura que apareció en momentos en que la producción
nacional sufrió el colapso moral de la guerra de 1914 y que se lanzó a “una búsqueda
desesperada de formas que expresara la nueva conciencia del mundo”.
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EL PUEBLO
Esta fue la última fuente consultada, pero no se encontró ninguna nota sobre la muerte
del escritor en los diarios del 26 al 29. El diario tiene una orientación hacia temas relacio-
nados con la Iglesia católica.
CONCLUSIÓN
Como ya expusimos, Roberto Arlt fue un personaje muy particular en la literatura nacio-
nal, inquietó a muchos ya sea desde una óptica positiva o negativa, yendo en contra de
ciertas “reglas” formales de la literatura y tomando una postura comprometida con lo social
y los sucesos de su época. No fue amante de la superficialidad literaria, ni de la estética
por la estética misma. Tal vez uno de sus más grandes aportes como escritor fue su sin-
ceridad y la capacidad de decir muchas cosas que otros quizás no se atrevían.
En conclusión, Roberto Arlt fue amado y odiado por muchos y esto lo demuestran
las fuentes consultadas en donde tenemos desde una nota extensa en una sección impor-
tante hasta la absoluta indiferencia de su muerte.
Más allá de toda opinión podemos ver que Arlt fue un escritor muy importante para
la literatura nacional y más aún en su tiempo. Se atrevió a enfrentar a las vanguardias lite-
rarias dejando de lado estructuras gramaticales y estéticas, demostrando un interés muy
especial por la situación social y la felicidad del hombre. Quien leía sus obras podía sen-
tirse reflejado en ella y ver que Roberto Arlt decía muchas cosas que el hombre común
tenía ganas de expresar y no podía hacerlo.
FUENTES
Diarios
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PRESENTACIÓN
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cruel, incisivo, supera las apariencias de las cosas y acoge en su seno los productos de
la más pura fantasía creadora.
En 1976, pocas horas después del golpe militar del 24 de marzo, Di Benedetto fue
secuestrado por el ejército. “Creo que nunca estaré seguro que fui encarcelado por algo
que publiqué. Mi sufrimiento hubiese sido menor si alguna vez me hubieran dicho qué
exactamente. Pero no lo supe. Esta incertidumbre es la más horrorosas de las torturas”,
diría años más tarde. Humillado, golpeado y destrozado anímicamente, fue excarcelado el
4 de septiembre de 1977 y se exilió en Estados Unidos, Francia y España. Regresó defi-
nitivamente a la Argentina en 1984.
A su regreso a la Argentina ocupó un cargo en el gobierno, del que lo separaron poco
tiempo después. Di Benedetto, quien era un hombre tímido e introvertido, luego de su des-
pido “por razones presupuestarias” del cargo en la Secretaria de Cultura de la Nación, se
refugió en su obstinada soledad, en su, casi maníaco, orgullo, optando por el silencio.
En 1986, había sido internado en el Hospital Italiano el 17 de agosto y desde enton-
ces tras una intervención quirúrgica, se encontraba en estado delicado; murió víctima de
un derrame cerebral el 10 de octubre en Buenos Aires y fue sepultado el 13 de octubre en
el panteón de los escritores en la Necrópolis de Mendoza.
Entre sus obras más famosas se encuentran: a) cuentos: Mundo animal (1953), El
pentágono (1955), Cuentos claros o grot (1957), Declinación y ángel (1958), El cariño de
los tontos (1961), Two stories (1965), Los suicidas (1969), El juicio de Dios (1975) antolo-
gía de cuentos, Absurdos (1978) y Cuentos del exilio (1983); b) novelas: Caballo en el sali-
tral El Silenciero (1964), Zama (1956) y Sombras, nada más (1985).
CLARÍN
El 10 de octubre de 1986 la literatura argentina se vestía de luto, ya que moría, de un
derrame cerebral, el laureado escritor Antonio Di Benedetto. La noticia recorrió el país el
12 del mismo mes. Todos los periódicos recibieron muchísimos obituarios en su honor; el
diario que más recibió fue Clarín, que publicó alrededor de una docena de avisos.
En la página 13 de la sección segunda, en la parte de información general, publicó
una nota de casi una página completa, que sólo estaba acompañada de publicidades, en
homenaje al escritor mendocino. La nota, que tituló “Murió Antonio Di Benedetto”, presen-
taba una volanta que expresaba: “escritor mendocino de trascendencia internacional”.
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Mientras que el copete comentaba: “El escritor y periodista Antonio Di Benedetto falleció
cerca de la medianoche del viernes, a los 64 años, en el Hospital Italiano de esta Capital,
víctima de un derrame cerebral. El autor de Zama y Cuentos del exilio había sido interna-
do en ese nosocomio el 17 de agosto y desde entonces, tras una intervención quirúrgica,
se encontraba en estado delicado. Sus restos son velados hasta las 15 de hoy en la sede
de la SADE, Uruguay 1371, para luego ser trasladados a Mendoza, para ser inhumados en
su tierra natal, a las 13:30”.
El cuerpo central de la nota se inicia con una cita del difunto escritor, “desde que
volví a la Argentina no duermo”, y la completa con el comentario que Di Benedetto le hizo
a Jorge Halperin, un periodista de Clarín, durante una entrevista, en la que expresó: “Para
morir quisiera un lugar donde nadie me reconozca. Vivir es un desafío. Morir es un acto
de soledad, íntimo, del que ojalá nadie –en mi caso– se sienta partícipe...”.
Luego comenta acerca de su secuestro y posterior encarcelamiento el 24 de marzo
de 1976 por el régimen castrense que derrocó el gobierno de Isabel Perón. Para su libe-
ración se organizó una campaña nacional e internacional, donde se juntaron firmas de los
más importantes literatos del momento. Posteriormente recuerda que el 23 de mayo de
1984 regresó del exilio, y habla de los premios que recibió a lo largo de su carrera.
A continuación enumera una serie de problemas que sufrió el escritor desde 1985,
entre los que resalta: los de la filmación de la película Zama, que se tuvo que suspender;
los problemas de vivienda, de dinero y de identidad; este último se le generó a raíz de
que el 25 de noviembre de 1984, cuando fue a votar no estaba en los padrones electo-
rales.
La nota termina con una cita sacada de una entrevista hecha a Di Benedetto, ocho
meses después de su vuelta del exilio en la que él dijo: “Siento una gran frustración.
Lentamente estoy volviendo al exilio porque no me han ido bien las cosas [...]. Salvo por
mi modesto trabajo en la Casa de Mendoza me resulta difícil sobrevivir. Y yo no sé qué
hacer porque no tengo habilidades para otra cosa que no sea la cultura”.
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LOS ANDES
Como se puede leer en su biografía, Antonio Di Benedetto fue el subdirector del diario Los
Andes de Mendoza, y éste fue una de las pocas publicaciones que hicieron una seguidi-
lla de artículos, basados en este tema.
La primera fue publicada el 12 de octubre de 1986 y se inicia con un cable de la agen-
cia de noticias DyN del 11 del mismo mes. Esta agencia dio a conocer mal la noticia, ya
que afirmó que Antonio Di Benedetto había muerto esa mañana, cuando en realidad el
escritor falleció la noche del 10 de octubre. Además de ese error, producido aparentemen-
te por la falta de corroboración de la noticia, hay que sumarle otro error más al autor de la
nota, ya que posteriormente afirma que Di Benedetto murió la mañana del doce de octu-
bre.
Luego el periodista hace un llamado al recuerdo de su secuestro en 1976 (hecho
que como se puede verificar a lo largo del presente trabajo es destacado en todos los
periódicos) y de sus reconocimientos y premios internacionales.
Posteriormente cita a alguien del gobierno de Mendoza, lo interesante es que esta
cita no tiene una voz, ya que por lo visto el autor no consideró relevante poner el nombre
de quien elogia al novelista.
Bajo el subtítulo “El hombre y su obra” el cronista habla de sus libros, para luego
comentar el éxito de Zama y de los intentos fallidos de filmar la película basada en esta
novela.
Para concluir la evocación de la vida del laureado escritor, el periodista eligió una
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muy acertada frase del fallecido, también reproducida por Clarín, que dice: “Vivir es un
desafío. Morir es un acto de soledad, íntimo, del que ojalá nadie –en mi caso– se sienta
participe. Cuando eso ocurra, si algo provoco que no sea llanto, sino reflexión...”.
El 13 de octubre esta publicación presentó una breve noticia que comentaba que
ese día llegarían los restos de Antonio Di Benedetto a esa provincia, con el encabezado:
“Llegarán hoy, a las 12, por la vía terrestre, los restos del escritor argentino Antonio Di
Benedetto, fallecido en la Capital Federal”. En el cuerpo principal de la noticia se expre-
saba:
“Llegarán hoy, a las 12, por vía terrestre los restos del escritor argentino Antonio Di
Benedetto, fallecido en la Capital Federal.
“Inhumación
“Los mismos se llevaran directamente a la metrópolis local, donde le darán la des-
pedida distintos oradores. Por la SADE lo hará Ana Villalba, el Dr. Hugo Duch, ministro de
Cultura y Educación, por el gobierno de la provincia, y Rafael Morán por sus amigos.
Asimismo el licenciado Luis Treviño, rector de la Universidad Nacional de Cuyo, hará
entrega del título ‘Doctor Honoris Causa’ concedido por la casa de altos estudios.
“Del gobierno
“Cabe destacar que estará presente en la ceremonia el vicegobernador de la pro-
vincia, Doctor José Genoud, en representación del poder ejecutivo, por ausencia de su
titular, el doctor Santiago Felipe Lever”.
En rasgos generales no había mucho más para decir, porque no había habido nada
de particular entre el día 10 y el 13.
La tercera nota es del 14 de octubre del mismo año; comenta lo que sucedió mien-
tras se llevaban los restos de Antonio Di Benedetto a su última morada.
Como si Di Benedetto necesitara ser reivindicado, el autor del artículo hizo una lista
con los nombres y cargos de los asistentes (conocidos) a las exequias. Posteriormente
transcribe una parte del discurso del periodista Rafael Morán; de la presidenta de la SADE
Ana Villalba; del licenciado Treviño, quien como había prometido, entregó el título de
“Doctor Honoris Causa” a los familiares del extinto. Luego comenta sobre el discurso del
escritor Luis Ricardo Casnati. Concluyendo la información con una parte del discurso del
ministro de Cultura y Educación, Hugo Duch, en la que éste dijo: “Esta despedida debe
servir para el homenaje y para retemplar el compromiso con la defensa de las libertades
de la vida y del pensamiento”.
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LA NACIÓN
Como la mayoría de los diarios, La Nación publicó el 12 de octubre de 1986 un artículo
que es una mezcla de informativo y de conmemorativo. La pieza se titula “Falleció el escri-
tor Antonio Di Benedetto”. La parte informativa expresa, primero, que su vida se extinguió
a los 63 años; luego, que estaba internado desde hace un mes en el hospital Italiano raíz
de un derrame cerebral; comenta que la obra de Di Benedetto conoció la injusticia y el
reconocimiento tardío y parcial; además cuenta que se lo calificó como el más grande
escritor de habla hispana por su novela Zama, la cual fue traducida a varios idiomas y que
recibió más de veinte premios; informa que se velarán sus restos en la SADE hasta las 15
horas; la nota hace referencia que fue secuestrado en 1976 y liberado en 1977; que estu-
vo exiliado hasta 1984; que trabajó en la Secretaría de Cultura y que luego fue despedi-
do por razones presupuestarias. La sección conmemorativa se presenta bajo el subtítulo
“La obra”, donde describe las principales obras de este laureado escritor, y describe en
muy breve espacio el contenido de la obra Zama, el abandono y la pasividad.
Para concluir la nota incluye el subtítulo “El Velatorio”, donde informa sobre quiénes
estuvieron en el velatorio y comenta dónde será el último descanso del escritor.
LA PRENSA
No muy lejos de esta nota La Prensa publicó un breve artículo denominado “Antonio Di
Benedetto” y la bajada decía: “Su fallecimiento”. La nota hace primero una biografía del
fallecido, contando de su arresto en 1976 y de la recolección de firmas entre los más pres-
tigiosos intelectuales del mundo, entre ellos Sartre. Posteriormente hace una sinapsis de
sus obras más importantes, premios, becas, y de los lugares donde trabajó. Para terminar
informa dónde será velado y que Antonio Pagés Larraye fue designado como orador por
la Academia Argentina de Letras.
CRÓNICA
La sexta edición del diario Crónica del día 11 de octubre de 1986 publicó una nota acerca
de esta muerte: “Las letras de duelo por Di Benedetto”, acompañada por una bajada
(copete) que decía: “El laureado escritor murió luego de una larga enfermedad”.
La verdad que esta nota no dice nada diferente. Repite el esquema de la nota biográ-
fica, como las de Clarín o La Voz del Interior. En el primer párrafo refiere cuándo y dónde
murió Antonio Di Benedetto. En el segundo, que fue secuestrado a pocas horas de iniciarse
el gobierno de facto de 1976, que había estado exiliado en España hasta 1984 y que hacía
treinta días había sido internado en el Hospital Italiano debido a un derrame cerebral.
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El tercer párrafo comenta dónde será velado y enterrado. El cuarto señala que fue
uno de los escritores más premiados en el exterior. El quinto dice que su ultimo galardón
fue el “Premio de Honor” de la SADE (este fue él ultimo premio que él recibió en vida). El
sexto párrafo comenta dónde desarrollo su ultimo empleo, asesor de cultura del goberna-
dor de su provincia natal, y de letras en la Dirección Nacional del Libro de la Secretaría de
Cultura. El séptimo habla de su novela Zama, que fue traducida a más de quince lenguas
y dice que su prosa se destacó en El juicio a Dios, El silenciero y Caballo en el salitral. En
el octavo párrafo comenta que su ultima producción literaria, Sombra nada más y Cuentos
del exilio, la escribió en España donde vivió, exiliado, entre 1976 y 1984.
El noveno y el décimo párrafo cuentan de su secuestro por el golpe militar en 1976.
El último párrafo habla de la distinción que le otorgó la Universidad de Cuyo, “Doctor
Honoris Causa”, el cual nunca llegó a recibir, porque había sido nombrado sólo cuarenta
y cinco días antes de su muerte.
La edición matutina de Crónica del 12 de octubre de 1986, repitió la nota descripta
con antelación, con un cambio, que consistió en agregar tres subtítulos: “Últimos premios”,
antes del párrafo 5; “Forzado exilio”, antes del párrafo 8; y “Complicaciones personales”,
antes del párrafo 11.
DIARIO POPULAR
Las notas de Crónica no marcarían ninguna novedad porque en las dos ediciones se repi-
tieron varias notas; lo curioso es que el Diario Popular del 12 de octubre del mismo año
en la página 13 del cuerpo central del diario, junto a comentarios de cine presentó una
nota titulada “Pesar por Di Benedetto”; en la bajada estaba escrito: “Los restos del escri-
tor descansarán en su provincia nata”, y el cuerpo principal de la nota es exactamente
igual a la publicada por Crónica un día antes. La única variante que la nota de Diario
Popular presenta es que al finalizar la misma posee 29 líneas más, en las cuales se
comenta, ampliando lo antes mencionado, del secuestro de Di Benedetto en 1976 y de las
torturas que padeció en el período en el que permaneció privado de su libertad; conclu-
yendo la información con un comentario que Di Benedetto hizo, en el que dijo que se ini-
ció en la novela fantástica a través de Borges.
Las coincidencias entre estos dos diarios no terminan allí. El 14 de octubre de 1986
ambos diarios publicaron sendas notas cuyo contenido era idéntico. Pero nuevamente
Diario Popular cambió el final de la nota. Crónica la tituló “Adiós a Di Benedetto”, mientras
que el Diario Popular, encabezó: “Sepultaron a Di Benedetto”. La nota de Crónica inicia
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LA RAZÓN
Siguiendo la línea de las notas particulares La Razón no se quedó atrás. El 12 de octu-
bre, en la página 6 publicó la nota titulada “Antonio Di Benedetto había pergeñado una de
las obras más perfectas y coherentes”.
La nota es particular porque no cuenta en ningún lado que Di Benedetto falleció,
esto es curioso porque es la única nota que presentó acerca de este tema. Es una nota
homenaje, pero del tipo de homenaje que se le hace a un escritor que aún vive. Repite
algunos tópicos publicados por los otros medios, por ejemplo de su secuestro, de su exi-
lio en España, de las promesas que le hicieron los funcionarios, y de su posterior incum-
plimiento, etcétera.
Pero además comenta de su manera de ser “liberal, antiperonista, pero por sobre
todo individualista a ultranza”, como él mismo se definió en un cuestionario que La Razón
le enviara por correo a fines de la década del 1950.
El autor de la nota consideró importante en este homenaje incluir un breve comen-
tario acerca de sus obras más famosas; Zama, “es la historia de un ser solitario, aislado,
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CONCLUSIÓN
Antonio Di Benedetto fue uno de los más galardonados escritores de su tiempo; su muer-
te ocupó un espacio privilegiado en los diarios (comparándolo con el tratamiento que los
mismos periódicos le dieron a la muerte de escritores como Roberto Arlt, Horacio Quiroga,
etc.), ya que algunas publicaciones le dedicaron más de una nota a las exequias de este
escritor, y pese a que su muerte ocurrió en la semana que el periodismo argentino tenía
los ojos en otros tres lugares: en la cumbre en la que se reunían el presidente de los
Estados Unidos y el dirigente de la URSS; en el huracán que azotaba a El Salvador, y en
la entrega de los premios Nobel, ya que estaba nominado para el Nobel de la Paz el
entonces presidente Raúl Alfonsín.
Parece que Di Benedetto tuvo tanta “mala suerte” en su vida que sólo el día en que
falleció logró obtener el mismo reconocimiento en su país, que el que, con tanto esfuerzo,
había conseguido en el exterior (recordemos que el gobierno italiano lo condecoró como
caballero de la Orden de mérito en 1969; en 1971 se le otorgo la medalla de oro de
Alliance Française, etc.); se le otorgó postmortem el título de Doctor Honris Causa de la
Universidad de Cuyo, como si a partir del 13 de octubre de 1986 (fecha en que se le dio
el titulo) a él le sirviera de algo.
Uno de los periodistas dijo que el nuestro es un país de reconocimientos tardíos, y
cuánta razón tuvo, ya que a nuestros mayores literatos se los reconoce primero en el exte-
rior y luego aquí, parece que todavía (en 1986 y hoy también) los dirigentes, de todo tipo,
necesitan que nuestros “cerebros” sean reconocidos en el extranjero para tener algún tipo
de mención en el país que los vio nacer.
En cuanto a los artículos, la mayoría de los periódicos trataron el tema con un res-
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peto digno de Di Benedetto, todos los escritores fueron condescendiente con el pensador
mendocino, ningún diario publicó una nota crítica, en contra o despectiva acerca del autor
de Zama.
Lo que más llama la atención fue la coincidencia entre Crónica y Diario Popular, qui-
zás que el motivo de tal similitud sea que ambos diarios transcribieron la noticia tal cual
fue anunciada por la cadena de noticias DyN. Pero luego, el 14 de octubre, ambos vuel-
ven a repetir las notas, la cual no provenía de ninguna cadena de noticias. Esto tendría
una explicación, hipotética, ya que puede ser que el autor de la nota haya vendido la
misma nota a los dos diarios.
Algunos periodistas en sus notas se dejaron llevar por la influencia literaria de Di
Benedetto, incorporando algunas frases “poéticas” a sus notas, por ejemplo el del diario
La Voz del Interior que inició la nota con una prosa, muy lejana al cometido de la nota, y
haciendo a la vez un reclamo por el reconocimiento económico a los escritores argenti-
nos, o La Razón que trató la muerte del escritor, sin decir que había fallecido. Mientras
que otros, pretendieron ser más “objetivistas”, como se decía que escribía Antonio Di
Benedetto, esto es el ejemplo de Crónica y Diario Popular que hicieron del deceso una
crónica acerca de la vida del escritor.
Cuán equivocado estaba el periodista del diario La Razón que afirmó: “Ahora se vol-
verá a hablar de este escritor que había optado por el silencio. Antonio Di Benedetto cono-
ció la gloria, la tortura y la soledad del exilio en el extranjero y en la propia nación, tenía
un deseo, un anhelo, que lo plasmó en una entrevista al diario Los Andes: ‘Vivir es un
desafío. Morir es un acto de soledad, intimo, del que nadie se [debe] sentir partícipe...
Cuando eso me ocurra si algo provoco, que no sea llanto, sino reflexión...’; y qué tristeza
lo invadiría si supiera que para algunos su muerte no provocó ni llanto, ni reflexión, solo
fue un comentario, una fugas de conmemoración, una noticia, como tantas otras, pasaron
a formar parte del universo de los recuerdos de todas aquellas personas que no lo cono-
cieron en vida, y a los que su muerte no les ha causado ningún sentimiento particular.”
FUENTES
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Álbum
Lucio V. Mansilla
“Mitre me voy, donde os probaré tan solo, que si usted es Don Bartolo, sobrino de
Rosas, soy.”
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Horacio Quiroga
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Roberto Artl
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Antonio Di Benedetto
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES
EDITORIAL
Serie Digital
2. La hora del Juicio. Mansilla, Quiroga, Arlt, Di Benedetto ante la prensa de su época,
coordinado por Margarita Pierini
–La muerte de Lucio V. Mansilla en la prensa argentina, de Luciano Manolio
–La muerte de Horacio Quiroga en la prensa argentina, de Patricia Felipe y Banesa
Estigarribia
–La muerte de Roberto Arlt en la prensa argentina, de Ángel Del Ré
–La muerte de Antonio Di Benedetto en la prensa argentina, de Carina Alejandra Morbelli