En el instante en que la sociedad entra en un proceso de transformación
económica reflejado en la disposición de productos que han modificado de
forma gradual la calidad de vida tangible, se han generado múltiples apreciaciones que nos permiten establecer un punto exacto de partida hacia a un análisis integro. La línea del tiempo determina que en el siglo XVII, se inicia una fase de progresión en la fabricación de maquinarias que implica por tanto la dilatación del mercado y la segmentación del trabajo, sin dejar de lado la explosión social que trajo consigo la aparición de corrientes y personas opositoras a este proceso. Allí es donde radica la principal discrepancia que se acentúa sobre “la felicidad del hombre, se dice, no está garantizada, o no depende, o no puede construirse sobre la base de sus posesiones materiales” (Sabino, s/f: p.18), puesto que dicho desarrollo está vincula al aniquilamiento de tradiciones, sin embargo retardar los pasos hacia el florecimiento tecnológico y económico, seria vivir sentenciados a la pobreza, invadidos por un sentimiento de despojo. Este sentido contradictorio se fundamenta en dos ideas que se niegan al progreso, en primera instancia figura el desconcierto generado por la atribución errónea a ciertos medios como fines legítimos y la segunda percepción falaz es la idealización de particularidades jamás existentes en la humanidad. Una vez identificados dichos extremos la búsqueda de un equilibrio se hace inminente para balancear convenientemente los costos y beneficios generados de dicho proceso. De esta manera la aceptación total de una única posición crítica es difusa, y el análisis de cada una de ellas es indispensable como es el caso de los catastrofistas como un movimiento opositor diverso que ignora al progreso en si como desarrollo económico, utilizando distintos mecanismos de amenaza a la sociedad y prediciendo que la tendencia actual seguirá sin variación alguna en un futuro venidero. En el polo opuesto de las críticas al desarrollo, se implanta las propuestas por Marx que lejos de contraponerse y junto a Engels expresan en sus páginas un enfoque unilateral a “la moderna sociedad burguesa” cuya tendencia de apropiación sobre la clase proletaria refleja una progresiva pobreza que conduce hacia el fin del sistema y la creación de una nueva doctrina política, el socialismo. Las falsas proposiciones de su argumentación marxista antes expresadas, puntualizan una acentuada distinción de clases sociales a razón de la omisión de una transformación radical capaz de sobrepasar la tradicional obstrucción en que vive la humanidad y que impidió superar a sus antagonistas capitalistas, puesto que no lograron el desarrollo económico en base a la productividad libre de propiedad privada. Los comunistas con la ideología de una sociedad carente de clases sociales, evidenciaba el acceso universal a educación, salud y predicción social que si bien esta teoría estaba a disposición de todos, se constataba como los burócratas del partido gozaban de abundantes bienes que para la gente común era inalcanzables y como senda de desarrollo padecía de oportunidades de progreso por el desinterés y falta de perspectiva que había generado esta doctrina. Actualmente, subsistimos en un mundo cuyo sistema integrador ha revolucionado la conexión global, dando espacio a desbordantes críticas concentradas en el proceso de globalización y desarrollo económico, que de forma precipitada admiten como verídica a una falaz premisa que ambiciona que dicho proceso acarree a una homogeneidad de la productividad y del consumo. Esto nos conduce hacia la compresión veraz de que “la globalización no es impuesta por nadie y no desemboca en una gris repetición de los mismos productos, sino que avanza, en gran medida, basándose en la diferenciación de lo que se ofrece”, por tanto el mercado se fragmenta para atender de forma eficaz las necesidades del consumidor, y adquirir mayor ingreso económico expandiendo el mercado nacional e internacional. El desarrollo económico apresurado engloba nuevas fases rentables, ocasionando desacoplamientos, intranquilidad e intensos problemas sociales que radican en el desempleo, que debe ser solucionado de forma que el progreso este dotado de capacidad para adaptar las condiciones indispensables para que las personas desempleadas logren encontrar otro trabajo conveniente a las aptitudes que poseean.