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PASAJE BÍBLICO: Mateo 13:24-30, 36-43

Comentario (Estudio de la Biblia):


MATEO 12-13: EL CONTEXTO

POR QUÉ DE LA PARÁBOLA…..

En el capítulo 12 abunda el conflicto. Fariseos critican a Jesús por permitir a los


discípulos coger espigas de trigo en un sábado (12:1-8). Cuando Jesús sana a un hombre
con una mano marchitada, “consultaron contra él para destruirle” (12:14). Cuando cura
a un endemoniado, le acusan de trabajar por el poder de Beelzebub (12:22-32). Jesús les
llama una “generación de víboras” (12:34) y “la generación mala y adulterina” (12:39).
Capítulo 12 forma los cimientos para capítulo 13, que ofrece esperanza en medio de esta
maldad.

Capítulo 13 comienza con la Parábola del segador (13:1-9, 18-23), que reconoce
que parte de la simiente se perderá, pero promete una estupenda cosecha de la
semilla que cae en buen terreno. El enfoque no está en la poca simiente que se
pierde, sino en la promesa de la cosecha.

La Parábola de las malas hierbas (13:24-30, 36-43) utiliza el mismo motivo agrícola,
pero trata el problema de lo malo existiendo entre lo bueno en el mundo (v. 38). “Lo
que la parábola misma claramente nos dice…. es que el reino debe tratar con el mal que
se encuentra a su alrededor, y que Dios permite que lo malo y lo bueno coexistan hasta
el final” (Gardner). La parábola guía y alienta a los discípulos. No necesitamos arrancar
las malas hierbas (el mensaje de la parábola). Dios tratará con el mal durante la cosecha
(el mensaje de la interpretación).

Dos cortas parábolas se encuentran entre la Parábola de las malas hierbas y su


interpretación. Ambas la Parábola del grano de mostaza (13:31-32) y la Parábola de la
levadura (13:33) prometen grandes efectos de causas pequeñas. No debemos
decepcionarnos por pequeños comienzos – no debemos perder esperanza cuando
nuestros esfuerzos parecen inútiles.

Tres cortas parábolas siguen la interpretación de la Parábola de las malas hierbas. La


tercera de éstas es la Parábola de la red (13:47-50), la cual tiene un significado muy
parecido a la Parábola de las malas hierbas. El tesoro en el campo (13:44) y La perla de
gran valor (13:45) demuestran el creciente gran valor del reino del cielo.

Las siete parábolas alientan a los discípulos. Tratan con la realidad de la oposición y la
maldad, prometiendo que éstas no definirán el resultado final. Al final, Dios y aquéllos
fieles a Dios ganarán y ganarán grande.

Capítulo 13 termina con Jesús continuando a enfrentarse con oposición. Cuando se va a


Nazarea, la gente de su pueblo natal le rechaza (13:54-57).
MATEO 13:24-30: LA PARÁBOLA DE LA BUENA Y LA MALA
SEMILLA

24Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre
que siembra buena simiente en su campo: 25Mas durmiendo los hombres, vino su
enemigo, y sembró cizaña (griego: zizania – arista de cizaña) entre el trigo, y se fue.
26Y como la hierba salió é hizo fruto, entonces apareció también la cizaña. 27Y
llegándose los siervos del padre de la familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena
simiente en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? 28Y él les dijo: Un hombre
enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la
cojamos? 29Y él dijo: No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella
el trigo. 30Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la
siega yo diré á los segadores: Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para
quemarla; mas recoged el trigo en mi alfolí.

“Vino su enemigo y sembró cizaña” (v. 25). Jesús menciona la cizaña (zizania –arista
de cizaña) que, en un estado más temprano, su aspecto se aproxima al del trigo,
haciendo casi imposible identificarlo. A medida que las plantas maduran, las raíces de
las malas hierbas y las del trigo se enroscan, haciendo casi imposible separarlas –
cualquier intento de arrancar las malas hierbas también arrancará el trigo. La separación,
sin embargo, es necesaria, porque la cizaña es ambos amarga y levemente tóxica. Si no
se quita antes de moler, la arista arruinará la harina. La solución común es separar los
granos después de trillarlos esparciéndolos en una superficie plana y hacer que gente
separe a mano la arista que, en este estado, es de un color diferente.

Entre las obras canónigas, solo Mateo recuenta esta parábola (aunque una parábola
similar se encuentra, sin interpretación, en el Evangelio no canónigo de Tomás). Mateo
se preocupa seriamente por el comportamiento ético, porque la iglesia de la época de
Mateo se enfrentaba con graves lapsos de ética. Comienza su relato del ministerio de
Jesús con el Sermón en el Monte, el discurso principal de Jesús, presentando los temas
centrales de su ministerio. Mucho de ese sermón está dedicado a preocupaciones éticas.
Por ejemplo:

• Sal que ha perdido su sabor ya no vale para nada excepto para ser echada fuera (5:13).

• Jesús no ha venido para abrogar la ley y los profetas, sino para cumplir por ellos
(5:17).

• Si nuestra justicia no sobrepasa la de los escribas y fariseos, nunca entraremos en el


reino de los cielos (5:20).

• Cualquiera que esté enojado con un hermano o hermana será culpable de juicio, y
cualquiera que diga, “Fatuo,” quedará expuesto al infierno de fuego (5:22).

• Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón
(5:28).

• ¡Etcétera, etcétera, etcétera!


En el punto culminante del sermón, Jesús dice: “No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre
que está en los cielos” (7:21) – unas palabras inquietantes para una iglesia de salvación
por medio de gracia.

Mateo claramente cree que Jesús ha mandado altas expectativas éticas, y se preocupa
por los cristianos que no las cumplen. “Está gravemente preocupado por el estado mixto
de la iglesia, que contiene a muchos que proclaman con entusiasmo a Jesús como
‘Señor, Señor,’ pero rehúsan seguir sus enseñanzas éticas (7:21-27); véase también
13:47-50 y 22:11-14)” (Hare, 155). Mateo estaría más cómodo en una iglesia más pura.

Sin embargo, y a su merito, Mateo también incluye una perspectiva diferente. Sabe que
los escribas y fariseos, que personificaban altos estándares éticos entre judíos, causaron
la mayoría de los problemas de Jesús. No era la más baja gentuza la que criticaba a
Jesús y conspiraba para matarle, sino los mejores de estos hombres sagrados (9:3, 34;
12:2, 10, 14, 24; 26:4). Por lo tanto, Mateo silencia su preocupación por pureza, e
incluye las palabras de Jesús, “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (7:1) –
palabras que tienen mucho en común con la Parábola de las malas hierbas.

Esta parábola trata de un problema muy práctico. En la iglesia, encontramos lo malo


mezclado con lo bueno. Toda congregación tiene miembros cuyo comportamiento
sexual es vergonzoso – o cuya ética en su negocio es cuestionable – o que tratan mal a
la gente – o que apoyan doctrinas cuestionables. “La maldad es mala, no una ‘ilusión’:
es trigo falso en el campo de vida humana… Es extranjero, un demonismo” (Buttrick,
414). “¿Quién no ha deseado deshacerse de las manzanas podridas que arruinan el barril
entero?” (Brueggemann, 414).

Pero, en esta parábola, Jesús nos pide paciencia y fe – paciencia con aquéllos que no
alcanzan el estándar (ésta es la preocupación de la parábola misma – vv. 24-30) y fe que
Dios tratará con ellos en el momento apropiado (ésta es la preocupación de la
interpretación – vv. 36-43). Jesús nos pide que nos guardemos de actuar no sea que
causemos más problemas de los que resolvamos – no sea que destruyamos lo bueno con
lo malo – no sea que “cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo.”

“Jesús observaba estos principios cuando invitaba pecadores a su mesa y denunciaba a


los fariseos… El punto aquí no es que debemos abandonar los esfuerzos de mantener a
la iglesia pura (18:15-20)… El punto es que el reino permanece oscuro en el mundo
actual y solo el día final llegarán los hijos verdaderos de Dios a su gloria vindicada y se
echarán a los malos de entre ellos” (Keener, 244).

A diferencia de Dios, no podemos conocer los corazones de la gente – o adónde les


pueden llevar sus vidas – o la probabilidad de su redención. Dios no nos ha equipado
con el entendimiento necesario para arrancar la cizaña del jardín. Por muy maravilloso
que sería tener una iglesia “pura,” una iglesia sin pecadores, Jesús nos dice que la
pureza solo será posible durante la cosecha. Esfuerzos de hacer esto ahora probarán
desastrosos – destruirán lo bueno con lo malo. Segadores cumplirán la separación
durante la cosecha – siguiendo el plan de Dios – lo suficientemente pronto.

Esto es algo que nosotros en la clerecía necesitamos oír cuando luchamos con gente que
simplemente “no comprende” – que insiste en especializarse en trabajos menores – que
toleran lo intolerable demasiado fácilmente – que rehúsan dar nada que se aproxime a
un diezmo – que frustran nuestros esfuerzos en cada ocasión. Es algo que necesitamos
oír cuando estamos tentados a establecer un criterio más estricto en cuanto a nuestros
miembros – a limpiar los bancos – a disciplinar miembros errantes. También es algo que
la gente en los bancos de la iglesia necesita oír al encontrarse con otros cristianos que
tienen una lengua demasiado rápida – o que son controladores – o que viven una
teología superficial. Al final, la iglesia será maravillosa – quedará completamente
redimida – enteramente santa – ¡pero todavía no!

Si queremos una iglesia santa, quizá el mejor lugar para empezar es rezándole a Dios
que nos conceda santa paciencia con aquéllos cuyo papel de discípulo tiene fallos.
Quizá nos ayude recordar que nuestro papel de discípulos tiene fallos también.

Es interesante recordar que los discípulos a quienes Jesús dirige la interpretación de esta
parábola incluyen a Judas, que traiciona a Jesús (26:47 ff.) – Pedro, quien le niega
(26:69 ff.) – Tomás, quien le duda (Juan 20:24 ff.) – y Santiago y Juan, cuya
preocupación tiene más que ver con ambición personal que con el reino de Dios (20:20-
23; cf. Marcos 10:37). Al final, solo Judas se perderá – y yo estoy convencido de que, si
le hubiera pedido perdón al Cristo resucitado, hasta que él hubiera sido redimido.

La cuestión de paciencia a la que Jesús se adhiere aquí puede ver valiosa en todo tipo de
relaciones. Un esposo haría bien al tener paciencia con su esposa imperfecta y una
esposa con su esposo imperfecto. Padres harían bien al tener paciencia con sus hijos
imperfectos e hijos con sus padres imperfectos. Supervisores harían bien al tener
paciencia con sus empleados imperfectos y empleados con sus jefes imperfectos. Sin
embargo, esto no sugiere que padres y supervisores no deben enseñar y disciplinar a
aquéllos bajo su cuidado.

No se nos pide tolerar lo intolerable. Hay momentos cuando es necesario terminar una
relación decisivamente – particularmente una relación abusiva o violenta – pero
debemos confrontar la condición humana de manera realista. Somos pecadores viviendo
entre pecadores. Si pedimos demasiado, nos apresuramos a condenar, o rompemos
relaciones demasiado fácilmente, nos condenamos a una vida de relaciones pasajeras o
de soledad perpetua. Nosotros que esperamos recibir la gracia de Dios también debemos
estar dispuestos a darla.

La iglesia también hace bien al aplicar la cuestión de paciencia hacia aquéllos que están
fuera de la iglesia. Los pecados más grandes de la iglesia – la Inquisición, la
persecución de brujas, y los levantamientos contra judíos, han sido cometidos en el
interés de purificar el mundo. Cuando usamos violencia para proclamar el Evangelio,
cometemos un acto violento contra el Evangelio.

Eso dicho, también debemos anotar que Mateo incluye una metodología para reprobar
pecadores (18:15-20). Jesús encarga a la iglesia que confronte la maldad cuando se
encuentre con ella. Confrontación comienza a nivel individual. Si eso no resuelve el
problema, el proceso se extiende hasta que toda la iglesia esté involucrada. Si el pecador
persiste, “tenle por étnico y publicano. De cierto os digo que todo lo que ligareis en
la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado
en el cielo” (18:17-18). Se dice que de una persona educada tiene la habilidad de
considerar dos ideas opuestas al mismo tiempo. Eso es lo que Jesús nos pide hacer
cuando nos presenta con la Parábola de la cizaña y con estas instrucciones para
confrontar maldades.

MATEO 13:36-43: LA INTERPRETACIÓN DE LA PARÁBOLA

36Entonces, despedidas las gentes, Jesús se vino á casa; y llegándose á él sus


discípulos, le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo. 37Y
respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre; 38Y
el campo es el mundo; y la buena simiente son los hijos del reino, y la cizaña son los
hijos del malo; 39Y el enemigo que la sembró, es el diablo; y la siega es el fin del
mundo, y los segadores son los ángeles. 40De manera que como es cogida la cizaña, y
quemada al fuego, así será en el fin de este siglo. 41Enviará el Hijo del hombre sus
ángeles, y cogerán de su reino todos los escándalos, y los que hacen iniquidad, 42Y
los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes. 43Entonces
los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre: el que tiene oídos para
oír, oiga.

“Entonces, despedidas las gentes, Jesús se vino á casa” (v. 36). Jesús entra en la casa,
fuera del alcance de la gente. Allí, los discípulos le piden a Jesús que les explique la
parábola, igual que había hecho con la Parábola del Segador, y Jesús la interpreta para
ellos. El ambiente privado y la interpretación demuestran la manera en que Mateo
señala el estatus de “persona enterada” de la iglesia – y del lector de este Evangelio.

La interpretación es alegórica (una interpretación en la que muchas cosas tienen un


significado escondido o simbólico). Dice que:

• El que siega la buena simiente = el Hijo del Hombre

• El campo = el mundo

• La buena simiente = los hijos del reino

• Las malas hierbas = los hijos del malo

• El enemigo = el demonio

• La cosecha = el final del siglo

• Los segadores = los ángeles

Jesús identifica el campo, no como Israel o la iglesia, sino como el mundo. “La
interpretación tradicional pidiendo a Cristianos que no juzguen al prójimo no es
incorrecta, pero es demasiado estrecha. No es solo a los “enterados” a quienes cristianos
no deben juzgar. La amonestación de ceder esfuerzos para arrancar la cizaña de la tierra
corresponde con 15:12-14 en cuanto a los fariseos; no son ‘plantados’ por el Padre,
quien tratará con ellos en el momento apropiado. Los discípulos de Jesús no han de
intentar arrancarles, sino dejarles” (Boring, 310-311).

Hay dos segadores – el Hijo del Hombre y el demonio. Jesús así explica la presencia de
maldad a nuestro alrededor. Hoy, estamos incómodos con la idea del demonio y, por la
mayor parte, le ignoramos en nuestro predicar. Sin embargo, “el demonio ignorado se
mete por la puerta de atrás – por el interés en lo oculto, lo mágico, lo falsamente
sobrenatural, conferencias de profecías, astrología, La Nueva Edad, u otros
movimientos irracionales… El demonio no deja de existir solo porque digamos que él
cese de existir; él reaparece en las maneras más grotescas y sutiles en la cultura popular
o bien educada” (Bruner, 507).

“Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino todos los
escándalos, y los que hacen iniquidad, Y los echarán en el horno de fuego: allí será
el lloro y el crujir de dientes” (vv. 41-42). Jesús no nos proporciona esta descripción
tan gráfica para que podamos mirarnos con satisfacción, sino para advertir a gente mala.
Aquéllos en peligro de fuego son “todos los escándalos (panta ta skandala) y los que
hacen iniquidad” (tous poiountas ten anomian) (v. 41).

• El skandala son aquéllos que causan que otros cometan pecados – aquéllos de mal
genio – destruidores de la fe – aquéllos que se convierten en un impedimento en el
camino a la fe para otra persona – que les tropiezan (cf. 16:23; Romanos 14:13; 16:17; 1
Juan 2:10). Jesús dice que sería mejor ahogarnos en el mar más profundo que sufrir el
destino de una persona que tropiece a otros en su camino a la fe (18:6).

• Malhechores son aquéllos que practican anomia – literalmente (sin) nomos (ley) – los
que ignoran la ley – aquéllos que se rebelan contra la ley de Dios – aquéllos que viven
inmoralmente – aquéllos a quienes no les importa lo que Jesús quiere que hagan (cf.
7:23; 23:28; 24:12). Dada la interpretación de Jesús del más grande mandamiento –
amar a Dios y al prójimo – la anomia debe incluir aquéllos que no aman a Dios ni a su
prójimo. Tales personas, nos avisa Jesús, están en peligro del fuego del infierno.

“Y los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes” (v. 42;
cf. Dan. 3:6 para la imagen del “horno de fuego”). Nos incomoda este lenguaje de fuego
y azufre. Queremos gracia, no leyes – amor, no demandas – afirmación, no
condenación. Queremos oír, “Jesús te ama, y yo te amo” pero, en vez, Jesús avisa que
“allí será el lloro y el crujir de dientes” (v. 42 – cf. 8:12; 13:50; 22:13; 24:51; 25:30).

Desde los sesentas, hemos vivido en un mundo antinomian (anti-reglas). Mientras que
esto nos haya librado de reglas que a veces no tienen sentido, también ha destrozado
familias – nos ha dado un millón de niños que llevan vidas de alto riesgo – ha
endurecido nuestras vidas. Los “altos” ni se acercan a los “bajos.” Jesús nos avisa que la
peor – sentencia de Dios – está por venir. Necesitamos reconocer que serviremos o al
pecado o a Cristo – a lo impuro o a lo justo (Romanos 6:16 ff.). No podemos no servir a
un amo, sino que solo somos libres para escoger a cuál amo serviremos.

Pero la buena noticia es que “los justos resplandecerán como el sol en el reino de su
Padre”(v. 43). Esta bella imagen viene de Dan 12:3, y nos promete, en lenguaje
poético, que los fieles pueden esperar una maravillosa recompensa.
En resumen, esta parábola nos dice (a la iglesia) dos cosas: “Primero, no preocupaos por
los malhechores, porque ni su presente ni su futuro es vuestra responsabilidad; y
segundo, Dios terminará la historia con justicia, y los santos finalmente serán liberados
de abuso y la opresión. La parábola… es, por lo tanto, no una palabra que amenaza, sino
una palabra que confortan” (Craddock, 372).

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