Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Me atrevo, desde mi pobre fe, a darle una respuesta a la hermana que habla en
este audio que nos llegó por las redes sociales. En mi opinión, desde luego que
está claro que la autora del mensaje es una hermana no católica. Es una cristiana
adventista. En este grupo de creyentes se insiste mucho en el juicio del día final,
en la llegada del último día para la humanidad. Algo que nosotros los católicos,
sin negar que habrá un juicio y habrá un final, no sabemos ni el día ni la hora. Por
tanto, no nos lanzamos a pronosticar el cuándo será.
Nadie sabe el cuándo, por lo tanto no nos dejemos llevar del catastrofismo que
pudiera provocar este tipo de mensajes.
Nosotros no creemos la llegada del fin del mundo ni para hoy, ni para pasado
mañana. Ya en tiempos de san Pablo había una preocupación por saber el día del
regreso del Mesías glorioso. El mismo san Pablo en un momento pensaba en un
regreso inminente. Después se corrigió y les pidió a las comunidades que dejaran
de planificar la segunda venida de Cristo. Muchos fundadores de iglesias y sectas
hicieron en el pasado todo tipo de especulaciones sobre la fecha de la llegada del
fin del mundo. Y todos fracasaron en sus pronósticos. Claro, no podía ser de otra
manera. Es que pretendieron ocupar el puesto de Dios, y ese papel es demasiado
grande para una cabecita como la nuestra. Si supiéramos cuándo va a suceder, no
necesitaríamos de la esperanza. Porque si ya sabemos el día y la hora, ¿en qué
consiste la esperanza? No hay esperanza si ya sabes el día. Así sí es bueno. Sin
embargo, el Señor nos llama a ser vigilantes, a esperar cada día, sin
preocuparnos por el cuándo. El final vendrá, eso no lo dudamos. Lo que no
podemos es atemorizar con amenazas a los que caminan hasta ese final. Todos
vamos a ese punto final, nadie se libra de eso. Lo que debemos hacer es procurar
pasar por este valle con la mirada puesta en Aquel que completó la carrera y está
esperando por nosotros. Pasar por esta vida con la consigna del amor grabada en
el alma de cada uno, haciendo el bien, soportando con paciencia las adversidades
de una vida que no es perfecta, en medio de una naturaleza que no es la mejor,
pero que es la que Dios, en su libertad, ha puesto para nosotros.
TODAVÍA SE PUEDE
De manera, hermanos, que tenemos un Padre en quien confiar, a quien
amar. De nosotros depende que este mundo sea mejor. Los tiempos no son malos
ni buenos, decía san Agustín. Este santo doctor decía que “Nosotros somos los
tiempos. Así como seamos nosotros, así serán los tiempos”. Si somos malos, los
tiempos serán malos. Vamos, entonces, a ser buenos nosotros para que mejoren
los tiempos. Que el metro cuadrado que ocupamos en este planeta sea un huerto
fértil donde se cultive de todo, no un desierto seco e inhóspito. La República
Dominicana será un país feliz si cada uno de sus habitantes decide amar a Dios,
no tenerle miedo, y decide mirar al prójimo como un hermano. Ahí sí. Ahí es que
prende la esperanza de ver un país como Dios lo quiere.