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* Nivel fonético-fonológico.
* Nivel sintáctico-morfológico.
* Nivel léxico-semántico.
* Nivel pragmático.
A veces se restringe el uso del término gramática a las reglas y principios que definen el
segundo de estos niveles. Sin embargo, la separación de los niveles no es totalmente
nítida porque ciertas reglas gramaticales se realizan en el nivel fonético-fonológico e
igualmente existen parámetros o criterios semánticos que sirven para decidir cuándo una
determinada construcción es agramatical.
La semántica: es el estudio del significado de las expresiones del lenguaje, es decir, del
significado atribuible a expresiones sintácticamente bien formadas. La sintaxis estudia
sólo las reglas y principios sobre cómo construir expresiones interpretables
semánticamente a partir de expresiones más simples, pero en sí misma no permite
atribuir significados. La semántica examina el modo en que los significados se atribuían a
las palabras, sus modificaciones a través del tiempo y aún sus cambios por nuevos
significados. La lexicografía es otra parte de la semántica que trata de describir el
significado de las palabras de un idioma en un momento dado, y suele exhibir su
resultado en la confección de diccionarios.
La etimología: es el estudio del origen de las palabras, razón de su existencia, de su
significación y de su forma, según La Real Academia Española (RAE). Se estudia el origen
de las palabras, cuándo son incorporadas a un idioma, de qué fuente, y cómo su forma y
significado han cambiado.
En idiomas con una larga historia escrita, la etimología se trata de una disciplina
relacionada con la lógica y la lengua histórica que estudia el origen de las palabras
estudiando su significación originaria y su forma, así como los posibles cambios sufridos
a lo largo del tiempo. Además, utilizando métodos de lingüística comparativa, se puede
reconstruir información de lenguas que son demasiado antiguas como para obtener
alguna fuente directa, como escritura. Así, analizando otros idiomas relacionados, los
lingüistas pueden hacer inferencias acerca de la lengua de la que son originarias, y su
vocabulario
De todos los niveles de análisis expuestos, la sintaxis ha sido durante mucho tiempo y
aún sigue siendo el nivel al que la lingüística le ha prestado mayor atención. Está casi
exclusiva atención se justifica por dos razones principales en cuanto al tratamiento
automático del lenguaje natural (Rich & Knight 1994):
La sintaxis contempla dos modos diferentes, pero no por ello opuestos, de análisis. El
primero es el análisis de constituyentes o análisis de estructura de frase: la estructuración
de las oraciones en sus partes constituyentes y la categorización de estas partes como
nominales, verbales, adjetivales, etc. El segundo es el análisis de
las relaciones o funciones gramaticales: la asignación de relacionales gramaticales tales
como Sujeto, Objeto, etc.
Desde el punto de vista del parser, una gramática es un conjunto de reglas que
describen cómo los distintos constituyentes se pueden combinar. Las combinaciones
permitidas por la gramática son consideradas gramaticales, mientras que el resto son
agramaticales. Formalmente, una lengua es un conjunto de oraciones; cada oración es
una cadena de uno o más símbolos pertenecientes al vocabulario de la lengua. Desde esta
perspectiva, una gramática no es más que una especificación formal y finita de este
conjunto de oraciones (Grishman 1986). Esta especificación puede ser llevada a cabo
por enumeración si el conjunto de oraciones es finito. Si el conjunto de oraciones es
infinito o el número de posibles oraciones es demasiado elevado, resulta imposible o poco
económico describirlas por enumeración. La otra manera es idear un mecanismo, es decir
una gramática, capaz de decidir, mediante la aplicación de un determinado número
de reglas, si determinada oración es o no es gramatical.
Tal tipo de gramática suele ser una gramática de estructura de frase o gramática
sintagmática (PSG: Phrase Structure Grammar) (Hopcroft & Ullmann 1979). Las
gramáticas de estructura de frase han sido y son ampliamente utilizadas en las
aplicaciones de análisis del lenguaje natural, ya que se caracterizan por aportar una
especificación formal de una lengua, lo cual las hace susceptibles de ser implementadas
mediante algoritmos computacionales. Esta implementación, es decir, el conjunto de
reglas, junto con el algoritmo que ha de desarrollarlas, es lo que se denomina parser. Una
PSG tiene cuatro componentes (Grishman 1986:25):
nav nbv donde el símbolo " " denota esta operación de reescritura.
Una lengua definida por una PSG es el conjunto de cadenas terminales (es decir,
secuencias compuestas totalmente por símbolos terminales) que pueden derivarse del
símbolo inicial S.
La gran mayoría de las gramáticas formales para la descripción formal del lenguaje
natural que se han propuesto hasta ahora están basadas en la gramática de estructura
de frase, lo cual determina el hecho de que casi todos los parsers estén basados también
en ella.
Una sencilla PSG para un subconjunto del inglés podría quedar determinado por el
siguiente conjunto de reglas:
1. O SN, SV
2. SN Npr | DET, N
3. SV V | V, SN
4. DET the | a
5. Npr John
6. N printer
7. V cleaned, printed
John cleaned
John cleaned the printer
John cleaned the document
John printed
John printed the printer
John printed the document
? the printer cleaned
? the printer cleaned John
? the printer cleaned the document
the printer printed
? the printer printed John
the printer printed the document
? the document cleaned
? the document cleaned John
? the document cleaned the printer
? the document printed
? the document printed John
? the document printed the printer
Esta pequeña gramática es una gramática independiente del contexto, porque satisface
la condición
A x
Como ya hemos mencionado, para poder analizar una frase es necesario encontrar
una manera de generar a partir del símbolo inicial S. Básicamente, esto puede hacerse de
dos formas diferentes (Grishman 1986; Rich & Knight 1991):
O z1 O z2 O ... O zn
nf
Figura 3.1
Como hemos mencionado, durante mucho tiempo todo análisis lingüístico quedó
reducido prácticamente a señalar los distintos constituyentes de la oración. Este análisis
de constituyentes, sin dejar de ser válido, se debería complementar con un análisis
funcional en donde se señalen de forma explícita las funciones o características
relacionales de los distintos constituyentes, y que además permita la inserción de otros
tipos de información.
Figura 3.2
Existen algunas diferencias entre estos dos métodos de análisis. En primer lugar los
nodos son las relaciones funcionales propiamente y se ha añadido una nueva categoría
(head), que es el elemento central en ese sintagma, gramaticalmente hablando: el nombre
en un sintagma nominal, el verbo en un sintagma verbal, la preposición en un sintagma
preposicional. También se ha perdido el nodo vp (ya que éste no desempeña ninguna
función gramatical), consistiendo la representación de las relaciones gramaticales de esta
oración en un verbo y dos sintagmas nominales. Además el orden de los distintos
elementos es irrelevante puesto que las relaciones gramaticales contienen de forma
implícita información sobre el orden de las palabras. Podríamos mostrar los elementos del
análisis anterior en cualquier otro orden y la oración resultante seguiría siendo la misma,
lo cual no es posible en una estructura arbórea (por tanto, jerárquica) de un análisis de
constituyentes.
De este modo, nuestro análisis de ejemplo podría ser fácilmente mejorado con el
añadido de los papeles temáticos, o funciones semánticas, que los distintos elementos
relacionales tienen:
Figura 3.3
En el presente trabajo abogamos por un análisis de este tipo, que podrá ser
sucesivamente enriquecido. Obviamente, la información necesaria que un sistema ha de
tener para llevar a cabo tal análisis va más allá de las simples partes de la oración. Éste
es precisamente el tema principal de este trabajo: mostrar qué tipo de información es
necesaria y cómo esta información ha de estar representada para obtener la máxima
funcionalidad y economía de representación, al mismo tiempo que se aboga por una
independencia de los datos que garantice su reutilización. La representación, por tanto,
deberá ser todo lo independiente que pueda ser con respecto a la teoría lingüística que se
encargue del análisis, así como mantener la capacidad de adaptarse a sistemas y
entornos computacionales para los que no fue desarrollada en principio.
Nos permite captar lo que el texto dice en sus estructuras de manifestación. En otras palabras, se
trata simplemente de reproducir la información que el texto nos suministra de manera explícita y
directa ; de identificar frases y palabras que operan como claves temáticas. En este nivel, todavía
no nos preguntamos por qué el texto dice lo que dice ni cuáles son, por ejemplo, sus intenciones
ideológicas y pragmáticas. Sin embargo, no es conveniente subestimar este nivel literal básico
como un nivel de extrema superficialidad y mínimos alcances. El mismo Umberto Eco llama la
atención sobre la importancia de la interpretación de carácter literal, pues la considera como un
presupuesto indispensable para poder acceder al universo de las inferencias y de las conjeturas
textuales.
A este subnivel, corresponden dos prácticas necesariamente reguladas por la comprensión básica
del texto original: la paráfrasis[2] y el resumen —esta última estrategia será el tema de la unidad
18—.
La paráfrasis es una estrategia de enorme importancia para los estudiantes que apenas inician un
curso de composición escrita: orienta sus lecturas hacia temas de interés científico y cultural,
motiva la reflexión sobre dichos temas y permite que el texto original sirva de estructura modelo
en la composición de uno nuevo.
1. Se identifican las proposiciones que subyacen tras las oraciones que conforman el texto elegido.
2. Y con base en la labor anterior, se reconstruye el texto por medio de una versión propia.
“[La moda implica una cierta fluidez de la estructura social de la comunidad.] [Deben existir
diferencias de posición social,] [pero debe parecer posible salvar estas diferencias;] [en una
jerarquía rígida la moda es imposible”.]
a. Una lectura global del texto, con el propósito de hacerse a una idea general de la temática
desarrollada.
b. Analizar cada uno de los párrafos: reconocer las unidades oracionales, captar su sentido y
jerarquizarlas en oraciones principales y secundarias.
c. Suprimir información accesoria e identificar el tema o núcleo informativo fundamental, es decir,
minimizar la cantidad de información gráfica que es necesaria para producir el significado.
Sin embargo, todo este procedimiento se invalida si el texto elegido no resulta significativo para el
lector. Por eso, los profesores deben ser extremadamente cuidadosos en la selección de las
lecturas que van a ser utilizadas como soporte o ilustración de los contenidos de los programas.
Este es un nivel que exige mucha mayor cooperación y participación del lector, quien deberá,
entonces, inferir o concluir lo no explicitado por el texto. Conduce a encontrar qué quiere decir lo
que dice el texto y qué es lo que el texto calla.
Esto equivale, en otras palabras, a reconocer que un texto comprende tanto lo dicho —lo
explícito— como lo no dicho —lo implícito—.
Es el momento de preguntarse por qué el texto dice lo que dice, qué es lo que no dice y cuáles son
sus presupuestos e intenciones ideológicas y pragmáticas. Las inferencias que nos permite
producir un texto escrito no son todas de la misma naturaleza. Comparemos algunas inferencias
de una frase como (1)“Juan era pobre, pero honrado” :
Las inferencias (a), (b) y (e) se establecen sobre la base de lo que se dice. Mientras que las
inferencias (c), (d) y (f) se establecen sobre la base de uncontenido implícito en los elementos
léxicos, en la estructura sintáctica del enunciado o en la información contextual.
Ahora bien, si comparamos las frases (1) “Juan era pobre, pero honrado” y (2)“Juan era pobre y
honrado”, podemos concluir que son equivalentes desde un punto de vista lógico-semántico, pero
no desde un punto de vista ideológico y pragmático. Las inferencias de (1) no pueden ser, en
consecuencia, semejantes a las de (2).
La lectura interpretativa puede tener tantos subniveles como competencia textual,[3] propósitos e
intereses tenga cada lector.
Además de las tareas descritas en el nivel anterior, el lector establece relaciones y asociaciones de
significado y de contenido, que le permiten identificar las distintas formas de implicación, de
inclusión o exclusión, presuposición, causa-efecto, espacialidad, temporalidad, etc., inherentes a
determinados textos.
En este nivel, asumimos la lectura como una auténtica práctica semiótica, como un proceso
dinámico y flexible de exégesis y hermenéutica, que requiere de un lector dialógico, capaz de leer,
además del texto, el pretexto, el subtexto, el intertexto y el contexto. Leer de esta manera nos
prepara, desde luego, para leer la vida.
Son varias las acciones que un maestro puede adelantar para inducir a sus alumnos a la lectura
interpretativa. La primera: darle mundo al texto, crear los presupuestos de lectura y activar
los esquemas de los lectores. La segunda: inducirlos a aseverar el sentido explícito y a develar los
implícitos a través de un recorrido por los componentes de la textualidad. La tercera: orientarlos
para que realicen la lectura de cualquier componente textual en relación con los demás
componentes y de todos ellos con el intertexto y el contexto.
Observemos cómo con estas acciones hemos aludido a una lectura triple: presupositiva,
aseverativa e implicativa o inferencial.
Según el tipo de texto, la valoración es posible desde variadas perspectivas. Son múltiples las
ópticas desde las cuales el texto puede ser interrogado. Pero, en todos los casos, el sujeto lector lo
somete a una minuciosa evaluación crítica.
Esta lectura referencia valoraciones y juicios, elaborados tanto a partir del texto leído como de sus
relaciones con otros textos; lo que necesariamente deberá conducirnos a la escritura de uno
nuevo. Sin duda, lo anterior equivale a poner en plena actividad la enciclopedia cultural o
competencia intelectual del lector.
Lo que más nos interesa destacar de la lectura valorativa es su vínculo imprescindible con
la escritura: sólo la escritura nos permitirá dotar de una estructura cohesiva y coherente esa
valoración crítica del texto leído. Por lo tanto, si pretendemos evaluar, de manera efectiva, la
calidad de nuestra interpretación de un texto complejo, el mejor reto será escribir sobre él