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E. W. Kenyon
Nadie la encuentra hasta que tienen contacto con el Hombre, Cristo Jesús, y lo coronan
como Señor de su vida. En ese momento termina la búsqueda. Ellos han llegado. Puede que
no sean conscientes de lo que es, pero saben que los placeres que antes buscaban han
perdido su gusto y atracción. No sabían que su hambre era espiritual, que buscaban algo
que solo Dios podía dar.
Ninguna persona alcanza ese lugar de descanso hasta que hacen ese contacto. El hombre
es un ser espiritual. Tiene un alma. Vive en su cuerpo. El hombre real nunca puede estar
permanentemente satisfecho con las cosas de los sentidos. Es un hecho que el chico o chica
que encuentra esto en su adolescencia nunca sembrará avena salvaje, no habrá urgencia
por los peligrosos placeres del mundo. Tienen algo que responde a ese clamor.
Este libro es un estudio, es una solución del problema espiritual, es la primera vez que
alguien intenta entrar al reino espiritual y encontrar al hombre en su propio terreno. Te
invitamos a leerlo cuidadosamente. Desearíamos tener contacto con todas las personas que
lo hagan. Queremos conocer las reacciones de tu espíritu. Creemos que encontrarás la
fuente del gozo eterno.
Introducción
Ellos han estado pescando toda la tarde, ahora están sentados frente al fuego del
campamento. Son amigos cercanos. Después de un momento de silencio, le dice a su pastor:
“La vida no ha sido como la soñé. Nunca alcance la meta que en mi juventud me propuse
en el corazón. Nunca le había abierto a nadie mi corazón para decirle esto, pero te lo cuento
hoy.
“La dirección que me diste la otra noche me reveló lo que necesitaba. En mis primeros días
nunca nos enseñaron acerca de la Vida Eterna. Era ‘convertirse’ y ‘unirse a la iglesia’.
Casi no se nos enseño de justificación, eso siempre era un punto de vista teológico que no
tenía ningún sentido de realidad.
“Cuando entendí que uno podía recibir la vida eterna; la misma naturaleza de Dios, supe
que lo que me dijiste acerca de la Justicia era real.
“Ni siquiera me había atrevido a pensar que sería algo así hasta después de morir. La
conciencia de pecado me tuvo en esclavitud todos estos años. Cuando alguien predicaba
contra el pecado, yo decía: ‘Ese soy yo.’ Conocía el pecado. Había luchado en su contra.
Había sufrido sus efectos. Pero no sabía que había sido hecho una nueva creación y que el
pasado había dejado de ser. No sabía que si cometía pecado tenía un Abogado delante el
Padre, a Jesucristo el Justo. No sabía que cuando fui recreado me convertí en la Justicia de
Dios en Cristo.
¿Cuándo seremos capaces de hacer todas estas cosas? ¿Será después de terminar nuestra
carrera y estar con Él en el Nuevo Cielo y en la Nueva Tierra? En Romanos 8:1 Él declara:
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.” ¿Cuándo será
esto nuestro? No hemos escuchado nada más que prédicas de condenación. El ministerio
no hace distinción entre santos y pecadores. ¿Cuando es que Romanos 5:1 se volverá una
realidad? “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo.”
Sabemos que la primera parte es verdad, ¿pero la segunda parte lo es? ¿Nos volveremos
justos en la vida presente, o después de la muerte?¿Esta justicia es simplemente “atribuida”
a nosotros, o nos volvemos justos en Él? ¿Esta redención es metafísica o es una realidad?
¿Judas 24 depende de nosotros? “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y
presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría.”
Esta presencia de la que habla aquí en la que seremos puestos con gran alegría, ¿es para
después de la muerte o para ahora? Para mi es muy claro que vivimos ahora en Su
presencia. Si Él no puede presentarnos “ahora” ante Su presencia con gran gozo,
ciertamente no puede presentarnos ante la presencia del Padre con gran gozo después de
la muerte.
Si se requiere de la muerte para limpiarnos del pecado, se nos ha dejado ante un dilema
infeliz. La muerte es del diablo. Eso indicaría que Dios en Su redención fue incapaz de darnos
victoria, que Él necesitaba del diablo para completar Su obra redentora. Yo creo que lo que
dice la Escritura es absolutamente verdad, que Dios mismo es nuestra justicia, y que
nosotros somos la justicia de Dios en Él. Estoy convencido que somos participantes de la
naturaleza divina. No hay condenación para nosotros que “andamos en luz, como él está en
luz.”
Un hombre no puede estar en Cristo y tener la naturaleza del diablo en él. Es de la familia
de dios o de la familia de Satanás. En 1 Juan 3:10 dice: “En esto se manifiestan los hijos de
Dios, y los hijos del diablo.” No hay un desarrollo real de la fe, ni una fuerte vida cristiana
victoriosa con esta concepción mezclada. Somos nuevas creaciones o no lo somos. Hemos
pasado de muerte a vida o no lo hemos hecho. Cuando dijo: “El pecado no se enseñoreará
de ti”, quería decir exactamente lo que dijo. Si vives una vida de debilidad y derrota es
porque no sabes quién eres en Cristo.
La necesidad suprema de esta hora para la iglesia es saber lo que somos en Cristo, como
nos ve el Padre, y como considera que debemos ser. En Efesios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios
y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo.” En Colosenses 1:21-22: “Y a vosotros también, que erais en
otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha
reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin
mancha e irreprensibles delante de él.”
¿Piensas que cualquier creyente lleno de pecado (de la forma que se usa ese término)
podría estar en Cristo y mantenerse sin mancha ni arruga delante de Él? Si Él no puede
quitar la naturaleza de pecado de nosotros cuando nacemos de nuevo, si los méritos de la
sangre no alcanzan ni borran esto, ¿cómo podríamos entonces estar bien? No cuando
muramos, porque Satanás es el autor de la muerte. Yo declaro ante los ángeles del cielo,
los demonios y todos los ejércitos del infierno, que la obra redentora de dios no necesita la
ayuda de Satanás para hacernos completos ante de la presencia de Dios.
La Revelación de la Justicia
Entendemos que esa justicia significa la habilidad de estar parado en la presencia del Padre
Dios sin ningún sentimiento de culpa ni inferioridad. Ésta ha sido la búsqueda de las edades.
El deseo de quitarse la conciencia de pecado ha dado nacimiento a todas las religiones
principales del mundo. La Sra. Eddy, copiando a Hegel, declara osadamente que Dios no es
una persona, y que Satanás no es una persona. Así, que no habiendo Dios ni diablo, no
puede haber pecado.
Si no hay pecado, tampoco puede haber juicio debido al pecado. Si no hay pecado ni temor
de juicio, no debería haber conciencia de pecado. Nuestra declaración de que la marea no
sube, no la detiene de subir. Las declaraciones de los filósofos de que no existe Dios no
detiene la existencia de Dios. Dios existe. Satanás existe. El pecado existe.
Pero Dios trató el problema del pecado en Su Hijo. Él quitó el pecado por el sacrificio de ese
Hijo. Él lo hizo posible en términos legales para que el hombre que estaba espiritualmente
muerto, en unión con Satanás, se vuelva una nueva creación al recibir la misma naturaleza
y vida de Dios. Esta vida y naturaleza de Dios es la justicia. Por eso, el hombre que recibe la
naturaleza de Dios se vuelve automáticamente en la justicia de Dios en Cristo.
Puede que no lo sepa, puede que no tome ventaja de ello, pero es verdad. El dominio de la
conciencia de pecado sobre la iglesia ha sido fomentado, desarrollado y hecho una realidad
por los ministros que han predicado pecado en lugar de predicar a Cristo y a la nueva
creación. La conciencia de pecado vino con la caída cuando el hombre se hizo participante
de la muerte espiritual. Pasando por las edades universales el hombre ha estado bajo la
ruinosa maldición de la muerte espiritual que concibió la conciencia de pecado.
El hombre que está muerto espiritualmente no puede pararse ante de la presencia de Dios.
Podemos ver como Dios ilustró ese hecho en el Antiguo Pacto. Una vez al año el Sumo
Sacerdote iba al lugar Santísimo, y solamente cuando estaba cubierto por la sangre. El Sumo
Sacerdote no entraba al Lugar Santísimo para adorar, sino para hacer la expiación anual por
el Israel que estaba muerto espiritualmente. Dios envió a Su Hijo al mundo para Encarnarse,
para estar eternamente unido con la humanidad.
Ese Hijo fue a la cruz por el consejo determinado de Dios, se hizo pecado, tomó nuestro
lugar como substituto. Luego conquistó al Enemigo he hizo que la justicia estuviese
disponible para el hombre. Una redención que no hace justo al hombre sería una falacia.
Hasta que el hombre sea justo y lo sepa, Satanás reinará sobre él, el pecado y las
enfermedades serán sus amos. Pero en el instante que sabe que es la justicia de Dios en
Cristo y conoce lo que esa justicia significa, Satanás es derrotado.
La Iglesia no ha enseñado ni siquiera una justicia limitada. Tiene una justificación teológica
que no explica el asunto. La redención de Dios en Cristo es la solución. Hace que el hombre
sea un espíritu dominante cuando antes servía como un débil esclavo. ¿Cómo podemos
obtener esta justicia que nos da comunión perfecta con el Padre, que nos da la conciencia
que somos los amos sobre las fuerzas de oscuridad? Esa justicia viene a nosotros cuando
tomamos a Jesús como nuestro Salvador y confesamos Su Señorío sobre nuestras vidas.
Cuando sabemos que Jesús murió por nuestros pecados de acuerdo a las Escrituras, que al
tercer día se levantó de la muerte después de haber quitado nuestro pecado y satisfecho
los reclamos de justicia como nuestro substituto; cuando sabemos eso y lo tomamos como
nuestro Salvador y lo confesamos como Señor, en ese momento recibimos la naturaleza de
Dios y nos volvemos la Justicia de Dios en Cristo.
En 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” Nos hemos vuelto la justicia de Dios en
Cristo. Esa justicia no es una experiencia, aunque da nacimiento a muchas experiencias
maravillosas. Esta es la naturaleza del Padre impartida a nosotros. Esta es esa naturaleza
ganando ascendencia en nosotros hasta que sabemos que somos lo que Dios dice que
somos, amos, ¡vencedores!
Dios hizo una provisión para hacer la Nueva Creación. El planeó impartirle Su naturaleza;
quitando la vieja naturaleza de pecado y reemplazándola con Su naturaleza. Esto destruye
la conciencia de pecado. Pocos teólogos han reconocido el hecho que la conciencia de
pecado es la progenitora de prácticamente todas las religiones humanas. El hombre ha
buscado sanar esta asquerosa afección. La sensación de sentirse indigno destruye la fe, nos
roba la paz mental, hace inefectiva la más ardiente y celosa vida de oración.
Nos roba toda nuestra amistad y comunión con el Padre. Nuestros teólogos desde Lutero
nunca encontraron la cura para esta condición. La gente de Santidad han intentado
ferozmente solucionar este asunto, pero por más lejos que hayan llegado nunca han sido
capaces de curar a un paciente. La cura del hombre ha sido arrepentirse de sus pecados,
dolor por sus pecados y una profunda agonía en la oración.
Hay dos clases de conciencia de pecado. Una es el hombre que nunca ha nacido de nuevo.
La otra es la que se desarrolla en el creyente que nunca ha crecido más allá del estado de
infancia, que no conoce sus privilegios en Cristo. ¿Dónde está la dificultad? Esta es. El
hombre natural es un picador, pero es más que eso. En 2 Corintios 6:14 es llamado
“iniquidad.” En otros lugares es llamado “pecado”, es más que un pecador. Es más que un
trasgresor. Es más que un violador de la ley.
Es por naturaleza hijo de la ira. Está muerto espiritualmente. Está unido a Satanás tal como
el creyente está unido a Dios. El creyente se ha vuelto participante de la naturaleza de Dios,
el hombre natural es participante de la naturaleza de Satanás. El problema es: ¿Cómo puede
Dios tratar legalmente con el problema del pecado del pecado y el de los pecados? ¿Cómo
es que trató con esta naturaleza satánica que está en el hombre?
La Cura de Dios
Dios trajo una redención que cubre cada fase de la necesidad del hombre, que restaura
perfectamente su comunión con el Padre para que no haya ningún sentimiento de culpa o
pecado, ni memoria de las cosas malas que hayamos hecho en el pasado. El creyente se
para completo en Cristo.
Juan 1:16 dice: “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.”
Si lees cuidadosamente Hebreos 10:1-19, verás que bajo el Primer Pacto año tras año había
un recordatorio de los pecados, pero en el Nuevo Pacto un hombre que ha aceptado a Cristo
pierde la sensación del pecado y en su lugar recibe la sensación de unidad y comunión con
el Padre.
En Colosenses 1:13-14 dice: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón
de pecados.” Fíjate en esta Escritura que Él “nos ha librado de la potestad de las tinieblas”,
ese es el dominio de Satanás, y al mismo tiempo “trasladado al reino de su amado Hijo.”
Aquí hay cuatro hechos. Primero, hemos sido librados del dominio de Satanás. Segundo,
hemos nacido en el reino de su amado Hijo. El tercero es, “quien tenemos redención.” Eso
es una redención del dominio de Satanás. Satanás no tiene derecho legal para reinar sobre
el hombre que ha aceptado a Cristo como Salvador. Ese hombre ha sido librado del dominio
de Satanás, de la familia de Satanás. Ha nacido dentro de la familia de Dios, el reino de su
amado Hijo.
Cuando esto es hecho la obra redentora que Cristo trajo se vuelve una realidad.
Cuarto, Él no solo nos redimió del dominio de Satanás, también hay una remisión de
nuestros pecados.
Él nos redimió.
Él nos recreó.
Él nos redimió.
Eso que la justicia le da para el hombre es la progenitora de todas las religiones humanas.
Las burdas e inmorales religiones del paganismo, y las refinadas, culturizadas y filosóficas
religiones modernas, son hijas del deseo del hombre por aquello que la justicia le da.
La justicia restaura todo lo que el hombre perdió en la Caída, demás le da una nueva relación
como hijo con todos sus privilegios. Veamos unas cuantas cosas que esa justicia nos da al
revelarse como la obra terminada de Cristo.
Él sabía que tenía derecho legal para estar en la presencia del Padre. Sabía que era el Amo
de Satanás y todas sus fuerzas.
Recuerda que osadía tuvo en la tormenta, y como fue el Gobernador absoluto sobre las
leyes de la naturaleza. No tuvo temor de decir al muerto Lázaro, aún en la presencia de
mucha gente: “Lázaro, ven fuera.” No tuvo ningún sentimiento de inferioridad ante la
presencia de la muerte. No tuvo ningún sentimiento de inferioridad ante la presencia de la
enfermedad. No temió hablarle al manco y mandarle que esté completamente sano. La
justicia es algo magistral.
El problema es: ¿Dios restauró Su justicia al hombre? Esa es la razón por la que escribimos
este pequeño libro. Estamos tratando de dar la respuesta para resolver ese antiguo
problema.
La Comunión Restaurada
La justicia le restaura al hombre la comunión perdida. Vemos esa comunión ilustrada en la
vida de >Jesús. Él se acercó al Padre con la misma libertad e independencia con la que un
niño se acerca a su padre. Se dirigió al Padre con la misma familiaridad y simpleza con la
que un niño se dirige a su padre.
Nunca sintió la falta de dinero, Nunca sintió la falta de amor, conocimiento ni de habilidad
de ningún tipo. No tuvo ningún sentimiento de conciencia de pecado. No tuvo complejo de
inferioridad. La justicia que Jesús tuvo le dio la más dulce y perfecta comunión con el Padre.
La Fe Restaurada
La justicia restaura al hombre a su fe caída. Si quieres ver esto ilustrado, ve a las ciudades y
observa las congregaciones reunidas para escuchar a hombres y mujeres hablar
sobre psicoanálisis o, en otras palabras, como tener fe en ti mismo y gobernar sobre otros
que no tienen fe en si mismos. Jesús no tuvo necesidad de fe. Él creyó en Si mismo. Creyó
en Su misión. Creyó en Su Padre. Y debe haber creído en la humanidad.
Esa es la razón por la que muchos de los movimientos modernos, que tienen tanta
demostración física, han desafiado la fe de las multitudes. Esa es la fe según el conocimiento
de los sentidos.
La Paz es Restaurada
La paz puede ser restaurada solo cuando la justicia es restaurada. Esto restaura nuestra paz
con Dios. El individuo es como la masa. La masa es como la nación agitada, sin descanso, sin
paz ni quietud. Isaías 57:20-21 dice: "Pero los impíos son como el mar en tempestad, que
no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los
impíos."
La Libertad es Restaurada
No solo restaura la paz, sino que le da al hombre algo que ha anhelado y luchado por tener
durante las edades, la libertad. La más grande libertad no es la libertad política, ni la libertad
de la preocupación financiera, ni la libertad de la incomodidad física, sino la libertad de la
conciencia de pecado. La justicia restaura la libertad al hombre; la misma clase de libertad
que Jesús tuvo, la clase de libertad que el hombre ha ansiado ardientemente más que
cualquier otra cosa.
Esto es libertad en Cristo, libertad del temor a Satanás, libertad del temor al hombre porque
con fiamos en Dios con todo nuestro corazón. No nos apoyamos en nuestra propia
prudencia. No estamos acosados y deprimido por el conocimiento de los sentidos o por las
circunstancias. Nos paramos en esa dulce y maravillosa conciencia que "Mi Padre es más
grande que todo," y "Mayor es el que está en mi que el que está en el mundo." Hemos
recibido la condición de hijos.
La justicia nos da la dulce conciencia de los privilegios de nuestra condición de hijos. Somos
hijos. Dios es nuestro Padre. Estamos en Su familia. Conocemos a nuestro Padre. Él nos ama
y nosotros a Él. La justicia nos restaura el gozo, el gozo inefable de la comunión con el cielo
en términos de igualdad. No somos siervos. No somos pecadores. Somos hijos. Herederos
de Dios y coherederos juntamente con Jesucristo.
Cómo Dios Nos Hizo Justos
Nuestra posición con Dios esta en el campo de la fe en Jesucristo. Dicho de otro modo, Dios
puso nuestras iniquidades sobre Jesús. En 2 Corintios 5:21 dice: "Al que no conoció
pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios
en él. " Jesús fue más que una ofrenda de pecado. En realidad Él fue hecho pecado con
nuestros pecados. Fue hecho injusto con nuestra injusticia. Como nuestro substituto por el
pecado, llevó nuestros pecados y nos llevó a nosotros. Fue al lugar de sufrimiento después
de dejar Su cuerpo.
Él permaneció ahí hasta que cada demanda de justicia fue satisfecha. Él fue nuestro
substituto, tomando nuestro lugar, siendo hecho pecado con nuestro pecado. Fue a la
prisión a la que son sentenciados los pecadores y sufrió hasta que todo lo que estaba contra
nosotros fuese pagado. Fue la Deidad sufriendo por la humanidad, y siendo Deidad pudo
pagar la penalidad.
Cuando el Tribunal Supremo del Universo declaró que lo que Dios había obrado en Cristo
era suficiente, que sus sufrimientos habían sido adecuados y que habían cubierto cada
demanda de la Justicia, Él declaró que Jesús fue justificado o hecho Justo (Romanos 4:25).
En 1 Timoteo 3;16 Pablo dice que Jesús fue "justificado en el espíritu" y en 1 Pedro 3:18
leemos que Él fue "vivificado en espíritu." Él nació de la muerte. Una y otra vez se le llama:
"El primogénito entre los muertos."
Dios puso nuestros pecados sobre él. Fue hecho pecado, sufrió en nuestro lugar. Y habiendo
cumplido con las demandas de la justicia, la muerte no pudo retenerlo por más tiempo. Él
fue "declarado justo." Él fue "vivificado". Se convirtió en el "primogénito de entre los
muertos" ; la cabeza de una nueva creación. Colosenses 1:18. Cuando creemos en Jesucristo
como nuestro Salvador, Dios es capaz de declararnos justos sobre la base de lo que Jesús
hizo. Hay dos fases en esta Justicia.
Primero, Dios nos declara justos, y segundo, somos hechos nuevas criaturas. Nos volvemos
participantes de la naturaleza divina, de modo que somos justos por naturaleza y justos por
fe. Ahora podemos entender 2 Corintios 5:21: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo
hizo pecado," ¿Por qué? "para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él." Tan
cierto como que Jesús fue hecho pecado, Dios nos hace justos en el momento que lo
aceptamos.
"Siendo justificados gratuitamente por Su gracia (o, siendo hechos justos gratuitamente por
Su gracia) por medio de la redención en Cristo Jesús." Él declara que fuimos hechos justos
gratuitamente por Su gracia a través de la redención que es en Cristo Jesús. Él hizo esto
"para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados."
¿Que quiso decir con esto? Desde el tiempo de Adán hasta que Jesús fue colgado en la Cruz,
Dios había estado cubriendo los pecados con becerros y machos cabríos.En Levíticos 17:11
dice: "Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación
sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona." La
palabra "expiación" significa "cubrir". No se usa nunca en conexión con la sangre de Cristo
debido a que la sangre de Cristo no cubre, ¡limpia!
No tenemos necesidad de ser cubiertos. Bajo la ley, el pecado no era quitado. No era
limpiado. Solo era cubierto por la sangre de los becerros y los machos cabríos. Ahora
podemos recibir por fe a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor. Cuando hacemos eso
nos volvemos la Justicia de Dios en Él. Siendo hechos justos por Su gracia, ahora tenemos
paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Habiendo sido hechos justo, habiendo sido declarados justos por el Tribunal Supremo del
Universo, habiendo tenido restaurada esa comunión rota a través de los tiempos, la paz de
Dios que sobrepasa todo entendimiento inunda nuestro ser (Romanos 5:1). Ahora podemos
permanecer en Su presencia sin ninguna conciencia de pecado, sin ningún temor, porque
"como Él es, somos nosotros en este mundo."
Él es justo. Él mismo nos declaró he hizo justos. Este es el fundamento sobre el cual crece
la fe. Cuando sabemos esto tal como la Palabra de Dios lo enseña, podemos pasar a la
presencia del Padre sin ningún desafío o cuestionamiento en nuestras mentes. Sabemos
que ahora no hay ninguna condenación porque estamos en Cristo Jesús.
Está en unión espiritual con el enemigo de Dios. Su naturaleza está en enemistad contra
Dios. No está sujeto a la voluntad de Dios, y no puede hasta ser recreado (Romanos 8:27).
¿Cómo pudo Dios reconciliar al hombre consigo mismo, haciéndolo justo, y restaurándolo a
una comunión perfecta? Esto solo pudo ser hecho por Dios por medio de Su Hijo tomando
el lugar del hombre, cumpliendo cada demanda de la justicia, y bajándolo al nivel de un
hombre perdido (2 Corintios 5:17-21).
Esto es lo que Jesús hizo, y cuando cumplió completamente los clamores de la justicia, Él
fue justificado en el espíritu. No solo fue justificado en el espíritu, sino también fue
vivificado en el espíritu. El fue recreado de modo que Dios dijo de Él: "Tú eres mi Hijo, Yo te
he engendrado hoy." Cuando Jesús fue declarado justo, justificado y vivificado, entonces
fue restaurado a la perfecta comunión con el Padre.
Después de ser restaurado a la comunión perfecta con el Padre y pudo entrar al cielo como
si nunca hubiese pecado, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. Fue hecho la
perfecta sustitución del hombre. Esto lo hizo posible no solo para que Dios justifique al
hombre, sino para recrearlo perfectamente. Debido a esto, el hombre fue reconciliado con
Dios. Ahora tiene derecho al compañerismo y la comunión con el Padre, a estar en Su
presencia como si nunca hubiera pecado.
No hay ninguna diferencia en cuán malo sea un hombre, si él toma a Cristo como su Salvador
y le confiesa como Su Señor, Dios lo hace una nueva creación. Ese hombre se convierte en
la justicia de Dios en Cristo. La justicia se convierte en una realidad viva en él.
En el huerto, Adán tuvo perfecta comunión con Dios. Ninguna obra que Dios pueda hacer
por el hombre sería perfecta a menos que le diese de vuelta su justicia perdida, su privilegio
perdido a la comunión y su dominio perdido. Su justicia y comunión perdidas son
restauradas en la Nueva Creación. En el momento que su justicia es restaurada, su dominio
perdido también es restaurado mediante el uso del Nombre de Jesús. "De cierto, de cierto
os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará."