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“Sígueme” (Estar con Cristo)

Introducción

En la conversión no es el hombre quien encuentra a Dios sino Dios quien se deja encontrar del hombre.
Me dejé hallar de los que no me buscaban (Is 65,1). Jesús describió el camino hacia Él como una atractio Patris,
una seducción del Padre: nadie puede venir a mí si el Padre no lo trae (Jn 6,44). Por eso, hay que creer que no
fue Mateo quien encontró a Cristo, sino que cristo busco a mateo y le dijo sígueme,

Tampoco fue la samaritana quien encontró a Cristo sentado en el brocal del pozo, sino que Jesús,
buscando el corazón de la Samaritana, le salió al encuentro junto al pozo de Jacob. No fue Zaqueo quien
vio a Cristo desde lo alto del sicómoro, sino Cristo quien arrastró invisiblemente al publicano a trepar las
ramas del árbol para dejarse ver al pasar. No buscaba Saulo a Cristo, sino Cristo a Saulo cuando Aquel lo
arrojó de su caballo camino de Damasco para convertirlo en vaso de elección”.

En esta búsqueda Dios se muestra, a veces, como un amante incansable que no deja en paz al alma hasta
conquistarla totalmente. Y esto ya lo expresaba San Juan de la Cruz diciendo: “Si el alma busca a Dios,
mucho más la busca su amado a ella”1.

Llamo a los que quizo

Cristo es el que busca y el que llama. El santo padre Benedicto XVI, cuando era cardenal escribió un libro
llamado “servidor de vuestra alegría”, allí explicando la frase del evangelio de Mc. En donde dice Que
cristo subiendo al monte “llamo a los que quiso”, comentando esta frase, de que llamo a los que quiso,
dice que el sacerdocio se fundamenta, ante todo y sobre todo, en una iniciativa de Jesús (y así también
toda vocación es iniciativa de Jesús). Y es muy expresiva la formulación del evangelio de Mc: llamo a los
que quiso (sígueme). Llamo a los que quiso y no a los que lo deseaban.

¿A que nos llamo?

Cristo llamo a los que quiso, llamo a los doce, lo llamo a mateo, nos llamo a nosotros, pero ahora cabe
preguntarnos, ¿a que han sido llamados estos hombres, a que nos llamo Cristo, cual es la voluntad
concreta de Jesús respecto de ellos y de nosotros?

El cardenal ratzinger respondiendo a estas preguntas menciona dos objetivos a los cuales son llamados
estos hombres y por lo tanto también nosotros. (estos objetivos son tomados de la misma sagrada
escritura) Cristo llamo a los que quiso “para que estuvieran con el” y “para enviarlos”.

Me detengo simplemente en ese primer objetivo “para que estuvieran con El”. El cardenal comentando
estar frase “para que estuvieran con el” dice que este “Estar con El” es el componente primero y básico
de la vocación cristiana.

Estar con Él

Antes de indicar que los apóstoles debían ir a predicar y darles poder sobre los demonios, el evangelista
quiere que sepamos que los doce han sido llamados a estar con Jesús. Son los amigos, los compañeros y
los íntimos de Jesús. Durante su vida terrena, nuestro Señor deseó tener a personas que estuvieran cerca
de Él. Y a éstos develaría los secretos de su reino y de su corazón. Y mientras que a la muchedumbre
habla en parábolas, a éstos les revela los misterios del reino de Dios (cf Lc 8,10).

1
San Juan de la Cruz, Llama, 3,28.

1
El ser compañero y amigo de Jesús destaca más aún cuando miramos la escena dramática en el huerto de
los Olivos. Llegada para nuestro Señor la hora de su sufrimiento, fue éste un tiempo de temor y angustia,
y sentía en su alma una tristeza mortal (cf Mc 14,33-35).

En aquel momento lo único que Jesús pidió a los apóstoles fue que se quedaran velando y rezando con
Él. Antes de ser arrestado por los siervos y la guardia del sumo sacerdote, Pedro, tomando la espada
cortó una oreja a Malco, uno de los que venían para llevarse al Maestro. Pero Jesús intervino y curó al
herido, no quería violencia. Lo que Jesús necesitaba de Pedro en aquel momento no era su buen uso de
la espada, sino su compañía y amistad fieles.

Antes de encomendarle a pedro su grey, que sea pastor, le pregunta ¿me amas?

¿Porque se pierde el entusiasmo?

El cardenal Ratzinger en el mismo libro, comenta que cuando el era obispo y antes también cuando era
sacerdote siempre reflexionaba sobre las causas que hacen que poco a poco se vaya desmoronando una
vocación tan entusiasta y tan esperanzada en sus comienzos, y siempre ha llegado a la misma conclusión:
ha habido un momento en que ha dejado de existir la oración callada y silenciosa, desplazada tal vez por
el ruidoso celo por tantas cosas como hay que hacer. Pero ahora es un celo vacío, porque ha perdido su
empuje interior. (se ha abandonado la oración y por eso perdió el entusiasmo y por eso muchas veces se
pierde hasta la misma vocación. Todos los males vienen por no rezar. Santo tomas se pregunta porque
Adán peco siendo tan inteligente y se responde que peco porque en el momento en que fue tentado no
recurrió a Dios y así pecando vinieron todos los males).

“Estar con el” debe constituir siempre la pieza central de nuestro servicio religioso

“Estar con el” debe constituir siempre la pieza central de nuestro servicio religioso. Es preciso ejercitarse,
practicar, aprenderlo hasta adquirir una cierta facilidad y naturalidad que permita mantenerse firme en
tiempos difíciles (debemos adquirir “el arte de la oración”2, no rezar solo en los momentos fáciles sino
también difíciles hasta que se nos haga piel).

El cardenal ratzinger exhorta a “que consideremos como una tarea fundamental considerar “Estar con
El”, aprender a mirarlo; ejercitarse en escucharlo; conocer mas y mas al señor en la oración con la atención
puesta en la sagrada Escritura.

Experiencia segundo Llorente

Terminadas las labores del día en la escuela, terminada la cena y el rosario con instrucción catequística,
quedo solo a las nueve de la noche sin otra luz que la lámpara del santísimo.

Como vivo pared por medio en la sacristía, no tengo que cuidarme si hay tormenta. Me siento en un
banco cerca del sagrario y allí estoy acompañando a los Ángeles que hacen guardia a Jesús sacramentado.
Gracias a Dios que no hay nadie que me saque de mi ensimismamiento. Me oigo a mí mismo respirar.
Hasta me parece oír el tic-tac del reloj de pulsera que me dio un borracho del Kusko y que nunca oigo
durante el día.

Allí no estamos más que Jesús y yo entre ángeles invisibles. ¡qué silencio guarda Dios ! No cabe duda de
que Dios mima mucho a muchas almas; pero no sé si habrá alguna a quien mime más que a mí. Estar
aquí a solas con él en este silencio de la tundra es un privilegio, un mimo que no sabe uno cómo agradecer.
Aquí es donde le recuerdo al Señor los nombres de mis amigos y corresponsales. Junto al sagrario hay
siempre algunas cartas que merecen atención especial. Le digo al Señor que las mire bien y que no se

2
Juan Pablo II, Ecclesia de eucaristía

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duerma; que no lo eche en saco roto; que las mire bien y que tome cartas en el asunto, etc. Intereso a la
santísima Virgen en mi favor y los dos se lo suplicamos a Jesús. Al ver a su santísima Madre de mi lado,
el Señor parece como que se rinde y no le queda más remedio que acceder.

Eso es lo que me saca de quicio en aquella soledad: que al Señor no le quede más remedio que acceder,
como si tuviera que poner su omnipotencia a merced de nuestros caprichos. Para él lo más corriente
parece ser el tener que obedecer.

Cuando consagro, tiene que obedecer. Cuando doy la absolución tiene que aprobar si no hay óbice
culpable. Cuando bautizo, tiene que adoptar a la criatura. Se obligó a ello él mismo, es decir, se obligó a
estar siempre a nuestro servicio.

En la oscuridad de la iglesia de Nunajak, él y yo solos, sin hablar, nos entendemos.

En las grandes iglesias de las ciudades y aun de los pueblos está el sagrario tan lejos de la gente que parece
como que está uno también lejos del santísimo. En mi visita a los Estados Unidos al entrar en aquellos
templos como plazas me parecía estar realmente en una plaza. Aquí en Nunajak no hay tales. Aquí, junto
al altar, juraría uno que le oye Jesús el más leve cuchicheo. Termino el día con el vía-crucis y me acuesto
pared por medio del sagrario.

Lo que digo aI Señor

Por la mañana salgo de las mantas como oso de la madriguera. Enciendo una vela y me calzo las botas
de piel de foca llenas de yerba seca para que los pies estén bien mullidos y no se enfríen más de lo
razonable. Enciendo la estufa y, si se heló el agua, derrito el hielo y me lavo. Abro la puefa, doy dos pasos
y ya estoy delante del altar. Le digo al Señor lo que el padre del hijo pródigo le dijo al hijo mayor: <Tú
siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo>... pero me parece oír que es al revés; que yo soy el que
estoy con él y todas sus cosas son mías. Y así tiene que ser, porque mis cosas ¿para qué le valen a él?
¿Qué va a hacer él con mis botas remendadas, mi sotana raída, mis necesidades y mis ignorancias? En
cambio, yo puedo hacer un uso magnífico de sus cosas: su omnipotencia, su bondad y su misericordia.
Ciertaniente yo siempre estoy con él.

Dondequiera que voy en mis viajes, lo primero que hago al llegar a las capillas es decir misa y encender
la lámpara del sagrario; y ya estoy con él. Más aún, en los viajes mismos estoy con Jesús que vive en lo
más recóndito del alma en gracia.

Junto aI sagrario

Durante el día, cuando no hacía visitas a los aldeanos, me sentaba en un banco junto al comulgatorio y
allí rezaba el breviario, hacía lectura espiritual, leía cartas o simplemente me quedaba mirando al altar sin
decir nada. No se va a estar diciendo siempre algo. ¿qué decía María Magdalena a Jesucristo cuando le
miraba, sentada a sus divinos pies?

Hay gente piadosa que cree que pierde el tiempo en la iglesia si no dice algo al Señor o si no lee un libro
o reza el rosario o cosa por el estilo. Bien está todo eso; pero cuando ya se ha hecho eso y queda aún
tiempo, ¿qué se va a decir? ¿Y por qué salir a la calle sólo porque ya no quedan más novenas qué hacer?
Yo me quedo allí sin decir nada, aunque no por mucho tiempo; pues siempre me viene a los labios la
frase famosa: <Tii siempre estiás conmigo>.

Hubo días de cellisca en que la nieve pasaba silbando por las ventanas y sacudiendo el edificio. Hora tras
hora en la soledad de la capilla se siente el bramar de la tormenta que viene no se sabe de dónde y no se
sabe a dónde va. Algún pobre perro atado a una estaca se cansa de tanta batida de nieve y aúlla tristón
mirando a un cielo negro que brama y se hace el desentendido. Nadie sale de casa, ni salgo yo tampoco

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de la capilla. Como no tengo que cocinar ¿a dónde voy a ir? Tal vez no falte quien crea que vivir en la
capilla es un cielo anticipado, y tiene toda la razón; pero para poner las cosas en su punto, invito al lector
a que pruebe a pasar un día delante del sagrario; luego me dirá si la cosa es tan idílica como parece.

S.V.M.

Pidamos a la virgen que nos de la gracia de poder renovar día a día nuestro trato intimo con Cristo
en la oración y así abandonarnos cada ves mas y mas en sus manos.

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