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Tema 5
Fundamentos de toxicología
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Máster Universitario en Prevención de Riesgos Laborales: ST, HI y EyPA. 2017-2018. FyTPRL: RIESGOS QUÍMICOS
Tema 5: Fundamentos de toxicología
El término “toxicología” procede de dos voces griegas: tóxico, veneno y logos, tratado. Se puede
definir, por tanto, como la ciencia que se ocupa de los venenos (los tóxicos), sus propiedades, su acción
fisiológica, y su investigación, así como de la protección y prevención contra sus efectos nocivos. A
menudo, la palabra “xenobiótico”, con el prefijo “xeno” que significa extranjero o extraño, se utiliza
como sinónimo de tóxico.
No existe un criterio diferenciador claro entre alimento, medicamento y tóxico, en el sentido de que
una misma sustancia puede ser las tres cosas a la vez. La distinción entre veneno y medicamento,
reside en la intensidad de acción y en la diferencia de resultados que se obtienen. El medicamento es
una sustancia modificadora de un estado patológico en cuanto mejora dicho estado sin peligro para la
salud en general; pero superado ese límite se convierte en un veneno.
No existen venenos absolutos, pues para llegar a tales, es necesario que se sobrepasen ciertas dosis. La
noción de veneno viene dada por los efectos que provoca en un organismo vivo, y se da el caso de que
una sustancia tóxica para un tipo de organismo, sea un alimento para otros.
Inicialmente la toxicología tuvo como misión la detección de crímenes y la captura de criminales,
puesto que no hay que olvidar, que en un principio el hombre usó los venenos como medio de defensa,
ánimos criminales o para poner fin a su propia vida.
En la actualidad, el incremento experimentado en el consumo de sustancias químicas, y la presencia de
numerosos contaminantes en el aire, agua, y alimentos, así como en el ambiente de trabajo, ha
ocasionado que las responsabilidades del toxicólogo sean mucho más amplias que las meramente
forenses.
El toxicólogo actual tiene mucho que ver con la calidad del medio ambiente, y con el control de
alimentos, aire (tanto en espacios abiertos como cerrados), agua, productos domésticos y otras
sustancias de gran consumo. Su interés además, no se refiere solamente a los efectos agudos o
inmediatos, sino también a los posibles efectos crónicos como consecuencia de una exposición
continuada a lo largo de toda la vida. Por otra parte, no se debe pensar exclusivamente en el ser
humano sino en todos los seres vivos.
En otro orden de cosas hay que resaltar que la toxicología está interrelacionada con un conjunto de
disciplinas tales como la farmacología, bioquímica, análisis químico, patología, medicina e ingeniería,
por lo que el toxicólogo actual debe tener conocimientos de todas ellas. En concreto la toxicología está
muy próxima a la farmacología, que se ocupa fundamentalmente de la acción de los medicamentos, y
más en general, de la acción de las sustancias químicas sobre los organismos vivos. De hecho, los
principios que gobiernan los mecanismos de interacción químico-biológicos y sus metodologías, son
similares para ambas ciencias.
De acuerdo con su definición, la toxicología puede dividirse en cuatro partes bien diferenciadas que se
ocupan de:
1. Toxicología ambiental o ecológica, que se ocupa de los efectos de las sustancias químicas
presentes en el aire, agua, suelos, alimentos y demás vectores ambientales, sobre el ser humano
y otros seres vivos. Puesto que este tipo de exposición en muchos casos es accidental y
desconocida, su control se presenta mucho más difícil que en las situaciones en que dicha
exposición es más definida y circunscrita, como ocurre en el caso de la toxicología industrial.
2. Toxicología industrial o laboral. A partir de la última mitad del siglo XIX, se ha ido
poniendo de manifiesto, incuestionablemente, que muchos trabajadores, a causa de su trabajo,
han contraído enfermedades más o menos graves. La toxicología industrial se ocupa,
principalmente, del estudio de los efectos fisiológicos que ocurren en los trabajadores como
consecuencia de haber estado expuestos a productos peligrosos con ocasión del desempeño de
su trabajo. Existen tres diferencias fundamentales entre la toxicología industrial y la no
industrial:
• La primera hace referencia a como son absorbidos los tóxicos. En toxicología industrial la
principal vía de entrada es la pulmonar, siendo también importante la dérmica, mientras que
en toxicología no industrial la vía de entrada más corriente es la digestiva.
• La segunda se refiere al tipo de efectos que el tóxico produce. En toxicología industrial los
efectos del tóxico suelen aparecer a largo plazo, en tanto que en la no industrial los efectos
son casi siempre inmediatos y agudos.
• La tercera tiene que ver con la forma de presentarse los tóxicos. En toxicología industrial el
tóxico, en muchos casos, es una mezcla de sustancias, a diferencia de lo que ocurre en
toxicología no industrial, en donde suele ser un compuesto único.
El cada día más elevado número de productos químicos que se fabrican, hace que sea del
mayor interés la vigilancia de los trabajadores expuestos a los mismos para cuidar de su salud.
Este mismo control será necesario para salvaguardar la salud de la población en general. En la
Figura I se presenta la evolución de las cantidades de sustancias orgánicas sintetizadas por el
hombre en los últimos tiempos.
3. Toxicología forense, cuyo especialista en esta área debe trabajar junto con los médicos
forenses, para establecer las causas de una determinada muerte o intoxicación, en función de
propósitos legales. Cuando se sospecha que los hechos ocurridos han tenido carácter criminal,
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se analizan las muestras biológicas para poner de manifiesto la presencia del tóxico o sus
metabolitos en el cuerpo de la víctima, a la vez que se comprueba si las concentraciones
encontradas, explican los síntomas experimentados por el sujeto, o bien su muerte. El
toxicólogo forense puede ser llamado a declarar ante los tribunales para que certifique los
resultados de sus investigaciones, siendo ésta otra responsabilidad que debe asumir.
4. Toxicología clínica. Esta rama de la toxicología se ocupa de los efectos que los
medicamentos producen en los pacientes. Lo normal es que se produzca una mejora general en
el estado del enfermo, pero existen casos en que se producen respuestas atípicas por parte de
determinados pacientes. Como consecuencia de la introducción en el mercado de gran número
de sustancias de síntesis como medicamentos, cada vez son más frecuentes estos efectos
colaterales indeseables, lo que se conoce como efectos secundarios.
Por dosis se entiende la cantidad de sustancia introducida en el organismo vivo siguiendo una
determinada vía de entrada. Las cantidades necesarias para que se produzcan efectos tóxicos son muy
diferentes, llegando a variar hasta en 10 billones de veces entre los propios productos considerados
venenos. Para comparar la toxicidad relativa de las diferentes sustancias, es conveniente disponer de
una notación estándar. La más comúnmente utilizada es la de dosis letal al 50% representada como
DL 50 , que significa una cantidad estadística que produce la muerte en el 50% de los miembros de una
población muy numerosa de animales de experimentación. Normalmente se expresa en mg de veneno
por kg de animal.
La DL 50 es un caso particular de la dosis efectiva al 50%, DE 50 , que representa la dosis necesaria para
producir un efecto determinado en el 50% de los animales tratados. Y el efecto estudiado puede ser,
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por ejemplo, la irritación de las vías respiratorias, estados de excitación o de parálisis neuromuscular,
fenómenos narcóticos, perturbaciones a nivel hepático o renal, modificaciones hematológicas, etc.
Otras variables que también se utilizan son la dosis efectiva al 100%, DL 100 , que es la dosis mínima
necesaria para producir la muerte en el 100 por 100 de los casos estudiados, y la dosis máxima
tolerada, DMT, que representaría la dosis máxima que no produce la muerte en ningún caso, todas las
cuales tienen su correspondiente DE .
Además de estas variables existen algunas más como por ejemplo la Dosis Máxima que no produce
efectos, (en inglés NOEL, no observed effect level) y la Menor Concentración que produce efectos,
(en inglés LOEL, lowest observable effect level). Estas últimas se refieren a las concentraciones o
dosis que no producen efectos significativos y que por ser valores pequeños son difíciles de determinar.
Existen dos teorías diferentes sobre la toxicidad de un determinado compuesto a esas pequeñas dosis.
A menudo se asume que cualquier sustancia ejerce efectos tóxicos desde el momento en que cualquier
cantidad del mismo entra en contacto con un organismo, por lo que sólo a concentración cero el efecto
desaparece. La otra teoría, más generalizada, supone que existe una concentración límite por debajo de
la cual no se perciben ningún efecto.
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Tóxicos, si por las mismas vías de entrada, en pequeña cantidad, pueden provocar efectos
agudos o crónicos, o incluso la muerte.
Nocivos, si por tales vías de entrada, en cantidades no pequeñas, pueden provocar efectos
agudos o crónicos, o incluso la muerte
Corrosivos, que en contacto con tejidos vivos, pueden ejercer una acción destructiva contra
ellos.
Irritantes, los que no siendo corrosivos, por contacto breve, prolongado o repetido con la piel o
las mucosas pueden provocar una reacción inflamatoria.
Sensibilizantes, los que por inhalación o penetración cutánea, puedan ocasionar una reacción de
hipersensibilización, de forma que una exposición posterior dé lugar a efectos negativos
característicos.
Carcinogénicos, o también cancerígenos, cuando por inhalación, ingestión o penetración
cutánea, puedan producir cáncer o aumentar su frecuencia. Estas sustancias y preparados se
clasifican a su vez en tres categorías:
Primera categoría, carcinogénicos para el ser humano, cuando se dispone de suficientes
datos epidemiológicos para demostrar una relación de causa / efecto entre la exposición de
seres humanos a tales sustancias o preparados y la aparición de cáncer.
Segunda categoría, pueden considerarse como carcinogénicos para el ser humano, cuando
se dispone de datos suficientes para suponer que la exposición de seres humanos a ellos
puede producir cáncer. Esta presunción, generalmente se fundamenta en estudios a largo
plazo en animales y en otras informaciones apropiadas.
Tercera categoría, preocupantes por sus posibles efectos carcinogénicos para el ser
humano, cuando no se dispone de información suficiente para su clasificación como de
segunda categoría aunque existen sospechas por pruebas con animales. Esta categoría
comprende a su vez dos subcategorías:
a) No existen suficientes pruebas sobre la inducción de cáncer para incluirlos en la
segunda categoría, y no es probable que más experimentación aporte la información
necesaria.
b) Clasificación provisional al no haberse investigado bastante y ser los datos
disponibles no suficientes aunque si con indicios sospechosos que los hace
preocupantes.
Mutagénicos, los que por inhalación, ingestión o penetración cutánea, puedan producir
alteraciones genéticas hereditarias o puedan aumentar su frecuencia. Pueden clasificarse a su
vez en tres categorías:
Primera categoría, los que se sabe ciertamente que son mutagénicos para la especie humana,
ya que se dispone de pruebas suficientes a partir de estudios epidemiológicos que
demuestran una relación de causa / efecto entre la exposición de seres humanos a ellos y la
aparición de alteraciones genéticas hereditarias. Hasta ahora no se ha clasificado ninguna
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sustancia en esta categoría, ya que es muy difícil la obtención de datos fiables referidos a la
incidencia de mutaciones sobre poblaciones humanas.
Segunda categoría, que pueden considerarse como mutagénicos para la especie humana, ya
que se dispone de suficientes elementos de juicio para suponer que la exposición de seres
humanos a los mismos puede producir alteraciones genéticas hereditarias, basados
generalmente en estudios apropiados en animales y otras informaciones válidas.
Tercera categoría, cuyos posibles efectos mutagénicos en la especie humana son
preocupantes, siendo insuficientes las investigaciones realizadas para clasificarlos en la
segunda categoría.
Tóxicos para la reproducción, los que por inhalación, ingestión o penetración cutánea, pueden
producir efectos negativos no hereditarios en la descendencia, o aumentar la frecuencia de éstos,
o afectar de forma negativa a la función o capacidad reproductora masculina o femenina.
También se clasifican en tres categorías:
Primera categoría, de los que se sabe ciertamente, a partir de datos epidemiológicos, que
perjudican la fertilidad de los seres humanos, (efectos negativos sobre la líbido,
comportamiento sexual, espermatogénesis u ovogénesis, actividad hormonal o respuesta
fisiológica que puedan interferir la capacidad de fertilizar, la misma fertilización, el
desarrollo del huevo fecundado hasta la fase de implantación, incluyendo ésta misma),
puesto que se dispone de suficientes pruebas para establecer una relación entre exposición y
problemas de fertilidad, y también aquellos de los que se sabe ciertamente, a través de datos
epidemiológicos, que producen toxicidad para el desarrollo de seres humanos, es decir
cualquier efecto que interfiera el desarrollo normal tanto antes como después del nacimiento,
(incluye efectos embriotóxicos / fetotóxicos y teratogénicos, entre otros), ya que existen
suficientes pruebas para establecer una relación entre la exposición y la posterior aparición
de efectos tóxicos para el desarrollo de la descendencia.
Segunda categoría, los que pueden considerarse como perjudiciales para la fertilidad de los
seres humanos y aquellos que pueden considerarse como tóxicos para el desarrollo de los
seres humanos, ya que se dispone de datos suficientes para suponerlo firmemente para la
exposición de seres humanos a partir de investigaciones con animales sin que se trate de
consecuencias secundarias inespecíficas de otros efectos tóxicos en caso de que los hubiere.
Tercera categoría, preocupantes para la fertilidad humana y preocupantes para los seres
humanos por sus posibles efectos tóxicos para el desarrollo, ya que se poseen datos para
ello con experimentación con animales pero no son suficientes para su clasificación en la
segunda categoría.
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Se consideran sustancias y mezclas peligrosos para el medio ambiente si en contacto con éste
presentan o pueden presentar un peligro inmediato o futuro para uno o más componentes del medio
ambiente.
Aunque la clasificación obedece al objetivo principal de alertar sobre los riesgos que pueden afectar
a los ecosistemas, actualmente están mucho más desarrollados los ensayos ecotoxicológicos
relativos a los ecosistemas acuáticos. Por esta razón, se clasifican en primer lugar en peligrosos para
el medio ambiente acuático y en peligrosos para el medio ambiente no acuático.
El estudio de las distintas alteraciones que tienen lugar desde que una sustancia penetra en un
organismo hasta su posible total o parcial eliminación del mismo es extraordinariamente complejo y
fuera de lugar de los objetivos de este curso. Aquí tan solo se intenta resumir algunas cuestiones
importantes para la práctica de la defensa del medio ambiente y de la higiene industrial, que es la
prevención de riesgos por exposición a agentes químicos, físicos y biológicos para los trabajadores
con ocasión de su trabajo.
El proceso que recorre una sustancia a través del organismo sigue las siguientes etapas: absorción,
distribución, metabolismo, acumulación y excreción o eliminación.
Aunque existen otras vías de entrada (por ejemplo, vía ingestión y parenteral), para el caso que nos
ocupa las más importantes son la vía inhalación y la vía dérmica. La primera es con mucho la más
importante. A través de las vías respiratorias penetran, junto con el aire que se respira, gases y
vapores, polvo y aerosoles que le acompañan. Si no son retenidos por la mucosidad que recubre los
distintos conductos y expulsados al exterior junto con ella, pueden alcanzar los alvéolos pulmonares
con algún posible efecto sobre ellos y si tienen capacidad para ello, pasar a su través para
incorporarse a la circulación sanguínea.
Menor importancia tiene la piel aunque muchas sustancias pueden atravesarla en condiciones
normales y llegar a la sangre a través de los capilares. Esto depende de su estado más o menos
estropeado, de su humedad y temperatura, y si está recubierta con ropa, del tipo de tejido y su roce,
y de determinadas sustancias, como el maquillaje o cremas protectoras. Hay que evitar dañar la piel
con disolventes orgánicos que eliminan la capa sebácea natural e impide la entrada de sustancias
hidrófilas, o con otras sustancias, corrosivas e irritantes.
Después de su entrada en el organismo, la sustancia se difunde y distribuye por todo o parte de él,
según diversos mecanismos y una menor o mayor rapidez, que depende tanto de sus propiedades
como de la manera que se incorpora. Más adelante pueden transformarse en otras sustancias por
distintas acciones metabólicas, que pueden facilitar su posterior eliminación sino se da el caso de
convertirse en otro producto más tóxico o se acumula en determinados tejidos u órganos.
Finalmente se elimina, transformada o no en otra sustancia, por diferentes vías: la pulmonar (los
volátiles), la biliar que puede a su vez pasar al tracto gastrointestinal pudiendo continuar los efectos
adversos en él y finalmente ser expulsado en las heces, la renal (mayoritaria) eliminándose con la
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orina, y otras vías, como la de la leche, que hay que tener especialmente en cuenta en el caso de la
lactancia (o cuando se ingiere procedente de vacas u otros animales), el sudor, la saliva, los pelos,
etc.
El mecanismo de acción patológica de los tóxicos en el organismo se produce a través de un ciclo en el
que es posible considerar seis etapas diferentes relacionadas de dos en dos. Serían: Entrada y
absorción, distribución y fijación, metabolismo y eliminación.
Aunque existen otras, las vías más importantes de entrada de los tóxicos en el organismo son la
gastrointestinal, la pulmonar y la dérmica. En intoxicaciones accidentales, como ocurre frecuentemente
en los niños, la ingestión o el contacto oral, son la vía de entrada más corriente. En situaciones
industriales, son las otras dos vías de entrada las normales, bien sea por separado o conjuntamente.
La vía pulmonar es, en la mayoría de los casos de intoxicaciones industriales, la vía por donde se
incorpora el tóxico a la sangre después de atravesar la membrana pulmonar.
Es difícil evaluar la cantidad de tóxico respirado que se absorbe, pero se sabe que depende
fundamentalmente de su solubilidad en los diferentes fluidos biológicos, la permeabilidad de los
pulmones para el tóxico, el volumen de aire inhalado, la concentración del tóxico en dicho aire, el
volumen de sangre en los pulmones, y el gradiente de concentración de los vapores entre el aire
inhalado y la sangre.
La vía dérmica contribuye en muchos casos a la absorción de los tóxicos industriales. No hay que
olvidar a este respecto, que las dermatosis constituyen la patología laboral más frecuente dentro de las
enfermedades profesionales.
En general, los tóxicos son absorbidos más lentamente y menos completamente a través de la piel que
por los tractos gastrointestinal y respiratorio.
Una vez que el tóxico ha superado la barrera que representan los mecanismos de protección, es decir,
una vez se ha producido su absorción, tiene lugar su distribución por la sangre, lo que conduce a
determinadas localizaciones y acumulaciones en los diferentes tejidos y órganos, dependiendo de la
naturaleza del tóxico. Como ejemplo de lo anterior podemos decir que los metales se fijan sobre el
hígado, los estupefacientes e hipnóticos en el sistema nervioso, el benceno sobre la médula ósea, etc.
Lógicamente la localización del tóxico depende en gran medida de la vía de entrada, ya que ésta fija el
camino que ha de recorrer la sustancia en el organismo.
Desde el momento en que el tóxico entra en el organismo diversos sistemas enzimáticos y reacciones
químicas de transformación, tratan por una parte de oponerse a su acción perjudicial, y por otra de
facilitar su eliminación. Es lo que en conjunto se conoce como mecanismos de desintoxicación. En la
siguiente Tabla se presentan diversos tipos de transformaciones que sufren ciertos tóxicos en el
organismo. Se trata en general de conseguir la lipofilia del tóxico con objeto de facilitar su excrección
por orina y heces que son medios acuosos. Esto se consigue aumentando la polaridad del tóxico por
reacciones enzimáticas o mediante reacciones de conjugación con intermedios metabólicos presentes
de forma natural en el organismo.
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Las reacciones de desintoxicación mediante las cuales el organismo intenta destruir, anular o disminuir
los efectos del tóxico, se llevan a cabo preferentemente en ciertos órganos o tejidos. El hígado es el
lugar donde ocurren una gran mayoría de ellas. También tienen poder antitóxico los pulmones, el
tiroides, las glándulas suprarenales, el bazo, los centros nerviosos, etc.
Por último, los tóxicos son eliminados a través de la orina, bilis, sudor, saliva, vómitos, deyecciones y
respiración.
Se ha hecho referencia con anterioridad a las barreras que el organismo dispone para hacer frente a los
tóxicos. Cada vía de entrada cuenta con sus propios mecanismos de protección o autodefensa.
En cuanto al sistema respiratorio, los conductos nasales así como los pulmonares, están cubiertos por
una membrana mucosa recubierta a su vez por un líquido espeso denominado moco, existiendo un
mecanismo que impulsa dicho líquido desde las partes profundas del pulmón hasta la faringe, a lo que
contribuye también el movimiento rítmico de una multitud de pequeños pelitos denominados cilios.
Como consecuencia del movimiento del moco hacia la faringe existe un mecanismo continuo de
limpieza.
Otros dos mecanismos de defensa de esta vía son la acción macrófaga de unas células especiales
denominadas fagocitos, y el que constituye el sistema linfático.
La piel, como consecuencia de su estructura, también dispone de un mecanismo propio de defensa. Las
células superficiales de la epidermis sufren modificaciones profundas en su constitución química que
las confiere una resistencia particular contra la agresión de agentes externos. La piel intacta es
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impermeable a las soluciones acuosas y a los sólidos, pero resulta permeable a aquellos gases, líquidos
y soluciones que son solubles o solubilizan los lípidos existentes en las membranas de la epidermis.
Tampoco hay que olvidar que la epidermis presenta unas vías de acceso hacia el tejido conjuntivo
subyacente, constituidas por los folículos pilosos y las glándulas sebáceas anexionadas a ellos, que
favorecen la absorción de los tóxicos.
Se considera interesante repasar algunos conceptos que sirven actualmente para la clasificación de
las sustancias y mezclas según sus posibles efectos para la salud:
En general se pueden distinguir efectos agudos, cuando se presentan después de muy poco tiempo
de la exposición, por ejemplo, algunas horas, y de manera clara y normalmente fácilmente
reconocible, como la asfixia, los vómitos y la pérdida de visión, y efectos crónicos, cuando se
presentan después de un largo tiempo (meses y hasta muchos años) de producirse la exposición, que
puede ser repetida durante un cierto tiempo, no siendo tan manifiestamente reconocibles y difíciles
de relacionar con la situación que los ha causado.
También los efectos pueden ser calificados como reversibles e irreversibles, si después de un cierto
tiempo, en ausencia de exposición, el organismo se recupera por completo y alcanza su estado
normal o si al contrario, quedan secuelas y no se llega a volver al estado normal. Por ejemplo, una
irritación pasajera y una ceguera permanente, respectivamente.
Es también muy importante, sobre todo en relación con las acciones tóxicas a largo plazo, tener en
cuenta la capacidad de acumulación de los agentes tóxicos, o en su caso, la de sus metabolitos, en
diversos órganos y tejidos del organismo. Unos no se eliminan o lo hacen a muy baja velocidad, los
de efectos acumulativos, otros lo hacen lentamente con lo que a la larga también se acumulan en el
cuerpo salvo que hayan largos períodos de no exposición que permitan su total eliminación, son los
de efectos parcialmente acumulativos, y finalmente, los de efectos no acumulativos, son los que se
eliminan rápidamente.
En muchos casos los contaminantes suelen actuar en el organismo independientemente unos de
otros, pero en otros puede resultar que potencien o inhiban los efectos que resultarían en ausencia
de cualquier otro tóxico. Como es lógico, habrá que tener en cuenta al estudiar una exposición a un
determinado agente, la presencia de algún otro que pueda interaccionar con él.
En los ensayos que se realizan para determinar la toxicidad de una sustancia se utilizan diversos
conceptos, de los que conviene destacar los siguientes:
Toxicidad aguda que se refiere a los efectos desfavorables que se manifiestan durante un
período de tiempo, en general 14 días, después de la administración de una dosis única.
Toxicidad subaguda / subcrónica, referida a los efectos adversos aparecidos al recibir
diariamente una determinada dosis (o estar expuesto diariamente a un agente químico) durante
un breve período de tiempo.
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Dosis letal media, DL50 , dosis única que estadísticamente causa la muerte del 50% de los
animales a los que se le ha administrado. Se expresa en masa de sustancia ensayada por unidad
de peso del animal sometido al ensayo (mg/kg).
Concentración letal media, CL50 , concentración de la sustancia ensayada a la que se exponen
los animales de ensayo y que estadísticamente causa la muerte del 50% de los mismos al cabo
de un tiempo determinado. Se suele expresar en masa de sustancia por unidad de volumen de
aire en determinadas condiciones (mg/L).
Nivel sin efectos tóxicos, dosis o nivel de exposición máximo que no ofrece signos detectables
de toxicidad.
Dosis máxima tolerada, DMT, dosis o nivel de exposición más alto que produciendo toxicidad
en los animales de experimentación, no llega a alterar de forma importante su supervivencia.
Los efectos tóxicos a que dan lugar los productos industriales son múltiples, pero se pueden agrupar
como sigue:
- Irritantes del tejido pulmonar. Constituido por sustancias poco solubles en agua,
tales como los óxidos de nitrógeno, fosgeno, tricloruro de arsénico,
hidrocarburos aromáticos, etc.
• Anestésicos y narcóticos. Los compuestos que producen estos efectos actúan como
depresores del sistema nervioso central. Forman este grupo la gran mayoría de los
disolventes industriales, entre los que podemos citar: Hidrocarburos alifáticos, olefinicos, y
acetilénicos, éteres alifáticos, alcoholes, cetonas, esteres, derivados halogenados alifáticos,
etc.
• Tóxicos que dañan el tejido pulmonar. Este grupo incluye en mayor o menor grado todos
los polvos industriales. Según el efecto que producen podemos considerar los siguientes
grupos:
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Polvos alergénicos. Son compuestos, bien en forma de fibras o polvos, que pueden
producir reacciones de tipo alérgico, como el polen, polvos de madera, resinas,
fibras vegetales y sintéticas, etc.
- Hepatotóxicos. Son los tóxicos del hígado. Tal es el caso de los hidrocarburos
halogenados y las nitrosoaminas. En la tabla VI se presenta una lista parcial de
productos químicos de uso industrial y sus efectos hepatotóxicos en la especie
humana.
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Tabla. Lista parcial de productos químicos de uso industrial frecuente y su respuesta hepática en
humanos.
Sales inorgánicas de arsénico Como pesticida y en aleaciones. Lesiones agudas y muerte de las
En la producción de cerámica, células de parénquina. Cirrosis,
pinturas, tintes y semi- angiosarcoma.
conductores.
En aleaciones, cerámica y
Berilio materiales refractarios. Equipa- Granulomas
miento eléctrico
Como disolvente
Dimetil acetamida y dimetil formamina Lesiones agudas y muerte de las
células del parénquima.
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• Asociación de sustancias. El efecto ejercido por un tóxico puede ser modificado por su
asociación con otros tóxicos.
La principal fuente de información sobre la toxicidad son los estudios epidemiológicos. Los dos tipos
principales de estos estudios son de carácter retrospectivo y prospectivo.
Con los estudios retrospectivos se recopila información del pasado. Los estudios prospectivos
recogen información por medio de las investigaciones que se realizan en el presente.
Entre los estudios toxicológicos se hallan los estudios de toxicidad aguda, que analizan las
exposiciones a corto plazo y los estudios de toxicidad crónica, que analizan las exposiciones a
través de un largo período de tiempo.
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La Epidemiología, (etimológicamente viene de los vocablos griegos epi = sobre y demos = pueblo),
forma parte de los conocimientos que integran las Ciencias de la Salud, y más específicamente,
dentro de éstas, la Epidemiología es la parte de la Salud Pública que trata de conocer las formas en
que enferma la población, intentando dar respuesta, entre otras, a las preguntas de ¿quiénes
enferman?, ¿cómo lo hacen y cómo se manifiesta el daño?, ¿dónde y cuándo?, además de otros
factores y circunstancias relacionadas, y sobre todo, a efectos de actuación preventiva, ¿por qué
enferma esa población?
Dicho de otra manera, la Epidemiología estudia cuántas personas han enfermado, o muerto, por
ejemplo, por tétanos en diferentes periodos de tiempo, un año, un decenio, un siglo, y cuántos se
espera que lo hagan en la próxima década. Lo que no va a decir es si una persona concreta va
enfermar o no. Sólo habla de la probabilidad de que lo haga, en función de factores de riesgo como
grupo de edad al que pertenece, sus actividades laborales y de ocio, las enfermedades que alteran su
respuesta inmunológica, procesos crónicos que aumentan su vulnerabilidad, etc.
El concepto de Epidemiología tiene múltiples aplicaciones en el campo de la salud humana. Por
ejemplo, se habla de epidemiología de las enfermedades transmisibles como gripe, tuberculosis,
sífilis o paludismo. También se habla de epidemiología de otros daños humanos que no tienen la
capacidad de ser transmitidos de una persona a otra, como demencias seniles, diabetes mellitus o
mortalidad perinatal. Podemos hablar de un tercer grupo de enfermedades o daños en seres
humanos que responden a la presencia y actuación sobre ellos, dando lugar a lesiones,
enfermedades, invalideces o incapacidades, e incluso a la muerte, cuales son los accidentes de
tránsito, las lesiones por práctica de actividades deportivas, las consecuencias de conductas no
saludables, como comer en exceso (obesidad), tomar demasiado sol y sin protección adecuada
(lesiones y cáncer cutáneos), entre otras patologías.
Pues bien, en todos esos casos se habla de epidemiología de enfermedades. En unos casos son
transmisibles (gripe, etc.); otros son procesos no transmisibles (obesidad, infarto agudo de
miocardio, procesos reumáticos, etc.) y, a los efectos que aquí interesan, Epidemiología de los
Accidentes de Trabajo y del Enfermedades Profesionales.
Hay que advertir que las clasificaciones etiopatogénicas (causa y desarrollo), por un lado, y legal,
por otro, no son congruentes. Por ejemplo, una enfermedad transmisible como la producida por el
virus de la Hepatitis B, puede ser, en tres trabajadores diferentes de un centro hospitalario,
enfermedad común, en uno, enfermedad profesional, en otro, y accidente de trabajo en un tercero.
La explicación, que no corresponde a este lugar, está en relación con la forma en que le fue
transmitido el agente, las condiciones del puesto de trabajo de cada uno y, por tanto, de los riesgos
asociados al mismo. El proceso médico-clínico (sintomatología y tratamiento) es semejante en los
tres casos, pero la catalogación laboral (Ley de la Seguridad Social) y las acciones preventivas
derivadas, no.
El término Epidemiología Laboral se aplica al contexto del conocimiento y control de los factores
de riesgo que pueden provocar daño en la persona que trabaja, y a los daños, las consecuencias que
provoca con cada una de las tres formas de manifestarse: 1) Accidentes de Trabajo (aspectos
traumatológicos generalmente, pero en modo alguno exclusivos); 2) Enfermedades Profesionales
(las que están en la lista oficial de Seguridad Social, y sólo ellas); y 3) daños que se conocen como
Enfermedades Relacionadas con el Trabajo, que son los daños clínicos que sufridos por el
trabajador y que estando relacionados causalmente con su actividad laboral, no son catalogados
directamente como Accidente de Trabajo o Enfermedad profesional. En este último apartado entran,
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Es una obviedad decir que la estructura del Reconocimiento médico a trabajadores de una
fundición, por ej., es muy diferente del que se realiza a personal de oficina de una agencia de viajes.
En la fundición, si tal recoge la evaluación de riesgos que realizan los higienistas, deberán ser
realizados controles audiométricos, en tanto que en los de la agencia será determinante conocer la
percepción subjetiva de control sobre su trabajo. Ello no significa que el control sobre su trabajo no
sea importante en la fundición, o que no importe el estado de la función auditiva de los oficinistas,
pero los de la fundición no tienen como riesgo principal llegar a un burn out (síndrome del
trabajador “quemado”), ni los oficinistas quedarse sordos.
Por tanto, el reconocimiento médico debe, además de lo que dice la legislación respecto de cada
riesgo específico, para cumplir tres requisitos:
1. Las exploraciones, pruebas y analíticas habrán de ser congruentes con lo que se pretende
evaluar.
2. Estas acciones deberán ser capaces de detectar la enfermedad en un estadio preclínico.
3. El balance de los costes sanitarios y económicos en relación con los resultados habrá de ser
eficiente.
Todo esto quiere decir que un reconocimiento médico a los trabajadores, por ej., con riesgo laboral
de plomo, con análisis costosos de serología, proteinogramas, u otros, si no incluyen la
determinación de la plumbemia, estará incumpliendo, al menos, los requisitos 1 y 2, porque esos
trabajadores están siendo sometidos a reconocimiento médico de forma periódica, a la espera de
detectar alguno de los síntomas neurológicos, psiquiátricos o digestivos de la intoxicación por
plomo. Ese tipo de síntomas aparecerán sólo en un estado avanzado de la intoxicación. Estos
aspectos representan el reto de definir indicadores clínico-analíticos precoces (estadio subclínico)
para cada enfermedad que signifique riesgo en un puesto de trabajo.
El punto 3 da la contrapartida respecto de lo que es asumible o no, en el diseño por el Servicio
Médico de cada empresa. Unas exploraciones y análisis de alto coste individual, para detectar
patología de muy baja incidencia, pueden no ser la adecuadas como método de control de riesgos en
los aspectos sanitarios, debiendo optarse por otras alternativas.
Estos aspectos son consecuencia de la realidad de saber que no todas las enfermedades y daños que
tienen relación con el puesto de trabajo son susceptibles de ser controladas mediante
reconocimiento médico. Esto es especialmente importante a la hora de realizar la vigilancia de la
salud, a través de reconocimientos médicos, de las llamadas enfermedades relacionadas con el
trabajo. Por ejemplo, serían alteraciones crónicas respiratorias, como asma, bronquitis crónica, etc.,
en trabajadores con ambiente laboral polvoriento (minería, construcción, canteras, madera, etc.). En
estos casos, los controles ambientales tienen una importancia clave. Es decir, que el reconocimiento
médico ha de ser específicamente diseñado para detectar lo que se busca; en otro caso, los hallazgos
más o menos fortuitos o inesperados se deben realizar con otras técnicas médicas, como la de la
metodología de los sucesos centinela.
La Epidemiología Laboral tiene, al menos, las siguientes aplicaciones:
a) Conocer y cuantificar los tipos de enfermos y los procesos que sufren los trabajadores, y
conocer los puestos y condiciones de los trabajos. Son datos descriptivos. Al tiempo,
sirven también para decidir las prioridades de los Programas Preventivos a desarrollar en
la empresa.
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e) Detectar el exceso de riesgo de enfermar en un colectivo laboral. Esa medida se hace por
comparación de tasas, con la población general, con otras empresas, con otros periodos,
etc.
f) Establecer, cuando no los hay, y revisar, cuando ya existen, los niveles de exposición
permisible. Estos niveles se establecen, en principio, mediante experimentación animal
(no sería ético hacerlo en seres humanos). Con esos datos se construyen las Curvas
Dosis/Respuesta. La Epidemiología Laboral en estos casos posibilita ajustar esos niveles
y evalúa si deben ser modificados o mantenidos cual están.
Razón: División entre dos cantidades. Por ejemplo: Razón 4,5:1 es la relación de casos de
expuestos entre una empresa (zona, taller, etc.) y otra.
Proporción: División en que el numerador incluye el denominador. Por ejemplo:
Proporción 6,3 %, porque están expuestos 6,3 trabajadores de cada 100.
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