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Intervenir en el mundo que nos rodea implica poder conocer los parámetros es-
paciales de los objetos (volumen, dirección, movimiento) y sus relaciones es-
paciales, pero también implica saber movilizar nuestro cuerpo en el seno de un
espacio real ya conocido o explorado, gracias a la lectura, en un mapa, de las
relaciones topográficas. Gracias a Hecaen (1972), podemos distinguir los pro-
blemas de la percepción espacial y los trastornos de la manipulación y de la
memoria de los datos espaciales y topográficos.
Fig. 8.1. Ejemplo extraído del test de juicio de dirección de líneas de Benton (1978).
afectan a uno u otro lóbulo parietal y, si son bilaterales, se expresan con una
mayor severidad en el hemicuerpo contralateral.
En las ataxias del espejo, las lesiones se localizan entre la parte posterior de
la porción inferior del giro poscentral y el giro supramarginal, así como en lo
profundo de la cisura intraparietal anterior. En las agnosias del espejo, las le-
siones afectan a la confluencia temporoparietooccipital y a las proximidades
del surco temporal superior (Binkofski et al., 1999).
enumerar las estaciones de metro o los nombres de las calles, etc.). Se pierden
incluso en sus propias casas, mostrando serias dificultades para encontrar la
puerta de la cocina, del salón o del baño por aproximaciones sucesivas.
Frecuentemente, existen alteraciones asociadas: hemianopsia, a veces de un
cuadrante o del campo visual izquierdo, acromatopsia, prosopagnosia, apraxia
constructiva, apraxia del vestido, agrafias, alexias y acalculias de tipo espacial.
Cuando la desorientación topográfica se entremezcla con una agnosia espacial
unilateral, la desorganización espacial es masiva.
Las lesiones son bilaterales o unilaterales y, en esos casos, se otorga una fun-
ción preponderante a la región occipital del hemisferio derecho y al giro parahi-
pocámpico derecho, al igual que a la sustancia blanca adyacente al territorio de
la arteria cerebral posterior. Esta topografía lesiva puede apoyar tanto la hipóte-
sis de un trastorno agnósico (lóbulo occipital) como la de un déficit mnésico
(giro parahipocámpico), concibiendo la desorientación espacial como una alte-
ración de los mecanismos de aprendizaje y del recuerdo de las informaciones vi-
suales, que estructuran geográficamente el contexto dentro del cual se desplaza
el ser humano. Sea cual sea la explicación, lo más sorprendente es el carácter ex-
tremadamente especializado de las alteraciones, puesto que una desorientación
espacial puede existir en ausencia de una planotopocinesia y sin alteraciones ele-
mentales de la memorización espacial, como el aprendizaje de un laberinto.
122 Neuropsicología
BIBLIOGRAFÍA