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UNIDAD I:

1. - Conceptos fundamentales del Derecho Penal:


1. Derecho penal y control social. Concepto y formas.

El control social es una “condición básica irrenunciable de la vida social” mediante la cual todo grupo o comunidad
asegura las normas y expectativas de conducta de sus miembros indispensables para seguir existiendo como tal, a la
par que pone límites a la libertad del hombre y conduce a su socialización como integrante del grupo.

Abarca las normas colectivas, las sanciones sociales y los procesos de control que presionan sobre el comportamiento
humano individual en sus aspectos exteriores, para lograr la adecuación a ciertas reglas de conducta que protegen los
intereses fundamentales para la convivencia en comunidad.

Las distintas formas de control social se diferencian entre sí según el grado de formalización que presentan:

1) Encontramos medios de control social informales como la familia, la escuela y la educación en sus distintos
niveles, el trabajo, la profesión, las costumbres y usos sociales, las normas morales, las ideas religiosas, los
sindicatos, las asociaciones deportivas, los medios masivos de comunicación.
2) Existe el control social formal representado por las reglas jurídicas en general, y las del derecho penal en
particular, que es un medio de control jurídico altamente formalizado, que constituye tan solo una parte del
sistema penal integrado por las normas, las sanciones, los procedimientos y el aparato institucional encargado
de su aplicación.

2. Funciones del Derecho penal:


a) Tutela de bienes jurídicos y/o de valores ético-sociales y/o de la vigencia de la norma;

Funciones de tutela de bienes jurídicos y de motivación

“Un Estado social y democrático de derecho solo deberá amparar como bienes jurídicos condiciones de la vida social,
en la medida en que afecten las posibilidades de participación de individuos en el sistema social. Y para que dichos
bienes jurídicos merezcan ser protegidos penalmente y considerarse bienes jurídico-penales, será preciso que tengan
una importancia fundamental. Todo ello puede verse como una exigencia del Estado social y democrático. El
postulado de que las condiciones sociales a proteger deban servir de base a la posibilidad de participación de
individuos en el sistema social, puede fundarse en el Estado democrático. … También encuentra en este último
fundamento la exigencia de que sean los propios ciudadanos quienes decidan qué objetos reúnen las condiciones
requeridas para constituir bienes jurídico-penales. El Estado de derecho y el principio de legalidad material que
impone, aconsejan que los distintos objetos cuya lesión pueda determinar la intervención penal, se concreten en forma
bien diferenciada en un catálogo de bienes jurídicos específicos correspondientes a los distintos tipos de delito”.

Este modelo de Estado nos aconseja decidirnos por la prevención limitada postulada por MIR PUIG, que combina la
protección de la sociedad frente al delito, no solo con las garantías que ofrecía la concepción retributiva, sino también
con las de otros principios limitadores.

Surge así la afirmación de los valores jurídicos de la sociedad mediante la prevención general positiva, dirigida a
todos los integrantes de la comunidad incluidos los ciudadanos honrados y cumplidores de la ley.

El concepto de bien jurídico le brinda al legislador un criterio político-criminal acerca de los comportamientos que
puede amenazar con pena y los que debe dejar libres de la intervención punitiva estatal.

Función de tutela de valores ético-sociales

Si bien partía de una concepción trascendente del bien jurídico WELZEL sostenía que aquel estaba sujeto a la
supremacía de la lesión del deber, pues la misión central del derecho era asegurar “la vigencia de los valores de acto
ético-sociales de carácter positivo. Estos valores del actuar conforme a derecho, arraigados en la permanente
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conciencia jurídica constituyen el trasfondo ético-social positivo de las normas jurídico penales. …. Al castigar el
derecho la efectiva inobservancia de los valores de la conciencia jurídica, protege al mismo tiempo los bienes jurídicos
a los que están referidos aquellos valores de acto.

Función de tutela de la vigencia de la norma

GÜNTHER JAKOBS le niega importancia a la teoría del bien jurídico para configurar la función del derecho penal:
“Correlativamente a la ubicación de la infracción de la norma y de la pena en la esfera del significado, y no en la de
las consecuencias externas de la conducta, no puede considerarse misión de la pena evitar lesiones de bienes jurídicos.
Su misión es más bien reafirmar la vigencia de la norma, debiendo equipararse vigencia y efecto.”.

Por ello hemos sostenido que la función del derecho penal para JAKOBS es restablecer en el plano de la
comunicación la vigencia perturbada de la norma, cuando existe un procedimiento a causa de la infracción a ella.

En JAKOBS se desdibuja y pierde relevancia el discurso del bien jurídico. Ello significa que el derecho penal protege
la vigencia de las normas, y esta es el bien jurídico del derecho penal.

b) Motivación.

La función de motivación fue expuesta inicialmente por GIMBERNAT ORDEIG, partiendo de las tesis psicoanalistas,
con estas palabras: “De la misma manera que el padre castiga al niño pequeño cuando se comporta mal, a fin de
forzarle a reprimir aquellos impulsos cuya satisfacción perjudican al niño o a los demás, así también la Sociedad tiene
que acudir a la pena: para reforzar aquellas prohibiciones cuya observancia es absolutamente necesaria, para evitar la
ejecución de acciones que atacan las bases de la convivencia social, para conferir en fin a tales prohibiciones un
especial vigor que eleve en la instancia de la conciencia su efecto inhibidor”.

3. Fundamentación antropológica.

La ley penal cuanto la dogmática jurídico-penal, implica la comprensión antropológica que subyace a todo accionar
humano. La ley penal no puede decirnos qué es el hombre, tampoco lo crea, sino que es un instrumento para el
hombre y no puede aspirar más que a reconocer al hombre tal cual es.

El derecho penal da una comprensión no definitiva ni estática del hombre sino cotidiana y dinámica, ya que el orden
jurídico se va modificando consecuentemente a los cambios que sufre el hombre tanto en sí mismo cuanto en sus
circunstancias.

Si separamos a derecho penal de su significación, le quitamos su carácter de hecho humano, razón por la cual es
necesaria una comprensión teleológica del derecho penal fundada en lo antropológico.

Esta necesaria fundamentación antropológica del derecho penal no implica desembocar en posiciones jusnaturalistas.

Según ZAFFARONI el derecho penal presupone las siguientes condiciones mínimas: 1) ser un orden regulador de
conductas humanas; 2) que no haya contradicción entre sus desvaloraciones de conductas humanas; 3) que no
pretenda regular conductas ignorando las leyes del mundo físico; 4) que reconozca la autodeterminación del hombre.

Los principios fundamentales reguladores del control penal.

El derecho penal es una forma de control social tan significativa que ha sido monopolizada por el Estado pero la
potestad punitiva de este debe ser delimitada con la mayor claridad posible como garantía del ciudadano. De allí la
exigencia del principio de legalidad en la represión que impone la regulación de la materia penal mediante normas
aprobadas por los representantes del pueblo. Los conceptos fundamentales del derecho penal son el delito y la pena (y
las medidas de seguridad).

4. Concepciones del Derecho penal:


de hecho y de autor,
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Tanto quienes entienden al delito como infracción de deberes ético-sociales, como los que lo consideran una conducta
socialmente dañosa porque lesiona o pone en peligro bienes jurídicamente protegidos, coinciden en ligar la definición
de delito a la comisión de un hecho y en considerar secundarias las características personales de su autor. Se trata del
derecho penal de hecho o de acto.

Quienes ven en el delito la expresión de un sentimiento jurídico depravado o de una forma de ser del autor, sostienen
la concepción del derecho penal de autor, para la cual el hecho solo tiene un valor sintomático de la personalidad
peligrosa de su autor, que es lo reprochable y debe ser corregida.

de culpabilidad y de peligrosidad,

La primera concepción sostiene que para que a un ser humano se le pueda reprochar una conducta, es imprescindible
que tenga la posibilidad de elegir.

Si se piensa que el hombre solo actúa movido por causas que lo determinan y que no es posible distinguir la conducta
humana de los restantes hechos de la naturaleza, estaremos en presencia de una caracterización peligrosista del
derecho penal.

Pensamos con NÚÑEZ que si bien no es posible afirmar que al cometer el delito el autor pudo realmente determinarse
de manera distinta, la experiencia permite sostener que otros individuos, utilizando su conciencia y voluntad, se han
comportado de manera distinta en casos semejantes.

Agrega dicho autor que el principio de culpabilidad tiene jerarquía constitucional en virtud de la garantía para la
libertad civil que deriva de la cláusula del art. 19 C.N.

liberal y autoritario.-

Sostiene NÚÑEZ que un derecho penal es liberal cuando representa un sistema de seguridad jurídica frente a lo
punible y sus consecuencias, a la par que cumple una función de garantía de los derechos de los gobernados frente a
los gobernantes.

Para que un derecho penal pueda encuadrar en tal categoría debe excluir el castigo de las ideas y sentimientos; no ha
de perseguir un objetivo ético, de dirección de las conciencias y voluntades; y tiene que consagrar el principio según el
cual su única fuente es la ley previa al hecho cometido. Desde la óptica adjetiva, debe traducirse en la exigencia del
debido proceso judicial como presupuesto de sentencia condenatoria.

El derecho penal es autoritario si su objeto de protección no son los intereses de los individuos, sino los deberes de
estos con el Estado; el derecho penal deja de tener una función de garantía para los gobernados y prioriza la represión
conveniente para el gobernante, a la que se le asigna fines éticos.

2. - El modelo integrado de Ciencia penal:


1. El Derecho penal: Concepto.

El derecho penal es la parte del derecho compuesta por el conjunto de normas dotadas de sanción retributiva. Esto
porque no todas las consecuencias determinadas por el incumplimiento de un precepto jurídico son iguales o de la
misma naturaleza.

Se lo define también como una de las ramas del derecho. El derecho penal regula la potestad estatal de castigar,
determinando lo que es punible y sus consecuencias, que no se agotan en las penas; la finalidad punitiva representa el
objetivo principal en casi todo el ámbito de nuestro campo jurídico pero como aporte de la escuela positiva comprende
también las medidas de seguridad.

El derecho penal, como tarea legislativa, ya no se limita a asociar al delito consecuencias esencialmente represivas,
sino también, consecuencias exclusivamente preventivas. Es así como, en relación con su misión, en el derecho penal

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ya no predomina el “monismo”, sino el “binarismo”, vale decir, según las circunstancias en algunos casos aplicará
penas y en otros medidas de seguridad como por ejemplo las previstas en el art. 34 inc. 1, primer párrafo C.P. o la del
art. 52 del mismo cuerpo legal aunque ambas respondan a razones de política criminal absolutamente distintas.

Caracteres:
a) Derecho Público;

En esta clase de normas el Estado no deja librada a la voluntad de los individuos la creación de derechos, obligaciones
y responsabilidades, sino que fija normas directamente destinadas a la generalidad y procede como poder
soberanamente regulador de la conducta de los ciudadanos.

Al estudiar las fuentes de producción de las normas penales, veremos que solamente el Estado asume modernamente
ese carácter. La creación de las figuras delictivas y la amenaza de imponer una pena al transgresor es una actividad
típicamente pública del Estado.

b) Exterioridad;

En el derecho penal conviene subrayar ese aspecto, porque en este campo del derecho tal característica es el resultado
de una laboriosa conquista de la cultura humana. No se trata de un atributo formalmente inherente a toda norma penal,
sino de una característica que adquiere esta rama del derecho sobre todo bajo la influencia de la filosofía del siglo
XVIII, y que consiste en hacer depender la punibilidad de la constante exigencia de una actuación externa.

El derecho penal no constituye un orden puramente moral; los hechos que castiga no son la pura negación teórica de
un valor jurídico; son hechos afirmados en el mundo exterior, que vulneran objetivos importantes para la vida social.

Donde no hay acción, exteriorización, alteración real o potencial del mundo externo, no hay represión.

c) Judicialidad;

En todos los casos, el pronunciamiento sobre una situación creada respecto de la existencia del delito, la
responsabilidad y el castigo del autor, deberá emanar de un órgano público. Los órganos encargados de conocer y
resolver en las causas por responsabilidad penal son los tribunales judiciales que con arreglo a la Constitución
Nacional, constituciones provinciales y leyes reglamentarias, forman los poderes judiciales nacional y provincial con
competencia penal según la materia, la investidura de las personas y el territorio.

La realización judicial de la ley penal no es libre, sino que exige un “juicio previo fundado en ley anterior al hecho del
proceso”, que debe observar las formas sustanciales de la acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces
naturales del imputado; y en el cual es inviolable la defensa de la persona y de los derechos.

d) Sancionatorio.

La función de la retribución penal respecto de la violación de los preceptos consagrados por las otras ramas del
derecho, es lo que ha dado lugar a la discusión fundada en determinar si el derecho penal posee o no respecto de
aquellas, una autonomía sustancial.

Para unos, las definiciones del derecho penal dan lugar al nacimiento de una forma de ilicitud específicamente penal,
de manera que este derecho tiene una función constitutiva.

Para los otros, el derecho penal no tendría más función que la de sancionar las acciones que descubre como punibles,
cuando quebrantan una norma de derecho preestablecida situada fuera de él. El penal solo sería un derecho sin
sustancia propia, meramente sancionador, secundario o complementario, respecto de otras ramas jurídicas principales.

Lo que hace que una ilicitud sea de derecho penal, no es una característica sustancial, específica de esa ilicitud, sino el
carácter peculiar de la sanción penal, que la distingue de todas las otras consecuencias jurídicas del acto ilícito.

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Lo real es que si bien el derecho penal está sometido al principio de la unidad del sistema jurídico positivo goza de
autonomía para configurar y castigar delitos sin necesidad de la existencia de especiales regulaciones prohibitivas de
los otros sectores del derecho.

La función típica de la ley penal es la de crear tipos de acción que acarrearán una pena cuando sean ejecutados
antijurídicamente. Para efectuar esta valoración, el derecho todo forma una unidad. La prohibición penal es la
culminación y no el comienzo de la ilicitud.

Fines:

La vinculación del contenido del derecho penal a un sistema social configurado por los principios de la Constitución,
se ve reflejada en un conflicto permanente entre los fines que aquel debe cumplir, lo que genera una tensión dialéctica,
entre el interés de disminuir la violencia social extrapenal (la búsqueda de eficacia) y el interés de reducir la propia
violencia del sistema penal (la búsqueda de garantía).

Lograr la vigencia equilibrada de ambos fines es uno de los grandes desafíos para el Estado de derecho.

a) Eficacia;

La eficacia se concreta en la pretensión de prevenir la comisión de delitos.

b) Garantía.

La finalidad de garantía, que está ligada con el modelo personalista de sociedad, apunta a limitar la potestad punitiva
del Estado estableciendo los presupuestos formales y materiales de la intervención del derecho penal, para asegurar la
libertad.

Relaciones con las restantes ramas del ordenamiento jurídico.

El derecho penal como ciencia se relaciona:

Con el derecho constitucional. Así pues en la Constitución de un Estado liberal como el nuestro, es donde se
encuentran los principios de derecho público y aparecen consignadas todas las garantías cuya tutela debe proveer el
derecho penal.

La Constitución argentina es en primer lugar fuente de la ley penal.

Consagra principios fundamentales como son el de legalidad y el de reserva. Estas garantías reafirman el mandato
categórico de todo sistema republicano sintetizado en el nullum crimen, nulla poena sine praevia lege poenali.

Con el derecho civil. La relación entre el derecho civil y el derecho penal es paradojalmente armónica. Decimos esto
en razón de la ascendencia románica el primero y germánica del segundo.

Con relación a la obligación de reparar los daños causados por el delito, ambos ordenamientos coinciden.

Ambos códigos establecen la solidaridad por el daño causado por el delito para autores, cómplices e instigadores. El
Código Civil establece además el modo de indemnizar el daño causado por determinados delitos en particular.

Pero estas no son las únicas coincidencias existentes entre sendos cuerpos normativos; así reconocemos tanto para la
ley civil como para la ley penal la exigencia de la ley previa; las dos legitiman las conductas que importan el ejercicio
regular de los derechos; al momento del hecho ambos ordenamientos exigen sana inteligencia y libre voluntad; el
Código Civil establece cuestiones previas y prejudiciales que suspenden la prescripción de la acción penal y la
independencia de ambos fueros para los casos no contemplados en la excepción. Existe por último, correlación del
valor de la cosa juzgada respecto a la prueba sobre la culpabilidad o la inocencia del acusado.

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Con el derecho administrativo. Las relaciones del derecho penal con el derecho administrativo son de muy diverso
orden.

Así el Código Penal en la Parte Especial, prevé bajo el Título XI, un catálogo de delitos contra la administración
pública, entre los cuales figuran algunos que solo pueden cometer los funcionarios públicos como el abuso de
autoridad; el cohecho pasivo; el peculado y el prevaricato, entre otros.

Para la realización del derecho penal en la etapa denominada de instrucción penal preparatoria, la justicia penal
requiere de la colaboración policial sin la cual la investigación de los hechos delictivos no podría llevarse a cabo.

Hay además otras instituciones de orden administrativo que colaboran en la aplicación de la ley penal. En el periodo
de prisión preventiva como en el cumplimiento de la pena, los internos dependen del Servicio Penitenciario en todo lo
concerniente a los requerimientos personales que surjan durante el tiempo que dure la condena. Solo jurídicamente
dependen de su juez natural.

Podemos citar también el Patronato de Presos y Liberados y el Consejo Provincial del Menor, entre otras instituciones
de orden administrativo que intervienen en la aplicación de medidas preventivas o represivas.

Existe como una de las divisiones del derecho penal, de acuerdo a su contenido, el derecho penal administrativo o
contravencional del que nos ocuparemos oportunamente.

Con el derecho comercial. Las relaciones del derecho penal con el derecho comercial son básicamente del mismo
orden que con el derecho civil en cuanto a que uno y otro son fuente de obligaciones e instituciones que el derecho
penal sanciona con normas de carácter retributivo.

Con el derecho internacional. Las vinculaciones entre el derecho penal y el derecho internacional surgen claramente
cuando se consideran los problemas que plantea la aplicación de la ley penal en el espacio, según que los intereses
afectados sean los de un individuo o de un Estado.

El derecho internacional penal, tiene como principal cometido el estudio de la tipificación internacional de delitos por
vía de tratados y el establecimiento de la jurisdicción penal internacional. Se lo define también como el conjunto
armónico de normas que tienen por objeto regular situaciones de carácter represivo en la esfera internacional.

El derecho penal internacional determina el ámbito de validez de la ley penal de cada Estado y la competencia de sus
tribunales penales, ha sido definido también como el conjunto de normas que determina los límites recíprocos de la
aplicación de la ley penal en el espacio.

2. El Derecho penal en sentido subjetivo: La potestad punitiva del Estado.

La potestad represiva del Estado es el derecho-deber del Estado de aplicarle la pena establecida por la ley al partícipe
de un hecho penalmente típico, antijurídico y culpable.

Fundamentos:
a) Material;

El fundamento material del derecho penal en sentido subjetivo responde a la pregunta acerca de por qué se pueden
imponer sanciones penales. La respuesta depende de la función que se les asigne a estas, la cual está íntimamente
ligada a la concepción que se tenga de la pena.

b) Político.

El fundamento político del derecho penal subjetivo apunta a resolver el interrogante sobre por qué el Estado está
habilitado para castigar.

3. El Derecho penal en sentido objetivo: Contenido:


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a) Derecho penal sustantivo o material;

El derecho penal entendido como el conjunto de normas dotadas de sanción retributiva es una potestad del Estado que
presupone la de regular las condiciones del castigo o de la aplicación de una medida de seguridad. Esto es lo que se
denomina derecho penal sustantivo o derecho penal propiamente dicho, contenido materialmente en el Código Penal,
la legislación complementaria y especial.

b) Derecho procesal penal;

Esa misma potestad supone la de regular el juicio penal. Esta es la tarea que corresponde al derecho procesal penal.

c) Derecho penal ejecutivo.

El derecho penal ejecutivo determina los modos de aplicación de la pena o de las medidas de seguridad. El derecho
penitenciario es la parte más importante del derecho de ejecución penal. Es este derecho el que regula la efectiva
realización del derecho penal.

Especies del Derecho penal sustantivo:


Derecho penal codificado y complementario,

El Congreso de la Nación tiene la facultad de dictar el Código Penal. Ese Código se aplica en el ámbito de su materia
propia, en todo el territorio de la República, dando lugar al denominado derecho penal codificado o común.

El derecho penal complementario está configurado por la legislación que complementa al Código Penal.

Derecho penal común y especial.

Esta clasificación se distingue de la anterior en razón de que la materia que trata deviene de los textos
constitucionales, lo que equivale a decir que su especialidad proviene de regular a través de normas penales alguno de
los puntos especialmente regidos por la Constitución Nacional. Si esto ocurre, la ley ha de ser considerada especial,
concurriendo la jurisdicción ordinaria o federal, según que las cosas o las personas caigan bajo sus respectivos fueros.

4. El estudio científico del fenómeno penal:


a) La dogmática penal.

El considerar objeto del estudio del derecho penal a las normas jurídicas es característico de un enfoque dogmático,
porque presupone la existencia de una ley, y se propone su sistematización, interpretación y aplicación correctas.

Lo que caracteriza a toda dogmática jurídica consiste en el objeto estudiado por ella, que es siempre un derecho
positivo dado. Su existencia no es un accidente o el fruto de una opinión personal, sino una consecuencia ineludible
del solo hecho de que existan derechos positivos. La dogmática supone la distinción entre el derecho que es y el
derecho posible y se ocupa del primero.

La dogmática estudia un sistema de normas no ya en su momento estático, sino en su momento dinámico.

En lo que al derecho penal se refiere en particular, diremos que su explicación científica solo es posible mediante el
método dogmático que consiste en tomar el conjunto de preceptos vigentes y construir un sistema con ese material.

La teoría dogmática solo puede alimentarse del derecho vigente.

b) La política criminal.

En un primer sentido, se afirma que el material que las ciencias criminológicas le proporcionan para su estudio al
legislador penal, resulta mejor aprovechado mediante el auxilio de la política criminal. Esta no se mueve en el campo
de la prevención del delito ni en el de su descubrimiento.

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En esta primera acepción, la política criminal se refiere a los criterios a emplear para abordar el fenómeno de la
criminalidad y tiene por finalidad adecuar la legislación penal a las necesidades de la defensa de la sociedad frente al
delito, mediante la configuración del elenco de los delitos, las penas y las medidas de seguridad y las reglas que los
rigen, así como el mejoramiento del procedimiento penal y de la ejecución de las penas y de las medidas de seguridad
y corrección.

Pero con frecuencia se habla de política criminal en otro sentido, como rama del saber que tiene por objeto de estudio
la política criminal efectivamente seguida por el derecho penal o que este debería expresar.

c) La criminología.

La criminología es una disciplina nacida de las exposiciones del positivismo criminológico, influenciado por la
corriente filosófica surgida a fines del siglo XIX, que aplica métodos biológicos para el conocimiento de los
fenómenos sociales, que asimila la sociedad a un organismo, que trata sus cuestiones con términos médicos,
sometiéndola al método causal explicativo y que adhiere al determinismo de las acciones humanas.

La criminología se construye como una ciencia enciclopédica del delito. Pero esa idea implica confundir el delito
como institución estructurada y reglamentada por la ley penal, con el delito como fenómeno patológico individual y
social.

Para VON LISZT, la criminología es el estudio del delito como fenómeno. Trátase, según él, de una ciencia causal-
explicativa integrada por el estudio del proceso de causación. La criminología, para VON LISZT, es etiología criminal
y está integrada por el examen de dos órdenes de factores: Los subjetivos (antropología criminal) y los objetivos
(sociología criminal).

Aun cuando en sistemas criminológicos posteriores se mantiene a veces el predominio de la idea de construir la
criminología como etiología, lo cierto es que, además se ha destacado la importancia de la función meramente
descriptiva de los hechos y de las relaciones que entre ellos media.

La criminología, que se propuso bajo diferentes nombres, como fue el de “sociología criminal” como ciencia durante
el positivismo penal tuvo exclusivamente la marca de las ciencias causal-explicativas: pretendía descubrir la etiología
de lo criminal en la naturaleza individual y social y establecer las «leyes naturales» que regían la aparición de ella en
tales planos.

Pero, desde hace un tiempo relativamente breve, la denominación se utiliza para designar una tarea que la
criminología tradicional no había encarado. En primer lugar se varía su enfoque: en vez de estudiar la criminalidad,
estudia la criminalización. Esta nueva criminología ya no puede ser abastecida por el examen causal-explicativo de lo
criminal; tiene que introducirse en la crítica a la legitimidad del sistema, programar el derecho penal necesario para la
sociedad, e introducir ese programa en la concreta aplicación del derecho vigente. Esta obra, encarada en general por
la llamada corriente o escuela de la criminología crítica, tiene el efecto de esfumar los límites entre el estudio del
delincuente como persona individual, la sociología y el derecho penal, aspirando a sustituirlo todo por una
“criminología” que reconozca e imponga un nuevo orden de valores.

Objetivo, contenido, método y evolución de cada una.

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UNIDAD II:

Evolución histórica de las ideas penales:

1. Breve reseña histórica del pensamiento penal.

Este resumen no pretende agotar la historia de las ideas penales, sino trazar las grandes direcciones en la evolución
desde un derecho penal de carácter religioso a otro de carácter laico, desde uno de índole privada a otro público, desde
la responsabilidad colectiva y objetiva hasta la admisión de una responsabilidad individual y subjetiva, y desde una
punición basada en el arbitrio judicial ilimitado hasta un sistema de legalidad en la represión.

Si bien es cierto que los derechos romano, germánico y canónico fueron fuentes de no pocas instituciones penales, el
moderno derecho penal ha sido construido sobre la base de los postulados de la Ilustración o Iluminismo y
legislativamente se fue plasmando en el proceso de codificación posterior a la Revolución Francesa.

La evolución del pensamiento penal desde la Ilustración a la actualidad no ha seguido una línea homogénea.

Derecho romano

Sus rasgos más destacados fueron: la afirmación del carácter público del derecho penal durante el Imperio; la
diferenciación entre hechos dolosos y culposos y entre delito consumado y tentado; el desarrollo de la imputabilidad,
la culpabilidad y el error como causa excluyente de responsabilidad; la admisión de la prescripción de la acción penal;
la aceptación de la analogía en distintos períodos en los que se apartó del principio de legalidad.

Se consagra el sentido laico del derecho penal.

Derecho germánico

Su influencia en el derecho penal de hoy fue menor que la del derecho romano.

Inicialmente imperaba la institución de la Faida o venganza de la sangre, que determinaba que frente a ciertos delitos
no había otra alternativa que lesionar o matar al ofensor y se extendía a toda la familia del infractor.

En la evolución ulterior, para evitar la venganza, se pagaba una suma a la víctima del delito o a su grupo familiar, no
solo para compensar el daño sino también como castigo. También regía el precio de la paz como sistema
composicional consistente en el pago por el delincuente de una pena pecuniaria a favor del Estado como retribución
por la pérdida de la paz.

No se castigaba la tentativa delictual y la responsabilidad era preponderamente objetiva.

Derecho canónico

Durante la Edad Media el derecho canónico no solo fue un derecho disciplinario aplicable a sus fieles y a los clérigos,
sino que también abarcó al resto de la sociedad; en materia penal, consideró que la finalidad de la pena era la
enmienda del condenado a través de la penitencia.

Sus características salientes fueron:

a) Se trató de un derecho eminentemente subjetivista, pues establecía reglas sobre la culpabilidad.


b) Clasificó los delitos en tres categorías: los eclesiásticos; los meramente seculares; y los mixtos.
c) La pena mereció amplia consideración y diferente fundamentación: algunos la vieron como una retribución
divina; otros como venganza, intimidación y enmienda derivadas de la justicia conmutativa.
d) Introdujo algunas instituciones de carácter humanitario que atemperaron el rigor del derecho germánico.
e) Reconoce la igualdad de los hombres frente a la ley penal, pues todos son hijos de Dios.

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2. La denominada “Escuela Clásica” y sus predecesores.

A partir del siglo XVI hubo varios fenómenos que produjeron cambios sustanciales en el derecho penal.

Se operó la recepción del derecho romano en los territorios que tres siglos después constituirían Alemania. En 1532 en
Regensburg se sancionó la Constitutio Criminalis Carolina, que pese a la vigencia de algunos estatutos locales, fue el
único derecho penal hasta que entró a regir el Código Penal de 1871 y contribuyó a consolidar el monopolio del
Estado en materia represiva.

Pero el derecho penal del absolutismo entra en crisis terminal con la aparición del movimiento filosófico del
Iluminismo que culminó políticamente con la Revolución Francesa de 1789, con su Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano. Ello tuvo importantes repercusiones jurídicas: el surgimiento del constitucionalismo y la
manifestación de un derecho penal liberal.

La influencia de los pensadores de la Ilustración echó las bases de la Escuela Clásica del Derecho Penal, como la
llamó peyorativamente ENRICO FERRI, para englobar a todos los autores que con anterioridad a la aparición del
positivismo criminológico se habían ocupado de problemas jurídicos penales.

El más destacado de los precursores de dicha escuela fue el milanés CESARE BONESANA, marqués de BECCARIA,
que a los veinticinco años escribió un pequeño libro que tuvo gran repercusión, donde atacó duramente las
arbitrariedades de las prácticas penales imperantes, exigiendo una reforma de fondo.

Las ideas de BECCARIA se limitaron a postular los principios sobre el fundamento y el fin de la represión penal, pero
no contenían los elementos para constituir una ciencia del derecho penal que recién aparecen con la Escuela Toscana,
que abarca la teoría del delito y la teoría de la imputación o de la pena.

Tales principios fueron:

a) Principio de legalidad de los delitos y de las penas.


b) Prohibición de la interpretación judicial.
c) Clara distinción entre delito y pecado.
d) Proporcionalidad entre delitos y penas.
e) El sentido fundamental de la represión penal es salvaguardar a la sociedad.
f) La pena no es para atormentar al delincuente ni deshacer un delito ya cometido, sino para impedir al reo hacer
nuevos daños a sus conciudadanos y apartar a los demás de cometer otros iguales.
g) Publicidad y sistema acusatorio de la justicia penal, para erradicar los procesos secretos y la tortura del
sistema inquisitivo medioeval.
h) Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley penal.
i) Rechazo de la pena de muerte, por considerarla injusta, innecesaria e ineficaz.

Otro precursor de la humanización penal fue el inglés JOHN HOWARD, quien en su libro State of Prisons postuló la
reforma carcelaria sobre las siguientes bases: a) Higiene y alimentación; b) Disciplina distinta para los detenidos y los
encarcelados; c) Educación moral y religiosa; d) Trabajo; e) Sistema celular dulcificado.

La Escuela Toscana fue iniciada por GIOVANNI CARMIGNANI y culminó con su discípulo FRANCESCO
CARRARA. Sus postulados influyeron decisivamente en el Código Penal italiano de 1889.

Se trata de una teoría pura del delito con pretensiones de validez universal, pues establece los principios del derecho
penal. Es una doctrina ontológica jusnaturalista.

Emplea un método racional-deductivo, que afirma axiomas generales y abstractos que se aplican a casos particulares.

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Sistematiza el delito y la pena sobre la base de las teorías de las fuerzas, desde el doble punto de vista de su causa y de
su resultado.

Sostiene CARRARA en su obra principal que el delito no es un ente de hecho sino un ente jurídico, pues resulta de
una serie de fuerzas que chocan con la ley:

a) Fuerza física subjetiva: una acción humana exterior.


b) Fuerza física objetiva: tal acción debe ser contraria al derecho y ofender al derecho individual atacado. Se
trata de la actual antijuridicidad.
c) Fuerza moral subjetiva: la acción debe ser moralmente imputable al sujeto, dotado de libre albedrío. La
violación del derecho debe provenir de una voluntad libre e inteligente. Equivale a la actual culpabilidad.
d) Fuerza moral objetiva: debe mediar un daño político o social.

Como criterios complementarios para la imputación criminal establece la cualidad, la cantidad y el grado de los
delitos.

3. El Positivismo Criminológico y sus manifestaciones. Principales expositores de cada escuela y sus


obras.

En la segunda mitad del siglo XIX, el gran desarrollo alcanzado por las ciencias de la naturaleza repercute en la
ciencia del derecho y en el derecho penal, que a través de la escuela positiva va a pretender adoptar el método
inductivo y experimental propio de aquellas ciencias.

Surge entonces una concepción con postulados diametralmente opuestos a los de la Escuela Toscana, pues si para esta
el delito era un ente jurídico, para el positivismo criminológico italiano se tratará de una elaboración ineficaz para la
defensa de la sociedad frente al delito, que será entendido como un ente de hecho.

Las investigaciones del médico de prisiones CESARE LOMBROSO lo llevan a exponer en su obra El hombre
delincuente, una concepción denominada Antropología criminal, fundada en el estudio orgánico y sicológico de los
seres humanos.

El biologismo organicista de LOMBROSO desemboca en la sociología criminal de ENRIQUE FERRI, jurista para
quien el delito tenía como causas, factores individuales, físicos y sociales, que determinaban al delincuente a
cometerlo.

RAFAEL GARÓFALO aportó el concepto de peligrosidad del delincuente y su pronóstico como futuro autor de
delitos, que exigían que fuera neutralizado con medidas que importaban la vulneración de sus derechos, dando lugar al
estado peligroso sin delito.

Desde un punto de vista antropológico se ha sostenido la falacia de estas tesis, que nunca tuvieron comprobación
científica, pues no existen métodos para demostrar que cierto individuo está predestinado a cometer delitos en razón
de sus características sicosomáticas o de sus condicionamientos económicos, sociales, familiares o culturales.

Si bien tuvo gran importancia en el pensamiento de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX,
el éxito legislativo del positivismo criminológico fue mínimo, dado que no logró imponer el estado peligroso
predelictual, que fue rechazado por los defensores de un sistema de derecho penal liberal.

La conciliación de las posiciones extremas de las escuelas clásica y positiva a través de la llamada Tercera Escuela,
determinó que los principales aportes del positivismo criminológico fueron la admisión de las medidas de seguridad, y
la necesidad de tomar en cuenta ciertas pautas para formular un pronóstico sobre la peligrosidad del condenado a la
hora que el juez deba individualizar la pena.

4. Escuela Dogmática:

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Contrariamente a lo que sucede con la Teoría Pura del Delito de la Escuela Toscana la Escuela Dogmática se
caracteriza porque su objeto consiste en sistematizar el derecho penal conforme surge del ordenamiento jurídico
vigente en un país determinado, mediante principios que posibiliten su correcta aplicación.

El vocablo dogmática significa ciencia de los dogmas. La dogmática es ciencia, pues posee un objeto –el derecho
positivo– un método –el dogmático– y unos postulados generales –dogmas–.

Para Roxin la dogmática jurídico-penal es la disciplina que se ocupa de la interpretación, sistematización, elaboración
y desarrollo de las disposiciones legales y opiniones de la doctrina científica en el campo del derecho penal. Su
método tiene tres fases o momentos: interpretación, sistematización y crítica.

Desde el punto de vista dogmático, se entiende por delito toda conducta típica, antijurídica y culpable.

Es preciso pues la conjunción de dos clases de caracteres positivos: uno genérico que es la conducta humana, y tres
específicos cuales son la tipicidad, la antijuridicidad y la culpabilidad.

Tales categorías del hecho punible no se encuentran desconectadas entre sí, sino una a continuación de la otra en
orden secuencial y en una relación interna que se configura de acuerdo a las leyes lógicas de la anteposición y la
subordinación, y al principio de la regla y la excepción.

a) Frente a un determinado comportamiento humano lo primero que debe hacerse es comprobar si se adapta o no
a una o varias de las descripciones contenidas en la ley penal a través de los tipos delictivos, concluyendo
dicho juicio con la afirmación de la tipicidad o atipicidad de la conducta, según el caso;
b) Luego –si ella contradice tanto formal como materialmente el ordenamiento jurídico– se emitirá un nuevo
juicio y se señalará que es antijurídica, o en caso contrario que es conforme a derecho;
c) Si al autor le era exigible un comportamiento distinto del que realizó se emitirá el juicio de culpabilidad y en
caso contrario se dirá que la conducta es inculpable.

Podemos ver así cómo funciona el principio de la regla-excepción que antes mencionábamos, lo que nos muestra la
necesidad de la construcción lógica mediante la subdivisión en diferentes categorías. Es una concepción secuencial
pues el peso de la imputación va aumentando a medida que se pasa de una categoría a otra. Se trata de una ordenación
sistemática que tiene la ventaja de asegurar coherencia, racionalidad y seguridad a la aplicación del derecho penal.

Desde otro punto de vista, las teorías totalizadoras pretenden elaborar un concepto total o sintético del delito, que se
resume en una idea sobre aquello que debe constituir el punto de partida de la teoría jurídica del delito. Las dos ideas
básicas que tradicionalmente se han contrapuesto son: a) el delito es la infracción de un deber ético-social; b) se trata
de una lesión o puesta en peligro de un bien jurídico. Ellas se relacionan con el tema de la función del derecho penal.

Los métodos naturalista, neokantiano, finalista y teleológico

La Escuela Dogmática ha utilizado las metodologías naturalista, neokantiana, finalista y teleológica, que repercutieron
en las formulaciones teóricas del positivismo jurídico, el normativismo, el finalismo ontológico y el funcionalismo.

a) El positivismo jurídico;

Desde fines del siglo XIX el positivismo filosófico imperante, que dirige su interés al delito regulado por las normas
del derecho positivo, excluyendo toda valoración metajurídica, aplica un método científico-naturalista y experimental
propio de la corriente mecanicista, y llevó a afirmar la existencia de contenidos comunes en todos los delitos.

Ello se reflejó en una división del delito en categorías que pretendían sostener la distinción entre lo objetivo-externo
(acción - tipicidad - antijuridicidad) y lo subjetivo-interno (culpabilidad). Esta concepción del delito fue llamada
Positivismo Jurídico y ha sido seguida en nuestro país por SOLER, NÚÑEZ, FONTÁN BALESTRA, TERÁN
LOMAS, CREUS, LAJE ANAYA Y VIDAL.

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La acción es concebida causalmente como movimiento corporal voluntario o conducta humana voluntaria que causa
un cambio en el mundo exterior, que unía ambos elementos por el vínculo de causalidad, explicada a través de la
teoría de la equivalencia de condiciones; lo que caracteriza a la acción es el impulso de la voluntad sin tener en cuenta
su contenido, que es analizado dentro del dolo entendido como dolus malus, consistente en querer realizar algo que se
conoce como antijurídico, incluyendo –junto al elemento volitivo– el intelectual o cognoscitivo. La forma más leve de
culpabilidad era la culpa.

La capacidad de culpabilidad fue entendida como presupuesto de dicha categoría subjetiva y sicológica, comprensiva
de los procesos espirituales que se desarrollan en el interior del autor.

El tipo era un indicio de la antijuridicidad, y esta era concebida en sentido objetivo y normativo como una relación de
contradicción con el ordenamiento jurídico, de índole formal-negativa, que se excluía si mediaba una causa de
justificación.

En estrecha relación con el carácter objetivo y formal de este concepto de delito se halla la idea del Estado de
derecho, que encontró expresión buscando la seguridad y calculabilidad del derecho, y había de realizarse en la
vinculación del juez a sencillos y verificables conceptos sistemáticos.

Tales categorías sistemáticas naturalistas podían ser constatadas por el juez, quien podía obtener el sentido de la ley
penal mediante una interpretación que no necesitaba incorporar juicios valorativos; únicamente la antijuridicidad
constituía un cuerpo extraño de naturaleza normativa en el seno del sistema naturalista.

b) El normativismo penal;

A principios de nuestro siglo, tuvo honda repercusión en el derecho penal la influencia del pensamiento filosófico
neokantiano en la versión de la Escuela Sudoccidental alemana con la distinción entre las ciencias de la naturaleza y
las ciencias del espíritu o culturales y la orientación subjetivista de su método según el cual el conocimiento del objeto
estaba determinado por las categorías a priori de la mente del sujeto.

Se trata del normativismo o sistema neoclásico, al que adhirieron en Argentina, JIMÉNEZ DE ASÚA y FRÍAS
CABALLERO, en el cual –si bien se mantienen las categorías tradicionales antes mencionadas y el concepto causal de
acción– se las va a dotar de un contenido material concreto: la acción pasa a ser un concepto referido a un valor y no
un simple concepto natural; el tipo pasa de mero indicio de la antijuridicidad a ser el fundamento de esta y se
propugna la admisión de elementos subjetivos del injusto; la antijuridicidad se concibe materialmente, en lo que atañe
a su sustancia, porque va a importar más el porqué del juicio negativo de contradicción de la conducta con la norma
que la mera constatación de la contradicción formal de ella. La consecuencia de ello es la aceptación de causas
supralegales de justificación.

Se pasa de la concepción sicológica de la culpabilidad a una teoría normativa.

El sistema neoclásico concibe al injusto de modo predominantemente objetivo y a la culpabilidad como un elemento
subjetivo referido a lo normativo.

c) El finalismo;

Esta corriente hace su aparición luego de la Segunda Guerra Mundial, en el marco de los planteamientos
fenomenológicos de los años veinte.

Su fundador cuestiona la diferenciación impuesta en el positivismo jurídico entre elementos subjetivos objetivos, y
sostiene que ya en el primer elemento del delito debe distinguirse entre las consecuencias del obrar del hombre,
dominables por su voluntad y las que no lo sean.

Esta teoría, cuyos primeros y más conocidos representantes en nuestro país fueron BACIGALUPO y ZAFFARONI,
rechaza el procedimiento de valoración del sistema neokantiano, afirmando la existencia de categorías ontológicas,
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que son previas y provienen del campo del ser, que determinan el sentido de la valoración. Si el legislador quiere ser
coherente debe respetar tales estructuras lógico objetivas reales, previas al derecho, entre las cuales se encuentra la
estructura final de la acción. La acción es por eso acontecer “final”, no solamente “causal”, “… es un obrar
orientado conscientemente desde el fin”, y que “… el hombre puede prever las consecuencias posibles de su actividad,
proponerse fines diversos y dirigir su actividad, conforme a su plan, a la consecución de estos fines”; “… la finalidad
es “vidente”, la causalidad, “ciega”.

Dicho postulado, si bien no altera las categorías del delito, produce una distorsión sistemática al incluir el dolo y la
culpa en el tipo subjetivo, que junto al tipo objetivo dan lugar al tipo complejo o mixto, quedando reducido el concepto
normativo de la culpabilidad a la pura reprochabilidad, cuyos elementos son la imputabilidad, la posibilidad de
conocimiento de la antijuridicidad y la ausencia de causas de exclusión de la culpabilidad.

Se materializó la voluntad de la acción, sustituyendo el movimiento corporal voluntario por el ejercicio de actividad
final. El concepto de tipo –que vuelve a ser un indicio de la antijuridicidad– mediante la construcción del tipo
subjetivo con el núcleo situado en el dolo se convirtió en soporte de una materia de prohibición específicamente
jurídico-penal, que en ningún caso puede consistir exclusivamente en la causación de la lesión o el peligro de daño al
bien jurídico protegido penalmente (el desvalor del resultado), sino que siempre presupone también un desvalor de la
acción, dando lugar a la concepción de injusto personal.

La vertiente subjetivista del finalismo solo admite el desvalor de la acción.

d) Las tendencias funcionalistas o preventivistas.

La crisis del concepto de ciencia del derecho penal heredado del neokantismo es el rasgo más característico de la
actual situación de la dogmática penal del posfinalismo. La causa directa sería la mutación que han sufrido las
perspectivas desde las que debe considerarse el objeto del derecho penal, pues se trata de evitar la visión parcial que
considera exclusivamente a dicho derecho como conjunto de normas.

El derecho penal como sistema normativo que integra un ordenamiento jurídico continúa siendo el punto de partida de
la dogmática penal, pero no puede adoptarse una actitud estrictamente positivista limitándose a ello, sino que se
afirma que el derecho penal es un instrumento de control y de incidencia social.

Si se considera que el eje central para la concreción de su contenido es la función que desempeña en la sociedad, la
consecuencia es que el derecho penal ha dejado de reducir su investigación a la aceptación acrítica de la letra de la ley,
y va a tener en cuenta también los intereses que determinan los preceptos positivos y su aplicación a los casos que
juzgan los tribunales para evaluar si son adecuados a los fines del derecho penal, en el marco del proceso de control
social del cual el contenido concreto de la norma es solo una parte.

Factores desencadenantes

La idea de estudiar el derecho penal en sus múltiples dimensiones y de revisar el pensamiento dogmático tradicional,
es el resultado de una suma de factores:

A. Factores históricos
a) Los excesos del nacionalsocialismo, su derrota en la Segunda Guerra Mundial y la posterior ocupación de
Alemania por países de una tradición jurídica distinta a la continental europea, influyeron en el abandono
del positivismo y en la búsqueda por los juristas de valores fuera del derecho vigente que les permitieran,
ante situaciones análogas, hacer algo más que alegar su única vinculación al texto de la ley y poder
cuestionar su propio objeto de análisis.
b) El segundo factor histórico está dado por la ocupación angloamericana de Alemania, que puso a sus
juristas en contacto con el pensamiento problemático o tópico, que frente a la validez de los grandes
sistemas prioriza el estudio del caso concreto.
B. Factores científicos: el auge de las ciencias sociales
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A partir de los años cincuenta alcanzan gran desarrollo las ciencias sociales dotadas de un instrumento
conceptual metodológico y empírico que les confiere un estatuto propio en la teoría de las ciencias. El mejor
conocimiento de los sistemas sociales coincide a fines de los ’60 y de la mano de la crisis política e ideológica
representada por el Mayo francés de 1968, con el impulso de reformas sociales y políticas. El pensamiento
crítico propio de las ciencias sociales se traslada al derecho penal, llegando al extremo del utopismo ingenuo
del programa abolicionista.
Sobre estas bases se sientan las propuestas de integración entre ciencias sociales y ciencia jurídica, incluso la
consideración de esta como ciencia social, que tiene como consecuencia que el derecho penal deje de ser visto
como un sistema normativo cerrado y completo en sí mismo, y pase a ser entendido como instrumento de
control social.
Aquella relación interdisciplinaria de integración de nuestra materia con las ciencias sociales se refleja en los
tres momentos por los que pasa la vida de la norma penal: elaboración de la legislación, determinación de su
contenido y aplicación de la sanción penal.
El complementar la teoría con estudios de ciencias empíricas y de la aplicación práctica del derecho han de ser
los ejes de la nueva dogmática penal, que significa un gran desafío por la dificultad de combinar
adecuadamente el estudio de las normas y el de la realidad social.
C. La reforma de las legislaciones penales
La superación del modelo de Estado liberal decimonónico, la evolución de las relaciones económicas y
sociales y las nuevas concepciones ético-sociales, determinaron en la segunda mitad del siglo XX, el proceso
de reforma o sustitución de las legislaciones penales en los principales países del modelo jurídico continental
europeo.
Afrontar dicha tarea produjo un incremento de los estudios de política criminal, y paralelamente, una
revalorización de la Constitución como criterio rector de los problemas de reforma. También se toma
conciencia de la carga ideológica y política que tiene el derecho.
En los últimos años cobra singular relevancia la internacionalización del derecho penal a través de los pactos
internacionales de derechos humanos y el proceso de integración regional que en forma indirecta condiciona a
nuestra materia.

Los paradigmas funcionalistas de la actual dogmática penal

La confluencia de los factores antes enunciados, en especial, uno interno al propio derecho penal y otro externo abrió
el camino a una nueva tendencia dentro de la dogmática penal, que otorga prevalencia a las consideraciones
teleológico-normativas en el sistema jurídico del delito, produciendo la sustitución del modelo ontologista del
finalismo de WELZEL y sus discípulos, por los paradigmas funcionalistas de CLAUS ROXIN y GÜNTHER
JAKOBS.

Las principales vertientes del modelo funcionalista penal son las siguientes:

Funcionalismo sistémico o radical y sociológico de JAKOBS

En la última década se produjo una transformación radical que ha dejado de lado la dogmática de signo ontológico
propia del finalismo, ingresando a una etapa de renormativización. En su opinión, dado que la dogmática de base
ontológica se ha quebrado, para llenar de contenido la totalidad de conceptos dogmáticos recurre a las funciones del
derecho penal.

Las principales razones que explican la modificación del paradigma imperante son:

a) La influencia de la sociología en la dogmática penal, en la sociedad moderna de alta complejidad y de


interacciones entre individuos que tienen contactos anónimos, para cuyos problemas son insuficientes las
pautas tradicionales. Se trata de sociedades de “riesgos” que sus propios creadores a veces no pueden
controlar.

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b) La crisis de la filosofía del sujeto, donde la razón práctica derivada de HARTMANN es sustituida por la
razón comunicativa, que es una filosofía contraintuitiva. El derecho penal no se desarrolla en la conciencia
individual, sino en la comunicación. Sus actores son personas y sus condiciones no las estipula un sentimiento
individual, sino la sociedad. La principal condición para una sociedad que es respetuosa de la libertad de
actuación es la personalización de los sujetos.

Esta nueva concepción, que se inspira en la teoría de los sistemas sociales de NIKLAS LUHMANN, no tiene su punto
de partida en las percepciones del sujeto, sino en un conjunto descentralizado de condiciones objetivas. Ellas permiten
describir determinados procesos de comunicación, pero no indican cómo se debe actuar en cada caso concreto.

LUHMANN entiende que las normas de un sistema jurídico tienen un sentido comunicativo: Las comunicaciones
relacionadas con el derecho tienen una doble función: como factores de producción y como soportes de la estructura.

En esa línea de pensamiento, JAKOBS sostiene que la solución de un problema social a través del derecho penal se
produce por medio de un sistema jurídico en cuanto sistema social parcial que tiene lugar dentro de la sociedad, razón
por la cual no se puede desgajar al derecho penal de la sociedad. Las funciones son prestaciones que mantienen un
sistema.

a) La función del derecho penal es restablecer, en el plano de la comunicación, la vigencia perturbada de la


norma, cuando existe un procedimiento a causa de la infracción de ella.
b) La protección y confirmación de las normas que configuran la identidad social se logra a través de la pena
que sirve para ejercitar a los ciudadanos en la confianza hacia la norma, a tener fidelidad al derecho y
aceptar las consecuencias de la infracción a sus preceptos.
c) La configuración de la identidad social no se realiza a través de bienes jurídicos, sino de normas. En JAKOBS
se desdibuja el discurso del bien jurídico, calificado como metafórico de la vigencia de las normas.

La posición extrema del funcionalismo sistemático produce hondas repercusiones en las categorías de la teoría del
delito. Podemos mencionar entre las principales:

1. La renormativización de los contenidos de las categorías, que implicaría un regreso al neokantismo.


2. El delito deja de ser un suceso captable cognitivamente a través de su causalidad con la configuración del
mundo exterior, y se convierte en una “comunicación defectuosa” que realiza un agente social, consistente en
un comportamiento individualmente evitable del sujeto responsable.
3. Siguiendo la línea tazada por GEHLEN, JAKOBS sostiene que existirá conducta humana cuando un
determinado comportamiento tenga “sentido” en un esquema social de comunicación. La expresión de sentido
jurídico penalmente relevante implica de modo necesario la toma de posición del sujeto respecto de la
vigencia de la norma, entendida como criterio rector de ordenación social.

Los sucesos naturales no son per se integrantes de la conducta delictiva, sino en su carácter de portadores de un
símbolo. Se excluyen así los acontecimientos que, no obstante ser expresión de la voluntad humana, no puedan ser
evitados por el agente. La evitabilidad afirma la toma de posición frente a la norma y forma parte de la acción y no de
la culpabilidad. Son evitables las causaciones que no se producirían si concurriese una motivación dirigida a evitar las
consecuencias.

La evitabilidad define la acción humana tanto en el delito doloso como en el culposo, donde el actuar imprudente es
una toma de posición que implica la falta de reflexión sobre las consecuencias del obrar, cuyos costos no han sido
tomados en cuenta.

1. En tal teoría de la acción la distinción entre comportamiento activo y omisivo pierde importancia, ya que
también en el primero es relevante la posición de garante, siendo decisivo si el sujeto ha asumido el rol que
funcionalmente le corresponde como persona.
2. Se concibe la culpabilidad como infidelidad a la norma y su vinculación al fin de la pena, entendido como
prevención general positiva, puesto que el fin de la pena importa una solución al conflicto que no puede ser
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resuelto de otro modo. El injusto que antes era reprochable cuando su autor había podido comportarse de una
manera diferente, porque representaba la alternativa posible de acción del sujeto, ahora únicamente lo será en
función de las alternativas que la sociedad tenga para resolver el conflicto. Si ella no dispone de tal solución,
habrá culpabilidad; si existe otra alternativa no tiene sentido aplicar la pena. Adviértanse las consecuencias
respecto de los enfermos mentales que no son curables por un tratamiento siquiátrico, que podrán ser
declarados culpables cuando ello resulte necesario para estabilizar la confianza en la vigencia del derecho.
Compartimos las reservas de quienes consideran que ello importaría una mediatización de algunos individuos
para afianzar el sistema.

Funcionalismo moderado o valorativo de ROXIN

La versión moderada del funcionalismo penal está representada por ROXIN, quien postula continuar con la obra
inconclusa del neokantismo, pero reemplazando la difusa orientación hacia los valores culturales por un específico
criterio jurídico-penal de sistematización: los fundamentos político-criminales de la moderna teoría de los fines de la
pena. Ello importa una jerarquización del bien jurídico, que traduce la unidad sistemática de derecho penal y política
criminal dentro de la teoría del delito.

En el campo de la teoría del ilícito, las categorías básicas del delito permanecen, pero debe contemplarse, desarrollarse
y sistematizarse a partir de su función político-criminal. “En esta línea, asocia al tipo, como motivo central, la
determinabilidad de la ley penal conforme al principio del nullum crimen; a la antijuridicidad, el ámbito de soluciones
sociales de los conflictos; y a la culpabilidad, la necesidad de pena resultante de consideraciones preventivas”.

ROXIN entiende que lo decisivo para el concepto de acción es que debe tratarse de una conducta que importe la
exteriorización de la personalidad humana, es decir, todo lo que puede ser atribuido a una persona como centro de
actos anímico-espirituales, que tenga su origen en el yo.

Los dos aportes más significativos de ROXIN a la teoría del delito son los siguientes:

a) Mientras en las doctrinas causal, normativa y final de la acción, la relación entre esta y el resultado era
resuelta mediante la categoría científico-natural de la causalidad, ROXIN se inclina por criterios de valoración
jurídica al retomar la antigua teoría de la imputación objetiva del neokantiano HONIG. En adelante lo
decisivo para la imputación del resultado en el tipo objetivo pasará a ser la creación, por medio de la acción,
de un riesgo no permitido dentro del fin de protección de la norma.
b) Introduce como categoría la “responsabilidad”, en la cual se trata de saber si el sujeto individual merece una
pena por el injusto que ha realizado. El presupuesto más importante de la responsabilidad es la culpabilidad
del autor, que se configura cuando este se encuentra en condiciones normales para ser motivado por la norma.

Pero a la vez, debe mediar una adecuada y mutua vinculación entre culpabilidad y prevención en la función de la
pena como unidad sistemática entre derecho penal y política criminal. La culpabilidad es la condición necesaria
pero no suficiente de la responsabilidad pues no es su único presupuesto, ya que además la imposición de la pena
debe estar justificada en la medida de la necesidad preventiva de punición; pero las necesidades preventivas están
limitadas por la culpabilidad. Esta recíproca complementación y limitación entre culpabilidad y prevención
representa un enfoque garantista de la misión del derecho penal.

5. Las corrientes críticas y sus vertientes criminológicas y abolicionistas.

JESÚS MARÍA SILVA SÁNCHEZ entiende que son tres las opciones fundamentales que se nos ofrecen en la
actualidad para decidir desde qué punto de partida analizar el fenómeno jurídico-penal. Estas son la abolicionista, la
resocializadora y la garantística.

La primera se opone a toda forma de derecho penal, pretendiendo construir alternativas al sistema punitivo. La
segunda y la tercera pretenden, desde perspectivas evidentemente diversas, la consecución de un mejor derecho penal.

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Son posturas reformistas, que sin valorar negativamente la evolución habida en el derecho penal moderno, constituyen
corrientes críticas del sistema penal, pretendiendo introducir elementos de progreso que se mantengan dentro del
propio sistema.

El abolicionismo

El abolicionismo es el modo más radical de afrontar la realidad del derecho penal, pues rechaza su existencia y
propone sustituirlo por otras formas no punitivas de resolución de los conflictos que llamamos delitos. Constituye la
manifestación contemporánea esencial del fenómeno de la crítica al derecho penal.

Es significativo que su aparición se haya producido en países en los que la tendencia predominante ha sido la
resocializadora, y sin duda como una reacción al fracaso de esta.

Agrega SILVA SÁNCHEZ que las propuestas abolicionistas merecen serias objeciones. A este respecto, señala que,
independientemente de si son buenas o malas, resultan utópicas.

La utopía de las alternativas al sistema penal desarrollado por los autores del abolicionismo “moderado” se hace
patente tan pronto como se advierte su pretensión de sustituir el sistema penal por una solución privada de los
conflictos basada en el principio del resarcimiento civil del daño, a la que se añadirían ciertos procedimientos de
arbitraje. Es inevitable concluir que tales soluciones, en cuya ideación pudieron tenerse presentes ciertas comunidades
alternativas “en los valles de Noruega” son incompatibles con el grado de complejidad y desarrollo alcanzado en las
sociedades modernas. A este respecto, no debe estimarse meramente casual el hecho de que el abolicionismo haya
sido elaborado ante todo en países como Holanda o Noruega, en los que el problema de la criminalidad es
relativamente reducido, el sistema penal tradicional se muestra conservador y la posibilidad de una resolución
autónoma y descentralizada de los conflictos es relativamente alta. Pero incluso en países como los citados la creencia
en la factibilidad del esquema abolicionista de solución de los conflictos penales debe estimarse extremadamente
ingenua.

En vez de ejemplificar con casos del derecho penal nuclear se lo hace con casos de bagatela, lo que demuestra las
limitaciones de la alternativa abolicionista para resolver hechos de criminalidad violenta, patrimonial o
socioeconómica.

Concluye SILVA SÁNCHEZ que la perspectiva abolicionista no puede ser decisiva en el derecho penal actual.

El garantismo penal.-

El garantismo penal exige conciliar la prevención general con los principios de proporcionalidad y humanidad y de
resocialización.

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UNIDAD III:

Derecho penal y Constitución:

1. Programa penal de la Constitución y Tratados con jerarquía constitucional.

Los preceptos constitucionales que expresamente regulan contenidos del sistema penal

a) En este punto podemos situar a las llamadas garantías penales:


• Exigencia de ley previa.
• Irretroactividad de la ley penal más severa.
• Retroactividad y ultraactividad de la ley penal más benigna.
• Derecho a la tutela judicial efectiva.
• Prohibición de injerencia en la vida privada.
• Prohibición de prisión por deudas.
• Derecho de control, por un tribunal de alzada, de las sentencias condenatorias.
• Derecho del detenido a ser juzgado en un plazo razonable.
• Respeto del principio del juez natural.
• Consagración del principio de inocencia, mientras no se haya dictado condena.
• Derecho a un proceso regular.
• Derecho de defensa.
• Establecimiento de la libertad como regla, durante la tramitación del proceso penal.
• Prohibición de detención arbitraria.
• Derecho del inculpado a no ser obligado a declarar contra sí mismo.
• Derecho a ser indemnizado para el caso de detención ilegal.
• Derecho del procesado a estar separado de los condenados.
• Derecho de los menores a ser juzgados por tribunales especializados y a estar detenidos separadamente
de los adultos.
• Non bis in ídem.
• Necesariedad de la pena.
• Restricciones a la imposición de la pena de muerte.
• Humanidad de las penas.
• Personalidad de las penas
• Readaptación social, como fin de la ejecución de la pena.
b) Un segundo aspecto se halla configurado por normas de carácter excepcional o prohibitivo, referidas al
funcionamiento de instituciones con gravitación en el sistema penal
c) También se infieren del texto supremo, los llamados delitos constitucionales.

Tratados con jerarquía constitucional

Remitimos al texto del art. 75 C.N. reformada en 1994, que en su inc. 22 enumera los documentos internacionales
incorporados expresamente y regula los procedimientos relacionados con la aprobación, el rechazo y la denuncia de
tratados con las demás naciones, organizaciones internacionales y la Santa Sede.

Dicha disposición de la Carta Magna ha suscitado discusiones doctrinarias y distintos enfoques jurisprudenciales en
torno de la interpretación del subsistente art. 31 C.N., en cuanto al orden de prelación que debe establecerse en lo
relativo a la trilogía Constitución-leyes nacionales- tratados internacionales, a cuyo fin ha distinguido dos grandes
grupos de tratados internacionales:

a) En primer lugar, (art. 75, inc. 22, primer párrafo), se ha referido a los tratados y concordatos en general, a los
que otorga jerarquía supralegal; esto es, un rango superior a las leyes, pero inferior a la Constitución.
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b) El segundo bloque está formado por los tratados sobre «derechos humanos», específicamente enumerados en
el párrafo segundo de la novel norma constitucional, que les asigna jerarquía constitucional.

Distintos aspectos merecen ser analizados, en relación a la reforma introducida:

Solo los tratados enumerados en el segundo párrafo del inc. 22, tienen jerarquía constitucional, por lo cual, gozan de
supremacía sobre el resto de los tratados celebrados por el país y sobre la ley interna.

A partir de esta equiparación, surge la posibilidad de conflicto entre los pactos citados y normas de derecho interno
que contraríen sus disposiciones.

Otro aspecto a destacar, se refiere a la aplicación del principio pro hominis, por el cual, tratándose de derechos
humanos, debe aplicarse en el caso concreto, la norma más favorable al ser humano.

Las normas contenidas en los tratados de derechos humanos, gozan de la presunción de operatividad, salvo que de una
interpretación gramatical estricta suja su carácter programático.

Merece destacarse que la Constitución reformada de 1994, ha establecido un mecanismo limitador, que exige una
mayoría agravada para que el Poder Ejecutivo pueda denunciar un tratado con jerarquía constitucional.

El Derecho penal constitucional.

En los ordenamientos jurídicos de los modernos estados de derecho, la Constitución se erige en el marco normativo de
referencia insoslayable, regulador y limitador del sistema de control social llamado sistema penal. Es la Ley
Fundamental la que marca al legislador el sistema axiológico en el que deberá inspirarse al dictar la ley penal,
delimitándole su ámbito de actuación.

A partir de la Constitución de 1994, la doctrina y la jurisprudencia comienzan a construir un modelo constitucional


penal que integra la dimensión antropológica, social, cultural y jurídica del fenómeno penal. El modelo comprende: 1)
Los principios generales de la Constitución. 2) Los derechos fundamentales del hombre. 3) Los preceptos
constitucionales que expresamente regulan contenidos del sistema penal.

La aludida pretensión de elaborar un diseño constitucional de derecho penal no debe entenderse como un proyecto
desde afuera de la Constitución, sino más bien como una suerte de sistematización de las normas superiores vigentes
con relación al derecho penal, procesal y penitenciario.

Es en este marco, que puede hablarse de un derecho constitucional penal, como el conjunto de valores y principios
generales que surgen de la Constitución Nacional, y de los concretos preceptos de ella vinculados al sistema penal.

2. Los principios penales de legalidad,

El principio de legalidad de la represión se vincula a la función de garantía individual que tiene la ley penal frente al
poder del Estado. Este principio se expresa, en su aspecto formal, con el aforismo nullum crimen, nulla poena sine
lege, que consagra a la ley penal previa como única fuente del derecho penal. En su aspecto material, significa que el
contenido de dicha ley debe sujetarse a los límites constitucionales ut supra descriptos.

Se halla consagrado como garantía penal por la Constitución Nacional, la que en su art. 18 reza: Ningún habitante de
la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso…

Se explicita en los siguientes tratados internacionales con jerarquía constitucional: Declaración Universal de Derechos
Humanos; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; Convención Americana sobre Derechos Humanos y en
la Convención sobre los Derechos del Niño.

Del principio de legalidad surgen los siguientes aspectos a considerar: una garantía criminal, una garantía penal, una
garantía jurisdiccional o judicial y una garantía de ejecución.
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- La garantía criminal exige que el delito se halle determinado por la ley.
- La garantía penal requiere que la ley señale la pena que corresponda al hecho.
- La garantía jurisdiccional o judicial exige que la existencia del delito y la imposición de la pena se determinen
por medio de una sentencia judicial y según un procedimiento legalmente establecido.
- La garantía de ejecución requiere que también el cumplimiento de la pena se sujete a una ley que lo regule.

La norma jurídica reguladora del hecho delictivo y su sanción, debe cumplimentar los requisitos de ser ley previa,
escrita y estricta.

La exigencia de ley previa consagra el principio de la irretroactividad de la ley penal más severa, ya que es preciso
que el sujeto pueda conocer en el momento en que actúa si va a incurrir en un delito y cuál será la pena.

Con la exigencia de ley escrita, queda excluida la costumbre como posible fuente de delitos y penas.

El requisito de ley estricta, impone un cierto grado de precisión de la ley penal y excluye la analogía en perjuicio del
imputado.

máxima taxatividad,

Conforme a nuestro sistema constitucional, «Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que la ley no
manda, ni privado de lo que ella no prohíbe».

Tratándose de una garantía individual, debe estar claramente trazada. Esto se logra mediante la enumeración taxativa
por la ley de los hechos punibles y de las penas pertinentes, de manera que aquellos y estas representen un numerus
clausus en recíproca e inalterable correspondencia.

subsidiariedad,

En virtud de este principio, y a fin de proteger los derechos fundamentales, en la realización estatal de un programa de
derecho penal mínimo «… Deberá preferirse ante todo la utilización de medios desprovistos del carácter de sanción,
como una adecuada política social. Seguirán a continuación las sanciones no penales: civiles… y administrativas…
Solo cuando ninguno de los medios anteriores sea suficiente, estará legitimado el recurso de la pena o de la medida de
seguridad.»

El principio en cuestión, se encuentra íntimamente conectado con el resultado de un juicio de necesidad acerca del
derecho penal.

mínima suficiencia,

Este principio «… supone aceptar un cierto nivel de conflictividad sin una consecuente reacción de las instancias de
control jurídico-penal, pese a no haber dudas sobre la lesividad del comportamiento… Ello se asume a cambio de los
beneficios en libertad individual obtenidos, los posibles errores en las decisiones penalizadoras que se puedan producir
y la potenciación de una sociedad dinámica abierta a la eventual modificación de ciertas perspectivas valorativas».

Se trata de restringir numerosos tipos legales consolidados, partiendo del principio de lesividad, y tomando como
parámetros lo siguiente: un carácter cuantitativo; un carácter cualitativo y una restricción estructural.

El principio en estudio halla su razón de ser en los de lesividad y proporcionalidad y en las normas constitucionales
que los fundamentan.

Se trata de un principio general que se integra con dos subprincipios: el de subsidiariedad y el de fragmentariedad del
derecho penal.

Este principio ha sido reconocido jurisprudencialmente, sin asignarle rango constitucional.

3
proporcionalidad,

Se trata de una exigencia que nació para ser aplicada a las medidas de seguridad, pero que luego se extendió al campo
de las penas.

El de proporcionalidad limita la especie y medida de la pena a aplicar en el caso concreto.

La gravedad de la pena debe resultar proporcionada a la gravedad del hecho cometido.

fragmentariedad,

En su función de protección de los bienes jurídicos, el derecho penal ha de limitarse a sancionar solo las modalidades
de ataque más peligrosas para aquellos.

Este carácter de fragmentariedad deriva de la limitación del derecho penal a lo estrictamente necesario.

lesividad,

El principio de lesión jurídica o lesividad, configura la base de un derecho penal liberal, y tiene como regla esencial
aquella que impide prohibir y castigar una acción humana, si esta no perjudica o de cualquier modo ofende los
derechos individuales o sociales de un tercero, la moral o el orden públicos.

Se trata de un principio que tiene su origen en ARISTÓTELES y que se constituye en un denominador común en toda
la tradición ilustrada que ve, en el daño causado a terceros a través de actos humanos, las razones y las medidas de las
prohibiciones y su castigo.

acción-exterioridad,

El derecho penal se caracteriza como un conjunto de ilicitudes definidas, que tienen por objeto la prohibición de
acciones determinadas, en tanto solo a través de estas se pueden lesionar los bienes jurídicos objeto de protección
penal. Donde no hay acción, como exteriorización, no hay delito. La sanción solo puede ser impuesta a alguien por
algo realmente hecho por él y no por algo solo pensado, deseado o propuesto. Ello porque solo mediante acción
externa, puede un hombre provocar lesiones a un bien jurídico.

Este principio surge de lo dispuesto por el art. 19, 1ª parte C.N. y se desprende implícitamente del principio de
legalidad.

privacidad,

Esta garantía constitucional, tiene su fuente en lo preceptuado por el art. 19, 1ª parte C.N.

Se desprende también de los arts. 14, 17 in fine y del art. 18 de nuestra Carta Magna.

Se ha consagrado así, una zona de intimidad, que no puede ser amenazada ni lesionada por el poder estatal, e implica
un respeto a la dignidad humana. Distintos aspectos se encierran en esta garantía constitucional:

1. Conforme con el art. 19 C.N., esta zona de privacidad comprende el fuero interno del hombre, y por otra parte,
aquellas acciones personales que no afectan el orden social, la moral pública, ni perjudican a terceros.
2. Pero la garantía se extiende a una serie de ámbitos vinculados íntimamente con la vida privada del individuo.
En estos ámbitos, para que la privacidad pueda ser invadida legítimamente, se requerirá orden judicial
fundada, de autoridad competente.
3. Se ha conceptualizado este principio de privacidad, como «el derecho a que se respeten por el Estado, aquellos
ámbitos privados donde sus titulares han exhibido un interés en que así se mantenga».

culpabilidad,

4
Este principio es también una conquista moderna ignorada por la mayor parte de los ordenamientos primitivos. El
principio de culpabilidad exige, como presupuesto de la pena, reconocer la capacidad de libertad del hombre.

Debe remarcarse la vigencia de un derecho penal de culpabilidad por el hecho, el que excluye toda posibilidad de
sancionar penalmente a una persona en razón de sus ideas, creencias, personalidad o supuesta peligrosidad.

En última instancia, la responsabilidad personal del individuo se basa en su libre albedrío.

El principio en estudio halla su fundamentación en los arts. 1° y 33 de la Carta Magna y en el principio de legalidad,
reconocido también en los arts. 11 y 8, apartado 2, del Pacto de San José de Costa Rica.

judicialidad,

La judicialidad representa para los acusados una garantía respecto de la imparcial y correcta aplicación de la ley penal.
Tiene su fuente constitucional en los principios de juez natural, de división de poderes y de juicio previo.

El derecho penal no puede realizarse legítimamente frente a un conflicto, en forma privada, «… la responsabilidad y el
castigo del autor, deberá emanar de un órgano Público, aunque más no sea para declarar que el hecho no es
perseguible».

«… la realización judicial de la ley penal no es libre, sino que exige un juicio previo fundado en ley anterior al hecho
del proceso, que debe observar las formas sustanciales de la acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los
jueces naturales del imputado y en el cual es inviolable la defensa de la persona y de sus derechos».

non bis in ídem,

Este principio, por el que se prohíbe perseguir penalmente más de una vez por el mismo hecho, adquiere el rango de
garantía constitucional a partir de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, así como por el Pacto de
Derechos Civiles y Políticos.

El primero de los tratados citados prohíbe que el inculpado absuelto sea procesado de nuevo por el mismo hecho;
mientras que el segundo abarca la doble hipótesis del condenado y el absuelto, prohibiendo en ambos casos que se
proceda a posterior juzgamiento y sanción.

De esta manera queda asumida la prohibición de nuevo juzgamiento, tanto cuando en uno anterior ha recaído
absolución, como cuando ha habido condena.

humanidad y personalidad de la pena,

Humanidad

El sistema penal contemporáneo nació de la mano de la reivindicación de una humanización del rigor de las penas
previstas en el derecho penal anterior a la Ilustración.

Dos argumentos se han alzado a favor de la humanidad de las penas: en un primer momento se sostenía que era
consecuencia del principio utilitarista de necesidad, conforme al cual la pena ha de ser la estrictamente necesaria.
Como un argumento decisivo en contra de la inhumanidad de las penas, se erigió el principio moral del respeto a la
persona humana. Este argumento tiene un carácter político, además de moral: «… sirve para fundar la legitimidad del
Estado únicamente en las funciones de tutela de la vida y los restantes derechos fundamentales; de suerte que un
Estado que mata, que tortura, que humilla a un ciudadano no solo pierde cualquier legitimidad, sino que contradice su
razón de ser, poniéndose al nivel de los mismos delincuentes».

Personalidad

5
Este principio, que es una consecuencia del de culpabilidad, impide castigar a alguien por un hecho ajeno. Reconocido
modernamente, fue fruto de la larga evolución del derecho penal hasta nuestros días.

El principio de personalidad excluye toda posibilidad de extender formas de responsabilidad penal a grupos sociales
en conjunto, o de imponer penas sobre personas no individuales.

En la Constitución Nacional se halla la base al principio de personalidad de la pena, en cuanto el art. 119 establece que
la pena no podrá trascender directamente de la persona del delincuente.

resocialización,

Ello hace preferibles las penas que no impliquen separación de la sociedad.

La resocialización constituye la finalidad de la ejecución de las penas privativas de la libertad.

La resocialización no puede estar orientada a imponer un cambio en el sujeto, en su personalidad y en sus


convicciones a fin de obligarlo a adoptar el sistema de valores que el Estado tiene por mejor.

Su objetivo es más modesto: se trata de ofrecer al interno una ayuda que le permita comprender las causas de su
delincuencia, sin alterar coactivamente su escala de valores. Se busca hacer comprender al sujeto que ha delinquido las
expectativas que dichas normas contienen.

prohibición de la prisión por deudas. Análisis y consecuencias.

Este principio se ha incorporado a nuestro derecho constitucional a partir de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, la que en su art. 7.7, expresa: «Nadie será detenido por deudas. Este principio no limita los mandatos de
autoridad judicial competente dictados por incumplimientos de deberes alimentarios»; y de lo preceptuado por el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre.

6
TEORÍA DE LA LEY PENAL

UNIDAD IV:

1. La ley penal: 1. Fuentes del Derecho penal: de producción y de conocimiento.

La expresión fuente sirve para designar el lugar de donde mana un líquido. Referida al derecho, es multívoca porque
tiene varias acepciones. Una de ellas alude a las disposiciones legales concordantes, los precedentes legislativos y los
antecedentes doctrinarios o jurisprudenciales que han ilustrado al legislador para la formulación de las normas
jurídicas; también al conjunto de ideas, valoraciones y creencias que influyeron en aquel.

En el sentido jurídico que aquí nos interesa, aplicada al derecho en general, tiene el significado de origen de este,
pudiendo distinguirse dos clases de fuentes: de producción y de conocimiento. a) La primera alude a la voluntad que
origina el derecho; b) la segunda, a la manifestación de dicha voluntad.

En relación al derecho penal, modernamente el Estado es su única fuente de producción, ya que dicha facultad solo
corresponde en la actualidad al Estado, quien tiene el monopolio de la potestad punitiva.

Si bien se puede sostener que las normas del ordenamiento jurídico general se pueden conocer –y por ello constituyen
fuentes de cognición– a través de la ley, la costumbre, el contrato o la jurisprudencia, dicha afirmación no es válida en
lo que respecta al derecho penal, cuya única fuente de conocimiento es la ley.

No pueden considerarse fuentes de conocimiento del derecho penal los principios generales del derecho, ni las leyes
análogas; tampoco lo pueden ser la jurisprudencia de los tribunales, ni los usos y costumbres.

Consideración de la costumbre,

El uso constante y general de una regla de conducta por parte de los miembros de la comunidad constituye la
costumbre, que adquiere el carácter de fuente de conocimiento del derecho, sin la intervención de un órgano del
Estado que realice un acto expreso de creación.

El derecho consuetudinario no es una fuente autónoma, modificatoria o derogatoria de la ley, pues solo si esta se
refiere a ella o se trata de situaciones no contempladas por la ley, la costumbre puede tener capacidad creadora de
derechos y obligaciones.

En el derecho penal argentino, dada la vigencia de los principios de legalidad y reserva, que exigen la ley escrita
previa, la costumbre no constituye una fuente inmediata de conocimiento.

La falta de valor de la costumbre como fuente jurídico-penal no impide que ella pueda tener influencia en el juicio
sobre la licitud o ilicitud de una conducta, que resulta de la regulación efectuada por otras ramas del ordenamiento
jurídico general. Ello puede suceder cuando el tipo delictivo contiene elementos normativos de índole jurídica o de
carácter cultural.

los principios generales del Derecho,

En el derecho argentino, el art. 16 C.C. establece: “Si una cuestión civil no puede resolverse, ni por las palabras, ni por
el espíritu de la ley, se atenderá a los principios de leyes análogas; y si aún la cuestión fuere dudosa, se resolverá por
los principios generales del derecho, teniendo en consideración las circunstancias del caso”.

Estos principios, que deben ser extraídos por el juez en cada caso particular, de la concepción de vida que sustenta el
derecho positivo vigente, comprenden también las ya mencionadas garantías constitucionales de legalidad y reserva,
que excluyen la utilización en materia penal de cualquier otro principio que resulte contradictorio. Los principios
generales del derecho solo pueden tomarse en cuenta por el órgano jurisdiccional de aplicación de la ley penal, como
un medio de interpretación teleológica, pero nunca como fuente de conocimiento del derecho penal.

1
la jurisprudencia

A la expresión jurisprudencia se le han asignado distintos significados. Hoy en día se la entiende en un sentido amplio
como las sentencias de los órganos jurisdiccionales que aplican el derecho a cada caso concreto, y en un sentido
estricto como las resoluciones de los más altos tribunales de justicia.

El significado actual, en relación a su relevancia como fuente de conocimiento del derecho, solo es adecuado cuando
hace referencia a un conjunto de sentencias numerosas y contestes. Ese derecho judicial deriva del hecho de que
ciertos fallos de los jueces pueden actuar como modelos y ser utilizados para resolver en el futuro casos semejantes en
igual sentido.

Tal jurisprudencia no puede constituir en nuestro sistema jurídico el carácter de fuente de conocimiento del derecho
penal, toda vez que conforme los principios de legalidad y reserva, los hechos delictivos y sus penas deben ser
establecidos por una ley previa emanada del órgano legisferante competente y de acuerdo al procedimiento de sanción,
promulgación, publicación y puesta en vigencia establecido por la Carta Magna, requisitos que de ninguna manera
reúnen las sentencias dictadas por los distintos tribunales que componen el Poder Judicial.

La necesaria labor de interpretación de la ley penal que realizan los magistrados en sus sentencias, solo tiene fuerza
obligatoria para el caso concreto sometido a juzgamiento y no puede tener efecto vinculante para otros supuestos
similares que se decidan en el futuro, pues en nuestro sistema republicano de gobierno el juez no puede atribuirse la
función legislativa que es la exclusiva fuente de producción de la ley penal.

El control difuso que la Constitución Argentina reconoce a los jueces de cualquier jerarquía para declarar la
inconstitucionalidad de las leyes, no puede derogar los delitos ni las penas establecidos en ellas.

y la analogía.

En el derecho penal liberal el juez debe descubrir la voluntad de la ley, por lo que se le permite tanto la interpretación
extensiva como la interpretación analógica ordenada por la misma ley penal, cuando la descripción casuística no
comprende todas las hipótesis, pero adiciona una expresión que exige al juez aplicarla a hechos similares a los
previstos. En ambas clases de interpretación, el límite entre lo tolerado y lo prohibido estará dado por el sentido literal
y lingüístico posible del texto.

Pero dichos supuestos de interpretación de la ley penal no deben ser confundidos con el recurso a la analogía como
fuente del derecho penal, para llenar los vacíos legales de punición o zonas de impunidad que se generan cuando la
conducta que el juzgador analiza en un caso concreto no guarda estricta concordancia con la descripción abstracta
contenida en el tipo penal que prima facie podría serle aplicable.

Admitir lo contrario, es decir, la analogía legal sería suplantar la voluntad de la ley por la del juez, ya que en materia
penal este nunca puede crear una norma copiando otra.

Por los motivos que dimos al referirnos a los principios generales del derecho no cabe duda de que la analogía
jurídica está igualmente vedada en el ámbito jurídico-penal para reprimir conductas atípicas o para hacerlo con mayor
severidad, pues ella importaría una verdadera creación del derecho por voluntad del sentenciante, para regir
situaciones que no han sido reguladas expresa ni implícitamente en la ley punitiva.

Ello es así por cuanto existe consenso doctrinario sobre la prohibición de la analogía in malam partem, o sea, la
utilizada por el juez en perjuicio del imputado para extender la zona de punición definida taxativamente por la ley
penal.

Es controvertida en la doctrina la aceptación de la analogía in bonam partem.

Adherimos a la opinión de NÚÑEZ, para quien “es admisible la aplicación de la ley penal por analogía in bonam
partem, vale decir, la que se hace para excluir o minorar la pena o mejorar la situación del interesado”.
2
2. La ley penal. Concepto.

La ley penal es aquella disposición escrita y general, emanada del órgano del Estado que constitucionalmente está
investido de la potestad legislativa, que tiene por objeto establecer los principios que deben regir el derecho penal,
definir como delitos determinados hechos ilícitos y conminar las respectivas penas o las medidas de seguridad para los
partícipes de estos.

Tal es la ley penal en sentido estricto o formal por ser la regla jurídica que constituye la única fuente formal de
cognición del derecho penal. Carecen de tal cualidad todas aquellas normas jurídicas que si bien configuran la ley en
sentido amplio o material y son fuente de derechos subjetivos y de deberes, no han sido sancionadas por el Poder
Legislativo mediante los procedimientos y los requisitos establecidos en la Carta Magna, ni han sido promulgadas por
el Poder Ejecutivo ni publicadas debidamente.

Estas últimas normas pueden constituir leyes no penales y en ciertos casos tener estrecha vinculación con la represión
punitiva.

Elementos.

Las leyes penales no tienen elementos diferentes de las normas de las restantes ramas del ordenamiento jurídico, ya
que a la realización del supuesto de hecho se asocia una determinación de consecuencia jurídica, a la que muchos
designan como sanción. La nota distintiva debe ser buscada en los contenidos específicos de ambos elementos: el tipo
delictivo como supuesto de hecho descripto por la ley penal y la pena o la medida de seguridad como sus
consecuencias jurídicas.

Tales elementos son imprescindibles, pues una regla de conducta desprovista de sanción retributiva sería como una
campana sin badajo, y una pena que no sea conminada abstractamente para asegurar el acatamiento de la prohibición
o el mandato ínsito en cierto precepto, carecería de razonabilidad.

Caracteres.

Se suelen asignar a la ley penal los siguientes caracteres:

• Escrita
• Estricta
• Exclusiva
• Obligatoria
• Irrefragable: mientras dure su vigencia será ineludible su aplicación a todos los casos concretos que se
produzcan, ya que solo otra ley posterior de igual jerarquía podrá derogarla o modificarla.
• Igualitaria
• Constitucional
• Descriptiva de tipos no comunicables entre sí: por ser el derecho penal un “sistema discontinuo de ilicitudes”
o “sistema discontinuo de penalidades”, no existen lagunas del derecho que puedan ser integradas mediante la
analogía con otros preceptos de la ley penal pues no existe comunicabilidad entre los distintos tipos, salvo el
caso de los tipos especiales vinculados a un tipo básico.

El federalismo y la ley penal.

La Constitución Nacional de 1853-1860 adopta en su art. 1° la forma federal de Estado. Ella importa que el poder se
descentraliza políticamente con base eminentemente territorial, mediante tres órdenes de gobierno.

En el reparto de competencias entre la Nación y las provincias, el art. 121 de la mencionada Constitución establece:
“Las provincias conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al gobierno federal…”.

3
Según su fuente de producción las leyes penales pueden ser clasificadas en:

1. Legislación emanada del Congreso de la Nación:


a) Leyes penales comunes.
b) Leyes penales especiales o federales o nacionales.
2. Legislación dictada por las legislaturas provinciales:
a) Leyes provinciales de imprenta.
b) Leyes contravencionales provinciales que emanan de los poderes locales de policía y de la protección de
su propia actividad administrativa.
3. Ordenanzas dictadas por los órganos legislativos municipales: las constituciones provinciales delegan a los
municipios y comunas el ejercicio de poderes locales de policía a través de ordenanzas que contienen
disposiciones represivas.

La ley penal en blanco.

No tan claras resultan las situaciones en las cuales es inevitable para el legislador remitir a otras normas para la
configuración de las acciones u omisiones punibles, como ocurre con la técnica legislativa de las leyes penales en
blanco.

Dicha expresión fue acuñada por KARL BINDING para explicar la delegación que hacía la ley penal del imperio
alemán en los estados o municipios, los cuales podían complementarla a través de distintas normas y mientras ello no
ocurra, la ley penal busca su alma como un cuerpo errante.

MEZGER se encargó de comprender en dicha denominación, aquellas situaciones en las cuales la consecuencia penal
se vincula a la transgresión de una orden o prohibición solo genéricamente designada, cuyo contenido debe ser llenado
por distintas normas penales o no penales.

Dicho autor distinguía dos formas de ley penal en blanco: a) En sentido amplio: que el tipo (complemento) esté
contenido en la misma ley que conmina la pena, aunque en distintas partes; o que dicho complemento se encuentre en
otra ley emanada de la misma instancia legislativa. b) Que se encuentre en otra norma jurídica emanada de distinta
instancia legislativa. La última sería la ley penal en blanco en sentido estricto.

NÚÑEZ hace las siguientes distinciones:

a) La ley penal en blanco en sentido propio, estructurada mediante dos actos de legislación, uno de
determinación genérica y otro de creación específica de la conducta punible por la instancia legal
complementaria, que puede cambiar el número y calidad de hechos tipificables, sin más límite que la materia
señalada por la ley principal.
b) La ley penal en blanco en sentido impropio, que solo castiga específicamente determinadas conductas
violatorias de lo que en algunas materias ordena la ley, el reglamento, etcétera, sin posibilidad creadora a
favor de estas disposiciones.

Los denominados tipos abiertos.

Esta problemática no debe ser confundida con la relativa a los elementos normativos del tipo, que obligan al juez a
remitirse a normas no penales del ordenamiento jurídico para precisar conceptos de diversa índole.

WELZEL, quien acuñó la expresión tipos abiertos, sostiene: “Una considerable restricción sufre el principio de la
determinabilidad legal de la punibilidad en los tipos ‘abiertos’, en especial en los delitos de omisión impropios, ya que
en ellos solo una parte del tipo está legalmente descrito, mientras que la otra parte debe ser construida por el juez
mediante complementación del tipo”.

4
Tal situación se asemeja a la de las leyes penales en blanco porque en ambas se requiere complementar el supuesto de
hecho genéricamente enunciado en el tipo. Pero, mientras en las segundas la tarea complementaria es realizada por
una norma jurídica jerárquicamente inferior a la ley penal, en los tipos abiertos lo es mediante la jurisprudencia.

La delegación legislativa en el Poder Ejecutivo.

La Constitución reformada en 1994 prohíbe expresamente la delegación legislativa a favor del Poder Ejecutivo y la
emisión por este de disposiciones de carácter legislativo.

Por ello resultan inconstitucionales los decretos del Poder Ejecutivo en materia penal o los edictos policiales creando
contravenciones y sus sanciones, porque el Poder Legislativo no puede válidamente delegar en aquel otro poder del
Estado ni en sus reparticiones administrativas el establecimiento de las infracciones de derecho penal y sus
consecuencias jurídicas.

Tampoco el Poder Ejecutivo, so pretexto de ejercer la facultad reglamentaria otorgada por el art. 99 inc. 2 de la
Constitución argentina podría por sí arrogarse la potestad represiva penal que le corresponde al Congreso.

Los decretos de necesidad y urgencia.

NÚÑEZ se refería a esta cuestión cuando sostenía que el “decreto-ley era una verdadera ley emanada del Poder
Ejecutivo en forma de decreto, en casos excepcionales o urgentes, pero que en nuestro régimen carece de validez
como ley, salvo que su aprobación ulterior por el Poder Legislativo le dé ese carácter”.

Con la finalidad de poner límites a dicha realidad, la reforma constitucional de 1994 circunscribió la atribución
presidencial con el siguiente texto: “Solamente cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los
trámites ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de normas que regulen la
materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos políticos, podrá dictar decretos por razones de
necesidad y urgencia, los que serán decididos en acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos,
conjuntamente con el jefe de gabinete de ministros”.

3. La ley y la norma penal.

El derecho es coercible porque, además de ordenar o prohibir determinadas conductas, dispone las consecuencias que
se derivan del incumplimiento, que les pueden ser impuestas al infractor aun en contra de su voluntad.

La calidad de dichas consecuencias no es igual en todas las ramas del ordenamiento jurídico, pues se distinguen las
consistentes en la reposición de las cosas a su estado anterior, las que exigen la reparación del daño causado y las que
constituyen una retribución o castigo por el hecho cometido; únicamente estas últimas son propias de las normas
jurídico-penales, e implican una privación o menoscabo de un bien jurídico que debe sufrir el transgresor.

Estructura,

Según su estructura lógica, las leyes penales suelen ser distinguidas en completas o perfectas e incompletas o
imperfectas.

1. Leyes penales completas: las que contienen ambos elementos constitutivos.


2. Leyes penales incompletas: las que contienen solamente uno de los elementos constitutivos. Para algunos
pueden ser de dos clases: a) meramente sancionatorias, cuando contienen en forma completa solo la sanción
pero la descripción de la conducta está enunciada genéricamente, remitiendo a otra ley; b) meramente
preceptivas, cuando contienen únicamente el precepto, cuya sanción se encuentra en otra ley.

Otros autores, como LARENZ, catalogan de incompletas a las leyes que no obstante ser gramaticalmente completas,
no contienen por sí mismas un supuesto de hecho o una consecuencia jurídica. Distingue entre:

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a) Aclaratorias: las que sirven solo para determinar más concretamente el supuesto de hecho, un elemento del
supuesto de hecho, o la consecuencia jurídica de una ley penal completa.
b) Restrictivas: las que reducen el alcance de una norma jurídica ampliamente concebida al exceptuar de su
aplicación cierto grupo de casos.
c) Remisivas: aquellas que envían en relación a un elemento del supuesto de hecho o en relación con la
consecuencia jurídica, a otra norma.

contenidos

Los contenidos de la ley penal están determinados por las funciones que debe cumplir el derecho penal como
instrumento de control social:

1. Establecimiento de los principios generales que sistemáticamente son necesarios para una represión justa y
racionalmente adecuada.
2. Definición de los distintos tipos delictivos en su individualidad, a partir de determinadas conductas que el
ordenamiento jurídico general ya considera antijurídicas y sanciona de diferentes maneras, a las que se les
adiciona la pena como castigo específico del derecho penal.
3. Determinación de la pena conminada abstractamente para cada tipo delictivo, teniendo en cuenta también las
circunstancias que producen su agravación o atenuación.
4. Previsión de las medidas de seguridad, que modernamente representan otra consecuencia del injusto y tienen
un sentido preventivo fundado en la peligrosidad delictual del sujeto activo.

y destinatarios.

La cuestión de los destinatarios de normas y leyes penales encierra un doble interrogante: 1) ¿A quiénes se dirigen? ¿a
los miembros de la comunidad y a los órganos estatales encargados de su aplicación o únicamente a algunos de esos
extremos de la relación jurídico penal?; 2) ¿Se dirigen a todos los miembros de la comunidad o solo a un sector de
ellos?

Ambas preguntas pueden contestarse diciendo que son destinatarios de la ley penal tanto los habitantes del Estado
quienes deben ajustar sus conductas a los mandatos y prohibiciones del derecho, cuanto los órganos estatales
encargados del ejercicio de las acciones penales y de la aplicación de las penas o medidas de seguridad.

Norma primaria y secundaria.

El derecho penal cumple sus fines merced a la mediación de las normas jurídico-penales, existiendo en la actualidad
consenso doctrinario en distinguir dos clases de normas: a) las normas primarias, dirigidas a los ciudadanos a quienes
prohíben la realización de ciertas conductas; b) las normas secundarias, dirigidas a los jueces ordenándoles la
imposición de sanciones penales en el caso de que se cometan delitos.

2. – Ámbitos de validez de la ley penal:


1. Ámbito temporal de validez. Principio general: aplicación de la ley vigente en el momento de
comisión del delito. Concepto.

El principio general que gobierna la validez temporal de la ley penal en el sistema positivo argentino es el –tempus
regit actus–, es decir rige la ley que estaba vigente al momento de la comisión del hecho delictivo. Ello es así, toda
vez que las leyes penales solo alcanzan a los hechos cometidos durante su vigencia, no pudiendo aplicarse, como regla
general, retroactivamente.

Este principio y la irretroactividad de la ley penal, se deriva del ya analizado principio de legalidad, que exige a los
fines de la imposición de una sanción penal, la existencia de una ley previa que determine el hecho punible, la sanción
penal a aplicar y las consecuencias accesorias del delito.

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El principio general de aplicar la ley vigente al momento en que el delincuente hizo la materialización de su voluntad
delictiva, tiene excepciones de raigambre constitucional fundadas en la aplicación de la ley más benigna.

Consideración del delito continuado y del delito permanente.

La determinación del momento de comisión del delito, plantea una problemática especial cuando nos encontramos
frente a un delito continuado, es decir, el formado con un solo delito a partir de sucesivos hechos dependientes,
idénticos o similares que se extienden en el tiempo, o frente a un delito permanente, el cual no se concluye con la
realización del tipo, sino que se mantiene, por la voluntad delictiva del autor, tanto tiempo como subsiste en el estado
antijurídico creado por él.

En estos supuestos, determinar cuál es el momento de comisión del delito adquiere especial relevancia en el caso de
que mientras se están cometiendo los hechos se presente una sucesión de leyes penales.

No existe una regulación expresa en nuestro ordenamiento para tales hipótesis. Autores como ROXIN, sostienen que
en tal supuesto se aplicará la ley vigente en el momento de terminación del hecho.

En el mismo sentido se pronuncia GUILLERMO J. FIERRO, al manifestar que debe aplicarse la ley nueva más
desfavorable, si el sujeto persistió en su conducta punible.

FONTÁN BALESTRA sostiene que la aplicación de la ley más benigna “cubre todos los momentos del delito, desde
el comienzo de la acción hasta el de la consumación y aun los de la prolongación de la segunda. DE LA RÚA
sostiene: “La sucesión de leyes en el curso de la consumación … da lugar a la aplicación de la ley más benigna, pues
los límites temporales del art. 2° se inician en el tiempo de comisión, no de consumación”.

Esta última postura, es también sostenida por ZAFFARONI.

Principio de excepción: retroactividad y ultractividad.

El principio general de la aplicación de la ley vigente al momento de la comisión de hecho delictivo no es absoluto,
pues reconoce lo que en doctrina se denomina la extraactividad de la ley penal.

Estos supuestos de excepción al principio general se dan cuando al fallar se aplica la ley vigente a dicho momento
procesal, pero que es distinta a la que regía en el momento de la comisión del hecho (retroactividad) o cuando se
aplica una ley que no está vigente al momento de la sentencia, pero que sí lo estaba al momento de la comisión del
hecho o en la etapa intermedia (ultraactividad).

Es decir, que el principio general analizado en el apartado precedente, tiene como excepciones:

La retroactividad que autoriza la aplicación de la ley a un hecho ocurrido con anterioridad a su entrada en vigencia,
siempre que beneficie al acusado; y

La ultraactividad que permite que la ley vigente al tiempo de la comisión del delito o en el tiempo intermedio entre el
delito y el fallo, posteriormente sustituida por otra más gravosa, siga rigiendo para la regulación del hecho aun
después de su derogación.

Estas excepciones, que no implican una contradicción al principio de legalidad, tienen un “fundamento político social,
dado que carece de sentido dictar o mantener la ejecución de penas por hechos que ya no se consideran delitos o
cuando la gravedad de aquellas aparece como desproporcionada”.

2. Sucesión de leyes penales en el tiempo. Hipótesis.

La cuestión de la llamada sucesión de las leyes penales en el tiempo se plantea “siempre que entre el momento de la
comisión de un hecho punible y la extinción de la pena impuesta, han regido sucesivamente en relación a él, dos o más
leyes penales”.
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Es decir que el problema de la sucesión de las leyes penales en el tiempo abarca el período comprendido entre la
comisión del hecho delictivo y el momento en que se extingue la pena, dándose así distintas hipótesis entre las que se
pueden diferenciar las siguientes:

“Que la nueva ley cree una figura delictiva que antes no existía.
Que la nueva ley desincrimine una conducta que era considerada delito.
Que la nueva ley agrave la especie o escala penal de una figura ya existente.
Que la nueva ley disminuya la especie o escala penal de una figura ya existente.
Que la nueva ley exija más requisitos que la ley derogada a los fines de la configuración de la figura delictiva.
Que la nueva ley exija menos requisitos que la ley derogada a los fines de la configuración de la figura delictiva.
Que la nueva ley exija más o menos condiciones de aplicabilidad de la sanción”.

En el caso de que se den algunas de estas hipótesis, resulta imprescindible determinar cuál de las leyes en juego es la
más benigna, lo que implica un proceso de comparación entre dos o más normas.

La ley penal más benigna; su determinación.

A los fines de determinar qué ley es más benigna, puede suceder que se den hipótesis simples o sencillas.

Pero pueden darse casos en los cuales no es tan simple determinar cuál es la ley más benigna, pues puede suceder que
una ley sea parcialmente más grave que la otra y más benigna en otro aspecto.

Es necesario advertir que no existen criterios generales y uniformes para determinar la mayor benignidad de una ley
sobre otra, sino que deberá ser, en cada caso particular, el juez quien determine qué ley aplicar, debiendo tomar en
cuenta las penas principales, las consecuencias accesorias, las modificaciones del tipo penal y de las reglas de la parte
general.

El juez no puede efectuar una combinación entre los aspectos favorables de las dos leyes.

La única excepción que tiene este principio que prohíbe la combinación de leyes penales, está establecida en el art. 3°
C.P.

Es necesario destacar que el concepto de benignidad que goza de rango constitucional solamente comprende al tipo
penal y a la pena, pero no a las causas de justificación, ni a las de inculpabilidad, ni a la prescripción de la acción
penal y de la pena.

Concepto de la expresión “ley” en los artículos 2 del Código Penal, 9 del Pacto de San José de
Costa Rica y 15 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos;

La doctrina y la jurisprudencia no han sido pacíficas en esta materia, planteándose interrogantes sobre si la expresión
ley utilizada en las normas bajo análisis se refiere a una ley penal que sucede a otra en el tiempo, o también se deberán
tener en cuenta aquellas modificaciones que inciden sobre una ley penal pero devienen de otras áreas del derecho.

Partiendo de un método de interpretación sistemático y gramatical, la jurisprudencia ha sostenido que el concepto de


ley penal más benigna solo alcanza a las leyes penales, ello en virtud de que el art. 2°, que establece su aplicación, se
encuentra en el Capítulo I, Título I C.P.

La doctrina ha sido mucho más cuidadosa al desarrollar estos aspectos; así SEBASTIÁN SOLER entiende que la ley
no solamente está integrada por la sanción sino también por el precepto y este puede estar condicionado por distintos
aspectos que provienen de otras ramas del ordenamiento jurídico.

Art. 9° (Pacto de San José de Costa Rica): “Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento
de cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede imponer pena más grave que la
aplicable en el momento de la comisión del delito. Si con posterioridad a la comisión de delito la ley dispone la
imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello”.
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Art. 15 (Convención de Derechos Civiles y Políticos): “Nadie será condenado por actos u omisiones que en el
momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena
más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley
dispone la imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello”.

consecuencias, excepción.

En este sentido se afirma que “cuando la ley posterior más benigna es tal no por referencia a la pena más leve sino a
otros aspectos penales diferentes de la sanción y del tipo, el principio de aplicación retroactiva no queda impuesto por
los Pactos, y depende exclusivamente de nuestra ley interna”.

Ámbito de aplicación del principio de extra-actividad de la ley penal más benigna; la cosa juzgada.

La sentencia firme es aquella resolución, que por haberse agotado –o no utilizado– las vías recursivas previstas por la
ley procesal, no puede ser objeto de impugnación pasando a ser lo que se denomina cosa juzgada.

No ha sido pacífica en la historia de la doctrina penal moderna la preponderancia del principio de extraactividad sobre
la cosa juzgada o viceversa.

Unos sostienen la intangibilidad de la cosa juzgada y en consecuencia se oponen a la posible modificación de una
sentencia firme; otros sostienen que la retroactividad de la ley penal más benigna debe primar siempre sobre la cosa
juzgada, hasta el cumplimiento de la condena o hasta que se extingan todos los efectos de esta.

Este último es el criterio sostenido por nuestro ordenamiento al establecer: “Si durante la condena se dictare una ley
más benigna, la pena se limitará a la establecida por esa ley”.

Cabe resaltar que parte de la doctrina considera que la retroactividad beneficiosa debe aplicarse incluso tras el total
cumplimiento de la condena, modificando o suprimiendo los antecedentes penales, dejándolos de tener a efectos de
reincidencia u otros.

Las leyes intermedias, temporales y excepcionales.


1. Leyes intermedias

Hasta ahora, hemos analizado la hipótesis más sencilla, de la sucesión de la leyes en el tiempo.

Puede suceder, que entre la ley A (vigente al momento del hecho) y la ley B (vigente al momento de la sentencia),
exista una ley C, que tuvo vigencia en el tiempo intermedio entre la comisión del hecho y su juzgamiento. Esta ley C,
es la que la doctrina ha denominado ley penal intermedia.

En este caso, es de aplicación la ley penal más benigna, tal como lo prevé el Código Penal, en el art. 2°, párr. 1°.

Estamos frente a lo que se denomina la ultraactividad de la ley penal más benigna. Pues aun cuando no es la ley
vigente al momento de la comisión, ni la vigente al momento del fallo, pues está derogada por otra ley, al ser la
intermedia más benigna, se permite que actúe ultraactivamente.

Esta solución es la única que puede evitar la injusticia comparativa de la desigualdad de trato que se produciría en
caso de lentitud del proceso frente a los supuestos de mayor celeridad que permitieren una sentencia estando aún
vigente la ley anterior.

2. Leyes transitorias: leyes temporales y leyes excepcionales

Debemos distinguir las leyes temporales de las excepcionales. Las primeras, son aquellas que establecen ellas mismas
sus propios períodos de vigencia. Las segundas son aquellas en las cuales su vigencia está supeditada a la persistencia
de la situación especial por la cual fueron dictadas.

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La circunstancia de que estas leyes sean sancionadas para situaciones excepcionales y que al ser transitorias tengan un
periodo de vigencia, plantea la cuestión de si ellas son o no aplicables –luego de su derogación– a los hechos
cometidos durante su vigencia.

Con anterioridad a la reforma de 1994, la mayoría de los autores y la jurisprudencia sostenían que una excepción al
principio de la retroactividad de la ley penal más benigna estaba dada por las leyes penales excepcionales y
temporales.

Ello en virtud de que se afirmaba que en la medida que estas leyes perderán vigencia en un determinado lapso de
tiempo ante las leyes permanentes, por lo general más favorables, su autoridad se vería anulada o seriamente afectada.

Con posterioridad a la reforma de 1994, las circunstancias han cambiado sustancialmente, en virtud de que rige con
carácter de garantía constitucional el principio de la retroactividad de la ley penal más benigna.

Las leyes interpretativas.

Son leyes interpretativas aquellas que aclarando, determinan el contenido de otra ley que puede entenderse de varios
modos o admite distintas interpretaciones. No constituye una ley interpretativa aquella que modifica el alcance posible
del contenido de la otra ley.

En el caso de las leyes interpretativas, también rige el principio general de la irretroactividad de la ley penal y sus
excepciones la ultraactividad y retroactividad de la ley penal más benigna, siempre que se trate de una interpretación
auténtica. Distinto es el supuesto de un cambio en la interpretación judicial de la norma.

Las medidas de seguridad y el principio de la ley penal más benigna.

El Código Penal, al establecer las consecuencias del delito, regula tanto las penas como las medidas de seguridad.
Estas últimas, que no son penas y que tienen una finalidad distinta, puedan clasificarse en curativas, educativas y
eliminatorias.

Con relación a las penas y tal como se analizó precedentemente, no existen dudas de la aplicación de la ley penal más
benigna. No existe en la doctrina un criterio unánime respecto de las medidas de seguridad.

La doctrina mayoritaria sostiene que –en lo atinente a las medidas de seguridad– es necesario diferenciar previamente
los objetivos que persiguen en cada caso.

En las medidas curativas y educativas no rige el principio tempus regis actus. Es decir, si con posterioridad a la
comisión de un hecho el legislador establece una nueva medida de esta clase, para un hecho que antes no la tenía
prevista, esta medida se aplica retroactivamente, aun cuando sea más perjudicial para el reo. Ello se fundamenta en
que si bien es una medida correctiva que supone una carga para la persona que está afectada por ella, se parte de la
hipótesis de que la nueva ley recepta los últimos y más adecuados medios para el tratamiento del imputado, logrando
de esta manera su recuperación o educación.

Si la medida de seguridad no es curativa ni educativa, sino que tiene un fin eliminatorio del delincuente, en tal caso se
sostiene que rige el principio de la retroactividad de la ley penal más benigna.

3. Validez personal de la ley penal. El principio de igualdad ante la ley.


Limitaciones funcionales provenientes del derecho interno (art. 68, CN) y del derecho
internacional.

Inviolabilidad o indemnidad parlamentaria

Conceptualización

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El principio de igualdad de los hombres ante la ley, constituye una de las reglas constitucionales fundamentales de los
estados civilizados modernos.

Alguien podría preguntarse qué sucede ante el art. 68 de nuestra Carta Magna nacional, que consagra la llamada
inviolabilidad o indemnidad parlamentaria, prohibiendo que los miembros del Congreso, sean acusados, interrogados
judicialmente o molestados por las opiniones o discursos que emitan desempeñando su mandato de legislador. Se trata
de una excepción al postulado de validez general del derecho penal con relación a las personas, que no lo es al de
igualdad ante la ley, porque no se asienta en la calidad personal o la investidura del autor, sino en la función que
desempeña.

No es que “un privilegio personal haga impune el acto, sino que es el carácter del acto el que hace impune a la
persona”, y en ello no se advierte una discriminación arbitraria.

Procedencia

La inviolabilidad parlamentaria solo procede frente a opiniones o discursos y no ante otro tipo conductas que pueda
desarrollar el legislador. Quedan incluidos en el concepto todos aquellos pensamientos, juicios o calificaciones
emitidos por los legisladores a través de sus votos, ponencias, actitudes y toda otra forma de expresarse.

Pero es necesario además, que dichas opiniones sean vertidas como parte de la actividad funcional del legislador.

Naturaleza

Se trata de una excusa absolutoria de responsabilidad que solo beneficia al autor del delito y no a los cómplices e
instigadores. Su razón política, estriba en que, siendo la libertad de opinión “la base misma del régimen democrático,
ha sido preferible correr el riesgo excepcional de un abuso, y soportarlo, que el de establecer un control de los que
tienen que aplicar la ley sobre los que tienen que hacerla”.

Características

La inviolabilidad o indemnidad parlamentaria es absoluta y permanente.

Absoluta, porque el privilegio ha sido instituido para proteger la función y no a la persona del legislador. Tampoco se
ha previsto para favorecer a la Cámara respectiva. Y permanente, porque aunque solo protege las conductas realizadas
desde el inicio hasta la finalización del respetivo mandato legislativo, lo hace indefinidamente hacia el futuro.

Alcances

Aunque se trata de una garantía constitucional que inicialmente se dirigía solo a los legisladores su campo de acción se
ha ampliado y en la actualidad comprende las opiniones vertidas por:

a) los legisladores nacionales y provinciales


b) los candidatos a legisladores de Córdoba
c) los convencionales constituyentes nacionales y provinciales
d) los defensores del pueblo de la Nación y de la provincia de Córdoba
e) el gobernador y vicegobernador de la provincia de Córdoba y los candidatos a esos cargos
f) los ministros de la provincia de Córdoba.

Inmunidades diplomáticas

Las inmunidades diplomáticas no constituyen verdaderas excepciones a la validez general de la ley penal con relación
a las personas, porque no importan privilegios de irresponsabilidad penal.

Solo benefician a quienes gozan de un “status diplomático”.

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Su justificación se encuentra en la necesidad de “preservar el respeto y la mutua consideración entre los Estados,
asegurando para sus representantes diplomáticos, las máximas garantías que debe reconocérsele para el más eficaz
cumplimiento de sus funciones”. Las inmunidades diplomáticas pueden ser renunciadas por el Estado acreditante.
Pero el Estado extranjero también puede renunciar este privilegio para que el caso sea juzgado por los jueces
nacionales.

Inmunidades de índole procesal.

Tampoco constituyen verdaderas excepciones al imperio general de la ley penal con relación a las personas, sino
obstáculos constitucionales que han sido impuestos al inicio y desarrollo del proceso penal contra un legislador,
miembro del Poder Ejecutivo o del Poder Judicial. Su objetivo no es otro que la protección del funcionamiento,
independencia y jerarquía de tales poderes frente a eventuales injerencias judiciales infundadas; y no el beneficio
particular de sus integrantes.

Dichos obstáculos consisten en:

1. Inmunidad de arresto: establece que ningún senador o diputado, desde el día de su elección hasta el de su
cese, puede ser arrestado; excepto en caso de ser sorprendido in fraganti en la ejecución de algún crimen que
merezca pena de muerte, infamante, u otra aflictiva.
2. Desafuero: regulado por el art. 70 C.N., consiste en el procedimiento necesario para suspender en sus
funciones a un legislador, a fin de posibilitar que se inicie un proceso penal en su contra.
3. Juicio político: lo contemplan los arts. 53, 59 y 60 C.N. y 119 de la Constitución cordobesa y consiste en el
procedimiento previsto para destituir a los miembros del Poder Ejecutivo, sus ministros y los integrantes de la
Corte Suprema de Justicia, a fin de someterlos a proceso judicial.
4. Jurado de Enjuiciamiento de miembros del Poder judicial: consiste en el procedimiento necesario para
remover y posibilitar el sometimiento a un proceso penal de los jueces de los tribunales inferiores de la
Nación y de los demás funcionarios designados con acuerdo del Senado.

4. Validez espacial de la ley penal. Concepto.

Bajo el título de validez espacial de la ley penal, se estudiará el conjunto de disposiciones legales dictadas por los
Estados, con el objeto de determinar el ámbito espacial de imperio de sus leyes penales. Se trata de normas
“secundarias” o “integradoras” del derecho penal, porque no se refieren a la potestad estatal misma de castigar, sino al
ámbito de validez de las normas que sí lo hacen. Se discute su carácter nacional o internacional.

Principios reguladores en el Derecho penal argentino:

Se cuenta con diferentes criterios para establecer el alcance espacial del derecho penal:

a) Principio territorial.
b) Principio real o de defensa.
c) Principio de personalidad.
d) Principio universal.

Aunque estos puntos de vista suelen combinarse para posibilitar una lucha eficaz contra el delito, siempre hay alguno
de ellos que predomina. En nuestro derecho positivo vigente, la regla es la territorialidad de la ley penal argentina.
Frente a ella, las demás pautas, solo actúan como excepciones que buscan salvar las falencias que podrían derivarse de
su consideración aislada.

a) Territorial;

Según este criterio, es válida la ley penal del lugar donde se comete el delito. No interesa dónde deba producir sus
efectos, ni la nacionalidad de su autor o del sujeto pasivo. Su origen moderno, se encuentra en las ideas liberales de la

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Revolución Francesa y como hemos dicho, constituye la columna vertebral en nuestro sistema positivo vigente. El
fundamento de este postulado descansa en que, siendo la potestad estatal de castigar una indiscutible manifestación de
la soberanía de un Estado, también lo es su imperio dentro del territorio que conforma esa unidad política. El principio
de territorialidad, se encuentra receptado como regla básica de nuestro ordenamiento positivo vigente, en el art. 1°
C.P., que prescribe la validez de ley penal argentina, para los delitos “cometidos… en el territorio de la Nación
Argentina o en los lugares sometidos a su jurisdicción”. También ha sido reconocido por nuestro país en el Tratado
de Derecho Penal Internacional de Montevideo de 1889.

b) Real o de defensa;

Propone la validez de la ley penal nacional para los delitos cometidos en el extranjero, cuando estos deban afectar
bienes jurídicos cuya titularidad ejerza el Estado Nacional y puedan incidir en su integridad como tal. Aunque en
nuestro país constituye el segundo criterio de validez de la ley penal del espacio en importancia, solo opera en forma
subsidiaria frente a la regla de su territorialidad.

Su justificación estriba en la obligación que tiene todo Estado de defender su integridad, a través de la protección de
los bienes que constituyen los pilares de toda sociedad organizada. Se considera que frente a la importancia de esos
bienes para su soberanía, resulta irrelevante que los ataques provengan de hechos cometidos en el propio territorio o
en el extranjero.

Este principio encuentra recepción en el art. 1° incs. 1 y 2 del C.P., que establece la validez de la ley penal argentina
para los delitos “cuyos efectos deban producirse en el territorio de la Nación Argentina o en los lugares sometidos a su
jurisdicción” y para los “cometidos en el extranjero por agentes o empleados de autoridades argentinas en desempeño
de su cargo”.

c) De personalidad o nacionalidad;

Postula como criterio de validez la nacionalidad del sujeto activo del delito. No le importa el lugar de comisión o en el
que debe producir sus efectos el ilícito, ni la nacionalidad del sujeto pasivo. El origen de este principio se encuentra en
las fuentes romanas, habiendo sido, hasta antes de la Revolución Francesa, la principal regla de validez espacial de la
ley penal. La idea subyacentes es que ley penal del país debe seguir “al súbdito, donde quiera que este vaya”, como
consecuencia de las implicancias que se asignan al vínculo de nacionalidad que une al autor del delito con su Estado.

Es cierto que el principio de la personalidad activa no rige en forma directa en el derecho penal argentino. Pero
indirectamente encuentra acogida a través del art. 12 de la ley de extradición, que autoriza al nacional que ha
delinquido en el extranjero a ser juzgado por los tribunales y según la ley argentina, aunque solo cuando exista un
tratado internacional que obligue a entregarlo.

d) Universal.

Propone la validez de la ley penal de un Estado para todos los casos, sin importar el lugar de comisión o en el que
deba producir sus efectos el delito, ni la nacionalidad del sujeto activo o pasivo. Se trata de un principio que, debido a
la coexistencia de las distintas soberanías, resulta práctica y científicamente insostenible como regla general. Por ese
mismo motivo, su imperio requiere de un acuerdo previo entre las diferentes naciones para que no se traduzca en
intervenciones jurídicamente infundadas de un Estado sobre las cuestiones interiores de otro.

Solo rige para los llamados delitos contra el derecho de gentes. Su fundamento descansa en el principio de solidaridad
internacional, que autoriza la persecución mundial de aquellos delitos que atentan contra los intereses jurídicos
comunes a las naciones civilizadas.

El principio universal encuentra acogida en el art. 118 de nuestra Constitución Nacional, que hace alusión a “delitos
cometidos fuera de los límites de la nación contra el derecho de gentes”, facultando al Congreso de la Nación para
dictar una ley especial que establezca el lugar en que haya de seguirse juicio a los mismos. La falta de enunciación

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expresa por parte de la ley argentina obliga a su individualización a través del examen de los instrumentos
internacionales celebrados por la República.

Lugar de comisión del delito: teorías. Aplicación en el Derecho penal argentino. La cuestión en los
delitos a distancia y de tránsito.

Es frecuente que el supuesto de hecho de la norma penal secundaria, se integre tanto con un comportamiento, como
con un resultado material consumativo.

No se presentan mayores inconvenientes cuando el comportamiento y el resultado material ocurre en un mismo lugar.
En ocasiones el comportamiento y el resultado acontecen en territorios estatales distintos, conformando los llamados
delitos a distancia.

Para determinar si en estos casos, a los fines de la ley penal aplicable interesa el comportamiento o el del resultado
delictivo, la doctrina ha elaborado tres teorías principales: la teoría de la acción, la teoría del resultado y la teoría
mixta o de la ubicuidad.

Para la teoría de la acción el delito se comete en el territorio en el que se desarrolla el comportamiento delictivo,
siendo irrelevante el lugar en el que se produce el resultado.

La teoría del resultado solo tiene en cuenta el lugar en el que se produce el resultado material del delito, omitiendo
toda consideración del comportamiento. Señalan que resulta absurdo que el Estado que ve perturbado su orden
jurídico a causa del delito, sea privado de su derecho al castigo penal.

Encontramos la teoría mixta o de la ubicuidad que es la adoptada por el ordenamiento argentino y que por su criterio
ecléctico, brinda respuestas a todos estos planteos, aventando toda posibilidad de impunidad que pudiera resultar de un
conflicto de competencias. Su acierto radica en advertir que tanto el comportamiento como el resultado del delito
integran el supuesto de hecho previsto por la norma secundaria y que ambos tienen la misma relevancia jurídica y
resultan suficientes para determinar la ley penal aplicable. Es indiferente si en nuestro país se desarrolló el
comportamiento o el resultado material, porque en ambos casos será aplicable la ley penal argentina. Su recepción
suele argumentarse atendiendo a la expresión “efectos” del citado art. 1° C.P., por entenderse que esta, además de
receptar el principio real o de defensa, importa la adopción del criterio de ubicuidad en el de territorialidad.

Otra cuestión que ha generado dificultades, es la de los delitos de tránsito, es decir, aquellos en los que el proceso
ejecutivo recorre más de una jurisdicción. Sería el caso de un secuestro en el que la víctima es trasladad por distintas
jurisdicciones. Frente a lo dicho, consideramos que si una parte del estado consumativo se concretó en nuestro país,
resultará aplicable la ley penal argentina en virtud del principio de territorialidad.

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TEORÍA DEL DELITO

Unidad V:

La acción:

1. La acción. Caracterización de su contenido.

El desarrollo del concepto de acción, como primer elemento del delito, ha ido evolucionando paulatinamente en la
ciencia del derecho penal del siglo XIX.

Las concepciones analizadas discrepan en cuanto al contenido que deba atribuírsele a la noción de acción. Han sido y
son numerosas la denominaciones para referirse a este elemento del delito: MAYER empleó la palabra
acontecimiento; otros autores hablan de conducta; algunos emplean el vocablo hecho, hecho punible o hecho legal;
JIMÉNEZ DE ASÚA habla de acto, MIR PUIG parece inclinarse por la voz comportamiento; pero la mayoría
mantuvo el nombre acción.

Pueden señalarse algunos rasgos distintivos del concepto de acción:

- Exterioridad: solo pueden ser alcanzadas por el derecho penal aquellas conductas humanas que trasciendan la
esfera interna de la persona, en tanto solo a través de ellas es factible lesionar los bienes jurídicos que la ley
tutela.
- Sujetos de acción: solo las personas físicas pueden ser sujetos activos del derecho penal, pues solo a ellas se
les puede atribuir la comisión de un hecho delictivo. Se excluye así la responsabilidad penal de las personas
jurídicas.
- Formas de conducta: La conducta en tanto primer elemento del delito, es susceptible de asumir dos
modalidades: o bien, bajo la forma de acción en sentido estricto, o bien, como una omisión. El primer
supuesto implica una actividad de la persona que vulnera una norma prohibitiva. La omisión se configura
como una inactividad violatoria de una norma preceptiva.

Hagamos un repaso de las principales posturas en torno de la acción:

a. Concepción causal de acción: a esta concepción corresponde una visión mecanicista de la acción. El
causalismo abrevó de dos fuentes principales:
1. Positivismo jurídico o sistema clásico: fueron sus principales exponentes VON LISZT, BELING y
RADBRUCH y, entre nosotros, es la concepción sostenida por NÚÑEZ, SOLER y FONTÁN
BALESTRA.
La acción se concibe como “toda conducta humana voluntaria que causa un cambio en el mundo
exterior”. De lo dicho se desprenden sus elementos: 1) manifestación de voluntad, y 2) resultado.
Se entiende por manifestación de voluntad, toda conducta del hombre comisiva u omisiva que, libre de
violencia física o psicológica, está determinada por las representaciones. Consiste en la inervación
muscular proveniente de los centros superiores del cerebro. No debe confundirse esa manifestación de
voluntad con su contenido, que pertenece al campo de la culpabilidad. De esta manera el causalismo
generó una voluntad sin contenido.
En cuanto al resultado, este consiste en un cambio en el mundo exterior causado por la manifestación de
voluntad, o la no mutación de ese mundo externo. El efecto del delito puede consistir en un cambio físico
o psíquico. Son resultados el daño y el peligro.
El resultado ha de estar vinculado con aquella manifestación de voluntad del sujeto.
El concepto de acción así entendido es comprensivo tanto del hacer cuanto del no hacer.
2. Normativismo neokantiano o sistema neoclásico: surge a principios del siglo XX, bajo la influencia del
pensamiento filosófico neokantiano en la versión de la Escuela Sudoccidental alemana. La acción pasa a
ser un concepto referido a un valor y no un simple concepto natural. Su principal expositor considera a la
acción como la “conducta humana valorizada de determinada manera”; este concepto engloba el hacer y
1
el omitir. Pero MEZGER aclara que la valoración del contenido de la voluntad debe dejarse para el
momento de la culpabilidad, llegando a sostener que el concepto de acción sea estructurado y construido
como un concepto natural.
b. Concepción finalista de acción: el descubrimiento de los elementos subjetivos del injusto facilitó el desarrollo
de la teoría finalista de la acción. Entre nosotros los principales sostenedores de esta corriente son
BACIGALUPO, ZAFFARONI y SANCINETTI.
El origen filosófico de esta concepción se encuentra en ARISTÓTELES.
WELZEL rechaza la concepción mecanicista de la acción, con el argumento de que el concepto de acción del
derecho penal, ha de ser un concepto ontológico, proveniente del campo del ser y preexistente a toda
valoración; concepción que armoniza con su teoría de las estructuras lógico-objetivas.
Para el finalismo, la esencia de la acción humana no reside en una causalidad ciega que prescinde del
contenido de la voluntad, sino en la finalidad que constituye ese contenido.
Conforme al concepto finalista de acción, esta abarca dos etapas. La primera transcurre en la esfera del
pensamiento y comprende la proposición del fin por el autor, la selección mental de los medios para obtenerlo
y la consideración de los efectos concomitantes. Luego viene la segunda etapa, en la que el autor pone en
movimiento los medios de acción escogidos con anterioridad, en dirección a la producción del resultado.
El finalismo traslada el dolo y la culpa desde la culpabilidad a la acción y los agrega al elemento subjetivo del
tipo, al que se considera un tipo de acción, un tipo final.
El desarrollo de la bio-cibernética ha puesto de manifiesto que en toda conducta hay una programación a partir
de una anticipación del resultado.
c. Esquemas funcionalistas: se desarrollan a partir de los 70, otorgando prevalencia a las consideraciones
teleológico-normativas en el sistema jurídico del delito. Se ha dicho que implican un retorno al neokantismo y
una renormativización de las categorías del delito. El funcionalismo busca abrir el derecho penal a los criterios
de valoración que proporciona la política criminal. Deben mencionarse:
1. Funcionalismo moderado: “Concepto personal de acción”:
El profesor alemán CLAUS ROXIN elabora un concepto normativo de acción, caracterizándola como
“manifestación de la personalidad”. Del concepto así expuesto se sigue que solo pueden ser consideradas
acciones las conductas exteriores del sujeto, excluyéndose los procesos que transcurren en la faz interna
de la persona.
Dicho concepto abarca solo las manifestaciones que pueden ser atribuidas a un ser humano como centro
anímico-espiritual de acción, excluyéndose de su ámbito aquellos efectos que no están gobernados por “la
instancia conductora anímico-espiritual del ser humano”.
El concepto de acción analizado configura un elemento básico o supraconcepto que abarca todas las
manifestaciones de la conducta delictiva.
Dicho concepto de acción opera como elemento sistemático de enlace o unión, pues permite vincular a
todas las concretas categorías del delito.
El concepto de acción debe ser neutral frente a los demás elementos del delito, a los que solo se
relacionará en etapas ulteriores, en las que recibirá el aporte valorativo de cada uno de dichos elementos.
ROXIN advierte que en el caso de ciertas conductas omisivas no puede considerarse a la acción en forma
neutra al tipo, pues en dichos casos “no hay acción antes del tipo, sino que el tipo es el presupuesto de
aquella”.
El concepto de manifestación de la personalidad describe también el criterio decisivo para la delimitación
entre acción y falta de acción.
2. Funcionalismo radical y sociológico: para JAKOBS la acción debe concebirse como “expresión de
sentido”. Acción consiste en la causación individualmente evitable.
A partir del concepto de acción como causación evitable del resultado y del correlativo concepto de
omisión como no evitación evitable de un resultado, se puede formar un supraconcepto de
comportamiento que en la respectiva diferencia de resultado abarque la comunidad entre actuar y omitir.
La expresión de sentido jurídico-penalmente relevante de una acción injusta, está en la toma de postura
frente a la vigencia de la norma, que no es reconocida por el autor; esta falta de reconocimiento de la
2
vigencia de la norma, es lo que constituye el resultado específicamente jurídico-penal. El no
reconocimiento de la vigencia de la norma puede ser completo, sin que se produzca un resultado externo
del delito.
d. Otros conceptos de conducta: Junto a las concepciones expuestas, el desarrollo de la dogmática presenció
otras posturas, entre las que pueden citarse:
1. Concepto social de acción.
2. La absorción de la acción por el tipo: se trata de abandonar el concepto de acción pretípico y en su lugar
erigir a la tipicidad en concepto fundamental del sistema de derecho penal. La acción pasa a ser
realizadora del tipo penal.

La voluntad para un esquema causal o personal de lo injusto.

Se llama injusto penal (o ilícito penal) a la acción la acción típica y antijurídica. Configurado un injusto penal, no
estamos aún en presencia de un delito sino que, para que este se concrete será necesario que ese injusto le sea
jurídicamente reprochable a su autor.

En el desarrollo de la dogmática, han confrontado dos posiciones en relación a la forma de entender el injusto:
concepción causal y concepción personal del injusto.

Una primera posición partía de la división objetivo-subjetivo en la consideración de los elementos del delito. Mientras
que al injusto pertenecían los caracteres externos objetivos del delito, los elementos anímicos subjetivos debían
constituir la culpabilidad; de este modo se incluyó todo lo externo en el injusto y todo lo interno en la culpabilidad. En
esta concepción, el tipo era un concepto objetivo. También la antijuridicidad era concebida en forma objetiva.

Si lo ilícito se refería al proceso causal externo, sin importar en este momento los factores internos del autor, la
doctrina dominante tenía que concebir lo injusto como lesión o peligro de un bien jurídico (disvalor del resultado).

El desarrollo de la teoría normativa de la culpabilidad y el descubrimiento de los elementos subjetivos del tipo,
resquebrajaron esta concepción del injusto, dando paso a una nueva sistemática en teoría de delito, cuyo inspirador
formuló la concepción personal del injusto.

A partir del concepto personal de lo injusto, se deja atrás la antigua concepción bipartita del delito. Conforme a esta
nueva postura, el injusto penal se conforma de una naturaleza mixta, puesto que el dolo y la culpa se han trasladado a
la acción e integran el tipo subjetivo el que, junto al tipo objetivo, conforman el tipo complejo.

Para la teoría de la acción finalista esos elementos son la dirección de la acción a un fin prohibido en los delitos
dolosos y la infracción del deber de cuidado en los delitos culposos. Otros puntos de vista no se conforman con ello y
reclaman para el concepto personal de lo ilícito algo más que el dolo.

Estos dos puntos de vista se diferencian en lo que exigen que el juez compruebe para determinar la tipicidad y la
justificación: con el concepto causal de lo ilícito, la tipicidad de la acción dependerá de que haya causado la lesión del
bien jurídico. A su vez la antijuridicidad dependerá de si la lesión está o no autorizada.

Con el concepto personal de lo ilícito, la tipicidad requerirá comprobar no solo la lesión del bien jurídico, sino también
que el autor quiso realizar la acción; la justificación requiere no solo la autorización de la lesión del bien jurídico, sino
también que el autor haya conocido las circunstancias que determinan la justificación.

La teoría causal de lo ilícito agota este concepto en la comprobación de un disvalor del resultado de la acción; la teoría
personal de lo ilícito requiere junto al disvalor del resultado un disvalor de acción.

Las estructuras lógico-objetivas.

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Esta teoría se halla encuadrada dentro del movimiento que en la posguerra tendió a buscar limitaciones a la actividad
del legislador, basándose en la naturaleza de las cosas. Se trata de una reacción anti-positivista jurídica que responde
a la problemática que dejaba planteada la guerra y sus precedentes más inmediatos.

Para WELZEL el mundo empírico está ordenado previamente al conocimiento humano, en estructuras lógico-
objetivas. Lógicas, porque desde el punto de vista del derecho, su inobservancia trae aparejada contradicción interna y
falta de unidad en el ordenamiento jurídico. Objetivas, porque una vez conocidas existen independientemente de toda
aceptación o rechazo posterior.

La teoría de las estructuras lógico-objetivas puede sintetizarse así:

a) Partiendo de que ni el conocimiento ni el método crean el objeto, tampoco lo crea el juicio de valor, y ni
siquiera lo modifica.
b) La valoración debe respetar la estructura del ser del objeto que valora.
c) Conforme a ello, se llaman estructuras lógico-objetivas a las que vinculan al legislador con el objeto que
desvalora.
d) Una de las estructuras lógico-objetivas es la acción, la cual tiene por esencia la finalidad del autor.
e) El desconocimiento por el legislador de la estructura lógico-objetiva, hará imperfecta la legislación, pero no
por ello dejará de ser válida.
f) Hay supuestos en que dicho desconocimiento invalidará la norma.

Concepto social de acción.

Esta teoría fue desarrollada por vez primera por EBERHARD SCHMIDT en 1932. Mas la noción que proporciona
este autor dista mucho de ser la única, tratándose más bien de varios conceptos que terminaron adoptando una similar
denominación, cuya característica unitaria residiría en la relevancia social del hacer u omitir humanos.

El concepto social de acción se presenta como una superación de las insuficiencias del concepto causal y del concepto
final de acción, buscando explicar satisfactoriamente todas las distintas formas del comportamiento humano.

Esta teoría entiende que la única forma de encontrar un concepto de acción común a los delitos dolosos, los culposos y
los de omisión, es remontarse a un denominador común que pueda aglutinar las distintas modalidades de
comportamiento que dan lugar a cada una de aquellas clases de delitos. Ese denominador común no puede hallarse en
el ámbito del ser, sino que para reunir ambas categorías en un concepto unitario de acción, hay que remontarse a un
punto de vista superior de naturaleza valorativa: la perspectiva social.

Para uno de la autores más destacados de esta corriente, “acción es toda conducta humana socialmente relevante”; esta
conducta socialmente relevante puede consistir en: a) en el ejercicio de una actividad finalista, b) en la causación de
consecuencias dominables por el autor, y c) en una inactividad frente a una determinada expectativa de acción.

Al incluir la finalidad en la acción, JESCHECK se ubica en la denominada variante subjetiva del concepto social de
acción.

Frente a esta posición se alza la variante objetiva, uno de cuyos exponentes es MAIHOFER, para quien “acción es
todo dominio objetivo de la acción de un hombre con dirección a un resultado social previsible”. Con esta versión
objetiva, la concepción social de acción se asemeja a la teoría causalista.

Responsabilidad penal de las personas jurídicas.

El problema de la llamada responsabilidad penal de las personas jurídicas ha cobrado una inusitada importancia en las
más recientes elaboraciones de la ciencia jurídico-penal. Este fenómeno se explica debido al creciente papel
protagónico desempeñado por las grandes corporaciones.

El debate se instala en el marco de la teoría de la imputación delictiva.


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Las respuestas en legislación y en doctrina

La magnitud del fenómeno tratado ha llevado a poner en crisis el principio societas delinquere non potest y a la
elaboración de distintas alternativas tendientes a la criminalización de la persona jurídica.

Se acepta la responsabilidad criminal de las personas jurídicas en sistemas legislativos del Common Law.

En el ámbito europeo la tradición ha sido contraria a la admisión de dicha posibilidad; no obstante en los últimos años
se advierte una paulatina reversión de dicha sentencia.

Una modalidad distinta se ha adoptado en el derecho alemán, en el que se prevén sanciones de naturaleza penal-
administrativa contra las personas jurídicas.

Las críticas

Las soluciones legislativas referidas han recibido numerosos cuestionamientos, entre los que se pueden señalar:

Se ha dicho que la penalización de las personas jurídicas quebraría los principios de culpabilidad y de personalidad de
las penas, que impide que el castigo recaiga sobre todos los miembros de la persona jurídica.

En relación con las propuestas de combatir la delincuencia económica aplicando a las personas jurídicas medidas de
seguridad, se ha dicho que tal posibilidad requiere la existencia de un fundamento de carácter subjetivo, al que se ha
llamado principio de peligrosidad: solo se pueden imponer medidas de seguridad a un sujeto que manifiesta
peligrosidad criminal. Y si se establece que solo las personas físicas pueden cometer delitos, no podrán entonces las
personas ideales, ser sujetos peligrosos.

Las respuestas en nuestro derecho

Existe consenso en la imposibilidad de utilizar el sistema de imputación del Código Penal vigente, para atribuir
responsabilidad a los entes ideales. Podemos decir que, salvo el antecedente del proyecto de 1951, ha sido invariable
en nuestro derecho legislativo el principio societas delinquere non potest.

Respecto a la imposibilidad de penar a las personas jurídicas, nuestra doctrina mayoritaria se inclina por negarles
capacidad de acción.

Debe tenerse en cuenta que nuestro sistema constitucional ha consagrado el principio de personalidad de la pena.

2. Faz negativa de la acción.

Las causas que excluyen la acción fueron tratadas en distintos capítulos de la teoría del delito; es de data reciente su
sistematización como causas excluyentes del acto.

Se trata de supuestos en donde, por motivos externos o internos, no hay acción y tampoco hay delito.

Factores externos: fuerza física irresistible,

Está prevista como causa de exclusión de pena en el art. 34 inc. 2, 1ª parte, C.P. y corresponde a lo que
tradicionalmente se conoce como vis absoluta. Por fuerza física irresistible, debe entenderse una fuerza de entidad tal
que haga al sujeto incapaz de dirigir sus movimientos.

El sujeto no domina la acción, sino que es un instrumento de un tercero, y aquella es la resultante de la impulsión de
una fuerza natural o mecánica extraña.

Se distingue de la vis relativa reglada en la 2ª parte del mismo inciso del art. 34, situación que podrá dar lugar a la
inculpabilidad del sujeto, pero que no excluye la acción.

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movimientos reflejos o involuntarios.

Se definen como la “actividad o inactividad atribuible a una excitación de los nervios motores debida a un estímulo
fisiológico-corporal, ajeno a la impulsión voluntaria de la persona”. Al no ser una expresión del psiquismo del sujeto,
resulta incuestionable la falta de acción. Estos actos pueden ser espontáneos o provocados.

Los comportamientos automatizados.

Se ubican en una discutida zona límite.

Se entiende por acción automatizada, “una disponibilidad de acción adquirida mediante larga práctica y que llegado el
caso se transforma en movimientos sin reflexión consciente”. En el ser humano están ampliamente automatizados los
movimientos constantemente repetidos y su curso.

En el caso normal ello es absolutamente adecuado, pues acelera la reacción en situaciones en que una reflexión duraría
demasiado tiempo; pero en los casos concretos pueden producirse reacciones equivocadas, que en tal caso tienen lugar
tan poco conscientemente.

La opinión dominante admite el carácter de acciones de estos comportamientos.

Factores internos: estado de inconsciencia. Supuestos.-

“Hay inconsciencia cuando en el hecho no intervienen los centros altos del cerebro o cuando lo hacen en forma
altamente discontinua o incoherente”.

En relación con la embriaguez, se busca distinguir la ordinaria de la embriaguez sin sentido, afirmándose que solo en
este último caso habrá falta de acción.

Hay ciertos estados del sujeto cuya naturaleza es muy discutible, hallándose sometidos a continua investigación: son
los casos de sueño fisiológico y el trance hipnótico.

Cuando hay inconsciencia no hay voluntad y no hay conducta. La inconsciencia está expresamente prevista en el inc.
1 del art. 34 C.P.

De inmediato se aprecia que estos estados serán fuente de omisiones. Se exceptúa, sin embargo la particular situación
del sonámbulo. Este puede realizar movimientos propios de un delito de comisión y es respecto a estos que no hay
acción de su parte.

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UNIDAD VI:
La Tipicidad: Concepto
La tipicidad es el resultado de un juicio u operación mental llevada a cabo por el intérprete o el juez, que permite
determinar que la conducta objeto de examen coincide con la descripción abstracta contenida en la ley penal.
1. El tipo doloso de comisión:
1. El tipo.
Luego de haber estudiado la conducta como característica básica y genérica del delito, debemos analizar su primer
elemento específico, el tipo penal que es la descripción abstracta de la conducta prohibida por la norma que efectúa el
legislador.
El tipo equivale a Tatbestand, o sea, aquello en que el hecho consiste, el supuesto de hecho.
La tipicidad es el resultado de un juicio u operación mental llevada a cabo por el intérprete o el juez, que permite
determinar que la conducta objeto de examen coincide con la descripción abstracta contenida en la ley penal. Si
realizado dicho procedimiento surge que el resultado es negativo porque el comportamiento en cuestión no se adecua
al respectivo tipo delictivo, se dirá que estamos en presencia de la atipicidad.
La conducta será típica o atípica según se subsuma o no en la descripción abstracta del tipo penal.
Tipo garantía. Tipo sistemático.
De acuerdo con su contenido, es factible distinguir dos conceptos de tipo:
1. Tipo garantía: contiene la totalidad de los presupuestos que condicionan la aplicación de una pena.
Sería algo similar a la figura delictiva total de la que nos hablaba BELING en 1930, a la que entendía como un cuadro
normativo que se distingue del tipo, que se inscribe en el vasto dominio de la conducta culpable y antijurídica: el tipo
de ilicitud es la específica conducta valorada como antijurídica; el tipo de culpabilidad es el dolo o la culpa
específicamente requeridos en cada delito.
2. Tipo sistemático o en sentido estricto, es el que describe la conducta prohibida por la norma.
En opinión de BACIGALUPO el tipo sistemático se obtiene mediante una delimitación de sus elementos respecto de
los de la antijuridicidad: por ello la falta de antijuridicidad no excluye la tipicidad, pues la relación entre ambas
categorías se expresa en que la tipicidad es solo un indicio de la antijuridicidad, que cede frente a una causa de
justificación.
Funciones del tipo:
Dentro del denominado tipo sistemático se han encontrado diferentes funciones:
a) Indiciaria;
Quienes afirman el valor indiciario del tipo penal –como ratio cognoscendi de la antijuridicidad– sostienen que
podemos encontrar conductas típicas que no son antijurídicas porque en el caso concreto concurre alguna causa de
justificación, que determina que el comportamiento típico es permitido por el ordenamiento jurídico.
A esta concepción se oponen quienes defienden la teoría de los elementos negativos del tipo. MIR PUIG entiende que
la tipicidad penal es la base de la antijuridicidad penal. Concluye que la tipicidad es ratio essendi necesaria pero no
suficiente a la antijuridicidad penal. Del mismo modo que no todo hecho antijurídico es penalmente típico, no todo
hecho penalmente típico es antijurídico.
b) Vinculante (“figura rectora”);
Por ello el delito-tipo importaba un concepto fundamental que domina el derecho penal en toda su extensión y
profundidad, pues sin referencia a una figura autónoma de delito, toda disquisición jurídico-penal cae en el vacío.
También es vinculante para las formas delictivas accesorias como la tentativa y la participación, en las cuales resulta
imposible prescindir del concepto tipificante.
c) Didáctica;

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La exigencia del tipo implica que los destinatarios de la ley penal deben tener la posibilidad, antes de realizar
determinada conducta, de conocer si ella está o no prohibida y amenazada con una pena.
La función didáctica o pedagógica del tipo penal y el principal medio de coacción jurídica sirven para motivar a todos
los individuos que integran la comunidad a abstenerse de realizar el comportamiento prohibido.
d) Limitadora.
En el momento de la sanción de la ley penal el legislador selecciona con un criterio de intervención mínima, aquellas
conductas que atentan más gravemente contra los bienes jurídicos más importantes y las sanciona con una pena.
Los hechos típicos no son valorativamente neutros sino que configuran comportamientos penalmente relevantes, con
significado valorativo propio, pues suponen una lesión o puesta en riesgo de un bien jurídico valioso para el derecho
penal que debe ser imputable a un comportamiento desvalorado ex ante. La exigencia del tipo limita el castigo del
delito imposible.
Su construcción compleja.
Partimos del tipo complejo cuya construcción se efectúa mediante la descripción objetivo-subjetiva de la conducta.
En el tipo doloso la realización del tipo es querida por el autor, de modo tal que existe coincidencia entre los dos
niveles que lo integran: el tipo objetivo y el tipo subjetivo. En el tipo culposo no existe tal correspondencia entre lo
ocurrido y lo conocido y querido por el sujeto.
A. Tipo objetivo.
El tipo objetivo comprende el aspecto externo del comportamiento humano prohibido por la norma, que abarca no solo
su descripción abstracta sino también valoraciones de distinta índole. Se excluye pues lo que se encuentra situado
dentro de la esfera anímica del autor.
Función sistemática y Conglobante.

Estructura típica.

Elementos objetivos o descriptivos.


El núcleo del tipo objetivo está constituido por la conducta o la acción descripta por el verbo.
Pero encontramos además diferentes circunstancias como su relación con personas o cosas, su vinculación con el
tiempo y el espacio, la forma y modo de ejecución y sus nexos con otras acciones. Al margen de la acción, algunos
tipos exigen la producción de un resultado.
Tipos de pura actividad y de resultado.
Esta clasificación se basa en determinar si para la consumación del respectivo tipo delictivo es suficiente la realización
de la conducta prohibida, o se requiere algo más.
1. Los tipos de pura actividad son aquellos que solo requieren el comportamiento del autor, sin exigir un
resultado separable de aquel.
2. En los tipos de resultado la modificación sensible del mundo exterior está separada espacial y
temporalmente de la acción del sujeto.
El resultado puede consistir en una lesión o puesta en peligro del respectivo bien jurídico. Conforme a
ello, se distinguen:
1. Tipos de lesión son aquellos en que la conducta debe haber producido la lesión del bien jurídico
mediante el daño o la modificación del objeto material sobre el cual recae.
2. En los tipos de peligro no se exige que la conducta haya ocasionado un daño sobre su objeto, pues es
suficiente que el bien jurídicamente protegido haya sido puesto en riesgo de sufrir la lesión que se
quiere evitar. El peligro puede ser concreto, cuando se produce la posibilidad real y efectiva de lesión
al bien jurídico, o abstracto, cuando el tipo se limita a describir un comportamiento que generalmente
representa en sí mismo un peligro para el interés penalmente tutelado.

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La causalidad. Principales teorías.
El punto de vista clásico afirmaba que un resultado era el producto de una acción cuando ambos estaban unidos por
una relación de causalidad en sentido natural.
La problemática de la casualidad plantea el interrogante sobre cuándo una modificación en el mundo exterior puede
serle atribuida a una persona, endilgándole a su accionar el mote de “causa”. Las respuestas dadas a la cuestión han
sido variadas.
1. Teoría de la equivalencia de condiciones
Para algunos todas las condiciones que determinan el resultado tienen idéntica y equivalente calidad de causa. Esta es
la tesis más vinculada a las ciencias de la naturaleza.
Ya dentro del derecho penal, se hace uso de la doctrina de la conditio sine qua non para verificar si la condición que se
ha enumerado como causa efectivamente ha contribuido a la producción del resultado. Se advierte entre los juristas
una confusión entre ambos métodos, pues la conditio solo puede ser utilizada cuando se conoce de antemano la
causalidad, por haberse comprobado que la condición ha sido realmente la causa.
La teoría no permite resolver los problemas derivados de los cursos causales hipotéticos o de doble causalidad, toda
vez que la supresión mental de una condición no hace desaparecer el resultado, puesto que existe otra condición que
ha cooperado simultáneamente y con la misma eficacia en su producción.
2. Teorías individualizadoras
Luego se sucedieron distintas teorías causales denominadas individualizadoras que pretendieron limitar la excesiva
amplitud de la primera. Se postuló así la necesidad de efectuar una selección entre las condiciones según diversos
criterios valorativos jurídicos.
Entre las principales, podemos referirnos a las siguientes:
1. Teoría de la causalidad adecuada
Según otros, no todas las condiciones son causas del resultado, sino solamente aquellas que, de acuerdo con la
experiencia general, habitualmente producen el resultado (causalidad adecuada).
Al aplicar esta teoría se pasa por dos fases claramente diferenciables: primero se debe comprobar una relación de
causalidad, y segundo, examinar si esta relación es típicamente relevante.
La teoría de la causalidad adecuada no puede superar la crítica en el sentido de que “según la experiencia general
también los comportamientos inadecuados producen resultados no habituales”.
2. Teoría de la relevancia típica
También se pretende limitar la desmesurada extensión de la teoría de la equivalencia de condiciones mediante la
comprobación de la relevancia típica del nexo causal, según una correcta interpretación del tipo.
Dentro de la evolución histórica, esta teoría es clasificada como precursora de una concepción integral de la
imputación.
La imputación objetiva del resultado.
En la actualidad tiende a imponerse un punto de vista distinto pues lo decisivo no es ya la causalidad desde el punto de
vista natural, sino la relación causal que resulta relevante para lo ilícito de acuerdo con criterios deducidos de la
naturaleza de la norma y de su finalidad protectora de bienes jurídicos.
Conforme con este punto de vista “se intenta establecer ciertos criterios valorativos que permitan, específicamente en
el ámbito del derecho penal, esclarecer cuándo una causación se puede calificar como acción típica desde el punto de
vista objetivo. Para esta concepción existen dos categorías sucesivas e independientes en el tipo penal: la causalidad y
la imputación. La primera es condición necesaria pero no suficiente para la tipicidad. Puede haber causalidad sin
imputación pero no imputación sin causalidad.
La teoría de la imputación objetiva establece la necesidad de determinar la confluencia de dos niveles o escalones:
1. Si la acción ha creado un peligro jurídicamente desaprobado.

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2. Si el resultado producido es la realización del mismo peligro, ambos deducidos del fin de protección de la
norma.
Se han elaborado los siguientes criterios o pautas, que tienen carácter enunciativo:
1) No es objetivamente imputable el resultado producto de una acción que disminuye el riesgo.
2) Tampoco cuando la acción no cree el riesgo para el bien jurídico.
3) Cuando el objeto de la acción ya estaba expuesto a un riesgo:
a) Si el resultado era probable es imputable si se aumenta el riesgo.
b) Si el resultado era seguro e inevitable habrá imputación objetiva si se adelanta su producción como
sucede si A dispara sobre B –que antes había ingerido una dosis mortal de veneno– y le produce la
muerte.
4) Las normas jurídicas no prohíben las lesiones de bienes respecto de los cuales el titular tiene la posibilidad
de consentirlas.
5) No hay imputación objetiva si el resultado queda fuera de la esfera de protección de la norma.

B. Tipo subjetivo.
En el conjunto de conductas lesivas de los bienes jurídicos se pueden distinguir dos diferentes clases según la actitud
subjetiva del autor respecto del bien jurídico y la dirección de su voluntad.
En un primer grupo el sujeto es plenamente consciente de que su actuar lesiona el bien jurídico y quiere afectarlo. Lo
sucedido debe hacer sido conocido y querido por el autor.
En el otro grupo el agente no pretende lesionar el bien jurídico, pero su conducta descuidada produce su afectación.
Ambas conductas son estructuralmente distintas, pues las dolosas son dirigidas por la voluntad contra la norma que le
prohíbe dañar el bien jurídico de que se trate. Las culposas se limitan a infringir una norma de cuidado.
Tales comportamientos tienen una gravedad diferente, que se traduce en la intensidad de la pena, la cual generalmente
es inferior para el tipo culposo.
La mayoría de los delitos de la Parte Especial del Código Penal son tipos dolosos, pues el dolo es el elemento
subjetivo por excelencia que está implícito en todos ellos.
Los tipos culposos constituyen la excepción, pues son menos numerosas las conductas descriptas en el Código que
expresamente contienen esa exigencia subjetiva.
El dolo: concepto, sus elementos (cognoscitivo y volitivo) y sus clases (directo, indirecto y eventual).
El concepto de dolo y su contenido están ligados a su ubicación sistemática dentro de las categorías del delito.
Hasta la aparición del finalismo era pacífica la doctrina que situaba al dolo en la culpabilidad, sea como forma o
especie de ella –de acuerdo con el psicologismo– sea como elemento –en la concepción normativa–.
La teoría finalista pretendió romper estos esquemas, trasladando el dolo, a través de la acción, al tipo, para constituir
su aspecto subjetivo, a la par que redujo la culpabilidad a una pura reprochabilidad, cuyos presupuestos se limitan a la
imputabilidad y a la posibilidad de comprensión de lo injusto.
Sus elementos
Dentro de la concepción clásica del dolo se habían desarrollado distintas teorías para explicar su contenido, a través de
sus dos componentes: el conocimiento (elemento cognoscitivo o intelectual) y la voluntad (elemento volitivo),
asignando preponderancia a uno u otro.
Así CARRARA privilegiaba el elemento volitivo.
VON LISZT, con su teoría de la representación, priorizaba el elemento intelectual, pues le bastaba la previsión del
resultado.
Podemos ver que en el fondo existía una complementación entre ambas teorías, pues si bien daban relevancia a un
elemento, no olvidaban al restante.

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La teoría del asentimiento de BELING sostenía que lo decisivo para la existencia del dolo no era la representación
pura y simple, sino la actitud del sujeto frente a esa representación.
Podemos decir que el dolo consiste en el conocimiento y la voluntad de realización del tipo penal. El autor debe saber
que realiza el hecho, qué hecho realiza y las circunstancias que lo rodean, y además, debe querer realizarlo.
Sus clases directo, indirecto y eventual
Los elementos cognoscitivo y volitivo del dolo se pueden dar con distintas intensidades. La combinación de sus
variantes nos permite diferenciar tres clases de dolo.
1. En el ámbito de la voluntad, nos encontramos frente al dolo directo cuando la acción o el resultado típicos
constituyen el objetivo perseguido por el sujeto.
2. El dolo indirecto abarca los resultados no queridos directamente por el autor, pero que aparecen unidos de
modo necesario e ineludible al resultado comprendido en la intención del sujeto.
3. Dolo eventual: en ocasiones, quien realiza la conducta conoce que probablemente se produzca el resultado
típico, y no deja de actuar por ello. Estamos en presencia del dolo eventual que significa el umbral mínimo
del dolo, fundamentado por BELING mediante la teoría del asentimiento.
Esta clase de dolo ha obligado a la doctrina a elaborar varias construcciones del concepto, que pueden sintetizarse en
dos, según se ponga el acento en la esfera del conocimiento del sujeto o en la de su voluntad, denominándose la
primera, teoría de la probabilidad o representación, y la segunda, teoría de la voluntad o del consentimiento.
a) La teoría de la voluntad exige que el autor se haya representado el resultado lesivo como probable y que en su
esfera interna lo haya consentido. No habría dolo, sino imprudencia consciente, si el autor, en caso de haberse
representado el resultado como seguro, hubiera renunciado a actuar.
b) Un intento de objetivar la configuración del dolo eventual es la teoría de la probabilidad, para la cual la
definición del dolo depende del grado de probabilidad del resultado advertido por el autor con el conocimiento
que dispone de la situación.
Se afirma el dolo cuando el sujeto consideró sumamente probable que se produjese al resultado y pese a ello
no desistió de proseguir su comportamiento. Si el grado de probabilidad no es elevado, nos encontramos ante
la culpa consciente y no frente al dolo.
La decisión a favor de la probable lesión de bienes jurídicos establece la diferencia entre el dolo eventual y la
culpa consciente.
Teorías tradicionales sobre el dolo.
1. El primer enfoque analítico, es decir, el sistema causalista, había adoptado el concepto romano de dolo
malo que comprendía tanto el aspecto objetivo de la conducta típica, cuanto la conciencia de su
antijuridicidad, pues el dolo no consistía en la simple intención, sino en algo más: querer algo que se sabe
malo o ilícito.
2. A partir de FRANK se produjo en la dogmática alemana el desmembramiento conceptual del dolo, cuando
se advirtió que el parágrafo 59 del Código Penal de 1870 no requería la conciencia de la antijuridicidad.
Si el dolo ya no contenía el conocimiento de la ilicitud y si existían hechos dolosos inculpables, el dolo ya
no podía seguir teniendo una posición dominante en la culpabilidad como una de sus especies y, en
adelante, será un elemento de la culpabilidad al lado de otros. Lo decisivo será la reprochabilidad.
El dolo resultó así escindido en la teoría normativa: se transforma en intención y conocimiento de
circunstancias de hecho; mientras que la conciencia de la antijuridicidad será uno de los elementos de la
culpabilidad en los que se basará el juicio de reprochabilidad.
3. El paso final, o sea, el traslado del dolo al tipo de injusto lo dio WELZEL cuando reparó en la dificultad
sistemática de colocar en un mismo plano la valoración y el objeto valorado. Se llega así a un concepto de
dolo natural, carente de valor, que consistía en conocer y querer la realización del hecho típico.
4. En los últimos treinta años se ha dejado de lado el paradigma ontológico-naturalista de las estructuras
lógico-objetivas que había imperado hasta los años 70, para intentar la construcción de un derecho penal
orientado a las consecuencias.

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En este sistema moderno lo importante pasa a ser la función de motivación de la conducta humana que se
asigna a la norma jurídico-penal. El carácter doloso o culposo de la infracción dependerá de cuál sea la
norma infringida por el sujeto: si la norma es prohibitiva, el tipo será doloso; si la norma es de cuidado, el
tipo será culposo.
5. El funcionalismo radical o sistémico de JAKOBS redefine el dolo sobre la base del elemento cognitivo,
pues lo decisivo será la representación y no la voluntad; el dolo eventual es convertido en un dolo de
peligro. Desaparece la idea de una culpa consciente diferente del dolo eventual. La culpa queda reducida a
la inconsciente y solo se da en caso de error evitable.
Elementos subjetivos del tipo distintos del dolo.
Pese a que el dolo es el núcleo del tipo subjetivo, varios tipos delictivos de la Parte Especial contienen la expresa
exigencia de ciertos contenidos especiales de índole subjetiva diferentes de aquel.
Son los llamados elementos subjetivos del tipo o del injusto, dentro de los cuales VELÁSQUEZ comprende a los
especiales elementos subjetivos, es decir, los que “suponen en el autor un determinado propósito o intención, una
motivación o un impulso, que se suman al conocimiento y voluntad de la realización del tipo.
BACIGALUPO los denomina especiales elementos de la autoría, entendiendo por tales los que requieren que el autor
haya perseguido con ella una finalidad ulterior.
NÚÑEZ es más abarcativo pues afirma que “representa un elemento subjetivo del tipo todo elemento suyo que aluda a
una situación anímica del autor del delito”. Comprende un determinado conocimiento; un sentimiento; un estado
afectivo.
El mismo autor sostiene que cuando el tipo delictivo exige un conocimiento o una intención especial, se produce la
especialización del dolo, que excluye la imputación de ese delito a título de culpa o, cuando consiste en una
determinada intención, la imputación a título de dolo eventual.
Elementos normativos.
En algunos tipos nos encontramos, además de los elementos descriptivos con elementos valorativos, los cuales no son
perceptibles por medio de los sentidos y solo se pueden captar por un “acto de valoración, que requiere un
conocimiento paralelo en la esfera del lego”.
Según la distinta naturaleza de la valoración podemos establecer la siguiente clasificación:
1. Valoraciones jurídicas: algunos tipos contienen referencias a conceptos jurídicos, dentro de los cuales
podemos distinguir:
a) Las valoraciones de índole jurídica que adelantan sistemáticamente la antijuridicidad del hecho al
momento del examen de su tipicidad y son incompatibles con la concurrencia de causas de justificación.
b) Las valoraciones sobre determinadas cuestiones jurídicas que no deciden sobre la antijuricidad del hecho,
razón por la cual es factible la subsistencia de la tipicidad penal pese a la concurrencia de alguna causa de
justificación.
2. Valoraciones culturales: ciertos tipos contienen elementos con significación cultural
3. Valoraciones científicas: algunos tipos requieren juicios de índole científica por parte de profesionales de la
salud.
2. Falta de Tipo. Atipicidad.
La falta de adecuación del hecho concreto a la descripción abstracta contenida en el tipo penal nos pone en presencia
de la atipicidad de la conducta del sujeto, que excluye su delictuosidad penal, aunque puede quedar subsistente su
ilicitud y la consiguiente responsabilidad civil resarcitoria.
La ausencia de cualquiera de los elementos del tipo objetivo supone atipicidad:
a) Cuando la conducta realizada no coincide con la acción descripta en el núcleo del tipo; cuando no se produce
el resultado que este requiere; o cuando, a pesar de la existencia del comportamiento exterior y del resultado
típico, no se comprueba el nexo causal entre ambos o no se puede atribuir objetivamente el resultado a la
actuación del sujeto.
b) Por falta de sujeto activo.
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c) Por falta de sujeto pasivo o de objeto.
d) Por falta de las circunstancias temporales o espaciales.
e) Por carencia del medio.
También se puede dar la atipicidad de la conducta del sujeto, cuando concurren los siguientes defectos del tipo
subjetivo:
a) Por error de tipo que recae sobre cualquiera de los elementos del tipo objetivo. Al excluir el dolo, no hay
tipicidad dolosa.
b) Por ausencia de elementos subjetivos del tipo distintos del dolo.
Evolución de la teoría del error.
1. Inicialmente se hablaba de error de hecho ya que no se advertía que en los tipos había componentes
normativos.
2. En un segundo momento se distinguió entre error de hecho, error de derecho extrapenal que recae sobre
una ley distinta de la penal que le sirve de fundamento a esta y error de derecho penal referido a la
existencia de la ley penal. Las dos primeras categorías excusaban de responsabilidad penal, no así la
última.
3. En el sistema moderno la distinción es error de tipo y error de prohibición. Cuando el autor desconoce o
conoce equivocadamente la realización de alguno de los elementos del tipo de injusto –se trate de
componentes descriptivos o normativos– nos encontramos ante lo que se denomina error de tipo, que
funciona como excluyente del dolo ubicado en el tipo subjetivo.
Dicha categoría debe distinguirse del error de prohibición que se refiere a la conciencia de antijuridicidad
y elimina la culpabilidad.
El error sobre las circunstancias del tipo objetivo:
Todos los elementos del tipo sistemático deben ser alcanzados por el dolo, cuyo reverso es el “error o ignorancia de
hecho no imputable”, previsto como eximente por el art. 34 inc. 1 C.P.
Expresa NÚÑEZ que –a pesar de que el mencionado dispositivo legal para caracterizar la imputabilidad únicamente
exige que el autor haya podido comprender la criminalidad del acto– cuando se trata del dolo esa posibilidad se
transforma en compresión o conocimiento efectivo, ya que si no fuera así, el autor ignoraría la criminalidad del acto y
estaría en error a su respecto.
Este conocimiento, que debe ser real, efectivo y verdadero, abarca los elementos descriptivos de los tipos que pueden
captarse por los sentidos y los elementos normativos o valorativos que a ellos se refieren.
“in objecto”, “in personam”, “aberratio ictus”, sobre el nexo causal, “dolus generalis”.
Porque recaen sobre elementos accidentales del tipo, son irrelevantes como eximentes del dolo los supuestos de error
in objecto y error in persona, como así también los de error sobre el nexo causal.
En los casos de error in objecto y error in persona, en principio carece de eficacia como excluyentes del tipo subjetivo,
que el autor haya querido apoderarse del abrigo de Juan y lo haya hecho respecto del perteneciente a Pedro; o que
queriendo matar a Diego, se haya confundido de víctima y haya privado de la vida a Mario.
Ordinariamente los errores sobre el nexo causal son accidentales y irrelevantes como eximentes del dolo. Estas
hipótesis se plantean cuando el autor previó el resultado como producto de su acción según una determinada mecánica
causal, pero aquel se produjo por una forma diferente, aunque sin impedir que el resultado sea producto de su acción.
En la aberratio ictus el curso causal previsto por el autor se produce según una mecánica no esperada, en virtud de la
cual el resultado querido se produce, pero sobre una persona distinta de la tenida en mira por el autor.
En el dolus generalis el procedimiento causal es puesto voluntariamente por el autor, aunque sin conocimiento de que
este ha sido el mecanismo que produjo el resultado propuesto.
El error de tipo, sus modalidades y consecuencias.
Existe una sola clase de error excluyente del dolo. Si en la construcción compleja del tipo, el dolo queda comprendido
en el tipo subjetivo, el error que lo elimine será error de tipo.
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1. Modalidades
El error de tipo puede recaer sobre un elemento del tipo básico, sin el cual desaparece la tipicidad, o sobre una
circunstancia agravante o atenuante del tipo calificado.
2. Consecuencias
Si bien el error de tipo trae como consecuencia la exclusión del dolo, la existencia de cualquier error que afecte los
elementos del tipo objetivo no siempre producirá la eximición total de responsabilidad penal. Para que esta se
produzca debe tratarse de un error esencial e invencible.
Si bien el error esencial vencible puede excluir el dolo, no elimina la culpa, quedando una responsabilidad penal
remanente del sujeto si el delito admite la forma culposa y la conducta de aquel se adecua al respectivo tipo culposo.
El error se considera invencible o no imputable cuando no hubiera podido evitarlo una persona cuidadosa y diligente
en las mismas circunstancias que rodearon la conducta del autor.
Error sobre los elementos normativos y normas penales en blanco.
También es error de tipo el que recae sobre los elementos normativos.
Cuando se trate de tipos que contienen elementos normativos jurídicos que no adelanten una valoración sobre la
antijuridicidad del hecho y que remiten a disposiciones prescriptivas extrapenales (leyes penales en blanco), el falso
conocimiento o el desconocimiento de dicha normativa puede dar lugar a errores de tipo.
Error sobre los elementos accidentales.
El error sobre los elementos accidentales no excluye el dolo ni la culpa, porque no afecta el conocimiento del hecho y
sus caracteres constitutivos que fundamentan el tipo y su antijuridicidad.
El error sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación y su relación con los
elementos negativos del tipo.-
Particularmente problemático es el error sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación.
Analicemos este ejemplo de MUÑOZ CONDE: Antonio, opulento banquero que últimamente venía recibiendo
amenazas de secuestro provenientes de miembros de un supuesto grupo terrorista, dispara en la oscuridad de la noche
contra un joven que está escalando la verja de su chalet, causándole la muerte; luego se descubre que la víctima resultó
ser su hijo adolescente que no quería que su padre se enterara de que regresaba a casa tan tarde.
1. Su solución ha dividido a los partidarios de la teoría de la culpabilidad, que surgió cuando se abandonó el
concepto de dolus malus y se diferenció al dolo de la conciencia de la antijuridicidad; según dicha teoría se
debe distinguir entre el error de tipo y el error de prohibición, que excluye la conciencia de la antijuridicidad.
2. A la misma solución llega por otra vía la teoría de los elementos negativos del tipo adoptada por ROXIN y
seguida en España por GIMBERNAT, MIR PUIG y BERDUGO.
Para esta tesis la tipicidad implica siempre la antijuridicidad y la presencia de causas de justificación excluye la
tipicidad. Por ello el tipo consta de dos partes: la positiva equivalente al tipo tradicional, con los elementos que
fundamentan el injusto, y la negativa, que consiste en la exigencia de no mediar una causa de justificación.
La ubicación sistemática de la equivocación sobre los presupuestos objetivos de las causas de justificación como error
de tipo, ha sido objeto de atendibles reparos por MUÑOZ CONDE.
3. La teoría de la culpabilidad que remite a las consecuencias jurídicas del error de tipo implica una posición
autónoma que ubica al error sobre los presupuestos fácticos de las causas de justificación en el error de
prohibición, pero en caso de error vencible, en lugar de aplicarle una pena atenuada acude a la analogía in
bonam partem y le impone la sanción del delito culposo, pese a que subsiste el dolo. Dicha solución sui
generis presenta la ventaja sobre la teoría de la culpabilidad limitada, que no excluye la ilicitud.

2. El tipo doloso de omisión:


1. Criterios distintivos entre acción y omisión. Su concepto natural o normativo.

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El concepto de acción ya ha sido desarrollado supra, en la Lección 7 de esta obra, por lo que remitimos a lo que se ha
dicho al respecto. Lo que allí se expusiera está referido a la acción en sentido amplio y resulta extensivo a las dos
modalidades con las que ella puede manifestarse.
La distinción entre las formas que puede revestir la acción ha dado lugar a discusión entre quienes la resuelven en el
plano normativo y los que sostienen que la acción es “en sí misma, ajena a toda valoración” y afirman que una y otra
modalidad se distinguen ontológicamente.
La distinción entre acción comisiva (o en sentido estricto) y acción omisiva habrá de extraerse de la norma de que se
trate.
De tal modo, y dado que la voluntad de la norma solo puede expresarse ordenando no hacer esto, o hacer aquello,
invariablemente habrá de adoptar la forma de mandatos, o prohibiciones. La naturaleza prescriptiva o prohibitiva de la
norma se extrae de la conducta que la viola. La norma tendrá siempre un sentido inverso al del texto legal. Con este
mecanismo es posible diferenciar con claridad los tipos de omisión, de los de comisión: en aquellos la norma ordena
hacer algo, en estos, lo prohíbe. La distinción entre tipos de acción y tipos de omisión, se extrae del sentido
prohibitivo o prescriptivo de la norma; vale decir, la distinción no es natural, es normativa.
La omisión se refiere exclusivamente a la conducta que el derecho le exigía desarrollar, por lo que en modo alguno
requiere pasividad física en el autor.
Dejamos fijadas las siguientes premisas:
a) La acción y la omisión no dependen de que la conducta del sujeto haya expresado actividad o inactividad.
b) Los tipos de comisión se distinguen de los tipos de omisión según que la norma prohíba desarrollar
determinada conducta, o que ordene cumplirla.
c) Tales normas se encuentran elípticamente contenidas en la ley y la preceden. Su carácter se infiere invirtiendo
el sentido de las conductas descriptas en los tipos delictivos que respectivamente las incriminan.
2. La omisión propia.
Los elementos que estructuran el tipo de omisión simple son: a) la situación típica generadora del deber de obrar, b) la
no realización de la acción ordenada; y c) poder fáctico para realizar lo ordenado.
a) La situación típica generadora del deber de obrar;
La remisión al clásico ejemplo de delito de omisión simple, previsto en el art. 108 C.P., y denominado omisión de
auxilio, será ilustrativa: allí se reprime con multa al que “encontrando perdido o desamparado a un menor de diez años
o a una persona herida o inválida o amenazada de un peligro cualquiera, omitiere prestarle el auxilio necesario, cuando
pudiere hacerlo sin riesgo personal o no diere aviso inmediatamente a la autoridad”. He allí definida la situación típica
generadora del deber de obrar.
b) La no realización de la acción ordenada;
La ley indica el comportamiento que debe observar quien se halle ante una tal situación, cual es el de prestar auxilio.
Ya se ha dicho anteriormente que la omisión no se identifica ni requiere la pasividad, pues lo único relevante es que el
autor no desarrolló la conducta debida.
c) Poder fáctico para realizar lo ordenado (capacidad de obrar).
Será preciso que el autor haya tenido capacidad de hecho para realizar la conducta, que es lo que se denomina
capacidad de obrar. Algunos relacionan, en el caso que usamos de ejemplo, dicha capacidad de obrar con la salvedad
que contiene la ley, pero entendemos que ella más bien afecta propiamente la existencia del deber de brindar auxilio.
3. La omisión impropia.
Considerada como una subespecie o modalidad del tipo de omisión, la omisión impropia debe reunir las mismas
condiciones del género a que pertenece. Sobre el primer elemento común a todo género de omisión, en la omisión
impropia no regulada expresamente se registra la particularidad de que la ley no se refiere explícitamente a la
situación típica generadora del deber de obrar, desde que se limita a describir la causación del resultado; y así, solo
indica el bien jurídico que debe preservarse, el peligro respecto del cual se lo protege y, en su caso, algún otro factor,
de modo que lo que falte “debe completarse conforme a sentido” y de acuerdo a las circunstancias.

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Además de esta particularidad, el funcionamiento de esta modalidad comisiva (por omisión impropia), requiere que se
trate de un delito de comisión y de resultado, lo que repercute directamente en el tipo objetivo, pues se pasa a incluir
las condiciones que deben concurrir para que el resultado sea atribuible a quien omitió evitarlo. Tales exigencias
consisten en lo que se denomina posición de garante y capacidad (no ya meramente para obrar), sino para evitar.
Objeciones provenientes del principio de legalidad -cláusula de equivalencia-.
La imputación de la comisión de un hecho por vía de la omisión de evitarlo ha recibido severos reparos de la doctrina,
pues se argumentó que mientras los delitos de omisión simple “han encontrado su regulación en la ley, … los
impropios han sido creados al margen de la ley, por la jurisprudencia y la doctrina”, lo que implicaría el uso de la
analogía para “sustituir la causalidad real del hacer positivo por la causalidad hipotética de la omisión”, con
compromiso del principio de legalidad de la represión.
Ello no obstante, la jurisprudencia nacional y la doctrina tradicional dominante no han dudado sobre la compatibilidad
entre este y aquellos. La jurisprudencia extranjera ha seguido un criterio semejante, pues no encontró que la omisión
impropia no regulada legalmente fuera en desmedro del principio de legalidad.
El Código Penal español sancionado en 1995 también incluyó una cláusula de equivalencia en los siguientes términos:
“Los delitos o faltas que consistan en la producción de un resultado solo se entenderán cometidos por omisión cuando
la no evitación del mismo equivalga a su causación. A tal efecto se equiparará la omisión a la acción: a) Cuando exista
una específica obligación legal o contractual de actuar. b) Cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo para
el bien jurídicamente protegido mediante una acción u omisión precedente”.
En nuestra legislación no hay una disposición genérica de equivalencia, a la manera de esta, sin perjuicio de que
existen puntualmente algunas normas que la establecen para ciertos casos.
Las denominadas “fuentes del deber de actuar” (posición de “garante”).
En algunos casos la jurisprudencia admitió pacíficamente la imputación del resultado a quien debía evitarlo; era
necesario precisar los criterios para definir bajo qué condiciones y respecto de quiénes se patentizaba el deber de
evitación. Ello dio lugar a un proceso que terminó consagrando tres fuentes en que puede encontrar su origen la
obligación de resguardo, también llamada posición de garante: la ley, el contrato y la conducta precedente.
La primera de ellas, se restringe a los casos en que, atendiendo a una particular relación o situación que vincula a una
persona con el bien jurídico que demanda resguardo, se lo impone individualizadamente. Las disposiciones legales
generadoras del deber de resguardo no se encuentran en las normas penales, sino en las otras ramas del derecho.
El contrato, responde a las mismas pautas referidas precedentemente: debe tratarse de una relación contractual por la
que el agente asuma particularizadamente ciertas obligaciones de las que depende la preservación del bien jurídico.
Con la expresión contrato se alude a un acuerdo de voluntades, sea expreso o tácito y, más allá de cualquier
formalidad, pues lo que importa es que el sujeto inequívocamente haya despertado en otros la expectativa de que
procuraría conjurar determinado peligro, y que de su incumplimiento se haya derivado la materialización del daño.
La conducta precedente supone que, por un acto inocente o culposo, el agente ha creado la situación de riesgo para el
bien jurídico.
4. La causalidad de la omisión. La imputación objetiva.-
Lo expuesto en materia de simple omisión (u omisión propia) sobre la capacidad de obrar es aplicable a esta
modalidad. Pero existe una diferencia que debe destacarse, derivada de que estos tipos no se contentan solamente en la
omisión de desarrollar una conducta en particular, sino que se exige al agente que efectivamente impida la lesión del
bien que debe preservar. La capacidad de obrar adquiere aquí una singular relevancia, pues ya no se satisfará con que
el sujeto haya podido actuar en el sentido de salvaguarda, sino que deberá afirmarse la posibilidad de evitar el
resultado lesivo con la conducta debida.
Se sostiene la imposibilidad de pretender en la omisión una certeza absoluta respecto de su causalidad, ya que no se
refiere a un suceso real sino meramente posible que “escapa a todo cálculo seguro”.
Tradicionalmente se exigió que la protección imaginaria de la acción debida permitiera concluir, con una probabilidad
rayana en la seguridad, que hubiera evitado el resultado. La doctrina dominante en Europa se vale de la imputación

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objetiva y emplea un mecanismo inverso al que se aplica en los delitos de comisión. Tratándose de la comisión por
omisión, se repara en el impacto derivado del incumplimiento del deber de actuar para disminuir el riesgo de daño.
La posibilidad de evitación debe ponderarse bajo el signo dominante del principio ultra posse nemo obligatur, para
excluirla cuando las demandas del caso excedan lo que el garante pudo hacer materialmente.
El deber de prevención de daños que pesa sobre los encargados de la vigilancia o cuidado de ciertos bienes jurídicos
ha de ser medido incluyendo la noción del riesgo permitido. Si bien esta expresión corresponde propiamente a la
imputación objetiva que se elaboró en Alemania, el desarrollo de la denominada causalidad adecuada expuesta en
estas latitudes por SEBASTIÁN SOLER proporcionaba las bases para alcanzar idéntica noción, a partir del concepto
de la inevitabilidad social de ciertos riesgos. Ella permite excluir la atribución del resultado, aun cuando fuera
materialmente previsible y evitable, en los casos en que las medidas de cautela conducentes para conjurar todo peligro
importaran dañar efectivamente las condiciones necesarias para la preservación de otros aspectos igualmente
importantes del objeto de la tutela, o del medio en que este debe desenvolverse. La consideración del bien protegido es
integral, y del mismo modo se conciben las obligaciones del garante.

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UNIDAD VII:

1.- La antijuridicidad:

1. Concepto.

Con la denominación antijuridicidad se designa la característica del supuesto de hecho concreto que lo torna
contradictorio con el ordenamiento jurídico en general y, específicamente, con la ultima ratio del sistema: las normas
jurídico-penales.

La antijuridicidad, como estrato analítico, es el ámbito de la juridicidad general en donde se analizan aquellos
supuestos que a pesar de tener ciertas circunstancias en común con las de los tipos penales antijurídicos se diferencian
por otras circunstancias que los transforman en justificados.

Estimamos que lo que comúnmente se denomina antijuridicidad no hace referencia a un estrato analítico superador de
la estructura del tipo prohibitivo o preceptivo. Sencillamente se trata de un sector a confrontar eventualmente con
aquel como resultado de una deficiente elaboración del supuesto de hecho concreto.

Como característica del supuesto de hecho abstracto, la antijuridicidad general (contradicción con el derecho) viene
ya afirmada por la comprobación de la tipicidad, mientras que la antijuridicidad específica (penal) implica verificar si
el supuesto es merecedor de pena. La tipicidad es ratio essendi de la antijuridicidad general y ratio cognoscendi de
antijuridicidad específica (penal).

La antinormatividad.

A HANS WELZEL corresponde la elaboración de la teoría de la antinormatividad. A pesar de haber sido abandonada
en la actualidad, resulta indispensable su conocimiento.

Según este autor, toda realización del tipo de una norma prohibitiva es ciertamente antinormativa, pero no siempre es
antijurídica. El ordenamiento jurídico no se compone solo de normas. Existen también preceptos permisivos que
permiten, en ciertos casos, la conducta típica. Su interferencia impide que la norma general se convierta en un deber
jurídico concreto para el autor. En este caso, la realización de un tipo de prohibición es conforme a derecho.

Relaciones propuestas entre el tipo y la antijuridicidad.

En la evolución de la teoría del delito se han propuesto las siguientes doctrinas sobre la vinculación que existe entre
tipo y antijuridicidad:

1. Tipo valorativamente neutro con relación a la antijuridicidad: para BELING, creador del moderno concepto
de tipo, este tiene carácter puramente descriptivo y con ellos no se contesta la cuestión de la antijuridicidad o
de la licitud, a pesar de su derivación de lo ilícito. Hay acciones adecuadas al tipo que no son antijurídicas y
hay acciones antijurídicas que no se adecuan a un tipo. El tipo y la antijuridicidad estaban claramente
separados.
2. El tipo como ratio cognoscendi de la antijuridicidad: MAX E. MAYER considera a la tipicidad como indicio
de la antijuridicidad, porque señala su existencia “como el humo al fuego”.
HANS WELZEL si bien con las transformaciones que implicó la construcción del tipo complejo, se hará eco
de esta doctrina.
SILVA SÁNCHEZ nos ilustra de la siguiente forma: “Para el finalismo, el tipo expresa la “Verbotsmaterie”.
La afirmación de la tipicidad expresa la “Verbots” o “Normwidrigkeit”, es decir, la contradicción del hecho
con la norma que supone una calificación valorativa por completo autónoma y muy importante y se diferencia
claramente de la contradicción del hecho con el ordenamiento jurídico en su conjunto. De ahí que se sostenga,
pese a la intensa connotación valorativa de la afirmación de la tipicidad de un hecho, la doctrina de la
tipicidad como “ratio cognoscendi” de la antijuridicidad. De conformidad con esta perspectiva, ni las causas
de justificación ni ningún elemento de esta afecta al hecho, sino a la valoración del mismo”.
1
“La antijuridicidad es siempre la contradicción entre una conducta real y el ordenamiento jurídico. No el tipo,
sino la realización del tipo puede ser antijurídica. No hay tipos antijurídicos, sino solo realizaciones
antijurídicas del tipo”.
El tipo es “la descripción concreta de la conducta prohibida. Es una figura puramente conceptual”. En tanto la
antijuridicidad es “… la contradicción de la realización del tipo de una norma prohibitiva con el ordenamiento
jurídico en su conjunto”.
La existencia de este nivel valorativo previo a la antijuridicidad denominado antinormatividad se basaba en
un argumento de WELZEL, más que moral, diríamos cuasi religioso, el cual tendría efectos persuasivos hasta
la fecha: No es lo mismo matar a un mosquito que dar muerte en legítima defensa a un hombre.
Si bien tiene razón el profesor de Bonn acerca de que hay diferencia entre ambas conductas, ello no obedece a
esta “religiosa” antinormatividad. La distinción radica en que matar a un mosquito pertenece a un segundo
nivel normativo, el de las facultades y se encuentra excluido del ámbito de la tipicidad, en tanto matar a un
hombre (cuando está autorizado) pertenece al primer nivel normativo, el de los permisos fuertes y se
encuentra tipificada de algún modo.
3. El tipo como ratio essendi de la antijuridicidad: para SAUER, la tipicidad es antijuridicidad tipificada. La
antijuridicidad se encuentra ínsita en el concepto de tipo. El tipo jurídico-penal es fundamento real y de
validez de la antijuridicidad, aunque a reserva de que la acción no aparezca justificada por una causa especial
de exclusión del injusto.
1. Abrevando en esta concepción del tipo, la teoría de los elementos negativos del tipo estima que aquel
consta de dos partes: parte positiva y parte negativa (o tipo positivo y tipo negativo). La parte positiva
equivale al tipo en sentido tradicional. La parte negativa añade la exigencia de que no concurran causas de
justificación.
2. CARLOS CREUS ha elaborado la teoría de la antijuridicidad pretípica. Según el autor, el análisis del
delito debe comenzar por el tema de la antijuridicidad, porque esta es un dato pre-penal. El cometido del
derecho penal se constriñe a penalizar conductas que ya son antijurídicas.
Para el autor, “… todo ilícito penal es antes un ilícito no penal, determinado como tal en el ordenamiento
jurídico general”.
3. EUGENIO R. ZAFFARONI ha construido una teoría pletórica de imaginación y con una interesante
capacidad de rendimiento. Nos referimos a la tipicidad conglobante que, como subdivisión del tipo
posterior a la tipicidad legal, es condición necesaria para que exista tipicidad penal. El autor, luego de
analizar el tipo complejo, avizora la falta de una estructura capaz de resolver ciertos problemas de difícil
solución, más aún cuando se ha asumido una concepción del tipo como ratio cognoscendi de la
antijuridicidad. Esto sería la de la tipicidad conglobante en donde se opera la comprobación de que la
conducta legalmente típica también es antinormativa a la luz de la consideración de la norma conglobada
con las otras ramas que integran el orden normativo. En este ámbito se estudian las conductas típicas
ordenadas por otras normas, las favorecidas por otras normas, las que quedan fuera del poder represivo del
Estado y las afectaciones insignificantes. Este compartimiento se convierte en una suerte de “caja de
sastre” en donde se incluyen problemas pertenecientes a diferentes planos.
4. El pensamiento contemporáneo: en la actualidad la discusión sobre el tema tiene dos repercusiones: a) El
sentido que haya de tener la afirmación de que un hecho es típico; b) La calificación que deban merecer los
presupuestos objetivos de justificación y el error sobre estos.
El debate en torno a estos temas parece hallarse dominado por un punto de vista intermedio, el cual se
encuentra más cerca de los resultados de la teoría de los elementos negativos del tipo que de la propuesta
finalista y su teoría de la antinormatividad: la mayoría de la doctrina tiende a inclinarse por el tipo como ratio
essendi de la antijuridicidad.

Evolución del concepto de antijuridicidad:

2
No es posible indicar con precisión exacta quién fue el primero en utilizar la voz antijuridicidad, lo cual no impide
señalar que T. DECIANUS formuló el concepto como presupuesto independiente del delito; incluso el Código Penal
para el Reino de Baviera empleaba la expresión en diversos artículos.

Fue necesario esperar hasta 1867 para encontrar el concepto de injusto formulado de manera técnica. Tal elaboración
correspondió a R. VON IHERING. El autor mentado lo asumió desde el ángulo del derecho civil como la mera
contradicción objetiva con el ordenamiento jurídico de donde germinó la noción de antijuridicidad objetiva.

a) Antijuridicidad objetiva;

El concepto de antijuridicidad (objetiva) pasó al derecho penal gracias a FRANZ VON LISZT y ERNST BELING e
incorporado a la estructura del delito.

En la doctrina existen dos posiciones divergentes: para algunos autores la antijuridicidad es la contradicción del
ámbito exterior del hecho acontecido con el ordenamiento jurídico (antijuridicidad objetiva).

El pensamiento clásico concibió a la antijuridicidad como la contrariedad del aspecto externo del hecho con el
derecho.

b) Antijuridicidad subjetiva;

[…] para otros, antijuridicidad es la intención contraria a la norma de determinación dirigida al individuo,
manifestada a través del hecho externo (antijuridicidad subjetiva).

La teoría de los elementos subjetivos del tipo advirtió que no alcanzaba para resolver el problema de la antijuridicidad
con elementos específicamente externos.

c) Antijuridicidad formal y material;

La distinción nace con VON LISZT.

Atrás han quedado las posiciones metajurídicas o supralegales que, partiendo de un subjetivismo formal, estimaban
que una acción era antijurídica cuando no se presentaba como un medio justo para un fin justo, o aquellas que
adhiriendo a un subjetivismo sociológico, consideraban que una acción era antijurídica porque más bien perjudicaba
que beneficiaba al Estado, porque se oponía al fin último de todo derecho de dar satisfacción a los intereses
individuales frente a los de la colectividad, o porque era contraria a una norma de cultura reconocida por el Estado.

En la actualidad, la antijuridicidad formal hace referencia a la relación entre la acción u omisión y la norma penal de
determinación; la antijuridicidad material al contenido disvalioso de esta. Una acción u omisión es formalmente
antijurídica en la medida que contraviene una prohibición o mandato legal; y es materialmente antijurídica en tanto
ella plasme una lesión de bienes jurídicos socialmente nociva y que no se puede combatir suficientemente con medios
extrapenales. No se trata de una contraposición de conceptos sino de una secuencia de análisis progresiva: confirmada
la antijuridicidad formal se verifica si se ha menoscabado el bien jurídico protegido por la correspondiente norma.

d) El carácter “indiciario” de la tipicidad;

e) La teoría del “injusto personal” (disvalor de acción - disvalor de resultado).

A partir de las críticas realizadas por el finalismo al concepto causal de acción, la doctrina distingue entre la lesión o
puesta en peligro de un bien jurídico –disvalor de resultado– y la acción desaprobada por el ordenamiento jurídico –
disvalor de acción–. Para WELZEL “La antijuridicidad es siempre la desaprobación de un hecho referido a un autor
determinado. Lo injusto es injusto de acción referido al autor, es injusto ‘personal’” … “Lo injusto no se agota en la
causación de un resultado, desligada en su contenido de la persona del autor, sino que la acción es antijurídica solo
3
como obra de un autor determinado: el fin que el autor asignó al hecho, la actitud en que lo cometió, los deberes que lo
obligaban a este respecto, todo esto determina de un modo decisivo lo injusto del hecho junto a la eventual lesión del
bien jurídico”.

El pensamiento clásico coqueteaba con el versari in re illicita al poner el acento fundamentalmente en el disvalor de
resultado, mientras que el finalismo al hacer preponderar el elemento intencional corría el riesgo de castigar los meros
pensamientos.

El análisis de la antijuridicidad parte de la constatación ex ante de la realización externo-interna de la acción


prohibida o mandada, para luego verificar ex post la lesión al bien jurídico.

2. El bien jurídico como interés penalmente tutelado.

El concepto de bien jurídico es obra del pensamiento de la Ilustración, lo fundamentó y formuló FEUERBACH como
arma contra una concepción moralizante del derecho penal. Su denominación queda definitivamente fijada con
BIRNBAUM, en 1834.

La evolución del concepto de bien jurídico puede analizarse en las siguientes etapas:

1. El antecedente más inmediato a la teoría del bien jurídico fue la doctrina de los llamados derechos subjetivos.
2. Los derechos subjetivos fueron reemplazados por el bien jurídico, pues se entendió que antes que al derecho
subjetivo se lesionaba el objeto sobre el que recaía la denominación, manteniéndose aquel incólume.
3. Como consecuencia de las codificaciones, el positivismo decimonónico, las ideologías estatalistas, el
neokantismo llevado a sus últimas consecuencias y el subsuncionismo censurador de toda actividad
interpretativa, se fue reivindicando el derecho objetivo en el sentido de darle prevalencia frente al derecho
subjetivo.
4. Luego de la Segunda Guerra Mundial se apeló a los viejos caminos del derecho natural para fundar ahora la
dignidad de la persona como derecho esencial y fundante.
El concepto de bien jurídico se utiliza por la doctrina penal en dos sentidos diferentes:
1. En el sentido político criminal de lo único que merece ser protegido por la norma penal vulnerada de
que se trata. Aquí estamos ante un concepto material y con contenido, el cual exige al legislador que
solo se protejan bienes jurídicos. Este es el concepto liberal de bien jurídico, obedece a una posición
crítica y reformista que en nuestro siglo arranca con VON LISZT, y tiene como antecedente la teoría
del objeto del delito propia de la ciencia penal del Iluminismo.
2. En el sentido dogmático de objeto efectivamente protegido por la norma penal vulnerada de que se
trata. Desde este punto de vista se hace referencia a un concepto formal o metodológico de bien
jurídico. Es un etiquetamiento de la interpretación teleológica a nivel de dogmática penal. Con este
punto de apoyo positivista y conservador se torna imposible comprobar inductivamente la lesión (o
puesta en peligro) de un bien jurídico como el núcleo común de todo delito.

Funciones.

Entre sus funciones se destacan:

1. Función limitadora: El bien jurídico tiene por objetivo primordial limitar ex ante la actividad del legislador,
impidiendo o deslegitimando aquel conjunto de reglas que no tengan por norte la protección de intereses
vitales de la humanidad.
Lo que el principio regulador o limitador del bien jurídico implica es que el legislador no puede expedir leyes
penales que no protejan un verdadero bien jurídico o lo hagan de un modo excesivo o socialmente innecesario.
2. Función sistemática: El Código Penal parte de los distintos bienes jurídicos protegidos por las distintas figuras
delictivas.

4
3. Función de guía de interpretación: Determinado el bien jurídico protegido, la interpretación teleológica
permite excluir del tipo las conductas que no lo lesionan o ponen en peligro. Se trata de una función ex post a
la actividad legislativa.
4. Función de criterio de medición de la pena: La mayor o menor lesión al bien jurídico, o la mayor o menor
peligrosidad de su ataque, influyen decisivamente en la gravedad del hecho.

La adecuación social.

La teoría de la adecuación social sostiene que las acciones ejecutadas con el cuidado debido y situadas por completo
en el marco del orden de la vida en comunidad conformado históricamente, no pueden incluirse en ningún tipo
delictivo.

WELZEL fue su artífice y nace como crítica a la concepción “naturalista-causal” de la acción y del bien jurídico. La
referencia a la sociedad que WELZEL persigue y que la adecuación social posibilita, se produce en el marco de la
teoría del delito en el nivel del tipo.

En la evolución de la teoría, el centro se va trasladando paulatinamente de los comportamientos dolosos a los


imprudentes. A diferencia de la moderna teoría de la imputación objetiva, WELZEL no partió de un determinado caso
problemático para llegar a la adecuación social, sino que la planteó en primer lugar en el marco teórico de su doctrina
como categoría y después adujo ejemplos.

En la actualidad se la considera un criterio interpretativo, relativamente inseguro y vago, al cual debe acudirse en todo
caso y en última instancia para la restricción del tipo.

Cabe aclarar que la teoría de la adecuación social no cayó en saco roto. Con ella “Welzel realizó los trabajos
preparatorios de lo que hoy conocemos como imputación objetiva”.

La adecuación social excluye la antijuridicidad general.

El principio de insignificancia.

Como desprendimiento evolutivo doctrinario de la teoría de la adecuación social, el principio enunciado considera
atípicas aquellas conductas que importan una afectación insignificante del bien jurídico. Permite, en la mayoría de los
casos, excluir desde un principio daños de poca importancia. El principio parte de un concepto de bien jurídico que
para transformarse en bien jurídico penal es menester que tenga suficiente importancia social y necesidad de
protección por el derecho penal.

“Las penas por las bagatelas, lejos de ser una respuesta institucional necesaria, serían en verdad un medio irracional,
desproporcionado en relación a los hechos a los que se aplica, que provocaría males inaceptablemente mayores que
aquellos que con la pena procura evitarse”.

Tanto la adecuación social como el principio de insignificancia provienen de la insuperable apertura de todas las
figuras penales. Pero la insignificancia se manifiesta en la elevación del riesgo de manera ínfima para dicho bien, de
tal modo que la conducta aparece como ilícita pero no al punto de merecer pena.

La doctrina de la insignificancia al igual que la adecuación social, son hoy criterios interpretativos destinados a
desentrañar el contenido sustancial del tipo.

Es cierto que no todos los bienes jurídicos permiten el funcionamiento de la insignificancia, pues, algunos poseen una
relevancia tal, que cualquiera sea la afectación, ella se torna intolerable; no todos tienen esta característica y de su
esencia surge la disponibilidad del mismo.

Siendo la potestad represiva del Estado ultima o extrema ratio del ordenamiento jurídico solo aplicable en caso de
grave afectación de los bienes jurídicos, el principio de insignificancia no es más que su recepción dogmática a nivel

5
de teoría del delito en el estrato analítico de la antijuridicidad específica. El principio de insignificancia excluye la
antijuridicidad específica.

El obrar irrelevante y el obrar lícito.-

El obrar irrelevante es aquel en donde el individuo realiza o deja de realizar una conducta facultativa no descripta en
forma particular por el legislador. El obrar lícito es el sector de conducta que la ley ha descripto específicamente y, en
atención a una ponderación de valores, la ha permitido expresamente.

2.- Las causas de justificación:

1. Causas de justificación en general:

a. Concepto.

Las causas de justificación son “situaciones de hecho y de derecho cuyo efecto es excluir la antijuridicidad” de un
hecho típico.

También se la ha considerado como “permisos concedidos” por la ley “para cometer en determinadas circunstancias
un hecho penalmente típico”.

b. El sistema regla-excepción.

Si recordamos los conceptos de dos elementos del delito: tipicidad y antijuridicidad llegamos a entender el
funcionamiento de esta regla.

Las reglas están contenidas en las figuras delictivas y también sus excepciones, pero no solo en leyes penales sino y,
en virtud de la unidad del derecho y de la unidad de lo ilícito, en todo el ordenamiento positivo ya que lo justo y lo
injusto resultan de la integridad del sistema.

La tipicidad de un hecho no implica, en todos los casos, su antijuridicidad, ya que si está justificado, desde el punto de
vista del positivismo jurídico, objetivamente no será delito borrándose su valor indiciario. En esta posición tradicional,
se habla de “conducta típica justificada”. Pero, desde otro punto de vista, en la teoría de los elementos negativos del
tipo, se considera que las causas de justificación eliminan la tipicidad.

c. Naturaleza.

Determinar la naturaleza de la justificación depende de la posición tomada respecto a la naturaleza de la


antijuridicidad. Si se parte de la idea que la antijuridicidad consiste en el desvalor objetivo que el ordenamiento
jurídico proyecta sobre una conducta que lesiona o pone en peligro el bien jurídicamente protegido; la justificación
deberá concebirse también objetivamente pero de naturaleza positiva.

Según algunos autores, esta forma de ver la causa de justificación estaría en pugna con la admisión de los llamados
elementos subjetivos de justificación en la que se apreciaría no solo el criterio ex post sino que en la justificación se
admitiría la potencialidad positiva del criterio ex ante donde se encuentra la voluntad del autor dirigida al fin lesivo,
aunque no se admitan los puros elementos subjetivos.

El análisis no debe realizarse solamente con un criterio ex post, coherente en materia de justificación con una
concepción objetiva de la antijuridicidad sino, con un criterio ex ante y ello no implica el abandono de un criterio
objetivo en la ponderación de intereses.

d. Fundamento.

Parecería que la tesis más aceptable es la que sostiene que:

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- En caso de conflicto entre dos bienes jurídicos, debe salvarse el preponderante para el derecho positivo,
conforme al orden jerárquico de las leyes establecido en nuestra Constitución Nacional en su art. 31 y la
especial composición de los tipos en cuanto a su valor relativo.

Si una acción es útil para la conservación del bien jurídico, no puede contrariar la norma que tiene la misión de
tutelarlo, pero esa conducta tiene un límite: que sea el medio adecuado para ello.

Es complicado tratar de dar un fundamento común a todas las causas de justificación que son situaciones de
excepción. Un principio “omnicomprensivo” residiría en que “todas las causas de justificación pretenden la regulación
socialmente correcta de intereses que colinden”.

e. Efectos.

Las causas de justificación tienen como efecto:

- En el ámbito penal: la impunidad del hecho al suprimir la antijuridicidad de este y,


- En lo civil: excluyen la responsabilidad civil, salvo el enriquecimiento sin causa y el resarcimiento por
razones de equidad.

f. Diferencias con otras causas de exclusión de pena.

Inimputabilidad e inculpabilidad. Son causales estrictamente personales e intransitivas, excluyendo la imputabilidad o


la culpabilidad solo del sujeto cubierto por ellas.

Ausencia de tipo. Si un hecho no se adecua a un tipo penal, no es ilícito penal pero puede ser un ilícito civil; si la
acción está justificada, no constituye ilícito ni penal ni civil ya que es conforme a derecho.

g. Algunas reflexiones sobre las justificantes.

De lo dicho puede deducirse que:

a) Quien obra conforme a una norma jurídica actúa legítimamente en virtud de la no contradicción del orden
jurídico.
b) No pueden existir legitimidades contrapuestas.
c) El acto justificado no irroga responsabilidad penal ni civil.
d) La justificación debe compartir la naturaleza del delito que excluye.
e) Quienes participan en un acto justificado quedan cubiertos por la licitud.
f) La creación intencional de la situación que da lugar a la permisión, excluye el efecto justificante.
g) La justificación se limita a la acción necesaria para salvar el bien jurídico.
h) El autor debe haber obrado con conocimiento de las circunstancias de que se trata.
i) Los hechos imprudentes también pueden justificarse.
j) El medio utilizado debe ser el único posible para evitar la lesión, aunque fracase en su acción protectora.

h. Los elementos de las causas de justificación.

Se ha discutido si la existencia de una causa de justificación depende de: a) elementos objetivos solamente, b)
concurrencia de los elementos objetivos y del conocimiento de ellos por parte del autor o, c) solo de la creencia del
autor en la existencia de las circunstancias objetivas de una causa de justificación.

Actualmente es mayoritaria la postura que exige la concurrencia de elementos objetivos con elementos subjetivos.

Aceptar el punto de vista puramente subjetivo nos llevaría a hacer depender el permiso solamente de la representación
que de aquel tiene quien actúa.

i. la justificación legal y supralegal.


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La justificación supralegal tuvo su razón de ser en el exiguo catálogo de justificantes del Código Penal alemán de
1871 que solo reconocía la legítima defensa y el estado de necesidad.

Nuestro derecho no necesita recurrir a ella, ya que contiene un repertorio lo suficientemente amplio que permite
establecer la fuente de la justificación en la ley.

Las normas de cultura y el fin reconocido por el Estado, son para algunos autores, causas supralegales de
justificación.

j. Sistemática de las causas de justificación.

En la sistematización de las causas de justificación la doctrina ha seguido distintos caminos: algunos autores renuncian
a todo principio sistematizante, otros, adoptan una sistemática monista y otros, una sistemática dualista.

Entre las sistemáticas monistas la justificación proviene de una única fuente y se trata de formular un concepto general
de justificación que comprenda a todas las causas.

En las dualistas o pluralistas, la exclusión del injusto se debe a una diversidad de pensamientos jurídicos, basándose en
la idea del interés preponderante, considerado el único elemento sobre el cual se debe apoyar la justificación, llevando
un hecho típico a uno justificado.

k. Causas de justificación por el riesgo permitido.

Esta teoría nació en el ámbito de la culpabilidad; como causa de exclusión del delito ha sido considerada para
descartar alguno de los diferentes elementos que lo componen. Ha sido discutido el contenido y la ubicación
dogmática de esta categoría llamada: del riesgo permitido. En algunos casos excluye el tipo delictivo y con ello la
imputación al tipo objetivo. En otros, hay causas de justificación en las que se autoriza la concreción de un tipo penal
corriendo un riesgo.

Bajo este título de causas de justificación derivadas del riesgo permitido, se agrupan el consentimiento presunto y la
salvaguarda de intereses legítimos, también se reconocen los casos de actuación oficial. Respecto del consentimiento
presunto, pueden afectarse bienes jurídicos de otro en la creencia presunta de su consentimiento. Y para la
salvaguardia de intereses legítimos se pueden difundir hechos deshonrosos pese a que no esté excluida la posibilidad
de que sean ciertos.

Si bien tanto en la esfera penal como en la civil, estos casos se traducen en una falta de responsabilidad; en el ámbito
civil puede surgir una responsabilidad reparatoria de carácter objetivo.

2. Causas de justificación en particular:

a. La legítima defensa.

Es un caso especial del estado de necesidad que implica la acción y efecto de defender o defenderse, significando:
amparar, librar o proteger.

Esa acción de amparo o protección debe ser la consecuencia de una agresión ilegítima previa.

Se puede enunciar un concepto provisorio diciendo: “Es la defensa que resulta necesaria para apartar de uno mismo o
de otro una agresión actual y antijurídica” o “Llámase legítima defensa a la reacción necesaria contra una agresión
injusta, actual y no provocada”.

Fundamento.

Su fundamento reside en la injusticia de la agresión del titular del bien sacrificado.

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El doble fundamento de la legítima defensa es esgrimido por algunos autores de forma diferente, ya que no solo se
acuerda un derecho de defensa individual sino de ratificación del orden jurídico como tal: “el derecho no necesita
ceder ante lo ilícito”.

Bienes defendibles.

Cualquier bien jurídico puede ser objeto de una agresión y defendible.

En general se sostiene que:

Todos los bienes jurídicos que son objeto de derechos subjetivos pueden ser defendidos cuando son ilegítimamente
atacados, y la repulsa violenta aparece necesaria y proporcionada y todo bien jurídico puede ser legítimamente
defendido, si esa defensa se ejerce con la moderación que haga razonable el medio empleado, con relación al ataque y
a la calidad del bien defendido.

La jurisprudencia es amplia, admitiendo tanto la defensa de la vida o integridad personal como el honor o dignidad, el
pudor u honestidad, la libertad, la propiedad, etcétera.

En la doctrina actual se tiende a restringir la posibilidad de legítima defensa en los casos en que esta conduciría a la
lesión de bienes del agresor de mayor importancia que los bienes a defender y cuando el ataque procede de sujetos a
quienes no puede atribuirse personalmente el hecho por ser inimputables. En estos casos debería el agredido limitarse
a rehuir la agresión.

Defensa propia:

Existe legítima defensa cuando, “el que en defensa de su persona o de sus derechos, empleando un medio
racionalmente necesario para impedir o repeler una agresión ilegítima y sin que medie provocación suficiente de su
parte, le ocasiona un perjuicio a la persona o derechos del agresor”.

requisitos.

Según nuestro Código Penal en su art. 34:

“No son punibles:

6) El que obrare en defensa propia o de sus derechos, siempre que concurriesen las siguientes circunstancias:

a) agresión ilegítima;
b) necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla;
c) falta de provocación suficiente por parte del que se defiende.

Se entenderá que concurren estas circunstancias respecto de aquel que durante la noche rechazare el escalamiento o
fractura de los cercados, paredes o entradas de su casa o departamento habitado o de sus dependencias, cualquiera que
sea el daño ocasionado al agresor.

Igualmente respecto de aquel que encontrare a un extraño dentro de su hogar, siempre que haya resistencia”.

Defensa de terceros.

Según el art. 34 inc. 7 de nuestro Código Penal, hay legítima defensa de la persona o derechos de otro, si este es objeto
de una agresión ilegítima y el autor emplea un medio racionalmente necesario para impedirla o repelerla, siempre que
el agredido no haya provocado suficientemente la agresión o, en caso contrario, que no haya participado en ella el
tercero defensor.

Es una justificación para el actuar de una persona que interviene en defensa de otra.

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Este derecho de defensa de un tercero es aplicable en la medida de que el agredido quiera ser defendido.

Si no hay datos para suponer una voluntad contraria se supone que el “agredido quiere ser defendido dentro de los
límites de lo necesario”.

Legítima defensa privilegiada.

La ley prevé casos en los cuales por razones de tiempo o lugar existe una agresión ilegítima y la reacción de quien se
defiende es considerada necesaria y racional, cualquiera sea el daño ocasionado al agresor.

Constituye una presunción iuris tantum ya que si el escalamiento, fractura o la resistencia no presentaron la situación
de peligro personal para el morador no concurre la justificante.

Estos casos especiales de defensa tienen su fundamento en la situación de hecho que muestra la gravedad de la
agresión y por ello es racional la necesidad del agredido de emplear todos los medios a su alcance para repeler el
ataque.

El privilegio existe si se produce el escalamiento o fractura del recinto habitado en horas nocturnas y si se encuentra a
un extraño en el hogar y este opusiera resistencia.

Escalar muros ajenos en horas nocturnas o la fractura de lugares cerrados de una casa, departamento o sus
dependencias constituye una agresión ilegítima aunque no se haya concretado en un acontecimiento. La fractura
comprende la perforación y la entrada puede no ser la del acceso habitual de la vivienda.

El requisito que demanda la defensa común de la “racionalidad” si bien parece no ser requerido en la fórmula
analizada está supeditado ya sea por el escalamiento o fractura o por la resistencia, LAJE ANAYA – GAVIER
consideran que “esta defensa es insusceptible de ser regulada por el exceso”.

b. El estado de necesidad.

La doctrina en general ha considerado al estado de necesidad: “un estado de peligro actual para intereses legítimos que
solo puede ser conjurado mediante la lesión de los intereses legítimos de otro”.

Es uniforme la idea de situación de peligro para un bien, las diferencias surgen de la comparación de bienes y de la
idea de mal causado.

Por lo que actúa de iure, el que lesiona bienes jurídicos ajenos para salvar un bien propio o ajeno que se encuentra
amenazado. Este bien debe ser de mayor valor que el sacrificado.

El estado de necesidad propiamente dicho es una causa de justificación.

Fundamento, naturaleza, clases y requisitos.

Cuando se afecta un interés objetivamente menor al que se salva, nos encontramos en un estado de necesidad
justificante. Pero si el valor relativo de los bienes es igual o, el bien que se afecta es de mayor valor, la conducta no se
considera justificada con arreglo al criterio de la colisión, sino que será disculpada si no le es exigible al agente que
soporte esa lesión.

Para fundamentar esta eximente se han formulado teorías unitarias que han sido clasificadas de naturalistas;
subjetivas y objetivas que plantean el problema como conflicto de leyes o deberes, colisión de intereses, colisión de
derechos o bienes. Las teorías diferenciadoras distinguen el estado de necesidad como causa de justificación, del
estado de necesidad excluyente de la culpabilidad.

Así las cosas, el estado de necesidad, algunas veces excluiría la antijuridicidad y otras, la culpabilidad.

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Requisitos

El Código Penal en su art. 34 dispone: “No son punibles: …

1) El que causare un mal por evitar otro mayor inminente a que ha sido extraño”.

De allí surgen los requisitos de este instituto: 1) inminencia del mal para el que obra o para un tercero; 2)
imposibilidad de evitar el mal por otros medios; 3) que el mal que se causa sea menor que el que se trata de evitar; 4)
que el autor sea extraño al mal mayor inminente y 5) que el autor no esté obligado a soportarlo.

El conflicto de bienes iguales.

Cuando de la ponderación de los intereses en conflicto, se observa la igualdad del valor relativo de los bienes, se hace
imposible determinar cuál es el de mayor valor.

A pesar de lo dicho, ante ciertas puestas en peligro de bienes jurídicos tan valiosos como la vida, puede justificase
hasta el caso de matar dolosamente a una persona, como en el estado de necesidad defensivo y, lo que se trata es de
factores adicionales que nos llevan a la justificación.

Estado de necesidad justificante y disculpante.

(Ver Fundamentos y El conflicto de bienes iguales)

c. Colisión de deberes.

La colisión de deberes justificante “es un caso particular del estado de necesidad. Se da cuando alguien solo puede
cumplir un deber jurídico de su incumbencia a costa de otro que le corresponde igualmente, siendo así que la
vulneración del deber que infringe constituye una acción y omisión conminada con pena”.

El conflicto de intereses puede aparecer entre deberes.

JESCHECK distingue tres grupos de colisión de deberes: 1) cuando un deber de acción puede entrar en colisión con
un deber de omisión, 2) cuando existen dos deberes de acción de modo que solo se puede cumplir uno y, 3) cuando
varios deberes de omisión colisionan, no permitiendo al sujeto ninguna posibilidad de actuar.

Además deben distinguirse los casos en que cabe realizar conforme a derecho una graduación del rango de los deberes
en pugna y aquellos otros en los que tal diferenciación no resulta posible.

Pero cuando los deberes en colisión son de igual entidad de acuerdo al valor de los bienes en juego y a las otras
circunstancias mencionadas, si concurre un deber de acción con uno de omisión, el autor considera que goza de
preferencia el de omisión y justifica al autor que por inactividad infringe el deber de acción.

En los casos en los cuales chocan dos deberes equivalentes de acción, existen distintas opiniones: a) el autor actúa
antijurídicamente respecto al deber incumplido, b) en esas situaciones el ordenamiento jurídico deja libre la decisión al
autor y justifica su conducta y c) el hecho se colocaría en un espacio extrajurídico.

Lo mismo es aplicable a la colisión de deberes equivalentes de omisión.

El cumplimiento del deber: naturaleza jurídica.

Decía PACHECO, “quien cumple con su deber, si algo merece por ello, es elogio, que no pena, y agregaba: es tan
claro este punto, que muchas legislaciones no han hecho ninguna mención de él, por no conceptuarla necesaria”.

Quien concreta un tipo delictivo al cumplir con un deber legal está cubierto por la justificante y el art. 1071 del C.C.
establece que “… el cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto”. Esto ratifica
el principio de la no contrariedad del orden jurídico.
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Se mencionan como casos de cumplimiento de un deber jurídico: la obligación del testigo de decir la verdad aunque
desacredite a otro; la obligación de denunciar ciertas enfermedades a los que ejercen el arte de curar, aunque violen el
secreto profesional; la obligación de no revelar el secreto profesional, justifica la abstención de prestar declaración,
etcétera.

El cumplimiento de la ley cubre todos los actos necesarios para su concreción siempre que no devengan en un exceso.

d. El ejercicio de un derecho, autoridad o cargo. Análisis.

El art. 34 de nuestro C.P. establece: “No son punibles: …

4) El que obrare… en el legítimo ejercicio de su derecho, autoridad o cargo”

El ejercicio legítimo de un derecho

El ejercicio legítimo de un derecho consiste en realizar las acciones autorizadas por la ley. Ello surge del principio
general de no contradicción del derecho. Nuestra Constitución Nacional en su art. 19 dice: “…Ningún habitante de la
Nación, será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”. Entre la obligación y la
prohibición existe un espacio, dentro del cual el individuo puede desarrollar sus actos.

La ley civil, en la primera parte del artículo mencionado nos habla del ejercicio regular de un derecho y también se
refiere a su ejercicio abusivo. “La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal al que contraríe
los fines que aquella tuvo en mira al reconocerlos o al que exceda los límites impuestos por la buena fe, la moral y las
buenas costumbres”, pero esa generalidad no basta para pensar en un hecho antijurídico sino que la conducta deberá
concretar un tipo legal.

El Código Penal argentino no considera punible, según su art. 34 inc. 4: “… El que obrare… en el legítimo ejercicio
de su derecho…”.

De la legitimidad del ejercicio resulta una doble limitación: de contenido y de forma. Superando esos límites nos
encontramos en un exceso o en un abuso del derecho, ambas acciones antijurídicas.

El exceso por razón del contenido surge cuando se lesiona un derecho de otro como consecuencia de realizar actos que
van más allá de lo autorizado de acuerdo al caso concreto.

Se abusa del derecho en razón del objeto, cuando se lo ejerce con un fin distinto del autorizado por el derecho o
cuando se lo ejerce usando medios o vías distintas a las autorizadas por la ley. La consecuencia en los casos del abuso
sería la responsabilidad dolosa.

Suelen mencionarse las defensas mecánicas como ejercicio legítimo de un derecho para la defensa del domicilio o
como legítima defensa privilegiada o presumida. Esta conducta no puede incluirse dentro de la justificante ya que se
llegaría a una defensa mayor en ausencia del titular que encontrándose este presente, constituyendo por lo tanto un
abuso al excluir la regularidad exigida por el art. 1071 C.C. Ciertos resultados dañosos pueden considerarse lícitos, si
las defensas cumplen los requisitos de ser notorias e inertes.

Han sido considerado como ejercicio de un derecho por la jurisprudencia: los poderes de corrección paterna y las
lesiones o muerte en materia de deportes y en tratamiento médico – quirúrgico.

El ejercicio legítimo de una autoridad

Es la potestad que posee una persona sobre otra en virtud de una disposición legal. Se desenvuelve dentro del ámbito
privado de las relaciones familiares, implicando la facultad de educación y corrección de ambos padres, tutores o
curadores, respecto de sus hijos menores no emancipados de sus pupilos o incapaces.

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Constituye una facultad legal, no solo un deber y es el imperio o supremacía sobre otro, por ello algunos autores lo
llaman derecho disciplinario. Es un derecho-deber de formación y protección integral en lo físico y en lo moral.

El ejercicio de este derecho subjetivo debe interpretarse restrictivamente por las posibles violencias que conlleva. Las
normas autorizantes están contenidas en el Código Civil.

Los límites a este ejercicio se encuentran en el art. 278 C.C.

Los maestros o profesores no poseen esta facultad correctiva, pero dentro del derecho disciplinario propio de su
institución podrán restringir, en cierta medida la libertad del alumno.

El ejercicio legítimo de un cargo

Esta justificante se encuentra en el art. 34 inc. 4 C.P. significando el ejercicio del propio poder de decisión o ejecución
correspondiente a un cargo.

El articulado del Código Penal no distingue su naturaleza, deduciéndose que se habla de cualquier tipo de cargo,
público o no, con tal que la actuación se encuentre dentro del marco de su competencia, sin embargo es opinión
dominante en doctrina que el cargo cuyo ejercicio legítimo es justificante, debe ser público, desempeñado en virtud de
un título legal, sea por elección popular o nombramiento de autoridad competente. Se encuentra dentro de esta
justificante el que como empleado participa, accidental o permanentemente de la función pública, según está
contenido en los arts. 77 y 246 C.P.

Su desempeño puede llevar a la realización de lesiones de derechos ajenos, quedando justificada la concreción de un
tipo penal en el cumplimiento de su ejercicio legítimo.

Es legítimo cuando el agente obra dentro y según las formalidades prescriptas por la ley. Cuando es público, será
legítimo si se realiza conforme al deber. Es legítimo en el modo de ejercer el permiso si no es contrario a la ley ni por
exceso ni por abuso.

Obran legítimamente: el juez que ordena un desalojo con uso de la fuerza pública; el guardiacárcel que hiere a un
preso para evitar su huida; los actos, dentro de las facultades disciplinarias, por parte del director de un
establecimiento carcelario u hospitalario, de un instituto educacional o de otra repartición pública; también se ha
considerado justificado el uso de armas por la autoridad, siempre que haya habido razonabilidad del medio empleado.

Los magistrados, los funcionarios, los policías, ejercen un cargo y los hechos típicos que realizan resultan justificados
por el ejercicio legítimo de aquel”.

e. Naturaleza jurídica de la obediencia debida.

La obediencia debida es el cumplimiento de una orden dada de acuerdo a derecho, dentro de una relación de sujeción
pública, aunque se han examinado órdenes en los ámbitos policial, ferroviario y militar; también surgen estos deberes
de relaciones de otro tipo como el doméstico o el laboral.

Sobre la naturaleza de esta eximente, se han formulado diversas posturas doctrinarias. Para unos, consiste en una
causa de justificación; para otros, una causa de inculpabilidad, o se produce un desplazamiento de la acción o es una
eximente autónoma.

Mencionándolas sucintamente tenemos: a) si la orden es legítima, se considera una especie de justificación por
ejercicio legítimo de un cargo. Si es de cometer un hecho delictuoso no se justifica el hecho pero se puede excluir la
culpabilidad por error; b) si la orden es ilegítima y el subordinado no tiene facultad de inspección, justifica su hecho
por cumplimiento de la ley. Si tiene derecho de examinarla, y cree que es legítima, es inculpable por error; c) si lo
ordenado es legítimo se considera una causa de justificación, sea cumplimiento de un deber o legítimo ejercicio de su
derecho, autoridad o cargo y, si es ilegítima en sí misma, es un error invencible del subordinado excluyendo la

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culpabilidad; d) es una coacción especial que representa la orden del superior cuando ha sido impartida en una
situación excepcional y el subordinado está obligado a cumplirla; e) cuando el subordinado debe cumplir la orden sin
examen, queda fuera de toda relación imputativa y al acción se desplaza hacia el superior que impartió la orden y f) si
la obediencia es debida, quien cumple la orden, cumple con un deber derivado de su cargo.

El cumplimiento de una orden no manifiestamente antijurídica no excluye la responsabilidad penal del superior
jerárquico. “Este es un autor mediato de la lesión que produce la orden, el cual utiliza al subordinado como
instrumento que actúa”.

f. El consentimiento del ofendido.

Ya ULPIANO decía que lo que se realiza con la voluntad del lesionado, no constituye injusto.

Los tipos penales redactan conductas que se llevan a cabo contra la voluntad de quien las padece, pero, si este admite
los efectos que sobre sus derechos se producen, no se configuraría el tipo. Desde el punto de vista de la antijuridicidad,
si no hay interés por parte del sujeto pasivo, no hay conflicto de intereses. Es así que el consentimiento del ofendido
puede verse en doctrina o, como una causa de atipicidad o, como una causa de justificación.

El consentimiento de la víctima se presenta cuando, en determinadas circunstancias, el sujeto pasivo acepta que el
autor realice conductas que de otra manera constituirían delitos. La doctrina alemana distingue dos grupos de casos: en
unos, desaparece toda lesividad de la conducta; en otros, la lesividad no desaparece. Al primer grupo se lo llama
“acuerdo” y al segundo consentimiento”.

En el acuerdo se excluiría la tipicidad, y en el consentimiento se discute si se excluye el tipo o si se trata de una causa
de justificación.

Para que el consentimiento sea eficaz, debe otorgarse libremente, sin vicios de la voluntad; pudiendo ser expreso o
presunto. Basta para consentir el tener la capacidad natural de discernimiento que le permita percibir el significado y
consecuencias de su acto.

El consentimiento debe ser reconocible externamente, por cualquier forma de manifestación y el autor debe haber
actuado con conocimiento del consentimiento y apoyado en este, pero para otro sector, no es preciso que el autor tenga
conocimiento efectivo de este si el acuerdo es reconocible externamente.

Suelen agregarse como requisitos: que el consentimiento sea anterior o coincida en el tiempo con la acción y que
quien consiente sea el único titular del bien.

Según la doctrina, el consentimiento válido, exime de responsabilidad tanto en los delitos dolosos como en los
culposos, alcanzando no solo a la acción sino también al resultado.

Existen situaciones de consentimiento presunto.

El tratamiento médico quirúrgico.

Las actividades desarrolladas por los agentes del arte de curar en el tratamiento médico quirúrgico, se han ubicado
dentro de las causas de justificación, no siempre formando parte de la misma eximente; unas veces será el ejercicio de
un derecho, otras un estado de necesidad, otras el cumplimiento de un deber.

En los casos de intervenciones correctamente efectuadas pero con resultado negativo, la finalidad del médico excluirá
el dolo directo, pero en las intervenciones de alto riesgo, no siempre podrá descartarse el dolo eventual o la culpa.

El médico diplomado y matriculado, ejerce legítimamente su derecho, siempre que actúe conforme a la lex artis,
borrando el carácter delictuoso del hecho. Esta actividad debe completarse con el consentimiento del interesado o de
sus derecho habientes. Este derecho tiene sus límites con respecto a los bienes no disponibles y a la experimentación.

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El profesional de la salud tiene el deber de intervenir en casos de epidemias, desastres y otras emergencias, a
requerimiento de las autoridades sanitarias, así como cuando el estado de gravedad de los enfermos imponga su
asistencia y no pueda derivárselo a otro facultativo o institución. No necesita el consentimiento del enfermo y puede
imponer su actuación en casos de tratamientos obligatorios.

Hay situaciones en las cuales, por su urgencia, no puede dilatarse la intervención del médico, obrando así el estado de
necesidad, como también en los casos en que la voluntad contraria del afectado o sus parientes, impidan la actividad
del terapeuta.

Si las intervenciones no son necesarias, es indispensable el consentimiento del afectado y justifican el hecho aunque
sus resultados no sean los pretendidos.

La muerte y las lesiones en las prácticas deportivas.

La muerte y las lesiones en las prácticas deportivas, pueden ser impunes si se realizan en la práctica de un deporte
autorizado, dentro de los reglamentos respectivos, con el consentimiento del interesado y en oportunidad de la justa
deportiva.

Los resultados luctuosos a consecuencia de deportes que llevan en sí mismos un riesgo considerable como: boxeo,
rugby, futbol, carreras de autos; autorizados por la autoridad, quitan el carácter delictuoso del hecho, aun por los daños
que puedan producirse a terceros.

En los casos de muerte o lesiones ocasionados durante estos encuentros en violación de las disposiciones vigentes, la
responsabilidad no surge únicamente para el autor del hecho, sino que puede abarcar a los organizadores del evento y
a los funcionarios encargados de la vigilancia.

Quedan fuera de la justificante los actos dolosos y los culposos en los cuales no se observaron los reglamentos
respectivos.

g. El exceso en las causas de justificación:

Al desarrollar una conducta justificada, puede suceder que el autor intensificando su acción, traspase los límites
permitidos por la ley y la necesidad, situación regulada en el art. 35 C.P. cuando habla del exceso que cubre todas las
justificantes.

“El que hubiere excedido los límites impuestos por la ley, por la autoridad o por la necesidad, será castigado con la
pena fijada para el delito por culpa o imprudencia.”

El fundamento de punir el exceso radica en condicionar la reacción, impidiendo la injusticia de una acción desmedida
por parte del afectado.

El exceso, según la máxima legal, tiene un contenido culposo. Sin embargo un sector de la doctrina, considera que
posee igualmente un contenido doloso.

El exceso en el estado de necesidad resulta de la producción de un mal que no es el menor entre los posibles para
evitar el mal mayor.

En el cumplimiento de la ley, el ejercicio legítimo de un derecho, autoridad o cargo, el exceso surge de haber
sobrepasado los límites de lo permitido y necesario o por la situación que nos lleva al abuso del derecho cuando el fin
perseguido o los medios utilizados son distintos del fijado por la ley.

a) Exceso en los medios.

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En la legítima defensa nos encontramos en exceso cuando persiste la acción de defensa a pesar de que el peligro ya ha
pasado; cuando los medios no son racionales respecto a la agresión o cuando ha mediado provocación suficiente por
parte del que se defiende. Llamados, los dos últimos, exceso en los medios y exceso en la causa respectivamente.

b) Exceso en la causa.-

Quedan excluidos del exceso en la causa, la provocación que alcanza las características de una agresión ilegítima y la
agresión provocada con el objeto de colocarse en un pretexto de legítima defensa.

El exceso en la causa ha sido admitido por la doctrina y la jurisprudencia.

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UNIDAD VIII:

La culpabilidad:

1. La culpabilidad y su desarrollo histórico.

En la evolución desde la responsabilidad material a la responsabilidad por culpabilidad, se desarrolló un largo y lento
proceso, iniciado a partir del derecho de los antiguos pueblos que castigaba la sola producción del resultado dañoso, a
través de la responsabilidad sin culpa e incluso la que surgía sin lazos de causalidad material, pues se basaba en una
relación de contigüidad o de semejanza afectiva.

En la antigua Grecia el mal era la hybris, que tenía carácter humano y sagrado y se consideró la insubordinación de
hombre contra hombre en su existencia individual y colectiva, pero sobre todo del hombre contra Dios, lo que explica
la intervención de la potencia divina en la venganza. La idea de justicia se va perfilando, primero como retribución por
responsabilidad absoluta y objetiva del mal causado y como retribución por responsabilidad del resultado
intencionalmente producido.

En Roma, pronto se superó la responsabilidad por el resultado dañoso y la culpa moral de los griegos, asumiendo esta
un sentido jurídico; se utilizó la voz culpa como equivalente al término culpabilidad y más tarde para designar la falta
de cuidado.

El derecho germánico primitivo careció de una teoría de la culpabilidad, siendo lo decisivo la responsabilidad por el
resultado; pero según la opinión dominante, al robustecerse el poder estatal con la monarquía franca, comienza la
consideración correcta de la culpabilidad.

El derecho canónico que adoptó el sentido que el derecho romano le dio a la expresión culpa, desarrolló el axioma
versari in re illicita, según el cual basta la culpabilidad en el inicio del acto para atribuir al autor todas las
consecuencias de su conducta.

En la Edad Media, se aboga por el dolo concebido al modo del derecho romano y por las nociones jurídicas germanas
impuestas por la necesidad de la vida práctica.

Continúa la evolución y se llega al siglo XVI, cuando bajo la influencia de los criminalistas italianos, la doctrina
francesa estableció finalmente, como máxima imperante el principio “donde no hay dolo, no hay crimen y por ende,
no puede haber pena, sino tan solo reparación o indemnización de perjuicios contra el autor del delito”.

De la evolución de todo este proceso se arriba a la meta según la cual no hay pena sin culpabilidad, que se
corresponde con lo dicho por MAX ERNST MAYER, en que “la dignidad del derecho penal reside en la repulsa de la
responsabilidad por el resultado y en el reconocimiento de la responsabilidad por culpabilidad”.

En la actualidad, desde el punto de vista jurídico-penal, el vocablo culpabilidad admite dos acepciones:

a) Con el significado de una garantía individual, se habla del principio de culpabilidad, ubicado dentro del
conjunto de postulados que operan como límites de la potestad punitiva y se traducen en condiciones
necesarias tanto para la atribución de responsabilidad penal como para la imposición de la pena.
b) En su otra acepción está referida a la culpabilidad como categoría o elemento del delito, concebida como la
actitud anímica jurídicamente reprochable del autor respecto de la consumación de un hecho penalmente
típico y antijurídico, o bien como un puro juicio de reproche al autor.

Contenido del reproche: exigibilidad, motivabilidad.

La consideración de la culpabilidad como juicio de reproche formulado al que pudo haber actuado de otra manera,
vinculado a la idea de retribución o compensación, se quiebra frente a una dogmática orientada hacia la prevención y
que admite la aportación de las ciencias empíricas.

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En este nuevo contexto, se habla de la culpabilidad material, esto es, de saber bajo qué condiciones aparece
legitimada la atribución del ilícito penal a su autor. En este sentido, culpabilidad o atribuibilidad individual es la
capacidad de motivación normal del autor frente a normas, determinada social e históricamente, pero no refiriendo el
juicio de valor a una propiedad de ser formulada en abstracto sino en otra normativa y concreta, “lo exigible al hombre
normal atendiendo a sus circunstancias psíquicas o situacionales”.

En cuanto a la configuración del contenido de la categoría culpabilidad o atribuibilidad individual, se la deriva de una
síntesis histórica de fines contrapuestos que persigue el derecho penal; es decir, fines preventivos, de intervención
mínima y fines garantísticos individuales.

La crisis del libre arbitrio o libertad de voluntad.

Tradicionalmente se ha considerado como fundamento de la atribución de culpabilidad, el poder individual de actuar


de otro modo, lo que ha sido reprochado por basarse en presupuestos indemostrables, como el libre albedrío
individual.

Propuestas superadoras: Preventivismo. Funcionalismo.

Desde una concepción preventiva de la pena, el fundamento de la culpabilidad se basa en la necesidad de pena, que
existe ante los sujetos normales, pero que acaso deje de concurrir respecto de quienes actúan en alguno de los
supuestos tradicionalmente incluidos entre las causas de exclusión de la culpabilidad. No debe someterse el
fundamento de la culpabilidad, al único dictado de la prevención, porque se anularía la virtualidad garantística del
principio de culpabilidad, lo que conllevaría a una intrumentalización del individuo.

Parece más garantista ubicar el fundamento de la culpabilidad en una decisión mixta, en la que inciden
consideraciones preventivas, de intervención mínima y garantísticas.

2. Consideración de la categoría intermedia “responsabilidad por el hecho”.

MAURACH propuso desdoblar la base general de valoración del autor o atribuibilidad en dos grados: 1)
responsabilidad por el hecho (que formula un juicio de desvalor al sujeto, en cuanto miembro de la comunidad, y a la
que se reconducen las causas de exculpación); 2) culpabilidad (que formula el reproche personal y a la que se
reconducen las causas de inimputabilidad y el error de prohibición).

ROXIN considera que como en un Estado neutral, la culpabilidad no puede legitimar una retribución, a pesar de ser
condición necesaria porque limita la pena, la culpabilidad no es suficiente para fundamentar la imposición de una
pena; de ahí la nueva categoría de la responsabilidad.

BACIGALUPO distingue dos subcategorías del tema de la responsabilidad: la responsabilidad por el hecho, que es la
categoría intermedia entre ilícito y culpabilidad a la que se reconducen los supuestos de estado de necesidad
disculpante, miedo insuperable y exceso en una causa de justificación para excluir la desaprobación jurídico-penal; y
por otro lado, la culpabilidad, que es la categoría a la que se reconducen la imputabilidad y el error de prohibición.

3. Capacidad de culpabilidad. Imputabilidad.

Dos son las condiciones de la culpabilidad o atribuibilidad individual: 1) la infracción personal de una norma primaria
penal, 2) la responsabilidad penal del sujeto.

1) La infracción personal de una norma primaria penal, requiere:


a) Capacidad personal de evitar la conducta objetivamente desvalorada, que puede faltar absolutamente;
por lo que si aquella falta, el desvalor objetivo del hecho antijurídico no irá seguido de su desvalor
personal.
b) Posibilidad de conocimiento de la antijuridicidad, que puede faltar por un error invencible; por lo que si
aquella falta no se excluirá la antijuridicidad, sino solo su imputación.
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2) La responsabilidad penal del sujeto: la infracción personal de una norma primaria penal, permite imputar la
antijuridicidad penal a su autor, pero para imponerle a este una pena es preciso que aparezca como un sujeto
idóneo para responder penalmente.

Al exigir como condiciones de la culpabilidad o atribuibilidad individual del injusto penal, además de la infracción
personal de una norma primaria penal, la condición de que su autor aparezca como un sujeto idóneo para responder
penalmente, cabe definir a la imputabilidad en función de la idoneidad del autor por sus condiciones psíquicas
normales, y a la exigibilidad en función de la idoneidad del autor por su actuación en una situación de motivación
normal, en ambos casos para responder a las exigencias de la norma penal.

Cabe aclarar que si bien la inimputabilidad excluye la responsabilidad penal, no obsta a la posibilidad de imposición
de medidas de seguridad, pues al suponer una anormalidad psíquica, la inimputabilidad puede delatar peligrosidad
criminal.

Fórmula del Código Penal argentino.

El Código Penal argentino en su art. 34, inc. 1, determina la imputabilidad con base en un método mixto, biológico-
psicológico, pues para eximir de responsabilidad penal exige: a) la presencia de un presupuesto biológico; b) que
dicho presupuesto biológico incida sobre el efecto psicológico de inimputabilidad, impidiendo al autor en el momento
del hecho la comprensión de la criminalidad del acto o la dirección de sus acciones.

A. Presupuestos biológicos:

a) Madurez mental;

Según los modernos planteamientos político-criminales en materia de menores, se estima que estos no deben ser
castigados como los mayores, ni ir a la cárcel como ellos, sino que han de ser objeto de medidas educativas no
penales, sino preventivas. Por ello el fundamento de la actual eximente de minoría de edad penal es doble; se basa en
la suposición de que antes de cierta edad no concurre la imputabilidad; se funda en la idea político-criminal de que es
más adecuado para los menores un tratamiento educativo específico que el puro castigo.

En nuestro derecho penal, el art. 1º de la ley 22.803 ha establecido, con el alcance de presunción juris et de jure, que la
madurez mental se alcanza a los dieciséis años de edad.

b) Salud mental.

El Código Penal dispone que el sujeto activo del delito goza de salud mental si no está afectado de una “insuficiencia
de sus facultades” o una “alteración morbosas de las mismas”; las facultades a las que se refiere la norma deben ser
“mentales” para tener conexión con los efectos que el mismo texto legal exige. Cuando se refiere a las exigencias para
ordenar la reclusión del agente en un manicomio, menciona el término “enajenación”.

Se hace necesario realizar una interpretación de los elementos normativos empleados por el legislador al referirse a
estas causales de inimputabilidad, que configuran anormalidades o desórdenes de la personalidad y de las
potencialidades y funciones intelectuales.

La insuficiencia de las facultades mentales ha sido entendida como comprensiva de deficiencias mentales u
oligofrénicas que han impedido el desarrollo de aquellas.

Con la expresión alteraciones morbosas de las facultades mentales, se hace referencia a las enfermedades mentales
que trastornan las facultades ya desarrolladas.

Es preciso que la alteración en sí misma sea patológica, aunque no lo sea su origen. La alteración será patológica en sí
cuando consista en una enfermedad, afección o dolencia mentales que importen un deterioro mental sumamente
marcado y una desintegración de la personalidad del sujeto. Puede tratarse de un trastorno mental transitorio.

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El término enajenación hace referencia a una alienación de la identidad o desprendimiento de la personalidad, al que
se le puede criticar su ambigüedad.

Cabe aclarar, que además de las alteraciones psíquicas morbosas, existen cuadros mentales no objetivados que
producen una perturbación funcional de la esfera psíquica; por lo que en respeto al principio de igualdad, no solo
cabría considerar como causa de inimputabilidad, a las patologías de la mente propiamente dichas, sino también a las
demás perturbaciones mentales ubicadas entre la normalidad y la patología, cuando impidan una motivabilidad
normal. En nuestro derecho penal no existe la atenuación de pena por “imputabilidad disminuida”, ni una categoría de
“semi-imputables”.

Consideración de las personalidades “psicopáticas”;

El trastorno psicopático o trastorno antisocial de la personalidad viene clasificado en el DSM-IV, como un patrón
general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que se presenta desde la edad de quince años.

Como el trastorno psicopático se trata de una perturbación mental tipificada por la psiquiatría, bien puede afirmarse
que es susceptible de subsumirse en la eximente de responsabilidad criminal de “alteración morbosa de las facultades
mentales” y constituir una potencial causa de inimputabilidad.

La aceptación de la inimputabilidad del psicópata está supeditada en cada caso particular a que el dictamen
psiquiátrico admita que el estado mental del afectado encuadra en el concepto moderno de enfermedad mental que
requiere el art. 34, inc. 1 y concurriendo, como efecto psicológico, la falta de comprensión por el paciente, de la
criminalidad del acto realizado o su imposibilidad de dirigir sus acciones.

c) Conciencia.

El art. 34, inc. 1 del Código Penal argentino contempla como eximente de responsabilidad penal al estado de
inconsciencia, que puede funcionar como causa excluyente de la acción o como causal de inimputabilidad. En ambos
casos deberá estar afectada la conciencia: en el primero se requerirá la privación total de dicha facultad y en el
segundo bastará con una intensa perturbación de ella.

La expresión conciencia se refiere a la conciencia “perceptiva o lúcida”, que consiste en “el claro o nítido
conocimiento de los acontecimientos internos y externos de nuestra vida psíquica”.

La afectación de la conciencia opera como eximente de responsabilidad cuando es accidental o fortuita, porque el
sujeto llega a ese estado sin intención ni culpa.

En cuanto al origen de la privación o de la grave perturbación de la conciencia, la posición tradicional de nuestra


doctrina admite causas patológicas y fisiológicas.

El estado de inconsciencia no debe ser imputable o atribuible al sujeto activo, “pues quien maliciosamente se
autoincapacita para lesionar a otro ser humano, podría argumentar que no debe responder, pues en el momento del
hecho era no imputable”.

B. Efectos sicológico-axiológico-normativos:

De acuerdo con el art. 34, inc. 1 C.P., la fórmula que regula la responsabilidad criminal por perturbaciones
psiquiátricas, exige además de la presencia de un presupuesto biológico, que este produzca al momento del hecho, el
efecto psicológico de impedir la comprensión de la criminalidad del acto o la dirección de las acciones.

a) Capacidad de comprensión de la criminalidad;

La imposibilidad de comprender la criminalidad del acto, no ha de ser total; pues si la norma primaria no puede ser
recibida por su destinatario debido a causas de inimputabilidad, faltará toda posibilidad de ser motivado por la norma,
con lo que no se cumplirá la primera condición de la culpabilidad o atribuibilidad individual del injusto penal. La
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imposibilidad de comprender la criminalidad del acto como uno de los requisitos exigidos para caracterizar el efecto
psicológico de inimputabilidad, solo se dará ante aquel que a causa de alteraciones morbosas de las facultades
mentales, o por su estado de inconsciencia, tenga alguna posibilidad de entrar en contacto intelectual con la norma
penal primaria; aunque esta no desplegará la intensidad motivadora que normalmente posee.

b) Posibilidad de dirección de la conducta.

La imposibilidad de dirigir las acciones, si bien puede estar basada en la concepción del poder actuar de otro modo, se
produce a causa de la presencia de alteraciones morbosas de las facultades mentales o estado de inconsciencia, cuando
se comprueba normativamente que los procesos de motivación le alcanzan al autor de modo por completo anormal.

Momento de estimación.

Cuando el Código Penal emplea en su art. 34, inc. 1 la expresión “en el momento del hecho”, hace referencia al
momento en que se considera realizada la conducta típica, cuya precisión puede resultar problemática: a) en el caso
del ilícito penal que sin pluralidad de actos, se prolonga en el tiempo por su concreta forma de realización, desde que
comienza la ejecución hasta que se produce el resultado consumativo; b) cuando la propia figura típica requiere o
prevé como alternativa, supuestos de actividad plural que se prolongan en el tiempo.

Para precisar el momento de la comisión del delito, se han sugerido las siguientes soluciones: a) la teoría de la
actividad (el momento es el de la acción u omisión); b) la teoría del resultado (el momento es el de la producción del
resultado); c) teoría mixta (el momento se prolonga desde el inicio de la acción hasta que se produzca el resultado); d)
la teoría de la valoración jurídica o diferenciadora (propone no seguir un criterio uniforme, sino distinguir conforme
al sentido, fin y función de cada institución respecto de la cual se quiere fijar el momento de comisión y, en virtud de
ello, aplicar el criterio que resulte más justo).

“Actio libera in causa”.

De acuerdo con esta doctrina, el autor que –al realizar la conducta o al producirse el resultado delictivo– estaba en
estado de inimputabilidad, responde penalmente si en el momento previo a su comportamiento gozaba de capacidad de
culpabilidad.

Tal idea significa que se excluirá la causa de inimputabilidad cuando el propio sujeto activo se haya provocado
intencional o imprudentemente una perturbación mental transitoria para cometer el hecho concretamente realizado, o
cuando hubiera previsto o debido prever su comisión.

Esta teoría también puede aplicarse a supuestos de exclusión de la acción por falta de voluntariedad.

4. Exclusión de la culpabilidad.

Para KNUT AMELUNG, cabe distinguir entre: 1) causas que al excluir la culpabilidad, excluyen asimismo la
peligrosidad y por lo tanto la aplicación de medidas de seguridad; 2) causas que solo excluyen la culpabilidad, dejando
subsistente la peligrosidad y por ende la imposición de medidas de seguridad.

El hecho justificado es permitido por el ordenamiento jurídico, y por lo tanto, lícito. El hecho exculpado solo es
eximido de castigo por no ser reprochable, pero al no resultar excluida su ilicitud, subsiste el derecho de la víctima al
resarcimiento del daño.

a) Error de prohibición. Clases. Teoría del dolo y de la culpabilidad. Consecuencias sistemáticas.

De acuerdo con lo opinado por el Prof. MIR PUIG, no basta que quien actúa típicamente conozca la situación típica,
sino que hace falta saber o poder saber que su actuación se halla prohibida. Cuando falta tal posibilidad de
conocimiento se habla de error de prohibición, que será vencible o invencible según haya podido o no evitarse con

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mayor cuidado. Existe un error de prohibición directo (es el que recae sobre la propia existencia de la prohibición) y
un error de prohibición indirecto (es el que recae sobre la existencia o los límites de una causa de justificación).

El error de prohibición invencible impide la infracción de la norma primaria penal, y con ello, se excluye la primera
condición de la culpabilidad o atribuibilidad individual, determinándose la impunidad.

El error de prohibición vencible deja paso a una imprudencia iuris por falta de cuidado en el sujeto al no haber
advertido la antijuridicidad, determinándose una atenuación de la responsabilidad criminal.

Teorías sobre el error de prohibición

a) Teoría del dolo: responde en esencia a la sistemática causalista, que concibe al dolo como dolus malus en la
culpabilidad. Trata unificadamente el conocimiento del hecho y el conocimiento de la antijuridicidad, con lo
que se produce una solución idéntica cuando se trata de un error de tipo o de un error de prohibición. A pesar
de ello, plantea una diferencia entre el error vencible y el error invencible; en ambos casos se excluye el dolo,
pero en el supuesto del error invencible, queda totalmente excluida la responsabilidad criminal; mientras que
el error vencible únicamente excluye el dolo, subsistiendo la responsabilidad por delito imprudente.
b) Teoría de la culpabilidad: abandona el concepto de dolus malus y diferencia claramente el dolo del
conocimiento de la antijuridicidad, cobrando fuerza la distinción entre el error de tipo, que afecta al dolo
ubicado en el tipo subjetivo, y el error de prohibición, asentado en la culpabilidad. El error de prohibición
puede llevar únicamente a eximir de responsabilidad penal o a un delito doloso atenuado pero nunca a un
delito imprudente.

b) Coacción y miedo insuperable.-

El Código Penal argentino en su art. 34, inc. 2, dispone: “No son punibles: … el que obrare violentado por amenazas
de sufrir un mal grave e inminente”; con lo que parece que la situación de violencia moral únicamente podría
restringirse al anuncio verbal o escrito de un mal. También quedan comprendidos: a) las amenazas que al margen del
lenguaje pueden expresar las personas por otros medios; b) las amenazas de males de otro origen que el humano, en
tanto no constituyan estado de necesidad.

La admisibilidad de la coacción generada en situaciones naturales, permite incluir en aquella categoría el conflicto de
bienes de igual valor.

El sujeto coacto debe ser ajeno al mal evitado, el cual debe ser grave e inminente y no tratarse de un peligro que aquel
tenga la obligación legal de soportar.

El Código Penal español en su art. 20.6 dispone que “Están exentos de responsabilidad criminal, el que obre
impulsado por miedo insuperable”. Esta regulación prevé la situación de quien sufre la incidencia de un factor
externo que le provoca temor, basado en un mal real o imaginario, que debe ser insuperable. El criterio para decidir si
un supuesto de miedo es insuperable, se basa en lo que pueda resistir un hombre medio en esas circunstancias.

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FORMAS AMPLIADAS DE RESPONSABILIDAD

UNIDAD IX:

Etapas de realización del delito:

1. El “iter criminis”.

Se denomina iter criminis al camino o vía que recorre un sujeto para la realización de un delito. Vía que comienza en
una faz interna, propia e inmanente del individuo que imagina o idea su acción criminal; y culmina con el agotamiento
de su pretensión delictiva. De allí que se torna imprescindible su análisis a fin de establecer cuáles de estos estadios o
etapas pueden caer en la órbita del ius puniendi.

La respuesta a este planteo por parte de la doctrina ha sido dada desde dos perspectivas diferentes: a) a través de
teorías subjetivas que justifican el ejercicio del ius puniendi toda vez que se manifieste de alguna manera una voluntad
criminal; o b) a través de teorías objetivas, que solo admiten la actividad represiva estatal cuando se ha producido un
daño efectivo o aun antes.

Entre estos extremos se ubican posiciones eclécticas o intermedias.

Etapas internas y externas: ideación, deliberación, decisión, preparación, consumación,


agotamiento. Concepto y consecuencias.

De esta manera toda la doctrina escinde al iter criminis en dos partes. Una primera parte impune, que comprende las
fases internas del sujeto, tales como la ideación, deliberación o reflexión sobre la idea y decisión; y las fases externas
que no signifiquen una manifestación clara y directa de la voluntad criminal (los llamados actos preparatorios del
delito). Hasta aquí el sujeto ha imaginado, planeado y decidido cómo llevar adelante su obra delictiva.

La segunda parte, ya punible, es la comprensiva de los actos certeramente demostrativos de intención criminosa para
unos, o productores de peligro para otros, en los que inequívocamente el autor demuestra que ha puesto en marcha la
ejecución de su plan delictivo.

También comprende los actos de consumación delictiva en los que ya concurren la totalidad de las circunstancias y
elementos del tipo tanto subjetivo como objetivo, y el agotamiento del delito, que suma a la consumación, el logro de
la finalidad u objetivos que se propuso el autor.

2. La tentativa. Fundamentos de su punición.

Continuando la línea de pensamiento del punto anterior y para establecer el fundamento político de la punibilidad de
la tentativa o conato, será necesario partir del criterio legal o dogmático que determina el límite jurídico de lo punible.
Ese criterio legal en nuestro ordenamiento jurídico está establecido como garantía constitucional frente al poder estatal
de castigar, en el art. 19 C.N.

Así afirmamos que son punibles aquellas conductas que lesionan efectivamente. Sin duda alguna dentro de estas está
la consumación, pero también serán punibles los actos de ejecución delictivos que no impliquen consumación, ya que
sí ponen al bien jurídico protegido en un peligro real e inminente de daño.

Será necesario que la acción de que se trate importe un verdadero y próximo peligro concreto para un bien, para ser
castigable. Estas acciones constituyen los llamados actos de tentativa. Así se amplía la imputación delictiva a una
forma imperfecta pese a la falta de alguno de los elementos del tipo objetivo.

Quedan fuera de la esfera de lo punible aquellos actos que solo importan una manifestación equívoca de una eventual
voluntad criminal. Aclaramos que la expresión verbal de la intención criminal por sí sola no es punible.

1
En las teorías objetivas, la falta de un resultado de daño efectivo disminuye el disvalor criminoso del hecho delictivo,
que deberá traducirse consecuentemente en la disminución de su pena.

La tesis objetiva también queda sustentada en nuestro ordenamiento, cuando para la tentativa se establece una
disminución obligatoria de la escala penal.

En adhesión a la tesis objetiva, el art. 42 C.P. conceptualiza la tentativa y la refiere a una pena disminuida.

a) Aspecto objetivo: comienzo de ejecución. Distinción con los actos preparatorios.

El comienzo de ejecución es el elemento objetivo que señala la frontera entre lo que es punible y lo que no puede
serlo; entre los actos preparatorios y los actos de tentativa.

La ley castiga hechos que son naturalmente preparatorios erigiéndolos como figuras delictivas ya sea por su conocida
significación o por la necesidad de reforzar la esfera de defensa de bienes considerados de gran valor.

Se han elaborado ya desde antaño, algunas teorías y generalizaciones.

Entre ellas caben destacarse las siguientes:

a) Teoría de la univocidad de Francesco Carrara.

El criterio de la univocidad fue explicitado en el siguiente párrafo: “… mientras el acto externo sea de tal índole que
pueda conducir al delito como a una acción inofensiva, no tendremos sino un acto preparatorio, que no puede
imputarse como tentativa”. La intención del autor debe quedar revelada por el significado del acto objetivamente
analizado, desde que es en este donde aquella se manifiesta.

b) Teoría formal objetiva. Entiende que solo puede hablarse de un comienzo de ejecución cuando se empieza a
ejecutar el núcleo del tipo y el acto pueda subsumirse aunque parcialmente bajo el tipo del delito querido por
el autor como una parte de la acción.
Esta tesis exige que los actos ejecutados impliquen la iniciación de la acción típica y tratándose de tipos
agravados que se haya ejecutado el primer acto de realización de la agravante.
c) Frente a la rigidez y estrechez de esta tesis, se elaboró la teoría subjetiva-objetiva, que entiende que hay
comienzo de ejecución cuando el autor realice actos que por su conexidad y sentido demuestren de una
manera unívoca que el autor ha puesto en obra su finalidad delictiva. Quedan comprendidas también aquellas
conductas que, no siendo típicas, revelan por su propia significación, la finalidad criminal puesta en marcha
del autor. Se agregan a estas teorías consideraciones valorativo materiales como es el reparar en el peligro
corrido por el bien en el caso.
d) Otros autores de tendencias más subjetivistas elaboraron una teoría individual objetiva, que determina el
comienzo de ejecución según la representación del autor, según su plan, del momento en que él comienza a
ejecutar el delito y la cercanía de la acción con la lesión del bien jurídico. También conocida como fórmula de
la aproximación requiere de esta inmediatez o proximidad inmediata ponderable por un tercero, a efectos de
no caer en un puro subjetivismo que torne al criterio individual del autor en el determinante de lo injusto.

b) aspecto subjetivo: análisis. Consideración del dolo eventual.

La fórmula empleada por el art. 42 requiere por parte del autor el fin de cometer un delito determinado, de allí que la
doctrina descarta a posibilidad de la tentativa culposa.

Asimismo, se descarta la tentativa por dolo eventual. Con argumentos similares se sostiene la incompatibilidad de la
duda que caracteriza al dolo eventual con la finalidad directa y determinada hacia un delito dado requerida por la
tentativa. Esto no quiere decir que el delito consumado no admita otras formas de imputación subjetiva.

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Desde otro ángulo de la cuestión, cuando el tipo subjetivo del delito pretendido contiene elementos subjetivos
específicos distintos del dolo, estos también se requerirán en la tentativa de este.

Lo que en la tentativa sucede es que a la imperfección del tipo objetivo que implica la falta de consumación, el
legislador la ha compensado con una exigencia subjetiva mayor.

La doctrina rechaza la posibilidad de una tentativa culposa o preterintencional.

3. El desistimiento voluntario. Naturaleza y fundamento de la eximición de pena.

El art. 43 C.P. establece “El autor de tentativa no estará sujeto a pena cuando desistiere voluntariamente del delito”.

Aunque la doctrina no es unánime respecto de la naturaleza jurídica del desistimiento, todos acuerdan que es exigencia
temporal de su tipo que haya habido comienzo de ejecución con finalidad delictiva. El autor podrá desistir
voluntariamente del delito tentado hasta que se produzca la consumación, o antes, si se produjera una circunstancia
impeditiva de aquella.

En cuanto al aspecto subjetivo del desistimiento voluntario, podemos afirmar que requiere de la decisión no coacta u
obligada del autor, de no consumar el delito.

No se considera desistimiento el aplazamiento para mejor oportunidad del plan delictivo, ya que se debe desistir de
cometer el delito y no solo de su ocasión.

Se desiste voluntariamente, no solo cuando se abandona definitivamente la ejecución mediante la omisión en la


continuación de la realización de los actos tendientes a la consumación, sino también cuando mediante acciones
concretas, se evita la producción del resultado consumativo.

La razón política que da fundamento al beneficio que entraña el desistimiento cuando este es voluntario, ha sido
puesta de manifiesto por la doctrina argumentando razones de política criminal basadas en la creación de un motivo,
estímulo, o premio que opere hasta último momento para evitar la consumación, a cambio de obtener impunidad. De
esta manera se pretendería desalentar al autor, ofreciéndole un puente de oro si cambia de actitud.

El arrepentimiento activo.

En este caso para poder desistir obteniendo el beneficio de la eximición de pena del art. 43 C.P., el autor deberá
impedir la consumación mediante la realización de comportamientos positivos. Va de suyo que en tales supuestos el
hecho no debe haber sido descubierto, para que a este arrepentimiento activo, como lo denominan los autores, se lo
tenga por desistimiento voluntario.

Tentativa acabada e inacabada;

Nos estamos refiriendo a los casos de tentativa acabada, en los que el autor ya ha realizado todo lo necesario para que
el resultado delictivo se produzca y luego de ello se arrepiente.

Nuestra legislación no hace distingos respecto a si la tentativa es acabada o no; pero sin lugar a dudas, esto deberá ser
tenido en cuenta por el juzgador a la hora de individualizar la pena en el caso concreto, ya que en un caso el peligro
corrido por el bien jurídico habrá sido mayor que en el otro.

el delito frustrado.

En estos casos de tentativa acabada, si la falta de consumación no proviene del arrepentimiento activo de su autor, sino
que es consecuencia de circunstancias ajenas a la voluntad de este, estaremos en presencia del llamado delito
frustrado, en el cual el delito está subjetivamente consumado.

Delitos consumados en el curso ejecutivo (“tentativa acabada”).

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La impunidad por otro lado, no alcanza a los delitos que en el proceso ejecutivo de otro delito desistido ya se hubieran
consumado (tentativa calificada).

4. La pena de la tentativa.

La falta de consumación determina, por ausencia de un resultado lesivo, una disminución del contenido criminoso del
hecho que va a tener reflejo en una consecuente reducción obligatoria de la pena.

Dicha reducción está establecida con una fórmula poco feliz en el art. 44 C.P. que ha dado lugar a variadas
interpretaciones doctrinarias y jurisprudenciales.

Reza el art. 44 en sus primeros párrafos: “La pena que correspondería al agente, si hubiere consumado el delito, se
disminuirá de un tercio a la mitad. Si la pena fuera de reclusión, la pena de tentativa será reclusión de quince a veinte
años. Si la pena fuese de prisión perpetua, la de tentativa será prisión de diez a quince años…”.

Sobre la inteligencia de la reducción en las penas divisibles, se ha opinado en general con respeto a los límites
gramaticales impuestos por la norma en cuestión.

Autores como JOFRÉ y SOLER, han entendido que debe establecerse la pena mediante un procedimiento hipotético
“… por el cual el juez debe determinar, en abstracto, dentro de la escala respectiva, la pena que, conforme con las
circunstancias de los arts. 40 y 41 hubiese correspondido; una vez efectuada esa operación mental fijar la pena que
corresponde a la tentativa, disminuyendo un tercio, como mínimo, o una mitad, como máximo… En toda escala penal
salvo las penas perpetuas, la escala que corresponde a la tentativa tiene un límite superior infranqueable, equivalente al
máximo de la pena menos un tercio, y un mínimo posible, igual a la mitad del mínimo legal”.

Otra corriente interpretativa sostiene que el art. 44 establece en abstracto la escala penal correspondiente a la tentativa,
la que estaría fijada entre el mínimo de la pena del delito disminuida en un tercio y el máximo disminuido en la mitad.

Si ahora interpretáramos la norma del art. 44 al revés para la disminución, esta operaría en la mitad del mínimo y un
tercio del máximo.

Queda fuera de los límites gramaticalmente impuestos por la desafortunada fórmula empleada, aquella tesis que
entiende que debe disminuirse “a” y no “en” un tercio el mínimo y la mitad del máximo. Esta peculiar manera de
interpretar busca justificarse en el hecho de ser esta la interpretación más favorable al reo, en el contexto de
inseguridad jurídica que los vaivenes de la doctrina y jurisprudencia han mantenido inevitablemente en torno al
sentido y alcance del art. 44 C.P.

5. Tentativa inidónea o delito imposible.

Algunos autores, equiparando el delito imposible a la tentativa inidónea, han sostenido que en ambos supuestos se está
en presencia de una tentativa, debido a que en sendos casos existen actos exteriores ejecutivos, finalidad criminal y
falta de consumación. El delito imposible sería entonces una forma de tentativa caracterizada por una inidoneidad
desconocida por el autor; en el medio empleado por este. En tales supuestos el autor no debe haber sabido o conocido
de la inidoneidad.

Lo cierto es que nuestra ley no define al delito imposible, sino que la ya citada norma alude a cómo puede proceder el
juez si el delito fuera imposible.

Veamos ahora que existió delito imposible si en el caso concreto era imposible su producción, y siempre que el sujeto
activo haya creído por error o ignorancia, en la idoneidad y la consecuente posibilidad de su producción. De manera
que si no hay tal error, mal puede haber propósito delictivo.

La imposibilidad puede provenir de:

a) La inadecuación del medio empleado por el autor para producir el resultado.


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b) La inidoneidad del objeto sobre el que recae la acción.
c) La inidoneidad del propio autor, a quien le falta un requisito subjetivo del tipo.

Análisis de su constitucionalidad

El análisis del delito imposible desde la perspectiva constitucional ha planteado el tema de su encuadramiento y
compatibilidad con el principio de lesividad, al que obliga tener en cuenta el art. 19 C.N., en el ejercicio de la potestad
legisferante del Estado.

Otros argumentos han tratado de salvar este escollo, recurriendo a la alarma social y a la disminución de los
sentimientos de seguridad que causa el conocimiento social de la existencia de una intención criminal, que aunque de
manera torpe y aberrante, ya se ha manifestado exteriormente en el mundo real.

6. Delito putativo y delito experimental.-

Delito putativo

Estamos frente a un delito putativo cuando el autor erróneamente supone la antijuridicidad del hecho que quiere y que
produce. En estos casos el sujeto comete un hecho lícito, en la creencia equivocada de estar cometiendo uno de
carácter delictivo, cuando en realidad la ley penal no lo castiga. Aquí el sujeto sabe y quiere el hecho que cree que es
delictivo.

Ni la conducta objetiva es típica, ni el resultado querido o pretendido por el autor lo es. Se trata en general de lesiones
a bienes que no están protegidos por una norma penal.

La falta total de relevancia jurídica del comportamiento del autor de un delito putativo determina y justifica su
absoluta e indiscutida impunidad.

Delito experimental

La doctrina ha estudiado los efectos que frente a la tentativa o al delito imposible, tiene la intervención de un agente
provocador que a los fines de atrapar a un delincuente in fraganti y/o probar su tentativa, toma parte en los hechos,
provocando lo que se da en llamar un delito experimental. El autor aquí cree que podrá consumar el delito, pero este
no ocurre, porque la víctima está advertida o acudió a la autoridad y esta impulsará el hecho para sorprender al
delincuente, de suerte tal, que el hecho en sí mismo resulta un verdadero experimento.

Aunque aparentemente a los ojos del autor, el delito se haya consumado, este debe haber quedado en grado de
tentativa. El obstáculo a la consumación lo pone el provocador que interrumpe el proceso ejecutivo del delito.

5
UNIDAD X:
Participación criminal:
1. Participación: concepto amplio y restringido.
La voz participación, en el ámbito del derecho penal, puede ser entendida en dos sentidos diferentes: uno amplio y el
otro restringido.
1. En la acepción amplia, participación significa la mera concurrencia de personas en el delito. Con esta
denominación se pretende abarcar a quienes son autores, cómplices e instigadores.
Ha sido una tradición en nuestra doctrina excluir de la participación propiamente dicha casos en que también se
habla de participación pero no en un sentido dogmático.
A modo de enumeración, podemos decir que quedan fuera del universo legal de la participación criminal, los
siguientes supuestos:
1. Participación necesaria.
2. Encubrimiento.
3. Cooperación intencional en hipótesis en las cuales surge la comisión de un delito para una sola persona
de las intervinientes. Existen ciertos casos en que para que se configure el delito para una de las personas,
debe existir otra que sin realizar una conducta delictiva, concurra con el sujeto activo en la realización del
hecho. Estos supuestos son:
1. Si uno de los intervinientes es la víctima del delito.
2. Si la ley deja impune a quien realiza la conducta, castigando a quien se encuentra como garante de la
no realización de aquella.
4. Delitos cometidos por la prensa.
2. Desde un punto de vista restringido, con la expresión se hace referencia a la concurrencia en el delito de quienes
participan de una conducta delictiva sin ser autores o coautores. En este sentido se comprende solamente a
quienes son cómplices e instigadores.
Principios comunes a la participación.
Entre los principios que la doctrina expone como comunes a la participación, en el sentido amplio antes analizado, se
destacan:
1. Exterioridad
Según lo expresa FIERRO: “Desde que todo derecho penal que pretenda tener una firme base democrática y liberal,
debe construir su sistema de ilicitudes sobre el concepto de hechos o exteriorización que vulneren aquellos bienes
jurídicos estimados como valiosos por una sociedad en un momento determinado, lógico resulta concluir que dicho
principio debe ser firmemente aplicado en su totalidad a aquellos ilícitos consumados mediante la participación de más
de una persona”.
2. Comunidad de hecho
Para que sea posible la responsabilidad en común que la participación criminal supone, la base indefectible es un hecho
común que la genere.
El hecho común no debe ser indefectiblemente unitario desde el punto de vista jurídico. No solo es posible que dentro
de un hecho total el cómplice queda ligado a una calificación delictiva esencialmente distinta a la aplicable al autor y a
los otros cómplices sino también que los partícipes merezcan distintas imputaciones delictivas y diferentes
calificaciones. En la participación criminal, el título delictivo es divisible entre los varios partícipes.
La participación exige, desde el punto de vista material de la unidad del hecho, un concurso de contribuciones a este
hecho. No requiere un concurso de acciones. Basta un aporte físico ejecutivo del hecho para sustentar un concurso de
delincuentes.
3. Convergencia intencional
La esencia de la participación reside en que la intervención de las distintas personas en el mismo hecho, se realiza en
ayuda. La ayuda supone en quienes la prestan como tendencia hacia el objetivo o hecho común que puede tener su
fuente en el acuerdo de los participantes o en la respectiva intención de contribuir a un objetivo común. Este puede ser

1
la ejecución de un hecho punible o solo una conducta carente de los debidos resguardos para no dañar las personas, los
intereses o los bienes ajenos.
4. Irreductibilidad
Explica FIERRO: “Participar es cocausar o cooperar en la causación de un resultado delictivo. Solo nos encontramos
en posición de excluir lo que no es participación, e internamente, clasificar en grandes grupos las distintas formas, pero
de ninguna manera podemos extremar dicha clasificación, por la sencilla razón de que el objeto con que trabajamos es
reacio a dicho tratamiento y bien pronto nos traiciona y se vuelve contra nosotros”.
Criterios teóricos sostenidos para definir la autoría y distinguirla de la participación en sentido
restringido.
El tema de la distinción entre autoría y participación en sentido restringido (o complicidad), amerita la respuesta a dos
preguntas. La primera de ella es si tal diferenciación es posible.
Dos han sido las posiciones fundamentales sobre la cuestión:
1. Concepto unitario de autor
Esta doctrina no acepta ningún tipo de distinción entre las conductas de autoría y participación. Según ella, son autores
todos aquellos intervinientes que han realizado algún aporte causal al hecho. Aplica la teoría de la equivalencia de las
condiciones.
Esta posición ha sido objeto de bastantes críticas.
En el mundo existe una fuerte tendencia hacia su abandono.
2. Teorías diferenciadoras
Teorías: subjetiva;
Esta teoría hunde sus raíces en el problema causal y en la teoría de la equivalencia. Solo es autor el que contribuye
causalmente al hecho y no será autor aquel cuya contribución no sea causal. Resulta evidente que desde un punto de
vista causal-objetivo es imposible poder establecer una diferenciación entre autor y partícipe. Es preciso acudir al punto
de vista subjetivo. Autor será quien realizando una aportación causal lo haga con voluntad de autor, esto es, actúe con
voluntad de realizar su propio hecho o tenga un interés personal en este. Será partícipe quien, realizando una aportación
causal, lo hace con voluntad de partícipe, o sea, de intervenir en un hecho de otro o no tiene un interés personal en él.
Estas fueron las tesis originarias, denominadas en general teoría subjetiva extrema.
Pero existe también la denominada teoría subjetiva restringida que no solo apela a elementos subjetivos, sino también
a criterios objetivos con efectos prácticos coincidentes con los de la doctrina mayoritaria. A partir de esta modificación
se ha dicho que la teoría subjetiva ha devenido en la práctica una “teoría subjetiva con incrustaciones de elementos
objetivos”.
formal objetiva;
Esta teoría estima autor a aquel que ejecuta por sí mismo total o parcialmente las acciones descriptas en los tipos de la
Parte Especial; todos los demás son instigadores o cómplices.
Fue teoría dominante hasta 1930 en Alemania. En nuestro país fue defendida principalmente por RICARDO C. NÚÑEZ.
Con las variaciones vernáculas del caso, gráficamente se ha expuesto: los autores y coautores están dentro del tipo; los
cómplices se encuentran fuera del tipo.
material objetiva (causales; dominio del hecho);
Ante la insuficiencia explicativa de la teoría formal objetiva, la presente remite más allá de la descripción típica, a un
criterio material: la importancia objetiva de la contribución. Como explica MIR: “Sería autor el sujeto que aportase la
contribución objetivamente más importante”.
El punto de partida de esta teoría lo constituyeron las doctrinas individualizantes de la causalidad: quien pone la causa
es autor; quien aporta solo una condición para el resultado, es cómplice. El cuestionamiento que se le ha realizado es
que esta no puede defenderse pues, en la causación no es posible realizar distinciones.

2
Teoría del dominio del hecho: Si bien fue HEGLER el primero en utilizar la denominación y LOBE el que
prístinamente la desarrolló, fue con el finalismo de WELZEL que adquirió relevancia, llegando a su máximo esplendor
de la mano de CLAUS ROXIN.
En la noción finalista, autor de un delito doloso era quien dominaba finalmente la ejecución del hecho. Prevalecía el
componente intencional.
Por obra esencial de ROXIN, esta teoría se ha impuesto en la actualidad como teoría objetiva-subjetiva: aunque el
dominio del hecho supone un control final, no requiere solo la finalidad, sino también una posición objetiva que
determine el objetivo dominio del hecho.
Ser autor es tener-en-las-manos el curso típico de los acontecimientos, tanto en lo objetivo y subjetivo, como en lo
material.
Esta teoría no desconoce la necesaria adecuación formal del hecho al tipo penal y la distinción entre autor y partícipe
según se hayan realizado o no actos ejecutivos típicos, sino que busca un criterio material para realizar las distinciones,
apelando tanto al aspecto objetivo como subjetivo.
A partir de la clara distinción de la ley entre autores y cómplices, según hayan intervenido en la ejecución del hecho o
hayan contribuido, sin realizar actos ejecutivos típicos, a la producción del ilícito, la teoría del dominio del hecho se
presenta como criterio material de distinción no solo en las zonas grises donde resulta altamente dificultosa la
diferenciación entre autoría y participación en sentido estricto, sino también para discernir entre las distintas clases de
autoría.
funcional.
En la actualidad se está elaborando un “concepto funcional” de autoría, que enlaza la autoría con la esfera de
responsabilidad del sujeto, de forma que aquella se determinará en razón de la pertenencia del hecho al ámbito de la
responsabilidad del sujeto conforme a un análisis de la función que le corresponde.
En esta teoría la delimitación entre autoría y participación es la determinación de las competencias de las diferentes
personas que intervienen conjuntamente en un hecho delictivo:
1. En los delitos de infracción a un deber los titulares de determinado status no pueden ser meros partícipes,
sino solo autores en virtud de su competencia institucional.
2. En los delitos de dominio la competencia no se vincula a deberes especiales, sino a actos de organización
que son lo decisivo o determinante.
2. Autoría y participación en el Código Penal argentino.
El autor: análisis de la fórmula legal.
A partir del art. 45 C.P., destinado específicamente a conceptualizar la coautoría, se puede inferir no solo el concepto
de autor, sino también la autoría mediata.
Valiéndonos de la teoría del dominio del hecho como modo de distinguir autoría de complicidad, podemos diferenciar
tres formas de ser autor.
Formas de autoría:
A. Autoría individual o directa.
Autor directo, inmediato o primario, es el que realiza el tipo ejecutando por sí mismo la acción típica; es el que comete
por sí mismo el hecho punible.
En el seno conceptual de autor ha menester distinguir un rasgo general y ciertas características especiales.
El rasgo general alude al dominio del hecho. Lo tiene en particular quien concretamente dirige la totalidad del suceso a
un fin determinado.
Entre las características especiales que en ocasiones la autoría exige a más del dominio del hecho se pueden enumerar:
1. Elementos subjetivos de la autoría: Se trata de referencias anímicas del autor.
2. Elementos objetivos de la autoría: Surgen cuando el tipo requiere ciertas circunstancias de carácter objetivo en
la persona del autor.

3
B. Coautoría:
Existe coautoría cuando varias personas, de común acuerdo, toman parte en la fase ejecutiva de la realización del tipo,
codominando el hecho entre todos.
Los requisitos de la coautoría pueden ser de carácter subjetivo o de carácter objetivo.
El requisito de carácter subjetivo es:
La decisión conjunta.
Los requisitos de carácter objetivo son:
1. El codominio del hecho.
2. Aporte realizado en fase ejecutiva.
3. Esencialidad del aporte, bien o función.
a) Paralela o concomitante;
En la doctrina también se hace mención en este apartado a la autoría concomitante o paralela. Se trata del supuesto en
que si bien, en la realización del hecho, convergen varios sujetos, cada uno realiza la acción típica en su totalidad.
b) Funcional. Casos de pluralidad de protagonistas que no implican coautoría.
La mención es al solo fin de diferenciarlo de lo que es la coautoría propiamente dicha, la cual se basa en el dominio
funcional del hecho, en la división del trabajo.
C. Autoría mediata (“determinadores propios”): distintas hipótesis.
En la autoría mediata un sujeto realiza el tipo utilizando a otro como instrumento que será quien lo ejecutará. Se trata
de supuestos de dominio de la voluntad. El suceso debe aparecer como obra de la voluntad rectora del “hombre de atrás”.
La doctrina mayoritaria admite los siguientes supuestos de autoría mediata:
1. Instrumento que obra sin dolo: Se trata de casos en que el autor aprovecha o provoca el error de tipo del
instrumento. Sea el error invencible o vencible, el “hombre de atrás” es autor doloso en autoría mediata. En
cuanto al instrumento, en el primer caso no es responsable; en el segundo, es autor imprudente del delito.
2. Instrumento que obra lícitamente: En este caso el instrumento actúa conforme a derecho aunque con falta de
todos los conocimientos necesarios del hecho que son poseídos por el “hombre de atrás”.
3. Instrumento que actúa bajo coacción: En doctrina existen ciertas discrepancias sobre la autoría mediata del que
obra coaccionado. En estos casos el instrumento actúa con dolo, teniendo la posibilidad de obrar de otra manera.
4. Instrumento que obra sin culpabilidad: En este apartado tenemos que diferenciar dos supuestos:
1. Instrumento inimputable: Aquí el instrumento actúa en estado de incapacidad de culpabilidad. Si el
inimputable ha conservado el dominio del hecho, solo habrá instigación.
2. Instrumento que actúa en error de prohibición: En estos casos el instrumento no comprende la criminalidad
de su acto.
5. Instrumento que obra dentro de un aparato de poder: Existe autoría mediata en el caso de que un sujeto que
forma parte de una organización de poder actúa como intermediario en la ejecución de una decisión delictiva
determinada. Sus características principales son: 1) La existencia de un aparato de poder; 2) La fungibilidad del
ejecutor.
3. Participación en sentido restringido.
Principios comunes.
La participación se caracteriza por estudiar el problema de aquellos que, tomando parte en el delito, no tienen el dominio
del hecho. La participación alcanza a los cómplices e instigadores, porque sus acciones contribuyen a la realización del
delito por el autor, pero no son acciones típicas en sí mismas.
La doctrina ha elaborado como principios comunes a la participación en sentido restringido los siguientes.
1. Participación e iter criminis
2. Participación y exigencias mínimas en el devenir de la estructura analítica del delito
3. Prohibición de regreso
La accesoriedad en la participación y sus grados.

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1. Participación e iter criminis (accesoriedad externa)
1. Comienzo de ejecución: Ningún acto de participación es punible si el autor no ha comenzado, al menos, la
ejecución del delito.
2. La medida de la pena del partícipe está vinculada al proceso ejecutivo cumplido: La pena del partícipe se
fija en relación con la parte del proceso ejecutivo cumplida por el autor.
3. La tentativa de participación no es punible: Tentativa de participación es el comienzo de ejecución de un
acto de participación sin llegar a su consumación incluso involuntariamente.
4. El apotegma es: hay participación en tentativa, pero no hay tentativa de participación.
2. Participación y exigencias mínimas en el devenir de la estructura analítica del delito (accesoriedad interna)
La participación es necesariamente accesoria de un hecho principal. El grado de dependencia puede ser muy
diferente. Las posibles diferenciaciones han sido descriptas por MAX ERNST MAYER de esta manera:
1. Accesoriedad mínima: La participación es accesoria al mínimo, cuando para su punición es suficiente que
el autor principal haya cometido un tipo legal.
2. Accesoriedad limitada: La participación es accesoria en forma limitada, si la realización del tipo por parte
del autor principal tiene que ser antijurídica, además de típica.
3. Accesoriedad máxima: La accesoriedad es máxima tan pronto como se exige que el autor principal haya
actuado, además de típica y antijurídicamente, también culpablemente.
4. Hiperaccesoriedad: Existe hiperaccesoriedad cuando las condiciones personales del autor principal, que
tienen por efecto aumentar o disminuir la penalidad, se transmiten, beneficiando o perjudicando, al partícipe.
3. Prohibición de regreso (accesoriedad normativa)
En la actualidad, se distingue la competencia institucional y la competencia organizacional del sujeto. En los
primeros se responde siempre a título de autor; en los segundos, se puede hacerlo a título de partícipe y, se afirma, que
rige la denominada prohibición de regreso como criterio negativo de imputación objetiva destinado a excluir del ámbito
de lo punible las conductas socialmente adecuadas. Con la prohibición de regreso, se hace referencia a que un aporte al
hecho no constituye participación criminal si la conducta realizada es un comportamiento que, según su rol, se mantiene
dentro del riesgo permitido.
Formas de complicidad: necesaria (primaria) y no necesaria (secundaria).
Nuestro Código Penal distingue dos clases de complicidad: necesaria (o primaria) y no necesaria (o secundaria).
1. Complicidad necesaria (o primaria)
Según el art. 45 de nuestro Código Penal es cómplice primario el que presta al autor o autores un auxilio o cooperación
sin los cuales no habría podido cometerse el hecho.
2. Complicidad no necesaria (o secundaria)
Es cómplice secundario –de conformidad con el art. 46 del Código Penal– el que coopera de cualquier otro modo a la
ejecución del hecho o preste una ayuda posterior cumpliendo promesas anteriores a este.
4. Instigación. Concepto.
En la página 166 de la edición oficial del Código Penal de la Nación Argentina, se conceptualiza al instigador como el
que hubiese determinado directamente a otro a cometer el delito.
Literalmente determinar exige ejercer influencia sobre la dirección del comportamiento de otra persona.
Instiga el que determina directamente. Con este adverbio se pretende limitar la instigación a aquellos casos en que esta
se realiza en forma clara y derecha. Pero esto no significa excluir la instigación en cadena.
La instigación es solo compatible con el dolo directo. Para la configuración de la instigación prevista por el art. 45 C.P.,
es imprescindible que el inducido consume o tiente el delito. El Código Penal castiga instigaciones que constituyen
delitos en sí mismas.
La instigación es a cometer un delito, por lo cual, este puede ser doloso o culposo. A diferencia del derecho penal
alemán, nuestro Código Penal solo hace referencia a delito sin distinción alguna.
El individuo al cual se instiga, debe ser imputable; de lo contrario, no habría instigador, sino “autor mediato”.
Elementos.
5
5. Problemas particulares de la participación.
El exceso del autor.
Con el título exceso del autor se hace referencia al tema de hasta dónde llega la responsabilidad del cómplice cuando el
autor principal con su acción típica ha superado el hecho en el cual pretendía concurrir aquel.
Nuestro Código Penal establece que si de las circunstancias particulares de la causa resultare que el acusado de
complicidad no quiso cooperar sino en un hecho menos grave que el cometido por el autor, la pena será aplicada al
cómplice solamente en razón del hecho que prometió ejecutar.
El principio de responsabilidad exige expresamente que cada cual responda por lo sabido y querido por él.
La regla no rige para los coautores y el instigador.
La comunicabilidad de las circunstancias personales.
El art. 48 C.P. dispone que las relaciones, circunstancias y calidades personales, cuyo efecto sea disminuir o excluir la
penalidad, no tendrán influencia sino respecto al autor o cómplice a quienes correspondan. Tampoco tendrán influencia
aquellas cuyo efecto sea agravar la penalidad, salvo el caso en que fueren conocidas por el partícipe.
La ley asume el principio más severo, en tanto no se comunican las circunstancias que disminuyen o excluyen la
penalidad y sí las que tienen consecuencias más graves para el partícipe, cuando son conocidas por él.
La participación en delitos culposos,
La doctrina nacional se inclina a admitir la participación en los delitos de omisión, así como en el delito de comisión
por omisión, fundando tal afirmación en el hecho de que quien tiene el deber jurídico de actuar, puede ser instigado o
ayudado.
En cuanto a la participación en la forma culposa del delito, también se la admite en tanto nuestro Código Penal solo se
limita a exigir la intervención del partícipe en la ejecución material del hecho, lo que es posible respecto de la acción u
omisión constitutiva de la ejecución del delito culposo. Debe destacarse que nuestra ley no realiza la distinción entre
delitos dolosos y culposos, por lo cual es viable la participación en los últimos.
propios y de propia mano.
En los delitos de propia mano, por la especial redacción del tipo y por la naturaleza de la acción, solo puede ser autor
aquel que personalmente ejecuta la acción descripta en el tipo. Existe fuerte consenso en la doctrina en que autor en
estos delitos solo puede ser aquella persona que reúne las calidades exigidas por el tipo y ejecuta la acción típica.
La participación en los delitos de prensa.
De conformidad con lo previsto en el art. 49 C.P., no se consideran partícipes de los delitos cometidos por la prensa a
las personas que solamente prestaren al autor del escrito o grabado la cooperación material necesaria para su publicación,
difusión o venta.
6. Escalas penales para el autor y los partícipes.-
Nuestro Código Penal prevé para los autores y coautores la pena establecida para el delito. Al instigador se le
adjudica la misma pena que a aquellos. Los cómplices necesarios (o primarios) también son castigados con la misma
pena prevista para los autores y coautores. Los cómplices no necesarios (o secundarios), deben ser reprimidos con la
pena correspondiente al delito, disminuida de un tercio a la mitad.
En caso de exceso del autor, los cómplices son castigados con la pena aplicable al delito que prometieron
ejecutar.
Si el hecho no se consumase, la pena del cómplice se determina conforme a los preceptos que rigen la
participación y a los del título de la tentativa.

6
UNIDAD XI:

Unidad y pluralidad delictiva:

1. Necesidad y justificación de la teoría del concurso de delitos.

Si la conducta del sujeto activo se adecua a la descripción de varios tipos delictivos, en primer término se deberá
esclarecer en qué relación se encuentran tales tipos entre sí, pues la aplicación de uno de ellos puede excluir a otros.

Pero también ocurre que varios tipos penales pueden reclamar su aplicación efectiva, sin que exista desplazamiento o
exclusión de unos a otros.

En todos esos casos debemos apelar a las reglas sobre unidad o pluralidad delictiva, que nos van a enseñar a contar
delitos, para determinar si se trató de uno o de varios tipos penales cometidos por el mismo agente.

La solución que brindemos a tales cuestiones tendrá decisiva influencia en la cuantificación de la pena aplicable al
sujeto. También tendrá consecuencias prácticas para importantes temas como la prescripción de la acción penal y de la
pena, reincidencia, libertad condicional, condena de ejecución condicional, etcétera.

Pero la justificación de una teoría del concurso de delitos deviene además de la necesidad del intérprete de tener la
posibilidad de utilizar un esquema conceptual que haga más racional y segura la aplicación de la ley penal al caso
concreto.

Categorías que comprende y distinción con la reincidencia.

La teoría de la unidad y pluralidad delictiva debe construirse como un sistema conceptual que comprende como partes
de él las siguientes categorías:

a) Concurso de tipos: según la opinión mayoritaria de la doctrina esta categoría se da cuando un hecho tiene un
encuadramiento típico múltiple que es tan solo aparente, pues en definitiva se aplica un solo tipo delictivo.
b) Concurso ideal o formal de delitos: para la doctrina predominante un hecho se encuentra en esta categoría
cuando presenta un encuadramiento típico múltiple de modo efectivo y se aplica el tipo de pena mayor.

En las dos primeras categorías existe unidad delictiva con efectivo o real encuadramiento típico múltiple.

c) Concurso real o material de delitos: cuando existen varios hechos independientes entre sí, hay varios delitos.
d) Delito continuado: cuando a pesar de la existencia de una pluralidad de actos, jurídicamente hay un solo
hecho.

Sostenemos que en los supuestos b), c) y d), “existe concurso de delitos si una persona ha cometido dos o más delitos
no juzgados con anterioridad. Los delitos ya juzgados no originan un concurso de delitos, sino, en ciertas condiciones,
la reincidencia del condenado”.

Unidad y pluralidad de hechos: criterios de determinación.

La idea central sobre la que se construye la distinción entre unidad y pluralidad de delitos es la de unidad o pluralidad
de hechos.

Hecho es el resultado de un juego dialéctico entre los tipos penales y la acción desarrollada por el agente.

Son manifestaciones de unidad delictiva el concurso de tipos, el concurso ideal y el delito continuado. El concurso
real de delitos configura la pluralidad delictiva.

El concurso de tipos penales se produce cuando un hecho encuadra simultáneamente de manera efectiva en varios
tipos penales que entran en conflicto entre sí, porque tienen elementos comunes en sus composiciones, los cuales
generan una superposición de espacios típicos.

1
En los casos de concurso ideal de delitos los tipos en juego prohíben aspectos diferentes de la conducta, pero existe
una mínima superposición de espacios típicos entre ellos, sin que uno de ellos esté contenido en el otro.

En los casos de concurso real de delitos los tipos prohíben aspectos diferentes de la conducta, sin tener elementos
comunes, porque no existe repetición alguna de la prohibición.

El delito continuado se produce cuando a pesar de la pluralidad de conductas típicas, ellas conforman una unidad
jurídica desde el punto de vista penal.

2. Unidad delictiva:
a. Concurso de tipos (“leyes”). Relaciones de los tipos penales entre sí. Concepto y
consecuencias.

El concurso de tipos penales se produce cuando un hecho encuadra simultáneamente y de manera efectiva en varios
tipos penales que entran en conflicto entre sí, porque tienen elementos comunes en sus composiciones, los cuales
generan una superposición de espacios típicos.

El espacio típico es el contenido del tipo penal.

Como consecuencia de la superposición de espacios típicos, uno de los tipos puestos en movimiento aprehende en
forma total el hecho y el otro u otros lo hacen de manera parcial, teniendo como efecto a su vez, que el o los tipos
que describen el hecho en forma parcial están contenidos (forman parte) del tipo que describe el hecho en forma total,
que es el que se aplica al caso y desplaza al otro u otros.

Clases:

Las diversas clases de relaciones entre los tipos penales en los casos de concursos de tipos están determinadas por las
distintas formas en que se produce la superposición de los espacios típicos.

Las clases de relaciones entre tipos penales, teniendo en cuenta las formas de superposición de los espacios típicos,
son:

a) Especialidad;

esta relación se integra con un tipo genérico y uno específico y se produce cuando dos tipos penales tienen un núcleo
típico común pero se diferencian entre sí, en razón que uno de ellos describe el comportamiento con más detalles que
el otro. El tipo específico cuando aprehende al hecho desplaza al genérico.

b) Implicación;

es una relación que se configura cuando un tipo contiene o involucra de modo necesario al otro –el tipo implicado,
que integra la composición del primero, pero no tienen entre ellos un núcleo típico común y describen conductas
distintas. El tipo implicante cuando aprehende el hecho desplaza al tipo implicado.

c) Absorción.

es la relación que se da entre un tipo absorbido y un tipo absorbente. Este último describe una conducta que puede
llevarse a cabo bajo formas de conducta descriptas por otro tipo penal. Las conductas descriptas por uno y otro tipo
penal son de distinta naturaleza. El tipo absorbente cuando aprehende al hecho desplaza al tipo absorbido.

Los tipos genérico, implicado y absorbido son subsidiarios de los tipos específico, implicante y absorbente, cuando
estos no funcionan por exclusivas razones de tipicidad, salvo una excepción en la relación de absorción: el caso de
desistimiento en la tentativa calificada.

b. Concurso ideal de delitos. Concepto.

El concurso ideal o formal de delitos encuentra su base legal en el art. 54 del Código Penal argentino, que dispone:
“Cuando un hecho cayere bajo más de una sanción penal, se aplicará solamente la que fijare pena mayor”.
2
Lo fundamental consiste en determinar cuándo la multiplicidad de encuadramientos típicos no corresponde a una
pluralidad de delitos, sino a una unidad delictiva. Los dos componentes del concurso ideal son la realización del hecho
único y la pluralidad de tipos delictivos en los que encuadra.

Los plurales tipos en conflicto prohíben aspectos diferentes de la conducta, pero hay una mínima superposición de
espacios típicos entre ellos, sin que ninguno de los tipos incluya dentro de sí al otro; en esto reside la diferencia con el
concurso de tipos.

Teorías.
1. Unidad de acción natural.

Esta posición funda el concurso ideal en la unidad de acción entendida naturalmente, dejando de lado el resultado
material causado.

Fue plasmada legislativamente en los códigos penales toscano alemán e italiano.

Pero el inconveniente es que no definió con claridad si la unidad natural de la acción consistía en uno o en varios actos
o comprendía su efecto real.

De tal manera se acordaba una amplitud exagerada al concurso ideal, cuando la conducta única hubiera sido escogida
a propósito por el autor, para lograr varios fines criminosos.

2. Unidad de acción fundada subjetivamente:

Otras teorías “desembozadamente explican el concurso ideal mediante el criterio de la existencia de una unidad
delictiva fundada subjetivamente”. Ellas solo tienen en cuenta la unidad del ánimo del autor, sin considerar su
comportamiento corporal o material.

Tales posiciones son las siguientes:

a) Unidad de fin, propósito o designio del autor,

Esta posición sostenía la existencia del concurso ideal si el autor de varios delitos los había cometido con un único fin,
propósito o designio, porque esa unidad anímica unificaba los distintos hechos delictivos.

b) teoría del nexo ideológico “de medio a fin”;

Se intentó poner límites a las desmesuradas consecuencias unificadoras de la tesis anterior a través de la teoría de la
unidad delictiva fundada en que un delito fue utilizado por el autor como el medio para cometer otro.

c) Teoría del exceso de dolo (inseparabilidad natural o jurídica de las lesiones).

SOLER sostiene que existe concurso ideal de delitos cuando las lesiones producidas por el autor son natural o
jurídicamente inseparables, de modo que queriendo el autor producir una debe producir necesariamente la otra y
queriendo ambas no ha de producir más daño que el causado queriendo una.

Si las lesiones fueran separables habría varios delitos, porque el autor los ha querido individualmente habiendo podido
separarlos, violando uno y respetando el otro; si el agente los unió es porque quiso las dos lesiones jurídicas en un solo
hecho.

3. Unidad de hecho. Exposición y crítica de cada una.

En nuestro país NÚÑEZ fue quien más claramente ha expuesto la cuestión del concurso ideal de delitos.

Para esta teoría, el concepto de unidad de hecho corresponde al de unidad de la objetividad real del delito.

El criterio se apoya en la evolución operada en la legislación italiana, ya que el art. 81 del Código toscano que fundaba
el concurso ideal en la unidad de acción, fue reemplazado por el art. 78 del Código italiano de 1889, que lo sustentaba

3
en la unidad de hecho. De allí deriva el texto y la teoría del art. 54 del Código Penal argentino, que solo tiene en
cuenta la unidad de la modificación del mundo exterior causada por la conducta del autor.

No cabe duda que los arts. 22 bis, 35 inc. 1, 45, 46, 47, 55 y 55 del C.P. al referirse a un hecho están aludiendo a un
hecho previsto y penado como un delito en la Parte especial del Código. Por ello no existe ninguna razón para
apartarse de tal equivalencia al interpretar la expresión del art. 54 C.P., por lo cual “el concurso ideal implica la unidad
delictiva, pero esta no reside en la unidad de las lesiones jurídicas buscadas subjetivamente, sino en la propia unidad
del hecho”.

Así entendida la fórmula legal, el concurso ideal es un hecho típico que reviste una doble tipicidad, pues se multiplica
su delictuosidad. Quien comete un delito en determinadas circunstancias, automáticamente ejecuta otro.

Ese doble efecto penal de un solo delito se explica porque un accidente o circunstancia de un delito, le agrega a ese
delito otro efecto penal distinto del que le corresponde.

Penalidad.

El art. 54 C.P. ha seguido el principio de la absorción, pues unifica la pena de los distintos tipos involucrados en el
concurso ideal: “Se aplicará solamente la que fijare pena mayor”.

Para determinar cuál es la pena mayor, se deben considerar dos situaciones:

A. Si las penas de los distintos tipos delictivos son de la misma naturaleza:


a) Pena mayor es la que tiene conminado un máximo superior; b) si los máximos son iguales, la que presente
el mínimo mayor; c) si tanto los máximos como los mínimos son iguales, pena mayor será la del tipo que
prevé penas conjuntas.
B. Si las penas son de distinta naturaleza, la pena mayor será la de naturaleza más grave, según el orden del art.
5° C.P.

Si concurren hechos consumados y tentados, se aplican a estos las pautas de reducción del art. 44 C.P. y luego se
determina la pena mayor.

La solución del art. 54 C.P. no traduce en la intensidad de la pena la diversa delictuosidad del hecho único.

c. Delito continuado. Concepto.

También existe unidad delictiva en el delito continuado, porque la pluralidad de conductas típicas configura una
unidad jurídica al encuadrar en un solo tipo penal.

¿Cuál es la razón por la cual la pluralidad fáctica no se traduce en pluralidad delictiva? En el delito continuado el
sujeto realiza concomitante o sucesivamente varias infracciones entre las cuales existe homogeneidad, por lo que
jurídicamente se las computa como una sola.

El delito continuado nació como una ficción creada por los prácticos italianos de los siglos XV y XVI para impedir la
estricta aplicación de leyes excesivamente severas.

Si bien no está expresamente definido en nuestro derecho positivo, la existencia del delito continuado ha sido
reconocida por el art. 63 C.P. con la denominación “delito continuo”.

Se puede dar el siguiente concepto del delito continuado: es la concurrencia de varios hechos que por su dependencia
entre sí, están sometidos a una sola sanción legal.

Elementos.

Los elementos del delito continuado son: a) pluralidad de hechos; b) dependencia de los hechos entre sí; c)
sometimiento a una misma sanción legal.

1. Pluralidad de hechos
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Enseña NÚÑEZ que el hecho, al igual que en los concursos ideal y real, debe entenderse en el sentido de hecho
definido como delito por la ley penal.

2. Dependencia de los hechos entre sí


1. Para que se configure este requisito del delito continuado, los varios hechos deben concurrir o proseguir
en relación a una sola y misma delincuencia que no se ha agotado.
2. Para que pueda haber delito continuado en razón de la dependencia de los hechos, es preciso además que
exista unidad de culpabilidad.
La unidad objetiva y subjetiva propia del delito continuado se produce en los siguientes casos:
1°) Cuando un mismo contexto de conducta delictiva se ejecuta en forma dividida por razones
circunstanciales.
Pero la unidad desaparece cuando se rompe la unidad del contexto de la acción.
2°) Cuando cada uno de los hechos particulares son la secuela de una situación delictiva que permanece,
en la cual a la ley le es indiferente para su configuración que se cometa uno o varios hechos.
3°) Cuando los hechos posteriores son los efectos de una misma trama delictiva.
4°) Cuando entre los varios hechos media una relación de servidumbre.
3. Sometimiento a una misma sanción legal

Para cumplir este requisito, que determina la unidad delictiva de los varios hechos dependientes entre sí, deben
concurrir dos factores:

a) Que la totalidad de esos hechos merezcan la misma calificación delictiva; por ello debe darse una
homogeneidad conceptual.
b) Que en el caso de pluralidad de ofendidos la naturaleza de los bienes jurídicos lesionados admita la
unificación delictiva.

Consecuencias jurídicas.

El delito continuado genera como principal consecuencia que los plurales hechos dependientes son sancionados con
una pena única.

No hay dificultad alguna cuando se trata de los mismos tipos delictivos en juego, pero la cuestión puede complicarse
en el caso de continuidad delictiva entre hechos tentados y consumados, o entre hechos simples y agravados. En tales
casos se impondría el principio de absorción consagrado en el art. 54 C.P.

3. Pluralidad delictiva. Concepto.

El único caso en que la pluralidad de hechos se traduce en una pluralidad delictiva es el concurso real, pues el agente
comete varios hechos independientes.

En los casos de concurso real de delitos los tipos prohíben aspectos diferentes de la conducta, sin tener elementos
comunes, porque no existe repetición alguna de la prohibición.

Concurso real de delitos.

Según el art. 55 C.P., el concurso real o material de delitos tiene lugar cuando hay una pluralidad de hechos
independientes, susceptibles de ser encuadrados en uno o varios tipos penales, realizados por el mismo sujeto activo,
que concurren para ser juzgados en el mismo proceso. Si los varios hechos independientes se adecuan al mismo tipo
penal, estamos en presencia de un concurso real homogéneo. Se produce un concurso real heterogéneo cuando el
agente consuma diversos tipos penales como acontece si Enrique viola a Luisa, hurta mercadería en un supermercado
y mata a Carlos.

Elementos.

Los elementos del concurso real son: a) Pluralidad de hechos; b) Independencia entre sí; c) Su concurrencia; d) Su
enjuiciamiento en un mismo proceso judicial.
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1. Pluralidad de hechos

El mismo sujeto debe haber cometido varios hechos definidos como delitos por la ley penal.

2. Independencia entre sí

Este requisito resulta determinado por exclusión en los desarrollos del concurso ideal y del delito continuado.

El obrar del autor debe traducirse materialmente en varias modificaciones del mundo externo independientes entre sí,
de modo que si suprimimos cualquiera de ellas, la otra subsiste porque el otro delito tiene vida propia pues consiste en
un comportamiento distinto.

3. Concurrencia de los distintos hechos


“La concurrencia puede ser simultánea o sucesiva. En segundo caso existe una reiteración delictiva”.
1. La concurrencia simultánea de los distintos hechos puede presentarse de dos formas:
a) Concurso real homogéneo: cuando los varios hechos independientes realizados por el mismo agente
son contextual y jurídicamente iguales, pues se ejecutan en el mismo contexto de tiempo y lugar y
encuadran en el mismo tipo penal.
b) Concurso real heterogéneo: si los varios hechos autónomos se cometen en un mismo contexto
espacio-temporal, pero son jurídicamente distintos pues encuadran en diversos tipos penales que nada
tienen que ver entre sí.
2. La concurrencia sucesiva de los varios hechos puede dar lugar a las siguientes formas de reiteración
delictiva:
a) Reiteración homogénea: cuando en un contexto espacio-temporal distinto, el mismo sujeto comete
varios hechos independientes que encuadran en el mismo tipo penal.
b) Reiteración heterogénea: se trata de hechos contextual y jurídicamente distintos, pues se ejecutan en
distintos contextos de lugar y tiempo y se adecuan a tipos penales diferentes.
4. Enjuiciamiento en el mismo proceso judicial

Ya hemos visto que solo puede haber concurso si la misma persona ha cometido dos o más delitos que no han sido
juzgados con anterioridad. Si entre los distintos delitos media una sentencia condenatoria firme queda descartado en
concurso real.

Sistemas de punición.

A pesar de que en el concurso real sería posible imponer al autor varias penas porque se le puede imputar haber
cometido una pluralidad delictiva, nuestro Código Penal ha consagrado el sistema de pena única, que rige tanto si
“cada uno de los distintos delitos está reprimido con una sola pena, como si alguno de ellos o todos lo están con penas
alternativas”.

La pena única fija una escala abstracta para graduar la pena en función de los arts. 40 y 41 C.P., que se establece de la
siguiente manera:

1. Principio de acumulación jurídica: si los tipos delictivos en que encuadran los plurales hechos independientes
están conminados con penas divisibles de la misma especie, las penas correspondientes a tales hechos no se
suman de modo aritmético, sino que tienen un tope: el máximo de la escala de la pena única “no podrá
exceder del máximum legal de la especie de pena de que se trate”.
2. Sistema de conversión: si todos los tipos delictivos correspondientes a los distintos hechos independientes
están conminados con penas divisibles de diversa especie, se aplicará la pena más grave, teniendo en cuenta
los delitos de pena menor. La más grave es la pena de reclusión.
3. Si concurren penas privativas de libertad divisibles con una pena de igual naturaleza no divisible, se aplicará
únicamente esta pena, salvo el caso en que concurran “la de prisión perpetua y la de reclusión temporal, en
que se aplicará reclusión perpetua”.

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4. La unificación de penas. Distintos supuestos del Código Penal. -

El art. 58 C.P. regula lo que en la doctrina se llama unificación de penas.

Su finalidad es establecer la unificación de las penas impuestas en distintas sentencias a una misma persona, aunque
hayan sido dictadas en distintas jurisdicciones.

Según CREUS, los distintos supuestos contemplados por el Código Penal son los siguientes:

a) El sujeto, mientras está cumpliendo una pena impuesta por sentencia firme, comete un nuevo delito; en ese
caso, el tribunal que juzgue este último tiene que unificar la pena que le asigne con la impuesta anteriormente;
b) El sujeto ha sido juzgado por diferentes hechos en distintos tribunales, cuando debió haber sido juzgado en un
mismo proceso por todos esos hechos; en tal caso, el juez que aplicó la “pena mayor” de todas las aplicadas en
los distintos procesos, tiene que practicar la unificación según las reglas del concurso real; sin alterar las
declaraciones de hechos contenidas en las otras sentencias.

7
TEORÍA DE LAS CONSECUENCIAS DEL DELITO
UNIDAD XII:
1. La punibilidad:
1. Concepto.
Si habláramos de punibilidad en un sentido amplio, estaríamos haciendo referencia a todas aquellas condiciones de las
que la ley hace depender el castigo penal.
En ese marco, quedarían incluidas las categorías que integran el concepto analítico de delito.
Las nociones constitutivas del delito como ente jurídico, solo permiten examinar las condiciones relativas al
merecimiento de la sanción penal, sin abarcar el análisis de otras circunstancias, que también están previstas en la ley
penal y que hacen depender la operatividad o posibilidad jurídica de aplicar esa sanción penal merecida.
Son estas últimas, y no las que componen el concepto de delito, las que conforman esta categoría dogmática distinta e
independiente de la teoría del delito que estudiaremos como punibilidad.
En cuanto aquí nos ocupa, hablaremos de punibilidad en un sentido restringido, comprensivo solo del estudio de
aquellas condiciones de las que la ley hace depender la operatividad del castigo penal de los intervinientes en un
hecho, que por ser típico, antijurídico y culpable, ya es delito.
Naturaleza y ubicación sistemática (en la teoría jurídica del delito y en la imputación jurídico-
delictiva).
En cuanto a sus rasgos fundamentales, debemos señalar que:
1. Revisten carácter subjetivo, puesto que solo se refieren a la posibilidad de sancionar a determinados
intervinientes en el delito, sin afectar su objetiva relevancia jurídico-penal.
2. Su concurrencia no afecta la existencia del delito, porque aunque no se pueda aplicar la sanción penal
merecida, no deja de haber una acción típica, antijurídica y culpable.
3. Se inspiran en criterios político criminales que el legislador ha priorizado por sobre el interés público en el
castigo penal, los que, aunque presentan variada naturaleza, difieren de los que esencialmente informan la
infracción de la norma primaria y su reproche individual.
La doctrina no es pacífica en cuanto a la ubicación sistemática de esta noción:
1. Algunos consideran que se trata de un presupuesto del castigo penal que debe situarse antes de la teoría de las
consecuencias del delito, de modo que al análisis de la acción, la tipicidad, la antijuridicidad y la culpabilidad,
agregan el de la punibilidad.
Pero no resultaría técnicamente correcto incluir esta categoría dentro de la teoría del delito, ya que
conceptualizar lo punible a partir de lo punible, importaría una tautología.
Algunos partidarios de esta posición buscan un concepto superior al de la teoría del delito, que resulte
abarcativo de todos los postulados de la coerción penal.
Se da paso a la teoría de la imputación jurídico-delictiva, que en vez de referirse exclusivamente al delito,
comprende el estudio de todos los que son presupuestos de la pena.
2. Entendemos que el tratamiento de las circunstancias que componen la punibilidad, corresponde a la teoría de
las consecuencias del delito (o teoría de la coerción penal), tornando innecesaria aquella distinción entre
teoría del delito y teoría de la imputación jurídico-delictiva.
Ello se advierte con claridad, si se repara debidamente en los dos alcances que puede revestir la punibilidad.
Y si solo se refieren a la operatividad de la coerción penal derivada de la existencia de un delito, su estudio no
corresponde a la teoría del delito, sino a la de sus consecuencias.

Condiciones de operatividad de la coerción: de carácter penal y de carácter procesal.


Las circunstancias que integran esta categoría independiente de punibilidad o condiciones de operatividad de las
consecuencias del delito pueden revestir naturaleza penal o procesal penal.
Son condiciones de operatividad de carácter penal, aquellas cuyo principal efecto es el de hacer depender el poder
penal estatal de castigar en sí mismo. Pueden manifestarse de dos maneras distintas:

1
1. Causas personales de exclusión de la pena: consisten en circunstancias que impiden que la coerción penal se
ponga en funcionamiento con relación a determinados intervinientes en el delito.
2. Causas personales de levantamiento de la pena: se trata de condiciones que cancelan una penalidad que
inicialmente gozó de operatividad, con relación a determinados partícipes en el hecho delictivo.
Son condiciones de operatividad de la coerción penal de naturaleza procesal o requisitos de perseguibilidad, aquellos
que impiden el castigo, no porque su efecto principal sea el de afectar la potestad estatal de castigar en sí misma, sino
porque su cometido esencial, es el de impedir el inicio o prosecución de un proceso penal. Es lo que sucede con:
1. Los obstáculos procesales fundados en privilegios constitucionales, que exigen para la operatividad de la
coerción penal, que se cumplan con ciertos recaudos que condicionan la posibilidad de iniciar el proceso
penal.
2. Los requisitos exigidos para el ejercicio de las acciones penales.
3. También integrarían esta categoría la ausencia de impedimentos de perseguibilidad.
Y decimos integrarían, porque no resulta tan evidente la naturaleza procesal de estas últimas.
2. La acción penal como pretensión punitiva. Concepto.
Las acciones penales son las formas jurídicas mediante las cuales se excita el deber del Estado de aplicar la sanción
establecida por la ley al partícipe de un hecho típico y penalmente antijurídico. Se trata de los modos a través de los
cuales se pretende el ejercicio de la fuerza represiva del Estado.
Distintas clases de acciones:
La acción penal, por su naturaleza, es siempre pública, pues, a través de ella, el Estado, en caso de condena, estabiliza
las expectativas sociales en relación con la validez del derecho. Las acciones penales se distinguen por su disposición,
en públicas y privadas, según sea público o privado el titular de su ejercicio. Las acciones públicas, por su promoción,
se subdividen en promovibles de oficio o promovibles a instancia de parte, de acuerdo a que no sea obligatorio o sí, la
provocación de la actividad persecutoria por parte del ofendido.
a) Acción pública: formas (de oficio, dependiente de instancia privada);
Acción de ejercicio público promovible de oficio
Por regla la acción penal es pública y se ejerce de oficio.
El art. 120 C.N. otorga al Ministerio Público la función de promover la actuación de la justicia en defensa de la
legalidad de los intereses generales de la sociedad. El constituyente nacional ha optado por crear una nueva función
del Estado independiente de las tres restantes a quien le adscribe la acción en sentido formal o acción propiamente
dicha, de ejercicio público.
La acción penal de ejercicio público, tiene tres características.
1. A la primera se la denomina oficiosidad en tanto exige que la promoción de la acción sea de oficio por el
órgano del Estado habilitado a tal fin.
2. La segunda es la de legalidad, que torna necesaria la promoción de la acción, no pudiendo el órgano
habilitado, una vez iniciada, retractarla.
El Ministerio Público está obligado a tal menester, siempre que existan indicios de que se ha cometido un
hecho perseguible por acción pública, a no ser que existan obstáculos fundados en privilegios
constitucionales, que supediten la continuación de la persecución a la realización de un antejuicio.
3. A la última se la designa con el nombre indivisibilidad. De haber varios partícipes no puede ejercerse la
acción contra algunos y reservarse la posibilidad respecto de otros.
Acción de ejercicio público promovible a instancia de parte
Existen acciones públicas en que el ofendido no tiene el ejercicio de la acción penal, sino un derecho preprocesal y
también sustantivo, que es la facultad de provocar la promoción.
La instancia a través de la cual se puede realizar este derecho es la denuncia o acusación del agraviado por el delito.
Estas remueven el obstáculo al ejercicio de la acción siempre que la persona que lo realiza conozca la consecuencia de
su accionar, pues, caso contrario, no estaría ejerciendo un derecho, sino ejecutando una actitud ignorante.

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Desde la óptica de la oficiosidad, la instancia, una vez incoada, es irretractable. Desde el punto de vista de la
divisibilidad es divisible objetivamente, en tanto concurran en el mismo contexto distintos hechos subsumibles en
delitos de acción de ejercicio público promovible a instancia de parte. Una vez ejercida, es indivisible subjetivamente,
respecto del hecho por el cual se impetró.
De acuerdo al art. 72 C.P., son acciones dependientes de instancia privadas las que nacen de los siguientes delitos:
1. Los previstos en los arts. 119, 120 y 130 C.P. cuando no resultare la muerte de la persona ofendida o lesiones
de las mencionadas en el art. 91.
2. Lesiones leves, sean dolosas o culposas. En los casos de este inciso se procede de oficio cuando medien
razones de seguridad o interés público.
3. Impedimento de contacto de los hijos menores con sus padres no convivientes.
b) Acción privada. Concepto y caracteres de cada una.
Son acciones de ejercicio privado aquellas en que si bien existe también un interés social en la persecución y represión
del delito, este se criba e identifica con el interés del agraviado por el hecho; o se ajusta al interés del ofendido, el cual
lo ejerce en forma sostenida a lo largo de todo el proceso penal. En lugar de concurrir un actor penal público como en
el caso de las acciones de ejercicio público, existe un actor penal privado.
Son acciones privadas las que nacen de los siguientes delitos:
1. Calumnias o injurias.
2. Violación de secretos, salvo en los casos de los arts. 154 y 157.
3. Concurrencia desleal.
4. Incumplimiento de los deberes de asistencia familiar, cuando la víctima fuera el cónyuge.
La acción de ejercicio privado carece del carácter de oficiosidad, en tanto no existe promoción de oficio ni tampoco
su articulación es inevitable. En cuanto a la legalidad, tampoco es válido en este sector pues el agraviado dispone de la
posibilidad de ejercer o no la acción y ella es retractable. En relación con la divisibilidad; si en el mismo contexto
concurren varios delitos de acción de ejercicio privado, puede no ejercerse la acción o solo ejercerse respecto de
algunos. Desde el punto de vista subjetivo, la acción puede ejercerse contra algunos o contra todos los partícipes del
delito.
3. Extinción de la acción penal:
Para caracterizar una causal como extintiva de la acción penal o de la pena es necesario que produzca la caducidad de
ellas con la concurrencia de los siguientes requisitos: que no se trate de una novación legislativa; que constituya un
suceso posterior a dicho momento; y que sea un modo anormal de producir tal cancelación.
a) Muerte del imputado;
La muerte del sujeto activo del hecho penalmente típico, antijurídico y culpable produce la extinción de la pretensión
punitiva del Estado con respecto a dicha persona.
b) Amnistía;
La voz amnistía deriva de la locución griega amnesis, que significa pérdida de memoria, olvido. La amnistía es un
acto de soberanía interna del Estado por el que, fundado en graves razones de orden público cuya existencia y
oportunidad solo al Poder Legislativo le compete valorar, este, por medio de una ley con efecto retroactivo, declara el
olvido de infracciones de naturaleza penal, ocurridas con anterioridad, produciendo la extinción de todas sus
consecuencias represivas, sin individualizar a los destinatarios del beneficio, quienes no pueden renunciarlo y, una vez
reconocido por una resolución judicial pasada en autoridad de cosa juzgada, es irrevocable.
c) Prescripción: causas de suspensión e interrupción;
Concepto. La prescripción de la acción penal es una causa de extinción de la pretensión represiva estatal que opera por
el mero transcurso del tiempo tras la comisión del delito, según los plazos que fija la ley, impidiendo la iniciación o
prosecución de la persecución penal de los supuestos responsables a quienes beneficia, dejándola subsistente con
respecto a los demás.
La prescripción no borra el delito, sino que elimina su punibilidad, pues extingue la acción penal.
Causas de suspensión e interrupción.

3
Suspensión de la prescripción de la acción penal.
La suspensión de la prescripción importa la detención o paralización de una acción penal ya ejercida o la no iniciación
de aquella cuyo ejercicio es inminente.
Removida la causa de suspensión, el tiempo ya corrido no se pierde, pues se adiciona al que pueda transcurrir en el
futuro. Allí radica una importante diferencia con las causales de interrupción de la prescripción de la acción penal.
1. Las primeras causales de suspensión fueron introducidas por la ley 13.569: “La prescripción se suspende en
los casos de los delitos para cuyo juzgamiento sea necesaria la resolución de cuestiones previas o
prejudiciales, que deban ser resueltas en otro juicio”.
2. La ley 16.648 agregó como segundo párrafo del art. 67 C.P. otra causal de suspensión de la prescripción de la
acción penal, mientras cualquiera de los que hayan participado en ciertos delitos contra la administración
pública se encuentre desempeñando un cargo público.
La ley 25.188 ha sustituido aquel texto por el siguiente: “La prescripción también se suspende en los casos de
delitos cometidos en el ejercicio de la función pública, para todos los que hubieren participado, mientras
cualquiera de ellos se encuentre desempeñando un cargo público”.
3. La ley 23.077 incorporó como tercer párrafo del art. 67 C.P., que el curso de la prescripción de la acción penal
correspondiente a los atentados al orden constitucional y a la vida democrática previstos en los arts. 226 y 227
bis, se suspenderá para todos los partícipes hasta que se produzca el restablecimiento del orden constitucional.
4. La ley 24.316 que incorporó la suspensión del juicio a prueba o probation, agrega al Código Penal el art. 76
ter, que en su primer párrafo establece que el tribunal, según la gravedad del delito, deberá fijar el tiempo de
suspensión del juicio, entre uno y tres años. El párrafo segundo prescribe: “Durante ese tiempo se suspenderá
la prescripción de la acción penal”.
Causales de interrupción de la prescripción de la acción penal. Es presupuesto de estas causales que el término de
prescripción haya comenzado a correr y que no se encuentre suspendido. La interrupción tiene como efecto borrar el
plazo ya transcurrido con anterioridad, e impedir su continuación. Una vez producido el acto interruptor comienza un
nuevo término de prescripción.
Las dos causales del art. 67, párr. 4, C.P. son: la comisión de un nuevo delito y la secuela del juicio.
1. La comisión de un nuevo delito determina que su autor o partícipe se perjudique con la interrupción del
término de prescripción de la acción penal emergente de un delito ejecutado anteriormente por esa misma
persona.
2. La causal secuela del juicio ha generado controversias interpretativas que se han prolongado hasta nuestros
días, sobre la extensión de los actos procesales que pueden dar lugar a ella.
d) Renuncia del agraviado;
Concepto y caracteres. Se dice que la renuncia “… es la dimisión por el agraviado u ofendido por el delito a su
facultad de iniciar o proseguir el ejercicio de la acción penal”.
El fundamento de la eficacia de esta renuncia va unido a la naturaleza del bien jurídico ofendido, en el que el interés
del particular es tanto o más importante que el del propio Estado.
Se trata de una causa extintiva de la acción penal y no de la pena.
La renuncia de la acción se distingue del perdón del ofendido. La primera actúa sobre la acción; el segundo sobre la
pena ya impuesta.
Siendo la renuncia un acto unilateral que para perfeccionarse no necesita el consentimiento del favorecido, no es
necesaria la aceptación del beneficiario.
e) Criterios de oportunidad,

f) Conciliación y reparación del perjuicio.

g) Oblación voluntaria de la multa;

4
Caracteres del instituto. Frente a las causas numeradas o propias, la oblación voluntaria de la multa es una causal no
enumerada o impropia de extinción de la acción penal.
Existen quienes estiman que la oblación voluntaria de la multa puede ser una causal de extinción de la pena. Resulta
obvio que el pago posterior a la sentencia condenatoria es un simple cumplimiento de ella.
La oblación no transforma al imputado que la efectúa, en condenado como autor responsable de un delito. Se trata de
una forma de extinción de la acción penal que hace cesar la facultad de perseguir y juzgar un hecho delictuoso
supuestamente ya ocurrido, impidiendo así que el órgano jurisdiccional concluya el proceso con un pronunciamiento
condenatorio.
La causal tiene carácter personal, por lo que si el delito ha sido obra de varios partícipes, extingue la acción solo
respecto de aquel quien hizo el pago.
Presupuestos. Este instituto extintorio de la acción penal solo es viable cuando se tratare de delitos reprimidos
exclusivamente con multa.
h) Suspensión del juicio a prueba.
La ley 24.316 introdujo otra causal de extinción de la acción penal la suspensión del juicio a prueba, al incorporar el
Título XII de las Disposiciones Generales del Código Penal, que agregó los arts. 76 bis, ter y quater.
En el párrafo primero del art. 76 ter C.P. se establece que el tiempo de suspensión del juicio será fijado por el tribunal
entre uno y tres años, según la gravedad del delito; agrega que también establecerá las reglas de conducta que deberá
cumplir el imputado según las previsiones del art. 27 bis. El párrafo cuarto del mismo artículo expresa con claridad:
“Si durante el tiempo fijado por el tribunal el imputado no comete un delito, repara los daños en la medida ofrecida y
cumple con las reglas de conducta establecidas, se extinguirá la acción penal”.
Ubicación sistemática y distinción de la condena de ejecución condicional. La institución en estudio se incorpora a
nuestro ordenamiento jurídico positivo como un instrumento de política criminal para los delitos reprimidos con penas
privativas de libertad de corta duración, cometidos por delincuentes primarios. Ha venido a complementar a la
condena de ejecución condicional. En nuestro derecho tenemos actualmente un sistema mixto.
Ambas instituciones no tienen la misma ubicación sistemática.
La condena de ejecución condicional implica un modo de evitar el cumplimiento efectivo de la prisión, y se ubica
dentro de la teoría de la pena.
La suspensión del juicio a prueba opera sobre la acción penal pública cuyo ejercicio suspende o paraliza en la etapa
del plenario, y, una vez cumplidas las condiciones compromisorias durante el plazo fijado por el tribunal, determina
su definitiva extinción. Debemos catalogarla como causa de extinción de la acción penal.
4. Excusas absolutorias. Concepto.
Diremos que las excusas absolutorias son aquellas causas de operatividad de las consecuencias del delito de carácter
penal sustantivo, que fundadas en razones político-criminales de diversa naturaleza, actúan como causas personales de
exclusión o de levantamiento de la pena merecida por un hecho típico, antijurídico y culpable.
Se trata de condiciones de operatividad de carácter sustantivo, que obedecen a la priorización legislativa de intereses
jurídicos distintos a los que normalmente informan a la potestad estatal de castigar.
Distintos supuestos y fundamentación. –
Aunque el análisis pormenorizado de las excusas absolutorias será abordado en la Parte Especial del derecho penal,
corresponde su enunciación y breve descripción en la parte general.
Podemos agruparlas de la siguiente manera:
1. Operan como causas personales que excluyen la penalidad:
1. Atendiendo a la calidad del autor o a circunstancias relacionadas con su persona: Los casos de impunidad
de la mujer embarazada por la tentativa de su aborto; de los familiares enunciados por el art. 185 C.P.,
respecto de los hurtos, daños o defraudaciones que recíprocamente se causaren; y del autor del
encubrimiento de un delito que no esté previsto con pena privativa de la libertad, cuando se cometiere por
imprudencia.

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2. Relacionadas con las particulares circunstancias en que el autor comete el delito: la impunidad de las
injurias proferidas por los litigantes, apoderados o defensores en sus escritos, discursos o informes,
producidos ante los tribunales y no dados a publicidad.
2. Actúan como causas personales que cancelan una penalidad que inicialmente gozó de operatividad:
1. Las referidas a una actividad del autor posterior al comienzo o aun a la consumación de la conducta
delictiva.
2. Las que dependen de la actividad de terceros.
2. Las penas:
1. Concepto.
Desde un punto de vista absolutamente formal, la pena constituye “un mal con el que amenaza el derecho penal para el
caso de que se realice una conducta considerada como delito”. Se alude a un mal, porque su aplicación redunda en la
restricción coercitiva de derechos del autor del delito.
Fundamento y fin de la pena.
Los fundamentos de las penas se conforman con “las razones que hacen justo, o justificado, o aceptable moral y/o
políticamente que a la violencia ilegal representada por el delito se añada esa segunda violencia legal puesta en
práctica con la pena”. Son fines o funciones suyas, los propósitos que “el acto punitivo pueda y deba tener frente al reo
y la colectividad”.
Teorías. Evolución.
Las principales elaboraciones referidas a los fundamentos y a la función de la pena, se enmarcan dentro de las
llamadas: 1) Teorías absolutas o retributivas; 2) Teorías relativas o preventivas; y 3) Teorías mixtas.
Teorías absolutas o retributivas
Para esta corriente, la pena se orienta exclusivamente hacia el pasado. Su fin se satisface con la repuesta al delito
cometido. El acento se coloca en el momento de aplicación que es en el que se interviene coercitivamente sobre el
responsable del delito. Sus fundamentos filosóficos se encuentran tanto en KANT como en HEGEL.
Para el primero, la sanción penal “se presenta como un imperativo categórico”. El hombre constituye un fin en sí
mismo, y por esa razón debe evitarse por todos los medios, que sea empleado como un medio para otros fines.
HEGEL, siguiendo su método dialéctico, considera que la voluntad general que expresa el orden jurídico-penal
conforma la tesis. Al ser negada por el delito a modo de antítesis, surge la necesidad de la pena para que actúe “como
negación de dicha negación, como anulación del delito, que de lo contrario tendría validez y, con ello, como
restablecimiento del derecho”. La anulación del delito es retribución en cuanto esta es una lesión de la lesión.
Teorías relativas o preventivas
Para estas elaboraciones, la pena se orienta hacia el futuro. Su función no se satisface con la respuesta al delito
cometido, sino que busca prevenir nuevos delitos, dirigiéndose a sus posibles autores para que no los cometan.
Esta corriente discrepa con la concepción de la pena como un fin en sí mismo. Ese es su rasgo sobresaliente, ya que su
propuesta radica en que la pena sea tenida como un medio para el fin de prevenir futuros delitos. Ese objetivo puede
perseguirse dirigiéndose a la comunidad toda, como sostienen las concepciones de prevención general; o solo al autor
del delito, como refieren las elaboraciones de prevención especial.
Prevención general
Se caracteriza porque su tarea preventiva se dirige a la colectividad y no al autor del delito, procurando “evitar que
surjan delincuentes de la sociedad”. Pero tal cometido puede procurarse positiva o negativamente.
Prevención general negativa
La primera elaboración preventivo general eficaz, fue de carácter negativo y se debe a FEUERBACH. La idea partía
de la consideración del “alma del delincuente potencial […] como un campo de batalla entre los motivos que le
empujan hacia el delito y los que se resisten a ello”. Dentro de esa lucha, la existencia de la sanción penal, actuaba a
modo de “coacción psicológica”, colaborando para que prevalecieran los esfuerzos psíquicos que procuraban impedir
la comisión del delito. El acento se situaba en el momento de conminación, ya que su posterior aplicación, solo
serviría para “confirmar la seriedad de la amenaza legal” y mantener así, su eficacia en cuanto previsión abstracta.

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Prevención general positiva (o integradora)
Esta modalidad se denomina “positiva”, por oposición a la prevención general “negativa”, porque entiende que,
aunque la pena se dirige a la colectividad para que no se delinca, lo hace de manera positiva. Pero, ¿cómo actúa
positivamente una pena? Buscando “demostrar la inviolabilidad del ordenamiento jurídico ante la comunidad jurídica
y así reforzar la confianza jurídica del pueblo”. Se alienta “esa aversión normal contra el injusto que surge
espontáneamente y contribuye en gran medida a poner coto a la predisposición delictiva latente en la colectividad”,
evitando “la legitimación del delito”. Su acento vuelve a estar en el momento de aplicación y no en el de conminación
de la sanción penal.
Prevención especial
El interés de esta concepción se centra en prevenir futuros delitos por parte de quien ha cometido el sancionado. La
intervención estatal no se dirige ya a la generalidad de las personas, sino al delincuente; con lo que el acento se
desplaza a la etapa de ejecución. Ello es así, toda vez que es en este período en el que se desarrolla el tratamiento del
condenado, idea que junto a la de resocialización, definen el medio y el objeto perseguido por esta modalidad.
Teorías mixtas o de la unión
Se trata de elaboraciones que mediante criterios eclécticos, procuran superar las desventajas de las posiciones “puras”
descriptas precedentemente. La mayor de las veces, combinando criterios de las teorías absolutas con los de la
relativa. Para hacerlo, hay dos modos de proceder. El primero, tomando la retribución como punto de partida, deja un
papel complementario para la prevención, que solo opera dentro del marco fijado por aquella. La otra modalidad,
consiste en partir del marco fijado por la prevención y hacer jugar dentro de ello los criterios de retribución, como
manera de impedir que se llegue a penas superiores a las merecidas por el hecho cometido.
Desde una perspectiva pragmática, sus ventajas radican en que la combinación de ambos criterios posibilita soluciones
para los diferentes cuestionamientos que se hacen a las teorías puras. Sus desventajas en que es difícil hallar criterios
teóricos que permitan unificar fundamentos y fines tan disímiles.
Disposiciones constitucionales y emanadas de instrumentos internacionales relativas a la pena.
Acertadamente se afirma que la historia de las penas es tan o más triste que la de los delitos, no solo por la crueldad e
injusticia con la que fue aplicada en distintos momentos históricos, sino también y nos parece lo más grave, porque
“mientras que el delito suele ser una violencia ocasional y a veces impulsiva y obligada, la violencia infligida con la
pena es siempre programada, consciente, organizada por muchos contra uno”.
Esa es la razón por la que la Constitución Nacional contiene garantías directamente relacionadas con esta cuestión y
por la que la reforma constitucional de 1994 las ampliara a partir de la incorporación con jerarquía constitucional de
los tratados internacionales aludidos por el art. 75 inc. 22 de la C.N.
Aquí solo se hará una enumeración de los referidos específicamente a la sanción penal:
1. Principio de la dignidad humana.
2. Principio de humanidad (o de prohibición de torturas, penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes).
3. Principio de personalidad de la pena.
4. El fin resocializador como finalidad esencial de las penas privativas de la libertad.
5. Garantías para la ejecución penitenciaria.
6. Prohibición de la confiscación.
7. Prohibición de la prisión por deudas.
8. Principio de legalidad.
9. Garantías procesales
a) de debido proceso.
b) de juez natural.
c) de una duración razonable del proceso penal.
d) de publicidad del mismo.
e) de que una persona no pueda ser perseguida penalmente, más de una vez por el mismo delito.
2. Clases de penas.
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Atendiendo a la naturaleza de los bienes que afectan, las penas pueden clasificarse en:
1. Pena de muerte. Es aquella que priva de la vida al condenado.
2. Penas corporales o aflictivas. Son aquellas “… que causan dolor, aflicción o incomodidad al cuerpo
humano…” como sucedía con “… las penas de azotes, flagelación, rotura de miembros, etcétera….”
3. Penas privativas de la libertad. Son las que “… causan la privación de la libertad ambulatoria mediante
encierro, obligación de residencia en un lugar o prohibición de habitar en un lugar determinado en el país…”
4. Penas pecuniarias. Son aquellas que afectan el patrimonio del condenado.
5. Penas impeditivas o privativas. Son las que “… incapacitan para el ejercicio de derechos, empleos, cargos o
profesiones o producen la pérdida del empleo o cargo o impiden temporalmente su ejercicio…”.
6. Penas humillantes: “… son aquellas que por su efecto degradante o depresivo, afectan el honor de la persona
que la padece…”.
Alternativas planteadas.
Se advierte que a mediados del s. XIX comienza un proceso de difusión de la pena privativa de la libertad que la
convirtió en la pena principal de la mayoría de los sistemas penales.
Pero investigaciones psicológicas y sociológicas emprendidas desde mediados del siglo XX, dieron por tierra con la
creencia en la eficacia resocializadora del encierro. La cárcel se ha convertido “en un factor criminógeno… una usina
generadora de nuevos delincuentes”, a lo que se suman las dificultades de reinserción social del condenado,
fundamental para su resocialización. El haber estado preso se transforma en un estigma que acompaña al delincuente
“como una verdadera enfermedad incurable”, facilitando su regreso al delito.
Frente a ello fue necesario buscar alternativas. Primero se intentó reemplazar el encierro por la pena de multa. Pero no
siempre constituía el sustituto adecuado. La idea fue concebir nuevos modos de sancionar, que dirigidos contra bienes
distintos de la libertad y el patrimonio, parecían ser más eficaces respetuosos de la dignidad del condenado.
Actualmente existen dudas respecto de la verdadera utilidad de algunas de estas nuevas modalidades y sobre su
verdadera intensidad coercitiva sobre el condenado.
Entre estas nuevas alternativas, que en muchos casos no se trata más que de la revalorización de institutos ya
previstos, se suelen mencionar:
1. La incorporación de regímenes penitenciarios de carácter progresivo con tendencia a la libertad.
2. La libertad condicional.
3. La condenación condicional consiste en la suspensión del cumplimiento de una pena privativa de la libertad
de corta duración que ya ha sido impuesta, siempre que se den ciertos requisitos.
4. La “probation” o suspensión del juicio a prueba.
5. Los regímenes de semilibertad.
6. La prisión de fin de semana.
7. Los trabajos para la comunidad.
8. La prisión domiciliaria y el arresto domiciliario.
3. Clasificación de las penas en el Código Penal argentino.
Las penas previstas en el derecho positivo vigente argentino, pueden clasificarse según distintos criterios.
1. Por su naturaleza o el bien jurídico afectado
a) Penas restrictivas de la libertad:
b) Penas pecuniarias:
c) Penas impeditivas o privativas:
d) Penas humillantes:
2. Por la forma en que se encuentran conminadas por la ley
a) Penas conjuntas:
b) Penas alternativas:
3. Por su divisibilidad
a) Penas indivisibles:
b) Penas divisibles:
4. Por su duración
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a) Penas perpetuas:
b) Penas temporales:
5. Penas principales y accesorias
a) Penas principales:
b) Penas accesorias:
A) Penas principales:
Enumeradas en orden de gravedad decreciente por el art. 5° C.P., son las siguientes:
a) Las penas privativas de libertad:
Ya se dijo que son aquellas sanciones en las que el mal impuesto al condenado consiste en la restricción de su libertad
ambulatoria. Como penas principales, la legislación argentina contempla la prisión, la reclusión y la expulsión del
país, prevista por el art. 17 de la ley 12.331.
reclusión y prisión.
La reclusión y la prisión constituyen las únicas penas de encarcelamiento vigentes. “Esencialmente” consisten en la
privación de la libertad ambulatoria del condenado mediante su internación “en un establecimiento cerrado, en el cual
debe permanecer durante el tiempo que la sentencia determine”. Debe aclararse que dicho concepto no caracteriza con
toda exactitud al régimen vigente que busca, precisamente limitar el encierro progresivamente, en la medida de lo
posible y de lo necesario.
Diferencias.
Las diferencias entre ambas sanciones, proviene de la antigua división entre crímines y delitos. Mientras la reclusión
se aplicaba a los primeros y revestía carácter infamante, la prisión se reservaba a los delitos y se satisfacía con el
encarcelamiento. La reclusión nació como una pena más gravosa que la de prisión.
Aún subsisten algunos institutos, ajenos a la forma de cumplimiento del encierro, que determinan que la reclusión siga
siendo una pena más severa que la de prisión. Esas diferencias se advierten en:
1. Detención domiciliaria.
2. Libertad condicional.
3. Condena de ejecución condicional.
4. Cómputo de la prisión preventiva.
5. Delitos tentados.
6. Cómplices no necesarios.
Regulación en el Código Penal y en la Ley 24.660 de ejecución de las penas
privativas de libertad.
Pero la forma de cumplimiento de ambas clases de sanción privativa de la libertad se encuentra equiparada por la ley
de ejecución penitenciaria 24.660. Su art. 8° prescribe que las únicas diferencias en la ejecución obedecerán al
tratamiento individualizado; y el 57, que los penados se llamarán “internos”, sin importar la clase de sanción que
cumplan.
La incapacidad civil del interno.
El art. 12 C.P. establece que toda condena a pena de reclusión o prisión por más de tres años tendrá como
consecuencia que mientras dure la sanción, se prive al condenado del ejercicio de la patria potestad, de la
administración de los bienes y del derecho de disponer de ellos por actos entre vivos. Y que se lo someta al régimen de
curatela previsto por el Código Civil.
Se discute si se trata de una pena accesoria o de una incapacidad civil. Entendemos que su naturaleza es la de una
incapacidad civil de hecho de carácter relativo, porque está instituida para protección del penado frente a su
imposibilidad material de ejercer satisfactoriamente tales facultades. Al condenado le está permitido todo lo que no le
esté prohibido y su aplicación “comienza cuando empieza efectivamente a cumplirse la pena privativa de libertad, y
cesa cuando concluye legalmente el encierro”.
El cómputo de la prisión preventiva: régimen del art. 24, CP y de la ley 24.390.

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La prisión preventiva consiste en una restricción excepcional de la libertad ambulatoria de un individuo sometido a
proceso que aún no ha sido condenado ni declarado culpable.
El art. 24 C.P. prescribe las equivalencias que deben tenerse en cuenta para que en caso de condena, se compute el
tiempo cumplido en prisión preventiva como parte del cumplimiento de la pena impuesta. A tal fin, deberá entenderse
por prisión preventiva, no solo al encierro cautelar dispuesto “desde el día en que procesalmente ha sido ordenada por
el juez” sino también, al transcurrido “desde el día en que el condenado fue privado de su libertad por la comisión del
delito por el cual fue condenado”.
Con relación a la forma en que deben realizarse aquellas equivalencias, el art. 24 C.P. establece que se computarán
“por dos días de prisión preventiva, uno de reclusión” y “por un día de prisión preventiva, uno de prisión o dos de
inhabilitación o la cantidad de multa que el Tribunal fijase entre treinta y cinco pesos y ciento setenta y cinco pesos”.
Pero la ley 24.390 (modificada por ley 25.430, B.O. 1/6/01) establece que la prisión preventiva no podrá durar más de
dos años sin que se haya dictado sentencia. “Cuando la cantidad de los delitos atribuidos al procesado o la evidente
complejidad de la causa hayan impedido el dictado de la misma en el plazo indicado, este podrá prorrogarse por un
año más”. “Los plazos previstos en el artículo precedente no se computarán a los efectos de esta ley, cuando los
mismos se cumplieren después de haberse dictado sentencia condenaatoria, aunque la misma no se encontrare firme”.
En estos casos, se duplicaba el valor del encierro cautelar para computar el tiempo que superara ese máximo de dos
años, de modo que por un día de prisión preventiva, se computaban dos de prisión o uno de reclusión.
b) La pena de multa.
Es la única pena pecuniaria principal legislada en nuestro Código Penal. Puede presentarse como pena exclusiva;
conjunta con la de prisión, con la de inhabilitación absoluta o con la de inhabilitación especial; o alternativa a la de
prisión. Consiste en “el pago de una suma de dinero al Estado, impuesta bajo la forma de “retribución” por el delito
cometido”. En la actualidad, su tratamiento ha cobrado gran interés debido a su posibilidad de “substituir muchas
penas privativas de la libertad de corta duración”.
Regulación.
Dadas su naturaleza distinta a las penas de encierro, reviste algunos rasgos propios que merecen un tratamiento aparte.
La primera cuestión se relaciona con la individualización judicial de la pena de multa. El art. 21 C.P. prescribe que
además de las pautas habituales de mensuración previstas por los arts. 40 y 41 C.P., deberá ponderarse la situación
económica del penado. El tribunal podrá autorizar el pago de la multa en cuotas cuando así lo pida el condenado.
El cumplimiento de la multa exige una actividad por parte del condenado, a la que este puede resistirse. Por esa razón,
se contempla la posibilidad del cobro compulsivo.
La multa complementaria (art. 22 bis, CP).
Se trata de una pena principal, paralela, conjunta-facultativa del tribunal, que opera como “circunstancia genérica de
agravación”. Se encuentra prevista por el art. 22 bis C.P., que autoriza al tribunal, en caso de delitos reprimidos con
penas privativas de la libertad, a imponer una pena de multa no prevista por la figura o contemplada en forma
alternativa con la de encierro, cuando el delito haya sido cometido con ánimo de lucro.
En estos casos la multa se impondrá en forma conjunta con la específica o con la alternativa prevista por la figura
penal, según sea el caso. Cuando la multa no haya sido prevista en forma alternativa, la complementaria no podrá
superar la suma de pesos noventa mil.
El sistema “días-multa”: concepto.
Se trata de un modo de conminar la pena de multa que no ha sido receptado por nuestro ordenamiento penal. Su
virtud, consiste en su eficacia para asegurar la proporcionalidad entre la multa y la capacidad económica del
condenado, permitiendo equilibrar de manera más equitativa el impacto punitivo de la multa para pobres y ricos, al
permitir una mejor consideración de “las desigualdades emergentes de distintos estados patrimoniales”.
Su punto de partida radica en la conminación en abstracto de la sanción, mediante la revisión de un mínimo y un
máximo de “días-multa”. El momento de aplicación se divide en dos etapas. Una primera, en la que el Tribunal
deberá individualizar entre el mínimo y el máximo, el número de “días-multa” que corresponda imponer de acuerdo

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con los criterios habituales de mensuración. Y una segunda, en la que cumplimentado lo anterior, se precisa el valor
que corresponde a cada “día-multa”, teniendo en cuenta la situación económica de quién debe sufrir la pena.
c) La pena de inhabilitación. Regulación.
La pena de inhabilitación es aquella sanción de carácter impeditivo consistente en la imposición de una incapacidad
con relación “a determinadas esferas del derecho”.
Su origen se remonta a las inhabilitaciones de “carácter deshonroso y represivo” del derecho romano, aunque su
naturaleza ha ido evolucionando y actualmente se encuentra independizada de tales antecedentes.
Nuestro ordenamiento positivo la presenta como la pena más leve de las previstas, pero no parece que ello se
compadezca con lo que muchas veces trae aparejada su imposición.
Inhabilitación absoluta y especial: concepto y alcances de cada una.
1. Inhabilitación absoluta
Según lo normado por el art. 19 C.P., la inhabilitación absoluta importa la privación:
1) Del empleo o cargo público que ejercía el penado, aunque provenga de elección popular.
2) Del derecho electoral.
3) De la capacidad para obtener cargos, empleos y comisiones públicas.
4) Del goce de toda jubilación, pensión o retiro, civil o militar.
2. Inhabilitación especial
Se trata de una sanción impeditiva que presupone el ejercicio delictuoso, incompetente o abusivo de un empleo, cargo,
profesión actividad o derecho, sobre el que luego, en caso de condena, recaerá el impedimento para su ejercicio y la
incapacidad para obtener otro del mismo género. El art. 20 C.P. la define como la pena consistente en la privación “del
empleo, cargo, profesión o derecho sobre que recayere y la incapacidad para obtener otro del mismo género durante la
condena”. Deben incluirse aquellas “artes” “que se desempeñan sin alcanzar caracteres de profesión y que pueden ser
objeto de aquella pena”.
Inhabilitación especial complementaria.
Se trata de una inhabilitación de tipo especial prevista por el art. 20 bis C.P. como pena principal, paralela, conjunta y
facultativa. Sus alcances son los de la inhabilitación especial del art. 19 C.P. y su imposición procederá por el término
de seis meses a diez años cuando, aun no estando prevista, el delito importe:
1. Incompetencia o abuso en el ejercicio de un empleo o cargo público.
2. Abuso en el ejercicio de la patria potestad, adopción, tutela o curatela.
3. Incompetencia o abuso en el desempeño de una profesión o actividad cuyo ejercicio dependa de una
autorización, licencia o habilitación del poder público.
B) Penas accesorias:
Son penas accesorias aquellas cuya imposición resulta inherente a una pena principal.
a) Inhabilitación absoluta del condenado,
Prevista por el art. 12 C.P., se trata de una pena accesoria e impeditiva de inhabilitación absoluta, inherente a las
condenas a penas de prisión o reclusión por más de tres años.
Podrá imponerse por el lapso que dure la condena o hasta por tres años más, según la índole del delito.
En tanto inhabilitación absoluta, importa la pérdida de los derechos enumerados en el art. 19 C.P. Pero su aplicación
se suspende durante los períodos de libertad condicional y de libertad asistida, por lo que su efectividad se
circunscriba a los lapsos de auténtico encierro. Aunque puede recobrar su vigencia en caso de revocación de las
libertad, porque su extinción se produce recién con la de la pena principal a la que es inherente.
b) Decomiso.
Prevista por el art. 23 C.P., se trata de una pena accesoria consistente en la pérdida de las cosas que han servido para
cometer el hecho y de las cosas o ganancias que son el producto o el provecho del delito. Quedan excluidos los objetos
adquiridos con los efectos del delito.

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Desde antiguo se ha distinguido como bienes decomisables, entre instrumentos y efectos del delito. Los primeros,
conformados por los objetos utilizados para intentar o consumar el delito por parte de todos o alguno de los partícipes.
Son efectos del delito los objetos que han sido producidos con el delito o logrados a través suyo.
En cuanto sanción penal, en principio debe ejecutarse solo sobre el condenado. La disposición comentada establece
que:
a) cuando el producto o el provecho del delito hubiese beneficiado a un tercero a título gratuito “el comiso se
pronunciará contra este”.
b) Lo mismo sucederá cuando se trate de cosas peligrosas para la seguridad común.
c) Cuando el autor o los partícipes hayan actuado “como mandatarios de alguien o como órganos, miembros o
administradores de una persona de existencia ideal” y el producto o el provecho del delito haya “beneficiado
al mandante o a la persona de existencia ideal, el comiso se pronunciará contra estos”.
4. Extinción de las penas en el Código Penal argentino:
Aun luego de haberse dictado una sentencia que declare al sometido a proceso responsable de un delito y lo condene,
pueden sobrevenir causas que, extinguiendo la sanción impuesta, sustraigan al condenado de su cumplimiento. Debe
evitarse su confusión con la extinción de la acción penal.
Las causas que extinguen la pena son las siguientes:
muerte,
Solo el condenado debe cumplir la sanción. Si fallece no podrá ejecutarse sobre un tercero.
amnistía,
Se trata de aquel instituto de naturaleza política en virtud del cual, el Estado, en un “acto de soberanía interna […]
fundado en graves razones de orden público cuya existencia y oportunidad solo al Poder Legislativo le compete
valorar, este, por medio de una ley con efecto retroactivo, declara el olvido de infracciones de naturaleza penal,
ocurridas con anterioridad, produciendo la extinción de todas sus consecuencias represivas, sin individualizar a los
destinatarios del beneficio, quienes no pueden renunciarlo”, y que, “una vez reconocido por una resolución judicial
pasada en autoridad de cosa juzgada, es irrevocable”.
indulto,
Previsto por el art. 68 C.P., consiste en el perdón de la pena impuesta, dejando subsistente la infracción cometida, con
“el propósito de moderar o salvar totalmente, en un caso concreto, los efectos de la aplicación de la ley penal que
puedan resultar contrarios a la equidad”. El perdón puede ser total o parcial. En este último caso se denomina
conmutación de pena y opera sustituyendo la sanción por otra menor en especie o cantidad.
En cuanto a su regulación legal, está previsto como una facultad concedida al Poder Ejecutivo Nacional para delitos de
jurisdicción federal, salvo los supuestos de infracciones locales y delitos de imprenta.
prescripción,
Consiste en la “extinción de la pena por el transcurso de un tiempo dado, sin que se la ejecute, lo cual puede ocurrir
[…] tanto cuando no ha comenzado a ejecutarse, como cuando la ejecución se ha visto interrumpida por cualquier
causa”. Esta segunda modalidad, que constituye lo que se conoce como quebrantamiento de la pena, se produce, en
los casos de sanciones privativas de la libertad, cuando el penado se libera; y en los de la multa, cuando autorizado a
un pago en cuotas paga una o más y luego deja de hacerlo.
En cuanto a los términos establecidos para que opere la prescripción, el art. 65 C.P. establece que en caso de prisión o
reclusión perpetua, la extinción operará a los veinte años. Si en cambio, se trata de delitos sancionados con penas de
reclusión o prisión temporal, dicho lapso será igual al del tiempo de la condena impuesta. Cuando la pena impuesta
sea de multa, prescribe a los dos años. La única pena que no prescribe, es la de inhabilitación.
Los plazos de prescripción corren “desde la medianoche del día en que se notificare al reo la sentencia firme o desde
el quebrantamiento de la condena, si esta hubiere comenzado a cumplirse”.
perdón.
Se trata de un acto unilateral “cuyo efecto consiste en la extinción de la pena, independientemente de cualquier
voluntad del reo”, lo cual puede ocurrir antes de que este comience a cumplirla o durante su ejecución. Se encuentra
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previsto como una causal de extinción de la pena para los delitos de acción privada por el art. 69 en función del 73
C.P.
Para que sea efectivo, el perdón “debe ser manifestado de modo expreso ante el tribunal de justicia que dictó la
sentencia condenatoria, que declarará extinguida la pena con efecto retroactivo a la fecha de su presentación”.
Análisis de cada uno de estos supuestos. -

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UNIDAD XIII:

1. La determinación de la pena:
1. Individualización de la pena. Concepto.

Luego de cometido, investigado y juzgado el hecho si el sujeto es culpable será pasible de una individual sanción, que
debe ser adecuada a su caso.

Para ello es que el juzgador cuenta no solo con la información existente en la causa y las pruebas del juicio, sino que
está obligado a tener un conocimiento directo del delincuente que está juzgando, a los fines de la individualización de
esa pena.

Es la ley la que determina la pena, y el juez quien la individualiza; tarea que como su nombre lo indica, consiste en
adecuar la determinación legal a un individuo concreto, su hecho y circunstancias particulares.

La fijación de la pena es una tarea compleja con determinadas exigencias constitucionales y legales, y esa tarea se
integrará con la aplicación de criterios, evaluación de circunstancias de hecho y cierto margen de discrecionalidad.
Todo ello dentro de un campo relativamente amplio, para permitir el cumplimiento de los principios que conforman el
sistema.

La amplitud en la determinación de la pena para ser individualizada en cada caso, responde a una necesidad impuesta
no solo por garantías constitucionales; sino que el monto de la pena resultará también de la apreciación en particular,
de la deuda que el sujeto a través de su conducta, contrajo con la sociedad.

Podemos decir entonces, que de acuerdo con las disposiciones de nuestro Código, el acto judicial de fijar una condena
(individualización de la pena), es un procedimiento intelectual y razonado del juez para adecuar la ley al caso
concreto.

Concluimos entonces, que la determinación de la pena es un proceso predeterminado por la ideología y estructura del
propio sistema jurídico.

2. Sistemas de determinación de la pena:

Hay diferentes sistemas de determinación de la pena en el derecho comparado, con sus propias modalidades. Se
pueden describir tales sistemas agrupándolos en clases, según el criterio de la total, parcial, o nula determinación, que
son:

a) aquellos en que la pena está absolutamente indeterminada en la ley (indeterminación legal absoluta);
b) en los que está absolutamente determinada en la ley (determinación legal absoluta);
c) en la que queda relativamente indeterminada por el juez (indeterminación judicial relativa); y
d) en los que queda relativamente indeterminada por la ley (indeterminación legal relativa).

a) Indeterminación legal absoluta;

En este sistema no hay una pena dispuesta por el legislador ni por el juez. Es la misma ley la que posibilita a este
dictar la sentencia declarando la culpabilidad, en la que la pena queda aún indeterminada.

La determinación final queda a cargo de la ejecución penitenciaria.

Tal sistema no toma en cuenta como garantía el principio de legalidad.

b) Determinación legal absoluta;

En cuanto al señalamiento de pena, este método es opuesto al anterior, y se lo designa como de determinación
absoluta, porque legislativamente se establece y determina cada pena, pero ella es fija para cada infracción.
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Esta modalidad recepta el principio de legalidad, pero no permite relativizar para cada caso la sanción más adecuada.

c) Indeterminación judicial relativa;

Bajo este esquema, el juez debe asentar en la sentencia condenatoria, una pena a cumplir entre un mínimo y un
máximo pero sin fijarla o cuantificarla concretamente.

En la etapa de ejecución de sentencia se determinará finalmente el monto de la pena.

d) Indeterminación legal relativa.

Si se observa el Libro II de nuestro Código Penal, se advertirá que las penas están relativamente indeterminadas por la
ley.

Legislativamente, cada pena es establecida con cierta amplitud, fijándose su especie, así como la duración y cantidad
entre un mínimo y un máximo. El juez no está facultado a superar el máximo ni imponer una sanción por debajo del
mínimo. Solo puede decidir la especie de pena y su extensión con cierto grado de arbitrio aunque debe motivar su
decisión.

Es el juez quien dirá qué pena y cuánto de ella está a la medida del hecho, del sujeto y su conducta.

3. Criterios de determinación de la pena:

Para esta cuestión, estudiaremos cuál es la influencia en la individualización de la pena de la culpabilidad, la


prevención general y la prevención especial.

culpabilidad,

Desde la óptica penal, por culpabilidad se alude a la categoría del delito que supone que el sujeto tuvo la capacidad
suficiente para ser penado a título de dolo o imprudencia.

El Código Civil solo define la culpa en concreto, no receptándose la distinción en leve, grave o gravísima.

La culpabilidad como incumbencia del legislador

La determinación legal de la pena no está integrada por el elemento subjetivo culpabilidad, por ser este un elemento
forzosamente vinculado a la persona individualizada; y la ley penal tiene el atributo de generalidad.

Ello significa que la tarea de determinación por parte del legislador, tiene como resultado la amenaza de una sanción
para la conducta hipotética, de una persona aún indeterminada.

Los tipos penales, que son el resultado final de la tarea legislativa en esta materia, no tienen graduación referida a la
culpabilidad.

La pena se impondrá al sujeto que resulte al fin culpable, pero esa culpabilidad no integra de ninguna manera el
criterio de determinación, sino que es un presupuesto o condición necesaria para la aplicación de la sanción.

Se es culpable en el sentido de “capaz de imputabilidad penal” o capaz para responder.

La culpabilidad en el ámbito judicial

La medida elegida para la pena que se debe imponer, se asienta en criterios tanto objetivos como subjetivos.

Un criterio subjetivo es la culpabilidad.

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Para que la culpabilidad sea un indicador de la medida de la pena, es necesario que aquella pueda ser graduada y que
tal graduación esté de alguna manera aceptada por el sistema jurídico. En tal caso, se implicará la diferente
culpabilidad desde el examen de la “intensidad” con que se ha violado el precepto de no delinquir.

En nuestro sistema, no cabe analizar la culpabilidad como guía para determinar la pena, porque no tenemos grados de
culpabilidad al no haber grados de culpa.

Entre nosotros, la discusión sobre la culpabilidad se reduce a que, de acuerdo al sistema del art. 34 C.P., ella es solo un
criterio definitorio de la responsabilidad penal; nuestro sistema jurídico elude graduar la culpa, de tal modo que se es o
no culpable y se es o no sujeto de responsabilidad.

Este criterio en nuestro Código, más bien fundamenta la capacidad para ser penado, y no una base para graduar su
pena.

prevención general,

La prevención general justifica la potestad estatal de punir, y dicha justificación es ajena a la pena misma. Es un
argumento exterior a ella. De este modo se concreta y explica la necesidad del cuerpo social de que cualquier
individuo se abstenga de delinquir al saberse amenazado. Se trata de una coerción que se ejercita a partir de la
legislación.

Nuestro Código Penal no admite que el juzgador pueda servirse de este criterio, el que está reservado solo al
legislador.

Una sentencia que fundamente al menos parte de su resolución en motivos de prevención general, sería en sí misma
ilegal, porque estaría interpretando y respondiendo a la opinión pública.

prevención especial,

Este criterio específico está relacionado al sujeto juzgado en particular.

A la pregunta: ¿Qué queremos significar con prevención especial, en la etapa de individualización de la pena?,
respondemos que la cuestión tiene relación con el concepto de prevención en la justificación de la pena, en cuanto a la
similitud de su contenido. Nos referimos al impacto que la sanción tiene en el ánimo del condenado (en la ley está la
coerción, mientras que en la pena aplicada se manifiesta la coacción).

El sistema tiende a un fin utilitario en la fase judicial con influencia en la ejecución, intentando que el sujeto
condenado encuentre en la sanción una fuerte motivación para no volver a delinquir, comprender y aceptar la
regulación penal.

La ley 24.660 ha plasmado en el art. 1° el criterio de prevención especial al decir: “La ejecución de la pena privativa
de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad lograr que el condenado adquiera la capacidad de
comprender y respetar la ley (…)”.

integración de los criterios,

La reunión o combinación de los criterios de prevención general y especial, en la etapa de individualización de la pena
es una cuestión propuesta por algunos autores extranjeros, pero ello depende del respectivo ordenamiento.

El juez tiene la misión de aplicar la pena, y en ella estará la prevención especial.

La idea respecto a que el juez administre la prevención general, es ajena a nuestro sistema.

Es decir, que integrar los criterios en la actividad judicial implica que la sentencia tenga una parte de la sanción
merecida por el hecho cometido, con más un accesorio conminativo general agravando la sanción.

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Ello es inaceptable aun con base legal, pues tal práctica convertiría al condenado por su propio delito, en portador de
un estigma justificado por las potenciales responsabilidades ajenas.

merecimiento y necesidad de pena.

Estas expresiones, nuevas en el estudio local de la dogmática penal, fueron acuñadas por los alemanes, y tanto entre
ellos como en el pensamiento europeo en general, merecimiento y necesidad son referencias que siempre marchan
juntas. Alguna parte del pensamiento las considera categorías, otros les asignan el carácter de principios materiales, lo
que consideramos más correcto.

Al respecto se ha dicho: “Según una opinión muy extendida, el merecimiento de pena expresa un juicio global de
desvalor sobre el hecho, en la forma de una desaprobación especialmente intensa por concurrir un injusto culpable
especialmente grave que debe acarrear un castigo, mientras que la necesidad de pena presupone el merecimiento de
pena y significa que un hecho en sí merecedor de pena además necesita ser penado, ya que en el caso concreto no
existe ningún otro medio disponible que sea eficaz y menos aflictivo”.

En cuanto al contenido de estos principios materiales, ambos están estrechamente vinculados, de tal forma que no
imaginamos el uno sin el otro.

Otra cuestión es dónde se ubican tales requerimientos: dentro o fuera de la estructura del delito.

Una posición respetable, aunque discutible, es la que sostiene que merecimiento y necesidad de pena forman parte de
la estructura del delito. Otra postura que consideramos más adecuada al sistema, es la que ubica la cuestión como
verdaderos principios generales que deben influir en la sistemática del delito.

4. Las distintas etapas o fases de individualización de la pena. Concepto y detalle.

La determinación de la pena tiene tres aspectos bien delimitados tanto en lo conceptual como en el plano práctico. Es
así que el legislador dispuso sanciones para los hechos que ha considerado infracciones penales; pero esa es una tarea
que aún está incompleta: es el juzgador quien deberá decidir y concretar cuáles son las consecuencias del delito en su
sentencia condenatoria.

Con la condena no concluye la aplicación de la ley; esta secuencia se agotará recién con su cumplimiento, ya sea: a) el
pago de la multa, b) el ingreso efectivo al recinto carcelario o c) en los casos en que proceda, la condenación
condicional.

a. Individualización legal:

Es en el momento de la creación de la ley, cuando el legislador, al mismo tiempo que define las conductas reprochadas
plasmándolas en tipos, deja establecidas las sanciones.

En esta fase se pone de manifiesto la desaprobación de ciertas conductas y dos finalidades preventivas:

- de prevención general mediante la amenaza explícita en la sanción.


- accesoriamente se contempla la prevención especial, al disponer una exención de pena.

a) Sistema del Código Penal.

Respecto a las clases de pena establecidas en el sistema del Código son según el art. 5°: reclusión, prisión, multa e
inhabilitación. Estas se conminan particularmente estableciendo topes legales en mínimo y en máximo.

Se puede hacer una clasificación en base a las variantes existentes, y de acuerdo al mayor o menor grado de libertad o
arbitrio que tiene el juez, agrupándolos en tipos en los que se prevé una sola especie de pena, los que tienen previstas
penas alternativas, y aquellos en que se amenaza con penas conjuntas.

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Tipos básicos y especiales (agravados y atenuados).

Veremos que dentro de este sistema no hay únicamente tipos simples, sino que están dispuestos de forma tal que
existen relaciones de género a especie, en donde el género está representado por aquellos tipos llamados básicos.

Los tipos básicos son los más comunes o normales, que a su vez “generan” una clase o familia de delitos. Ello, porque
el legislador determinó que a la conducta del tipo básico, se le adicionan de hecho en la realidad, circunstancias que no
necesariamente son en sí mismas un ilícito, pero que agravan o atenúan la pena del delito básico.

Estas relaciones existentes tienen la particularidad, que respecto al delito base, habrá una pena más grave o atenuada
según el caso.

Los tipos especiales responden a otro criterio, porque frente al delito común que se caracteriza porque puede ser
ejecutado por cualquiera, el delito especial requiere que en ciertas conductas delictivas comunes, la pena será más
grave cuando el autor reviste ciertas condiciones o calidades especiales. Entonces depende de la calidad del autor.

Las agravantes genéricas (arts. 41 y 227, CP).

Entendemos por agravante genérica, a la estipulación inserta en las disposiciones generales de un código, mediante la
cual se enuncian circunstancias ajenas al delito mismo, que en caso de existir, harán más graves las penas o los delitos.

Puede haber agravantes de la pena o agravantes del delito. La diferencia es la siguiente:

Agravante genérica de la pena es la circunstancia que incidirá desfavorablemente en la pena conminada en el


tipo.
Agravante genérica del delito es la circunstancia que tiene la virtualidad de afectar desfavorablemente el
delito cometido, incidiendo no en la escala penal, sino en la adición de otra sanción.

El Código en su texto originario no admitió el agravamiento genérico de la pena. Siempre tuvo previsto sin embargo,
algunas situaciones específicas como la reincidencia.

Reformas posteriores introdujeron los arts. 227 ter, y el art. 41 bis que son agravantes genéricas de la pena.

Como agravantes genéricas del delito, encontramos las disposiciones de los arts. 20 bis y 22 bis ya estudiados como
penas facultativas.

El art. 227 ter del Código Penal

Este artículo adolece de una equivocada ubicación por parte de legislador. Ello porque al ser una disposición general,
debería estar en el Libro I.

En él se expresa que el máximo de la pena para cualquier delito será aumentado en un medio, si su acción
contribuyere a poner en peligro la vigencia de la Constitución Nacional. Pero no será aplicable si la circunstancia
mencionada ya es un elemento constitutivo o calificante del delito.

Es de hecho una agravante genérica de la pena, por la que su máximo será incrementado en un medio.

El art. 41 bis del Código Penal

Su texto dispone que si alguno de los delitos previstos en el Código se cometiera con violencia o intimidación contra
las personas mediante el empleo de arma de fuego, la escala penal para el delito, se elevará en un tercio en su mínimo
y en su máximo, sin exceder el máximo legal de la especie de pena correspondiente. Solo se aplicará esta disposición
si la circunstancia atinente al arma de fuego no está contemplada en el delito de que se trate, como elemento de él o
como calificante.

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Se trata de una verdadera agravante genérica de la pena.

b) La reincidencia.

Incidir es, caer en un error o falta. Una primera aproximación del término reincidir, nos indica que se ha caído
nuevamente en el error o falta.

Concepto.

La reincidencia en el derecho penal es la reiteración o repetición de conductas delictivas. Será reincidente aquel que
habiendo sido juzgado por un delito, vuelve a delinquir. Es una condición del sujeto, que no se cancela, revoca o
prescribe.

Distinto y más restringido es el concepto ajustado a nuestro Código Penal, a partir del cual podemos decir que hay
reincidencia, cuando el sujeto que ha cumplido total o parcialmente condena a pena privativa de libertad impuesta por
tribunal del país, es condenado nuevamente con esa misma especie de pena, siempre que desde su cumplimiento no
hubiera transcurrido el plazo legal que la excluye.

Esta definición es una implicancia del art. 50 C.P.

Efectos.

La reincidencia es un estado en que cae el sujeto, estado que causa los efectos descriptos en los arts. 14, 27 y 41.

Produce efectos que influyen en la situación del condenado, aparejándole condiciones siempre desventajosas tales
como la aplicación de pena de cumplimiento efectivo en casos en que procedería condenación condicional, la
exclusión de los beneficios de la libertad condicional, la posibilidad de ser merecedor de una pena más alta al
momento de la individualización, o la imposición de reclusión por tiempo indeterminado cuando la reincidencia fuere
múltiple.

Objeciones sobre su constitucionalidad.

La objeción a la constitucionalidad, ha sido centrada en mayor medida respecto al art. 14 C.P., al considerar que es
una violación del principio non bis in ídem, al agravar un hecho por un delito anterior en que recayó condena firme;
pero ello ha sido bien resuelto en el sentido de que no se trata de un agravamiento del último hecho.

Se trata en realidad de la no concesión de un beneficio por no cumplirse los requisitos legales para su otorgamiento, o
la evaluación de un criterio preventivo especial.

Las más fundadas opiniones respecto de la inconstitucionalidad de los efectos de la reincidencia, hacían referencia al
sistema del Código anterior a la ley 23.057, que disponía agravaciones de la escala penal para los reincidentes por las
condenas anteriores sufridas.

Régimen.

El art. 41 fija pautas entre las que, a los fines de individualizar la pena, el juez debe tener en cuenta “las reincidencias”
en que hubiera caído el sujeto.

Los arts. 50 y 52 del Código constituyen el eje del sistema legal de la reincidencia: el primero al definirla imponiendo
sus límites; el segundo, estableciendo una medida accesoria.

El art. 50 está estructurado en cuatro párrafos perfectamente definidos en su contenido:

1. El primer párrafo:

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“Habrá reincidencia siempre que quien hubiera cumplido pena privativa de libertad impuesta por un tribunal
del país cometiere un nuevo delito punible también con esa clase de pena”.
2. El segundo párrafo, establece limitaciones para el caso de “condena sufrida” en el extranjero:
“La condena sufrida en el extranjero se tendrá en cuenta para la reincidencia si ha sido pronunciada por razón
de un delito que pueda, según la ley argentina, dar lugar a extradición”.
3. El párrafo tercero determina las exclusiones.
“No dará lugar a reincidencia la pena cumplida por delitos políticos, los previstos exclusivamente en el
Código de Justicia Militar, los amnistiados o los cometidos por menores de dieciocho años de edad”.
4. El último párrafo:
“La pena sufrida no se tendrá en cuenta a los efectos de la reincidencia cuando desde su cumplimiento hubiera
transcurrido un término igual a aquel por la que fuera impuesta, que nunca excederá de diez ni será inferior a
cinco años”.
Pérdida de operatividad del antecedente.

¿Cómo sabe el juzgador, que el que está juzgando ha reincidido?

Para ello, cada vez que se “forme causa” contra una persona, el órgano judicial interviniente informa al registro oficial
en el que queda consignado el “antecedente”, así como también se informa respecto a las sentencias firmes. Todo ello
integrará el antecedente. En el proceso se pide al Registro la remisión de esos antecedentes.

Cuando se forma causa, el órgano judicial requiere al Registro la información de los antecedentes respectivos, de tal
manera que el juez sabe de la existencia o inexistencia de anteriores condenas y su cumplimiento.

Los antecedentes son operativos ipso facto. Se trata de una cuestión de hecho para la cual basta la información del
registro que hace plena fe.

Caducidad de los registros penales.

Los registros penales pierden efectividad por caducidad. El legislador así lo dispuso en el art. 51 C.P., al entender que
pasado cierto tiempo decrece o desaparece el interés social por las penas sufridas ante un nuevo delito que deba
juzgarse.

El art. 51 estableció para el registro de sentencias condenatorias, un plazo de caducidad para todos sus efectos según el
tipo de condena y pena recaídas:

- Plazo de diez años desde la extinción de pena privativa de libertad, y desde la sentencia a condena
condicional.
- Plazo de cinco años desde la extinción, para las penas de multa o inhabilitación.

Lo que caduca, no es el antecedente mismo, sino su “eficacia”, por lo que, transcurrido el plazo legal, el registro de las
sentencias condenatorias es intrascendente ante una nueva sentencia.

Los plazos comienzan a correr desde la hora 24 del día en que:

- Se dictó la condena condicional


- Se extinguió por cumplimiento, la pena privativa de libertad.

Multireincidencia.

El Código Penal en los arts. 52 y 53 integra lo dispuesto sobre la reincidencia, para aquellos que, su nueva caída en el
delito, esté precedida por más de tres penas privativas de libertad de acuerdo a las condiciones fijadas.

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En tales casos, la ley dispone que el juez aplicará una medida accesoria consistente en reclusión por tiempo
indeterminado, como un complemento circunstancial de la última condena, pero con la facultad de dejarla en suspenso
por única vez.

El art. 52 establece que en la última condena se aplicará la accesoria siempre y cuando mediaren cuatro penas, siendo
cualquiera de ellas mayor de tres años; o cinco de hasta tres años.

Los jueces están facultados excepcionalmente por única vez, a no aplicar la medida. Por tratarse de una excepción a la
regla del art. 52, se deberá fundar expresamente dicha decisión en la forma prevista por el art. 26 C.P.

b. Individualización judicial.
a) Pautas aplicables a las penas divisibles.

El art. 40 C.P. dispone que, en la fijación de las penas divisibles por razón de tiempo o de cantidad, el tribunal deberá
contemplar ciertas pautas teniendo en cuenta su incidencia para agravar o atenuar. La disposición no solamente tiene
por objeto fijar cantidades o tiempo, sino que se ha de tener presente a los fines de elegir la especie cuando el Código
la conmina en forma alternativa.

Los artículos 40 y 41 del Código Penal.

Los arts. 40 y 41, conforman una regla técnica que los jueces están obligados a observar como fundamento lógico y
legal para la cuantificación de la pena.

En los casos de las penas temporales de reclusión, prisión e inhabilitación, en el art. 41 se exponen los criterios a tener
en cuenta para la fijación del tiempo a cumplir por el condenado.

De acuerdo con el art. 40, la enumeración del art. 41 es un indicador no exhaustivo de “circunstancias atenuantes o
agravantes” que informan al juzgador acerca de las eventuales particularidades o contingencias de la conducta y
personalidad en cada caso individual, pudiendo ser objetivas o subjetivas.

El inc. 1 hace referencia a las circunstancias del delito y no del delincuente. Esos datos se relacionan con:

- la modalidad en que se llevó a cabo la acción de consumación o tentativa,


- los medios instrumentados para su concreción, y
- la extensión del daño y peligro causados, respecto a la víctima en su persona o patrimonio, miembros cercanos
a ella, etcétera.

El inc. 2 presenta una enumeración meramente enunciativa, ya que al señalar que se deben tener en cuenta los demás
antecedentes y condiciones personales, así como los vínculos personales, la calidad de las personas y las
circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión (…)”, deja al juzgador un margen a los fines de evaluar toda
circunstancia jurídicamente relevante que pueda surgir en la causa.

La disposición se completa con una “regla dentro de la regla”: la obligación del juez de tomar conocimiento directo y
de visu al sujeto y la víctima; y en caso de ser necesario, tomar igual conocimiento de las circunstancias del hecho.

Función de la peligrosidad.

El término “peligrosidad” ha tenido distintas interpretaciones. Interesa especialmente determinar su significado en el


contexto del art. 41 C.P., respecto al cual, en general se asigna a la expresión el sentido de que la mayor o menor
peligrosidad alude a la “mayor o menor capacidad delictiva”.

La mayor o menor capacidad delictiva ha de entenderse en el art. 41 como la probabilidad de cometer nuevos delitos.

La función del juicio de peligrosidad, consiste en individualizar cuál será la menor pena dentro de la escala legal, con
suficiente aptitud preventivo-especial para constreñir al delincuente a no regresar al delito.
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b) La condena de ejecución condicional.
Concepto y finalidad.

Es condenación condicional la condena dictada a pena privativa de libertad de corta duración, suspendiendo en el
mismo pronunciamiento su efectiva ejecución, con un plazo en que el condenado deberá observar ciertas conductas y
abstenciones.

La finalidad perseguida por el instituto es la redención del delincuente no habitual, otorgándole el beneficio como
estímulo para su esfuerzo de reinserción a la vida normal, bajo la condición determinante de que no cometa otro delito
durante el tiempo de prueba.

Pero, la ley no ha previsto únicamente un beneficio estimulante de la voluntad del delincuente, sino que lo acompaña
con el apercibimiento de ejecutar la pena impuesta en su totalidad, si en el lapso acordado, la conducta posterior
demuestra que no hubo arrepentimiento por el delito cometido.

Fundamento,

En la exposición de motivos de la ley 11.179, se dijo que una vez superados los antiguos criterios de venganza y de
pura retribución, nada tan firme se ha conseguido como la condena condicional, ya que con ella se descongestionan las
cárceles y se evitan encierros inútiles.

Las razones de política criminal para dejar en suspenso las penas de corta duración son evidentemente de orden
práctico: con el cumplimiento de esas penas no se alcanzaría a cumplir el objeto educativo y social en la persona del
condenado, a la vez que existe la posibilidad de que adquiera peores hábitos en el ámbito carcelario.

También es atendible, frente a la pequeña magnitud de la deuda con la sociedad, evitar la consecuencia deshonrosa y
vergonzante que el encierro trae aparejado para el reo y su familia.

Con la suspensión de la ejecución de la pena, es posible para el sujeto conservar y dedicarse a su trabajo, proveyendo
al sustento de su familia.

Las razones apuntadas, son a su vez suficientes para la exclusión de las penas de multa e inhabilitación.

requisitos,

El tribunal está facultado, es decir que valorará el caso concreto y sus circunstancias, luego de lo cual y de acuerdo a
expresos fundamentos, puede conceder el beneficio u ordenar que la pena sea de cumplimiento efectivo.

Para que el juez disponga suspender el cumplimiento de la pena impuesta, la ley exige como requisito, que se trate de
una primera condena a la especie de prisión no mayor de tres años.

condiciones,

Para la procedencia de la suspensión de la ejecución penal, el juez deberá fundar bajo pena de nulidad su decisión. Los
fundamentos consisten en la valoración que haga el juzgador en la misma sentencia, de circunstancias subjetivas y
objetivas, “que demuestren la inconveniencia de aplicar efectivamente la privación de libertad”.

Las circunstancias que deberá valorar el juez, son las relacionadas en el art. 26 con carácter meramente enunciativo.
Son relativas al sujeto: su personalidad moral, actitud posterior al delito, motivos que lo impulsaron a delinquir; y,
respecto al hecho, la naturaleza de este.

revocación.

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La suspensión de la ejecución de la pena será revocada si el condenado no cumple con las condiciones impuestas.
Tanto puede ser la comisión de un nuevo delito dentro del término de cuatro años, como el incumplimiento persistente
o reiterado de las reglas de conducta que el reo debe observar cabalmente durante el tiempo ordenado.

Situación legal del condenado condicionalmente.

Durante el plazo de prueba, el condenado se encuentra en una situación especial. La dispensa de ejecutar la pena es
solo un derecho y adquirido pero subordinado a que no acaezca cualquiera de los hechos condicionantes que impone
la ley.

Tales hechos condicionantes son dos: a) que no cometa nuevo delito, y b) que cumpla adecuadamente la o las reglas
de conducta ordenadas, que el tribunal deberá controlar.

Algunas reglas son de abstención. Otras son de actividad.

Reiteración del beneficio.

La suspensión de la pena puede ser concedida por una segunda vez. La segunda condenación condicional será
procedente, de acuerdo con los requisitos del art. 26 C.P. para la primera condena.

c. Individualización ejecutiva.

En esta etapa de individualización ejecutiva o penitenciaria, se ejecuta efectivamente la pena en la modalidad prevista
por la sentencia. Su trámite es administrativo y judicial, previsto en la ley 24.660 y sus decretos reglamentarios.

Etapas.

La ley que regula el régimen penitenciario, prevé distintas etapas de la ejecución, atendiendo a un régimen de
progresividad cualquiera fuere la pena impuesta. Dicho régimen pretende un progreso o avance hacia mejores
condiciones del penado.

Las etapas o períodos, comienzan con la observación, para seguir con tratamiento, prueba y libertad condicional; con
distintas modalidades en cada uno de ellos.

Rol de los jueces de ejecución penal. –

La ejecución de la pena privativa de libertad estará sometida al permanente control del juez de ejecución, cuya
principal función es garantizar al interno el cumplimiento de normas constitucionales, tratados internacionales con
jerarquía constitucional y los derechos no afectados por la condena o por la ley.

Además de las funciones de control, el juez de ejecución es competente para resolver las cuestiones suscitadas cuando
se considere vulnerado cualquier derecho del interno, así como para autorizar todo egreso del ámbito de la
administración penitenciaria.

El director del establecimiento pondrá fundadamente a resolución del juez de ejecución, cuestiones tales como salidas
transitorias, régimen de semilibertad, prisión discontinua, domiciliaria y sus modalidades, así como sus revocatorias,
etcétera.

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UNIDAD XIV:

Las medidas de seguridad:

1. La peligrosidad en el Derecho penal:

Al realizar la individualización judicial, se produce una valoración respecto del autor del delito, no solo sobre las
circunstancias objetivas del hecho, las modalidades de comisión y su resultado; sino que para determinar la pena en el
caso concreto, se tendrá en cuenta una serie de elementos de cuyo análisis surge la mayor o menor peligrosidad del
sujeto con una proyección hacia el futuro. Más que un diagnóstico constituye un pronóstico.

La peligrosidad es básicamente una situación o status de la persona que ha de ser formulado judicialmente.

Constituye un juicio sobre lo que se puede esperar del sujeto, en la medida que supone la afirmación de una
probabilidad de delinquir. A ese pronóstico se le enlazan determinadas medidas de seguridad.

Hablamos de la peligrosidad post delictual.

a) Concepto,

Las definiciones sobre la peligrosidad ponen de relieve la probabilidad del delito.

“Para Debuyst, es un fenómeno psicosocial caracterizado por los índices reveladores de gran probabilidad de que un
individuo cometa una infracción contra las personas y los bienes”.

“Pinatel expresa que el criminal es un hombre como los otros que se diferencia simplemente de los demás por una
aptitud particular para pasar al acto, cuya aptitud no constituiría otra cosa que la peligrosidad”.

Según ANTOLISEI, constituye un estado de la persona, que puede ser más o menos duradero, aunque pueda resultar
transitorio.

La escuela de la Nueva Defensa Social sostiene que la peligrosidad puede ser social o predelictual y no vista solo
como posibilidad de reincidencia.

BONNET establece que para determinar la peligrosidad de un sujeto debe recurrirse a índices: a) médico-psicológicos;
b) sociales, y c) legales.

evolución,

Los autores clásicos tenían una idea de peligro y peligrosidad relacionadas con el delito, en nada semejante a la idea
del estado peligroso del delincuente que nos provee la escuela positiva.

La escuela llamada clásica, no comprendía en su estudio a los inimputables, aunque poseía algunas disposiciones
sobre ellos.

FERRI distingue la peligrosidad criminal del delincuente de la peligrosidad social. La primera consiste en el peligro
de reincidencia dando lugar a la defensa social represiva, la segunda, en el peligro de delito originando la defensa
preventiva.

La idea de peligrosidad como fundamento de la responsabilidad nace en la Escuela Positiva, especialmente con la tesis
de GARÓFALO de la temibilidad del delincuente.

Para GRISPIGNI es “la muy relevante probabilidad de convertirse en autor de delito” cobrando el ilícito un valor
sintomático.

1
Las ideas peligrosistas cobraron vigencia con el derecho penal subjetivo de GRAMÁTICA y la Nueva Defensa Social,
encabezada por MARC ANCEL quien considera al delito como un hecho humano. No el delincuente abstracto de los
clásicos ni el tipo criminal de LOMBROSO, sino un individuo particular cuyos actos no pueden ser explicados sin
comprender su personalidad.

crítica.

El autor que elaboró una crítica al estado peligroso sin delito, de forma adecuada y completa fue SOLER.

El autor debe ser penado por el delito y no por su condición. El peligrómetro, “constituye un intento de transgredir en
nombre de la ciencia el tipo a la justicia tan claramente fijado por el art. 19 de la Constitución. Lo que la Constitución
prohíbe a los magistrados no ha de ser concedido a los médicos”.

La doctrina italiana representada por MANTOVANI y BETTIOL, realizan serias objeciones a la idea de peligrosidad.
Este autor no ve diferencias entre la antigua y la nueva defensa social.

Dentro de la peligrosidad social o predelictual se ha comprendido la vagancia, la mendicidad, la prostitución, el


alcoholismo y la drogadicción, situaciones que llevaron a leyes como las españolas de 1933 y 1970 a someter a
medidas de seguridad a mendigos y vagos habituales. Estas leyes eran de dudosa constitucionalidad ya que los
fundamentos de las medidas de seguridad eran imprecisos para respetar el principio de legalidad respecto a la
predeterminación del hecho punible.

En la actualidad se piensa que tanto las penas como las medidas de seguridad tienden a la identificación de ambas ya
que en ellas funciona la prevención especial y deben partir de la necesaria existencia del hecho delictivo.

b) La peligrosidad en el Código Penal argentino; funciones que cumple.

El estado peligroso sin delito tuvo en nuestro país, algunos intentos de legislación, sea en proyectos de reforma total
del Código Penal o parcial en leyes especiales.

Nuestro Código Penal recoge en forma limitada el criterio de peligrosidad. Lo vemos expresamente en la
individualización judicial de la pena (art. 41) para su mensuración en el caso concreto; como fundamento de la medida
de seguridad curativa (art. 34, inc. 1) si existe el peligro de que el sujeto se dañe a sí mismo o a los demás y cuando se
dispone la internación en establecimientos especiales para quienes cometen el hecho en estado de ebriedad u otra
intoxicación, no debiendo cesar la medida hasta que desaparezcan las condiciones que hicieren al sujeto peligroso.
Aparece como fundamento de la pena en el castigo del delito imposible (art. 44 in fine).

Esto no significa que solo se aplicará la medida de seguridad a los inimputables, ya que el Código Penal la prevé para
imputables.

2. Las medidas de seguridad: concepto,

Son los medios de que dispone el derecho penal moderno, distinto de las penas y que cumplen una función de
prevención especial.

Es otra forma de reacción penal dirigida a aquellos sujetos inimputables o en los cuales la pena no ha cumplido el
efecto esperado.

Solo partiendo de la peligrosidad y de la defensa social, es posible la aplicación de ciertas sanciones a los inimputables
y a ciertos imputables peligrosos.

No están sometidas al principio de culpabilidad como las penas pero sí al principio de proporcionalidad, cuya
aplicación es un “apotegma del Estado de derecho”, ya que también afectan derechos fundamentales del individuo.

Si bien están despojadas de todo sentido punitivo, producen “una considerable restricción de libertad”.
2
fundamentos, finalidades y críticas.

Así como la pena se fundamenta en la culpabilidad del sujeto y la medida de seguridad en su peligrosidad, en una tesis
dualista han aparecido propuestas de unificación por considerar que era la medida de seguridad y no la pena la
consecuencia “útil” del delito.

En nuestro derecho no cabe duda de que el criterio dualista está muy bien delineado: las medidas de seguridad se
aplican por la peligrosidad a sujetos que jurídicamente están incapacitados para ser receptores de la pena,
precisamente porque faltan en ellos los requisitos de la culpabilidad. Y en las medidas de seguridad para los
imputables, su fundamento y medida radica en su peligrosidad que se adiciona a su culpabilidad.

Si bien las medidas de seguridad no constituyen un mal impuesto por violar la ley, restringen o privan de derecho
básicos de las personas, y en ciertas circunstancias son lo suficientemente graves como para asemejarse, en la práctica,
a los efectos de las penas.

Si a la pena se le asigna solo la función de retribución, lógicamente las medidas de seguridad no la tienen, pero es real
que ambas poseen las funciones de protección de la sociedad y de prevención especial, siendo el fin específico de la
medida la prevención especial.

Las penas y las medidas no se diferencian en el fin sino en la limitación. Las penas deben estar ligadas a la
culpabilidad y respetando el principio de reserva penal serán determinadas, pero las medidas de seguridad que se
vinculan con la afección que le dan origen, son indeterminadas.

Todas las medidas de seguridad tienden a la prevención especial pero en particular cada medida posee su función.

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