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© Biblioteca Nacional de España
BIBLIOTECA CL.ÁSICA
TOMO VIII

RECUERDOS
DE

. UN ANCIANO
POR EL EXCMO. SEXOR

D. ANTONIO ALCALÁ GALIANO

MADRID
!. U [ S NA V AR RO, EDITOR
C,\U,E DE LA COLEGIATA, (j

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AL LECTOR.

Al dal' á luz, coleccion:idos y en forma de libro, los ar·


ticulo~ que con el titulo de RecueiYlos de ·un anciano, h~cc
-años y eu vida de su autm• se publicaron en la acreditada
revista titulada La América, que á la sazon dirigia con
·sumo ~cierto el Sr. D. Eduardo Asquerino, cedo al deseo
:manifestado repetidamente por muchas personas de valía
de recorrer de nuevo las interesantes páginas que contie·
,nen, y que, aparte de su mérito literario, encierran una
suma de nolicías ·.an curiosas como ignoradas, y de cuya
vei·acidad son garantía suficiente la prodigiosa me.maria
del esct·ilor y la entera buena fe, q~e si resplandeció en
-su carácter cuando vivo, segnn es notorio, hoy se re!leja
fielmente en sus escrito~.
El haber publicado el periódico Las 1Yo·vedadcs el Ü de
Junio de 18G2, lomada del Diario, Ja sesión de las Córtes
en Sevilla de igual focha de 1823 en que se adoptó la re-
soludon de suspender al Rey para verificar Ja traslacion
-del Gobierno a Cádiz, movió al autor, tanto de aquella cé-
1ebre mcdilia corno de la prese11te obra, á escribir el pri~

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(i ANTO:X!O ALC,\LÁ GAT. IA"\0,

mer artículo de sus rccuet'dos en La Améi-ica, dcc1aranclo


entónees en un preámliulo al relato, que hoy se sup1·ime
por aparecer este hecho en el lugar que cronológicamente
le correspondo y resultar allí innecesario y aun ocioso,
que «como es sabido, lus relaciones do oficio sólo dan una
»idea impel'fecta, ó cuando ménos no cabal, de los sucesos
,,que conmemoran, y quizás no fuese inupol'luno añadir al
>icompendioso relato ele lo que se elijo y se resolvió en
))aquella ocasion, lo que entt·etanto ocurria en el salon y
»en sus inmediaciones.»
Este fué el propúsito que realizó al narrar aquel episo-
dio interosanlísimo de nueslrn historia moderna, y sin
duda, animado JlO!' el éxito que obtuvo y puesto en vena
de hablar de Jos pl'incipalcs sucesos de aquel primer tercio
del siglo actual en quo le tocó sc1· espectadot• interesado
y áun autor principal rn:ís de una voz, empezaron á bl'otar
de su pluma, sacadas del inmenso arsenal de sus recuer-
dos, las singulat•es escenas que ~lescribe en es~a venida {l
se1· hoy obra, de cuyo precio y tasa me vedan :oc11parme
el amor que profcsú al pad¡•e qucritlisi'mo, el respeto que
á su gloriosa memoria dedico en todas las ho1·as de mi
vida, y que áun asi y ludo, npénas creo que me hace digno
de llamarme su hijo y de llevar. si ot·gulloso á la par con
temor de no merncerle, el nombre ilustre que, cualquier
que sea el juicio de Jos críticos, logró aquel varon sin-
gular consignar de un modo indeleble en la historia y li-
\eratu ra patrias.
Páginas nacidas de tan castiza pluma, hechos interesan-
ies como los relatados, bien merecen que el público fije.

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Jll'.:C:UtRtlOS lll UN ANCIANO. 7
~n ellos su atencion con preferencia; algunos para recor-
dar lo que entónces leyeron; Jos más para ·1ee1• Jo que, con-
viniendo que se sepa, á la par que instruye, deleita.
Más tarde, cuando las circunstancias lo permitan, verá
la luz la obra póstuma del autm·, que e:> como la luente y
origen de donde proceden estos episodios; sus memorias
inéditas, en que se p1·esenlará al público el personaje en
la vida política y privada, desnudo de todo atavio, tal como
fué en sus propósitos y en sus hechos, y deiTam:rndo cual
brillante antorcha la mós viva luz sobre los sucesos de los
dos primeros períodos de la rcvoluci0n española.
Al ent1·egar de nuevo esta proJuccion al juicio del pú·
blico, sírvame ele excusa pal'a confia1· en su éxito el que
ya alcanzó en otro tiempo, y que, no t1•atándose ni mucho
ménos de una obl'a de circunstancias, es ele esperar con-
siga ahora como entónces.

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RECUERDOS DE UN ANCIANO.

I.

dnrz EN LOS PRJMEROS AÑOS DEL SIGLO PRESEi\:TE:.

C~diz, clonde residia yo, poco despues de cmpez:ido et


presenle siglo, era :'.l la sazon un pueblo flo1·ecienle. L:i
guerra con ia Gran Bretaña, seguida de~íltl 1796 :í 1802, le
babia sido funesta, sin ca~isarlc con todo males á que no
pudiese y debiese poner lórmino la renovacion de la paz,
3 la cual lrnllria de acompail31· nlll'irse las comunicaciones-
con nucst1·as extensas y en cierto modo ricas provincias
de América, fuente principal por entónces de ta riqueza de
Espafia, 'i seih!atlamen te de la del puerto y plaza de co-
mercio que, si no monopolizaba, co!lse1·vaba para sí en
su mayor parte los provechos del tráfico con aquellas
aparladas regiones. La paz de Amiens, ajustada al entrar
1802, dejó sentir su benéfico influjo en Cadii de un modo
prodigioso. Empezarnn á venir en abundancia buques de
.,.arios puntos de América, lodos con buenos caq¡;amenlos
<le p~oduc~iones preciosas y de gran valor en el comercio,

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1(1 ANWl~lU ALCALÁ GALfA!'iÓ.

y, sobre todo, ele plata. De cst.a últinrn recibia gran por-


cion el goliicrno, no escasa los pai·ticulal'es, una p::irle crn-
cida el vecin clado g:idilano. 1\ot:Hi:isc gran movimiento;
poblada do buques la bahía; t1·ansil::imlo pol' las C<1lles nu-
merosos Cal'ros cargados de efectos, li pi·ocedentes del
pt1'Wto, ó llevando á los mllellcs los venidos del interior, y
cruzando por cnti·c la concurrencia de paseantes, alli muy
nun:crosa, robustos gallegos en cuyo cuello, dobl:1t:lo poi"
el peso, como que relncia, al lravcs de la g1·osc1'a lela de
las tale¡;·as, el metal tlc los pesos ti uros. én ta nlo se levan-
taban casas nuevas, no recomendables pcr su belleza a1··
quitcctónica, pero sí por su solidez y ¡ii·i 11101·, tod:is de si-
llares, cuya picdr~ fea y de color oscuro cnhria una capa
de blanquísima c<1l que daba al total de la ciudad el ca1·ác-
tcr de blancura que la distinguia, miénlr[1s las rejas, cn-
tónccs en lo general de Es paila de,jadas en su neg!'llr:i pl'i-
rnitiv~, aparccian cnidaclosamc11 lc pinlad:1s, las m~is de
ellas ele colol' YC!'de, y las vidrieras, en vez rlc compues-
tas de vidrios feos y pequaiios, lo estaban de cristales ó
vidrio finísimo y lrasparcnle. Era extremado el aseo del
piso, siendo allí desconocíclo el lodo, aun en los dias en
que aquel cielo, generalmente despejado, aparccia cubierto.
de espesas nubes, que, empujadas por el vendaval, des-
cargaban tol'l'cntcs de agua, miénlras azolaba el mar las.
murallas con espantoso !n·amido, dcnihámlolas á trechos,
dejando abiertos los allí conocidos con el nomb1·e de agu-
jeros, y amenazando nlina á los edificios vecinos. Era en
cierto gt·ado el lujo grande, pero no ¡rnreciclo al de lo~
dias prnse1Hcs, en que conocernos cornoclidad y regalos
ignorados de nuestros padres. No e xisli~n sino ¡mm muy
pocos en Españ:J las alfombra~, si bien no falt~1ban entera-
mente en Madrid, en las casas más principales, y 6un de
ellas habia algunas en provincia. Suplian su falla en in-
viel'no bs esteras; pero las de Valencia, casi únicas en
Madrid, en Cildiz crnn tenidas en corla estima, usando los

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flECUJ!!l\DOS tlE UN ANCIANO,
ricos de unas hechas en Chiclana, de buena labor para ser
esteras, y cuyo pl'ccio no era bajo, aunqne no fuese nllo.
La madera de caoba, escasa en lo inte1·ior de la Península,
abundaba en Cádiz. Así los muebles de la gente ele la clase
media haciau notable ventaja á los usados pol' pc1·sonas de
Ja misma calidad y de iguales ó mayOl"es bienes de fo1•Luna
avecindadas en la corte. Um1 particularidad de la culturn
gaditana en el ramo de adorno intel'ior era el cuidado con
que se amueblaban las habitaciones interiores, cuando en
Madrid, el escaso lujo salia ceñü•seá las salas y gabinetes
de eecibo. Los comedores gaditanos ostentaban, pol' loco~
mun, mesas de caoba, allí enl<lnces sicrnpee maciza, te·
niéndose en mónos el trnb~1jo del enclrnpado. El servicio
de cristal era cudoso, y el agua set·viLla ú la mesa en bo·
t.ella blanca, en vez de echarla el cl'iat!o en los vasos
desde un jarro de loza basta, siendo la de los platos y
fuentes toda inglesa de la llamada de peLlernal, nombre
que en nuestros días casi ha pei·diclo. Asi es que, tras~
laclados á Madrid, los gaditanos hacíamos ascos, y no
sin alguna razou, á varias cosas de la capital, lo cual
hubo de durar aún hasta despues de la guel'l'::I de la Inde-
pendencia.
En el vestir era tambien esmerada la gente de Cádiz,
pero hab1a diferencia notable entre la del nno y la del otro
sexo. Poi·que el traje de los homlwes e1·a, en la cluse alta
y media, el de los extranjeros, y pnt•ticularmente el de los
ingleses, y la clase baJa, aunque usaba chaqueta, no vestia
á la andaluza, y al reves, !ns mujeres, áun CL~~mdo no fue~·
sen ele majas (lo cual era diferente del vestit• ordinario y
no estaba en uso comnn), solo snlian á la caUc,'necesilnndo
para ello mudarse de ropa, con basquifia (cuyo nomb1·e era
el de saya), mantilla y Jnbon (conocido este último con la
palabra corpiño), lodo lo cual hacía de las gaditanas cria-
turas (como diriamos abora) especiales, a las cu:;iles daba
realze el pié pequeño, calzado con zapato col'to y bajo, Y~

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AÑTOÑIO ALCAL.l GALlANO.

al andar por las llanas y bien empedradas cnllcs y plazas,


.el airoso talic y el gracioso contoneo(!).
Ernn los gaditanos finos en rns mod:.iles, no al par con la
gente cortesana, sino de una Jlnm·a cual es la de la3 perso-
n_as del alto cornel'cio en pueblos donde el trato con los
cxh'anjeros de las unciones más adel:mtad11s en civiliza-
cion y cultura es frecuente. Algo y ilun no poco tenían,
con todo, de gente de flL'ovincia. Lo notable en Cádiz era
que las clases bajas en su lo no y modos apénas se diferen-
ciaban de las altas, siendo corteses, y sobre todo cat'iño-
::as, y no manifestando en el tl'ato con sus superiores ni
humildad ni SC'berbia, como si un cspil'itu y pr3ctica de
igualdad so1;ial no dejase lugar ni á la sumision ni :i la en-
vidia, ú al odio por ella engendrado contra los Fjvot·eci-
dos poi· Ja fortuna, ú quienes tampoco consenlia el uso que
fuesen dcsdcifosos.
En c:unliio de tan ventajoso estado de cultura molcrial,
el cultivo del entendimii~nlo est~1b:i. en Cádiz deF>cuidaJo.
Verdad es que se cnseiiaban alli las lenguas 11-ancesa é
in~lesa, abundando quienes las aprendiesen hasla lle¡;ar á
lliiblul'las con la fluidez y corrcccion ncccsa1·ias para la
convet•sación y el de5pacho de los negocios mercantiles.
Dos cslablccimicntos con el título de academí ~1s, á los que
hpy diríamos colegios, se hnbiJn distinguido ali! desde
lps últimos aíios del siglo próximo pnsado. Para seiioritas
!labia una academia dil'igida por una francesa llamada rna-
-Oarna Bicnvenú, á la cual siguió oLra no infel·íor en reputa-

(l) Del nndar y meneo de los gaditanos dice lot'd llyrQa en su


pooma Do11.Tu,m, c;>nto segundo:
I canoot describe it; so much it strike,
N 01· lil,~n i t: I never ~a w the like.
Que rnal traducido, dice:
Tanto admin1: 'Jue ma! puúde pintarse.
Iü n tompn.ratle acierto; que cu r.ai vidil
Cosa uo n á que puec!R compr-ran;e.

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!tÍ:CCER DOS J>É UN .tNCTA'.)(Óo
cion, puesta :i cargo de una española llamada doña Rita N.
Aunque en estas, así como en las dos ántes cila.Jas, desti-
nadas á niños, de ellos 1'ª muchos crecidos, hahia clase de
trances, no salian las discípulas m11y aYen tajadas, porque
6 la genial pereza era impedimento :il estudio, ó las cos·
tumbrcs de la juventud, nada favor~ibles {I el, bor1·ab::m en
breve de la cabeza, como cosa no de uso, el corto y super-
ficial saber adquirido de .10 buena gan!l.
Aunque no habian poi· ent<inces llegado los llias del pe-
riodismo, palabra lodavia desconocida, aunque ya exi~tiesc
Ja de periódicos, hácia 1804 :ipareció uno en C:idiz. Pri-
vaba en aqocllos días entre los lecto1·cs andaluces Et Coi·-
,.eo de Sevilla, de que era eclilo1· D. .T. Malute, médico y H-
~cralo, y donde salian á luz versos tle Bhrnco, Lista, Rci-
noso, Arjona, Roldan y 11Iúrinol, con algunos de Gonzalcz.
Carvajal, y tarnbicn arLiculos en prosa sobrn critica, en los
cuales Bl Diario Sevillano había medido sus fuerzas con
un periúdico madrileño en que Dgul'aba Qui11t:in:i, y salido
de la contienda triunfante en alguna ocasion y siempre
airoso. ~lal podía Cúdiz, rallo de jóvenes aflcionados á las
letras y de hombres de edad madura d;1dos á su cultivo,
producir ó sostener una obra semejante. El novel 1ierió-
díco gaditano dado :í luz con el titulo de C!01-rea áe las Pa-
nzas era de lo más pol.Jt·e en mél'ito qne en ocasíon alguna
b:i salido de Tas p1•ensas. Le cscl'ibíJ, 6 hal>lundo con pro-
1piedad, le publicaba un buen señor, oficial francos emi·
'gl'ado, entrado en uíios, corlo en sulicr, y no sobrndo en
'luces, hoM:ulo caballero, cuyos títulos algo pomposos da
baron de Bruc1·e y viz,Jonde de 13t'ié cuadraban mal con su
pobrez:i. Retazos comur.men!.e mal zurcidos de vados es~
crilos componían los núrne1·os do aquel periúclíco (no me
.~•cuerdo sí semanal, pero no diario), siendo la mayor parte
'de lo en él publicado lrallucciones del frances, lodos ellas
'bm·to mal becbas, si bien es justo derir que en punto á
1
Plll'eza de diccion catilellao:i, cou tenel' poqu[sima, tódavia

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A=>TO:i!O ALC,\L.\ CALLL\0.

podl'ia!: competi1' con las quo hoy leemos en días de muy


sup::rior ilustr:ieion, y en compañia con buenos escl'ilos, y
-:¡-ucclar Yiclorí0sas en la competencia.
En tanto, unos pocos j1j\'Cncs ele C:ídiz tu\•imos el ah·e·
·vímienlo de IH'dcnde1' fundn1· no menos que un cuerpo·¡¡.
lerario, al cual dim os por dictado el de Academia de Be-
llas Letras, rem edando ~ la de nuenas LetrLJs que por al-
gunos afias babia existido en Sevilla, y que á la sazon,
si no había mue1·to, estaba mot'ilrnnda. Et·an nucst1·as fuer-
:rns cics1gu:1lisinrns :l tanta empresa, no habiendo en nos-
olrns pai·a llevarla ú ejecudon apérrns otra calidad que la
del buen deseo. Nuestras tarnas so reducían ::í tene1• jun-
tas lilc1·arjas seman ~iles , en las cuales se lr.ian dos diser-
ta ciones escritas por uno rlc los acaclómicos al cual tocaba
por t.L:rno, dclJiunLlo wrs;1r una sobre elementos de rclú-
rica, y t>t.1·a sobre los de puéliea, y sirviendo de texto para
comrntal'le un capítulo de la obra del allate Battcux, tra-
.ducida por A1·i·icla, aunque ta1nbicn se tenia :'I la yista las
lecciones de 11 ugo lllair puestas en castellano por ~lunar­
tiz, oln-;1 de m:ls nlo1· que la del crHieo francos, y cuya
version, siendo muL1, lo era münus. Seguíase á esto leerse
.algunas composiciones ligera~, las rnjs de ellas en verso
y de cscasisímo niérilo, bien qu~ en algunas no faltase
algo digno de\ alabanza conforme al gusto pseudo-clásico
de aquellos cli;1s. Tc:1ifan1os dos concursos anuales á pre-
mios, )' para el at.:Lo de <Jlljut.liearlos sesiones public11s de
tal cual sole illnidad, en L.1s cuales, despues de leerse las
ob1·i!lus pl·cmiad~s. cm eom~rn añadir á su lectura la de
otra composícion, si no poética, metrificada á lo ménos.
Pero i! difercncí;i Je bs academias antiguas y :iutorizadas
·ét·arnos en la nuestra los académicos competidores y no
jueces, pues halwia sidu arrogancia indigna de pcrdon la
idea de juzgai· obrns ~1jenas, y, al rcvcs, mcrccia disculpa
competii· por un p1·cnli'.l, ejercitando en ello el ingenio,
para sornoter nuest1·0 trnb~jo al fallo de Ll'ibunal compe-

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J\EGUEl\DOS DE UN Al\ClA~O.

lente. Asl es qnc de los académicos, no todos, sino una


parte pm· acto \'oluntario, despues de diSCU!'t·ir dos p!'O-
-~ramas, uno de verso 'l otro de prosa, esct·ibiarnos nucs-
t1·as composiciones, y, nombrados de antemano tres jue-
ces, que et•an escogidos de entre los hombres de más
concepto poi' su entendimienlo y ciencia así de Cádiz
como ele Sevilla, á és tos las remitíamos sin nombre de au-
tor y con un lema, aco111pañaodo un pliego cerrado con el
mismo lema en el solwescrito y la tll'ma del escrito!' aden-
tro, abriéndose s1'!lo el que declaraba cúya era la obrilla
por la mayoria ó unanimidad de los jueces ¡n·efet·icla. La
apcrlllra del pliego ern en la sesion pública para dat· al
tl'iunfo del vencedor mayor realce. Todo ello, valiendo
poco, no dejaba de ser ocupacion un tanto provechosa,
si bien, JilJcrtándonos de más gl'aves culpas, nos ltacía tal
vez incut·rü· en la de pl'esnmídos y pedantes.
La Academia, dcspucs de algun~s ridícnlas tentativas
::interiores, corncnzú formalmente cou el afio de 180?) y se
prolongó hasta cnl1•ar '1808. La protegió lrnstunte el capi-
tan general de Andalucía y gohc:rnaclot' mi!it.ar y político
de C~Lliz D. Ft•ancisco Solano, marqués del Socot'L'O, y ~u­
.tes do Ja Solana, pcrson:i de bu~nas prcndns, cuyo nombre
ha pet·petuado más que otra cosa su tr:ígica mncrlc. Poco
müs adelanle y en este mismo artículo habt·é de babi ar de
est~ digno gener:1l, u quien yo pal'licularmcnte debí con-
sidernciones excesivas para una persoM que, como yo,
contaba cnlúnccs pocos años. Pel'o si logramos tan esli-
rnablcs aprnhaciones, éramos en compensacion objeto de
bm·Ja para la mayo1· p<1rte de los gaditanos, por quienez,
eslállamos consiclcrados como ridículos copleros.
De los que compusimos ar¡u ella Academia pocos vivimos,
y casi todos han dejado de sí corta memoria. No pot•que
en olla rallasen jóvenes que algo y áun bastante pt•ome-
Lian; pe1·0 casi ninguno de los académicos habia seguido
la can•cra didia lileearla, y, dedicaclos despue.s á sus res-

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pecLivas p1•ofesiones, olvidaron los cnt1·etrnimicntos de ~m
mocedad, ó sólo volvieron á ellos rara vez el pensam1entn.
Vive, sin em!JUl'í;O, en edad muy dilatada allende lo.~ 1fr.
minos ordinarios de la vida hurnana, y vive con !:l. c~bcza
firme y el ingenio despierlo, laborioso, habiendo alcanzado
merecido renombre en las let1·as, y consc!'v~indole aún por
sus presentes trnbnjos en su ancianidad, D. José Joaqniri.
de Mora, con la singularidad de ser compañero en este pe-
riódico del nut.or del pl'esenle articulo, como lo ern en tra-
bajos académicos há ya cinrucnta y nueve años. Ocioso
sería y tle poco intei·cs para los lectores menla1· otros
nomb1·es, no por ser de pcrrnnas tle cot·to valet\ porque
declal'arlos tales sería injusticia y casi accion v1lla113, sinn
porque la Sl!Crtc no les ha dado L'Cnombrc, aunque tal vez
en compensation les h3ya dado en su lrnnqui1a y merito-
ria vida felieiclad superior á la de los que han cobrado fam~
á precio.muy subido. Debe, con todo, aquí hacerse men-
cion ucl sujeto e11 cuya casa celebraba la pohre Acadern:~
sus sesiones, sin Lenet• que pagar poi· el!o suma algun:i,
lo cual no nos lrnbria siclo fáeli: de D. José de Rojas, <les-
pues conde de Casa-Rojas, que en aquellos dias áun no
habi3 hercdaclo su til.ulo.
Si la liLcr:ltura claba poca ocupacíon á los ánimos de los
gaditanos, tampoco !es e mbebía mucho la atencion la po·
liliea; pct•o en este úllimo punto no era Cñdiz una rle las
poblaciones ele España en que nada se pensaba sob:·e los
negocios dtl Estado. Sícnclo puerto de mar y plaza de co-
mercio á la sazon de primer ó!'dcn, por fuerza h3bia de rc-
sentirne Lie la guerra, la cual estaba conl.ínnamen~e po-
niendo á la vista l3 escuadra inglesa, que á la vela y ánn á
veces anclada se descubría desde sus torres. Sí se leía la
GQ,ceta de Madrid, que dos veces por seuwna llegaba al
sexto dia de publíca(la, tambien et·an leidos, aunque por
pocas personas, los pel'íódícos extranjeros, inclusos los in-
gleses, no obstante esta1• prohibida su lectura. Como eQ

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llECCEl\DOS J\F. ll'." A;>;CL~1'>0.

toda Esr1aí'ía, aliunclahan ó componían la parle mfi~ cree.ida


Jos parciales de la Fcancia y admiradores de fü1poleon,
pero no fallaLan los mamelllcos, cuyo gremio constaba de
gentes de opiniones muy cli\c!'cntcs: de los odi ado1·cs de
la i·evolucion desde sn principio !lasta su lin, y de los que.
vei:rn en el F.mperador franccs un desLrncLor de la lihm·-
tacl, siendo muy de no lar que, andando el tiempo, los mús
considcl'ahles enlre los rnaJJteluc os f1rn1·011 ardorosos libe-
rales.
En pnnto á la política interior, daba poco que pcnsa1-,
salvo en su 1·ebcíon con kis cuestiones de la p:iz ú ele la
guei·1·a. Sólo lwbia conformidatl en odiar y clesprecía1· al
Gobierno, cominíéndosc en punto tal fJOL' muy dífcronlcs
moliYos. A C:irlos l V cl'a corn un su ponc l'le bueno, pero
déhíl y necio; á la P.eina considerada como mala muj er, y
31 Principc de la Pnz como á tm mon.slruo. Pt:1·0 :l.ladrid
cslalrn J('jos, y de mudar la forma cxiBll·u te dü gobierno
nadie tenía la menor esperanza, :i punto de no consentir
la dese~pet·acion el deseo. Lo impot'l;1nlo para los gadila-
nos era el carácter y hechos de su Gobernador, c,H·go que
desempeñaba ur. teniente general que á menudo era asi-
mismo capílan general de i\ntlalucia.
Los ancianos lwhlab<m del gobierno del conde de O'Rei-
lly, :í fJllíen t.anlas mejoras materiales halJia debido C:\diz,
y que era eilado con ex l1·cmos de alalJanzn, no obstan le
ac~iacá!'selc, con razon ó sin ella, poca limpieza, pero su-
poniendo que empleaba en conrnn provecho buena parte,
si no el total. de lo que saca ha por modios ilíci tos á los
particulares. Dcspucs de él h;1bia lrnllillo Yarios gobel'!la-
do1·es, de quienes no se hacía parliculal' rcco1·clacion: Fou-
devicla, el conde de Cumhrehermosn, lltn•t•ign1·ay, quizá
algun otl'O. Pero en 1800 fuó eoní0riclo el gobierno de C:í-
diz li un sujeto nulable por su carúcter personal, que se
granjeó ¡rnrcialcs acalo1·8dos y no menes ardientes enemi~
gos: el genernl de urlillcria D. Tomás de Morla.
TOMO J, 2

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1.8 ANTONJO ALCAL~ GALIA!IO.

Este general, de familia poco conocida de Jerez, pues


la anligua y aristoc!'ática casa de los Lopez de Morla de
aquella ciudad no le l'cconoci:.i por pariente, no obstante
tratal'le como amigo, annque sin uuda de alguna oscura
noblez~, pues habia entrado en un Real cuerpo para ser
cadete, del cual ern necesario pl'Obar que se era noble; de
clal'O y ag"L1do.eiHendimiento; de instl'Uccion en su ramo,
segun ac1·edítan sns ob1·as tenidas en estima; con preten-
siones hasta de escrilo1· poco justificadas, si bien no del
todo absurdas; ele condicíon violenta y despótica, pero
adulador en la cOl'tC, así como tii'ano en el mando, gl'D·
sera con afectacíon de serlo, bufan á veces en sns p1·ovi-
dencias (l), eecto en medio de esto y desinteeesado como
pocos, con mala reputacion de soldado, pues !a voz co-
mun le suponía falto de la calidad pl'imcra del guerrero, y
sin embal'go, a1·rostrnndo toda oposicion con va!enlf:i, era
temido, y juntamente querido del vulgo, y dividia en
opuestos pareceres respecto :í. su conduela á las gentes de
las clases sLJpe1·io1·es (2). lfobicndo llegado á Ctidíz en los
(l) Morla gusta ha muo110 de remedará Federico n de Prusia.
-0bjeto de la atencíon y admil'acion universal en los dias en que el
genei'al español comenzó su carrera. Esta imitacion se nota!Ja en
singuluriclades de sus decretos. P.or ejemplo, se qu~jó un vecino
de que una academia de baile le era molesta, y Mol'la puso por de~
ereto en el memorial del querellante.

Siga la danza,
13aile el danzante
Y tenga paciencia el suplicante.

De su caprichosa y despótica justicia citaba con admiracion el


vulgo el siguiente rasgo: Por ciol'to favor hecho ó. una persona de
condicion humilde, regaló el favorecido al Gobernndot', su favore-
cedor. me"-ia docena de ga1linas. Este, para castigar un acto de
gratitud que parncia cohecho, man.dó meter en la cárcel al que ha·
bia hechu el presente, y tenerle alll seis ó.ias, sirviénclole en cada
nno de olios una de las gallinas que le hu bia regalado.
(2) No se haria, ni áun se apuntaria cargo tan grave y feo como

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RECUERDOS DE UN ANCIANO.
"tlias de lo llamado la epidemia grande, ó sea la invasion de
la fieb1•e amal'illa. en 1800, una de las cosas en que se se-
ñaló durante su gohierno, Cul en providencias durísimas
para atajat• todo contagio, circunstancia digna de 1·ecm•da-
cion, porque trasladado el mismo general á Granada en
-~_soi, y apareciendo allí la misma cruel enfermedad, por
·o que hizo á fin ele atajarla vino á set• objeto de odio para
los gt•anadinos, lloviendo sobre él sátiras .de versos casi
todos malos. pero no sir, chiste, y respondiendo él en prosa
con algun folleto impreso en el cual presumia de médico,
así como de literato (1).

es el tl e fnlta de valor en \ 1n militnr. si no huhiese sido llecbo !i.


Merla delante del rey Cárlos IV y hablando á S. M. mismo por el
-duque de San Carlos, 11n<1re rlel general conde de la Un ion, muerto
gloriosamente en la carnpaih en lí94, miéntrns Morla se retiraba
ai no vei·gonzosamcntc. poco rnCnos.
(l) lfra ernpcno de los gi•ana.\iuos. cerno suele serlo de todo
pueblo cuando en él aparece una enfermedad pegndiza. ó h·asrni-
siblo de enfermos á sanos (¡h1rn hnir rle las sutilezas á que da lu-
gar decir contagiosú} negar qne existiu.el mal, y calificar de enfer-
medades comunes los casos <le él que ocurrian. Merla ten[o. razon
en sustentar c¡ ue hahía en fermos de l:i. fi ebre amarilla en Grnnada,
pero sustental1a SlL causa con malos medíos. De los infinitos ver-
sos con que lo~ pootaR ó coploros granadin•)S le asaeteaban, algu-
nos quedan en la memoria del anciano cuyos son estos recuerdos.
Ya uno docia:

Ln fie1)re amarilla
Que reina en Granada
Se pasea en coche,
J\ntla por las plazas.

Aparta. que viene,


Mírnle á lo. cai·a,
¡C~ué gesto ton feo!
¡Qué zancas tan larga11!
Huid, granadinos,
No os llevo á la zanja.

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20 A:-IT0:'\10 ALCAL.~ GALIANO,

Alrnque pl'ivaba mucho Morla con el PJ'fncipe ele la Paz,


no conservó por enlónces largos años el gobierno ele Cá-
diz. Le sucedió en él, siendo asimismo capilan general ele
Andalucía, el aquí mismo poco M citado D. francisco
Solano.
No se parecía á su anlccesol' ci Gobernador nuevo. Era

Ya otro glosando la anterior, decia:

Estimado nmigo:
En esta letrilla
Voy i retratarte,
l La. /ieb?·e amarilla./
No la verdadera.
De esa no ha blu nada,
Sí sólo de aquella
Que reina en Granada.
Es más horrorosa
Quc una mala noche,
Y todos los dins
Se pasea e¡i coche.

y así seguía la glosa, peor aún que lo glo~ado.


Otra composicion era una coleccion de epitafios para el cemen-
terio, al¡ru nos do ellos graciosos y todos s;:tiricos r:n u no de ellos.
alu<licndo á un médico fovorecitlo de Morla, y, por supuc~to, de los.o
que daban por cierta la existencia <le la fiebt·e amarilla, se decía:

Aqni, pecador cristiano.


Re¡1osau cuarenta y dos
Pidiendo justicia á Dios
Contra el médico Solano.

Y terminaba:

Del contagio imaginarlo


Que tanto nos da que ha1Jlar,
Ninguno en este lugar
Todavía se ha entenado.

Martinéz da la Rosa, á la sazon muy jóven, fué de los que {segun-.


cuentan) hicieron Y&rsos contra Merla.

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l\ECUEl\DOS DÉ UN At\ClA~O. 21
hombre de ~pllarda pl'esencia, de modales cortesanos,
ciado á la literalL1ra amena, aunque no escritor, aclivo :íun
más que lo nccesa1·io, y de valor exL1·emado, acrndilado
clespues en su fortaleza al morir asesinado entre tormen-
los. Habia set'\'ido, si bien pot' hrnYe tiempo, en un ejér-
cito frances y !labia tomallo de Jos guerreros de aquella
nacion el poi·te y ail'e mal'cial, si bien no los malos !labi-
tos de crnclda(] y rapiifa, en aquellos, aunque con excep•
ciones, tan comunes; propia falla de conquistadores.
1 Solano et1\ró ú gc.hcrnnr en tiempo de paz; pero á poc()
de habc1·sc lirclio cnrgo del gobierno l'ompió la guerra
con In C!'an llrelatla en '1804. IT::!bia por ar¡uollos dias ve-
nido ú C1diz el f<1moso general frances 11!01·eau ele camino
p~1ra el tleslierro á que le habia condenado el cónsul Bo-
napartc, ascendido cabDlincnlc en aquellos momentos al
t!'Ono im1icrial, r Solano, aunque tenía bnstanle de corte-
sm10, y aunr¡uc sabía la sumision do nuestro Cobierno al
frnnccs, acol'Cl~indose de que liubia conocido en una cam-
pvña en Alcm~;·,!ia al ilustre pro8cripto, enlónces glorioso
gcncrnl rcpublicnno, se csn1ct•ó 011 agasajarl e. Recien ro-
tas las liostilidadcs, Solano, con su huésped ft'ances al
lado, cuidaba lle que se arnrnecn bnlerüis, recorria las ya
lwelrns, se arnnnbn y dnba apnt·ato teattal á todos sus mo-
\'imicnlos, mién l1·as el rrn11ces, cuya apariencia era modes-
ta, y cuyo aspecto y morlos r1·ios y ha1·to difercn!.es de los
generales sus compnlricws, pal'Ccia como que mir~1ba con
sonrisa benévola, pern sarcúslica, lales alardes, coteján-
dolos con las rcíiítl;~s y sangrientas lides en que él habia
adquirido inmortal fama,
No fué sólo en hacerle ver preparativos militares en lo
.que cntreLuvo e! gcnel'al español al ft'ances d1mrnle la es-
l,ancia de P-ste en Cúdiz, la cual hubo de prolongarse algu-
nos mc~cs, no sin di8gusto de Napoleon, que rníi'aba á
~lot·cau con odio, aunque afectase dcs¡)l'ccial'le. Duraba aún
la paz enll'e España é Inglaterra, cuando llegó el famoso

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ANTONIO ALC::~LÁ GALIANÓ.

desteerado á Cádiz, rica entónces y dada al placer y aF


lujo, y su Gobernador, aficionado á fiestas, gustaba do qui\
se diesen Lailcs públicos en el teatro, cosa no usada en
lHadl'id, y que un Gobierno y una corte i•ecelosa y oscura
ha.bria mii·ado como criminal por ver en ello un peligro.
Obsequió, pues, Solano á Moi·eau con un baile, a que asis-
tió numc1·osa concm·rencia. La mujer del general frances,
riquísima americana de las Antillas francesas, no bella,
tiero agraciada, se lll'Csontú con un lindo tl'ajc blanco muy
ajustado al cu1irpo, como era uso entónccs llevarlos, y de
at•riba :í abajo rodeado como cadena en rosca~ con hilos
de brillantes ensartados, que al d~11· las vuellas del wals,
baile que empezaba á estar en moda en España, brillaban y
como que chispeaban 1·cllejando las luces del bien alum·
brado salan de baile en que eslalla convet•Lido el leatro.
Así, miéntras los lwmbres contemplaban á aquel personaje
<¡ue tan lo ruido babia hecho en el mundo, y vcian en él
una figura cu~·a trnza natla dcclaralla ni prometiu, las mu-
jeres admiraban y tal vez envidiaban la riqueza de aquella·
señora, riqueza al lado de la cual ei·a poca cosa el lujo.
gaditano.
No era sólo para obsequiará un huésped ilustrn para !o-
que disponia Solano fiestas, pues sin motivo alguno espe·
cial las multiplicaba. El modo de cubrir su costo demues-·
tra cuáles erai~ las costumbres ele aquellos di3s. l\londó el
general descontar de las pagas de los oficiales de ia guar-
nicion un tanto razonahle, ó bien pocll'ia decil•se contr~
toda razon, y destinó el prnclucto d3 esta cxaccion á lo&
bailes, miénlras á los comerciantes ricos de Cúclíz, con in·
sinuacion que era precepto, sacó mucha niayor cantidad,.
no siendo corta la necesaria para tales fiestas. Llegada )a
Cuai·esma, en vez de quiLm·sc el tablado que hacía del Lea·
tro un salan para los bailes de Carnav~l, como entónces
no se consintiesen representaciones teat1·ales desde el
miércoles de Ceniza hasta el domingo de Pascua, fué des-

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!\ÉCUEnnos DE: UN A~CL~NO. ~3
tinado aquel lllgat· á funciones calificadas de tertulias y
conciertos, cnyo gasto se cubria del mismo modo que el
de los bailes.
Una aventura chistosa interrumpió esta prúclica. Se
~\cercaba el diado año nuevo, no me acuerdo si ele 1801 ó
1808, dia que celebraba como el de su santo el omnipoten-
te IJ. l\Ianuel Godoy. No era Solano un aduladot• rastrero,
pero no negaba el cu\lo al !dolo por todos adorado aunqne
cntl'c maldiciones ;ihogad~s. Así es que convocó á los ge-
nerales y oficiales superiores de la guamicion de C:idiz
pal'á que se celebease el día del p1·ivado con el lucimiento
propio de obsequio hecho á tan encumbrado personaje.
Concm•rió entt·e los gcncl'alcs uno célebre en los fastos <le
Cádiz por set• una do las flgnl'as m{ts raras que paseaban
las calles de aquella ciudad, correspondiendo en rareza su
carácter á su figura. Su nombre cr:i D. N. Ugaldc, pero
nadie le conocia (y no había chico ni grande que no le co-
nociese) sino como el general Chafarote. Pal'Ccia una mo-
mia do puro pegado que tenia el pellejo ú los huesos, tenia
una nariz enorme y cncorvadísima, la bar!Ja puntiaguda, y
por consiguiente la boca hundida poi· exlrcmo cntl'e las
dos facciones salienles. Jamas \'istió frac, ni pantalones, ni
abandonó en el pcin::ido Jos rizos y la coleta. Sombrero de
picos puesto de frente; casaca redonda, casi siemp1·e de se-
da de color; chupa ó igual á la casaca, ó blanca con borda-
do; calzan corto, medias de seda, zapato con hebilla y el
espadín recto, ó, como decian cnlónces, atravesado por
los riñones, componian su vestidura, sin que de general
llevase más qne la faja so'iwe la chupa. Con tr¡1je Lan insó-
lito añadido á su flgm·a, sosLcnida en piernas que parncian
cañas delgadas, era objeto de admiL•acion á quienes le
veían por la vez primera, y como de divcrsion para Lodos,
aunque de bmlas mal podia ser, pol'que el tal gcnCL·a\ na-
da Lel1ía ele sufrido, y no cm licito enlónces ofomlel' a per-
sonas de su clase. P01·0 los chiquillos, y áun los grnndcs,

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A:-íTONIO ALCALÁ GA!.!A~Ó.
golian con plumrr ó J;'tpiz dibuju ttn perfil de su persona.
sícndo ella tal, que era imposible no dar [1l mús torpe bos•
que.io mucb~ scmc¡ant.a. Ern tan cx.lratto personaie rnaldi·
cicnle por dcm:1s, y siendo l'ieo y !lnciano, nada temia;
por lo cual sicrnpl'c que se desalaba en vilupet·ios del Go·
]Ji e:rno, decb que «Ól por sus Mios eslabafu.cra de cuenta,»
no sióndolc posible rccíl1i1· ya grave d~1fío. Asistió, pues,
Cliafat·ote en clase de ~cnüral ú la junta en que propuso
Solano costear el obsequio al P1·incipe de la Paz; y como
todos al oit' la propucsla ealJascn, aceptando con el s1lcn·
cio la r.a1'gfi que C1 )locos dcJJia de set' g~·ala, llegada la vez
al cslrar:ilarjo :mciano, elijo, con gran sorpresa clo todos,
«que 61 no tenia Li·ato ni rel~cioncs de amislad con el ca·
Jwllcro á quien se lrata!Ja de hacer el olisoquio, y que si
tales re luciones In viese, medios lcnía )' voluntad de Ita·
ccrlc un obsequio ú su cosla p:irlicular y no en compaüía;
pero siendo corno crn, no vcia p~11·a qu•~ coull·ibnir él con
suma nlguna.,, Tt11·k1rnnso los eit•cun:;lanles, y aun el mis-
mo So'ano, al oir frases tan alrcvidns en qLlC rn h:1bl aba
como de un cahallcrn ctmlquicra etc] príncip0 gc1>e1·alísimo,
y se disolvió la jimia sin tomarse rcsoluciou alguna, de
que resultó no dm·se el Laile.
No dejó c\c atcnuet' Solano á objetos de m:is utilidad que
Ja de tales (lhcrsioncs. Si desde los clias del gobierno de
O'Heilly había sido C::1diz una ciudad notable poi' su nseo,
goliernando Soiano Jlegú la 1impieza, ó puede clcci1·se la
pulcritud de bs calles, al punto mús subido. El pueblo de
Chiclana, lug~1r de recreo cntónces ¡1rcl'c1·ido rle los g:idiLa·
nos, le del.lió mucho, h~1ciénclose para l:l un cammo ele
canu:ijcs bueno y cómodo, y eslnbleciéndose en el caño
de Zurrnc¡uc, que le alL'8vcsaba, una excclcnLe lrnrca . Vivi-
mos en clifts en que en este ramo se ha ndelnntmlo inllni lo,
}' bien puede mover á risa ver colcbradas hoy las poL1'es
rnojo1·as de pasados y no muy antiguos tiempos; pero todo
es comparativo, ~, Solnno crn, pat•a sus dias, un gohem::alor

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llF.Ct:El\IlOS llll UN Al\CIA~O. 25
celoso y cntcnditlo. Asi es que gozaba lle f~\\'or con el ¡me-
lilo r.lc todus cbses, y si halJia quien crnsur~sc en él lige·
rezas, ~1clos tcalt'<1lcs y aran super101· a la irnporlancia de
lv ú qnc se dedieiba, todos perdonaban csl:1s fallas, tanto
poi· las buenas proridencias que las cornpcnsrihan, cuanto
l\Ot't¡uc ~1grndalla á un pueblo ansioso de diversiones y de-
leite llll gobernador que se complacía cnl!'c oLras cosas en
dirc1·111·lc.
Así, en medio de la decadencia de aquella ciudad, 6 la
cual pl'Í\'aha la guerra ele su comercio, fuenle úniea de su
prosperidad, scgnia siendo Códiz una residencia agradable.
Sm duda en los recuerdos de mia jurcnlud ya muy lejana
\iay mnc\w de ilusiun, y al roprnscnta1·se en lJ mente las
eosas de la primavera de la vida, aparecen f1'cscas y brillan·
1.cs como lo son los cuadros de una cslaeíon tleliciosa.
l'cl'o no es ilusion el recuerd~ de que los paseos estallan
~onrn1Tiáos diariarncnte, y lleno el tcatco; de que vivir
níen y corner bien et'a alli cosa comun, y que en la Pascua
do Pcnlccostés en Cl1íclana, )'en las fci·ias Lle l Pncrlo se
;;rcscnl¡d:ia g1·a11 gentío que alegeemenlo gaslalla Sl!m;is, si
no crecidas, no despreciables.
Y núlcse que ú1rn en los dias de m8s prosperidad de Cá·
diz, si habia buenos caudales, no se hablnl!n de cosa igtrnl
ú la stinw que pal':l ser rica Sil crnc necesaria en la hot'a
presente. Un millon de pesos fuertes (allí no se solia con·
tar por reales) era lo que se att·ibuia ú tres 6 cnalrn de las
pcr~on:is más acaudaladas. Tcnc1· cien mil pesos se rr¡m-
laha eslat' muy uicn. Y esto qae, salrn el lujo ele coches,
upenas necesario en aquel pueblo llano y pequeño, no se
escaseal.J~n los regalos de la riela.
Vino al cabo la guci•¡•a de la Independencia, y con ella la
pérdida de nuesLra Amé1•ica Continental, y enLónces reci-
!"iiú Cádiz la hct•ida mm'lal de que hoy cslá convalecida,
pero sin poder volverá su sér antiguo. El lustre y anima•
cion que tuvo en los dias de la guerra de la lndependeir

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Al\T0.~10 ALCAtÁ GAlTA1\0.

cia, fueron hijos de la circunstancia de es Lar allí el Gobier-


no supremo de la nacían, y las principales personas de
esta, '.'iniéndose á fo1•mar una España reducida á corto
recinlo. De ello va dada razon en La Amii'lca en recuer·
dos anLe!'iorcs á estos en Ja fecha de la publicacion, si bien
posleriorns en punto á Ja época de qne tratan.
El nulor del presente artículo se acuerda ahora de que
vió á Cádiz en 184í, en di as para él no felices, y que ad-
mil'ó con extremo de dolor la decadencia de un~ ciudad
~mies tan floreciente, decadencia mayor aún que la de su
propia pe1·sona y forLuna, aunque entre éstas y aquellas
hubiese consonancia. Pero Cácliz va rccohl':inclose, porr¡ue
pa1·a los pueblos no hay muel'le, rniénlras que quien esto
cscl'ibe camina para el sepulcro, que no puede estai· leja-
no, y en su cansada vejez vuelve mentalmente la vista á
los lugares que tanto amú, y desea cuantas prosocridaclcs
sean compatibles con el curso de las cosas humanas á la
poblacion que fué su cuna, y donde ¡iasó algunos dr:: los
dulces años en que, :í pesat· de los inconvenientes que lada
edad y lada si luacion trae consigo, es una felicidad la vida.

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n

cfo1z EN LOS DIAS DEL COM!lATE DE TRAl'ALGAR.

En el año 18ü5, Espaífa habia vuelto á entrar en guerra


con la G1·an Bi·ct.aña, g1·acias al atentado en plena pazco-
metido conlra Cllat1·0 fragatas españolas. Aun los poco
adictos á la alianrn francesa, que eran, y áun puedo decir,
éramos á la sazon muy pocos, aprobamos una guerra ve·
nida á ser inevitable, si bien censurábamos la desacertada
conduela que lrnbia dado, si ya no razon, motivo al insullo
hecho á nuestra bandera.
Cádi7. fué uno de los puntos en que más se sent.ia la
guerra, limilada {1 los mai·es y costas, aunque sus efectos
áun en lo inleriol' se sintiesen, pero siendo casi nada co-
nocidos. En el mar vecino, á vista de los gaditanos, salia
ondear orgn\losa""la bandera enemign, á la cual rarn vez
las aliadas maeinas francesa y española se resolvi:m á ba~
ccr frente, reconociendo en ella superior ¡1odcr, debido :í.
cil·cunstancias favorables á una nacion, poi· necefitlad Y

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28 Ar;TONIO ALCALÁ. GALlANO.

por aficion nacida de la necesidad, en alto grado mai·inera.


No se co11Le11laban los ingleses con insultat• en cie1·to modo
á Cádiz con su presencia, sino que tl'ntaban de daL' un clul'o.
golpe á las escuadras surtas en su puerto. Las que en Se·.
liembre y Ocluhre llenaban la enlónces espaciosa bahía,
eran un lanlo numct·osas, pet·o estaban nada bien perLre·
chadas )' iml tripuladas. Sin embargo, reinaba confianza
en que si los ingleses intentaban caer sobre ellas f01·zando
la entrada del puet'LO, saldrían de su empresa desaíradoa
y mal p8l'ados. Si en los dias lejanos del reinado de Fe-
lipe 11 el conde de Essex lrnbia ganado á Cácliz y saqueá~
dala, en liempo ele harto ménos poder para la monarquía
española los esfuerzos de las armas brHánicas contra tan
impoi'l~nlc punto haLian salido vanos. En la decaida Es·
paña de pl'incipios del siglo XVIU, las fuerzas inglesas
de mar y tiel'ra, despucs de ocupar las poblaciones ahier-'
tas de Hola y el puet·to (le Santa lllat'ia, se babian eslrc-'
Hado conll'a el fucrlecillo de !llatagorda, y emba1·cádose, 1
no sin mengua, los que saltal'On en tier1·a, rcl.ir:indose en
.seguida sus navíos. En 097, un bombardeo, cuyo olljett.l
más era, al pal'ecol', co.ntra la cscuadl'a que contra la plaza,
babia tenido poco ofcelo, !'educiéndose 3 comba les en quB
salieron con honra y ventaja nuest1·as lanchas caiionel'as,
siendo de notar que mandaba en esta ocasion las fuerzas
:igresol'aS Nclson, cuya forna estaba en sus comienzos,
11cro cuyo arrojo, ya probado en el comhatc del Cabo de
San Vicente, era fianza y seguro vaticinio de su futura
gloria. En 1805 el mismo Nelsoil, ya con la dignidad de
Loi'd y con el crédito que le daban su gran victoria de
Aboukil' ó el Nilo, y su ménos claro triunfo en Copenha-
gue, del cual, sin embargo, sacó partido no inferior
al qúe si hubiese sido vencedor podia haber a\canzado;
11guijado por una ambician noble, pero excesiva, por un
11atriolismo mezclado con odio rencoroso :í Francia, y por
un orgullo nunca enfrenado por la prudencia de que care·

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RECUE!IDúS DE UN A11'.C!A!\'.0,

'cia, y dr.specirndo de no hai.ier ace1·tado con las escuad1·ai;


de sus conll'arios, á los cuales babia perseguido con acti-
vidad pasmosa. pero no con feliz forLLllla, venia á po-
ne1·se solJrn Cádiz con el JH'oyccto cleclai·ado de buscar
dentro del puerto á sus enemigos, y alH cornbaLidos á
todo 11•ance. Por nucslr;1 pa1·Le, nos ¡JL·epa1·úbamos á la
re~istoncia con igu;tl a1·dm·, ayudando á .la defensa de los
navíos las halc1·üi.s de la costa y ciudad de Cadir-, y nume·
rosns cm1oncrns.
Gollernaba á la sazon á Cádiz y Andalucía ('!) el gcnel'al
·n. Frnncisco Solano, ma1·qués de la Sol<lllll por sn mujei·
y que dcspues lieredó de Sll padre el titulo de marqués
del Socorro, que llev·aba en el dia de su t1·úgica mne1·Le,
en que se hizo notable por· su ext1·ao1·din:Hia roi·lalcza.
Era Sol:rna un ¡::onet'al pot• otro estilo que los qu0 ent6n-
ces conl~1ha Espnlla, de olla y aventajada estatm·a, lleno
de carnes, tlc exJ1rcsiva ílgul'a, de p1·escncia mal'cial, se-
diento tle glol'ia, no corlo en instl'uccion y ánn con al¡:¡o
de liLcrato; finísimo en modales, donde apa1·ccian sus
pensamicnlos de caballero vestidos con la cultura mouc1·-

(1) La co.pit.anin genc1·,.1. impr.:>piamente llamada ele los cuatro·


reinos de Andlllucia, pn!:!.S hahia otra en Grann.lln. si lJien con el
t.ítul0 ele la costa, no soli<l cst.ar u niela con el gobierno militar y
JlOlílico de Cú<líz. el C\\al, por sí solo. crn un puesto de lu~tre y alta
impor tancia, confüulo á un teniente general. La resirlone.ia del cn-
])itan g·encwal clf! An<laluda fué, por alg-nnos años, en el puerto de
Santa :i.hn·[.:i. <lc$ern1~ e-fül 1Hl1...tla un g·encrnl con el titulo ele príncipe
italiano (creo que de Monf'orte). 1) nacido en Ja Italia inferior, ú
oriuudo (]e (•lh1. Pero sieu clo Los capitnnes geirnrales presidentes
<ln las Audiencias, co::;a qu~ tun mal le~ convcnia. so c1cter1uinó
que fuesen á establecerse cu Sevillu á presidir Jn ele aquella rnpi-
ta.l. Siu c1nhargo, juntos en unu }Jersona nquel ¡;\Jto ca~·g·o con el
gobierno de Cúdiz, y viva á la sazon la guena con los ingleses.
con sumo acierto se dispuso gue el genr.rnl revr.sticio de ambas
dignidades residiese en la plaza fuerte, expuesta á los ataques del
ouemigo.

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30 ANTO/\JO ALCALÁ GALTA.NO.

na; bastante teatt•al en sus actos, así militares como eivi·


les; m:ís de militar francés que de cspafíol; acth•o á me-
nudo con exceso, lo cual le movia á obrat• en todo más de
lo necesario r1·ccucnlemcnt~ con alguna precipilacion, y
no sicmpt·c con Lino; homllre, en sunrn, digno de aprecio,
y dueño de él y ele buen afecto, sobrn todo entre las per-
sonas ilustradas y de alta y mediana esfel'a. Ilabia militado
por breve plazo en los ejércitos republicanos franceses, y
si no me es ínfid mi memoria, al lado del célebre general
Moreau. Así es que cu:rndo este afamado guerl'Cl'O vino :i
C:.ídiz, de paso pa1·a los Estados-Unidos, :'.I d<rnde le en-
viaba deslc1·1·aJo el recien coronado Napoleon, Solano, á
pcsa1· ele no se1' contrai·ío del novel emperador fr:rnces, se
esmeró en obsequia!' al ilustt·c pl'oscrito, traspasando tal
vez en sus ate11ciqnes los limites ele la prudencíu. Solano
habin sucedido al no ménos nombrado D. Tom:.ís de nfor-
la (1) sujeto muy de ott·a clase, y en sus singularidades
muy distante de estar follo de talento. Pc1·0 aunque :llol'la
era milila1· ín~tt•uiuo, y oficial facultativo de la mejor nota,
era su sucesor m:l.s soldado, siendo además el mél'ito de
esto último el entusiasmo de que el otro carecía. Dlóse,
pues, Solano á mulliplicat· y ensaya1· medios tle defensa,
asi de la plaza rle Cátliz y la vecina cosla, como de las es-

(1) Quizá en articulíllos posteriores se entretendrá el escritor


del presente en traer al conocimiento y vista de sus contempani-
neos per~onujes ó tipos de la gcneracian pasada. VuJt.an y hacen
falta en nuestra España noticias de C$la clase, de lo cual tienen
:a:;uy erradrsjuicios. Aun hnbhndo do hombres no de nlta esta-
tura intelectual ó política. sa da á conocer lo qua eran ciertos
tiempos que fueron; por ejemplo, D. Tomás de llforla fué hombre
singular, muy notado en su época, y que hoy está olvidado, salvo
en el cuerpo do Artillería, donde es venornda su memoria, y con
razon, mirándolo como ilustrado artillero, aunque par otro aspecto,
si es digno lle conmemoracion en alguna ¡:arta honrosa, tamhien
lo es de no blo.1ula c311~ura.

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RECUERDOS OE U:i AXC.lA~O. 31
cuo.dras de que las fortalezas de tierra eran amparo, en
adicional que les daban sus cañones. Volviasc todo revis-
tas, simula~ros (voz hasta entónces no oida en España,
sino es tratándose de templos y aras de falsos dioses), y
probar cañones para ce1·ciorarse del alcance de los fuegos.
A todo acudía solícito el general, fastuoso en sus alardes,
sin descuidar pol' esto el gobierno civil, pues, al rcves. era
amigo de fiestas y de mejoras materiales.
Ent1·etanto, las escuad1·as seguían en su fondeadero, si
amenazadas, con harta probabilidad de rechaz.al' á un agre-
sor temerario. ::l[ás de Cl'einla navíos de linea, ondeando en
unos la bandera t1·icolor, en otros la amarilla y encarnada,
poblaban la bahía gaditana, dilatándosP, su línea desde la
boca del pue1·to, en el luga1· llamauo el Be1·1·eadel'O, hast:i.
las inmediaciones del arsenal de la Carraca. Allí apareció
por última vez una numerosa escuadra de nuestra entón-
ces ya decaiua nrnl'ina, pocos afi.os :intcs tan floreciente, á
lo ménos á primera vista y por el indutlable mél'ito de mu-
chos de nuestros oficiales, ili bien cuerpo de m:ís viso que
robustez por fallarle el elemento de una buena y nume-
rosa m:ninel'Ía, y est1r fuern de proporcion con la marina
mercante .
.Mandal:la, como es sabido, la escuad1·a combinada-el al~
mirantc rranc&s VílleneuYe; valiente en b pelea, tímido é
irresoluto en el consejo, no sin razon persuadido de la
ventaja que á los su~os y ú los nuest1·os llevuban los ingle-
ses, y desaprobaclor de los planes de su Empe1·ador, poi• lo
cual tenla como general el grave inconveniente de ser eje-
cutor ds lo que desapl'Obaba.
1\lenudeaban los consejos de generales á bordo. Lá os·
cuadra inglesa estaba á la vista como desafiando á sus con-
trarios. Aun no babia llegado á Lomar de nuevo el mando
de ella Nelson, quíen no mucho ánLes babia pasado á In-
glaterra pal' pocos dias; pero su llegada era dada por va·
rios como hecho ya ocurrido, y por lo~ <lemas com.o cer-

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32 ANTll~lO ALi'.ALt G.\L!Al\"0.

cano. Se f.¡¡lJía ó se supouia que N:1polcon ansi1ba pol'qttf\


sus marinos proliasen sus fuerzas con Li de los odiados
islcfios en un combate.
A un consejo de guet'l'a celehratlo pm·a decidi1• si ha-
:bria ó no ele salir'se á la mal' en busca del cncrni g·o, fueron
convocados dos ht·igadim·cs, uno de los cuales era mi
padre D. Dionisia, á !a sazon pl'óximo á recibii· la r~ija do·
iefe de e.scuadrn por lwl.Je1• sido novísimanienle. nombrado
comandante gcnernl de pilotos, nsi como por sus anli·
gu_os, sc1hlados y mal premiados servicios; hombre, en
fin, :í. quien me es lícito caliílcal' do yai·on ilusLrc, irnos tal
le juzg:1lrnn sus conlempOl'áneos. En el consejo ele ¡;ue1'-
ra qnedó rc:rncl Lo que las escuadras no sali esen, y á lal
resolncion conlril.Juy1'.J como quien rnlis mi ¡rndre, cuya
opinion e1·a, y en :1qucl caso fué, qno crnpoiiúndose un
combate [.'\moral cm prnbabilisi mo fuese lle los enemi-
gos la victoria, siendo gt·amle la ¡wobalJilidau eonlr:J.l·ia
si se m·rojaba Nelson á cmbeslir con los nucslt·os en el
pueelo.
Eslanclo así l~s cosas, en el ·18 de Octubre hube yo de
salit• par{, CilicLma con mí familia, siendo el olljel.o de nues-
tro via.i e mirat• por la salud de mi madre, ú quien aconse-
jaban los médicos pasat· una Lcmporada en el campo poi·
eslat' convalecienlc de una gravo cnforrnedacl, sobre sus
achaques y padecimientos grandes y conlínuos. llicirnos el
viaje pm' agua, llevándonos mi pad1·c en su bote, y llega-
dos, se despidíú asegurando que volvel'ia dcntrn de lres ó
cuatl'O dias, pues crn seguro que no salclda la cscuad1·a.
Despedida fué, que apenas lo cl'n, pot· ser sepa1·acion poi•
breve plazo y á coi·La distancia, pern que vino ú sedo de
aquellas que solo en mejor villa termiirnn, sí es que las al-
mas igualmente felices pueden renovar los lazos que las
unicl'on en el mundo.
Ajeno yo de toda zozobra, iba pasefodorne por el lindo
campo cle Chi.clana hácia el mediodía del '20 de Octulirl',.

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J\ECIJEl\DOS lll: UN" Al'iClA!'>O. 33 , -., c,,\M~¡
-..'.- :..~(;::, ~- .:. r..; Jo~
cuando un hombre del pueblo, cncont1·ándome, y saltid~p·:./ , •, é-?~60.1ó
dome con la cortesía enlónces usada fuct·a de polilador¡;~ / ; ·-·;} ¡:;~
quei·tendo entrar conmigo en con\'ersacion, cosa no ráta~ 1:;;~;·: 1J _,,.::; ¡;¡
en la franqueza española, me preguntó si no iba al altilf~11. ;,~'~·0<i,""ii'
de Santa Ana á ver salir la escuadra. Sorprendióme la no-· --:- ¡¡¡O..,.
tieia, y puse en duda su certeza, pero se ratificó en su di-
cho quien me la habia dado, a!irmando que dccia lo que
llabia visto. Corrí enlónces desalado ú la allLH'a, y ví el es-
11ectáculo bello para considerado en oli·as circunstancias,
pero en aquellas dolorosisimo para mi )' áun para perso-
nas mónos interesadas en la suot'le ele aquellos marinos:
el mar poblado de m1mcrogos lJuqucs de gnrn pol'le, nave-
gando a tocln vela, ciñendo el viento, largas las Lande1·as
;i en ademan de ir ú provocar a! enemigo.
Volví apresurado á mí casa, di la fatal noticia, )'no es-
tando mi madt•e para moverse, determinó que con una her-
mana suya, sollera, y que siempre vivió ~1 su lado, y dcs-
pues al mio basl.a mol'il' en edad muy avanzad~1, pasase yo
:J Cádiz á averiguar noticias y á cuidar de nueslt'a casa,
dejada, por la súbita é inesperad8 pal'Licla de mi padre, en
completo abandono.
Emprendí, pues, mi viajo, que fué por tierra, en un ca-
lesín á uso de aquel tiempo. At ati.·avesa1· el arrecife que
va de la isla de T.eon (hoy San Fernando) á Cádiz, era uso
de los carrnajes, cuando estaba baja la rnarna, dejar el piso
duro de Ja cari·etera poe el lilando de la pla~·a, por el cual
iban pegados al límile ·ctel agua, atrnvesando con frecuen·
cia las olas por dcllajo de las ruedas. Desclc alH se descu-
]Jre largo espacio de mur, y cnlrnlmcnte el lugm• donde en·
tónces mismo estaba dándose la accion de recot·dacion tan
funesta, nunquc á la par gloriosa.
Divisábamos á lo lejos, bien que algo envueltos en niE>-
blas, buquüs de la armada. La tarde estaba serena, pero
no despejado el horizonte; la mar sin gran movimiento, y
el sol, ya declrnando, pero todayía distante del ocaso. ni
3

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34 A:\lO.~lO ALCALÁ GALIAr-.0.

bl'illaba con toda su luz, ni estaba oculto por nubes. Nos


pareció qne babia humo cerca de los buques; pero á tanta
distancia era imposible dislingu1r qué era hnrno y qué era
niebla.
Llegamos por íln á Cádiz; era por la ta1·de. Pasé á casa
de un amigo, y no bien había entt'ado, cuando vinieüdo
otro que lo era de ambos, sin reparar en mi presencia,
gritó: «Subamos a la torrn, porque la de vigía ha hecho se-
ñal de combate ii la vista." Inúlil era el disimulo, porque yo
liabia oido el terrible anuncio; y así, corrimos lodos á Ja
torre, siendo la de la casa en que estábamos una de las
más al las y espaciosas ent.1·e las muchas que tienen las
casas parllcula~·es de aquella ciudad, á la cual sirven de
especial adorno vista desde lejos.
Las numerosas torres de Cádiz, y hasta las azoleas,
desde las cuales algo del mar puede dcscuhrirse, estaban
nlestadas de gen le, de ésta gran pa1·t.e anm1da de anteojos
de larga vista, instrumento muy comun en Jos gaditanos,
pal'a quienes ea registrar el ma1· y las na ves que le surcan
::gradable y conslante recreo. Seguía sereno el tiempo, si
Lien con algunas, JlCl'o no cla1·as, señales de cercana bor-
rasca. De la escuadrn se veía poco, po~·que la envolvía,
i:asta oculta!'la, una espesa nube de humo. Pero en las cla·
r~s hubo de aparecer algun nav!o desarbolaclo, dando claro
indicio de haber sido recio el combate, pues el viento,
hasta cnlónces manso, y la mar poco ó nada picada, no
:.1odían haber 0ausado tales averías. De súbit.o una vivísima
l lamaeada iluminó el ma1· próximo al horizonte; vióse en·
i:·e la lnz como la figui·a de un navío, y desapareciendo al
momento la espantosa clal'idad, un Lremendo estampido
,-ino muy en bi·evc á anunciar que un navío se había vo-
lado. Aun en los indiferentes, si alguno lo era del todo,
!lizo grande efecto tal espectáculo, mayor que en los de-
rnas en mí, como et·a natural; y con ello, y con ir oscure-
eienclo1 bajamos inquietos ó afligidos d.e la torre.

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llEt:UEIIDDS DE U.'i A:'iC!A?iO. 35
Cerró la noche, que lo fué de horrorosa incertidumbre,
;.· no solo pnrn los inmediatamente intcrnsados en la suerte
de los que iban en la escuadra, sino áun para lo general
{\o las gentes, á quienes movía toda clase de buenos y no-
l•les afectos, ent1·a11c10 en estos el del patrioUsmo.
Anrnncciü el dia 22 con borrnroso aspecto, cubierto el
cielo de nubes negras y apiñadas, en cuanto permilia ver
lo ce1·1·ado tlel hm·izonte, cayendo con violencia copiosa
lluvia, bramando desataclo el viento del S. O., alli denomi-
nado vendaval, lcYantándose olas como montes que, segun
suele suceclci· en Cádiz en las grandes borrascas, rompían
en la muralla con es¡w1loso ruido, rociaban con su espu-
ma los lugares vecinos, y hasta amenazaban con no leve
peligro á la tieri·a y edificios contiguos a la orilla. Conso-
naba el horror y t1·isleza que causaba tal especláculo con
el efecto que producía en los t\nimos la consideracion de
dcsvcnturns recicn ocurridas. Poi·que, al asomar las gcn-
{es á ver Ja furia de la tempestad, descubría la visla cinco
Tiavíos de línea españoles, fondeados en lugar muy inse-
gurn por no haberles permiLido el tempo1·al toma1· bien el
puerto, desmantelados en gran parte; en suma , mostrando
señales de la dma pelea que en el dia inmediatamente an ·
terio1· habian sustentado. Tambicn aparecía uno ú otro na-
v!o frances. A más distancia,' cúando rompia á trechos y
:por cortos inst.antes la es¡}esura de las nubes el fut•ioso
,,.·ieulo, se divisaban aquí y allí más navíos, de ellos algu-
'.nas desarbolados, sin vérseles la bandera, luclrnndo con
,!.as olas, y no pudiendo saberse ni quiénes eran, ni cuál
sería sn suerte. No obsL2nte ser peligl'Osa y áun dificil la
•:ornunicacion pot• medio de emba1'caciones pequeñas en
~an recia marejada, pudo al fin il'se á los navíos anclados.
EnLónces empezaron á divulga1•se los pasados sucesos. El
<:ombate había sido tct·i·ible. Al principio no se suponía
haber sido ele éxilo enteramente contrario 3. las naciones
!tliadas. Dábase pot· obra del tempo1·al, sobrevenido de

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36 ANTOl'llO ALCALÁ GALIANOo
pronto, la vuelta al puerto de los navíos pl'esentes en st~
boca. En ellos (en el Príncipe de Astúrias) venía el gene-
ral Gravina herido gr:.'\Vemente; pero, segun afirmaban, no
de pelig1·0 sumo, á lo ménos no de peligrn inmediato. J<~n
el navío Neptwio (otro de los allí presentes) yacía sin co-
nocimiento su comandante el b1·igadicr D. Ca~·eLauo Val-
dés, heroico no ménos que lo babia sido en el combat•J"
de 14 de Febrero, ocho años ánles, y ahora, sobrn herido.
atolondrado por haberle caído una pieza gruesa del apa-
rejo sobre la cabeza. De otro navío, lambien de los veni-
dos del combate, se supo habe1• muerto su comandante
Alcedo. En cuanto á lo demas de Ja escuadra, no á Ja vista;
se ignoraba la suerte de cada navío, y la de las personas
que llevaban. Hay que añadfr que esta i nce1'lidum!Jre duró
dias, pues basta el 31 de OcLubre no supe yo la muerte de.
mi glorioso, aunque desdichado padrn.
Numerosísimo gentío poblaba el muelle. Ni la inclemen-
cia del Liempo impedia que personas ~un de las el uses su-
periores y acomodadas y de ambos sexos acudiesen á ofre-
cerse á los heridos, soliciLando ii compcLencia llevárselos
á sus casas para su cm·a y regalo. Fué aquella la primern
ocasion en Espafia durante dilatados nííos en que se notó
lo llamado espíritu pul.Jlico, ó digamos lomar paite y áun
empeño los incltviduos pl'ivados en un suceso público, ó
intcres por personas con quienes no lenian rcl3cioncs de
clase alguna. Ni se descuidaba el gobierno. Aclivo como
siempre Solano, lrnuia acumulado en el muelle Lodos cuan-
tos medios de trasp01·La1• beridos ó cnfeernos tenía Cádiz,
en este punlo no muy rico: sillas de manos, que ei·an en-
tónces allí mas qne los cochos, calosinos incómodos, pari-
lrnclas. M:rnifestálianse lfls gadiLanos, si no arrepentidos
de anteriores inj uslicia·s, deseosos de 1·opararlas1 porque
el mal éxito del combate del ca!Jo de San Vicente (el del
14 de Febro1·0 de -1797), los había movido:\ juic:ios de dcsa-
tiuada severidad contra nuesLros marinos, yíelimas en.

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RECUERDOS DE UN ANCIANO. 37
11'1UC1 caso de la impcl'icia y rivalidad necia de dos gcnet·a-
:l s, cuando en la ocusion de que voy ahora aquí hahbndo;1
v~nldos á mejol'es pensamientos, honraban el valot· y sa-.
1
crificíos de aquellos mismos á quienes babia silla adversa
la fortuna.
Veíanse espect:kulos horribles, sabí:rnse rasgos de va-·
lar y sufrimiento en el padecer, y tamllien heroicas impa-;
ciencias en los que, victimas del recien leL"minado com-
bate, venían, ó á perder al cabo la vida de resullas de sus
heridas, ú á recob1·at· la salud dcspues de una cura penosa.·
Llegó entre otros el guardia marino D. N. füiones, de
quien se conlaha que, lrnbiéndole llerado el pié una bala,
pero dej:indoselc unido á lo restante de la pierna por un
tendoncillo ó nerYio; como le hubiese dicho á un marinero
que le llevase á cm·arse, y no se viese obedecido pl'onto, ·
l:on la mano acabó de desprende1·se del pié dando un ti-
1·on, y a1·1·ojó el mic;rnbro perdido á la cara al marinero mal
obediente, quedando vivo despues de tal acto, pero no por
largo tiempo, pncs mu1·i6 t'ecicn llegado á Cádiz. lllejor
suerte cupo al capitan de fragata Somoza, seguudo co-
manclant~ del navío 1'!fontañés, y cuya herida era de lo más
singula!' posible; pues una bala, pasándole de refilon por
c1 vient1·e, k hahia llevado toda la pat•te carnosa con la
piel exterior, y dejádole sana una película de las que cu-
1l!'en los intestinos, casi trasparente, lo cnal no estorbó
que consct•vasc la vida hasta convalecür del todo, siendo
(;urado en el hospilal, á donde quiso ir, clcsechanclo nume~
rosas ofertas de señoras y caballeros que pretcnclian lle-
vársele á sus c:ms. Grnvina padeció largo tiempo, y áun
~caso, si se hubiese amputado el brnzo bel'ido, no babria
muerto; pero, por culpa ó suya ó ajena, no fué llevada á
efecto· la opcrac1011 de muchos aconsejada. Salvó á Valrlés
el arl'Ojo de un oficial subaltei·no ó guardia marina, pues
habiendo quedado abandonado sin conocimiento en el na-
vlo de su mando, próximo á perdel'se en la costa, como de

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38 ,\i'/TONlO ALCAL\ f.AL!A"iO.

hecho se perdió, y no habiendo quien se atreviese á ir :i


bordo del buque puesto en peligro, alrededor del cual her-
vía la mar embravecida, logró el animoso jt.'.1ven persuadir
á unos pocos valientes marineros 8 que le siguiesen, y,
favorecido poi' la suerte, llegó al navio y sacó de él al
digno comandante, quien llegado con felicidad á Cádiz, y
trasladado á casa de unas señoras sus amigas, cuando vol-·
vió en sí, se encontt·ó libre de peligl'o, y vivió despucs
largos años para conti'aer nuevos mét'ilos y pasar nuevos
trabajos, siendo notable ejemplo ele los vaivenes de la for-
tuna. Dolores hubo y desdichas ménos conocidos, aunque
no de ménos lástima, pero quedaron ocultos entt·e las li-
nieblas en que suelen hechos notables ser desde luego en-
vueltos y seguir siempre ignorados.
En cuanto á mi, puos forzoso me es hablar de mi en es-
tos recuerdos, el dia 22, rccien aparecidos delanle de Cá-
diz los navíos que bien merecen ser dichos despojos del
combate, traté de t•cstítuirme :í Chiclana á dar ú mi madre
algun consuelo en sus congojas y dudas, que todavía no
eran, como dejo dicho, dolor por una pénlida temida solo,.
pero no conocida. Difícil nos era el viaje, pOL·que por agua
no consentia el tiempo hacerle, y por tierra faltaban me-
dios de ponerse en camino, estando embargado tollo car-
ruaje. Venci este inconveniente yendo yo á verá Solano,.
el cual me distinguía nolabtcmcnlc, y que además hubo de
tomar en consideracion las cít·cnnstancias en que me ha-
llaba. Concedi6seme un calesín, y pase á Chicl:rna por
tierra; pero siendo á la sazon el c~mino que lleva á aquel
lindo pueblecito, desde el de la Isla de Leon, largo y mal!-·
simo, hicimos hai·to incómoda jornada, calándonos el agua,.
azotándonos el viento en el desabt·igado vehículo, traque-
teándonos horl'iblen:ente el movimienlo, amenaz~1dos mil
veces de volcat·, y agregándose estas incomodidades á la,
agitacion mental, bien que para distrner en pa1'le el ánimo-
de la pena 6 del cuidado.

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llECUERDOS DE UN AKCIANO. 30
No teniendo noticias en Chiclana, resolvimos venir á
Cádiz a buscal'las. Seguía, como no suele suceder, aún sin
inlel'mision, ó con algunas breves en duracion y no gran-
des en fuerzas, la bo1•1•asca. Hicimos el viajo en un coche
bastante cómodo; pe1•0 salidos de la isla de Leon, y pasada
To1·regorda, al acercarnos á Cádiz·, presenciamcs un es-
pectáeulo espantoso. Estando la marea baja, echamos por
la playa. Pero aquel canino siempre cómodo dejaba de
sel'lo, porque le cubrian á cada paso despojos de naves,
pedazos de jarcias, de arbc.ladu1·a, :.íun de cascos de bu-
ques,. y c~m particularidad de toles, no faltando entre ellos
de trecho en trecho algun cadáver, todo lo cual ai·rojaban
a la tierra las olas encrespadas, que ~in amansar su fu1·ia
seguian apareciendo en el mar a modo de montes y estre-
llándose con ímpetu y tremendo ruido en la arena. Cerraba
los ojos mi afligida mad!'e como temerosa de encontrar
entre los muei·tos el cuerpo de la persona querida, cuya
pérdida, si no era para nosotros cierta, estaba muy dentro
de los límites ele lo probable.
Una vez en Cádiz, la incertidumbre seguia. PC\'o no es
·de la de mi familia y persona de la que me toca ahora aquí
hablar, 6 á lo ménos no de la que debo ll'atar, sino como
de una pai·te accesol'ia de la situac!on de las cosas. En
efecto, no mejorando el tiempo, casi todos los buques es·
cap<idos del combate fuet•on á dar en la costa. Uno frances
se fué á pique á la boca del puerto, pereciendo todos cuan-
tos le tripulaban. A otl'o, que estaba anclado fuera, tuvo
la osadía ele acercarse un navío inglés basta disparnrle una
andanada, aque él 1·espondió con otra, pero con poco
efecto poi· ambas ral'!es, retirándose el agl'esor por res-
peto á la al'tilleda de la plaza que comenzó á disparar,
protegiendo ::\ nuest1·0 aliado en su apuro. De los diez y
siete navíos que habian ai·1·iado bandera al te1·minar el
c0mlrnt.e, la mayor pat'te, co1·1·iendo várias forlunns en po·
<;gs dius, ó pocas horas, j·a volvian á set• de su nacion,

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4() A:<T0:-.-10 ALC.Hi G.\Ll.\:10,
sublevada 1a tl'ipulacio11 cont1·a los pocos ingleses que mr 4

:rinaban el buque, ya 1·ccaian en podct• de los r¡ue le h:ibian


)ganado y ocupado, ya iban á perdc\'se en la costa. F~é <'o
·1os más afortunados el navío Saiita .'ln:i, de L1·cs puente!:',
1
quc ya rendido, combatiéndole el ma1· y viento, hubo do
~ent1·ar3c en C:idíz, cayendo prisioncrns los ingleses ya dnc·
pos de él y t'escatándose el teniente gcne1•al D. Ignacio de
Alav1, que en él estaba y venía herido. Así poco á poco
iban llegando noticias de casos pat·Lú;ulaecs. Hubo tambien
·algun pai·lamento, si~ndo recibidos en C~tLliz los oficiales
parlamentarios con cm·tesia, y hospedándose en casa de
l\Jr. James Dnff (llam 1do en Cúdiz D. Diego lluff), cónsul
que babia siclo de Sll nacion en la misma plaza, mny qne-
rido y respetado allí, y qne sog11ia haciendo pat·te t.lel ofi-
cio de cónsul, y llevaba el nombre de serlo en boca de lo
comun de las gentes, no obstante el estado de guel'ra. De
un parlamento f'ué ob.ieto el 1·ecl:itna1• los ingleses como su
prisionero á Alava, porque lo habin sido poi· dos ó t1•es
dias; pe1·0 su p1·ctJnsion fuó desalenclida, corno debía serlo,
pues el favo1· lle la sue1·te le había trnido la libertad. A la
casa de Durr el'a comun acudil' ú averigua!' el ptwadel'O de
una ú oti·a persona Lle las do la escnadl'a, cuyo fin (j exis-
tencia :iun eran ignol'ados; pcl'o poco ó nada se averigua-
ba, no cuidándose los ingleses de otras vidas r11ie las de
los suyos, y en quienes el dolor pot' la pé1·dida de .la de
Nelson no dejaba lugar á olt'os dolo1•es.
1 El 31, segun más ar1•iba dejo dicho, eesat•on mis dudas
y las de mi familia, poniéndoles término el tlolol' más vivo
y acerbo, dolo1' no parn contado a indifcl'entes, y del que
basta hacer esta leve mencion, r1niás, áun así, ino[)OI'·
tu aa.
Como todo pasa en el mundo, pasó la imúgen de los sn-
ccsos que ar¡ni acaho de recol'cla1', ytlndo bor(':índosc poco
á poco de la memoria. Poi• lo pronto, diú motivo ú los poe~
tas para senliuo.s cantos, de ellos algunos de g1•an valo1·,

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RECUERDOS nE u:-; .\'.'iC!A;>;O. 41
pues que aún hastnntc conset·vrn. La sombra de Nelson,
obra de :\lorntin, hasta hn desaparecido de las m8s de las
colecciones de sus obras, no tanto por el vicio ele oscuri-
dad quo la afea, pel'o el cual está rescatado pot· grandísi-
mas pet'fecrioncs, cuanto pot· his adnlaciones en él pl'Odi-
gallas, no sólo á Napolcon,'sino al Príncipe de la Paz, á
quienes p1·omctcn tt·iunfos navales qne no vinieron ni era
de es¡iet•at· que vinie:ocn.-La oda de Quintana vive con
glol'ia; y si no con tant~, no ha muerto una ele At·t·ina.
Tambicn el púlpito, en ornciones flmehres, ensalzó las
glorbs ele aqnel dia. ·Se dislinguiú entre los sermones con
esta ocasion prndicados, uno que conió irnprnso y aplau-
dido, pl'onunciado en el Ferro! por el Sr. Val'ela, célebre
despues, siendo cornisnt·io de Cruzada, como aficionado y
p1·otect.or de las lelt·as y Lle las artes.
La guerl';i á Napolcon en defensa y sustento de nucst.ra
independencia y gloria, como llena ele gl'andísimos aconte-
cimicnlos, oscui·cció la ele un ¡1ct·íodo m:ís antiguo. Ade-
más, á la mot·ibunda mal'ina fué no mónos funesta la paz y
alianza con Inglalc1•t•a, que lo habia silla la irnprndente y
poco feliz gnen·a sus ten lada cont1·a aquel gobíet•n0. Por-
que, siendo fot'zoso atendc1· :i. lo presente y no más, con-
vel'ticla la ale ne ion á los cjét·cilos, y pareciendo como in-
útil la marina de guct'l'a, percciernn carcomidos los na-
víos, y no se pensó ~11 sustituidos con otros.
Hoy ha cesado esta situacion, y va resucitando, ó ánn
puede clccii•se ha 1•csucitado, nucstl'a mal'ina de gucr1·a (1).

(l) ..\.QnÍ nrnrnM particular menciou y muy houorífica. el 1\.


brito que, cou el titulo de Tr:i(úlgar. escribió eu 1850 D. Manuel
Marliani. Ve1·dad es r¡no su objeto fué vindicar nuestra marina. do
los agravios. Ci vec-1s c~ünmuiosos, de :\I. Tttiers; pero cnrnplieudo
el autor su prnpósito dol matto más satisfactorio posilJle, hizo un
eorvicio seií:\h.\o <\ Sll patria, usi como á \(l. Armada española. Al
marques üe ~Iolins, curo celo del hono1· del cuerpo á cuyo fren'fl
c~taba erll. y es viYísimo. se deba haber pat1·ocinudo la obro. del

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ANTONIO ALCALÁ GAtlA1'0.

Aún las reliquias vivas de Trnfalgar no han sido olvidadas,


y al cabo de !í6 años sus servicios han tenido una remune-
racion, si no g1·antle, sin duda decenle, y lo que valo más,
honrosa. Y si los sucesivos gobiernos atienden á este ramo
del servicio público, la opinion gene1·al en este punto los
ayuda y estimula.

Sr. "Marliani, suministrándola CLtos. y por todos los <lemas me-


dios posibles, y haciéndose así acreedor á no corta ¡rnrte del elogio
que es debido y se tributa aquí con singular placer al autor y a la.
obra, y al ministro que les di6 su patroc:ni().

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m.

!IAllIUD EN LOS DJAS DEL REINADO DE CÜ\LOS lV.

Notan algunos, y .entre ellos quien esto escribe, que


m:ís de una vez lo ha repetido, cuán poco sabe la genera-
cion presente de _o que et·an sus padt·es ó inmediato;;.
abuelos, miéntl'as la diligencia de Jos eruditos ha llegado l\
enterarse bien y á poner con algun acierto á la vista del
público lo que fueron sus antepasados absoluta ó relativa-
mente remotos. Ullimamente algo se ha dicho ele la época
de Cál'los Ill, pero de la de Cárlos IV se habla poco ó nada.
me.n está, pues, en las tl'istes y escasas reliquias que áun
quedamos de los úllimos días do reinado tan dcplot·able,.
que alguna memoria dejemos y lt'asmitamos á las genera-
ciones futurns de la imágon política, litet·aeia y social de
un período casi envuelto en niebla, por lo mismo que no
tuvo ni pudo despedir luz que le diese bl'illo, y con él :i
nuestra ent.ónccs malaventurada palría.
No se suponga en los bor1·ones que signen, y que están
unidos con oll'Os iguales ó parecidos destinados á ointar-

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-44 ANTONIO ALCALÁ GALIANÓ.
usos y costumbres, y sucesos de leve monta ele época
de superior interés, la loca p1·etension de suplir una falla
-O de llena1· un hueco que han meneste1· esfuei·zos mayo~
res y más detenimiento para se1· suplidos ó cubiertos de
un modo sntisfacto1·io. Cuento (pues justo es usa1· de la
primern persona en trabajo de tan col'lo 'valo1·) lo que vi,
y lo que otros han callado: lo cuento como viejo; pero,
si no me e11gafia (como es posible que me engañe) una
pasion natural, sin necio apego á lo pasadó, si bien no con
la amarga censm·a, no siempre justa, do unas escenas las-
timosas. Escribo Lit'ando ú ser imparcial, y sin esperanza
de conseguido del todo; pues, si áufl las mejo1·es cabezas
y !ns m:ís nobles alm~s no están exentas de las miserias
de la flaqueza humana, cunl podría estarlo quien no pl'esu-
me de hombre sabio ó de varan justo.
lile ciño ú trrnr á la vista de mis lectores sólo escenas
de la capital de la rnona1·qufn, y de uno ú olro afio, po1·-
que no pretendo llaccr un cuadro acabado de la España
de mi niñez y de los primerJS años de mis mocedatles.
De meros rasgos puede sacarse algo y taslante para
hacer pinturas, haciendo el ingenio y buen discurso lo que
.han hecho grandes anatomistas al constl'Uil' con huesos de
animales mum·Los esqueletos, y áun cuc1·pos, con fundada
pretension de sGr i·eprnducciones fieles de las que fueron
-criaturas vivas.
En los primeros años del presente siglo, era Madrid un
pueblo feísimo, con pocos monumentos de arquitectura,
·con horrible enserio, y, aunque ya un tanto limpio desde
<que, c0n harto trabajo y suma repugnancia de una parle
.crecida del vecindario, le hizo despojar de la inmundicfa.
que afeaba sus calles Cárlos m, tOLlavía dislanlisimo de
verdadero aseo, como el de que enlónccs con mzon b)a,.
sonaba Cúdiz. Los hien·os tlel ba1con:ije eslaban tales cua-
les habían salido de la herrerí3; las vid1·ie1•as.compuestas
,de vidrios peqncfios, azulados, pal' los cuales penei1·ab:i

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RECUERDOS Dll UN AliCI\NO. 4!>
trabajosamente la luz, y no pasaba ménos dificultosa-
me11te la vista de dentro afuera; las fachadas de los edifi-
cios sucias, con las puertas y ventanas mal pintadas, y re-
novada en ellas la pintura tan de tarde en tm·de, que
tal vez habt·ia presentado mcjo1· aspecto la madera deja-
jacla en su color primitivo. Era pésimo el empedrado. Ver-
dad es que había acet·as, de lo cual entónces carecía Pal'iS
y siguió careciendo pOi' largos años; pero las aceras ma-
d1·ileñas, de las que hoy duran algunas, servían con imper-
feccion al fin á que están destinadas. En los zagnanes 6
portales de casi todas las casas estaba el basurero, y al
traer á él los sucios materiales que le llenaban, buena
parte de ellos se quedaba esparcida por las escalerns.
Eran estas, en genernl, oscuras y hechas de mala mrnel'a,
atendiéndose po¡;o 6 nada á m:mtenet·las en buen estado~
Bien es cierto que, adelantando el pt·esente siglo, otrns
capitales de Europa han venido á set· muy otl'as de lo que
e1·a1i. Lúndres ha vislo desapal'ecer á millares sus horr•i-
bles casas y angostas calles y callej uclas, sustiluyéndolas
con casas, si no bel'lnosas, limpias y con pretensiones de
adorno, y con calles bellísimas por su anchm·a y traza, sin
cont::ir con que en aquella capital se han construido pa-
lacios y edificios públicos de que ántes carecía. Pal'is,
que, no obstante contar un buen número de bellos edi-
ficios, era, en su mayor parte, una poblacion de mal as-
pecto, empezó, imperando Napolcon, y siguió, 1·einan-
do las dos ramas de los Barbones, una carrern de notabi-
lísimas mejoras é innovaciones, has La que en el reinado ele
Napoleon l!I, con verdadero exceso, alencliendo á doctt·i-
nas económicas, ha venido á convertirse en nueva ciudal1
de señalada hel'lnosura. DisLa infinito de haberse hecho
tanto en Madrid, y, sin embargo, es mayor la dífei·enci;:i
que hay en nucsLt•a capital, tal cual es y tal cual era, que
entre ol\'as ciudades mucho más enriquecidas con monu-
mentos ~ob0rbios, pc1·0 no tan cambiadas.

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46 A:\TÜ:l!O ALCAL.\ GALIA:\0.

Si de lo exterior pasamos á lo intc1·io1· de las casae,


la mudanza ú mejora es m:ís nolahlc. Quien vé las habi-
taciones modernas, no puede cnlcra!'se <le lo que ei·an
las antiguas. No porque, segun piensan algunos, llevan-
do las cosas á cxt1·emos y equivocando épocas, hubiese
en 1806, por ejemplo, en las salas decentes de Madrid
sillas de ViLoria. En la fecha á que me refiero, en la cual
vine yo á esta capital, de donde había salido muchos años
ántes en mi ni11ez todavía, he aqt~í lo que era la casa de
un conscj0ro de Hacienda, cuya muje1· pasaba por elegan-
te. Había por delante de 1:1s paredes, en la sala principal,
nna banqueta de pino pinlado imitando caoba, con lloro-
nes de metal dot•ado en las esquinas, muy alLa de.piés,
con asiento dul'[simo, y cubicl'La de seda en lo poco que
no ei·a de madera. Enl1·e las ventanas haLia una mesa de
fas hoy llamadas consolas, y en la pared, delante de ésta, un
espejo, enLónccs dicho tremor del francés triimeaii ('I),
{)Uya pequeüísima luna se cornponia de do~ pedazos, sien-
do el mal'co grandisímo á proporcion, aunque no grande
-0n absoluto, y de pino pintado, con dos colurnnilas delgü·
das, cuyos chapiteles eran de metal dorado, rniéntrns sobre
·la luna ó lunas, en el espacioso friso ú coi•nisa, 11abia un
1·arno de Jlo!'cs mal pin Lacias. Al adorno de la picr.a princi-
pal correspondía el de las domas. Pero se distinguía pot•
lo pührc el comedor, incluyendo el servicio de mesa. Las
botellas blancas, de uso general en Cádiz, no se veian en
~ladl'id sino en alguna muy rara mesa, sirviendo el víno
€Il su fea botella de vidrio negro ú oscuro, y el agua en
un jarro q\10 tenía el Cl'iado para llena¡· los vasos. Los pla-
tos y f'uenles solian ser de loza ele la fáhl'ica de la Mon-
doa; loza blanca, no de mala apariencia. La de Valencia
sei·via para casas más humildes. Al mismo tiempo babia

(1) Ya los franc ·ses usan poco ó nada de lo. voz irameau, y lla·
man tí los espejos le salu glacus,

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llECIJERDO:l DE UN A'(Cl.l.~O. 47
más vajillas de plata q:rn hay ho~·; y las empicaba en el ser-
vicio diario la gente de más alta esfei·a y superior riqueza;
peco esta úllima era escasa á la sazon, si se ex.cepLúa á
los grandes señores, pmque la capilal carecía ele los hoy
llamados capitalistas; y algunos comerciantes ricos, vivian,
si no pobremente, sin lujo alguno.
Las alrombl'as cl'an para pocos, siendo á la sazon su va·
lor muy sub:do. En cai'1bio, en punto á alumb!'ado se ha 4

cia buen gasto de cera. Los llamados quinques por el nom·


J)l'e de su inve_nLor, eran enlónces Lodos de los que se
ponen en la pat'ed. Las lámparas p~u·a aceite no eran cono·
ciclas: los antiguos velones estaban ya deslel'l'ados de las
habitaciones de mediana decencia.
Una cosa muy de nolat· para los que hoy vivimos, es lo
distante que estaba el lujo que entónces babia de la me·
<liania, siendo en ciertos ramos de cultura, ó digamos en
ll!l perteneciente á lus comodidades y cot·tos regalos de la
vida, á maneta de un precipicio ó tajo lo que hoy merece
llamarse declive suave con varios punLos intermedios. Y
áun en las casas de los p1•incipales señores y superiores
empleados, como eran los ministros, á la sawn dotados con
pingües sueldos, el lujo mismo carecia de ciei•tos ribetes ó
pel'fllcs, hoy p:.irle principal de quienes viven con tal cual
desahogo. Habia, además, riquísimos scñorns, áun de la
grandeza, cuyos gastos eran enormes, llegando á punto de
set• dei·roche de cuantiosisimas rentas, y que, sin embar·
go, en punto af servicio de mesa, vivian como hoy viven
personas de muy reducidos habe1·es.
En el lujo de fuera de casa hay ahora, sin duda, notable
aumento, pero no tanto cuanto algunos se figm·an. Es iden
co1·riente que ha crecido de un modo pasmoso el número
de ca!'ruajes, y esto es muy cierto; pero no en el punto
que no pocos dicen y creen. Nace esta equivocacion de
que comparan muchos el Madrid actual con el Madrid
de 18i5, ó t82i, ó 1836, t•ecien terminadas las guerras de

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48 AN1"0i':JO ALCALÍ. GAL!AJ'\O.

la Independencia ó la !'evolucion de 18'1.0 á 18'.!3, 6 pen-


diente la gnei·ra 0ivil; épocas todas de {(t·audes calamida-
des, j un Las con glorias mayores ó menores, tanto cuanto
con l:istimas no gloriosas. En l\Iad1·id, áun en 179¡) y -l71l6,
solía llegai· la dolile fila de coches en el Peado, por una
pat•tc, á las inmediaciones del convento de Atocha, y por
el oLt'O exlrnmo, á las del de Recoletos. Esto nacia de sel'
entónces indeco1•oso en ciertos empleados no tener coche.
No podia un Conseje1·0 ir t\ pié al Consejo sin rebajarse.
Tenian coche los más ent1·e los oficiales de scci·etada,
personajes de más cucn la q110 lo son los actuales, sino por
su cnna ó su l'.1lento 6 instruccion, por su poder ó por la
esfet'a en que los ponian las weocu¡rnciones de la socie-
dad existente. Tenian, pues, coche gentes que vivian con
estrechez en lo dernas. Los coches eran pobres y feos,
con rat'isirna excepcion, tin1dos pot• mulas. Algunos lleva-
ban el cochero montado; pern habia muchos que cochea-
ban desde el pescante ('!).Los coches colga~os de muelles

(1) En 11B5 y (16 teníamos un coche ú medias Olltr~ mi$ µadres y


mi tia. á la sazon oficial de la secretaría <le Hacienda, con una her-
mana de este y de mi pudre. Mi tia, hombre iustl'Uidisimo y de
talento, y no mal escríto1· ¡D, Vícento Alcalá Gali ano), ern peno-
na de poquísimo mundo, y sólo conocía tí. 1\farll'icl y sus cercanías,
donde hahia venido siendo niño y segllido ''L1'iendo. Como empe-
zaban ya entónce.3 á usarse los pesc~ntes y los coches colgados de
muelles, mi madro y tia querian estar al uso nu,;.vo. • Niiías, niñas,
(decía mi tio, mozo aún, pero viejo en sus modos), esas cosas s.on
iiara e~as capilale~ e:.trnnjerns (que el conocia por los libros sólo);
11ero nu sirven en ~l adrid con su mal cm.¡iedrado y sus cuestas.•
}{esta decir que en punto al pescante ganaron las señoras, y que
desde uno altísimo, como eran los de e ntónces, füerou gobernadas
las mulas sía que sucediese mal alguno. En lo de los muelles na·
da consig·uieron, conservándose las sopandns. De caballos no se
habló, púes casi nadie los gastaba entónces. Da los españoles se
decía q uc no sel'vian para el tit•o, y los extranjeros no veniun á
España. A.demás, pasaban por no puU.er rosistir el climu.
EiJ rno7 ya llal:liu algun<:ts coclles tirados por caDallos, pero pocos.

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llEt:llEí\DOS Df: UN A:ICL~NO.

se habian multiplicado en 1806; no así tn !196, en q!..!e


casi lodos estaban sobrn sopandas. Algunos grandes len1an
lindísimos trenes que lucían, sobre todo en las p1·oc1sio-
nes de adminisll'acion del Vi:Hico :í Jos enfermos poL' Pas·
cua, y de ~Iine1·va despues del Corpus, en que solían verse
varios carrunjes de una sola e asa. En punto ;\coches de
alquiler, denominados simones, los que babia er~n pocos y
pésimos. Los de númern ú de plaza, es sabido que no han
empezado has la 1 s,1,7.
El paseo solia eslar concut•rido, como hoy lo está, y
nada ménos, si se toma en cucnla que la poblacion c1·a
harto ménos numel'osa que la de nueslt'os dias.
Dos crnn los teatros abiertos, csLando cci·t'ado á fines
de 180G el de los Cafios del Peral, que, cleslinallO á 6pe1·~1s
italianas, miénlras se rcelliíicaba el lmilro del Pl'incipe,
que se habia quemado, se1·via ú la compañia c,',mica de
que era o mamen lo el justamen Le célebre 1!laiquez. Pern,
mediando t80G, fué ab:cl'lo el nuevo Lealro del Pdnci pe,
pasando á él los actores que represcntalrnn en el de los
Cafios. El recicn abieL'to teat1·0, si rnénos indecente que el
antiguo, era poco digno de un pueblo cullo, siendo pe-
queño, como es hoy todavía, incómodo y sucio. FaltalJa en
él, es ve1·dad, casi del todo el palio, donde estaban los es·
pectadoi·es de pié. El teatt•o de 1::1 Cniz conservaba su fea!·
dad vetusta , de que apenas pudo recobrarse hasla su final
caida en dias novísimos, despues de haberse afanado en
balde pai·a mejoral'lc y sustenlal'lc. Drillaba en él has-
ta 1807, en que hubo de relít'urse, la ul'amadísima Rita
Lmza, y á la par con ella el célebre gr3cioso Qucrol, de
quienes hablat'é despues al lralal' de lo que eran el arle
dramáLico y los aclorns. Cifiéndo111c por ahora á la parLe

Entónces brillaba sohre todos el de la marquesa de Tavares, r&-


cicn venida de París; carrunje de los llamarlos bombés. y cuya
ílgura era una esferoide 6 CQmo un wmeWlo huevo de avest~uz.
TOllO lo 4

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?i0 Al\TO:ilO ALCALÁ GALIANO.

matct·ial del edificio, rcpelil'é que era hol'rible, y que el


espacioso patio, cuando estaba lleno, causaba á la vista y
al oido un efecto por demas desagradable, viéndose en él
lo llamado con propiedad oleadas, porque imitaba la gente
empujándose el movimiento del ma1', y :iun podia mirai·so
como remedo de sus b1·amidos la gl'ile1·ia, que era conse-
cuencia del atrope\lal'se y estrujarse de los concurrentes,
en un lugat·, así como de tlivcrsion, de tormento. Los po-
cos asien los que babia enll'e el patio y las tablas, así corno
los mús numerosos del teatro del Príncipe, asicnto.s entón-
ces conocidos con el nomlH'e de lunetas, novísimamenle
tl'Ocaclo por el amel'ieano de b1¿tacas, eran estrechos,
<lul'os, con forrn de mala badana, casi siempre con desgai·-
l'Ones, y nunc·a limpia. Alumbraba los teali·os una araña,
que ya en '1806 cea de qiihiqiws, y en los clias de ilumina-
cíon además velas puestas en candelcl'Os, que, fol'mando
lo llamado brazos, salian :le los palcos.
La concul'l'eocia ú los leat1·os era regular. Pllhlicaba cn-
túnces el Diario, jun~amente con el anuncio de la funcion
del día, la snma de lo 1·ecibitlo en la próxima pasada. Las
entradas de lleno c,ran de 6.000 rs. ('1) poco más, pero rara
vez llegaban á tanto. nicn es cierto que los precios eean
bajos. No se colH'aba entrada más que para el patio, y á los
palcos de amigos iban de balde los convidados ó los que
se convidaban á s! propios.
Poco más tengo que aiiadir en cuanto ú la parte mate-
rial de la capital de nuestra pob1·e España en aquellos dias
de decadencia y abatimiento. Bien vendría, con todo,
hnblu1· algo aún úe los vestidos enLónces de uso, hoy
tan igoorados, que su ignorancia ha desfigurado con el
vicio de anacrónica _una muy buena pinLura 1 destinada

(1) Temo que me sea io.fiel h memoria, y_ que la~ eu~rad~s ¡le
llenu fuesen de 8.IJIJIJ rs.

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RECUERDOS DE U:> .t'.'<C!ANO.

:á 1·ccordar un hecho memol'able de nucstrn historia (1).


Los hombrns solian vestir cntónces fl':Íe, y tambien le-
vitas. Ni unos ni otrns eran muy desemejantes de los del
dia peesentc, si bien tampoco se les parecian Jel lodo. El
-cuello cuadrado que llevan en el cilado cuad1·0 los diputa-
dos de las Córlcs en 1810, había ya desaparecido en 1806
y mucho antes. Llevúbansc pantalones ajustados con me-
dia bota cnc11na, y éstas con una borla delante, calzado á
que dió nomlwe el general 1·uso Souvarow. Tambien los
elegantes usaban calzan corlo con cinta en vez de hebillas
en la ¡inrte superio1• de la pierna, donde so unia con las
botas de cmnpana, que con 61 eran indispensables. Ral'Í-
sima vez se veia en Madrid un sombrm·o redondo ú de copa-
nlta, y al vei· un homlll'e que le !lev:i!Ja, se supania que Cl'a
procedente de un pucrlodc mar, y particularmente de Cácliz.
En los sombreros de picos (que así eran llamatlos) llevaban
escarapela ncgrn los que no tenian ft1ct0 rnilila1·: los mili-
tares la roja, áun vistiendo traje de paisano. El uso do los
uniformes pal'a visita, ú úun para paseo, er;i Lambion muy
-comun. Las scííorns sólo gastaban somlL·cro ¡1ara ir al Lca-
lro, y csLo sólo las de elevada clase. Allernabnn las manti-
llas blancas con las negras. Las basquiñas ncgeas, si aún
vivian, tenían que comparti1· su exislcncia con las de colo1·,
y en invie1·no con lo llamado d·1illetas.
El t1·aje del ·pueblo era difc1·cnlc de! de las pe1·sonas de
alta y mediana cbse. Con el sombrero de picos cubrian su
cabeza los hombres, prenda que disonaba de la chaqueta;
.pel'o desde el ramoso molin ele los di3s de C:i.l'los 111 estnba
prohibido el uso del sombrero gncho, cuya suprcsion fuó
origen de aquel exceso, y vino á ~e1· obligatorio el de pi-
cos. Asi, los señores que por capricho imitaban en su
üaje y modos á la plebe, enlt'C los cuales se dislinguian el

(l) La reuniou <le las Córtes de Cádiz en U!lü, cuadro que existe
-en el Cougreso de los Diputados.

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ma1·qués de Perales y el de Torrecuellar, llevaban con ves:
lidos casi de nrnjos, un sombrei·o propio pa1·a el traje ma.~
de ceremonia. En cuanto á las mujei·es, las llamadas ma-·
nolas vcstian más ó ménos segnn están pintadas en los lin ·
dos versos, tan populai·es un dia , y dignos de su fama, con
que en época muy poslcl'ior las ha inmot•Lalizatlo Ilt'eton de
los Herrel'Os.
Excusado parece, pern con lodo no será fuern de prop6-·
.sito decir que las cap~s, las cuales en Espafía n11nca mue-·
rcn, pues, si por más ó ménos largo plazo un tanto se·
eclipsan, vuelven á aparecei·, estaban en uso corriente ei~
los di:is de que voy aquí ahora hablando. Pel'O las de gra-
na, que privaban en mi nificz, habi:rn desaparecido entera-·
mente, destronadas y llasla 1"xlil'padas poe las blanca~ ..
Comparlian, sin cmha1·go, el favor con ellas unos sobt·eto-
dos l lamailos ruhs ú uarrieks con muchos cuellos, poco di-
ferentes du los que hoy llevan los cocheros.
Entre el asrieclo puramente externo, y el es lado intelec-
tual del pueblo, puede decirse que média el LL'alo Ot'dina-
rio, porque los modales tienen de ambas cos~1s. Et·a poi·
aquellos dias la poca sociedad do ~lad1·icl cul la más que lo
es hoy, aunque mui;ho nH\nos instruida. La obscenidad e11
el lenguaje no fallaba, siendo es lo vicio de los pueblos del
Illediodi<1, pero no babia llegado al repugnante extl'emo en·
que hoy la oímos; cosa singular, porque en otros pueblos,
con la cullu1·a, si ya no con la religion, dcc1·ccc esta fe¡1
práctica que entre nosotros ha tenido aumento.
En cambio, el juego de puro :izar, que en dias novísimos.
ta sido cleslcrl'ado de las casas m:ís decentes, entónces
era la ocupacion de las poquísimas lcrtulias ele la gente de
superio1· esfera.
La razon de ser tan pocas las tet·Lu!i:.is i:onsistia en que
era peligroso recibir mucha genio en una casa. El Gobier-
no, rcr.ogido en los si\ios Hcalcs, desde ellos mi1·aba á Ma·
cll'id con ccílo y miedo, y parncia como que se declarah~

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Rl\CU!ll\DOS DJ; UN AlíCL\;:>0. !:\3
-enemigo público, pagando y i·ecibiendo odio pol' oclio. Es
verdad que el mal que se temia no pasaha desee el des-
iicno de Madrid, pei·o el destiei·ro no es perna leve en mu-
chos casos, poi· más que á los españoles ni pena parezca,
pues le vernos en uso bajo gobiernos llamados constilucio-
nalcs. Pero el peligro de ser deslet't'ado, si no g1·avc, era
g1·ande, por ser fócil incurrir en culpa que le motivase, por-
que Jo era el eslar en los siLios Reales sin objelo conocido,
ó el dar un baile en Madri l1 ó cosa parecida (1).
No dejaba de iL· gente á los cafés. Estos no eran lujosos,
-y los hahia ele suma pobreza; pero en uno ú otro no fal-
taba adorno ni áun asomos de elegancia, mereciendo tal
-0aliíicacion la Fontana tle Oro, que Lenía una sala cspacio-
sisinrn; el del Angel, que ha vivido l1asla 184>\, si bien me-
jorando, y hoy pasado á ser del Iris, y el de la Cniz de
Malta en la calle del Caballel'o de Gracia. Aunque inferior
á esLos, no era indecente el de San Luis, que novísima-
mente ha sido cerrado, mcl'cetl ú la dureza del casero, y
que babia tenido pocas, aunque algunas mejoi·as. A este
último concmrian hast.anles gual'dias de Corps, ó de la
Real pel'sona; cuerpo que repl'Csentaba muy nolablc papel
en Madrid, y más en el pueblo en sus varias clases que en
lo llamado alta sociedad, de la cual, si embargo, eran, y á
.que eencurl'ian algunos de ellos, bien que 110 muchos.
Aunque ya scl'vian helados en varios cafés, snhsislian las
Lolillerias, cl(OsLinadas sólo á bebidas frescas. La de Cano-
sa, situada en la Carrera de San Jct•ónimo, era, si no la de-

'(l) En el Ca t·na'i<ll ele 1808. variosjóvenes tk ast a capital, do los


miis elegantes c\e el\n, res olv imos dar un 1milc por fiuscri.cion. No
·e~;taba entóuces cslo en uso en ll!adrid. y l n, cosa pareció, aún más
·quo noyedutl, nt.rc·..i1nieut.o . Eu ef~.cto, la s a1tora qua se ¡ires ent0
;{l recibir sul i ó ·de~~c.rrnda. llarios temimvs igu~ü suerte. Por for-
tuna, fi pocos dins (en llfarzo do 1808). sucesos ele la mayor grave
dad dieron al olvido pc·~n-~os tun l eves, pues dieron en tierra con
.la mona rquía antigua.

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.lll\:T0:'\10 ALCAL-Í GALTANO.
cana, la que habia gozado <le no disputada ¡wimacla entrn·
todas; pero en '1806 estaba en dccntlencia, Cllando en mi
nificz (hácia 179t\ y 96) era la preferida por las personas
principales de Ja corle, bien que en ella entraban pocos, y
J1ingunas scfioras, llevándose la be billa· :i los coches. lllG-
chos que hoy viven llan visto lan miserable covacha, reli-
quia de ti cm ros antiguos, conservada hasta ·18!i6 ó 47, si no
en loda su fealdad y miseria, poco ménos, y sin duda te-
niendo parroquianos fieles, sin los cuales no podria habcl'
<lilataclo su existencia.
Ern miserable el aspecto de las tiendas; notándose en
ellas lo da vía más la falta del adot'no que la escasez del sm·-
lido, aunque en el último ¡rnnlo hahia no poco que deseai-,
porque ios objetos de lujo eran poco numerosos, y ménos
se encontraban de regalo, señaladamente en punto :í pro-
visiones. La randa de Genicys, situada enlónces en el Pos·
tigo de San l\larLin, era mediana en lo locante a cocina, y
nada bt'illan le en lo concerniente al servicio, aunque na
mala del lodo, cornparúntlola con lo que eran á la sazon
las casas particulares; pero eslaba pobremente amueblada.
No 1·clucia mus, miL'ada por el mismo aspecto, y úun quizá
era infc1·101', la pastelería de Cefe1·ino, situada en la calle
del Lcon, ú la cual concurrian gentes de alla y mediana
clase, particularmente á comer pescado, del cual babia en-
tónces poco fresco en es la poblacion, donde apénas seco-
n ocian ot1·ns clases que el besugo y la merluza.
Si de cosns tan humildes, las cuales, óun siéndolo, pin-
tan, sin embargo, el estado de un pueblo, subirnos ú ver
objetos de superiol' esfera, poni6nclonos en 18 del mundo
polll.ico, intolectu::ü y moral, harlo lrny que decfr en estos.
pobres 1·ecuerdos.
No voy aquí ú juzg~r el antiguo gobierno de Espnñ::i,
siendo mi propósito únicamcnlc decir, en vez tle lo que
debia ú no ser, lo que era, y no describiendo su mecanis-
mo, ni conl~ndo sus hechos, sino reeot·dando cúmo estalla

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T!ECUEDDÓS mi U!'\ ANCIA!l'O.

cntónces considerado, y sus relaciones con Ja soc~cdad y


el pueblo de la capital de la mona1·qula.
Veíase el Gobierno en genc1·al aborrecido y clcsp1·eciado.
Lo mereció sin eluda; pei'O tal vez excedía, en pun lo tal,
lo sentido ¡l Jo mcrncido. No alcanznba el odio al Hey, rrn1•0
s[ el desp1·ecio, haci~ndolc favor la voz popular en cnanlo
6 las intenciones que le suponía, pero teniendo en poco su
ca1·áclcr. El abo1·1·ccimiento á la Reina llegaba á un ex-
tremo inc1·ciblc, sólo igunlado por el en que se mi1·aba al
Pt•íncipe de la Paz, su privado y valido, reputado con bas-
tante, pel'O no con completa razon, el vcrdade1·0 monarca.
Al reves el príncipe de Aslú1•ias, despues Fernando Vil, era
110 un sólo mytlw, sino varios, ílgurflndosc gentes do Lliver-
sas y con lnH'ias opiniones en sn pel'sona imaginada ladas
las prenfü1s que en un monai·ca fulurn deseaban.
No fallaban en España quienes soiiascn en una monm·-
quía de las llamadas constitucionales. Republicanos había
ya pocos, aunque habia llalJiclo ll~stanles cnlrc la gente
ilustrada hácia ·179~, y :iun hasla ·LROI. Pe1·0 la conversion
en imperio de la rnpública francesa habia dividido á los
que, <l:.\nüo!o cullo, aspiraban á l0tmrla poi' modelo. Mu-
chos so udlrnrian ú Na polcon, como i·eprnsontanle de !a re·
Yolucion, en su clicLadu1·a, ya consular, ya im;10rial: olros,
miránd_olc como destruelot· de la libe1·lad, le abominaban.
Estos últimos er~in co1·Lisimos en número, y podl'ia <lecii-,
éramos, po1·que yo, nitio y jóven, me contaba entre ellos,
pisando poi' lo que en C:idiz, y áun aquí en llladrid, cm co-
nocido con el nomhrn ele mamel1;co, el cu:il, no s6 por
qué, sc1'via de íl]Jodo á los enemigos á b sazon ele nues-
trn poderoso y glorioso aliado. Lo gcnc1'al de las gen-
tes admiraba y aplamlia al ínclito em¡rnrado1· francos, con-
quisLallm• y legislador, así como supuesto prnLector da
España.
No está <lemas aíiadil' que enl1·c el clero, y áun cnlre lof'.
írai!es, gJzuba Napoleon de aHo y favorable concepto.

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SS ANT0:'\:10 ALCALÁ GALJA\rn.

La corle no residia en Madrid rn:ís que muy de paso (1);


y en los últimos años del i·einaclo de C;iL·los lV, puede de-
cirse que ni a(in así. En los sitios Reales estaban Lodos los
ministros. Allí se acudia á los besamanos, ó con algun
particular n1olivo. Enlrn los concur1·cntes, hacian el primer
papel los llamados prntendientes, lo cual ycnía á ser :í
modo de un oficio ó pl'Ofesion con cst) n:;rnbre. En los úl-
timos dias de la anligua monai·quía, :íun ú éstos solía ex.-
pulsarse de la residencia de los reyes.
Así, la corte no existía pat·a la capilal sino como para
una ciudad de provincia. Pero el monarca vcl'dndero, ó el
consiclcrado como tnl, aunque una ú oll'a ve7' no lo fuese,
porque lo ci·a en casi todo; el prepolenlc Pl'incipc de la
l'nz pasaba la vicla, allernando ya en ~ladi'id, ya en Jos si-
tios. Aquí tenia lo llamado su cm'Le un dia á la semana; y
no sin pl'opied~d era llamada su corte, pues se asemejaba
mucho m:'ls á la ele un rey que á la de un minisll'o, aunque
no se pareciese á lo que c1·a cnlóncos el modo de rc-
cihit· ú su~ súbditos, apellidados vas:;i.llos, los soberanos de
Espaiia.
En el hoy ministerio de Marina, edificio que desde la
caida del hombre singultw que le ocupó y desde él casi
reinó, ha servido á varios neos, '/ donde yivia, como todos
saben, liasla que en los últimos dias de su poder pasó á
residir en una casa casi humilde, rniénlras le habilitaban

(l) La corte sólo llª' l\>a en Marlrio pocos r1ias fines á rl9 .Tnnio y
principios ,\e Julio al traslnclar.;c de Aranjuez á la Grnnja, y otros
pocos eu DicicmlJt•e al pasar del 1':$corial ó. Aranjuez. Pero á fines
de 18·Jo no quiso ni :iun entr~l.l" en 1Iadricl para la corta estancia de
invierno, y ·viniendo del Escor·ia\ procedió del puente rle Segovia
al de Toleclo, formando del uno al otto la tl'opa. Al te1·minar 1801.
cuando la causa famo.~a del Escoríal habia llevado el odio al Go·
bierno al último extremo, ni ánn se acercó ol Rey á Madrid y se fné
del Escorial á Arnujnez, cortando desde ia~ ventas de Alcorcon al
camino <le An·hlucia.

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RECUERDOS DE UN ANCf.\:\0.

()1 palacio de nuena-Vista, que acababa de serle ofrecido


en dádiva, tenía su corto el valido de Cárlos IV. Un cuerpo
nuovarncnlo Cl'cado para se1· sti guardia, hacía la de su
casa; cne1·po considerado como ramo del de Carabineros
reales, pero diferenciándose de él en el uniforme, que era
el de los húsares ele aquellos dias; y cuet·po lucido por la
buena prnsencia ele los soldudos, tollos ellos escogidos, y
de los oficiales, á que oaban realce el vestido y las prcn-
tl3s todas de su equipo. Una escalera hecha á grandísimo
costo, y más scñ~1!ada por Ja l'iqucza qne por el gusto de su
adorno, cbba paso ú val'ios salones. En uno de ellos, largo
y com¡rnralÍ\'amenle angosto, eslaba Jo principal de la con-
Clll'rnncía, Ja cual, sin ernlrnt·go, se o:s..lendia hasta llenar
olt'os dos ú Lt·es CLia1·Los do menores dimensiones. Contt"i-
buian á fol'lllUl' aquel cooclirsa pct·sonas de muy diferentes
clases y catcgorias, las nH1s de ellas tt·aidas alli por el in-
teres de alguna pt·olcnsion; algunas, bien que pocas, sólo
pai·a asísl.ir á un espectáculo divet'Lido; bastantes sin otro
objeto que no fallar, porque no par~ciesc hija del desafec-
to, siendo nolacla; su ausencia. Ambos sexos, en proporeion
casi igual, fol'maban Jo que algunos di~s parecia hasla bu-
llicio. Como no se oxigia raquisito alguno para tener en-
t1·ada, Yeíanse, aunque pocas, mujeres de reputacion equi-
voca, ó áun quizá más, pues no fallaba una ú otea prosti-
tuta, aunque de lo más allo, ó digasc de lo más rico de su
mala ralea. Y ¡ lrisle es decirlo, pero aunque et mal se ha
ponderndo, Je hubo y grande! de las señoras que por su
cuna y situ~cion merecían respeto, haslantes iban alll á
lucir sus dales personales para cap~nrsc ln trnena voluntad
de aquel hombre todo poderoso, vendíendo su virtud á
tl'Ucquc de me1·cccles, siendo, si ya no comun, caso no in-
frecuente llevar al inmundo met·caclo madres á sus hijas
solteras, )'·hasta mat•idos ó sus esposas. Lo repito, la vo:-.
popular, cxpl'esanclo nn odio ciego, ha abullacb y abultaba
excesos de suyo Lan enormes, pet·o abunaba y no más; y el

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!J8 AXTO~IO AlCALÁ GALL\:'\0.
mismo valido, en los largos años ele su abatimiento y des-
ventura, disculpándose, 1'ª con más, ya con ménos rnon,
ele los graves cargos hechos á su pct·sotrn, se confesaba
allamentc culpado en materia do m1101•íos, si nombre de
amor pudiese mel'eCe\' la salisfaccion tlc apeULos LO!'pes,
en que las circunstancias de ambas partes hacian el tt·ato
do compra y venta.
El método seguido en aquella corle era el que suelen
usar los sobc!'anos, y el que, renietlúndolos, usan á \'eccs
los capitanes genet•alcs do nuestras pi·ovincias, y á falla
ele estos, las autoridades supct'iOL'es civiles, á l as cuales
loca ex.Glusivamente, aunque así no suceda cnt1·e nos-
otros, desempeñar el primer papel en lodo c u~nto no es
de la inilicia. Asomalrn, :.aliendo de los aposentos inlet•io··
res, el Príncipe de la Paz, y ccsa\Ja el mtH'rntillo que hay
siempre en toda reunían numerosa, poniéndose en út·den
Jos concl11'rcnl.es, no sin afan de todos ó casi t.oclos pot·
silúarse en la delanlcra, para no quedar sin sc1· vistos ú
oidos cuando pflsaba, no pudiendo dctene1'sc a hablar con
cada uno, el objeto, si no <le la adoracioñ, del culto inte-
resado ele todos cuantos algo prctenclian del Gobierno.
'No estará acaso domas que haga nquí una pintura, 6
digamos bosquejo tosco, de tan afamado personaje. De sn
cxtel'io1' sólo voy á hablar, pues de sns hechos, como es
público, so ha dicho bastante, si bien con extremos in-
justos en el vituperio, que eu los últimos nfios de b dila-
tada vida del que llegó á pobi·c y oscura vejez, hubo de
ceder un tanto, habiendo sido la singul~r suerte ele hom-
bre un dia tan poderoso la de sobi·cyiyii• hasl::i al odio,
cuya existencia es más tenaz que la de ot1·os mejores
afectos. D. Manuel Godoy, cuya elevacion en sus comien-
zos fué debida puramente ::i sus prendas p!ll'Sonales, era
a~ alta estalm'a, lleno de carnes, aunque no gordo, muy·
cargado de espaldas, á punto de llevar la cabeza algo liaja,
de pelo 1·ulJio, y color muy blanco; r~wa circunstancia en

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RECV!mllOs o¡;: u~ A:>;CJ.l~O. 59
un hijo de Exlrem~dnra, cuyl)S nalurnles, con ra1·as ex-
cepi;iones, llevan en el rostrn á mane1·a de un reflejo del
leri•eno de las tostadas dehesas donde lienen su cuna y
pasan sus niiíeces. Sobre Ja blancurn de sus mejillas relu-
cia On vivisimo crnnin, que achacaba la feroz malicia ele
sus enemigos á lo vulgarmente llnmado mano de galo;
pe1•0 áun personas nada amigas suyas sustentaban ser don
de la naturaleza, el cual en verdad casi rayaba en falta
por lo muy subido. Ves lía el uniforme de ca pitan general,
pero con faja azul, en lo cual se diferenciaba corno gene-
ralísimo de los capitanes generales. Llevaba en la mano
su sombrero de picos con pluma blanca y· su baston. Era
de ílsonomía dulce, poco expresivo; en el lrnblm· ui muy
dificil ni muy fúcil, no dando nrneslr~s de ingeniorn, y as-
pirando á veces á chistoso ("f), si no con acierlo, haciendo
erecto, porque una sonrisa mús o ménos forzada recibía
con apal'enlc aproliacion sus chistes. El'a nolable en recor-
darse los 1·osl1•os y el negocio que á cada cual lrnin á ver-
le, en medio de tnl confusion de personas y cosas; calidad

(l) En la última 6 penúltima corte que tuvo el Prinópe de la


Paz, cn:rnrlo esta11a y ñun se veia cr.rcana su caida. estando yo
allí con mi madre. teníamos al lado á dos frailes. sin duda perso-
najes de·cucnta en su or1le11. á los cuales se acercó el vr,Jido, y dijo-
las palabras s!guientcs, cuyo scnli<la no entendimos hasta qu~
uoticius dcspucs whiilas nos lo explicaron: ¡Coaqw1 el Espi1·i1u-
8anlo se ha vuelto 7Jerdiz1 Y con10 no rccihie.se respuesta ü esta nc-
ceclacl, que era a\usion á haber tomado pos~sion de Roma y su go-
bierno, en nomlire de su emperadcw, el general francés 1Vio¡¡is,
clestrnnaur\o ::i.l Papa. prosiguió el gran personaje: Sí, perdi::: con
su.spatitas cO{ú1"l1da,r;. A lo cual aiiadió: =Yo cst.oy en e1 CU!"-;O de
desear yeslinne, no un h!tllito como ese (y selinlalm el de los reli-
gioso~). sino un sarn, é ir {t encerrarme á uu <le&ierto» A tales.
ft(lses, si no impías, cuando rnénos indecorosas. respondian los
buenos dG los frniles cou sonrisitas. y esto cnanc\o quien las decia
estaba ;raen visJJerns de caer de su porlct' y granu~za; pero tales
eran los tiempos, que miént.1·ns scgu1a en pié el ídolo, era costum-
1Jre seg·ufr dándole culto.

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(jQ A~>T0:-110 ALCALÁ G.~L!AKO.

esla de memoria comun en los príncipes, donde se prueba


cuánlo se perfecciona cualquiera de las faculla clcs del
liornbt·c con sei· cont1n11a y casi cxclusivamcnle culLiva<la
y empleada. Concluida la corle, salian los concm·1·cnles:
<le ellos la masor parle ú maldecirá aquel a;ile quien_poco
irntcs habian ¡1pal'ecido solícitos y sumisos. En cuanto al
pueblo, que no iba á tales ceremoni3S, maldecia única-
meute al privado, pudiendo eu él m3s la preocupacion que
el juicio, y mús violento en aborrecci· por lo mismo· que
ignol'aha en gran pHi·t.c por r¡ué ahor1·ecia.
Era poi· cie1·lo muy notable en aquellas· hor·as la situa-
eíon de nuestro Goliierno, y de sus !'elaciones con los go-
bernados, ó digamos del concepto en que era tenido, y de
los deseos ó espe1·ai1zas en cuanto á lo venidel'O. De limi-
taciones al poclci· real pocos conocian algo, y así eran
cortos en núm ero quienes á verlas establecidas aspirasen.
Eslo no obstant.e, rcinuba entre el mismo vulgo llna idea
confusa de q11e podia, y átrn de que deliia haberlas, y
cierta persuasion de que 1as 11ahia habido, J' de que era
conveniente, así como posible, t1·aerlas de nuevo á uso.
Era muy gen e r~l buscar este correctivo al poder arbitrn-
río en el Consejo Ronl, vulga!'mcnte llamado de Casl.ilJ::i.
l'ero la dignidad de la Corona scgllia, no sólo respetada,
sino apl'eciada allamen te. Lo que. ci·a odiado e1·a los favo-
l'itos ó prirnclos, que (segun decían) engañaban al Rey
sicmpl'e bueno, como si fuese imposible impedir que hu-
biese validos prepotentes cuando el monarca lo os todo
y quiere depositar su confianza en una 1iersona querida.
Pero lrnliia un síntoma fatal parn la auloridad, y era babel'
eaido no sólo en odio sino en closprecw algunos de los
que la ejcrci:rn, inclusa la Hcina, á la cual no nlcanzaba la
inmunidad ele quc·cn la opinion vulgar gozaba el trono.
Una sociedad política admirablemente constituida ha
<:ausado en Inglaterra r¡u e no padeciese menoscabo la
monarqula, ni áun reinando abol'recido, despreciado y

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RECUERDOS DF. UN ANCT,\NO. 6{
escarnecido el vicioso Jorge 1V. Al l'e\·cs, en Francia reci-
bió una herida, que con el tiempo vino á ser mot'tal, la
autoridad 1·eal en el reinado del corrompido Luis XV. Lo
que en el vecino reino hácia ·1770, poclian ver en nuestra
pal da en 180 7 vistas no de lince; pcrn en materias políti-
cas pocos eran los que veian medianamente claro, pot·que
faltaba gene1•almente aquí la luz ele la ciencia.
No poi·que, al deciL· esto, afü'rne yo que estábamos los
españoles poco ánlcs de la invasion f1'fü'lcesa envueltos en
espesísimas nieblas, pues alguna sí bi.~n escasa luz nos
alumbraba. El estado pm;imenle intelectual del pueblo
será asunto de otra pat·lc de este irnpet·feclisimo trab~jo,
digno de ser leido JlOL' quienes le leyeren, para recibirle
como chocheces; pero algo se saca de la garrulidad de los
viejos, sobre todo cuando, c~lllando ú habiendo callado
muchos, quienes 1·ompcn el silencio cut•nt:in cosas y áun
pequeñeces mal ú poco ó á veces nada couociclas. Aun
los chiquillos, ansiosos de diversion, snelen agolparse al-
rededor de la abuela, á oi1· lo que cuenta ele cuando era
nifia y moz~1. y por lo comun lo que cuenta vale Jlúl)O, y
no es raro que conLenga, enlt'O cosas nuevas, otras muy
sabidas. Olt'o tan lo puede pt•omelersc que le sut.:cLla quien,
segun el modo de hablar del vulgo, es un po1J1·c abllclilo.

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IV.

MADJ\ID DE t8()6 A 1807.

La lileraturn madrileña estaba en 1806 c:isi dividida s:n.


dos bandos, si bien babia lile1·:i.tos que no eran completa~
mente del uno ni del otl'O, siendo á modo de imparciales,
ya en su comun amistad, ya t:n su enemistad á ambos, y
no fallando quienes desertasen de una hues~e á la opuesta.
En la formacion de estos bandos iníluian variedad ó con-
traposlcion en las doctrinas, así literal'ias como de olt'a
clase, no dejando de influir estas últimas en aquellas, y
yiceversa, ó razones privadas, ya de piques y res~nlimien­
tos, ya de celos y ambician de ocupar puestos absoluta ó
relativamente superiores.
La una hue·ste e1·a patrocinada por el Gobierno, ó diga-
mos por el Príncipe de la Paz, al cual ei·an los hombres
PL'incipales ó cabos personalmente adictos. Era el ¡>rinci·
pal de estos D. Lcanclro Fernandez bloratin, poeta cómica
aventajado, si bien falto de imaginacion crnadora, y de pa·
sion viva ó inlensa; rico en ingenio y doctrina; clásico en
su gu~to, c~lo es, á la latina ó á la francesa; nada amanf.e

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ANTONIO ALCALÁ GALJANO,

de la libertad pol!tica, y muy bicn avenido con la auto¡·i-


dad, áun la de cntónces, á cuya somhl'a mcdrnba, y Lam-
bien dominaba; en punto á ideas l'eligiosas, laxo por <le-
mas, si hemos de toma1· poi· testimonio sus obras, donde
se complace en saliriznt', no solo la supcrslicion, sino In
dcvocion, corno dejando traslucir lo que calla; de condi-
cion dcsab1·ida é imperiosa, aunque bur!on; de vanidad no
encubierta, y con loclo esto. no ca!'cciendo de algunas
buenas dotes pl'ivadas que le granjeaban amigos, aunque
buenos, en n(nnero escaso. Seguiale en poder y renombre
su amigo el presbilern l.>. Pedrn Escala, escrilol' prolífico,
y hasta compilaclo1· á veces; buen helenista, cuyas tratl11c-
cioncs del Edipo rcy de Sófocles, y del Piulo de Aristo-
plrnnes, mct'ecen fama superim· á la que Je dieron; literato
á quien el gusto de sn siglo, como sucecliú poco :íntes en
Francia al abare Unt•Lhclcmy, llevó á no conocer del todo
el clasicismo griego, á pcsai· de sn grande conocimiento
de la lengua y buenas o]}l'US de aquel pueblo sin igual,
porque inlet•1n·eLaba lo que sabía con arreglo á preocupa-
ciones domiünntes en la época en que leia y escribía; hom-
bre :í quien att·ibuian buenas prnndas sus amigos, y en
quien sus contrarios solo hallab~rn dureza reputada de des-
pótica. En pos· ele es los, ó a la p:1 r con ellos, venía el abale
Mclon, inferior á sus dos amigos en renombrn, si no en
mérito, pero al cual daba su empico de juez do imprenta
un poder que ejercía con rigo1· injuslo á veces contra sus
rivales ó los contt•nrios á su pandilla ('!). De t1·innvirato era
calificada esta union de los tres, no sin añadirse á un sus-

(1) Por ejemplo, de la traduccion de Blafr se habia hecho un


compendio, y negó el juez la licencia 11ara darle á luz, fundando
la negativa en unn crítica larga de In obra. No era esta muy buena
(e orno se ha visto despucs). porque al cabo, caido el gobierno de
Cá.rlos lV salió á luz, pero tampoco era maln, y al juez no tocaba
decidir, l'arasi podiu ó no imprimirse, cuál crn su Vtllor literario,
~iuo .11i C<Jnteuia algo contra la fe y buenas costumbre~.

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liECUF.!\llüS DE UN ANCIANO. 61!.
tanliv.o 11ada favorable, adjetivos que lo eran m~nos. l.os
.secuaces de los tres e!'an poco numerosos, no contándose
entre ellos nombre alguno de los que sonaban con aplauso
en nuestra li lel'alura contern po!':ínea.
En el bando opuesto míli laban hombres cé:lebi·es ya en-
tónccs, pero cuya reputacion creció en días postcrioi·es,
en los cuales viniernn á est3r dominantes á la par sus doc-
trinas y sus personas. S<~s ideas eran las ele los 1:-lósofos
franceses del siglo XVIII, y las de la revolucion del pueblo
nuest1·0 vecino, así como en la ptwte religiosa, en la polí-
tica, si hien no yendo todos igualm(;ntc lrjos. En literntura
su clasicismo era mtlnos purn que el de sus adversarios,
yéndose con los semi-heréticos de los días de Yollaire,
cuando los otros se quedaban con los 01'todoxos Boileau y
Racine. D. Manuel Josó Quin lana, ::í quien concedió la
suerte dilatada vida y al cabo p1·óspera fortuna, cm el prin-
cipal, si no en cródilo, en inllucncia, de los ele su parcia-
lidad líleral'ia. De los qu e esta componian, muchos tenian
empleos; pero en su bandel'a estaba el lema de oposicion,
no escrito en lctrns claras, lo cual enlónces no podía ha-
berse tole1·ado, pero si en cierta cosa ::i 1m.nera de cifra ó
je!'ogliflco, cuya clave ó sentido li nadie se ocultaba ni po-
día ocultai·se. No podi~ Quint~na gozal' ,fo la alta reputa-
cion que dcspues gozó mereci6ndola, pm·que poco de él
era conocido, y cabalmente en cslo poco consiste sn prin-
cipa1 merncimicnto, porque es el cantot· si1~ par ele doctri-
nas políticas y filosóficas, no sanas siempre, é imposibles
de se1· proclamadas en los clias de nuestra mona1·quia anti-
gua. Tachaban en él sus conlral'ios alguna dificultad en la
exprcsion, cuando no era magnifica, pob1·oza en la rima,
,inexactitud en los cpílelos y galicismos f1'ecuentes; Lachas
·no i¡:¡funJadas, pero complelamenle oscm·ccid:is poi· el
resplandor de los hel'mosos pas:ijcs en que aparece grall
poeta, no solo escribiendo en verso, sino tamllien en pro-
sa. A su lado era puesto Cienfuegos, y áun poi· ulguuos ell
70MO l. 5

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66 A:\T0:\10 A.LC.\L.-Í. G.\LL\:\0.

lugat' superÍlH' como poda, no obstante sus exlrava:;;in-


cias innegables, figurándose no pocos ~u·t·ebalos de fogosi.
dad lo que et•an ron torsiones para 1kspcrlar en sí el fuego
sacro; en una ú olra ocasion, acet·tando á set' bello, pero
de belleza singular en sus rat·ezas; vm·on jusLo y dignísi-
mo, segun acreditó en los últimos dlas de su vid~, y con
su desgraciada mue1·te lraida por una persecucion infame.
Era Cien l'ucgos de las mi~nrns docLL'inas que su amigo
Quinl~na, quizá exlrcmánuolas, quizá no llegando tan allá,
pero pareciendo lo primero, porque la violencia en l~s
foi·mas suponia otra igual en la sustancia. T1·as de estas
vt:nía un numel'Oso séquilo de escritores, á quienes acon-
tecimientos que sonreviníc1·on dieron ya rnayo1·1 ya meno1·
fama.
lll prosista Capmany, aunque viviendo en lr2lo amistoso
con Quint2na y los suyos, sin que pudiesen vei·se señales
de la enemistad fu1·ibu11da y á todas luces vituperable qno
despues manifestó al primero, 110 c~ibia c.lenlro ni de la una
ni de la otra de (as opuestas parcíalí<lad•)S aqui recicn men-
cionadas; su anLifrancesismo maniallco y esll'afalario no
habia llegado al punto :í que llegó en '1808, pero cm pu·
rísta, si bien con exLrañczas en su purismo, apareciendo
el lemosin cuando prclenctia el es~1·itor ser acrisolado cas-
tellano.
Un poeta de g1·ande y merecir!a fama, pero de mayor
concepto enlrn el" vulgo de lectores qu•) entre los literatos
rigidos; izigenioso en grado altísimo, fá1:íl en la diccion,
diestro en el manejo de la rima, dote n© comun en su épo-
ca; con imaginacion viva, pero no fuerte; con pasion sn-
pedlcial, siendo su amot· rne1·0 galanteo, y su patriotismo,
aurque verdadei·o, más chispeante que ardiente; terrible
en la satira; ajeno hasLa entónces á la polilica, pero can·
· tol' adduo de abbanzas det Príncipe de la Paz, ele cuya
101::edad privada era ramilia1·: D. Juan lkrntisLa Arriaza,
~~itllia una entidad aparte de toda paudilla. S~ oficio

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1...ECUERDOS DE U1! ANCLINO, 61
Jlrincipal, que ahora lal vez llamaríamos, ó llam~rán m'.l·
chos su rnision, era e~rihir sálil'as, sobre todo de campo..
siciones drnmálicas, en lo cual e1·a siempre admirable,
aunque fuese con frecuencia injusto, y áun los amigos de
las victimas por él asaetadas no podian ménos de aplauuit
l:i pasmosa habiliclaLl del flcche1·0.
Los dos bandos lileral'ios tenían cada uno á manera d&
~n catecismo de su fe, ó dicho con m[1s pl'Opiedad, un li·
b1·0 en que á la pa1• promulgaban sus doctrinas, y en la:t
aplicaciones de éstas daban satisfaccion á sus afectos. El
lib1•0 de los Moratinislas era los pl'incíplos de literatura de
Battcux; el de los Qurntanislas las lecciones de retórica 1
poélica del escocés llugo Illail'. Batleux no pnsa de ser ui1
comenlauor de Aristóteles en la parte de poélica, y ex·
playanclo y aplicando las doctrinas del insigne filósofo de
Stagyra las desfigm·a un tanto al diluirlas y exLenderlas.
Blait-, hoy tenido en poco entre sus compal!'icios, pero al·
gun dia muy estimado, es harto m:ís filos6fico que Bat·
teux (-t). Ambas obras estaban pésimanrnnle traducidas;

(11 La traduccion de JJalteux fn~ t.ratada con rigorg·ran<le, pero


no ioj usto del todo, en el ,Vemol"i~l lite•·ario. Baste decir que el
bueno del trnclu~tor, entre otrn~ lindezas, vert:ó en co.~t-cllanu la
voz ramaje (esto éS, triuo, gorjeo ó cauto de los ¡>i1jaros). el nutlo
que hac:mi los JHÍJriros en W.s nJmas de lvs árboles. Otra ·co~a. SQ le
tacha en la misma nitica como galicismo hasta ridículo, riue hoy
ha llegado á sGrlocucion corriente: ¡tanto ha crecido la corrup-
cion de nuestra lengua! El galicismo de que hablo, y que afeaba.
un crítico á. principios de este·siglo, era traducir les grecs ("rent
·baetus, por los griegos fueron batidos, en ve~ de decir yencidos ó
deshechos.
Eu cuanto á la. traducciou de Blair. eran otros sus pecados. De
estos, fué uno de Los más chistosos traducir la yoz tettse. que sig-
nifica Uempo en gramática, ósea tiem1;0 de.,;e,.bo, por 1e .. so, y par"
autorizar el barbarismo 6 voz nueva, afirmar cun gravedad de
·doctor que leu8• en inglés solo significaba ciertos tiempos in ter·
medios. como el pluscuan-perfecto, y otros á. este tenor.
En los apéndices de una y otra abra, como se disting·uiesen loe

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68 A!iTOiSIO Al~CAL\ GALIA1\0.

estando peor todavía la del frances que la del inglés. Pcr•I·


el campo de batalla de las opuestas huestes estaba en los
apéndices puestos por los traductores ó por amigos de los.
t1·aducla!'es á los originales; apéndices destinados á juzgar,
aunque por encima, las obl'as de nuestra literatura antigua
y moderna. Para los Moratinistas la primera era en gl'ado
sumo preferible; para los Quinlanislas la segunda. Aque-
llos se mostraban, si bien con reserva ó con timidez, anli-
francescs; estos otros, sin dejar de sei· buenos patricios,.
anteponían los autores extraños á los de su pi·opia patria.
NuClstt·o teatro ern para Jos unos objeto de admiraeíon,
aunque segun las preocupacioAes del tiempo, confesaba1•
<¡ue había pecado en no conformarse á las cloctl'inas crci-
tlas aristotélicas: para los de opiniones contrarias, sí habia
en nues~ra poesía dramática algo bueno, lo malo predomi-
naba, siendo el conjunto monstruoso. Al reves, 6 poco-
ménos, salvo al tratar de las comedias de ~Iorntin, aconte-
cia tratanclose de los contcm¡rnraneos, pues en los apén-
tlices á las lecciones de BlaiL· llega á afirmarse que es el
primern de nuest!'Os poetas tr3gicos de todas épocas Cien-
fucgos. Que en juicios tales influian afectos de odio y de
amor visibles, está claro, aunque tal vez hubo de encu-
b1·irse en pat-te á quícnes los promulgaban, que :í menudo
se creian desapasionados y rectos jueces, cmrndo proce-
dian corno acalorados parciales.
Faltaban buenos lugal'Cs donde seguir con espacio se-

del Blair por su ah·cvimicnto á veces desvariado pero en otra~


ocasiones aceri.arh, excitó eso grande índignacion en los contr<l·
rios anoto.dores ¡\e Il<üteux. Por eje mplo, dijo el que alli<:ionulm e'
Blafr que Bartolomé Leonardo de Argensola no halJia sabido es-
crílior en prosa ni en verso. 'Esto parecia lrnstu locura. y son1l1}1
á harto más que lo que intenta1rn rlecü· quien lo escribió. Con ta
motivo. los amigos ele Mora.ti u y Esto.la, que eran· quienes escri.
bieron los o.péndices á Bntteux. rompiernn en exclamacione.s vío.
le~t_¡¡s, ha~ta llegará. apostrofar al maltratado Argenijola.

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fltCUEllDÓS DE UN ANC!AI\0,

·n1E'j~rntes licles. Hubo, es verdad, algunos periódicos d~


·Cl'ítica, no enteramente faltos c1e mól'ilo; pe1•0 vivieron
poco. Fué el mejor de ellos el titulado Vai·ietlatles de cien-
cias, líterat1wa y ai·tes, en el cual escribian Quinlana y sus
lllnigos. Mayo1· vida tuvo oti·o, cuyo lítulo era, si mal no
me acuerdo, el Jlf~moi·ial lítei·arío, el cual pasó de unas
a otras manos, dirigiéndole, ya D. P. Olive, ya los herma-
nos Carnereros, y sin decla1·a1·sc ni poi• Jos Mo1·alinistas
!Ji pm· los Quintanistas. t;no y otrn periódico habian ya
·muerto en ·1806; y D. P. Olive escribia uno nuevo con el
título de La Ninerva, infeeior á los :ínles aquí citados.
El pobre Diai·io, cuyo sucesoi· os el hoy llamado d&
A.visas, en su pequcílez suma y pésima impi·esion, solia
~ontener breves artículos de lo ahora llamado polémica~
no siempre clespreciablos, y algunas veces dignos de apre-
cio. En él habian escrito Capmany y Cienfuegos, sobre si
es ó no es castiza, ú diciéndolo como se debe, si debia ó
no ser admitida con tílnlo de legitimidad en nuestra len-
gua la palabra detaU, ó detalle. Pero en el mismo IJíario,
hácia fines de f807 ó principios de 1808, había salido á luz
m:ís de una carla, donde se disputaban la primacia en su
arte, ó la disputaban sus respectivos parciales, los barbe-
ros de 'Madrid y los de Andalucía.
Un periódico semanal de poliliea, 6 hablando propia-
mente, de noticias, pues sob1·c matci'ias de gobierno, áun
en lo relativo á las 1·clacioncs con los cxlraujel'os, no era
licilo enlónccs enti·ar en disputas, ni úun en exámen, era
el lflerc1wio, :Ha sazon dil'igido, y en parte escrito, por
,D. Nicasio Alvarez de Cienfuegos, en su caliclad de oficial
de la primern secretaria de Estado, pues de ella salia la
.1al obra, siendo como de oficio y á nrnnei·a de un adita-
·mento á la Gaceta, que Cl'a publicada dos veces á la sc-
1nana. En el Mei·curio solian publicarse a1'Lículos sobre Ji.
<cratm•a, entre los cuales dió mucho que hablar uno de la
,pluma de Cien fuegos, destinado á juzgar un drama, entón-

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io AJITO!!IO ALCAL! C::ALTANO.
ces muy aplaudido, cuyo titulo es: SancJio Orti: <ltJ la-
.Roelas. refnndicion hecha por D. Cándido Trigueros, de la
Bs(1·alla de Sevilla, ele Lopc.
De obras largas sobt•c materias graves ninguna llamaba
Ja alendon en aquel liempo. Pero la llamaba el teatro,
.si no en el grado que en la hora prescnLc, en uno superior
ti\ efecto que producia cualquier ot1·0 producLo del in·
genio.
Pocas ertln las obras originales qne se representaban.
las comedias ele "tlloratin esi.aban en el ptinto más allo de
.su reputacion; pero no las representaba la compañía de
1\laiquez, y la del teatro de la Cruz no estaba en favor en-
tre las gentes de la clase rnús alta de In sociedad, si bien
en algunas oc~1siones áun ésla concmria al teat1·0 desfavo-
recido. Maiquez gustaba de rep1•esentat· piececitas france-
sas, que cnlónces, como aliora, llt'ivaban. En punlo á Lt'a-
gedias, las de Alflcri y Duci:i, varias de ellas llien tradnci--
das, aunque oti·as muy mal; algunas ele Arnault y Lcgouvé,
'J la Zafre, ele Yoltaí~e, en la lraduccion de Huerta, donde
la het•uina tiene por nombre Jaira, di~f¡•nlaban de gran fa-
vor, porque e1·an muy blen 1·cpreseu ladas. Es de notar que
d~ Corneille sólo salia á nuestras tablas una lraduccion del
Cid, recibida con poco aplauso, y áun con mediana aten-
cion, )' ele Ilacine ninguna ahsolulamcntc.
De tragedias españolas á la francesa, ú sea del góneri>-
l)un boy mismo llamado cU1sico, aparecía de vez eu cuando
una aue';a, pero casi siem¡we con infeliz éxito, contribu-
yendo a acabar con ella alguna sátin1 cruel· del clesapia·
dado Al'riaza, el cual, si no era más blando con los traduc-
tores, no solía alcanzar sobre ellos completa viclot·ia. Bl
duque rle Viseo, de Qnin Lana, era tolerado, y aum¡ue no
con fl'Ccucnc1a, oido. El Pelayo, del mismo, fué l'Ccibido-
en 1806 con favor, pero no La! ni tan duradero, que se re-
pitiese su rept·esent~;cion, pasados los ¡wime1•os dias de su
aparicion y fama. Un Colio1·ino de Sanchcz Ilal'bero mm·ii).

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iu;euEP.DOS l)ll: UN ANCTANG 71
recien nacido. Ahdalasis y Egilona, de Vargas Pon ce, tuvo
igual fo1·luna, no siendo casi ni comprendido, po1·quc era
poco comprensible su singnlm· lcngu~je. L~s tragedias de
Cienruegos hubieron de quedar !'educidas á estérilco apro-
baciones de los amig·os del poeta (J). Algmrn más lrugcdia
nueva pasó ele la pltima al lealro; pero de ellas no me
acuerdo pai·a citarlas, :y no será temeridad decir que
mi olvido es sentencia de condenacion, porque supone el
uicio conlt•ario del público; fallo que, áun no siendo justo,
es prueba del estado de la opinion en aquellos días.
En medio de est.o, nuestr~s comedias anliguas solian
aparecer en la escena, ya refundidas, ya ajustadas á las
unidades, ya en su original irrcgul31•idacl, mejo!' !!amada
libertad, siendo recibidas á veces con accptacion hasta ex-
tremada. De ello hubo un notalilc ejemplo hácia flncs de
1806, en que El pe1·¡·0 del hortelano, de Lope de Yega,
tal cual salió á luz de su autor, obtuvo grnndcs [•plausos
en el leal1·0 de Ja C1·uz, donde, con rara cxcepcion, única-
mente seguian rcpresentóndose nuestras comedias anti·
guas. Verdad es que fueron los actores que la representa-
ron Rila Luna, Quel'OI ·l Cart•elcl'O.
De Rila Luna apenas quedan memorias, no 0Lsta11te el
pl'odigioso favor de que gozab~ entt·e la pa1·Le rnús nume·
rosa del público, y áun en el concepto de personas in lelí-
gentcs, siendo como 1·ival de Maiquez, cuyo mel'ccido al-

(1) •La posteridad (dicen las adiciones al R1"i1·) 1lal"á su lngar E,


las tragedias de D. Ni casio Alvarez de Cienfnegos, ~l primero qu11
entre !'lílsotros ha dado á este g-énel'o su estilo. su co1ol'ido y sn
tono.• Yn hu llegado la posteritlad y ha dado un fallo diametral-
mente contrario al que el apasionano de Cienfueg-o;; s~ J'l'ometia.
Imposible pnrcce que haya qnion ~e atrcYa h()y ;, saca1· tale~ obrs.9
á lns tablnB. ¡En el olYido yacen. y 11icn egtún alli! Con dolor die~
esto quien respeta la memoria de Cienf•;c,r;os come ho:nbre rligní-
simo, aunque como poeta, en g·e.neral, súlo me.1iano, nlg-uua ve1
buei:io. y con más frecuencia malo, sob:·e todo en sus tragedias.

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1~ A.l'\T0:-110 ALCALÁ GALIANO,

tísimo crédito fué de época posterior, y que hasta sus últi~­


mos días no llegó á privai· con el vulgo, ni úun con unos
pocos lit.era tos ('!). A Hila Luna habia clotad0 ricamente la
naturaleza; pero habia hecho poco el m·le para perfeccio-
nar sus dotes naturales. Tenía muchas de las l'altas de
nuestros comediantes anlignos, y entre otras una intolera-
ble, y hoy desconocida, que era la de estar de continua
volviéndose, como si de lo que dccia, la mi lad fuese para
el actor con quien lrnblaba, y la otra mitad dirigida á los
cspectad,oi·cs. Se empapaba poco en la índole de los carac-
lcres que 1·cprnsenlaba, pal'que e1·a corta en conocimien-
tos literarios; pero á veces los compi·endia por inl~icion,
y entúnces ei·an sus atisbos aciertos, porque pat·ecia im-
posible expresar con m:ís fuego ó ternura, ó g1·acia, ó il'o-
nía, lo que llegaba ella á comprnnder ó senti!· (2). No

(1) Moratin, en cuy as obras hay un mediano soMto en alaban-


za de 1\Iaiqucz, Y"- difunto, sülo hizo justicia al grande actor en
sus últimos años , poi-que ántcs era 11arcial de la compañia de la
Cruz, y 11abia llevado muy á mal que Maiqncz rep1·esent2so en lo$
Caños del Peral La lu¡;m·ei1a oi·guUosa, del oficial de caballer[a
D. N. Mendoza, que trataba el mismo argu mento que el 'Bai·oa de
M:oratin, cuyos arnig-os calificalian la ántcs citada comedia de pla-
[JÍO descarado, no halJiendo el Br"'º" pasado aún de ser un murius-
cristo. Gustó La, l·uuareifo, pero su 1rnen éxit o indignó á los Moro.-
tinistas, y ent 6nces Moratin lli7.o representar el B <w on, del cual
deéia Querol que no bien saliese al público se rnoririan de ver•
guenza los que bahian aplaudido La Lt1ga1·eiict. Pern el B <W01', si
agradó, no fué m u cho, ¡1orque, en verdad, vale poco, y otro tanto
sucede á La 1>1ga.,.eña, hoy olvidada.
Arriaza era rr.orta\ enemigo de[Maiquez. En la linda y justa 86-
tira de la tru¡rcüia Bfonca y ~fontcasin crilka á Ja par con la pieza
al actor, si hicn suaviza la crítica, unutlicndo:
Que en mnla situacion no hay actor bueno.
Fué cruel la vcn~anza de Maiquez. el cu al, en la comedia tit11-
1ad,t E:l guslo del dia, salió Nmedando á Aniaza en traje y modotl
con fülclidad tal, r¡ ue tlió en rostro fJ. todos.
(2) D. Antonio Saviü on, que era l>uen j ucz ea materia de decla·

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llF.ClJl'.RDOS llE UN ANCLlN6. 73
'ilicndo hem10sa, ni óun vet·daderamente bella ni bonita,
tenía ojos admirables, vivos, parle1•os, asi excitando á
tJnas corno ú otl'as pasiones, y una voz de exquisito metal,
y, tanto cuanto sonor~, flexible. Expresando el dolor, par-
tia el co1·azon á sus oyentes: repl'Csent~ndo la malicia,
enamoraba. En el mal drnrna de l{olzelme, titulado Misaii-
b·op[a y arre1;entimimto, ho~' olvidado, pero algun Liempo
locarncnle aplaudido, al descubrir quién era, su culpa
producía un efecto en nada inferior al de los mejores acto-
.res de cualquier pueblo ó tiempo, y sus sollozos, y sus
gemidos, y su voz llorosa sacaban lágrimas áun al oyente
más frio. En Et pe?TO del !wi·telano, de Lope de Vega, la
condesa Diana con sus capeichos de mala especie so lleva-
ba tras sí los corazones ó los sentidos. Bl desden "con el
desden, de Moreto, nunca lrn tenido mejor intérprete. Era,
·Cn suma, llita, grande actriz, y tal vez hoy la c~li11caría­
mos de gt·ande artista, pero de aqucHos en que están com-
pensadas considerables impel'íccciones con singularísimos
pl'imorcs, superando éstos á aquellos en cuanto son hijos
<le cosas á que el arle con todo su gnrn pode1· nunca al-
{;anza. ({). .,,,

rnacion. y rnuy parcial <le Mair¡ue7., me decia lrnblando de Rits


Luua: •En 1ancllü$ ocasionas. oyéndola. me ha ocurrido decir 6ll
voz ])ajn ó en mis ad entro~. dén<lola equivocar la índole del pe:r-
sonílje ó P.ituacíon que i·epresentaba: No es eso. no~' esa, peri dec!a
esta llorando.
Tal juicio l o es muy atinailo de las faltas de Rita Luna y del sin-
gular poüel' que ejel'cía s obre su auditorio.
(l) Arriaza on su linda sátira ele la trnget1i~ La m.,e,.te de AbBI'.
<1oncle asimism o censm·a otrtlS obi·as drnmúticas á la eazon recibí·
das cou aplauso, llama ó. Rita Luna
la dama inmemorial
Dtl d~3dfn con el desd~n.
Ya en sus poesías 89 leen loe signientlls versos heehoe al bute
de la famosa comedilm\&:

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'f4 Al'ITONIO ALCALA GALIANO.
Ayudaban á esta fomosa mujer dos galanes, Carretero y
Jlonce. No cuad1·a!Ja mal ni al uno ni al ot1·0 el nouilwe de
,galan, propio de su papel en el lenguaje del teatro, por-
que Jo eran a:nbos de persona. Ponce estuvo algun liell'lflO
al lado de M:;iqucz, ánles de pasar á Ja compañía rival de
la de éste, y torn6 algo de Ja c~cuela de su maestro, pero
la dejó pronto para vo~ver al eslilo antiguo español en
1rnnlo árep\'Csenl31", sí bien nunca viniendo ~l método ex-
travag~nle d~ que era modelo el trn día celebrado :ll~nucl
Gare(a Pana. Car1·etero, dotado el e una voz bellísima y de
J1aslante sensibilidad, rué mejo1·~ndo, y en dias muy poste~
riores adqui1·ió merecida fama en un~ escuela que tenía
l>astante de la nucvn, pero conset·\'nndo un tanlo de Ja an-
tigua. PoL· lo quo toca á Qucrol, era rnimilable en su gé-
nero. Quien le vió representar el D. Cl~udio del Jfeckizado
701· fuerza , ó el l'olilla de El desden con el desden, ó :íun el
Muiíoz ele El viejo y la nii!a, mal podia cncontl'arle rival; y
eso que hemos contado en días mós cercanos á un Guz-
rnan, supcrio1· en lo general ;l Qucrol mismo, pero no en
los papeles de que acabo de hablar, porque los buenos ~c­
tores, como que crean Jos caracl.eres en cuya representa-
cion lH'illan, dej~n ~ quienes los signen l:l. siluacion des-
ventajosa de itni~aclores.
Si de In comp:1ñía cómica del tcalrn de la Crnz pasamos
{¡ Ja cicl Príncipe, que poi· al~unos años lnl.Jia sido la de
los Caños del f'crnl, vaL'1:.imos de escena, pasando á la pre-
ferida por la gent0 de superioi· esfera, si ya no por los pri-
meros füeraLos. Era el repertorio de\ tcat1·0 favorecido
casi todo de piecccillas francesas traducidas, y de Ll'~ge-

Si algtrn mortal tan insansible vive


que de esa tu exr,1·e~ion siendo testigo,
dolor igual al tuyo no raci he.
no le pidas al cielo ot ro castigo
sino el mismo .• , que Je prohib~
111 d ulr.e bien de sus pirar cont igo.

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P.ECU!~nos DE l.'!~ A:"CIAJllO.

di as asimismo vertidas del reances ó del italiano. En todas


ellas brill:.tha Isidoro Maiquez, tan aventajado en el género
cómico cnant.o en el trágico, de no comunes dot•1s natura-
les y adquiridas, siendo más las primeras, aunque no apa-
rentes, porque entre ellas se contaba la capacidacl de apl'o-
vechar asombl'Osamente col'los estudios. ~faiquez babia
empezado su carret·a pot· ser poco gTalo al público, por el
cual estuvo á punto de ser silbado, tachándole principal-
mente de fl'io, acaso porque era natural; pero, habiendo
ido á París y hecho allí una corla estancia, duninte la cual
oyó, admiró y trató al célebre Talma, volvió á su patl'ia
no imitador ajustado de los actores franceses, sino crea-
doL' de un arle nuevo adaptable y bien adaptado á la len-
gua española. No tenia, con tocio, conocimientos lít.eral'ios~
qucdcíndose en este punto infet;iot· á nuestros acto1·es del
día presente, áun los de segundo ú!'den, y hasta no sabía
medil' el ve1'so, pues en los que clecia, solía, cquírncándo-
sc, aHet'ar la cantidad, pasándolos con qnili1rlcs ó aíiadit'lcs
sílalrns á la calidad de prosa. Pet•o tenía la superioridad
mental, á que dan los ft·anceses, y á su irnitücion los in-
gleses, y damos hoy los espafíoles cuando no queremos
ser pt:l'istas, el título de genio, y esto lo era como actor en
grado eminente y no disputable. Su alla eslatura, su ros-
tro exp1·csivo, sus ojos llenos de fuego , su voz algo so1'da,
pero propia para conmover, la suma naturalidad en su
tono y en su accíon, su vehemencia, su emocion, y óun lo.
intenso, á falla de lo fogoso, de la pasíon en los lances ya
terribles, ya de ternura profumfa, consliluian un todo dig-
. no de ponerse á la par con los primeros de ~u clase de to--
das las nac!ones. Ern juntamente m:.iestro, aunque los dis-
clpulos no supiet'on conse1·va1· todo cuanln de él aprendie-
ron; pero lrnjo su dil'eccion le ayudaban del modo más sa-
tisfactorio posible Prieto y Capeara, muy decaídos luego
que le pordicron de vislu; consery:ilian con todo buena
parte de su escuela, haci('ndose oír con ~usto áun el se-

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·16 ANT0!'\10 ALC~LÍ G.H.lA"i&.

glindo, no obstante su desagradable acento extran¡ero,


siendo napolitano, esto es, p1·onuncianllo con algo del más
desageadablc tono del peor dialecto de Italia. No fué tan
feliz con su mujer Antonia Prado, de la cual sac6 un poco,
pero sin poder curada del achaque ele afeclacion como de
muje1· p1•csumid~. En el Otelo de Ducis, mala imilacion de
.S1Jakspca1·c, en los Yenecümos de Arnault, ob1·a de poqul-
simo valor, y como la primera, malfsimamente trnclucida
por una misma persona; en el PoUvice y el Orestcs de Al-
·fieri, puestos en hennosos. v21·sos y lenguaje por Savifion
t:l uno con el Ululo ele los Hijos de Edipo, y por D. Dioni-
sia Solis el segundo, y en la muerte de Abelde Lcgom1é,
·pieza de corlo valor, pero á la cual una bellísima version
.del ya citado S:wi!lon dió realce, daba representados la
compañía de Illaíquez, y sobre lodo por el que era su cabe-
za, los más perfectos modelos que en su clase se han visto
.en los tealrns de España. Inútil es citar ca1·actercs cómi-
cos, en los cuales no parecía Maiquez que representaba un
papel, sino que era el personaje representado; tal era la
naturalidad de su expresíon y modos. Aunque poco afkio-
nado á nuestro teatro antiguo, quiso una vez representar
el Pastelei·o de lrfadrígal, y admiró al público en la pel'SO·
nificacion del impostor, ya humilde, j'ª altivo. Hasta arl'e-
bató aplausos re]H'esentando la mala comedia de Camella,
ouyo título es jJfada l'ercsa de A·iistria ó el B-1wn Hijo;
.pero esto lo !lizo, si á punto de logl'ar que se rcpilicse va-
rias noches lan pobre pieza, sacrificando su mérito a1·tisti-
tico en su deseo de captarse el favor del vulgo con bufo-
nadas. Maiquez e1·a de condicion violenta, soberbio por es-
. tar ufano de su mé1·ito, n::ida sufrido con los graneles y po-
-derosos, nllivo y dominador con los pequefios é inferiores.
Así lo hueno y malo de su caráete1• le atrajo frecuentes
desventuras. En el año de t807 hubo de salir de l\Iadrid,
no me acuerdo si deslerrndo, como lo fué despues, y como
,lo estaba cuando en i820 le sobrevino la muerLe.

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REC.UllRDOS DE UN ANC!ANG. '17"
Si en cuanto al arle drnmatieo babia en J\ladrid buenos
actores, que solian representar malas ó mecti~111as piezas, y
no aparecían producciones originales sino en eortisimo
númel'O, y, salvo en uno ú ot1·0 caso, de escasísimo valor,
en la parle del drama !frico, ó dígase cantado, ei·a grande
la decadencia. ~fadrid, que en los 1·cinados de Felipe V y
Fernando VI había tenido una ópera italiana de las mejo-·
res de Europa, donde habia brillado Farinelli; Madrid,
que, áun l'einando Ca1·los llI ~' C6rlos IV, si bien ya cerra-
do el régio teatro del palacio del Bl;en-Hctiro, hallia visto
y oido en los Caños del Pcl'al á la Todi y :i la Banti, se con-·
tentaba con oír en el teatro ópeeas cómicas francesas me-
dianamente traducidas, en las cuales alterna la represen--
tacion con el canto. El leat1·u del Pl'incipe era el 111ga1· des--
tinado á tales funciones, alternando en él una compañía
de cantantes con la de Maiquez. Distinguíase entl'e aquellos
Uanuel García, des pues subido á eminente allura; pero en-
t.ónces úun no consumado macstrn, á pesar de que su her-·
masa voz esLaba en su mejor periodo. Cantaban con el su
mujer Manuela Morales, cuyo rnél'ilo ap(·1ias llegaba á la·
medianía, áun entónccs. Ayuclábanlos un Cl'isliani, mejor·
aetot• que cantor, cu~'º género era el jo~oso, y la N. Brio-
ncs, madre de la famosa 1'lalibran y de madam e Viardot,.
ambas nr..cidas en París, adonde en 1807 p~só su padi·e·
con su quel'ida.
Ya en '1806 faltaba en MaÚid buena compaíiia de baile.
Pocos años ánles las había habido lindisinrns, y tres baila-
rinas célebres, La llutin, la Costou y la Duchemin, habían.
tenido acalorados ¡i~rcialcs que disputnban unos con otrns·
cual podría hoy suceder trnt:indosc de una cucstion políti-·
ca de superior empefio. En punto á los bnilacines, no da-
ban ocasion átales contiendas; pero no dejuban de llamar·
la alencion y de recibir aplausos como ahora no los reci-·
birian, habiendo caido la aficion al lmle, y sólo concedién·
dose uprobacion á las mujeres que en él lucen, pero pocoó··

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ANTONIO ALCA.ti GALI.UIOo

nada a los varones. Verdad es que lo que agrndaba ea el


tablada tenia ig·ual aceplacion, en la p1·oporc10n debida, ea
·1os bailes p;H'Lieulat·cs. Quien ve aborn pasearse como de
mala gana en una sala algunas pal'ejas, figurándo~e que
bailan, no puede hacerse ca1·go del ardor, de los bríos,
.así como de la !wbi lidad con que se cnt1•egal.Jan ~la p~sioa
de la danza los sefioi'ilos de los dias de mis mocedades,
-siendo para mí, que vivía enlre ellos, causa de dolot• que
poe set' to1·pe ó desmañado me veia completamente p1·iva•
<lo de figui·ar en su compaüía. La galrnta estaba en sa
~uge. Ein los 1·igodones, al bailar los solos el galan, se ex-
tl'emaba en piruetas y trenzados, haciendo sextas. Era esto
punto ele vanidad, y as! blasonaban los jóvenes de su afi-
cion al baile, casi como blasonan !os dd dia presente de
mit·arle como una tarea penosa. En camb:!J, e! wals, recien
mlroducido en Espafia, pues sólo lo fué h~cia ·1800, e1·a
pausado en comparacion con el actual y con n ueslras
polkas, etc. ..
No consenlian los tiempos 1·enniones 1itcrat'ias, y por
-0tr<l pat·te, escaseaban ciernen los de qué CC''llpone1·las. En
una ú otra tienda de !ibi•os lwbía te1•tulia dr. la clase de la
que pi nla D..Tom{is de It·iarte en su eome.diPfl titulada La
Liurerta; pero los tiempos habian llegado á rn~ tales, que
eran muchos los pelígrns que ocasionaba el e~ar jrmlas
personas insti·uidas, que por fuerza habi1n de tratar de
materias graves, con las cuales á veces so rozaba la polí- ·
tica, 6 de asuntos literarios, en que podia decirse a!¡¡una
~osa desabl'ida a la pandilla predominante.
En medio de esto subsistía poi· enlóc1.;<>~ en España la
lnquisicion, pero tan mansa, que apénas ei·a temida. El in-
qui~idol' general Arco era hombre instruido, de condicion
sua,·e y, más que olra oosa, col'lesnno (1). Asi es que la

(1) En 1808, viniendo yo de Cádiz á Madrid, traía unos 1ibrosi


Blltre ello¡¡ eatab11 la Historia d.. C<irlf• Y, por }\obert.iOll en tl.

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ll!:cugRDOS DE UN A:>ICl.\l\O.

malicia popula1·, mirándole corno privado del gt·an privado, ,


t,asta le achac~ba estar casado; claro desatino, pero indi-
cio de que no veian en él las gentes un suco sor de Torquc·
mada ó de Valdés, de quienes vino á ser re presentan le d
nombt·ado inquisidor pol' la Junta Centrnl, e! afamado obis-
po de Orense. Se entretenía la lnquis1c10n en pct•srguir y
cast.i~at' á falsas beatas, inventoras de miJg~ros, lo cual
hacía con tanto mejor éxito, cuanto que no podia pa·
sar por hija de la impiedad ó Ja incredulid::ul la pena
dada.
Sin embargo, la tertulia de Quintana existia, y vivió en
los afias criticas do 1807 y 1808, hasta que la caida del tro~
no antiguo en Aranjucz le dió, no súlo seguridad, sino im-
portnncia. En ella tuve yo entrada en Novicmbrn ele 1806,
no obstante mi co\'la edad, que era de i7 tiño~, pm·que ya
cult.ivaha las le~ras con buen deseo, si no con acierto, :1jeno
de lo que se llama esü1dios, pero suplien<lo con 1'1 aficion,
mrnque muy impcrfcclamcnle, lo r¡ue me faltaba. Hoy soy
el único que vive de quiei~es componian aquella sociedad
medianamente numerosa. lb~n alli D. Juan Nicasio Gallego,

original i11g\és. Llegarlo mí corto equipaje á la Aduana, se pusia


l'On á examinar los Uliros ,\os inquisidores, blando do conrlicion el
uno, seye1·0 ol otro. Al tropezar con RolJcrtsc!ll, no entcndicntlo in·
glé11, mo pregunt uron qué o lira era. Yo escam~do del ¡resto del uno•
dije el arg·ume1'l.to de la obra, pero call é el :w •o1·, prntestando qutJ
iba á estudiar el inglés, ¡1ero que no le sab'.a. Oi1lo esto, un inquioi-
dol' me dijo que me lo llevase. pero el otro, casi furioso, excloro0:
que siendo Roberlson era obra prohibida. En la duda ofrecí yo en-
tregar el libro, y asi llice, En seg-ui,la con te lo ocurrido á mi Lio don-
Vicente Alcalá Galíano, muy estrecho amigo 1lel Sr. Arce, inquisi·
dor general y pat riarca. A poco me fu é dcn1elta la historia d11 Ro-
ber\sol'. aunque yo era un jóven de 17 años y no tenía kicencia
para l~sr liol'Oa prohi'i idos. Fui :í O.ar las gracias ea persona al se-
ñrJr Ar"e, el cual tuteándome y con rosLro y modos carillosos:-.llo-
la, mt1c!1<ieh~. me dijo, ¡co ..que lees esos l i oros? ¡Pues c"i<ladaf Pocc>
11nporlaba el aviso, porque el hecho le 'lUitaba ill carácter de ame-
.aa.:"-

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8() ANTONIO ALC.\LÁ GALHNO.

cuyo fama empezaba entónccs; Blanco White, ya conocid~


en Sevilla; Arjona, tambien del gremio lilerario sevillanc;
Tapia, unido con Quintana por amistad estrecha; Capman:·,
á quien nrnlas pasiones llevat'Dn despues hasla 3 pin lar co:1
negrns colores á aquella concuri·encia donde era bien ad-
mil!do; Alea, ti·aductor del P(iblo y Vfrginia, de Sai11 ~
Pie1·re; D. Gei·ónimo de la Escosura, muerto académico ch
la lengua; D. N. Viado, y algunos más de cuyos nombre:~
no me acuerdo. Se apart:cia de cuando en cuando, y no
muy de tarde en larde, Arría za, el ctrnl como que disonaba
entre gentes casi todas opuestas al príncípe de la Paz, cuya
casa él frccucntabn, como ánlcs he clicho. La converna-
r,ion era sobro malcrias de literatura; pel'O tambien se ha·
blaba de noticias, como, poi· e.iemplo, de la campaña ele
Napolcon en Prusia y Polonia, llegando el atrcvirnientosúlo
á p.unlo ser licito manifestar, ya afecto, ya desafecto al COQ-
quistador glorioso. Solía leer Quintana las vidas de hom-
bres célebres, que poi· cntónces dió pm· primera vez á la
estampa. Nunca vi allí á Cienfucgos, y en cuanlo á ~lelen·
dez Valdés, creo que estaba ausente de Madrid en aquellos
dias. E1·a aquella sociedad culta y decol'osa, ctw.clrnnclo
bien al dueño de la casa, hombre grnve y severo. A ella
DO as is tia su mujer, reputada una de las principales belda-
des de Madrid, pero sin duda poco aficionada á la literatn-
.ra 6 á la sociedad de gentes natln propias parn diverlir á
señoras en la flor de la juventud y en la madmez de su
hermosura.
Así ibnn acercúndose á Ja muerte el l\Jadrid y Ja España
de nuest1·os abuelos. Qllicn vió el Maurid y Ja España d(}
18.J1J, con sus pretensiones á se1· Del renovacíon de lo an-
tiguo, se forma de le pasado una idea, cuando no mucho,
bastante equivocada. Los que aspi1·an á resucitar muertos'
no estando dotado poi· Dios del dón de lrncer milagros;
desvada, y si trnbnja para el logl'O de su descab<\llado in-
tento, y de su trabajo algo lle~an á prometerse, y se flgn- ·

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RECUEllDOS DÉ UN ANCIANO. 81
i•an haber conseguido lo que se promctian, equivocan un
cadáver galvanizado con un cuerpo venido á vida nueva.
Fué muy duro el golpe, llegó á penclrar muy en lo hondo
el movimiento que recibieron nuestra monurquia y nuestra
sociedad en 1808, y desde enlónces hasta 1814, para que
pudiesen tener efecto cumplido los deseos y conalos de
quienes querian pasm· por encima de seis años, y no afios
01•dinarios, c0mo si tal hueco no hubiese existido.
De la sociedad de 1814 á ~ í\20 hay quienes conservan
recuerdos que podrían, si qui:;,esen, ti·aslndar de la mente•
á la pluma, pero cuidando de no cquivocarlos con un~!
rpoca muy dire1·enle.

(j

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v.

1HDJUD DESDE rINES DE MAYO HAST.I Fl,\2S oe AGOSTO DE lSOS.

1
Algo lrny csc;·ito de la guerra dc la In.dependencia, si
bien quizá no tan lo cuanto debe1•ia espernrsc, ó cuanto ea
otrn pueblo más fecundo en autores y lectores habrían
dado de sí acontecimientos tan graves y tan ricos en es-
cenas del más vivo empeño posible. Y cuando me arrojo
á decir que sólo es alg·o lo escl'ito ó lo publicado sobre las
cosas de aquellos di ns, hablo de Ja cantidad y no de la ca-
lidad, porque hay enlre Jo poco ob1·as de mérito, entl'e las
cuales descuella la hisloria del conde de Toreno, donde,
si hay fallas, abundan las pel'fecciones. Pero hay dos pun-
tos que son los principales para quien desea enterarse de
lo que fué aquella contienda, y de lo que eran aquellos dias
de que poco se ha tl'atado. Es el primero Ja consideracion
crHica y lllosófica del espÍl'itu de aquella contienda, donde
concurrieron con igual celo á un fin comun gentes de opi·
niones encontradas, presentando el total muy diversos as·
peclos, segun el lado pol' el cual era mirado, pudiendo
sólo juzgarlo del lodo quien atentamenle examinal'e las

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84 Al'TO:-i!O ALr..IL\ f.AllAe>O.
varias ideas, y Ja gene1·al, venida á se1• conjunto ele !OlhlS'
las diferencias que habl'ian ele ·manifestarse, logrado ó
próximo :.í logl'arse el objeto del comun deseo. El mismo
conde dr. Toreno, no obstante ser hombre de gi·andisimo
entendimiento y vasta inslruccion, concibiú su história
atendiendo á un modelo cl:ís1co ó antiguo; y siendo por
aflcion y hábitos poco amigo de generalizar, sólo mezcló
breves reflexiones políticas en su mn·racion animada y elo-
cuente. Pero el otro punto, poco ó nada conocido, es la
pal·Le anecdólica de aquellos di as, sobrn la cual calla la
histol'Ía por juzgarlo indigno de su atencion, y faltan testi-
monios de obse!'vadores contemp.or[meos, no habiendo en
España lo que os com1.m intitular memorias, ni de la clase
de que sori las inglesas, ni ele la de que son las francesas,
las cuales, siemlo unas de otras muy diferentes, contrtbn-
yen por lados diversos á poner á la vista ele g-onernciones
sucesivas lo que fueron sus abuelos ó eran sus pad1·es. De
suplir esta falta pueden servir· los borrones que siguen, y
si pareciere arrogancia csle aserto, se suplica al lector
considere que 13 emprnsa es llana, pues sólo requiere me-
moria y buen deseo, po1·que á contar lo que vió alcanza la
vieja 1rnís ignorantc,.y no es más alta la pretension de que
son expresion estos rncuerdos. Pocos quedamos ya de los
que vivian en aquella época, muy diferente de la actual,
:rnnquc con ella enlazada, no súlo como lo están todos los
sucesos en los anales del linnje bu mano, sino con más es-
trecho nudo, porque si entúnccs vivia la España antigua,
eutónces tambien mul'ió la Esp~fü1 nueva, que era niña
balbucient.e en 18-10, y hoy frisa eon la vejez, por haber
vivido muy de p1·isa, y en uno y olro caso tiene las venta-
jas y desventajas pl'Opias de los años p1•imcros y otros de
los ya avanzados. nasta 'i sobz•a ya do preámbulos, y en-
tremos en materia.
Despues del terrible suceso del Dos de Mayo, habia
quedado ~lath'id aterrado, pel'O á la par con el terror rei-

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lUlCUERDÓS DE UN A:-iCCAl\0. 85
'tlaba la ira. Los sucesos de Bayona, donde fué obligado el
rny Fernando, locamente amado por lo mismo que ern un
enigma interpretado de modos diversos, todoa favora-
bles ::i ideas tamllien diversas, fué compelido á haca1· re-
nuncia de la corona en su packe, para que éste la traspa-
sase á Napoleon, estallan previstos, y :i nadie admirai·on.
Pei·o lo vct·dadernmcnte singular es, que en la opinion ge-
ne1·al, áun contando la de gente muy enlendida é ilusll'a-
da, habia poco lemor de que uno ú utl'O Napoleon reinase.
Entretanto, menudeaban det.:ttos y proclamas de Bayo-
na: el ltono habia quedado como vacante (aunque de
oficio nunca lo estaba, pues fné cedido por Cárlos lV á
Napoleon, y éste á su ltennano José); España estaba ll'an-
quila; de ejét·cito espafiol sólo habia corlas divisiones en
lugares muy distantes unos el~ otros, de suerte que nin-
guna esperanza fundada cxislia de libcrlat' á España del
yugo francés; pero suplía completamente la falta de la es-
pernnza lo vivo del deseo, ú diciéndolo con toda propie-
dad, ern este tal y Lanlo, que, pasando más allá de espe-
r~nza, llegaba á set• pcrwasion. Todos tenian puesta la
vista en las prnvincias, como decíamos en el lenglwje CO·
mun de aquellos di as, y de allí aguardamos el l'emcclio
creyendo infalible su llegada y áun su eficacia. Habl'á quien
achaque esta locul'a patriótica á una causa de muchos
creida innegable verdad, y es que en l!l1estl'a patria la
gente s;uperío1· en talento y ciencia, con rarns excepcio·
nes, creía que debíamos accptat· de Fl'aneia con nuevo
1·ey leyes nuevas y un gobierno ilustrado; y que sólo el
vulgo ignorante ó los hombres de ranci~s doc~l'inas de-
seaban 6 espei·aban el reslablecimient.o del lL'Ono de los
Ilot·bones, de lo cual, como es natural, se sigue que, con-
formándose la fe con el dcsoo, y ésLe y aquélla con la
ceguc1·a intelectual, ofoscasen el ánimo visiones que pl'e-
sentaban como fácil y segul'O lo casi imposible. Tan erra- .
da pe1·suasion, originada en escritos y clicllos ele los l'ran-

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86 ANTOlilO HCAtÁ GAL!ANO.

ceses y sus pal'ciales, acogida y fomentada por alguno~


ingleses, y á la cual dió valimiento la conduela del rey
en 18-14, está en conteadiccion con los hechos. La tertulia
(le D. i\Ianuel José Quintana, por ejemplo, era el punto
principal en que conctmian los hombres m:ís señalados.
en España por su t;ilenlo y saber, y tambien por sus ideas.
favorables á la libertad poliLica y l'eligiosa en grado has-
ta excesivo. Poco despues del Dos de l\Iayo, D. Nicasío
.Alvarez de Cienfuegos, á quien nadie exceclia en amor :'t
las docll'inas despucs llamadas libcrnles, habia .sido, poi'"
un artículo favorable á Fernando VII. inserto en J3 Gaceta
iie Jff.adrid, llevado ante la autoridad f1·ancesa, y amena-
zado de una conclenacion :í ml1ei·te. Vivia en lo general
de los españoles de aquellos di as honda y vehcrncnlemBnle
sentido el amoi· de patria juntamente con el de libertad,.
confundiéndose en uno ambos afectos. De los pocos que
disi.:nlian de !a o pin ion popular, los unos eran odiosos. al
pueblo, y otros cedian á compromisos contrnidos, no sin
dolor y vergüenza, r¡uc apenas, si acaso algo, disimula-
ban. A pesar de contarse tantas pel'sonas de enlendi-
mienlo é inslruccion entre los que padecian del achaque
de una credulidad infundarla en promete1·se ll'iunfos de
la nacion espafiola en Ju indudable resistencia que supo-
nian haria al poder frnncés, tal confianza pal'ecia de-
.satino; pero más dilícil que probar que lo era, venía á set•
negar que existia. Disposicion tal en los ánimos explica
cómo fué acometida, casi unnnimc y simullilneamente,
empresa tan l\lt•evída {!uanLo lo era la de desafinr al pode!'"
fl':rncós una nauion falta de recursos, y cuyas plazas fuer-
tes l'ronterizas y gran pat·tc de su territmio, inclusa la ca-
pital, estalla en poder ele los invasores. Como estaban con-
vencidos ele que !labia de h~ller iJ1su1'rec1~ion, bastü que
algunos pocos hombres osa el os on vgrias capi la les, lodos
ellos de corlo valer, alzasen la voz, pm·a <J.UC fuesen segui·
dos, siendo la voz de tales hOmlJres á modo ele campana

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RECUERDOS DE UN .~:\CIA!'i"O. 31
de reloj que da la hora en que esló convenido que ha de
hacerse alguna cosa, sea ú no de importancia.
Los que vivíamos en Madrid, supusimos el levanLa-
miento ántes que sucediese; sucedido, lo creímos supe-
rior en fuerza á la que tenía; apenas crcimos sus ridicu-
leces, pel'donamos sus excesos, nos fl¡;Ul'élmos triunfos y
negamos reveses. No irnpedia el terror que siguiú al Dos
de Mayo, que se mosl1'ase la opinion con poco rebozo.
La tertulia de Quinlalla se~uia no muy concn1·rida, pero
no falla de gente, y toda ella era cnlónccs anlift·ancesG,
á pesal' de que, andando el tiempo, hubir.rnn de hacerse
afrancesados unos pocos zl~ los que la fomrnban. En lu-
gares mucho más humildes !Ja bia el mismo espí1·itu. En
los polJL•es cafés de aquel tiempo, en que era coslnmbl'e
leerse la Gaceta al lado de un brasero de sarlen en in-
vierno, '/ cerca de la ventana en vei·ano, se lrnhlabá con el
mismo eles ahogo, tal, que p:ll'ecia no so recelaba poli gro
por parle de los dominadores. Al revés, en lo que habia
miedo, era en punto :í nc¡;ae las viclo1·ias de los levanta-
dos sobre los frnnceses, y los incrédulos, que no lo eran
por falla de patriotismo sino po1' sobra de juicio, calla·
ban mctlrnsos cuando oian cont8t' los hechos mér.os creí-
bles. Así, un pobre levantamiento de Scgovia, pronto ven-
cido y sofocado, fué pintado corno un grnn suceso, en el
cual los franceses, de quienes se ignoraba ú olvidaba quo
11abian atravesado los Alpes, se habían quedado sin ati·e-
vcl'sc á subit• por los puertos de la cordillera de Guaclarrá-
ma. La gente más curiosa acudía á los cuarteles á ave-
rígua1· cuántos soldados y oílcialcs habian descrLado cada
noche, oslo es, ldose á las pl'ovineias á eng1·osar las filas
de los ejét•citos españoles, ya en hostilidades con los fran-
ceses. Er¡1n satisfactorias las noticias que se ~idquirian, los
cuarttlles iban quedando vacío,g, y lo que daba m:.\s gusLo,
algunos de los J10m·ados desertores se llevaban consigo
las banderas.

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88 . A~!TON!O ALCALÁ GAUANO.
Al paso que seguian llegando las noticias, crecian, si no
las esperanzas, desde luego grandes, á punto de no admi-
tir aumento, los extremos dél gozo. Entre t.odas las noti•
cias, las de Zm·agoza excitaban particular entusiasmo.
Palafox: habia llegado á ser un semi-Dios; admit'adas las
gentes que le habian conocido en sus mocedades, apenas
concluidas, de que hubiese llegado á se1· un general tan
insigne. Ue acue1•do de una llamada batalla de las eras,
dada en Junio de i808, en qne los franceses habian sido
completamente dcr1•otados, y de una proclama que con-
lenla, poco mñs ó ménos, las frases siguientes: «Silaba·
talla de las eras hubiese sido ganada por esos vocingle·
res (los franceses), se h3bria puesto á la par de las de llfa-
rengo, Auslerlitz y Jena; pero vosotros (los aragoneses)
sólo la mirais como un ensayo lle los que eslais dispues-
tos á ganar bajo el mando de vuestra Generalísima y Palt'o·
na.» Esta prodnceion fué leída y admirada en el café de la
Corredera 13aja de San Pablo en medio del día, locándo·
me, como salia tocarme, el papel de lecto1' enlt'e los con-
currentes.
Si algo se hablaba de la Conslitucion que estalla hacién-
dose en nayona, c1·a por vía de burla, no sin maldecit' á
los que se prestaban á hacel'la ó apl'Obal'la; de ellos los
más esfol'zados, como acreditaron mucl1os con la conduela
que despues siguieron, viva ya la guerra.
Mural se haliia ido de llladríd ú reinar en Nápolos. El
odio público haliia seguido al verdugo de las víctimas del
Dos de Mayo, y, como poco antes de ¡rnrt.irse hubüise sido
acometido de cólicos violentos, áun hubo la atl'Ociclad Lle
culpa1• al facultalivo que le asistió, po1•que le hubiese sal-
vado la vida. Quedó mandando Sav:H·y, casi igualmente
aborrecido pol' su conducta en l\Iadriu, y Vitoria en Abril
próximo anlcrior, y pol' cierto más digno de abol'reci·
miento que el mismo lllurat, siendo uno de los peores sa-
télltcs ele su amo. No tengo pl'Osonte dónde moi·aha Sa~

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nECVElHlOS DE !JN ANC.!ANO. 89
vary, pero sí que no era en Palacio, el cual estaba aban·
donado, no sin dolor ni escándalo de los españoles, para
quienes era :l modo de religion la monal'quia. l\Ie acuer-
do de haberle visto con fl'ecncncia parn vel' á mi sabor
las bellas pinlm·as que cnlónccs contenía y ahora estái1
en el Museo. En las salas se paseaban algunos franceses,
y en un dot'milorio (el de la reina Maria Luisa creo) dos
ó t1·cs ele ellos con olras lan las mnjeL·znelas de mala vid(l
estaban cnsayúndose ¡;n el bolcl'o con acompañamicn~o
ue guitarra y casta1iuelas. Veíanse por allí, en un rincon,
el famoso sombrerito de tres picos con nn p~r de bolas á
un lado, que e1·an, ó se su¡1onia ser, del mismo Napoleon,
y que enviados á esta capilal, cuando áun estaba en ella
el rey, habían sc1·vido de prueba de que el emperado1·
francés 110 sólo venia á Espa11a como hués11ed, sino que
estaba de.camino. Y, como ha habido quien niegue la ve-
nida de tales prendas, no está demás decir que las ví yo
más de una vez por mis prnpios ojos. SiH ser yo enlúnces
muy monórquico, si bien no era lo conl1'al'io, sino mezcla -
de una yoll'a cosa, mii·aba con dolor e ira aquellas escenas,
que me parecian un insLJllo hecho, no sólo á la majestad
del trono, sino al clecol'O del pueblo espai1ol, del cual era el
trono represenlanle.
Por fortuna, bien está repetil'lo, c1·eiamos cercana la
venganza de tanta ari·er:i.ta. llabia llegado Julio, y pocos
triunfos hablan conseguido nueslrns odiados dominadores.
Resislia Zaragoza: et·a verdad que el ma1·iscal l\Ionccy se
habia i·elil'a<lo de Valencia, rechazado de los nacos nnu·os
de aquella cindad, solo propios para resistir ú armas no de
fuego: Je Andalucía e1·a seguro que Dupont se habia veni-
do att·as, desoCllpalla Cónlolrn. Andábase averiguando no-
ticias, siendo difícil tcne1·l~s ciertas, pues solían ca1•eec1'
de ellas los mismos franceses. Tal era la sandez, hija del
entusiasmo, qne áun en gente no vulgar ei•a frecuente
salir á la calle á saber qné había, y volyer á casa con

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90 A1\TO~LO ALOL\ G.\t!A:\0.

grande satisraccion, porque, habiendo rnirado á la cara a


algunos Íl'ar.ceses, habian notado en ellos señales ele mal
humor; de lo cual se declucia que estaban fu1·10sos ó ll'is-
tes por el mal estado de sus negocios, como si no pudiese
ser y no fuese con frecuencia ap1·ension del observadot'
la figura ó mala cal'a de los observ;iJos, ó como st r~zones
privadas y no polídcas no causasen en un francés enfado ó
tristeza.
En medio de esto, súpose que h~bi:i entrado José N~po­
con como 1·ey por las proviucbs tlel Norte. Estaba des-
mentido el grosero y sucio est1·ibillo de seguidilla, que áun
en Madrid cantaban á medía voz dominando los franceses.
el cual era, ni más ni ménos, el siguiente:
Anda salel'O,
No c--á en Espafia
José primero.
' «Ya sucedió lo qu o so suponia qne no,1) exclamó con
pesar una pcl'son<l al oir el estampido (que enlónces no se
· llamaban delonaciones) do los cafiones que en esta corte
anunciaban y· celebraban l:i en lrnda del nuevo monarca
en su reino. Pero asi y todo, no babia por qué desnrnyar;
malas dirresliones le esperaban en el mal udquil'ido trono
j' en la tierra que llamaba su reino, y como babia entra-
do as! saldria. Tiempo hubo en que pnrecia el'!'ado el pl'o-
nóslico, pet•o al cabo vino á resull~t· c:ie1·to; que tan lo p~IC­
de un pueblo resuello fl no lleva1· el yugo de los extraños
~·tenaz en su esperanza y fe aun en los reyeses de la más
adversa fortuna.
Por enlóncos, y estando José cerca ele Búrgos, lle·¡;ó In
nueva de haberse dado una g1·an batalla en los confines
del antiguo reino de teon y de Caslill:i la Vieja. Como e~
de suponer, pai·a los madi·ilcños había te!'min:ido la batalla
en una victoria completa ele los nucst1·os, atrnquc había si-
do cabalmente todo lo contrnrio. Algo contmlijo la persua-
iiion, poco ménos que uni\'crsal, de h:iber sido de los es-

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J\ECÜEJ\DOS DB Ut'i" A?\GIAt'i"O.

pañoles la victoria sabel' que el lítnlado l'cy venía acercán-


dose á ~fad!'id y que iba á enll'al' en la viJla que llamaba su
corle y en el usurpado palacio.
Entónccs ya, si no se convino en que hahia habido der-
rota por parle de nueslrns com¡iatricios, se calló tocan-
te á Ja batalla, atentos los ánimos sólo al motio de reci-
bil' al rey calificado de inlmso. De él se afümnlla· que era
tuerto; y con mayor seguridad, que gustaba de bebc1·
con exceso, á punto de merecer la grnsera calificacion
de bo1·racho. En sunrn, si de oflcio y para sus poco nu-
merosos pat•ciales era D. .losé Napoleon l , rey de las
Españas y de las Indi~s (que tales tílulos romó), para la&
noventa y nueve centésimas pa:·tcs de los españoles vino á
ser conocido con el apodo familial·, pero no amigo, de Pepe
Botellas.
No puedo hablar del recibimiento hecho al prelendienle-
al trnno en Madrid, porque, si bien residia yo en esta
capital, no salí do casa en aquel día. En que fué malo no-
cabe duda, si bien tal vez se ponderó la soledad de las ca-·
lles, pol'que á falta de atlit.:los, lrnbo de babel' cut·iosos ..
Era comun en aquellas hol'<tS 1'e petil' la narracion y descl'ip-
cion de la enlrada del archiduque Cúl'los en Madrid, titu-
lándose el rey Cúrlos m, que está en los Corncntal'ios del·
mai·qués de San Felipe, trasn~itiéndola los que habían lei-
,10 esta ohm (1 los qne no la habían leido, y fon á los que
1io sabian leer; y fue universal deseo renovar la escena de 0•

casi un siglo fotes. Quizá ponderó algo el mat•qués; pero.


lo ciel'lo es que el at·cbidnque se volvió descon lento á sus.
reales, desde la mitad del camino, sin lle gal' á habitar el re-·
gio alcázar, cuando José, más f:ícil de conlentat', siguió
hasta a poscnt:11·sc en el Palacio.
A la amargura y rabia que causó verle sentado en el
ll'ono matel'ial de los reyes ele I<:spat'í~, Sil'viú de calman le
~1unque leve, saber los desait·es á que se vcia expuesto.
~luchas se negaban á pt•cslal'ic jll\·amenlo de fidelidad1

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AHON!O ALCAT.Á GALIA~·o.

quiénes, á las clat•as, rcsueltamonte, qniénes, buscan-


do evasivas, honrados y Jlolos, pero no animosos; qui-
zá algunos, ¡mes Los á ve!' venir, atentos á lo que habia de
suceder en las provincias. Cclcll1•úsc como grande hazaña
que el alfóre~ mayo1· de los lleinos, marqués de Asto1·ga y
conde de Altamii·a, hubiese huido de Madl'id poi' no llevar
y levanta1· el pendan en la jura mandada hace1• al nuevo
sobei·ano.
En tanto, habían pasado al{;unos días despues del '19 de
Julio; dia inmol'Lal en r¡ue de veinte mil franceses rindieron
unos y enlt•egaron otros las armas á poco más de treinta •
mil espafioles hisoilos, en los campos de 13ailén. Tardó
en llegará lllad!'id la noticia auténtica de tal suceso. Pero
ya bien ó mal sal.Jicla, y t1·asluciéndose, comenzaron á set·
fundadas las hasta cnlónccs numerosas y mal fundadas con-
jetui·as. ...,
Pocos dias ántes babia vuelto á bs inmediaciones de
Madrid con sus t1·opas el m:Hiscal llloncey, rechazado de
Valencia; y si no d01·1·otado, obligado á desistir de su em-
presa á término de alianclonar dos p1·°'1 incias. Aunque no
liallia !Jecho mucho efecto su llegada, sc1·via, como hecho
constante, de da1· crédito á voces que cot'l'ian de otl'OS de
magniWd muysuperío1'. Ya lus observadores de los rostros
de los franceses no andaban tan fuera de razon, porque á
todos ellos y á sus parciales los veian cabizDajos, afanados,
como quien se pt·e¡1ara :i un viaje, y este no de rec1•eo. Al
-cabo los preparativos de 1·cti1·ada se ·hicieron visibles, y
áun comenzó esta á efet:tuarse en el '29 de .Julio, siguiendo
el 30 y 3·1 en que salió el inll'uso rey con la co1·te, yéndose
{)On él algunos de sus parciales, y quedúndose oL!'os dis-
puestos á pasarse á la bandera nacional. .........
Amaneció el dia L" de Agosto de 1808, dia por cierto
memorable, y de aquellos de que r~ra vez g·ozan los pue·
blos, día cuya memoria no puede ho1Tarse en la mente de
los que hoy vivimos, y la cual es bastante viva y tierna

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RECUÉP.DOS DE U:'l ANCLINO.

para reanima1· y conmovcl' á per~oirns rendidas al peso de


los años y heladas pot• el fria de la ve.iez, como po!' fueer,~
bemos de ser y somos los pocos lcst¡gos que hoy queda-
mos de aquellas grandes escenas.
Apénas habia amanecido, cuando las calles, y pl'incipal-
mente el Salan del Pl'ado, rebosaban en un genlío nume-
roso, alegre sobt'o toda ponderacion, ufano, y si no ajeno.
de malos deseos, dispuesto á enrrenarlos en medio del
puro gozo de Ja victoria . .En esto apareció entre aquel bu-
llicio un corto piquete de franceses r¡;zagados que corrían
á juntarse con los suyos: soldados de poca edad, m:i.l ves-
tidos, con ciertos como saquiHos ele colo1· claro y no muy
limpios que soli:rn lleva!' aquellas tl'opns de infantería,
pat't.c de ellas nada Incidas, aunque temibles en la campaña.
Era de temet· que la plebe alborol.ada les embistiese; pern
se conlenló con insuitat'los, y si uno de ellos recibió unos
cuantos golpes que le derr1barnn, no pasó la cosa á más,
y recogiendo el pohre muchacho el fusil caído, se íué con
sus compañeros, perseguido sólo con silbidos y risotadas.
La turba se dirigió al Retiro, que babia sido convertido err
ciudadela poi' los ftanceses. Veíanse allí cafiones clavados;
comienzos de forliílcncioncs 6 no concluidas ó deshechas;
municiones de guerra en abundancia; acopio de provisio-
nes arrojadas al suelo y despat•t•anrndas, ó por los misrno&
invasores al retirarse, ó po1· los prirncrns .del pueblo qu~
llegaron, y á quienes impelió ya In locllra, ya la ira, ya el
lícito deseo de apt'ovcchar pHte de nqucllos despojos.
Abundaba el vino, como era de s~pone1· 1 y convidaha :í
hacei· de él uso. Pero un clamo\' casi general, levantado de
repente, hizo corrnr la sospecha de que aquellos víveres y
bcbido.s estuviesen llenos de veneno, po1· juzgm·sc propia
accion de los pél'fidos invasot'tJS haber dejado tan funesta
dádiva al pueblo del Dos de Tllayo en la hora de abando-
narle. Pl'onto llegú á creerse realidad la sospecha, porque
un infeliz del pueblo habia cuido víctima de la ponzoña. YCb

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·94 ANTU~IO Al.CAL..\. C.\LIANO.

mismo le vi L1•aido entre cuatro, siguiéndole centenares cle


homlH'es enfurncidos, clamando venganza cont1•a Jos nlfü·
{\'OS de Jos franceses que en Madl'id hubiesen quedado. Pcrv
áun los más apasionados hubiernn de conocer en brev!
.que el supuesto envenenado no lo eslaba de otra ponzoñ1
que de una, que si á algunos mata á la larga, á los má3
.deja sanos, sin ot1·0 remedio más que el del suefio. Al ver
puramente borracho al que !labia pasado por agonizante,
se lt'ocó el ruro1· en risa, y volvieron á predominar los bue-
t1os afectos sobre los malos.
No podia, sin embarg<J, dejar de causar temor á las pel'-
:Sonas peudentes el estado ctt) una poblacion crecida falla ab-
solutamente ele gohic!'no, donde la seguridad pública y la
-de los individuos en sus vidas y haciendas babia quedado
encomendada á la virtud y buen juicio de la muchedum·
brc, virtud que ex is le, pero que se desmiente con fl'ecuen-
·Cia. No existia en Madrid autoridad ni ruerza alguna moral
ó material: los que estaban gobernando el dia 3f de Jnlio
·bajo el intruso rey, eran, cuando ménos, sospechosos, y
más que de mandar t1·al<1ban de esconderse. Del poder mi-
litat', que eit Esp~ña era la vel'dadel'a policfa, a¡}énas queda-
ban en la capital mas que unos poc:os inválidos de los en-
tónces conocidos con el nomlwe indecente de «Culones,))
ptles los soldados y oficiales de la anterior guarnicion es-
·taban ya todos en las prnvincias. Habia ot1·a dificultad, y
era que quien se atreviese á lomar el mando no acel'taria
á re~olverse en nombre de qué superior habria de ejercer-
le, si del rey Fernando ·ó del pretendiente José, porque los
franceses estaban cerca y podian volver sin que hubiet'e
quien se lo estol'lrnsc, y las !.ropas españolas lejos, y el
pueblo, aunque tranquilo, nada dispuesto á sufrir que se le
hablase de los Napoleones sino en té1·minos del vituperio
más extl'cmaclo. Entónces, por clisposicion no se sabe de
<¡uión, se discurrió que numerosas cuadrillas de los llama-
dos vecinos hom·ados paseasen las calles haciendo el oficio

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Rr,(;u;:;:nos OF. u~ A~Cli\NO. 9:$
Je patrullas. Aunque sólo contaba yo diez y nueve años de
edad, fui de la de mi ba1·1·io ó cuartel, que se juntaba en el
espacioso pot•tal de la ca~a que babia sí<.lo y ánn creo era
del Banco N.'.lcional de San Cál'los, situada en la calle de b
Luna, entre las de Tudescos y Silva. De allí salíamos, y re-
co1·ríamos calles y calles entre g1·itos del pueblo i·educidos
ú vivas, pues dtH'anle dos ó t1·es dias ni una sola desgeacia,
ni un sólo des(H·den vino á ln1·b~1· el sosiego público, ó di-
~ase el bien intenc1onodo re¡;ociJO.
A cuall¡uicr ci1•cunstancia se alendia , esperando ver
hecha mencion solemne como de rey del c~utivo Fel'llan·
do. Hulla quien rne co11Lase que poi· deseo de oir Lande-
seada mencion, había ¡,jo á 011· misa cantaLla, y que tuvo
el gusto de que en la colee La el sacerdote, anticip:índose :.í
u1·tlcnes de oficio, dijese despnes ele nombrar al Papa y al
obispo «Rege;n nosll'nm Ferdiiurnd1'm.>1 Fl'ivolidades pare-
cen estas cosas 3 la g·enel';1cion pt·esento; pero no lo eran
cntónces, poi· sel' el prnnunci<1do nombre algo más que el
de un 1\lonarca, la cx¡li'(~sion de\ voto unánime de un pue·
hlo, expresada cnlrn gt·audr.s peligt"Os y hel'óicos hechos y
levantados pensamientos, tipo múlliple que con tenia infi-
riidacl ele prnyeclos y espel'anzas y seí1al en aquella horn,
y t:irnbien consecuencia de una increíble y gloríosísima
viclorrn.
Pa1' fin, al tercero ó cuarto día de tan peligrosa situa-
cion, ocm·1·ió un suceso funesto. Se habia quedado en Tlla-
drid D. Luis Viguri, intendente que habia sido en la isla do
Cuba, muy amigo de U. Diego Godoy, el hermano de don
~I~mucl, y á qnicn halJi3n acuRado de haber en una conver·
sacian con un cornncl (d1gnlsimo sujeto) llamado D.N. Jau-
regui, insinu3do, aWi en 1807, que deseando el rey Cár·
los IV desc:;u·~-~t·se del peso del g·obicrno, y no queriendo
dejársele al p1·incipc su hijo, bien podl'ia el Príncipe de Ju
Paz ser declarado Regente. Fnese por esta razon 6 por
Q~ra, es lo cierto que, habiendo Vigul'i mailratado 11 un ne·

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98 ANTO;>i!O HCALÁ GALlANO.

gl'o su esclavo y qucjúdo:ie éste calumniando á su amo.


se juntó gente á los g1·itos, y la fama no lrnenri en el con-
cepto popular del desdichado amo produjo un albol'Oto en
que cayó muerto Vigul'i, alándose en seguida una soga .á
su cadável', con la cual olado fué a1·1·ast.1·ado por las calles
entre gi·itos de aplauso de gcnlc frenéLica, si no malvada.
Llee;ónos, estando en el zaguan de la casa de la calle de la
Luna, la triste noticia, que vino por grados: primel'O, que
iban á mata1· ú Vigu:·i; poco despues, que ya babia muerto;
y en seguida, la atrocidad ele que su cuerpo era objeto.
Nada podíamos hace1· más que dolemos del tal caso, y
temer otros iguales ó parecidos, y oleo tanto hubo de
pasar á los pobres vecinos honrados de los demas bar,
rios.
Habia llegado el clia 4, y ni :íun en bs esquinas aparecia
documento que dij~se á 108 matlrilefios bajo qué autoridad
vivían. Rornpió al fin el silencio el Consejo I\eal, vulgar-
mente llamado de Casli\la, con una alocucíon no mal escri-
ta, aunque verbosa, i111p1·csa y puesta en carteles. El Con-
sejo gozaba de cicl'lo r~1vot' popular en ~lacli'id; el vulgo le
suponía un poder legal que no Lcn!a, pero al cual aspiraba,
como si en algo fuese un s¡¡sLtluto de las Cu1·les, sobre
Lodo de las antiguas. El Consejo no lrnbia jurado la Cons-
titucion de nayona, si bien no se lrnbia resistido de frente
á hacerlo; pero su timidez poco sabida era de algunos que
la sahian perdonada, cuando su resistencia era un hecho
constante. Vió el Consejo llegada la hora de ser l'ealidad
su más arrogante pi·ctension, y ejerció su adquirido poder
con salisfaccion de la poblacion de la capital; no asl de las
provincias, ó, dicho con mjs [ll'Opieclad, de las Juntas, que
~cnian pretensiones más sllllídas y con oti·o fundamento, y
á las cuales movia la codícia del pode!' inherente á la na-
LUraleza humana.
La alocucion del Conse¡o tenía algo de confuso, pero no
en cuanto á decla1·arse contra los aborrecidos franceses.

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RECUÉRDOS DE UN A'.'>CLL\O. 97
Mí buena memoria (Je la cual espero que no se neve á m~l
que haga mencion, por se1· do le inferior al de un buen en-
tendimiento) es causa de que pueda', al cabo de tanlos
años, poner aquí de tal documento un periodo integro, el
cual me dió flOlpe por su consonancia con los afecli,•~~ 1;~'3' ,_
que todos particip3bamos: 11Adol'cmos, clecia, á laJ'J~n:~~~~.?t,, "'l
>iProvidencia, que si ha sabido humilla1· a los sober~i,q"s,~ti · ' ; ~ -~
»Cons.entirá qu ede_n impunes los lalad~res, incenrli~ri;ío~.·~ :.. i' },f
>>asesinos.» I\equrnbros tales era entonces muy f~v-..uso:·:. :.' s
echa1· :í los franceses. -- ·· "(> ; ,~,~.,.
El atentado cometido e1i Vigm·i no se rcpilió en algunos
dias.-El Consejo se convirLió e n Gobiel'l1o, y dictó provi ~
dcncias tan buenas cuanto conscnt1an las circunstancias.
Con la crueldad iL'reílexiva propia de clias de loco entu-
siasmo, fué JH'onlo olvidada la viclima de la furia popular,
y si quedó de ella memol'ia, fué pura crnar un verbo
atroz, po1·que hacia materia do risa lo que debía de serlo
Je anatema, pues se llamó Viguriza1· la ace ion de asesina1·
y en seguida al'l·~strar el cuc1·po cxúnime Llel asesinado.
A otras materias se cm1\'irtió la alcncion de la gente ilus-
trada, cuúl era la tle qué gobierno halJt'ia de eslablecerse.
Entt·etanlo, casi quedó esttililecid~, bien que por plazo
breve, la libertad de imprenta. llien es cierto que el Con-
sejo, nada amigo de ella, trató de ponerle impedimento;
pero en algun tiempo no lo consiguió, aunque lo man·
dase. ·Había censores, pero ó no ejcrcian la censura, ó
no se hacia caso de ella, ni se nccesit3ba. Una censui·a ha-
llia, y era terribe, que eea la scguridau de ser hecho pe-
dazos si algo se decia ó se insinuaba siquiera contra el
punto principal de todos Jos pensamientos: la causa de l~t
nacion contra el euemigo. En los demas, e1·a la discordan-
cia de opiniones tan grande cuanLo cabe serlo, y pocos re-
paraban en ello, no viéndose ni áun ct·1sputas entre las doc-
trinas de libcrlad política llevada casi al extremo, y la poco
m~nos que ü·religior¡ del Semanario paMeftico, y otras pro-
·- . . 7

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98 Al:\TONJO ALCALÁ. GALl.UO.

ducciones rebosando fanatismo y toda especie de ideas


rancias en punto á gobierno, y la mezcla singular de máxi-
mas favorables al p:.ill'iotismo español y r;ontrnrias á la ci-
vilizacion europea y genet·al, contenidas en la extra-
vagante Centinela crmtra jranctses, de Capmany; olwa que
cornpartia con los escritos de Quintana el favor popular en
primer gl'ado. Pcrn bien está repetirlo: en tales diferen-
cias, no obslante su magnitud, llegada á ser contradiccion,
nadie repaeaba, pues bastaba la semejanza ó igualdad en
adhesion viva á la causa santa del pueblo.
No falLnban composiciones poétic3s. Primero vieron la
luz las dos odas de Quintana á Españ~ libl'e. Eran lo que
debía esperarse de autor ~·a tan afamado, y rep1·oclucian
con ventaja los pensamientos y afectos de las conocidas
composiciones del mismo poeta á Ja hel'oica desdicha
de Trafalgar, y á la hnaña de Guzrnan el Bueno. Otrn com-
posicion salió á luz que disputó á las de Qltintana la palma,
y áun se la arrebató, en sentir de mucllos jlicccs, debiendo,
en razon, sú\o comparlir:a, por ser iníerioL' en fuerza de
fantasía, y sólo igual, pOL' otro lado, en el sentimiento,
aunque supel'ior en la corl'eccion y en la adrnirnble cons-
truccion del periodo poético á la del )'a un tanto anliguo y
célebre poela. Todos entcndedn que hablo aquí de la ele-
gía, ó lo quesea, sobre el suceso del nos de Mayo, cuyo au-
tor, D. Juan Nicasio Gallego, á la sazon capcllan de tos pa-
jes de s. 1\1., se había dado á conocer sólo pot' una buena
oda á la reconquista de Buenos-Aires. Gallego et'a muy
amigo de Quintana, á cuya Lel'tulia era concurrente asiduo,
y los dos poetas, en aquella ocasíon 1·ivales, se complacian
en darse mutuas y sinceras alabanzas.
Otra oda apal'eció con el título de Pi·ojecía ael Pirineo,
:ihundante en perfecciones, manchada por algunos, pero
laves, lunal'cs, y que excitó aprobacion y áun admíracion,
así como curiosidad, porque desde luégo su autor no
la publicó dando su nombre. Súpose en breve que e1·a de

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~rriaza, b11en poeta en su clase, pero de Ot\·a estofa qua
Gallego y Q11incana. Pareció la nueva composicion, si no h
mejor de sn autor, de las mejores, y particula1•rnen!.n
·de otro estilo que el general ~uyo. Sin embargo, era rncil
notar, en com posicion tan jtistamente aplaudida, que so·
bresalia el ingenio más que la imaginacion ó el sentimien·
to, y la principal, si bien no la única prenda de Ar1·iaza,
era ser ingenioso.
Hubo, 3dem:\s, una inundacion rle vel'sos patl'ióticos ti
medianos ó malos. ¡,Q11 é mas? Hasta yo, empeñado entón-
·Ccs, úzvita dea, en poetizar ó metrificat·, dí :í luz una oda al
uso de lo qne se fabricaba, ni siquie1·a señalada por lo mala
sino de aquella medianía que, segun Hoi·acio, ni los poster.
.aguantan, de suerte r¡ue ni merecia ni llamó la atenciml
áun para desapl'oharla.
La Conslitucion llecha en Bayona mereció ser puesta en
copl1llas que la ridiculízalrnn, y ciertamente censurándol~
en lo poco que tenía favol'able á la libel't.ad y en lo no poco
en q~e tiraba á fol'mar un gobierno fü1strado. Por ejemplo,
prometiéndose en aquella obra la libertad de imprenta,
decia el critico:
La libertad de la imp1•enta
Disfrntará \a nncion:
¡Pobrn del Papa y del clero!
¡Pobre de la religion!
Y esto no obstante, si la voz comun no mentia, esta cl'!-
tica fué obra de un literato, c\cspues muy parcial de las
doctrin;is llamadas ltberales y de la misma libe1'lad de irn·
prenta: de D. Eugenio Tapia.
Tamllicn se tentó hacer vet•sos para cantarlos; pero,
:iunque siguiendo la guerra, las canciones patrióticas ad-
quirieron valimiento, por lo prnnto no eean oidas sino las
más toscas y vulgal'es. Al'riaza escribió el bimno llamado
ele las provincias, que tiene muy bellas estrofas; y el

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1011 ANTONIO ALCALÁ GALTAM.
famoso guitarrista Zor le puso música, pero con corta for-
ti.ma en punto á hacerle cm·rcr cntt·e las gentes. No porque
se dejase de cantar por las calles, pues, al reves, at1•onaba
los oidos la contínua canluria. Pero las canciones que re-
sonab;rn, ei·a una que decía:

Virgen de Atocha,
Dame la mano,
Que tienes puesta
La bandolera
Del rny Fernando.
Vi1·gen de Atocha,
Dame tu poder,
Pat·~ que al rey Fernando
Le traigas con bien.

o con ot1•a, y no mejor música, la no mejor letra que decrn::


Ya vienen las provincias
A!'vern pujando,
Y la Virgen de Atocha
Trae á Fsrnando.
¡Vivan los espafioles!
¡Yiva la religion!
Yo me c... o en el ¡;orro
De Napoleon.

ó una de igual valot', como es:

Ya se van los franceses-tat·cna,


&Iatarl'"los plcjos-Juana y ~l::tm1eta,
Itlalun los piojos-Pr·enda, .,;
Y el general los tlice-Lm·ena,
Que son conejos-Juana y ~Ianuela,
Que son cortejos.--PrendJ.

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RECUERDOS DE UN ANCf,\NÓ.
·Y en el pueblo en que esto se cantaba el'a el Sema1iai·io
·'Patriótico, escrito por Quintana y sus amigos, el periódico
más apreciado y respetado, y el que más influjo ejercía.
Pasaban clias, y no pal'Ccian Jos ejércitos vencedores,
~guardados con ansioso deseo, el cual vino á ser impacien-
cia y bien motivada. Sabíase que el de Andalucía no se ha-
bía movido pot• habel' necias rivalidades entl'e las Juntas de
G1·anada y Sevilla, y las lrnpas de la una y la ott'a que le
habian compuesto. Entretanto, Madt·id continuaba sin una
fuerza física necesaria para impedit• se turbase el sosiego
público, ó parn restablecerle en caso de que ocurriese un
~cto de desót•den y violencia. Sobre cuál había de ser el
.gobierno de España du1·ante la cautividad del Rey, no ha-
bía ménos ánsia, pern de ésta sólo participaba la gente en-
tendida. Habíase a1•maclo una violenta disputa entre el
Consejo y las .1 untas de provincia, haciendo aquél las veces
de esta en la capital, y no admitiéndole las úllimas por co~
lega, pues hasta Je afeaban sin razon haber existido junto
l:Jajo el intruso José Napoleon, aunque por pocos días. Los
ma<ll·ileños se declararon por el Consejo, quizá por mirarle
como cosa de casa, y hasta el Semanario Pati·ióti_co dedicó
un :articulo :.'i defenderle de las acusaciones de las Juntas,
hecho singular, si se pai·aba la atcncion en que el antiguo
tribunal con pujos de gobierno debia se1· mirado como
acérrimo enemig·o de las doctrinas políticas del pel'iódico
libel'al, cuando las Juntas, por su origen y áun por uno ú
·Otro de sus actos, á pesar de sus muohos de·satinos é incon-
secuencias. representaban el poder popular con más ó
menos acierto y conocnniento de su esencia.
Llegó, por fin, el tan suspirado dia de ver las madrile-
ñas tropas españolas de las qne habian vencido á los fran-
ceses. lila! representante de nuestros ejércitos con el de
Valencia, que entl'ó en esta capiLal el 13 ó 14 de Agosto.
f,os soldados, mal vesLidos, con los zaragüelles provincia-
les y mantas y fojas, con los sombreros redondos, cubier-

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~02 ANTONIO ALCALÁ GALIANO.

tos de malas estampas de santos, desg1·efíados, sucios, d~


rostro fel'Oz, de modos violen los, en que se veia carecer·
ue toda disciplina, presenlab3n un aspecto repugnante. A
Ja pt•eocupacion que daba á temer de tan malas trazas nada
rnejores hechos, se agregaba saberse los llorrorosos ase-
. sinatos cometidos en Valencia en las personas de frapce-
ses no militares é indefensos, y se suponia, quizá en·
algun caso con verdad, que habia entre aquellos soldados
varios asesinos, y de cierto, s{ no los babia, alrnndahan·
los muy capaces de serlo. El buen general Llamas que los
mandaba, tenía apariencias de oficial antiguo y buen ca-
ballero, pel'o no de guet•t•ero 6 la n10de1•na. Ello es que en·
·Madrid se llenó de terror la gent~ de educacion y clasec
mediana al vel' campeando por las calles aquella gente con
guitar1·illas, cantando, y á la par amenazando, entrándose
en los conventos á pedirá las monjas alguna estampa más
que poner en sus somlJL•eros cargados de ellas, y dejando
asomar puñales que contrastaban con las imágenes devo-
tas. Al revés, la plebe, y de esta especialmente la parte
acostumbrada ó aficionada á crímenes, ó si no tanto, á
excesos Y. albot•otos, miraba á los re cien llegados como
amigGs, y en caso de necesidad, como apoyos con quepo-
dían contar de seguro. No saliel'On fallidas las malas espe-
ranzas, ni vanos los justos temol'es. A los dos ó t1·es dias
de la entrada de los valenciano~, hubo un alboroto en las
cercanías de Ja plaza de la Cebada, en que cayó mue1·to un
sujeto cuyo nonibre y calidad no pudo averigu:H·se, como
tampoco la causa de su tr:íg-ico fin, y el cadáver rué arrGs--
trado con las mismas circunslanci1s que el de Yiguri. Sú-
pose que el general Llamas hailia acudido á impedir eí
asesinato de que sus soldados eran pal'licipan les, y que,
sob1·e ser desobedecido, babia sido amenazado de muel'te.
Cundió el terror por MRdrid , por lo mismo que se ignor•aba
quién et·a 1;1 Yictim~, de modo· que nndic podía creerse en,
plena st;¡;uridud.

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EECUERDOS DE UN Al\"CJAI\0, ·l03
Así, la e8tancia de los valencianos.en Madl·id estaba con-
siderad" corno una desdich:i.. Por lo mismo se deseaba la
llegada del ejét'cito andaluz, del cual se sabía que era
compuesto de tropas disciplinadas.
El 21 de Agosto, si no me es infiel mi memoria, fué
cuando los vencedores de Bailén pisaron las ca.lles de la.
cap1t.al, por su esfuel'zo y fm'tuna libertada de odioso yugo.
El'a de espe1·a1· un entusiasmo loco en el recibimiento he-
cho á tales tropas, y con todo, si bien hubo graneles aplau-
sos, se notaba ménos ardo1· en los que ap!audian. Lo que
más ó lo que pl'imero llamó la alencion del público, fué el
corto cuerpo de lancel'os de Jel'ez que venian delante.
Desde lal'gos años no vcian los españoles en su ejército
lanzas n~ corazas, y en las tL·opas íl'ancesas lrnbían visto
estas a1·mas, que creian descebadas y olvidadas, vueltas á
uso. Ahora, pues, pensando en las garrochas con que pi-
can nuesL1·os campesinos ó picadoi·es en plaza á los torns,
se ..:rn~·ó se habia dado con un medio de conlrnreslar á
los lanceros polacos, no dudando la vanidad nacional de
que se haría con ventaja. Y se contaba que así habia suce-
dido en Andalucía, donde hallian sido ensartallos los fran-
ceses en las gal'l'Oclu-lanzas je1·czana~. Yenian los lance-
ros vestidos, no con uniformes al uso comun, sino como
los hombres del campo lle Jerez, con sombrero de copa
b~.ia, muy parecidos á los hoy llamados ca!afieses, y con
tl'UJe seme¡an te al que lleval'ian si fuesen ú picar t·cses en
el campo. Dalla realce á esla apariencia sei· andaluces los
lanceros, y como tales alegres y decidol'es, y sus gracias
gustaban, aunque no ruesen de lr.s meJoi·es, poi· lo mismo
que se los suponía gl'aciosos, Lle modo que era un enviar y
recibir clichetes lo q lle se Oia atrndedo1· de aqtiella gente.
tas demas trnpas teman mediano aspeeto, no como las va-
lencianas, no como las mejores francesas; lle~·ando aún la
i11fanlcríJ t'! sombrero de picos, hoy dicl10 apunt~do, el
ctgl e1·a cntúnces pequeño, Al recot·<lar \as gentes el po1·to

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104 ANTONIO ALCA \,Á G.\LIA<"O.

marcial de los soldados de la guardia imperial franc{'J~:I


que llevaba consigo el vencido Dupont, pasmaba conside-
rar que se llabian rendido :l. hombres de muy ínfBrior a¡¡.
pecto como mililares.
Despues de la entrada del ejército victorioso en los
campos de Andalucla, ningun otro espectáculo podia lla·
mar la atencion ó excitar los afectos en igual grado. NG
dejó, con todo, de mover las pasiones la proclamacion de
Fernando, corno 1·ey, hecha el 21\, llevando esta vez el
pendan el conde de Allamira entt·e vitares que parecia se
lev:intalrnn á la linea de los héroes.
Pero iba haciéndose hora de qu~ á la embriaguez del
triunfo sucediese el cuidado de lo pl'esente y no lisonjeras
previsiones de lo futuro, Aunque se había relil'.ado José
Napoleon hasla ponerse del olt·o lado del Eb1·0, velanse
graves peligros, y S(l tcmian no inferiores males para la
pal1·ia. El entusiasmo es cosa qne du1·a poco, sobi·e lodo,
si se ha gastado muy de pl'icsa. Pcl'o á su de cadencia no
acompañó decaimiento de ánimo bastante á aconsejai· la
sumision si el'a adversa la fortuna. Así fué, que no hubo
otra jornada de Bailón, sino al revés, muchas en que lle-
varon nucsll'as armas lo peor, sin el consuelo de quedar
gloriosas, áun saliendo vencidas. Pero hubo tenaz propó-
sito, áun cuando parecia locul'a persistir en la resistenGia,
y esta pet'linacía heroica nunca folló en la parle con mu·
cho más numerosa ele los hombres de aquellos días de
prueba. Así, la bandc1·a de la pat1·ía, caída á veces, se le-
vantaba otra vez al momento, y en la isla Gaditana una
España abreviada, c0nlando por suya toda la tien·a no
pisada por los f1·anceses, vivió mo1·eciendo ver pl'emiaclos
sus esfuei·zos con haberse logrado afü·mar la independen·
cia de la nacion española amenazachi por el mnyor poder
que ha conoc:üo el mundo.

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VI.

ll'ADRID y ALGU1U PROVINCIA A FmEs DE lBOO y EN U09.

Despues de la entl'ada de los vencedores de Bailén en


la capilal de España, qu6dó ésta en una siluacioa de más
sosiego, pero comenzó á cundir en.tro Ja ~ente i1ustrada la
mayor inquietud posible sobre más de un punlo. Como la
gran vicloria alcanzada, vislas bien las cosas, pal'ecia un
ITTlilagro, naderon juslísimos temores de que milagl'os tales
no se repitiesen. Los elemenlos de desórden por lo to-
-cante á alborotos en las canes y atentados contra la segu-
ridad de las personas pa1·ecia11 nentraliz:tdGs porque esta.
ban suspendidos, ó ya las contuviese la tal cual fuerza
existente de la que se esperaba sustentase el imperio de·
la ley, 6 ya el haberse apa~ado el at'dor patriótico, que as!
impelia á locos y criminales excesos, como estimufaba á
hechos hijos de nobles pasiones. Dos cosas daban cuida-
do: la notoria mala calidad de los ejércitos, pobres en nú-
mer0 y fallos de buen órden; y la carencia de un gobierno
~eneral de la nacion, necesario hasLa para el aumento '/

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100 ~NTOl'!W ALCALÁ GALl.l.NÓ.
buena direccion de la fuerza militar. Al fin, esto último
hubo ele conseguirse, no sin tt·abajo. _.
Diputados de las .Juntas, congeegados en Aranjuez, com·
pusiernn una .Junta magna, que tomó el título de Central.
Establecido este gobierne en mia pol¡h1cion per¡ucña, es-
taba libre de la opresion que en Liem pos revuellos ejerce
sobre una autoridad, pm· necesidad débil, la plebe de las
ciudades populosas; pel'o caeccia poi· lo mismo del favot•
popnlai· que en hot•as de apul'o alienta á un objeto queri-
do, cuya pl'cscncia inspira entusi8smo, y el cunl á la vez
recibe· como de rflchaw buena pat·te del que ex.cita. El
pueblo de ::lfaclricl se contentó con que hubiese al fin na-
cido la Junta Ccntr~11, pero no salnctó cou pasion el dia de
su nacimiento y no llegó á coht·al'le amot-, como en las ca-
pitales do provincia le tenía lo gcnc1·al de la poblacion á
~us respectivas Jnnlas.
En cuanto Et las pc1·sonas capaces de juzgar en materias
.políticas, mit•Jt•on como un bien allísimo que al cabo hu-
biese un gobierno; pei·o no a(~ertaban á calificar pal'a la
aprohacíon ó desapl'OlHc!on al que acababa de salir á luz
con hal'to ll'abajo y ¡(\'andes actos de condescendencia poi·
divei·sos lados, 1·csultando una amalgama en que no que-
daban bien unidas y mezcladas hasta formar un buen lodo
las val'ias materias que le componiun . Poi· un lado, Quin-
tana h<ibia sido nomb1•aclo ofkial mayot· ele la secretaría de
1::t .lunta, ejerciendo grandísimo inílujo en el sec!'eLario
1 .D. ~lartin de Garay: por oll'o, una de la~ pl'imeras dispüSi·
ciones de la Centt·al había sido nombrar lnqnisidor Gene-
ral, confü·iendo tal puesto al obispo de Orense, muy propio
al objeto de La! nombramiento. La libcrlad de la imprenta,
reinante de hecho y no de derecho, fue de nuevo negada
con rigor, po1•.forLU1ia ó pal' dcsg1•acia, no efectivo. Porque
;ieguia la confusion ó divct·sídaLl ele pm·eceres, como
cuando m:ís, en lo L'Olativo al moclo de gobernar la nacion
l)Ql' lo JH'escn_le, y de proveerá cómo linbria de ser golicr-

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llECllERDOS DE UN ANCIANO.

nada en lo futnro. Et Se1nanario Patriótico continuaba


siendo un pel'ióclico igual en ideas á los franceses de 17S~
ó 1.790 en µunto á doctl'inas; D. Juan Perez Villamil acababa
de publicar un escrito muy aplaudido, en el cual, apos-
trofando al L'Cy cautivo, le dccia que, "vel'ificado su anhe·
lado rescate, y \'uello al trono, si quei·ia consenrarle, -mcm-·
dase poco, mandase ménos, poi·que ernn demas ras las poi:
muchos juzgadas prerog·ativ8s de Ja Corona, y que el pue-
blo, de salir á recibirle ya librn, le prnscntaria con una
mano una ConsLilucion á que habl'ia de atenerse;" y el
mismo Quintana habia dado á luz sus poemas pall'ióticos,
por largos ai'ios escondidos en su papele1·a, y donde ya se
ensalzaba al comunero Padilla, apt·obando sus hechos, ya
se denostaba á Felipe U llenando de horror y pasmo á los·
monjes del Escorial ('!), ya, con motivo de celebr:.ir la in-
vencion de la imprenta, se califical.Ja al podet· papal do no
mé!ios que monsli·uoso, indigno y feo, cuyo ailominable
solio, sentado en las ruinas del capitolio i·omano, csLaba
próximo á caer, dejando ti·istes scfü1!es en sus ruinas. De
tal y Lanla confus10n era la l'ecien ro1·macla Junta fldelísi-
mo espejo. Porque bueno es que lo ~e¡rnn nuestros con-
tempot•:íneos; nunca ha h8bído en E.spafia, ni áun en ot1•a
nacion ó edad alguna, democi·ocia más pel'fecta que lo era
nuestra patria en los días p1·imc1·os del alzamiento contra
el pode1· frances. Gobernaba entónces el pueblo, el puebla
tal cual era, ejel'Ciendo en ciel'Las ocasiones su p1·epoten-
cia en plebe, como rn:is numerosa y resnclt3, y yendo el
Estado dejando a menudo autoridad,abso\uta á quienes tew
nian el mando, siendo inconsecuente el poder como nave
mal gobernada ó casi sin gobierno, :1 la cual ui·roja el im-

(l)" De esto fu\ yo tos Ligo en una visita que hice al Escorial e~
Noviem1ire de 18118, de que tligo alg-o aqui mus adelante, y que he·
hablado por e:dcn>o en un folletiu del periódico CQ>T•D Naoiona~·
en 20 de Agosto de 18i0.

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-10~ At\TO~IO ALCALÁ GA.t.lAXO.
pe tu de las olas venidas á veces de distintos rumbos~ mny
-Oivsrsas di!·ecciones. Y todo esto no e1·a producido ni di·
rig-ido poi• medios juiciosos ni con órdcn prévio, como
::sucede cuando y donde las leyes arreglan el eje1·cicio del
poder popular, sino de una manera confusa, haciendo !:is
·veces de la razon el insti nto. Los amantes de la sobe1·anía
popular, por fuerza habrán de convenii', si ya no deli1•an,
en que en los pueblos soberanos, como en los soberanos
.de cuerpo y alma, los hay buenos y malos, po1·que los hay
ilustrados é ignorantes, y la ignorancia y pasiones de Ja
multilud traen tan fatales const:cnencias á la p1·ocomm1
.c.uanto podria ll'acr la calidad de una pe1·sona revestida de
.autoridad ilimitada. En el gobie1•no creado por el pueblo
~spañol en 1808 estaba, pues, expresado en compendio el
mismo pueblo, con todas las calidades que á la saioa
.tenía.
Fué llamado á presidi1· la Junta el conde de Florida·
blanca, np con gran satisfaccion de los homb1·es adictos á
doctrinas de las hoy llamadas libel'ales, pero en obedien-
cia á la voz popular qne, po1· entúnces, llena de indigna-
cion, por lo extremada injusta, contra todo lo pertene-
·Ciente al gobierno íle C.:írlos lV, reco1·claba con aplauso,
no ménos injusto, por set• excesivo, los días de C~l'los III,
:y al ministro que en aquel gobiei·no ha}Jia representado el
principal papel. De Flot'idablanca hablaban con variedad
los hombres qne viviendo entónccs ya de edad madura, le
' habían conocido en el mando, y por ciel'lo no Lodo era
,elogios en el juicio de tales crílicos, pnes Jrnbia muy otra
cosa. Yo, que ahora cuento y no juzgo, debo cleciL· que,
fuese lo que hubiese siclo el Flol'idablanca de.1180, el de
1808 había llegado á ser incompetente para ocupar bien el
alto lugai· á que había sido elevado. Al frente tenla en In.
Central otro nombre por demas ilustre, y de pei·sona no sn
amiga: el ele D. Gaspar l\Iclcho1· de Jovcllanos. En este úl-
.~imo ponían sus esperaozas quienes deseaban encaminar

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RECUERDOS DE UN A7'C!A;>;O.
!:;s cosas del Estado poi· una senda cuyo parade1•0 fuese
el establecimiento de una monarquía limitada. En t&nto, el
Consejo Real se babia resistido á i•econocer la Junta Cen-
t1"<ll, dando para ello razones buenas y malas, conociéndose
que la principal era el recelo de que, tomando cuerpo y
fuerza ciertas doctrinas, no viniesen los tribunales á ¡Jer-
dc1· ó á no log1·ar el influjo en el gobierno que habían te-
nido ó pretendido tener y á que de contínuo aspiraban.
No estaba dispuesto :í acceder á tales pretensiones Flori-
dablanca, pues, si bien adverso á toda idea do limitacion
del pode1· real por el popular, tampoco que ria ';erle cen-
surado ó inter\'enido por los togados, y hasta en la forma
con que el Consejo, sin negarse á obedecer á la Junta, po-
nía dificultades para hacerlo,. veia el fintes ministro abso-
luto con enojo lo que llama acertadisimamcnte Jovellanos
escnf,pulos de la obediencia. El mismo Jovellanos se incli-
naba algo al Cogsejo Real por dos razones: por p1·eocupa-
ciones de togado, y pol'que cl'ecLivamente llevaba razon el
Consejo en insinuar que para el ejercicio ct·e la potestad
ejecutiva convenía m:ls una regencia de pocos que un
cuerpo numeL·oso. En la gente que veíamos las cosas desde
afue1·a andaban muy discordes los pareceres. No llevaba-
mos á mal que hubiese u na Junta Central, pues habia
habido y seguia habiendo Juntas de prnvineia. Pero unos-
cslimaban buenas las razones del Consejo, y olrns al con-
tral"io; y por diversos motivos esta y aquella cosa. La Junta,
por su orígen y por lo que este habría de iníluir en su ín-
dole, era popular,~· el Consejo representaba á la monarquía
antigua. De aquella eran de temer actos de despotismo,
disposiciones imprudentes, poco Grden, principios nada
fijos; de estotro un füme sostener de rancios abusos y un
órden de mala naturaleza, sobre todo, en punto á lo que
pcdian los tiempos. Fuese como fuese, hubo poco espacio
para pensar en tales materias miéntras residió la Junta ellt
Aranj uez; pe1'ÍOdo que no pasó de dos meses.

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HO /l.:\TO~lO AIC.\LÁ. GALIA:'\0.

Una procbma ú a'ocucion tle la Junta agradó mucho,


porque ci·a de la pluma ele Quintana. En verdad era una
ocla m5s del pocla patrio la, pero en la disposicion de los
irnimos gusLaln el lit·ísmo. Prnmctia el nuevo gobierno
poner en pié un cjéi'cito de quinientos mil infantes y cin-
cuenta mil caballos, y no parccia desatino promesa tal,
.con estar muy rucra de la esfera de lo posible. Tambicn
p1•ometia la Cenlrnl leyes enf1·onadoras del despotismo, y
ni á los que despues se opusieron á leyes de esta clase
sonó mal la promesa. to cierto es que se veía venir en-
cima una gran desdicha con la rennion de las fuerzas de
Napoleon, próximas ó pasar Ja fronle1•n, y la fülla de podet',
·no solo pot' la inícriot' caliuad, sino tambien pol' el corlo
número de nueslr~s ll'opas para disputar e\ t1·innfo. Eni¡ie-
zaba ú oírse la voz de la queja y del temor, primc1·0 en
tono sumiso, pot·que no pat·ecicse Lraicion la desconfianza;
luego más perceptible, poi· no poderse negar el peligro. El
poeta Molendez V~i!dés, en los dias primeros del Jev3ntu-
miento, dúcíl instrnmenlo de !os franceses, como Yoh·iú á
serlo, venido entüuces á n~ejor acuerdo, y cediendo á su
foclinacion y á la clG sus amigos, y no ;i su flaqueza de es-
píritu, habia pnblicaclo un romance de mediano mét'ilo con
el Ululo di) Alarma, lleno de las iclens reinantes; pero hubo
de publicar segunda Alanna, mejor que la primera, y en la
cual no solo añadia un c:intico más á los muchos drstina·
·dos á celebrnr tl'i!lllfos, sino que en sentidas y p~Lriót.icas
pnlabt'as anunciaba la pt•uxima vemca de rlapoleon con
_{jran podet·, diciendo:

Yendra y t1·aerá sus legiones


Que oprimen la Scitía helada,
Ofreciendo á su codici~.
Por cebo, montes de plata.
Yendra y llorareis de nuevo
Las ciudades asoladas, etc.

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RECl moas DE ux i\:1iCT1\NO. 1H
Estaban tan trocadas, si bien solo hasta ciel'lo punto,
las cosas, étue temores tal es, que un rnes :'In tes :'lun hubie-
ran sido calificados de lraicion, parecian cosa natural y so-
naban como voces de un patriotismo ilnst1·ado y ve1·dadero.
En tanto, se acercaba el clia del cumpleaños del cautivo
rey, que lo era de gala, y se preparaban los madrileños á
festejade, pero con tibio ardo!', no nacido de flaqueza en
el p1·opósito de resistir al poder frances, pero si de des-
mayo causado por el triste aspecto de la causa públic3. El
dia de San Fernando, s3nto patrono del monarca, habia
sido celcb1·aclo en una ú otra cnpilal de provincia con el
fervor del levantamict1 Lo recie:n ocurrido; en ot1·as había
sido la Eeñal y época del alzámienlo mismo, pero en Madrid
dia de duelo bajo el yugo de los odiados opresores.-Quiso
la desgrncia que no fuese más feliz la celebt·acion de una
fiesta que lanlo debia serlo. A cosa de medio clta comenzó
á correr por las callos la noticia ele que iban arrastrando
por algunas de elbs dos cad:'t\·eres de personas b:í.rbara-
menle asesinadas, sin que se Jlcguse á averiguar quiénes
eran las víctimas de la ira popular locamente ex ,1tada
contra dos entes sin duda oscuros m1éntl'as vivieron.
Pronto comenzó á asegurnrsc que ernn los muertos arras·
·tractos dos mamelucos. Los de Ja guardia impe1·ial vemdos
en corto númern á España con Murat, hatJian llamado mu-
cho la atencion por su vistoso tra¡e y armas, y despues
se habían hecho blanco príncipal del aborrccimícnlo de la
plebe, que veia en ellos, sobre la calidad de franceses, la
de infieles. Los turban les y calzones eojos, lo corvo de los
alranges que casi rorniaban una media luna, el puñal, la
carabina ó fusil y las grandes pistolas, los hacian formi·
dables á la vista. En los sucesos del Dos de Mayo se les
achacaba la p~Hle principal en punto á crueldad, y el des·
trozo hecho en una c3s9 de la Puerta del Sol, cuyos mora·
dores fuet'on todos pasados á cuchillo, pasaba pot• acto ex-
clusivo de los mamelucos, no sé si con fundamento. Qua

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ANTOlllO ALCHÁ GALI.U:G.
se hubiesen quedado en ~ladrid mamelucos <le la guardi:.
impel'ial de Napoleon, distaba mucho de ser probable, y lo
que si lo venía á ser era haber sido calificados de tales
los dos pobres hombres asesinados, victimas pi·obable-
·mente de una riña y calumniados por sus mismos mata-
rlores. Pero e1Jo es que la calumnia C!'eida dió {¡ la plehe
de Madrid en aquel dia infausto un cal':i.cter de ferocidad
' .5uperior al manifastado contra Yignri y contra el descono·
cido igualmente an·astrado en Agosto, recien entradas en
~a capital las tropas valencianas. La preocupacion popular
añeja suponía en los judíos un rniembi•o ó apéndice que
.solo tienen los animales, y pai·a el ignorante vulgo era ju·
'dío todo hombre no cristiano ó no catiJlico. Así es que gri-
taban por las calles que los dos cadúvei·es tenían t·aoos,
con lo cual quedaba comprobado quiénes eran. Acercán-
dome yo á mi casa, situada en la cnlle del Bnrco, lugar le-
jano de los que solian ser teatro de escenas de dosórden,
una vieja de aspecto fc!'oz me paró como reconviniéndo-
me, ~ dijo:-(<Qué, ¿no va usted á ve1· ai·raslrar alos mame-
lucos? Yo los he visto, y por mi$ propios ojos los he visto
el rabo.)} Cuentan algunos que, en efecto, estropeados aque-
llos cadáveres sangi•ientos poe el roce con las piedras, es-
taban despellejados, y que del espinazo á la rabadilla les
1l:llian tiras de pellejo que trasformó en rabo la crédula y
rabiosa muchedumbre; pero tal vez ni aun este motivo
]Jubo para formai· y prop~gar la indicada ilusion. No traté
yo de desengañar á la buena, ó, diciéndolo con pi•opiedad,
á la mala vieja, y úntes me disculpé, eon no me acuerdo
qué razones, de no acudir ú presenciar el espectáculo á
que me convidaba. Fué aquel dia uno de tcrroi· y congoja,
porque ni siquiei·a suavizaba la alegda nacida de gratos
recuerdos y lisonjeras esperanzas lo repugnante de ac{UC-
llos actos y pensamientos de barbarie, manchas feas de
las que empañan el lusti·e de los más glol'iosos sucesos,
cuando la multitud nredomina, heroica ~ veces, v en Es-

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RÉC:UEf,!JOS Dll UN ,\:¡CtA:'iO.
p:-.ña entónces, cual en cualquiera ot1·a sitllacion de laJ
que recuerda la historia del mundo, pero ignorante y apa~
sionada, quedando por la primera calidad un tanto, aunque
no del todo, disculpados sus ex.cesas.
Iba á empezar Noviembre y las cosas empezaban á ojos
vistas. Con la inquietud crecían desv~riuclas sospechas y
locas ó indignas acusaciones. Ni el vencedor de Bailén es-
capó de sci· sospechado, no siendo el gene1·al Custaños de
aquellos que se capt:1ban los afectos de la plebe, por lo
mismo que se granjeaba por sus modales cultos la buena
voluntad de los de elevada esfera.
Entró por lln aquel fatal No\·iemlJl'e , y con él un golpe
de enormes desvenlurns. Súpose que en Lerin h3bia caido
prisionel'o el batallan de Lil'auores de Cádii, cuer¡.io com-
puesto en gran parte de presidiarios y ott\l mala gente,
pero consol6 el saber que halJian hecho una defensa glo·
riosísima, acto no comun en los de su clase, tuya \'alentía,
feroz en penclencias y acciones criminales, llt1quea con
frecuencia has La desnpa1·ccc1· 8n las gi·aves funciones de la
guefl'a. No hubo g!Mia, y sí una fatal derrota en la batalla
que sustental'On en Gamonal, eci•ca de l.lúrgos, las t.ropas
procedentes ele Ex.lrcrnadu1·3, bisoñas, no bien arregladas,
y cuyo mando tenia nn jtinm de alta cl~1se, buen caballe1·0
y pat1·icio, pern capitan inexperto. En lJre\'e hubo noticia
de m~yor desdicha, cual ftié la rola on l~cinosa y Espinosa
del ejél'cito llamado de Ja izquierda, que contcnia muy
buenas tropas. l~uei•ias francesas velei·arws acababan de
entrar en Espmia, procedentes de Alemania; con ellas ve-
nia o! gran Napoleon acompaííado de sus mejores genera-
les, y á tul poder no poclia resistir el do la µohre España.
escasa en soldados y en quienes gobernasen con acierto
los pocos, y de ellos muchos no buenos, eon r¡no contaba.
En esto corrió una nolicia consolaclora, porque se asegu-
raba babc1' tenido los nuesh·os una ventaja notable en Ca-
panoso, lugar de Navai·ra que tiene uu p~1ente, el cual se
~

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.·H4 ANTO:-.:IO ALCALÁ GALTA.NO.
,

suponia ganado gloriosamente por los españoles. Vino, con


todo, la Gaceta de oficio á aguar el gozo, publicando un
parte de tal singulnridad, que le conservo casi fnlegl'o en
la memoria, particularmente el último pcl'iodo, que era
cual le pongo en se¡;uida al pié de ln lett•a: «Participo á
usted que liemos tomado á Capat·Mso á las 01ice de esta
mañana, habiéndole evacwzdo los enemigos á las ocko. Voy
corl'iendo á actival' todo aquello, y á que sigan adelante
las conquistas.)' Firmaba este escrito D. Francisco Pala·
fóx, hel'mano del célebre D. José, defensor de Zal'ngoza,
y hombre muy apl'cciable, pero cot·Lo en luces y saber, y,
si bien digno de estima, impropio para el mando.
A'go animó sabcl'se que parle del ejét·cilo inglés vence-
dor de Junot en Pol'lugal, venía adelantándose por una y
otra Castilla. La division que lrnhia entrado por la Nueva
se acercaba á 1\ladrid, donde se creyó que entrase. No lo
hizo, y solo se acercó pasando por el Real S1lio de San
Lorenzo, ó digase el Escorial, al cual llegó ya más de me-
di_ado Noviembre. Acudi alli yo á verla, pero tuve pocos
compañerns. No olvidaré Jos pensamientos que en mi des-
pertó ver aquellos exlranjeros en aquel lugar. Los herejes
ingleses apal'ecian amrndos en el monumento de Felipe Il,
y aparecian allí, no como enemigos, sino como aliados, y
áun como acudiendo ú defencle[· la re que no profesaban,
siendo en el lema ó divisa de la causa de 13 nacion aliada
con la pl'otestantc lnglatw·a la defensa de la religion á la
par con la del rey y la pati·ia. De estos contrastes y de
iguales ó parecidas inconsecuencias vernos mucho en la
historia, yno poco en J3s cosas ladas del mundo, pero quizá
el suceso que aquí conmemoro da de ello una de las prue·
bas m:ís señaladas (1).

(1) Permitaseme citarme para no repetirme. De esto hubo mu-


cho en mi ántcs aquí mencionado escrito, inserto en El Con·eo ¡..'¡r,.
dona1 en Agosto de 1840, ·

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115
No pasé at•i•iba de dos di as en el Escorial; pero mi yuelta
:~ Madl'id fué lrisle, porque en el no largo camino del Real
·sitio á esta co1·Le tropezaba á cada paso con dispersos
fugilivos, casi todos ellos procedentes de la der1'ola de
·Gamonal y llenos del mayor desaliento. Veíase ya llega1• la
hora de caet· Madrid en poder del victorioso y terrible ene·
migo.
No bien llegué á mi casa, cuando mi madre, señora de
dat•fsimo entendimiento, de ánimo varonil, instruidn, algn
dada á pensa1· en la polftica, acé!'l'ima enemiga del empe-
rador franccs áun mucho ántes ele su pérfld!i inYasion ele
España, y cuando cm genernl en los españoles adorarle,
previendo el mal que sobrevendl'ia, dispuso que nos tras-
ladásemos á Cárliz, pues quedarnos en Madt·id si le ocupa-
ban los franceses venía á set• poi· 1•azones privadas una cosa
imposible, poi•que nos fallaria p:ira vivir todo recu1•so.
Siendo menor de edad, hube de seguirla. Salimos de Ma-
drid el '2? de Noviembre, y asl no fní testigo presencial de
las escenas de la corta resislcnr,ia y ocuuacion de la capi-
tal, de las cuales supo, sin embargo, y conservo en la me-
moria curiosas anécdolas; pcrn me ·abstengo de refel'i!'las,
porque me ciño á hablar de lo qne Yí yo mismo.
Se caminaba entónccs lentamente. No po1·que, como hoy
dicen 6 se figu1·an algunos, fuesen aquellos tiempos los en
que hacían las gentes su testamento úntes de emprender
el viaje de Illadrid á Andalucía. Al revés, el camino era
lrncno, y, si no falto de peligro en punto á ladrones, tam-
poco tal que fuese caso comun ser robado. No había dili-
gencias, pero habia poslas medianamente servidas, para
los via,je1·os, escasos en número, que de ellas usaban, y, lo
que hoy falta, en cada casa de posta había dos sillas (vie-
jas en vel'<lad, y malas poi' todos conceptos), de suerte
que podia viajarse con alguna rapidez en carruaje sin lle-
varle pi·opio. Pero esto solo servia para dos, ó cu2ndo más
tres, persona8. A una familia decente era necesario un co~

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fi6 AJ'ITOl'\lO ALCALÁ GALIAl'W.
che de colleras, medio de viaja1· por cierto no barato. An-
dábamos nueve leguas al dia, alguna vez diez con una
enorme zaga, y siempre con alguna escoHa, saliendo do.
madl'ugada y haciendo la1·ga parada en la mitad del día.
Así fué, que el dia en que salimos de Madl'id hicimos
noche en Aranjuez. Alll, al amanecer del dia siguiente, nos
encontramos en momentos de terror y confusion. La Junta
Central, en la noche babia resuelto traslada!'se á Andalucía
ó á Extrcmadura, por venir ya encima y esta1· cei·cano el
enemigo victo1·ioso, bien que no estuviese aún en su po-
der el paso de Somosiei·ra, el cual se creia defendible :i
pesar de estar muy mal guardado. Grande era el apuro de
los numerosos dependientes del Gobierno, hallándose sin
recurso alguno de coches, carros 6 caballerías p:u·a acom-
pañarle en su fuga. Se acudió al medio de embargar los
earruajes que habia en Aranjuez, suerte que hubo de to·
ca1•nos. En tanto ahogo apelamos al favm', y conseguimos
el desembargo de nuestro coche. Contir1uamos, pues, nueS··
tro viaje, ya muy enti·ado el dia, siendo Tembleque el
punto en que habíamos de hacer r:oc!Je. Pero yendo de
camino, nos pasó una silla de posta, que tuvo la desgra-·
cia de volcar, y bajándonos á dar socorro á quienes en ella
venian, supimos que el Gobierno babia suspendido su viaje,
resuelto á quedarse en Arnnjuez poi· no estimar muy in-
minente el peligro. Con estas mezclas de temo!' y confianza
en que la imprevision de la cabeza del Estsdo resultaba de
la mala situacion del cuerpo todo que le dominaba, alla-
nado dos dias despues Somosiena, y pues lo Napoleon so-.
bre Maddd, hubo la Junta de ponerse en camino precipi-
tadamente, siendo como un prodigio que llegase sana y
salva á Bad~joz, de donde por juiciosa detcrminaeion pasó
á Sevilla.
No e1•an cortos los peligros que en !al confusion corrían
los viajeros. La voz traicion era aplicnda á la conducta de
~os _que lrnian, y el calificaLivo de traido1' hallaba en todo

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ru;CUE:RIJOS llE l'If Al'iClA~O. H7
fogar jueces y verdugos, s;endo el juicio tan sumario, que
.~menudo la acusacíon era la sentencia (i).
Como prueba del estado de las cosas y de los ánimos en
aquellos dias, puede y debe servir la anecdolilla siguienLe:
Habia yo llegado á Manzanares al quinto dia de mi salida de
l\ladt·id, segun el modo lento de caminar de aquella épo·
ca. Deteniéndome, segun uso, largas horas en la mala po-
sada, á poco de est:JL' en ella y en nuestro cua1•Lo, se nos
presentó un mozo sirviente de la casa, alto, robusto y no
de la mejot• traza, á lo m6nos en lo tocante á la seguridad
de nuestras personas, pues su rostro y modos eran inso-
lentes y áun amenazadores. Desde luego empezó á hablar-
nos de las cosas polilicus que á todos ocupaban c0n em·
peño.-«Aqui Lienen ustedes, dijo, al hombre que más fran-
'Ceses tiene muertos en la nlancha." Y entt·ando en parti-
cularidades, comenzó á conLar hechos atroces, que, segun
es pl'Obahle, lo eran aún más referidos que lo habian sido
real y verdaderamente, porque su idea y la de muchos
era tenel' la más b81·barn c1·ucldad por vittud, si de ella
resultaban ser vfcLirnas los en emigos, y la jactancia y pon-
deracion del delito pasaban por blason de acciones heroi-

(1) En los dias de que yoy ahora hablando. füeron asesinado~


no pocos viajeros. Entre ellos cayeron D. :l\Jiguel Cayetano So-
ler, ministro de Hacienda que habia sido bajo Cárlos IV, y que le-
jos de servir al roy intruso se venía de Madrid á lugares no ocu-
pados por el enemigo, y el general D. Benit-0 San .luan, que había
defendido el puso de Somosierra con gran valor, si con infeliz for-
tuna, abandonado ror soldados cobardes que clespues figuraron
entre sus asesinos. Pero á bastantes personas oscuras costó la
vida el venil' huycnclo de ltfadt'id en aquellas horM. De algunas
supe que si no murieron escaparon con trabajo do manos de la
plebe, empeiiada en reputa\' á l os traidores porque no coadyuva-
ban á la resistencia heroica que se suponifl estaban hncien:lo á los
franceses los madrileños, resistencia que, bieu est.á decirlo. era im-
posible, por ser mny et.ras las condiciones relativas de la capital y
del poder que vino sobre ella que las do los sitiadores y sitiados
.:le Zaragoza.

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HS ANTO¡>;lO ALCAL,\ l}.\tJ.\l'iO.
cas. Así es, que contaba el alucinado mozo, que entrande:·
en un hospital de soldados franceses; había quitado la
vida á los enfermos en sus camas, y que como uno de ellos
le dijese (y le remedaba al contado}, «españoZ, agua de ti·
$al!,,, él le babia respondido: «Toma tisana,>) magullándole
los sesos. Mi madre y yo hubimos de encub1·ir el hor1·01·
que tal relato nos causaba, y aun de mm·mu1·a1· algo como
aprobacion del beclLo, porque en el rostro y modos del
11al'!'ador veiamos que m:i.s queria deci1· ó hace1• que ente-
1·amos de sus hazanas. Así rué, qne ni cabo ele una breve-
pausa, con gesto amenazador, elijo:-« Y8qui tienen ustedes
al que ha de matai· ú lodos los tl'aidol'eS.>l Aunque sospe--
chando, ó, mejo1· dicho, viendo :í qué se encaminaban la·
les patabras:-«Bien hecho, exclamé yo, pol"que los lraido-
l'llS son peol'es qne los franceses." A es la f1·ase mía sucedió
nuevo silencio, como si el moceton titubease; pel'o al fin,
descubL"iendo la intcncion r¡ue llevaba en lo que dccia:--
«Dicen, aiíadió, qiie lodos los que se vienen do Madrid son
traidores.,, Ya la acusacion estaba hecha, sin rod"eos. Si yo
hubiese querido :wglill', estaba perdido, lo cual, á pesa1•·
de mis pocos años, conocia, habiendo visto ó sabiendo-
cómo pasaban enlónces las cosas. Quiso mi suerte que tu-
viese yo una ocu1·rencia acertada.-,;¿Po1· qué han de s01•
traidores?» I~ preguntó. A lo que él rnspondió:-«Porqu-e se·
vienen huyendo en ve,; de pelea1· con los f1·3nccses.»-¿Qué
franceses? repuse: pues qué, ¿no saben ustedes aqt1í las
noticias? ¿No han sa!Jido ustedes que Caslaños tes ha dado.
una gran batalla en que h:i :icabado con Lodos los que que-
daban en Es pafia~•) La buena nueva, dada hasta en lenguaj<t
que el'a entónces el del ~uelJlo, llenó de alegria á aquel
feroz manchego, ele suerte que súlo pudo dccirme:-c<¿Qué·
me cuenta usted?-La verdad, fuernn mis palabra3, segun
se supo en Madrid el dia de mi salida.)> No cabiendo en sí·
de gozo el homb1·e, mudando ya de parece!' en punto :i
juzgarnos t1·aidores, salió pl'e~u1·oso á divulgar las !~!ice&

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RECUÉRDOS DE l!N ANCIAl\O. H9
noticias que yo ti·aia. No corría yo el menor peligro por-
que fuese descubierto el engaño, porque, en primer lugar,
no podía serlo en bl'eve plazo; en segundo, quien me des-
mintiese no hahl'ia sido ci·eido , y acaso lo habria pasado.
mal, y, poi• último, áun sabido ser incierta la gran victoria
por mí contada, no se llcvaeia á mal haberla yo anunciado,
suponilr.dose que la habia creiElo, porque el patriotismo
consistía en decir lo más grato al soberano populat', si·
quiera fuese mintiendo.
Llegado ya á los términos de Andalucía, solo eneonfra-
mos un trnpiezo que podría haber sido ocasionado. Llevá-
bamos moneda francesa, que cori·ia entónces en Castilla y
donde quiera llabian estado los ejércitos franceses. El rey
Cár!os i\í habia hecho legal el uso de tal moneda, y noví·
sinrnmente la Junta Central habia renovado el Real manda-
. miento. Pe!'O en las p1·ovincias no ocupadas, faltando la
ocasion, fallaba el caso de poner en ejecucion tol prnvi-
dcncia. Así fué que, llegados á Santa Elena, 11ubo dificultad
en recibirnos las piezas francesas, y la dificultad iba to·
mando cai·úcter político, pareciendo la empresa de defen-
tlel' la efigie de Napoleon un tanto ~tl'cvicla "':/ arriesgada.
Por fortuna, tuve yo en el mayol'al de mi coche alquilado
un auxiliar po,leroso, poi·que en los de su clase no era uso
huscm' los trnido1•es. Y corno él (segun es de creel') t1·ac·
ria moneda l'ranccsa, la defensa que hizo ele la legitimidad
de este insti·umento de cambio fué animos:i pot· lo mismo
de no ser desinleresada.-'' ¿Quién es ahorn el rey de Espa-
ña? (dijo); ¿no lo es el conde de Floeidablanca? Pues ese
manda que corrn esta moneda.)1 Concedk:a su premisa, hubo
de sedo la consccuencfa, y )'a desde en lónccs no tuvimos
.más disputas sobre punto de tanta importancia para via-
'jeros.
~ Llegamos por fin á Córdoba, donde por tener allí familia
'hallíamos pensado haee1· estancia, que al cabo vino á ser
'de cerca de dos meses.

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HO ANTONIO ALCALÁ GALTANO,
Córdoba estaba sosegada. El primer hervor de la insur-
reccion había pasado allf. El saqueo do la ciudad poi· Du-
pont había dejado ira, pero lambien miedo. En Córdoba se
babia encarnado el levantamiento en su origen en una per-
sona, la cual babia pot• entónces desaparncido del teatro,
habiéndole sido adversa la fortuna: en D. Pedro Agustín
de Echevari (1), singular personaje, no sin ribetes de lo-
cura en sus rarezas. Por sus extravagancias babia en aque-
lla ciudad la causa nacional sido suslcntada con ménos ar-
dor que en otros pueblos por la parte el!tendida y juiciosa
de la poblacion. y á la plebe que le seguia hubo de parece!.'
amargo que la hubiese llevado á padecer una derrota en
el puente de Alcolea, de lo cual fué eonsecuencia el sa-
queo ántes aqul citado. Así es que áun se cantaba alguna
coplilla, cuya indo le salírica no hab:·ia sido sufrida en otras
pai·tes, como es la signienle:
Pensaban los i?Spañrlles
Cargat· con lada !a Francia,
Y se vinieron huvendo
Por la cuesta de ia Lancha.
Conseguido el triunfo de Baílén, reinó tranquilidad en
las provincias andaluzas lejanas del tr.atro de la ~ue1·1·a y á
las cuales solo \legaban nol· cias favoi·ables, pues nadie
osaba darlas de otra especie. Por esto á mi llegada a Cót'•
daba lo gcnernl del pueblo, esto es, la clase inferior de él,
á la sazon predominante, no sospechaba que estuviese en
peligt•o de caer en poder del enemigo la capiLal de lamo·
narqufa. De súbiLo se divulgó que estaba sobre l\Tadrid el
ejército frances. Inquietos los ánimos, pero sin llegar la
inquietud á sei· albornlo, se manifestó el justo y natural
deseo de tener nolicias ciertas tle lo que en los lugares
donde estaba lo vivo de la guerra ocurría. Babia en Cót'-

(l) Para la plebe cordobesa se llamaba Chavarr[~ .. y no gustaba


oirlelli11¡:ui.r de otro modo.

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l\EcUE!\DOS DÉ UN ANC!A!\O. 121
<loba una Junta, pero de corta import{lncia, pOl'que la 011-
curec1a Ja de Sevilla, á la que en cierto modo babia obe-
decido. La Junta col'dobesa comisionó á un D. N. Tenz,
p1•ebendado de aquella cateclul, y que ántes habia sido
guardia de Corps, á avel'igna1• lo que pasaba. Tenz, hom-
b1·e de no mncbas luces naturales ó adquiridas, pero tam-
poco un necio, buen pall'icio por otra parte, y áun acalo-
1·ado pa1•cial de la causa ele la nacíon, se puso en camino,
pero no fué más adelante que los prime1·os pueblos de la
Illancha, donde tu 110 la fütal noticia de ha bel'se entregado
lUadríd (1). Siendo hombre veraz y leal, se volvió á Córdo-
ba, cumplida fielmente su comision, y con dolor contó lo
~ue había sabido. Pero encontró casi en todos, no sólo
enojo, sino inci·edulidad complela, y áun estuvo á pique de
recibit' algo más qne desa1wobacion y reconvenciones,
porque a! cabo no habia llégado á Madrid, y conlaba lo que
Je habían dicho lenguas acaso de tt•aidores. Se amedrentó
el buen Tenz, tcrgivei·só, casi se desdijo, y, lo que es
más, llegó ú dudar si babria sido engañado. Vino á set• opi-
nion comun que Madrid seguia resistiendo al enemigo, y
esta opinion, si bien vacilante, reinó todo Diciemlll'e y áun
buena pa!'te de Enero. Al pl'opio tiempo corrian otras no-
ticias contrarias á tal opinion, y cm·1·ian con valimiento,
sin que en lo contradictono se 1·epal'3se. Napoleon habia

(1) Llegó á dudar de que lrnhiese sido tomado '.lfadrid por !los
franceses todo un Jovellanos. y eso que siendo de la Central sabía
las cosas de oficio. Asi filé que, hatJlaudo con D. José Piznrro (des-
pues célebre ministrn). y dicién<lolesste que habia.cusi visto entrnr
álos enemigos cuando él salia huyendo:-•Bim [dijo aquel varon
insigne. pero crédulo); pero ¿,no puede lialier suceditlo que al en-
trar los enemigos. un hombre singular, como algunos de aquellos
de que habla la histot·ia, haya conmovido ul pueblo excitándole á
levantarse, y contenido al vencedo1· eu el momento d~ su entrn-
da?-¡Ah! eso si pueúo ser, respondió el menos crédulo Pizar-
ra encogiéndose de llomliros. • El mi:imo Pizarro me contó este
lance. ·

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122 ANTONIO ALCA!,{ GALlAl"O.

sido rechazado del ptrni·to de Guad:irrama, en pal'te por


las nieves, en parle por un ejérci Lo imaginado, no se sabía
si inglés ó español. Na poleon andaba errante: úun sonó
que se habia refugiado á la Ca1•tuja del Paular, y no falló
quien a!h'mase que allí lrnbia caído pl'isioncro. Burlones
malignos, 'ya pot· ser parciales de los fl'anceses, ó ya por
divel'tirse, se complacían en añadil' ridículas circunstan-
cias :í las relaciones corrientes, de modo que hubo quien
afirmó habe1• sido preso Napoleon disfl'azado de monje en
el co1•0 de la misma Cartuja.
No llegó la credulidad á punto de i·ecibir como ve1•dades.
tales desatinos.
En tanto, la Junta Central se haltia establecido en Sevi-
lla, encargándose del gobierno supremo de España. Nadie
se le disputó á las claras; pei·o algunas provincias apénas
le reconocieron por potestad soberana, quedando varias
de ellas en obediencia impc1·fecta. En cuanto al gl'andc
asunto de la caída de Madt•id, calló Ja Junta, no publicando
en la Gaceta lo que sabía de oficio sobre tal aconteei-
míento hasta cerca de dos meses des pues de ocuri·ido.
Así no presentaba Córdoba, l:lasla que salí yo de ella al
ir te1·minando Enero, cosa alguna que pudiese llamar la
alencion, dando materia á observaciones. Ott·a cosa debia
suceder en Cácliz, adonde llegué cuando iba a entt·ar Fe-
brero. Pero lo que más me admi1·6 fué que, al llegar á las
puel'las de la ciudad, como al p1·csentar nuestros pasapor-
1 tes se viese que Jll'Ocediamos de Mndl'id, aunque sahdos
de aquella poblacion en Noviembre, se nos preguntase,
como si fuese todavía casi dudoso, ó como si nosotros, al
cabo de dos meses de residencia en una provincia, pudié~
semos sabel'lo como testigos presenciales, si eran ó no
real y verdaderamente los franceses uueños de la ca pi La!
de la monal'quía. No estaban, con todo, tan ignorantes de
lo que pasaba los háhilantcs de una cindacl que, si con-
taba á la saion pocos lilerutos, no dejaba de tenor pot• mo-

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Ri,:CUERDOS DE UN ANCIANO.

radares á muchos hombL·es de algunos conocimientos y


de buen juicio. Y, sin embargo, tan cuila ciudad iba á sel'
en breve teat1•0 de un alboroto vergonzoso, mal descrit<>
poi· todos cuantos de él han hablado, enlre otros por el
conde de Toreno, á quien hubieron de engañar falsos in-
formes: el albo1·oto de Feb1'el'O de 1809, acompañado de
un asesinato, y señalado poi' circunstancias de 1·idiculez
tal, que en tal ciudad, segun habia aparecido ánLes yapa~
reció despues, parece incl'eíble.

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VII.

UN TllMULTO EN llNA CIUDAD DE PR0,1NC!,l llN U!O!> •

.,,. C:.idiz en 1809 era entre las ciudades de España una de


las de más cultura. Hoy, si no ha decaido, apénas ha ade-
lantado, siguiend0 casi cstacliza, cuando otl'as han ido pro-
gresando, y ella hasta en ciertos puntos perdiendo algo en
vez de ganar, si bien hay otros en que 11a mejot·ado, vién-
dose allí, como en todo, la compcnsacion inseparable do
las cosas humanas. En esto último, ó digamos en la parle
de ganancias, debe contarse el cultivo del entendimiento,
señaladamente en materias lit.erarias, ramo por aquellos
días allí muy descuidado, llegando á parecer hasta l'idlcu-
Ios unos pocos, poquísimos jóvenes, que teníamos pujos de
literatos y remedabamos á los escritot•es.de la vecina Se-
villa. En 1a parle de lo perdido merece contarse el exce-
sivo aseo, el cual, si hoy se conserva, no está en el punto
á que habia llegado enl6nces, y el general aspecto y mo-
dos de los gaditanos, cuyo traje y usos más tenían de ex-
kanjero que de andaluz, 6 áun de español, salvo en las
mujeres que, al reves, conservaban el vestid0 nacional e1r

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-126 A~TO.\LO ALCALÁ GALIANO.
..-
cu pm•eza. Lo que era muy de noLar entúnces en aquella
ciudad, con razon calificada de emporio, era la falta de
vulgo, esto es, de vulgo insolente y soez, y de ello áun
hoy bastante queda. Y no obstante esto, hahia sido en Cá
diz feroz, como en otras poillacionos de España, d alza-
mienLo popular, haciéndose más notable la Cerocidad por
lo ilustre de la víctima en que <lió prueba de si: el general
D. Francisco Solano, marqués del Socorro y de la Solana,
liárliarament.e asesinado, despues de hábcl' llevado y su-
frido con heroica fortaleza ho1·rorosos tormentos. Nada
parecía más ajeno de la índole y costumbres de los gadi-
tanos que los movimiento.s populares, y, con todo, el de úl-
timos de Mayo de 1808 (segun relaciones fidedignas, por-
que yo no le p1·escnci6) á ninguno de olro ¡rnehlo babia
quedado inferior en violencia. Habia habido en él asimismo
.una circunstancia singular. Aunque los {;aclilanos, como
todos los españoles, eran buenos cristianos, lenfa su pie-
dad religiosa otro ca1·áctcr que el de los pueblos de tierra
adentro, no dcj;111dosc sentir, á lo ménos en lo aparente,
.en Cádiz el influjo del clero, parlieularrncnlc el de los mo-
nacales. Pero cuando pereció Solano, y quedó señoreada
de la ciudad la enfurecida plebe, con armas arrancada&
.del pat·que en las manos ele gente de la cual era muy de
temer que hiciese de ellas mal uso, hubo de apelai·se á un·
singular remedio para rccogei· aquellos instrumentos de
daño, y fué que se encargasen de hacerlo los capuchinos.
Me contalJan (mas yo, como aquí dejo dicho, no lo vi, por
estará la sazon en Madrid) que cea curioso espectáculo el
.de aquellos religiosos (cuyo b:íbito distaba más del vestido
comun que el de los fl'ailcs de otras úrdencs, y por lo mis-
mo les daba un caráctol' cxtr•año), con g1·andes canastas ó
cestos llenos de fusiles, pistolas y sables que les entrega-.
ban, soltñndolo todo de buena gana, los que de ello se
habían hecho dueños. Resultó de esto conseguir los capu-
:<i.hinos, si bien por breve plazo, una prepotencia en Cá<liz

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nECUJlnl\OS DE UN ANCIANO. 12i
{[l\e nadie les disputaba, ni áun otros miembros del cuerpo
del clero seculat• 6 regular, y cierlanrnnte no los militares
ni los empleados civiles. No son ajenas estas pa1·t.iculari-
dadcs al suceso del tumulto de Fetn·ei·o de 180H, principal
asunto del presente :H'lículo, destinado fl poner recuerdos
de lo pasado ü la \'isla de la gcneracion presente. "'
Pero el inllujo cl8 los capuchít10s estaba, si así puede
hablarse, lalente y pa1·a aparecer sólo cuando la necesidad
de algun caso hacía necesario ú oportuno su uso. Otra
cos1 cbba mas e11 1·oslro en Cácfü, y e1·a ver la poblac.ion
anmda formamlo una milicia muy semejante á la que des-
pues con el nombre de nacional, y siendo remedo de la
francesa, ha exislido en las poli\acioncs de España, úlil
por demas :.í Yeces, y en allo !;t'ado; en ot.ras ocasiones en
no menor proporcion perniciosa; digna de alabanza y de
ccnstn•a; io primel'O, poi· sus hechos patt'iólicos; lo segun-
do, más por sn yerrn que por su culpa de intencion; ins-
trumento, no pa1·a al1anzar Ja libertad, sino pat•a sustentar
un partido; casi necesario en una guerra en lo interior de
un Est~clo cuando es roi·zoso no t.enc¡· ocupado el ejército
en guarniclon de plazas no amenazadas de cercano peli-
gro. En Códiz, desde muy laq;o Liempo hahia existido la
lbnrnda milicia ut•li::\lla, pero existido m:is en el nombt•e
que de hecho, y con ofleia\es m:is que con soldados, y ve-
nida á sc1· hnsta objeto de risa, pues era conocida con el
nombre de l'cgimiento de la Pava/ (1). El gt·an movimiento

·, (1) De la nntigu:i. milicia urbano. fué aprovechada una parte.


que foe l<l de los :ll'lilleros. servicio qne lo era e~clus1vo de los ga-
llegos. los cunlos 11.1Junda11 en Cádiz. sientlo de esta provincia to·
dos les mn7.0s de cordeló esquina, y gran parte de tos criados.
Los artilleros gallegos hicieron buen servicio durante el sitio da
Cádh. y deslinad~s &. un lugar de algun peligro. como era e1 del
castillo <le Pucutales, no pocos lle enos perdie1·on ollí la vida, Bien
e~tá pag·al'les este leve triliuto ea recompensa de sus ignorados
niéritos y sacrificios. ~ ..

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128 ANTONIO ALCA!..\ GHIANO.

de 1808 pedía cosa más viva que pone1• en pié aquel casi
cadáve1·. Cádiz, que envió un número muy crecido de vo-
luntarios á los ejé1•citos, quiso ademas que acudiese á la
campaña la un tanto nume!'osa fuel'za que la presidiaba~
y como plaza tan fue1·te no poclia quedaL' desamparada,
áun estando lejano el enemigo y cel'canos los amigos in-
gleses dominando los mares, discurrióse hacer un cuerpo
militar del vecindario. A formarle concurriei·on todos ale-
gremente y con celo. Nacieron al momento seis batallones
numerosos, cuatro de ellos remedo de la infantería de lí-
nea; dos de la ligeL·a. Volunta1·ios de Cádiz era su nombre~
á poco, y cabalmente por el suceso que voy aquí á nar-
rar, se le confüió pol' el Gobierno sup1·emo el ele volunta-
rios distinguidos; pero el uso comun era nomb1·arlos pol'
un apodo ó mole: el de guacanrnyos y cananeos. Cuad1·aba
á los primeros la calificacion del vistoso p~jaro de la zona
tór1·ida por la naturaleza de su uniforme, que era á imíta-
cion de los del ejército inglés; casaca encarnada, cuello,
vueltas y solapa veL"de con un ligero bordado en el pri-
mero, pantalon blanco y somhL·ero do picos, que as! se
decía el ánles por su figura dicho de tres picos, y hoy, po1·
atroz galicismo, hijo de crnsa ignorancia, dicho por algu.
nos españoles ti'icornio (!), y con más propiedad, si bien

(l) Sienclo demasiado vistoso, y tnm hien costoso y estorboso el


uniforme referido ele casaca larga y sombrero d'~ picos para el ser-
vicio diario en las guardias y pRtrullas, los voluntarios de linea
tuvieron otro, compuesto de las pi·eudas siguientes: casaca corta
de color par'do con cuello, solapa pegada, y vuelta anteados, pan-
talon igual á la cusaca en invierno, y de mahon en verano, y som-
])l'ero redondo con clinpa de lalon lilun co y nn plumero pequeño, lo
cual no disonaba, porque entónces con sombrero igual cubrían la.
cabeza los soldados do marina ingleses. Pareceria una ridiculez
recordar estas cosas del vestido, si no viésemos r¡ue de olvidarlas
resultan inconvenientes. Hoy en un cuadro (de grnn mérito por
otra parte) destinado á representar la apertur~ de la Córtes de
Cáqiz e¡¡ lelO, ~ll y~¡¡ loa espali.oles de aqi¡ello~ dias yi.Iltudos ne>

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RECUERDOS DE UN ANCIANO. 129
con fr~se nueva, seíialado como sol)lbrero apuntado (t). A
los q-ue llevaban p01· nombre el de Ja genle infiel de Ca-
naan no valia lal calificacion el sei• reputados descrcidos,
sino el uso de la cartuchern delante del vicnt.rc, conocida
con la voz de cana1uz, que venia bien con el uniforme de
las tropas ligeras españolas de aquel tiempo, chaqueta con
alamares cefiida, panlalon igual en colo!' :í la chaqueta, y
en la cabeza lo llamado enlónces morrion, y despues
chacó, que iba anchando segun subía. No me ciega pasion
alguna al afirmar que aquellos cuerpos se hicieron me!'e-
cedo!'es de baslanle elogio, y puede deciL·se de ninguna
censm·a, salvo en el caso que es argumento del presente
trabajo, y en el cual lo que empezó por yeno, y hasta por
culpa, fué en breve l'cmediaLio y compens'ado por un buen
servicio, aunque, si ha de decirse la verdad ensalzado y
premiado con exceso.
En los volunlal'ios de Cádiz se babian :ilislado solleros.
casados y viudos; padres e hijos de famili3; en suma, hom-
brGs á quiene., en caso de habe1· quintas, tocaba entrar

con el traje que usaban, sino con el de los franceses de quince


· añoa ántes, ó digamos de la Conveucion, y tal vez riel Directorio
6 del Consejo de los Quinientos.
· (l) Permitasemo uún aqui dar sntisfoccíon ii. mi manía contra
los corruptores de nuestra lengua. He dicl10 y ese.rito (no sin en-
contrar aprobadores) que muchos ele los galicismos hoy corrien-.
tes nacen. no de habe1· leido mucho obras francesas, sino de cono-
cer poco el idioma de nuestl'OB vecinos. Esto sucede á los que tra-
ducen tricorne por tt·icornio. Llamaban los france.ses chapeau u
trois cor11es á lo que n0sotros sombrero de tres picos. (.:orno en
franceses, pues, pico en castellano. tratán<lose de sombreros. :rri-
c&rne es abreviacion de iroü cornes, y si nosotrns fuésemos ú bacer
una igualó parecida deberiamos decir tri pica. pero no podriamcs
porque seria voz ridícula que sonuriu como cosa de tripas. De to-
dos modos, como cornio en cnstelfonQ no es pico de sombrero, es
tricornio un 1>arharismo inadmisible. Dicllo sea esto sin esperanza
de ·~orrecc1ou en lo¡¡ tricornis :.as

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130 A:IT0:\10 ALCALÁ GA.t1AC';0,
en sorteo, y otros que no_ estaban en igual caso. Como
aquí poco bá dejo apuntado, Cádiz babia envi!ldo muchos
mozos á las filas de los defensores de Ja patria en el cam-
po; pero no todos sus mozos, y de lo primero eslaba muy
ufana la pohlacion.
Sin embargo, iJ,a llegando el caso de una quinta. El en-
tusiasmo que habia llevado á empuñar bs armas babia
cesado, ó, digase, los entusiasmados ya las habian toma-
do, y los que en estado <le usal'las no lo habian hecho,
habrian de hacel'lo compelidos pot• la ley, si ya no se de-
jaba sin rcfnct•zos el ejército, muy necesitado de tene!'los
en abundancia. Corrió de súbilo Ja voz que la quinta es-
taba resuelta. Enlónces hubo en algunos la singulm· ocur-
rencia de que á ella no debía estar sujeta la poblacion de
Cádiz, fundándose la pi·etension de tal excepcion en dos
razones; de las cuales la primera et·a babel' dado los gadi-
tarrns más qne su cupo, lo que debia tomá1·seles en cuenta
como contribucíon de sangre adelantada; y la segunda,
que los voluntari0s estaban haciendo se1·vicio militar, aun-
que no de campaña ni con el enemigo al frente. No et·an
razones tales muy poderosas, ni se dieron en tern1idos ex-
p1·es.os, pero corrian con no poco valimiento, haciéndolas
cotTet' y esforzándolas los qnc temían y no querian en-·
trar en cántaro, y acogiéndolas con favor muchos, ya por
temor de ver forzados á ser soldados á sus parientes y
amigos, ya pot· ¡lt'estat'se á creer lo que o~·en afirmar. En
esto, gentes sin duda arteras inventaron y propagaron
otra voz, causa de disgusto. tos cuerpos de voluntarios
(dcciau) i)Jan á salir á campaña por órdcn del (',ohicrno re·
si denle en Sevilla. Era enorme desatino la suposicion; pues
nadie podia pensa1· en poner los paisanos de Cádiz al'ma-
dos, los vecinos do Ja regalada Cádiz, f1·eote á frente con
los aguet'l'idos enemigos á la sazon vicloriosos. Pet•o es
comun cl'ccr los dcsnti11os, y los que temian entt•a1• en
quinta y no qucrian salir á campaña daban Cl'édito apa:·ea-

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REC.UER!)OS DE UN A!'>Cf,\1'0, mi
·,te al desa;;radable rumo1', por lo mismo que no se le da·
llan verdadero, embaucando á los sencillos.
Por el mism0 tiempo h8bia llegado á Cádiz, proceden~~
de Sevilla, y con no sé qué comision del supremo Gobier-
no, de que ei·a pal'le, el vocal de la Junta CenlrnL ma1··
qués del Villel, seño1· calalan de ilustl'e alcurnia y alguna
riqueza. El conde de Toreno en su historia es harto desfa-
vol'able al del Villel, del cual dice que era, en la Junta
Central, de Jos mús opuestos á las refo1·mas y apegado á
todos los rancios abusos. Lo cierto es que el ta\ perso-
naje ern corto en saber, y al parecer, no largo en luces,
de condicion desabrida y de insufrible entono, aunque
honr~do y buen patl'Ício y caballe1•0. Su entono de gran.
señor ftié lo que más disguP.tó á los gaditanos, entre quie-
nes figuraban en pl'ime1' lugar los comerciantes, no de los
que pasan en otros lugares con este nombre, sino ele clase
alli diferente de la de los tenderos, y de ellos no pocos
hidalgos por su cuna y enlazados con gente de la nobleza
inferwr. El trato en C:ídiz era fino, culto, y áun podria de-
ci1·se democt'álico, tomando esta voz en su mejor accp-
·cion; y, como eeinaba la igualdad, et'a chocante la preten-
sion de supel'iol'idad ele la gente de más alta esfera. El
maequés del Villcl disgustó, pues, por su modo de hacet•
las cosas, mas todavía que por las cosas que. hizo, si bien
tiene 1·azon Toreno en cnlpade de haberse entrometido en
negocios privados, avcl'iguando el modo do vivir de las
personas, y queriendo arregfat• familias entre sf mal ave-
nidas, y co1·rngi1· vicios á que no alcanza, porque sé los
ocultan fuerle5 consideraciones, el rigor de las le)'CS. Pero
es lo cierto que estas pequeñeces, si e rntribuyeron no
poco á los excesos de que el <lel Villel estuvo á punto de
ser vL:lima, no fuernn la causa principal que los trajo.
En la quinta que amenazaba está la causa, si no única,
·verdade1·a del tlesórdcn y atentados que voy á referir in-
mediatamente.

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132 ANTONIO ALCAt.t C..\UA\\O.

Del ejé1'cito frances solian clesenarse bastantes soldadoir-


de Jos numctosos 3xl1'anjeros que en ellos servían. Los'
comid:.ibamos los espaílotes á la dcscrcion, h:ieiéndoles
pL·esente que ellos tamllien estaban pa1lecíe11llo bajo el
yugo que contl'ibuian á poner y agravar sobre la cervíz
de un pueblo que en nada se les habia rn oslrudo contrario.
lle desertores tales pocos eran polacos, porque los hijos
ele nacion tan agraviada casi todos se Jrnbrnn dado con celo
al servicio dd emperador frances, de quien es?c1·aban fue-
::;e su retlenlor, y, siendo celosos de la independencia pro·
pía, se moslrnban crueles enemigos de la ajena. Sin em-
lJargo, los polacos eran mirados enlt·e los que componian.
los cjét•citos de Napoleon, si no con f:1voL', poro ménos, y,
cuando no los más gratos, eran los más nombraclos entre
!a genle no francesa que milita!Ja en los ejét·citos de los
invasores.
De los dcscl'l<H'CS de que acallo aquí de hl1lilar se ha·
llian formado algunos batallones ó rcgimienlos, y :í uno
de ellos s~ clió la órden· de pas;1r á C:ídiz, mediando Fe·
bt•et•o de t8ú9. Coincidió esto con el lemol' de la quinta,
con las patL'3iias á qlle el mismo temoL' d1ó Ol'í¡;en, con el
disgusto 4ue daba el marqués del Yíllcl, y tambicn con el
mal aspecto de la causa púlllica, siendo scíiala rlas y repe·
!idas las venl:.1jas que á la sazon alcanzaban las lrnpas
francesas sobre las espaüol8s. Donde quict·a abundahan
combustibles hacinados, y en Cádiz causaron un incQmlio.
La cliíspa ó la mecha que pl'Cnd ió flicgo á tantas male·
rias ¡weparadas para recibirle y cxlendel'le, fué la pró-
xima llegada del bala\lon de desertores. De repente se
oye una voz tel'l'ible: Cádiz eslaha vendido: los volunta1·ios
iban á s3lír, y en su lugar iban (1 cnlt'ar los polacos (~ los
cuales el vulgo gaditano, acostumbrado ú ha!Jlar de bar-
cos, y habiendo de estos una clase con el nombre de pala·
r:ras, llamalia polaci·os). La Central CL'a bien ó mal obede·
decida, pero lv era só~o en los punlos capitales; met·ecia

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1\1.r.üf.nnos nii UN ANCIANO. 133
~ veces aprohacion y la conseguía, pero no inspiraba
plena conflnnza, porque no estaba en pC<scsion del afecto
popular, que en C3cla pl'Ovincía queda ha reserYado á sus
respectivas juntas. i\o et•a de extrañar que en tal cuerpo
hubiese traí<lores. De toclo~ modos, Jo necesario, lo ur-
gente era i ni pedir la entt·:ida á los polacros, de lo cual era
consecuencia necesaria, ~unque de ello no se hablase,
que los vol unlaríos no saliesen. La voz p1•op:1gada fué se·
ñal de un tumulto. Los fon:ílieos honrados de la clase in fe·
rior, y los amantes de desórdcn, á quienes sucesos poco
lejanos habían dado set· y valOL·, acudieron á una señal,
que lo ei·a en su senlí1· de la hora de volver, á su modo,
pot· la cnusa de la. palria, siempre puesta en peligro
por los lraiclores. El tumulto est~illó y creció. Los alboro•
tados saliel'On en tl'Opel voceando y amenazando por la
Puerta de Tierra, 11or do11de venian, estando ya cercanos,
los mal encubiertos enemigos á quienes et•et necesario ha·
-cer fccnte. En el camino que va de C:ídiz á uniz· b ciudad
con lo demás de Es pafia, se alza hoy, y ent.ónces comen-
zaba á alzarse, una obra de forlificacion, lbmada la Corta•
dura, porque lo era en el arrecife ó calzada, forn1andola un
simple lienzo ó corliua flanqueada por dos baluartes, y
bailada por el mar pm· uno y otro extremo. Habia comen-
zado esta ollra D. Tomlis de Mol"la, destinónclola á impedit·
que los frrnr.cscs, si pcncl1·aban en la isla gaditana (-1), pu-
diesen bombardear ;i Cádiz. lligo que la obra estaba sólo
comenzad~, pues quedaba del todo nllicrta, y no podia ha-
cer todavía ni una mediana defensa, no obstante lo cual,
hahia en ella ya caiiones. Al llegar los amotinados a aquel

(l) Es de arlvcrtir que lt>. voz i~la gaditana. n11n~11e nrny pro-
pia, ~úlo empez•i á ser mada entónc~s. AnteR l~ ciud~d de l'ádiz
no dab,) uomhre á la isla. y la poblacion. hoy ciud8d de San Fel'-
nando. era Hnm:11l;i is1a de Lc:on. cou el aditamento de Rcul. L:i
is\:1 g-eogrí<tlc.ci clividirla de la tierra ftrme por un brazo de mar,
.sobre el cual corre el puente de Suazo. no tenía nombre.

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13-í A:\T0:\10 ALCALÁ GAL!A~O.

punto, le encontraron mal defendido, como debian ya sa.-


ller; pero Jo que les p1·ob6 sei• su triste estado obra de Ja
tra!cion y no de falta de tiempo, fué que, segun aflt·maban~
hallaron los cafíones llenos de arena. Qne así ftJese era, no
súlo posible, sino probable, porqne la mar azota con fm·ia
aquellas playas y todo lugar á ella vecino, y sns olas,
cuando se encrespan, lr:ien consigo gruesas cantidades de
áren:.1, que sacuden, despiden y deian en el lerreno á que
h~n llegado ó se han acercado cuando se retiran. Tal ve~
no babia ni áun tal arena; pero si la hubiese, fácil era va·
ciar de ella las piezas ántcs de hacer fuego. No se paraban
á hacer estos juicios criticas los sediciosos. La arena ha-
llada, ó que creyernn hallar, fué m¡ comprobante de la
traicion. En esto apareció el batalloG que venía de mar-
cha, cansado, pacífico, ajeno de recelo. Embistió de re-·
pente con los extranjeros la tui·ba popular, nada temible,
pues hasta poco numerosa ei·a. No hicieron defensa aque-
llos pobres soldados, aunque bien podían, porque hubieron
de q ueda1· pasmados al recibir tal hospedaje. Así es que no
hubo ni heridos, pues los extranjeros, atónitos, se dejaron
hasta apalear, pe1·0 no mucho, pues retrocedieron, y
con mostrarse sumisos apaciguaron la furia de los agre-
sores.
MiiSntras eslo pasaba fuera de puertaa, dentro iba agavi-
llándose la gente alborotada delante de la casa del mar·
qués de Villel. Los vencedores de los polacos, vueltos
tl'iunfanles á C:ídiz, aumentaron la furia de la muchedum-
bre, si muchedumbre merecia llamarse aquel número de
peL·sonas, aunque no crecido, lo llast.ante parn dominar sin
resistencia. El marqués fué decla1·ado traiáot', :í lo r¡ue se
siguió úl intenlo de matarle, como era uso hacer con los
traidores. Iba á SCL' allanada la casa y mue1·to el pct'sonaje,
blanco de in ira de los sediciosos. Entónces acudieron los
voluntarios ú defender á la persona así amenazada. Hasta
11quel momento habían siclo espectadores del tumullo, n()-

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l\ECU!':RDOS Dll UN ANClA?<O. 13~
aprobándole, aunque no faltase entre ellos quienes le vie-
sen con ap1·obacion apénas encubierta, pero no haciendo
cosa encaminada á contenerle. No podía, con todo, aquel
cuerpo consentit· en que se cometiese :.i su vista, estando 'I'
armado, un asesinato. Asf, protegió al marqués de VilleJ-:~'
salvándole la vida, y le llevó entre sus filas ampa1·ando ~
pel'sona, mas no sosteniendo su autoridad, hasta depo~: 1
.'r_'r
tarle en lugar seguro. No habia entónces más que uno qll'lllQ.<
lo fllese completamente en Cádiz, áun contando las igle-1'
sías: no había más que el convento de los :l la sazon archi·
populares capuchinos. Alli quedó el vocal del Supremo
ColJiet•no de España reconocido por la misma Cádiz, y
quedó, si no en caliJad de preso, poco ménos. En salvo ya
la vida del m<trqués, nadie pe11só por lo pronto en resta-
blecei· el imperio de las leyes. Pero era necesario que hu-
biese quien gobernase aquella ciudad y plaza fuerte, si-
quiern como lilular, porque el gohict•no quedaba en la
plebe alborotada. El empleo ó puesto de gobernador en
Cádiz no estaba vacante, pues le tenía un D. Félix Jones,
mariscal de campo, militar antiguo, cuyos servicios habían
sido en Ja brigada il'landesa de nuestro ejército, siendo,
como declaraba su apellido, su familia oriunda de Irlanda
ó de Gales; buen señot', y no mal oficial ó soldado, pero
desigual sin duda á la situacion en que se vein, y en que
estaba así mismo todo cuanto le rodeaba. Salvó al general
Jones de comp\f~la sospecha su apellido brilánico, y de
que le temiesen los alborotados su Oaqueza; pero, si hubo
de quedar libre de peligro, en su autoridad quedó ann 4

lado.
Pasó Cádiz un dia en poder de la plebe, pero la de Cá-
cliz, pot' fot·t1rna, con alguna rara excepcion, está exenta de
ferocidad. No peligi•aron las casas, ni en general las perso-
nas. Se gritaba, pero á nada se pt'occdia. En Lal situacion
cer1·ó la noche y vino con ella el sosiego.
En la nrnñ3na del nuevo dia aparecieron las cosas sin

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l3(l A'.'iTO'.'iJO A LCAd GAUA~O.

notable mudanza. Pero et·a unposible que, faltando todo


freno á las malas pasiones, fa\Lasc quien, impelido por
ellas, se arrojase á comelet· un erirnen. Desempeñaba a la
sazon el ca1·go de comandante del resguardo D. N. Here-
dia, a quien relaciones de su familia cun el príncipe do Ja
Paz hacirn poco grato á la oµinion popular, y á quien su
ingrato empleo forzosamente habia de Jwbet· puesto en
mal pt·edícamenLo con la clase algo uumerosa, y nada
buena, de los eontrabgodistas. No habia el pob1·e Hercdia
tenido ni la menor parle en Ja venida de los ter1•ibles
polaci'JS, ni en los actos despóticos del marqués de Villel,
ni en cosa alguna de todas cuantas daban motivo al tumul-
to, pero no carecia de enemigos, y la hora ei·::i propicia
para que el que se quejaba con razon ó sin ella de un daño
l'Ccibido se vengase. No acic1·to á decir, porque nú Jlegué
á avei·íguarlo, cómo supo el desdichado que su vida estaba
en peligro, pern ello es que, en vez !le esconderse , huyó,
no sin ser visto y seguido en la fug·a. Al i1' á emba1'carse,
ó ya embarcado, y á corto trecho de tiei·ra, en una barqui-
lla, fué alcanzado pm· sus perseguidorns, que le quitarnn la
vida. Tan inesperado asesinato causó horror, y se vió que
no podia seguir Cúdiz sin gobiemo. ,Iones nada hacia y
nada podía, y se igno1·aba, no viendo que fuese algo de he-
cho, si era ó no todavla gobernador de derecho. Resolvió
esta cuestion el nombramiento de un nuevo gobernador mi·
litar y político, y la eleccion, hecha no puede sabet·se por
quién, recayó en el guardinn de capuchinos, lleg-ando con
esto.á su apogeo el favor exlraorúinai·io de que aquella
Mden monásLica gozaba; y no sin razon digo á su apogeo,
pues desde enLónces empezó á declinar, hasta llegar cuatro
¡¡¡ios des pues á un estado de abatimiento cual nunca Je ha·
)J1a tenido en ~~s¡.,aña. ll~bia algo de instrnto µopular en
nombl'amienLo tan 1·idieulo, µ01·que, recelandose Ln1iciones
por wdos Jados, hui>o de µarecc1· la pe1·sona de w<is con-
lianza Ja m:i.s inLe1·esada eu 4ue Ho dorn11wsen los frau~eses,

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J\RCl!ÉIIDÓS DE UN ANCIANO. {37
':ffal pareció un fraile, pues aunque Napolcon :il arrognrse
el tl'ono de España y traspasarle á su hermano, sin darle
absoluta independencia, léjos de abolir desde luego las ór-
denes monacales, las habia l'econocido hasta scfüilarles lu-
.r,at• representadas poi· sus generales en las Córtes dispues-
tas poi· la Constitucion de füyona, bien veían los del clero
secula1', y más aún los del regular, cerc3no el fin de su exis-
.len<;ia éstos, y de su inllujo nquellos con el establecimien-
to de un poder no favorable á la Jihe1·tad política y civil,
pern sí desfavorable á todo pensamiento L"eligioso. Otro
tanto veia el pueblo confusamente, como suele él ver las
cosas, y po~· esto nomb1·ó para gobernarle ni capuchino, si
l1omb1·e poco á· pl'opósito para cjcree1• la auL01·idad en lo
.mililal', y áun en lo civil, de todn confianza en cuanto á no
-entregar la plaza de Cádiz á los enemigos.
No pucclo acordarnie cuánto. tiempo. duró el gobierno
-del buen guardian (1), pero sé que acabó como por con-:

(l) Está en su l ngar contar una ane~dotil\a relntiva á estos sn-


·cesos. Venia en l as horas á qne la. nurracio n de arriba se l'efiere,
navegan11o para Cádiz. áun no 11ien restali\ecido de una grave he-
rida rccilJicht en la batalla de Espinosa. el ilustre g eneral de mari-
na D. Cayetano Valc16s. tRn célelJre en rspajia int~s y despues.
y en Cádiz muy ¡i:wt.icularmentc. AJ irá entrar en el puerto. como
pasasen cm·ca atgnnas barcas. el general, descoso de sal)er quién
ejercin la anto:·i,l ad militar con que el hnhin rle entenderse, nre-
.guntó quien era el g-obern añor de Cádiz ·El guardía n de C;pu-
·chinos" \e respondieron rl csde lejos. Pareció bufo11ada de mal
fi'U~to ni gc11crai la respuosta. Pero al hncer igual preguntn :i otra
emliarcacic" que }H1só. oyó tamllien c¡ue ern go11ernaclor de Cácliz
el guardian de Capuchinos. Conociendo Valdés ~ne es uso en las
cercanias de Cádiz poner en hog·a por temporadas un dichete más
11 ménos ó nada chistoso. pensó que ora la gracia ele uso entónr,es
-decir que g-obarnalJa el g-nardían de Capuchinos. Pero llegándose
al buque donde venia y deteniéndose :i un costado un bote (no sé
sí el de snnidad ó el rlelpr:icticoJ, y reiterada la p1·eguntn, y reci~
bid a la mism'a res puesta. incomodándose el general de que le vi·
niesen con bufonadas, y manifestando su enojo, supo con admira-
-cien se1· el hecho que él deseaba sa11or lo que le hallia narecido

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138 ANTOJ\10 ALCALÁ GALIA:\0.

suncion en bi·eve plazo, no deponiéndole la Junta central,


pero sí norn brand o un nue\'O gobernadot· rnilitm· y político,
cargos desempeñados cntónces por una misma persona, y
ósta de la clase de los onciales genernles.
No acierto ::i decir si ruó bien comprendido en Sevilla el
alhol'Oto de Cádiz, pero lo cicl'lo es que huno aplausos y
pl'emios sólo hnsta cierto punto merecidos, y poca severi·
dad é imparcialidad en el castigo, ya dictase tal conducta
el e1·1·or, ya el disimulo.
A los voluntari('S de Cátliz fueron dadas recompensas
honorificas, el dictado de distinguidos y el uso de los co1·-
dones de ctidete, todo ello por habe1· amparado la vida del
marqués, olvidando, 6 no sabiendo, 6 callando que pat"a
enfrena1· el alboroto, particularmente en sus pl'incipios,
cuando era cosa fücil, lrnbian hecho poco ó nada. El mai·-
qµés del Vi!lel fué llamado á Sevilla y á la Junta, desagra.
\'iado con palabras de llprolrncion y sin repugnancia suya á
salir de una ciudad en la cual había hallado más sinsabores
que salisfacciones. F11e1·on presos, creo que sin otros com-
pañeros, dos jóvenes de Cádiz, arnhos instrnidos, y que
des pues hicieron mediana forLuna, D. l\Ianuel María de Ar-
rieta y D. Pablo Massa, cuyo delito, 6 dígase cuyo supues-
to delito, pues fllc1·on al cabo absueltos despucs de larga,
pero no dura prision, y de una causa enojosa, era haber
hecho el papel de reprnsentanlcs del pueblo albornlado
para expresar sus p1·etensiones. De la quinLa no volvió á
• hablarse, quedando exenta ele ella los gaditanos, bien que
en ninguna poblacion de España creo que fué llevaclo ñ efec-
to con la debida regularidad y exactitud esto modo ele re-
clutar el ejército, poco iwopio p::it'U clias t·n que el entu-
siasmo bacía mucho y el poclcl' de la auLoddacl era corlo,
por lo cual acudían ú bs filas los que qucl'iun, )' :í. los
renitenLes ó rnacios nadie pollia sacar de su rdilo.
llmlda n ecia. De hocn del mismo ¡,reneral he 0:,10, y m~s de una
e.stc lance,
...-~z

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RECUERDOS DE 1l1\ Al\CIA:IO. i3!t
Del alboroto de Fcbeero no quedó en Cádiz señal.
Pasó allí tranquilo el año 1809, causando alegría las po
cas y cortas ventajas en et mismo periouo con'seguidas-
por nuestras armas, y dolor Jos grandes y mulLiplicados
reveses de las mismas en aquellos dias aciagos; pel'O rei-
nando la tranquilidad mas completa, de suerte que en
momentos de tantas penas tuvo Cádíz la felicidad de no
tener historia, miéntL·as Lan llena de sucesos estaba la de
otras provincias. Los voluntarios siguieron prestando·
buenos servicios, y manteniendo Ja ciudad en paz y so·
siego, de suerte que hasta el término final de la guerra.
no volvió aquella pob!acion á ver un alboroto de conside-
racion en sus calles, ni cayó víctima de la furia po-
pular persona alguna. Recien entradq el año de 1810
fueL·on ott·as las circunstancias, en las cuales C1diz, si no
le consislie1·on las suyas señalarse por actos de heroísmo,
se aceeditó Lle fiel á la causa de la patria, haciendo por
sustentarla sacriílcios no leves. Además, la ciudad que sec
entregó al gobierno de un religioso, poco des pues hizo á
la causa de las reformas celoso acogimiento, sucediendo·
2llí á las doct1·inas innovad01·as y liberales lo que á plan~a­
llevnda á teneno bien preparado p3L'a recibirla y CL'iarla
lozana, y, en cuanto no lo impiden desdichas inevitables,
fuerte y robusta. Pero los sucesos desde 1 S-10 hasta 18'1B
no entL·an en el propósito del presente artículo, y como so!l
harto conocidos (1), las memorias que de ellos conservo U()-

(1) Acalla de salir á luz una obra de mucho mérito en su clMe,


y cuyo objeto es referir particularidades ele sucesos ocurridos eA
Cúdiz, y de los méritos contraidos por aquella poblacion d11rai;.tt
l t guerra de ht Independencia. El uutor ele e~te librito. que es don.
A i.olfo de Custro, está ya muy conocido por muchas produ~cíones
de su pluma como hombre de nada comun erudiciony la'ooriosid&d,
¡\lo cual agrega pl'endas de diccion y estilo. Su obrilla conti-,.
n' mil cosas. muchas de las cuales conservaba en la memoril
q liea. esto cscr;be, pensando pasarlas ul papel. Hoy no sabe si Li.
l;urú, pues lo que contaria como hasta ahOrn ignorado, en gre.'.l

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140 ANTONIO .~LCALÁ OALTANOa
.serán quizé tl'asmitid~s á la pluma como parte de los re•
.cuei·dos que con desaliño procuro de¡a1· constantes para
-Oivertimiento, si ya no para enseñanza, de la genel'acion
l)l'esente y de las fulllras.

'Parte ha pasa.d11 ya. á. ser sabido. Pero si el Sr de Castro ha becho


.;manto es darlo hacer á la. erudicion y diligencia más prolija, com"
no vió los tiempos de que habla, sabe y cuenta bien lo que e11.
ellos pa~ó. pero no corno pasó y con la fisonomía de los hombres
y cosas rle entónces, Jo cual no puede poner ó. la. vista. de sus lecto-
res. Hay, por otra parte. ocurrencias ele que son narradores infieles
los documentos existentes, porque callan menudencias conocidas
de los que vivian cuando ellos nacieron, las cuales explican los
~contecimientos. á veces á punto de convertirlos en cosa. más ó
..nénos diferente da lo qua referirtos d~ oficio aparecen.

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Vlll

CÓHO SE PASABA ll!EN EL IJElJPO EN liNA GHJDAD Sll"IADA-

No vayan á creer mis lectores que al csc1·ibir las si-


guientes páginas me propor1go contar heclios heroicos,
ni crean que recomieRdo la estancia en una plaza fuerte,
verdaderamente asediada y combatida, como una situaciorf
halagüeíla. Intento, al 1•efrescat· en la mente antiguas me-
morias y pasarlas á la pluma, y de ella á la estampa, po-
ner á la vista de la generacion presenle algunas escenas
del singulal' drama que se representaba en Cádíz cuando·
estaba al frente, en la opuesta costa, el ejél'Cito enemigo,
dueño ya, aunque no bien asentado en su posesion, sinv·
muy al conlrnl'io, de las t.l'es cuartas parles del tenitorio
español, y representante del poder del imperio rrances
bajo el varon más sin igual que vieron todas las edatle&-
Fueron los acto8 de llot•oismo nada escasos en Ja ¡;uern1
que sostuvo España en desagt·avio de sn honor ofentliLlv
y en defensa de su independencia, pern de eslos no hubu-
de caber parle a los vecinos de Cádiz, si bien muchos de
ellos se seiialaro11 en la camp~.iia. pot·a,ue su ciudad. oru-

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t42 ANTO~IO ALCALÁ GALIANO.

tegida por la nalu1·a1eza, les facilitaba resistil' sin estrago!!


-ni gn1ves peli~ros. Así, mal puede llamarse sitio ó áun blo-
queo lo qtie hacian los franceses respecto á la desde en~
t6nces llamada isla Gaditana. La reladon de unos con otros
hcligcrantes en aqudlos lugares desde Febrero de '.18·10 has-
ta Agosto de 181~, creó un estado anómalo, compendian-
do ó ab1•eviando á España hasta tenerla encerrada en
reduc\dísimos límites, pero sin quitai· el carácter de lapo-
tencia Espaila li tiquel!a cortísima porcion de su territorio.
Poi• esto. cuando los sitios afamados de Zaragoza y Gei·ona,
y áun los ménos eélcl.n·es, pel'O dignos de recordacion y
lllabanza, de Astorga, Ciudad-Rodrigo, Tortosa, Tal'l':.tgona
j' algunos más, tl'ajel'On á los siliados horrorosos males,
donde fué probado su heroísmo, á los moradores en Cádiz
y la vecina isla de Leon (hoy ciudad de San Fel'ílando) cupo
en suerte nn buen pasai· á corla distancia de los fuegos de
-un contrario podel'OSO.
Ni con esto pienso i·ebajal' el merito contraido por una
ciudad de que soy hijo, á la cual conservo amor entra-
ñable. No puede afil'marsc qué habt'ian hecho los gadita~
·nos puestos en grande apurn, y sujetos á los más duros
-rigoi·es de la guerra; pel'O lo que les tocó hacer Jo hicie-
'l'On bien, portándose como but•nos españoles. Ya en otro
lug~i· de estos recuerdos he contado que dieron á los
-ejércit1s una buena suma de voluntarios, y tambien he
.refci·ido que el batallan de tiradores de Cádiz, compuesto
si no todo de gaditanos, de moradores de aquella ciudad
y sus ccl'Canras, l11zo en Lerin, en Octub1·e de -1808, una
glol'iosa defensa, cabalmcnle en los días en que, amor-
tecida la ll3ma que tanto brilló en los primeros sucesos
-del alzamiento, y tanto estrago causó rn el enemigo, em·
pezaba la época ele los 1·evescs, no sín mengua del crédito
de nuestL'os soldados. Tambien he dicho que todo había
sido paz y sosiego en Cádiz desde Febrero de 1809 hasta
ir á tei·minar el Enero del año siguiente. Pe1•0 entónces,

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RECUfillDOS DE UN ANCIA'.:'>O. 143
invadida la Andalucía con resistencia coi·tisima de nuestras
escasas y desalentadas tropas, vcnian con gran poder
soht·e Cád\z los france5es. Suya era casi toda España: fue-
ra de la Península ibérica no contaba el emperador fran-
cés con un sólo enemigo en el Continente. Por un momento
pni•ecia como que ílaqueaba en los españoles el ¡wopósito
de resistirá todo Lrnnce al invasor, dado que la r"Jsistcncia
sólo poclia parai· en ser vencidos y al cabo sujetos. Sin em-
hargo, nadie pensó en Cádiz en abrir las puertas á los á la
sazon vencedores. Resistir ei·a tenido por cosa precisa
~· como natural. --
Uno de los graves inconvenientes con que se hacía.ne~
cosario luchar m·a con la lalt.a de Gobiet·no. Verdad es
que el de l::i Junta Central, por un año establecida en Sevi·
lla, hahia de~retado trasladarse á Ja isla de Leon; pero
la Junta CeoLral había caiclo en sumo desconceplo, por
cierto no rnol'ecido, á lo ménos hasta el punlo á que ha•
llia llegado en aquella hora. Sabíase confusamente que
en Sevilla un medio molin, con pretensiones de revolucion,
babia sustituido al malaventurado y desconceptuado Go-
bierno que lo habia sido de España el de la anligua Junta
de provincia, reforzada con algunos personajes mal con-
tentos é inquietos; pero el recien formado ó resucitado
cuerpo era á modo de fantasma ó vision, que á soplo mu-
cho menor que el del furioso viento que lodo lo íha bar-
riendo y desbaratando, debia desaparecer resuelto en hu·
mo ó mebla. Cádiz no hizo caso del reeien nacido poder,
ni del antiguo, que reput3ba (lifunto, y apeló al reeui·so de
aquel tiempo, en que era f;ícil y comun nombrnr gobier·
no creando una Junta. De ella hizo cabeza el que era go·
bernadol' militat' y político de la ciudad, el genei·al don
Francisco Javier Venegas; militar antiguo, ~eneral que ha-
hia mandado con váda fortuna, lilernlo, caballero cumpli-
clo con mucho de cortesm10, aunque poco llabia vivido en
ia corte; homll1'c, en fin, de los que ncic1·tan á ganarse las

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AN'I0~10 Al.GUA GALL\'.':0.

voluntades. Los de mas de la J un la fuernn nombrados por-


un método regulat· y por eleccion indirecta, que Cl'a lo que
pt'ivaba enlónccs, ó, dir;-amos, el único sistema clecto1·al
conocldo. ·-'·
Sentado ya que babia de rc sislil'sc y nombrilda J1rnla, la
<!Ual, por supl!eSlO, á ninguna autoridacl supol'ior obedecía,
á lo méncs en algun tiempo, quedaba y era urgente llevat·
el pL'opósilo á efecto.
Si algo poclia disminuir el valot• de la animosa rnsolu-·
cion de defen :ierse, era la firnie fe de que Cátliz y úun la
isla ei·an inexpu gn~1bles. Ya babia pasrtdo por ta! Dcspefia·
¡io1·ros, y acababa ele dcsmcntit·se su alto concepto; pero
un caso no prnbaba contra otro; sucediendo, como en otros
lances de la vicla pública ó privada, set· vana en sn signi-
ficado la pa\abt•a escarmiento, no só;o en cabeiu ajena,
sino á menudo ha&:a en la pt·opia. En cuanto á la ocasion
de que voy hablando, se \'eia el puente de Suazo echado
sobre un bt·azo de mal' con ~gua barlo prnrnnd~1; lJ;1tel'ÍaS-
1·asantes :'l los lad9s del exteemo que va al Conlinenlc; al-
red~dor, por la p~1rt~ de afuera, sulinas panlanos:1s, donde
solo pl'.ede 3ndal'se rior angoslísimos pnsos conocidos sólo
de los ~al i oerns, y fuera de los cuales perece hundiéndose
quien lemc1·a1·iamcntc se arrnja á pisat• el tel'r cno enguño-
:;o; y se colegia de lodo ello, no si razon, pnes aceecliló
\lespues la expcricnci::i. set• 111 uy l'unLlada la confianza, que
obstáculos tales no podian ser vencidos por los agrnsorcs.
Pe1·0 se olvidaba quu la ciencia y el valor en la guerra su-
peran los m:í.s formidables, y que pat•a la defensa de pun-
tos, :í.un siendo fo 1·lisimos, se ha mcneslel' gente numero-
:ia que los pl'esidie. E.slo faltaba en Cádiz., y porque ines-
peradamente fué suplida esla falta, pudo la isla G:1dilana
tener al frente al poderosísimo enemigo du1·anle treinta
meses y días, sin pelig-rn casi, con pocos inconvenientes, y
tlc modo tal, que !a vida allí vino á ser, no meramente tran-
quila y cómoda, sino ag1·adablc ':i' di venida.

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JIEC~El\DOS Dli UN AKCTANO. {4;)
Fuese como rucse, áun con la escasa fuci·za que babia
en C{ldiz y la isla do Lean comenzó á prepararse la de-
fensa. De la del puente de Suazo no traló inmediJlarnente
el vecindario de Cácliz, dejándola á cuidado de la autori-
dad militar cnlónccs obedecida. Pel'o las inmediaciones
de la ciudad podían ser puestas en estado de buena de-
fensa, eons11•uycndo y asimismo derribando lo necesario
á dificulta!' su empt•esa á los sitiadores que se veian en
perspectiva. Tenla Cádiz, y tiene otra vez hoy, fuera de la
punta de tieri·a, por donde sólo puede ser atacada, buen
número de casitss y ja1·dines, pobres 6 chicas, aunque
aseadas y bonitas las pl'imeras, áridos los segundos, á los
cuales envi3 de continuo el mar grandes cantidades de
:ircna, ctiya humedad salitrosa en breve desaparece, vol-
viéndose seca y enemiga de la vcg-clacion, aunque no á
punto de destruir la que existe, pern sí de clcjal'le poca
belleza ó frescura. E>Los edificios eL·a forzoso cchat• por
tie1·ra, dejando llano y liso el terreno donde, llegando
ocasion de ello, pudiese jugar orno la artillería de la plaza.
Aun ánles de venir á caso tal, convcnia detener al enemi-
go agresor, y pai•ticularmenlc en lugar Lan distante que
desde él no pudiese mortificar al vccindm·ío y destruir el
cascrlo, arrojando á la cilldacl bombas. Pa rn ello babia
sido trazada y empezaba á lc\'anLai·se la Coi·tadma que ya
lie descrito en otro articulo de estos mis recuerdos. Poco
se habia adelantado en ella desde que, once meses :íntes,
habia sido tcalL'O donde fué 1·cptesenlada la escena de
la supuesta t1·aicion descubierta y del fácil vencimiento
de los polacro:;. El lienzo de canleria cslaoa hecho, asi
en la parte de la coi·lina como on la ele los baluartes, pero
por otras nada había, fallando aún el tc1'1'aplen ó piso de la
muralla.
A remediar tales males ó pcngros acudió solícito todo el
vecindai·io de Cádiz, quiero decir, todos los vecinos varo-
nes y no impedidos. Era de ve1· el gcnlío que poblaba las
. 10 •

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HG A\\TO:.'.JO "1..CALÁ GU\.\r\O.
afueras de aql1ella linda cindad, t.odo ll compuesto de tra-
L~jadores aficionados. Como sucede en ocasiones seme-
¡:inles, rein~lrn entre el bullicio la alegl'la, sin que se pen-
SLlse en que la causa de lal concurrencia mós era para do·
terse que pa1·~ aleg1·arse. Ft·ailes robustos, de aquellos de
que sacan copias los enemigos de !as órdenes monásticas
para ridiculizar sin ra ?.on á todos. asidos de gruesas sogas
tiraban de p~rlc de las casitas <leslinadas á ser dcrl'ibadas,
y en breve las igualaban con el suelo, entre t•isas y pullas
dtl las que solian usa1·se con Jos do sn bábilo, :i los cuales
:í. nn tiempo, con nol able cont.rndiccion, se tributa ha res-
peto y se hocia objeto de s:ítira á veces gl'Osc1·a, rniénlt·a·s
ellos, a..:ostumhtados :i. recibir tiros de saetas sin punta y
a1·1·ojadas sin intencíon de da iiarlos menoscabando su po·
dct· ó infl1iencia, correspondian de buen humol' con diche·
tes iguales á Jo~ de que eran objeto. Hombres de todas
las edades. cuyo$ vestidos declm·ahan sl\r su condicion y
situacion en la vida social cn~ndo ménos acomodada,
formando cadena, pasaban de mano en mano espuertas
ilenas de L1c1·t•a, revueUos con gente de infe1·io1· clase pa1·a
Ja cual c1·a más fácil, aunque en ellas no fuese costumbre,
tal trabajo. Suplían el celo y el númet•o la falla de fuerzas
ó de habilidad, y animaba á los trabajadores ver cuánto
adelantaban, porque en poco tiempo quedó levantado el
:illo tcrraplen, que apisonaban otros á costa de salir con
los bt•azos, si no lastimados, doloridos et). Duró cosa de

(1) Me acuerdo del buen humor cou que acudíamos á t.rah~jar.


formando una como cuallrilla los qus ~olíumos concurrirá la ter-
tulia de Ja marquesa de Casa-Pontejos, rn;idn de la excelentísima
seiiora marqne~:i de &1irafl.01·es. Eran estQs, entre otroa. el duq11.e
de Híjar (Agusti ~), ¡1oeta, si no de gran mérito, no del todo malo,
y regular literato; el actual duc¡ue (entúnces conde de Salvatior·
ra); el cando de Ca&a-Tilli (despues marques de lturbieta): el que
nevaba por ~u mujer el titulo ne CSSR·Pontejos; D. Fernando Sil·
va (no el afamado corregitlo:· de Maclrid, D. J. Viz~aino),y algunos

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U.CUERDOS DE Ull At\C!ANO.

11na semana este lt•abajar do todos sin ót·den ni regla, pern


al cabo del brE.ve plazo que acabo de decil', entt·ó un arre-
glo dispuesto por la autoridad, que fué dividir la ciudad
en barrios para el trabajo, y hacer que cada dia fuesen los
de aquel al cual tocase a hacet• la necesaria hena. Ni aun
por esto, á pcsa1· de que ya privaba algo al trabajo de su
calidad de voluntai·io, cesó el celo durante algunos dias;
pero empezó la ho1·a en que con el cansirncio venia la
tibieza, perdiendo además la obra el atractivo de. la nove-
dad, si bien por fortuna entónces lo más urgente estaba
hecho, y por otra pa1'te quedaba muy disminuida la im-
portancia de la ~m·tJdm·a, po1·que otro e1·a ya el punto
destinado á tener á raya el poder francés, salvando la
rndependencia de España, y áun bien puede aíli•marse sin
jactancia, por consecuencia de la de España la de Eu-
ropa, t'escal.ando gobiernos y pueblos la que tenían per-
dida.
Miénlt•as se t1•abajaba en Ja Cortadura, y era esto el
principal enlrnlenimiento de los gaditanos, la inesperada
aparicion del duque de Alburq ucrque con su division, .
Cü!l d~t· guarnicion sufü:iente á las tincas del l.JL·azo de mar.
que va desde la Cai··raca á Sancti Petri, aseguró la posesion
-de la empezada á !lamai• isla Gaditana á los suslenladores
-de la independencia.
No es asunLo de las presentes páginas contar de nuero
la hisloria de aquellos dias, i·efe1·ida ya poi· mejot• corta-

m§.s hoy borrados i!e mi memoria, y todos, ménos el duque deHijar


y yo, salidos ya al teatro del mundo. ¡Con qué alegria y ardor pa·
.sábamos de mano á mano las espuertas de tierra, y las contába·
de
m.011 para gloriarnos de lo actiyo nuestro trabajo! f.'a así con el
.p isan, pues yo le hube tls tomar creyéndole obra poco penosa, y
tuve que soltnrle eu breve, lleno ele dolores en lo~ brazos. Una
onorme caldera llena de arroz con buenos. tasajos ae!'via para rir
ponernos de la fatiga, y metíamos en ella nuestras cucbuas, d&
palo, pe1·0 limpias y cada dia nueva.a.

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i48 ANT01'il0 ALC>.LA GAUANO.
das plumas, y hasta por la misma, tosca y pobre como es..
de que salen estos renglones. En ellos me pl'Opongo sól<> ·
decir lo que á la histoL·ia no compete, por ser demasiado
humilde; lo que han callado quienes lo vieron; aquello de
que hoy existen pocos que hayan sido tesLigos presencia-
les¡ pocos, y que parecemos ruin as en pié, pero en quie-
nes no está mal, cuando podamos, que hablemos, pues no·
.somos piedras, y que presentemos á la gcneracion pi·esente
algunos cuadros de costumbl'es donde conozcan las de SUS·
~buelos.
No obstante esta1• preparados á todo, la aparicion de los.
franceses al frente de C:\diz no dejó de producir un efecto
desagradable, ó, cuando menos, solemncmenLe triste. Era el
tlia !J de Febrero. Bri!laba, como suele allí casi de continuo,
el sol, siendo no infL·ecuentes, pel'o si de corta du!'acíon,
los nublados; y la atm.ósfera, plll'a y despejada, l'ival, si
no superior a Ja de ~lad1·id en sus bellos clias, permitía ver-
los objetos distantes con clm·idad asombt•osa .
. En la cspcctaliva del poco gt·aLo espectáculo cuya apa-
ricíoa era segurn y se veía próxima, eslaLan los morado·
:res de Cádiz, armados muchos de ellos con anteojos, po-
blando torres y azoteas, y la muralla que mira al Noi·te,
clavada la vista en la contrapuesta costa, y de ella en el
punto llamado de Buena-Vista, poi· donde es el camino de
Jerez al Puerto de Santa María, principal medio de comu-
mcacion de lo interior de España con las poblaciones que
rodean á Cádiz. De repcRte se divisa polvo: á poco apare-
cen tropas de caballería, reflejando un tunto la luz del sol
las capas blancas y .cascos de acero de los dragones r1·an-
ceses, que venian delante de las demas tl'Opas de su nacion,
en ordenanza como de quien no os pera teopeza1· con opo-
sicion alguna inmediata. Singular cosa era vm· aquella
gente, á la par odiosa y temible al pueblo español, y verla
~in reoelo, aunque no.para recibirla como á amiga; efecto
tillo de la disposicion de aquellos lu¡;~1·cs. Asi es, que ti.

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l\ECUEP.DOS DÉ UN ANCIA~O. 149
0u.~díelos vi6 con gusto, no hubo quien los viese con miedo,
y hubo de suceder, áun á los tímidos, lo que al cordero de
la fübula, que en el bien guardado 1·edil basta llesaba á
echar fiet·os y retos al lobo ('!).
No tal'darnn los franceses en acercarse al puente de.
Suazo. ~ntónces empezó a CO!'rer la no licia Lle que, ade-
lantándose á reconocet• las baterías, algunos pocos drago-
nes hubieron de aventurarse á pisar el terreno de las sali-
nas, en el que se hundicl'on caballos y hombt•es hasta
quedar sepultados, lo cuai se celebraba con L'isadas, pon-
del'ándose el apuro que debiel'on tener al ir hundiéndose
en el fongo con la ferocidad con que cclelwa la pasion la
,desvenlm•a do un contrario abot·1·ecido. No sé si fué cierto
este suceso; pero bien pudo, y, fuese ó no verdad, sirvj6
para confirnm· en la opinion de que era aquel terreno in~
tL'ansitahle, dando á los que estaban dot1·3s de él seguro
amparo.

(l) No está <lemas repet ir aqní la noble y s~ncilla respuestll dada


por Gádiz á la intimacion l10clrn por los franceses para que se su-
jetasen á. .José Ronaparte: •La ciuda1l de C:idiz, l\el á los principios
que ha jurado, i10 reconoce otro 8oherano que al Sr. D. Fernan-
do VII.• Y tampoco parece excusado reno yar aqui la memoria de
los agravios y calum nias de la historia rlc El CoH s ula<lo y el Impe-
,.;o, de M. 'fhiers, que en lo 1·el'ernnte á otrns pueblos que al fran-
ces, no pasa de 0bra Íle invencion. Dice et calumniador de España
que los habitantes de Cúdiz. muy confiados en la fuerza natural de
.su ciudad y en el apo:ro de las tropas ing-lesas. dieron sualtll á sus
riasionc.s, ~?1usieron in$ultllnles IJnivatas á las ineimacionss de los
(r-ancese.~. y a1ultwie1·0¡.¡. u.lbor ot(irlos. dividid os, mat("ndose unos ci
iotros, !J lódo ello i mpunemenle. A esto hay qui~n llnme historia,~
,historia exacta é imparcial. Bien que ya va despertando el mundo
·en cuanto á Ja. obra de Thiers. Los ingleses, que la llevaron con
·paciencia, comienzan ú p1·obar sus fulseclades. Hastu hny ya fran-
ceses que la censuran con r ig-oL Y es de crc~r qne se arrepientan
·de h:i.berla alalrndo como imparciai y •;erirlica espaiioles á quienes
alucinó su indudable gran médto; mérita, sin embargo, oscurecido
}lOr gravisimas faltas.

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.150 ANTONIO ALCALÁ GAtlANO.

A pocos dias ya no fué el puente d_e Suazo el límite


rnt1•e el reino que dominaba el inLruso José y el que reco-
uocia por rey al cauLivo Fernando. El duque de Alburquer-
gue salió de la isla de Leon, y ocupó un puesto que dista
de ella sob1·e un cuarto de legua, donde habia un portaz-
so, y que estaba vecino al caño de Zurraque. No sé por·
qué no le disputaron la posesion de tal punto los france-
ses. Ello es que, teniendo condiciones para la defensa
i~uales á Ja del puente mismo, y además la ventaja de sei~
punto más avanzado, se plantó allí una bater!a llamada del
portazgo, la cual no fué ni siquiera formalmente atacada
por el enemigo durante los treinta meses que siguió
al frente de aquella España en compendio, y el podet• que
·se dilataba hasta la~ riberas del Iláltico hubo de respetar
aquellas obras de pobi·e aspecto, pero de verdadera for-
taleza.
Qued6, pues, la isla de Lean segura á la pa1• que la ciu-
dad de Cácliz. Así es que en ella m ul'ió legalmente la Cen-
lt·al é hi:1.0 su testamento , instituyendo por hei·edero
~l Consejo de Regencia. Allí se estableció éste y lomó el
c~r~ctcr de Gobierno Supremo de Españ~, sin que se le
ticgase Cadiz, aunque por lo pronto no se le reconociese
<1cl todo, siendo objeto de su amoi· cxcl usivo, cuando el
r.1110r no era corta parle del poder de la autoridad, su .
llueva Junta.
La isla de Lean Yin o á ser para los gaditanos lo que para
?.hid1·id un Sitio Real cuaudo en él resid1a la corte, lugar
ctonde era comun, y con frecuencia necesario, ir p~ra ne-
picios, y asimismo :í \·eces para diversion y recreo. El ca·
mino estaba en buen estado, y era completamente segu1·0,
pues ni ¡iun cuando pudiesen 3lcanzm· allí los fuegos de los
fran~cses, maJg¡1stari8n ellos su pólvora ó municiones en
clisparar á blanco incierto, donde, :iun acet•tando un tiro,
~acari:in de esto muy escasa vcnt~ja.
Fcb1·ero, hla1·zo y pal'tc de Abril fueron para las dos po·-

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~J;CUEl\DOS DE UN ANCIANO.

blaciones asediadas una época de tranquilidad. Algo mo-


lestó al pl'incipio la cares tia, pe1·0 cesó pronto, 1·ecibiéndose
toda clase de auxilios de 111garel' vecinos y lejanos y de
tierras extrañas. Estando aliados los españoles con los in.
gleses, participaban de la dominacion de éstos en el mar
para tt•aficar en toda clase de gé~erns. Galicia , libre
de franceses desde Junio' de rnos, 'i nunca vuelta á ocn-
pal' por ellos, áun cuando se enseñoreal'On de p1Jco ménos
qlle toda Esp8ña, enviaba á sns hermanos de la isla G~di­
tana Jos abundantes pl'Oductos de sus árboles, p~stos
y corrales; los otros pueblos de la i:osta de España, espe-
ci3Jmente Jos de Anda! ur.la, no bien salian de ellos los
soldados franceses, que m:,\ podi:m estar en todas paL·tes
de continuo cuando se ponian en comunicacioo co!I l:.i
España de \lile eran pat•te, !a cual existia ~llí donde estaba
el Gobiet·no nacional, ó, digamos, donde se reconocia es-
tar la cabeza je! c11e1·po moral llamado patria, cuerpo cu-
)'os m1emht•os bien podían es lar en ~ujecion at t!l.ulaclo rey
José, pero que sicmpt·e se miraban y en efecto ~ran pal'L03
de un toclo que no poclia domina1· la fuerza material,
porque estaba pot• su !ndole fuet·a de su j11risdir.c1on ó de
sus alcances. Así es que, como dos meses despuP.r< de
formalizado ei bloqueo, q11e sólo lo era poi' "la parte
de lierrr1, llegaron los aliment.os ~ un prncío razonable,
manteniéndose el impot·t.ante a1·lículo de la came de vac:.¡
á seis reules la libra de 3'? onzas, y las demas carnes y pan
en p1•orJorcion á esto, y abundando las verduras, fl'Utas y
ot1·os regalos. Los ai¡ibes provistos de agua llovediza, que
e:> delgada y sin sab•H', ti as La ron á irn pedir que hubiese
sed, sirviéndoles tl~ wplemento algnnus pozos, cuyo con·
tenido, si mér.os g1•ato, poi· se1· el agua algo menos delga-
da, nada tenía de salobre.
Hostilidades apénas había. Las escuadL·as inglesa y espa-
ñola surtas en la bah!a, y más aún las numerosas lanchas
C3iioneL'as ele ambas naciones, dispaL'aban á ~·eces <l lo.s

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152 ANTO:-ilO ALCAÜ GALJAlW.

enemigos situados en la costa opuesta. Asimismo, en l:.\s


lineas alguna vez se bacía fuego; pero tan inútil uso de
pólvora y el no más provechoso sacriílcio de algunas
vidas, nada poLlian iníluiL· en el éxito de la contienda pen-
diente.
Un suceso dcsagt·adahle interrumpió, si no del todo ó en
todos, el sosiego matet·ial, ó el del esp!rilu en aquel perío-
do. Pocos Llias despues de habe1·se presentado delante de
Cádiz los rrances.is, y en los primet·os días <le ~fario, en
que acertó á set' el Carnaval (del 4 al 6), 1·om¡)ió un fu1•ioso
tempot·al del S. al SO., tal, que recordó á los gadit;inos el
que siguió inmediatamente al combate de 'fi'afalgat', al
cual supet·ó en violencia, aunque no en du1•acion, no ha-
biendo este último excedido del lél'mino de ti·es dias.
Hasta :í los acostumbrados á escena tan aterradora como
lo es la que presenta la casi aislada Cádiz cuando, movidas
las olas por un viento panlcido, aunque no igual, al lrnra-
1J:rn, amenazan tragarse aquella tier1·a baja, expuesta á Jos
efectos de su fut•ia, ho1·ro1·izaban el ruido del ma1· y del
viento, .la atmósfera cat•gncla de nubes, la espuma marina
cayendo á la pai• con la lluvia, los edificios estremecién-
dose á los. 1·ecios embates á que oponían l'Csistcncia,
~I pare-ccr, si bien no en realidad, poi· denrns flaca y pre-
caria. A los venidos de tierra adenll'o hubo de set• ·objeto
de pasmo y terror es¡lectúculo tan hot•riblc y g1·andioso.
En medio de él, dos de las 1·eliquias de nuesti·a anti-
gua marina, y de éstos uno el na\'ío de ll'es puentes de
más porte entrn los de nuestl'a Arnrnda (-1), fondeados
en paraje poco seg111·0, porque en lo intel'im' del pue1'lo
habrian sido molestados y áun destruiJos por los fuegos
de los franceses, garrándoles las anclas ó 1·ompiéndoselcs
los cables, se fueron con mcliiana rapidez, pero con inata-
jable curso, hácia la costa donde esLaba el enemigo. Fué

(1) L!i Furisima Con ce1>cio'•.

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RllCU!ll\llOS llF. u:; ANCJANO. 153
imposible socorrerlos, y llegando casi á dar en tierra, fue~
ron dcsamp:watlos é incendiados. Aumentaba la pena ver
1o iL·1·eparable de la pét'dida, po1·que no era tiempo de pen-
sat• en constl'Uit• buques 11ucvos. Algo pudo mitigar el dolor
conside1·a1· que lo que enlónces hizo el furor de los ele-
mentos lo l;abria venido á hacer en no largo plazo la
misma naluraleza por otro medio, causando en los viejos
cascos la poch'cdumbrc que tl'ac consigo la muerte.
Mediando Abril, una mañana empez0 :i ensordecernos y
hasta á conmover la lim·1·a un esp::rnloso L"Uido. Las cañone-
1·as, los navíos, nucstrns balerías, las enemigas habían
rolo un ruego vivioimo y continuado. Dccian los viejos
acostumbrados á la guen·a, que nunca <lesde e! clia en que
comlrntie1·on con l'cliz éxito :i GibraHar las baterías flotan-
tes, habían oido !os hombrns L1·onar á un tiempo tantos ca-
ihrnes ele tan gl'Uesos ea\íbrns. Pasmoso ern el efecto que
producía; pel'O, Si causaba dolor consitlcl'm' que una grande
crusion <le sr111grc acompaliaba aquel cstmendo (punto
en el cLial hubo de sel' exagerada la suposicion, pues,
como sucede en casos tales, no correspondió el estra~o al
ruido), no hubo asomo ele temor en cuanto a la seguridad
de Cádiz ó de la i~la; tan firme era la pcrsuasion de set·
rncxpugnables las líneas, _y esl3L', por consecuencia, en
completa seguridad la plaza, ó digamos la ciudad de Cádiz.
Un inconveniente de nicdiana gravedad resul ló de aquel
tremendo cañoneo. Se pel'diu en é! Mato.gorda, castillejo
que mal podía conservarse, qucdand0 los franceses dum'íos
de ambos lados de la boca del dcspucs afamado canal ó
caño ll21nado el Trncactero, cuando ánles lo eran de uno
solo. De resultas quedú inscgma po1· domas pal'a nuestros
buques la pal'te intel'iOl' y ab1'igada de la bahía (J), y áun

(l) Qniz~ con alg-un:i inex~ctitu<l cloy el nombre de bahinal piler·


1o <\e Cá(liz. Poro halilo como suelen mis paisanos, que asile lla-
man, tliciendo los tle lo. clase ínfima la b~(lia. El puerto allí es el

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.f.li4 AllTONlO ALCALÁ G.\LTA~O.

casi cortada la comunicacion po1· mar entre Cádiz y ta isla


de Leon, ántes,. si no tan segura, Lan f1·ecuente como la de
tiel'ra. otro mal resultó de la pérdid~ de ~fatagoi·da, que
cnlónces no se pt'e\ eia, y fué que !JesdL> el cercano lu~ar­
1

llamado punta de la Cabezuela, pudieron los enemigo~ ar-


rojar· granadas á la ciurlad de Cadiz. repul.ada ha8ta allí,
y con razon, fuera de tiro, segun lo que alcanzaba la cien-
c!a teórica y había acreditado la experiencia.
Pasado el susto ó des~brim1enlo que trajo consigo
la pérdida de Mal.agorda, vol•iernn las cosas á su e8tado
ordinario. No el'a esle todavía de tan~o entretenimiento y
recreo como llegó á ser en t81'2, cuando fné compensada,
como despues dil'é, la incomodidad de ias bombas con la
mulliplicacion de l~s diver.siones. Aún no estaba ahiel"to el
teatt·o, que lo fué mediando 18H. Ence!'l'aba Cácliz muchas
personas de alla categoría, ó poi· sn cuna, ó poi· su digni-
dad, adquirida en el servicio público en una larga carrera.
lJe estos muchos dueños de pingües y :iun cuantiosísimas
rentas, pero cuyo ca1Jdal consistia en t.iert·as, como estas
estuviesen á l~ sazon en país ocupado por el enemigo, co-
braban poco y mal, cuando cobraban algo. Quienes vivian
de sueldo tambien recibían mermados ó con irregularidad
los suyos. Pero habia confo1·midad, porque el mal de mu-
chos no es, como suele decirse, consuelo sólo de los ttin•
tos, sino que lo es asimismo de los entendidos. J.as cos·
tumbt·es hubieron de resenlit•se de la situacion, y España~
donde el poder erá desdo Liempo antiguo de:mocrálico,.
pero la ~ociedad no, encogida en el rccinlo de Cadiz, se
amoldó á los usos de aquella ciudad, clonlle reinaba la
igualdad, pero doC1Je tambien brillaba enlúnces hasla un
grado considerable la buena ci·ianza. Er~ la políl!ca er
principal alimento de la convet·sacion; 11ero la polfüca para

d~ Sant" Maria. ó <ligam0s, lr' cillrfa.d de ~ste aol\lbre. l:lin ~mbar­


g·o. s~ dice la boca del puerto á la entrada del de Cadiz.

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RÉCUER!lOS DK U;:¡ ANCIANO.

fas más de las gentes se reducía á pensar y hablar de los


sucesos de Ja guerra, pues ántcs de juntarse las Córtes las
cuestiones políticas sob1·e matet·ias consliLucionales, que
poco des pues embebiel'on tanto la atencion, de escaso nú-
inel'o de gentes eran conocidas.
La calle Ancha, por las inañanas, la inmediata plaza de San
Antonio, cuando era posible pasea1· en ella al sol, ó, se-
gun la frase española, que tanto golpe da á los extranjeros,
tomar el sol, y la alameda, pobre y fea entónces, pero con
deliciosas vistas, estaban atestadas de gente. La hora d~
comet• parn la de la clase supedor ó acomodada vino por-
aquellos dias á ser la de las tl'es de la taL·de, ya dadas. As!,
el gentío de ociosos de buen porte, que á la hora ántes in··
dicada charlaba y fumaba en la misma plaza de San Anto-
riio ó en sus inmediaciones, al sona1· tres campanadas del-
reloj de la parroquia que lleva el nombre del mismo 8anto,
se dispersaba, yéndose todos en Lusca de le que lo gene··
ral de españoles llama la puchera, y á que dan los andalu-
ces por nombl'C la olla; pe1·0 sin aiiadirle el epíLelo de po-
drida, que sólo á ciertas ollas cuadra.
Trasladado en Ma~•o el Consejo de regencia de la isla de-
L~on á C:idiz, tuvo -algunas, pcrn pocas, creces ei vecin-
dario; pero Ja isla de Leon, convertida en mero puesto
milita!', no dejó de seguit· animada, poi· ser !lumet·oso el
ejéL'Cito que allí tenía su cna1·tel general, del cual eran
parte las tropas· aliadas inglesas, y un t'egimiento po1·tu-
gués, y además prque t•csidia toda vía en 11quella pobla-
c10n alguna oficialidad de ma1·ina, ~ lo cual se agregaba
haber ido á eslablcccrse en el mismo luga1· unas ¡iocas fa-
milias á quienes pal'ccia mansion estt'echa la de Cádiz.
La vida asi pasada era uniforme, y, si libt•e de sustos,.
110 ajena de fastidio. Pero llegó el dia de abt•i1·se las Cór-
tes, con lo cual quedó abierto campo á l3 actividad indivi-
dual, ó, dicho con más propied2d, á la del pensamiento; y
con avivarse las facultades víníet·on á pedir más alimento,

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ANTONIO ALCALÁ GALIANÓ.
y, de resultas de ello, el cuerpo de la sociedad, sinliéndose
más fuerte, buscó y encontt•ú con qué ejercitar su fue1•za y
satisfacer sus lícitos apelitos.
En muchas cosas hace ventaja la gencracion presente á
·ta de los dias pasados, porque sabe mñs y piensa mós, y
aumenta lill caudal de su enlendim1ento y discurso, alle-
gándole los tesoros de la expel'iencia. Pero tal vez siente
ménos que sentíamos, ó, á lo ménos, no siente con igual
-viveza. Si no carece de fe, no puede blasonar de tener mu-
cha, y esto hasta un bien es, en cuanto evita abrazar una
fe ei•rada, y susle11La1·Ja y p1·opagat·la; pet'o es un mal, y no
leve, porque encoge y apoca el pensamiento y embota los
afectos, si no del todo, quitándoles la viveza.
No comprenden los hombres de ahora el entusiasmo con
.que en 18'10 acogimos unos pocos, que pronto en la isla
Gaditana fmmos muchos, la rcuníon de las Córtes. Los que
eran gratos ensueños, hah1giicfü1s visiones, hijas de nues-
tra leclurn, y er.sefiot·eadas de nuestra fantasía, pero sin
pasat• de la clase de deseo, habían llegado á ser realidad,
harto bien á duras penas conseguido. En el estado de las
eosas bien merecía sel' calificado aquello de locura, pero
locm·a sublime.
~le acmmlo de que en uno de Jos primeros clias de las
sesiones de las Cót'les generales y extram·dinarias (hubo
de ser el 28 de Sclicmbt·c, pero de la cxactiLud de la fecha
no eslo~· ciel'lo), estaba yo en lu isla, cerca del pobre tea-
tro donde los r e ¡)l'esen~antes de la nacion celebraban sus
sesiones. Estábamos en la calle, porque el Congi•eso cele-
braba sesion secreta. En medio de un corrillo, de que era
yo pal'te, aparecía la figura severa, pero satisfecha poi·
demas en aquella ho1'8, de D. Manuel José Quintana. Sa-
b!amos que se eslaba tra~ando en la sesion, entre otras
-0osas, del negocio del duque ele Ol'le:rns, mucho despues'
rey de los franceses. Este alto personaje habia venido a
España soli'Jitan<lo.ol mando do un CJél'cito¡ llamado por1

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nrcu¡.;nnos DE UN AliCIAXO. 157
el regente Saavedra; mal apoyado poi· el mismo cuando ya
le tuvo en Cádiz; á quien habian hecho viva oposicion el
gobierno inglés y el ministro de Eslarlo español, Bardaj í;
del cual se rlecia que los diputados por América querian
hacer algo cm·responrliG:nte á su clase de personaje de la
régia estirpe de Borhon, y sobrn quien, des pues de un
tlehale en secreto, habian dispuesto las C.órles, ó en aquel
mismo dia 6 en el anteriot', que saliese inmediatamente de
España. Nadie sospechaba ó conocia las buenas calidades
de aquel príncipe, acreditadas desde 1814 lrnsta 1830 en
Francia, y despues en diez y siete años y medio de reina-
do, en que conservó á los franceses en lihel'lad y prospe-
ridad, llevando tal pago cual sólo mei·ccia el tirano más
abonecible. Sabiase confusamente r¡ue había militado con
gloria en los ejé1•citos republicanos, lo cual, por cierto,
no re recomendaba á la gente del pueblo espafiol, adicta
con entusiasmo ti la monarquia; conslal.Ja que estaba re-
conciliado•con su fumilia, y casado con una princesa de la
familia real de Nápolcs, lo cual le hacía mal visto poe quie-
nes, odiando á füpolcon, eran, co11 todo, parciales acalo-
rados de las ideas de la revolucion poi· él terminada en
provecho de la autoridad despótica, y ¡.101· úllimo, era
francés, y esto sólo bast::tb3 para que d vulgo le recibiese
con sospecha y :inn con mala volunlad; consideracion .esta
bastante á alejade de lodo poder ó ill/lujo, habiendo de
redundar el que pudiese dá1·sele poi· roi·to plazo en daño
ajeno y hasla en el suyo propio. Así era aplaudida la reso·
lucion de las Córtes conti·aria á su personu. C.on este mo-
tivo, Quintana dijo que !os tiranuelos de N:ípoles, Portu·
gal y Cerdcña cslaban dando pasos encaminados á adquiriL•
el mando ó influencia superior en España, y qoe ct•:i vano
su intento, atendido el espil'itu de las rccien congregadas
Cói'Les; y en todos cuantos al!i estábamos escuchando
ca~Jsó, no sólo aprohacion, sino placer oiL' tralar da tira-
nuelos á los pocos reyes nucsLt'OS aliados, y ve1• que ha-·

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J.:"TO'i!O ncgÁ GAl!ANO.

bia llegado en Egpalia la hot·a en que ol poder populat'


trataba al trono como de igual á igual, y en algun caso
como á inferiot•. Estábamos en aquellos momentos comu-
nes en la historia en que los poderosos esLfo caídos y
.cx.alLados los ántes humildes, de lo cual se sigue por lo
pronto, no la igualdad, sino un trocar dB papeles en qne
los nuevamente encumb1·ados cobran la sobet•bia 6 el en·
tono que en los recien venidos :i. ménos afeaban.
MiénLras esto pasaba, y seguía la sesion secreta, y los
corrillos no amennaclores ni inquietos, sino satisfechos y
·curiosos, continuDban en sus conversaciones, afanándose
por ave1·iguat• lo que estaba pasando en el Congreso, sonó
ruido de caballos que se acercalrnn, y á poco asomó en la
angosta calle, teatro de la escena que voy describiendo,
~l duque de OL'leans vestido de general español, que cla·
ramente venta :í enti·ar en el Congrnso. Se apeó, en efecto,
á la puei•ta del teal1·0, pe1·0 no á la p1·incipal, sino á Ja de 1
vestuario, est\•echa y mezquina, como lo era todo en
aquel pobre edificio. Por ella cnt1·ó el principe y allf le
perdimos de visla, pero' no del todo, pues hubieron de
reducirle á toma1· asiento en un pasillo ó cuat·to oscurísi-
mo, de modo que por enti·e las puc1·tas enlr1!ahiel'tas aso·
maban sus píei·nas, más visibles, porque llevaba calzan
corto de grnna y media de seda, impropias prendas paea
quien venía á caballo, pero sin duda preferidas poi' el que
las llevaba, poi•que se presentaba con el carácter de ca pi·
tan genernl del ejéi·cito español. Con notoria y ridícula
i ajusticia mirábamos todos el acto del p¡•[ncipe en venit• á
las Córtes como un insulto, y con malignidad nos recl·eá-
hamos en nota1• que no se le daba entrada, y que estaba
haciendo como de po1·Lel'o. El color encendido del calzon
seguia dando señal vistosa de su presencia en aquel sitio,
y nos atrnpellúbamos para clavar la vista en aquel objeto,
siendo nuestrn afan cet'eioramos de si entraba 6 no, y
nuestro deseo que no entrase. Quedamos plenamente sa-

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l\f,CiJI;RDOS DE (!,~ 11.XCIANO.
tisfechos, porque, pasado algnn-tiempo, vimos movimiento
en las piernas tan observadas, pasanrlo el muslo de 13.
horizontal á la vertical, esto es, poniéndose en pié e
pl'lncipe, cuyo cuerpo entero asomó inmediatamente á la
puerta en ademan ele quien iba :í. sali1• despedido, como
hizo al momento. Montó de nuevo el duque de Ol'leans á
cab3lio, saludó con cortesía, pero con mal gesto, á los
cit·cunAlanf.cs, riuc le vieron ir des3il•ade;, si no con insul-
to, pues no llegó á tan lo Ja locura, con salisfaccion no
disim11lacl~. Al día siguiente s e ernharcó el príncipe fran-
cés, y dió la vela de vuelta ~ Siciha no volviéndose :í.
pensar en él durante lal'gos años en España, ni durante
tres ó cualro m~s en lugar alguno del mundo.
Al nuevfünentc abi erto Congrnso atendían todos. Por
la primern vez se ma en Espaíia hablar en público ú otros
que á los predicadores ó abogados. Encanlaba y aneba 4

taba lal novedad, ele suel'le qlte nacicl'on y creciet on re 4

putaciones rfltC l1ubicrnn de conservarse hasta nuestros


días, mercc16ndolas quienes las alcainaron por sus virlu-
des y ser\'icios eminentes á 1<1 causa pública, si no pot• su
talento orntol'io, sentencia de,~ravorable dtl que es razon
excluir al ilustre Al'güelles, aunque este mismo no pareció
a una generncion posterior lo que al auditorio de las C.ór-
tes de Cádiz. E1·a además comnn entónccs leer discursos,
de los cuales mnchos eran celebrad!simos leidos, pero
oídos causaban el mal reprimido fastidio con que infalible-
mente es oido lo que se lee cuando es largo, salvo en ~1-
gunas piezas de vet•so.
Pero hasl a Fcbt·ero de 18 ii no viniei-on las Córtes á
Cádiz, y los gadilanos no pudimos estar de continuo en la
isla, donde no abundaban los alojamientos y los buenos
escaseaban. Hizose, pues, necesario saber lo que pas~ba
en el Congreso, y sabcl'lo sin demol'a, y p:n·a el hllcnto
seryian los perlódicos, que desde luego crecieron en po-
<leL', aunque ya alguno tenia desde que emp€zó á dominar

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160 ANTONIO ALCALA GAL!Ai'\O.

en las cosas del Gobierno el influjo popular, lo cual coin-


cidió con el alzamiento de 1808.
Poi• desgracia, no contaba Cádiz con periódico alguno
como el Semanario pa,triótico, muerto en ~ladrid con la
entrada de los franceses, y resucitado en Sevillu para mo-
rir en breve por su propia voluntad, hija de enojo nacido
U.e pretender el Gobierno escatirnadc la libertad de sus
juicios ú opimoncs, ó áun como la Gaceta lle Yalencia,
célebre poi· las bufonadas con que comentaba los folleti-
nes del ejércilo francés, ó como la de la 11lanclia, ya en·
tónces difunta, ó saliendo de lat\le e n lat•de en difernntes
lugares. Pero no mucho ::\nles de abrirse las Córles habia
empezado á publ!ca1·se en Cádiz un periódico titulado El
Oonciso, cuyo reducido t:in:año, no dando cabida :í gran
núrnei·o de palall!'as, justificaba su 11omllre. Era el funda-
dor y pl'incipal csc1·ito1· en el un n. G. Ogirando, traductor
conocido corno tal hacia algunos aííos, cuya vet·sion de la
ópera Une folie. con el nombre de Una fravasw·a, le habia
dado celebl'idad, más que pot· su mérílo indudable de bien
hecha y de castizo lenguaje, por la que llegó á tener aque-
lla, hoy olvidada, y entónces y poco ánles aplaudidlsima
música de ~lehul, sobre todo, cantada por nuestro Manuel
García. H3!Jia asimismo puesto en excelente castellano el
mismo Og1t•ando la comedia francesa Les Ma1·ionnetes, á
que él llamó Los Títeres, olm1 de Picard, hoy completa-
mente decaido del alto concepto de qnc gozó, aunque, en
mi pobre sentir, hay más injusliciG en el extremo de su
actual descrédito que la babia en el de su antigua cele-
bridad. No sé de qué olt·os conocimientos podia blasonar
Ogirando fuera del de las lenguas francesa y castellana
siendo eu la úllima verdadero purista: lo cierto es que nt\
dió grandes muestras de sí, po1·0 que tuvo fortuna, pue~
su periodiquillo vivió hasta 1811~, siempl'e recibido con al·
f;UU favor, habiéndose desde luego alistado en el partido
que tomó el apellido de ibernl de allí ú poco. Pobre cos::i

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r.r:cmmnos n:r.; UN ,1!\'C1.1"º· H:>J
ora El Cunciso, pero tal cual era, si no aytKlaha, servLl.
Itecien abierlas las Córtes, publicó uno á modo de númel'o
suplelOL'Ío, al cual nombró El Co11c-isin, que Yenía á dar ~1
su papá no licias de lo que en la isla iba ¡rnsando en el Con-
¡;reso; ob1·a de escaso chiste, pern de algun efecto.
Dicho dejo que con atendet· á las cosas de la5 Córtcs
empezó un entretenimiento nnuvo, que llamó olt•os. En
efecto, venido el Cong1·cso á Cadiz en Febrero de 1811,
puede deci1·se que fué su venida pt•incipio de la segunda
parte uel drama representado en aquella pohlacion sitiada
ó bloqueada. Hasta pal'a varia1-, v:nieron las bombas r}
granadas como á da1• a\'iso de que eslúbarnvs en {{Uerra y
con el enemigo cercano, pet·o con las bombas vino ú mul-
tiplic:.H·se las diversiones, abriéndose el tcatl'o y cclobrán-
duse fiestas de diversas cl~1ses al aire libt•c; cst.m· llenos de
gei:te los paseos, animadas con la muclH~l~um!Jre y buen
llmno1· de los conclll"L'Cll tes las calles }' pinas, y en medio
de todo esto, vcnl!lánclosc' con ardoe todo linaje de cues-
tiuncs, no cicnamcnte con los conoe-¡mi,Jnlos venidos
l1oy ú ser comunes, pero con mús sinceridad y calor al
suslcnta1• y e;,forzar errores que hay lloy para dcl'cnclcr
verdades, siendo aquello las rnocedaclcs ele un pueblo,
llenas de inexpül'iencia y superílciulidad, pero t·icas en
ilusiones, cuyo valor, en la llaqucza de la condicion huma~
na. á veces iguala, y en alguna ocasion supera al de la
realidad misma.
Pint~r esto más circunsl8nci~d~, annquo tóscarnente,
será asunto á oll'a pmle de este arliculo. Si en él me su-
cede vet· las cosas ele mis mejores días como suelen ver·
las Jos ancianos, ánn esto serviní para pinta!' cóinu pensa-
ban y sentían los hombt·cs de cntónccs, y una voz que sale
de los bOl'des del sepulc!'o tendrá algo en consonancia con
la !ndole de lo que conmemora.
Hermosa imilgen han presentado á la vista y contempl:i-
cion de los lectores de lodos licrnpos los que, mmanl,\Q •·
H

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clcscrilJicnclo los sucesos y cscen3s de ]3 guerra por nos-
olrns llamada de la Indcpe;ulencia, han pintndo á un pue-
!Jlo dándose nuevas leyes miénlras llovian sohl'e él las
]JOillL,as del enemigo siliaclor, ducfio además ele cnsi toda
In superficie clcl p:iis ú que la novel Jcgjslacion cstGba des-
t nada. Sin duch ha)' pondm·acion, y no corta, ál clccir que
caian las bombas corno llnvia, ~· más si se ticnil presento
que Q.11 h1 rnis111a guerra hubo poblaciones reducidos á es-
corn\1ros, ó poco mónM, sin dcsmaya1' poi· eslo sus defen-
so1·es l1a;;la b1 hO!'a r~1l.;1l en r¡nc llcgl\ ú sc1' imposible con-
tinuar la hcroit:a 1·csislcncia. l'ero, segun la cx¡~resion
yuJg:a., Dsi se pec:1 por c~1rla do m:ís corno por cm·La de ·
ménos, y las bornbas nrroj:Hlns á Cadiz desde Diciembre de
H'Hl lia~la el 24 ele ,\(;Oslo ele JS 12, si escasas en número,
parlicui~1rmcnlc en los ¡:rimeros tiempos del bomllarcleo,
y rnénos dc~lruel.orns qne ~on ¡101· lo comun 1.alus inslru -
mcnlos de niin~, no dcj~1·on, n11dDnclo el tiempo, ele caer
con al~nna frecuencia, causnntlo rnolcslia y acallando con
va1•ics \'idns, lo cual iniplica que pma Jos hnl.oitantes do
Cidiz li:: b\a cnMnces ciCtlo gTndo, si bien corto, de Jh~ligrn.
Yn lle dicho qne, :'wn tomndo por .los franceses el fuet·.
t0cillo de Mal~1gorda, á \o cual sig11ió esla!Jleec1·se los si··
tiadoi·cs en la Punta Lle la Cabczucln, puesto el mils cer·
c;rno ú la ciL1'.l::ld de C:idiz enlrc todos los de la costa
fronteriza, no se 1'ccchba que pudiesen alcanzar sus fue.
gos á la linda polllacion, hecha pm· lircrc plnzo cap1lal dt,
h ocup:1cl:i, pero no sujeta, E~pafi~. De repente en un dia
c1o tlicicmllre, pasados ya diez meses du tuncr delante el.
cjfrcilo franc6s, como cslu\'iésemos los ociosog, no cortos
en nC1mcro, en nuestro acoslumlJL'ado lugat de tcunion en
la calle Ancba, llenándola toda de acera á accrn en cot'l'i-
llos de parleros, se dil'undíó la voz de que babia caiclo uoo
~i'Unada 6 l!om!Ja cel'ca del Hospital de mujeres, esto es,
en irn lugar muy del centt'o de la poblacion. Al oiL' tal no-
ticia. la primcrn idea fuó tr~Larla de pJtraña. ¿De dónde

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nECUERDOS DE UN A~CIANO.

1iabia de venit' tal l;ornba? Sabido era que de la costa


opuesta no pod1a ser, pues todos sus punlos estaban fuera
ele tiro de la plaza, ~un pnra los mot'lerns conocidos de
rnayor ¡1leance. Por mar, ~i, era fúcil mclct· bombas y gi·a·
li3dns en el i·ecinlo de Cádiz, pero los franceses no se
:•lrtwian á bsomm·sc con sus c~íioneras fuera de las bocas
del Guadalquivir y Gnadale le, y si hicn algun holecillo 6
lanehi lla podin lrnlJei·sc cscuniclo pol' enlrn las fuerzas na-
vales que protcgian la ciudad y lJ3\tía, nu así una lJomb~l'­
tiera, que es emharcacion pesada ~'poco mnnejohle, y ha
rneuester ot1·ns que le den compaiií~ y rimparn. Y suponer
{jllC lo juzgado liornba fuese un acrnlito cno1·me, no era
menor dcsalino, y adern{ts, de ae1·olilos poco se sabia en·
l,)nces, siendo \'oz que ni en el Diccio1HH'1o de la Academia
estaba. Con lodo eslo, la curiosid.ad hubo de llevarnos á
rnucbos al lugar que nos daban por tcat1'0 ele lan si11gulor
rnccso. Llegados allí ya, fl nadio qucdú duch1: lwbia cuido
\rna g1·anada de mediano tamaílo. A\ cac1-, en lnga~ de rc-
venlar con cslr;1go, se lrnbia uhierlo como si la hubiese
l1llülH·ado ó rajnclo la \'ioleneia del golpe. Esl(l consist.ia en
qnc en vez de vcuit· toda rellena ele pólvora y con una
lat•ga espoleta, ni acabat· de eonsumirse la ctwl t'CYÍCnlnn
los proyectiles huecos causando grave dnílo sus c~1scos,
que suben y se extienden do !'csultas de la cxplosion, ycnia
casi alcslada de plomo, y con Lan corla c:rnlích1d del mate·
i·ial desll'l!clor, que no era hastanle á lanza!' cou violencia
hecho pedazos el hict'1'0. Veíase, pues, set• aqll(1l un nnc>o
invento del al'le, en que el oum~nlo ele peso se hahi3 he-
cho necesario para dar más ~lerneo 81 pl'Oycclil quc sB
a1·rojaba. No fuó ag1·adahle esta ocurrciieia, la cual potlia
t1·aer en pos de si consecuencias rnuy s11pc1·iores :'.t las que
tuvo, pero causó mas admiracion que tot'!'or; y como á la
p1·imcra granada no siguiesen otras en no corlo tiempo,
lta~t.a llegó á ct·eet'se ahamlonada una idea que si h~J;ia
parado eu al¡;o, e1·a en muy poeo.

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164 AIHONlO ALCAL\ <lAUAl'(O.

01 vid ad as estaban las gra113das cuando víniel'On las C6r-


tes de la isla: sus deba tos llamaban en p·an manera la
atencion. En las cosas de la guerrn no dejaba de pensarse,
pero tal vez ménos de lo debido. Sin embargo, yendo a
terminar Febrero de '181-1, empezó á prepararse una expe-
dicion, de la cual nada ménos se promclian las gentes, y
áun el Gobierno, que la derrota del enemigo y el levanta-
miento del sitio de Cádiz; porque ruerz.as respetables in-
gl<:rnas y espafiolas, con un regimie11 lo pol'lugués, salidas
de la isla gaclilana y desembai·cadas en Algeciras, venían á
err,besli1• á los sitiadores poi· la espalda, miéntras tina sa-
lida ele los sitiados, hostilizúndolos por el frente, los rcdu-
cia á esta1• cogidos entL·e dos fltegos. A la ltistol'ia toca de-
linit• cómo fué el malogramiento de espe¡·~nzas en g1·an
parte fundadas, :í pesm· de habc1· conseguido los in¡;leses
en el cct'l'O del Puerco una victoria indud<iblc, si bien los
bístorindo1·es f1·anccses tienen el desca1·0 de alil'mat· fo
contrnl'io, dando moti\'O al ascrlo rneiitirnso que desave-
nencias cnlre los aliados hiciernn inútil la ventaja al;:anza-
da, y que un reves ante1·ior llevado por ntiest.l'as armas ha-
bia pnesto las cosas en taf estado, que no era posible ya
sacar de la expedicion ven lajas considc1·alJles. Pel'O lo que
por ser pequcfio no rnc1·cec rnencion en la hisV:>ri~, y sí en
una pinlun1 de aquel Liempo, fué el papel qne en eslus su-
cesos represenlal'On, ó diciéndolo con propier\ad, repre-
sentamos los vof1ml31•ios de Cádiz. f\ísa dal'i1 á los homb1•es
de ahora la i01pot·~ancia que dimos á una cosa pequeñísima;
pero así éramos, y cuales éramos debernos ser considera-
dos. ~fas la enlónces aquella mi\\cía·, casi en todo semejante
á la nacional de nueslros días, no babia pasado de cubril'
los puestos del c:Jsco de la pina con los anejos castillos de
San Sebastian y SanLa Catalina, con su uniforme pardo, 6
de lucir el encarnado, remedo del inglés, en la procesion
del Coi·pus y otras fiestas, haciencfo triste figura cun sus
~alas, porque los sombl'eros de ¡iicos ó apuntados con

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nllCU1rnnos DE UK ANCIANO. i65
'G:He cullr!amos la cabeza, eran diferentísirnos en hechma,
Jit•oducicndo eslo en la tropa rorniada un efecto desagra-
dable á la visla. Pero necesilfrndose empleai· én la expecli·
cion deslinacla a pelear fnern ele la isla gaditana y en las
lineas de ésla la numct•osa fuerza que las guarnecía, hubo
de resol\·ers e qne, s:iliendo del recinto y murallas de
U1tliz, fuesemos los voluntarios á cubrir los puestos avan-
zados de la Corlaclura y baterías á ella inmediatas, á no
hit·ga dislancia de la boca del T!'ocaclcro con los fuertes de
MaLDgorcla y Ortlnis ocupados por los franceses. Levísimo,
ó áun puede decirse, ningun pcligrn había que correr en
aquellos lng~1res; porque el castillo de Puntales, ¡míximo
il ellos, y donde sol1an l\eg8l' las bombas ~' balas enemi-
gas, y perderse vidas, no estaba incluido en los puntos
en que habíamos de hacer servicio. Pero así y tocio nos
pareció h1 facn~ á que nos Yimos deslrnados una verda-
dera salida á campaña. Por su órden, los cuatro balallones
que íigul'ahan ser de línea (rnlg-o guacamayos), y los dos
de ligeros (áJi¡1s cananeos), en seis dias consecutivos mar·
chamos ufanos á nuestra grande empresa, siguiendo desde
entónces en da1· guarnicion á aquellos puntos. La música
ele un llatallon , pues sólo uno la tenía, fué sucesivamente
acompañamlo á todos en la pl'imera salida ele cada uno.
Tuvimos cuidado de hacer nuestrns mochilas lo m:.is pe-
sado posible, pat•a dar prueba á los especladm·es, y aun
dúrnoslas á nosotros mismos, ele nuestea fo\'Lulcza, elegi·
mos para romper la mat·clla el punto más distante de aquel
donde íbamos á parat", á fin de hacer con lo trabajos.a más
merilol'ia la jol'llada, y, acompañando con el canto la mú-
sica instrumental, cnlonando las canciones palriólicas de
aquellos dias, en los cuales, como desde 1820 hasla 1823,
e1·a uso dar muestras del patrioLismo en el canto, camina-
mos entre aplausos, y anduvimos una hucna media legua
con nueslra carga sin senlir faliga; ¡tan lige1'Gl hacía el
peso el nada fundado, pero si sincero cnl usiasmo! Afios

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ANTO:>lO HC_I L\ G.\LL\:'\O.

tlespues, b milicia nacional de ~Iad1·id hizo muy super'oF


sel'vicio con igual celo, justifi cando con ma yot• motivo tl
entusiasma quo en ella inunda, y en di~\S mús cct·canos dr.l
nuestro , cueqrns de milicias nacionales movili zadas han
ac1·ccli(aclo su buena voluntad y sufrimiento, en senici u
de campatia, si no en combate~; pern en los dias dll qllL\
voy hah\:rndo, obrábamos y sentíamos dominados por el
hechizo de la llO\'Cd8d, y si basl~nle había ridículo en
nueslro orgullo, merecíamos indulgencia por la candidez
<le nnesl1·a solierbia un Lnnio lalua. Ni una sola des~rnci~,
áun el·~ las mús leves, ocu1·1·ió á los que hasta 181'2 siguie-
ron ocupnndo ~qucllos puntos, minquo de ellos ú la b~tc­
ria llamada la F ziria, y adcm:ís :j la que tenía por nomhl'l)
la Ve il(J(W Ut, solian llegat· balas y úun graaadas; pero,
lrnscat1llo ll licmpo, como era fácil, el al)]'igo de los salchi-
chones de lie1·ra y 1·etama de que estaban hechas, venía li
ser ninr,uno el pe! igro.
Aunque Jlcgú á set• modesto ó enfadoso rasa1· tanto
tiempo solwc las arnrns, pues cada seis dias habia que cn -
tra1· de ¡;uúdia. y en hacerla en los puntos fuct'a de ¡rner-
tas se consumía buena parle de dos; con tollo, lo divcr-
ticlo, pues lo era has la cierto punto, de la ocu pacion, hacía
la molestia llevadera. !.ns inmediaciones de la puerta d(}
ti erra haliian sido, y por muchos años han seguido siendo
pal'a los gadilanos, lugat· d;; recreo y fiesta, y por cie1•lo,
rara vez de re creo peovcclloso. Pasab:in, pues, los dfas
de guanlia como de g1•esca y broma, sióndolo de comilo·
nas en los vecinos ventorrillos. De esto padccian algo las
coslnmbt'C8, siendo ello uno de ios males que lrae con-
sigo el dar á los pr.isanos hübilos C.e soldados__sin el f1·en0.
de la disciplina. · -\.''
!Uayor y mejoe cnti·etenimicnto iha d~nr!o el interior de
la ciudad. A muchos del sexo masculino (po1·quc á las
pet·sona~ del femenino estalla vedado) ocupaba :a asisten-
cia á las CÚ!'tcs. Celebraban esLns sus se;síones en la i\;le--

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!\ECUEllDÓS DE Ui'< AISCL\:'\O. 1G7
sia de la casa de los pad!'es Filipenses, qüc liun hoy sub-
sisto; iglesia en forma de óvalo de no mala tllanta, pern
no de adorno de buen gusto, y á la cnal habia a(laptado
mediairnmenle al nuevo fin ú que estaba deslinalla, uon
N. P!'als, ol1cial de ingeniel'os de mal'ina. Unas tríbun«s
forniando a modo de amlamí~1jc, que dentro del te!llplo lo
d;1ban t1·azas de costado de un tcat;•o, cornponi~1n las t1·i-
bunas reservadas. Dos galerías aH~,s con !'eja de b~!cc.n
hasta el pecho, que corri:rn poi· todo el 1·cein to de la iglc-
siay la abl'nzaban por en tern, siendo pat·tc anli¡;ua del
edificio mismo, er<ln las tril: unas del público, concun·icnJo
allí don do ántes iba el ~ mlilorio ú oit• la palaiH'a s~1grad3,
numerosos oyentes á oii· discul'sos de muy otl'a clase. Ue
eslos oyenlcs muchos no lo eran asiduos y eon~t~rnte~,
pern había b:istanlcs que LomDron \a asisll)ncia c~isi corno
oficio. Si bien la maldad de v~11·ios anticonsliluc1onales
nbuHó cxlremad~mente al~t:nos excesos cometidos por
concu1·rcntes diarios ú las galCl'ias, y si 1Jii:11 en una época
de att·oz injusticia é inicua vengnnz~, hubo quien invcntastl
un nombre para hombres tales, y con invcnturlc afiaclicsc,
no sólo nn 11ocablo á la lengua, sino.un delito en la lista
de los hasta ~Hí conocidos, afJCl!idánilolos galeríos, m~l
puede nega1·sc que con frecuencia olvidaban el papel que
estaban representando, el cual et·a el de ve1·dader0s testi-
gos mudos, deslinados á trasmitir afuei·a, juzglindolo y cn-
t1·eg~111dolo aljnicio ajeno, lo que allí veian y oian. De estos
excesos ha ha bit.lo no pocos en épocas posteriores, y has la
muy cet'canas, y algunos de ellos de suma gt'n vodad; µet o
aunque toda vía la t:onc1u·1·cncia ú las sesiones do nucslrns
Cuerpos deliberantes dista un lanlo de guardar el silenc:o
absoluto á que estú obligada, lwy en este lltlnto harto m.:-
nos que censurar, pues en Ccídiz, de ·ISH á ·!81:3, el mez-
cla1·se el auuitorio en las dclilleraciones del Congt·eso,
dando rnuest1·as ruidosas de a¡irobacion y des8p1·0JJncion
que uHa vez ¡Jasaron á ser hechos, era cosa continua. Ha-

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168
bia enLL•e los bulliciosos espccladm·es de que voy ~hora
aqu! hablando, Lodos ellos movidos por un celo since!'O aun-
que descaminado, personas de todas clases, gatl1Lanos y
forast.erns, para quienes vino á sei· sus lento 01·dina1·io del
entendimiento la política militan Le.
La hora de concluil' las sesiones era sobre las dos de
la larde, y las no licias de lo ocu1'1'id0 en las Cú1•Lcs pasa-
ban á Ja calle Ancha, poco distante del lugar donde cele-
bz•aba sus sesiones el Cong1•eso, y los ju idos de los proce-
dentes ele las g·ale1·i;1s crnn rc\·isndos pot• otra más nume-
rosa chisc de ociosos, ó de homht·cs cuyas ocupaciones
hahian t-ot•minado.
Escaso campo quedaba para entretenimiento put·amente
litcrnrio en Cádiz, l:1l cual era entónces. No estaba ente-
ramente olviLl~1da del lrnb:ijo <lcl cspfritu, pero trabajaba
infü1ycndo cn él las ci1·cunstancias, y conforme ú lo que
rccibia Cl'a lo que dalJt1, de suol'lc que el matiz político,
sicmp1·c subido, con frecuencia cubriéndolo lodo, daba su
colol' ú torl:is las p1·oduccioncs del ingenio.
Residia en C:icliz Qnintana, ya con la dignidncl de pa-
tt·iarca de la iglesia polílico-Hlosófica, de que babia sido
largos nííos, aunque corno en scct·cto, pm· no consentir
otra cosa los tiempos, uno ele los principales docLores y
maesLrns. EsUiba ya c.1 él reconocida su calidad ele grnn
poeta, si bien 110 Callaba quien so la negase. Gallego, a
quien la famosa cornposicíon ni Dos de lilayo habia clcsclc;
Juego 1·cmo11Lado 6 uno de los pl'imerns puestos en lo
toda via llamado nueslt·o Parnaso, siendo :í la sazon dipu-
tado á Cól'les, y nunca muy amigo del trnbajo, tenia con-
tenida su vena poética, no fecunda, aunque de exquisitos.
productos.
Eeña, milital' inslrniclo, no descuidaba, en medio de
otras ocupaciones, la de lo enLónces dicho pulsar la lira.
At•t•iaza, ya en Lóndres, ya en C:'ldiz, escribía mediana
prosa, no manejando mal la pluma en reñidas disputas con

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Rll<'.UÉnnos nr¡ U:-i A:»CU:XO. 16()
nlanco While, que desde lnglatem1 hacia gllOl'l'a Ol'llda a
todo cuanlo ct•a de España, en un periódico cu\'O t.ílnlo
era El Espafiol, pet·o mostdndose pot• lo comun i.nfel'iot• á
su diesteisimo y m:ís instrnido acl\'ct•sai·io, y cnlre tant.o
seguía cullivando la poe~ia, fecundo siempre y por ciernas
ingenioso, siendo cslo último la principal e~ilidad ele su
talen lo. e~ prnany, en quien ln vejr:z, aunque no muy avan-
zada, \labia cxtt·0111~ulo t':JI'e:.::1s qne siempre luvo, docto y
vi1·0, lwcía alarde de su purismo lleno de sing:ularidade,-,
y mién\.t•as en Jns Curle:s 'egui::t las hosttlidactcs cont1·a los
galicisrno8 de diccio11, alistado en la 11~ndc1·a de los t·eror-
madorcs, pero con actos de insnbordinacion !'recuente, y
tan allegado ~ la lnglalcna, q ne Jlarccia en él l'<1lla Jo que
no et•a sino hl\llito de exti·emnt•sc en lodo, dalia rienda á
rcscutirn icntos person~lcs, publicanclo vitupci·ios de Qnin-
ta1rn, Gall:mlo, con un lindo y chislosí:;irno folleto haJ1ia
cobrndo Cl'ód1lo de los m:ís allos, que 80Slt11·0 enlre lo
gencr~1l ele los jueces, pc1·0 no cnlt'o los mcjoros, con su
1Jiccionario cl'ítico b11./'l,•sco. Al¡;nn:1s cornposicionc1llas,
aunque no rn;1las, del juvcn D. Angel Lle Sa;1vcdea, no da-
Jrnn, con todo, iclca de lo que babia ele !logar ú set· el iltis-
tl'C duque de Rivas. D. Tllal'iano Carnerero, casi abandonan·
do pm· la política y sus nrnraiías la litcralnra, en que babia
comenz;,do ú scil~1larsr, parce e como que anunciaba que
no hahian de ig-ualat• ::i sus g1·andes facultades intcleclua-
lcs ni la imporlaneia ele sus escritos y al!tos, ni la altu1·a ó
cxtcnsion de su ruma en lo venidero. Al t•ovcs nforlinez ele
la Rosa, recicn vucllo de Inglalo1·ra, Llande babia pasado
unos pocos meses, empezaba á Jevnntat• la rúbrica de lo
qne fuó despues, con lilulo justo, su elevada fortuna. Sa-
viñon, cuya prmcipal cclc!Jl'idacl hahia siclo la de lwbilísimo
traductor, la confürn~1Lia con nuevas versiones. Jórica y
Costa, poel;\ 0 vcrsi~ta de corlo nlor, pero fecundo, em-
plcall:.I su mediano ingenio en frivolns censuras de cosas
apénas dignas ele nlcncion. Un D. Santiago Jonnma, de

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170 A1'T0li!O ALCAL.Í. GALJA'.:Ó.
agudo cntendimiE.nlo y lJaslanle inslrnccion, pero ele n•:'
poca tarcza, así como otrcs escribiendo gozaban de con-
cepto supedct· al qnc mcrccian, era tenido en precio ha"rto
inferior ni suyo 1·e:1l y verdadero. Algunos rn:ís pod rin nom-
brat', pern me sítve mal la memoria, y con los nombnidos
basta para dat· una ido~1 genernl y somera del éslaJo <li:il
cuWvo en que esla\nn las leln1s en C:ídiz siti~Hla.
Pel'O, segun :ínlcs he cli\'110, los mismos lileralos soto
usaban la pll1n1n p~u·a !Talar cuestiones politicas, porque
en ot1·os asuntos apénas l1Jl:r ia n cnconti·ado lcclo1·cs. De
esto fué exccpcion, sin cnilnrgo, el fo!lelo de Capmany
contt•a Quinl:1nn, reducido ú censu1·ar su estilo, y más to-
davía, su cliccion, juslo en su c1·ilica en uno y ot1·0 caso,
injusto con suma l'rccuen¡;ia; por lo acre de su tono vitu-
perable ú todas 1uccs, y no t~n bien csc1·ito como del,ia
exigirse :i juez tan scvcrn, pncs si no rcc~1ba cle galicista
tampoco podi<.1 bhiso:1m· de nalur:il y ílúiuo; vicio éste de
todos los esc1·ilo~ de 1111 lwrnl11'C cuyo idioma verdadern
era el cal(lfon, y en cuyas ohrns ap~wccia el caslcllano
pllro como traido con v10lcnci~i. A pesar de que ya el
censurado Q1nnla 11a h , [):a snl..jdo ú la siHa del pat1·ia1·cado_,
eomo en ella era novel, fallaba en lo general del público
la reverencia r¡ue da una la1·gn posesion del personaje res-
petado, y así c~pm:rny hubo de encont1·a1· aprobadores nu-
merosos. Pern los ;1rnigos de Quinl~11rn, en quienes al prin-
cipio causó desrn~1yo Ja súbila é inesperada acometida.
volvieron en si, é hicieron frcn le al adversal'io. Enlúnces,
corno en oleo lu ga·r do este lih1·0 he con lado, salió á
nuevo y m:ís brillante lcall'O el qne basta entúnces solo
hnbia hecho papel en el lilct·ario de Granada, D. Francisco
lllartinez de !a llosa. Quintana se defendió con nollleza en
un b1·evc escrito. Con la puhlicacionde csle último perdi6
los csL1·ibos Cap1mny, nunca sufrido ni flt'udenle, y en se-
gm1ilo folleto . indigno de su pluma, y V.un Lle la de lodo
hombre da juicio, lanzó sobre Quintana, no ya ccnsur~o.

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RllCU8P.DOS DE UN .1~c1.u,o. tíl
\iterarias, sino acusaciones y vitupet·ios de toda clase, cr,-
lumniosos algurros, injustos Lodos, sin pcrdonat• l\ !os am>
gos de Sll enemigo, y haciendo de los COllClll'l'ünles UJ J
tertulia de Quin lana en ~lad1·id, de los cuales ci·a 61 un r
casi perenne, los más reos retratos, donde si se acei·cal.,
en algun ras~o de !a pinlut•a la rnaliei~, hasta producir 8.
guna semejanza, con más frecuencia turbaba la mente y
descomronia la nwno del pinlot• el odio, lledndolc á 1·, .
c2t·gar le\·t:·s follas, ó :í suponer las que no babia. Apo; ~. ­
han ú Capmany en esta contienda, m:ís ó ménos disimul•.-
damcntc, At'l'iaza, y sm rebozo, Gallardo, á los cuales :ce
adl~crian todos los advci·sos á las L'eío1·mas poi· odio á
Quinta na el politico y ~L su se e la, mús que por ide3 alguna
lilernt·ia. Pero lal contienda fué pt·onlo o'. 1·i,fada, y ni ánn
en los pe1·iódicos se J.oizo de e'.la l~rga memoria.
Los pel'iódicos e1·an pocos y pcqucnos. El í!onciso no
tt·aspasaba sus cstrndlisimos limi~cs. Pern el Redactor y'e-
nerat los lnvo más extensos, llegando:.\ !os 'lllC hoy tienen
algunos periódicos scmanaks, y coll$lam\o ya cada ca1·it:a
de dos ·col:rnrnas. Su pl'incipa\ l'edaclo1· ern un D. Pedro
Daza, de buena familia, de mediano pasa1•, bien criado, ~'
caballero en sus modale~; pero e~caso en conoc1mie1;lo.~
litet·arios ó políticos, por lo cnal escl'ibia poco en su dia-
rio. Este, sin embargo, alcanzó la ¡wimacía, escribiendo
de cuando en cuando en él hombres de alguna nota, y
ott•os de mediana, entt•e los cuales hube yo de ser con lado
una ó dos veces. Los antíconslitucionalcs tenian periódi-
cos de los cuales el'a el pl'inci pal el titulado P1·oc1wado1·
de la Nacion y del Reg. Poi' desg1·acia de los hou1bt·es Je
esta oprnion, que en el Cong1·eso potlian ulasona1· de teu•~1·
pet•sonas de no corto mérito, aunquo á rccunocérsele $e
negase la itllolel':rncia lillcr~11, aun mayo!' cntdnccs que io
.es ah.OL'a, en los pcl'iódicos eslaban mal re¡.i1·escuLados. A
su frente Lenía el man¡ués de Villafranés, (;ilhaliel'u jerezar.o
dt: si11gula1· exlt·avu¡pncia, áun en el vi.;sLir, pues i.;ou el

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A:-iT0;>1lO Al.C.H,Á GALTA;>;Q,
frac, aunque mal cot'lado, al cabo frac, y no casaca re•
clonda, Jlcvaha cinlui·on c·~n un medio sable en vez de es-
padín, y el cual se jactaba de dorniir en una dura t~rima,
creyendo esto conducente á la salud inleleclual más toda-
vía que a la coqioral, pues contaba que á sus hijos, como
les hallase dificultad rn la comprension al segun· sus estu-
dies, \labia remediado el mal de él 1·cputado gravísimo,
con rellenarles sus a'mohadas en vez de plumas ó lana
con piedras. Era el principal llymlante del 1·aro marquós
un sujeto cuyo nombre se me ha ido ele la memoria, esta
vez traidora (1), y que en Jos di~s de 18H llegó ú ~·1·an
privanza con el r·cy, á la cual siguiú un revés de íot'luna;
clerizonte, segun creo, ot·denado de menol'es, alto, des·
gal'bado, con un sombrero de picos mal puesto en la ca-
beza, cuyo lilnlo litcra1·io ])l'incipal ha!Jia sido, segun él
rcfel'iJ, haber hecho c1posicion á una plaza de organista sin
h3berla log1·ado; hornbrn en quien un <lescaro no comun
daba realce á sus modos y figurn estrafalaria. Como ambos
personajes se prc~cntaban á tantos lugares donde podian
herirlos !Qs saclas de Ja hurla, se veían acribillados, más
con estas 31·mas que con las ele argumentas serios. Ot.ro
mérito tenian las ca1·las dc;l filósofo rancio, pero estas no
.sa\ian a 1uz en pcl'Íoclos fiJOS.
La sociedad, en tanto, ern la que solía ser en Cádiz con
fuerte mezcla de lo que era la de Madrid, de Jo cual resul-
taba lln buen conjunto. En aquellos clias, nadie encaste-
llano ltab\aba de ahi·il· Jos salones, pero en cambio se iba
:\la tertulia. Ya he hecho mencion de la de la marquesa

(l) Si mal ne me acue1·do. su o.pellido era Molé. En los dias clel


gohieruo absoluto llegó it cierto ¡;rada de priva.nza muy superior
Á su valet". pero le sucedió lo que entóncss á lo., de s11 estofa, que
fue cambiarse su valimiento en desgracia y destierro. Hubo de
pa".5.a.r alg·uu ticropo en sumiconfinarnieut;) ún Cabra, donde no Se
ganó mucl10 c1·e,lito por título algul1'), aunque tuvo embaucada á.
algunn persona devota,

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RECUERDOS DE UN ANCIANO. 17it
de c~sa de PonteJOS, en la cual se congregaba la gen!(" de
ia más alla y mejor sociedad; pero, pot• desgt·acia, segun
fea costumbre de aquellos dias, consernda hasta há muy
poco, ocupando á la concm-rencia, más que olrn cosa, el
juego del monte. Tambien una señora, mujet· del abogad()
D. N. Ayesa, recibía en su casa :í las personas de más je-
rarqui:I, pern sin que foltaso la mesa de .i uego, cenLro al-
1·cdedot· del cual giraban los tct>tulianos corno palomitas en
torno de la luz, y parn mús p~rfcccion del símil, qucm:ín-
dose con frecuencia en ella. De muy c\ive1·sa clase era la
reunion, cona en uúmern, modesta t:n la aparienci;1, pero
un tanto ric<1 por el valor de varios de quienes la compo-
ni::in, c;ue fornrn!Ja Lodas las noches la sociedaJ de ia se-
ñol'a doña ~la1"ga1·ila Lopez de ~lorL1 de Virnes, mu;cr de
si11gula1· entendimiento é in~trJccion vasta, educ:1da en
Inglaterra, aficionadn l\ esLudios se1·ios, de agn1da!Jilisimo
tralo, y lrnsla ajena de pednnlcría, en la cual unos ojos
hel'mosos y una convm·sacion YiYa en que nsorn:1ba la an-
dnluza enL1·e la dada, su¡1lian la absoluta í:1lla ele !Je!leza;
cargo grave pnrn hecho á persona ele su sexo, pero !'esca-
lado por perl'ecciones que linsLa enamo1'aban y que hoy
puede temerse sin histin1a1· t1recto alguno ni óun el filial,
al enumerar los móriLos de Lan llusll'C difunta (-!).A su

(i) Trágica suerte hubo de ca liará la señora de quien habla el


texto de esto articulo. A fuerza de úiscurrir. hubo tle pe.nlcr el
juicio. Hn sl!s últimus aüoS, apéne;1s pi$Un<lo los conlincs de h1 ve-
jez á quA no lleg·ó, abrazó los ;\odrina~ de Fourier con tal calor.
que ya daba inrlici<is cte locnrn. Esta vino, p ol' desgrncia, ti rlecla-
rnrse. Medio san{1, con todo, y l1iícia 1810 vino it 1hldl'id. donde sus
antiguos amigos 1u visitáb:unos . y rlc elloi5 con 1nás frecuencia.
Gallego y yo, u.gTc;.p.índosc11us U!lu l~~rsona cuya amistarl (!On tan
digna mujer eru harto más nueva, rnro habia l~egac1 o á ser estre-
cha: el Sr. D. Joaquín F1·~ncisco l'aclleco. Pero á ¡ioco volvió á
descomí'anerse aquella cabeza á puuto la!, que fué necesario lle-
varla á la casa. ele Tolecto. en la cual mUl'ió no mucho~ tlias des-
¡iues de hal1e1· ontrndo en ella, dÍl.~r;l_ol~ cuanta asistencia podía su

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A'.'i'f.));10 AT.C \t.\ GAl.JA;;Ó.
casa 1!ev;1ba n. Juan Nicasio Gallego el buen bu mor y chiste
porque t<mto se señalaba en el trato socia 1, Q.uintan:i su
t.·)110 severo y clogmúl.ieo, Torcno sus calicladcs supcrioi·es
de lwmlH·e, ~s! como ele talento é inslrnccion, de mnndo.
1ba alli de cuando en cuando Al'gü·:lles, pc1·0 no ordina-
1·iarncntc como los t!'rs qu<:: ac«ilo ele nomllral'. Ibn allí el
mncilo dc8pues afamado Gorozarri, que en las Córles de
1831 llcgfi ú a1qui1·ir r,1ma de necio y ext1·avag:.inle, y no
sin 1'8zon, pero que lrnllia leido mud10, y q1w en 1810 y
¡8·! l. oscl!l'O tocluvia, ya era nolalilc poi· s11s 1·a1·czas. Ba-
bia en la rctrnion, como era de suponel', el hcrniano t!e la
seiíorn de la caso y que vi1·ia con ella, D. Diego Lopcz ele
Morl:í, dc~1rnes oonde ele V1llac1·cccs, de familia de lo más
i:ust1·c (!e Jerez, aunque no hllbiesc tilul;1do todavíJ; hom-
J1rc ingenioso, inst1•uido, decidor, raro cnl1·e Jos raros y
fí'IB h~t.:ia gnb1 de serlo y ele cxtrcmat•sc en todo, dado en·
t6r.ccs al estudio de la rnodicinn que tlcspues pra.~l.icó,
m6nM afkionndo ú la política q110 solían scl'io lodos cunn-
tos hobil~lrnn en L.illiz, y parlicul3rmcnlo los concun·en-
tic~ s 3 su cnsn y álln sti misma hermana; muy desviado de
J;i, democr~cia, poi·qtw Le nía en ~ilta esLi rna su noble cuna,
pero ~dlq;ado á dot.:L1·inas 1111r\·ns, pon¡ue sus pl'incipios
1ilosófko8 c\isLalrnn á la snzon ir1íl11ilo de los que e1·nn (un-
c~amento del gobierno de la E.spaña anlig11a. Ei·a ~·o su in-
timo amigo desde los úllirnos cli~1s de nuest1·ns nilieccs, y
babi~ conlinuaclo con él en nucslrn juventud en frecuente
amistoso trato, por lo cual tuve entrad~ en la tertulia do
su hc1·m~na. A ella hu lle yo de llcv3r á otra pe1·sona de
cuenta que empezó ~ rcpresenta1· en aquella reducida so-
ciec\ad uno de los pt·incipales papeles, allega fo yo á él, y
formando como una oposicion al partido predominante en

11~nnte hijo, obligado m11y ií. su pesnr á poner;n er. recogimiento,


y ~n amig-0 racllocQ que en e;¡te trist~ caso :;bJ'ó como si fuese de
su familia.

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el Congreso, del cunl era el conde de Toreno en aquel1a
s~da par~icular el primer rcprcscnt,111\c, nsí como en fo de
sesiones uno de \os capilnnes de h1 gloriosa hueste de los
reformadores. Era \a pc1·sona de quien acabo de hahlal'
f!. José García de Lcon y Piz<11To (conocido solo por \a
pat'l.e segunda de su apellido), cnlónccs sccrcta1·io de\ Con-
s.:jo de E~lado, empleo pucamcnle lilnla1-, pues este cuer-
po, aunque existente de deL"echo, de \1c;cho eslah~, si 1:0
muerto, en lda1·go parecid'J ú l'J nrncl'lc; homh1·e ele inE-
lniccion vúria y amena, de clarísimo en lendimiento, de
!<i'an chiste; 81go singular, llano por clcnrns y 31cgre, en el
t1·ato tan ng1·aclable cn~nt.o sel'lo calic, a:go y áun bastante
dado a censurnr, li\dado de tener cicrlo matiz de afrance-
!'"Jrn iento, en cloclt'inas no poco Jibcr8l, pero disinliendo á
menudo de Jos coril'úos de J,1 parcialid:1d domi11antc, y, so-
Lrn lodo, disgustado de lo que en ellos juzG·aba cnlono y
u:gullo, y de la en su senli1· casi scn·il rnrnision con que
~·i·an mirnclos pm· sus sccu:1cc~; perwm1jG qlie, dt)spues
mi11isL1·0 rn:ís de una YCZ, no buba de l'Ol'1·cspondut' á las
cspcranzns que ele 61 se tcni~rn, pero mús que por olrn
cos~1, iníe1·iol' 3 su concepto por Jo durn de las circunstan-
riJs, y con quien ha sido ínj usla la opinion, ncg~ndole el
mérito que sin rh;da Lení;1, ~- el cual cu algun tiempo era
en é\ conocí do y con res ad o. Con ex! raiiez::i de las gentes
por la dif1:t'Cl1ciu que babia cnl.l'C n11cslr8s cdaclcs, poi· tres
~dios fuimos Pizarro y yo inscpal'a!Jles, como pneden serlo
clof. amigos de los mús intimas iguales 6 cercanos en aíios,
paseando j nntos, lc~'endo juntos, comen tJnclo lo que lcfa-
rnos, ahal'cando muy dí,·ci·s::is materias en nucslra lectura
y convei·saciones, conforn1cs ó poco ménos en nuestras
Ueas polílicus (1), y sobre todo en el orgullo con que re-

(1) En un punta c.cph1l eran enforarncnte. dc~canfcr:ne'.'> nues-


tros parec-=res, p0Tque Piz~:·ro opinab<l que hr..bria convenido á.
España s•.ij ~tanB de 1rneua v0luuta·\ á Napol~on, y yo tudo 1u can-

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176 AtrfOli:JO ALCAL\ G.\ T.T.\'\O.
sistiamos ñ olrn orgullo, siendo en ln fe consUtuc1on:1l
cism:iLicos, :iunque no herejes. En :1quel pnlcnqlle hubo de
ser la viclol'ia, aunque no completa, de mi amigo Pizarra, •
de qne me cupo una pequt:ñ:i parte.
En esto apal'cció una tcl't.ulia <le igual nalurnlez:1, pero
en quü predominaban opiniones rliarnclt•almenLe opuestas:
la de la señora doña Ft·ancisca Larrea, mujc1• del ilustrado
alemnn D. N. Dolll ele Fauer, lite1·nto, buen escritor en
uucstra lcngu:1 y apt•cciabilisimo, visto á todas luces. Su·
muje1-, á quien acatrnlrnn de cb1r licencia los franceses para
pasar á Cácliz dcsrle Chiclana, donde residia durante los
meses primeros clcl sitio, ei·a Ji lcl'ala y pal1·iota acérrima,
vero de ]3s que consideraban el levantamiento de España

trario. gn el breve primer reinado de José Bonaparte en MadriJ,


terminaclo J>or el sucP.so de B<1i!én y la rntira<la rlc los rran~eses
(pocos dias <l() Julio 1le 1808), ha!1íu p:esblo Pizarro jurnmento de
fülclillad al monarca iatrn~o. corno lo ll a~)ia llecllo todo el Consejo
c1e Est:~<lo, do que él rr:\ secrct.t'l.rio. ~~n e1nbnrg·o. no vaci\ó en
cuanto á segnir al !egilimo gobierno en Diciembre del mismo 1808.
cuando entró el Emperadm· frrrnces victorioso en la capital de Es-
paña, y huyó á píe pasando mil trnliajos clurísimos y peligros. Así
$US adversorios le ccha1Jan en cara el ju1·:imenLo sin n1ncl1a razon_
pue~ halnan jurado la Constitucion n~1po!c._'1nica en Bayona varios
homlires que despues se seiia!arnn sirvienrlo al gobierno legitimo;
el Sr. nom:millos. el general D. ::l:lig-uel Lle Alava, mi tio el teso-
rero genGral D. Vicente Alcalá Galiauo. con otros de igulll ó infe-
rior nota. ll'iostwu<\o yo á Pi7.arro mí c xti·;il1eza al ver que su con-
ducta patriótica desmentin sus opiniones de casi afrnncesacto. m~
res¡1onüió con h1 in1ágeu siguiente: ·Si cuando en Diciembre iba
yo saliend0 de Mu<lrid á pié con el uniforme puesto y calzado con
nlpurgatas. me hubiesen dicho: ¿,D<'1mle va us~d'? ¿,No ve usterl
qllC resistirá los franceses es unl Jocurn'/ !rnl1ria l'Csponr\ido: Sí, lo
creo unalocurn. pem no me deteng-a n~te ,J , porque ln uacion quie-
re, y hay oblig-ncíon ele accederá su volunta'1. •
En cuanto á mí, pobre muchacho, ya me hallia negado (i las ca-
1·iñosas ofertas de emplearme ve1~t~josi;;imamente en el servicio
'lel usurpmlo1-, que me hul1iu hc~ho D. 11igncl ele Astmza, íntimo
amigo quo llu1Jiu sido do mi ¡mdre y d~ toda mi famili11.•

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RECUEl\DOS DE UN ANCL\1\0, 177
contra el poder frances como empl'esa destinada á mante-
ner á la nacion española en rn unliglla siluacion (1) y le-
yes, así en lo político como en lo religioso, y áun volviendo
algo atrás de los dias de Cárlos Ill, únicos principios y
sistema, segun su sentir, justos y saludnblcs. Fuí yo pre-
sentado en casa de la scñorn de nohl; pero por mil razo-
nes no hube de agradar le, ni ella por su parle, upesal' de
su rnérilo, se c~1pló mi pobre vol untad_ Lo cie1'lo es que la
vf una vez ~· despnes fué mi suerte (ya en f818) entl'ar con
ella y su estimable marido en agrias cooticndas literarias
en que hubieron de ingerirse con poco disimulo cuestio-
nes políticas, no sin grande peligrn mio en aquellas horn-;
acrimonia de qLw hoy me pesa al hacer á aquellos dos
ilustt·ados consOL"lcs la debida justicia.
Pero l8les reuniones eran para pocos, y lo general de
las gentes hDbia menester .alguna distraccion pua las no·
ches, pues de dia no daban poco los paseos, cxLraol'dina·

(1) _Me acuerdo de que lo. seilora ele Bohl repetia cou cntusiat-
mo, mirándolo. como emblema ele nuestro alzam\e11to, la siguiente
decima, por ciert.o no falta de brío en la expi·csion ó en ol pensa-
miento, aunque incorrecta:
Nuestra espaiíola arrogancia
Sien1pre lla tenitto por punto
Acordarse de Sag·un to
Y no olvidará 1\umancia..
Franceses, idos á Francia,
Y dejadnos nuestra le¡¡,
Que. en tocando á Dios 11al1·sy
Y á nuestros pátrios hog-ares,
Todos somos militares,
Y formnmos una grey.
Aquí está compendiado el modo general de ver el levantamiento
del pueblo ospitñol pol" un aspecto de los varios que presentaba.
considerándole el único.
De estas doctrinas de sus padres. y más particularmente de su
madre, saca las suyas que con tanto celo sustenta la afamada no-
velista, hoy yiya, cuyo nombro en la república literaria es Fernan
Oabai/ero.

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'1iS ANTON!O ALCAL..Í. GAL!A'.'10.

riarncnlc concurridos. El invierno de 1810 á 18H habia


co1Tido estando en g1'an parte de él en la isla de Leon la
Hegencia y las Córlcs, y en el otoño anteriot' la fiebre
amarilla, que tanto cstl'ago lrnhia hecho en Cádiz y en toda
Andalucía en 1800 y 1804, había aparecido por tercera
ve.i:, no con el anligno rigor, pet·o acabando con no pocas
vidas y causm1do el tcmo1· consiguiente. Pm· esto, así como
pm· otras razones, no se pensó en abl'ir el teatro de Cádiz.
No era tiempo opot·t.uno para hacerlo el del sigtiiente ve-
rano. Pero corrió csle sin que diese la menor muestra de
sí, como se temia, la epidemia. Entónces comenzó :í pen-
sarse en la conveniencia de aumentar distracciones á una
poblacíon que, al cabo, si lo pasaba llien, vivía encerrnda
en l}J'eve recinto, y expuesta al peligl'O del bombardeo.
lla!Jia tenido c:icliz sucesivamente varios gobel'lladores en
el corto lérn1ino de diez y seis .::i diez y siete meses, hasta.
que en Junio de 1SH fué nombrado pal'a desempeñar su
gobierno militm· y poliLico, hasta all! siem¡we unidos, e~
teniente general de marina D. Juan María de Villaviccncio,
personaje notable, instrnido, activo, de singular chiste que
contrastalrn con lo sevel'o y adusto de su rostl'o, dotadt
de gran Lino para el manejo de los hombres; hombre, ~
quien conílo qu,) me será lícilo elogi~t', sin que el ce1·canG
parentesco que con él me unia (pues era hermano y mu~
querido de mi madr•e, y además mi padrino) me incline
demasiado á su favot', ni la dosconformidad que llegó á
haber en nuestras opiniones políticas, crecida en sus ólli-
mos días á punto de rompe!' entre nosott•os todo trato, me
pueda movet• á rebajar en un ápice el buen concrpto de
que entrn las gentes, inclusos no pocos de sus contrarios,
disfl'Utaba. Aunque era Vi!lavicencio religioso, lo era sin
supcrsticíon, s1éndol~ familiares las obras de los filósofos
franceses, y así, aunque t1•opezó con preocupaciones que
representaban ser impropío en una ciudad amenazada de
peligros dal'se á diversiones profanas que bien podrían

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l\ECUE~DOS DE UN ANCIA!\O. 179
pl'ovocar sobt•e los moradores de Cádiz la ira de Dios, no
hizo caso de ellas y atendió á distraer los ánimos de los
males de la guerra, pl'Oporcionándo\es el esparcimiento
·po~ible en uno que, al cabo, ai;nqne cómodo, no dejaba
de ser encierro. Se abrió, pues, el teatro, y pl'Onlo se \'ió
lleno, no obstante la escasez de recursos de las habitantes.
'En aquellos dias el teatro de Cádiz, hoy polLe, mezquino
·'Y feo, pucslo en colcjo con otl'os muchos cles¡n:cs edifica·
'dos, cl'a tenido pot• ele los mcjot·cs ele España, áun inclu-
yendo el del Pi·incipe, recien constrnicto en Madrid, pe·
queño y de escaso adorno, áun el de los Caños del Peral,
sólo notable por ser algo mayores sus dimensiones. En el
de C:ic\iz, los palcos p1·incipa!es, que en la nomenclatura
rnadi·ileña de a!;ot·a se llaman lJ3jos, ei·an lodos propiedad
particular, la rna~·or parle vinculada. Los apellidados de
plaLea, puestos al nh·el del palio y lunetas, eran incómodos,
y asi á los segundos concu1·rió la íloi· clo la sociedad de
la coi'Le; famüias de gl'Hndes de Espaiia, y de alLos em~
pleados.
EL-an medianos los actores, pero cntrn cHos habia algu.
11os de los ya afamados de la c1pital. Fallaba ~laiquez, que
bien podria haber estado alli, alendiendo á su celo patrió·
tico que poi· poco !e cuesta la vida en el Dos de lllayo;
pero el insigne actor se babia dejado ablandar por los ha-
lagos de José Bonaparte y de las anloridades afrancesa-
das, y lucia su habilidad pl'Ddigiosa en las tablas de Ma-
drid, si bien no sin conservar ardiente amor á su patria,
que le atrajo dura persecucion en 1814 y hasta odio per-
sonal del rey Fel'nando, restablecido en su trono. Fallaban
nos buenos discípulos de Maiquez, Pl'ielo y Caprara, ya
tonocidos de los gafüanos. Pero eslaba CarrnLero, el ga-
fan compañero de Rita Luna, de quien ya he hablado en
otra parle de estos recuorclos; estaba Diez, aventajado
11lumno ele la escuula de Maiquez, á cuyo lado había ya
:eprescntado papeles, y estaba Querol, g·t•acioso de In más

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'180 ANTÓNCÓ A.LCAL.\ GAL!ANO.

o.lta fama en fa corte, excelente actor, y en las comedia~


llamadas de figuron, inimitable. Una actriz, de la cual ya
he hablado al referir anécdotas de las mocedades de l\lat'·
tinez de la Rosa, Agustina Torres, hasta allí sólo conocida
en teati•os de infe1·ior clase, y de cuyas buenas dotes y
cortas facullades he hablado, debiendo aho1·a añadir que
con su naLmal talento y sens1bílitlad, recibiendo lecciones.
é consejos de peesonas entendidas, perfeccionó Jo que en
ell:a eL·a perfectibie, )'brilló supliendo hasta ciet·Lo punto la
falla de aquello de que por la naturabza de su voz care·
cia. Otro actor, despues subido á la más alta y merecida
reputacion, apareció en aquel mismo teatrn, venido de al·
guno muy osom·o; pero éste (hah!o de Guzman) sólo apa·
i·eció despucs de haber levantado el bloqueo y i·etil'ádose
los franceses, si bien cuando lodavia et'a Cádiz 1·esidencia
del gobierno de España.
Las piezas que se represcnLaban OL'an de muy vál'ia cla-
se: de la antigua poesía dramática castellana, y de las nue·
vas, representándose de cuando en cuando alguna com-
posicion palriútica recien esc1·ita. T;1mbíen de aquellas do
las cuales era natm·al sacar alusiones nidia presente, so-
lfa echarse mano. Así, una comed!ia de poco valor titulada
las VísJJeras sicilianas, era oida con aplauso, á punto de
venirse el teaü·o abajo, cuando al sonido de Ja campana se
ar1·ojalrnn los sicilianos acaud1llados por Juan de Prór.ida
sobre Jos franceses y h;icían en ellos horrible destrozo.
Estaba el teatro bien dentro llel alcance de las bombas
enemigas, pero desde Diciembre de '1810 y en todo f8H,
y :'.lun en lo$ dias primeros de 18'12, rarn vez nos envia1·on
ios sitiadores tan molesto presente. Rara vez, digo, pero
no nunca; pues, como para quitar crédito á una voz que
empezó á correr despucs de una larga interrupcion, supo-
niendo abanclonado por los siliadores un p1·oyecto que tan
corto efecto producía, con interv~los desiguales, que fue~
t'on siendo menores, siguieron cayendo en Cád¡z granadas.

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nrcuEnoos mi UN ANCIANO 181
-Pero en mucho liempo todas cuantas penetraron en la po-
blacion se qucdarnn más c01·tas que la primera, y además
viniendo como esta llenas de plomo, y no revenLando,
diernn motivo á la famosa ccplilla de
Con las bombas qne tiran
los fonfat·1·ones
se ·hacen h1s gaditanas
til'abuzones (1).
Sin embargo, ya ent1•ado t 8-12, y muy á los principios,
-empezaron á venir con más frecuencia á visitarnos los
inst1·umcntos de muerte y ruina; y como ocurriese una ú
otra desgrach1, ya comenz3t·on á buscar los habitadores
en Cádiz medios de libertarse del peligro. Cabalmente de
ello nació l.Jacerse áun más alegre la vida. Como se verá
en la continuacion de esta narracion (cuyas dimensiooes
van excediendo á las que pensé dal'le al comenzarla), los

(1) Alusion á los rizos en formarle saca-corchos usadas entón-


~es, y que se formahan cfüendo con pedacitos de plomo delgadas
.mechas lle pelo, que cubre y adorna la frente y sienes.
D. Atlolfo de Cast1«1, en h• ollrilla oxcelontc de su género, donde
trae mil particularidades de lo ocnrrido en Cádiz durante la g·uer~
ra de la Independencia. cita osta coplilla, y con ella u12a yarianta
.que es como signe:
Con las llomilus que tira
el for~ante Sult
se hacen las ga<1itanns
toquillas de tul.
Poro como por fnerzR. ha de ver el lector, esto no tenia sentido,
~amo lo de los tirallt1zones. El Sr. de Castto (que 110 vivi<t cntón-
ces) ignora que est.a vari:rnte tonta fue una copla improvisada y
cantadlL en el teatro por uu actOt' IJ8mado Naval"l'o que la echaba,
de gracioso, y á veces lo ern, pero no á menudo. Al oirla fué
·aplaudida, como suele serlo cualquiera n~cedad, pero no era uso
-cantarla, pues llien se veia que no liallill materiales para medio pa-
ñunlo (vulgo toquilla en Andalndn) eu las grnuaclas que tiralJan
los frnuces<s.

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-1.82 AllTONlO ALCALÁ GALIAXO.
fütimos meses del sitio, y los del bombm•deo, nunca ter·
·iblc, pero sí ya incómodo, fueron los en que de tal mod"
vino á ser la vida armada y l'ica en entretenimiento, que
los pocos, poquisirnos que hoy vi,·imos, y fuimos tesLigos
de aquella siLuacion, nos acordamos de ella como de un~
sct·ic de clias, iguales á los que se pasan en nna feria, 6 en
otra serie semejnntc de di versiones.
Lo qne parlicula1·mcnte distingui:i :í los C$paííolcs ele los
dias gloriosos en qno sustentó nuestro pueblo, con 1·arns
excepciones y sin distincion de clases, la independencia
y glol'ia de la patl'ia, hc1·oi()o en su pet·sevel'ancia, ánn
cuando en varias oc:1siones no lo fuesen en la campañ:i
sus solLlados bisofios, era la fe en l::t jns!icia de SLl causa,
de donde nacía la confürnza en el t1·iunfo floal, fuesen cuón
grandes y nurnernsos podian se1· los reveses con que hubo
de aíligirlos la advct'sa fortuna. fü•a en verdad Esp1fia, en
aqueltas horas, pei·soni íleacion del varan justo y tenn en
su prop1isi lo, que en un pasaje, con fi·ecuencia citado,.
pinta Horacio; cuyo cspíl'itu flt·mc, ni por las ventajas al-
canzadas púr el 011emigo, ni poi· disco.l'dias intestinas y fn-
nestas eles mayaba, y á quien no atel'rnlm ver il'sc desmo.·
ron anclo sobee su cobcza el cdiflcio de la nacían á los em-
bates del vencetlot' podcl'Oso, estando, como estaba, re·
suelto á pcrnco1· impel'lé1·1·ito sepultado bajo las ruinas.
De esto daba prncbas, como en nin(;un otro pel'lodo de la
guerra comenzada en ·1808, España en los úHimos meses
de '18H y primeros del siguiente; dias cabalmente en los
cuales hubo m:i~ sombras que lustrn en el honm• de nues-
trns annas, sienclo rrccucnles y gr:lYes los 1·eveses, y esca-
sas y de corla 11nportancia las viclol'ias. En aquelln mísmlt
hora en que, consultada la rnzon, súlo podia dar por res·
puesta que el triunfo del invaso1· c1·a, si ya no seguro,
poco ménos, venia á ser cnando estaba haciéndose una
Conslitucion, y cuando rué nombrado nuevo gobierno,.
atendiendo á ello más que á los sucesos Lle la guei•1•a loSo

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REC.UERllOS DÉ UN Al\C.IAliO. 183
moradores de la isla gaditana, miénlrns los de fas tierras
c:mseñoi·eadas p01' el enemigo, áun cuando paco se cuida-
sen de legislacion política, miraban como la 1·eal ~· verda-
del'a la que salia de Ja asediada Cácliz.
Mediado 18H, empezó en las Cót•lcs a discutit'se la Cons-
titucion. De sus mét·ilos no me toca hablat• aquí ahon1:
básteme decir que su todo y sus artículos empcfiaban viva-
mente la atencion y toda clase de afectos, consiclcr[mdola
como destinada á 1·egi1• durante plazo más ó ménos breve
á España toda. Los discursos do los diputados sobro pun-
tos constitucionales eran oiclos, no meramente con a&en~
cion, sino con ansia viva, comenl:lndose luego (-l), y áun
con frecuencia en la hora (]o ser pronunciados; clase esta
última de comentario, si no ilegal en si, ilegal me u Le ejer-
cida, pues se expresaba con aplauso á Jos orudore5 gratos
al público, y con vituperios {1 los ele opinion contrnl'ia. Ar-
güellus, l\Icjía, Mllñoz To1·1·ero, Calatrava, Oliverns, Galle-
go, Golfin, con algunos más, eran oidos como oráculos;
Jnguanzo, Gut.iel'l'cz ele la Huerta, norrucll, Valiente, con
otros pocos adictos á las mismas tloct.1·inas, con extremos
de injusticfo. El famoso Ost.olazn et•a blanco principal del
ollio y burlas del auditorio, lo cual me1'ecia en part•1 po1•
una frescura digna de ser calificada ele descaro, y por ser
co1~ocidas sus malas costumbres ~' sus arterias para ele-

(1) Perdóneseme como a un pobre vi~jo, á quien dió alg1rn cui-


dad o Sll 1'(:¡1utncion 1cit~11· aqn1 algo de lnís mocedalles en que prue-
be qne nn 1\1[ el loco t1·ilhrno qne 'ºme supoao. En 1811 escribí un
Jar¡;o articulo en el Redacto>· gene;·al, defendiendo la doctrina quo
haco necesaria la sancion Real para que las resoluciones de
cueq;o ó cueqios legisladores pasen á ser leyes. cuando el conde
de To;·eno en hs Córt.es lrnbi" lrnhlndo contra dar al Trono tal pre-
rogativa. Vet·dad es que me cefií á copiar los arg·umentos de Jfi>'H·
lleau. Pero al cnho algo era seguir al illirabcau grnn repúlJlico,
en vez (\e seg·nir, como solian los más en aquel ti~.rnpo, en Mira·
bean al tribuno, al i·evolucioual'io demole\\Ol' ú trr1zador de locos
plar?es.

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184 AKTONJO ALCALÁ GALIA!iO.

varse (1), todo 1o cual ponía en roliovc Skl figm·a llen~. su


cara excesivamente redonda y rojiza, y sus ademanes y
continente en gi·ado sumo pl'Ovocalivos. Había asimismo
diputados, cuyos discUL'sos unas veces eran recibidos con
aplauso, y oLrns con extrnmada desapl'Obacion, porque en
cilos estaban representados jnnlamenlo, pero allernando,
los dos di versos y ít veces opuestos principios del levan-
tamiento popular de 1808: la predon:in~1ni.:ia del pueblo ó
de la plebe y el fanatismo. De ello venia a set• ejemplo
D.N. Tort·eros, conocido por el Cu1·a de AJneci1·as, afluen-
te, de cona y mala inslrnccíon, scncil!o á veces, malicioso
en otras, ndicnto en sus modos, y mucho en su acento
ceceu.•o ú punto de dai· golpe áun en Anda luda (2). En los
primei·os dias ele las Cól'tcs se babia hecho notable el buen
cura por suslcnta1· Ja causa de los gue1Tillerns contra la
de los oíleia~es del L~jército con frase> que le valieron al·
tos aplausos. Cuando empezú á clisculi1·se la r.onslilucion,
Jª no privaba Tor1·eros con el pueblo de las galerías, por·
que babia su!Lado C)(prcsíoncs favorables á la intolerancia.
religiosa llevada al mayor exll'Cmo. Pcrn al hablarse del
artículo de aquella Conslitucion que dcclm·a que la sobe·
rnnia reside esencialmente en la nacían, á la cual usiste el

( l) Justific(L lo aquí dicho de Ostoluza el proce$o quo se lo formó


pol' haber setlucidu a jóvenes de u n colcg-io de que em di!·ector.
cuando despues de haber privado altamente con el rey Fernanclo
fué enviado á reo;idil' en uaa provincia. 'fambien los medios por·
(lande se habia hecho notorio cu 1810, habiun siclo riclículos y así·
mismo vitu¡1ern1Jles. l'ero uada alc~nza á discul¡iar la maldad atroz
a~ que ft11l victimo luicia 1838 ,\ 1339, cu::mi!o, cún no sé qué pre-
textos , mur1ó asesinado con burlescas forma~ do juicio en Va-
lencia.
(2) Bien viene aqui, (1 fuer U.e buen arulaluz, decir que no todos
los andaluces cecCHn, aunque ninguno pronuncia bien el caste-
llano. En Cádiz, por ~.jemplo, donde el convertir la len 1· es vicio
comun, rm·os son los que hacen sonm· la z, cuyo sonido sustitu-
yen cou unas, cual no la hay en otra lengua ó pu te alguna.

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U'.CU!Ümos DE u¡.¡ AliCHNO.
tlct'echo de nriar sus leyes fundamentales, ningun dema-
gogo pudo exceder- al cura de Algecít·as sustentando una
tloctt·ina tan pcligrnsa, por la cual parece que está la aso-
ciacion polílica que constituye un Estado como de conti-
nuo puesta eu vilo. Sus elogios del pueblo, los. temores ó
recelos del poder del trono, que manifestaba, ya con én-
fasis, ya con sir.guiares l'eticencias que implicaban cargos
y encerraban amenazas, y todo esto dicho coti los modos
y tono estrnfalarios, en él tan comunes, recrearon á los
Qyei1tcs, que L'CCibian su discu1·so con una apl'Obacion mez-
clada con risa.
Tambien por aquellos días ocuparon á las Cói'Les ot1·os
asuntos, que dieron múrgcn á que mostrase e: auditorio,
que de veras se creia anrnnle de la liberl'.ld, su fernz lil'a·
n!a. no sin pa.-licip'.lcion de Ja mayoría del Congl'eso que
en unas ocasiones le excitaba y dalia ejemplo, y en otras
aprobaba sus excesos, pues aprolrnvion ve11i:i á ser su to·
lerancia. Los procedimientos conll'a un folleto clol ex-
t'egente Lardizabal, contt·a otro del con3ejern D. José Co-
lon, y contra una consulta quedada en incro proyecto del
consejo llamado ele Caslilla, eran actos de despotismo en
que las Cúl'Les, figm·ándosc parte, hacia11 no poca del ofi·
cio de juez, Lodo lo cual era celebrado, y lo que es peor,
aplaudiéndose el rigot• injusto, á la pat' que l'Ccibi(:ndosc
con violenta dcsaprnbacion la defensa que haci~HJ de los
acusados sus parciales. En uno de estos acalorados deba-
tes vituperó l~ conduela del desmandado autlilorio el di-
putado D. Juan Pablo Valiente, consejero de lndias, y trajo
en apoyo de su censura una cila tic Filan¡¡icri; p;crn aun-
que este escritor, hoy olridado, era pnra los hombres de
las sectas reformadoras del siglo xvm auloric!ad ele gran
peso, los concu1'l'Cnles á las galel'ias del CllPl'Jlú r\eli\Jo-
ranLe, cnlrn los cuales no abundahan los doetns_, llevaron
tan ú nrnl In ci1;1, en Mio del citador, r¡uc rompieron ea
-Un torrente ele clielerios contra d OJ'ador, expre~áudolos

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·186 A~TOl\10 ALCALA GAL!Al\0.

en gritos y acompañándolos con amenazas, y hasta cort


sefiales de querer pasar sin dilacion de las palab!'aS a las
obras. Empezó, pues, un alboroto, intcl'rnrn piósc la se-
sion, retiróse :i una pieza intct•ior Valiente, y no paró pm·
esto el tumulto, siguiem1o en voces y ademanes no leves.
muestras de propasarse <i actos de violencia contl'a su per-
sona. No tenia, con todo, aquel lrnl\ieio car:.ícter ve1·da-
dero popular, pues lo general de la poblacíon se mante-
nía en paz pl'Ofunc\a, ciñéndose la ~lll'ba medio amotinada
al corto recint.o de las dos ú Lees calles inmcdialas al lu-
gar donde sll celebrnban las sesiones, y en punto :1 núme-
ro al de los que lenian la asistencia ú las galerías pal' ocu-
pacion ordinaria. llutJo con todo de acudir llamado el go·
bemador, mi Lio, r¡ue áun gozaba ele favor con todo el
pueblo, incluso con los Ct'nslilllciorrnles, y que, tonrnnd~
clel brazo á Valiente, le sacü pot· entrn los albol'Oladoees,
y le llevó al seguro asilo de un buque snrto en la bahía.
No se o~'Ó en las Cót·Lcs la rncrociun scve1·isima reprnba-
cion de tal alentado, ni volvió á tomot' asiento en ellas
Valiente.
Miénlras esto pasaba, iban cayendo en pode1' del ene-
migo varias plazas de Calalufia y Vnlcncia; una grnn der-
rota de la flo1· de nucslrn ején:ilo, mJncla1fo por el regente
Ulake, amenazaba aún con rnayor·es nrnles; y el ejé1·cilo in-
glés, aul'lque victorioso, ceñido ;í clcf'cndcr á Portugal, si
alguna vez conseguia ventajas denl1·0 ele España, pi•onlo
desemparaba nuestro te1·1'it01'io, sí bien desde los confines
del teeeilorio vecino ern pm·a la causa do la restaut•acior'
auxiliar poderoso. Todo esto llegaba ñ noticia de los veci-
nos de Cádiz, y si no les era g1·ato, tampoco los ~tfligia eri
extremo, llamando más su atencion la ludia entre las.
opuestas bandedas que acalrnbnn ele sor bautizadas con
los nomlwes de servil y liberal, que las operaciones mili-
ares.
Tamb1en se prestaba atencion á las p1•octucciones, irn··

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RECUERDOS DE U:i ANCIANO. 181
presas, pero corla, salvo en una ú otra ocasion en que lo
impreso era casi como lo hablado, porque trnlaba de las
cuestiones polílicas pendientes. Los anti-rerormislas iban
lii:vantando la cabeza, no sin indi;;nacion de sus cooti·arios,
que los culpalian de usar de la liberta:.! para hablai· contra
la libel'lad, comG si al obi·ai· así no usasen de un derecho
que se les babia dado, así como á lodos. No tenían g1·andes
escritores, pero el padl·e Alvarndo que publicaba unas cui·-
tas con el nombi·e del Filósofo raíi.cio, no era digno ele
desprecio. Una obra publicaron los de la misma pa1•ciali-
dad que \•alía poco, pero que hizo ruido, y vino á ser me-
morable por haber dado origen á 0L1·a prncluccion de mús
valor, si bien no del que llegú á dál'selc, y de considera-
ble escáncla~o. La que acabo do citar aqni en lugar primc-
:o, tenía por lilulo Diccionario razonado m a1rnal, y era una
é:Mi1·a de Jos reformadores, siempre úc1·c ú amarga, por lo
comnn nécia ó injusta; pero en al ¡¡unas ocasiones no :'alta
de ingenio ó chiste, y lrnsla en uno ú ott·o caso no ajena
de justicia. Ello es, qne picó á sus nd \·crsarios, decidién-
dose desde luego enlrn éstos r¡ue c1·a indispensable dni•
las tornas a tal agresor, y hacel'lo con armas iguales á lns
por él emplc:idas. Lo más singular es que fuese señalado,.
como por eleccion, aunque no hecha poi· vías notorias,
evidente, el campean de tos líbera!cs á qni8n tocaba en-
trar en b:italla, y, segun se su ponía sin consenlirse en ello
dudas, derribur y aniquilar al osado paladi n de los servi-
les. El nombrndo fl!é D. nurlolomé Gallardo, clneiio enlón-
cc:s de altisirna r¿putacion, aunque fundada en lilulos que,
si poi· su calidad eran hasta ciol'Lo punto valedcl'Os, por su
númel'o y dimensiones apenas alcanzahan á constituir un
valoi· literai·io muy subido. Gallardo, no muy conocíclo en
Madrid, había sido elegido en :::ovilla pai·a escribir en el
Semanai·io patrúftico, puesto il la snon á cargo ele D. lsi~·
doro Antillon, D. Jasó :l:fol'ia Dlanco (el des¡iucs conocido
por Blanco Wbite) y D. Alberto Lisia, á los cuales había.

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188 AXTOX!O A.LC.~L.l ()AUANOo

encomendado Quintana, por entónces muy embebido en


las ocupaciones de su i::rnpleo, conlínuar el periódico pol'
él fundado en lllaclrid en Agosto de 1808, al cual babia lo-
g1·ado dar extremada valfa é influencia, y en que habia
empleado su ya acrnclilada pluma. Gallardo hubo de es-
cribir un artlcnlo que no gustó, á. punto de haber salido
-0.esechado por quienes habian de ser sus colaborndores.
No eran pl'endas del así maltr;itado escritor, ni la modes-
lia, ni el sufrimiento, como hubo de pt'Dbarlo en su la1·ga
carrera prolongada !Jasta dias poco remotos del presente;
carrera que l'ué una perpetua guerra en que él, agresor á
menudo, se vió al fin obligado á defenderse y recibió m:.is
heridas que llevó, haciendo poco daño con sus armas,
~mnque µrocut·ó a!ilarles todo cuanto cabe en lo posible
las puntas, )' :rnn un Lát•scbs con veneno. Gallardo juró
~dio acerbo á la pandilla de Quintana y al que e1·a de el!a
.cabeza, lo cual. no obstante, se allegó á la bandera 1•efor-
madora, pero corno queriendo formar en ella un tcrnio 6
-escuadran apa1·te scíialado pot• cxtl'emarse en la osadía.
Habia publicado un folletilo de pocas pdginas, titulado
Apología de los palos dados á, D. Lorenzo Cal·oo de Rozas,
y en tan breve trab3jo y soln·e tan pobrn asunto llabia
mostrado calidades de grande escrilo1·; diccion castiza con
sólo algun ligero ribete de afectacion, buen eslilo, chiste
abundante y de !a mejor ley. Con talos méritos fné, sin
embargo, clesmediclo el concepto que dió á su autor tan
· ligera olH'illa, j uguele pl'imoroso, pel'O que de serlo no
pasaba. Lo cici·to es que Gallardo, como dejo dicho, fué
Gefíalado para conlrnponer un diccionario al razonado ma-
~~ual, y que cumplió con su eRca1·go al cabo ele no nLtiy
llreve tiempo, anunciándose p1·óximo unas veces el espe-
rado p::\l'to de su ingenio, y ot1'3S remilióndose á hora al~o
posterior el logro de !ns que el'an allas esperanz~s, y al
cabo apareciendo el Diccionasio c1·rtico oiwlesco con grande
.aplauso del vulgo de lel!lores, y moderada aprollilCion de

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nECUERnos DE ux AKCL\ ~o. 1S!l
los entendidos; con bastantes malos chi~tes ent1•e ~Tgunos
pocos buenos; con no nmcba originalidad; conteniendo
trozos bien escritos y otl'os en que la afectacion llega á
ser insufrible. Lo que nuís valor dió á la obrn fué la ira
que excitó, hal'to merecida en parte, pO\' la ostentacion
de impiedad que en ella resalla. Gallardo hubo de set·
condenado poi· su ohrilla y áun reducido á prision, pero la
muy suave en que estuvo fué pal'a él lugar de rec1·eo y
t1·iunfo, siendo allí visitado y adulado poi· gran níime1•0 de
personas, para quienes ei·an mé1·itos las culpas del autor-
atrevido.
Tales ei·an (y si algunas de otra clase pocas) las plantas
que florccian y í1·uctificaban allí y entúnces en el campo de
la lilerntura. Poi• aquellos dias publicó Capmany reimpreso
en Lú11dres, el librn á que impropiamente habia dado el tí-
tulo de Filosofía de la elociiencia, mero tratado de retórica
al uso antiguo, en que nada filosófico podia encontrai·sc
áun con el mejor deseo de hallarlo, y el cual, sin embargo,
!labia corrido con aceptacion por muchos años; pero su
autor, en su galofob-ia le habia val'indo, dtíndose por arre-
pentido de haber citado en él, como modelos, trozos do
atllo1•es franceses, y substituyendo á éstos otros de escri-
tot'es cnstellanos, á que agl'egó en su estilo renovado sal-
picar la composicion con frases propias de los malos con-
ceptistas del siglo XVII y hasta dignas del imaginado fray
Gerundio. Pe1·0 su obra no dió márgen por lo pronto, ni á
alabanza, ni á viLuperio (1).

(1) En dias muy posteriores. y (si bien me acuerdo) en la Ga-


ce~ de Bayo;t1~. publicada hacia 1830 y escrita en castellano. fue
censurada con extremos ele aspereza. au11quo no sin mucho da
justicia. la. aquí citada obra de Capmany, llegando los censores á.
punto de citar, para usarla en sentiuo contrario. la famosa frase
de Quintiliano, cuando dice tocante á Ciceron: lile se p1·o¡cci~s~
•fol wi Cicere vald• pltic.!bit, afirmando que da pruelias de bu< 1
¡;rusto quien COll<leua á CapmRn¡¡. Aquí se _mezcla)iau co11 óqios li-

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190 A~TO:'ilO ALCALÁ. GAtlA!IÓ.
En tanto empezaban á darse á luz traducciones de obras
que áotcs no h:.>bl'ian podido publicarse en España. Una de
Mubly, de escaso yalor, pe1·0 que le tuvo no corto cuando
su autor, hoy enteramente olvidado, pasaba poi· grande
autoridad en polilica, tuvo por t1·aductor, ó, como debe
decirse, por t1·aductora, á la ex.celenUsima señora ma1·que·
sa de Aslorga, condeaa de Allarni1'a. Un D.N. de la Dehe-
sa, que en 1834 ó m; fué rninislt'O de Gt'acia y Justicia, dió
á la estampa en nuestra lengua, la :cintes es limada obra
del suizo Dclolme, sobre la Consfit1tcion inglesa, llamando
al autor m·igioal, ciudadano de Génov~, poi' decir de Gine-
bra, lo cual á mús que á lraducit' equivocadamente la voz
francesa Gei1eve se cxlendia (·1). ill~s traducci.:rnes apare-
cieron, pc!'O cuáles y cúyas fue1·on se me ha !Jor1·aclo de la
memol'ia. Algo de esto era leido, de donde iban prop3gán~
<lose doctrinas lrnsla alli conocidas de pocos espnñoles.
Pensóse en escribit• para el tcalro. Comenzó Marlinez de
la 1~osa su tragedia La viuda de Padilla, y poco dcspuer

ternrios los politicos, porque los criticas, ántes servidores de Josd


Napoleon, y [la>ados á. protegidos de Fernando VIL no perdona-
ban ocasionen qne pudiesen echar su órlio á los que se mantuvie•
:ron firmes en defender Ja causa de su patda.
Sin duela, las rarezas de que llenó Capmnny la nueva edicion de
su obra, nunca más que mediana, just ificaban no poco la severidad
de la censura. ¿,~o SJ n dignas de Gracian 6 úun del supuesto Ge·
rundio frases como las que s iguen, •corriendo se vendian anti-
guamente las rosas• •porque galas tan canucas no permiUan
.asiento;, ó esta otra: •los antiguos nos daban dentro d~ una me-
·dalla todo un César, pon¡ue lo~ grande~ hombres se han de medir
de pescuezo arriba?.
(l) Debia el bueno del traductor, sobre haber sabido que Gé·
n ova en frunces es Genes. así como Geneve es Ginebra, saber que
los g~noveses. áun cuando era república el l~sLado de que erar.
~arte, no usa han el título ó cnlificacion de ciudada>ios. Al revés
"n GinelJra, cloncle ciudadano era un:i calificacion 6 un título le-
.gal, no comun ú todos los habitantes, sino á una categoría de és•
tos, por 1.o cual venia á ser un disti!1 Li v11.

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nECUli'.RD05 DE UN A:XCl.UiO. 19-1
'SU comedia Lo que JJUede wi em2;leo, de las cuales ya he
hablado cm otrn luga1· ele este libro. Infatigable Savi·
ñon en traducil', lo cual hacía con extraonlínario acierLo,
!'le dedicó á poner en verso castellano el Bruto pi·irao de
Alíleri, mufürndole el lítulo en el do Roma libre, y extre·
mándose alguna vez rn~s que el au lor en val'ias doctr·inas
republicanas (i). En Lanlo, un ingenio muy de olros prin-
cipios; el duque ele Jlijar, heemano del actual, escribió é
hizo representar una co~nposicion d1·amálica, en parte ale-
górica, en que no faltaban bueno~ trozos; pero como abun-
daba en pcnsamienlos mon:írquicos, fürnquc no contrarios
á las reformas que iban haciéndose, rué oida con corlo fa-
vor, si bien no con desaprnbacion, siendo además su au·
tol' persona en quien algunas singnlal'idades impcdian que
se hiciese la dehid~ justicia r.1 valor naturnl y áun al buen
cultivo de su entendimiento (~).

(1) Al terminal" el primer acto del original. i·ecien expelido del


.tt'ono Tarquina, grita el puelilo romano:
•JI primo clie cho viviam noi ía questo.•
Saviñon le tracl nj o bien diciendo:
•Este es el primer dia en qnc vivimos.•
Poro como Alfieri usalia del verso suelt.o, y su traductor del Ro-
1>1ance ende~nsíla])o, y corno ca1ni.lmente el verso aquí citado do-
liia ser segu i<lo en cnstellano por otro terminado en e o con que
acabase el ar.to, hace Saviñon que :í la e~clamacion del pueblo ro-
<nano, Bruto, que en la tragedia italiana calla entóuces, pl'Orrum-
pa en el siguiente vena:
·Cópido el mundo y vivirán las pueblos.>
(2) Coma hubiese dicho el buen duque. candoroso por demas
que po.ra cornponer los versos se tondia boca. ahajo. dió esto mo-
tivo á dichetes de mal gu$tO'. A.rriaza dijo sobre el.lo unos versiHoa
·ob,<,cenos é ingeniosos, y Gallardo. en su Dicciotia1'io critico bul'-
lesco, tanüJien hace mencion de un gran señor, el cual cdiz que
componia los venos segun aquí va referida.• Mejor tratado mere-
cia ser el cluqne de Bijar. cuya aficion ú las letras ern notable y
1oable, y cuyos versos. si ya no de alto aplauso, eran merecedores
do algun aprecio, siendo corro~tos cuando ménos.

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.f92 Al:\10~10 HCAL\ GAt.1A~<1.
Entre tales ocupaciones y E:ntretenimicntos :len lL'O de
la isla gaditana, se multiplicaban fuera de ella las desdi-.
chas. Cayó ni terminal' el año de f SH (~ en los primeros
dias de 1812 en poder de los franceses la ciudad de Va-
lencia, y con ella el enlónces pl'incipal ejét·cilo es¡rnfiol,.
quedando prisionero el general D. Joaquin Blake, uno de
los del Consejo de l'cgcncia del reino, y aun su presiden·
te. Ern el revés de tal nrngnitucl. qne hubo de causar más
que la ordinaria pena producida por otras desventuras
en los descuidados habitantes ele la isla gaditana. Al mis·
mo tiempo sonarnn, aunque medio at•ticnlaclas, voces
de traicion de las que había licmpo que no se oian.
Para Illake nunca hahia soplado favorable el :iura popu-
lar, :i lo méuos la que procede de las regiones inferiot·es
y medias ele la sociedad, miénlras de Jos que mús pt•csu-
mían, y con razon, de enlendidos, una buena pat'te, en
la cual se contaban A1•güelles y sus amigos, tenia al ge-
neral desventurado en no corla estima, reput:indole hom-
bre de saber, tanto cuanto buen patricio. Lo cierto es
que Blake gustaba de da1· batallas, y que soli:t perderlas;
que su sequedad desagradaba generalmente, cuando á
otros daba idea alta de su buen entendimiento é instruc-
cion su silencio casi pe1·pcluo, y que su amor á su patria
y su fidelidad no desmentida á la causa de la nacion~
como estaban juntas con una Libicza que rayaba en frial-
dad, eran poco á propósito para días de pasiones vio-
lentas, de aquellas que se manifiestan, mñs que en ac·
Los útiles, en palabras y vanas demostraciones. Asf corriíl
por Cádiz la noticia de que Blake, si no hal.Jia abrazado el
pal'tido del rey intl'Llso, estaba cel'ca de nbrnzat'!e, y qu~
los franceses, al recibirle la espada, le !Jabian hecho Iot.
honores de infante de España; enorme des8tino, pues esto,.
si lrnbiesc sucedido, casi equivaldria á i·econocer, en cierto
gt"atlo, los soldados de Napoleon, y el gobierno de José, la
legitimidad del gobierno poi' ellos cal1 ficado de t'obelde.

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RECUERDOS DE UN ANCLl.~O. 193
Hubieron de terminal' lales desvaríos (por otra parte no
tan peligrosüs como habrian sido tres ó cualrn años ántes)
con lleg:w un pa1·te de Ill~ke, donde se expresaba tan bien
y con tan nobles pensamientos y afectos al referir su cles-
dicl~a á la pal' con la del Estado, qne le captó no pocas
voluntades, hasta colocarle en la opinion en punlo supe-
rior al que mere cía 1·eal y verdaderamente; porque si era
honrado y un tan~o instrnido, no Lenia las altaa dotes que
en él suponian sus parciales.
Importaba, despues de faltar nlake, nombrar nueva re-
gencia. Sus compañeros Agar y Ciscar, que despnes vi-
niei·on á recobrar el favor de los constitucionales, poi'.'
entónccs le lenian perdido, no dudandose de su L'ecta in-
tencion, pero sí de su suficiencia. La elcccion podia pa 4

recer ridícula, pues apénas habia España qué gobernar.


Pero fué llevada á efeclo con grande empeño de las Cór-
tcs y del público. Formáronse los dipulado8 en un remedo
de cónclave, encerrándose L'igornsamentc por uMs vein-
ticuatl'O horas poco más ó mén os. Espel'libamos delante de
las puel·tas cerradas con nolable impaciencia los que nos
crefomos interesados en cuestion de tanta importancia.
Circulaban nombres de candidatos, los más de ellos no
muy del gusto de la turba expectante_, m:'.ts exLeemada
aún que la mayoría de las Cól'les. Ent1·e los cinco elegidos
dis¡¡ustó, más que olro nombl'0, el del duque del Infanta-
do, sahit\ndose además que no !labia siclo del gusto do
Al'güelles y los suyos, en este caso vencidos, aunque ge 4

nernlmente vencedorns en aq:iel Congreso. El de mi tio


D. Juan Maria Villavicencio tampoco rué grato, aunque se
supo que le lrnbian volado los caudillos de los liberales, y
debo confesar, con arrepentimiento y vergüenza, que
pudo más en mi el fanatismo político que los lazos que me
unían al hermano quei·ido de mi amadísima y amantfsima
madre, y que ful de Jos desaprohadorns de la eleccion
siendo así que el electo, por sus muchas buenas prendas
13

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194 ANTOX!O ALCALÁ GALIANÓ.
aún gozaba de favol' sumo entre lo general de las gentes;
pero 10 conocia sus principios mon:'.il'qnicos que, descu-
biertos, al cabo hubieron de engend1·a1· mulua enemistad
entre él y los conslitucionales. De los otros tl'Cs nombra-
dos, sólo el nombre del conde de La llisbal, D. Enrique
O'Donncll pareció bien, lo cual ¡wueba no cslar dotados de
grande penet1·acion los que juzgaban á los recien elegidos.
Los dos restantes quedaron sin aplauso ó censurn, aunque
uno de ellos (D. Joaquin Mosquc1•a) fué elespues objeto,
más todavía que de acre vitupel'io, de bui•Ja amarga.
Era cosa de Yer las enhorabuenas que recibian los nue·
vos regentes y las esperanzas y los temores que reinaban
sob1•e su modo de gobernar, cuando faltaba un_.E~tado en
que pudiesen acl'cdilar sus dotes de gobierno, y era lo
más probable que no llegase ú haberle.
Ocupaba en medio de esto los ánimos el próximo jm•a-
menlo y promulgacion solemne ele la recien clallornda
Constitncion, ya !levnlia á remate. La fiesta que para ello
se preparaba no podía ser ostentosa, pero lo rfü•o de las
circunstancias le daha un alto grado de lustl'C. Scífalóse
para la ceremonia el Hl de Mal'Zo, aniversario de la subida
al trnno de Fernando, y por singular coincidencia, dia de
gala fo1·zada para los españoles residentes en la opuesta
costa, poi· sel'lo del santo del que se titulaba rey de las
España~ y de las Indias. En el día 18, pl'epnrndo ya todo
para la festividad, se veía que no se prestaria 3 favorecer-
la el cielo, pues lo que tal nombee lleva aparccia cubierto
á trechos de negrns nubes, casi segura señal de rec;ios
aguaceros, y áun de viento ful'ioso. Con todo, el nuevo
gobernador de C:icliz, el dignísimo general de marina, don
Cayelano V~ldés, juzgando más poi· su deseo que por lo
probable, asegu1·ó que segun su experiencia y habilidad
en predecir por el cariz el tiempo, podia augurar que no
seria malo el del dia próx.imo venide1•0, y reinando en
quienes supieron tal vaticinio igual deseo que el del vati-

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11.J::CUEill\ÓS nÉ UN ANél~NO. 193
'{)inador, cuyo acict•lo en tales casos era conocido y pon-
·derado, se entregaron todos á lisonjeras esperanzas, no
obstante ver cargadisimo el horizonte por la boca del
Guadalquivil', y pot' el mar alrededor del castillo de San
Sebastian, circunstancias que, estando unidas, son indicio
infalible de un viento vendaval arompañado de lluvia.
Acertó más que el general marino quien con ménos pasion
juzgaba tomando en cuenta el aspecto del cielo. Fué el
día de aquellos de que lrny pocos en Jo malo, y sin embar-
.go, pudo más el alborozo que la inclemencia del tiempo,
saliendo nrngnífica á su modo la fiesta. Había ya a1'reciado
un t::into el bombudeo, y la catedral estaba en uno de los
lugares más expuestos á la caida de los proyectiles; por lo
·cual rué elegida par~ que en él se cantase el Te-Delllm, ne-
cesaL"io apéndice de tal clase de funciones. la íglesia del
convento de Carrneli Las Descalzos, situado en la Alameda •
.Desde ella se descubre el mai· con la entrada del puerto
·de Cádiz y la costa desde Rota, asentada cerca de la embo-
cadura del Guadalquivir, hasta muy á la derecha de la ciu-
clad del Puerto de San la Maria, lugares ocnpados por los
franceses. Tronaba la 2.rtilleria en ambas conti·apuestas ri-
berns, aunque esluvic1·on en aquel clia suspensas las hos-
tilidades, siendo los cañonazos mei·as salvas, pero por tan
conLi·:.i.rias causas, que aquel saludo por un~ y olra parte
era un reto ó dcclaracion de pol'fiada gueri·a. Bien lo nota-
Jia al numeroso concurso que llenaba aquel paseo de Cá-
diz, y con notal'lo crecia en su entusiasmo. Era el caso de
que voy alwr~ hablando (segun en ol!'o pobre escrito mio.
he dado á notar). uno de aquellos en que un pueblo enlet•o,
sin dar lugar á la reílexioo, ohecleco á un impulso único
que le domina y arrnstra, pot·que, áun á los más opuestos
á li1 ley que se estalla promulgando y ensalz':rndo, y áun á
los más persuadidos de que la causa de la Independencia
estaba perdida, aquel acto, para los primeros odioso y
,para los segundos ridículo, si meditada y friamente Je con-

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196 Al'iTONJO AtC,IL\ GJT.!AJ\'0.
sideraban, embargaba, suspendia é inspit•aba un júbilo·
it'resistible. Apareció en esto la comitiva que del edificio
donde celebraban sus reuniones las Córtes \'enia (1 la igle-
sia. Componíanla los diputados fo1·maclos de dos en dos:
con ellos los regentes. Estaba formada haciendo calle por·
la car1•cra la tropa, ó, segun se dccia cntónccs, tendida.
El viento se habia desatado y sopbba como un huracan,
bramando y combatiendo, y casi derribando á las personas
expuestas il sus impelus: las nubes iban rompié11dosa en
torrentes ele agua despedida con violencia, awtando los
rostros, á la par que calando los vestidos, y los cil·cuns·
tan tes no por eso scntinn incomodidad grave, pues con
adtimanes de arrebatado entusiasmo, y ojos y semblanle
encemlitlos, gritaban vivas salidos de lo niás hondo del
pecho y oian ~on desprecio los cañonazos que en honor
del inll·uso l'ey de Espaiia disparaban los enemigos. Entra-
dos en la iglesia los dipntaclos y <lemas personajes á quie-
nes ele oficio tocaba asistir al acto solemne, y adeimis los
espectadores que cupieron, no desamparó la concul'rencia
las inmediaciones del templo, á pesar de lo desabrigado
del sitio y del rigor de~ viento y lluvia. En una rúfaga tron-
chó el como htu·acan un álamo de mediana 1·obustez que
esLaba a corta dislancia de la iglesia, y hubo enti·e quienes.
lo presenciábamos alguien que, por via de bui·la, califica-
se tal incidente de funesto agüero en cuan lo á la suerte·
del código objeto de aquella festividad; cosa dicha sin in-
tencion, pero que así podía habci· hecho suya muy de ve-
ras la persoua más supersticiosa como la m:ls sagaz y pre-
visora, po1·que la obra de Jos legisladores de Cñtliz estaba
destinada á morir en breve, ya triunfasen los franceses, ya
Fernando rescalado volyiese al tl'Ono, no pudiendo un
rey reducirse de grado á aceptar una ley que tanto rcs--
tl•ingia su podet', sin que esto sea disculpa de la negra in-
gratilud y bárbara y feroz injusticia con que al fin aquel
monarca, \'Uclto á su libfü·Lad y poder por esfuc1·zos de

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llECUllRDOS DE UN ANCrAl\0, t97
'\os constitucionales, si no solos, á la pa1· con los de opinion
~onll'aria, pagó con persecucion indigna beneficios con
que podía ir mezclada la equivocacion, mas no oLra idea
contraria á su autoridad; mal :iconsejado en parle, pero
tamhien llevado por no buenas inclinaciones propias. Mas
esto que hoy vemos no lo Yeiamos enlónces, ni ,·enia á
cuento en aquella hora pensar en Jo fnlm'o. Ateiid iamos
sólo á la grandeza y singulal'idad de la escena de que
éramos espectadores, y asimismo parte en mayor ó mencr
grado. No amainó el temporal, y al relit'an:e las Córtes y
el conctu·so, continnal'On el cielo con sus 1·igores y la turba
de concurrentes con su entusiasmo y vivas. Bullo horas de
descanso, ret.irándosc las gentes á hacer su comida dial'ia
á la acostumbrada hora de las tt·es de la tarde, y á poco
más de las ctialro de la misma, nueva cci·cmonia llamó al
pueblo ú las calles, á ¡rnsa1· de la continuada inclemencia
del tiempo. Había Jlt'epal'ados ei1 los principales sitios de la
ciudad cuall'o ó cinco l<iblados donde hahia de ¡mhlicarse
la ConsLitucion con solemnidad. Presidió este acto el go-
bernaclot· D. Cayetano Valdés, vestido de grande unifor-
me que estrenó pat'U el intento; circunstancia, aunque le-
ve, nolalJle, po1·c¡ue salia tan digno personaje recordarla,
pues, calado ele agua al desempeñar su encal'go, hubo de
perdei· aquel vestido algo costoso; pérdida de tal cual con-
sideracion en sus cntónces cortos hahel'es, y sacrificio que
hacia á la causa de la patria m'a misma con la de la Cons-
tilucion e:1 tan memorable dia. Terminó éslc tempestuoso
Y lluvioso, pero sin que hasta cerrar la noche dejasen de
estar atestadas de gen le calles y plazas. fü.bia weparada
una ilurninacion general, pero no fué posible llevarla á
.efecto.
Ya clcjo dicho que empezaban á caer 12.s granadas con
mas frecuencia que úntes, aunque sin periodo fijo. Pe1·0 el
16 de Illayo, prime!' aniversario de la balalla de Ja Albuc-
J'a, vino el mariscal Soult de Sevilla ú las lineas fronterizas

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~98 ANTONIO ALCAtÁ GAtJANO.
á la isla Gaditana, y como en desquite clel 1•evés padecida·
en igunl dia del año anterior, dispuso y llevó á ejecucioo
al ce1·rar la noche un bomb~t·deo más sel'io por su dura-
eion que todos los antct'iores. Esto, si no aterró, incomo-
dó, y, como desde entúnces, ó de allí ñ pocos dius, siguie-
se el art'ojat' de granadas con regulal'idad, se creó con
ello un modo de vivir en los moradores adecuado á las-
circunstancias.
El método que ndopt.aron los fr~nccscs !né disparar de
cuatro en cuatrn horas sus trece ó quince obuses-morte-
ros. Tal rcgulai·iclad, po.1· más ele dos meses no dcsmenti·
da, trajo consigo un método de vida en los hubilantes de
la ciudatl, el cu~l corres¡wntlia con el peligt·o ú la molesli::i,
cont1·ibnyenclo ú hacerlos menores.
Las granadas aleanzallan como :.\dos tei·cios ó más de b
ciudad (l), y el olrn hasta el lln ele! silio qued ó indemne y
seguro. A él ac11dian a pasar la noehe la mayor parte de
los que vivian en los barl'ios ex¡rnestos. Hebosallan en
gen to las casas del lrnl'rio que lo era de rel'ugio, y era de·
temer, y se temió, que con el .rigor del vcr:rno, el hacina-
miento de perso1ws en espacios breves y cerrados produ-
jese enfermedades, y tal vez que asomase y se p!'opagase
.la fiebre amal'illa ('2). De este último ~ wle qne en en '1810·

(1) Es muy ele notar que el alcance de la primo!' g-ronada qmJ


entró en Cádiz (en Dkicm]lre de 1810) fue rarbml\ vez excedido y-
no muchas ignalatio por las que cayeron en su recinto hasta el 24
de Agosto de 18lí, último c\ia del bomliardeo, siendo lo comun.
quetial'se muy cortas hasta caer muchas en la bahía. Próximos ya
á retirarse los enemigos cayó una. en la iglesia ·de San Antm,io ex-
ceclienclo á todas las anteriores y posteriores, pero, como esto su-
cediese sabicla ya la victoria de Salarnau~a. y p!'BYiéndose la reti-·
rada del enemigo, no hizo el efecto que llabria hecho en otr<>
caso.
(2) Tam bien cu el paseo do la Ala mcdn, del cual una buena.
parte e¡¡taha fuera de tiro, y l a otra no era de lo más e:.: puesto,
<lormiaci muchos á cielu raso y áun solian llevar allí colchonoo.

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r.Ecur.nnos nE u~ A:-.CL\'.';O. 109
habia caido sobre la poblacion, aunque no recio como eB
i800 y -lSM, y que volvió á aparecer con algun más rigor
que en 1810 en 18.f3, cuan rlo por fort11na ya estaba C:ídiz
libre del asedio, nos libert6 aquel año como en 18 t t la
bondad de la Divina Pl'ovidencía. Pern el fundado temor
dictó pt·ecauciones. Los homlH'es, con ra1·a exccpcion, nos
quedamos á dormir en m1cstl'as casas. Otro tanto sucedía
en ~,;ncral áun con las mujerns de clase ménos acomo-
dada, siendo esta una de las nrnchas desdichas insepara-
bles de la polwcza. Las personas apiñadas en casas pm· lo
comun pcc¡ucífas, poi· ser cabalmente el Lar1·io seguro de
la ciuclud ano en qne alrnnclan m~s las ha hitaciones !'educi-
das que las esp3cíosas, tendian sus eolchones en el suelo,
y, no siendo las camas córnocl:Js, ni la estacion impropia
para pl1Sar el tiempo al !'aso, no bien se levantab:m y lim~
piaban y se a\•ialrnn un tanto en peinado y t1·aje, cuando,
sacando sillas flrnra ele ln puertas, se sentaban a conver-
sai· unas con otras. Concurl'inse allí como ú una tertulia
constante. Dmante los intcl'valos rcgllla1•es entre los dis-
pa1•os solian los rcfcgiados, ó digamos las reft1giadas, ir á
cla1· una vuelU1 :'I sus casas. A ve ces se des~uiclaban, siendo
sor¡irendidas poi· las f::'l'~nnclas ántcs ele volverse á sn asilo
ó :i veces cuando á él venian encaminándose (1). Al llcgm·
el término fatal, todos se ponían en escucha, aten tos al so-
Como esto e!'a en los meses dB Junio (h;ícia los fines), Julio y
.Agosta no l'GSultó de ello dniio. no sieurlo, por otra pa rte en Cádiz,
Todeaclo do niar. parj udlcbL ú la snhhl (~l ror~ io de 1~1 noc110.
(1) De esto ocurrió nn lm1ce en rn \ fa rniliu. qne cuento porque
puede servir de dará entendei· lo qnepasaba. En el intervalo entrn
los disparos hnhia vcni,\o d mi casa, situada en lugar, ni de los m:is
expues tos ni r\e los segtlTO'i, can otrn criacta, el arna d e leche que
lo ern de mi des grnciado hijo Dionisia .. Se descuidó hnsta dejar
pasa1· las cuatro horas de suspenRion del bombardeo. Entónces se
vino apresut·acla con el nfüo en sus hra7.os hácia el lt>gal' que ern
asilo de mi mujei- y parientes. Pero recien S(ll!da sonó lr. campauíl.
y sig·niú el zumbido d~ un~ g-mnnda qne vino á caer en In calle ñ.
muy c01·to tl'ecllo, cubriéndola d~ iiolvo nsí como(; la criaturn. Era

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200 A~!()~JO AI.CAL:Í. GALIA?\0.
11ido do la campana del convento de San F1·ancisco. Por-
que, pcr juiciosa providencia, estalla probiLido el toque
de camprnas en todo caso, pat•a que no sonase otl'a que la
de aviso, salida del aquí citado campanal'io, donde un fraile,
lwcho atalaya, puesta la yista en las batel'Ías francesas, al
ver sali1· ele ellas un fogonazo, daba una campanada, sien-
do estas tantas cuantos el'an los tiros. Al sonido de la
camjlana scguia rnmediato el estampido (que entónces no
era detonacion mas que en frances) del temible obús ó
mortern; venia luego el zumbido de la gt•anada por el
aire, y cuando no caía el proyectil en la mar, como so\Ja
suceder, daba aviso· de su caicla un recio golpe. Entra-
ba el averiguar dónde hab\a caido y si lwbia hecl10 daño
á personas ó á edificios. to primero ocm•t•ia rara vez; lo
segundo no pasaba del agujero abierto por la casi ino-
fensiva múquina de gueera. llabia risa áun cuando hu-
}Jicse miedo. En los luga1·es scgul'os, donde fa\l~ba el te-
11101' de desgl'acia en la JH'op1a pcl'sona, lwbia cuidado
pot• las más ó ménos quet·idas que estaban en sitio cx-
pucs~o, y áun por l;1s casas y muebles que podian haber
padecido clct1·imento. Lill1·cs ya de este cuidado, aunque
ciertos de haber de sentirle ign~l cualrn lloras de:>pt1es, se
enlt'egaban las gen les al buen humor, por lo comun com-
pañero de incomodidades no gt·aves. Pat·ccia como que
se eslaba en com¡1ctencia p;u·a hace r gala de supet•io1· mé-
rito conlrnido sobre quién vivía con más esll'C<.)hcz en
punto á espacio, ó con mónos regalo en punto a cama y
muebles.
Pern á ceiatm·as que viven incómodas se h8ce nece-
sa1·io prncm·at· distraccioues. En ello se ocupó la anlori<lad.
En el lug·a1· más lejano del a\canco de los fuegos enemigos,
so puso al modo de una fel'ia. llahia además allí un tal>lado

de Y~r. seg-nn me contaron, cómo entró clespavoriclay llevando e;;.


su ¡ierson3 y ropas seriales del rocíen oc unido lance.

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11.llCUERDOS nE t:N AliCl""l\O· 201
rara música inst.1•umental y vocal, que servia con frecuen 4

cía al iln á que estalla destinado. Tambien se formó una


como plaza donde se corrió por la sorLija.
El em!Jaj ador de lnglatcrra, que lo era entónces sir
Em·ique Wellesley, hermano del general que llevaba el
título de lol"(l Wellinglon, salia da1· bailes, si no eon b
suntuosidad que hoy se ve en algunos, y con lo que da de
si la oslenlosa grandeza de los señores ingleses, unos don-
de concml'ia la buena sociedad gaditana y la grandeza de
España y demas forasteros de alla categoría residentes en
Cildiz, pe1·0 hubo de ces:ll' en la coslumb1·e poi• estar su
casa muy expuesta á las granadas, porque sabiendo don-
de estaba, se rect'eubw los fl'::nceses en asestar alli sus
tirns, y tambien pol' estat' inmediata· a1 campanario de San
Francisco, oteo punto :í que ponian la puntería Jos sitia-
<lol'es. Pern si el agente diplorn ~1tico de la nacían, nucs-
h'a princi¡rnl aliada, intc1·1·nmpiú sns funciones deslinadas
al rcct·co tle l:.is clases altas, convil'tió su atencion al en·
trelenimienlo del pueblo todo, costeando fu~gos artificia-
les, conciel'tos al ait·e libre, y otras diversiones de clase
paeecida. El teatro asimismo era lugm· peligeoso, y ya he
contado en otro lugar que nos posó por encima y ca~ró
muy ce1·ca unn gi·anada, al cslar representándose con
loco aplauso la comedia de Martinez de la Rosa titu-
l¡¡da: Lo q1ie 1niede im emJJleo. Pensóse, pues, en hn~e1·
otro en el lu~·ni· á la suzon des ti1rndo á e~pecláculos,
clondc concurriese el púlllico, y comenzó la. obra, tra-
liajándose en ella con acti\·idad, y llegándose á cons.
trni1· un edificio mczquinísimo y de mal gusto, sólo pro-
pio para ac¡uollos dias, pero que hoy cstli en pié )'sirve
á su desLiuo, no sin dcsc1·édito de la cuila Cadiz. Tarnbien
se dió principio á una plaza de Lorns allí muy al lado.
Todo esto indicaba que esperábamos pasal' largo tiem-
JlO en la siluacion en qne nos yeínmos, y de hacet•!a lle-
"TTadcra. En medio ele tocio ello no eran desatendidos los

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~ú2 .\NTON!O ALCALA GALTANO.

pobres. Como de éstos habia y h~y mnchos en el bm•i·i()


llamado de Santa Mai•ía, de los ménos distan les de la linea
enemiga, se formó delante de la casa Hospicio, y á corlo
trecho del lugar de las dive1•siones, un cam¡rnmento en cu-
yas tiendas de lona tenían albe1·gue muchas familias, y si
bien no parecian tales habitaciones propias para pasa¡· en
ellas el inviemo átm en el templado clima de Cádi7,, se de-
jaba la eonsidet•acion de buscal' á aquella gente ol1'a mora·
da á la estacion del otoño, y entre tanto se remediaba en
algo el mal presente.
No puede decirse qué habria sucedido si semejante esLa·
do de cosas hubiese clm·ado mucho, {lilatánclosc hasta la
entrada de una eslacion en que no es agraclnble, ni fácil, ni
siquiera posiblc,' p~sar· grun parte de la vicia en la calle, ó si
logrando los enemigos dat• mayo!' alcance :í sus piezas, no
hubiese quedacto en la ciudad ele Cúdiz lugar comp1clamen-
to seguro. Por fortuna, nos vimos libres ele las ca!~midades
que eran de temer untes de scnlil' puesto á m:ís prueba
nuestro sufrimiento.
No me acuerdo si foé el 30 6 31 de Julio cu mido llegó
al Gobierno la noticia de la victo1·ia alcanzada por el ejé1·-
cito inglés en la jornada dicha por los vencidos de los
A1·apiles y por los vencedores ele Salamanca. Era á medio
dia; la noticia corrió veloz por la poblacion; so11a1·on ex·
clamacioncs allas y unánimes; cclclll'lísc con sal va el
tl'iunfo; respondieron al saludo con sns granacl~s los ene-
migos, y á cada tiro ele estos, corrnspondia pol' nuestra
parte un g1·ito ele alegda y clespt'eeio. Hasta contaban
que el fraile á qnien tocniln dar !ns campanadas para a11un-
ciar la venida del proyectil, á cada !!amarada que veia en
la batol'Ía fran cesa, no bien tocaba la c8mpana, saludaba :1
los enemigos de un modo que con poca rawn, s1 con uni~
ve1·sal consentimiento, pasa por obsceno, á pesar de que
su nombre suena set', mús que de otra cosa, de sas.·
tre1•ía.

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RECUERDOS DE UN ANC!AXO. 203·
De alH á pocos dias, como se espel'aba con rundamen-
to, se supo haber entrado en Madrid el ejército aliado ven-
cedor. Estas segundas buenas nuevas, llegadas al ano-
checer, renovarnn el entusiasmo, p arLicularmente en los
madrileños y demas gentes de las prnvincias del interior-
refugiadas en la isla Gaditana. Apareció de súbito y por mo-
vimiento esµontáneo iluminada la ciudad toda, y cantos
y gL'itos poblaban el aire, y se abl·azaban en las calles los
más particularmente inte1·esados en el recien sabido roliz
suceso.
Pero, asf y todo, el bombardeo seguia. Al mismo paso
iban los festejos. El tablado do la música no estaba ya
vacfo ni silencioso ni una sola noche. La fecunda vena pa-
triótica de Ar1·iaza babia dado de si una cancion nueva, cuy~
coro era:

Viva el grande, viva el fuert~


Que en la más glo!'iosa ~ccion
El furor francés conviel'le
En ve1'güenza y confusion.

Siendo la primei·a copla:

Ved cuál entre polvo y humo


Por los campos de Castilla
Va la búr·bara gavilla
Que era un tiempo su opresion.
¿Quién los bale y los humilla
Con el r:.iyo de victol'ia?
La trompeta ele la g\01·ia
Dice al mundo, Velinto1• (i).

(1) Adrede va escrito el nombre del ilustre lortl y general, no


como d.,be escrillirse. sil!O como se pronuncia en castellano y e!Y
necesario para La rinin.

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'!.!04 ANTO;-¡JO ALCAt.l GALIANO.

Como se ve, no era la composicion de lo mejor de un


poeta que ha dejado muchas buenas, ni tampoco acertó
quien lo puso en música; pel'o se oia con más gusto y en-
tusiasmo que en tiempo alguno pueden habel'se oido los
mejores ym·sos ó los sonidos más melodiosos.
Como clentL'o de una semairn, poco más 6 ménos (en la
noche del 24 al 25 de Agosto de f812), habiendo ya cesa-
do los disparos en la tat·dc, el i·uido de repelidas explo·
siones anunciaba que se estaban poniendo en retirada los
sitiadores; suceso~' ª espct•aclo. Amaneció el 25, y á su luz
viérnnse eYacuadas las lineas enemigas, y á lo lejos, por
el mismo camino de Iluena-Yisla pm· el cual en el B de Fe-
brero <le fS-10 habi::rn aparociclo los franceses, ir' mar-
chando las columnas de cahallerlu é infantería de los ene-
migos que pm·a nunca volver desocupaJJan la tic1·1·a de que
por tanto tiempo ha!Jian estado enseñoreados, dando poco
ménos que segurn vaLicinio de que en no largo plazo ha-
brlan de abandonal' Ja de Espafia; castigada as! Ja perfidia
y dura conduela del invasol', y recibiendo el pueblo espa·
ííol la 1'ccornpcnsa merecida pm· su primer arrojo y su no
desment.ida co11slancia.
La tarde del ~5 fué destinada por un gentío numeroso á
''isitar las balerías abandonadas del Trncadcro y la vecina
punta de la Cabezuela, de la cual salian las granadJs arro·
jadas :í Cadiz. A los que en el 1. 0 de Agosto de ·1808 había-
mos visitado el Retírn, nos parecia una rcpolicion de la
anterior escena la que presL~ntaba el campamento francés
en·aquel momento. tos obuses-morteros et·an ]ll'incipal
objeto de la alen0ion: se los miraba, se los palpaba, se les
decían injnt·ias, se los ca1'¡;'aba de despi•ecio, como si pu-
diesen ellos sentir el vituperio ó Ja burla. El viaje á aquel
punto se hacia por mar, pues por tierra Jrnbia que dar para
llegará 'él un lai·go rodeo; los barcos, á pesar de habet' mu-
d10s, escaseaban é iban atestados de gente, y todos ellos,
al volver, traían en el tope de sus palos un gran ramo de

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l\ECurmnos ni:: UN ANCTAllO. ~03.
hierba, como en señal ele que ya podian pisnrse los cam-
pos, saliendo de los ál'idos arenales á que por largos dias
habíamos estado reducidos. Es cierto que 1'aill8je como el
que venía en muestt·a traido del terreno del Trocadero,
nada mejor que el de la isla Gaditana, podia habe1·se halla-
do en esta última; pero no era del caso ser críticos tan
prolijos, y bien venía salucbr con gusto la señal que lo 1ira
de una feliz vuelta de la fm·tuna.
¡Ra1•a conclicion la del hombre! El vernos libres del sitio
no trajo consigo toda la alegría propia de tari fausto acon-
tecimiento.
A quienes se ba acostumbrado á la ngitacion parecen
la paz y trm1quilidad una situacion fastidiosa. Así es que,
á los pocos dfas de levantado el sitio, vueltas las gentes á
sus comodidades acostumbradas , era frecuente decir:
«8"e:1ci!ls á Dios que nos vemos libres de franceses y de
bombas, pero lwy que confesar que la Yida ahora es algo
pesada, y que en los 1'.lllimos apm•os del sitio era muy di-
vertida. Casi hace falta el oír sonm· una campana que sir-
va ele anunciar la venida ele una bomba.» Así ét•amos las
personas de 1812; as! serían las de ahora puestas en igua-
les circunstancias.

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IX.

CÓMO CAE t.:N l\UL GOBlER!'iO.

No in lenta quien esto esct'ihe, al cabo de lP.rgos años de


vida, rica en desengaños y no pobre en arrepentimientos,
pero en la cual no faltan casos, siquiera se engañe, en que
se ratillca en sus antiguos juicios, y en que la fria pruden-
cia de la vejez confirma los dados entre las pasiones de
una juventud ardorosa, ensalzar aquí una forma do go-
bierno á costa de otros, áun cuando crea hoy mismo que
hay en unos de ellos superiores calidades. Pero con toda
fornrn de gobierno puede gobernarse bien, 6, si no tanto,
medianamente, y con la mejo1· en cuanto cabe serlo, si no
en absolnto relativamente á oteas, es no solo dable sino
frecuente cometerse desaciertos enormes contra el prove-
cho comun, así como contra el derecho é intercs de los
parliculat'es. Ahora, pues, el Gobierno establecido en Es-
'(laña en Illayo de fS-14, sobre las ruinas del constitucional,
era malo por vat•ios Litulos, más todavía que por ser abso-
luto y ten9l' la pretension imposible de lograr de renovar
11na época pasada, y, si no 1•emota, separada de la que la

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208 A;'(T0:->10 .\l,r.IL\ G.\LH!'iO•

seguia por el campo de una revolucion llena de gl'aves su-


cesos y de consecuencias no ménos impol'lnntes de los
mismos, por ser ejercido sin justicia y tambien sin tino,
gui:.índole un espíritu de persl)cucion odiosa, que el'a, no
como otras, venganza de agravios, sino injusta paga. de
buenos sel'vicios, fallando concierto en las cosas y digni-
dad en las personas, inclusa l:.i mús alta. y sobre todo esto
siendo débil á la pal' que violento, y enceri·ando en si las
causas de una caida, á :a larga, rnfaliblc. Que tal caída
llegó, cosa es que consta, y áun quienes la lloraron y la
reputarnn no merecida por sus excesos, hab1·án de confe·
sar que lo fué por su torpeza.
Los padecimientos úe los constitucionales en -IS·U y
1815, en quienes eran tle las mismas ide:i.s causaron un
apcliLo de venganza vituperable, pet'O natural, y como era
de presumir, ansioso de sacirtrse, fuesen cuales fuesen los
medios.
Uno se p¡·esentaba de los peores, pel'o usimismo de los
más eficaces, señaladamente en aquellos tiempos en que
tenía el atractivo de la novedad, y el valo1• de SO!' no muy
usado ni muy conocido, cuando hoy, si no falto entern-
.menle de fueeza, está muy enllaqueciclo por el uso y por
la mayor facilidad que hay para descub1·i1· sus manejos 'J
centearcslarle. Ya se entenderá qua se va aquí t:i.hora ha~
blando clc un~ sociedad secreta. De éstas habia una de
antigua mala fama, condenada por la Iglesia, mirada con
horrot' por la gente piadosa, y áun pot· la que no lo Era
mucho con sospecha, á la que era comun atribuit· en las
grandes mudanzas del mundo model'no una porte que
nuncu tuvo, :íun cuando alguna haya tenido; on España,
harto novel enlónces, y g1·ata á los ojos de los innovatloA
res, porque era uno de los blaneos de la ira de los llama-
dos serviles, y hoy subsistente en varios pueblos donde
su existencia esta declarada, pero convertida en inocente
y un tanto simple jue¡¡o de vanas cei·emonias, 'i áun á ve-

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RECUERDOS llE UN A::ICJA!\O. 2ü~
ces en loable medio de ejercila1· la virtud de la béneficen-
cia. Habia sido costumbrn en los adversarios de la Consli-
tucion suponer á tal sociedad una fllcrza que no tuvo en
los dias de la guerra de !::;. Independencia, pues si l:iien es
cie1·to que contó entónees con algunos prosélitos, fué con
pocos, y éstos no los de superior influencia en los sucesos
de aquellos dias. Los invasores f1·anceses la habian esta-
blecido en Espafia, y en ella se hallinn aílliaclo muchos de
sus secu:ices, como por haeer có1·te :i sus señm·es, y tam-
bien como para dar al mundo, y darse :i si prnpios, una
prueba de que, despreciando preocupaciones añejas, al
servil· al dominado1' exlranjcl'o trabajabnn por la rcgene-
racion de la patria. Eslo mismo daba á la sociedad mal
colo1·, .áun á ios ojos de los más enteudidos y más ad1et~s
á las 1•eformas enll'e los sustentadores ae Ja causa de la
Independencia, de los cuales algllnos, como poi· ejemplo
Argüelles y sus amigos, no mirnlJan ni podian mil'ar con
favor cosa de que enm parciales y prop~gadores los se1·-
vidores de José Bonaparte y del poder frances, nuestro
odiado enemigo.
Pero vuelto al trono Fernando, restablecida la Inquisi-
cion, pe1·seguidos insignes patriot:is y amenazados otros,
el fanatismo y la 5ed de venganza uniel'On con estrecho
lazo á los adictos á la ConsLiWcion prosc1·i la que aún go-
zaban de \ibc1·tad. Los con::itos de restablecer la ley caida,
en muchos no pasaban del deci1· á las obras. Pero si una
conjuracion durndei·a era, cuando no imposible, dificulto-
sa, porque estaría ele co11linuo expuesto á ser descubierta
y deshecha con ¡;rave daño de los conjurados, nna sociedad
con sus ritos y ceremonias, con su órden y arreglo, en
que hay mucho simbólico capaz de in ter prelaciones, quo
asi puede ser nada como mucho, la cual, ctiaodo es conju-
racion, se disfraza un tanto pai·a que huya quienes sean
hermanos sin el temor ú escrúp~lo ele ser conspiradores,
era cosa muy hacedera. La hubo. pues. en España, y co-
14

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~to Al\TO:-i!O ALCALÁ GAUA:-iO.

menzó ~ tener consistencia h:'.lcia 18,16. Por una 1·ara casu:i-


lidacl, siendo muy extendidas sus l'n rn:i~, y :ilc:inzantlo :í to-
das las ciudades princíp:iles del reino, e\ t1·onco no víno á
cslar en la capital de la monarquín, sino en una ciuclacl de
provinci:i, y rs!a no de entrn bs de pi·imer ú1·den, aunque
llOl' muchos títulos ilustee: en Granada. Gobernaba á la sa-
zon aq:iella prnvin c i~ como cnpilan gener:il ele ella el
conde del illor,l1jo (1). Esto personaje había figurado mu-
cho en las cos:is de nuestra patria, acreditándose cle ambi-
cioso é inquieto, pues pasaba por cosa averiguada que en
i\Jarzo de '1808, en Aranjuez, disft'37.ado ele hombre do la
plebe, y llamúnclose el tío Ped ro, lrnhia c:ipílanc:ido ln se-
dicion que dcrrihú al pt'iílcípc de l:.\ P<1z, y pol' consecuen-
cia, annqne en vcrdau no de intento, movió a Cárlos IV á
hacer renuncia lle la corona. En la guc1'!'a ele la Indepen-
i:Irncia el númo conde babia representado al:;un papel,
:nrnquc no de los ele más nota 6 lnstrc, siendo á veces sol-
{lado valiente en el campo y nunca ~cncra\, y soliendo en
las ciudades trazar ó di1·igi1• nlbol'olos, ':uyo ohjclo era
apoderarsc él del rnando ó clárselc á algunos de sus ami"gos.
Restablecido Fc!'nJndo en el trono y ¡wesos y encausados
Jos ele superior rc11omb1·c entre los dipnl.ados 6 Córtes,
aparcci{1 con general adrniracion cleclal'ando conlea ello.'I
para contribuir á su conclcnacion el conde del Montijo,
accion tanto rn8s extraña, cuanto que él, po1· su vida ante-
rior y opiniones conocid~s, mf1s parecí~ de las opiniones
do los constilucionaleR que de las contrarias, y por otra
parle, cutlnto que, ~nsente casi slcm¡we d<ll luga1• en que
celebraban sus sesiones las Córles, poco podia sJber de
ellas sino por rumores vagos. Pero como no era en él cos-
tumbre ni perseverar en un sistema ni dejar que no ha~

(l) No el último conde del ~fontijo, padre de la emperatri?; d~


ioA franceses, cuballera de altas prendas y muy pacillco. sino ll1l
hermauo may:Jr, muorto sin hijos en 1834.

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2H
"blase de él la voz pública, ello es que, llegando á Granada,
cslableció allí la sociedad secreta, que se difundió poi·
l.oda la mona1·quía siendo él general cal)eza del cuerpo
.conspirndor, y teniendo igual carácle1· la pa1·Le de la socic-
<lad de que era in medía Lo pt·esídonLe. Que a3pit·ase tal soA
ciedad desde luego al restablecimiento de la Conslitucion,
dudoso es, y áun puede decirse falso; pe1·0 al cabo era
una asociacion prohibida por las leyes humanas, y áun po1•
fas divinas, y en España, en 1816, por fuerza había de sel'
una máquina de guer1·a, cuyo juego, si ya no cuyo objeto,
sel'ia conmover ó derriba!' el trono, pues que combatía los
cimientos en que el de '18·14 estaba asentado. Se multipli-
caron las sociedades; hubo una en Madrid, poco notable
por la calidad de las personas que la formaban; gente ar-
dol'Osa, pero de poco nombre ó corlo inllujo. No podía fa!~
tar una en Cat!iz, pueblo scíialado por su adbesion á la
Constilucion cilÍda y la consiguiente avcrsion al gobierno
del rey Fernando. La hubo, pues, y me tocó (pues l'uerzu
~s hablat' de mí) lwcor un medinno papel en ella.
Babia yo vuelto de Suecia, donde era secretario en lri
lcgacion de España, en el otoño de ·1814 con licencia pat•a
restablece!' mi salud, tan quebt·antada por algun tiempo,
que pm· rara fortuna habia escapado, como suele decirse,
de las 1me1·tas do la mnei·tc. l<:n Gothcmbnrgo habia sahido
los sucesos de Mayo, la clisolucion de l~s Có1·tes, la prision
de los diputndos ele mas importancia y de otros costitucio-
nales. Llenúmc tal noticia de imlignacion, la cual subió de
punto cuanclo á mi regreso á España, veriílcado muy en
breve, pasando por Inglaten·a, me vi en Lóndres con al-
{l'unos de los que se habían salvado de In proscripcion co11
la higa, y entre ellos con Gallurdo, á quien miraba yo con
estimacion superiol' á la de que era digno, si bien alguna
merecia, no habiendo sido justos por lo excesivos, ni su
anteriot· altisimo concepto ni el descrédito absoluto en que
cayó en sus últimos años. Cuáles eran nuestros pensamien-

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212 ANTONIO ALCALÁ GALTANO.

tos y afectos de odio al Gobierno cstublecido en Madrid~


bien puede presumirse, y á ellos eort•espondian nuestros
propósitos de venganza. Promeli yo á los desterrados con-
tribuirá su logro, en cuanto pudiese; promesa hija de loca
presancion, pc1·0 cuyo curnpl!mienlo hubo de tener efecto
por un conemso dG singulares cii•ctrnslancbs. Pero llegado
á Cádiz en Octubt•c de tSH., no encontré ni el menm· me-
dio que pudiese dar espcratna de hacer co~a alguna con-
tra el Gobierno, á la sazon pujante. Gobernaba entóoces á
Cádiz y tambi1m á Andalucía el conde de La Jfübal, y es-
taba extremándose en dai• pruebas de ndhesion ~l Gobierno
restatArado, más ofensivas á Jos caiclos y á los parciales de
éstos, que conducentes a\ fin de dar lÍ la autoridad ve1•da-
de1·a fuerza. En una mañana apnreció en la plaza de San
Antonio un cañon como amenqzando á una rchclion en qne
nadie soñaba, é invadida y convertida en cuerpo de guar-
dia una casa-café allf situada, á cuyo duefio, al intimai·le
que entrngase á los s0ldados aquel l ug~H' dcslinado al re-
creo público y al provecho de su prnpiela1·io, se le hize
entendet• que era aquello castigo, ú modo de purgar la at-
mósfera de una pieza, donde en los d1as del reinado de la
Conslitucion habían los concur1·cntes halilado del Rey en
tél'minos descom edidos. A esto se seguia querer reconci-
liat• el mismo general á muchos matl'illlonios 1lesavenidos,
· y casligar á pet·sonas por ít•reverencias ligeras en los tem-
plos; cosa llevada más á mu! poi•que al mismo tiempo vi-
via, si no divorciado, separaclo de su mujer, y entregado á
escandalosos amoríos, :i punlo de habc1· llegado ú las ma·
nos en la escal~ra de su casa, por disputarse el papel pri-
mero enlre sus queridas, dos señoras, si dignas de esta
califiracion pot· su clase, no cierlo poi· sn conduela. Todo
ello hacia odioso al Gobierno, pero aún 110 era tiempo de
que el odio pudiese hacer más que maldecir en voz baja.
Enormes dcsgmcias domésticas que cayeron sobre mi por
aquellos dias no me pel'lniliet•on pcnsat' en otra cosa que.

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llECt:Er.DOS DE Uli ""C!A~O.

·en mis aflicciones. La tentaliva de Mina, cuya índole


no llegó á set· conoc1da, aunque 61 llaya imp1·eso muchos
años despues que tenía por objeto restablecei· la Cons-
titucion, y Ja de Porliel', claramente encaminada al fin que
supuso despues ~lina habe1· sido el suyo, malogradas
ambas, pasaron pronlo sin clejai· otra huella que dos ejem-
plos. Ni una ni otra fuernn t1·azadas en las sociedades se-
crel~s.
Empezaba Ja de Cádiz á trabajar con aJ¡;·una frecuencia
en 18·!7. Púl'O fUS trnbajos se quedaban en vanas ceremo-
nias, aunque muchos no nos dedicábamos á tales juegos
sino con propósito y esperanza de que fuesen comienzos y
medios de cosas muy grnves, en tanto que otros con el
juego se contentaban por lo que tenía de mislerioso, y p01·
parecel'les un triunfo sohrn las pl'Cocupaciones, sin que fal-
tasen quienes, conocicn<l0 cu:ín natural era pasa!' á véras de
:iquellas como bul'las, quisiesen diforil' todo lo posible el
tl'ánsito, teniel'Osos de agravar su peligrn, como si el que
c01·rian ya fuese corto.
De estas disposiciotles se vió un ejemplo en 18·17. Hizo
el infeliz general Lacy una tentativa de proclamar la caida
Conslitucion en CutalL1i1a, llegando á cla1• pl'incipio :í su em-
presa; pe1·0 viú muy en breve deshecha la escasa fuerza
que le segnia, y, cayendo él prisionern pa1·a pasar en
ll1•eve del encic1·ro al suplicio, huycrnn varios de sus sc-
-cuaces hasta logrnr ponerse en salvo. De estos fugitivos,
el general Milans, con algunos pocos, llegó :í Gibl'allat',
donde se de(uyo pocos di~s. No era la gran sociedad se-
Cl'ela, ya entóncos vig·orosa JJOl' lo cxtcnclicla, la que lrnbia
tramado la conjlll'acion de qne rué frnto inmetliato la fatal·
empresa ele Lacy. Pcrn participaban Jos asociados de las
ideas de los complicados en el alzamiento, y así fué que,
no bien rué sabida la llegada ele lllilans y los suyos á Gi-
b1·a1tar en Algeciras, cuando de la sociedad residente en
--esta última poLlacion pasarnn á la fortale2rn inglesa comi·

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2{4 ANT0:\10 ALCAL~ GALJA;xO.

siC'mados á verlos y consolarlos, y en cuanto era posible 1f.


favorecerlos, siendo una de las muestl'as de afecto que les-
dieron inicial'los y afiliarlos. De esto envioron pi•onla no•
ticia á Cádiz muy ufanos de su hecho los do Algcciras, so-
licitando aprollacion con algo de aplauso , poi·r¡ uc en
la jerarquía de la sociedad ei·o aut.ol'idad superior de la Al-
{iecii•eña la Gaditana. Presidia esta úllíma a h sazon don
Joaquín de Fl'ias, oficial de la real Armada, que en dias pos-
terioi·cs m<is de una vez llegó á sor ministro de Marina;
hombre de mediano t~lenlo y un taulo de inslruccion su·
perficíal, solemne en sus modos, campanudo en su lengua-
je. que b~liia sido encausado como constitucional en ·1814
y condenado á una pena l<ive, y quo dcspuos, corno escama-·
do, andaba cauto por demas en punlo á conll'aer comprn-
misos, annque con inconsecuencia no exlraordinai·ia en
los hombres, no dejaba de persistir en :ilgunos que bien
podian serle fatales. ~llo es que Ft'ias dcs~1prnb6 l:i con-
ducta de los que por celo excesivo se habían pl'opasado á
patl'o~inar :í los c6mpliccs de una rebeliun, si bien, ahue-
cando 13 voz, con frases peinadas, y corno fingiendo Han lo,
lamentó la suerlo de Lacy, á quien comparó con el asesi-
nado maeslrn de obi·as de Saloman, personaje imagí nario,
cuya catástrofe sac6 todavía m:ís ayes y lógrimas aparen-
tes ele su elorliadoi· que la verdadera y 1·ccicn ocurrida del
general su contcmpol'ánco, que acallnha de caer vieli ma
de su a1·1·ojo imprudente. Pero á varios de los presididos
sonó pésimamente lo dicho 1101' el ocupan le de la silla ]ll'e-
sidencial, y al revés, pai·eció la conduela de los bel'lnnnos.
de Algccil'as loable en alto ge::ido, y como propia de
los lines para el logro de los cuales existia la sociedad se-
Cl'Cta en l.\spafia y en aquel liempo. Nada furnwl hubo con
todo de l'csolvcrse, ni habia·necesidad de resolucion, por-
que los escapados de la calústrore do Calaluña, salidos
ya ele Gil.Jraltar, iban navegando para nuenos-Air~s. y
el pensamiento do hacer lo que ellos habian ltetl10 coo. in-

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IlllCUEnnos DE 11N Al\ClANO.
fatista rortuna á nadie ocurría p.or entónccs. Así es que
el hecho que acabo aquí de 1·eferit· sirvió sólo de mos·
tral' la índole y siluacion de las sociedades secretas en
aquella horn, dispuestos á un levantamiento los más
de quümes la compoNian, pero no todos, y unos y otros
resueltos ó resignado~ á re milir la salisfaccion de rn deseo
á época más ó ménos distante, en la cual pnuíero conlarsc
con medios ele que cntónces se vcinn todavía comple-
tamrnte faltos.
Poco des pues un suceso, que pudo ser fecundo en trago·
dias, pero que tuvo cortas consecuencias, Yino á cau5ar
fundados temo1·es en todas las s ociecl3dcs que ert\n ramas
del trnnco aún subsistente en Granada. La de Madrid
fllé descubicrt~ , procediéndose á disponer la pl'ision de
quienes la componi:m; pero casi todos huyeron, y sólo cayó
en poder de los tt'ihnnales D. Juan Van- Halen, coronel en-
tónces, 6 teniente coronel, si· no me es infiel la memoria.
Era conocido Van-Halen por sn extremada lravesnra,
acrccliL~da en 18lf. en una aecion que estuvo á pique
de costarle la vida, y qne le merncirí altos elogios de las
Crírles y del Gobierno eonstilucional aún no caidos, sin
que el Rey restm1raclo declarase con SLl aprnhacion ú Lles-
aprobacion maniíesladas en consideraciones ú despego al
mcbviduo celebrado y agl'aciado hallc1· tomado en gran
cucnt~ sus sel'vicios. Ello es que Van-Halen, sin duda afi-
liado cri las sociedades sccrct~s, si no patrncinadas, tole·
radas por el Gobiet'no de José BonJpal'le, al cual él servia,
bnllia cu-la Sociedad nueva ó alle!'adu que de la un ligua
Lomaba rilo y formas. Preso ya este personaje, y puesto en
la e~1·eel de la Inquisicion, á la cual tocaba juzgarle,
no rué trnlado, seg'lll1 parece, con rigor excesivo. De allí á
poco se susm•1•ó que V::rn.-!Jalcn hahia sido llovaclo ante el
Rey mismo, á ruegos del mismo preso, ó poi· 1nandaclo del
l\Ionarc~. Añadíasc que súbdito y Rey lrnhian t~nido un:1
larga conferencia, cuyos parlicu!at•es eran referidos de

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216 A1'TOXl0 AT.CAT.Á CALTA:i'Ó.

muy diversos modos, cm·:·ieutlo versiones, sin duda ioius-


tas, en que se acusaba á Van-Halen ele haber hecho reve-
laeioues, cuando ménos, impl'opias; y sosteniendo otros
que hahia ll'atado de per3uadit· á Fernando á que capita-
nease la Sociedad que le inspit·aba odio y miedo, hasta
convert.iela, de enemiga que le et'J, en su firme apoyo. Las
verdad que de tan singular conferencia (si es que Ja hubo)
no resultó cosa alguna not(lblc, ni creció ó se cxlendió la
pcrsecucion, ni en el ll'alo dado al encat·cclado hubo
ugravacicrn en la durnza, ó clase may01· ó mrmor de alivio.
Lo que ~íiaclió singularidau á estos sucesos, fué que muy
en bt·e,·e se escapó do su cncicrl'O el cautivo, y de :.illi á
poco, de E3paila, ej ecutando su intento con facilillad tal,
que hien ~claraha cuán dislanle estalla la Inquisieion
de 18 l7 de sGr Ja ele los di as de los i•eyes austt·íacos. Asi
es que no faltú quien supiese haber siclo J~ fug:i de Van-
Halen protegida por poder muy supct·ioe; pero falla funda-
mento ¡iarn tal rnspeclrn, slcndo cierto que, al salir el
pt·oso fué farnrecido por personas, aunque amigas suyas,
enemigas del Gobierno y de la col'te existentes.
No dejó de tcnct• comccucncins el descnlll'irnicnlo de la
rama de Ja Sociedad r¡ne 1·csidia y tralrnjalrn en i\I:.icll'id. En
lat·go tiempo no lle¡;ó a j 11ntat'se, fugitivos unos de los
principales socios, y otros siempre rcc0lando, y por lo
mismo no dando nuevos motivos q1w los sujetasen á per-
secucion. Asi es que en 1818 esl;1ba como eola J:.i red que,
un afio ánLcs envolvía la rnayot' parte de España. En
la misma Gnrnatla haliia d1:>saparccido la ~uloridad superior
de un cuerpo tan temible. El conde del ~lontijo ya no man-
daba alli, y, ó cansado dd ollcío de conspit·ador, no obs·
tante tenerle suma <lfiCÍOLl, U lEmeroso, VÍVÍa Sill ser l110a
!estado; p<:irn habia cesado de sor objeto ele consicleracian,
ns! como J}at•a el temor, para la esperanza.
lilas cuando iba á empezar 18-19, las materias que encer.
raha la alrnúsfera política, como neutralizadas por algun

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REC.Ulll\DOS DÉ UN ANCIANO.
tiempo, fucrnn agregándose hácia Cádiz pa1·a formar allí,
apiñadas y en buena situadon de hacer efecLo, negrísima
nube p1•e:ño.da de recia tormenta. Se lcrnbia reunido en
la Anclalucía b'.1ja, y estaba destinado á pasar á América á
intentar la reconquista de ar¡uel!as perdidas posesiones de
la cornna ele Es¡wñ~, un oj~1·cito que poi· Ja col'ledad lle su
fuerza apém1s merecía el nombre lle tal, JlC'l'O que, atendido
cufll era el eslado de nucstrn nacion cnlúnces, no dejaba
de se1· considfü•alJle. Al frenle c\0 él habia sido pueslo d
conclc ele La llisllal, cuya condicion muchilJlc y ambician
inquieta, si no eran ya eos1 conocida, d:;Jnn motivo fon~
dado á recelos en qui en (kposit ase en él su confümza para
empresas 1mporlanles. A los soldados, y úun 3. los oflci~les
poco instruidos, !'epugnaba atravcsal' el mat· pa1·a il' á
aporlar á tie1Ta rngl'ala y enemiga, donde L'Bpetidos eje01-
1ilos ~cl'cdil~ban que lrnhi;i que recogcl' escasa glol'ia y :ínn
más corto provecho, y que lcmer todo lir.nje de eahunida-
des. Yo, al sali1• de Cádiz, en -LSH:l, la expodicion mandada
por el gcncl'nl ~!orillo, había habido tcmor0s de un levanta-
miento de los so!rlaclos; pcrn cnt1lnccs la idea de un movi-
miento favorable á lo llamado libertad reinaba en pocos, y
ademas, el gcnc1·al ora ducfio de la confianza del Gobiomo,
y la rnernc1a. OLras Cl'an las circunst.ancias al cspirn1· 18-18,
as[ en punto al espil•itu de las tropas como tocante ala ca-
lidad de la porso11a que las mandaba.
Al sabc!'so on Cádii que venía á ser gobernador militnr
'Y político de la ciucbd, así como capil.nn general de Anda-
lucía, juntamente con ser jc!'e del ejél'uito destinado á
Amét•ica, el conde de La Disbal, fncL·on grandes el cl cscon-
tenlo y el miedo. Se rccO!'daban las gcnt1;s los cañones
puestos en la plaza de San AnLonio; varias tropelías come·
tirias contrn las pct·sonas; en suma, actos de liran(a clcscon-
ce1·t3da, y por lo mismo temible en ma,Yor grado, pues no
es fácil pt·ec:werse de sus rigoi·cs. Pero el conde, no bien
Jlegr) á la einclnd donde babia dejado nada buena fama,

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218 A'.'ITO~!O ALCALJ GAL!H:O.
cuando se moslt·ó lan ~roeado de lo que haliia ~:!li sido, qu~
en cortesía y benignid:id, si no exeedia, igualaba ó los más
queridos entl'e sus predecesoJ'es. Corría la voz ele que
tanta mudanza en las modos enceri•abn olrn igual en las
ideas sobre cos~s de supcl'io1· cuan lía. En una pulnbr~, el
conde de La Gisbal p3s11ba poi· convenido á la dot:trin:l
constitucional, y tanto que, ú m:inera de otrn SaHlo, ern ya
un Pabto i·esL1ello á p1·opagnl' la fo nueva que hahi:i abrn-
zado poi· los modios rn:'ts elieaces que los de ln predicacion
que en ~u mano tenia.
Mucho encerl'aban ele cicdo eslos t•1rn1ores, segun vinie-
ron á prol.Jar los sncesas, si l.Jien prolrnrnn asiinismo que
tan poco podri un ~ontar con su nuevo campean los consti-
tucionales, corno el Gobierno que acababa de poner en él
su confianza.
En aquellos d1as yo aen baba de ser nombrnclo scci·ctario
de la legacion de Espai1a en Rio-Jancirn, donde rosidia el
rey que lo cea asi del llrnsil como de Pol'tu~al. En '18-18 me
había trasladado de Cr\diz á :lladt·icl y sido relevado del
caego de secl'elario de la 10¡;acion do S. ill. en Suecia,
cargo que habia conservado como tilnlar , y gozando
de licencia por ce1·ca de cuat1·0 2fios dospues de habe1· sa-
lido de aquella corte remola. m tenaz 11rop1)~ilo poi• lan
largo plazo lrnbia sido no sei·vi1' a\ Gobiel'llo, que OlÚaba;
mis conatos encaminados á clerl'iba!'lc. Pe i·o p::tsaba el
tiempo, y no veia ~oñal que me diese l::t rn e nor esperanza
dg alcanzai· lo mit·ado por ml como nn bien y ardiente-
mente apell'.Cido. En \ladi·id no enconti·é Sociedad foema-
da. Así ~s qnc hube de r¡;signarnrn ú sali1· de España con-
tinuando el sel'vicia en mi ca1·1·ern. Fui, pues, nornbrndo
para el C'.lrgo en el Dt-asil que poco :ínlcs he dicho, y en
f-:nel'o de mm me pnse en camino para C(ldiz, l'CStielto á
emharcal'me a\lí para el lejano país á (1ue me llevaba
la suerle.
Pero cuando ilegué á Andalacía en los dias úlLimos

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J\ÉCuEnnos nE u:-; AKCIANO. 21~
Cle Eiiet•o hnllé tan mudadas las cosas, qne lo :.\nles cleses-
pcracion y desmayo, pasó á ser fnndada cuanto lisonjera
esperanza, que Ll';IJO consigo renovados brios para L1·abajar
en lo que en mis circunslancias el'a ceiminnl empresa.
No sé lo que son las sociedades secretas desde ·l 82:J.
l1asla el dia 1m~sentc. Que de ellas ha habido muchas, es
conslanto; que aún hay algunas, es probable; pe1·0 que no
son ni hnn sido desde mucho ac<i lo qne eran desde tS 16 -
hasta 1s:w, me p3rcce fuera de duela. Son ya muy conoci-
das; csl~n muy gastad~s por el uso; 1·cínan sobre ellas mu-
chas ménos ilusiones. Puede ser que como lodo viejo es-
time yo las cosas ele mis mocedades en grado supeeio!' al
de su mci·ecimiento, y tase las de ahoL·a en v~lor infcl'ior
al snyo real y vcrdadern; pero hay una razon que me per-
suade de que no me engaño. Las Sociedades de aque~
tiempo tenian en la vida polílica el aL·dor y lozanía de la
juvcntnd, y la pt11·eza de la virginidad; las de !Joy adolecen
do ?a frbldad y astu•!ia clo la vejez, y á ftiet·za de dar fruto
están, si no cotTompidas, cslrnpe:tdds.
Los hermanos de ·!Rrn lenfamos baslanlc de fratel'ílal en
nuesl1'0 modo de considcra;>nos y tratarnos. El comun pe-
ligrn, así como el cornnn empeño en una larea que veíamos
tralrnjo~a y di\'isamos en nncsL1·a ilus[on corno gloriosí-
sima una vez llcv~da a feliz rema Le, nos nnia con esL1·echos
lazos, que, p01· otro .lado, et'::lll sobrcrnuuera ~gt·adables,
pol'que conti·ibuimi en mucho al buen pasaL' de !a vida. Asl
es, que al ponct· el pié en Se\•illo, donde yo habia parado
poco tiempo, me encontré rodeado de numerosos ainlgos
íntimos, ú los mús de los cuales sólo babia h:1blaclo nna ó
dos veces en 6poca antcrio1·, cuando á olrns vcia enlúnces
por la vez primera. Al momento fuí informado de que en
f.údiz estaba t.odo pl'cpnraclo para un lovantarníento en que
<-1 general puesto al fmnLc de sus tropas, hRbin de peclii·
~l P.ey, en términos que hal'ian de lo llamado sú¡ilica pre-
cepto, si no el res!alllccimienlo de la ConsLitucion ele l 8·12,

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-220 ANTOXIO ALCALÁ GALIANO.
poco ménos; esto es, I~ sustitucion del sistema de gobict•11 o
de las mona1·quias moderadas al entónccs vigente, califi-
do por su ¡ll'Opio consenlirnienlo de absoluto. De todo esto,
g1·an parle era verdad; pero habia bastante ponderacion,
porque el conde de La Bisbal sabía la con.ju racion, la tole-
raba y hasta Ja fomentaba; pei·o se delcnia, daba laq;;as,
y rctroccdia; incierto siempre, pues que, llasta al dar el
golpe contrn los conjurados, le dió de tal manera, que Jos
dejó con fuerzas lrnslantcs para eonverti1· en triunfo lo que
habia siuo derrota.
Los pocos di as que me detuve en Sevilla (y pasé allí tres
ó cualro sin motivo parn tal clelencion), fueron para mí
muy lisonjeros. Se hablaba do nuestra empresa con poco,
si lJien con algun fecalo. Qno asi hiciesen entre sí los ke»-
manos, todos elios conspiradores, natural era, pel'O á mu-
chos de los profanos cncubrian mal ó poco el proyecto quo
los tenía ocupados. Salia estar en tI'aLo frecuente con nos-
-Otros mi sujeto no de Ja Socicda0i, y por consiguiente no
de la eonjuracion; hombre si ngulal'isimo en pei·sona y mo-
dos; de estati,i1·a muy elevada, si no gm·do, rehecho, con
la cabeza pobladisima de pelo un Lant.o mal peinado, ó á
lo ménos no peinado al uso, con el vestido nrnl cortado,
dado á farniliat·izat·sc con gen le á quien conocia poco, ha-
blad0t', y que ¡iarecia, como lo et•a, llien intencionado,
franco, servicial, y en el Lt·alo agrn~lable en grado no cor-
to. Este llomhrc, con r¡ uicn fué mi suerte teabajar unido
muchos aüos, que tuvo en el alzamiento do Enei·o de -1820
una de las pat·les principales, que despues ha hecho gran
papel er,1 la historia de nuestra pat1·ia, y del cual por no
breve tiempo he sido amigo poiilico, y por más lal'go pe-
riodo cont¡•ario, viniendo en sus últimos di3s á ronova r
nuestra amisl~d pl'i'l'ad3, y siendo de· los que más han llo-
rado su muel'lc, er~ D. Juan Alrarez y blendiza!Jal. Siendo
de pocos conocido enlónces, era socio y principal agente
de la casa de comercio (Je Bei·tran de Lis, y tenia á s:i

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l\ECUETIDOS Dll UI( ANCJANO.

cargo~ las provisiones del cj6rcito llamaclo expedicionario.


La familia dci Bertran de Lis acababa de pet"der uno de los
hijos, del que era su cabeza, mue1·to at"cabuceado por ór-
dcn de Elío, á quien sin t'non echábamos en cara como-
un asesinato lo que sólo fue un acto de rigol' ct·ucl, ejecu-
tado con la ferocidad pro pin del can\cter de aquel general,
ele mala condicion y durísimas cnlraflas. Un hermano de
la victima et'a de los m:.\s ardientes do la sociedad secreta
y de la conjaracion; pero á filcmlizabal no se lwbia dado
entrnda en la primera, ni pctrlc en la segunda, no sospe-
chándose en él las calidactes que dcspues descubrió, y las
cuales llegarnn á dar tanta irnportnncia á su persona. Es-
tando él en conlínt10 roce con los conjurados, poco reser-
yados en aquellos dias. algo sabín de sus proyectos y más
t1·ataba de avcrigum·, deseoso de llllllit• y seílalarse en los
sucesos que se· pl'eparaban. Como yo le yicse enLL'e mis
amigos ó kcrmaiws, estos me avisaron que no le ..:ontába-
rnos An nuestro gremio, si bien nada recelaban de él, mi-
rúndolr; como segurn, pern ele poca cuenta. Mas, con so1·-
presa mia, esta misma pel'sona, que conmigo tenía tan
poco trato, me llamr) tí pa1·te y me dijo, que pues LL'atába-
mos de hacer una re vol ucion debíamos proponernos lla-
mar otra vez ¡1\ trono al anciano C:il'los IV. Tal desvarío
lrnl.Jia ya ocurrido á mejores c::ibezas, y :.íun habian dado
pasos pat'a ello al~tmos constit.ucionules de !os á la sazon
desterrados, pero con tan mala fo1·luna cuanto escaso
acierto. Esto ::1pa1'le, ruese ó no descabellada la idea, ha-
cerme tal pl"Oposicion, á mí, empleado del Gobie1·no y
recien llegado á la corte, un hombre que apónas me cono-
cia, da á entender á la pal' el eslado de los :ínimos en
aquellos momentos y la singulariclad del cm·áct.er de l\Ien-
dizabal. Como debía suponerse, respondí yo 3 éste ha-
ciendo do su propuesta ohjelo medio de bul'las, medio de
vér3s, no ofendiéndole ni dándome por ofendido, no ha-
ciendo protestas hipócl'Ítas de auliesion al Gobierno, pero

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A!iTON!O ALCAL,\ GAL!ANO.

Lt'alanclo de vanos proyectos ó ilusiones los pensamientos


de cont!'ibuir á una revolucion que se figuraba él que yo
abrigaba. No pasó de aqui por cnlónccs tan curioso inci-
-denle: en mónos de un afio, Mondizabal y yo, de acuerdo,
fuimos los dos los principales cnlre muchos qLJe lograron
el restablecimiento de la ConsLilucion ele ·!8·12, dando asi
principio á la sede de rtlvoluciones y conl!'ai·eyolucioncs
.que han venido á hacer una España nueva Lan deseme·
jante li la anligua.
Llegado yo a C;idiz 81 comenzar Febrero, me encontré
..fln una escena animada. La conj uracion estaba adelanlad~,
palrocinúntlola el conde de La Bisbal; pero por• medios ro-
deados, como e1·a indispensable en su silmeion, si bien
usando de nuís artiílcio que ·10 que esta exi¡;ia. Al pueblo
de Cádiz l1·ataba de hacerse ¡;ralo basta en friolerns. Como
de resultas de la muerte ele la r·cina M:tl'ía Isabel ele Bl'a-
.ganza, segunda esposa del rey Fcl'nando, estuviesen cel'-
rados los tcall'os, dispuso que en los cafés se jllgasc á la
lotería a prncios bajos, prnporcion:indo así 6 los ociosos
un onlrctcnimienLo no pe1·juclicial, aunque no loable. Con-
sintiú las máscaras en ca.rnaval, no en público ui de dia en
las calles, pern sí en casas p~rliculal'es con más f1'anqueza
. q:ue ánles ern uso. A esto agl'egú cosas de mayot· impor-
tancia y Li·asccndcncfa. De los conjur:h'os que fucl'On sor-
prendidos en Valencia lrnzando un levantamiento, y que,
.cay~ndo on poder ele Elío, fueron todos al s11rlicio sin de·
mora, uno liabia logr~~do escapaese y venídose á Cádiz,
·donde residía, sabiéndolo el ¡;iencl'al gobernador, que le
daba ampal'O á pesar de qnc rccibia repetidas ót•clenes de
tuscal'lc y prcndc!'lc. En tanto, las juntas de la sociedad
secreta menudeaban, no tan de oculto que su existencia no
.fuese sabida tle muchos que de ellas no cnrn paet.e. De tal
-estado de cosas fuerza et•a que tuví(>)se noticia el gobierno
.de Madl'id, que n~cla hacia, ó ya temiese al genel'al viendole
,cabeza y dueño de un cjót·cüo al cual no ¡·lodia opone1· olro

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ni:curmnos IlE UN ANCÍANO.
España, ó ya fiase en promesas do conlencr la rcbelic.n en
la hora en que llegase á serlo; prueba todo ello de flaqueza
junta con perfidia. Cinco meses hubo de <lu¡•at· tal silua-
cion, plazo ciertamente largo para negocio de nalul'::tleza
tan peligrnsa y aprcmianlc.
Como c1·a natu1·al, los conjurados se impncicnt11ban .
.¿Qué agu a1·claha el generan E.rn la V'.JZ cornun J'ª con algo
de queja. A 0sta, que tenía un tanto de ac llsacion, hija de
la sospecha, respondía el conde que áun no es taha el ejér-
cito Jrnslantc trabajado; frase esta del dio, que significaba
no estar todavía todo lo extendido que era necesano entr•e
la oficialkfad la ílliacion á la sociedsd secreta. Se tr•ope-
zaba en estas comunicaciones con un inconveniente it·i·e-
mediable, el cual consistia en que el conde no podía tratar
con los conjnrados sino por el conducto de una ó dos per-
sonas, y las destim1das al intento eran, si no rile las menos
celosas, de las m6nos imp:icien Les, l lcnas ele confianza su-
perior :\la dcl)ida en la sinceridad del homhro de quien
dependía en aquel momento la sue l'le de la conjLH'aCion y
la de la pat1·ia. Y aquí viene bien expli ~at· en pocas frases
cuál era la planta y arreglo de la suciedad conspirndot•a en
el momento de que voy aquí hablando.
La sociedad, cuyo nombre callo sólo por razones de de
cencia, pues llat·Lo salJido es, no era, como ya he dicho,
en España en 1819 lo que ahora es, ó lo que en tiempo al-
guno babia s·:do en otl'Os pueblos. Asl, coirncrvando su
i·ito, liabia buscado la fuerza en un órden pl'Opie para dar
á la conjuracion efecto. Babia una sociotlatl de la clase
comu11 ó in!'crior en Cádíz, componiéndola militares y pai-
sanos. Formóse además una sociedad en cada regimiento.
Pero sob1·e estas exislia una aulol'idad ejercida por una
junta con el nombre de Capítulo, que celebraba sus sesio·
nes sin aparato ni fórmula en la casa de D. f<'rancisco Ja.
vier de lslu!'Íz. Allí asislian personas acal1daladas de Cádiz,
-de las que son a mane1·a de la al'islocracia de aqueHa ciu-

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224 AlHO~!O ALCALÁ GAUA;.:O.

dad, las más de ellas de edad madura, gra\·es, sesudas, si


fanáticas en alto grndo, de un fanaiísmo por lo comun no
3compañado de arrojo, un tanlo des¡3l'eciadoras de la gente
inferior, que era tolla cuanta no enlrall& en su gt·emio. De
esta l'eunion saliun y eran parle quienes se eatendian con
el conde.
Pero se creyó necesal'io introducir entre el puro simbo-
lismo :í que estaban reducidas las sociedades inferiores, el
cual no impedia ver claro el lln á que se caminaba, y las
maquinaciones políticas de la alta junta, poco trabajadora
ilOr su lndole, un cuerpo donde estuviesen juntos los más.
arrnjados y di.igentes de los conspiradores; cuerpo al cual
tocaba, sin descat·lar de él algo de la pa1·le simbólica, for-
mar los planes del levantamiento proyectado y hasta ex·
tender pL'oclamas, tomo si estuviese cet•cano el momente>
en q11e est:is lrnbian de ser de uso. De rcunion tal me tocó
ser parte, sien Jo ella más adapt.ada á mi condii:ion, á mis
años y á mis !Júbilos de vida alegt·e, que la gt•ave autoridad
que se congrngaba eA casa de lsturiz, con quien tenía yo
algun trato, pern todavía no amistad estrecha y tiernn
como la q11e despucs por dilatados afios nos ha ligado, y
hoy 6'n una vejez avanzada nos Jiga. No me acuel'llo de
quiénes y euüntos éramos los de la junta intermedia, y
básteme decfr que D. Eval"isto San ~ligucl y yo éramos Jos
que en ella más trabajábamos, sin deeit· pm· esto que en
su interiOL' hiciésemos el primer papel ó Luvíé$emos supe-
rior it1üuencia. Esta junta espoleaba á la superiot• sin nece-
sidad de ser aguijada por las inferiores; pot·que en ella
estaba lo más ardoroso de los conj urndos. Asimismo los
que la componíamos no dejábamos de asistir :i nuestras
respectivas sociedades de última clase, donde bulliamos y
dirigíamos, p incitando, ya rerrenando, muy atendidos y
áun respetados por supouérsenos dueños de secretos que
al oído de otrns llegaban algo confusos.
Era :í principios de Junio, é iba haciéndose imposible

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RECliEnDOS DE UN A:OC!A~iO.

demorar mucho el golpe L::rn de antemano resuelto y pre-


parado. Sonaba que el cjét•cilo iba l\ cmbaecal'se. 1-:n esto
fué nombrado parn mandar la caballet•ía de la expedicion
el general D. Pedro Saarsfield, de g1·an crédito en nuestro
ejército poi· sus campañ&s en Cataluña, durante la guerra
de la Independencia, y persona con quien era forzoso ci\l.c~M8,u
lar paL·a tratada, ó como ii eficacísimo cooperador ó ~"ii!O ;;~ 818<~"'o
á ter.rible eontrnrio. Unian ~l general O'D~nnell, co111ft§d_ f/t¿_:.:¡_~'.,(1 §_~. ~
La B1sbal, con Saarsflcld, antiguas rc!ac1oncs; el Cf!!'f»rf}:·_;:J}' -":-.~:
origen il'landés, ha her milil11do juntos, mucha semef~ 1 ~ ;' _.: · ;'
de habitas, si no identidad completa. De las opiniones fo-- ·· ~e ·
líticas de Saarsfield uada se sabia, siendo pL·oballle que
hubiese pensudo poco hasta entónces en tales materi;is,
cifiéndosc á vivil' y pens~t· como mero so'dado, y asi es
que en las mndanzas de gobierno ocnrddas ó intentadas
en EspQña, 110 habia siclo pronunci:1do su norn!m?. Sabíase
que habia sido muy amigo de Lacy, y se suponía que la-
mentalla su suerte y veneraba su memoria; mera suposi-
cion no apoyada en hecho alguno evidente. Eca hombre
seco por demas, casi hipocondriaco, entregado, segun de-
ci:rn, á la bebida y áun al uso del opio. Todo ello le daba
para el caso de la conjuracion existente el caráclet· de un
enigma que era indispensable adivinar, valiéndose para
ello del método incbgatorio dil·e clo 6 indi1·eclo, no siendo
conveniente esperar á que Jos sucesos le descifrasen. El
conde ele La 1lisbal dijo á los conjUL·ados que con él se en-
tendian que era índispensuble gana!' á Saai·síleld porque
le valia lo que una dfoisio)t par:.1-la propuesla empresa. De-
llia ocurrii· 3 los qne recilliei•on tal encargo, que nadie era
más á p1·opúsilo que el conde mismo para ganar al gene-
ral, su segundo, y asirnismo su compafiero y amigo en
tiempos pasados. Pero alegaba O'Donnell que no podia él
hacer tal averiguacion sin exponer su pel'sona, y con ella
el grande hflcho proyectado, si Saarsfleld se mostraba ad-
veeso á la idea de una 1·ebelion contra el Gobierno. Satis-
1!>

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226 ANTO'.'i!O ALCALÁ GA!.TAl'iO.

lizo á casi Lodos esta razon, aunque no buena, porque;


fuese quien fuese el destinado :'.t tantear á Saa1·sfield, por
fuerza babia de dal'le á cnlemler, cuando no de dcscu-
hrirlc, que el general del cjércilo tenía parle muy princi-
p~l en la t1·;una. No era, sin embargo, posible desatender
un ene~rgo hecho por el conde de La Bisbal, dueño á la
pal' de la fuerza milllar y del secreto de la conju!'acion,
por Jo cual podia fúcilmeule valemi de la primera pai·a
acalJa!' con la segunda. Hubo, por tanto, la anloridad supe-
rior que so congregaba en casa de lsLul'iz de nombrar una
eomision quG se entendiese con Saarsfield. De aquí tuvo
orígen el malogramiento de ur.a empresa qno tanto pro-
melia, pern malogramiento Lan incompleto, que, acometida
despues con infel'iodsima fuerza, salió fa vot'able á quienes
la llevaron adelante, lrnsta tlade felíz término ronlrn loda
racional esperanza, y gr~cias á la sin igual torpeza de un
Gobierno que, til11landose absoluto, no s~bía ejercer la
autoridad de uno ú otro modo entre los muchos que se
presentan á quienes son caLezas del cuerpo de un Estado.

11.

Resuelta,ya tí. entrnt· en tratos con el €-'(eneral Saarsfleld,


y nombrada para ello una comision, pasó esta á la ciudad
de Jerez de Ja Frontera, donde residia el general de Jo. ca·
ballel'Ía, por tenei· allí lo pL'ineipal de la fuerza de su a1·ma.
Componían la comision tres personas; dos de ellas escogi·
das con acierto, pel'O no así la tercera. Eran las prime1·as
las de dos oílciales de artillería, uno de ellos, amigo que
había sido del general, D. José Grases, á quien ha visto
~ran parte de quienes hoy viven gobemador de Madrid,
militar m•1·ojado y no falto de insLruccion, de natural ta-
lento y singula1· viveza, un tanto ligero, calidad que vién-

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RECUERDOS DE UN ANCIANO. 227
·dose en él demasiado, le hacía á veces parecc1· inrerim· á
su natural valor, de muy nobles pensamientos y fi nisiruos
modales que le ac1·editaban de caballero cumplido, y el
otro U. Ba!'lolomé Gutiel'rnz de Acuña, de buenas dotes
naturales, de corto saber y caballero en sus modos como
lo 01·a por su cuna, pero pe1·sona á quien hubo de tasarse
por algun tiempo en valor mucho más alto que el de sus
met"ec1mientos 1 dándole la autoridad de un sabio en los
\'arios sentidos de esta palabra, exagcracion que al cabo
hubo de relrnjal'le en algo, cuando fué forzoso modera1· la
alta tasacion primera, la cual daba al así celebrado, con
una idea gL"andísíma de sí mismo, un tanto de entono, á
pesai· de lo cual era imposible negal'le buenas calidades.
No sé por qué ra7.on fuó agl'cgado á estos dos oficiales en
la pclínguda comision para que con ellos fuese un paisano
á representar la parle civil de los conjurados, quitando así
al proyecto el carácter de pura sedicion mili lar, una de 1as
criaturas más estrafalarias que han representado un papel
notable en los sucesos de nuestl'aS revoluciones, D. José
Moreno de Guer1·a. Era este un caballero de un lu~ar no
de los principales de la provincia de Córdoba, y aunque de
ideas mu~' revolucionarias, blasonaba no poco de su alcur-
nia, siendo en esto lo peor que lo hacia con no mucha
razon, si bien no con fülta absoluta de ella, pues decian
que su nobleza ei·a, aunque verdadera en el sentido legal,
de pocos quilates y fecha no muy anLigua. Tenía algun inw
~enio, desordenado, y en cu~'OS irregulares desahogos
asomaba el mérito de la novedad en sus aciertos y en sus
desaciertos: habia leido al go (-!), sin método, por lo cual

(l) Moreno Guerra hahia leido á Machiavcllo, y, como el famoso


Florentin goza de mala fama entre la gente piadosa, así como en·
tre mucha que no lo es, miraha como gran mérito el conoce1· Ias
-obras del autor dol tratutlo ·El Príncipe, y le ensalzaba y citaba
tanto, que por ello era ridiculizado por quienes de cerca le trata-
ban. :¡l:n verdad, api·endió algo d1: las artería~ recomendad&s po.r

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Al'iTOXIO ALCALt GAL1ANO.

descubría no poca confusion en sus ideas; era atrnvidísimG>


y carccia alisolutamenle ele valor, por donde no sustentaba
bien los excesos de su lengua; se consumia en deseos de
hacerse notable, y á todo cslo corno que claba rcalee para
llama1· á él más la alencion sLi alta esta tura acompañada si
ya no de gordura de poco ménos, sn vestido mal hecho y
desaliñado, sus modales por lo comnn loscos, 8ll acenL_o·
andaluz con la pronunciacion de la gente tle1 pueblo de su
tiet•rn, y la incoherencia de sus discursos en que mezdaba
toda especie de cosas, de las cuales rnuc:ias no vcnian :í.
cucnlo parn las mQLorias sob1·e que hahla"oa ('!). Es Los tl'e&
comisionados se pl'esentaron al general, segun es de creer
tomando por pretexto que iban á visitarle. Llegados á su
presencia, Je declararon el objoLo do su visila, b existencia
Lle la coojuracion, el pl'OpósiLo de la misrna y los medios
con que contaba, oyéndolo Saar&fiehl, alent0, impasible,
como prnvocando con su silencio :í que se le explicase·
todo ll1 uy por menor y puntualmente. Pero, no bien se·
hulJo enterado de todo cuanto de <~1 5e esperaba, cuando,
levantúudos2 con tono y gesto amenazadot'es. dijo á los
. conjul'ados que !e mieusen como :í. un enemigo resuelto á
oponerse á su prnyecto con todas sus fuerzas basta desba·
ratal'le y aniquilados á ellos, aunque puso por corrcctiV(}
á sus amenazas que, como homlJr·e de honol', RO descubri·
ria lo qt1c fiándose en su honot· acababa de serle confiado.
Quedál'Onse atónitas y suspensas, pero 110 ateri·ados, Gu-
tier1·ez Acuña y G!'ases, y temblamlo de piés á cabeza el

tan insigne autor. pues en Sil Carrera se mostró poco escrupuloso


en cuanto ul use <le medios para llegará fine; que, si alguna ve>:
eran buenos, soliun ser muy otra cosu.
(1) En un folkto muy gTacioso y celebrado, cuyo título era
Semblanzas de (Ds diJJ!<ludo• « C6>'tcs de 1820 y 21, está lJien 1·.etra-
tado, como todo.~. y áun mojar que varios más, Moreno Guerra. y
se hace alusion á. lo incoherente <le sus uiscurSo$, dicienclose de él
qu~ eu las Clirtes ta\Jia contado que tió la,/'"ªVª'ª Perla, etc.

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RECUllllDOS D~ UN ANCtANO. '22[)
11asi agigantado Moreno Guet'l'[I. Pe1·0 Saal'slleld, viendo la
turbacion ele aqu~llos hombres, y pcos:índolo mejor (ó
bien poclria decirse ¡icor), si no es la hom·adcz palabra vana.
det.uvo á los que iban á 1·ctirarsc, y les elijo que la ros·
puesta recicn salida de sns labios no expresaba. sn modo
de pensar ni su intencion, pnes la había dado solo para
poner á pi·ucba el t.ernplc de los conjurados, con quienes
si acepl~1ba lo por ellos prop11esto, como iba á aceptarlo,
habia ele asoci:l!'se. No salisfizo ni podia satisfacer el nuevo
aserto, pero el mal estaba hecho, el remedio era dificil, y,
·Como durante algunos dias se manifestase Saarsílclü en
palalH·as lrnsla celo.so en la prosccucion de la empresa,
llegó :i contarse con él, siguiémlose la propens1on del
.hombi·e (¡ acomodBl' su fe á su deseo.
En la Junta ¡wincipal causó sumo disgnslo lo ocurrido
en Jel'oz, y :'.wn hui.Jo (pero rué uno solo, reprnbándolo to-
dos) quien prnpusicsc un medio atrozmente criminal para
libertarse del pcligl'O con que Sa:.wsllelcl amenazal.Ja ('1).

(1) La pel'sona cuya mala accionó cnyo delito intentado, de tal


modo y clase que es ya altaments criminal salo el intento, pues
haRta tuve preparado el vencao que quería se diese ú Saarsfield,
por fortuna no era la tlc' un cspail.o\. sin qae por esto pretenda yo
tiznar la buena fama rle sus compntricios al referir s_u ruulvaclo
¡1royecto. Era. en verdad. mal snjcl.o, aunque hombre Lle bastante
talento y ele ¡llgnmt instrnceir)I\, hien que la snya fuese superfi·
·cial y de 110 la nicjor cLlse. '1"11nhien. como ~Joreno Gnel'ra, habia
leído :i Uinchiavello, y le t\~ní:i en n1ucho, porrrue era. co.sa sing·n.
1(1.r que el famoso Flol'Onti11 gozr,sc de alta. rnputacion entro los
libernles conjnrilrlos t\e 18LD, no ~ola como portentoso ingenio, lo
cual es jLtsto, sino ~omo maestro da san.is doctrinas. Venlatl es
que hay liberales it nlianos t1e la misma opinion. pern i esto mueve
y domina el ¡mtriot\smo, oldcbn.lo al maestro de ln tirania y tor-
cidn. ¡rnlit.ica en su admh·uciou o.l CSl~ritor ingC<nio~·o, agudo y pro ..
"fundo, y en su conductn no rn'.1l 1.iatrício, cuarJ<lo en los no italia-
nos es de iulmirnr que r,ousi<lercn do.~tor y apóstol de ln iglcsia.li-
llernl al ad minl<lor y ensalzador de Césa1· Bo1·Jcr, y de Vas/Y2tccfo
·Cas!>'flC'<ni. Volviendo al ohJeto de esta nota, c1il'é de él que, nacido
de dig1ti~imo padre espnflol, abrnzó la causa tlo los americanos que

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2.30 ANTONIO A!.C~LÁ GAt!Al\0.
Poro como el daño no apal'ccia, continuaba la cot1juracion.
la cual sa hacía ~·a necesario que de prn~'eclo pasase á scr-
hecho dentl'o de corto plazo.
Al intento, la Junta intcl'media convocó á diputados ;le
todas las inferiores, ó dígase de las de los i•cg1mientos, á
una reunían solemne. Cclebrósc esta de noche, y con un
tanto de misterio y reserva, pues si no amenazaba grave
peligTo, no consenlia el deco1·0 ni queria el genel'al que-
se dejase de p1·oceder con cierto recato, si bien más apa-
rente que verdadero. ~n una pieza de no grnndes dimen-·
siones, medianamente alumbrada, con un calor proµio del
mes de Junio en climas muy m·dientes, nos congregarnos
en número bastante crecido. En el ritual y planta de la so·
ciodnd hay un inuividuo, cuyo cargo Liene el Htulo de
Orado1·, aunque no lo es, plles su oficio se reduce á leer
bl'eves cscrilos. Oes0mpcñaha yo este oílcio como por vía
de preludio de ser orauor más de una vez y en varios Ju·

nlz(HOl1 bandcrn contra F..qpañu, pasó á sarvirlos, y (lo que es en él


de vitnpora.l') sustentó su causa, segun voz c~1nu11 1 con espíritu.
de fe1'07. odio á todo cuanto ora csp,1üol, acredit.ado en hechos de
crlielda1l y perr;clia. Est.o no ol1stú {i e¡ uc despucs viniese á España,
donde residiu ya en 1816, hast.1 siendo oficial en nuestro ejército,
si bien no· en servicio activo. Tuvo parte en los trabajos de la so-
cie11a,1 secreta y en la cunjuracion c\o lSW, pero no pasó :í la cindarl
de Snn Fernr'11do cuando allí tl'cmolaha el penrlon constit.ucional
en Enero, Febrero y ~larzo de 1820. Pl'Oclttnw<la en toda Espana y
acept"du por el rey la Constítucion, logró esto mismo iudividuc
tener a~ieuto en l~s Córtes rle 18Wy 1821 como representante (ci·eo
que suplente) por unn prnvincia de Amfrict\. No !lizo papel lucido
en aquel Congreso, donde votó con Ja oposic!c,n, sir.nrlo del partido.
que entónces llevaba el título rle '"xnltado. En Sll$ converRacione~ ..
.sotia halJlar de aquellas C0rtes en téi·minos ;le yitnperio y áun de
desprecio alisoluto. Concluitla h leg·islatnra orclinuria de aquc.l
Cong;re~o en .Julio de 182L se fué ~l. Cúc"liz, donde se entregó ú tules
maquinaciones, que l1ulio de huir de Es¡mfüi por no ser preso. al
terminar aquel año. Despues poco se lrn hablado d~ él. No quiere,
decir su nombre, hoy de casi todos ig-noraclo.

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REt;UERDOS DE UN ANCIANO. 231
gnres, con CL'édito, y tambien con descl'édito de mi pobre
persona, y ciertamente, mirando á mi intcecs, más en mi
daño que en mi prnvecho, viniéndose á nñadiL· á mi ncm·
brn, como pl'Ofesion, la ora lo ria, que i:;n los demas es solo
un apéndice de otL·as ocupaciones y oliligaciones.
Era entónces, corno confieso, ardiente llli fanatismo; mí
euad, aunque ya no la de !a vel'dadera juventud, una en
que toliavía ejet·ccn grandísimo podc1· en el hombre las
pasiones; mi natural rn~s que lo comun apasionado, y el
logaL\ la caliLlaLI de la renmon, el corlo peligro presente,
el no leve l'utm·o, todo contribuia á exal larrne ~' dGL' casi
frenética viveza á mis palabL'as y á mi acento y modos.
Rasgué, pues, el velo hai'lo trasparento de símbolos in-
útiles, convidé ul levuntamien lo, ponJel'l~ la tira ni a b<Jjo
qnc gomíamos, pL'esentú la imágen de la libOl'tad col'Onac!a
con la am·oola de glorias cuyo luSLL·e lwbia de 1•odcm· á
sus restalll'adoees, y al fin, cogiemlo una csµa.da desnuda,
que en nuestrn rito dellfa eslLH' y cotaba siempt·o so!Jeo la
mesa: «JL11·:id, dije con voz ftlCl'le y trémula de emocion,
jurad llevar á cabo csla empecs~1, y jur;!lllo sobl'C esta es·
pada, símbolo del honor, que no en balde en es le luga1· se
os pone á la vista.,, Un gt'ilo unimíme, que casi era un ala-
rido, respomli0 á mis palaiJL'as y á mi accion y ge~to, at'-
rojánclose cni lodos los concm•t'cntcs ú la cspocla, y pl'Oll·
riendo el jUL'amcn lo con tono, rost.rn y ademanes de loco
entusiasmo, no inf'cl'ior al mio. ¡Escena lremenda, pt'efiada
de males fulurns, recol'Clada aqt~i, y alwra, no parn !'eco·
mendarla al apluuso, y lodaría ménos á la irnitacion, sino
como relraLo de los tiempos, y con la mira ú quo sirva 1
enLrn otras, de leccion á gobiernos y puclilos; á los prime·
ros para evital', en cuanto sea posible, con una conúncta
juiciosa, acertada y fil'mc, que se l'cpitan; ú los segundos,
pal'a que, difundida en ellos la iluslracion, no dejen que
las p:isiones ahoguen y usul'pon la voz y autol'illall del
juicio!

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232 A~T0"110 ALCALÁ G.\L!At\Ó.
De esta escena hubo ele tener nolicia el conde de La
13isbal, y hubo de conocoi· que ya le era forzoso acabal' ·
con la conjurr1cion, si ya no es que, llevando á eJeeucion
el proyeclo de los conjurados, quei·ia dal'le favoi·able
re~~. '
Empezó, pues, á obt·at• y conlra los conjurados. Su pri-
mer disposicion fllé mmla1· la guarnicion tle CáLliz; dispo-
si ~ion impol'lanlc, porque en la ciLidud clebia clurse el gt'ito
de rebelion al ampal'O de sus murallas, y entre su pobla·
cion, ~oda ella con r;1t'Ísimas excepciones, conslitucional
a!'dornsa, y en la guarnicion que íJia ú sa\it· eslaba lama-
yoi· pal'te de la oficialidad ganada ú In causa del aizarnienLo
pro pues lo, y, al re ves, en Ios cucL·pos que vcnian á rele·
vada babia ménos que en olros del mísrno cjóreílo ofi-
ciales com¡H'ümeLidos en la cmprnsa cu~·o éxito estaba
pendienle.
Si esto disgustó de ciet·to, olro suceso causó mayor re·
celo, aunque pal'a. algunos l ué motivo do esµeranza. De
súbito vino s~1ut·slie!J de Jel'cz ú Cácliz, y enect·1·:indose
con el Conde, tuvieron ambos una larguísima confD1·encia
sin testigos. En qllo tral~1ban de comlii1rnt' sus operucio-
nes, no cal1ia rlLHb: si era p~ira llt::vnt· á efc¡;to la rcvolu-
cion ú j)JL'n impedil'ia, venia ú ser tamhien clucloso; poro,
bien miL·aclo, con arl'cglo á fuertes rndieios, lo segundo era
lo pro!Jahlc,
Yuello S3arsúeld [1 Jerez, cnt1·ó en comunicaciones amis-
tosas y muy frecuentes con Gulicrrez Acuña, que allí resi-
día. Se moslrnba ya Lan dado :'t la causa Lle la rovoh1cion,
cruc vi~upceaba la LitJicza é in'cso\ucion ele su amigo el
conde de La nisbal, aunque sin poner en duda lo sincero
de su fe, porque dacia: (<.\ Enrique le l'al la corazon.,, Como
.esto era tlicl10 para cngaíial', mal puede armnat·se que hu-
biese vei·acidad al hacer semejante c8rgo.
Así estaban las cosas al anochecer del 6 de Julio de
1819. Ya oscurecldo, se !rnbian cci·rndo_las puertas de la

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RECUERDOS DE U!-! ANC[ANO. '2J3
ciudad de Cácliz, entónccs, aunque en tiempo de paz, cer-
radas do noclle con rigor, que para pocos casos tenía rela-
jacion, sobre lodo en la Puel'la de Ticrt·a, solo abierta
ctwndo lo eL·a para dat' paso al cot'L'Co. De repente corre
la voz ele que la guarnicion toda , menos la paL·te do ella
que cubría las gtiat·dias, se [labia puesto en movimiento y
farn salido pm· la Puerta ele Tiet·ra con el general á su
frente, encamimíndoso al Puerto de S:rnla Marí~, donde es-
talla acanl1Jnada la division del ejé1·cilo que pocos dias
tintes cslaba guat•nccicndo la p\a7.:1. Con lia1Jc1· llegado la
horn de la retrctn, y no ~p;irccet· los ta1111lo1·cs ó músicas,
como hacian siem¡n·e, en la plaza de San Antonio, desapa-
reció toda eluda sobre si era falso lo que corría respecto á
cstat' en camino las tro .;as, sin eluda para objeto impor-
tante, aunque ignorado. Empieza ent•'.•uees :'l clccil'se que,
úntes de salir, el Conde liabia llamaclo.á una de las perso·
nas con quienes se enle11tlia, y clicholc que ¡H·cparnsc Lodo
para proclamut· rnslalilel'.ida la Con~I iLncion de ·181~ en Ja
-ciudad de Cúdiz, miúntt•as ól lo lwcia en el ej{;rdlo, pal'a
lo cual ilrn :í junta de Lodo. Con este motivo comenzaron
las enhol'allucnas, y áun los ví,·as dados en voz b~1ja com0
gl'alo secreto qu.; se conlian las gentes mrns ú otras. Sin
embm·go, la nulonlíciclad de la cornunicacion vel'linl hecha
por el Conde no constaba, y lo evidente era su salida mis·
Leriosa, y lrnberla di;:pueslo c;.:ando, ceL'!'ada ya Cácliz, no
podia ir de ella al Puer'lo la noticia de que marchaba allí
el general con clenrnsiado acom¡1añarnicnto.
En rní como en ol1·os despel'Ló circunstancia tal fuertes
sosirnchas. Pel'o nallic pensaba en clal' ariso á nucsLtos
amigos del Puerto, y rnúnos wie OIL·os 1:1 Junla r:l e: c~1s~ de
lsluriz, á la cual coi·rcspondia hacerlo, pero que ni con-
gregada estaba. Lo qne n~clie linch hube ~'0 de hacerlo,
ob1·amlo por n.i, sin p<H'licipadon y úun sin consejo ajeno.
Ucbia clo.r· la vela en la pl'úxima n_1adl'llgada con eles Lino rt
fa lfabana un lluc¡uc-col'i'co, cuyo nrnnclo tenía D. Antonio

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~34 A;>;T<l'.' 10 .\LCALÁ GALL\.1\0.

Valcra, primo mio muy querido y de nuest.ra grey conspi-


1·adoea. Para él y la IL'ipulacion de sus botes se alll'ia la
puel'!a ele la mar ú todas las horas de la noche. \cmlí,
pues, á él, le pedí un bale pm·~ qne fuese al Puerto con nn
·aviso, y bllsqné t.ambien persona que le llev3se, y cuya
salida era fácil, no examinándose quiénes S3lian parn ir en
los botes. l\Je pliso Va 1cl'a por 1•epa1·0 la falla ele tiempo,
pues que de allí <i pocas horas lenía que levar anclas y
hacerse á la mar; pero yo le hice pl'csente cuan l'úeil era á
un bote con buenos remos ir en una hora al Puc!'l.o y en
ménos tierr;po vol ve1·se á bo1·Llo del buqne ú que pcrtcnc-
cia. Accedió á mi ruego Valera, ma1·chó el comision~1do,
llcgt~ a su destino sin obstáculo ni de mora, se avistó can
lo.s conjurados, y los inl'ormú do que venía sobre ellos el
Conde con lrnpas, sin podc!'so dcci1• si como amigo ú con-
trario. De nada sirvió el aviso, pues, poi· causas que nnnca
han sido bien explicadas, y c¡ne no es ahora del caso ave·
riguar, clclc1·minaron esper<tt' pacíficos, cuando si lrnbic·
sen lenido intento de rcsislir, era mu~' probable quepa-
rase la resistencia en tlat'lcs el l!·i un fo, pues contaban en
los que seguían nl gencr;il con muchos pal'ciales. Ilícn es
ciel'lo que al mismo tiempo iba á cüct· sobrn ellos poi· la
espalda Saarsfield al frenlc de la caballería, pero cslo lo
ignoraban.
Aho1·3 s:.:rá bien dar cuenta de lo que el mismo Saars·
field babia hecho en Jerez. Allí seguia engañanclo á Gnlicr-
rez Acuria y á G1·ases, quizás aún m:ís de lo neccsm·io para
su propósito. Cuando ya se prcpa1·~iba á m~rclrn1· contra !os
conju1'ados, en 1~1 noehc, en sus pi·imcr~s ho1·as, y poco
ántes ele la desliÍrntla á ernp1·ender sn movimiento, yendo
de paseo con los llos que llamnila amigos, lt'opczú con un
rosario donde iban cantando el Ave LJfarta, y dijo en lono
de burla: C'untwZ, ca;1.tad, que pí·onto no cantw·eis, como
considerando ll'iunfo rnlwe prácticas religiosas el hecho
político que suponin cercano. :\esto agt'cgó decir á Guliei·-

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llECUEllDOS DE UX Al\CTAM. 23;>
ri!z Acuña, que estaba levemente indispuesto: «Recójase
usted y descanse para prepararse á los brillantes tt·abajos
que le esperan.» Dicho esto, se despidió, y ·yéndose á su
casa, no bien llegcí á ella, cuando firm6 una órclen para
prender á aquelios dos crédulos conjnrados, ú!'dcn que fué
llel é inrnecliat.¡i,mente cumplida. Pl1esto al fin en camino,
ya cerca del alba, llegó al Puerlo de Sant;1 ílh1l'ia con sus
caballos, casi ::í la misma hora en que llegaba al mismo
punto el Conde con su gente por el lado opuesto. En esto,
amanecido ya, las trnpas acantonadas en el Puerto habían
salido á formai·se, como tenian por costumbre, en un sitie>
apellidado el Palmar (1), llev~ndolos allí sus jefes, no sa-
.beclorcs del intento con que se les venían acercando fuei·-
zas un tanto crncidas; pero recelosos de que era en s11
daño, si bien t'esuellos Li no resislir, á no innovar cosa al-
guna en su conduela diaria, y :í apat·ccer ignorantes de qu(}
la guarnicion de C8diz hubiese hecho algun movimiento.
Así los encontral'On formados al acct•carse poi· Ja pai'Le da
Cúdiz el Conde y por la ele Jerez Saat•sfle!d. Puesto el ¡;e-
nernl al frente de la formacíon, hizo salir y presentarse
ante él á todos los cornandnntes (2) primeros y segundos,

(1) Palmar llaman en Andalucía ácicrtos terrenos incultos que


alli almn<ian, y deben sn nomh1·c á est;¡r Llenos rle palmas enanas
que nos<\ cómo rlehen llamarse, pues aunque soy en extremo afi·
cionudo á árboles, ¡11>.;ntas y flol'es. ni sé ele ello lo que sabe no ya.
un botánico, sino acaso el jardinero ú hortelano más tosco y rudo.
Esto Palmar <lel Puerto, tcatrn de la hazniia rle O'Donnelly Saars-
ficld. ~icne cierta forna". Cuando en los pueblos de la Andalucía
baja, vecinos á la costa, se habla ele una persona do mucha edad, y
quiere pot:!derarss su vejez, es cornun decir de ella qiw tieHe más
años que el Palm..l1' del P tf(] >·trJ.
(2) En el ónlcn y plan la <latlos á aquel cjérdto ex1lc<licionnrio,
constaban los regimientos de un solo batallan cada uno, corno su-
cedía, y áun creo sucede en Ingfaterrn, y hoy en Portug-'11. No ba-
bia, pues, col'oneles, aunque lo fuesen personalmente algunos de
los que mandalian los l'egimicntos de un solo lrntal:on. El de Ca-
narias, por ejemvlo, estaba m:mdado por D. Demetrio o·Daly, bri-·

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4236 ANT0:-110 ALCU!Í. GALL\NO.

á los cuales inlimó que se diesen presos, no expresando


sino á medias pOL' qué cansa. Este acto pasó sin la menot•
·alteracion ele la tranqnilidad, vióndole con admiracion los
oficiales y teopa, unos, y los m:is, por no adivinar del todo
la causa de tan rarn )' general rigor; otrns, y no pocos,
por ver convertido en cont1·ario y pe!'scguidor al que mi-
1·aban como caudillo futurn en la empresa en qne lenian
parte. Cuentan que rncicn acabado este acto, cncontt·:ín-
dose Sam·sfield y el Conclc, el primero solló la risa; fea
accion, si ya no fné calumnioso aserto el suponel'lo, y
agravacion ele otra ele no ménos fealdad. Si los postc1•io-
!'cs, así como los antm·iot·os señalados servicios de Saars-
field pueden, aunque no disculpar, compcnsm· lo vitupera-
ble ele su conducta en los sucesos de que soy ahora nar-
rador, y si su desdichada muerte, causada por un vil ase-
sinato, en medio de una sedicion infnmc, <lcbe lrncer cara
y ánn respetable sn memoria, la ltistmia Licbe ser veraz, y
pai·a serlo, inflexible, máxima seguida aun trn.tándose de
los primerns pcrson~jes históricos, pues hasta los mayores
encomiadol'es en Auguslo no lrnn dejado de vitupct•at', ni
áun pasado en silencio, las ho1Tibles pt·osct·ipciones del
triumviL·o Oclavio.
No apat'ecia risueño ni con lento el conde de La Bisbal,
sino al re ves, como pcsa1·oso y avergonzado de su aeeioH,
en el momento mismo de cometerla. Al prender á Jos co-
mandantes primeros y segundos de los cuerpos que esta-
ban en el Puet'lo, h~bia envuelto en sn rigo1· á culpndos é
inocentes, y de cnlre los últimos D. algunos que ni siquiera
comprenclian la causa poL' que se vcian presos, pues ele la
conjuracion lcnian escasa nolicia, y juzgnb:rn la corla que
tenian poe 1·umo1· v~rno. A los no mililal'Cs, y áun á algunos
militat'es cuya culpa sabia, no quiso moleslar siquiera. Se

g-udiel', q lle fné uno do los presos por el Conde. Pero otros teninn
.á su frente meros comallllantes, aur..quc do primera clase.

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nJ,;C;JERDOS DE UN ANCT.rnO, 237
dejó dccil' más de una vez que nadie temiese, porque ccél
era caballa-ro, y á nadie vendcria,,1 y cumplió tal palabrn,
que estaba en contt·adiccion con su modo de porlat'se to-
cante á la conjUl'acion y á los conjurados ya presos. De
resultas vino á quedar en situacion hai·to amarga, porque,
si bien recibió del Gobierno la gran cruz de C8rlos III,
distincion que cntónccs tenia más nlor que en el dia pre-
sente, fué á la par sepat•ado del maullo del ejét•cilo y lla-
mado á Madrid, á donde hubo de encaminarse lleno de re-
celo, pues al cabo, si IJabia deshecho la coíljuracion por lo
pronto, ñntes la habia fomentado ú punlo de poner como
al vuelco de un dado su éxito, y de ser dueilo de la suerte
de Espal1a pasaba á una situacion en la cual así podia re-
cibfr castigo corno recompensa.
Volviendo atl'ás, y al suceso del 8 de Julio, bien sed
decir que, al saberse en Cádiz lo ocurrido en el Puerto,
foé gl'ande la consternacion enlL'O los conj1JL•ados. De ellos
huyernn algunos de los mñs cornpt•omclidos, como pm·
ejemplo Isluriz, y no dejó de hacer otl'o tunlo Morerio de
Guerra, que se figut•alrn VCL' t1·as sí á Saarsficlcl. Pero otros
no se movieron, crnyéndosc en mucho ménos peligro. Con
razon creia yo que el mío no era muy g1·ave, porque solo
habia representado hasta cntónecs en a(ruellos sucesos se-
gundos JlªJleles, entre otros muchos; pero me constaba
que el Conde no ignornba mi parte en la trama, aunque á
la par me alentó habe1· sabido desde luego que á nadie
pensaba perseguit", excepto á los ya presos. Ello es que, á
pesar de aconseiat•tne no pocos Ja fuga, )'O m pensé en
ella. Tal era la ceguedad del Gobierno, que nada sabía de
mi conducta, ni áun de mi pai•adcl'O: tal la mía, que, ol vi-
dado de toda regla de mornl, conservando el titulo y de-
rechos de mi empleo, pensó en trabajar con mas aedo1• que
ántcs en la obra que en el Palmm· del Pnerto parecia que
habia quedado reducida á ruinas.
Y así fué que, cuando una conjuracion formidable había

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~38 A!l'TO~JO ALCALÁ GHIANO.

venido á pa1•ar en nada, olt·a compuesta de sus reliquias,


como pobl'e rnma du planta poderosa, que ti·asplanlada
apénas con esperanza de verla prender, pi-ende, con todo,
y crece, y fot·Liílca, una conjuracion de pm·o ai·rojada hasta
ridícula, ,.¡no a derriha1· el lrono de Fernando, sentado
¡1ocos años ántes en lo que parecía robust.isimo cimiento,
y áun lo era cie1·tamentc.
Pocos dias habían pasado desde el en que fueron presos
varios de los conJurados, y ya los escapados del peligro le
que!'Íamos correr mayor con acciones que eran delito
atroz, y no inre1·iol' dcsatii:o. Sic Le ú ocllo personas de es-
caso poder, y sin 1·ecursos, nos juntamos y fol'lnarnos el
proyecto de hacer una tenlaliva l!ontra la persona del
conde de La Bisbal, en uno de los cot•tos viajes que solia
hacer de uno á otro punto de aquellos en que tenía acan-
tonadas sus trnpas, tentaLiva que bien podia ser asesinato;
pero el íanatismo {1 estos excesos, y áun á mayores si
cabe, lleva, y parlicu!,u·mente si se le agt·ega el deseo de
tomar venganza. Poi· fortuna, locuras tales algo tenian, si
no de baladt·onadas, de visiones, y nuestra mala idea ni
á ser pro~·ecto llegó, quedándose en desahogo de vana
i·abia.
Todo aparecía, pues, por enlóoccs concluido. Así es que
hube de pensar en hacer mi viaje al lkasil :í servir allí mi
empleo, mudando una tt·aicion en otra, porque traicion era
seguie sit•viendo al Gobierno al cual habia t1·atado de der-
ribar.
llabia, con toJo, en mi propósito de il'llie al Ilrasil, algo
de se~unda in~encion, porque lo natural era, saliendo de
Cádiz, pasa1• á Lisboa, donde cnsi de sogn1·0. enconlraria
bai·cos con destino á aquel país, parte entónces de la mo-
narquía porluguesa, y áun residencia de su gobierno, y
preferí t1·asladal'me á GibraHar, donde faltaban medius de
hacer el ví3je, aunque yo suponia que debia de haberlos.
La verdad es que á GilmÜ~ílr me llevaba o~ro motivo. Alli

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I'i.ECUE ~D[)S DE t:N ANCfANO. 239
sabía que habia ido IsLLH'iz, con otros fugilivos, coitos en
númcl'o, y casi todos ellos de poco inílujo, y nllí se decia
que es tallan Gulierrez Acuna y Grasos, escapados con
poca dificultad de su prision en JHL·ez, donde lenian la casa
por c8t·cel. Todo es Lo era á mane1·a de un núcleo de con-
j uracion renovada. A lo ménos, así se lo figuraba el deseo,
ei cual, no obstante ser vivisimo en mi, no me Jlevalla,
sin crnbai·go, como suele suceder, á ser crédulo en de-
masía, pero tenia poder bastante para no dejai· morfr mis
espcrnnzas.
El 22 de Julio, dia en que cumplía los lrcinla años de
mi edad, y caLorce clias despues de la catástrofe del Pal-
mar, salí de C:'idiz. Naclio me habia rnolcsLado, y ningun
pelig1·0 col'ria; olt·os en igual caso que yo vivian tt'anqui-
los, y así fué qnc tomé el pasaporte corrnspondicnte como
scc1·ctal'io de !a legacion en e\ Brasil, que iba á servir su
empleo. Llegué ú Gibl'allat' al enarto diu de mi partida;
con tanta delencion se caminaba, y áun todavía por allí
con poca más prontitud se camina; siendo cntónccs for-
zoso iL• á caballo desde la isla de Lean ó San l!'ernando,
cuando hoy hasta illedina-Sidonia se va en ruedas por car-
retern bien consttuida. En Gibraltat·, á mi arribo, encontré
lo qnc pa~·ecia desengaño. lsturiz, en quien ern comun
poner ¡grandes espel'anzas, corno si él tuviese medios igua-
les á sa deseo, los cuales era comun suponerle en un gt·acto
excesivo, halJia march~do ele Gibraltar á Lisboa, porque
la autoridad superior de la fortaleza inglesa veia con poco
gusto su estancia allí, recelosa de que l1·amasc algo con-
tra el gobierno español, aliado del de la Gran BreLaña.
Pero cst2ban en la plaza Gutierroz Acuña y Grnses, ambos
':J seña\ adamen te el segundo muy amigos mios, y con ellos
llabia nlgunos más á quienes (l\ miedo ó el figu1·arse con
una impo1tancia superlo1• á la que tenían, había llevado á
buscar en la fu5a una segm•idad que igualmente habrian
tenido esLándose quieLos, y cslaba Moreno Guel'l·a, que así

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240 ANT0:->10 AJ.G.\J,.\ G.\tH:->0.
nos sen•ia de embarazo á veces, L:omo do distt·accion á
memtdo, con sus singula~·idades. Todo ello nada prorneLia,
y seguia yo rnsnclto á embarcai·me.
Al llegar á Gibrnltal' me ví, como era de suponer, con el
cónsul de Espaíla en aquella pina. El que á la sazon ser-
via aquel destino era un eseelente caballern, que sin duda
se portaba bien en el desempeño de su obligaclon, s·alvo
(jll un punto en qne podía mús su bondad qne su celo ó su·
pet·spieacia, el cual era el vigilat· bien la conduela de los
uonju1·ados fogilivos allí congl'egados. A mí me trataba
con col'dialidad como á un diplomático que va de viaje.
Si mi eonduc~a en Gibrn\lai· lrnbiese s:cto cauta, habría él
mel'ecido disculpa, pern me pol'taba yo con una impru-
dencia que excede los limites de lo creíble. Vivia con mis
compañel'OS ele conju1·acíon como si lo fuese suyo de pros·
cripcion; con ellos ¡Jaseaba; con ellos hablaba ele los ne-
gocios pendientes sin el menor r·ccato. Hasta hube de es-
cribit· allí un soneto atrnz (1) contra el conde de La Bisbal,
composicion hija de nn frenético espít•itu de venganza, y
mis amigos imprirnicrnn el soneto en un papelillo, el cual
circu!ú por la ciudad y fué tt·asmilido á España, sin que

(1) No quiero copiar este soneto. bm·to conocido. De 61 tuvo no-


ticia el condA ele La Bishal, y tlespues do restablecida la Consti-
tucion, procuró y logró entmr en trato, aunque no frecuenta.
amistoso conmigo, quejan,loseme en una ocasion de. r¡ue yo la ha.-
!JÜ1 tnitaclo mal por no r.onocer los motivos de su con<lucta. Sa-
bido es que otrn vez (en 1SZl) faltó el Conrle á Ja confianza que en
él TJUsioron los constitucionales más ardorosos. Annque yo entón-
GBS eu Sevilla, en las Córtes, hablé con violencia suwa contra él,
hoy, sin <fücu!parlc, debo clecir de su carácter lo que siento. Si
el conde de La nisbal cometió varios y gravisimos actos d&
faltaá ln. fe jura,fo y á la oliligucion rnntrnida, no tenia el carác-
ter pi-opio de un trnidor, no obrando con prernctlitacion ni <10-
blez continuada. Era Ugero como ¡iocos homlJrns. Una llora dos-
pues <l~ lrnller pensado una co~a pensu: ·u la contrnria. Así a·bru.-
~:i con ~ü1cerida~ en sus mudanzas yiol·~nt.a.~.

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RECUl::RDOS DE UN A1\C!A!'Ó.

locurn tanta llamase particularmente la alercion á mi per-


sona. Entretanto, recibíamos de la vecina Cádi~ noticias
que nos daban á creer que la dc,;haratada trnma cuyos
hilos habian sido solo en un punto cortados, estaba anu-
dada de nuevo. Sin duda en ello babia pomleracion, pues
mal podian hacer unos pocos indi riduos, de ellos ninguno
de superior poder 6 influjo, lo que se babia malogrado
contando con un ejé1·cito, con un genernl, y con buena
pa1·te de lo más g1·anado de Ja cil1dad de Cñdiz. Pero pcn-
s:íbamos y scnlíamos como piensan y sienten, c\ominando
el sentir al pensar, todos cuanl.os están empeñados en una
obra de grande importancia y adem:is de pelig1•0, á que se
agrega estar en destiel'rn, ci1·cunstancía muy pai·a tomada
en cuenta, porql1e no hay ilosioncs iG"tia\cs á !ns de los
<Jesterrados. No Jo era yo, en verdad, pero en cierto modo
había llegado á serlo por mi voluntad, si uicn, gracias á la
incuria del Gobierno, podia todtwia habe1:rnc ti·asladado en
paz y sosiego á una siluacion decorosa y provechosa. Pei·o
apénas pensaba ya en ello, renovado en Gibt'altar el espí~
ritu que poco ántes me animaba en C3díz. Lo que más nos
ocupaba el ánimo era sahc1· á punto fijo el eslado de las
cosas, más aún qlle en C:'ldíz, un el ejé1•cilo acantonado
en varios puntos de las provincia$ que hoy son de Cádiz y
Sevilla.· Al intento convenia enviar alli emisarios; pero
estos nos hacían falta, y no era menor la que nos hacia el
dinero, alma de toda empresa, Aun contaba yo con algu·
nos rCCllrsos, bien que· ya escasos, reliquias de un buen
pasar het•edado de mi padre, pero el'a poca cosa Jo que
podía destinar á gus~os de la naturnleza de Jos qu e se pre-
sentaban como indispensables. No estaban más sobrados
que yo los otl'Os fugitivos, y Tllorcno Gnet•t•a, que prnsumia
de acaudalado, y que real y verdade1·anrnnle tenía un me·
diano pasar, gustaba más de gastar palabras que dinero,
no obstante ser su celo ftll'ibundo y haber en él sincerí·
dad, aunque por las contradicciones propias del hombre
16

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24'.! H'TON!O ALCALit OALIAJ\0.
su misma pasio11 se contcnia si llegaba el caso de hacer
sacrifl~i os. Hicimos, pues, un corlisimo fondo, y sólo
quedó el discur1·i1• cómo emplearle, eslo es, qué emisarios
habrian ele salir de la phlza para el intcl'ior de E:spaña á
ponernos en conrnnicacion con la que juzgl\barnos conju·
rncion ya en tt•abnjos. No vino á sor muy dificultoso hallar
algunos, pero sí lo era hallarlos buenos. Ya dejo dic1w
que al saberse la ocurrnncia del Palmar, huyeron algunas
personas ele poe:a cuenta creyéndose compromelidos. De
est.as e1·an casi todas las de oficiales suba! ternos, do las
sociedades fundad8s en Jos 1·cgimienlos, homJJL·es de limi·
t-adas luces y ning·nn ~aher, y cuya fuga inlempesliva los
acrcdilaLa de cautos rn:ís que de arrojados. E~tos hom-
l11·es no se hallabun bien en GiiJL•allar, ¡mas se vcilln a])SO-
lulamcnte faltos de recursos. Pl'Oplisoselcs que se arL·oja-
scn á cnt1'al' en gspalia: p11siero11 primero dilicultatlcs, en
que unos t1·cs ó cualrn pcrs1s1ic1·on empcuados en irse a
Amérie:1 :1 las tic1'1'~1s fuera del podc1· de nucst1•0 Gobierno
y enemigas, y olros al cabo se al lana ron a hacer lo que
de ellos se exigia, y so~ot'l'idos con escasas sumas, pene-
traron con poca dilicullar.l en Espaí'ía. Pero nosoL1·os mis-
mos conoc!amos cuán poco potlia esperarse de nquellos
poh1·es indirnluos, los cu~les. dicho sea de paso, y anli-
cipúdose á halJlat• de 1o que d.espues p3só, mida a·bsoluta-
menlo liieicron más que ví\·i¡• escomlictos lrnsla la ho1·a en
que cinco meses dcspues fué levantada la barr~;era de la
rehelíon conslitllcion~! para ser pór tres años muy largos
la dominante en nuestro suelo. Visto, pues, que se necesi·
t~ba gr.n le 111~3 uctiva y entendida para, ó soplar el medio
avivado fuego que a1·dia en el ejét·cito, 6 poner en eomu·
nicaeion con Jos conjm·ados de España los de Gibraltar
como si estos algo pudLeson ayudar á los primeros, me
brindé yo loca y cl'iminalmcnle á desempeñat· comision
tan :wentu1·ada, lo cual por un lado me ei•a fácil, pues no
esLando proscripto ni encausado, en duciio de ir y venir

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nECtEnnos DÉ UN Al'(C[AliÓ. 243
:segun mi antojo, hasta con el cal'áctet· de empleado, aun-
que fue1·za es confesa1• qne pal'a ir á mi puesto daba ex.trn·
iíos y mulliplicados rodeos sin adelantar camino. Aceptado
por mí el encargo, me preparé á vol VCl' á Cádiz, y para
ello ví al cónsul pidiéndole me refrendase mi pasaporte á
fin de que en otrn punto me embarcase con deslino ó füo.
Janeit·o, pues de Gibl'altar no salia, ni se esperaba saliese,
barco para aquella re~"ion lejana. El buen cónsul, siemp1·3
cortés y cai•ifioso, así como descuidado, ni siquiet•a me ha-
bló de mi singnl::u· p1·oceder durante mi estancia en la
plaza inglesa, ni extraüó que me volviese al lugar de que
habia veiú!o, ni hubo de hablal' de mi en sus despachos.
Así pude yo seguil' con algnn gTado de segul'idad misma-
quinaciones, cuando con un mero aviso que habria produ·
cido mi prision, sin duda alguna no habría cuido el trnno
al empuje de ia rcbelion, 6 á lo ménos no habría caído
dentro do lH·cve plazo.
El pl'imer punto donde me dirig[ al salir de Gibraltar,
füé á Algeciras._Allí nada pude hacer ni sabct', pot• dos ra-
zones. Era Ja primera que los <le la sociedad algecireua,
tan animados dos afias ántes, á Lal punto se habian ame-
drentado y dado al desmayo de resaltas de lo ocurrido en
el Palmar, que, lejos de auxiliarme, ni áun lrnto priyauo
querían con mi pel·sona, desmintiéndose ya er. esl~ oca·
sion el afecto fruternal con que los conjurados se rnirnba1i.
Bien es ciCl'LO que yo, peluhrnle enlónces, y engreido asl
como inloleranLe, no bien notó en ellos seíialü~ cíe tibieza,
·Cuando los t1·até con muestras hasta de dcsprceio, de modo
que al enconLL·anue con ellos ni siquiel'a los saliAcl<Jl:Ja, pe1·-
donándomc ellos de buena gana una groserla que les venia
a cuento por libertarlos de amigo tan peiigroso. Pero otra
circunstancia me tenia en ap~rLamk1Jto é ignorancia de
todo cuanto pasaba; circunstantiu que pudo hnbcr frus•
trado nuestr·a empeesa, pern que, si ne la favornció en
~iorio niodo, uo Je sirvió de grande obstáculo, dando á

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244 ANT0'.'{10 ALCU,t GALIANO.

los pasos de los conjurados una dil'eccion por la cu3l vini-


mos á alcanzar el t1·iunfo. Al espira1· Julio habian apare-
cido en la ciudad de San Fernando varios casos de fieb1·e:
amal'illa, azote que por aquellos años so1ia cae1· sobre Cá-
d :z y otros puntos de Andalncía, si bien no había vuelto á.
dcscal'gar desde 1813. En breve se difundió el mal, pri-
mero en un barl'io de aquel Jineb1o, y á poco en todo él,
l1Llciendo numel'Osas víctimas. Acudióse al medio de inco-
munica!' el pueblo infestado, y se mulliplical'On las pre--
cauciones, disponiéndose cordones srmiLarios para mira1·
por la salud del ejército, tanto cuanto por la de las pobla.-
ciones cercanas. Al entrar Scl.iernbre no había prendido del
todo el mal en la ciudad de Cádiz, por donde siempl'e ba-
bia empezado en los años anteriores, pel'O algunos casos
eran poco rnénos qne seguro anuncio de que allí se propa-
garia. Entre tanto, los cordones impedian el paso de unos
á ot.ros puntos, y corno no era el correo el conduelo por
d0nde podian comunicarse con scgul'idad los conjurados,
Algeciras venía á sc1· un punto dondA apé11as so sabía lo
que cerca pasalrn. Resol vi, pues, pa~m' á Cúdiz, y lo hice
algo en lr~do Setiemlll'f~, yendo en un miserable barqui-
chuelo cargado ele cadwn, con harta incomodidad, pero,
en cambio, con alguna más seguridad, porque no llamaban
la atcncion pasajerns de los que suelen it• en semejantes
!Jarcos. Fué col'La y feliz la navcgacion, y :in tes de veínti·
cuat1·0 horas de hacerme á la mar en Algeciras, estalla ya
en C:ídiz. A mi llegada me encontl'é en silnncion de no
poco apul'o. Cádiz estaba ya infestuda, habia salido de allí
la guarnicion, dejando en la plaz:1 solo un batallan, el de
Sot'ia; con el ejél'cito se h8bia ido la ve!'daclcra fuerza de
la conjuracion, si bien de ella quedaba algo en la ciudad,
á la cual se había puesto en ineomunieacion absoluta con
el continente vecino, imponiéndose pena de la vida á
quien atrnvesase los em·dones; exceso de rigor que en
casos tales nunca pasa de amenaza. nte vi, pues, encer-

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RECUERDOS DE UK A'.'ICL~~O. 245
":l':ldo y como caido en un pozo, en cuanlo á la díficullad de
salir, p, ro no en punto á ahogal'me, si bien mi estancia en
la ciudad ern ~·a, cuando no un delito, un fuerte motivo
de sospechar de mi conducta. El'a además claro que el
encict'l'O h~1bia de durai· hasta entrado Diciembre, pues la
experiencia tenía acreditado que la maléfica enrernieclad
no pai·aba en sus estragos hasta los lines del otoño. Estrt-
b3n, sin emha1·go, compensados t~ntos graves inconve-
nientes con notíci3S para mi situacion y proyectos un tan\ o
lisonjet'3s. La deshecha trama est~ha anudada, y, si le fJl-
taba infinito de su fuel'Za antigua, en cambio había adqt;:-
rido venlnjas nuevas, porque si entraban en la nucn
composicion matel'iales al µarecet· muy inferiores, scrvürn
bien a su jncgo loclos los que en ella entraban, y si no tc-
nlamos al f'renle un C(ludillo podernso, tampoco nos veíamos
en el caso de depender de la voluntad mudable de un per-
sonaje poco segurn. De los elementos antiguos qued[1baa
muchos en la obt·a nuevn, aunque todos ellos de los infe-
riores, ó cmrndo mús de los de segundo "órchm lt·cs meses
ántes. Por último, habia enll'ado en nuestras filas algL:n
refuerzo, y tal y tan bueno, que contt'ilmyó en gran mane·
ra á la tcrminacion feliz del renovado plan, en la ocasion
primera mnlogl'ado.
Dos pc1·sotrns, entre val'ias de escaso valer, consliluinn
tan impol'lanle reruc1·zo. De ellas la una al c:ibo de nalla
vino á servir, pern sil·vió durante mediano tiempo por !a
clase de concepto de que gozaba. La otra se dió á conoce:1•
por la vez primera, moslrnndo calidades tan síngnlares,
que en obrn como lu que tcnlamos á nuestro cargo son de
subitl!simo precio. Los dos sujoLos á que acabo de rcfc-
rii•me eran D. Domingo Antouio de la Vega, abogado, J·a
algo entrado en años, y D. Juan Alvarez y Mcndizábal,
harto conocido de la gencracion presente. El primero esLu-
ha en Cádii; el segundo había salido con el ejército, y an-
-Oaha de uno - en otro acanlon,1miento
...
fuera de los eo1·donr.s,

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24G ANTO:->ro ALCAL\ GAL!A:\O.

dándole su encargo de contl'alista de peov1siones, medio!!'


abundantes y eficaces para t1·abaja1· en el logrn de nues-
tro prnpósito con mús facilidad y sin hacerse notable.
Cómo alcanzamos el triunfo que tan difícil pal·ecia, debo
causar admh•acion y pasmo en quien lo ignore, siendo
todo c1lo carzo gravísimo conl1·a el Gobierno que se dejó
de1·1·iba1· por tan llacas fuerzas, y sor¡wcndcl' pot• una con-
jm·acion llevada á efecto con tan poi:o 1·ecato.

m.
Don Domingo Antonio de la Vega, cuya entrada en el'
gremio de Jos coojm·ados he citado mós al'riba y há poco,
declarándola suceso importante, era un hombre singular,
aunque ánlos y despues Lle los dias en que conlrilmyó más
con Slt nombre que con sus hechos al levantamiento cons-
titucional no fuese conocido sino en 1·educido recinto;
pel'O allí donde llegaha la fama de rn nombro, ora ésta á
tal punto diversa, qne á Jos ojos ele uno apat'eció si no
racfünlc poco ménos, y á los de ol.1·os cnbic1·ta de negra
sornhrn. Al quorer decidir hoy cuúl de !os tlos conceptos
en que et•a tenido merecía, sin ternei·íd:.Hl pueLle afirrnarse-
quc ni el uno ni el otl'O. Estaba poill·o, lo cual eea, si no
completa, á lo ménos fuerte prueba de que no halJia care-
cido de limpieza en su conducta en punto á dine!'os, por~·
que de taler1to pal'a ganarle no careci3, y Jo gaslado1• OO'
hahia pecaclo. Hubo, pues, de consistiL' su clcsconccpto
en que tenía mala conclicion, siendo por demas discolo,.
maldiciente y doscontenlsclizo, y dado :í satisfacer su afi-
cion á ofcndci· á las gen Les por varias clases de medios.
Y en cuanto ú quienes lcnian fol'maclo allo conceplo de su
merecimiento, se fundaban en su antiguo y ccnocido
apego á la cansa apellidad3 ele la libertar!, y más digna ele

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RllCUEilDOS llE Ulí: ANClA!'iO. 247
ser llamada de la revolucion, y además en su pracliea
añeja de las co11jnraciones, por sospechársele, y no sin ra•
.!:On, que en muchas de ellas habia padecido pcrsecucio·
nes y llevado penas, aunque no graves. Verdad era que
1
.1inguna conjuraeion de las vn1·ias en que hahia enlrndo
!labia pasado de mero proycclo, ni tíun llegado á princi-
pios de cjecucion; pern con todo, á folla del acierto habia
()OUSeguido sei· celebl'ado poi· ln pcrsever:rncia. De la so-
ciedad secreta antigua de que era bija ó rnma la conjura-
cion existente, e1'a uno de los asociados más antiguos en
España, y lo había sido en época en qnc la hermandad pri-
vaba más que entre los liberales de C:.idi:t. enlre los afcan-
cesados. Desdo mm no hahia tenido entt•ada en Ja socie-
dad de fol'ma nueva. Siendo él un tanto inquieto, hJbia
tratado, como suele decirse, de lc: Yanla1· ahat• eontrn allar,
y h:'lcia 18-l 8 babia formado en c~·1d i z una sociedad del rito
antiguo sin enlace con !ns modernas. rm· un descuido in-
creible, la casa donde este cueqrn débil y [Jubl'e se con-
gregaba fué regist1·ada poi· los agentes del Gobierno, pero
á horn en que no babia en ella t·ennion, ha\l~inclosc solo en
su interiol' e_l aparato c¡t~e si1·ye para sus símbolos y rito.
No tuvo eon~ecuencia el ctcsculll'itnienlo, siendo el suceso
en breYc olvidado; y Vega continuó, si no del lodo igno-
rante de la conjm·acion, ext1·afio ú ella en la época de sus
altas esperanzas y de su tcrm1nacion fun esta poi' lo pronto,
aunque no absoluta. Pero como no cal'eciese de amigos
entre los he1·rnanos, comenzC> en el vulgo de éstos á cori·ei·
eon valimiento la idea de que había si¡_lo gravísimo er1·01•
excluirle <le toda ¡rnrlicipacion en tol negocio, pues era
posible y úun p1•obablc qu o su expel'icncia, consl.ancia y
resolucion hubiesen dado á las cosas mayor impulso, me·
jor sesgo y m~1s feliz re mate que lo que liabian venido Ct
prod ucfr los últimos l1·ist0s sncesos. Eslc mocl o de pens,11•
cundió en t1·c muchos de la oílcialidatl; á la sazon, los prin-
cipales co11jurados, ó dicho de otrn modo, los únicos, 'JOll

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~HS ANimaó ALCAL1 Gi\LIA!iO.
rara excepcion, que no habian desi~tiJo de ll'abajar en !:'!,
aunque malogt·ada, al parecer no enteramente pe¡·dii.la
etnpl'esa. Los principales enemigos de Veg:1, decian, e1•ari
los personajes de C~hli:i; que con lanla llojec!ad )' torpeza
se habian podado: bueno era, pues, sustiluil' :í gcnle, si
no Límida, libia, pet·sonas cuyo rnérilo consistía en la au-
dacia. !Maba, pues Vega, afiliado en la socieuad conspí·
radora, de la cual e1·a y:1 parte cuando !legué de vuella de
Gibraltai; á Cádiz. llallia yo tralado al objeto de esta parte
de mi narracion en i\fadríd en ·1808, y despues en Cádiz;
nunca en l'elaciones i11limas ó frecuentes, peco teniéndola
en alguna estima, y si no paelieipaba ele la desmcdidl
opinion de su valor como elemento de conjuracion que im:·
chos le atl'ibuian, le suponia alguno superior al suyo real y
vcrdadern, sin conllll' con Llos cit·cunslar10ia$, ambas podc-
1·osas para iuiluir en rni conducta 1·espcclo ú él, de las cua-
les era la una parUcip:ir yo en algo del enojo general contra
los anteriores llirnclorns de mm obrn sin duda fatalmente
terminada, y en mi sentiL· seguida con falla dtl valo1· ó de
tino, y la scgumla que un nombre cualquírn·a, si et·a par'.I
nosotros aumento de fuct·za, dcbia ser aprnvechat.lo con-
serv:i.ndolc ó aumc11 t:i.ndc1lc la r1uc lraia. Sirva todo esto
de disculpa ele llabee hablado aquí tanto de hombre que
ántes y dcspues figut·ó tlrn poco, lo cual le fué comun con
algunos m').s ele quienes mayor parte luvieron en el i·esta-
blecimiouto de la Couslitueion, mal pagados despues por
sus se1•vicios hasta en punto :i. famu.
De Mcndizábal es inútil habb1· en punto á su ca1·áclcr,
ha1·Lo conocido ele los más de la gcr.eracíon presente. No
sé cómo tuvo entrada en la soc:iedad y conju1·acion, du-
rante mi eslancia en Gibl'allm-, pe1·0 supe ú mi vuelta á
Cádiz que no bien cnlró ctrnnilo emr,czó á figurat· en ella
en primer término, por su prodigiosa amlac1a y actividad
y lo vivo ~' ll'avieso de su imaginacion é in ven ti v~; hom-
b1'e sin par en horns de clesórden pa1·a trae!' las cosas a

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RECUERDOS DE UN Al'iClA!'iO. 249
feliz paradero por singulares can~inos, aunque por des·
gracia propio pa1·a desordenar lo ya ordenado, cediendo á
un deseo de lrnllii· y de ocuparse y ponerlo todo en mo-
vimienlo. Se dieron al LL·ab8jo ~uspcndi<lo las sociedades
<le los regimientos. De la junta supci·ior nada quedaba,
pero hubo de su pli!'se su falla de un modo r¡t1c ignoro. No
ei·a ya ho1·a de enLL·etenerse en meros lrab~ijos simbólicos,
atltHfue tampoco quedaron éslos descuidados, sii·viendo
de medios de tl'aer individuos á la cor.juracion, pero él
pensó desde luégo en llevar :í efcc lo el alz;rn1iento. Mucho
fa'.tab::t ]Jara ello, y una de las pl'incipales fallas e1·a la de
un general que le capitanease llcdndose con.<>1go la oficia-
!id:d no pat·LicipanLe de la conJu1·a1~ion, y con ella ::i la
t1·opa. Se conU1lla como con el ~rnxilio mús poderoso con
la t·cpugn~rncia ::i cmbat·carse, general en el ejét·cito, en
foerza ele la cual era prolJalilc y casi segmo que seguiria
dócil y áun con celo :i 11uicn le asegurase no h:1ria vi~je
tan de$ng1·adable. Pern no halda un g1~nernl ú mano, ni·
áun á mediana dist¡1ncia, con inlencio11 ó con osadía de las
necesarias para ~icomclc1· tal y l~rnla crnprcs3, pues si es
cierto r¡ue en Sevilla residía :í la snzon el gcneeal D. Juan
O'Donojú, sabodo1· de !o que se lrnmaba, hombre de ta-
lento é inslrncdon, de algun credito, en los pas'.ldos tiem-
pos minislrn de la Guen·a, con uo corta famJ entl·e los
constitLH:ionalcs pal' haber estado preso como sospccl13do
de conspirado!', y ú qt1ic11 recomendaba p~u·a lo;; de sus
ideas la circunstancia de pasa1· pot' cos~1 cicrla, ~.unquc no
lo f11esc, que había lrnllccido tormcnlo, este perso1rnje,
cauto, ó por su nattll'al, ó ~1 consecuencia de lo que había
padeciüo, conocia el proyecto, le fomentaba, pero con
precaucion bastan le á !11Jcctarse de gl'are pcligl'O, de modo
que lejos de querer set· callcza de una !'cllolion, nl pat"te
ostensible queda tener en ella, á:rn cuando no sólo desca-
se sino qne por ocultos ma!lejos conlrihuycse ú su triunfo.
En npuro tal, tuvo :llenuizábal una idea como suyu, de

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2:\0 ANTONIO ALCAt.{ GALIA:íO•

la cual despues me habló repelidas veces. Pues tnnta ne-


cesidad hay de un general (dijo), ¿por qué no ba de hacer-
se uno á gusto? Cil'cule entre la tl'Opa que viene uno, sin
decir su nomb1•e ó d:indosele supuesto; hi1hlese mucho de
ello ponderando su importancia y la del negocio que se le
confla, y yo de p1·onlo me presentaré en los cnat·teles con
cm¡Jquier unifonnc· y faja, con lo que, grilando quienes
están en la trama «viva el general" seguirán ol-rns, daré
yo órdenes, se conmoverá Cádiz, y en un instante queda
efectuado el levantHmicnto. Acaso lal acto ele osadía ha-
bria salido bien, siendo la clisposicion de la trnpa, como
acreditaron los sucesos, scguit• á quien la ve.nía <i libertar
del viaje á América, poi' lo cual no hal)l'ia en tt·ado en ave-
riguaciones sollre la persona que yenía á mandarla. Pero
hubo de pal'ecer loco el pl'Oyccto, úun en días de locuras,
y se siguill buscando general, si no ent1·c quienes Jo et·an,
entre los inme1fo1los ú scl'lo. ~lamk11la en la isla de Leon
ún cueqio cuyo nomhl'e era el depósito, un D. N. Omlin,
no me acue1·do si coronel ó lH·igi1tlier, de odgcn ó naci-
miento extranjern, con crédilo de buen oficial, ele opinio-
nes politicas hasl.a cn tónccs no conocidas y que, ó no ba-
bia tenido parle en la reci en sofocarla conjLiracion, 6 sólo
habia Leniclo una muy eorl.a, y á éste se ht•indó no ménos
11ue con ol cargo de gene!'al del ejé1·cito si era llevado á
cabo lJa.io su mando el levantamiento, :í lo que él se prestó
en la apariencia gust.oso. Pero enl!'Clanto crecian los es-
tragos ele l:i epidemia reinante en San Fcenando, y ya iban
extendiéndose á Cádiz, de lo cual resultó, corno ántes va
dicho. salir y clospanamarse un tanLo el ej6t•cilo por la
Andalucín bnJa, quedar cerradn Cúcliz, y suspenderse toda
operacion, soltándose si no rompiéndose los hilos de la yá
reparada trama. Pm· los mismos dias, acometido Omlfri
de la fiebre, rnUl'ÍÓ al Cll8t'l0 Ó quin~o de Jrnber caido en
cama.
Todo es lo pasó en dias poco anteriores al de mi llegada

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RECUERDOS DE UN A!{CID:O,
á Cácliz. En éste, como he dicho, nada vi posible sino ha-
cer en aquella ciudad una estar.cía como ele lrns meses.
Por no sé qué nprensíon juzgué conveniente eslaL' oculto,
como si mi pl'Csencia allí hubiese de causa1· sospe.Jba, y
:íun para mi persona peligro. Uno ele los conjurados mis
hermanos me or1·eció como asilo su casa, y yo la aceplé
pasando á ser su incómodo y peligroso, y áun algo gea-
voso huésped. Era el sujeto que me hospedó un jóven lla-
mado D. José llluria 1'lonlero, ele un mediano pasar, pro-
pietario de una botica, aunque no la sen·ia, teniendo el
título muy gcnernl en Cádiz ele comcrcfonle, de buenas
luces, de corta instrnccion, de aprcciabilisimas calidades
en punto á ho1m1clez y celo, entl'aclo en la cOL1juracion por
la socicdatl, aunque á ella poco lle,·,1lla, )' que :i su ardor
en favot· del prnyccto que teníamos entre manos agregaba
una amistad m·dicnle á mi pm·sona, no ob~lanl'.:l haber
COL'lo tiempo que cslabamos en clase alguna Lle l!'::\lo. Cupo
á este jt'1von tener una gean pal'le en el rcslablccimicnto
de la Constitucion, á que tamhien contribuyó con alguna
snma no muy corta, atendiendo :i no sel' cuan lioso su cau-
dal, y le cupo asimismo la suerte que suele Lot:ar :i ciel'los
pal'ticípanles en grandes crnprnsas, que fué vivil' muy ig-
norado despues del triunfo, y habiendo venido muy á mé-
nos, lene!' qu0 contentarse con un mediano empleo, que
tambien pel'Clió sin dar para ello motivo, siendo triste
ejemplo que debia rct1·ac1\ pero no ret1·ae siempre, de
mezclarse en tieG·ocios politicos á pel'sonas raltas de las
ultas dotes ó de la8 malas calidades necesarias pai-a guiar
con acie1·Lo la nave de !a propi¡1 forlnna por el mm· bonas-
coso de las revoluciones.
Establecido yo en casa de lllontero, nada tenia que ha-
cer allí por algun tiempo sino estar en espcctaliva. No me
presentaba en púl.Jlico, y sólo salia ele noche, y esto para
pasar ú casa ele una persona de toda mi conílanza, con la
cual me unían relacion1Js más estrechas que lícitas. Sin

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'2~2 .At;TO:-il() ALOAL.{ CAWaNO.

embargo, el secreto ele mi residencia en Cádiz lo era sólo


para algunas personas, de stlerte que acaso habl'ia valido
más tlflrme al público como clelenido en mi viaje á Rio-
Janciro. En mi cncicel'o tuve el disgusto de qne hubiese
en la casa no ménos que cuatro vícLimns de la epidemia
reinante, pern lle sus esti·agos es!aba yo seguro, por ha-
b:::rla pasado ya en un niío de los anlc1·iorcs. Apénas ha-
llaba con qnó cnt1·clc11ct• mi oci·1, y aoí, ccclicnclo á una
1111¡m1dcncin a¡ión~:s Ct'üiblc, hube de escribit• vcrsi\los so-
bre negocios de C:'tll iz no políticos, pern que con la polí-
tica se !'oinlm1, y en los cuales Gprnvechaba yo Ja ocasicn
de deei1· algo, y úun ntl11.:lw, conlt•a el GolJicrno, sncc-
dienclo, como era n:llu1·~1. que lan pobrns y lige!'as ohrillns
e1·an recogid~1s y cllpinrlas, y ci1·culaban con ap1·obacio11
muy snpc1·io1· :'1 ~u valo1· escn-;isimo, no sin declar:ll'sc d
nomJJL·e del aul•JI' y el luga1· donde escl'il1in ('1).
llJa cor!'ienclo el tiempo; lia hia cntt'ado rfoviembre; la
epidemia c~la ba extíngnitla e11 S:rn Fe!'nundo, y apén:;s
exístía ya en (;i1\iz, y se \J~1eia 111·gun!.o adelantar Jos t1·~­
hajos desigualí~imos ñ nnostL"a empresa, y sin emLnrgo
tales que en b1·cve Llil)l'On las 1·csultas apetecidas. Hisa da-
ria n cualqnict·u con,i1hH•ar los el1'rncntos de que so corn-
ponia Ja poco nume1·0sa sociedad que dentro ele! rccini•.!
de ( ácliz e1·a Jo 1·c~lanlc de !;1 CP11jur~1)i r )l1 lodavia perti-
naz en sn prop1'.,sito. Se 1·cllncia ,¡ dos abog:irlos con poc,.s
pleitos, y con menor n.. rnlwe qnc úLrn el ya citado Yeg,1,
.Y D. Sebu.stian liGl'nan1lr:z v,l]lesa, de quien h~d)l'ó de ha-
hlat' despues con al¡.;L\na ex1ension, el júvcn íllontero en
en ya cnsa he did10 que yo vivia, el teniente ele na vio que
(1) P oi· aql.lcl tie mpo vín o á Cádiz comÍÚ('nado por el Gohierno
Jlara es tudücr la epicle mia un m6tlico llamndo Cavanellas. que diJo
é hizo niil ext rnvr<fprncias. Llovieron pullas s obre s u pers onn y yo
tomé parte en ellas. per o vituporuuc1.o mfts qne nl doctor al Go-
bierno ciue l<l enYi ab~. y pasantlo á vitu perarle por algo más y de
mayor grave,f ad q_ne la comisíon dat\a al C<Lva uell " ~·

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11RCUEnnos Dll UN A1'CIA~O. 253'
era de la real armada D. Olegario de los Cuetos, á quien
lian visto los que hoy viven poi• pocos dias ministro de
Estado, y, por último, mi pobre persona. Teníamos del
cjó1·cito noticias col'tas y C')nfusas, y lo mismo sucedia á
Jos que con él estaban, pero unos y otrns sabiamos que
trabajaban nuestros amigos ó cómplices en los puntos
donde 1·esid1an. Los del ejél'Cito conlalrnn mucho con los
de Cadiz, figurándose que alli estaban congi'egadas las mis-
mas personas que ánles componian la autoridad supel'ior
de la sociedad ó de la conjuracion, geñ les il quienes re·
putaban da g1·ande influjo, y particularmente de conside-
rable riqueza, de la cual estaban prontos á sacrificar gran
parte para el infeliz remale de la gi·ande oll!'a. Haciase,
pues, necesario ponf.rnos en comunicacion y no por car-
tas, y no rnónos indispensable nos et·a á los de Cádiz en-
gañar a los de afuera, suponiéndonos con m1 potlet· de que
careci:imos para darles aliento con la s€guridad de que
tenian un auxiliar podfwoso. Mal medio, puede decirse, y
para no buen fin, pero esLas son conf0sio11cs y no apolo-
gía. lile tocaba ser el conduelo de comunicaciones lales,
pu<Js no para otrn cosa me babia venido de Gibrallar, y á
mi fanatismo complacia, á punto do ensoberbecei·me, el
peligro que iba á correr, el cual no rué g1·ande, pero podia
habel'lo sido, si no estuviesen domlidos el Gobicmo de
España y todos sus agentes.
Salí de Cádiz, pasó á San Fernando, y atrevesé el cor-
don, no obstante la pena capital impuesta á quien así hi-
ciese, y no fué necesario para ello más que unos pocos
reales dados al sargento de la guai·Jia, que vió en mí un
traginante. Verdad es que un mes :íates habria habido para
ello bastante diílcullad; pero la epidemia estaba concluida
en San Fern:indo y concluyendo en la algo m:ís lejana Cá-
diz, y con la falla de peligrn de que se prnpagase, yendo
ñ enlrar el invierno, el cordon era mirado como una cosa
impertin~nte.

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At'\TOl\10 ALC\AJ,Á GALIANO.

E! pl'imer lugar :.i que me encaminé fué la villa de Alcalá


-de los G:izules. Allí estaban algunos, bien que pocos de
los comanclanles y oficiales presos en el Palmar, siendo
de ellos el más notable D. Anlonio Quirnga, que tenia el
grado de coronel. Este oficial en la noche :;nlorior al su-
ceso del 8 de Julio, al recíbit· en el Puel'lo mi aviso, habia
opinado pot· hacel' resistencia ~•l Conde. En el batalton ti-
tulado de Cataluña que mandaba era muy querido, y tal le
tenía en punlo á cHsposiciones relalivas al alzamiento, que
recelo~o de él el Gobierno, hubo ele hacel'le embarcal' há·
cia fines de Julio y de enviarle á la isla de Cuba. Es las
cil'ctrnstancias hahian dado al pt·eso coronel cierto geado
de concepto, y si se le suponia amuicioso, cabalmente
eran umbiciosos los que nos llacian falta. Pasé, pues, a
vct•mc con Quirogn, lo cual en otro tiempo y lugar lrnbria
sido peligl'Oso y tan1bicn dHicil, porque estaba preso, y
por no ménus causa que una tenlali1'a de rcbelion, lo cual
traia consigo un enciet·t•o con íncomunicacíon rigurosn.
Pero tales estaban las cosns, que los prnsos por aquella
causa, incornunícaclos de tlcL'Ccho, lo pasaban de hecho,
no sólo en comunícacíon, siuo en libol'Lad. Quirnga se pa-
::;eaba pot' las calles de Alcalá de los Gazules á la luz del
dia, concurria á un juego ele billar, jugaba, y con frecuen-
cia solia asomarse á la puerta de la casa de juego, y con
el taco eu la mano vcia ¡rnsm· la gual'dia deslinadn á lcner
segura su persona y sltludaba al ofieial que llevaba órden
de no consenlfr que snliose 1Ji hablftsc á criatura alguna.
Me contaron que un oflci<il (1), no ele la sociedau ni de la
conjuraeion, un dia lrniJia redamado contra La! escándalo,
y blasonado de que el dia en que á él Locasc Ja guardia de

(l) A este oficial dejaron atrás en Alcalá sus compañeros al po-


nerse en rnovimie.nto ya levantados, creyéndole su coutrario. Pero
él, cuando se vió solo, se viuo tras de su batallan. se pl'esentó cu
Sa11 Ji'ernantlo. se most~ó quejoso de que no hubie~en contado con
<o\l, y siguió muy celos'' en la causa constitucional.

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11.ECUERDOS DE U1' A'.'iCIA;1"0.
1os pt'esos, cumpliría con su obligacion, haciendú a los
demas sujelarse al impel'io ele la ley; pero pareció t.an mal
el anuncio de esta dctcl'rliinacion, que cayendo solwe él
todos sus compañeros, aunc!tle no de hecho ele palallrn,
le obligaron á !'clcactarsc de sn propúsilo, de suerte que
bnho de faltat· 6 su tll'lrn1· lo mismo que los otrns. Yo, en
Alcalá, tuye por ltabitaciori la prision de mis cómplices, y
clo1·mí en el cuarto mismo de Quiroga, llevando alli ade-
lante la conjul'acion ajeno de temor po1·que estaba en se-
gmidad completa. En la misma villa recibí á un oficial en
el gt•cmio de la sociedad, con pocas formalidades, pero
con algunas, siendo la sala de reccpcion una cueva pe-
queña en el cerro en que csU\ edificada aquella poblacion,
y mi asiento un canlo :'i medio pnli1· de mediano tamaño.
Al mismo tiempo me presenlé confiado, soberbio y áun
misterioso para da1· á entender que algo importante calla·
ba, porque no convenía divulgarlo; mentí afirmando que
trabaja con Hosotros en C~diz gente de la mayor impor-
Lancia en aquella poblacion: conociendo cuán necesaria
era tal mentira; notando el alto concepto en que era tenido
Ve:;a, por suponel'le dnet1o de grandes dotes y secretos
para llevar á feliz término las conjuraciones, abundé en el
mismo sentido, y en suma, hallando en aquella gente, ó
dígase en la oficialidad allí residente, materia dispuesta
para el logro de mis fines, fomenté su disposicion hasta
darles con una buena dósis de esperanza otra no menor de
aUcnlo. Parn saqué una ventaja m:ís ele mi corta esl~ncia
de dos dias en aquel pueblo, que fué la de Lener un gene-
ral pal'a la emp1·esa, aunque nos hubiese ele coslm' (\ mí y
á mis socios el t1·alrnjo de darle tal dignidad, que áun no
tenla. Desde las primeras palabras que lrnblé con Quiroga,
descubrl en él deseo ele ponerse al frente del levanL!l-
miento para llev:wle ::í cabo, y deseo t.al no era comun,
sino lodo lo contral'io, pncs los más resueltos y Jltomes se
mostraban prontos á seguir y no á acaudill~t', influ~'cncl.o

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256 ANT0:-110 ALCALÁ GALIANÓ.
en ellos una aprnnsion que no era miedo eierlamento, pero
la cual los inutilizaba pat·a llenar un ~ugm· que era impo-
sible dejar vacío. En suma, ningun gcncrr.l queria serlo
del Jevanlamicnlo, y ningun oficial, por muy dclci·minado
que estuviese á avcntu1·at· la vida y bom·a en la empresa,
queria comenzal' por el acto de usurpar nn car¡;o alLo de
la milicia; y pues Quiroga queda, lo cual no ern digno de
vituperio, concediendo mirar nuestro pi•oycelo como bue-
no y áun corno noble, á Quiroga eon\'cnia y lwsla era
preciso dar el mando. Esto decidí en mi interior, y al sa-
lir de Alcalá me propuse dar pasos para ello, casi con se·
guridacl de lograr mi intento, como le logré sin mucho
traliajo.
Lo que tenía qnc hacer en Alcahí cslalia 'concluido. Allí
sólo llalJia Yisto un batallan ó regimiento, y pot• con si·
guicnte sólo una sociedad, siendo lo que le dalla impor-
en
tancia es tal' en aquel pueJJ[O algunos de Jos. el nombre
presos, pol'o lo principal de mi encargo era pon )!'me en
comunícacion con lodLlS las sociedades del ejército, y .á
estas unas con otras, más que lo estaban, haslü ligarlas
con fuerte lazo, dat· al todo un recio impu!So y tenerle
prcpai·ado á l'ecibir olrn muyot' y definitivo en la ya no
lejana hora del alzamiento. Salido de Alcalá, pensé, pero
no sin vacilat', en trasladal'mc á AL'Cos de la Fcontcra,
donde estaba el cu~rtel general; lugar el rni1s propio para
trabajar con fruto , pero ~simismo de no corto pelig1•0,
pues áun )·enrio, como iba, disf1·:izado, era fácil que de ál-
guien fuese conocido, de lo cual podia seguit'Se mi pri-
sion, y con ella nuevo y más compleLo malog·1·amiento de
nuestrn empresa. Miént1·as 1 revolviendo yo en la mente
estas varias consideraciones, caminaba al paso de mi mal
;iaballo de alquiler, acompañauo ele un oficial, mi amigo y
ciímplice, )'cuando, haLicnclo bajado de una ~eri·ezuela,
utravesabamos un llano, por el cual corre el l'io Majaceite,
al que dió fama no há mucho un suceso de la guen•a ci·

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11.ECUEP.l\OS DÉ UN ANClANO. 2!.i7
vil, y al tiempo en que poniamos la vista en Arcos, que
asentada en un cer1·0 vecino se presenta allí al via¡ero, di-
visamos una persona á caballo, viéndose sc1• la de un ofi-
cial seguido de su asistente, y como fuésemos acercándo-
nos, descubrimos, él en mí y yo en él, las pel'sonas de dos
amigos, agl'egándose á ello que él venía, sino en mi busca,
poco ménos. Ern el con quien trnpecó D.N. Bustillos, ofi-
cial de arlillcrfa, sujeto digno de ar.<·ecio poi• mil títulos,
aunque culpado del muy com!ln delito dP- participante en
la proyectada rebelion, y uno de los más activos entre los
conju1·ados 1 sobl'e las cuales cÜ'cltllStancias tenia la de ha-
ber contraido conmigo amistad estrecha, aunque no antí-
gua. El objeto de Bustillos era impedir que yo fuese á Ar-
cos, acto que, segun él sabía, lo seria de imprudencia
temeraria. Convencido de lo que me decia Buslillos, pues
ya me lo recelaba, determiné pasa1· á Bornos, y para ello
hice noche én el camino en la casa ele una viña, en des-
poblado, ·no causando extrafüza, porque con motivo de
estar acaolonado el ejército poi· aquella vecindad, transita-
ba poi· allí alguna gente. No me acuerdo por qué motivo
mudé otra vez de propósito, resolviendo ir más allá, á un
pueblo cuyo nombre es Yillamarlin, de corta nota aunque
de alguna celebridad en los contornos por sus ferias. Alli
habia un batallan con su saciedad correspondiente, y esta
de las más nurnel'Osas y celosas; allí, por supuesto, encon· .
tl'é amigo; allí me detuve, y desde aquel punto envié mi
convocatoria á las sociedades vecinas, convocatoria que
encabecé poniendo por título las más altas dignidades de
la sociedad, de que estaba 1·evestido. La conyocatoria sólo
mandaba enyiat• diputados al lugae de mi eesidencia, y fué
obedecida, acudiendo baslantes. El punto principal fué el
nombramiento del general que babia de ser, y yo por bajo
de cuerda hice presentar como candidato ú Quiroga, pro-
posicion que admiró á todos y pai·eció mal á no pocos,
'pero que, recomendada por mí cuando e1·a consultado, eP
47

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A1íT0NI0 Al.CAL,\ GALU:;O.

Lreve empezó a corrct' con favor, porque al cabo no se


presentaba quien á mi candidato hiciese competencia.
Convenidos en val'ios ot1·os pal'licularcs ele importancia, se
rctil'aron t\ sus respectivos lugal'es ele residencia los dipu·
tad os, y yo me puse en camino de vuelta :i Cádiz. Entrar
en los pueblos me parecía que encei·1·aba peligt•o sin Lener
~'ª objeto, y así busqué hospedaje en los campos. Al atra-
vesar en mi viaje de vuelta la llanura regada por Majacei-
te, é Íl' tí sullit· poi· la vecina serrezuela, comenzaba á cer-
rar la noche, que era la del 29 de Noviembre, y no obstante
nada Lcnía de oscma ni de fria. Pero áun así, necesario
en; encontrar cama y sustento, y al efecto se me presen-
taba dolanto un convento titulado del Valle, en tiempos no
muy distantes algo celebrndo por su hospedei·ía. Aunque
no cm un convento lug·ae propio de residencia pai·a un
·viajero ele mis cit·cnnslancias, allí me dil'ígi, segm·o de no
CO!TC!' peligl'O al hacerlo, y lambien de encontrar mediana
comüdidad, si p no regalo. Pero al llamar á sus puertas y
pedil' asilo, logré entrat', no sin mostrar poca voluntad de
acogerme, y me encontré con la mansion m:i.s desabrida que
11ucdc ílgu!'arsc el hombrn mónos dcscontenlaclizo. De ello
hago rncncion pot' set' esto retrato de los tiem11os, ó prue·
ba de la mudanza ocuniüa en España durante la guerrn de
la Independencia, y de lo imperfecto de la restauracion
que la siguió, á pesar de la inLcncion de Fel'nando Vll de
reponer las cosas en el pié en que estaban en los dias de
.su subida al t1·ono. Aquel convento donde hahia hahiclo
algo de regalo, aunque Lal vez grosm·o, estaba reducido á
un gratlo ele miseria apénas ci·eible. Le habitaban tt•es ó
cuat1·0 frailes, cnya estupidez ni pm· la de los 1•úst.icos del
campo vecino podia ser excedida; tan ignoran Les de lodo
cuanlo cel'ca de ellos pasaba, que no podia yo se1· sospe-
chado, porque ca1·ecian de toda idea en qué fnndar sospe-
ch&. Pasada allí uaa noche, qne en lo incómoda no habia
tenido ig~J!l, ni la he tenido despues en el largo discmso

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!\BC!J~:11oos DE U:\ A1\CIA:\O. 25&
-de mi trabajada vida, al dia 3íguicnte, y átm temprano, lle-
gué á Alcalá de los Gaznles. Allí me rncibió con gusto
Quiroga; me detuve á come!', di á conoce!' á mi huésped
que era probable fuese elegido genel'al, con lo cual le dejó
salisfet:ho, y JJL'osegu! mi viaje á ~lcclina-S1donia, donde
contaba pasar la noche. Et·a aquella ciudad la cuna de mi
madl'e, y tenía yo en ella por parientes más ó ménos leja.
nos todas las personas principales que encierl'a: el alcal-
de, adcm~s, hombre instrnido y aficionado á la literatura,
era ele nuest1·a sociedad y conjuracion, y á esto se agrega·
.ha estm· residiendo ~1lli mi hijo írnieo en compañía de una
tia mia ya anciana, que habia sido y siguió siendo Ja1•go
tiempo para mí y pat·a él segunda mmlre; pero esto no
obstante, y á pesm· tambien de que toda la gente grnnada
de aquella ciudad era constitucional en sus ideas y deseos,
la p!'lldencia me diclaha no verlos ni áun darles noticia de
que tarl próximo ~t ellos estaba. Corno mí llegada fué ya
!Jien cntrnda una de las largas noches U.e aquella eslat:ion,
hallé fuel'a de lu poblacion espcl'ándomc, poe aviso que de
ir yo allí tenían, varios ollciales del re¡;imienlo de la Co-
rona. A ninguno de ellos conocía, y por lo mismo bulle de
ser tenido en más como lrntsonaje á quien daba alto valor
su cornision mistcl'iosa. Pasé allí la noche más dado á tra-
Jiajos conccmientes :'.\ nuestra empresa que al suefio, y ·
dcspues de uno bl'eve monté á caballo ántcs de amanecer
y me encaminé á San Fel'lrnndo. Pel'O al llegm· me espel'a-
ba una dillcultad de mí no prevista, pues c1·eia yo que el
cordon sanitario por mí atravesado Lan fñ.cilmcnte cuando
podía llevar conmigo un gérmen de enfermedad á paises
sanos no me opondl'ia el meno!' tropiezo al querer penetrar
ele uno sano en otro en que sólo mi persona poclia couel'
peligro. Me engañaba, con todo, y así me lo dió á enten·
cler el hombl'é, mi compañero, que me había nlquilado el
cnballo que montaba, ducho en ::iquellas cosas poi· ser su
<?Cupacion consLantt: ir al cordon desde los lugal'CS voci-

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260 ANTÓ:rni ALCAL,{ GALTANO,
nos.-«11fayorl•iguridad, me dijo, hay para dejar entrai· que·
para dejar salit', y hoy como nunca, po1·qne manda la
guardia un sargento muy malo que tiene dícho á Jos sol-
dados que cuidado como dejan pasará naide, que pan1 eso
les da el rey su pa¡;;a.» Poco ménos que acorde con mi
acompañante quedé yo en punto á calificar Je malo al sar-
gento que tan bien cumplia con su obligacion, porque me·
ponia en situacion ha1·t.o penosa. Por fortuna, me ocUl'l'ió
una idea, fruto de mi lectura, lo cual, dicho sea de paso,
prueba que el leer parn mucho sii·ve, aunque abunden
quienes lo crean cosa de poca utilidad vel'dadera en los
c~1sos comunes de la vida. Tenía, pues, yo noticia de que
habiendo sido preso un fraile, en el reinado de Felipe V,
por fündada sospecha de ser autm• de unos papelillos sat!-
ricos que de cuando en cuando apal'ccian en palacio con
el título de El Duenrle (obrílla de fama en su tiempo, aun~
que de corlísimo mérito), como estuviese su prision harto
mal guardada, se acercó un dia á la puei·la con intento de·
escaparse, y, no encontrando pal'a ello más obstáculo que
el de la centinela, que estt1ba paseáridose, acechó el mo-
mento en que ésta le volvía la espalda, salió, casi se cosió
á ella, )'éndole detrás, y cuando el soldado dió la vuelta y
tomó la contral'ia en su paseo, él sin c0rt·cr ni dar sospe·
cha siguió en dfreccion opuesta como uri fraile cualquiera
que andaba po1· la calle. Había yo tenido por cuento esta
relacion; pero en mi apuro !'ccurl'l á lrnrer una cosa, si no
del todo igual, muy parecida, la cual ffil) salió á medida
de mi deseo. Estaba el puesto del conlon en la batel'la lla-
mada del Portazgo, céleb1·e límite que d.esde f8·10 hasta
18'12 babia separado del gigante imperio f•ancés á la en-
tónces reducida Espaila independiente. Tiene aquella ba-
teria, como todas, un glasis y lo llamado camino cubier-to.
Despedí yo desde afuera al caballo con el hombre cuyo,
era, y con mi muletilla, encargándole la entregase en ~le­
dina-Sidonia, y me quedé sin señal alguna de caminante.

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RECUÉRDOS DE UN ANCIANO. 261
'Esperé á un momento en que el soldado que estaba de
centinela se quedase solo, lo cual sucedió, si bien era de
temet• que no, pues convidaba á estar al sol la mañana, 6
dígase el medio día de uno de los bollos de principios de
Diciemln·e. Seguí medio agachado, y cuando ví á la centi·
nela volverme 11 espalda, me dejé caer del glasis al cami-
110 cubierto; pel'O, en vez de reti!·arme, vol vi la cara al lu-
gar de donde venía, y cruzados los brazos me eché de
bruces sob1·e el borde del glasis mirando á adelante. Al
vol ve1· el soldado me vió, y creyendo que llabia venido de
adentro, y que en conlr2vencion á las órdenes me ponia
en lugar donde era prnhibido estar, medió el grito comun
entro los militares de «at1·ás, paisano.» Corno su ati-ás
para mí quet'ia decir adelante, obedecí gustoso, y me en-
caminé á la vecina ciudad ele San l"ernando, sin que en mi
1·eparase el terrible sa:·gcn to. Una vez dentro de la pobla-
cion tenia en ella amigos, )' de los que mús podian valer-
me, porque la conjuraeion, JH'evisora, se habia asegurado
de muchos empleados en el ramo de C.orroos, y el aclmi-
nistradot· de esta dependencia del Estado en San Feman-
do, ó digamos ta isla de Leon, et·a lado nuestro y muy ce-
loso. De este modo, cspe1·ando á la noche , llegada que fué
ésl11, vino la correspondencia de i\Iadl'id, que dcbia pasa1•
á Cádiz, y en ol ca1'l'illo que la llevaba, abrióndose para
darle paso la Pucrla de Ticaa, entró en la ciudad de Cádiz
bajo el ~mparo del gobierno el que estaba tt·aJrnjando en
derribarle.
Volví á Cádiz y á mi ~ntiguo hospedaje, á dcsc:rnsar al-
gunos dias míént1·as crecía fuera el incendio, no obra mia,
pero por m! poderosamente avivado y soplado. Dí cuenta
de lo ocurrido á mis poco numerosos otSmpliccs, que nada
podían hacer por lo pl'Onto más que cspc1·ar y buscat' di-
nero para los pl'imeros gas los del alzamiento, género entrn
nosotros escaso, y qne teníamos pocas medios de sacará
,quienes podian disponer do sumas de mediana cuantía.

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262 ANTOXlO ALCALt GHLDO ,

En todo cuanto acaba aquí de refeeii·se apénas va hecba-


mencion de l\Iendiz:\bal, de quien algo all'ás se ha asegura-
do hah2r sido de los principales cntrn los aG·eotes y fauto-
res del levanlarnienlo. La 1·azon de omision tan nolable es
que sus trabajos, si iban á la par con los nuestros y los
mios, eran llevados adelante en otl'OS lugarc.s .. En vei·dad,
el estado ¡:n·esen le tle lo conjul'acion en el ejél'cilo era
poco ménos que obl'a suya,. pues de un cuerpo casi muerto
babia hecho uno vivo, robusto ya, y muy alenta rlo; confit·-
mando en su prop<!silo á los fuertes, acnlorando á los ti-
bios, 1·cslitnycnrlo los bríos á los clcsma~·ados, activando
los t1·al.wjos de las sociedades, y eslreclrn11do las 1·el3cio-
nes que á unas con ol1·as unian; cosa~ para las cuales le
hacian propio sus calidades naturales, y la siluacion en
que se hallaba. En mi viaje <ll ejército no pudo yo venne
con él, oponiémlose ú ello más de un ohst1cnlo; pero si
ele naeslras visilns habrfan resullado venttijas :'I la cornun
empt·csa, no habrian dejado Lle nace!' de ellas algunos y no
leves inconvenicn les. 1lendizábal cea dado á bullir más de
lo necesario; con sus singularidades conducentes al logro·
de sus fines mezclaba rarezas inútiles, y era por demas in-
dócil y 3un dominante, y yo, enLt•e otras fallas, tenía la
que fon en cierto graclo conservo de nrnl sufrido. Es por
]o mismo probable que nos hulliesemos des avenido en
cuanto al uso de mucllos medios de Jos encaminados á al-
canzar los fines en que eslábnmos acordes. Por ot1·a pat·te,
liabL·ia disminuido la imporlanci:i con que yo mo pl'esenta-
ba, y Ja cual conlrihuia ellcnmentc a lleva!' aclclanLc con
m{1s aliento el proyecto que teniamos entre manos, ha-
llarme al !:ido con homlll'e á quien no podia engañar res-
pecto á los recn1·sos ele que cl'a yo dueño, t'ecursos no sólo
pecunial'ios, sino de otrns varias clases. Ilien estL1vo, pues,
que no nos viésemos enlónces, como lo vino á estar que
nos viése mos luego. '
La cueslion de dinero el'a, como poco há aquí he dicho,,

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RECUEl\DOS DE Uli A¡.;CJ.11'0, 263
una de las que más nos daba que pensar, é iba haciéntlose
:ipi·emiante. Yo sólo COl'lisimos picos podia dar; :!lontero,
cuyo capital em escaso, dió veinte mil reales y un poco
más, y Cuetos, simple oílcial de ma1·ina en grado subalter·
no, pern que tenia alguno bien que reducido crédito per-
sonal, usó de todo el suyo pai'a tomar prestado hasta mil
pesos fuei•tes. A pel'Sonas pudientes de Cádiz no babia que
pcnsat' en áii•igirnos. E:n tanto, supimos que había vuelto á
la ciudad Istul'iz, persuadido con razones que parecian
convincentes de que nada tenía que temer ele la causa
pendiente llecba á los miliU¡res, y sólo á éstos, de spues de
la ocurrencia del 8 ele .Julio. S8bcdm·es de su llegaúa, pen-
samos en acuúir á él conociendo su generosidad y supo-
niéntlole l'iquezas que no poseía, así como no ignorantes
de qne el malogra de pl'Oycc.to antei·io;' le lwbia sido harto
costoso. Aunque, como ántes aquí he dicho, no era todavía
nuestra amistacl estrecha, tenhnnos algun trato, y para él
valia más que las de los otros asociados mi persona. Fui
por esto yo diputado á verle y pedirle. La visita tenia que
ser de dia, y aunque yo sólo de noche pisaba la calle, me
arrn;é á ella en la mafi ana dd 2il de Diciembre. Vivia !stu·
riz en el htgat' ele rnús concurrencia qne lrny en Cádiz (en la
plaza de San Antonio), y el día festirn era de los en que
mús están fue1·a ele su casa las gentes, lo cual hacía en la
apariencia pcligl'Osa pan1 mí mi sulidn, aunque en vet·dad
en el genernl descuido el'a el peligro que yo corria, si aca-
so alguno, muy corto. i\Ie embocé en mi capa, me calé un
gorrn, me puse unos anteojos, y así mal encubierto llegué
á la casa á que iba; pl'Cgunlé poi• el amo, dí mi nombre
parn ser recibido, y lo fuí al inslanto con muestras do con·
sidcrncion y arecto. Pcl'o al buen juicio de Isturiz, al cual
se agrngaba el escarmiento, parnció nuestro plan desca-
bellado, porque no sin razon tenía e n poco á los que en él
entrábamos, ménos á mí (segun me dijo y probó en cierto
modo), y no creia posible hici~semos sin fuc1·za de clase

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26i AH0'.11!0 ALCALÁ CALIA~O.
alguna Jo que no se había podido teniendo mucha, ni que
se all'cvicscn á un aclo de Joco arrojo los que no habian
sabido hace1· una resistencia con visos de terminar en una
\'icloria. Noté yo que en él influía el desabrimiento hijo del
desengaño,~, as! se lo mmlifeslé, á lo que dió por res·
puesta que yo estalla llevado poi· una imaginacion acalo·
t'3da con exceso, en !'non de los mismos sact•ificios que
había hecho y estaba haciendo á una causa desespc1·ada·
Terminó nueslrn disputa eu decirme que por consiclei·acion
personal á mí, me cntrcg~1·ia al momento mil clurns, aun-
que los consideraba perdidos. Acepté la oferta, pern ha!Jia
una clillcnllad. No tenía lstul'iz en casa 01·0, y no era dia
de buscarle, ni lampcco nuestro negocio consentia cspe·
ra, no siendo ¡ior olrn pal'lc convcnicnt.c que me presenta-
se yo en púiJ\it.:o, so!Jrn todo en momentos que iban siendo
muy Cl'ilicos, pues no podia l<11'dar a1Tiba de muy pocos dias
el rompinücnto. En caso La!, Lerne1·a1·i amenLe cm·gué yo con
el peso de más de dos a1'1·obas y media que tiene una talega,
y mclióndornc ésta debajo de mi capa salí de vuelta á mi
asilo. A los pocos pasos conocí el desatino que babia he•
cho. Siempre he sido ele poquísimas fucl'zas, y áun las muy
grandes apenas bast.011 parn llevai· á pulso tanto peso, y asi
es que scnlí il'scmc escu1·ricndo el que llevaba, y faltarme
poder para conlenerle, viéndome adcm;'.1s obligajo á aten-
de1' al embozo. En un momento me asaltaron considet·a-
ciones tristísimas y hat•to fundadas. Ver i·odai• por el suelo
una suma cl'ecida de clinc1•0, saliendo de debajo de la capa
de un hombre embozado, en un di1 ele los más feslivos, y
en que no se hacen pagos, por fuerza habria de inducirá
quienes tal cosa viesen á fortísimas sospechas de ser,
un ladron el sl\jclo al cual pasaba tan raro lance. Ilabrian
acudido mil'ones, y entre ellos gente dispuesta á recoget·
una ú olrn moneda de las caídas y. desparramadas, y de
resultas de ello era ineviLnble mi pl'ision hasla averigÜa1• '
quién era yo, y por qué andaba con .aquel di11e1·0 oculLo. ·

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llECUE!\DOS DE UX A1'CJA:i0. 26:>
Pero si, hecha la averiguacion, quedaba (sólo por ser co-
nocido mi cat'.:.icter y no haber quien se quejase de habe1·
sido robado) indemne yo de la nota y sospecha de ladran,
cnlraha otra cucslion no mónos grave. ¿Qué hacía yo en
Cádiz? ¿Pol' quó cslaba escondido? ¿A qué llevaba tan cre-
cida suma en día de Navidad y con tal recalo, en vez de
ilal'la :i un mozo de conlel'I Y, ag·l'egando :.i esto las voces
que co1·1·í~n sobre haber conju1·acion, y si no pruebas lega-
les, casi genera\ convencimiento de haber yo t c11ido part0
en la forniada primern y luego clesban1l3da :.i medias por el
conde de La Bisbal, ¿no se segniria do mi ¡n·ision gravísimo
pcligl'o, 1rnís lodavía al proyecto de levantamiento que á
mi }Jersona? Todo esto en ménos tiempo que el en que lo
escribo se me vino de trnpcl á la menle, aumentando con
la congoja moral la corpot·al que rne producía el ¡ieso que
rne iba rindiendo. Pero un grande apul'o da foerzas, y de
ello tuve :'o y dí entónecs una prueba, pues enlnindome
por una calle co1·ta y poco transitada, me arrimé á una pa-
red, soslt1ve mi embozo con los dientes, aproveché un
punto algo saliente en el á modo de zócalo de una casa para
en él apoyarme, rcS[}Íré con fuerza, cobl'ó con esto bt'ios,
y capaz :•a de 311d;i1· por brrve espacio sin so1La1· mi car·
ga, apreté el paso aprnrnc!inndo la feliz Cil'cunstancia de
estai· poco distante Lle la de I~lul'iz la cnsa que era mi t·e·
.sidcncia. Llegué por Jln á cll~1, nt1·avesc la puerta de la
calle, en Cadiz por lo cornun abie1·~a, llegué al segundo
portan eel'l'ado, así el col'don de la campanilla, la toqué
con violencia, y hecho ya el úll1mo esfucl'zo, vino la pos·
trncion y hube de cact·, si llicn no enteramente de golpe,
boca ahajo, quedando cullicrla con mi cuerpo la l~lega. Al
recio campanillazo acudiernn los de la casa, no sin susto,
pues sabian estaba yo fuera, y las eircunslancins eran para
estar con l'ccclo y temor por mí y por nosotros todos.
Abierta la pueda, gl'ilé yo desde abajo con voz lastimera y
como enfem1iza, y corriendo m~s amisos á darme favc,~-

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~66 ANTÓN!O ALC.UA GALTA~O.
aunque ignorando cuál ern mi pena, al principio se queda-
l'on admitaclos, y luego sallaron Ja risa, dislinguiéndosc
entt•e ellos el viejo Vega, que se desternillaba. Cuenta de
Napoleon el obispo de Pradt, que le dijo repetidas veces,
en una conversacion en Va1·sovia, que lo snblime ':i lo ridí-
culo distan un paso no más, copiundo, con ulguna mudan-
za, el Emperador lo qu0 habia dicho Voltaire de el amor y
la.devocio-n ('I), r prueba es de ello el lance que acabo de
referir. No porque culilique yo de sulJlirne ni mi accion ni
la empresa en que estaha empeñado, pues sería hasta pro·
fanacion de Ja voz sublime aplicada á tales objetos, pcrn
al cabo gl'ande era y grandísima vino á ser por 8us rnsui-
tas la importancia de un suceso tan de bmlas, por lo cual
no quiero ornitit• sn relato donde aparece un teslimonio
más de cuán comun es depcnclet· cosas graves de sucesos
pol' dcmas pequeños.
Mi6ntras esto pasalla, nuesti·as relaciones con el ejér-
cito iban siendo más frecuentes. Pe1·0 se habia hecho ne-
cesat•io no dejat· enfriat· el calor producido pm· mi visita.
No pareció conveniente que yo la repitiese, y fué en mi
lugat· Femandez Val!esa. Este sujeto, digno de aprecio poi•
mas de un titulo, pern poco ó nada conocido, apareció
con impol'lancia superiot' á la que tenia, y ílesempefiú su
encm·go con sumo acierto, mezclando el valor con la pl'u-
dencia. E1·a, en vet·dad, Vallcsa persona de muy buenas
prendas, aunque sin calidad alguna supcr10r, no muy ins-
truido, pero tampoco ignorante, ú lo cual aeompañaba un
juicio claro, una gran serenidad de ánimo, y no comun
honradez; suje~o muy deslucido en pe1·sona y modos, de-

(1) Cro~ c7el'iliilO-ro- <I· la decotion.


il n'y e~ qn'·i'"n p(u.
De la cual dice nue.sl!'o Aniaza en sn lim1a sátfra .. ~e la trngedi!J.
Los Vencci1wos,
Sin duda se diría por tal caso
Que umo1· y devccioa l\istun ua paso.

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ftECUEn!IOS nÉ lL'I ANCl ANO. 267
fecto que á primera vista oscurccia sus elotes, las cuales
se descubrian despucs de algun trHto, y 11omb1·e :i qnien
tocó hacer mucho en la eonj uracion y figm·ar poco des pues
del triunfo, pcrn que, al cabo de su carrera, querido y
tambien esl.inwdo, vino á ocupu1· un puesto allo y no de
los supel'iol'es, colocándose así en el lugat' cot·1·espodiente
:í su mérito, 1ugar que ern ele los elevados enlre los de
segunda clase (1). Vallesa, una vez en el cj.Srcito, lo cual
log1•ó hacer con poca dificultad, porque de dia en dia iba
allanándose más el paso poi· los co1·clones, anunció esta1·
hecha la c!eccion de general en el cOl'onel Quirog-3, el cual,
sin embargo, seguia p1·eso, si Lal calificacion pollia dm·-
se á la situacion en que estaba. Poco ~11 p:11·ece1· ten fa que
11acer este nuestro nuevo comisionado, pero con todo hizo
mucho, porque la conj lll'acion corno t.odas conmnmente
comparadas al fuego, necesitaba como el fuego continuos
soplos para nrnntcnc1·sc viva.
lfabia en medio do esto llegado el 26 de Diciembre. No
estaba sciialado el dia en que lwbiJ de Lcne1· efecto el
rnmpimit.Jnto, prro 110 podia ya pe1·dersc tiempo, y era ne-
cesario poner en obra lo pl'opucslo y cle!lti'O de plazo múy
hre-10. Estando asi las cosas, se me ¡H·csentó un sujeto de
mi desconocido, que me trnia, de µarle de Mendizábal, un
encargo, diciéndome .:¡ue sin demorn pasaoc á rcrle en Je·
1·ez, pa1·a lo cual me traia el rnensajc1·0 medio fUcil y se-
guro de atravesar el cordon. Cauto yo, como con\·enia á
·las ci1·cunstancias, con nl'te procuré aYel'i~·ual' si el men-
sajero era nuestro aliado ó cúmplice, y pl'Onto hube ele
conocer que no lo e1·a, sino que, al contr81·io, ignoraba
qué clase de negocio tenia yo en tr~lo con nueslt'O comun
amigo, y crcia que CL'a sobre cosa de ·~ornpra y \'untJ, todo
ello 1·elativo al ramo de pl'ovisi©ncs. Acomocló al snbe1· esto

(1) ~.ruri6 siendo m~gi~trnclo del T1·i\luual Supremo clo Guerra y


lrfal'itia.

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~68 ANTONIO ALCALÁ GALIAISO.

mi lenguaje á Jo que de mi debia pensar el que iba ~ ser


en mi nuevo cot'lo viaje mi compañero. En medio del dia
tuve que salii• por medio de Cádiz, donde ei·a tan conocido,
embozado y tapándome, poro de mane:·a que no diese tam-
. poco sospeclws i1or mi empeño en encubrirme á la pet'-
sona que iba conmigo. No pude conseguiL· esto úllimo,
pues como él me dijo despucs, receló que yo tenla alguna
causa por la cnal me recataba con exceso. El hombre, siu
embargo, no era de temer, porque á la politica alcndfa po-
co, y si algo, era all:i constitucional á su modo, como buen
gaditauo. Así es, que nos embarcamos sin tropiezo pal'a el
Puerto, ele la cual poblacion salimos sin perdet· tiempo
para Jerez, donde nos encont1·amos lllcndízúbal y yo, sien-
do de notar que no Je habia yo visto desde que hallia en-
h'ado en nucstrn sociedad y nuesLt•o proyecto.
Ya en aquella hora, una con¡uracion sin verdadera cnbe-
za, sin rccmsos, ó poco ménos, tenía una fuerza fonnicla-
bJe. Con todo eso, aún podt'ia el GGbíerno haberla atajado,
como pudo fócilmcnte dcspues del levantamiento haberla
sajelado; pern diú con su con<lucLa sobrado motivo para
que los más amantes ele las doctrinn que pt•ofcsaba 'J' de
las cuales era dcfcnsot', se viesen forzados á clal'lc, aunque
de mala gana, y por otras causas, la calificacion de malo
que le daban sus enemigos y se le da en esta nal'racion
prnlija. Sirva de disculpa de esta prolijidad que ella misma,
en sus mcnudenci3s, manifiesta con Jo flaco de los me-
díos empleados parn de1'L'ibar aquel pode!' , hasta qué
¡1unto había en él venido á ménos Ja fuerza que tenía
en1.8H.

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.ll.l~GUERDOS DE IJN AMCIANO,

IV.

Al llegará Jerez y verme con Mendizábal, encontré á éste


lleno de su importancia, y no si11 razon, ufano del éxito de
sus trabajos, tan feliz, segun nuestro deseo, que era ya fácil
y llano, á punto de contarlo como seguro, lo que tl'es me-
ses ántes habria parecido un delirio. Por desgeacia, 6 di-
ciéndolo con propiedad, para rnorlificacion de nuesl1·a im-
pacicr.cia, teníamos al ln"incipio un testigo de nuestra con-
versacion en mi acompañante, quien, al vernos hablar !le
negocios de compra y ven la, con ingetrniclacl manifestó que
habia recelado oti•a cosa de mí, po1·que á la salida de Cá-
diz tenia para él trazas de pe1•sona muy sospechosa, y tal
vez implicada en un suceso polnico de aquellos dias al
cual aludió (1), pcl'O 3[n darnos susto, porque no cr·a el de
hat·ta más gravedad que tenfnmos entre manos. Un ne-
gocio ó sólo un deseo de distraccion llevó á este que
nos era impol'tuno, y deján~lonos á solas uno con otro á los
dos agentes de conjuracion, supe de Mentlizábal que me
llamaba para que juntos pasásemos á las Cabezas de San

{l) Por aquellos dins fué comunicada uno. Real 6rden supuesta,
mandando poner en pié y entrai· en SArvicio activo las milicias
provinciales. De dóncle salió, y cuál fin llevab!J, fal fraude. no creo
que se haya sabido, pues de los conjurados no rué ni podia ser.
porque en lns milicias más contrarios t()níamos que amigos. Lo
ciorto os que el Gobierno se indignó. y en lo. G~1.ceta expresó su in•
dignacion en nuevas y verdaderas Reo.les órc!enes, mandando nv~·
riguar el origen de un hecho en que vela un peligro. De esto se
·habló mucho; no entre nosotrns. atentas >imayor cuidado. Mi acom
pañante. más enterado de ello que de nueS'•rO n~gocio, me dijo
pues, que al figurarse q11e yo me tapab~ muc~10, recoló si saría rlo
los implicados on la cD.i¡~a maudílr.ill fQrwar ~Q bre el Munto de la!S
milicia~ ~rovfocialei_.

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270 Al\:TO:'>:JO ALCALÁ GAL!ANO.
Juan, donde habian de cL\rsc sus disposiciones finales para
el levantamiento casi inmediato, porque allí estaba uno de
los que en él hahian de hacerlo principal, nombrándome á
la tal persona, hasta allí de mi no conocida. Era csla la del
prime1· comandante del balnllon do Aslmias, D. Rafael del
Riego, de allí :í poco de tun alto renombre, por algunos
años des pues de controvertida fama, al cal)O ele suerte por
extremo lastimosa. Del carácter del tal personaje deben
da1· el mejor testimonio sus hechos, pero estos son cono-
cidos impc1·fectamenle, lwbiéndolos abullado, sacado de
quicio, y desfi gurado en contrarios sentidos pasiones fu-
riosas ó locas, unas de amo1· ~· otras de odio. Un motivo
poderoso me sitve de impedimento para !wce1· su retrato,
y es que lo 11'~1gico de su lln y el extremo de h~:rbane con-
que fn~. t~·atado por sus t>nemigos vencedm·es, deben hacer
en alto grndo respeLahle su memot·ia, rniénlras por el lado
opuesto la vcrd:.id bísLól'ica, que no admite falsecladcs, ni
áun abona el silencio cuando es justa y necesaria la cen-
sm·a, cxigil'ia, al hacer mencion de sus bneRas pt·endas, se·
ñular igualmente las fallas enormes que las compensaban
y dcslt.straban, ~·que tan fatales fueron á la patria, causa,
y persona del CJll0 sobre lodo era desigual por demas al
puesto á que por breve pino le encumbró la fortuna. Rie-
go tenfa parte en la conj LH'acíon medio sofocada en el Pal·
mat', siendo de la sociedad sect·cta, pero tenia en ella tan
pobre papel, que s61o era conocido de sus amigos. Tnvo
la mala sucrle de haber ido en el séquito milita!' del conde
de La Bisb(ll en lu noche del 7 al 8 de Julio, desde Cádiz al
Puerto, á ejecutar la ¡1rision de los comandantes, pero,
lleno del celo de la causa comun, y conociendo la intencion
del gcnc1·al desde el momento en que se puso en mal'cha,
había tratado en el camino de dar aviso á sus cómplices
y de excitar á 1:.i resis~encia. O poi· no set· sabido tal pro·
cedet', ó por otrn causa ignorada, lujos de pnrlicipar de la
desg1·ucia de los que c~1~·eron oresos en aqucUancc. habla

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RECtiEnDOS DE l'.N ANCJANO. 271
suced ido á dos de ellos (los hernianos San Miguel) en el
maúllo del batallon de Astúrias; pero !o ignorado ó cles-
atendido por unos, era recordado y a¡H'obado por otros, de
lo cual habia nacido contarse mucho con Hicgo entre los
conlinuaclorcs de la poco antes malograda empresa. Yo ni
de visla le conocia; pero Mendizábal me hizo ele él gran-
des elogios, porque en la trnma L'enorada y reforzada en el
ejó!'cito haliiu tenido y tenia muy pl·incipal parte. Esto supe
011 Jei·ez, y esto oí de nuevo en el c~1mino que emprendi-
mos Mendizábal y :1•0, sin compaiiel'Os, en la noche del 26
al 27 de DiciembL·e. Habiendo llegado al amanecci· á
las CabezBs, villa pequeña, villa cuya existencia y nombre
5abian pocos, excepto en los lugal'es cumarcanos; pero de
extendida fama des pues, y que sed. recordada siem¡)l'e, ya
pal'a bien, ya pat'a mal, en la historia ele Espaiia, entramos
en el pueblo, fuimos al alojamiento de Riego, y yo fuj
presentado ú él, quien desde luégo me recibió corno ami-
go, á uso de aquellos clias de sincel'idad en nuestro cntu~
siasmo, y se empezó al rnomcolo á L1·abajar en los porme-
nor.es del plan del levantamicnLo. Tl'Cs habian de sei· los
movimientos principales. El 1,a1~llon de Asl(u•ias, saliendo
de las Cabezas en la noche del 3t de Diciembre (clcspues se
pospuso á la del 11 de Enero de JSG.!O), había de irse sobre
AL'Cos , donde estaba el cuarlel general, y juntándose
en las inmediaciones de aqu0lla pol.Jlacion con el bala!lon
de Sevilla, que babia de acudir al mismo punto desde su
acantonamiento en Villarnm'lin, y con algun olrn, juntos
caet• sob1·c la residencia del general del ejército, prenderle
con todos cuantos á él siguiesen adictos, y ¡woclamar
lo qne llamábamos la libertad, y por general a Quiroga. Al
mismo tiempo éste, sacado de su prision en Alcalá por el
IJataUon de Es¡rnña, ali! acuartelado, y puesto a Sll frente,
hal>ia de Íl' sobre l\lodina-Sidonia, donde le esperaba y se
le reunida el balallon de la Corona, y ambos juntos, mar·
chando en la lar~a noche de invierno, dehian con la

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'.172, ANTONIO ALCAL.I. GÜ.Í:Ú:O.
primel'a alborada estar sobre la batería del Portazgo y
puente de Suazo, donde, apl'Oveclrnndo el general cóm·
pleto descuido, lo cual, como acreditó la expm·iencia, no
era pl'Otneterse mucho, entl'ar sin resistencia y por sor-
presa en la isla gaditana, )' dueños ya de ella los levanta-
dos, creian seguro sedo de Cádiz, guamecida por el bata-
llan de Soria, muy nuestrn, aunque no lo era su p1·imei·
' comandan te, y cuyo vecindario, liberal ardoroso, recibiri:i.
con aplauso ú los que clehia considet·ar como libertadores
de la patria, sujeta al yngo del dcspolismo. Por último, te1•-
cer movimiento hecho un poco 1mis en lo interio1·, y em-
pezado por la arlillcría, cuyo comandante, el coronel don
Miguel Lopez de Bai'ios, era contado entre los más fil'mes y
a1•clienles de nuestra sociedad y empt·csa, agregándose e
balallon de Canarias y algunos mas, h;11Jia de marchar á hl
cosla, donde el ejél'cilo ~nles expedicionario, y ya desti-
nado á muy otl'O fin, babia de p1'esentarse junto. De esto
plan sólo una parle tuyo efecto, y muchas tropas de
las que con hal'la 1·azon suponfamos amigas , en fuerza de
las cit·cunslancins, viníe1·on á sernos contl'al'ias, no obs·
tanle lo cual, en el léi'mino de poco m::is de dos meses fu¡;
nuesLra y completa la vi ctoria.
Estando ocupados en estos tnilrnjos, se p1·esentó en las
Cabezas, llamado pm· Riego, el comandante {]e un bataHotl
acantonndo, no me acuerdo si en Triilujena ó en Constan-
lina, de la sociedad tamllien, y de Ja conjuracion por con·
siguiente, pero hombre libio é il'rcsolulo. linterósele de lo
que le tocaba hace!' en la olm1 comun, lo cual era ponerse
en marcha sobt'e Cádiz, juntándose, si le era posible, coo
Riego. Allanóse á ello sin ponet· objecion alguna, y como
si hubiese aún algo en qué convenir, despues ele estar con·
formes en lo principnl, fné prcgnntado por Riego si nece-
sitaba todavía alguna cosa, á lo que él respondió con gran
flema y no menor asombrn de nuestra paL·te, que sólo pedia
una órden del general (no del nomln·ado poL' nosotros, sioe>

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RECUF;RDOS DE l.:N A:'.\CL\C'\O. ' 273
del que lo era por el Rr.y), pal'a poncese en movimiento.
Ridiculizó Riego, como era de snponet·, la idea de pedir
una ót·den tlel general para l'ebelat·se contra el Gobierno y
contra su misma persona, pero el bueno del comandante re-
puso:-«¿Pero y yo, si no sale bien el movimiento, con qué
me cubro?-¿Y con qué me cu!Jrn yo atacando el cuartel
general?n exclamú arrebatado y reµlicándole Hicgo. No
hizo mella tal consideracion en el ánimo de su compañero,
del cual visto estaba que poco ó nada era de esperar, pues
trataba de cubrirse, y así fué que se marchó con aparien-
cias de ir disgustado, y que no tomó parle en el mo-
vimiento verificado de allí á cinco dias. Pcrn hizo oLra
cosa más singul3L', y es que Hicgo, habiéndole paeecido
tan ridlcula pl'ctensíon la de su com¡rnñcl'O, apelase des·
pues al arbiti·io ele que se bm·lú é indignó (l); accion por
largo tiempo ignol'acla ánn <le mí, y closcubieeta por el
mismo que la hizo en una de sus frecucnles rndiscrc-
ciones.
Pas6se en clai·o la noche del ~1 al '28, como habia ':i'º
pasado la anterior caminando, pero no sentíamos la falla

(1) Cuando regía la Constitucion, y estaba Riego en el punto


mtis alto do su fama e influjo ó potje1·, como estuvicsemos un dia,
estando él presente, hablando del ¡1orrnenot· de los sucesos de nues-
tra conjuracion, cité yo, como idea singula1· poi· lo ridícula, la del
'buen comandanto que necesitaba una ó,.deu .~npucsta del general
para sublevarse, y la alentada y 0;1ortuna respuesta del que era
llamado Héroe de las Cabezas. cuando con sorpresa mia, éste
dijo:-•Pves yo hicé escl'ibi,. una ó•·dcn como la de q"e se t1·ata, pan¡;
mi. y esta.ha V.m bien imite>d'< l.:r 1elr<> de In o(ici1rn y ln firma dei
géneral (el Goncle de Calcleron), q"o 2wos1a.s ai lada las órdenes ver-
daderas y la supuesla, no se dislingufr< '"una de l<ts otras.> Como ha•
bia entre nosotros personas, si no enemigas. tales que podian
hablar de este acto, hicimos ruido y procuramos que apénas se en~
tendiese lo que algo menguaba la clara fama de Riego. Lo máEr
raro de todo ello, es q11e habiendo él pu!Jlic~do la Constitucion da
1812, separándose del plan del alr.amiento, no se atina cómo pudo
P•~t~¡¡de1· C\lbr~rse cou v.¡¡a 64·d,eu p;ira poue¡·~~ cu march¡¡.
ii

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AiXTOXLO ALCA.U. GAUANO.

de sueño. Arregladas las cosas· en l~s Cabezas, sal! para


Jc1·cz de 1·uclta á C:ídiz, y me se¡mé de Mcndizábal.
En las pocas horas que pasé en Jernz, escribí para Quiroga
la proclama que habia de dar en la ho1·a del levant.amicn-
lo, y que sólo filé publicada en San Fcrnanclo al tercero ó
cuai'lo clia de cslat' allí, siendo ya inopol'luna. Ma1•chó
:í Alcalá :í. llc,·arla D. Vicente B0rLran de Lis y Rives,
i1migo muy qu et·ido mio, cuya mu e1·tc t cmpl'atrn, aunque
no ocurrida en la primera j uvet1 l ud, es una ele las qne la-
men Lo entre las muclt:is que cstú rlcslinado :i llorar aquel
:i quien concede el cielo el dudoso l'avor de una ·Vida
larga.
Tenia lWisa ele llegar ú Cádiz, y lo hi ce sin tropiezo ó g1•an
dificultad, aunque estaba el corclon suiJsistenle como para
prueba ele que babia una ley ó disposicion del (;obicmo,
de que nadie hacía c:i.so. A favo1· de mis relacione~ con el
cori·co, desde el Puerto fui en el ca1·1·0 q110 llcv<iha las va~
lijas, jun Lamente con el conduclot", quo súlo vió en mí un
rccomcnclaclo, y así pencti·ó en la ciudad á la acostumbrada
bo1·a de l~ noche. Encontré á la gente 1111 tanto inquieta
cou una novedad, y era que en la noche anlcrio1· babia
sido preso Isluriz y llevado al castillo de San Schaslian,
donde estaba encerrado 6 incomunicado. Seguía, pues, la
cansa de los compltcndos en la conjuracion, y con alg·un
aumento de actividad, pues ya ernn p1·esos paisanos como
cómplices ele los militares; pero seguia con tan poco tino,
que dejaba libres <í los que ñ la sazon amenazaban al Go-
bierno con peligl'o tan inmcdialo corno grave. Aun mi pri-
sion acaso, que mes y medio únles habría desbaratado de
nuevo la trama; ya no habt•ia alcanzado á impedir el alza-
miento, pe1·0 á lo ménos habría sido ponerse en el rastro
verdadero, cuando con prender entóncca á Islúriz se
seguia uno que no llevaba objeto~ la snon impo1·tante.
As! es, que la pt•ision de lsLúriz nos dió pen~, pero susto
no, y áun la primc1·a fuó poca, por creernos seguros

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RECUERDOS DÉ U:-f A;-iCL\:\O.

-de 1ihertal'lc dentro de tres ó cuat1·0 dias. No eran m:ís los


que follaban pm·a el g1·an suceso esperado. Los pasamos en
ansiosa espectativa, si llenos de esperanza, no ajenos de
temor, y éste, puede afirmarse sin jactancia, no poi· nues-
t1·as pcl'~onüs, sino por la causa á que con empeño tal
nos habíamos dado. Llegó, por fin, el 1. 0 de Enero
y p3só, y ninguna noticia tuvimos; pasó el dia siguiente
y continuó la misma incet'tidurnbre, hasta llega1· la no-
che y cernll'Se las puertas. Aunque estas habian de abrir-
se pai·a el co1·1·eo, ya apénas contaba yo con recibi1· por
él noticios, y tan snbidas cuanto habian siclo mis es-
peranzas, tanto era mi desaliento, ó debo decir mi desespe-
racion, figurándome, si no una des¡;Tacia como la del Pal-
m::t1', pues de ella, si la hubiese habido, babria lenido
noticia el gobc:nador de Cádiz y seria públir,o, un ami·
lanamiento al tiempo de obrar, ú otra cosa paeccida, que
cansando nuevas dilaciones iba á malogearlo todo, pues la
di lacio a encerrnba enlónces segu1·a rninn. Enlrn ful'ioso y
triste, siguiendo mi coslu 1111J1·c de salir de noche, me fui
al lugai· donde solia estarme hasla la hora de recogerme.
Pcl'O no hahl'ia cslado allí una hora, ctrnndo llamaron con
recio camparnllazo á la puerta, y acudiendo á yer quién
era, prcgunló por mí un sujeto desconocido. Bien podía in-
fundir temor la lWegunta, y el hecho de buscm·me allí
donde poquisi mos sabian que podría hall:irseme; pcl'o ern
hora de aventural'la todo, y así me prnsenlé resuelto
al que deseaba vel'me. No le conocí, pues en mi vida le ha-
})ia visto, pero me hizo las señales por donde nos dábamos
á conoce1· unos ti otrns, á lo que siguió decirme lo siguien •
tc:-«Acabo de entrar en Cadiz en el ca1·ro del correo.
Yallesa ha llegado á la isla esta tarde ele vue]t,a del ejé1·ci-
to: el gt•an golpe está dado (-!): el cuartel general ha sido

(l) No deben cxtrnñar los lectores que no entre aquí a reíedr et


fai;noso hecho de Hiego, porque hahlo (le cosa~ eu que ó tuve "Qarte.

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~76 A;'¡TQ;>;!O ALC.At·\ GAl!Ar:o.

sorprendido ayer ánLes de amanecei· con feliz fo1•tunm


y ninguna resislencia: el genet·al del ejército eslá p1•esc-
con otros muchos: Quiroga libre, y dueño del mando,.
viene marchando sobre el l'1ienlc de Suazo, donde llegará
al amanecer, siendo fácil, á punto do darse poi· seguro, que·
en el descuido que hay enll'ar:í en San Fernando, sorpren-
diendo ánlcs la guat•dia avanzada del Portazgo, sin que se
note sic¡uiera.n Grandes nolicias eran estas, y tales que

ó que estaban enlazadas inmediatamente con mis actos personales.


Riego proclamó la Constitucion de 1812 en las Cahezns. el l.º tle
Enem de 1$20 pot· la mauana, y al CA!Tar la noche fire sabre el cuar-
tel general de Arcos, le sorprendió con extra01·dinario ar1·ojo, y con
ello ganó eterno y en no corto grado merecido renombre. Pel'O
con su v~tlor mezcló no poco de imprudencia. mostrnndo ya lo que
constantemente mostró en su breve carrera política. y ~s que obra-
ba á medida de su capricho. Rieg-o no tenia eacarg·o <le proclamar
In Constítncion de 1812. ni hacer tnl cosa er<L parte principttl dt>
nuestros planes. Debia haber ido sobrn Arcos, segun eski.ba con-
venido, ooultanclo !J. qué ilia hasta dar el ¡rolpo. En vc1·clad un solo
solrlada infiel en un caso en que la infidelicl'1d habt·ia sido alta-
mente premiada, un solo vecino del pueblo de las C•lbezas que se
bubicse escapado en lM horus que mediaron entre 111 proclamucio11
del Código de C:ít\iz y la salida clel 1Jatttllon do Astú1·ia~ del pue-
blo, habría malogrado el plan general. y lrncho la sorpresa imposi-
ble. Y no vale decir que Riog·o acordonó el puehlo. pues snbido es
cuán fácilmente atraviesa un coi·c"lon u11 hombre solo.
El hatallon de Sevilla. acautonarlo en Villamartiu, cumpliendo
fielmente lo dispuesto, y guiado por su segundo comanclante don
N. Osorio, á quien siguió el primer comandaute, fué asimismo so-
bre Arcos. adonde llegó ántes de amanecer. Pero no dió con Riego
y los do ésto. En tnl situacion ospor6 :i la luz del diu, siendo un
proclig10 que al verse solos y creer~e perdidos. la trnpa no se cre-
yese vendida y se dispersase. En tanto Riego, viéndose sin esta
ayuda que esperaba, dió el golpe solo. Pero si do éste fué el atrevi-
miento, del otro fué el mérito de la obediencia al plan formado y
ti.e la firmeza. Sin embargo. nadie habló con alabanza de la cond11e--
ia del hatallon de Sevilla y de sus jefes. Una aceion de valor teme-
rario seguida d~l triunfo, se lleva tras sí la atencion general, dis-
trayéndola de acuparsa en actos, si no de inferior mérito, de 111é
ll04 bultv.

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J\ECUE!\DOS DE l'N ANCU~O. '2i7
·tiqmvalian al tri unto completo de nucstrn causa; de suerte,
que hasta en mí, siempre más inclinado á creer y mirat· po-
$ible lo advet·so qnc lo favorable, pl'Odujernn el efecto de
infunditme, j nntamcnte con loca alegría por lo presente)
las más lisonjeras esrcrnnzas pal'a lo fnluro.
El gi·an golpe estaba ciado, ~·si :inn quedaba pot• hacel'
una cosa, al p:JL·ecer n~da fat'!il, qne era la entt·ada en la isla
Gaditana, atendido el eslado de las cosas, lo rniL·aba
yo como cosa hecha. En cslo último accr'té, pues, como rc-
rcferiré ele nqui á poco, fllé cntrJdo y ganado por nosotros
lo qu e !J~dlia Silla diez aíios úntes balua1·le de la Espaila in-
dependiente y límite del gigante imperio ele !'\apalean, sin
rcsi~tencia y ilasla sin conocimienlo de los que dentro es-
·taban, á pcsa1· Lle lo cnal, y de algun otro suceso feliz,
montos de diflcttllacles se nos pusiel'on delante, á punto de
poner mny a pique de ser Lt•ágicos fines los que ha!Jian sido
tan aforlum1d os p1·incípios.
Volviendo ú mi persona, cuando rccibi las pat·a mi
tan faustas nuevas, corrí á verme con mis amigos r cóm-
plices, d fin de preparal'lo lodo para abm· las pue1·tas de
Cácliz ~\Jos lcvanl.ados. Parecia la cosn fácil una vez en San
Fernando los micslros. Guarnccia á C:1diz con muy escasa
fuerza el bal.allon de SOL·i~, en el cual teníamos cómplices
numct'Osos, si Jiien no lo era el primer comandante; pero
·óste nllís t1·nus tenía de sernos amigo que contrario, como
lo probó al fin, aunque larde; y de los gaditanos espCL·ába-
mos con plena segnridad, si no otrn auxilio, el de su ai're-
batado aplauso, que no deja de servir, y áun bastante, en
señaladas ocasiones.
Pero luchábair.os con un inconveniente, el cual era lo
·corto del podc1· ó influjo de las cinco ó seis pel'sonas úni-
·cas que en Cadiz ~sU1bamos en o\ sect·elo de lo que pasa-
ba, y ~quí se nos presenló un obsláculo en D. Domingo
Antonio de la Veg·a, quien, sin conlar con que se nos mos-
,\fÓ tímido, como de él no se csperabu , oht·ó guiado

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2i8 A:\TO:\LO ALCAL,1. GALIANO.

por conside1·aciones de intcres p1·ivado, harto disculpables


en sus circunstancias, pero funestas para nuestt·a ern¡wesa,
pues habiendo él lom~1clo lanla parle en los Lrabajos y pe-
ligros, no qncl'ia que fuese ele ot1·os el p;'ovecho ni la glo-
t•ia, y sabia que, levantaba la poblacion de Cúcliz, daria el
mando poi· clcccion á los que nada habian hecho en la em-
pl'esa nueva, cuando, entrando el ej61•cito, tocara un allo
pues lo al que en la nueva conj 11rac1on le ocupa ha muy
principal, y en el conceplo ele los venceda1'es era tenido
en mucho. Que no calumnio á Vega al c!ccir ele él que tales
moLivos le guialrnn en el 3 de Encrn de 18'.10, me con"Sta
de sus prnpias declaraciones, pues m:ís de una vez en el
aquí L'ecien citado dw, me ex¡H·esó lo qu e yo de él no su-
pongo, sino rcflcto, procnl'anclo llacc1· uno con sn intcres
el mio. Pero me oh-ido ele que pensando en lo posterior,
aunque inmediato, he pasado por alto y:u·ias cil'cnnstancias
de la maii:rna del misrno 3 de 8nero.
Dien era de suponel' que dorrniria yo poco en la noche
anterior. Así es qt;e el alba me encont.1·ú dcspícl'lo, snpo~
nicndo que en aquella horn ó éramos dueíios de la impor-
tan le posicion ele la isla de Lean ó San Fct·nanclo, ó lla-
biamos tenido un rcvús inespc1·atlo que red llcieia á nada
la victoria en el cuat·Lel ger.ernl recie11 consegltida. Pasa-
ron lloras, y ningun~ noticia rnc llegalJa. lnquielo nueva-
mente por demas, envié una pe1·so11a á la Puerta de Tien•a
á que viese si venia gente de la Isla, como viene todos los,
dias á Cádiz en no codo número, y de los que viniesen
averiguase lo que allí lnl11~ pasado ó pasaba. Fué mi co-
misionado y Yolviú con noticias, que por ser tan orclinu-
rias y Lriviales, si no me cnusarnn dolor, aumenlat·on mis
angustiosas dudas. Ihlbian llegado ele la isla do Lean
calesincs salidos de aquel pueblo ya onl1·aclo el dia, y
como fuesen preguntados los caleseros qué babia de nuevo
en el irnnto de que venian, respondieron que nada. Tei't·i-
ble era la respuesta, poi· set· al parnce1· prneba evidente de

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nÉCUEtlDOS DE U:'! A1'ClA~O. 279
que se le habia ~ Quiroga malogl'ado el gol¡rn. No perdl
tiern po en despachar una persona de mi r.onflanza a la isla
de Lcon, y me puse á csperai· las tres ó cuatl'O horas que
debia lardai· la respuesta. No hube de esta1' poi' tan lal'go
tiempo en mi casi congojosa espera, pues :\ poco más de
una hot'a de su salida, mi comisionado me escl'ibió desde
poco más de la mitad del camino que Qtiil'Oga y los suyos
eran ya dtH:ños de la Isla, y que babia hablado con una
corla partida 6 a vanzacla ele sus tl'opas, qne, vencida ~·a
más de la cu~rla parte del camino que separa aquella po-
blacíon de la de Cúdiz, estalla en el lugar á que da nomhrn
un torrean antiguo llamado Torregol'lla. Nueva alegría
fué esta tras de nuovas cong-ojas, y esln vez parccia todo
concluido, aunque vino á distal' mncho de estarlo. lié aquí
lo que liabia pasado con pal'liculat·idadcs que calla ó ig-
nora la hislo1·ia; menudencias quizás, pcrn tales que ex-
plican nuestro incrcible triunfo.
Por muclia prisa que se hubiese d~do Quicoga en su
marcha, no llallia podido hacerla con la prnnlilud necesa-
ria parn el fin prnpueslo. En prime1· luga1', nu se hahia
movido en el dia Lº al mismo tiempo que Riego, lo cual
se le achacaba á grnve culpa, pero no Jo fnó, porque si
se hubiese movido, linlJi·ia habido de dctenet•sc en el
camino, ataj(indolc el paso dos rios r¡ue, estando como es-
laba lloviendo con violencia, y siendo como torrentes,
hasta clos ó trns horas despucs de cscarnpa1', no podian set•
vadeados. En segundo ltlga1-, pueslo ya en rnarch8, cn-
cont1·ó 11111y malo de 1·esullas dt> las lluvias el camino.
Tnrnbicn al llega\' ::\ Mefarn-.Sidoni8, si ala se le reuní<) el
halal!on de In Col'onn, lo hizo, aunque sin ason;o de resis-
tencia, con alguna larclanza. Esta, aunque no gr8ndc, tr~jo
pét·dicla de tiempo, y lo mojado y cenagoso del tci·1·eno
hicieron trabajoso el paso de las c11atro leguns qt:e lrny de
Itiedina-Sidonia al puente de Suazo. Ello es que, en vez de
llega1• á avistai· este punlo ántcs de amanecct', ó con luz

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280 ANT0:\10 ALCAL.{ GALTANO.

dudosa, se vió c~1·cano á la baleria del Portazgo entt·c las


nueve )' diez de la maílana de un claro dia; mala hora para
sorpresas.
Hubieron de tilulicar todos cuantos allí venian sobre
acomclcr nna em¡n·esa á que todo el pode.1· de Napoleon no
habiB haslado, pern hubicrun tambicn de reflexionar que
niugun luga1· es fuerte si no está defendido. Hizose, pues,
la prueba de si lo esta!Ja. Dos compañias del i·egimiento de
ta Col'ona se aclelanLarnn hasta la batería del Pm'lazgo.
Había en esla una corla guardia mandada por un oficial
subalterno, ignorante ele lo que pasaba, pues aún lo esta-
ban las autorid3dcs de Cácfo; de habe1· sido sorprendido el
cuartel general treinta horas únl.es á cinco ó seis leguas
de distancia. Viendo el oiioial del puesto llegar tropa, la
juzgü amiga, no sllponieuclo que pudiese hallol'la conLra!'ia
en España, entónecs en paz, y saludando al que mandaba
~1 los 1·ccíen llegados como compaiiero, le pidió que le en-
ti•egase el pasaporlc ó carta de sanítlad ú otro documento
que dchia trae!' consi~·o. En tanto, formados como venian
los de la Corona, hicieron alto délante del cuerpo de guar-
dia, míénll'as los que este lugat• ocupaban, ajenos de re-
celo, no tomal'on las armas, dcj~mclolas asimismo afu cm en
el lugar acostumbrado. Al fingir ü• á dar el pasa porte el
que mandaba :í los en aquel caso ag\'eso!'es, hizo :'.l los su-
)'OS una seíla, á la cual, olledicnlcs cHos, se arroj~ron da
golpe al soldado que cstuha de ccr.tincla, le desarmal'on,
no consinliéndol0 resistir el asombrn; eogicrnn como á
manojo las armas y tas ti1·aron á tiet•ra, y aptrntando al
oficial y á los suyos que, sín amias, salian á echa!' mano á
las suyas, curiosos mis todavía que iL·1·iLados de tan im•
preyisto suceso, les inlinrnrnn que se enlrngascn p1·isione·
ros, lo cual biciernn ello$ sin resistir y sin sabor por qué
eran así traLados. Todo cslo pasó en completo silencio.
Quedaba aún el Puente de Suazo, de m:'.ls fama que fue1·za
cntónccs, vues da su nqmb1:e á los lu¡;:ll'es vecinos, y si es

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iii::CUElrnÓs IÍE u~ ANCIANO. ~Si
formidalJle y diuciliDimo de expugmw, áun en 1a guerra de
la lndopcnclcncia habia quedado de st'gunda linea, y en
18°20 ni guarnecido estaba. Salió encargado de tornarle ó de
ocupade, 6 sólo de pasar por él, un capitan de grnnacleros
de la Corona, llamado D. l\I;gucl de Badenas, jóven de sin-
gular humo!' festivo, atrnnadn, muy conocido en la buena
sociedad de ~ladrid, donde ernn citadas sus rarezas. No
conocía Badenas el lugm· á que illa, pues nunca liabia es-
tado en él, por lo cual fué yerro d~rlc el encai·go que
llevaba, si bien fu(~ ycno que no turn malas conse-
cuencias. Atravesó B:idcnas con los suyos :í todo correr
el espacio como de un cual'to de legua ó algo m~1s, que
separa el Pol"lazgo del Puente; llegó á este úllírno sin
saber dónde estabn; vió bDterías á sus costr,dos y un
puente lC\'adizo al frente, sin gente las prime!'as, y el se-
gundo con el paso expedito; signi1.í adelante, mirándole
desde las baterías uno ú ol.L'o soldado sin conmoverse ó
moslrnt• exlraiieza; se puso al otro tlxtrcmo del largo
puente, y ya frente de las primeras casas de la poblacion
de San Fel'llando, y enterado allí, con asombro su~·o, de
que dejaba ya atrns el fuerte puesto, cuyo nombre hahia
sonado en sus oitlos, loco de alegría, y apelando á sus
singulal'idadcs, se echó en tierra, se rnvolcl\ pm· ella, pidió
papel, y con lapiz puso en el que le trajeron Soy d~idlo del
PMnte de S1uno, y lirmó tan raro pllxte con la palabra
Nete;:,, voz dc1·iv<1da del adjetivo neto qnc él usaba con l'l'e-
cuencia, soliendo clesignai·se por ella ú sí propio. Así fllé
enti•ada por pocos hombres la isla Gadilanu.
En el pueblo de San Fernando irnclie sabia lo que estaba
sucediendo, ménos los conjurados, y áun estos apenas,
porque habiendo salido al amanecer á rccibi1· á sus ami-
gos, con no verlos venfr, cwsados de esperar, recelosos y
desesperados, se lrnbian vuello á sus casas. Un incidente
más señaló tan singulat• suceso, como para poner en re-
lieve la inercia ó incuria de las aulot·iclados que tlllí habia.

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282 ANTO~!O ALCAL\. GAL!ANO.
Estaba en ar¡uclla poblacion, ~¡uc es el primer depa1·ta·
mento de mat'ina, rw menm· pe1·sonaje que el ministm, ó
digase el sec1·etui·io de Estado y del despacho del ramo,
que era cntónces el teniente gene1'al D. 13altasar Ilidal go
de Cisneros, buen oílcial, pero no político avisado. n.csidia
alli, poi· breve liernpo, aunque conservando su alto puesto
é impot'tante cargo pm· ó1·dcn del no~·, á fin de que aclivase
la salida do la expetlici011 dedicada á reconquista1' una
parto de nuest.l'as perdid~s provincias ullramarinns. Estaba
el buen rnin islrn ó t1·abajando ó descans3ndo en Slt mora-
da, en plena paz, y en su entender scgm·itfod completa,
cu~ndo ya la bandera de la insurreccion, que lll'onto fué
la conslitucioMl de -18 l~, pasaba triunfante las desiertas
calles. Sabedores los consWucionales de la presencia alll
de tul personaje, no tarclaron en dar órdcn de nsegnrarsc
de su pe1·sona. De hacerlo fué encargado un oficial con
pocos soldados. Tenia el rninistrn en su casa una guardia
de infanlcría dtJ ma1•ina, la cual, viendo fo1·111~11·se enfrente
tt•opa de tierra, üo hizo [(]lo en ello, y ánles dió franca en~
trada al oficial de ejé1·cito que manifestó deseos de vel' nl
gcnc1·u\ ministro. Este último, asimismo se mostró pl'Onto
á rccibit· la visita q11c se le arn1ncb IJ2; pero como, con sor-
. presa suyo, el recícn ent1·nclo ú sn presencia le intimase
que se diese ú pl'i&íon, el hotl\'ado y cando\'Oso anciano,
aunque no ignorante por experiencia propia ele Jo quo son
las re\·oluciones, p11cs diez a1los <intes h~1bia sido en la de
Buenos·Aires, donde ét'a Yirny, depuesto y preso. njcno de
toda sospecl1a ele ver en la Es1m1a e1Jl'Opea cosa igualó pa-
re cid~, jtizgó que l}l'OCCdia del íl.ey el llnro injuslo proeeclei·
que con él se usaha, y exclamó: (•que Ilion veía que
S. M. habi::\ sido sm·¡n·cndido, pues él hahia hecho de su
parle todo lo posible para que la expedieion saliese.>> Pero
como, continn2ndo la convel'sacion, pasase él :i nvel'igua1'
por quó conducto venía la órden de prenderle, y le fuese
respondido que la disposidon cm del general del ejército

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RECUERDO$ DE UN ANCL\NO. 283:
nacional; asombrado al oir tal adjetivo, comprendió su sig-
nificado, y &e vió llevará dec01·oso encierro, no volviendo
en sí de su asombrn de que se hubiese apodcrat!o de l:-.i
isla de Leon fuerza annada sin senti!'lo ni el vecindario ni
las autoridades mililat'es de lugar de tanta importancia. No
sin r:izon va aquí c1ta~a esta ocut'L'oncia, porque esclarece
la siluacion en que tuvo efecto, y explica, como lo que
más, el éxilo de una conj tH·acion, sólo por culpa del Go-
bierno favol'ecida pot• la fortuna. -
Miént1·as esto sncedia en la isla de Lean, en Ci1diz, l'C•
cibido ~'ªel aviso ele estar cercana pal'lc de nuest1·as tro-
pas, sin que supiésemos en cu:ínta fuel'za, nos prepae:íba-
mos :í recíbit·la. Al in Lento juntamos gente, de ella la nrn-
yor parte de la peor clase posible, y le dimos po1· punto de
reunion la Puerta de Tierra. Pern aquí empezal'On las difi·
cultades. Guiado Vega pot' los motivos que :.íntes aquí dejo
dicl1os, y ademús, fallándole arrojo pm· haberle qnilado
los afies el que tenía; como habia sabido que ho1·a y media
~ntes esLaban algunos de los de Quirnga en Tonegorda,.
los su1}Qnia, no sin razon, en la Cortadura, y por es lar este
puesto av:rnzado indefenso, dueiios de ella, qne es decit·
casi á las puertas de Ja pl:iz.~. Por esto prefería en su en•
tender lo cierto y segnrn ú lo dudoso y at'l'ieEgado, y tam-
bien se veia ya puesto poi· los vencedores sus cómplices :í
la cabeza de uua junta. En tanto, rul'ioso yo con su vaci·
Iacion y dilaciones, qucrin al'l'Ojarme Ct la calle, pero me lo
esto1·baba diciéndome qnc con mi salida intempestiva po-
dia echar á perde t• lo qne había salido é iba tan :i medida
de nucslro deseo. Es de conlar que ya recibíamos avisos
de que las auloriLlades Lle Cádiz, sabedot•as, aunque tm·de,
de lo que pasaba, estaban en movímienlo y apercibiéndose
á la defensa, pero nos daba esto poco miedo. Faltaba á
Cádiz gobernudo1·; et que hacía sus veces, el teniente ele
l'ey D.N- Gonzalcz. Valdés, había sido castigado en 18·! ~
por constitucional, pecado no t:omun en el ejét"dto, y ll 1~

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D.184 All'.TONJO ALCALÁ GALlANO,
él j uzgáharnos que si no se nos tlcclal'aba amigo no se nos
mostrm·ia acé1·rimo conlrat'io. Verdad es que eslaba en
Cádiz el genei·al Campana, pero en él ni pensábamos,
siendo hombre que, con razon ó sin ella, goza ha de escaso
concepto en la milicia. En el b:!l~illon que guarnecia la
plaz~ veíamos un ::ipenclice de la parle del cjél'cilo levan·
tado. Sólo quc<.laha en Cócliz el regimiento de la Pava, ó
sea milicia Ul'bana del tic111po anttguo, tal que ni sil'vió en
la gue1Ta ele 1:1 lndcpendc11~ia, sustilnyéndole los volunta-
rios. Pcru ¡rn1·e1.a ele las que suelen suceder en el mundo!
Conti·a Lada prollaliilidatl h,1biamo~ log1·ado levanla1· el
ejél'cilo, y trne1· pa!'le de él has la dent1·0 ele Ja isla Gadi -
tana, y con lo el as las probalJilídades en favor nneslro, no
fuimos dtJCfiOS ele la, Ullllfjl!C fncrle, indefensa ciudad ue
Cádiz, cu~·o Yecindario nos era a1eclo, y con no log1•a1· su
posesion, nueslt·a empresa, bien comenzada, estuvo ce1·ca
de termina~· t.1•ilgicamcntc y en nucsti·a r1Jina.
Volvicnclo ú mi siluaeion y la do mis allegados, conli-
nua]Ja yo mí ~11let'calloeon Vcg:1, insistiendo 011 hacee algo,
cuando ól, con el lona enfatico siempre suyo y el medio
bramido que prnccLl1a en su boca á sus f1·ases: «Calle us-
ted, Antonio, me dijo, y no elude do que no bay que Lomc1·;
que si huJJiese gobierno en Espaiia, meses há que estada
usted siete estados dclrnjo de lieera.n T1·íunl'ú al fin Vega,
ayudado de otros, aunque sólo por lo pronto, creyendo
todos de cuarto en cuat·to ele hora saber que los de Qui-
1·oga esLaban en la Puerta de Tierra, ó cuando ménos en
la Cortadtn·a.
En cslo, el dia l)l'evísnno, como ele Jos pl'imcrns de Ene-
ro, iba ú lernlinar, y yo, esperando á Vega que se habia
ido á su casa parn volye1· ú aguardando noticias, y entre
ellas la de la llegada de Jos de Quiroga, me consumia de
rabia, hasta que me echó á la calle. l'ern no encontraba
conocidos á quienes p1·egtu1tat', y sólo veia la gente in-
quieta y· notaba movimicnlo. Yega, Cl'0l'endo errado el

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RiCUlll\DOS llE U:-i ANCIANO. ~$!}
golpe, se habia escondido. La gente nuestra que estaba
apostada en la Puerta de Tiena, no viendo venir trnpa de
afuera, y sin movet•se la de adentt•o, se había ido disper-
sando. Acudí al cuartel del regimiento de Soria, y el se-
gundo eomandanLe, mi amigo y cómplice, me declaró que
no era posible por enlónces que su tl'Opa se declarase por
nucstt•a causa. No sabiendo qué hacer, lleno de dolor y de
rabia, corrí á la casa donde salia pasar las primeras horas
de la noche, y allí me estuve sin pensat' en volver á la de
mi asilo, de donde se había retirado su propio dueño no
creyendo aquella estancia segura.
Scguia la ciudad en silencio, cuando á altas horas de
la noche, que yo no lrnbia tratado de dar al sueño, sonaron
dos ó tres caílonazos. De nuevo volvf á salit', pern no tenia
á dónde iL' ni á quión prcguntat·. Al c<ibo llegué á sahBL' de
un desconocido, en la calle, qne el fuego que había sonado
habia sido en la Cot'tadm·a. Pero reinaba donde quiera si-
lencio, dormia el pueblo, ó velaba rccúgido cada cual en
su casa, y todo dcclarai)a que, si había habido choque, los
que venian de fuel'a habian sido rechazados. Era mortal
mi :rngustia, porque {1 la incet·Lidurnbre se agregaba un
tant.o de reconvencion que me hacía á mi propio por habe1·
cedido en el dia anlet·iot· á ajena voluntad en vez de hacei·
la mia, y además consideraba culpados á todos cuantos
desde Cádiz habiamos tl'aid@ allí á los levantados, prome-
tiéndoles fácil entrada en aquella plaza, sin cuya posesion
cori·ian grave peligro.
Estos pensamientos me hicieron pasa1• segunda noche
desvelada, pel'o bm•to peor que la anterior, en que la in-
quietud estaba acompaílacla de alcgda. Con el nuevo dia
vine á saber lo ocurrido en la noclte, lo cual fné, segun
testimonios venidos dcspues á confirmar ó l'ectificar las
prime1·as noticias, lo siguiente.
Quiroga habia perdido muchas horas en la Isla, atenl()
á varios cuidados y no ligeros. Pero debia haber desaten•

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~86 ANTO:'ilO ALC.\t,\ GALTA:-;O.

dido cualquic1•a olea consideracion, poniendo la suya prin-


cipalmente en ocupm· desde luego á Cádiz, ó cuando ménos
la Col'ladnra, pues esta disla sólo como una legua de
Torrcgorda, donde ya hahian llegado algunos de sus sol·
<lados al nrndío dia, y con haber adelantado en la larr.l.e una
corta fuel'za hasta aquella ob!'a avanzada, á la sazon sin
<lcl'cnsa alguna, nucsLt•a habt•ia sido la plaza de C:'Ldiz, ó en
la misma noche, ó ril día siguiente. Difirió, con todo, hasta
cerca clnl oscm·ecet· l~ marcha lle la fum·za dcsl!nacla á
tan irnporlanle ohjelo, la cual hubo de andar su camino
entl'e las tiniell!as do la noche. A yct·ro Lal agl'cgó olro
pat•a los suyos no rnénos funesto. Aunque tenía ~ su la<lo
el conwnfürnle qlle había siclo del batallon de Aragon, don
Lorenzo C,arcía, llamado el fraile por habcl'lo sido lego
imles de ser militar, y el cual era persona de no cornun
arl'Ojo, y con la circnnsLancia de se¡' hornhrn de los dichos
«de vida airarla,>' que en C{ldiz, donde él había 1·esirlido,
pasan la vida en comi~onas, en los ventorrillos que hay en
el camino á San Fel'llando, y aunque el mismo Gat·cia soli-
citó del nuevo genet·al, muy su amigo, la díreccion de una
expedicion á que llevaba él la ventaja de conocer aquel
teneno ó palmos, fué enc;ornemlacla la empresa al primer
cornar.clante de la Cornna D. N. Hoclriguez Vera, buan
oficial, pero pai•a quien los lugares donde iba á obt'UL' eran
absolnLamcnle desconocidos. Así es que en su marcha noc-
turna, ;,•a casi cct·ca de ir.edia noche, se encontró Vera al
frente, como gigante que le atajaba el paso, la alla muralla
de Ja Cortadura corriendo de mm• á nrnr, y al accrcñrsele,
oyó deutro ¡;-1·an rumor da armas, llamar á la pelea en
voces tct-riblcs, y en medio de esLo salieron do las trone·
ras dos disparos de cafíoncs de grncso calibre, la bala de
l!ílo de los cuales acertó á caet· en la poco nume1·osa co·
lumna ele su mando, matando á dos é hiriendo á algunos
más de los que la compr9nian. Fué, por cierto, rara casua-
lidad que de dos tit•os solos, salidos de batería no 1•asanle,

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2&7
sino al rcvés, muy elevada, una !Jala de cañon fuese tan
cet·tera. illayor casualidad fué que en una tropa declfü•ada
en rcbelion al Gobierno, y pct'&Uadida de que venia á con-
sulta1· amigos, tal recibimiento, acompaílado de tal estrago,
no huhicse infundido sospechas de traicion y p1·oducido
un conlrn-levantarniento, pc1·0 la Lcopa se mantuvo flúl, y
el que la mandaba, descspcnindo de poder tomar tanta
fortaleza con el cm·to poder de qne dispoma, hubo de vol-
verse ~San Fernando. Desde entónces la Co1·tadura, en
poder de las ti·opas fieles al rey, fuó vallaclai· insurernhle
para las fue;·zas de Quiroga y Riego, y aseguró al Gobierno
la posesior1 de Cádiz por más de dos meses; de suet·te que,
solo des pues de haber jurado Fernando VH la Constilucion,
lograron los rcslamaJores de esta poner el pié en lo que
clebia haber sido unti de sus primeras conquistas.
Ilé aquí lo que había sido la inc8perada y feliz resisten-
cia de la Co!'l.adura. Al sahct'se con fusamenle lo ocu1't'ido
en Arcos, donde hahia caído pri~ionct'o el gencl'al c.lcl ejér-
cito cx¡iedicionai·io, ~· con alguna más cl:1ridad que habían
cnt1·ado en la isla de Lean tropas de los levantados, las
ailloridadcs de la plaza de Cadiz tralaron de dcfendel'la. El
teniente de l'CY acudi1! al general Campana, el cual tomó
el mando con cualquier titulo. No tenian mucha fuerza,)'
de la poca que tenian desconfiaban; pero nadie se rnovia
ni alzaba la voz, y era fá0il obrar cuando nadie se presen-
taba á oponerse, reinando en la ciudad quietud y ~ilencio.
En esto, un júven animoso tornú ú su cargo la defensa de
la Corladura. Era el de quien aquí ahora hablo el capítan
de iníantc1·!a D. Luis Fc1·riandcz de Có1•dob:.Í, tan famoso
despues en los anales de Espaiia, entúnces de pocos años
y ningun rnnombre, no obstante lo ilustl'e de su familia.
Tenia yo relaciones de parentesco con Córc!oba y alguna
amistad, y bien podria, si hubiese yo anclado libre poi' Cá-
diz, haber tratado de atraerle á nuestro partido, y es pro-
bable que lo hubiese hecho, y áun que o hubiese cense-

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288 ANTONIO ALCAd GAL!ANO.

guido, porqu~ no tenía él opiniones polfticas formadas, y


de su ca1·ácter podia presumirse que le sedujesen el atrac-
tivo de lo llamado libertad, y una empi·esa que ~1bt"ia á su
actividad un camino ancho, y, segun la opin ion de muchos·
en aquellos dias, glol"ioso. Pero Córdoba sólo supo que
babia una rcbelion ó sedicion militar, y que faltaban fuer-
zas para lrnccrlc resistencia, si bien no tanto que algo no
pudiese hacerse, 'i esto poco cuhri1•ia de gloria á quien con
brío lo acometiese, mayormente si, favoi·eciéadole la for-
tuna, salia airo~o de su empeño. ilfo1·chú, ilHes, á la Cortas
dma con poquísima gente de la milicia mbana y alguno-
artil!eros; llegó allí, por su l.rnena suerte y nuestra desdi-
cha y Ja tardanza de Quirnga, como una hora ántes que los
que venian á ocupar aquel puesto so p1·osenlasen; al sen-
tirlos veni1• dió voces, armó albornlo, tocó t.amboros apa-
rentando tenet· consigo gran fuerza, mandó hacer disparos
con tanta felicidad, que de dos cañonazos, uno hizo ex-
trago en sus enemigos, y con su osadía y hablliclad, cuando
ya pocos, si acaso a\g-un nuís disparn podia hacer, vió re-
tira1·se á los que venían á apodel'arse del punto de cuya
defensa se había cncai·gado, labrnndo con este hecho la
fábrica de su fo1·lmrn, que despues tl1vo su mayor aumento
en una causa, si no idéntica, análoga á la de que él babia
sido ardoroso contral'io, y todo ello no con una dcscrcion
vergonzosa, sino al revés, sin mengua de su decorn. Pei•o
fuet·za es confesar que le favoreció la suerte, pues si Ro-
dríguez Vera hulJiese conocido el lugar donde estaba, lé-
jos de relroceder, habria seg·uido por la playa, al abrigo
ya de los fuegos de la foi·taleza, y rodeando ésta la habría
entrado por la gola casi indefensa, pudiendo Córdoba y los
suyos solo mo1·ü· con {lloria, pero no rechazará los agre-
sores.
Con esto quedó por lo p1•onto segmo Cúdiz por la causa
del rey. Una tentativa hecha de allí á dos dias, en Ja noche
del 5, á que a~is~i yo en pmona y que tenia mil prob~~~li·

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llECUEnnos DE UN ANCIANO. 289
dades de salit'nos favorable, por haberse entrometido en
ella más de una persona y dado disposiciones qne se con-
tradecian, vino á parar solo en proporcionar la fuga de va-
rios de los presos en el castillo de San Sebastian, quepa-
sa1·on al ejército ya constitucional, y fueron alli de tanto
servicio y provecho, que sin ellos no habría triunfado; pero
no sirvió Je darnos la posesion de C:ídiz, que sin duda ha-
bría sido nuestra si se hubíase seguido el plan primel'O en
vez de alteral'le con inoportunas adiciones, como lucieron
algunos en la hora de cjccularle. Aunque en lo singulat• no
es este lance ménos digno de atcncion que otros aquí re-
feridos, pues al rev9s, abunda en escenas que juntamente
provocan :.í risa y pena, me abstengo de contarle por me-
nor ahora, por haber dejado co1:rer la pluma harto más de
lo debido en estas n3n·aciones prolijas. Baste decir que de
resultas s:ilió órclen de prenderme, y que, despues de es-
tar siete clias oculto, salí de Cádiz no sin peligro, favore-
ciéndome para atravesar la Puerta de Mat' la casualidad
apénas vista en aquellos alrededores de est::u· nevando, y
que pasado á \10 huqnc frances disf1·azado de marinero,
entre otl'os de la misma nac.ion, me fui al Trocaclero, y de
alli pude escapará Puerto-Heal, donde cncont1·é á Riego
con algunas tropas de las suyas. Ya en el ejé1·ciio de San
Fernando, referir lo que allí pasaba y pasó sale fuera d@
los límites de esta parte de mis eecuerdos.
Réstame solo hacer leve mencion de lo que todos sa-
llen. Nuestra empresa, g1·adas ú la torpeza del Gobierno
llevada á ejecucion con felices comienzos, por nuestros
yerros, y asimismo por causas que no pu!limvs remediar,
llegó á tener tan mal aspecto al cabo de dos meses de floja
guerra civil, que nuestra pcrdicion pat•ecia segura; pero el
mismo torpe procede!' que dejó pasar á ser 1·ebelion una
conjuracion mezquina, dió al cabo la victoria á una relle•
lion de flaquísima fuerza cuando estabn, si no vencida, poco
ménos. T1·es años y medio hubo de durar el edificio que
19

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'290 ANTONlO Al.CAL! G.\LH~Ó.
levantamos con tan malos materiales; pero la falta de
solidez apareció al cabo: tal cual fué levantado, cayó der·
ribado á no muy recio embate. De él algo quedó, sin em·
bargo, malo y bueno, y de lo uno y de lo otro está sin·
tiendo los efectos la gcneracion presente.

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X.

EL iO DE MAnzo DE CADlZ.

Ya m:ís do una vez ha dacio ::í notal' quien esto escribe


cuán olvidada está la generacion pl'esente de lo que lücie-
1·on y pensaron sus padres. Parece come que la pa1·tc más
moderna de nueslra hislol'fa, ó digamos la que está más
atrás del pedodo en que, mue1·lo Fernando VII, comenzó
la guer1·a por la sucesion á la ·.corona de España, es una de
las más desconocidas. Vcedad os que la hreve época desde
1820 hasta 1823 tiene poco que la recomiende, halJicndo
sido su terminacion no solo funesta, sino ignominiosa para
los que entónces predominaron, y no, cierto, porque todos
ellos fuesen dignos de desprecio, sino porque, traidos por
los sueesos á una situacion de que era imposible no salil'
m&l, si no merecieron el descrédito en que cayó la revolu-
cion de que fueron defensores, y con ella hasta cierto punto
sus personas, tampoco pudie1·on, ni pueden con razon, ex-
trañar la.á veces injusta y acre ·censm·a que ha sido eomun
hacer de sus hechos y sus nombres.
Pero no es lo malo que se Lache, si á veces con justicia,

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2()2 ,1.c;ro.xw uc~•L.t ü. 1tTANO.
á veces sin ella, y en lodo caso con i·igor, por lo excesivo,.
no mcl'ecído, á los .::onstitucionalcs de ·1823, pues peor es,
si cabe, y atendiendo á que duele más á los humanos ser
desp1·eciados que sel' maltrata<los; que de las cosas de
aquellos dias solo queden memorias escasas y confusas.
De segm•o no faltarán quienes nl leer el encabezamiento
del articulo presentGl pregunten: ¿Y qu¿ ocllrrió en Cádiz
el rn de Marzo que mer~zca ser cGnrnernorado? ¡,Y de qué
año fue el 10 de ~larzo, cuya recorda cion da mál'gen á no
ménos que un artículo de periódico del dia presente?
Sin embargo, este tO de Marzo hoy conseL·vado en pocas
memorias, como que casi ha desaparecido la generacion
cuyos ánimo·s tan lo ocupó, era citado con frecuencia desde
1820 á ,1823, siendo uno de Jos asuntos que daban motivo
á encarnizadas disputas y vehementes declamaciones y
apasionados juicios, en los cuales, tomando la fundada
acusacion carácter de odio y vGnganza, y apareciendo es-
pirilu de bander!a, perdía mucho de su fuerza, miéntras
por el lado opuesto, defensas hijas de parcialidad políLiea,
tiraban á convertir en acto loable, ó cuando ménos discul-
pable, un delito que dchia set• calificado de tal, juzgándole
por sus mél'Ítos y fuese cual fuese la causa en cuyo favor>
se decla!'ase, y dieRe su fallo d,efinitivo Ja fortuna, Y as! fué
q.ue, vuelto en 1823 al mando y predominio el pal'lido de
la monarquíG, fué celebrado y recompenssdo como buen
servicio hecho al Lrono un aten ta do que toda autoridatl
debel'ia habel' desaprobado, :iun cuando pm· motivos dig-
nos de considcracion no casligasc á los· pe!'pet1·ado1·es y
directores.
Empezaba á correr Marzo de ,l820, y se veía España erL
una situacion de que da la histo1•ia pocos ejemplos. Sobre
cuat!'o mil hombres no cabales dueños de la ciudad de Sa11
Fernando tcnian allí levantada la bandera de Ja Constitu-
cion de 181'2, y el Rey, seño1• de todas las l'uerzas de Ja.
monarquía, en el término de más de ~os meses 110 hahia.

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RECUEnDOS DE Ul! A:'!CL\!\O, . 293
1JOdido vencer una i·ebelion de tan flacas fue!'züs. Una co-
lumna procedente de aquel puoto, y que apénas nscendió
en la hor·a de su salida á dos mil hombres, hallia recorrido
buena parte de la Amlalucía llaja, proclamando en varias
de sus poblaciones la Conslítttcion, y persegnida por las
tropas reales, alc~nzacla y vencida, pet•o no desha1·atada,
en Marbella, haciéndose despues de este revés señora de
la ciudad de Málaga, rechazando allí á los contrarios que
viniernn á embestirle, y obligada á emprender Ja fuga des-
pues de su tl'iunfo, habia padecido segunda y mai·o1' der-
rota en l\loron, lo cnal no impidió que sus f11gitiv~s 1•eli-
quias ocupasen por algunas horas á Córdoba. En lanlo, los
que lrnLian quedado en San F.ernando se veían cereados
poi· fuel'Zas muy superiores~¡ las suyas en pucslo harto
mal defendido, pues dueños de Cúdiz sus contrarios, así
como lo eran de la tierra ele allende el Puente de Suazo y
la lialcríu del Portazgo, nicitmcnte podían por el lado nom-
brado en primer lugar haber superado los pol)l'es ohs-
tflculos que les ofrl~cü1 Ja espaciosa ph1ya. Que lan naco
poder como era el de los 1·elicldes exisLiese aún, y hasta
con apariencias de fncrte, era cicl'tamcntc un p1•ocligio,
poro p1·odígio que ¡1odia y dehia ser explicado por la si-
tmwíon de l~spaiia poi· aquellos días. Los f!onstitucionales,
aunque en número muy escaso, tenian la ventllja de csla1•
en perfecto concie1·to, unidos con el lazo de la sociedad
secreta, si no todos ellos, los que goznllan de al¡;un inílojo,
y hasta el se1· pocos les daba vigor, porc¡nc es 1wiv1legío
de una minarla t'cduciclu tener m1n l'uet·za que es grande
por esla1· reconccnlr~da. Además tenian parciales en el
ejé!·cito qne con hnbilidall y osadía hulJi:m adquirido cx.-
~,1·aordin:il'in inílncncia sohrn sus compañeros é inferiores.
Si la mayor parle ele los cspafiolcs era realista, lo et·a ti~
miela y confus:1mentc, sin pasion todavía, porr¡uc no tenia
qnc choc'.lr y luchar con pasiones con ~rarius, poco sulisfe-
chn del Gobierno, del cual juzgaba por los efectos que era

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~94 ANTONIO ALCAL.{ GALJA;;Ó.
malo, y de resultas, si no deseosa de verle caido, tampoeo-
dispuesta á sostenel"le eonlra una ruerza l!Ontt·aria. Así, los
constitucionales levantados, donde quiera que ponian el
pié y Levantaban el g1·ito, si no encontraban amigos y va-
ledol'es, tampoco téaian que habérselas con enemigos, y,
hasta \'Íéndo~e rodeados de espectadorns cuya indiferencia
parecia Jrncna volunt3d, cobl'aban bríos suponiéndose ó
figurándose· tener un tanto numerosos parciales .
.Si tal cea la disposic1on de los ánimos en lo general de
fa nacion, y si por ello, y particularmente poi· el estado de
ta opinion en una parte ..:1·ecitla de la oficialidad del ejér-
cito, la causa de los levantados dnefios de la ciudad de
San Fernando no potliu cla!'se por perdi;fa, resta considera1•
cómo pensaban y senlian en aquell3S ho1·as quienes com-
ponian las dos fuerzas J)cligcran tes, dan el o este nombr~
solo á los que en Andalucía snslenlaban las upuestas pm·-
tes de la rcvolucion y de la monarquía.
En el ejét•cilo destinado á Ultramar rcín:iba entre la tro-
pa, corriendo ·l8Hl, grmHle repugnancia ú embarcarse.
Esta repugnancia tlc los soldados rué aprovechada por los
conspirndores, los c;:ia'Jes, iomcnlúndola y avivanclola, pre-
dispusieron Jos ánimos de gente l'mla en quienrs no podía
habet' opiniones políticas en ravor del levantamiento. En
punto á la oficialidad, ha sido calumnia cotTícntc at1•ibuit· á
toda ella que obrnba movida por lan reo molivo, pero en
punto á que influia en una parte de tfü, quizá la menor,
apénas cabe tluda. A unos pocos oficiales instruidos habiaa.
llevado á la empresa doctrinas do las llamadas liberales,.
bien estudiadas; á rnucllos, deseos ele medrar; ú otros un
espírit.n inquieto. La sociedad secreta babia comprometido
á no pocos, que hahiun pasado á sor consLitucionales po1·-
que habían emvczaclo pm' ser sectal'ios. Así, en gen~ral, y
áun puede decit•sc con rarísima cxcepc10n, si acaso algu-
na, todavía en Marzo las trnp3s acantonadas en San Fer-
nando l.Jajo la bandera constitucional se mantcninn firmes

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l\ECU~J\DOS DE UN Al'(Cl.\!>iO. 295
y hasta ardol'()sas en su adhesion á la causa que habian
abrazado.
No habia sucedido lo mismo en la columna volante, de
la cual lrnbian dcse1'lado algunos oficiales y mnchos solda~
dos á la bandera !leal. Pero esto el'a s~hido de pocos en
San Femando, los cuales lo ocultaban :í pur.to de conse·
guii· que estuviese casi generalmente izno1•ado, no fuese
que el ejGmplo incilase á la imilacion, cosa en aquellas cir-
cunstancias llal'lo probable.
Pcl'o lo que npénus sabian ni los constitucionales ni los
mi~mos oficiales supel'i'.lres que militalJan en las filas de
los Reales, era que, particularmer.te en las Lropas que fol'-
maban la guarnicion ele Cádiz, lrnhia llegado á crearse un
espll'ilu, si no anticonsliLucional, hostil á los consliWcio·
nalcs que iba llegando asee cnlusiasme>. Por cierto, si
esto hubiese sido conocido, habi·ia causado en la pai·te
opuesta desmayo, y en la propia bríos, con lo cual la ex-
pugnacion de San Fernando y Ja ruinu completa del levan~
tamicnlo constitucional habl'ia sido cosa fúcil.
Varias causas l1ahian co11t1·ibnido ó convertir en celosos
y acalorados parciales de la causa monarr¡uica á los mis-
mos que 11oco ánles poi· la aversion á emliarcal'SC abL"aza-
ron ú faroreci;111 la de los levantados. Fué un.a desgl'acia
que, al ser sorpL"endiclo pOL' Riego rn Arcos el cuartel ge·
neral del ejército, sin liabcl' verdadcrn refriega, hubiesen
caiclo muertos dos ó tt·es so ldaclos del batallan de (iuias
del general, y aunque luego este mismo cuerpo se puso
bajo la bandera consLitucional, desde luego dió mucstrns
de o!Jrnr como fo1·zac\o y resentido, pudiendo cslas cosas
al parecer de inferior impot·t.ancia rn:'is que otras de muy
supe1•io1• clase en los ánimos do la solllaLlesca. Así, Jos
guias so fueron desertando casi todos, y \'Íniéndose á Cá-
diz ~e fo1·mó de ellos un cuerpo con su nombre antiguo.
De otros desertorns de la lJandci·a conslituc~onal, y no del
ba~llcn de Guia.s, fué compucslo en la mismn plaza de

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~96 Al'!TOlilO ALCAt.1 GHIANO,

Cádíz otro batallan con el nornb1•e de Leales de Fel'n:m-


do VII, y con llamarse así, y con la idea conslante en s12
mente de la dcsercion, se sentían poseidos de afectos de
ardorosa !callad al J\lonarca. !fasta la circunstancia de ser
el vecindario de Cadiz, con rarísimas excepciones, apasio·
nado amigo de lti Conslitucion en aquel pueblo nacidat
contt•ibuyó á excitar en el soldado pensamientos y afectos
conll'arios, porque el no encubierto eles vio de Jos paisanos
á los que mirnhan como opresores aumentó la mala vol un·
tad ó desprecio con que suelen mirarlos y Lratarlos 10s mi-
litares.
Todo esto, bien serú i•epetíl'!o, no c,sl2ba patente. Asl, en
la oficialidad de la fuerza opuesta ü la conslílnt:ional almn·
daban parciales ele estos, irresolutos tanto cuanto igno-
rante~ del modo de pensar y sentir de la clase llamada de
tropa.
Tal era Ja situacion de las cosas, y bien podia ser con•
siden1do el ejél'cito de San I•ernamlo como perdido, cuando
comenzaron ~ cit·cn\ar por C~1diz rumorns .que daban poi·
noticia h:1her sido prnclmnarla la Constitucion en puntos
de Espaíla Jrnstante lejanos. De Galicia llegó casi á saberse
con certeza. De otros lugares se dccia con rnénos vei·dad,
pero se ]ll'esurnia con sobrado fundamento qne asi fuese.
En tanto, faHó el con·eo de marfrid, porque el conde de La
Bisllal, puesto al fccntc de una c:irta fuol'za, !labia procla-
mado la Constilucion en la Mancha co1·tando la comunica-
cion ent~e la capital y Andalncia, lo cual hizo creer desde
hlego como ciel'lo lo que en breve llegó~\ sel'lo, y era ha·
ber triunfado la causa del levantamiento constitucional en
el mismo cenlL'O del Gobierno, compeliendo al l\cy á doblar
la ccl'viz y sujetarse al yugo.
lllanclaba el ejército opu()sto á los levantados conslilu·
cionales el general Freil'e, y la escuad1·a surta en la ballia
de Cádiz el capitan general ele marina D. Juan María Vil!a-
viccncio; el pl'imcro hien acreditado en la guerra de la lo:

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~Écuf!tlDOS ni: UN ANCIA!'lO. ~91
aependenci:i. por distinguidos servicios. y en 1814 sospe-
chado de cierta inclinacion á la Constilucion entonces der-
ribada; el scgnndo, pcl'sona muy notable por habe1· sido
hasta uno de los regentes del reino desde 1812 á 18-13, nsi
como pm· su larga carrera, y tambien por su t2lento y sa-
Jrnr, nadu afecto á la causa constitucional, de lo cual había
dado pniebas, pcl'O tolt~1·antc con sus adversarios. Como
puede prnsumit·se, a1iarecia el pl'imero más celoso de la
causa que sustentaba, por lo mismo que podia ser sospc-
chuclo de libio, miént1•3s el segundo, se fía lado por sus no
lejanos grandes se:·vicios al poder monárquico, cuyos ex•
cesos liabia condenado como prudente sin fallal'le por
esto á la lealtad debida, pni·ecia que prnvoia ser necesario
buscar un medio de avenencia cnL1·e pa1·cialidades pode-
rosas. Sabidas las noticias de Ja sublevacion de Galicia con
certeza, y de la de la íllancha confnsamente, y siendo muy
de temer que hubiese bahido una gran mudanza en 1\Jadrid,
uml>os gcnct·~ks vinic1·on á C'iidiz, el uno del Puerto de
Sanln ~laria, y el ot1·0 de sn na\'ÍO. Su llegada conmovió al
pueblo ele Cáüiz; st1pusiúronlcs in!.enciones que no trnian;
acudió numeroso genlio ú la pbza ele Sün Antonio, que ha~
bia sido llamada do la Constilucion desde '1812 ú 1814; el
hecho mismo de habet• alli tal conci.n·so et•a ya grave, tro-
cado el temor en con ílanza, siendo así que poco ~in tes los
gaditanos, initados y mctlt·osos, apénas s~1lian ú la calle, y
no osaban congregfü·se en crecido número; y, como acae-
ce siemprn cuando llay muchas personas juntas, la con-
currencia, áun sin ser lluliiciosa, Lenía apariencias y úun
cai·:ícter de sel'lo, sonando como clamor sordo las con-
versaciones particulares, y nlteraclos los rostros de los
concurrentes como de quienes estaban en :ansiosa expec-
taliva ó punto de no poder ya dislinguirse que aquella
reunion fuese pacífica, sin poder poL' eslo set• calilicacla
con razon do sediciosa. No poclia dnrar mucho tal incerti-
dumbre. Los gcnernles se asomaron al bnlcon de una casa

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..
298 . ANTO;l"!O ..\LCALÁ GALIA~O.
que daba á la misma plna, y en breve, sin que ni11gnno de
los dos 10 hubiese dispuesto ni consentido, pern sin que
moslrase i·csolncion de estorbarlo, un grito de «viva la
Constitucion)) salido ele mil bocas pobló el aire, y att•onó
aquel recinto. No sonó una voz que á tal cxclamacion se
opusiese; no se dió providencia para reprimir \HJ movi-
miento que era ya una rebelion ó revolucion declarada.
Era entóncos, y fué por algun tiempo, costumbre dar á ·1a
inscrlpcion que anunciaba tener· una pla~a el nombre de la
Conslitucion a modo de un c:iráctcr sagrado y una impor-
tancia polilica la mús alt.a. Así es <JUC ele pron~o se buscó
una tabla, y esct'ihienLlo en ella el á la sazon lcrrihlc le-
trero, fué éste colorado en el lugm· donde hahia estado
otro igual escrito con lctl'as de brnnce dot·aclo en lúpicta
de mármol, saluclundo Bpasionadas aclmnaciones á aquel
símbolo de una época renovacfa, que para los ~aclitanos
ora de glol'ioso y caro recuet'do. Siguiósc ilmninm·se el
pueblo lodo al cerrnr la noche, y diseurril• las gentes por
las calles con rnídosa alegría, tanto que en las escenas de
la revolncion de rnos tí rnn. no hubo nna que á esta exce-
diese en punlo á manifestaciones de entusiasmo popular,
y pocas que la igualasen.
En tanto, el gencwal de mal'ina Víllavicencio, ~impulsos
de su nalUL'al conclliadol', ú mandó ó consintió que pasa-
sen a San Fernando lt'GS oficiales de la armada :'t dar al
ejé1·cito llamado Nacional noticia de lo ocu 1·ritlo. Fueron
los que lleval'On tal comision el conde ele Thli1·asol, muerto
há pocos dias, D.•Tacobo Oreirn, y D. N. Sane hez Cei·-
qucl'o.
Poco esperábamos en San Fernando recibir lan faustas
nuevas. Yo, que ora uno de los contados 6 cu~' ª noticia
babia llegado haber sido vencida y deshecha la columna
volante del mando de !\irgo, lrnbia salido en la misma tar-
de de aquel dia (9 l1C Marzo), y cuando en Cácliz ocul'l'ia
tan inesperada mudanza, á dar un corlo paseo, 'i me sen-

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RECUllllnD~ DÉ i.!N AC\CIAt'iO.

tfa poseído de ne€·1·a melan colía, viendo ee1·cano el mo-


mento en que, ó habia de caer en manos de nuestros con-
tra1·ios y. pagar con la vida mi delito, ó de escapar con
trabajo á vivir la vida del prnscripto, cm presa nada fácil.
Venía reLirdndomc de mi paseo, y habia entrndo en las ca·
Jles, cuando noló súbi Lo a\Iwrolo de gcne1·al alegría.
Anunciábase haberse jmado en Cácliz la ConslílL1cion, y la
llegada de los pol'tadorcs de la noticia tan~o cuanto feliz
dirícil de ci·eer. Ya tínles mns de una vez lrnbian eon·ido
voces semejanLcs creidas ele al gunos, <luch1tbs lle muchos,
y venidas á dcsvanece1·se como ilL1sion liij~ del ueseo. En
esta ocasion fui yo de Jos incrédulos, hasta que vm·ias
pc1·sonas me afil'maron ser vtlt'clr1d avc1·iguada lo que yo
eslímaba lo contl'ario. ~le encaminé, ¡mes, ~1 casa <lül ge-
neral Quiroga, donde halló ú los oílcialtJs ele m~tl'ina, pro·
ceden tes de Clidíz, rodeados de gente albornzada, agas8ja-
dos, festejados y a-:osaclos ú p1·eg11nlas poi· quienes apénas
pocliin1 creer el rclicísimo suceso ele que crnn mn;Cios.
Ent1·ó entónccs el discurrir qué haliria de hacerse, poi•
nuesl1·a parle. Lo p1·imcrn que se resol v1ó, ruó enviar á
Cádiz comisionados que trnlasen de ponemos en paz y
union con las autol'idades y trop~1s de aquella ciudad, si
bien parnció opol'Luno dar el caníctel' ele parlamcnta1·ios á
los encat·gados de tan importan le cornision, por no consi-
derarse aún la paz asentada. T!'es fuimos los non!heados
paea la comisionó pal'iamcnto; el cornnel D. Felipe Arco·
Agücl'o, jefe ele cistndo rnnyot• de mi1:slro ejército; el de
igual gl'aduaeion D. ~ligue! Lopez de B;iños, que lenía el
mando de nuestra arlillrnfa, y tct·cet·a pet·sona no militar,
que fné la mi~, rccomcndúndome para tal comision el ser
diplomálico, y más todavía el ccrcallo parentesco r¡uc me
unía con el gcnernl Vill;1vicencio, hermano de mi madee,
ademi1s mi padrino de bautismo, y ú cuyo lado había yo
pasado buena parle de mi nifiez. Comenzamos desde las
prime1·as horas de la noche á pt·epat•arnos para nuestro

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300 ANTONIO ALC~Ll GALIANO.

viaje, si bien los preparativos no porlian ser muchos, ni 1()


eran. De ello nos dist1·2jo por breve rato Ja agradable ocu-
pacion -de salir de la poblacion al sitio llamarlo l\Ianchon de
Torre alta, donde eslá situado el observatol'io ast1•onómico,
y desde el cual registra la vista no corto espacio, descu-
briéndose á lo lejos, allende las aguas de la bahía y las
tie!'l'as llanas inmedialns, la ciudad de Cúrliz, blanca como
la nieve, en el 11orizontc; pero en aquel momento, si la
tinieblas de la noche no permitían ver sus cnsas y torres,
señalaba el lug:ll' donde estaban un resplandor vivisirno
nacido ele las luminarias, cuya luz se dilat8ba á largo tre-
cho. Nnmei·osos espec1:i.do1·es acuclian á rec1·earsc con la.
conlernplacion de ar¡uella lnz, m~s grata todavía que la de
la :n11•ora lo e ~ parn el naveg:rnte, trns de una noche de
bo1·1·asca, peligl'O y únsias.
Poquísimo dorrni yo en la noche de que voy uhorn aquí
hablando, po1·que hacia en mi el gozo lo que podt'ia lrnber
11ccho la pena m!is aguda. Amaneció el deseado dia, y en
sus pl'ime1·as boi·as pasé á junlarnrn con mis compüí'íc1·os,
y emprnndimos nucst1•0 b1·eve viaje. Llevábamos los pal'la-
mentarios a!gun ~1compa1lamicnto: un ayu<lanlc de Arco-
Agüero, llamado D. X. Silva, cuat1·0 soldados de artillel'ia
de á caballo, con Jai•gas l:ral'lias, pol' lo CLWl Cl'llll apellida-
dos ba9'1Jo1ies, y un trompela de la misma arma. Todos iban
ú caballo mónos yo; ci1·cunslancia no digna de mencion, si
no htibi ese iníluido en rn i sue1·te en los sucesos que si-
guicl'On, y debida á que, siendo yo pésimo jinete, no que-
ría iL• haciendo 1·idíc11la O¡n1l'a ú 11ueslrn entrada en Cúdiz,
por lo cual escogí un cn!csin 3 pesar de lo incómodo y feo
de tnn mala y ni1tig:1.ia már¡uina de viaje.
Poco más de media lq;ua habt'iamos andado desde San
Fernnndo, y cst:ílrnmos cel'canos al lugar donde, cerca del
torreon apellidado de Torrcgorda, tue1·ce casi formando
un !lngulo 1·ccto, y va en derechura á C:.ídiz la ca1•1·etera
nombrada allí m·1·cc-il'c, cuando empezamos á encontrar

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llE<.:UliRDOS DE UN ANCI.\NO.· 301
{!;ente de Cádiz, que á pié había andado so])l'e legua y me-
dia ansiosa de vei· y saludar á los constitucionales de ellos
tan amados. Segun íbamos adelantando, iba ct•eciendo ei
número de los viajeros, que llegó á ser muy considerable
ya á más de media legua de Cádiz. Habíamos los del ejér-
cito constitucional, cuyo titulo era el de nacional, tomado
por divisa añadit• á la escarapela encarnada un ribete an4
cho de cinta verde, divisa consicleracla clespues pot· mu-
chos como propia de la socied3d secreta dfrectora del
levantamiento, y de la cual éramos gran pal'le de los del
ejército, si bien no todos, pero divisa que no lo era de so-
. cíedad a\gum1, siendo solo emblema de nuestra esperanza
al acometer y empezará ponei· por obt·a nuestra empresa,
esperanza nunca del todo pet·dida. Como sabian esto los
gaditanos todos, los paisanos se habían puesto esca1·apela
como militares, y, no habiendo tenido tiempo pat•a coser :i
las que lraian el ribete verde, se habian contentado con
ponc1· un lazo de este color sobt'e el centro de la escarape4
la encarnada. Las manifestaciones de alegría de aquellas
gentes tenían trazas de delirio, y al vernos 1·ompian en
allos vivas, declarando, á la pai· que ac\hesion á la causa
que con ellos nos era comun, afecto vivo y :íun admíra-
cion á nuestras personas, en las cu~les veían 1·epresenta-
das las lle nuestros compañe1·os. En medio de tanto aplau-
¡o, Hcgamos á la obra avanzada llamada la Co1·tadura,
guarnecida por tropas que poco ántes eran para nosotros
enemigas, habiéndolo sido por espacio de dos meses, pla-
zo dm•ante el cual habían nacido en ella contra nuestra
causa, y más aún contra nuestras pel'Sonas, pasiones de
odio no poco vivo, siendo muy otra nuestra firme, pero
errada creenci~, pues los repulábamos amigos violentados
á semos hostiles. Sin embargo, ti! acei·c:.irnos al fuerte,
más poi· ped:.interia que po1· 1·ecelo, quisimos usar las fÓl'-
mulas comunes de la guert•a, y mandamos al lrnmpela que
<Jo11 nosot.ros venía, toca1· llamada. Salieron á respon-

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302 ANTONIO ALCALÁ GALIANO.

demos; pero ne como prcstandose al parlament.o, smo


calificflndole de inútil, porque ya no estábamos en guet·ra.
Parecia afectuosa la rnspuesla, as! como fundada en bue-
n'l 1·azon, y, con todo, no hnl.Jo de agradamos, porque fué
dada con desabrimiento. Otras dos causas, con hario más
molivo, rnezclarnn un tanto de disgusto y desconfianza á
nuestea alcgeia. Poco ántcs de llegar á la Corlad uea, del
numeeoso genlio que venia ele Cadiz se separó una perso-
na que vino a hablarnos, entendi(rndosc pat·ticnlarmente
con Arco-Agiicrn, con quien habia tenido algunas relacio-
nes de trato casi amistoso. E.1·a el pe1·sonaje ele quien aho-
ra hago aquí rnencion un D. N. Elola, oidor, ó como deci-
rnos ahora, rnagislrt1do de la Auclicncia de Sevilla, vivo,
tl'avieso, no de la mejor 1•epnlacion, pues era tachado de
ligero y cruel, no sé si con justicia, entremetido y dado á
bullit', sin crédito de cons!ilucional ni de lo contral'io, y
el cual, no sé, ni l!c¡;arnos á sabe1·, por qué raznn venia
<le Cádiz, y si lo bacía por voluntad pl'Opia ó encargo ele
otrns. Lo ciel'lc es que Elola se empeñó en porsuadil' á
Arco-Agüero á que nos volviésemos sin llegat' á C:idiz;
pero como las razones que alegaba nada clat•o ni explicito
contenian, no juzgamo~ decoroso ni j ns to dejar de cumplíi'
con lo que nos estaba encomendado. Separóse, pues, de
nosotros Elola, sin habe1' logrnclo convencemos, y no sé
si regresó á Cacliz ó si siguió á San Femando.
Igual, si no mayor, causa de temor ó de sosp;)cha nos
<lió otra circunstancia que por lo pronto no fué de lodos
nosot1·os notada ni úun sallicla. Cabalmente, cuando cslú-
bamos Hamando á pal'lumento, y rncibiendo por respuesta
que tal aclo era impl'Opio entre gentes ya no enemigas,
habia ct·ecitlo sobre manera y agolpádose en aquel lugar
la turba pl'Oceden~e de Cáüiz, cuyos vivas y aplausos ei•un
tales y tantos que nos ensoi·decian, y en medio de la g1·i-
lcria reparamos que tambien gritaban desde el fuel'te
asonrndos á sus murnllas los s\1ldados, y aunque viniend·o

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RECUERDOS DE u:; A1'ClA~O. 303
sus gl'itos de lejos solo podian oiesc estos, confundiéndose
olros mñs cercanos y numerosos, no falló quien oyese que
e1·an, en vez de bendiciones y aplausos, maldiciones y de-
nue5tos. Pero esto, 1·epito, apénas llegó á nuestra noticia,
y á1rn cuando hubiese llegado nos habría desviado do pen-
sar en ello el especl:ículo que presenLó á nuestra· vista
Cádiz.
A pesar ele que las turbas (pues llegaron á serlo) que
nos esperaban fuera de las puertas parecía corno que de-
bian haber dejado poca gente en el carno de la ciudad, ó
fuese porque de la poblacion nadie Jiabia quel'ido quedarse
en cas~1, ó que los que no lrnbian salido :í Ja catle, sin cx-
cepcion de cl~se ú ocupacion, poblaban los balcones y
ventanas, era inmenso el gentío que se presentaba á la
vista. L::ts casas eslaban adornadas con colgadurns. Entre
tan to llovian sobre nosotros, los pal'l::1111ental'ios, flores ar-
rojndas por los que estaban en alto, miéntl'as Jos que pa-
seaban las calles se apiüab~n á nuestro alrededot• con
ánimacion casi frenética, gt·ilando y prncurando asirnos
la mano ó bien la pierna, ó áun sólo el vestido. Mis com-
pañeros, poco ó mucho conocidos en Cádiz, eran objeto de
admirucion, J' á rní, nacido en aquella ciudad y que en ella
habia pasado buena parle· ele mi juventud, se me daban
generalmente testimonios de ardiente afecto. Los cab~llos
de mis compañcrns apénas podian rompei· 1101· el tropel, y
se encabritaban espantados, y á mi pobrn calcsin apénas
consenlfan que rodase, no raHnnclo quien se subiese en las
ruedas pm·a aprnlam1e la mano ó darme una cnh0t•abue-
na afectuosa. ¡Dias eran aquellos que no volvcrón en largo
tiempo, no siendo tan al'rchatado ó loco cnlusia.smo posi-
ble ya á una gcncrncion llena de desengaños y escar-
mientos, y que por ~et• más cuerda ha perdido muchos de
los placeres qlle las ilusiones hijas de la inexperiencia
traen consigo!
Como ya va aquí dicho, at1•ayesamos casi toda la ciudad

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304 ANT0:\10 ,\ lC.Hi G.I UA>:O.

de Cádiz por estar muy distante ele la Puerta de Ticrl'a la


casa del general Freirc, :í que nos cncarninúliarnos. Al ir ú
llegat• :\ ella, pasamos las csqu;nas de la calle ele Linares,
que desde la p!Jz:l dú San Antonio, qu~ il1a ú ser de la
Constilu cion, va al paseo de la Alameda, y que era y deb1~
de Set' aún hoy una ele las vías ele comunicacion en aque-
lla ciudad más tmnsiladas. Al ;1lrnvcs:ll' descub1•imos par-
te ele la plaza alcslada de gente, pon¡uc allí ib:1 :'t jnt•ai•se
la Conslilucion ante la lápida que de eil~ el'a 1·crnl'dacion
y símbolo. Hcscrv:rnclonos nosotros ~is i stil' á nqucl espec-
táculo para la hm·a muy cet·cana e11 q11e, ¡¡rnscntes las au-
tol'idades, habia de cc lcill'a1·se la cc1·cnHln in del jurameuto,
nos apeamos á la puerta de la casa del general y pasamos
á su presencia.
Hallarnos :'i Fi•eíre col'laclo, inqnicl.o, ni desabrido ni afa-
ble, y sólo con mucslrns do eslat· muy poc.o satisfecho Lle la
sítuacion en t¡1w se vei:i. La sala en que le vim os estaba
muy concmt·ida, llcnúntlol:i persona8 tle dirn 1·sas opinio-
nes, cuülos alegrns y su!Jcl'bi~1s , cuaios, si ya no rnoslrando
tristeza ó enojo, dando s c1hlcs ó de abnl.imicnlo ú de L'B-
celo. Vinicrnn ú al11·aza1·nn;; nrnigos nucslrns, que presos
por habet· sido CcJllljJlices en nnest1·a em¡ll'csn, lwL·1an sido
pnesLos en libet•Lall pocas hol'as ántes y en las do la noche_
Otros, poco ántcs nuestros cont1·a1·ios a1·clot'osos, con ft·a-
ses concilial.orias ra·ocma!J an eaplat'Sl~ nuestl'o afcct.o, ex-
plicando su conduela anteriot' cotno quien se disculpa de
una ralla. Ilien mil'ado y considerado lo el o, no nos sentía-
mos satisfechos do la escena de que eran tenl1·0 aquel lu-
gai• y los cet·canos, y de que éramos tesLigos. Frcirn como
que pt•ocm•a!Ja despedirnos para que nos vol viésemos al
Iu¡iar de que ha!Jí4mos venido, aunque no lo dijese clara-
mente, y habiendo sollado umi expresion de temor de que
puestas en roce las tropas de su nrnndo con las (]el ejército
nacional, éste inlrn<lujcse en aquellas un espíritu do indis-
ciplina; y respondiendo á e.sLo Arco-A{;üero, como algc

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Rl!Cl'l'EllDOS llli: UN ANCTAN&. 30!)
picado, que el ejército constitucional era por demas disci-
plinado, añadió el general de las tropas Reales que las Sii•
y~s (segun esperaba) á ningunas cedian en este punto;
pero lo dijo con tan anublado rostro y vacilante aceBlo,
que bien parecia que bablaba segun su deseo y no segun su
esperanza. En esto sonó un tremendo ruido, oyéronse ti-
ros, voces confusas, carreras: se asomó al balean Freire
y desde la calle le gritaron que estaban asosinando al pue-
blo. Él dió muestras de no creer tal cosa, pero poco pudo
decir, porque ya el hecho estaba patente. La parte ti·ágica
y en sus consecuencias no poco funesta de la historia de
la segunda época constitucional había comenzado, antici-
pando los odios que por fuerza habian de nacer de la mu-
danza de una á otra opinion sustentada con vehemencia, y
del choque de intereses que cambios l:\les tienen po1· con-
secuencia fo1·zosa.

ll.

ta súbita acometida de parte de la gum•nicion de Cádiz


á los pac:ficos paisanos que habian acudido aleg1·es á una
fiesta á que los habia convidado la au>ol'idad, era un suceso
que debian haber previsto el general Frcire y los que á
sus órdenes rnandab:m las tropas de aquella plaza. Pero
de eslos últimos, algunos, sin dud~1, fueron cómplices,
aunque solo cómplices hasta cierto grado, del hecho
atroz de la desmandada soldadesca; y en cuanto al gene·
ral, justo será decir que, combatido de terl'ibles dudas,
casi arrepentido de haberse prestado á que se proclamase
la Constitucion en el día anterior, sin llega1· su arrepenti•
miento á punto de atrc\'Crse á revocar su resolucion
cuando ménos avemurada, sintiéndose cnsi rebelde sin
se,w, y por lo mi~mQ falw ó de la o.mua ó de la fe qU6
. 20 --

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306 A\\iOWO ALCALÁ GAL1ANO.

hace de la rcbelion la dercr.sa de un principio, ó bien


creído, ó tomado por pretexto, no acertaba á contener la
tropa, sofocando el espiritu que la animaba, y dejaba an-
dar las cos:ts, lisonjeándose de que no Uegarian á un ex-
tremo.
Así, miéatras con loco alborrzo celebraba en la noche
del 9 al 10 de Mat·zo el restablecimiento de la Constitu 4

cion el vecindario de Cádiz, bramaban de cor~je los sol·


dados en los cuarteles, siendo para ellos cada viva que
oían un insulto insufrible, ó un reto que pedia respuesta.
En tal disposicion de ~nimo no fallal'on m3los consejeros
que les persuadiesen á pasal' de l~s palabras de queja y
l'esentimiento á las obras. Quiénes fueron los consejeros
del atentado que cometieron, no está averiguado, ni áun
hoy, al cabo de largos afíos y de una causa que dut•ó más
de tres, sin dar de sí más que llevar al suplicio á un pobre
gua1·da de las puertas, no mós culpado que otros, pero si
totalmente desvalido. Que los consejercs del movimiento
que vino á ser sublevacion, no dicLasen el modo bl'Utal
con que fué llevado :i erecto, proJ,abilísimo es; pues, re-
suelto el hecho, hubo de quedar e\ modo de la ejocucion
encaq;ado á gente baja y groserá. Porque hahc1·sc opuesto
en la tarde del 9 á obedecer á quien.les mandaba, fuese
quien fuese, pl'oclarnar la Gonstitucion, 6 consentir que la
proclamase el pueblo, habría sido acto loable en cie1·to ,
grado, y áun haber manifestado los soldados y oficiales en
la mañana del 10, quietos en sus cuat'Leles, su clesaproba-
cion de todo cuanto est3ba pasando é iba á hacerse, de-
clarándose resueltos á ser fieles al Rey y su Gobierno,
habrfa merecido aprobacion más todavia que disculpa. Y
con tal declaracion bastaba para que el acto de jurar la
Conslitucion hubiese sido por lo ménos suspendido, evi-
tando por tal medio un choque al cual no podia arrojarse
el inderenso y tímido vecindario.
Pere no rué así; y saliendo á la calle primero el batallon

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111ÍCUE1\DÓS DE UN ANCIANO. ~07
·.de Guías y despues el de Leales, casi en tropel, sin són do
cajas, asomaron los de aquel á Ja plaza de San Antonio
por varias de las calles que en ella desembocan, y salu·
darnn al numeroso genlio allí congt·egado con una des-
carga. Pretenden los defensores de la inicua agresion quD
muchos de los tiros dispal'ados lo fueron al aire, y solo
para amedrnntat", de lo cual citan como prueba haber ha-
bido pocas victimas entre tanta gente allí apiñada; paro si
tan prudentes ó misel'icorrliosos estuvieron algunos, no
fueron todos, pues quedaron una ó dos pel'sonas muertas
y varias lléil'idas en aquel sitio, sin contar con que solo el
terrnr prodacido por tal barbarie era un acto de ferocidad
punible. lf'uyernn en confuso tropel los que llenaban la
espaciosa plaza, entt·e los cuales habia mujeres, ·niños y
ancianos, dándoles alcance los soldados con muestL·as, .si
no con intencion, de hacer en ellos estrago. Difundióse
por la ciudad el albol'ot.o, hubo gl'itería, gemidos; cerrar
de puertas que parecía nuevos disparos y alternaba con
los que ciertamente Jo ernn. Enfureciéndose los agreso-
res, como síemp1·e acaece, con sus primeros actos de
Yiolencia, discurrían por las calles vocem1do, amenazan-
do y á veces hiriendo, pues en Jugares distantes del
teatL"o del acto primero de aquella tragedia cayeron muei·-
tos algunos paisanos. Resistencia no !Jubo, por no ser el
pue\llo gaditano propio para la guei·ra de calles. Así, al
alboroto y bullicio siguió la soledad dé las calles, y la an-
gustia y t.Grror en el interiot· de las casas, pero el silencio
no en algun tiempo; pues los vencedores sin batalla con
tiros conUnuos y gritos descom;:iasados de viva el rey sc-
~uian dando salisfaccion {l sus pasiones.
Ya dejo dicho que á la prime1· noticia del alboroto se
asomó el general Freire al balean para sosegar al pueblo
que acudia á quej~.rse y pedit· favor, y que aseguró que
nada hahia qué temer, quizá no creyendo lo ya ocurrido.
En tanto los del parlamento, desempeñada ya nuestra co-

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303 ANTONIO ALCALÁ GALIANO•

mision, íbamos á volvernos á nuestro ejército á l!er porta•


dores de nuevas poco satisfactol'ias, y muy otras que las.
que los nuestros con hai·ta razon esperaban. Fué gran
fortuna que hubiésemos diferido unos cuantos minutos po-
nernos en camino, pues, no siendo así, habria rolo la se-
dicion ántes de haber nosotrns llegado á la Puerta de Tier-
ra; y no habiendo por ella salida, porque nos Ja habría im-
pedido la tropa acuartelada en la inrncdiacion, sin duda
alguna habríamos sido sacrificados. Pero como el tumulto
comenzó cabalmente en el momento de ir á montar mis
compañeros en los caballos que habian dejado á la puerta
de la casa del general, suspendieron el salir, y, al revés,
se volviei·on adentro, donde no cre)'éndose seguros, su-
bieron á las azoteas que tienen todas las casas de Cádíz,
y saltando de una en otra de las de la manzana, :il fin pa-
raron en una ya algo clistantc, donde bajando por la esca-
lera encontraron en uno de los pisos ó cum·tos de la casa
quien les diese abrigo. Otra y harto más crítica fué mi
suerte.
Ya dije que hahia dejada mi calcsin :l alguna, bien que
corta, distancia del alojamiento de Freire, y en esta dis-
tancia estaba la calle de Linares en medio. La babia yo
atravesado, é iba :l subfr en el calesin, cu:oindo vi que este
huia á buen correr de su caballo, y,. pM otro lado, un
golpe crecido <le gente huyendo en tropel y barriendo la
angosta calle como un torl'cnte me atajaba 1tl camino para
la vuelta. En Ja esquina babia (y creo hay aún) una confi-
terín que comunica con una bolillerla del mismo dueño, á
Ja cual salia yo concurrir algunos meses ántes, y habia
concurrido bastantes años, siendo en ella conocido de los
mozos de servicio. Respaldarme á una de las puertas de la
confüel'ia, ya cerradas, fué mi primer acto; el segundo 6
ca~i inmediato volvel' mi sombrero de suerte que la esca-
rapela con su lista vei·de no se viese. Ast p:uecia yo un mi-
lita!', siend(! ,!llltónces muy comun ea loa oflc~es llevar@l

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llECutmnos DE tlN ANCIANO.
'.80mbre1·0 de picos 6 apuntado con divisas juntamente con
el t1·aje de paisano. Por esto no llamé la atencion de unos
euantos soldados de Guias que entraron furiosos por la
calle persiguiendo á los fLlgilivos. Delante de mi, y en la
acera opuesta, cayó ttno de estos cm·cclado en su capa, y
echándose sobre él un soldado repetidas veces, le hirió al
parccei· con su bayoneta; pero creyéndole muerto ó mori-
bundo, pasó adelante en busca de nueva victinrn, cuando,
con sorpresa mia, el que creía yo cadáver se levantó sano
y salvo, y se puso en huida, pues ni él tenía otL'a lesion ni
daño que el causado por el miedo, ni su agrcsur, ciego de
furia, habia acertado á atravesar con su arma otra cosa
que la capa ó capotillo del caido. En medio de esto of yo
que me ll::unaban por mi nomlire por las l'endijas de la
puerta. Respondí, y volvió á hablarme un mozo del café,
que, preguntándome en voz baja si babia algun soldado
-enfrente, y diciendo yo que todos estaban ya distantes si~
~uiendo el alcance, abt·ió de la pue1·ta lo bastante para
que por allí cupie~e mi persona, y tirándÓme de los faldo-
nes me hizo enLL'Ur de espaldas, siendo lal la prisa que te-
níamos, yo pot· v01·me en segut•idad y él pOL' llevarme á
Jugar en su sentir algo ménos expuesto, que, sin detenerse
á abrir la entrada CJllC alzando una tabla del mostrndor
da paso de este á la parte extcrio1· de la tienda, me hizo
salta!' por encima y casi caer al lado opuesto. Una vez
dentro de h1 casa, pasé á la sala que servia de botillerla y
no tenía puerta á la calle, sino sólo á un patio, y encontré
aquella pieza llena de gente, en su mayor número de mu-
jei·es, acongojadas y aterradas. No les fué grata mi llega-
da, pues pronto se enteraron de quién era yo y del triste
-caso en que me veia, y les entró el fundado temor de que
podrian penetrar alll los soldados y el ménos racional de
que, si entraban, pagarian todas las pel'sona11 en aquel lu-
gar r&fugiadas la pena de hallarse en mi compañía. Asl
füé que 11n rumor sordo empezó á declarar deseos de que

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:\10 ANTONIO ALCAÜ GALIANO.

saliese de é'ritre güntcs á las cuales estaba comp1•ometien°


<lo; pero pudo más al cabo la compasion que el miedo, y
no hubo quien se atreviese :í prnponer 3ccion tan fea como
lrnbl'ia sido la de arrojarme á la calle donde me amenazaba
grandísimo peligro. Lo que sí hicieron J'ué apoderarse de
mi sombL'CL'O, y con tijeras dcscoscrmc de la esct\l·apela
la cinta verde que le servia de ribete, y la cual, pal' lo
mismo de no esla1• sobrepuesta, me delataba como pt'OCC··
dente del ejé1•cito de San Fernando. EntL'e tanto poblaban
el ai!'e varios ruidos de voces y tiros, y· desde adcntrn
juzg~ban muchos refriega 6 combate lo que era alboroto
y excesos de los vencedores, que lo habian sido sin hallar
resislencia. Mal poclia suponerse que hubieL'a podeL' que la
hiciese, pero no faltaban quienes se figurnsen quo en
aquel pueblo rndefenso y nncla belicoso poclia haber persa·
nas capaces de apelar ú las armas para, ó hacer frente á
una agrcsion, 6 tomai· de ella venganza, mióntras ot1•os se
lisonjea])an de que una parle de la girnrnicion estaba en
batalla con la olra en cuya sublevacion no habia lonido
pai·le. Cesó por !in el ruido, ó solo sonaba el de los vi~·as
al Rey dados con voces asf como dcstemµbdas, roncas:
clat·o indicio tanto de la furia mostrada en la 1·epeticion
del g1·itar de los voceantos, cuanto de la bebida con que
hahian excitado su entusiasmo al m•t·ojarsc á su aLL·oz ha-·
za1ia, y le hahian mantenido y seguían manteniendo al so-
lemnizar su triunfo. Pero, como no se oyesen ya disparos.,
comenzaron los abl'igados en la botillería á pensar en irse
á sus respectivas casas, lo cual fueron llevando :i efecto
poco á poco, asom(1ndose pl'imcro algunos ó algunas con
precaucion, y aventunindose lnego á salir Jos ménos tí-
midos, y sirviendo el ejemplo á los demas, pues ya
veian que habian pasado para lo gcnel'al ele las gentes los
momentos de rnuym· pelig\'o. No así pai·~(mí, cuya situa·
cían era diferente, y que á la sazon no tenía casa en Cádiz.
Por es lo hube de detenerme, pensando en qué hat·ia. Solo

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11.l!CUEP.DOS DE U:'i ANCfANO, 31 i
-ya, 6 poco ménos, en mi asilo, habia llegac1o la hora c1e las
tres de la tarde, que era la de comer en Cádiz, y el dueño
de aquel-establecimiento, no obstante no ser fonda, ni ser-
virse en él otrn cosa que bebidas frescas, me propuso dar-
me de comer, lo cual acepté yo sin escr~pulo, suponiendo
que pagaría lo que gastase. Comí, pues, y no mal en medio
de mi inquietud, y hube de hacerlo de pescado, pot• se1•
aquel dia viernes de Cuat•esma, pensando en que á un fran-
ces ó inglés parnceria natural, siguiendo idea:; supersli-
ciosas sobl'ado comunes, que fue1•e tan tr~gi,,;o aquel dia
· de la semana, porque entre los extraujet•os tiene la rcpu-
tacion de aci:igo que los españoles atribuyen al martes.
Pero, cuaudo concluí mi comida, y para pagarla µedi la
cuenta, se me presentó el mismo amo de la casa diciendo
que nada me cobrnri11 por titulo alguno; acto de cortesía y
generosidad por desgracia compensado con Ja condicion
que me puso, y fué que le hiciese el favo1· de irme á la
calle lo mús prnnlo posible. Ko tuve otro remedio que abe·
decer, y me arrojé á corl'el' mi suerte por medio de la ciu~
dad atribulada y d.esiel'ta, ó sólo poblada fuera de las ca-
sas por soldados, que habian roto el f1·eno de la disci-
plinn.
Triste era po1• ciel'to y 'espantoso el aspecto ele aquella
poblacion, entónces todavía por lo comun alegre y de
gt·an concnl'1'encia en sus calles y paseas. Veíanse ce1·ra·
das todas las puel'las, así las que caian á la calle como las
que daban paso á los balcones y rejas, y se notaba que
áun las de madet·a detrás de las viclicras lo estaban asimis-
mo; l'einaba profundo silencio, 'cirnndo no le intet·1·umpian
los gritos de los soldados. Vag~1ban estos pot· el pueblo
con gesto airado y ademanes descomptrnslos, como bus-
cando enemig0s en quiene1 desahoga1• su furia, y rabiosos
porque no los cncontt·aban. Pot• cntl'e ellos pasaba yo sin
ser notado, gracias á las divisas de mililai· que llevaba en
mi sombrero. Incierto en cuanlo á esco~er el punto ú que

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3fd! AllTO~!IO Al.CU! GALTANO.
p1·imero me dirigiria, resolví iL· á casa de mi tio, porqne
precisamente por haber él enviado á nuestro ejército en la
tarde antel'ior los oficiales de ma1·ina portadores de las
pa1·a nosotros alegrns nuevas, y tambien, segun nos pare-
cía, de seguridades de paz y union, le considerábamos, no
con toda justicia, obligado á hacet• que se nos res¡ietase.
Llegué, pues, á su casa, penetré donde él estaba, le en-
contré comiendo con alguna gente, y levantándose al ver·
me, con rostrn donde se pintaban sorpresa y enojo, me
mandó irá otra pieza, donde s[n perder un momento vmo
á hablarme sin testigos. Su primer palabra fué p1·egun•
tai•me quó trai3, y mi respuesta, seca y hasta insullante,
nacida de ver su gesto no afable, fué que no venia á bus·
car al pariente, ó al hermano más querido de mi difunta
adorada madre, sino al general de marina que nos habia
convidado á venir á Cádiz como amigos; siendo mi princi·
pal empeño que me l'enniese con mis compañeros para que
juntos tuviósemos igual fortuna. La respuesta de mi tio
fué que nada sabia de ellos, ni tenla que ver con lo que
pasaba, por lo cual me remitia al general Campa1rn, con
quien me tocaba entenderme, pues este era el gobernador
de Cádíz. Salfme yo, pues, sin despedirme ni ser despedi-
do, y resuelLo á seguir el conse,io de mi tío, fui en busca
del personaje á quien me remitia; viaje nuevo m:ís peli-
groso que el que acababa de hace1· con tan poco feliz suce-
so. Estaba por entónccs el gcnel'al Campana en uno de los
pabelloMs de los cual'teles próximos á la Puerta de Tier•
ra, siendo forzoso para llegar alll desde el punto de la
ciudad de que yo venia atravesarlo. toda cuan larga es, pa-
sando por sitios por los cuales estaba en mayo1· número
desparramada la sublevada tropa. Fué mi suerte oir entre
sus gritos expresados deseos do haber á las manos á los
que pocas horas ántcs habían entr:ido en Cádiz proceden·
tes de San Fernando y sido recibidos en triunfo, prome·
tiéndoles, si los descubl'ian, saciar en ellos su saña. Bien

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RECUEl\DOS DE UN ANC!Al'\0. 313
tcmia yo, y no sin algun motivo, ser conocido de alguno de
aquellos bombrcs fe¡•occs, porque de su número no pocos
habian estado en el ejél'Cito de San Fernando, en el cual
ora yo mny conocido, áun de los individuos de la clase de
tropa, que me daban por título ó nombre el ele El Gacetero.
Pero tuve la dicha do no tropezar con quien me conocie·
se, y llegué al alojamiento del general Campana. La saln
en aquella hora estaba llena de oflciales, todos celosos de
la causa Real, todos, á lo ménos en la apaeiencia, ufanos
de lo ocurrido. Asombt·óse el general de verme all!, y no
obstante no teneL· conmigo amistad, sino nwl'O conoci·
miento, se esforzó en persuadirme á que luego, luego, me
retirase y fuese á esconderme, porque (segun me decia}
estaba Ja gente muy exaltada, y era muy posible que fuese
yo víctima -de alguna violencia. Pero yo insistí en recla-
mar mi pri vilcgio de parlamentario, y mGs todavía en que
se me llevase donde estaban mis compañeros, siendo esto
último mi princip~I deseo, porque me h~bria crcido des•
honrado si no parlicipaba de su suerte, y tambien porque
ellos no sahian si yo habia huido dejándolos en peligrn, y
no queria yo tener sobre ml tan rea y no merecida nota,
ni justiílcar la prerencion dcsfavoi'able con que :í.un el
más despreocupado milita1· juzga al paisano. 'Mi primera
pretension fné tratada como ridicula; y en cuanto á la se-
gunda, se me asegul'ó lo que era ve1·dad, y yo no queria
creer; á saber: qne nadie de los que estaban en autoridad
entónces sabia ni sospechaba dónde habian ido á ocultarse
los oficiales pal'lnmentarios, pues los soldados GSlaban
presos. Desisl(al fin de mi temeridad, ó) diciéndolo con
más propiedad, de mi necia perLinacia; seguí el consejo
del genct'al Campana, que me le daba con empeño é insis-
tencia afectuosa, y me encaminé á buscar abrigo en los
puntos en que juzgué me sería ménos difícil hallarle. Pero
encontré 1'esislencia á acogerme áun en amigos y pa·
rientes: tal e1·a el ierror de que esLaban poseidos los ga-

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.ll'it07'!0 ALC.\L\ GAL!ANO.

ditanos. Cerró en tanto la noche, que fué nublada y lluº


viosa, y, no habiendose encendido los farnlcs del alum-
brado de la ciudad, que, si no tan bueno como suele sedo
ahora el de toda poblacion consideruble, era lo mejor que
~ la sazon hiibrn en España, quedó Cádiz así como en solc·
dad y silencio, en tinieblas, de manera ·qne los poquísi-
mos precisados á trnnsilar por las calles íbamos á tientas
y tropezando. En tanLa incomodidad y angustia ocm•1·ió
que en la (;alle cuyo nombc·e es del Sacramento, oí ce1·ca
de mí un «¡viva el Rey!n dado por voz bronca y vinosa, y,
:'íntes que viese la persona de quien salia el p·ito, me sen-
tí detenido y asido por un so\ch1do que, en eslado de em-
briaguez casi completa, andalJ¡¡ vagando con el sable des·
nudo, pronto así ~ hacet· mal como á conlentnrse con dar
voces. ¿Quién vive? me dije, y ¿clúncle va usted~ á lo cual
respondí yo· ser oficial de la R~cd mni·ina (y recalqué el ad-
jetivo Real) ¡;¡uc iba con una eomision de mi ¡;enec·al. No
estaba el que me detenía para entrar en avcr1¡juaciones
prolijas, y corno su enojo era con los paisanos y yo no le
parecí tal por mi sombrero que veín en la oscuridad cuan-
do estábamos juntos, me llamó compañern, Lrocaclo en fa-
miliaridad el respeto, y, convidándome á gritar 1Jin1: d
Rey, lo cual hice yo de buena ó n1ala gana, me dejó ir
adelante. Pcrn podía repetirse estfJ lance con peores re-
sultas. Así fllé que crecieron mis ánsias, hasta que, poi•
fortuna, en casa de la viuda del hermano mayor de mi ma·
' dre (qlle Lambien babia sido general de mal'ína) y con cu-
yas hijas gemelas me babia criado m8s como hermano que
como primo, siendo la misma nncslra edad, enconlré·don-
de pasat· con descanso y segul'ida<l la noche. Pero áun esta
misma familia limitó ú una noche su hospitalidad, lo cual
no extrañé, pues al cabo más lrncian por mi que otrns.
Pasé, pues, en aquella casa la noche, y dormí profunda·
mente, con admiracion de quienes me hospedaban, que
atribuyei·on á serenidad lo que Bra cansancio. Llegó lama·

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RECUEllDOS DE UN ANCIANO.
ñana y hube de desocupa1· mi lugaL' de prnvisional abrigo,
y de volverá mis vanas pesquisas del dia anterior. No ba-
bia mejorado con el nuevo dia el aspeclo de Cádiz, y apé-
nas uno ú otro habitante hahia salido de sn casa, rniéntt•as
los soldados, cansados de la agitacion pasada, casi todos
se habian 1•ecogido á las filas de sus respecli\•os cuerpos,
quedando pocos, si bien todavla algunos, suellos po1· las
calles. En tanto, acud( yo en busca de nolicins ó de asilo,
entre otras personas, á clos que eran de nuesl.ra sociedad
secreta, que habian sido parlíc1pes en sus t1·alrnjos juntos
conmigo pocos meses ánles, y que, hasta por su obliga-
cion así como por reglas de decoro, debian darnrn am-
paro. Pern ambos me recibieron con sequedad casi gro-
set·a, y me tralaron con tan c!al'O desvío, que, si no me
echaron fuera de sus casas á viva fuerza, me intiinat"On que
saliese de ellas en términos que no daban lugar á resisten-
cia alguna y ni siquiera á demora. Volví otra vez á mi pa-
seo sin objeto, cuando una casualidad t·nrísinrn le puso té1·-
mino, dándole el más favora!Jle en mis circunslancias, ó, á
lo ménos, el más conforme á mis deseos con empeño ma-
nifestados. Caminando yo por una de las desiertas calles
del centro de C~diz, y próximo al lcatrn Principal, sentí
pasos deti·ás de mi, y .á corta distancia, dados tan á com-
pás con los mios, que bien declaraba ser de persona que
me seguía. En caso tal, fuese amigo ó contrario quien ve-
nía sobre mí ó á mí, la resistencia era inútil. En efecto, mi
seguidor, pues no era perseguidor, en voz muy b~ja me
llamó por mí apellido. Respondí yo, pregun~anclo qué me
queria.-«¿A dónde va usted? repuso él; y un no fo sé fué mi
segunda respuesl.a.-¿Y pol' qué no va usted á juntarse con
sus compn11eros (dijo lrnblando otra vez el desconocido,
que para mí lo era, aunque él me conociese bien).-Por
que no sé dónde esttín (L"espondí yo), y desde el alboroto
de ayer los ando buscando.-Pues yo soy quien los tengo
ocultos (dijo aquel hombre), y p1·ecisamenle he ~alido á

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lt6 ANTONIO ALCALÁ GAUANO.

comprar algo con que almuel'cen. ¿Quiere usted venirse


conmigo?-¿No be de querer? fué mi nueva respuesta.-
Pues déjeme usted pasar delante, dijo mi interlocutor (cuya
conversacion conmigo había pasado siguiendo gndando el
uno deti·as del otro) sígame usted, y al ll~gar á la casa nú-
mero tantos de la calle de Linares entraré yo,~', si no hay
soldados en la calle, dejaré la puerta entornada, y por ella
entrará usted en mi seguimiento.» !Iicímoslo así, hallarnos
la calle del toclo desierta, se entró mi guia en la casa indi-
cada, pasé yo detrás y cet•t•é tras de mí Ja puerta, y siendo
la casa de las llamadas de pisos, esto es, como son gene-
ralmente las de Maurid que tienen más de un vecino, su-
biendo la escalei·a hasta llegat· al cuat·to tercero, llamamos
á él, y abiel'to que nos fué, sin anunciar mi llegada pasé
yo á la sala donde encontré á Arco-Agüero, Lopez de Ba-
ños y el ayudante Silva. Un grito de agradable sorpresa
me saludó al ponerme delante de mis compaíleros, que,
juzgando al hallenne perdido de vista que yo me habia
acogido á lugar seguro, oyc1'on con sorpresa que mis aven-
turas, tralrnjos y peligros habían sido muy oll'Os que los
suyos, pues desde la casa del general á su asilo sólo ha-
bían tenido que saltar azoleas, y, no habiendo sido descu•
biertos no habían sido molestados. Juntos ya los tres del
pa1'lamento, determinamos qué habíamos de hacer, lo cual
fué, en vez de seguir escondidos, reclamar el derecho de
pa1·Jamenlarios segun práctica ó ley de la guerra, alegando
4100 al llegar á las o!JL·as avanzadas de la plaza habíamos
tocado llamada. Quiso At•co-Agüel'o que yo extendiese la
reclamacion como ejercitado en el manejo de la pluma.
Pero, hecho el escrito y firmado, ocurrió una dificultad HO
leve, que lo era asimismo parn que permaneciésemos por
m~s tiempo abrigados 6 amparados en aquella casa. El
que en ella vivia comenzó á sentir remordimiento ó miedo
·de tenerno~ alli, y, sobre todo, rehuia llevar un mensaje
nuestro por donde quedase convicto de habernos prote-

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RECUERDOS DE UN ANCIANO. 3{ 7
gido por un período de cerca de veinticuatro horas. Nos
sacó, y á él tambien, de este apuro una idea de Arco-
Agüero, la cual fué aconsejar á aquel buen homb1•e que
dijese al gobernador, al llevarle nuestra reclamacion, quet
en el dia ántes, en el momento de empezar el alboroto ha·
hian llamado á la puerta de su habiLacion en el cuarto ter
cero, y que, yendo él á abefr fué sorprendiclo por tres ofi·
cialcs armados venidos de la azotea, ~egun pareció, los
cuales, habiéndole sujetado le habían cnccr1·ado en un
cuarto intel'ior J' tení~olc desde enlónces en aquel en-
cierro, no dándole libe1·tad sino para encargal'le del papel
de que era portador. Agt·adó al mensajero el ingenioso
embuste, y, prestándose á él, marchó á cumplit· su comi-
sion, aliviado de sus ánsias. En tanto, nos preparamos á
matar el hambre, dando priesa á la Cl'iada parn qne nos
t1·ajese el almuerzo; almuerzo ¡ay! que no hubimos de co·
mer, ni tampoco otro igualmente mandado traer con no
mejor fortuna en el discurso de aquell:i malaventurada
mañnna.
Hubo de andar ligero nuestro enviado, porque no mu-
cho despues de su salida oimos ruido en la calle, y aso-
mándonos con precaucion por dett·as de la vidriera, vimos
hasta veinte hombres de tropa formados enfrente del lu-
gar de nuestro refugio. Siguióse oir abrir la puerta que
daba á Ja calle, sonar pasos pesados de más de una per-
sona en la escalera, llamar con recios· golpes al cuarto en
que estábamos, darse ent1•ada :í los que venian, y apare-
cerse en la sala un oficial de la peor traza posible, si-
guiéndole tres ó cuatl'o soldados con las armas prepara-
das. Era el tal oficial, repito (sin que la desfavorable pre-
ocupacion con que le mirábamos nos llevase á ser injus-
tos), de fea catadura, alto, por <lemas moreno, de tosca
presencia y groserísimos modales; hablador, con mucho
de jaque, y de Ja clase de los llamados pinos entónces ea
uueatro ejércit~, lo que significaba haber ascendido á oft·

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3{8 ANTOXIO .\LCAL{ GAtlAKO.
cial, de la clase de s~rgento y no dela de cadetes, de la
cual salia nuest\·a oficialidad con no muchas excepciones.
De que lLal.Jia sido ó valiente ó afo1•lunado era testimonio
un lrnen número de crnces que llevaba, trayéndolas dis-
puestas formando un CÍL'cul o en el costado de su uniforn1e.
Al at1·¡,vesa1· los umbrales de la sala en que estóbamos es·
perándole, este olicial nos prnscntó la punta de su espada
de~nuda, plant:ínclose como un matador en la plaza de to-
ros al pone1·se en s1oe1·te, y mandando á sus soldados asi-
mismo prepúar las UL·mas, aunque no apunt.ar, nos geitó
con voz ronca y amenazadora: ¡Dénse tistedcs presos! Ad·
mirámonos todos, y Lopcz de Bafios, hombre de valor se-
reno y acredilado, !'iéndose, dijo á nuestro aprehensor que
no le miraba con miedo, pues era un oficial antiguo de su~
perior gra(ltJacion; que extrañaba su ¡woccder violento y
hasta l'idiculo, y que mal venia snronernos dispuestos á
resistic y que1·ei· alropellarnos, cuando venía nll í por nues-
tro llamamiento. Quedúse cortado aquel soldado rudo,
cuya estupidez cxccdia á lo cornun de las gentes faltas de
talento, instruccion y crianza, y tal fné su conrusion, que
hasta se olvidó de pcdit· las espadas á aquellos á quienes
iba á llevar ~ llevó consigo en rnlidud en que disonaba ir
-000 la espada ccfiida. Salimos á la calle con la escolta que
nos cspel'ai.Ju, y marchando diez soldados delante de nos-
ott'OS y olrns tantos deLrns, nos pusimos en camino, igno-
rando nosoti·os cuál ibn á se1·. nuestra suet'tc. Al atravesar
la vecina plazn de San Antonio, vimos que venia por ella
formado un cuerpo de Lt'opas :í situarse donde había estado
el dia ánLes el lott·.ern de plaza de la Conslilucion y poner
otro en su lugar, que hubo de sor el del Rey, y no el anti-
guo del Santo, haciendo csla sustitucion con ceremonia
solemne y expiatoria del pecado allí recien cometido.
Algo de susto pasamos al vei· aquella fuel'Za, pero no fui-
mos de ella noLados, pues no recibimos ni áun el más leve
insulto. P1·osiguiendo nucst1·0 camino, llegamos á la puerta

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ltECUÉl\DÓS DE UN ANC!.>.NO. 3~9
Uamada de la Caleta, donde hicimos alto, entrando en el
cuerpo de guardia de aquel punto, con lo cual estaba visto
que por entónces iba á sei· nuestra prision el vecino Gasti·
llo de San Sebastfan. Pero como esta forlaleza está á al·
guna, bien que corla distancia de la ¡;laza, y asentada en
peñas asperísimas, aunque bajas, siendo el camino hasta
Ilegal' á su recinto por demas desigual y tambien de ro•
cas, y cubriéndole la mar cuando está la marea llena, has-
ta dejar el castlllo en una isla á que se va por un pésimo
puente de tablas; y corno la hora de m1cstra llegada á la
Caleta fuese Ja de la pleamñr, y el puente estuviese cor 4

tado en lodo su largo, fué ·necesario agum·dar á la vacian..


te para tener franco el pnso al lugar de nueslrn destino.
En el cuerpo de gual'dia !labia un oficial de milicias pro..
vinciales de Sevilla con tl'opa del mismo cuerpo; hombre
ntenlo, sery1cial, cm-tés, en suma, caballero, que, siéndolo
por su cuna (1), decl::il'aha serlo por su c1'ianza. Este con-
sintió en que un Ol'denanza fuese d una tienda de comesti-
bles poco distante i\ traernos de allí algo que comer du.
rantc nueslro descanso, que dclJia ser de dos ó tres ha·
ras, atendiendo al estado de la marca. Supo eslo con enojo
nuestl'o apl'chensor, que deseaba sujetarnos hasta á pade-
cer hambre. Pceo como declarase éste su inle.nto, y mez-
clase con la declaracion nuevos insultos )' amenazas, ya
colérico Lopez de Daiios le hizo presente que, preso y
todo, ánles de se1· condenado era un coeonel á quien de-
hia respeto un sullallerno, y que, esto aparte, nunca un
hombre de honor, corno debe serlo quien viste uniforme,
maltrata ni áun de palab1·a á persona alguna, y m6nos
siendo personas algo distinguidas, ele cuya custodia está
encargado. Parúsc un si es no es turbado con está recon-
vencion aquel hombre mdo y violento; pero, recapaci-
tando un poco vara buscar disculpa ó explicacion de sus

{!) Era llijo ó hermano del marqués de San Gil.

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3:21) ANTONIO ALCALÁ GALIANO.
malos modos y rigor brutal, ?iaaa de t:sto es Jor ustefles
(dij o), compafietos; esto va pl'incipalmen te para el perillan.
del pai'.sa1w. Oi yo con paL:iencia el curnplimíenlo hecho á
mi pobL·e peL·sona, pero no le extrañé, por ser entónces
tal moclo de pens~H' comun en la parto baja de la milicia;
ideas que ya van desvanecióndosc, aunque no hayan des•
aparncido del lodo en cabezas poco ilustradas.
Lo ciet·to fué que por mortificar al perillan del paisano
no quiso el bueno del oficial dejal' de hacer lo mismo con
aquellos á quienes llamaba compaíiel'os. Forquc, ansiando
privarnos del col'to regalo de un mal almuerzo, de re-
pente dió órden de ponernos en marcha p3ra el castillo,. á
pesai• de que no babia bajado la marea lo bastan le para ir
:i. él á pié enjuto, como habría sucedido con sólo haber
espenHlo tod~via sobre una media hora. Pet·dimos, pues,
como ántes apunté, el segundo almueL'Zo, y le perdimos
habiéndole pagado como el primero, y nos dirigimos sin
demora á nuestra prision pm• entónces definitiva, llegán-
donos el agua hasta el tobillo cuando mé1rns, y en algunos
lugares haslantc más ar1·iba, ~·lastimándonos los piés con
tropezar en las punlas agudas de las numerosas rocas que,
cubieL·tas por el mar, áun no podíamos ver para evitar
pisar: as. No era esta una grnn desdicha ni un peligrn, pe1·0
era incomodidad bastante parn que los solclados de nues•
tra escolta, no obstante ser del batallan de Leales "Y nues-
tros enemigos, haciéndose cargo del mal ajeno porque en
aquel caso Jo m·a tambíen propio, grnfiesen "Y en voz per·
ceplible y alla dijesen que no e1'a regula1· ?ti kabia parCJ
qué !tacer pasar aq·nel mal rato á, aqueUos caóallei·os oftcia·
les. Pero la incomodidad duró poco, y una vez en el casti·
llo, nuestro ap!'ehensor hizo enlrnga de nuestras personas
al gobernador del focl'le, y dejándonos seguros se volvió á
C:i.diz, no sio esperará que bajase mas la marea para hacer
111énos incómodo su regreso.
E1:a el gobernador del castnw un bue11 sujeto, e~~

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REC0F.l\DDS DE IJN: A:\ CfANO.

~nliguo, bien criado, y segun aparecia, y apareció, no


muy exl.remado ni fil'me en ideas políticas, de las cuales
alcanzaba poco; fiel sin exceso de celo, por lo cual no nos
tt·ató ni con rigo1· ni con blandura, no faltándonos á la r.or-
tesia, pero rehuyendo ocasiones en qué éjCl'Cet'la. Dispuso
ponarnos incomnnicat!os, ¡mm lo ctwl h:ibi:i J'ecibido órde-
nes; pmo prnleslando tenor pocos ent:ierros, nos puso de
dos en dos, á Lopez de Dniíos con el ayudante Silva, y á
A1·co-Agüe1'0 conmigo. A C8lo :igl'Cgó c.onceclcl'Llos que
para come.· lo hiciésemos juntos los cuaLro, eslando pre-
sente para observarnos el oficial de la guardia.
El qne lo cm á la sazon se Jlamnlrn Il. N. Hicgo Pica, se-·
gun él nos dijo, añadiendo, como quien desea cstal' exen-
to de un bOl'l'on, que no tenía parnnt.cseo con el Rior;o no
Pic;1, señalado por el hceho ele las Cabezas. Solia el Hiego
realisla \'Cnil' a visilm·nos, pe1·0 110 cnt!'a!Ja muy ~1dentro
en nucs11·0 cunrlo, clicicntlo q1w tenia horror á las pulgas,
do las que, en su opinion, ha!Jia allí muchas, de cuyo ri-
gor nos clejaha pnrlícipar, y pasc~111do de la pucl'la del
cuarto hasla la pared ele enfrente, cnsnl'lada la 1!~1ve de.
nucstrn prísion po1· sn ojo en un dedo de su mauo, y ha-
ciéndole dar vuclt.<1s conlímws, se cn trctcnia en darnos
noticias p1'opias pm·a desconsol:.rnos. En verdad, no se
quedaba in fo1·iol' ú nucsl1'0 n¡l!'ehe nso1· on cuan lo ú tener-
nos y rnoslra!'ílos mala voluntad, pero nos daba p1·ncbas
de su desafecto con modo~, aunque secos ~' frios, cor-
teses.
Asi ¡rnsamos la tal'de del clia 1·l, en la mañana del cual
ocurrió nuestra fH'ioion y l\egadü al c~sl1llo, )' lo mismo
fu eron loclo el dia ·12 y óun la nrnfíana del -13.
Enlrclanlo, deliberaban los que mandaban en Cúdiz SO··
bre qué <lebia hacerse con nosotros. Que hubo quien acon-
sejase pasa1·nos poi· las armas como ~i rebeldes, si hicn ha
habido quien lo haya dicho, no parece ciorlo. Lo pl'imel'o á
que se a1ieló fué á enviar á San Fernando un pal'lamento
2·1

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proponiendo canjeai·nos por los gcn e e~lcs á la sazonen·
cel'rndos en la Can·aca, y hechos prisioncrns cu~ndo fué
so1•prcndido por Hicgo el cuartel gcneeal en AL'Cos, asi
como por el rninisLrn de l\Iat'ina Cisne!'os. que en la misma
ciudad de San Fernando ltabia caido on podet• ele los le-
yanLados consLitucionalcs.
Al llegar l\l ejército dicho nacional esta propuesta, en-
contró Jos (111imos d·~ los que allí manclallan llenos á la pat•
de sol1er!Jia y ele it'a. Sabíase ya estar ondeando triunfante
en m:is de un punto de Esp:1ña el penllon conslitncional,
presumiéndose con l'non que seria alzado en ]Jl'eve áun
en Macl1•id mismo. Si e;slo daba aliento, poi· ott•a j)~\·t.e, el
::itentado cornelíclo en Cúcliz hahia sido sabido con indigna-
cion !'mi osa. De los gatlit.niws que en la rnaiiana del infaus-
to clia '10 11ahian s:1iido do la cíuclad y adelantado largo
trecho, 11ocos ~e Yolviernn atr~1s y los mús hnyci·on á S8n
Fernando. Congrq;:itlos allí, y enfmccidos con la noticia
del hceho atroz y p1'.'t'fltlo de la guarnicion de C:ícliz, rom-
picl'Otl en alios clarno!'es, ~' comnnicarnn sus pensamientos
y afectos a\ vccindurio de la polk1cion donde ¡101· dos me-
ses y c\ias h~bia residido el ejórcil.o nacional, vecindario
lrnst:i. entónccs lrnnquilo, y el cual, si en gcnm·ul, m~1s que
contrn1•io nos era ~¡1111go, no lwbía, con tocio, hecho demos-
trncion a\gunn ravoralile ~i miestrn cnusa. Alborotada :i.que-
lla gente, pr.dia ~1t·nws para l.r11rn1r vcng:i.nza en los ascsiílos
del pueblo gaditano; ~' si tal jaclnncia de pobl:icion poco
helicosa hahr·ia valido poco dclr.nte ele lo~ sol ciados, tenía
fuet':<a mornl y n0 ..:or1,~1 oil· p1·oclam:idos micstrns principios
ya pol' algunos mtis qne los rnilita1·es delejércilo subleYado,
ó Jo's pocos que est~1hamos rniliLanclo con nueslt':l presen-
da ú con m:csl1·a p\nma hajo la misma b3ncl(wa. En aque-
llas mismas horas llegaron de GilmilL<H' algunos pel'sona-
jes de cuenta, 011t1·e ellos D. Facundo InfanLe y D. Bal'Lo-
lom6 Gulicrroz Acuña, trnycndo buenas noticias, como 01·a
el ponneno~· clo la 1·eyo\ncion de Galicia, y todavia m~s

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I\ECUERDOS DE UN A!'iCIANO. 323
c9Tcg!'es y muy fundadas esperanzas. Tal era la situacion
de las cosas cuando llegó alli la propuesta del canje, la
,cual fue desechada con indignacion, dando por motivo de
·rlesechal'la que los genei·ales prisioneros lo habian sido
por uiia sorpl'esa, cuando nosoLros los parlamentarios por
el carácter que llcvúbamos éramos personas sagradas áun
en medio de la gnel'ra más reñida y seguida con más fu-
1•01• y enccino. Pel'O, como poclia recdarse que los de Cadiz
intent.asen algo en nuestro daño, se los amenaz¡j con quo
si en algo nos malt1·atahan igual sucete cabria á los gene-
rales prisioneros, aleniéndose al principio de las represa-
lias; crnel y no muy juslo para puesto en cjecucion, pero
sr1luclablc corno amenaza cuando el temor que infunde im-
¡iide actos de JJ~rbara violencia. Sigui(,se á esto que enva-
lentonados Jos constitucionales así como irril1dos rotas ya
las hosLilidadcs con Jos ele Cádiz, adelantasen por la car-
retera ó nl'l'ecife, y plantasen una batel'Ía 6 co1·ta distancia
.ele la Col'ladurn, al'rojanclo desde ella homlrns ú granadas,
~·haciendo esto como por via do reto y á íln de torna1· el
papel de agrcso1·cs.
Mi6nlr3S esto pas~1ba, medio ignot·ánclolo nosolrns, en la
tarde del 13 cnll'iÍ l\icgo Pica, segun era su costumbi·e,
en nuostrn encict'L'O, ~' dando su acostumbrado paseo sin
pEwde1· la maña de gual'dal'se de las temidas pulgas ni dejar
de hacct• git·ar la llave en su dedo, nos dijo que corria la
\'Dz de lrnbet·sc prestado el rey á jurar la Conslilucion,
pero q~te, siendo tal acto á las claras forzado, no hacía
caso de él la g·ufü·nicion de Cádiz. Ko sé si espernba res-
puesta, pern ninguna dimos, aparentando recibir con frial-
dad tan grnves nolici'as.
Pasú la noche, y en la mañana del 1.1 fné relevada nues-
tra guardia, sustituyendo á los del batallan de Leales que
la formaba, trnpa de las milicias provinciales de Sevilla.
Aunque estos cuerpos de provinciales desde 1820á1823
.se diel'on á conocer en genernl por desafectos á la ConsLi-

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ANTONTO ALCAL\ GALTAl:O.

tucion, en lus hoeas de que voy ahol'a aquí hablando, ga-


namos mucho con pasar bajo su custodia. El oficial que
mandaba la nueva gum·dia, si no era amigo de nuestt•a
causa, tampoco era enemigo, y considerándonos como á
indivicl uos, se nos rnostrnba atenlo y afnble, de suerte que
nos rué muy satisfactot•io el cambio qne nos privaba del
Riego tan diferente del constitucional del mismo apellido.
Pero lo principal e1·a no ser dudoso que en i\Iadrid habia
triunfado la causa conslitucional, áun cuando no fuese.
completo su triunfo.
Tl·anquila y :\un agradable fué la noche del 14 al ·H>,
pero más agradable aún la mañana que siguió. En ella fue-
ron recibidas en Códiz las Gacetas de oficio de i\Iad1•id con
el decreto del 'i en que prometia Femando Vil jurar la
Consti tucion, y con la noticia de hahet' hecho el jUL·amento
el 9 con toda formalidad, habiéndose además ci·cado una
jnnLa á modo de vigilante de los hechos fuluros del mo-
narca. Viendo tan trocadas· las cosas el gobernador del
castillo, envió á decirnos que esl[\hamos en libertad, pei·o.
que nos tenia aún en aquella fo1'Laleza pot' precaucion,
trocada la prision en amparo amistoso, porque estaba 1•e-
vuella y amenazando la guat'ílicion en Cádiz, dominada
por los autores dol atentado cometido cinco dins ánt.cs. Y
como en e1 mensaje se nos cxh0l'las1~ á que nos alegráse ·
mas, comiésemos y be'biés!J'ínos, hubo quien respondiese por
via de hurlus que en punto :i come1\ sobre todo Galiano,
no liabia cs¡ierado el consejo, siendo cierto que yo, á la
sazon jóven y glolon, lwhia dislrniclo mis penas comiendo
copiosamente. Pasarnos á visitar al golrnrnador en res-
puesta á su co1·tesía, y fuimos muy agasajados poi· él
y pot• su mujer y dos hermanas de ésta que tenia
consigo.
!si corrió el dia rn, hasta que, llcg8das las horas avan-
zadus de la noche, nos entl'Bgatnos al descanso y sosegado
sueño. Habíamos despcl'Lado temprnuo, 'i Al'co-Agüero~

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J\ECUERDOS DÉ U:>; ANClAl'iO. 32$
~yo humor era alegre, me hal>ia rogado que escribiese
una p1·oclama ó de mi invencion ó dicLada por él, cuando,
.llamando á la pue1•ta de nuest1·0 cuai·to, ya no encier1·0, al
abrir me encontré al entónces oficial subalterno de la ar•
mada Real, y hoy teniente general de la misma y coDsejern
de EsLado, D. Juan José Mllrlinez y Tacon, conocido mio
~ntíguo, el cual me dijo que venia con un bote de órdeo
de su general á recogemos para llevarnos á San Fernando•
hacíend.o el viaje por agua, por donde no es costumbre
haeedo, rodeando a Cádiz, po1·que el estado de la plaza 6
ciudad, donde seguia la guarnicion, si no Stiblevada poco
ménos, y mostrándose resuella a no hacer paz con los cons-
titucionales, no consenliu qnc atravesásemos por dentrod()
su recinto, de lo que se seguil'ia pcli~1·0 no sólo á nuesLras
personas sino á la paz pública. Yeslímonos al insLante.
despedimonos apresurados del ya amigo gobernador y de
su familia, suliimos ul !Jote por la playa, no habiendo alU
muelle, y, esLa11clo clara y templada la mafiana, casi calla·
do el viento y la ma1· serena, romo si estuviese la natura·
!eza en consonancia con el estado de nucstl'os tínimos, ro-
deamos la todavía inqnieLa y acongojada Cád1z hasta lle-
gará !:is aguas de su bahía. Allí atrncamos al navío ¡;ene-
ral, y se nos dijo que suhióscmos á ói. llicímoslo asi, y
{Jasando á la ciimat·a, cncontc·amos en ella al genernl, mi
tío, acompañado de sus hijas. Un seco saludo de nucstl'a
f)arte correspondió al que él 11os hizo, y, puestos á un lado
de la c~nrnra como en formacíon nosotros, y al otro el ge·
ncral con su familia, reinó poi· algunos instantes completo
silencio, dominando en nucslt•os inimos la pasion política
~un punto de hacerme aún á mi olvidHl' las rektciones de
estrecho parentesco. lfü tio, siempre cortés, aunque nunca
.afable en su rostro, ni cuando lo era en su intcncion y su
-trato, nos instó á que participúscmos de ~u almuerzo,
.pero, proponiéndonos la allomaliva, en caso de no aceptar
el conyite, de. irnos iumed iatamenLe á nuesLro ejército ne

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326 Ai'iTO~IO Al.C.\t.l GHI.\~;(),
una falúa que al intento esl~ba ¡wcparada. Escogimos!¡¡
último con des¡rngo que rayaba en descm·tesia, y nos sali·
mas de la cámara haciendo un fl'io y si'encioso saludo.
Unjamos á Ja embal'cacion, emprendimos nuestro codo
viaje, y al enfilar, des pues de 1a línea ele la Cortadura, la
en que est~ba nuest1·a l'ccien plantada batél'ía, sabedores
los que la guarnecian de ir nosotros en Ja falúa que veían
á lo Jéjos navegar.do pai·a San Fernando, rompieron el foc·
go con un ruidoso saludo. Olro tanto liiciernn las baterías
de las inmediaciones de San Fel'l1ando, habiendo la partí·
cnlat'id:td de que pas<1sen muy allas silbando dos ó tres
bal3s de caiion pm· encima ele nuestras cabezas, lo cual
albol'Otó á nuestro acompañante el oficial de mal'ina, poco
ántcs aqní cilaclo, no por cansal'le linaje al~uno de temo1',
pues ni ngun pcligl'O cot·damos, ni ánn, habiéndole cor-
rido, podia ello haber hecho mella en el únimo de un mili-
tnr pundonornso y bizal'i'o, sino porque t·cceló c¡110, enfure-
cidos y enconnrlos los con s l.itu~ionalos con l1·a los de Cádiz,
quisiesen rnoslrúrse\es enemigos. Así me lo manifestó,
pcl'o yo le desvanecí su sospecha, atlirinando la causa de
la ocurrencia que la motivaba, la cual ruó que en la prisa
del alborozo, sin reparar que algunos caiioncs estaba11
cargados con haln, los dispat·m·on pot· via de salva en cele-
bridad ele nuest1·0 regreso. Así fué que continuaron Jos
disparos ya con s6lo pül VOL'J, prncluciemlo cada estampido
en nucstrns ánimos m:is gl'ato efecto que el que lrnbria
causado la m:ís dulce melodía. T.lcgnmos por íin al muella
denominado do la Punta de la Canlel'a, lrnll:imosle cuajac10 1
de gente, rompió en :1ltos viyas el coucnrso, y al poner el'
pió en tierra fuimos abrazados y áun llevados en brazos ó'
en andas formadas pOt' brnos, no sólo pol' los de nuestm
ejél'cito, sino por el paisanaje de aquella vecina poblacion,
si ántcs ir.diferente, ó cuando rnús tibia, enLónces ~'ª
constitucional ardorosa. Volvióse á la escuaLh'a Ja falúa, y
nosotros pasamos al pueblo que por más de dos meses ha··

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u:cUERllOS rm \;X A'\ClA~O. 32.7
bia sido el de nuestra residencia, en dias niuchos de ellos
de tribulacion, y al cual volvíamos en horas de triunfo é
inefable alegría.
Tal'dó algunos dias en abrirse del todo la comunicacion
con Cádiz, cuyos habitantes seguian amed1·cnlados á punto
de ni sen lit' gozo por las que debían ser para ellos felicísi-
mas nuevas. Tardó asimismo la guamicion en resignarse
á las consecuencias de la mudanza de gobierno, áun sabido
ya que á ella se habia doblado el P.ey, y continuó poi· breve
plazo de dias ni sumisa ni 1·ebclde. Pero de allí á poco hu-
bieron de salir de la plaza, teat1·0 de su exceso, aquellas
tropas mal contentas, entrando á ocupar su lugar los de
nuestro ejé!'cito, cuya causa hallia (;•iunfado. Entónccs co-
menzó á tratarse de fornrnr cansa á Jr:is fautores del suceso
del -10 de Marzo, y asilo dispuso el Gobierno, haciendo Jo
que debia en rigorosa justicia, pero quizá no Jo más con·
veniente. El clamor de los constitucionales de Cádiz y do
nuestro ejél'cito pidiendo que foesen ll'alados aquellos ue-
lineuentes con todo el rigor de la ley, qui~ó (bien es repe·
fü lo dicho en el principio del artículo presente) á la jus-
ticia, si no su verdade!'o cm·ácter, las apariencias de serlo
y casi toda su foerza moral, porque nueslt·os clamo1·es más
que otra casa sonaban como de quien pedía venganza (1).

(1) Estando, como estoy, pronto siempre á condenarme á ml


m,i.smo, cuando creo que he errado ó yerro, clcbo recordar un he·
ello, En el 10 de ofai•zo de 182·2. esto es. hallíendo pasado sin par-
ticular mencion en el de 1821, si mal no recnerc\o por consejo mio.
nos presentamos en el Congreso. vestidos de lnl-o, los diputados
por la provincia de Cúdiz á pedir se activase lo. cciusa de los que
hahian trazado ó capitaneado la sedicion militar ocm·ritla eu aquel
diados años ántes. f>i l>ien es cierto que escandaliza:ia la dilacion
en el proceso, la cual foé tnnta que sólo una victima oscura pagó
por otras personas harto m>is culpada$, que vivieron para reci-
bir alabanzas y premios por su atentado, no es ménos verdad
que influir con nuestra accionen el curso de lajusticia era. cuando
!Uénos, impropio. Á esto se agregó qua, llabieudo hablado contra

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328 ANT0"1!0 ALC.\L~ CAl.TA<iO,
Justo habria sido calitlcm· la accion de los realislas del iO
de Marzo como delito, y no como íldelidud á lu causa de\
Manaren; pero hien lrnbria sido tambien cubrir aquello e
excesos y á quienes los cometie1·on con el manto del ol·
vido ó de la clemencia. No rué así, y con todo no se logr~
su condenacion y castigo; pern les prepai·amos dias d!)
altas alabanzas y 1·ecompens~s denl1·0 del plazo de poc()
nuís de t1·es aL1os, plazo al cspil•:.w el cual dió vuelta corn•
p\cta t.n nuesll'o darlo la meda dlJ la forLuna.

nosotros un diputado eclesiástico, constitucional moderado, len¡..


pliqué yo con tal violew:ia, que hubo lle rayaron desman, pu6B se
alzó un clamo!' co1ü1·n mi, áun en aquellas Cól'tes tan viole11.tMill
sus pl'incipios y con(lucta.

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XI.

l.AS SOCIEDADES PATll!OTICAS DE 18~0 Á iU'3,

Tanto hay diclio, y con tnntas equivocaciones á veces,


sobt·e las llanrnd<1s sociedades patt•iólicas de la época co1·-
rida desde ·18°10 ú 18:1.3, que llicn será dm· de ellas alguna
razon, 6 exacla noticia, úun cnancto obliguen las cil'CUOS·
tancias á hacer 15reve y supodlcial la que á dm• me fü't'Ojo.
Hasta puede dccil'se que, en cicrla manera, á aq11eI cuyo
nombre suele ir unido con la de una ele ellas, y esta la
más célebre, toca descl'ibi1• el tcalro en que hizo algun pa-
pel, y reeordal' las escenas alli representadas,· lo cual tal
vez no hará con la irn pal'cialiclacl debida en los jÚicios, pero
&i con llclclidad al l'cíel'i r de los hechos.
Establecido en Espaiia un gobierno ele los apellidados li-
bres, dignos del nombre que llevan en cuanto les es apro-
piado porque en ellos hay libei'tad para expt•esa1· los pen-
aamienlos, ya poi· la vía do la ímprenta, ya por discursos
en los Cuerpos delibe1·antes, cuyas sesion ~s son públicas,
nadie pensó poi· lo pi•onto en hacer uso de la polabra ante
un numeroso concu!'sc para tratar cuestiones políticas, no

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:!30 ANTOmO ALCAT,l OAT,L\NO.

haciéndolo·on vil'lud de ejerce!' un cargo público, sino sól()


para ejercitar un derecho de individuo par~icular y libre.
La Constitucion de 1812, prolija en general, estaba manca
en algunos puntos, y sobre lo llamado clerecho de rcunion
nada decia. El recueL·do de los íamo~os clubs de Fl'anc1a
vivia entre los franceses y asimismo entl'e Jos extranjet'os,
é inspirando un hm'l'Ol' de lo pasado, infunclia let•ror cuant()
á lo futuro. En Inglaten·a es ciei·to que con fl'ecucncia S6
congrngaban crecidas turbas á tt·alar de la cosa pública,
ya en gcne1·al, ya en lo relativo á cuestiones pendientes;
pero tal práctica, emanada no ya ele una ley, sino de falta
de ley que la prohibiese, había sido, como lo ha sido des·
pues en más de una ocasion, coartada, y poi· otro lado es.
taba enlazada con las costumbt·es de un pueblo l'ara vez
tornado pal' modelo, áun cuando sea muy comun, así como
muy juslo, alabarle. Además, la Conslilncion lrnhia nacido
en una p1aza sitiada, donde era difícil que se consintiese·
deliberar en i·eunioncs r.umel'osas, que fácilmen le podian
conver~il'se en motin, con gravísimo peligro, cuando no
daño, de la ~eguridad pública. En medio de todo ello,
resultó que rniéntt•as de la líbCL'lad de im.prcnta se habló
mucho en la primera época conslilucional, en la de reunion
apénas hubo quien pensase.
Sin embargo, en Cadiz, ent1•aclo el año ele tBH, hubo d(}
format·se una como tertulia pública en la sala ele un café,
donde se hacian discursos, y áun, segun tengo entendido,
proposiciones para que fuesen aprobadas. Pero aquelh
ciudad, si bien la más setialada entre todas las ele Espafirt
poi· su adhesion á la causa constiLucional, no el'a ya resi-
dencia del Gobierno, y todo cuanto en ella pasaba no tenia
ímportancia supcl'ior á ta que tiene nna capital de provin~
cia. lllurió 1·ecien nacida la tertulia ó sociedad de qu~
acabo de ·hacer mencion , y sólo dejó de si memoria
por haber .sido dtl!'amente castigados quienes á ella con-
cm·1·ier-0n, y por habc1· alcanzado el castigo nl sitio en que

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ll.É:CUERDOS nri UN" ANCIANO, 33.(
(!elebr6 sus sesiones, pues, como en otro lugar de estos
mis i·ecuel'dos dejo contado, restablecido el Gobierno ab-
soluto, el conde de La Disbal mandó convertir aquella
pieza de un café en cuerpo de guardia para pu1·ificar sn at-
rnósfei·a; castigo que, declarando serlo de una sala ino-
cente é impasible, lo era del dueño del establecimiento, á
quir.n causó grnve perjuicio.
Corrie1·on, en tanto, los años, y en rn:w fué restablecida
ia Constitucion poi· un levantamiento militar que vino á sel"
popular, y por habei•se allanado el Rey á junu·la y ponerla
en cjecucion. Entónccs hubo de pensarse en cele!Jrar 1·e-
uniones que imitasen á los meetings ingleses ó á los clubs
franceses.
No sé de quién nació esta idea, y lo ciCl'to es que, poco
dc~pues de jurada pot• Fernando VH la Constilucion, se
ab1·iü en ~Iadrid en el café llamado de Lot·encini, siluado
en Ja Puerta del Sol, una sociedad que p1·onlo atlquiriJ
grnndc inllujo y fama no de la nrnjoL' ciase. A e'la, con
todo, hubieron de concn1·1·i1• persoll3Jes de tanta nota
cuan lo eran el cx-m inislro O. Ju sé Gat'Cía de Lean y Piz~w­
ro y el conde de La lfüba!, {¡ sinccrat·sc de cargos qut:! ali!
les hacían en discursos apasionados delante de un audito-
l'io numeroso. Como debía supone1·se de tal l'eunion y de
aquellas circunstancias, µt·cdominahan allí las opiniones
más extremadas, sustentadas con vehernenci.1; y no siendo
los oradorns ni los asistentes gente lkmMica ni acosLum·
brada al uso del ex~men y discusion librns, p1·onlo asomó
intencion de que lo que en Ja reunion se l'Csolviese no
se quedase en v~nas palabras.
, Miéntras esto ocu1·1·:a en la capital de Espaiía, otl'O tanto
pasaba ó iba á pasa!' en val'ias poblaciones de las más con-
siderables. Era natural que en la ciudad de San Femando
(ó segun e1·a comnn todavía llmual'la por su nomb1·e anLj-
guo ele la isla ele Lean) no nos qued~semos al1•as en pnnto
á forma1· reuniones de igual clase, que desde luégo toma-

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332 ANTONIO ALCALÁ GALIANQ.

ron el nombre de sociedades patrióticas, con el cual llega-


ron á adquirir nada buena fama y censura merncida; pero
es error suponer que en los dos meses y medio que habia
estado alli ¡)l'oclamada la Conslitucion por e\ ejército encer-
rado en su recinto, se hubiese pensado siquiei·a en hablar
en público sobt·e malel'ias polílicas, lo cual no podria ha-
ber sido sin algun peligro para nuestra causa. Al reves
hubo de p1·ece<lei· la sociedad apellidada Lorencini en Jlfa-
drid á la que se al3l'ió en San Femando, muy entrado el
mes de Abril de 18~0.
Dispúsose ah1·irla en un café, en el cual se levantó una
tl'ibuna, remedo fiel en la fornia de los púlpitos de nues-
tras iglesias, desde el cual si lio tocaba pcro1·al' ante un in-
menso auditorio al que se titulaba 01·adol', á falla ele lílulo
que mejor le cuadrase. Me tocó s~t· el primel'o para inau-
gura1· las tareas de la sociedad, pues no in!'crior título que
el de inauguracion dábamos á ar¡uel acto. füa la vez pri-
mera que iba yo á hablar á un número crecido de pe1·sonas
congregadas sin exigir ci!'cunsLancia alguna para darles
entrada, esto es, á puerta nbiet'la. Y aquí pe1·c.lonarén mis
lectores que me detenga un tanto á habla!' de cosa de tan
cot•Lo valer como es mi persona, 6, digamos, mis pensa-
mientos, dichos y hechos, porque licito es aprovecha!' una
<Jcasion de manifestarse tal cual es y ha sido un anciano
con frecuencia maltratado, y porque tal ml\nifcstacion, áun
teniendo mucho de defensa, contribuye á poner en su ver-
dadera luz sucesos mal conocidos de una parle de nues-
tra historia.
Haciendo m1 exúmcn de conciencia, y bus0ando en mis
adentros qué motivo pudo intlucfrme, con algunos años ya
de carrera diplomática, con pat·ieotes ce!'canos, todos
ellos pa1·ciales del Gobierno clcl Rey, tal cual e1·a su forma
en 1819, aunque desaprobasen sus excesos poi' un lado y
por el ott'o su torpeza, y teniendo medios de medra¡•
como ha))ifl tenid0 algunos, y despreciándolos, ú Jugar

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RECUERDOS DE UN ANCIANO. 333
con gravísimo peligro mi vida, y mi siluacion y espe-
ranzas, po<ll'ia cael' en la Lent.acion, que sería sobl'e crimi-
nal, ridícula, de reputal'mc á manera de un Santo en
lo político, como lo sou algunos en lo religioso, ó, dicho de
otro modo, un vúon justo olvidado ele su pl'Opio interes y
hasta de su vanidad, y dedicado completamente al lt·iu:i<f'1~"'º
de un principio al que estaba pronto á sacrifica!'lo..._~{J.9'-RA B1_./.,,
para conscgmr ·¡e a• cuaJqu1et•a
- .
costa. Ahora bien: s1·..$:;" ";-0 -¿,C
l.J:itft?·t"::•.:_~' ';."'.!:_
les hombt•es en la esfera ¡rnlilica, lo cual ni afh'mo ni~tég~( )l ]'.X
no tengo yo ni tenia la art·ogante pretension ele sc1~c,,su <l
númern. He de confesaL', pues, que mi deseo de habla1'-e:U:: -
público, ó lo que puede llamal'se una fuerte vocacion, me
impelia á sob1·epo 11er :i mi inl-ct·es inmediato el más l'emoto
de obtener aumentos á la par con gloria, y proporcioná1·-
melos con el instt•umento de la palabra.
A dar fomento á esta mi ambician me llevaban asímismo
mis doctt'inas. Lo poco que en España se cntenclia de po-
lilica, ha sido causa Je no haberse compecndido bien las
mi as, y los hombres más en tendidos de la gcneracion p1·e·
sen le, dándose poco :i estudia!' lo pasado, han forn1ado con
ligcl'ezn sus juicios sobre mi conducta y opiniones. Hasta
ha habido hoy mismo un esceítol', y no mi enemigo, que,
honrúndome con elogios excesivos y superiot'es a mis me-
recimientos, comete la atroz injusticia de cornpararn1e con
JJa.nton ('1); con el fernz demagogo ir.ciladol' de sediciones
y matanzas, cuya memoria esLá unida á la de los asesina-
tos de Setiembl'e.
Cierto es que yo he dado ocLJsion alguna vez á lales car-
gos, y que, puesto en cit•cunstancias reyolucionarias, he
(1) Alúdeso ur¡uí á lu ohm rccien publicada por D. Juan Rico y
Amnt sobre los oradores españoles. Hay en e1la euores, no pocos
ni leves, nacidos d~ que al habla!' de aquella época, faltando noti-
cias, se fundan los juicios en suposicioa~s. Así, da por supuesto el
autor que hubo muchas reuniones en San Fernando, en las cuales
me mostré yo furillundo demag·ogo.

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ANTONIO H.CALÁ GAUANO.
obrado y frnn hablado como proccdian y hablaban los pro•
hombres de Ja r0voluciun francesa, si llien no corno los fe·
roces jacobinos; pero estos casos rat'os no constituyen, 6
no constituyeron en mi, segun es comun suponer, un des·
mandado demagogo.
JUi ye1·1·0 peincipal venía de mi admil'acion de las liberta-
-Oes it1glcsas, y de mi persuasion de que µodian y deb1an
ser aplicadas á mi patria. Sabia yo el inglés casi desde la
uiñez; había l~iclo mucho los buenos autores de aquella
nacion, 111 irnha sus prúctícas y leyes con veneracion y en-
vidia, y deseaba t1·ac1·:as á mi patl'ia. Repi:blicano, ni so·
fiaba en sedo. Una mndanza de sobe1·ano, llegase ó no
á serlo de dinastía, lial.11·ia sido muy <le mi gusto, poi· razo-
nes claras de con1pt·ender; pero, no viéndola posible, no
ponia mi pensamiento en cosa que á ella encHminase.
Tal era el i0Le1·ior, la les l:1s doetrinns del homb1·e que co-
menzó á adqniriL' reuomlJre en las lrilrnuas de las socieda-
<les populares.
Cu<iudo subí a la ahie1·La en San :<ei·na1H1o, varias ciL·-
cunstancias :·ic'iicul<i:> pvr ser pequei'fas cont1·illuian á tur-
bam1e, ~-, sin cmba1·go, áun 110 csLando preparndo, rompl
íi h;ibla1., y sie11du locaille11te aplaudido pot• mi verbosidad,
c.obt'é con los aJJlausos hdos, y concluí mi pt'imera arenga
en público, la ctwl llú1ria de si~ r seguida de muchas,
no siempre en prnyed10 de mi p<0rsona, ó, diciéndolo con
propiedad, de mi concepto. Pe1·0 Lalcs discursos, mas que
encaminados (1 JH'om ovet· desórdon ó á f>rcgonar y propa-
gar docLl'inas clt:rnug('Jgicas, se rcducian á trivialidades:
mucho repeLÍl' la voz lilJCrlad; mucho encarecer los bienes
.qne ella tl'ae coosi¡.:o; mucho er1salzar la Constil1icíon,
como fuei1 lo clo Ja cual hab1a de corre!' como en torrentes
todo lioajc de felicict1cl pública y :íun pt·ivada; al~Lma vez
explicat' la índole riel rco::ien eslableciclo Gobierno, ó en su
todo ó en sus pa1tes. Drbo ~iiadir que, con rara ex.cep-
~ion, las soc.cclades palriól1cas ue provincias no pasaron

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&ECUEllMS TlJI: UN ANCU.1'f0, 333
<1e ser necias ó insnlsas, quedando resen•ado :'l las de la
capital el ser en alto grado perjudiciales.
Ya lo era entónces en Madrid la llamada de Lorencini. O
ílea la condicion impaciente de los pueblos meridionales,
gente la cual, con 3lguna conll'adiccion, es larga en pala-
br3s, y no se contenta con ollas, sin querer pasar desde
luógo á las obras, ó sea po1·que todo pueblo no acostum-
brado á la discusion templada y pacifica sólo quiel'e usarla
como preliminar de actos diL·igidos a ejercei· el podct', los
.oradal'cs del cafó ele Lorencini pretcndiol'on set· no una ro-
union de indil'iduos sucllos, sino un cnci·po deliberante.
Así es que enviaron dipnlnciones al Gobierno, pidiendo no
ménos que excluil' del i\linistel'io :í. uno de los que le corn-
poni:rn, al ministl'O ele la G11erra, marqués de las Amat•illas.
Admil·ó al Goliicmo tal y tanto desacato; negó :í. los supli-
cantes su arrogante ¡wcLcnsion; olteróse con este motivo,
aunque no g;rnvementc, la paz pí1!Jlic:1; fucrnn de 1·csultas
presos f,lgunos de los de la sociedad señak1tlos poi· habc!'se
desmandado, y !a sociedad de Lol'encini, si no fué disuelta,
hubo ele ser t'Ccll!cida á silencio, á lo mónos por breve
plazo.
Pero el viento soplaba ~ la s~zon favorable á las reunio·
nes llamadas sociedades patrióticas, que iban naciendo en
en toda poblacion un tanto considerable ele nuestra Espa-
ña, con apl'ol1acion de los eomlil.ucicrnales lodos. Hasta
les hahia dudo su u¡wobacion Mnrtinez de la Hosa, quien,
recien salido clol lugar de su confümnicnlo, lia!Jia c&tado
en la de Grnnada :.i su paso por aquella ciudad; apl'obacion
exprcsacla con una !'rase ingeniosa, pues las cnliílcó de
batidores de la ley. Así en Macl rid, sintiéndose los malos
efectos de las discusiones del cufé de Lorcncini, pero con·
viniéndose, en general, en que, si a•wclla sociedad habia
sido mala, era lo conveniente crear una buena que le hiciese
frente, se JJL'ocedió :.í la fornrncion de una asociacion nueva,
titulúndosela de los ami¡;os del órden, y escogiendo para lu·

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836 Alr<G:<IO AtG,17.Á t.AUANO.
gar donde se estableciese el espacioso salan del café apelli·
dado de la Fontana de Oro. Era el tal salan 1m·guísimo y de
alguna anchura, y por su constl'Uccion pcrmtl>a hacei· una
division cnlt'e la parte de la sala que llabian de ocupar los
socios, y otL·a de grande capacidad destinada a contener un
m•ecido núrnci·o de oyentes. No falló su púlpito con ol
nombre do tl'ibuna, remedos la cosa y ol nombt•c de la ve·
crna Frnncia, bien que ya hubiese habido un mueble igual,
llamado lo mismo en nuesll'as Cút'tes de '1810 á 1814,
donde uno ú olro Oi'3do1· subia paL'a pi·onunciai• desde alU
ó leei· sus arengas.
Habia yo llegado ú illadl'id á ocl1par y servir mi plaza da
oficial último de la sccl'da1·ü1 de Estado (ascenso por
cierto no muy notable con que lrnllia sido premiada la
parte que ha\Jia tenido en la rccien hccbu revolucion),
cuando rué abierta la sociedad de los amigos del 61·dcn,
cuyo destino fuó en breve ser conocida sólo por el del lu-
gar en que celebt•uJrn sus sos iones, µentiendo poco á poco,
pero no desde luégo, del lodo su del'ccilo á la homosa dc-
non1inacion que halJia tomarlo. Yo, qLie había hablado dos
ó ~rns veces en la de San Ferna11clo, y una vez sola en la
que se abi·ió en Cúcliz en el cníé del Correo, granjeándome
en esla U.Hima m:ís clesurrobauion que aplauso, porque cho-
qué con una pasion nacida ele lo C[Lte crnian los gac.litanos
se1• su intel'es, me p1·epar6 para cstl'enarme en la capital
como Ol'ador estrenando la sociedad nueva, sin que pueda
ahora acordarme e.le cómo me fné concedido tal honor,
aunque sí conílese que le deseaba y que le habia solici-
tado.
Mi primer c.lisctll'So ya tuvo algo do oposicion; accion
impropia de un empleado, pero muy müural en aquellas
circunstancias, poL·quc ya empezaba ú haber disension en-
tre los que comenzaban á calificarse unos de hombi·es
de 18·12 y otros de '1~20; los primerns, ufanos de la fama
antigua y de sus ~lodosos oadecimientos, 'Y los segundos

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l\ECUEl\DOS DE U1' A:XCIAXO, 337
de ser restauradores de la caida Conslilucion; aquellos,
tratando á estotros con en tono y desden, y co1·1·espon-
cliendo los desairados con resentimiento, pues llevaban
ménos que lo debido cuando tal vez eran supc1·iorcs á sus
merecimientos, sus esperanzas ó sus p1·etells~ones. No es-
taban aún, sin emb11·go, vivas las pasiones que pronto em-
pezaron á dm· muestl'a de sl, excepto en lo relativo al
marqués de las Ani:tl'illas, !i quien miraban con disgusto los
constitucionales mñ~ ai·dorosos, y parlicularmenle los res·
tauradorns de la Conslitucion, ó digamos los revoluci1rna-
rios, porque el marqués, constitucional, pc1·0 LilJio, no de
los perseguidos en 1811, aristocrático en sus modos y
aficiones, y celoso de la disciplina mílilar y áun d.cl órden
civil, no era admii•aclol' de la stiblev~1cion miii lat· de las Ca-
hezas ni de las que siguieron, -y si bien 1~0 (!'alaba mal á
los p3rticipanlcs en aquella empresa, ocullaba poco que al
considerarlos como buenos obrnlrn casi forzado. Y si bien
no era esto ele culpar en el rna1·qu~s, tampoco es de extra-
ñar que no le mirasen bien üquellos que le Cl'eian su ene-
migo, ni que extremándose corno gente violenta, y abul-
tándose su enemistad, le p1·ofosasen poco mé.nos que odio.
Si yo no llegaba á tanto, esto prueba que hacer guerra al
mal'qués de las Amarillas era cosa nalLral en un homhre
de 1820, revolucionario, y aunque i10 rniliLal', parle del
ejército de Quiroga, que con el dictado de ejército liber-
tador subsistia unido. Además, aunqne clcsllprobase la
sociedaj nueva los excesos de la m1ligua, y hubiese sido
creada para formar respecto de ella un contraste, la mil'a-
ba, sin podci·lo remedia!', como á hcrnrnna; hermana de
mala conduela, pero con quien la ligaba algun vínculo, y
cuyos yei•ros, si bien inclnd~1blcs y vituperables, más con·
sistian en su modo de prnccdct· que en sus doctrinas, pol"-
que había camin3do pot' malas sendas á buenos fines. Lo
cierto es que )·o en mi pr1met' discu1·so en la Fontana im-
pugné la idea de que por la \'ia ele la imprenla ó en los
22

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338 A!iTONJO ALCAL..\. GAL!ANO.

discursos de las sociedades se debía hablar de las cos~s


en general y no de las pCl'SOnas, sosteniendo que en los
actos de l8 vida pública, si bien respetando los de la p1•i-
vada, era en los que debian ocupal'se quienes scrvian ó de
inlérprelcs ó de despertadores de la opinion pública. Y
siguiendo csla idea, puse un caso hipotético de un perso-
naje clcv8do tt quien debíamos apan:cer hostiles, y designé
al marqués ministro de Ja Gue1•ra sin nombrarle, casi co-
piando un discm·so que conl.l'a el ministro inglés sir Ro-
barlo Walpole hizo húcia 1730 siL' Guillermo Windlrnm en
el Pal'larncnto bl'il~mico; discurso de poquísimos, si acaso
de algunos es¡rnñoles, conocido entónces, poL' lo cual hubo
de pal'eCel' idea origitrnl mia Jo que era plagio, y logré
altos y repetidos aplausos por el contenido de mi discurso
y por mi modo desenfadado de prnnunciarle, Así empezó
la sociedad de la Fontana, y asi poeo más ó ménos siguió
en 1820, hasla que en 1821, ausente yo de ella, vino á
sor un teaLL'O donde se rnµrcsenlal:ian escenas escan-
dalosas.
Cnatro ó cinco discul'sos de medianas dimensiones hice
"Yº en la Fontmia, en Lodos los cuales me most1·é parcial
loco del levantamiento ele 1820, pero no deseoso de des-
órden ni provocando á él; errado con frecuencia en mis
principios, pero sólo por cxlTemarlos, y nunca trocándo·
los pm· otros ajenos :í la Conslilucion vigente; en suma,
digno de severa censura por mi poco seso, pero no de
mayo\' pena como inci-ladot· a desmanes. Hablaban allí don
Ramon Adan, D. ~lanuel Eduardo Gorostiza, célebre auto1•
de comedias, en aquellos di as muy aplaudidas, D. Manuel
Nuñez, rnuet·to pocos días há, intendente jubilado, y otros
más de cuyos nombres en este instante no me acuerdo.
Todos ellos, si no hacían oposicion al Gobiemo, ahogaban
la causa cntónccs llamada ya de los exallaclos. Apa1•eció
un dia en aquella tribuna un eclesiástico llamado D.N. Fal-
có, que habia sido (creo) diputado en las Có1'tes 01·di_narias

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llECUEI\DOS DÉ UN ANCIANO. 33!)
'1fo t813 y 1814, y pronunció una oracion eleganUsima,
-euya única falta era exceso en el aliño del estilo y en el
esmero de la pt·ommciacion; y agradó sobrerr,anera al au-
ditot'io y hasta le cautivó lo que dijo, y el modo de de:iirlo.
Con todo, su argumento no pasé de ser alabanzas de la
Constitucion y de sus consecuencias en términos genera-
les; pl'OJJio proceder de hombre que de alli á dos años
habia de señalal'se como diputado á Córtcs entre los mo·
clerados primero, y á la postre entre los apénas constitu-
cionales, si bien no enlernmente absolutistas. Otro clérigo
.de distinta especie, gl'Osero y osado, y ántes de una ót•den
monástica, tambicn apareció en más de una ocasion en ·
aquella lt·ibuna, sacando partido de qne solía acompañará
una. señora f1·anccsa viuda del general D. Luis Lucy, y de
·que ¡H'csentaba al público un niilo ctel cual decia, no sin
ser conlrndicho, que era hijo de aquella ilustre y •lesgra-
ciada víctima de nuestras discot·clias civiles. Con todo
esto, corria el tiempo, y los amigos del órden, si bien
con tt·arios al Gobierno, como no podiau menos de :>erlo,
pues una 1·ctrnion de la clase de aquella sociedad, si no es
de oposicioíl, muece, matándola cuando no otra cosa el
fastidio que causa, todavía no habian hecho cosa alguna
en quebrantamiento del órden ni que á ello se aprn·
ximase.
Sin emba rg·o, habia dado la sociedad uno ú otro paso en
que nadie reparó poI" el prnnto, y cuyas consecuencias
podían set• peligrosas y áun fatales, porque se arrogaba
facult.adcs de un cnc1·po político que, como La!, procedia
fuera de\ lugar donde se congregaban los socios para ha·
cer discut·sos. Así fu é que en Jun10 de 1.8~0, estando pró-
ximo á venir á i\ladl'iLl .el genernl Qlliroga, diputado á
Cúrtes electo, lrt sociedad de la Fontana nombt•ó una co-
mision que fuese á obsequiarle en nombre de la misma en
su entrada en la C3pital de la monarqnfa. Pero en ello na-
<iie hizo allo para censurado, y la sociedad, como tal, re-

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e.w Al'\TO:\IO AtCAL.i GALIÚW •

.r presentó su papel en las demostraciones hechas para


lv:nrar al genet•al del cjéi•cito que habia proclamado la
Conslitucion en San Fernando.
Ent1·ctanto, n'nguno ele lo.s socios primeros de la Fon-
t~na se había separado de la socicdnd, aunque deso.proba-·
S<:n el espfritu que le animaba, y salia concUl'rit• á ella aún
D. Sebastian l\Iiñano con ot1·os de sus opiniones, censu·
rnndo á los o!'adorcs, casi siempre con razon, pero no
condenando al cuerpo entero. Iban así las cosas, cuando la
llegada de Riego á llfodl'id, juntamente con los sucesos que
la acompa.ña!'on y signic1·on, y los que habían antecedido
y produjeron su vi8jc, vinieron á convorti1• en rompi-
miento escandaloso lo que era discordancia de opiniones,
y más todavía ele intereses, ent1·Q los dos bandos que ya
aparecian formados en el grcrn io de Jos constitucionales.
No es mi pl'opósit.o ahora l'eferí1· aquí lo qne ya en al-
guna otra olH'illa mia dejo dicho, y lo que con más exlcn-
sion estú explicado en alo;un escrito mío que acaso verá Ta
luz des pues ele! momento, poco lejano, en que cierre yo los
ojos á ella, tocante á la conducta de niego, de los mínis-
trns y del partido que con el famoso genual obraba, y del
cual se desentendió y apartr) él en su conducta en los su-
cesos que scñalal'On los dias primeros de Setiembre de
1.820. Me ciño á habh11· del papel qne en tan graves cii·-·
cunstancias presentó la sociedad de que era yo parle pl·in-
cipalísima entt5nces.
La cuestion pendiente entre el Gobierno y los hombres
ele 1820, casi todos, era si habia ó no de sm· disuelto el
ejército que se babia levuntai.lo en Enero proclamando la
Constitucion, y que despues hahia tenido aumento de
fueeza, y estaba al mando de Rirgo desde que lrnbía ve-
nido Quiroga á toma<' como diput~do su asiento en las
C•'.>l'tes. No habia una buena razon que pudiese alegarse
conl1·a la providencia del ministcl'io que babia dispuesto
la disolncir¡n, ocro con ello parecia sin razon que caia una

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RECUEP.DOS DE U:'ii ANCIANO.

mancha sobre la l'evolucion, represenlada por aquel ejé;·.


cito; no siendo de extrañar que fuésemos tan propensos á
recelar los que sent.Lamos en nuestro fuc1·0 interno quo
nuestro hecho nos hacia ~1creedm·es á extrnmos ó de ala-
batlztt ó de censurR., pat·licipando mucho de esla úllima
todo cuanto no et·~ la primera. El'a lo cierto entónces qL;e
la revolucion esL1ba concluida legalmente, pero en 1a
realich1d no, porque estaba fuerte, y trab~jando con acli·
vidad la vencida cau~a su contrat·ia, teniendo pot· su ca-
beza al monal'ca reinante, y por cómplices á todos los
gobiernos de E·urnpa y á una parte mny crecida del puc·
blo en Es palia. De tal si luacion nada bueno podia saliL', y
en ella nada podía 11~cel'se con acierto completo; y r:o
siendo las cosas lo que sonab:m y ~¡rni-entaban set', lo que
tenla visos de rncioiial por lo romun no lo et·a, y de lüL1 o
ello nacian j uieios e1·1·ados y aclos conrormes á tales jui-
cios, siendo l~ verdad que ele! triunfo de la Constitucion
rígidamente obser\'ada, y clr,ndo al Lrono todo cunnto ella
le concedia, con ser tan poco, b rcstaul'r.cion del anl-íg1:0
gobierno absoluto era, si no infalible, harto probable. No
pretendo con cslo ubonar mi conducta y la de quienes
c@migo obrah:rn. Tr~1to sólo de explicar el ot•ígen y la
indole de nuestras cul1rns.
En la Fontana salia habhirse cantea la disolucion dd
ejército, pero no con mucho ca1or ni con insistencia, ]JOi'·
que en 0tras parles, y no del todo ostcnsiblcmcn Le, haLia
comenzado y estaba siguiéndose con. ardor la ¡;ui:-!'l'a co-
menzada.
A la llegada de Riego se ltabi:in repelido los obsequies
hechos á Quiroga, pel'O con muy infel'ior efecto, ú pesar
de que en renombt·e "';,'concepto cxceLlia mucho el p1'ill1(;1·0
al segundo. Las ci!•ctrnsl:rncias habian variado: los cons·
tilucionalcs estab3n divididos, y los ánimos estaban más
dispuestos á luchar que á mostrnr suli~faccion ó á concur-
rii· á festejos.

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A:iTONTÓ ALCALÁ G\LTAJ'IO.

Tudo ello vino á pa1'al' en recibir Riego una 6rden d&


ir de cuai·Lel á Astúrias, lo cual cquivalia á un destierro,
y en recibir órdenes iguales ó parecidas el general de ar-
tillería D.N. Velasco, el coronel D. Evaristo San l\Iiguel,
el de igual clase D. N. Manzanares y algun otro. De m! co--
menzó á susurl'arse que serla enviado cJmo secrnla1·io de·
cmbajuda á Lóndi·es, plaz:i que enlónces desempeñaba,
sin pel'det' poi· ello su puesto, un oílcial de la scer¡¡tal'fa
de Estado. Pe1•0 no fué asi, y las cosas tomaron para mi
o~co aspecto. fui llao;'llado poi' el oílcial nrnyol' de la secre-
taría D. Joaqnin Anduaga, el cual me hizo presente que
así él como oLros dos compañeros suyos que lo eran mios,
D. Mauricio Ooís y D. Manuel de Aguilar, iban á separarse
de la sociedad de Ja Fontana, de la cual eran todavía so-
cios, y que espe!'aban que yo hiciese otro tanto, no sólo
por i·:lZones de lo llamado comJJai1cl'ismo, sino tambien por
otras do mucha mayo1· fue1·za. illi respuesta fué negarme
rotundamente á lo que se me pedia, y, como se me hiciese
pt'esente cuán impropio en1 seguir yo sirviendo mi pla-
za en una sec!'et.aría del despacho, y continuar siendo
miembro de un cuerpo declarado ya hosli 1 al Gobierno,.
convine yo en que tal proceder sería malo y hasta escan-
daloso, y que poi· lo mismo estnba yo dispuesto á hacer·
renuncia, pero de mi empleo, y no del oíl:!ío de orador en
la tl'ibuna de la Fontana. Cumplí en breve mi propósi lo,
extendí mi renuncia en términos un l8Ato impropios. y·
aunque respetuosos en la fornrn, toclo lo contrario en el
fondo, y al calJO de ocho aííos Ja1·gos de carre1·a, y t1·as de-
mis servicios :l. una causa que en tónces «de oílcio» estaba
declnl'acl3 justa, quedó reducido 8 la clase de mero parti-
cul~r, sin dcl'Ccho 8 percibit· sueldo, porque aún no exisLia
la el ase de cesan tes.
Consumado hecho tal, en que mi fatlla vanidad tenla no-
col'la parle, au:ique tambien tuyiescn alguna y no leve los
principios á que quería yo arreglar mi corducta, esperá-

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llÉCUERDOS DE UN ANCIANO.

coger amp1io premio de mi sacrificio en vivas ~' palmadas .


.Subí, pues, en la noche del 6 de Seliembre á la tribuna de
la sociedad, seguro de ser aplaudido, y ciertamente al
pl'incipio excedió la realidad á mis esperanzas, con se1· es-
tas muy subidas. Una salva de aplausos tanto cuanto rui-
dosa, prnlongacla, me salndó al presenLannc al público, y
yo, embargado el ánimo, enternecido, cediendo á un
tiempo á buenos y á malos afectos, iba á empeza1· mi
discurso, del cual hube de pronuncia1• algunas feases, jus-
tificando ó ensalzando mi proce<l~r, cu;indo fui interrum-
pido de un modo inesperado, y tanto, que habría sido en
balde todo intento de prosegui1• mi arenga, si ya no me
contentaba con lrnce1· el papel, sobre inútil á todo On
desaieado, de quien, segun la frase vulgm·, predica en cle-
siel'to.
El suceso que interl'llmpió mi ot·acion fué habe1· coinci-
dido con ella un alborolo ó rnolin de aquellos á que cn-
tónces comenzó á aplicai·se la voz de asonada, palabra
rejuvenecida de nuestro vocabulnl'Ío, donde como anti-
cuada figuraba, estando en desuso. A los gritos ele viva la
Constilucion y viva el pueblo sobei·ano, que eran las acla-
maciones principales usadas en semejantes alboeolos, hu-
bieron de esL1·emecerse de placer mis nume!'osos oyentes,
á los cuales, si et·an gratas mis declamaciones, ei·a harto
mús agradable el tumulto, pues sobre ser m:is animado
que el discurso más vehemente, pl'omelia tener efectos
más inmediatos y de superior impo1·lancia. En vano yo,
níluyendo en mí pm· un lado la vanidad, pero tambien
(séame licito decido) poi· ot1·0 mi con vencimiento de que
convenía más la oposicion por medio de palabi·as que por
el de alborotos, traté ele persuadir á mi amlilorio de que
con oirme serviria mejor á nucslra causa cornun, que con
lanzai·sc á excesos, si no de los maJ·ot·es, desde luego pro-
pensos á pl'Dducil· algunos de los mús g1·aves . ··
Cansado yo, y habiendo dejado vacía la tribun~, no

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34 t .ANTONIO ALCALA GALTANO.
hubo quien viniese- á ocuparla, entretenida la gente ociosa
y bul!iciosa con el alboroto de las cal!es; de suel'le, que
con mi nrnlhadada y apénas comenzada arengn se cerró el
primer pcrio~!o ele aquella sociedad de la que tanto se ha
hablado.
Al dia siguiente :í la noche de que acnbo de hablar, hubo
una acoloraua sesionen las Cú1les sobre los excesos de la
noche anlcriol' y los de que ellos e1•an resunas. Habló Al'~
güeHes con alguna elocuencia, con la i·azon de su parte, y
no del Lodo con pl'Udencia ó Lino, y los de la oposicion con
escasa habilidad pat'3 <lel'cncler su mala causa. ~lién L1'as el
Ministel'io suslcntaba Ja liJ en las Córles, hizo un alarde
ostentoso de fuerza en las calles, poblándolas de Lrnpas, y
en la Puerta del Sol de caílolles, á cuyo lado estaban los
artilleros con las mechas encendidas. En el Congreso fué
completa la \'ictoria del Gobierno, y en las calles mal pudo
conseguirla, pues no bullo asomo de r€sislcncia. Jla!Jlat· en
la Fonlana en circunstancias tales era imposible, poi' lo
mismo que no podíamos lrnccr:o con templanza, ni sin
ella. Lo que hicimos los wincipalcs socios, esto es, los
más activos, fué rnetel'nos en una pieza de la casa en cuyo
piso b~jo ccleb1·államos la3 sesiones, y acordar suspender
est~ por plno indelcm1i11:1Jo, pm·o no sin hacer á manera
de una protesta en lérn1inos violcnlos en la esencia, áua
cuando no lo fuesen en la fornrn. Se me encargó es le tra·
bajo, le hice yo de prisa, y le leí á mis consocios, pern no
acerté á da1·les g·usto, 1·ccaycndo sob!"e mi obea muy gene·
ral desapl'Obacion por moy diversas rozones aparenLes, y
en verdad, poi' una comun ~no pocos que la disimulaban,
la cual era el miedo, po1·que á la fiern amenaza del Go·
bíerno rccclnhan qlie seguirían duros golpes. }Jo acucl'Llo
parlicu~urniente fjlW, como yo en el desaprobado esc1 ito
dijese cosas g1'a\'tJS por lo fuertes, prote&tando que no las
decia, hubo un socio de pocas leteas que expresó su ex·
trañeza al nota1· la conlrudiecion cnlre lo que yo allrmaha

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RECUERDOS DÉ UK AXCIA:xO. 345
eslando haciendo lo conLi·ario, a lo cual respondió en mi
defensa oteo sccío «que el escribir es un ai·te, y qne ia
contt·adiccion aparente en mí tachada era nna íl¡;ura retó-
rica (la prctericiou)n, lo cual con todo no satisfizo. Vino,
pues, á queda!' cct•rada la Fontana por dos meses á lo mé-
nos, sin qlle los socios compensasen con excesos de la
pluma en un manifiesto el sa(;.L'ifido forzado qne hacian re·
uu nciando al uso de Ja pab!Jra.
Pern cuando pet·mancciai11os calbc1os, cstu\'O ~pique de
llevarnos á romper el silr.ncio un incidente, el cual p!'uella
que no teníamos inclinacion á obr:i1· por medio de motines.
Hallian las Curtes votndo una ley supl'imiendo gran parte
de las órdenes lllOli:ÍSllcas, y el Rey, a quien repugnaba
dar su sancion ú tal prnyccLo, se manifestó primero dis·
puesto a negarla, pero des pues con sin lió en darla :i tl'Lleco
de ciet'Las condiciones, y luego volvió á mar;ircslarse re-
suelto á la ncg<•li\'a. Enlunclida entonces la Constitucional
pié de \a lctrn, se creía que l~On negat· ó concec1o1· el mo-
narca su sane ion ~ un JH'OyeCLo de ley, nada ó poco tenia
que ver el l\linislel'io, siendo asunto ¡Jl'opio de la t'égia
pre~ogativJ; poro aun así impo:'l~tba á los ministros que r:l
proyecto de ley sobrn monacales, ánn no habiendo sid0
propuesto poi' ellos, pasase á sc1· ley con la snncion real.
En medio de csLo, ó de algun ministro más ligero é impru·
dente que violento ó pérl1do, ó de e1nplcados allegados ú
los ministt·os que creían cornplaccr á sus su~eriores ¡'i
sei•rit•los bien, áun conll'n sn c\csco en punto á los medios,
nació la idea de que conrnnia amcd:·entat· al monai·ca, Ea·
cando de él por el miedo una vez lll~ts lo que ya (;on frc-
<!neneia en los puntos de nin:;or· ~ravcdnd se hal:iia sacado.
Pa1•a Lan vitupe1·nble fin no dufüu·on qu;encs á él aspirab:in
escogm• medios 1iada bueno~, puro opol'tunos; y como la
Fontana hallia consi·guiclo i11Epirar á la corle Ler1·01· á la
par que odio, á la Fon lana ~¡iehil'on quienes deseaban \·io-
lenta1• la conciencia del Rt:y compeliéndole á confirmar

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$.,f.6 ANTONIO ALCA.L.( GAtTA!'iÓ.

con su sancion la ley sobl'e monacales. Difundi6se de s6-


bito poi· Madrid á medio dia la voz de que á la noche babia
sesion en la Fontanu, excitósc pal' val'ios conductos á los
socios á que cesase la suspension voluntal"ia de hablar en
su tribuna, hubo muchos que acog·il•sen por buena tal idea
y se prestasen á llevarla á efecto, y el vulgo liberal, lleno
de gozo, se pl'epal'ó á acudirá un espectáculo para él siem-
pre ent1·etenido, y que lo seria rn~s si en el hubiese de ha-
blarse contra la persona misma del Rey en térn1inos poco
embozados. Pero á unos cuantos socios no acomodnba de-
manera alguna servir de insll'Umento á política tan tol'cida,
lo cual se1·ía por otra pat'tc com·eni1· en qué nuest1·a socie-·
dad merecia la acusacion que le hacian sus enemigos, su-
poniéndola prnmovedora de sediciones. Así rué que, con-
gregados en la pieza en que haliiamos acordado suspender
nuestr::is sesiones cerca de dos meses ántes, aho1·a delibe-
ramos si ei·a con vcnicnte abrirlas, y, si llien no t'alLaron
quienes opinasen por la afümutiva, prevalecimos los de
contrario parecer, y qnedó la sociedad en su silencio. Por
desgracia, sirvió de poco esta detel'minacion nuestrn, pues
llegó :'.t Palacio la falsa noticia de que en la Fon Lana estaba
~·a habhindose contra la corte con gran calor, y ante un
numeroso gen lío igualmente ac3Jorado, con lo cual amila-
nado el Rey se allarní a dar la sancion que de él se ell.igia.
Cuál fué el resentimiento del 1\Jonarca y los palaciegos, y
qué efectos estuvo á pique de tener, no es asunto de la
relacion presente: baste en ell8 decir que la sociedad de
la Fontana, lejos de prestarse á pl'omover un alboroto, se
resistió hasta á alirir sus sesiemes cuando á hacerlo e1·a
provocada, y no fué, pol' cierto, culpa de los que en ella
figurábamos que, conl1'a nuestra voluntad, sirviésemos.
de instrumento con que amenazado el Palacio cedió al ter•
ro1• que le causaba nuest1·0 nombre, viéndose en esto qu$
era peor nuestro concepto que nuestros merecimientos;.
preocupacion de entónces q,ue hoy lodavia dm·a,

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l\ECIJEROOS DE UN ANCIANO. 347
Pero si permaneció muda la Fontana en el suceso qu(
acabo de referil', no así cuando, refüado Fern:indo VII al
Escorial, trazó allí planes de derribar la Conslítucion, y con
escasa maña dcclal'ó su intento sin dai· el golpe que medi-
taba nombrando por sí, y sin anuencia de sus <lemas mi·
nistros, para desempeñar el minislel'io de la Guerra á una
persona á todas luces sospechosa. Esta!M con esta en l\Ia-
drid un motin que duró tres dias, consintiendo el alboroto
los ministros, si bien por lo mismo que nadie se opuso á
los bulliciosos, no pasó el desórden de ser una continuada
gritel'la en que abundaban voces injLH'iosas á la real per-
sona('!). Se abrió con este moti\·a la Fontana, y desde su
tl'ibuna perora1·on varios de los que solían lucir allí suelo-
cuencia, y algunos más qne en aquella ocasion se estrena-
ron. Hablé yo tambien, y parecí frío y poco digno de mi
fama, p01·::¡uc e1•an horas aquellas de desacato en el hablar,.
y yo no sabía lleg8r en la forma á la descompostura gene-
ralmente usada entónces. Esto apal'tc, lJ Fontana en aque-
lla ocasion obró en consonancia con lo que pasaba fuera
de su recinto, pues ni exciLó ni fomentó en grnn nrnnera el
desórden, contentándose con Jwcer en él un papel y no el
primc1·0. Quien mas se desmandó fué un D. Santiago Jona-
ma, hombre de gran talento y regu!ni· instruccion, nada
liberal desde 1814 hasta 1820, )"'hasta enlünccs poco grato
á los constitucionales, si bien flg111·ó des pues entl'c Jos más

(l) Los qi:e no vivieron en uqucllos clin~ no tienen idea de lo


que ern eutónces una asonada. Lejos ele causar te.rror, como los
alliorotos de nuestros dias. eran uua venlmlera fiesta. En vez da·
cerrarse las ¡iucrtas de las casas u las tiendas. todo est.aba abi.irto
Y po'.ilarlos de gente los lmlcoues. El mot in se reclucia ti gTitos
acompaüados de cnnto. poi·que la revolucion de 182'J fué en aJLo.
grado filarmónica. El grito principal e1·¡i. viva el pueblo soberano;
las canciones vári<1s. La fumosa <lel t1·a.gala se usaba solo delante
r\e las casas de dete1·minadas personas, y, por lo comun, de uochn
como poi· via de cencerrad~.

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3-i8 ANT0!\10 ALCALÁ GALIA!'\Ó,

extrnmados de su bando, acat•t•c:indole sus violencias pri-


sion y temprana muet·te causada por eufcrmedad cont.raid:1
en su encicr1•0. Este tal aludió á qne era posible que lleg~­
sen l~s cosas al caso de deponer al Rey; por lo cual, pa·
sado ya el tu mullo, fué \!amado por el jefe político y me-
dio reprendido en lél'minos suaves. De los demas en nin-
{lUno hubo que notm·, porque el yet·t·o ó delilo era ele tantBs
personas y en tantos lugaecs, que se hacía imposible no
.solo el castigo sino áun la censura.
Despues de estos sucesos (por Noviemlwe y Diciembre
de 18::!.0 y al pl'incipiar ·1821) tuvo la Fontana un eclipse.
Estaba, bien puede clucirse., abi orta de derecho;· pel'O de
hecho nadie lnbl:ilia en su tribuna. Hasta no sé por qué
causa la trilrnna bulrn de cles~parncer por breve plazo,
siendo de notar que nadie la echase de ménos. Si no habia
recibido aquella socii;dad un golpe, huhia siclo acometida
de un mal funcstis1 rno ti un cuc1·p0 de su clase, como lo
es á los perilidicos de oposic10n violenta, y era que el par-
tido en ella domi1rnnte había venido á ser el del gobierno
ó ministerio, por lo cual no at·a posíhle hab\Jt' cli')scle aque·
lla tribuna dando gusto á la muchedumbre. Entretanto,
por lo mismo que los !:amados hombi·cs de f8i0 se lwbian
avenido y unido con los ministt•os, olras personas de dife-
rente opinion, 6 cuyo intCL·es ern casi contrario, se iban
deslizando á ·una recia oposicion, cuya fuena p1·incipal era
que contaba con el f;1vor pa13cir.¡:;o y con ol del Rey mis-
mo. Quiso este pa1tido nov t~l, que ni áun podía pretender
ser un lrnnclo de alguna influencia, usw Lambier. del arma
de los discu1·sos en sociedad palrjijtica, sin conocer que
arma la! no sirve para !orlas las manos. Así es que formó
una sociedad en el café de la Cruz de ~faltA; pern segun
debia suceder, con poca fdiz fortuna á la posLre.

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l\ECUErtlJOS O.É UN .HiClAi'\0,

11.

Para lograr que comprendan los que poco saben de la


Histflria de E$paña en ·1820 por qué la sociedad patriótica
fondada y abierta en el café de la Ct•uz de l\lalta tuvo
Lrcve la vida y escasa la furluna, aunque en ella se habló
con tanla violencia CLwnlo en donde rnús, indispensable
es decir á qué cit·cunslancias dcbi(j su orig1:n aqnella mal-
hadada reunion y de qué clase de personas esLLlVO com-
puesta.
Ofendido y no sin causa el Re~' de haber sid:i engañado
). compelido por un Lcrroi· sin motivo á dai· su sancion á
la ley de supresíon de monacales, se propuso vengarse de
un agravio que le punz~ba más porque le lastiurnba en su
·vanidad de sagaz y ladino. Buscó la codiciada venganza
pm· varias sendas; primero por una en que caminasen uni-
dos los llamados exnllados ú !Jo mbres de IS'~O con los ami-
{jOS personales del Monat·ca, ó digamos sus prirarlos, con-
tra los rninistrns, y despucs, no siendo fácil llevar á cabo·
tal union, por olrn medio á él mús grato, cual era el de
una conjuracion que, si salia favorecida por la suerle, aca-
ba1·ia á la par con la Constitucion y los ministros. l\Ialo-
grúse eslc último plan, y descubicrU1 !a lrama, salvó al
Ri·y su inYiolabilídad, pero la legal de que disfrutaba no
alGanzó á ser mo1·al, por lo cual su persona quedó ex-
pues¡a, no solo á aci·c ccnsma, sino á groseros insultos.
Vuelto del Escorial, á donde halJia ido pai·a llevar adelante
su empresa hasta darle cinrn, y regresando de allí, no por
su voluntad, sino llamado ó conslrdíido por fuct'za á la
cuDl nada tenia que oponer, fué á su entrada en la capital
saludado con maldiciones y denuestos, y estos úll.imos de
l~ clase más soez, de lo que recibió dolor y enojo supe-

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ANTONIO ALCAL{ GALIA~O.

ri01·es á lodo cuanto podrían haberle causado tentativas


contL·a su vida. De ello acusaba á sus minislros, y no sin
razon, bien que á estos servia de discnlpa haberles sido
imposible refrena!' la ira de los constit.ucionales sin da1· á
los enemigos de la Consti!ucion un grado no leve de fuer·
za; cuando es los ya la habi:m cobrado no cot·la de resultas
de haber si<lo malLratados los prohombres de la revolucion
en los sucesos ele Setiembre. llabet•se avenido los minis-
.tros con aquellos á quienes dos meses ántes habían mirado
-0omo á contrarios y castigado como á inqnieLos, era otro
acto que la corte calificaba de culpa, aunque lo mismo ha·
bian querido hacer ó ::.paL·entádolo los palaciegos con
plena aprobacion del Rey mal disimulada. lfallia además
un crecido número de personas no palaciegas, que en lns
ocurrnncias que causai·on el deslierro de Riego y sus ami-
gos hahian abrnzado la causa del ministerio con calor,
cebándose en los caídos, proc\amúndosc constitucionales,
"':! calificando lle facciósos á sus adversarios; en suma,
ofendiendo grnvemcnLe á unas personas y a un partido
cuyo nuevo encumlmuniento veian con dolor é ira, vién-
dose ellos casi pasados á una oposicion de la cual no po-
dían promcLcrse vcnlajas, ni áun siquiera sentirse halaga-
dos pol· el aura popular que respiran por lo comun con
recreo las oposiciones. Si entl'e tales individuos habia al·
gunos amantes sinceros de la Constitucion ó de un go-
bierno lil)J'e, et·an estos en 11úmcro corto, no sciialados pol·
su adhesio11 :í la causa constitucional en los liempos pasu-
óos, y por lo mismo, ó ya sospechosos :í los libcrules ex-
fremados, ó en situacion en la cual era t"áeil hacer caet•
sobre ellos sospechas de la peor clase posible. Contabase
entt·e es~a gente lo gene1•al de los afrancesados, llenos ri:e
odio alos conslitucionales de '18·12, y no sin alguna razon,
si bien no la basLante, ú justificat• los medios que emplea-
ban parn satisfacer su pasion rencorosa. Porque es cierto
que en 1820, con alguna injusticia y cou ninguna col·dura,

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l\EC\;ERDOS DE U!I'. ANCl.UiO. 3St
los reslaUL'adoi·es de la Conslitucion, con rnras excepcio·
nGs, no habian escaseado insuitos á los malaventurados
secuaces de José Ilonaparle, cuyo crimen babia sido grave,
pero en algunos acompañado de circunstancias atenuan-
tes,)' á los cuales aconsejaba una sana polilica ll'alar como
lo han siclo en nuestros dias los servidores del Ptelen-
diente. Pl'Ovocatlos los mallrnl.ados, que lo eran de palabra
más que de obra, pei·o rnsenlidus de la injuria más todavía
que del daño, y est1·eclrnndo los lazos que los unía su
misma situacion de excomulgados políticos, iban íonnando
.un partido qne buscalJa en los anticonstitucionales aliados,
yéndose poco á poco desviando áun de la pi'Oíesion de
doct1·inas un tanto liberales en que solian ellos buscar y
-Cl'eian hallar l:i justificacion de su pasada culpa. '''· 1
Este amalgama de pe1sonas vitupe1·aba entúnccs la con·
ducta del ministerio por Jo que llamaba vergonzosa capi·
tul<tcion con los que le habian hecho guerra en Setiembre,
y á los cuales habia vencido y sujetado á mel'ccida, aun-
que blanda pena. Pero escagieron para comenzot· su cam·
paí'ía los ele la novtl opos1cion el medio de formar una so-
cied~d paLL·iútica, idea desatinada, de la cual, si lo pensa-
ban !Jien, no podían sacar provecho. No era la horn en que
p1·inci11ial'On á poner por obra su plan la más á propósito
para sociedades patriólicas, si ya no las hacian como lo
que eran lns de pl'ovincia, donde se reduci8n las sesiones
á explic:w artículos de la Conslitucion, por lo comun dis-
pat·atundo, cosa que no bastaba p~.ra los auditorios madri-
leños, y por est.o era JH'eciso que en una ti·ibuna popular
de la capital ó se hiciesen elogios de los mmistros, lo que
en reuniones tales no es suíl'ible, ó se hiciesen ccnsurns
oyéndolas con dcsaprobacion cabalmente Ja ;¡ente en lo
15enel'al mas inclinada á aceplarlas y aplaudidas, porque
no ernn del gusto de estas ó no merecian su confianza los
·Censores.
Sin emb¡¡,rgo, á los primeros discill'Sos pronunciados en

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la Cruz de Malla acudieron nmue;·osos oyen tes, y como lo~
o»adores en punto á doct1·inas y á inwclivas contra el Go-
bierno nada dejasen que desear, ni ánn comparándolos con
los de á la sazon muda Fontana, fuet•on oidos con satisfac-
cio:J y terminarnn sus arengas cnti·e vivas y palmadas.
Pel'o bajo la CO!TientA á la cual cerlian los aprobantes, de-
' jándose lleva1· pot· ella como incautos, lwbia ol!'a que im-
pelia á mira1• con repl'obacion la oposicion nueva. Los li-
berales antiguos, y áun la tll3)'0l' pa1·tc do los nuevos, des-
contancki los del mern vulgo, comenz~n·on á mmmurar de
la sociedad novel, sospt?clrnndo la intencion que la movía,
convirtiendo pronto en cerlitl u111b1•e la sospecha, y llevando
á mal, como ern y es propio do Ja pal'cialiclacl que se dice
6 áun se cree amante de la libl'rl:id, qne otros hiciesen
cot·te al ídolo de su culto y prclemfü~sen ser por él favo-
recidos. De todo ello resultó cac1· la reunion de la Cl'uz de
Malla en pronto y completo dcscrt'.,dito entre los partidos
todos, condenándola unos pot• lo que sonaba SCL', )' ol\'OS
por no ser lo que sonaba. D~spe\'l(1se la idéa muy natlll'al
de que convenia que se lrnbluse e11 la Fontana levantando
altar contra allar, ó, dipmos, cont.l'aponícndo el de la dei-
dad vel'dadera al de la falsa, con la cual cacl'ia a\ instante
la última resuelta en poi vo. P\'estéme yo ~1 llevJL' á efecto
tal p1·oyecto, y lo hice de muy mala g~na, porq11e ac<ibaba
de se1· incluido entl'e las vuellos á sus destinas con ven-
taja, y además aprobaba hasta cierto pnn~o la conducta del
Gobierno, quiza pol'que des.aprob~b~ la de sus contl'al'Íos;
y, por el lado opuesto, scnlia aficion á toda sociedad pa-
triótica y !l'c)vaba á mal que les coartase la facuUac1 de ha-
blar el Gobierno, del cual, si estaba yo salisfecilll en buena
parle, no lo estaba del todo. Batallcban tambicn en mi
ánimo dos principios cncontrndos, llevándome á suslenLar-
los pasiones diversas á e:los confol'mcs: no qucl'Bl' poner·
me en guet'L'a con un Gobicmo del cual !labia novísima-
mente recibido una mcu..,cd, y, lo que era mús, 1·ecibido

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nECUER!)OS l)ll UN A:\"CJANO 3?')J
mis amigos polílicos, siendo e~la seJlal dfl.
(11."?.S igH\l.foS
alianza contra un enemigo comun, y sentir repugnancia,
por otra parte, ó ap(lt'ecer apóstata, áun cuando no lo era.
pues hablaria al cabo conl1·a una sociedad de Ja clase de
fas que yo admiraba, si bien compuesta de personas muy
otras que las de mi bando, ó, dígase, de una sociedad en
1a cual apt\nas podia yo culrm· los hechos, pero en quejuz-
~aba muy mal de las intenciones de los oradores. Con
todo, acudí á la Fontana, y como no estuviese alli aún 1'8-
pnesta en su lugai' la tribuna, peroré subido en una mesa,
segun se hacia en el cal'é de Lorencin.i. i\li discurso no fué
ni ministerial ni de oposicion, porque inculpé malamente
á los miuislros, y afeé el espÍl'ilu inquieto de los de Ja Cruz.
de Malta, sustentando el derecho de lrnb:ae en público y
condenando al Gobierno poi·quc le coartaba ó se le decla-
raba eontr~rio, pero insistiendo en que la oposicion hecha
de palabra no debía provocar á setlicíoncs ni alborotos.
Poco efecto hubo de hacer mi ai·enga, sucediendo oll'o
tanto á la que en seguida hizo mi amigo D. ~lanucl Eduardo
de Gorostiza. No recibí señal de des<1p1·obacion de los mi-
nislros, aunque alguna mc1·ecia, ni de los de mi partido,
no obstante ser ellos :i la sazo11 ministei·iales. Los periódi-
cos dijernn que se habia hablado en la Fonlam, donde los
oradores (señalándonos por nuesll'os nombres) habíamos
sostenido pl'incipios de ú1•den, lo cual fué hacernos favor.
sin dcja1· de hacernos justicia. Nuestrns pobres rivales de
la Cl'uz de Malta hubieron ele callar, porque rara seguir la
guer1·a poi• ellos deciarnda habían mencstee fuerzas muy
superiores á las suyas. Quedó, pues, tl'iunrante la fontana,
y con ella el ministerio, el cual la miraba, si como amiga,
como una que lo era poco S('gura y no más grata. Fué res-
tablecida la tl'ibuna, pero desde ella se hablaba poco y
con escasísimo efecto. Concul'ria yo, pero solo como
oyente, distraiúo á otras atenciones que Ja á que llamaban
los discursos, dignos en vei•dad de poca, porque, no siendo
23

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35-i ANT0:-110 ALCAT.Á GAL!ANO.

la reunían de oposicion, en sus erectos ern nada. En me.d:.o


de ello (empezando Enero de 1821) sal! yo de 1'Iadl'id y me
trasladé ó Có1·doba, :l. servir la intendencia de aquella pro-
vincia, con la que babia sido agi·aciado al espirar el ante-
l'ior Noviembre. .,,.,e-· ·· ·. ··
En Córdoba se fot•mó una sociedad, y, como debe supo-
11m·se, hablé yo en ella, cosa que no cuadraba con la dig-
nidad de mi cargo; pei·o en aquellos días se repa1·aba poco
en tal cosa. Mis discursos allí no fue1·on demagógicos ni
podian sel'lo, porque no eran de lucha entre doctrinas ó
intereses opuestos y se reducían á alabanzas de la Consti-
tucion, á explicaciones de arliculos de la misma, ó á justi-
ficar refomrns de las que enLónces estaban haciendo las
Cú1·tes.
C01·ríendo el año de 1821, sepai·ó el Rey de sus puestos
á sus ministt·os, y puso en su lugar otros, si bien mucbos
de ellos consliLucionales que llabian dado pruebas de set•Jo,
harto infe~íores Bn renombre á aquellos cuyos puestos ocu-
paban. El espíi'itu de inquietud comenzó á dar mucst1·as de
sí, y, andanclo el tiempo y mediado el afio, la sociedad de
la Fontana comenzó á ser por demas borrascosa, segun
entendí entónces y ha sido fama Juego. De sns excesos me
hacen responsable no pocos escritores de hoy, completa-
mente igno1·antes de lo pasado en los dias de que voy ha-
blando; pero mi j ustificacion es fücil, pues no podia, es-
tando en Córdoba, estar en una sociedad madrileña. Lo
cierto es que el jefe político de Ma~'id, :rtlat•linez de San
.Martín, mandó cerrar la tal sociedad, excediéndose, en mi
sentit', áun pensándolo hoy, de las facultades que le con-
cedia la ley vigente, pero prncediendo con acierto, si c~1be
acierto en no atene1·sc á la ley, porque la interpt·etó esti-
rándola, y la intcrpretacion, aunque errónea, hubo al fin
de set• ap1·obada poi· !as Cót'tes.
Separado Riego del manlio militar de Aragon, siendo su
eeparacion bien met·ecida, coincidió, ó poco ménos, co11

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ll!CU!ÍR.DOS DE UN ANC!AN~. S:\5
-el cenar de la Fontana, haber varios individ1Jos, de ellos
muchos socios y otadores en aquellas reuniones tm'bulen•
tas, que discurrieron pasear por las calles de l'rladrid como
imágen de santo en pl'OCASion el retrato del general obje·
to de la sevel'idaíl del Gobierno y del culto de los patrio-
tas exLremados, haciéndole honores parecidos á los que á
las santas imágenes hace la Iglesia. Disgustó al Ministerio
el ¡woyeclo, y salió una 61·dcn prohibiendo ponerle en eje-
cucion; pero tal órden 6 no fué sabida, ó no se tuvo por
ajustada :i. la ley ni por acreedora :i obediencia, y, comen-
zada la pt•ocesion, Lropezó esta en la calle de las Platerías
con un llatallon de la ~lilicia nacional mandado poi· D. Pe·
dro Smrn y Rull, á la sazon del comercio de Madrid, el
cual, habiendo intimado á los que traian con pompa so-
lemne el t•et¡·atG que se retirasen )' disolviesen, y hallan-
·do resisLeJJcía pasÍ\'a, mandó embeslit• con ellos á bayone-
ta calada; pet·o ele Lal modo, que la cmbeslida no pasase
de amago, poi·quc no preveía que hubiese quien á los su-
yos hiciese frente. Y fué así, que los de la procesion,
viendo vcnil' soht·e ellos á los milicianos, se dieron á la
fuga, dej~ndo en el suelo Ja imágen objeto de su venera-
cion y olJscquios, Ja cual fué recogida, y por lo pronto de·
positacla (segun creo) en las casas consistoriales. Tanto
los del pai·Lido vencedor cuanto los del vencido en lid lnn
poco 1·diida1 convinieron en dar á aquel lance, más cómico
que le<igico, por nombee 6 apodo el de batalla de las Plate-
rías; pero no pocos escritores tildaron como homble ex-
ceso la conducta en caso tal observada pm· el Gobierno ':i
sus agcnles. Alc~mzó el golpe á la sociedad de la Fontana,
cu~'as puertas quedarnn entónces para siempre cerradas
.para olt'o fin que el servicío ot'dinario de un ct1fé, pues
aunque todavía bnbo en Illadt'id una sociedad patriótica, y
por cierto no poco alboi•otada, fué otro el lugar donde se .
cong!'egó, y otros que los socios antiguos de la Fontana
quienes en ella se distinguieron.

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ANtONlO ALCALA GALlANO •
.~ lanlo, cont\m;;ilrn.ll en v111-h10 l>it1úáués de provincias
lu uociedades palriúticas; pero el hecho mismo de qw~
c-0nlinuasen acreditaba no ser mil'adas como peligl'Osas..
por las autoridades.
Sin emba1·go, pocl\'ia decirse qne la tolerancia de l::t au·
toridad probaba poco en varias poblaciones, donde ó esta·
ba supeditada, ó era ejet·cida contra el Gobiorno. Esto
pasaba en Cádiz y Seyil!a en los últimos meses del año d~
1821 en que e&Laban ambas capit~lcs con las dos provin-
cias de ellas dcpendicnlcs separadas de la obediencia al
MinisLet·io y á las leyes. Pc\o, :1un allí y ontóncos, las so-
ciedades palriúticas ó públicas no dirigían el movimiento
que nacia ele las sociedades secretas dominantes en ambas
ciudades y si á él coadyuvaban crn en COL'lo gl'ado y con.
escaso erecto.
Así fué que en D1cicmlJ!'e del aquí rccien citado año,
siendo )O diputado electo pot• la provincia de Cúdiz, y ha-
biendo pasado á ella con objeto ele trnerla con polfüca at•-
tificiosa f1 la 0bediencia al Gobierno y :í. las leyes, cuando
me proponia vale1·me pai·a mis fines de la sociedad patrió-
tica de aquella ciudad, supe que tal sociedad et'a tenida en
muy poco basta por Jos hombres de opiniones m8s extre-
madas y los müs empeñados en que no cediese la loca
resistencia ó 1'ebclion que tantos males estaba producien-
do. Era cabeza de la sociedad D. Domingo Antonio de la
Vega, de quien he hablado lrnslantc en ott"o lugar de estos.
mis recuGrdos, y participaba la rcunion del disfavor con
que estaba mit'ado en Cádiz su pt'csidcntc, ó digamos, de.
la mala fo1·Luna que á éste perscguia, a punto de no haber
recaido en él premio alguno pot· los notabilisimos servi-
cios que habia hecho á la causa constilucional eH los Lra·
bajos que, con grave peligro de quienes en ellos tuvieron
. parle, la sacaron tL'iunranLe al cabo. Fuí yo, con todo, un~
vez á la sociedad, invitado á ello, y no pudiendp excusar~
me, hablé, y ful muy aplaudido al oi1•me; pero en breve.

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RECUEllDOS DE UN hl\Cl,\l\O. 357
·fil~ muy ccnsurndo mi discul'so pm· haber sido completa-
mente evasivo, pues ni una sola palab1•a dije sob1•e la gran
·cuestion pendiente, la cual ocupaba todos los ánimos, y
me ceñí á hablar do las obligaciones que habia contraído
al ser nombrado di put~do y de mis p1·opósilos en punto al
modo de desempeñarlas. E1•a, con todo, tan corlo el valo1·
que se daba á todo cuanto se decia ó hacia en la sociedad,
que áun mi proceder algo cauteloso, ó, cuando ménos,
poco franco, si fué con rnzon desaprobado, no me atr~jo
clarn u\guna dQ sinsabores, y eso que no escusem·on para
mi en aquellos dias, en la misma ciudad, y poi· la causa
que á todos tenia e.n ansioso ei11peño.
fgual era, 6 quizü inferior en importancia á la sociedad
de Cádiz, la de Sevilla. No porque en la una y en la otra se
oyesen sanas doct1·inas, pues sucedia á menudo lo coa lra-
rio; pcr{l se pcrdi:rn en los aires, sin dcjat'sc senLir su in-
fluencia fuera del recinto en que se celebrallan las sesio_
nes, todas l3s perjudiciales ideas que desde sns Lt'ihnnas
:se predicaban.
No lrnblé yo en la sociedad de Sevilla en dos ó tres días
•que pasé en el mes de Enern do yuelta de Cádiz en aque-
!la dudad, reducida ya con trab~jo :í la obediencia, así
.como lo babia sida su c omp~1ñera en los ante1·iorcs exce-
sos. Tambien á mí paso por Ecija asisli á la sociedad que
en ella babia, á pesar ele no set' capiLal de provincia, pero
sl poblacion importaíl le por sn vecíndal'io y su riqueza.
Era comun eíltónces en E~paüa decii·s1) que unos pueblos
1
eran constitucionales y otros no, y el de Ec1ja estoba con-
tacto por ele los ~pasionados de la ConsLilucion, y en alLo
grado. Pct'o su sociedad era pacHica, y en ella se explica-
ban los artículos del Código sag1·ado (que tal nombre se le
daba entónees), con ¡1oco acierte en gcnernl, como se de-
bía espera!' del corto saber de casi· todos cuanlos en ella
peroralrnn; pero con mucha paz ~· á salisfaccion del audi-
.torio, al cual servian aquellas pláLicas docll'in~les profa-

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A"1T0i1JO ALc.n,\ GAL!AliO.

nas de cHversion, que en una ciudad donde hay pac:HJ, ve··


nía bien poi· cierto. Aunque solo me detuve allí á hacel·
noche, como fui á la sociedad no pude excusa1•1ne ele ha·
blai· en ella, y dije algunas trivialidades que me valie1·on
buena cosecha de aplausos.
Abriérnnse en breve las Códes de -1822 y f823, y consi-
derando quiénes ernn los dipulados electos, babia razon
~obrada para presumil' que en ellas p1·edominaria el parti-
do dicho á la sazon exaltado. No corres110ndicron del todo
á las esperanzas ó los temer~.:: fAs l'Csultas, pues en la pri·
mera legislatuta del nuevo Congreso, variando la mayoria,.
J'U se declaraba por uno, y"a poi· otrn de los dos bandos qne
estaban haciéndose c1·uda guerra. En la cueslion de las so+
ciedadcs rat1·ióticas gnnm·on los mode1·ados una victoria,
desechándose una pl'oposicion en la cual iba impllcudo
que se abriese la de Macll'id, pol'quc se interprotaba la ley
vigente hasta aprn!Jar la conducta del jefe polilico que la
había cerl'::tdo y m::intcnia cerrada. Con vergüenza confieso
que í'ui yo de parecer contrario al de la mayol'ía, durando
aún en mí la uíicion :í. tan perniciosas reurionos.
Pel'O so])l'evinieron los sucesos que señalaron el día 30
de Junio y los seis siguientes, eonc\uycnrlo el 7 de Julio
en una agresion violrnlísima del partido monárquico 6
obsoluLi~ta, y una victoria completa de los constituciona-
les. Del l1·iunfo, al cual haliian conlribuitlo los rnodeeados,
sacaron los exaHados todo el provecho, cayendo en sus
manos el podct· á dt!SJlCCho del Rey, const.1·eñido ~ escoger
de cntrn ellos sus ministros. Abim·tas Córtcs cxt1·aordina-
rias en Octubre de 18:12, una comision del Congreso, entre
varias proposiciones que hizo encaminadas 3 defender y
suslcnlar la Conslilucion contl'a los enemigos que dentro
de España la combalian y düsde afl1m·a la amenazaban,.
propuso que fuesen abiertas las sociedades patrióticas. Tlle
tocó hacer una nueva ley sobre ellas, y la hice sencillísi--
ma, y muy arreglada á las buenas doctrinas, siendo Sll

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1'!:CUÉllDOS l>E UN ANCJANO. 359
tiníco defecto que, con ponel'la en pt·áctica en fas cit•cuns-
tancias en que se veia el pueblo español, se fomentaba
lodo linaje de desórden y se imposibilitPba el remedio
cuando ocurriese.
No tardó mucho en abrirse en Madrid una sociedad para
t¡ue si1'viese de prueba de lo que era en su aplicac10n y
uso la nueva ley. No sirvió )'a la Fontana, sin que sepa yo
Ja causa, para teatro de nuevos alborotos, como si fuese
menester Otl'O edificio cuya fama oscureciesé la del anti-
guo, por excedel'le en lo malo. Trnfrnjaba ya entónces una
divis10n m:ís al no muy ruet·te partido constitncional, pnes
los e:rnltados, guiados por dos sociedades secretas una de
.otra enemigas, estaban en pugna no ménos rncía que la
que ambos juntos habian tenido y áun no cesaban de sus-
tentar contra los mode1'ados. El Ministerio tuvo, pues, a
su frnnte á los de la sociedad otr~1 que la de que habia sa-
lido, y sus contrarios, corno era natnral, extremando las
docLt•inas favorables al poder populal', le tachaban no solo
<le torpe, sino de tibio, aplicándole el e pite to, comun en
aquellas horas, de pastelero. La sociedad, junta en un salon
del convento de Santo Tomás, hubo ele llamai·se Landaou-
1•iana, tomando este nomhrn en obsequio a la memoria del
oficial de la Guardia Real D. Mame;·to LancH1buro, asesi-
nado en la taede del 30 de Junio del año '1822 flor Jos anti-
constitueiom:.les de la misma Guardia. Acudí yo á ella co-
mo á campo de batalla donde lejos de esquiva1· la lid la
buscaba, segm·o de la victoria alcanzada enlt'e aplausos. En
efecto, en el prime1· dia en que lwhlé en su tribuna, como
fuese el argumento de mi discll!'so cleclmnm· contea las
potencias extranje1'as que á las clal'as esl~ba~ prepar:"rndo-
se á rompe!' en hostilidades contra la España constitucio-
nal, sali de mi empresa airoso, vilol'eado como cuando
más en ocasíones anteriores. Poco me dui·ó mi lt'iLmfo. Yo
era amigo del Ministerio, ímprnpio título para ganarme
api'obacioues en una reunion de la clase de la Laud«/J'Vdüi~

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:160 AiHO'.'iilO ALé:.\l.Á GALlA'.'>'}.

na, en la cual la sociedad de los comuneros, et10miga de ta


dé que yo se¡;uia siendo en ella parle tle las principales,
contaba poi· representantes de sus tloclrinas é in Lerés á la
mayor pm'le tle los Madores. llahló en ella el anciano Ro~
mern Alpuentc, vertiendo con su débil voz de viejo acba.
coso múxim;is subve1·sivas é incitadoras á !oda clase da
excesos, que si bien prol'eridas con frialdad exccsiYa, y
saliendo de hom!Jrn cuya cabeza estaba cnbic1·ta de canas,
pl'Odncian efectos perniciosísimos. Empezó a distinguirse
en el mismo Leat1·0 D. Juan Floran, muerto poco h;i litulán.
dosc marqués do Tahuéroiga; jóven entúnces, de claro ta•
lento y de instruccion corta, dccl~rnaclor hueco y t.ealral en
sus modos, pero ¡wopio para m·cngar á la muchedumbre
igncranle. A eslas famas recien nacidas y crncientes in~
tenté yo oponer Ja mia algo an Ligua; pet'o con poco fruto.
y en breve hube do conocer que no solo quedaba y que-
daria vencido en Ja lid, si á ella me m·roj~1ba, sino qne me
costa ria suma diflcul Lad hast.a el inLcntal'lo, impidiéndo-
melo muestt·as de dcsaprobacion p•:t~xírnas ú ser insultos.
Abandoné, pues, el campo, ~· tlllhe de retíramie úun del lu-
gal' destinado á los socios, )' si alguna vez concurría ú la
soc.iedad fué al sitio destinado á los meros oyentes, desde
el cual oia llover dcnucslos soht·c mis amigns polilicos y
sobre mi persona (1). No fallaban en ;iquclla rcunion Jos
mueras y á alguno rle eslos se agrngaba mi nombrn. Entre
tanto iba haciéndose la sociedad turbulenta, á pun lo de que
amenazaba excitará un motin, y, aunque Ol'~ prnbublc qu~
no pasasen <le arnennzas sus p1•ovocacionos, el Gobierno y
sus parciales no eran sufridos, no siénclolo parUdo alguno
(1) Desde el lugar destinarlo al público solían mis amigos poll~
ticos desmentirá los oradores. Una noche, el Sr. D. Facundo In-
fante, euto11ces rlipi,tado, como oyese que decian lle mi una cos!l
falsa, gritó •es mm.ei1·a;• conmoyióso el auditorio, pero no paso d¡;
murmullo dos~probar1or su e01jo. El orador desmentido no hfao
más qu9 .:rntitlcal·se, pero solo en pal't~. en lo que hahia afirmado.

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RECUERDOS DE UN A!l:CIANO. 3Gt
en España y ménos cntúnccs, y las circunstancias hauian
venido á ser el'iticas sob1·rrnianera, despedazando el Estado
una guei'!'a intel'ior y viéndose vt:nir una invasion de los
exLrnfio~. Pero Ja incxot•alllc mal pensada ley, hija de n.i
locura más que de la ele otros, tenía atadas las manos á lJ
autol'i<lad, pues si podia mandar cu1Ta1· la scciellad en la
llora en que se desmandase, tenia ohligacion de consentir
que de nuevo se abriese, corrido bi'CVitiirno plazo. En npu·
ro tal, apeló el Gobi(lrno á un rccut•so ~n que llegulia á los
últimos términos ele lo l'it.lículo su rnal cm:ubiel'la !laque·
J:a. Mandó reconoce!' la sala en que celeln'al.Ja sus sesiones
aquella 1·eunion lurbulenta, y cuidó de que se decla1·ase el
edificio en mal esLauo, á punto de ameuaza1· euioa, por\[)
cual, celoso al parneei· dd bien de los socios y del púllli·
co, cuya concm'l'encia le hacia pal'licip:rnte del pelig'l'o,
prohibió congreg~l'~e en lugar lan poco segul'o. Dien era
fácil haber bailado c;t1·a sala, aunque rnénos enpaciosa,
donde seg-uil' pc1·01'ando y allJ01·ot~rndo; pero estaban can-
sados de la sociedad linsla los mismos socios. ~lu rió, pues,
tan singularmente la sociedad Landa!mriana dejando de si
ménos nomlJl'e que s11 antecesora, aunque en la histol'ia ele
nuestl'os dcsyarios met·ecia ocupa1· un !ligar p1·eminenle.
Su fin fu6 el de las sociedades pat1·iótíc<1s de la capital,
porque, comeidicndo con él grnvísimos acontecimientos,
como fuc!'on la prnsentacion de las notas de las potencias
aliadas y la inminencia de la ir. vas ion francesa, que pron-
to vino á sel' un hecho, octipallan los ánimos mayores cui-
dados que el Ele lll'esla1· alcneion á vanas dl:clamaciones.
Sin emlJargo, en las pl'Ovincias no qued~ron desocupa·
das las tl'ibunas po¡rnlar'es. En el úllimo tcrn10 dd ¡¡ño
{822, favot·cciénc!olas hasta no col'to grndo el_,Gol.Jicrno, si
bien hallando en ellas mas contrarios que amigos, dab;rn
entretenimiento á las poblaciones. De -las de algunas sé,
pero confusamente, que fuernn promovedoras no solo ¿a
desú1•den, smo lie e~esos. ih1a hulio en Cf.lrtagcua cu)·a

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362 ANTONIO ALCALÁ GAUANO.
nomb1'e descubre su mala indole, porque se titulaba de
los 'OÍrtuosos descamisadas, remedo es le snslantivo del de
sans culottes, si bien, al copiar á nueslros vecinos, parn-
ció convenienle rnndar la pieza de ropa, cuya carnncia
constituia un mérito ó un derecho á ser tenidos los aso-
\liados por modelos de pat1·iotismo. Por supuesto, cuadra-
ba mal á semejante cucl'po el nombre que llevaba y el epí-
teto con que se distiíl~tüa, pot' no ser en sus miembros la
vfrtud calidad muy conrnn, ni dejar de llevar camisa los
que pretendian se1· de suma pobreza, poi·quc los vcrdade-
1·amente necesitados no son los que asisten á tales reunio·
nes ni los que en ellas pt·edominan.
Otras sociejades se dislinguian pot• su inocencia. En la
de Córdoba, t\ ejemplo de otras, sinli6nclosc escasez de ora-
dores y hambre de discut'SGs, se apeló al arbitl'io de con-
vidar al clei·o y á las comunidades religiosas á que ,·inie-
sen iÍ la t1·ibuna á hacer panegíricos de la ConsLitucion, y
como no acoplar el convite pal'ecicse pl'li¡;t·oso, acudiel'on
clérigos y frailes á hacer el para ellos ing1·ato oficio de
predicadol'es ¡JL•ofanos (1). Cosa ern que movía á risa oirá
aquellos infelice~, casi todos ellos enemigos de la causa

(l) En una excursion <le unos dias que 11ice á An dalucía á fines
de Febrero do 18~3. como hiciese noche en An<l1'1jar la t\iligenci:J. en
que yo iba y se s upiese Sel" yo uno de los pasajeros, me envió una ui-
putacion la sociedad. do nquella ciudad. la cual, sin se1· capitnl.
la tenia. así como Ecija, poi· s er pol)lacion crecida y rica. Pero fué
grande mi extrnneZ<l al ve1·al frente de los que me conYidaban al
vicario, á quien yo por casualiclad conocia por haber viajado con el
en silh1 ele posta !lasta Madrid en 1817, y porciue en el Yiajo, ha-
blando de un ollispo <le Jaen que lrnhla sido liberal en 1813, se ex-
presó el buen eclesi.istico en téi·müios r¡ue le declaralxin tan le-
jano de se1· constitucional, cnanto cabe. Pero el pobre señor cedia
á las circuns tancias, como otrns de su clase y o¡iinionas. Por su-
pue~to, fui yo á la socie¡lad y hablé como en E cija, No era por
cierto peligTosa al órden 1•ú1)lico aquella reu11io11, pnes era solo
inocente, daudo á esta palullrn lus yarias acepciones ¡¡ue es cow.uo
darle.

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1tÉcuiinoo:; nP! UN AKC1.rno.
~l' quP. se veian obligados á ab0{:'ar, decü· tdvi~lidMes que
por lo comun eran desatlnos enorm~s, :;igl'egándose l) la
mala voluntad visible en los oradores su i~norancia com-
pleta en punto á las materias que tratnban :·
Pero salia suceder con alguno de estos eclesiástícos, ~
quien, en sentido inverso de un personaje de comedia muy
conocido, no cuadl'aria mal el nombre de fray Obediente
Forzado, se deslizase un tanto á mostrai• desa1)!'obacion,
si bien no de la Constitucion, de su espidtu y de varias
doctrinas fl la sazon predominantes, así como de leyes de
ellas emanadas, y cntónccs era grande la indignacion del
auditorio, sin considerar que el malhadado oradm', apre-
miado á habla1•, había ele hacerlo, ó contra su propia opi-
nion en gravísimas materias, ó en parte contra los princi-
pios reputados santos en el lugar donde JH'eclicaba. POl'
fortuna, fuel'on rarns casos tales, y cuando ocurrieron, ne>
tuvieron efectos funestos á los oradores. En genel'al \os dis-
cursos constit1icíonales ele los desafectos á la Constifacio11..
solo se señalaban por lo vacíos de ideas y poi· la insulsez·
á ello consiguiente. Pero tales cuales eran bastaban para
hac1Jr pasar el tiempo á los oyentes, qne lo el'an solo á me-
dias, pues más debian ser llamados concurrentes distL"aidos.
Estas sociedades pacificas vinieron :l. ser á modo de ter·
tulias públicas, en que el orndor hacía á veces el papel de
algun pobre músico que toca ó canta delante de un audito-
rio que le presta ó poca atencion ó ninguna. Yo hacía el
papel de asistente á la de Córdoba durnnt.e el mes de l\farw
de 1823 que pasé en aquella ciucjad, y áun hablé en ella
una vez pai·a oponel'me al desmandado comunern Thlorano
Guerra, quien, hablando de la próxima entrada del ejél'cito
frances invasor en nuestro suelo, le pronosticó pl'Onla y
fácil victoria, moviéndole á tal aserto que 1•ino á ser ver-
dad, el mismo exceso de su fm·or de partido, pues sóle>
intentaba ceba1•se en los ele la sociedad secreta sn enemi-
ca, á la cual achacaba haber t1·aido la guerra.

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~f64 ANTONIO ALCALÁ GAU.UIO,

ílurante ra estancia cieí ítey y las L6rtes en Sevm:i en·~


fatal pL'imav~ra de 18~3, !!un no sé si seguia aHí abie1•ta una
S'.lciedad patriútic~, pero el !Jecho mismo de no saberlo
prueba que si existía era tenida en muy poco. No la hubo,
y mal poclia consentirse en el siguiente verano en Cádiz,
i)Stando sitiada y comllatida la plaza poi• el ejército frances
mandado ¡ior el duque de Angulema. Ni estallan á la sazon
los espíritus parn echar de ménos declamaciones vagas de
tribuna, siendo general el decaimiento llegado á ser pos-
tracion, )'si poseídos algunos de fu!'ia intensa, p1'ecisados
á no manifestaJ'la, en pa1·Le por temor á la aulOl'idad, y en
parte tarnbicn poi· estal' ciertos de que á pocos lograrian
comtmic31· sus pasiones furibundas, y porque sentian que
un furioso, cuando no causa Lerrnl', prnvoca á 1·isa.
Que las soeiodades ¡rnLt'iútic3s causai·on algun mal, aun·
que no al punto que suelo supone1·se, y ningun bien, €S
cosa que hoy apónas hay quien duda. Asi es que, recinn
proclamada la ConstiLucion de ·18·12 en '1836, de rcsullas
de varias conmociones populares, y triunl'ante el pal'Lido
más extremado de es La época, los ministt•os de él salidos,
y qu e eran sus cauclillos y reprernntantes, se ncgal'on a
conceder licencia pai·a el csiablccimicnto de una sociedac
patriótica al uso antiguo eu :\Iadrid, y si el babel' habido
quien esto solicíLase prueba qtie aquellas reuniones áui;
contaban con uno ú otrn aprobante, el hecho de que no
hubo un clamor pidiendo su rcsurl'eocion, cuando todo
quería reponerse se~·un estaba en 1823, aci·editó que aque-
llos cuerpos un tiempo tan famosos vivian en el recuerdo
más para ser 1·eprolrndos que aplaudidos.
En estos años novísimos ha habido, sin embargo, reunio·
nes en que se ha hablado ante un público numeroso sin que
de ello haya resultado el menor inconveniente. Pero las
i•euniones de ahora son para un punto concreto, y versan
sobre cuestiones en que la pasion toma poca parle, no le-
11iendo por Lanto semejanza con las sociedades paLrióticas

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JIECUERDOS DE UN A~C!ANO. 3M
que tanto dieron que hace1· y deci1• en Jos lees años y poco
más en que estuvo la Constitucion de 1812 establecida, pero
no firmemente asentada en nucst1·0 suelo. Q1rn hoy produ-
íesen el efecto que en los pasados tiempos, es muy dudo-
so, siendo lo cierto que si existiesen tend1·ian forma di-
la
versa de que tuvieron, y serian on algo, aunque no en
mucho, diferentes las doctl'inas que en ellas resonasen.
Pero estas son conjeturas ajenas del artículo presente, en
el cual solo ha quel'ido darse un compendio de la histeria
de aquellos cue1!pos, compendio esc1·ito ad narmnd~iin y no
ad 1woband1im, aunque de la narracion bien pueden y áun
deben sacar datos en que fundat' iuicios los lectores.

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tlOCIED.\DES SECP..ETAS DE ESPAf:A DESDE IS~O A !~.

En anteriores tL-abajos he l1alllaclo, con ocasion de re-


fel'il' ó explicar cómo c8yó un mal gob:crno en nues-
tra patria, de Ja parte principal que tuvo en derz•ibarle
una sociedad secreta. Posteriormente lle escl'ito en com-
pendio la historia ele las reuniones púbfüas apellidadas so·
cicdades patrióticas, que representaron impot•L:rnLLsimo pa·
pe! en el dearna de tnígico fin de que fué España teatro,
desde que rué en ella restablecida la Constitucion de i8f2
por un acto de violencia, has La que la invasion de un ejér-
cito extranjero, favo1·ecida por la parle más numei·osa,
aunque, cierto, no la más respetable ó ilust1•ada, del ¡me·
blo español, la echó al suelo. Poro quizá no esté domas
dar alguna noticia de lo que la misma sociedad restablece•
dora de la Constitucion hizo miéntras Ja ley política resta•
blecida pot' sus esfuerzos se mantuvo en pié, como lambien
del nacimiento y creeos de ott'n sociedad salida de sus e..n •
trañas, la cual, su rival y ánn su enemiga desde luego, co-
b1·ando pújanza, vino á entt'3L' en viva y enconada guerra

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AXTÜ'{IÓ \l.f..\!,,\ G.\ 1.1\:<Cl.

con sn mad1·e; lid á b par ridícula y funesta, ~¡ue, ~ir.~


trajo consigo el acabarnienlo de la ConsLitucion, debido á
superiores cansas, contribuyó :í. él en grado no co1·to. En
verdad, sin saber qué hacian lns sociedades secretas en
1820, 21 y 22, la histot·ia íle las cos~s de nquellos dias in-
curl'e en errores ¡;raves, é induce con ello á equivocado¡;
juicios, siendo comun aclrnca1· los efectos á causas ot1·as
que las vm·claclerns.
:\lucho han dicho los pocos escl'itores qno han tratado
tle un período clr~ nuestros anales en vel'dad nada glm·io·
so, contra la fatal y desvariaua idea de que una sociedad,
máquina usada para combatir y cCi'l'ibar un gobiemo, con·
tinuasc en juego con la pl'etcnsion de dirigir on conciliá·
bulos scc1·otos la conducta del que había puesto en pié.
Aulot·ít.lad de tanto 1·espelo como es la de D. ~lanuel José
Q.uintmia asienta en sus c:n·tas á lonl Ilollancl que es ab·
surda por de mas la idea de «gobernar coma se conspii·a ..
Pel'o los ccnsol'es, si bien lo son con justicia, olvidan que
hay malas consecuencias casi forzosas de hechos de mala
especie, y que el medio all!'azado para acabat· con el des·
potismo del gobierno ele mm hubo de ser VJluµcrable áUll
á los ojos de hi gente .i uiciosa que aplaudía el para ellas
buen fin á que se habia llegado por nada buen camino.
Pretender qtie, jm·ada por el Hry la Conslitucion, y esta-
blecido corno gobierno legal el constilllcional, se hubiese
disuello pol' voluntad prnpia una sociedad ufana de su
triunfo y llena del conocimiento de su poder, es pretender
una cosa justa, pew apénas asequible.
Sin duda crrnmos ó pecamos gt'RvemenLe quienes, en
vez de disolver la sociedad á que me voy ahora aquí re-
firiendo, atendimos no solo á consoL·vaela viva y en accion
sino á extenderla y robustecerla, y no fui yo de los que
ménos parte tuvieron en tanta culpa. Pern hoy mismo,
cuando lo conffoso y de ello me arrepiento, no puedo ole
vida1• las 1·azones no enteramente desatinadas que inllu-

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RllCUFmnos DF. 1,•N A'.\CTA:-10. 369
yeron en mi conducta y en la de ott·os mis compañeros en
aquellos clias. Que Fernando VII habia jurado la Conslitu-
cion fol'zado á hacct'lo, e1·a evidente, :í. punto de no haber
quien lo negase; que los enemigos del recien entronizado
sistema político eran muchos y poderosos, no era ménos
notorio; que así no podia considerarse la rovo!ncion como
concluida, era opinion de muchos, si bien no de todos, y
áun los que lo contrario decian tenían lr~zas de hablar, ó
quizá de juzgar, en su interior', más que gniados por la luz
de la razon, movidos por la fuerza de su buen deseo.
Ahora bien: suponiendo la revolucion dct.enicla en su
carrera, pero no terminada, porque tenia á su ft·enlc ame-
nazándola :í la contL'arevolncion su enemiga, sin poderse
evitar que de nuevo entt•asen en pugna, convenia que los
constiLucionales, no sobrndos en númcl'o, tuviesen un ór-
den y arreglo interno por el cual estuviesen unidos con
fuerte lazo. Sucedia, corno ánles de rnmper 13 revolueion,
y en los actos que la preparnrnn, que la curiosidad hacía
sectarios á muchos que sin serlo no lrnb1'ian sido libceales
ardorosos. Además el ínt.el'es, no de la clase del indivi·
dual, sino el de partido, m6nos feo que el pt·imero, aun·
que tambien digno ele reprobacion, mo\•ia á los autores de
la revolucion ú desear ser fuerlcs, pim1 afianzar la segu-
ridad y lograr el aumento, 6 cuando ménos la conserva-
cion, de lo que habían ganado. Todo ello valia poco mira-
do como m·gumcnlo cncarninaclo :í juslificar un acto re·
prensible, pero quien Tio le de valor ignoea qué cosa es
lo Uanrndo capitidaciünes de canciencüi.
Al cabo, fuese ó 110 clisculpable, acaeció que l:l sociedad
secreta determinó seguir unida y activa, siendo gobiel'no
oculto del Estado, resuelln al principio :í ser auxilia•· del
gobierno legal, pel'O llevada en brnve por impulso inevi-
table á pretende1' dominmlo, y á veces á serle contraria.
Poco val'ió la socied!ld su p!anla antigua. Fué adoptado
en ella el sistema de reprnsentacion ó electivo. !ladl'id,
"l..i

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370 A:it0;>.:10 ALCALÁ GALIANO.
como ora natUl'al, vino á ser la residencia del cue1•po Su-
premo directot· 6 cabeza de la sociedad enlera. Compo-
níanle 1·epresenlanles de Jos cuerpos llamados capítulos,
constituidos en las capitales de provincia, y compuestos
de representantes de los cuerpos inferiores repartidos en
diferentes poblaciones, ó en los regimientos del ejército
que los tcnian privativos suyos, siendo de ellos á la par
con los oficiales uno ú otrn sargento, bien que en i·aro
caso; pemiciosa idea esta última, que hizo suya, pero dán-
dole extension, andando el tiempo, la ott·a sociedad t•ival,
con notable daiio de la disciplina.
Estaba fornwtlo el ¡;·obierno Su¡wemo oculto (si oculto
puede llmnat•sc uno cuya existencia es sabida y nadie
trata de cncu!Jt•i1·) de ¡rnrsonnjes de tal cual nota y cuenta,
de estos algunos de los de Ja pl'imct·a, ol.t·os no tanto. Del
primer ministerio conslitllcional á que dió nombl'O Argüe-
lles ni uno solo ei·a de la sociedad, ni en el cuerpo dii·ec-
tor ni en otl'o, hasta dcspncs de cumplirse el segundo te1·A
cio de 1820. Pero tenia en el mismo cuet'po asiento el
conde de Tornno, ilustl'e ya por m:is de un titulo, si bien á
la sazon mero diputado á C<jl'tes, pot• no haber acoplado
una legacion que le fué cnnílallu. Estaba asimismo en él
D. Bat'Lolomé GallaL'do, cuyo renombre habia llegado á ser
allísimo al tot'mínar la pl'imcra época constilucional en
i8f4 y cu~'ª fama aún no pocli~ h~ber tenido el menoscabo
que de allí á poco rué teniendo, hasta llegará Ja decaden-
cia suma en que ha lllUCL'lO OSeUJ'UIUCIÜC en Vejez bastante
avanzada; eoncopLo des pues sobradamente rebajado en lo
tocante á su valoL' literario, si bien con más inj usla y áun
loca exageracion avaluado en dias anteriores. Pceclomina-
ba, con todo, en el gobierno de la sociedad, como en ella
entera, el inte!'es rnás que las doctrinos de los hombres
de 1820, los cuales comenzaban :'.! llamarse asi por lo mis-
mo que su intet•cs iba siendo otro que el de los hombl'e.S
de1812. --

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l\ECUERDOS DE UN A'.'IC!ANO. 371
Hasta Julio de 1820 (época en que se abriel'on las CMtes
:primeras del nuevo periodo constitueional), nada hacia la
sociedad más que extenderse, sin disentir del gobierno
legal en punto alguno importante. Pet·o habiendo el minis-
terio dispuesto la disolucion del ejército llamado liberta -
dor, resolvió la sociedad, por medio del cuerpo su direc·
lor 6 aulol'idad su¡ll'ema, oponerse á nna disposicion arre-
¡,i·Jada á la justicia. Pal'a logra!' su intento apeló á medios
harto dignos de rept•obacion, pues no eran ménos que los
de una resistencia, la cual, si bien halJia de comenzar por
medios, annqne ilegales, paciílcos, no podia parar sino en
pésimo fin, ya se encendiese guert'a civil, ya encendida
fllese la victoria del uno ó del otro pat•tido, ya, por últi·
mo, hecha pública la resistencia, viniese el gobierno á
quedar vencido, quedando con esto conclilcadas las leyes.
El plan era que el general del ejército (cat•go ejercido á la
sazon poi· Hicgo, succso1· de Quiroga, al cual excedía mJ-
cho en fanrn) rept·esentase conlt·a la dispel'sion de la fuerza
de su mando, en vez de o!Jedccel' la út•dcn que para lle~
Yarla á efecto habia recibido. Para dot•a1· este aclo de in-
·subordinacion, quitándole su ctn•áclcr puramente mililat',
liubian de r<!presentar en igLwl scnticlo varios cuerpos ci-
viles, y entt·e estos la diputacion pt'oYlncial de Cádiz, á la
cual ni la razon ni áun las leyes de entónces daban dere-
cho para enlromelerse en tal negocio. Pero eslas peticio-
nes unidas, \ll'occdcntcs de un ejército cuyo alzamiento
acababa de ser cororÍarlo por la viclol'ia, y al ctrnl debia
su existencia la nueva Conslitucion, y de una provincia y
ciudad constitucionales como por antonomasia, eran retos
más que súplicas, y quienes las usábamos como instt•umen·
to, las mirábamos como armas que habeian de dat•nos de
seguro el triunfo. Sal\•ó á Ja pall'ia de eslc peligro, pero no
~in causarle gt·aves males, la súbita determinacion de
Riego, que, siguiendo el consejo de un canónigo su her-
mano, célebt'e dllspues por sus 1·arezas, y entónces envía-

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372 A~TONJO HCAL.~ GALTA'.1;Ó.
do á trnerle á Ja razon, por el conde de Toreno entre va-
rios y más que por otro alguno, se vino del ejército, dando
á su viaje el carácter de fuga, pues no tuvicl"On noticia de
su partida sus cómplices hasta dcspues de estar él en ca-
mino.
La llegada de Riego á 1\Iaclrid desbarató nuest1·0 plan
criminal, y desde entónces, por algun tiempo, la socie·
dad sec\'eta nada hizo sino dejarse llevat· por las circuns-
tancias. De los pasos desatentados que dió Riego durante·
su breve estancia en Madrid, lejos de ser consejera, coma
fú entónccs y áun es hoy comun suponer, fué desaprnba·
dora, pero tími.da y calla<h. Llevó, sin embargo, el cuer-
po en algunos de sus miembros el golpe met'ecido por su
anteriot· y mal conocido excuse, pero no met·ccido por los
que se le acliacal'On, los cuales fllcron pre texto ó motivo
de la leve pena impuesta á los culpados, y ele la más grave
del dcsconccpto en que se lrntó de ponerlos, y en parte se
consiguió, llegando á pasar por verdades avel'iguad.as fal-
sfsimos cargos ("l). La pena impuesta á nnos causó en
otrns disgt'.slo y hasta indignacion: nació de ello aumen-
tmse la desunion enl1'C los que cornponian el gobierno
ocullo: se exacct•bai·on las pasiones, y vino á parar la dis-
cordia en una proscl'ipcion, que, pm· fortuna, no pudo pa-
sar de sc1· expulsion lle Ja soci1::dacl de los que en ella eran
rninoda. Alcanzó tal rigor á no menor pcl'sonaje que el
conde de To1·cno, no apl'Ovcchando.le su renombre anti-

(1) Enhe otras ca\nrnnias, coni6 con valimiento In de que tenín.


la sociednrl formado 1111 ministerio, que por un neto de violencia
lrnliia de ser sustituido al que existia. En el supuoslo proyecto me
tocaba sel' ministro do Est11<lo. Aunque cuntaba yo treinta y un
aiios <le edad y ocho de currern. diplomútica, y }laliin siclo de los
:principales entl'e los rcsta1ilecedores do la Constitucion, esta ca-
lumnia me ofendió, más porque purccia una lrnrln, que porlo_in-
funduda. ¡Tanto se distaba entónces de hacer las rápidas carreru
que despues llcmo~ visto!

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llECHRRDDS DE UN ANCIANO. 37~
·guo, ni su recien terminado deslierro huyendo.de 1a pena
capital que, si bien sólo en rebeldía, le habia sido impues-
ta. Igual suerte cupo al intendente de ejército D. Domingo
de Torres, á pesar de su extremado celo del bien y lustre
de la sociedad, celo que se extendia á la obsel'vancia de
los t'itos estimados por okos en poco. Algunos más fueron
los expulsados.
Seguia en tanto la sociedad fria y desmayada. Ern con·
tral'ia al ministerio; pcl'o, como éste se componía de hom -
bres de altísimo concepto entre los constilucíonales anti·
guos, la oposicion que se le hacía era de parte de algunos
hecha casi con repugnancia, y de parte de otros, si con
acrimonia y encono, con cot"ta esperanza del tl'iunfo.
Pero con la division de Jos constitucionales iban co-
h1•ando aliento el Rey y los ¡rnt·ciales de Fernando que lo
eran del golJicrno absolulo. De aquí nacia irse al'rimando
:al gobierno los más entre los ántes sus conlrarios, en tan-
to que; unos pocos, en lre los c11ales me contaba yo, nos
resislíamos á la reconciliacion rniéntras no avasallásemos
.á los que nos habían vonciclo y desconceptuado, guiándo·
nos, ya ciego deseo de venganza, ya razones polílicas de
más ó ménos peso.
Así, cuando el Rey trató de negar la sancion al decreto
de las Cól'tes solwe suprcsion de los monacales, y. cuando
fué fo1•zado á cltil'la por la amenaza de una seclicion que en
la sociedad el e la Fontana babia de comenzar, pero que
no comenzó, por no pl'eslarse los socios ó abrir las sesio-
nes pot• ellos voluntm·iamente suspendidas, el gobierno de
la sociedad secl'ela nada l'Osol rió y nada hizo. Verdad es
que Hegalo y yo, ambos pal'Le del actual gobierno, nos afa-
1wmos, y no sin éxito, porque la Fontana siguiese cerrada
y muda; pero nucstl'a conduela no fué vi censurada ni
aprobada por nuestros com¡m1erns.
Sin cmllarg-o, de allí á poco, cuando, irritado Fernan-
do Vll de haber sido engañado y l.ml'lado al compe;erle á

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374 ANTONIO ALCAL\ GAL!A'.'>0.

dar la s:mcion al decreto que desaprobaba, hubo de decil'"


en privada conversacion á alguno de sus fieles servidot•es
que se westaria á avenirse con los llamados exaltados
para hacer guel'rn á sus ministros, y ánn para sustituirlos
con -DI ros entre los cuales hubiese constitucionales de los
más al'dornsos, llevada al gobierno oculto la cuestíon so·
bre si convendl'ia ó no entrar en trato con la corle, fuó i·c-
suelta por atlrmatiya, pero nos costó gran trab9jo ganai· la
votacion á los que en ella t1•iunfamos, no sin lrnbcr de es-
forzarnos ~n gl'an mane!'a para alcanzar el ti·iunfo, y áun
vimos tal tibieza, recelo, y como pena en los aprobante~.
que reputamos desde luego muy difícil aprovechar nues-
tra victoria. Así fué que los tratos seguidos con mutua
desconfianza poi' parte de los palaciegos y por la nuestra,
oyéndose con poca salisfac~ion todo cuanlo de ello se iba
dando parte miéntras estallan pendientes, pronto conclu-
yeron en un rompimiento, siendo por otra parte verdad
que la perfidia de la corle juslitlcó á Jos que de ella nada
favm·ablc á nuestl'os intentos se promclian.
En los alborotos que ocurt'ieron clmante la residencia
del Rey en el Escorial, en :'{oviembre de 1820, y con mo-
tivo de haber S. ~r. nombrado un ministrn ele la Guerra
sin consult.ar á los dcmas del illinislerio, agregándose á
ello ser el sujelo nomlirndo notoriamente desafecto á la
Constitucion, y haberse dcscubic1·to al mismo tiempo un 1
conjlll'acion cuyo objeto era el rnstablecimiento del go-
bierno absoluto, poco lnvo que hacer el gobiel'no de la
sociedad scct'eta para fon10ntm' el desórllen que desde lue-·
go se manifestó en la capitnl y rein0 en ella duruntc tres ó
cuntro dias. Su resolucion formal poi• vot.acion unánim~
fuó dejar corret· la.s cosas. Corrían, en efecto, como to1··
rento impetuoso, conlt'G la persona del Monarca. No eran,.
como he dicho en otros de estos mis recuerdos, los de la
sociedad ni los apellidados exultados los más furiosos en
aquellos dias, pues los que pasaban por moderados y mi-

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RÉCUEROOS llE UN Al\CiANÓ. 37ti
nistel'iales se mostraban, si no en maym· grado, igualmente
violentos en la sociedad de la Fontana, y pot• las calles y
plazas, heclws teatro ele un alboroto que, no hallando rc-
sistenci3, no causó daños materiales 6 inmediatos. Quizá
no es fuera de propósito decir que en los groseros insultos
hechos al Rey á su entrnda en Madrid de vuelta tlel Real
Sit.io, súlo tornó pmte la gente soez ó uno ú otro loco,
pern cediendo ú propio impulso y no á direccion alguna.
~las si el gobiemo de !a sociedad secreta no fué excita-
dor ni áun siquiera causador de los desmanes tle aquellos
momentos, no se descuidó en punto á aprovecharlos, pues
lo hizo cclcbt•ando con el lllinis~erio una concol'dia como
entre potencia y poteílcia.
Verdad es que el Ministerio hahia m~1dado en aquellos
dias en parte en su conducta, en oll'a pat·Le en su compo-
sicion. Al ministrn de llllramal', D. N. Porcel, había suce-
dido D. Ramon Gil de la Cuadra, á la sazon ni enteramente
moderado, ni exaltado, pern con algo del uno y del otro
carácte1', y además de la sociedad secreta, aunque no del
cuerpo supremo de la misma, sino de otro de los inferio-
res, en el cual estaba compensado lo infel'ior de su cate-
goría con lo distinguido de las personas ele que estaba
compuesto. Como estuviese asimismo vacante el ministe-
rio de la Guerra, ruó nombrado para desempeiia!'le el ilus-
tre general ele marina B. Cayetano Valdés, el cual no era
exaltado, pero habia hecho aclos de tal; honradisimo ca-
ballHo, así como militar valiente, y en quien concueria la
cil'cunstancia de se1• pariente lejano de Riego. Ambas ca-
sas facili Laron la ayencncia ¡ioco rnénos que generalmente
deseada. Pasaron los militares desterrados á ocupar car-
gos import¡rntes, y á mí me cupo una suc1'tc parecida. Fué
muy censurada esta capitnlacion, pel'O los censores afea-
llan más la conducta de los ministros que la nueslra, su-
poniéndola para elloo h1.1millacion y pua nosoLros vic·
to ria.

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376 AUOKlO ALCALÁ GALIANO.

Para hacer constar mejor la paz restablecida entre los


de la oposicion que eran ele la sociedad y los ministros)'
amigos de ellos, volvieron al cuerpo director ó gobierno
oculto los que de él Ir;ibian sido excluidos, pero con una ú
otra excepcion, y entre éstas la notabiliBima hecha de To·
reno, ú quien no alcanzó nuestra amnistía. Sin duda con·
tribuyó á Lal 1·igo1· el valo1• político de tan digno personaje,
y halier él ll'atndo con desp1•ecio la como pena que le ha·
bia sido impucsw sin pr6vio juicio. Así, cuando Argüelles
y Valdés en~rarnn en la hermandad, quedó separado de
ella para siempre el digno amigo de ambos, que era her.·
mano antiguo.
Lo ciet'Lo es que la sociedad secreta se declnró amiga y
auxiliar del ~linisterio, y siguió siéndolo hasla la caida. de
éste en l\larzo de 182f. So p1·oslaron Argüellcs y Valdés á
entra1· en la sociedad, y así lo hicieron, pcrn sin ser del
cuerpo su dil'Cct.or supremo, sino del inícrior de que se·
guía siendo pat'Le su colega Gil de la Cuadra. Debe afia.
dit'se que ni uno ni ot.t·o fue1•on !iermanos muy celosos,
aunque no fuesen infleles, y que anlcpusiernn siempre,
como dehian, su olicio de altos empleados y de ciudadanos
al de socios.
No á lada la sociedad fu6 gra la la i·econciliacion con los
ministros. En el cuerpo su clii'cclor se mostl'alia muy des-
contento, el despues celebén·imo llcgalo, ó ya hubiese
empezado á ser traidor á la -causa constilucional, ó ya es·
tuviese vucilante y jugando juego clolJle, ó sólo alimentase
sn odio sin objeto fijo todavía, h~hiénclole posteriormente
empu,iado las circunstancií1s y su fblta de 11onradez á la
infame conduela que siguió, la cual le ha dado tan mc1·e-
0ida mala fama. Ni era único en su modo de pensar, por·
que en 102 socios ó hei•manos de inferiorés categorías, no
escaseaban, aunque no abundasen, quienes en su opinion
coincidian.
En Fcbl'ero de 18~H (ausenle yo ele Madrid por esLar

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RECUERDOS DE UN Al<"ClA!'íO. 377
sirviendo la Intendencia de la provincia de Córdoba), se
subleval'On los guardias de la Real persona (vulgarmente
te dichos de Corps), tal vez forzados á hacerlo poi· habér-
seles hecho gl'Oset•os insultos. Acudió á repl'imir la suble-
vacion el Gobierno, y lo llevó a efecto; pel'O fué acusado
con poca r8zon Je tibieza y áun de contemplaciones con
los sublevados. Es lo cici·to que en la indisciplina civil y
:íun militai· de aquella é¡1oca, no pocos de los que se pre-
cipitaron ú oponerse :í la sulJle\'acion obraron como de
motu prnpio, m:is que como obedientes :í órclen supel'ior
de legiLirna pl'Ocedencia, y que la cjecucion de lo dispues-
to pol' el Gobierno hubo de resenlfrse tle tal circunstancia.
Los que por exceso de celo, haciendo más de lo que les
et'a mandado, rnet·eciernn ser ti1clrndos de cierto linaje de
desobccliencia, queda1·on por dcnrns ucsconlenlos cuando
vieron, si no dcsa¡wobada, libwrnco lc UfJ!'OIJada sn conduc-
ta. Regato y algun 0L1·0 abrazn ron la causa de estos que-
josos, siendo prob~1blo r¡uc ~11 hacerlo sólo vieron con gus-
to llegada la horn de un l'Ompímienlo, de ellos mucho án-
tes ardienlemenlc deseado. Dcspi·endiéndose del tt'onco
de la sociedad antigua, fueron ésLos á fundar olrn nueva,
si al pt·incipio potrn y con ¡10eas apariencias de medro,
no muy tarde robnsla y poderosa, tal que, si la catásLrofe
que acabó con la Conslilucion y con lodo linaje tle libe-
ralismo, y áun de libet·Lad, no hubiese sobrevenido, com-
pitiendo con la sociedad madre, hahria llegado á oscurn-
cerla y tal vez·a destruirla.
Dió nomlwe y correspondiente fol'nrn, ó fórmulas, á la
novel sociedad sect·et.a (si es qne ue secreta merecía con
exactitud el nomht•e) una idea ele D. Bartolomó Gallardo.
Este escrilm' afeclatlisimo, politico violento más qne ati-
nado ó agudo, se distinguía poi· sn aficion al'dorosa á las
·cosas de su patria y lengua. La sociedad en que él tenia
un puesto de los superiores en categoría, aunque en ella
.no ejei·ciese grande influencia, había Lomado de un¡¡ anti-

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37$ AN't0N10 ALCALÁ ()ALTANO•

gua y exlranjei•a nombi·e y ritos. Bien es cierto que de la


del mismo nomb1•e en olros pueblos se difei·enciaba nota-
blemente, por se1• una asociacion pul'arncnte polílica y
concretat'se á los negocios del pais donde estaba estable-
cida, y que al ritual y planta y ai·r0glo de las de su clase
en tier1·as extrafias lwbia añadido algo peculiai· de Espafia
y del oficio que· en st1 pall'ia eje1·cia. Pero todo ello áun
paYecia poco á Gallardo, resuello á españolizar mns Jos
nombres y símbolos de la que era propiamente una asocia·
cion de españoies consLitncionales ó liberales. Para su in-
tento habia vuelto la atencion á la época de la g·uerra de
las comunid~des de Castilla, trailla :í la memoria de los es-
pañoles con ideas de amo1· y veneracion a quienes en ella
figuraron sustentando la pal'lo del popular por la oda de
Quintan:i á Jnan de Padilla, y por la t1·agedia de Martinez
de la Rosa, cuya hei·oina, que le da litulo, es la viuda del
mismo famoso personaje. De aquí nació un plan de creai•
en la socieuad scct•ola grndos y dictados que vadasen los
en uso 6 se les sustituyesen, tomándolo todo de lo que
habían sido los comuneros.
Tal idea de Gal!at<lo, connrnica<la poi' él en converRa·
cioncs pai·ticularcs, hubo de dar golpe y de ag1·ada1• á
quienes prnycclaban una asociaeion entre secreta y pú-
blica, cuya índole y apal'iencia fuesen µropias parn captar-
se voluntades y encontrar secuaces, parlicnlarmente en
el vulgo. Diéronse, pues, los nuevos scct;.it'ios el nombre
de comuneros, siendo en el uso conrnn m:ís corriente apu-
llidarse hijos de Pmlilla; y llamal'On á sus saciedades par-
ticula1·es Ton·es. A esto afíatlieron varios dictados de los
cai·gos de la secLa, insignias, 1·itos; todo ello en parte re·
medo, pero asimismo val'iacion, de los usos y formas del
cuerpo de que se separaban. Uno ú ot1•0 nombre-de perso-
naje distinguido conlYibuyú desde luego al lustre é impor-
tancia de los comuneros. Ocupaba entre ellos uno de los
primeros puestos Regato, ele no corlo podet• é influjo io-

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l\ECUERDOS Dll UN ANCIANO. 3¡9
davfa en los negocios, y de g1·an crédito ent1•e los libera-
les más extremados, no obstante se1· escasos sus me1·eci-
mientos, aunque fuese de ingenio vivo y sutil y ele extra-
ordinaria audacia y trnvcsma. De mucho m{1s valm· era el
jóven, á la sazon bl'igadiet', D. José lllada Tor1•ijos, de
quien tanto va dicho en otl'a parle de estos recuerdos.
Movió á Tot•rijos á entrm· en los comunCl'OS, además de su
nalurnl fogoso, estar descontento del Gobiemo legal y tam-
bien del secreto de la sociedad antigua, po1·que en ta re-
presion del levantamiento de los guardias ele Corps babia
becho más que otro alguno, y po1• ello babia sido, si no
reprendido, poco méuos. Tambien fué cornuncrn y llegó al
puesto más allo en la sociedad el hrigadie1· Pala rea, en la
guerra de la Independencia acreditado, pern en su clase
culto, guerrillel'O, y en las Córtes, á la sJzon juntas, orador
de la oposicion, si bien lrnhlaba con mas a1·dol' y celo que
elocuencia ó tino. Andando el tiempo, y no pasando mu-
cho, contaron en su gremio los hijos de Padilla al general
Ballesteros, hombre que, ú pesa1· de su co1·to entendimien-
to, habia alcanzado gi·ande fama en la guena de la Inde-
pendencia, y que desde 18-15, época en que fué ministro
de la Guerra bajo el rey absoluto, en dias de safínda per-
secucion do los constitucionales, habia seguido una con-
ducta vacilante y dudosa, y,:\ pes:ll' de ello, privaba sobre-
manern con los liberales más ardientes; ejemplo éste, no
raro, de sujetos que, :iun sin el talento ele set· arteros,
consiguen rnedrm· y tener concepto en diversos y áun
opuestos bandos. Adquirió. desde su enLr~da en el g1·emio
de los de Ja misma comunion política cicl'to puesto como
de maestl'o y porsorrnjc vcne1·ado, el anciano Romero Al-
puentc, cuyo renombre de m:1gislnido clesinteresaclo mal
podia encubrfr sus malísimas calidades; fria mente violento
y predicador do la anarquía, que se valia de medios torci-
dos para rccogc1· aplausos ele la gente müs baladí. Tam-
bien, corno se debía su¡loner, pasú á militar en las filas

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380 ANTONTO ALCALÁ GALlANO.

comuneras Illoreno Guerra, el cual (segun le he pintado en


otros de mis recuerdos ::intct•iormcntc publicados) (1) pa·
recia como nalurnlmente llamado á l::il milicia por la clase
de su inslrucci011, por los húbilos de su \'ida polílica y has-
ta poi· su misnn pel'sona física y lo general de su porle y
modos. Taml>icn figuró y mucho en !a comuneria, sin ma-
~or mérito que el de una osndia é inquietud á que pocos
podían llegál', el diputado á Cól'Lcs D. Francisco Diaz ~Io­
rnles, oficial de m·l.illería compl'Ometido en una conjura·
cion en los dias de la mooal'quía absoluta, y por ello con-
denado á muerle, aunque, suspendida por largo plazo la
ejecucion de la sentencia, log1·ó, á la par con la libertad,
el concepto de victima ilust1•0 cuando vino ú ·ll'iunfar su
causa; de ilustre familia corcto!Jesa, pe1·0 inclinado :.í mez-
clarse con la plebe, no obstante su eclucacion en el real
colegio de Segovia; padrino de todo allloroLo y de todo
albo1·otador (2), y liasla con un m3tiz romo de locm•a
que lrncía ménos criminales sus malos hechos; persona
que mu1·ió ha poco tiempo en indigencia absoluta, hallién-
dose apelado á la cal'iclnd púlJlica para que una suscl'icion
le diese el sustento y abl'igo nccesal'ios, y siendo su des-
gracia tal, que Je solH'eYino la mucl'Le al llegarle el tal cual
alivio de su miseria.
Este último pel'so:rnje, muy dado al cosmopolitismo,
tt·asplanló á España vásl3gos de oll'a so6iedad extranjera
que procuró enlazar con la de lus comuneros; pero el vás-

{l) En los al'tículos cuyo titulo es: Cómo cae ui. mal Gobie1·11a.
Al escribirlo que v« nl'l'iJrn. difccil es no fropezaren uno de dos
escollos: ó el c"ie repetil' lo dicho en otro lugar, ó el de citarme á
mi propio apnreciendo ¡irc,Sllmitlo.
(2) EnLre ot,rns, lHt!Jíaapadrinado á pt•incipios de 1821 aldespues
famoso Dessieres. c¡ue había silla condenado á mue1·te en Barcelona
por tener parle cu una conjurncion ro¡JUl1lica1rn. NÓ fué, como
es notorio, ejecutnda la seatencia, empeñándose los más ardoro-
sos y extremados lilJerales por salvar al que estimaban au caro
berruano, el cuul vino á se1· campean del ab~olutismo.

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RECUERDOS DE UN ANCfANO. 38-1
tago, si prendió, no echó raíces ni medró á punto de fi-
gurai· noLablemente en un terreno ocupado ya por produc-
ciones del suelo p1•opio. Fué así, que recien nacit.la la so-
ciedad de los comuneros, ocu1•c•ió cae!' de súllito la Cons-
titucion española en Nápo!es y el Piamonle, que, prncla-
mada en el reino aquí fll1mb1·ado en primer luga1', habia vi-
vido ~lli alg1:1nos meses, y siéndolo igualmente en la llalia
Septentrional sólo existió en ella algunos di as, de lo cua1
rcsulló habei· de huir del suelo patrio los lillerales más
comprometidos, y acudi1· á Espat'ia, donde encontraron,
comodebian espera1', carificso y úm1 fl'alernal acogimiento.
No se mostral'on, por ciel'lo, ing1·atos los así favorecidos,
pues, léjos de se1·lo, declaraban que en nneslro suelo ha-
bían hallado segunda patl'ia; pel'O la misma circunstancia
de viviL· con los espafioles como hermanos los llevaba, sin
mala inlcncion, á mezc\a¡·sc mudtos de ellos más de lo
justo en los negocios de su m1eva familia. La revolncion
de Italia habia sido ob!'a de una saciedad secreta, t.lesde
1817 ó -12 establecida en su suelo, y conocida con el dic-
tado de la de los carbonarios (ó cal'l1one1·os), la cual se ha·
bia dilatado pm· F1·ancia, donde la saciedad masónica era
lnsLrnmenlo muy conocido y gastado, y por lo mismo, para
fines políticos inúlil entenirnentc. liubo, pues, tambien en
España ve1tta.s de carúo1w.1·ios, pero en co1·to número y con
flaco pode1·, siendo Diaz Thloralcs uno de los que tralu1·oll
de fomentarlas. Andando el licmpo, y ya al empozar '1823,
aspiraron los carbonarios á 8:.tliL· de su oscmidad ó insig-
nincancia, como pegándose á los comuneros más violen-
tos y obi'ando á la par con éstos; pel'o nunca llegaron á
merecer mucha atencion, y áun nna ú ot1·::i fechot•ía que
discutTieron no alcanzó á darles siqniei·a un grndo media-
no de mala fama.
Grande fué la indignacion en la sociedad primitiva al ver
desgajar de su tl'onco aquella !'ama y plantal'la como des~
tinada á ser árbol rival del antiguo destinado á hacerle

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382 ANTO:'\JO ALCALÁ GALl.!.NO.

sombra, y desde Juego á dcsacl'cdiLarle, porque su descré-


dito juslifkaba el nuevo plan lío, suponiéndole necesario
para dará los liberales mejor sombt·a y nutdl'los con más
·saludable fruto. Lo en parle sing11lar fué ve1' entre los
más furiosos anti-comuneros á Gallardo, á quien por sus
antecedentes y conducta babria parecido natural ver alis-
tado en el gremio de la gente más extremada y violenta, y
del cual dcbia presnmil'se que se dejase llevar pm· Jos
nombres castellanos algo auLorizaclos de Ja novel asocia-
ci0n; pero se indig·nó sobl'Omancra de ver como que se
apropiaban su invcncion, y, pudiendo en él más lo literato
que lo político, mi1·6 sólo á los nuevos asociados como á
pl~giarios, les achacó que al robarle sus ideas se las habian
des!igurado por no comprenderlas bien, y dió suelta contra
ellos á sn natnral de homlH'C vano y acre en demasía.
No correspondió la novel asoríacion con odio nrnniflcsto
al de qnc era objeto, poL'CJllC se scnLia débil aún y conocia
que debia ser modesta y reservada, aspirando sólo á co-
brar fnerzas y destinando las que cobrase á una guerra
conlra su rival, pero dilfriéndola para tiempo O})Ortuno.
La caída del Minist.el'io en que llgmaba en primct· térmi-
no A1•güelles, fué dulurosisima parn la sociedad anLigua,
que durante cuatrn meses ha!Jia estado con 61 en union
estrecha, eonlent:indose con ser su auxiliar, y no as-
pirando á dominarle, corno hizo año y medio des pues con
un minisL01·io nacido de sn seno. Los comuneros que
acababan de nacet' no eran muy ndictos á Jos ministros
caídos, pero aparcnlal'Dn serlo, y se excedieron en sus dc-
moslrnciones de enojo poi· el acto que los de1·1·ibó, miran-
do en él una ocasion do mosl1·at· su celo para descubrir
conjuraciones y con,j urados.
Cort•ia en tanto el año de 1821, no exento de turlrnlen-
cias ni de sublevac10nes realistas, pero amennzando con
males superiores ti los que ocurrian, los cuales eran prnnlo
remediados, ó sobresanados.

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nECUlll\tlOS ne u~ A!'\ClAN:Ó. 383
Pero en otoño del mismo año tornaron los negocios un
aspecto y sesgo pésimos, no tanto por hechos de los ene-
migos de la Constitucion, cuanlo por disensiones entre
sus amigos. Habiendo cornelido Riego actos de enorme
imprudencia como ca pilan general que era de Aragon, 1ué
separado de aquel mando por el Gnbierno; disposicion
justa, pel'o que tenía la desg1·acia de ser grata al Rey, lo
cual, sob1·c otras razones, era una poderosísima para que
pareciese injusta, y ánn a.troz, á los libei·ales conocidos por
el distintivo de exaltados. Hubo en !'\ladrid conatos de se-
dicion que fueron reprimidos. Entrnt~nto, cit·culaba por
las provincias la idea de que el Gobierno sup1•emo, dócil
por denrns con la real persona y con toda la corte, iba á
conscnlit' en el ·restablecimiento del poder absoluto, ó en
algo poco ménos. En Lodos los conventículos de la socie-
dad antigua, á la sazonen el apogeo de su poder, era tal
el pensamiento dominante.
En ninguna parte de España eran los constit11cionales
m[1s numerosos, ni contaba la antigua sociedad secreta
con más poder, así por el número como por la.calidad do
quienes la componian, que en la ciudad de Cádiz. Los co-
muneros, escasos en n(lrnc1·0 1 y apénas contando con per-
sona alguna de tal cual valía, eran casi nada en un lugar
teatl'O donde la otra sociedad poderosa habia llevado á
cabo el restalllccimienlo de la Conslitucion, siendo de to-
dos sabido que c1·a obra suya. Y lo fué tambien, y casi ex.-
clusivamenle, el proyecto concebido en los dias de que
voy ahora aquí hablando, y llevado á ejecucion hasta ciei··
to punto, de levantar bandera contra el Gohierno consti •
tucional en nombre de la ConsUtucion misma.
No íué consultado pat·a el intento el gobierno superior
cslalilccido en I\ladl'id. Al revés, procedieron los de Cádiz
ocultandole su proyecto, y hasta fné tildado de delacion
a1gun puso dado pm·a que, conocido en l:.i. capital el ct.afío
que amenazaba, se at.ajase ó previniese poi· la.s vías de

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as.i ANTONIO ALCAL.t GALT,U..-0.

consejo cariñosas y frntcrnalcs, por lns cuales únicamente


podia proceder un cueq10 f;ilto de fuerza matcl'ial, y
que, áun si la hubiese tenido, no hahl'ia querido em.
picarla.
Al cabo la semi-rebelion estalló y se comunicó á
Sevilla, siendo tamliicn allí de la misma sociedad la direc-
cion, así como Jo fue el 01·igen del lcvantar.1iento.
En~ónccs el gobierno de Cádiz estuvo en la sociedad
apénas disimuh:do. Los que no e¡an de ella sabían su exis-
tencia, se mostt•aban pt·ontos :í prest.arle obediencia, ave-
riguab~n ansiosos lo que en ella se tl'alaha, )' esperaban
para curnplil'lo ú s:\l1c1· lo que se resol via.
En medio de esto, el cucq10 llanrndo Capítulo de Cádiz,
al cual ohedecia, 1~1s sociedades infel'iores ele b provincia,
inclusas las de la misma ciudad, numerosas y acaloradas,
se veían en sítuaciDn de uolablc apuro. Muchos de aquel
cuerpo habian n lizado el fuego que veían con pena y ter-
ror crecido lrnsLa sce incendio que amcnn<.nba gt•avísimo
dafio. La autoridad snprcm2 de 11adt'icl habia disculpaclo
mas que aprobado los llcclios de las d0 C~diz y Sevilla, y,
si nada afecta al .Minislc1·io, ni áttn á la mJyoria de las
Córtes, que sólo era semi-n~i nísto1·inl y salia variar, tam-
poco vcia sin borrar (]lle l'uesc á enccntle1·sc una guerra
civil entrn los constitucionales. Los enemigos de éstos so
moslrnban al doble satisfechos, pon¡ue el desót·den les
daba motivo ú censura!' un estauo de cosas que tan malos
efectos producía y en qne c1·un desatendidas impunemen-
te las leyes, y po1·quo esta misma confusion les daba
juntamente materia á la censura, y runclaclus esperan-
zas de triunfo. Pe,t'O en el mismo Capítulo habia hombres
obcecados 1·csneltos á lleYal' las cosas adelante hasta á una
situadon de rebclion completa, míéúLt·as ott·os prncuraban
traer una avenencia que uo dejaba de ser ditlcultosa. En
las juntas inferiores er:i. lo comun estar por los pareceres
más violentos, inlluyr.ndo en esto varias razones: fanalis--

© Biblioteca Nacional de España


38B
rno nacido de escasa ilust1·acion en algunM, temor en
otl•os por ct·eerse comprometidos por los pasos primeros
dados en la carrera de la reLelion, y ambíeion ó interés en
un gran número, qu e esperaban de Ja guerra civil ascensos
y otras ventajas, porque comenzaba a asomat· la idea, lle-
vad:t despues á exlrnrnos a resultas de verla realizada, de
que sembrando ó fomentando las revuellas se coge buena
cosecha de gl'ados y honores. Y si lli00 las Cól'tes, en dos
resoluciones que se contradecían, habían ii la pfü' dado
apoyo al Ministerio y declai·ádosele enemigas, apl'Obando
con eslo último el queb1·antamiento de J3s leyes que como
por fórmula en su primei·:i resolucion sustentaban, ni Aun
esto alcanzó á t.rner :í. Ja surnision á la pal'tc rn:is crecida
de los rebelados en Cádiz y Sevilla, muy numerosos en la
primera ciudad, y escasos en número en la seguuda, pero
dominantes en ambas.
Tal era la situacion de las cosas en C:íclíz al terminar
1821, gobernando alH la sociedad secreta, á la cual obede-
cia, sin ser de ella, el gobernador militar y político;
hombre honradísimo, hasta virtuoso, de mansa condi-
cion, deseoso del bien. y pesaroso del papel que estaba re-
presentando por sentir que con su conducta evitaba ma-
yores mates.
Me tocó en aquellos dias, en que ncnbulrn de ser elegido
ílipntado á Córtes por la provincia de Cácl iz, pasará aque-
lla ciudad desde h1 de Córdoba en que estalrn residiendo.
porque habia estado sirviendo en ella mi empleo de inten-
dente. Rabia yo sido de los desapl'Obnclorcs del pensamien-
to de resistil' al Gobierno Jcg~I; pct·o emrezada, contra mi
deseo no encubiel'to, la gnerra entre los exaltados y los
modcrndos, por cálculo político no desace.rlado, aunque de
mala especie, me había puesto de parte de Jos primeros, y
butlia en su favor, porque preveia que, si tl'iunfando el T!li·
nister10 triunfaba con él la ley, infaliblemente los anti-
constitucionales, unidos á la sazon con Jos ministeriales,
2lJ

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386 ANTONIO ALCALÁ GALlANO.

pronlo se sohreponelrian á sus compañeros, y deshaciéndo·


se de ellos y ele la Constitucion, recogerian todo el fruto
ele la victoria. Salí, pues, pura Cáeliz lleno de pena, des·
contento úun de mi mismo, inciel'to sobre cuál seria el
modo de pensar de mis amigos pollticos, de los cuales ha·
bia disentido al desapi·ohar yo el proyecto del rompimion·
to, y descoso de encontrar tét•minos de avenencia, si JJicn
con poca esperanza de ver rni deseo logl'ado. Pero, llegado
que hube al pueblo de mi nacimiento y tambien de mi
amor·, e~beza de hl [H'Ovincia que me habia elegido dipu·
tado á Córles, encontré que mis amigos, con i·ara excep-
cion, deseaban y~ la paz, viendo cu:in funesla seria la
guet'!'a. !fobia con todo diílcllltnLles eno1·mes que vencer
para reducit· á la olwdiencia á los que lrnbian sacudido el
yllgo y qucl'ian sustentar con la fuc1·za Sll clesobcdiencia.
En dos semanas que pasé en Cádiz apénas salí del Capítulo,
casi coBsLiluido .en sesion 11ernianente. Dello decir quepo-
cos dias de mi larga vida han sido más amargos, aunque
en ella lwyan abundado ho1·as de arna!'gu!'a. Los singula-
res medios por donrle llegamos poi· lo pl'Onto, pero no de
buen~ manera, al fln apetecido, merecen una rnlacion cir~
cunstanciada en la cual se dé á conocer qué eran aquellos
di as.

II.

Si 01·a el Capítulo de Cácliz la única auloddud real y


crdadúrn de aquella provincia, era una autoridad supe-
ditada por los que de ella dcpendian. Así es que no osaba
t.omal' r·csolucion alguna, disimulaba, y cuando se avenlu·
raba á da1· un paso adelante en la cai•rera por donde
los que en él m·an el mayor número querían llevar las co-
sas, al punto se veia precisado á detenerse y áun á ret1·0-

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RÉCUERDOS TJE UN AN"CIANO. 387
11eder, si no en la realitlad, en la apariencia. Hasta con la
minarla del mismo Cuerpo se veia la mayot•ía forzada á
gual'dar contemplaciones, que eran actos de condescenden-
cia. Verdad es que los frívolos prntext.os con que se coho-
nestó el primet· aclo de resislencia estaban desvanecidos;
que habían inlenrenido en el negocio las Cúl'les, y en dos
votaciones, en n9 COL'to grado, si ya no enteramente con·
tt•adictorias, se habian declai·ado conl!'a Jos ministros,
aunque condenando á los semi-rebelados, y mandándoles
~ujet:;rse á las leyes y al Gobierno, y (lo que es más) que,
pendientes eslos sucesos, babia habido una eleccion gene-
ral, y en las Cót•tes electas iba á µredominaL' el partido
exaltado, con lo cual estaba logrado el ohjelo que llabia
dado acasion á la resistencia de los gaditanos y sevillanos.
Pero esto último venía á ser una desgt'acia, pot·que daba un
a!'gumenlo erróneo, pero de !J'l'an fuet·za pnl'a el vulgo, á
los qne insistian en seguir desobedientes hasta llegar aser
rebeldes, sustentando su causa con las arnrns. Algunos
hombres, y de los más notables, causantes ó fautores de
los primeros movimientos, llabian sido el e~idos diputa-
dos, y, si bien con es lo huhia udquí1•ido fucl'za Ja causa JlOL'
ellos abrazada y sustentada, ei·a comnn decit• que, llega-
dos ellos á encumbrnt·se, daban con el pié á lo que les ha·
llia seevído de escalera, lo cual no r1arncia hien, y ánn dolía
á quienes nada habian ganado en toda la serie, aunque no
larga, tampoco co1'La, de aquellos disturbios. Esto decían
algunos, y acusacion tal muy t•epeLida hallaba ravotable
acogimiento en nu·merosos jueces, en liligio en que ei·an
muy crncidos en número los que juzgaban. En la ciudad de
Cádiz la sociedad t.i;mía influjo sobre las clases todas
del pueblo, inclusas las ínfimas, allí á la sazon const.itucio-
nalcs, y sabido es que enlre la gente ruda é ignorante, ias
opiniones extremadas µrevalecen.
Ni se cont.cnta!Jan los de los cuerpos inferiores con
mosLrarse h1dóciles en sus l'euniones y en su manejo para

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888 ANTONIO AT.C.l.t.Á GALlA.NO.
allegarse parciales fuera de ellas, a lo que hacia, y más to-
davía á lo que, no sin causa, sospechaban que intentaba
liacer el Capítulo, sino que le enviaban una ú otra diputa-
cion, que, contrn toda regla, era admitida, y á la cual
se daba voz, si bien no voto, y que al usar ele la voz lo ha·
cía en tono de no encubiet'La amenaza, y como quien
manda en vez de se1· como quien representa. ~la! podía re-·
pl'imit• la ira el p1·esidente del Capitulo, hombre nada su-
frido entóncos, y, sin embargo, tascaba el freno, aunque
sin poder ocu!l.at· qltC se violentaba. Al rcvcs los de la
Col'ta minorfa; viéndose apoyados por gente de afuera,
tipal'ecian no sólo renuentes, sino indignados y sobe1·-
bios.
Pasaba uno y otro dia sin salir de situacion tan angus-
tiosa, cuando urgía una cle~ision final, y apt·emiaban á
darla los sucesos, empujando á ella por opuestos lados. Se
¡iresentó en el Capítulo un comisionado del de Sevilla, ':T
nos echó en ca1·a nuestt·a tinmlcz, declal'ando que los se- ·
villanos (esto es, no los hijos y vecinos de aquella ciudad,
sino los que en elia p1·clcndian llevar la voz. del pueblo)
estaban resueltos :i seguiL· resistiendo hasta que la victoria
en vel'dadct·a lid decidiese enL1·c la causa del Gobierno de
l\hldl'id y la de las pt·o vincias desobedientes. Singula1· era
tal asel'lo, siendo saliido que en Sevilla la poblacion, aun-
que con excepciones, no era, como en C.ádiz, conslitucio·
nal, sino lo conti•ario, por lo cnal, si llegaban las hostili-
dades, difícil habia de ser que no fuese el triunfo de los
pa1·ciales del Gobierno, á los cuales se htlbian agt·egado los
de la monarquía absoluta. Pero cuando á los de Cíidiz, ta-
chados•de tibios, ó quizá de algo más, se ponía poi· ejem-
plo ele at·dor y fol'laleza la conducta de los de Sevilla, á
estos, segun supimos muy en bt•ove; se cHaba por modelo
para avcr~onzarlos, y ám1 parn intimidarlos, los de Cádiz.
Entretanto, el Gobierno su¡wcmo oculto de Madrid, lleno
de <;ongoja y de te1uores, ansiaba pol· \'et rectu<:i~as á.

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JtECUERDOS DIÍ U;i llNCJANO. 389
·aa obediencia a las provincias ya casi rebeladas. Apeló,
pues, de nuevo al consejo, porque otras al'mas no tenía,
y sólo por la vla de la persuasion podia lograr el fin que
anhelaba. No creyendo los escritos suficientes para versa-
tisfecho su buen deseo, cuerdamente dispuso enviar á
Cádiz un hermano comisionado, y al intento, eligió uno de
de los más compl"Ometidos en el alzamiento de t820,
lo cual equivale á decfr de aquellos para quienes la causa
de la Constit.ucion era una misma con la de su interes per-
sonal, pues cayendo aquella, veri1 en gl'ave riesgo basta
su vida. Fué el elegido el olicial de mal'ina D. Olcgario de
los Guetos, á qui en ba visto la gencracion presente figurar,
al cabo, en primer término en el partido apellidado pro.
gresista.
Sabida que fué en lo general de la poblacion de Cádiz la
venida de tan digna pm·sona, y, sospechandose y ánn casi
sabiéndose á qué venía, los m:is extremados y alborotados
levantaron la voz de que un emisat·io del Ministerio habia
llegado con la mira de reducir al pueblo á la servidumbre
y acabar con los patriotas, y de resultas con la libertad
misma. Hubo hasta inquietud peligrosa pot· la propagacion
-de tal rumor, acogiendo la credulidad las calumnias de la
maldad, y estuvo á pique de ser mall-ratado, y áun tal vei
en el grado último, uno de los restablecedores de la Cons-
titucion.
La llegada de Guetos ponía al Capítulo gaditano en una
situacion por un lado vcntajoslsima, y por otro algo apu-
rada, porque si la autoridad del Gobierno oculto, si no de
todos oiledecida, por Lodos declarado con derecho á exi-
gir obedicncin, nos mandaba someternos, de temer era,
atendido el estado de los únimos, que áun á su mismo Go-
bierno secreto la socieclod de Cádiz se declar~se medio
rebelde, llevando delante, hasta sustentarla con las armas
y hacer la rebelion completa, acompañada de guerra civil
.,~ntre constitucionales, la ieparacion de la obediencia á las

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390 ANTOXIO AtÚL,\ GA.l!ANO.

leyes y á la autoridad que en nomiJL'e ele las leyes obraba~


De todos modos, iba á acabat• Ja hora de las dilaciones y:
tergiversaciones.
Pero, si bien el Capítulo podia proceder por si en tan
gt•ave negocio, no quiso, en lo cual, si un tanto se expu-
so, obró con cordnra á la pat· que con atrevimiento, tra-
-yonclo el negocio á la clcliberacion y resolucion de toda
la sociedad scct•et.a, ó, dígase, ele todos cuantos quisieron.
concun·it· con su voto, ó con su voz, 6 con su asistencia á
la dete1·mmacion final sobre la cuestion pendiente. Fué,
pues, convocada, al intento de peomover en ella un debate
y rcsolucion deflniliva, una junta magna para las l)['imeras
horas de la noche. Era csla de las de .Encl'o ('181.2), qne
:íun en las lalitndes apartadas de las polares son bastante
largas, y dan tiempo ¡m·a delenerse en pl'Olongadas discu·
sioncs. Acudicl'On los de la s9cieclad, si todos no, en nú-
mero muy crcrnlo: corrió por la ciudad la riotici~ de la
con vocacion y del negocio que iba en ella á tratarse y de-
citfüse; estaban Lodos suspensos y como. colgados de lo
que iba á dictat· una asociacion ilícita, y hasta el mismo
gobernador y jefe político, no obstante ser honrado patri·
cio, buen caballero y cristiano piadoso, como si hubiese
renunciado á su autoridllll por no pode1· ejet•cel'la, se so-
metía al fallo de un tribunal ó cue!'po cuy@s miembros
estaban anatematizados pDr la Iglesia, sobre sus otras nu··
lidades.
Aunque el Capítulo hahia resuelto sonrnter la cuest.ion á
la resoll1cion ele la il'rngular J1mta magiia, no debia ni que·
ria, ni en razon podia, presentarse en ella sin el intento
formauo de influí!' podernsament.c en lo que resol viese la
numet'osa reunion convocada. Para el intento, era indis-·
pensable que hasla dcsa¡meciese la minol'ia del mismo
CapíWlo, corla, pei·o tenaz, y tal que podria fmsti·a1·
el proyecto de sum1síon, si no aparecia unanimidad en vez
de mayoría en lo resuello por el cuerpo cuya antorida\l.

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RECuJi11oos oi: UN A'.'iClANÓ. 391
iba á ser como renunciada al ponerla en juicio ante quie-
nes de ella dependian. Consiguióse nuestro intenlo, no sin
trabajo, sosegando el homado fanatismo de una ó dos
personas, y úun logrando que guardase silencio otra, cuya
violencia, segun juicio q1Jc pudo ser er1•óneo, pero que te-
nía harto fundamento, parecía hija de malas pasiones "J' de
ambician poco escl'upulosa. Así nos eneaminamos al sitio
donde se lrnbia de celebrar la junta con un tan lo de con-
fianza, pero, ciertamente, no njenos de recelo.
Abierta la sesion, siendo en e\la presidente el clel Capi-
tulo, y, proponiéndose ante lodo r¡ue entrase y t'uese oido
el comisionado del gobierno supremo de nuestn socicilad,
se levantó á oponerse á que siquiera se le diese entt·ada el
entónces famoso escrito1· que llevaba por apellido Clara-
rosa. El la! sujeto, ejemplo last.imoso del influjo que tienen
y poder que cobran on tiempos 1·evuellos personas cuyo
ningun valor moral no está compensado por dotes intelec-
tuales ni por saber, acreditó con sus palabt•as mal zm·ci-
das, en las cuales ni obse1·vó las fút•mulas de la sociedad,
cuán nrnlas eran sus intenciones, y cuán escasos sus recm•-
sos para sustentar sus opinione8. Entre sus errorns, fué
uno apellida¡• á Cuelas emisal'io , dictado que , sin ser
ofensivo, venía á serlo, porque con nombra1· así á Cuetos
se le había hecho odioso ante el vulgo. ~sto pt•oporc1onó
al presidente una ocasion de ensalza!' á Guetos, y de poner
en clal'O, si no cual cm su comision, la alta Jll'Ocedencia de
éste, y por consiguiente, su importancia. No lrnstaron, con
todo, ni la dignidad de la silla pt·e~idencial, ni las convin-
centes rnzones dadas por quien la ocupalJa parn que no si-
guiese Ja discusion sobt'C si babia ó no de enLrat· Cuetos.
Tales trazas llevaba el negocio, predominando en la junta
Jos de opiniones ex.tremadas, si no poi· ser allí los más OU·
merosos, por ser los mjs audaces y llevarse consigo á los
tlmidos ó vacilantes, que parecia casi cierto que el comi-
sionado del gobiei•no de la sociedad no seria ni admiLido

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392 A:-\TO:i!O AlCAd. GALL\NO.
en la jt1nla, cuando el p1'C$iclenlc, sin cspcl'llr la volacion,
dando un golpe en la mesa, con voz clara, fuerte y como
de quien rmnda, Jijo que «Cn nombre de nuestr3s leyes,
enlt·ase al momento nuestro digno hermano.)) Sorprendió
~ lodos el all'evimíento, y siguiú al mamhlo la obediencia,
de suerte que , cuando empezaban los malcontentos á
quejal'sc de Jo que califlcaban de acto ilegal y despótico,
estaba Cuctos en la sala, y llenos de aliento los <leseosos
de la s11mision, y de desmayo, en medio de su furia, los de
la opinion contral'ia. Oido Cuctos, el cual, no por si, sino
en nomllre de quienes le enviaban, aconsejó el desisti-
miento de la resistencia, todavía iba :i rcnovarBe sobre
ello el debate, cuando alzando la voz el comand<Lnte del
batallon de la Prin.::csa, llomht•c de gran entereza y de
aquellos para quienes valian más sus obligaciones de mili~
tar y de ciudacbno que los de miemlll'o de un cuerro no
legal, declaró que él con la tropa de su mando eslaba ru-
suelto á obedecer á la au loridnd legítima y constitucional,
ó, dígase, á las leyes civiles y militares. Era tal modo de
expt·esat·se una cor.dcnacion explícita hasla de la existen-
cia ele la sociedad, ó, si 110 tanto, de la p:wte que la misma
to1mba en la dii·cccion de los negocios públicos, asf como
lo era de todo lo liecho Cll Cúdiz y Sevilla desde los rrirne·
ros p3sos dauos en la caiTe1'a de la resistencia al füniste-
rio. Pero lo :ürcviclo de la declaracion cuadraba bien con
el deseo de quienes deseaban sofocar el incendio que ellos
mismos lrnbian causado y .1lizado. El escúnclalo causó un
albo1•oto ó ¡wincípio de cles1ii•den en la junta, é impidiendo
seguir la discnsion, produjo una cosa á manera de vota-
cion, pern no votacion perfecta, la cual, levantada Ja se-
sion entre quejas y reconvenciones de los veJ.1cidos, vino á
dar ele sí que Cücliz entrase en el órden de que se habia se·
parado. La gente que, en las inmediaciones ó en otros lu-
gares, estaba aguarrlanclo ansiosa á sabet' lo 1•esuelto por la
sociedad, al'bitl'a entónces de la suerte de aquellas p1·ovin·

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t.~CUERDOS r.r:: tJN ANC'All'O. 393
-cias, entendió desde luégo que Ja resistencia había conclui-
do. Al dia siguiente hubo un amago de rnotin dirigido
contra los de la sociedad á quienes con sobrada razon se
:ll1·ibuia el éxi~o del g1·ave negocio que tanto ocupaba Jos
:l.nimos del vecind3rio gad ilano. Pero los sediciosos, fal-
tándoles apoyo, no pas~ron <le amenazar, y u·as dins de
inquietud vinieron otrns de sosiego, ya muy deseados por
la gente de algun valer, y áun por Ja ¡rnrle de ésta que ha-
bía visto con placer y aprobado los primeros desmnnes.
Allanándose Cádiz á entra,. en la senda Jcg31, inmediata-
mente le siguió Scvi'lla, dlinclose el parabien quienes <llri-
gian los negocios en esla úlli1i1a ciudrirJ de verse fuera de
una situacion de angustia y pelígrn. Allí no habia que te-
mer alboroto de la plebe, siendo la de Sevilla, con raras
excepciones, indife1·0nte en punlo á los promovedo1·es de
Ja resistencia, cuaudo no contraria.
En dos provincias rn:.ís de Esp:iña (en Galicia y Murcia}
liabi:J habido movimientos para ayudará los desobedientes
de Cád1z y Sevilla; pe1·0 duró poco el triunfo de los que
los causllron, rcslalileciéndosc el órden é imperio de la ley
sin dificnl lad considerable. En todo ello obraban ciertos
cuerpos de la socidad scc1·etn 1 no en obediencia al go-
bierno de la misma, sino poi· sí, de Jo cual resultaba faHa
de union y concierto en el g1·1.rn1io numeroso de los aso-
ciados en Españ~.
lliént1·as esto pasaba, ~pénas daban sefíul de vida los
comuneros como cnerpo, si bien al~1rnos ele ellos se aso-
ciaban á los desobedientes, como conveília á personas de
las icleas más exl1·emad~Js. Con lodo, ocurrió recien pasa-
dos los lWimc.ros dias de lrnbe1· levnntado la llandel'a de la
resistencia Cadiz y Sevill3 un incide11te notable y extraño.
El Gobierno legal, no llicn supo las inquietudes de Anda-
lucía, cuando cuidó de impccli1· que :i la"s pohlacio11es semi·
rebeladas acudiesen personas cuyas opiniones y conducta
.conocidas diesen fundado motivo de ~emer que fuesen_á

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3D4 ANTO:N!O ALCALÁ GALTANO.
fomentar la idea de la resistencia. Pero cuando esta dis-
posicwn, no muy legal, pero en uso cor.stanle en nuestra
España, donde los mo\•imientos y 1·esidencia de las per.
sonas están corno sujetos á la intervencion de los que man-
dan, estaba Jicvándose á efeeto, se apareció en Andalucía,
con licencia de la supmioridad, Reg~1to, persona muy
principal entre los comuneros, pel'O homlJ1•e d~ cuyos an-
tecedentes conocidos clebia espel'arsc que prcslasc eficaz
auxilio á los desobedientes. No ilullo de hacel'lo, ni tam-
poco lo contrario, á lo rnénos cla1•amente, y la como oscu-
ridad con que vivió enlt'e los sc111i-1·cbclados encerraba
sin duela un misterio, si bien en ello apénas se hizo alto.
Tambien pareció extraño que el ~linislnl'io nom l.Jt•aso
enlónces para dcscmpefiar el gobierno polilieo de Sevilla
á un sujeto de mét·ilo, pero comunero y amigo no ménos
que del anciano Bornero Alpuente, es deciL', de la persona
á quien rnós se allegaba la gente rnós sediciosa. Así es
que en Sevilla, 1·establecido el ó!'den, los pocos hijos de
Padilla que encerraba aquella ciudad, ap~recian adictos á
quien llabia venido á poner, y puesto, Lémlino á la resis-
tencia.
No sucedió lo mismo en Cádiz. Alli creció de súbito la
sociedad comunera, y creció pl'Ocligiosamente, pas:ínclose
á ella todos los de la antigua, descontentos y aun fm·iosos
poi· la lerminacion de los i·ecicn pasados disiurbios. Y
como en C:í<liz las clases inferwrcs crnn conslilucionales,
fué fácil la con11mel'fa aumentar allí sus filas hasta formar
una crecida hueste. De esta ern principio fundamental el
odio á la sociedad antigua.
EolrcLanto, en l\faclríd, abiertas las nuevas Córtes, tra-·
bajaban las dos sociedades influyendo en la conduela de
los diputados que respccLívamentc eran de ellas, los cua·
les cuando ménos componian más de una mitad del nuevo
Congreso.
Pero, coincidiendo con la i·ettnion de este nnevo cuerpo

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J\ECUgRnos DE UN ANCIANO.
legislador y en la esencia soberano, por un lado ser ele·
gido Riego para la pi•csidencia durante el primer mes de
la legisladm·a, y por el ott·o haberse formado un Ministerio
de moderados, todos ellos homhr€s de mét·ito y alto con-
cepto, entr~ los cu~!es descollaba Maetinez de la Rosa, to-
maron las cosas singulae aspecto y sesgo en cuanto al
pi•oceder de los gobiernos ocllltos. E\ de la an ligua no e.ra
amigo del Ministerio, pern tampoco sn enemigo, y los me-
ros socios estaban divididos, cont:inclose entre ellos alí
los hombres más vehementes de la oposicion, como no
pocos ministeriales declarados y celosos. Vino esto á in-
fluir en la mayoría del Congreso :i punto tal que no la
hnlJia fija, sino al reves muy variable, y esto sobre cues·
tiones importan les, sieodo así que, re cien hechas las elec·
cim1es, era gcncrnl esperar, unos con temo!' y pena, y
otros con gozo y soberbia, qne predominarfon constante--
mente los exaltados. En tanto, el gobierno ele las hijos de
Padilla y todos cuantos ele él dependían, hacian al l\linis-
tcrio cl'uda guet•ra en union estl'ccha con no pocos diputa-
dos que óramos de la ott·a sociedad l'ivaL Yo, que estaba
entre estos últimos, obrando ó hablando con desalentada
violencia, como si quisiese pl'Ob8L' que no rnerecia sei•
acusado de modet'ado, como lo habia sido poco ántes en
Cádiz, y que veia mi concluNa api·obac!a y ensalza(la par-
las escritos de los comunerns, y ó tibiamente aplaudida, ó
á veces sólo disculpada por los Je mi llermmi<lad, senU ]()
que e1•a á la pa1· puel'il enojo y justo cólcnlo político, y en
un momento de mal htunot', para el cual no me faltaba mo·
tivo, solté la expi·esion de que mi pue$lO natural entónces-
e1·a estar entre los conrnnei·os. Oyeron algunos de estos~
ami{l·os mios, mis palabras, y equivocando pal' resolucion
deliberada un arranque ele ira, parlieipai·on á su gobiern(}
que iban á contarme en su gi·emio; y ta! era la necesidad
que tenia sn sociedad de recibir aumentos, que pasó nada
ménos que una circulat• á todas las ton·es, hu.;iéndoles sa·

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396 A!ITO~IO Al.CA.!•.{ GAL!ANÓ,
ber la adquisicion de mi pobre pet'sona como una con-
quista digna de rnencion especial. P1·onto, sin embal·go,
vino el desengaíio, poeque pasado el ímpetu en que yo me
habia mostt'aclo inclinado á dar tal paso, determiné por va-
rias razones mantenemie füme en la asociacion á que me
ligaban fot·Usimos lazos. Grandísima fué la indignacion de
los comuneros contrn mi, y si disimulada pot· algun tiem-
po, conservad:.t hasta dm· clal'as y vivas muesLras de si en
período no muy distante.
Iban así las cosas ~n1bajosamente, y estaban próximas
á terminar las CórLcs ordinarias de 1822, encendida la
guerra ci v·il en Calalufia, no sin lentativ~1s de emprendel'la
en otros puntos; no encuhl'icndo el gobierno francés la
mala voluntad que nos profesaba, ni áun su rntencion de
hostilizarnos á la larga; el Rey dispuesto á recobl'ar su
poder anliguo, y ya apénas contento con el Ministerio mo-
derado por él mismo escogido, y lleno de condescendencia
á sus deseos, y las Cúrlcs con escaso conce¡ito, sin fe en
si propias, no atreviéndose ni á dar apoyo al Ministerio ni
á hacerle guerra. En la sociedad de que ~·o era µa1te habia
la misma ince1·t.idumbre que en las CórLes.
Ocurriernn en esto los sucesos que señalaron los dias
corridos desde el 30 de Junio al 7 de .Julio: la sublevacion
de la Guardia Real, y su vencimiento en las calles de la
capital que invadieron. En los dias que permanecieron las
tropas sublevadas y el Gobierno constitucional frente á
frenlól, nada hicieron las sociedades se~relas que no les
fuese C<Jlllun con los demas liberales. La nuestra apénas
e6lcl,t•ó juntas.
Pern la vicL01·ia de la causa constitucional mudó la faz
de las co~as. El Rey, vencido y sujeLo, so veía forzado á
darse por satisfecho con seguir reinando en la apariencia,
ó llicho con más prnpiedad, con que continuase la ficciun
legul que le $UjJOnia reinante, ficc1on como todas las da
jgual clase Je nuJie ere ida.

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llECUl!.IlDOS DE UN ANCIANO. 397
El Ministerio, bajo cuya direccion habían venido las co-
sas públi~as á tan fatal paradero, no podía segui1· gober-
nando, ni él queria. Fot·ma1· el que babia de sustituirle
vino á ser puesto á cal'(~O del gobierno oculLo de n11estra
sociedad, el cual, puesta mano á la obra, la completó
como pudo, aceptando la lista de ministros que le fué pre-
sentada el Rey, tan sujeto á todo que en p1·cstat·se á
cuanto más le dolía encontraba nuevas prnebas de su es-
tado de cautiverio.
No sólo tuvo nuestra sociedad la imprudencia de hacer
nomb1·ar un Ministerio compuesto exclusi ramenle de per-
sonas de ella misma, sino que se mosll'ó satisfecha y áun
ufana de ello, como si hubiese alcanzado una victoria y
conseguido una gl'an vent~ja. Lo que babia logrnclo era
cargar con una responsabilidad eno1·me, introducir en el
Estado un gobiemo secreto al cual obedecia el gobierno
11úblir.o ó legal, y ct·car nuevos elementos ele discordia,
cuando tantos babia que pugnaban unos contrn otros, en
uueslt·o daño y el de mieslra causa.
Grande fué el fm·ot' de la mayor parte de los comuneros
al verse excluidos de pat·ticipacion en el ~linislerio, cuando
éste venía á manos de una oposicion, en la cual muchos
de ellos halJian peleado y sefialádoso. Pero los más de ellos
disimulal'On por lo prnnto, tit·ando :.í contener a los impa-
cientes ó mal sufridos de su so~iedad, lo cual dentro de
b1·eve plazo l!eg-ó á ser nada fácil empresa.
Ot1·0 inconycniente asimismo de bullo tenfa el recien
formado Ministerio. No podian pot· la Conslitucion vigente
se1· ministros los diputados, y era forzoso llamar para en-
tl'Cgarles las riendas del ~obierno á ol1·os hombres en v.ez
de los caudillos de la pal·ciatidad predominanlc en el Con-
grnso, donde tenían asiento los de m:is nombradía entre los
c:zaltados. Ahorn bien; áun cuando lwbría sido dificultoso
hallar en nuestl'lts fdll.s hombres capaces de ser buenos
minis~ros, y t~mpoco c1·a f;i.cil señalar algunos siquiera

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~98 ANTOl'ilO AT.CALl CAUA!'(O.

medianos para cit·cunslancias en que acel'tar era casi im-


posible, crecía de punto la dillcullad si se iba a buscai· su-
jetos idóneos para eslai· al frnnte de la nacion en la minoria
de las Córtcs nuestras aotccesoeas, ó fuera de ellas en lo
ge11cral de los españoles ele algun renombre. En el Con-
greso inmediatamente anterior habian figm·ado los consti-
tucionales de antigua fama, y el mayor número de estos
pnsau<.n por ser del partido moderado, cuando la oposicion
exallada del mi_srno cue1·po, si bien compuesta de pei·so-
nas mu)1 dignas, el'a reputada, y no sin razon, inferiol' en
valor intelecln~l al gremio ele aquellos con quienes habian
-estado en ~ue iTa, y poi· los cuales babia sido vencida 1·e-
pelidas veces. Sín ~q;t·avio de la respetable memoria de los
que en Agosto ó á úllimos ele Julio de 18':l:l se oncal'garon
del gobierno de la nacion, bien puede decirse que no eran
sus fuerzas haslantes á lleval' el grave peso que se echó
.sobre sus hombi•os. D. Evaristo San Miguel, que no había
sido diputado, merncia ser lenido por un buen militar y no
mal lilcl'ato, rccomendúndole además ser amigo y compa-
íi.ei·o de niego; pcl'O por ninguna de sus calidades, á pcsai•
de tenerlas lrncnas, parncia á propósito para ministro de
Estado. Tnl vez el rnin"istel'io de la Guerra, que fué confiado
al general Lopez de lla11os, no caia mal en él, aunque
fuese hiza1•t•ísirno soldado, y homlH'C entero más que ins-
ti·uido ó agudo. Recomenda!J~n á D. José Manuel de Vadi-
llo, diputado que acababa de ser en las C.órles de -1820 y
2 t, su instrnccion algo extensa y su enlónces no mal jui-
cio, así como el llallct· sido ya jefe politico de una provin-
cia en 18H, á posat· de lo cual para la aetividad necesaria
en nn ministro le \"a\Laba nuicho. Aunque nadie podia ne-
gar algun La lento y buena intencion á D. F. Femandez
Gaseo y á D. Felipe 13enicio Navari·o, por eonfesion casi
general, y))()!' no set• SLl.S nombres de suficiente fama, ha-
cían desairada figura en su encumbramiento. La Hacienda
fuó dtvia á J), fü. Egea, pc1·0 sólo en inte1·inidao, pues 110

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flf:CUEnDOS DE UN ANCrANO. 399
obsl~,nle sn de nuestra sociedad secrela, y buen emplea-
do, todavia no tenla nombre bastante para ser elevado á
minisLro peopiel:1L'io. Pol' úlLimo, fué llamado á desempeñar
el alto cai·go ele ministro de :Marina el enlóncr-s capilan ele
navío D. Dionisia r:2paz, que lrnbia siclo dipuLado á Córtes
en las de 18'13 y ,14, pero de quien, p::i1·a no decir más en
su ccnsu1·a, bien puede asegurarse qnc su elevacion ad·
miró al cuerpo de la armada, y no pudo c:rnsar gl'ande sa-
tisfaccion á los pocos que Je con ocian.
Formado el lllinistP.rio, sólo agradó al cuor¡lo del cual
procedia. A no pocos causó disgusto; á lo general de las
gentes sorpresa. No justiílcaron los 11ecl10s los lenrnres de
quienes recelaban ver salir de los nuevos ministl'Os dispo-
siciones ele ''iolencia revolucionaria, ni correspondieron
ellos á las lisonjcrns esperanzas y á los temores que de su
advenimiento al poder habian concebido por un lado sus
:unigos y poi' el opuesto sus contrarios.
Sin embargo, hulio al principiat' los recien nombrados
ú desempeñar sus cargos un momento en que cesaron los
odios anti guos y todavía no aparecieron los nuevos, pe-
ríodo en el cual los parciales de la monarqu!a absol ut.a, no
bien recobrados de su derrota en Madrnl, guardaban si-
lencio, en que los nrnderados, igüalmente vencidos en las
últimas lides, aunque no hubiese siclo sohre ellos directa-
mrntc alcanzada la vietoi•ia, se resignaban á su destino, y
en que los exaltados, 8un los descontentos, no creian
convenie nte (i ellos mismos da1· todavía señal del espíritu
que los animaba.
llli1rn, nombrando general del ejército destinado (l suje·
tar á los rebeldes cat~1lanes, camin8ha á su cleslino con
algunas tropas, y ningun lilJm·al exlrem~do por enlónces
dejaba de tener en nrncho á "Mina, y si otra cosa sentia, lo
disimulaba. Iban á juntarse Córles cxtraorclinarias como
con harta mónos necesidad de tenel'las juntas se había lle·
cho el año anle1·ior, cuando e1•a de los model'ados el pre·

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400 AWTONIO AtC:ALÁ flH.TANO.

dominio, y las Córtes ei·an mi1s que son hoy lo que á todos
los sucesos daba colo!' é impulso, áun cuando las Córles
mismas, como el Minislet'io, h~1bian venido á sel' poco m:is
que ejecutol'es de lo que disponian las sociedades secro-
t:is, ó digamos de lo que diclaba los m~s antigua d9 estas,
sii'viéndole hasta entóoccs 13 novel de auxiliar, si bien no
de buena voluntad, y teniendo que contentarse con censu-
rar á algunos de Jos miembrns de aquel cuerpu, pero res-
petando a\ cuerpo enlern, á lo ménos en público, mién-
f\•as en babliJfas ó en sus coneilinbulos le za heria y tiraba
á desconceplual'le.
Abiertas las Córtes extraonlinai·ias, el primer paso do
estas, de alguna, bien que no g1·ande impo1·tancia, fué
elegir el que babia de set' presidente dlll·ante el prime1·
mes de la recicn comenzada legislaturn. Aqui resultó la
votacion hecl1a con arreglo al espidt"u de los pal'lidos po·
Jít.icos antiguos y no con el que comenzaba á animar á las
dos sociedades hasta eonvertir su rivalidad en guerra;
pues los de una y olrn sociedad scct·cta conocidos por se1•
exaltados se declararon por el candidato que tl'iunfó, el
cual era comune1•0, mientras otrns de la sociedad antigua
ánlcs y áun enlónces moderndos, votarnn con la minoría
casi constituida en oposicíon al novel Ministel'io.
Entretanto, los gobiernos supremos ocultos se ihan p1·e-
parando á hostilizarse, pero con timidez y hasta con vací~
lacion, no sin disimulo, pc1·0 más engañandose á si pro-
pios, á lo m(:nos en los primerns tiempos, que prncedieodo
con doblez ó enculn•iendo con apariencias de amistad 6
de indiferencia afectos de odio y pl'Opósito de empr}ñar
una lid en viendo para ello ocasion oportuna.
En los debates y áun en los votos de las Córles exlraor·
dinarias (~Onlinuó por algunos afas, Ó, digamos, COffiO dos
meses; se vió lo que se habia visto al elegir el p1•esidenLa
del primer mes. El l\liniste1·io vein e otra Jos que le hacia
oposicion, si no violenta, decla.rada, á no pocos de la misma.

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RECt:1rnnos DE UN Ar(C!A::iO. 40t
sociedad ele que é:l habia nacido y de que seguia siendo
representacion pública ó legal, y por la cual el'a dii·igido
en muchos de sus actos, en tanto que encontt·aba apoyo
en lo general de Jos comunerns.
Dalla tal ir1•egularicl:id ma~ería á debates alguna vez aca-
lorados en el cuel'po director supl'emo de Ja sociedad an-:-
tigua, donde pudi;1ndo mas la amistad política i·einante
que ll\ enemistad incipiente de secta, varios nos inclirüba·
mas á los comune1·os, sin llega1• con lodo ú prelend.er
aunar con los nuestrns el iutcres ó principios ue quienes,
como sect:ll'ios, eran nucsleos rivales; pct'o en los cuerpos
infcl'iDl'CS de la sociedad, en Madrid y rnús en los de las
provincias, la enemislacl á los conwnei·os comenzú á dar
muestra ele sí, ~unquo casi siempl'e justillcucla ú discul·
pada por clar(1s provocaciones.
Pcrn un pel'irídico, ú la sazon ramoso, villo ~\ lrncel' im·
posil.Jle la continuacion de la pn entre los liijos de Padi-
lla, y los á quienes estos calilicalJan de her;nrrnos paste-
leros.
Ya se entende1·3 que hablo del Znr1'Ül!Jo, cuyo valor
entónces era gi·andisirno, no estando lasaLlo ni siendo posi·
ble tasarle por su mét•ílo inLrillSl'eo, sino por el que lo da-
ban las circunst:.inci~s, el cunl et·a esc~ndalosamr.nt.e ex01··
bila1:te. Cl'l~ado el '.\Iinislcrio ue una sociedad sola, el
Z1wriago se le declal'ó enemigo. pot' t·azones obvias, y en-
t1•e estas la ¡winc1pat, poi· su necesidad de set· enc;rnig-o del
poder dominante, so pena, si fi ello falt~b3, de no ser leido;
de suert.e que no lrnllo de ser de la oposicion por :;er co·
munero, sino que al revés, se vcia como precisado á lle·
var la voz de la comunet·ía par:i curnplii' con su obligacíon
de hacct• guel'nt al Gobiut·no ~l lodo tt·auce. Sin embargo,
el Z1irriago se declaeaba inlé¡·¡n·ete de los deseos y opinio-
nes de los comuneros, éstos no le desmentían, y los mi-
nistros y la sociedad antigua el'an, no sólo censm•ados,
siuo insullados grn ve mente po~ aquel periodo pt·oct)z.
26

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402 A!\1'0:'\10 ALCALÁ GALIA::\Ó.

Así, los m~s µacííleús no pudimos continuar siéndolo, por


más que nos doliese empezar la campaña.
P,o•a ver cómo esta comenzó './ fllé sq;uicla, no esta1·á
dem~s, áun cu<rndo 1iara ello se vuelva atl':\s un tanto, pin-
ta1· lo que ern entónccs el cue~po directo1· y gobernad01·
de la socil'dad antigua y sus relaciones con los que le
prestaban obedien0ia.

m.

El cuerpo director, ósea gobierno supremo de la anti-


gua sociedad SCC!'da, en Odubr~ de 1822, al tiempo dt;
cong1·e¡;arse las Cúrlcs extraordinarias, est3ba, como áH-
t •s, compuesto de rer1·esentanles de los Capítulos, ó diga-
mos, de las autoridades superiores de pl'Ovinefo. Los mfü;
de los qua componíamos cuerJJo tal éramos clipulados t\
Có1·tes, y de los que más ¡rnpcl hacían en el Congreso,
aunque no pocos 0omuneros tambien ftgurnban en las pt•i-
me!'as filas del mismo Congreso á nuestro lado. Nuestro
presiden le era por entúnces Riego, y no siendo ·la menor
irregularidad de nuestra siluacion .en aquellas horas estar
presidiclos por una persona cu~ as inclinaciones ernn to-
das ltácia la sociedad comunel'a nuestra conlt'ai·ia; inclina-
ciones apénas dísimulaclas y cuya manifcst.acion nos cau-
saba grandes apuros y áun disgustos. En cfcclo, Riego, no
bien fué nomb1·aclo el minislc!'io clo la sociedad con su
anuencia, teniendo en él entrada, y áun lugar principal San
l\Iiguel su amigo, cuando comenzó á quere1· ejercer sobre
este último persor.aje un il11lujo extraordinario, tanto más
insufrible cuanto pretendia ejet•cerle, no en punlo ~ graves
cuestiones, sino en pequeñeces, y para satisfnccion de pa -
~iono.s peL•sonales, ya favorables, ya ad\•ersas á .sujetos

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lUlCUEl\DOS DE UN AKCIANO. 403
determinados. No siempre quisieron ó pudieron los mi-
nist1·os pr1istarse á com:ecle1· prelensiones capl'ichosas, que
á veces eran en daiiQ t.:e hombres apreciables, y Riego,
que vcia en San Miguel un amigo, pern tambion un subal-
terno suyo, mi1'ú i a me:nor 1'csist..:mcia hecha á sus deseos
poi· el novel minislrn como un acto de il1grnLilud, ósea de
rebeldía. Llc;,;ó á L:into el enojo del rarncso general, que
hubo ele parti1·se de :IL1d1·id ¡rnra Andalucia en el mes de
SeLicrnllr'e, y d<J pascal' Yat'ias poblaciones, donde, ha-
óiendo imprudentes discm·sos mal pergeñados, l'Ccibió al-
tos y vivos aplausos de los necios, y fué oido con des-
aprollacion por los entendidos. Era el bcrne de las Cabe-
zas hombr·c dcsínlcrnsaclo en punto {l provechos, y üun en
ruuto á honores, pel'O uo :1si en lo locante ú oirse vito-
rear, para lo cual no excnsaba senirse de artes de toda
especie, y, pc1· Jo mismo L[UO se creía integrn, y tenía ra-
zon de ceeerlo, niil'aha como enemigo d0 mala rrnturnleza
al que Je negaba, 6 8iquicr·a le cseoscal)a, el culto.
No dejaba con lodo niego, aunr¡uc su ínclíuacion ú los
comuneros n::cia de Yc1·se de ellos ~plaudido, de tener
quienes can él coincícliesen, rnanifestúndose, cuando no
favo1·ab\es, po~o ménos á la socie,lall comtrnera.
Ilicn se1·:'.l confesar que, recicn aiJicrtas las Córtcs cx-
traorclinor·ws, y empezados en elins debates de no corlo
empeño, corno resultase que el :llínisterio enconlrn!Ja
fl!el'le oposicion en al¡:;·unos ele nueslrn soi;icclad, Jos más
de ellos personas de valía, y al i·nós recibía apoyo de
casi totlos los diputados comuneros, algunos de nosotros,
uno ele los cualt:s era yo, y con sumo culor ú veces, nos
rnostrilbamos amigos rn:is c¡ue contrnl'ios de la sociedad
rivnl, cu:·u co11ducla polilic~t, fuera del inLeres ó pasíon
de secta, era conforme á la 1iucslra en todo punto. Nacian
de eslu disputas quo en nada Yenian ú pur·u1', pues no ter-
min~dJan en L111a rcso·1ucion, quizú por estar 1.odos seguros
d1J que ::,i aiguna se t1.1mU$c, de nudio sería o!Jedcci\!a,

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404 ANTOX!O ALCALi GALL~·:;o.

Pero el ir1 teres y pasion de sccla ib;rn mostrándose ea


negocios de menor cuantía en si, pern de no inferior im-
[JOL'lancia si se tornaba en cuenta el electo que producian
en los ánimos, y pol' consecucucia en el procedet• de los
individuos.
Al <1brirse las sesiones de nucsit·o cuc1·po, harto fl'ccuen-
tes, se empezaba pol' lo que se llama despacho 01·dinario
en los Cucl'pos legisladores ú ot1·os de índole igual ú pare-
cida. Ya una sociedad parlicular, ya un C:1 pítulo ele pro-
vincia, se quejaba ele los comuneros, C$pceil1cnndo los
agr:ivios que de ell-0s reci!Jian Jos nuestl'Os, y áun salia
mezchu· con la queju otra del Gobierno leg<il, nuesl1·0 hijo
y 1·epl'esentanle, al cual alribuian que faYOrecia á nuestros
enemigos los hijos de Padilla harto mús de lo debido. Es
un escándalo (nos hacía ¡wesenle una socicdocl) que ol em-
pleo tal (y ciLaha uno, ri veces no muy allo ni do grande
influjo en los negocios) haya sido d~\do :"t un comunero,
cuando hay aquí lle1·manos dignisimos 1¡tie podl'ian servir-
le, y le han prctcllllillo con éxílo ílesi'avor~blc á su ¡we-
tension. Ya no es posible (vcnian rlieit'i1do1ws pot' oll'O
lado) suíril' rnús tiempo los insullos üe los comuneros, á
quienes la auloriuad en vez do rtri·enar p;LL'Cce como que
apadrina. En las queja01 de estos últimos \Jalda rnús 1·non,
porque en las prnYincias la Llcsunion eult'u bis dos socieda-
des hahia l legaclo :i ser eiwmislad, lo cual 8e duj;dJa sentir
áun en Madrid, salvo doncle ahundab:rn los dipnLatlos pl'O•
pensos a no mii·at· mal á quienes con ellos volaban.
Pero la bostilidad Je los pcriüdíi.;os eo 1ntmc1·0~ iba aso-
maudo, úun cuando sólo en el Zurriago aparcciesr. des·
embozada, clescarncla y violenta. En la11 lo se abl'iú nuevv
teatro, donde los ele la sociedad de l'ee.lia modcrn~, dcclu-
1·amlo, con fundamento ú sin él, que olm:ban no sólo como
p~rli~ulares, sino en nombrn del cuci•po de qne ei·ar.
miembros, comenza1'on á clcsalat'SC, asi como contra. ei
MinisLel'io, conL1·a el Gobiemo oculto del cual eran rnpre-

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fiECl'ERDOS Jlg 11'.'i AJ'iCIAXO.

sentacion los rninistrns. Fué el nuevo teal!'o á que acabo


~1i10l'a de refúl'i1'me, la sociedad. pati·iótica llamada Lantla-
Jrn1·iana, ahiei·La h:.icia prim:ipios ele Noviembre de 1822.
De ella y de sus e:o>cesos he hablado hace poco, y por
tocante al argumento del ptcsente arlic11lo, dello aña-
dir que casi todos cuanlos allí hablaban se p!'oclama-
han hijos de Padilla y enemigos de aquellos a quienes,
con grosera expresion, cornun enLúnces, daban el mote
de hernrnnos p~1slt:lerns. Asistia á la sociedad Landabu-
ri~.na Homero Alpuenle. y recibia allí obsequiosas apro-
haciones trilrntnclas en su persona á uno de Jos persom1jcs
m8s wncranclos y vcnc1•ados de la novel com1midad. Asis·
l1a asimismo !liego, pc1·0 su asist.uncia sólo servw de pro-
Yocal', ú la pat• con aplausos á su persona, viluper¡os á Ja
sociedad po¡· él presidida, habiendo ú la sazon comenzado
ú oi1·so la l't'<1se, despues muy repelida, de viva Riego si7i
'litandil; grito que oia con frecuencia el así aplaudido, sin
dar la menor n11rnsll·a de dcsaprnhadc.
Agrcg;iba~c ú tocias eslas causas de disension entre las
rlos soeied:1de~ una qn1z:í de supel'io1' gravedad. Estaba á la
sazon hacié11tlosc p1·occ50 c1·irni nal á los pl'Ü1cipal.:)S fautores
y caudillos de la rebelion de la Guat·uia P,eal, ocurl'ida en
los dias primeros de Julio. La causa era seguida ante la
justicia militar con beneplácito y úun con aprobacion do
!os liberales mús extrem~dos, los cuales, por u.na singula-
l'idad, hoy i10 enteramente destO!'t'ada, úun cuando sólo
~pai·ezca en l'fü'Os casos, buscaban apoyo en Ja J!ilicia con-
trn la auloi·idad civil cuando les convenía para el logTo de
sus deseos, cnconlranclo ün el ejército, tal cual estaba en-
Lónccs, instnirncntos pt•opios pal'a el triunfo ó dcl'ensa rle
la causa revoluclonal'ia. Fué nomhl'ado paea fiscal en el·
proceso un oficial llamado D. N. P~rndes, comunero muy
.eslimado cuti·e los suyos. Al encargarse éste de la causa, ó
á peticion propia, ü por disposicíon ajena se hizo :·;nno
separ¡¡do relativo á un D. N. Goiffieu, frances de Dacimien·

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ANTONIO HCAL.t GA.L!ANÓ.

to, realista extren:ado en sus op1111ones, oficial de la(>


Gu:mlias Reales y del l'egimiento ántes llamado de Walo-
nas, y culpado en la sub!cvacion del cue1·po de que era
parte, y en la muerte dada á Land~1lrnrn su compañero por
los soldados. A pesar de ser notoria y grave la culpa del
tal infe!iz, como Lenía cómplices, si no en el todo, en una
parte no leve, de su delito, chocó y no sin razon ver que-
él sólo fuese juzgado como lo fllé, y condenado á muerte,
siendo en breYe eJecutada la sentenc ia. Pel'o á los fauto-
res de la· scdicion y cm1dillos de la soldadesca rebelada
se sujetó_ á una causa larga y enmarañada, con t.razas de
no terminar sino en muy dilatado plazo, rendo el fiscal
Jiuscando delíncuentcs 1}0r todos lados, en lo cual veían
sus amigos in·uebc.s de Sl1 celo, y sospechaban sus contra-
rios intentos de salvar con las dilaciones y complicaciones
á ;1qucllos eo cuya s:ilvácion tenían no cncubiet'to empefio
el Rey y sus pa1·cialcs. Llegú la os;idía de Pat·edes á pedí!'
y logr3r por breves di ~1s la p1·ision de los que habían sido
rninistl'Os en los di as en qne se rcbelú y continuó en rebe-
lion 1n Guardia. Tanto desafuero causó la indignacion, que
no podia m6nos ele ex.cila1·: alzóse un c!anrn1· contra qne
un mc1·0 fiscal y un consc¡o de guc1Ta se a1Togasen facul-
tades sólo propias de las CúrLes, declarando habe1· lugar :i
exigit• la responsabilidad á los ministi·os por sus actos: lle-
vóse el negocio al Congreso, y en él fué desaprolJada la
conduela de Pa1·cdes; pel'O no con la dureza debida, y tam-
poco sin alguna oposicion, siendo yo (con cl'.llOL' y ver-
güenza as! como con arrcpenlimienlo lo conílcso) de lo~
pocos que desaprobaron hasta la blanrl~ y límída desap1·0-
bacion de los actos ilegales y allamente vitnperalJles del
fiscal sospechoso ('!). Abrazaron los co"muncros la causa
(1) Cuando repaso los suc8sos de mi vida y trnt o dcjuzg·arlos.
no con ímprircialida<l. lo cual no es iio sib1e, peto sc~·nn 1ne dieta..
hoy mi co!lc'.c-ncia, y con lu frialdad que trae consig·o el tiempo, no
hay pnrtc de mi carrera en que crea ha ber andado tn.1s etTaclo , ,,

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l\E<.:UE!lDOS DI' U~ ANC.LAKC!.

del de su socicdaLI, diciendo de los de la riv~:l y ya con-


tra1·ia «esla1· visto que ~l minislerio y los amigos dt: éste
querian guard<H' indignas contemplaciones cou los moclc•
1·ados, y, por condesl'.enuencia con ellos y áuu con los
rtialistas, salvará los culpados lmncipales sujetos ú juici(1,
de donde provenw ponerse obstáculos al ho111·ado, celoso
y valiente fiscal en el dcsempcñu de su ·cargo." ,\ acusa-
ciones tales rnsponJian con conLra-acus::wiones los incul-
pados, segun los cuales Paredes se habia puesto de intcti-
gencia con la co1·te, sicn,lo mera aparienci~ el ex.ceso de
su celo, y la realidad que, miéntras lwscaba cri1111rwles
donde mal potlia encon~rni'los, y donde na le en\ lkilo o;i.-
trometcrs(l, aquellos sobre quienes dehia ree:1c1· la pena
escapaban Cllando ménoo por lo µrnnto sm castigo, sieuJo
su defensa lo enredado de la causa, Cllya eomplieacion les
dal.Ja ampa1·0. En suma, para los de la sociedad ministei·ial
vmo á set' casi verdad averiguada estar Pal'edus ganado
por e\ Rey; cat·¡;o Lal vez iujuslo, ú pusar de que su prnce-
der vino al callo á dar :í aquellos á quienea aeusaba, no
súlo la impunidau, sino, con la mudanza C[Ue ocurriú sin
concluirse l:.t C<lllsa, el Lriunro más completo.

de que mas me arrepienta y áu~ fié averglrnnee, •lUe dB tos pa-


sos Ja.do~ por mi en e~ oegocio de Par~cleo, y en toó.o lo rniatív.i á.
mis relaciones <:on el Jilluistc rio y <;oa los cu1nu1i0re>:s ~n Q¡_:tubre
y Noviembra de lijn, tlnranLe los ¡1rimcros m,,~e.-i de ~q uellai> Cor-
tes extraordinarias. Al m~Jitar eo ello a llora, encU<>!Hro <>o mi pl'O•
pio ejemplo. Cl'á11 comunes eu el llürupr0 la ª'l u\ac1on, puos quien
lanicg-aú lus ~órtos ÜG los rey0s la t-nbula <1 10;:; pue i"Jlu8, ó, dü:.iúu-
do:o cvmo so JolJc, á lo;¡ que tom<cnJo ~l nu11ün8 del puelJ lo no pa-
sau de ~er partiU.us. Y0 eutónccs :;ost.enia al i\'L~n¡;:;~ dr io y cvnocia.
sa nulidad; n1a a1•¡•itnaha ó. los c.om.u11cffo8, ~SthUi..io p~r~uudú1o de
Sll malaínJole, cler~1hlÍ11 en púlJltco muclw Je Lo ,¡ue .;o mi itHenor
desa¡wobabu, y mal sati.:d'ed1u de m1 m:a¡;;nhJ. llO me c01·1•ogiadc uua
r,onU.ucta. que estimaba eu algo replen~ilJle. Vdr,!a,¡ ¿,~que 110 tollo
era ~n rui lisolljn, pu0s ~1u.iJiu 'do mi proc.;.id,:,L· lu;;a p~iou, lo cual
es igllulmente vitupara.bl ~. p ~rv 110 t~u fou.

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Ent.relant.o en la tr·ilrnna de la sociedad Iandaburiana y
en .Et :Zurriago e1·:1 el asunto p1·incip;1l tr•a!atlo en aquellos
dias el de PauiclQs y los encansados. Los llermanos pMte-
kros deciau (para usar de bs grnscras palQbras empleadas
enlónces) se lwlrnrn quitado la mascara, apad1·inando á los
conspí1·,1dorns par·a lillcrt.al'los del rig-01' ele la ley, á lo
cual se scgnll'ia hace1· con ellos causa comun, y basta
cebar por tierra la Constitucion, su~t.ituyéndola una con
dos C~1rna1·:1s, ~ las cuales se apcllid~1ba odiosas.
Ya he dielio qne ~1un yo, tacliado (no sin al;;nn motivo)
de inclinurnw <\ los comuneros, no pude sufrii· más vm• á
mis :imigos hechos blanco de acusncioncs t.anlo cuanto
injustas inícuas. Rompí, pues, :inn pm· mi cuenta propia la
gucrn1 co11L1•:i la comunm·ia, aunque no disparando mis ti-
l'OS contrn ella corno sccicdarl, sino sólo ilH:1·ep;rndo a
quienes en sn nombre nos hosti\ízalrnn, :i la par ql:e ensal-
zando los mci·ecimientos de nuestr:i hernianibLl en túrmi-
nos poco pn1dentes. ~Ji folleto (pues un l'ollcto fué mi acto
de hostilidad) valía poquísimo, pero encendió una ü·a vio-
lenta en aquellos conlrn qui@cs eslnha dirigido, los cua-
les me aLrilrnyel'On una írnprndcncia muy supel'io1· á la que
en justwiri dchia ecluírscmc en cara.
La sociedad c1Jm1111e1·a no por esto se h3bia puesto en
gucrrn con la nncsti·n, si bien no desme!1trn :í los qnc bh-
sonaban el~ llloV(H' su voz al ac;isarnos y denosla1·uos. Pa-
reció entónccs como forzoso poner en clarn la situac¡on
respect.iva de las dos potencias semi-ocul~as que existían
dentl'o del Estado legal. A una clcclarncion forn1al de guer-
ra suelen prnccclo1· negociaciones, y el modo de Jrncc1· és·
tas m:'ls solemnes es el nornbr:nmonto de un cn1bajador.
Fué nornbrndo uno por el gobierno tlc nneslra sociedad
para qnc pasa8e ú entenderse con el de la potencia ántes
sólü nval, hasta á veces np~u·enle amig<<, ya en aquella
ho1'a enemiga, pc1·0.:enemiga dnclosa. Pal'a desempeña!' tao
impo1'tante embajada fué escogida mi pobre pe1•sona.

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r.tcmrnnos nE u~ ANcn:-;o.
Ya nornbradu, cuidé de aumentar con ridicuJ·o énfasis la
imporlaucia ele mi mision á la autol'idad delm1t~ de la cual
habia de dcsempcfíarla, so!ícitando pública au(l íencia con
la sol cm nielad cor1·cspondicnte. Fu eme concedida, como
ei·a de espe1·a1-, y dificil es decir, al rncordDl' e\ descmpc-
fJo de mi emb~ijada, quién se llevú en ar¡uella fai·sa la pal-
• rna en punlo á L'idiculez, habiéndonos amlJns pat·tes ex-
trnrnado. Aunque nueslra sociedad anligua se d1~linguia
¡:.01· ~u cerernonial, en el cuet·po gohernuclol' Je ella !a ha-
bíamos ornil1do cntcl'amentc, pern en el de los comuneros,
¡\ lo ménos para acto tal como era el de reciili1· una em-

liajada de potencia extl'afia, Jial:iia algo, bien que poco, en


adorno del 11lgar, é insignias ó condecoraciones en ias
pe1·sonas. Lleno ya de entono, me presenlé haciendo el
papel de le¡rndo romano que intimaba al Se1rntlo ca1·t3g-inés
{[Ue se decidiese sin demol'a por la pnz ó Ja guen·~, 6 el de
ArganLc lrneicudo la misma intim acion it !os Cruzados p!'e-
siclídos poi· Godorredo; y uo se tcttgj p01· pedanle e~•W cita,
pol'que llevaba yo en la mente los lances ú que me refiero
para acomodarlos clispai·atadamente á la ocasion en que
me veía. Si entonado y hueco apal'ecí yo, no lo estuvo mé-
nos el g1·an macstt•e ele la ó1•den que me 1·cc.illi6 en pleno
capitulo. A mis quejas de la conducta de El Z1orria!Jo, y á
mi peticion, 1·ed11citla á que deela!'ase la sociedad no ser
aquel pel'iúdieo re¡wesentante de sus opiniones é intentos
segun él ascgu!'aba, 1·ccibí una respnesla C3si eva.siva so-
bre el pl'in1e1· punto, y sobre el segundo una negativa 1·0-
tunda.
En sum:1, por ambas partes hnllo pompa en los mo·
dos, y sequetfad en el tono hasta raya!' en dcsahrímiento.
l\fe retiré, pues, sin sacar fruto de mi cmll:1jada; mal ensa-
yo de un diplomútico que ya lo habia siclo de veras, pero
en puestos infc1·iorns. Fui muy censurado ele los comune-
ros, y C!'eo que merecia sel'lo, pel'o incm·1·ic!'on en Ja ridi-
!:Ulez de 2füwai· que yo me habia tm·bado y col'tado ante

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410 A:iTON!O ALCAJ.,\ GALLl.NO.

el espcctáCulo solemne que presentó á mi vista su socie-


dad 1·e1inida. ·
Como era de suponer, la negocíacion nrnlog1•ada produjo
cxaccl'harse la guel'ra. Pern como ya entónces arncnnase
una más sél'ia de pal'te de F1·ancia, y como, á pesar de
ventajas alcanzadas sob1·e los reali;;las lev;rntados en Ca-
t:1luña y las Pl'Ovincias Vascongadas poi· Mina y Tol'l'ijos~
donde quiera asomasen partidas de ar.Li-conslilucionalcs,
dando á conocel' poi· estas chispas, y solH'f.J ellas po1· otl'os
síntomas, la existencia de intonso fuego ocn!to pronto á
romper en \"oraz incendio, se veía clal'O la necesidad de
avenirse enll' ~ si los constitucionales, ó, cuando ménos,
de éstos los conocidos por exaltados. Hubo, pues, tratos
paea venir á conciliacion las sociedades ya enemigas, no
¡ior medio de pomposa::; emllajadas, sino por mctlio de ne-
gociadores en confernncia amistosa. l'\umbi·ó para el in-
tento la sociedad comunci·a al genel'al Balleslel'Os, á Ro-
mero Alpuenle y á Hcgato; la nucstj'a :l. Mul'iz, á otro,
cuyo nombt·e no recuc1·do, y a mí, á pesar del mal éxito
del descmpcíío de mi antcriot· ca1·go. Ahierla la conferen-
cia, habló primet•o en ella Romel'O Alpuente, cuyo talento
no era grnnde y á quien entre otras calidades, :rnnque le
sobrase la malicia, faltaba el tino. Díjonos qnc los comu-
ncrns tcnian mnchas quejas de nosolrns, y una de las
princip;iles e1·a que al formarse el Ministerio nos le hubié-
semos ·tomado por entel'O, sin dal'les en él siquiera una
corla parte, y que podia remediarse el yc1·1·0 con darles
una dulaAiü• de miel, lo cunl poi· el pronto bastada, sien-
do por otra parte fácil, pues en el ministerio !labia un Ca-
páz que era muy incapáz.» (i) Iba á cuntinua1· cu~ndo 11:?
interrnmpió su colega Regato, con muestras visibles de

(I} E~to elurlia á <rue E l z14~·;·frig(1 1 una de cuya~ mallas era po~
uer n0mi)t'~i' .1e buda á pe ;·souas conocíc.las, llc:na\Ja al ministro-
dc ~\lur;na Capáz el incapt,z.

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Jti:cur:noos DE UN Al\CL~:iO. 4B
ira contenida á duras penas, el cual ncg6 que los comunt-
ros reclamasen una Jlat·Le en el golúemo, pnes su deseo
era que se gobernase bien, fuese por ellos 0 ]Jor olros, de
lo cual se cslaba muy distanlo. Tocónvs li<~blae en medio
de eslo; pcrn dijimos poco, y sin clal'idacl ni pl'ecision, no
siendo ffoil ayenírnos co n quienes pan)eian rnat 3V cnidos
entre sf, y áun sir1tien<lo Ja maligna co111 pln cencia que es
comun senLit· cuando se ve division entre los enemigos.
Fuérnnse cnz~rzando en su disputa Horncl'O .~ l¡rncntc y
Re~ato; seguimos nosotros mús cdrctcni1.los con sn rifb
y deseosos de fomentarla qne atentos ú lrnscat' una con·
col'dia en aquellos momentos inuscquiil!e, y, sin resolvet·
· ni áun ¡11•oponct• cosa alguna , hahia el cansar1eio do los
disput~1nlcs traído nn mome nto de silencio, cuando i·om-
piéntlole Ballcslcros, lrnsta ontúnccs calltido y medio dol'·
millo, exprns(1 con cuún~o ph1ccr vcia r¡uc al cabo cslúll3-
mos todos aco1·dcs, no pudiendo mónos de ser ~•~i entre
pet·son:i.s anrnntes de l~ libenad y de la ConstiLucion en
igual grado. Aunqne de las luces del bncn ge11et·al no ern
de admiraz· tal ocurt'oncia, todavía liu:Jo do dr:j~ rnos para-
dos, y, ropi·imíondo lu risa, no obsL<inlc b lcnL<1cion fol'lí-
sima que de cll8 nos as3ltú, 8provechnmos en cie 1·to modo
la ocasion ele term inarla confer¿)ncia, no pct·suaclídos como
Ballesteros de que estaba trocado en .'.\mistad el ódio, pei·o-
Lampoco jncgúndolo, y S.'.ltísfucll()S dt.l lwlJel' concluido con
un negocio al cual no cm posible lwilat' buena salida (1).

(\) I'Ql' aquel tiempo conh'l17.aron :í salir ii. luz unas cartas que
se decían del c ompa<lt·,~ <le¡;¡ 7,w···i<i.Qü. en las cn~les se hacía
8Cl'
crn1la g-nm·ra á os te pm·i:\ :lico ~~ :i t o:·1n la socieda:: eomunc:::a. Es-
t.alinn csc1·itas en buen r.:'ltilo, y .ahnn¡lalrn.n en ch :stcs. rnueltus lle
ele eHo.s tl r. 1H1cn:n lcj~. Su autor (por un0s pocos diu~ ig-nUr:ld V) era
11n D. Cb1hriel G:irci;1~ cinc h~1bin sido ücl ay untnmient,v ,le \í~lliríd,
y señalándose iwr una d efensa lle Goifilcu, qu e l~ n1r.t·3r:i6 injustas
censuras, y el mismo qu~ en 183G. rlc·s¡mes del snceM rle la Gran-
j a , fué subs~-C!'et.ario de Estallo. fllucl1 v i:H~om.odo.ron ú los co!nu-
ncr0s las tales cartas, ele que lloy apeuas ltal1rá qu\cu se acuerde.

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412 Al\TO~JO ALC~L.l GALTANO.

Asl es que la guen·a conlinuó embravecida, y áun hubo


de señalarse por un incidente de pocos sabido. Por aque-
llos dias desapareció uno de Jos dos que cscribian El Zur-
?'iago. Cm·rió al momento la voz de que los hermanos,
en aquel lance no pasteleros, sino muy al revés, le ha-
hian hecl10 víctima, y tal vez quitado la vida, ó que á lo
ménos le tenían ence1•1·ado en alguna osclll'a mazmo1•1·a.
Norntl'Os ya nos quejábamos, ya nos indignábamos, ya' nos
lmrlálrnmos de lo que 1·cputálrnmos una calumnia, opinion
que hasta al10rn babia tenido, y sobre la cual me ha he-
cho vacilar un aserto de fecha moderna y digno de ul-
{;Una fe (t).
Miónt1·as seguia escondido , ó por clisposicion propia,
como maquinacion conlrn sus enemigos, ú poi· otra causa
hasta !Joy de mí ignornda, el zm·riaguisL3, alg11nos amigo_p

(1) E~tc escritor de El Zzm·ia110 (D. N. \\Iegía). cuyo compañe-


ro mni'ió pasa1Lo por las ill'mas en JS~J cerca de Allllería. en ulla
loca tentativa de rcst;1hlccer la Cons tituciou, viúó hasta há poco,
pe1·0 vuelto á Sil pat.l'ia rlesde los F:starl0s-Un idos de la America
Septentrional á donde hahia huido en l823, vino t.nn trocado que
no intentó hacer pap'el, como liieu 11oclia ; se mostra1rn. anepent ülo
de au conducta anterior, prefer ía la oscnridad y la indig encia. á.
darse tí. conocer, yes funui. que recibió socorros. de que tenía suma
necesidatl, hasta tlo i\Iart.in ei d~ la l{osR, á quien tanto lrnbía ultra-
jado. pero cnyo perdon solicitó hnrnilii'e y alcanz•í. pngaudo con
gratitu<l el beneficio. Sin cmbnrgo de sn arrepentimiento acompa-
ñado de una confesion de sus yerros, siguió af\rm.indo que real y
vordadcram~nte llahia s iclo usalturlo de noche . y e11ccrrado <lespues
de aprehendido, hasta que al cabo de algunos rlins fué puesto en
libertad, lambíen de noche, dejandole eu una plaza. Tal aserto
ea cligno ele crédito. Pero por el lado úpuesto me consta que le.
sociedad á la cual fuú aehacado aquel acto crimin :ü, ni le ciispuso
ni l e creyó cierto. Quiz:í algunos de ella m ás celosos qne cuerdos
ó just.os. comelíeron tal, sin dar parte de él al cuerpo director, qui.'
na le habría a.probado. Quizá algunas ele sus aparentes amigos
fueron culpados de aquella maldad parn atribuirla. á sus contra-
rios. Da todos mo,los, el asunta queda oscuro, y llevar á él la luz
.Be ha 11echo imposible.

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RECU!ll\DOS DE UN A'\CUXO. 413
de éste, ó que para ciel'tos fines pasaban por súrlo, traza·
rcm su eescale ó venganza.
Ya dejo dicho en una parte anterior de este trabajo que,
como á la sombra de la sociedad comunera, existia cierta
cosa á modo de ramal de la de los; carbonados italianos,
Estos, como si estuviesen cansados de c1ue de ellos no se
hablase, ni áun para vituperados, hubieron de pensat• en
señalarse por un acto de vigor, y, con motivo de la des·
aparicion del escritor de El Zui·1·iago, discurrieron echa1•
mano á una persona de la sociedad á la sazon ministel'ial,
y tenel'le en estt•echo y duro enciet•1·0 en rehene8 del per·
dido periodista. 1''ucron los que tomat·on tal dctcrminacion
pocos en .núrncl'O, y hubo la singularidad de que entre ellos
figurase el que et'a á la sazon óufo cai'icato de la ópera
italiana, mediano cantante, y no mal actor, que salia dal'
que reir al público y recoger aplausos, por geslos raros,
y palabras en espafiol chapm·t•ado interpoladas en el lexto
italiano de lo que cantalrn. No obstante el secreto que cl'a
natural gnardat· en resolucion tan :wenlura(i3, no faltó un
delator ni áun en el escaso númcrQ de los congregados,
así que como á las once de la noche, hallándome yo como
tenia poi· coslumbl'C en casa de mi amigo y colega Istúriz,
llegó á éste el aviso de rni peligro, y él, sin entel'arme del
negocio, me rngó que me quedase á dormir en su casa
aquella noche, d:indome por motivo qne á la mafiar,a si·
'guiente muy tempt·ano habíamos de trntar de un asunto
importante. Accedí yo, como debia suponerse, al deseo
de mi amigo, y llegado el dia siguiente, supe la causa que
me hal.Jia heeho pernoc~at' en casa ajena aunque tan ami·
ga. Con estar descubierta la fcchot·ía trazada, quedó im·
posibilitada su ejecucion. De alli á muy poco, en altas ho·
ras de la noche, ~pn¡·eció en una plaza de l\ladrid, medio
desnudo, el esceilor secuestrado, con lo cual terminó tan
ridículo incidente, rnidosísimo entónces, casi de Lodos i~ -
no1•ado hoy, siendo la comun opinion len.et: el suceso poi•

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41 i Al\TO~IO ALCUJ GALIAilO.

fal'sa di~p11esla poi· la apai'ente vícLima y por aus ami-


gos (1).
!Hucho mayol'es sucesos estaban prepal'ándose en aque-
llas lloras. i\'o lardtll'On en Ilegal' á nuestro Gobierno las
famosas notas en que Rusia, Aust1·i::i, P1•usia y Francia con-
denaban nuestra Conslitucion, y más todavía la revolucion
que había t1·aido su 1·csLablecimiento, declarándose resuel-
tas á obligar á l'..spal'ia de uno ú otro modo á devolver al
Rey el uso de su auto1·idad para que la ejerciese segun
Dreyesc justo ~· oporllrno.
fü Ministerio, recibidas estas comunicaciones, preparó
la respuesta, y la conrnnicó á la sociedad ántes de traerla
á lás Cól'les. El su¡wemo gobierno oculto a]Jrobó plena-
mente la conduela Lh.: los minislrns, y en ciel'lo gt'ado pre-
pal'ó, iwnr¡ue no dispuso del lodo, ni podia dispone!', la
escena del \1 de E11l·t·o de 18'2:-l. .
J\li inter1Lo allürn es L'Cl'cl'ir y no dispul:u, por lo cual· no
pretendo ni J1:;sapl'Obar ni juslifica1· la conducta de nues·
Lro Gobierno al t'esolrnt· cucst.ion de tanla magnilntl cuanta
fué !u que cni:e1·1·ulla la paz ú la guc1·1·a; la sumision de la
nacion 6 su n;~i$lcnci'.l; la posibilidnd ó no posibilidad ele
entrar en t1·:1lo~; co11ducla casi gcnc1·almcnte reprobada,
entro oleas rnzones, por babel'le sido notOl'iamcnLe advet·sa
la fol'Luua. D11·é ~ólo quo de muchos actos de mi vida po-
Ht:ca estoy n1•re¡ientido, y lo conlleso y aun lo pregono;
qÚe de olt·os sigo sal!sl'ei:ho, ánn hoy mismo, en mi inte· .
· rio1· y no lo cucubro; que conozco puedo equivocarme
(1) En prueba de qu~ .isle mnlvauo proyecto existi5, contaré lo
sig~!E.ntc: '(Uu iutimo nmi;..ro nuestro con1unero. concurrente á
·casa ,1e lstúriz. co:llo oyc~<J haJ,lar do la Nunion en que se habia
resnelto el atent~do cuntm mi pcrsonn. clamó que er·a una calum-
nia ó un chisme de los •1ne S'lelen ~Jl'L'el' y creerse entre enemigos.
Pero al dio. sig·uientt3 vr~lviu conf1l~v. y con candor confesó que 11n.-
bia averig-uado ~cr ci~rto \~~\!~r llal,i<lo;tn.l )cinta y tal resolucion
si bien afirmo, CQU y~r..cid:id, qne :10 ualJia ~iuo s.cto lle los cowu~
U~N~•

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nECUERDOS DE U~ ANClAt;O.

:ahora como jnz¡;o r¡ue me equivoqué :i.nLes, y, finalmente,


que hay pasos dados en mi carrera sobre los cualüs hoy
mismo opino que no fueron dados ni con acierto cornpicto
ni con desatino, incluyendo en estos últimos la parte con·
sidernblc que tuve en lo relativo á la res puesta dada á las
famosas nolas. Ct·eo en este momcn lo mismo que nada
habria salvado Ja Co11slilncion, ni Consl!tucion alguna que
no fuese la que da al ~lonarca una aulot·id~1tl 5emi-absolu-
ta, acompafütda de una condenacion solemne de la l'Cvolu-
cion de '18':20; del trúgico fin que cupo á Ja española de
18-12 en 18'23: creo asimismo que prncedimos con poca.
maña y sobrada Jíget·ez;i, et·ramlo los medios áun cuando
~certásemos en el fin que nos ¡woponíamos. Aun cúlculosde
polltica en que pt•edominaba el intci·cs de bande1·ía sobre el
del Est.ado lrnbicron de inlluir en nueslrn únimo, no cono·
ciendo, pern tampoco ignorando enteramente, su íotfojo en
nuestros pensamientos y resoluciones. Nos oiamos acusar
d11 vergonzosas conteniplacíones con los enemigos de la
ConstiLucion y de la !ibe1tad, y hasta de µ1·cstarnos á b
sustilucion de una ConsLíLuciou reformada á la vigente, y
quisimos dcsrncnlir la acusacion, no sin el loable prnpó·
sito, mezclado con nuestra mira interesada, de impedir
una rcvolucion que amenazaba, si nos manifestábamos dis-
puestos á accedet· :i los deseos de los monarcas exlrnnje-
ros, 6 á los del Rey y sus pai·ciales.
Sea como fnet·c, el entusiasmo, en gran parle fucticío,
y ciertamente de pocos, péro apat·cnle, vivo y comLrn en
los que senlhn empeño en la causa pública, con que fue·
ron L'ccibillas las rnsoluciones del Congt·cso en las sesio-
nes de 9 y -L l de Enel'O, calló pot· a!gun tiempo :í los co-
muneros, y :\un los conslritió á mezclar sus voces en el
coro de alabanzas tributadas tí los ministros prnhombres
de la sociedad lle ellos aborrecida. Pet'O quiso la comun
desdicha que al 1·uidoso himno laudatoi'io sucediese muy
en breve un gt•ito de pena y teno1', y tamllien de afectos

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,4:(6 ANTO:-;JO .\LCALÁ GALIANO.

de ira y vergüenza, causado por la derrota de una divisíon


de nuesl1·0 ejél'cito por una partida de facciosos, gruesa
sí, pero al parecer poco i•espetable; det·t·ota padecid12 á
corla distanda de la capital, y que causó en ella un temo!'
sumo, aunque no fundado. Al creerse que los vencedores
podian pt·esenlarse delante de los mm•os, ó, hablando con
propiedad, de !ns tapias ele Madl'id, en cuyo interior con-
taban numel'asos amigos, pensó el Gobierno, forzadv á
ello, con ferie el· 1mndo militm· de la capital al general Ba·
llesteros, lo cual en aquellas cit'cunstancias cm una impor-
tanlísim~ concesion hecha á la sociedad comune1·a. El ne-
gocio vino á las Cú1•les en sesion pública, donde un dipu-
tado com Lllle1·0 cnli!icó ni general agt•aciado ele personaje
que había flgu1·ado en primer tél'll1ino en el caadrn del 7
de Julio, siendo rneibida la expresion con palmadas de los
concul'rentes a la tl'ibuna, en la cual escase~ban, como
siempre escase;rn, los ministeriales. Sobre la importancia
general de nqucllos sucesos gl'avísimos, apfü'cció en ellos
rota la union hasla entónces constante de 1os diputados á
Córtes de la una y la otra sociedad.
Pasó en no largo plazo el peligro rnmcdialo de Madrid,
y del gobierno constituciom1l, pero babia descubiet·to, y
hasta hecho patente el pcligl'o algo m6nos cercano pero
no muy distante en que estaba la causa pública, amena-
zada por fuc1·tc podel', fbr¡uisima en fuerzas pa1·a la defensa.
El conocim iunto riel comun peligrn tn1jo b division al
seno de \a sociedad comunera. De eHa muchos personajes
de nota, y enlt'C éstos casi todos Jos que el'nn dipuLados á
Cót·tes, ménos tres ó cuaLro, más notables por su violencia
que por su brillo, se adhfriernn á los de la sociedad l'ival
dando 8poyo al !\Iinisterio. Pero los capitanes, aunque de
los prinei¡}aics ele su hueste, fueron seguidos de pocos
soldados, y, segun sucede en casos tales, los más vehe-
mentes y cxt.nemados se llevaron consigo ó mantuvieron.
bajo su inllujo ú mando á las turbas.

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417
Estas, casi todas comuncrns, enlrn los libo~l'ales de las
provincias habi:m llegado :1 un cslado de frenl'.!lica ful'ia
contra los de la sociedad su rival. En Cücliz las cosas habian
llegado a excesos inerniblcs. Las cintas y divisas verdes,
en las cpe (como en otra ocasion l1c dicho) vcian los poco
entcnrlidos un slmllolo de la sociedad anliguo, no lrnbién-
dolo sido sino de la esperanza en el triunfo que Jos resta-
blecedo1·es de la ConsLitncion lwbian tenido al acornete1· y
sustenla1· su emp1·esa, e1·an objeto de insulto pa1·a la plebe
líllc1·aL Pernona hubo del sexo femenino, y no de la clase
baja, que se pascti con za¡rntos en qne lo bajo de la suela
era vel'de pai·a indicar r¡ue ocstínaba aquel color á ser pi·
sado. A puerilidades sem e.i~rntcs acompafiaron séríos des-
órdenes, y á óstos actos de despoti smo por parte de la au-
toridad, la cual, no obstante cst~H' en manos de constitu,
cionalos y úun de exaltados, prncedia co n la tir:1nia que en
tiempos lle revolucion, y sobre todo en Espai\a, es la 1•egla
de conduela de los pat•tidos poli ~1cos milita11 tes. En suma,
en tudn la nacían los comnnc1·os numcl'osos y violentos,
con sumo podel' en las polJL1cioncs donde abundando los
lihc1·ales lo era la plebe, y con mt':nos fuerza donde los
constitucionales escaseaban, ó apénas cor1Laban entre los
suyos gentes de las clases ignorantes, se¡ruian á los cau-
dillos Jrnsla entúnces infel'iores en nota que no se hul.Jian
unido al lllimsterio_
Todo ello venia á pnl'Ccer cosa leve, cu anclo llam~1ba la
atencÍOll Ja illV<lSÍOll inminente pi'Onto pasada a SCL' inva-
sion t'ealiinda. Ante ella fueron casi nada en la ap~riencia
las rencillas de las sociedades rivales, pero en la ci¡Hn'ien·
cia y no más, pues :í b sorda otm1b:m, y no tuviel'On paco
inllujo en las dese1·cioncs de los :ínles clefcnso1·cs de la
Gonstílueion; deserciones en que los de una y Oll'a socie-
dad tuvieron igual ve1·gonzosa p~rle, pet•o ú llls c11:ilr.g die-
ron con sus ~1·gumentos prete:\lu los connrnerns mús que
!os de olt'a pm·cialidaLl, poi· lo mismo que, salienuo de
'.l7

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418 AC\T0:\10 Al.OL,\. GALIANO.

ellos, pa!'ccinn m:ís podoi·osas las i·nzones contra la conti-


nuacion de la resistencia.
En efecto, la condcnacion de las rcspuest.as d:1das á las
notas eomcnzti :·i oil'se salid8 de los labios que poco :inles
clamab~m conli·a toda idea de a\·eocncía con los extranje-
ros ó con los i·ea\istas. De aqní siguió des~1probarse la idea
de la ll'aslacion del lloy, Gobierno y Cú1•Lcs ú Andalucía, la
cual era consecuencia forzosa de la resistencia ú la inva·
sion francesa, encaminada á reslíluii· al ncy el lleno de su
podet' pel'llido. Ca~·ó, por proponei· este vi~ije necesario, el
mrnislcrio do los llcnnanos, pc1·0 un motin esc~1ndaloso
obligó al Monat·ea ú repoi:ct' á los ministi·os caidos. Vilu-
pcrat·on cnt•j nces agl'i;lrncnlc los eomlme1·os (si no todos
!os mús Ll.: ellos, y cntl'O üslos los que cnt.1·0 los ánLcs can-
dill,os de l:i sociedad so bullían i·csislido lt unil'sc con los
minisle1·iaks) el atentado cometido conlnt la real persona
y las lcyu~; dus:1calo y úun ext:eso att·oz que no adrnitia
disculpa, pm·ü tal cm la dcsgrncia ele los liumpos que, al
vitupe1·:11·;c cun solH'ada razon, lcnian que dccla1·arso apro-
badot·cs de: una concltwla enyü tfamrno l'oi·zoso Cl'a el
triunl'o du l:i invasion ft·ancesa y la cnitla de la ConslHucion,
lo cual disonaba en boca de constitueiouales de celo ex-
tremado. Lna vez llcg:ldos ol ~lon;11·ea y el Congl'eso á Se·
villa, uuto•;o M!nislm'io, p1:i·n ya no de la sociedad scci·cLa,
aunque de ella runsen V<1l'io~ de los ministros nombi·ados,
tampoco m~i·eci<J la apl'OIJacion de los comuneros, si bien
tuvo en su í>ivor los votos de los que de la sociedad se ha ..
brnn separa:lo. En verdad ya enlvncos ambas soeieclaclcs
habían perdido su rue1·:rn, y las l t1chas, si alguna haliía,
eran como la tle cuc1·pos dúlJili ~a el os poi' achaques de lem~
prana vejez en las cuales se mucsLva el 1·cncor iuvetci·ado,
pero falla po,(or en las cornb<tlit:nles para llacet·so daños
g1•aves. Allemús, en su 111lG!'iz,1• las mismas sociedades esta·
bnn, si no disueltas, comb:;liclas por un elemento de diso-
l\Wi\m lnci¡ii~gte, t. modo de lo que es en lo maLerial un

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!IÉCUERDOS DÉ U!:\ ANC!AliO. 419
cuerpo apolillado del cual se va dcspi·cndiendo resuelta.
en polvo mucha parte, m1éntras lo qne signe en pié solo
existe entero en la apariencia. Algunos de los peohombre~
de los hijos Lle Padilla mas exaltados (no de los que se ha~
bian unido al cabo con la sociedad 1·ival) cnt1·aron en lt'ato
sec1·eto y amistoso con el Rl:al Palacio, pern cslos tratos
conocidos poco diernn de si, ú no ser ¡rn1· lo que iníluyet·an
en la opinion de gente de más pode1·, señaladamente en
los cjérnitos, y, siendo sabidos, no pocEan sce castigados,
ni áun con enll'egal'los á la vc1·güenza y censura, poi·que
hahia llegado la hora en que la opiníon pública, dividid.a,
trabajada, desmayada é inci~1·la, no accrt~ba ú juzgat· ni
~un pa1•a condenar las acciones más reas, y en que, de~­
a¡rnreciendo e! ínlc1·es público, aLcndian los m~1s cada cual
al suyo pl'ivado. J.;n sitnaeion tal foé la causa de la Ccns-
litucion )' áun la de la dignidad de la naeion abandonada
por personas tli) ludas las soeiedll.dos, ú de ninguna de las
sec1·ctus; j)Crsorrns al~ns y bajas; de las únlcs upasionadas
y de las tibias; de las entendidas y de las igno1·an~es. Ejem-
plos hubo en medio ele cslo de hom·ada íldclidad, compar-
Lienclo tambíen la g\01·ia (si en .:llo glcn:ia liahia, aunque
haya quien conlra lo da l'Cgla de j uslil.:ia y mo1·al lo niegue),
algunos comunero~ distinguidos, y uLros que se contaban
en la soc.iod8d nntigun, y ol genera\ Mina ele esta última, y
el general To1·1·ijos fle aquella, pu~licron prescnlarse en
tiet·ra extl'afü1, pt·osc1·iplos, pero con la fren te erguida
como de quienes han cum[llido con su obligacion ~ todo
trance, en medio de numernsos ejemplos de lo contrnl'io.
Ni fueron los goncl'ales citados los únicos dig·nos ele set·
mencionados con alabGnza, porque militares ~' no milita·
res de varias caL~g'.H.-ías h>s acompaii81·on en sn honrosa
desventurJ. Como rn olros do es los mís recuerdos he di·
cha, por consec:nencia de la fl:t\)tteza humana, la cmü apé-
nas consiente que en el hombre no yaya mezclado lo malo
con lo bueao, los que llevaron al desLicrro su hvnQl' in-

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420 At\TONTO ALCAL{ GALIA!'lO.

tacto llevaron con él un tanto de sus antiguas riva\idadas..


Pero, como los aflos de la emigracion engendraron nuevas
pasiones de amistad y áun de odio, al aparecer restable·
cido en España el gobierno parlamentario, ya no revivie-
ron las anliguas sociedades secretas. Hubo, es verdad,
ott•as de que sólo tengo noticias vagas, y áun hubo cierta
cosa á modo de resm·reccion de la antigua, pc1•0 el cuerpo
que hubo de creerse resucitado eslaba meramente galva-
nizado, y, en vez de repetir, remedaba las funciones de Sll
pasada vida. No sé si me engaño, pero, tímido como soy
en aventurar opiniones, todavía me arrojo á decir que el
tiempo del predominio absoluto ele las sociedades secretas
en los negocios públicos, si no es ya imposible, es impro-
bable en altísimo grado.

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XIII.

DEl'OSlCJON DEL REY POR US COI\ TES EN SEV[f,U


EL 11 DE JUNIO DE 1825.

Las t.::órles, de resultas de la invasion del territorio es-


pañol por el ejércllo f1·ances, se habian r-:iti1•ado á Andalu-
·cía y abiet'lo sus sesiones en Sevilla, habiéndose traido
cons;go al Rey, su enemigo, pero embozado, y traídosele,
no sin haberse él resistido á hacer el viaje, si bien valién-
dose de pt·etextos no políticos, pero tan claramente pre-
textos, y no más, que nadie ignoraba, ni S. 111. mismo pre-
tendia ocultat• del todo, que eran un modo decoroso de
.declarar su rcsolncion de esperar á los invasores, los cua-
iles de hecho eran sus mejores amigos, aunque de de1·echo
[6 de oficio apat'ecian siendo sus contrarios.
l Las Córtes en Sevilla discutian, delilicraban, resolvían,
pero con evidente desmayo, que era forzosa consecuencia
1
de las Ll·isllsimas circunstancias en que se hallaban. Velase
~claro que del pueblo, si no la pat'te mejor, ln mucho más
'numerosa, hacía causa comun con los invasores. Flacos de
esplritu, si no traidores, los generales se rcnclian a1 peso
·de desdichas superiores á las que pueden rcsistie humanas

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fuerzas. Divisáhase la nube desde mucho ánles formada, y·
se la nolaha crc~ccr en negrura y oscuridad, hacer ya ex-
ttagos en los lngares ú que a\cm1zalrn, y amcnnm· con
otros, tal vez nrnyores, aquellos donde no babia llegado,
poro ú que se venía euca\ll icrnntlo con mediana rapidez, si
bien con curso que no po<lia ser al ajado. En el mismo
Congreso, lo que babia sido unanimidad en los días 9 y
H de Enero, en :\layo era ya sólo maym'í8, si numerosa.
aún, poco alent~;da, y :í lrr cual se oponia nn:i minoría va-
liente, cuya osadía y íh'rneza declarnban que contaba con
auxilio poderorn.
Fuera del recinto en qne se celebraban las sesionas, !Gis
díputaclos estaban, corno e1·a fuet·za sncecliese, inquietos,
trislcs y dudosos en punl.o á la conducta que dellb seguir-
se, c11ando se csta])a yiniendo ú liet·ra la fabl'ica ele c¡uc
eran cnslodios. En1 comun qucj~rse Lle que nada se hacia;
pel'o provoco dos quienes así se qnej~1ban ú indicar qué po-
dia hacerse, nadie ncerlalln ú p1·opone1· co~a alguna, por-
que, en verdad, n:.ida h:illia que hacer, si no seguir la guer-
ra . y llevar los royeses que ornu de ella consecuencia, con
rcsignacíon, tanto mús difícil de tener, cuanto que el trá-
gico fin de la Conslilucion se dcscubria el¡1ro y ú poca dis-
tancia. E\ l\linislct·io, incornplelo '/ hecho ú retazos, no
gozaba de la confirrn7.a del He y, el cual, sin embargo, le
mí1·:1ba con cicl'l.o afeclo parecido ú gr3l.ilucl, porque le
ltahia libet'tado de olro de él tan odiado como el de San
J\ligucl y conso!'lcs, pero quo le lrnbria prnfcrido al de los
comunei·os y de Flores Estrada; gente, en verdad, más
extremada en sus doctrinas contl'a1·ü1s ~ toda autoridad,
inclusa la del trono, pero uni<la enLC1nccs con \a corte y
las reales pel'sonas por comun abon0cimicnlo :í. la so-
ciedad secreta, su enemiga, en :iquellus horns ¡n·edomi-
nante.
Las dos sociedades scgnian en gnerrn m;\s rencorosa
que viva. De !u comunma se habian separado muchos ds

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11ECU~~RDOS DE UN At;CL\:SO. 4·23
los de superior valer, y de ellos no pocos diput ados pasa·
dos ahacc1· causa comun con el ministe1'io de San ~ligue!
Y con el que le habia sucedido. Por eso los flelos ú la ban-
dern com1rnen1, sin prnfes8t' ideas muy mo1~(11·quicas, se
lrnbinn, con lodo, ai·1·imado á 18 ¡1e1·sona de Fernando VII
y á Ja corte, rep1·obando Ja gu~rrn empezada, y pint.ando
posible un ~juste con las f1·an ceses. La o lrn sociedad, de-
bilitada por su mismo t.t•iunfo. y porque, habiendo gober-
nado por algun tiempo en m~ilas i::i1·cnnsl.ancias, lrnbia co-
metido graves yerros, se senLia incapaz de hacer frente á
desdiclrns de que se la hacía, y no con grande injusticia.
responsable. En las reuniones el e! cuerpo ]Wincipnl di-
rector no se formab~n ya los planes del Gohiemo, como
sucedia en los úllirnos meses de -18:22 y principios de 1823,
cunndo el ~linislcrio era poco m[ts <Jue cjcctüot· de las re•
soluciones de la sociedad; cosa (l que no se habt·ia sujetado
Calatt'a\'a, y algu n otro de sus co111¡rníieros. En medio de
esto, dictando, segun con frecucneia sucede, la flaqueza
actos de violencia, y tamllien lleYando el hcr:lio mismo de
no tener qne bacel' ú p1·oponer 6 pcnsn1· en clcsatinos, ocur-
rió nn dia en In Junta, que era autoridad rnp1·crna de la
sociedad, cncont.rarse en l3 bolsn llamarla Saca de proposi-
ciones, donde, conforme á rito, se pcesenlabün lodas cuan-
tas se hacían ignol':\nclose sus autores, una t'cdnc icla ;1 que
se discmi·icse medio ele acalrnr con Fernando, y :ítrn con
su real familia ('l). lndignó sobremanera Lal il\c8 fl ral'ios
de Jos concul'renles, y ~nLre ellos á lstin·iz y ~l que esto
(1) Este incidente t\lYo resultas. Hubo tle rr,vclar\e al 1·~y un
traidor, á qnien him ltil el miedo. C0m1•ró el rnY~l;idm· su verdon
eon e~ta liajeza; pMo, ~iemlo hombre cnii>11'tle ¡:or e:,t.r~mo, el pcn-
smniento de que podl'ia t~ner cousccucncias ¡1ara él funest as su
accion, le trnjo una enfermedad que le acalló con la ,.¡,Ja. Qnedó de
la dehtGion tcstimunio cu una clúu~ul<• <ie la amuii<lín <lada por el
Rey a1Jsolnto en ,\layo de 1821. dOJl(]e se exceplnaba del pcrdon á
clos qB~ 6il· .sodeclc{d\1s scr;r·ern.s in¡l;i·~scn V•ºCJ)Hi.JSÍ O la- 1il!{Crte dei'. Rcv
ó de otl'as personas reales ..

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ANTO:ilO A.LC.\Ü GALIA~:O.
escribe, y nos sc¡Jm·amos de la sociedad, ú punto de decla-
ra1· que no asi~lil'iarnos en adcl::mle á sus Juntas; lo cual
cumplimos, viendo en el acto de aquella propuesta, no sólo
un Cl'ímcn, sino, como tcnfarnos razon para presumir, un
lazo qlle se nos arniakt. Du es le modo !:is dos sociedades,
pocu ántes r,;igantes, y disputándose con calor y ruria la
dominacion, lwhi::in p~rdiclo eu g1•an paite su fuc!'za, como
en aquella liora lo h:tbia pcl'dido todo en el gremio de los
constitucionales, el cual iiJau rnduciemlu continuas dese1··
ciones.
El estado de la poblacion donde cclcbraha sus sesiones
el Gongl'cso, y donclc rcsidian el llcy y su Gobierno, dis-
t~lrn mucho de ser saLísr~1 c tot'i0. Eran unmtHosisi111os en
Sevilla los parcü1les del l\oy absoluto y enemigos de la
Constilucion, y ~úlo poi· lo eobat•dcs no se ilacian en alto
gt·ado temibles. La milicia nu<:ional sevillana, poco nume-
rosa, no ínspil'aba ni temor ni confianza. ta tlc Madrid,
twslaclacla ~1 ;\ nllalucia con el Gobiel'no, el'a ai·dol'Osarnente
const.i1.uciona1, pel'O d~ su mismo al'da!' había que recelar,
porque una pal'le de ella, corla, pcrn atl·evicla, lomaba,
como siempt·e aconlece, el predominio en el cuerpo en-
lero, cuya voz inteut.alJa llev~n., y en cuya conducta á ve-
ces ínlluia. En vcl'dad, los dog balalloncs de milicianos
que, a~omp : 1iiando al í\cy y al Congreso, habían hecho la
lai•ga mai·cliu de ':'lh1d1·id á Sevilla, nada ménos que admi·
racion moi·ccian ¡101· SU l~Jcm¡1Lu· conduela, en que la clísª
ciplina, por sel' volun Lari:i, no dejalrn de set· severa; por
su pol'le rnfü·ciul, y pol' su suf1·imienw en el viaje, en qua
hombres ucumoclaclos y c1·ü!dos con cic1•lo grado de re-
galo, habían lic\'udo l:is mis1ms pcnnlid acles que los sol-
dados vcrdaderns, ~· llcddolus con alcgt'ía sernna. Pc1'0 un
tercer halallon qne st1li6 Lle la t:apilal de España bastante
despues 11ul' los otros dos, se dislingula Lle éstos poi· el
espl!'itu que le ~1ui1nt!lrn, ~iendo ~-dbornlaclo y iirnpenso á
la ~01h:iv11 y a lvdo 11nuJe de eli.1:esos. Heeio11 llel;)aLlo á

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Rt,:CUEnDOS DE l:il" .le\C!A!\0.

Scvílla este lJ¡1tallon, al recibi1·se la noticia ele dc~mancs


ocm'l'Hlos en ~fad1'id al entrar en la capital los realist:is y
los franceses, a!rnltando la voz públic:i lo que en sí ya no
era poco, tratarnn losnnevamente venidos de tornar lo qu~
llamaban re¡msrtlias eu los absolutistas sevillanos de los
crímenes Lle los absolutistas mach'ileños, y, para el intento,
ya en sí injusto, como !o es castigar ajen8s culpa~ úun en
el cómplic0 en la intencion pel'O no en el acto, se valieron
del peor medio posible: armaron un alboroto en que cayó
asesinado en Ja ('allc llH stijcto desconocido, y fue saqueada
una c;1sa donde resiclia un dipntaclo :l. Cúrles, vit'luosu ecle-
siástico y juicioso constilucional, que ¡iel'Clió su escaso
haber sin perd ai· por esto la sc1·eniclad plácida de su con-
dicion, poi· que se dislingnia. El Ministerio, del cual era,
si no presidente, por no liabei· enlónces entre nosotros Lnl
diguidad, el pl'ineipnl en cons1clci·ncion é influjo, D. José
Tllnl'íá Calatrava, obro coa lodo el vigor posible, separando
de su destino ni jt:fe político de Sevilla, ilojo poi' clenrns en
aqn3l suceso. Pcl'-O lo posible en vigor ~rn harto poco en
lleras de tanto npuro y pcli~ro, y así los c\emcnlos de
clesórden subsislk1n fllc1·tes, mGl contenidos y amena-
zando ex.tragos para el momento seguro ~· Y~Cino en que
sucesos grnvcs viniesen ,·t ac[\bar con Ja l'ue1·za que los
con tenia.
Tal era el estado de las cosas, cunnclo se supo que venia
<1delantando el ejéi·cito \'!'anees, el cual esl<1ba ya próximo
:i. invadidas Andalllcías pot· los caminos que !as separnn
de la ~lanclia, ~in que existiese fuerza armada capaz ni
5iquiera de <lificvllill'les llll tanto el paso. R! ej0rcilo, 0,
diciémlolo con nüs ¡1i·o¡iict\Ud, Ja corla diyision que habia
llevado el nomlJL·e dé L'i~rcito, y cuyo mando había tenido
el conde de La Bisbnl, puesto á las 1)rdenes del general
Lopcz de l3a1ios, lrn\Ji¡; emprendido )'lOl' Extrenrndma su
retiracla, del~inlc ele. los itiYn~ores; pern de él !legar.un al
Gobierno p0cas y confusas no!icias, pol'que los pueblos

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426 i\:'\TO~!O ALC-IL,\ GAIH:XO.

nada dispueslos á favol'ece1· á los consLil.ucionalcs ponian


obstáculos ú las comunic-8ciones. Poi' esto, el Ministerio,
que conl<iba con las Lropas de Lopcz de Baííos parn culn·ii·
á Sevilla, y con la ciudad al Itey y ú las C1'.irtes, lrnbo de
pcnsat• en enviar ~1l genernl Luia persona ele confürn~n para
sabee de él, cnlcnde•·sc con el y conccrlal' las c\1sposicio-
nes pm· las ctwles lrnbi<i e\ Gohic.1·no de salvm·sc de cae1•
en poclci· del enemigo. QLdso la desgracia que el comisio-
nado, por rnoti\·o que no es del caso rde1·i1·, peqneííísimo
en sí, pcrn por sus conscc11encias grnve en cxL1·cmo, cum·
pliese tan mal su encargo, que ni saliú d1~ Sevill:i, donde
estu\'o escondido p:n·a no ponct• patente sn c.nlpa, y de ello
se signió, con ignot'a1·5e su pal'~Hlern y el de las tropas á
que lta!Jin sido enviado, bacel'se las niús fatales su¡)Qsicio-
nes. Enll'etanto, el que debía set· cjét·cito, y no lo et·a, y
cuyo n(wleo estab:i en la parte. m~1s rneridion;ll de Andalu-
c!a, mandándole el gene1·al í"il\ac~.m¡ta, de nada podia ser-
vil-, y adernús su genCl'al, lwm·aclo, pero no de ~randcs
luces, cediendo á un uso de pl'Onto introducido, pasó al
Gobierno un esct·ito, cuyo o\Jjclo mal pocha uonocerw, y
el mismo escl'itm· no podl'ia hahci· explieado, en el cual
exponia y pondet'j]ll\ las dificu\lades de 1·esisli1· á los
enemigos, á punto de convcrLil'l~1s en imposibi lidad abso-
luta.
Tan con~ojosa situacion pal'a los conslilncionales era
la en que se veían en ci dia ·10 de Junio de -1823, víspera
de olro funcsLisimo, en que todo Cl1a1llo podia hacerse
era escoger enLre gravisimos males uno que. por sc1· me-
nor que otros, no deJaba de ser un mal en g1·ndo no pe·
qucño.
Yo (pues fUCl'7.a es hablar ele m! en lances en que á mi
pequcüez loc.ó arrnrncc1· en pl'irner Lé!·mino) me encon-
, ti·aba aquel dia en cama, con alguna calenlura. E1·a á la
sazon mi compafíern inseparable el duque ele Ve1·agna, mi-
liciano de caballcl'ía de lllaüdd, el cual, sepadmclose de.

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RECUERDOS DE Uli Al\"GlAliO. 42'7
mi cabecera, vino pronto á avisarme que el Congreso es-
taba en sesion secreta porque le habían llegado importan-
tes y malisirn~1s nolit:ias. i\le vesLí apl'iesa, salí, me enca-
miné a\ lugar donde se celebraban las sesiones, y ántes do
llega1· á él, t1•opecé con varios diputados amigos que se
-..-olvian, acallada ya Ja scsion, que ruó muy b1·cve. Lo qne
á ella lrnbia dorio motivo, era un oficio ú parle reci!Jido de
un Don N. l\lateos, jefe político de una ele las prnvincias
andaluzas, donde se rei'eria hn!Je1· pasado los franceses el
famoso c!Gsntade1·0 de Despel1apen·os, sin tropiezo alguno,
ret.ii·ándoso l'ugiLivas y dispersas las poquisinrns trnpas
constitucionales apostadns en aquel paso ~· sus inmedia-
ciones. Concluia el pai·tc de I\lateos con i•epeti!', trocada
nlguna palabra y el sentido, Ja frase ó el dicho atribuido
á Francisco 1, pues decía: •Todo se ka perdirto, hasta el
honor.» Tan conso!a{]o1·a asercion era {iigna de las cit·cuns-
tnnc1as. Por su pues Lo, oida la comunicacivn, nat.la se lwhia
hecho ó dit:ho, y callando Dl Ministcl'io, y no 1-rnblando los
diputados, la carnpaniifo del presidente había clat!o la señal
pal'a c;ue car.la cual st! fuese :i su c:1sa, ó (l sus quehaceres,
y :i. Jlornr males al pa1·ecer ü•t·emediables, ó a buscarles
re:i1ectio.
No lo cl'a por cierto para mi dolencia lo que 8Cahoba de
saber, '/ así, vuello á mi casa y ú t•ecogernic, hube de pa-
sm· una tarde y noche nada agradables. Sin cmlJargo, no
Lenía mi indisposicion tanta gl'avcdnLl que me eml1a1·gasc
el pensamiento 6 me ofuscasl! la rawn. Me entretuve en
discUl'l'ir, pc1·0 sin aceetne con cosa que, áun mediana-
mente, me sul¡slh:icse.
Anrnneeió el nue\:o tlia, sin que posteeioees noticias, ó
de C<'.it·cloba, en cuyos lénninos era de suponer cst.u\·iosen
los fr:inc es os entrados por Sie1•1••dloeena, 6 de Extremu-
dnra, donde ni liabia lugar á suponol' cuál era la situacion
de !os enemigos ú do nuestras corlas fum·zas, llegasen á
aumenla1· ó disminuit· el Lemor ó la pena, el aliento ó la

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418
desconfianza. Pé1'0 era hora de la sesion onlinaria y pública
del Cong1·eso, la cual se hacía imposible no cclcb1·a1', sin
que Ja impacürnfr1 y únsias genei·aJes diesen de si fatalí-
simas consecueneius.
No obstante el mal estado de mi salnd, me encaminé á
mi puesto en !Lls C1il'tes. Cuando pa1·a alli iba, m;3 do tu ve á
hablar con un amigo, en cuya compañia iba un médico, y,
qncjándomo yo de mi indisposicion, examin:.\ndorne este
último, me cncaq.;ti me volviese á mi c~sa :i rncogerme
y qtrn lomase un vomitivo. ror mas de una razon no hice
caso <le su dictárnon, pues la ocasion no ern paca otra
cosa que para morü· en pié, si se me agi·avaba la enferme-
dad, sin contar con q110, locamente parcial yo cntónccs
del sistema médico de Bronssa,.is, casi nuevo en España,
acudia por remedio de mis males al agua de liman con
goma, cuando no babia tiempo ó necesidad de aplicai·me
san;;·uijuclas.
Fuime, pues, al Cong1·eso y cnconL1·6 á mi llegada 11n
tspet.:Lácnlo doloroso.
La sala de sesio nes estaba vacía, porque no se acertaba
11 abrir la del dw. sin habl~l' de anlc1mno pensado, y Jrnsta
cierto punto dispuesto, lo que en ella !Jnl.Jria de h;icerse.
Las Lrillllnas r.:bosab:in en gente, siendo las dcsLim1das al
público capaces de contener un nudil.ol'io ~1lgo nnmcroso.
En el allí congregado reinalJan el dolo1· y el miedo, :.i la
pal' c1)n una ü·a fornz, do aquella qne, mezda1fa con el Lm·-
¡·or del cual en gran pat•lo procede, es m:í.s temible que
otra alguna hija de pasion ménos fra. No teniamos los di-
pulados otro lugar en que csl3r junto3 flle1\l del salon que
una pieia no muy grande, á los piés de éslc, á Ja cual se-
paraba de él solo ·una pared con pucl'tas que, áun ccrra-
uas, <lul;au paso al ruido. Así es que oiamos el murmullo
salido d8 las lrilJunas; murmullo triste y anrnnazador c¡ue
11os cslub.i convidaudo, si mernce b ca\iO.caeion de con-
\'Üe lo lJU~ era precepto, á ::il.Ji•iL• la su~ion, y d::i1· en el!~

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RECl,El\f>OS DE UN A'."CT.~':-10.

algtma disposicion de la m:ís alta import::rncfa. En cambio,


llegaba a las tL·ihunns el zumbido que form:i.lrnmos muchos
hablando á un tiempo en voz mús ó ménos baja, pero que
á cic1·ta distancia debía de parecer clispula ~ voces. No 1()
ei·a por cierto, pero sí un dcsordcnaclo dar c~e pareceres,
en que lodos tornallan pa1·le sin qne uno sólo fuese aten-
dido. Se pcnlia el tiempo, lo cual era un mal grande en
tanlo :1l10go, pern lo ern mayor po1·que la pa1·te violenta
dol público parecia dispuesta á lene1· poca •ospera y á
obrar si DllCStra inaccion contimrnba. Los ministros esta-
ban cnt1·c nosotros abrt11113dos pOl' el peso de In cl11sdicha,
sin hallar salida dd labe1·into en que totlos cst.úbamos en-
redados. lfobian aconsejado al Rey qne se trasladase á
Cácliz, única salida posible; peto el .iionarca pa1·ecia rc-
SllCllo á no scgtlir el consejo. De cuundo en cuando, ror-
manclo no poco 1•uido las muchas convrrsncionr.~ particu·
lares, haliia q11icn dijese en voz :ligo m:ís alta ¡silencio! y,
repetida la in&innacion r.omo para recomend:1rla, al rn1Je-
tit·l::i ~onnhn tanto, saliendo tlc rnutlws bocas, que venia á
SCl' casi llll8 g1•ilCl'ÍG.
En esto yo, ::icosturnbrndo á la uccion poi· aquellos dias,
y pers11adido d0 que, en boeas cl'iticas, no hacer cosa al-
guna es hacer lo peor posil1lr-; conociendo además que, en
mornenlos de in~e1·titl11mbre, en medio de una turba, a)'tn
poco nurneros:i, ejei·ce el mondo ó superior influjo quien
osa tom:írsele, csfoi·zanclo la voz y dando ;í mis palabras
el tono de mondato, grité: ¡sileí~cio! y tuve Ju forttma de
log1·::ir lo que pretendía. Callal'On todos por un momento,
y acudieodo Riego, con quien no cst::iha yo cnL6nccs en
amistoso tr~1to, pero que hubo ele desear oil'rne, y diciendo
el oigamos á Galirmo, me ví dueño del cam¡io entre tautoa
mis i~ualus y algunos mis superiores.
~Ii p\an estaba formado rle pronto, y, si no era bueno, 11
cabo 110 ern peor que otros, y á Lodos llevaba la veotajl
de ser un plan, y de haber en mí resuelta voluntad de ~

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430 ./\?(10~!0 ALCALl. GALJ,\~O.

nerle en c¡ecucion inrncrlialam~nlc, en hora en que la me·


nor clilacion et·a ciet·ta t'Lliaa.
E\ plan consisLia en hacel' que cónstase de qflcio la re·
sister.cia del Il.ey á salit• de Serilla, lo cual queria decir su
resolucion do espel'al' allí á los franceses, pm•a que, junto
con eslos sus enemigos de derecl10s y sus amigos de he~
ello, focse la ConsUtucion abolida y durnmcnle tratados
los conslÜth·ion~;les, Y, si bien ni úun á mi eonvcnia que
esto constase, mientras pouiü Llisimuial'se, lrnbia lle~ado el
caso en que ew ¡Yeciso JJonel' patente el mal para pi·ovccr
á ln cu1'a.
La Clll'a ern ll'aL:l\' de ycncer al Rey, hasta hacerle co·n~
sentir en pasar :l. Cúdiz, y el método que babia de seguirse
tenía que sei· análogo al t11nes usado para trncrle de ~la·
d!'id :i Andttlneia.
Pero, si ern 1;ecesario algo más duro, forzoso se hacia
proccLlet· Jrnsla s1rnpe11tlerlrJ en e\ cje1·cicio de su autot·idad,
y, no siendo posible llevurle con10 Rey, llevado como cau~
tivo, con lodo el decorn que babia en ta\ atentado. Por·
que, adem:.is, se lwcíu necesacio tener ¡)l'esente quo en la
frenótica indignacion de los constilucionales, y al desapa·
recer todo bat't'era legal, los más atrevidos serian, si bien
por brevísimo pl~1zo, dnc11os del campo, y en el inevHable
confuso dcsól'Llen, habria estragos y victimas, no siendo
poco probable que entre las últimas fuese incluido el im·
pi•udcntc ~lonat·c~ (-t).
Todo ello lo pensó y an·cg·\é do pl'onto, y trol6 ele pro·
ceder á la ejccucion. Desdo lneg-o las trns [ll'Oposiciones
que hice, y r¡Lw en la t·ulac1 on de la sesíon apat•ecen, os~a-

(l) F.i ;'.:G•tentl A.lavn(D.1\Iigucl) aunque co11s1ituoíonal, honre.do


y leal p0r ~'' delJ·~r, mo1:i•H{uico por sus nfoc~DS, vot ó en Sevilla
la su~r..:n~ion del Hey, y de elJ o cstnh:i ufano, di ciendo qo.e creía
que votcÍaLIOlJ. h:t hi~i.. :-:~ü;·;:v.lo lL S. :JL Ln ~{ida. Qui~uc;s cst;\ban en
::ievilla en .lu:üu •k l82J M nk¡\i\D.rán ~ue haya }·er~oo.~• qu~ as:
unyan opi;no:lo y opinen.

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han fornrndas en mi mente, ~i bien no del todo, pudiendo
y debiendo Yarial'Se segun foesen tl1clúnclolo las circuosw
tancius.
Se pl'esentó desde luego una dificultad. c~1lalrava dccia
que, siendo él minist1·0, sólo como tal podia hablar en el
Congreso, y como tal 1·eprnsent:iba al Rey; por lo cual juz-
gaba indecente, y hasla cl'iminal, en vez de declarar su
voluntad, acusal'le. EJ·a llonl'Oso al llucn juicio y tí hi rec-
titud de Calatt'a\'a tal esc1·(1pnlo, y yo, cslimuhrndole 1rn lo
debido, me dediqué á lmsca1· medio de li!Jerlal'le del com-
p1•omiso en r¡ue se hallaba. Le rogué, pues, C[llC se fuese á
Palacio, ó hiciese nue vo y rnayo1· esl'u c1·zo· para vencer al
Rey, y, si nada conseguia, me avisase, ó, en caso de no
poder darnie avi~o, fijase un plaw, vencido el cual, llebia
yo del silencio colcgi1· que el deseaóo consonlimicnto no
se hauia ob~cnido. Conl'ol'mlisc C~ilatraYa, pet·o me puso
otras clillcult.adcs, que yo no t1·~1l0 de t.omar en poco, pues,
si entt•áliamos en conlcsla¡;ion, sob1·c pc l'dcr liernpo, le
confirmaria yo en su up;nion, en vez de convencerle. Así,
p1·omcliéndolc acceder en tocio i sn deseo, él se marchó,
y los diputados nos qucdf!mos agnaí'Clando noticias, sin
allt•iL· la scsion, aunque oiamos que su aperlma era pedida
casi con b1·amidos. Ag-ual'clamos, sin cmlJ:11·go, :í que lle-
gase !a ho1·a, pasada la cu~l, acabada la espc1·anza, y liun
vencido ya el plazo, y sirviendo, segun estalla convenido,
por respueslu d esl':l.vo:'~ble el silencio, lnillo pr0roga en la
espera, hasta que, al fin, dúndosc por nnb noticia Ja ralla
de ellas, iba yo á empezar la rata! carn pafia, cu:md o vino ú
connrmanne en llli pt·opósiLo aviso rec-,i;ido lie l'alacio, en
que se me decía rnosl.rnrse el r~cy obs',i1;a•J8mc11le resuel-
lo á no rnovei·sc. Con esto cnlrJmos en el snlon, rcínú si-
lencio, y le\'a11lúndome yo, hice la príme1•a ¡wo po~icíon {1\,

(l) Eo punto nl óraon y tcno~ de estas preposiciones, vé!\se el


toma, que i;outi~ne algunus Di~¡ · ios de Có>'I~~ (bien t1uo mucllus de

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432 All"T{))IJO ALCAT..~ GALl.1.NO.

qGe consta en el acta de aquel uia. No hnbo sobl'e ella de-


bate, pol'que oír explicn.cioncs del Gobierno á. todos pare-
cia justo y conveniente.
Cuando, pol' medio de preguntas, saqué á los ministros
res pues las por donde, sin acosa1· ellos al Rey, constaba
que S. ~!. no alendia fL sus consejos, hice la s1~ ~lrnda pro-
' po3 1cion, que ya d1ú má1·gen ú alg11r.as o!Jscrvaciones. ~o
pndo, con lodo esto, liabc1· fu erte oposicion á que se soli-
citase del Rey que pasase á Cádiz, ptie$ ya por i{;wlles me-
dios se le lwbia t1·aiLlo á Sevilla.
Al salir clcl salan la comision nombrada pa1'a l!Gvar
á S. M. el mcns~je en el que el Congreso, s in i1Tevercncia
en la fot·m:i, le hacia una súplica ap1·emianle, que ~l mfra-
ba como nuevo exceso conll'a su persona, y mié.ntras di-
putado; y cspcctnclorcs, con 1·ostros en que se pintaban,
ya cólera, ya penn, ya inquie lud, seguíamos con la vista
á nueslros cornpaíiei·os, y sobre todo, al presidente de la
comision, el genel'al lJ. Cayetano Valr!t\s, cuya flgora, se-
vc!'a y des~brida, era coino una im:ígon de las circunstan-
cias, pasé yo de mi asiento al de enfrente, inmediato al
que ocupaba Al'giil'lles, con el cual entré en convcrsacion
sobre el g1·an negocio que nos estaba ocupando. Vivia yo
ent1jnr;es en ll'atO an,isl(;SO con et Céleht'C orado!' y re·
público astmiano, pat'lícularn1ent.e desde que juntos ha·
bíamos sustentado ac~\ o rndas licios en dcl'cnsa de las res-
puas~as dadas :í las nulas de los soberanos aliados y la re-

ellos compendiados) relativos á. las SC$Íones del Congreso de 1S22y


18"23, cuan<lo clesrle Abril¡¡ Sefü:m1i1·c ele este último ano celebral1a
sus sesiones, en Sevilla primero, y despues eo. Ci1cliz. Esta oln·ita
es curiusc\, po!·que ll¡¡ á couocer snce3 o3, ó ig-norados, ó muy irn·
perfectitLnent.e S<Li)idos (r<).-Nole< del 01ttor.

fo) E\ t0mo á que se ref¡crc' e s "l c1ro pilo.1\o por el oficial mayo
del C(J lli'Yfe~ o D. Fra~1ds~:o. _-\..rg·•)(>! ~l[J .:.:. q11e pur acuerdo de la Co
mi s bn de g obierno ir1tunor u~ Jid•o CL¡Qrpo, fue liublicndv ea.
H;s.

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IIEClmr.nos nE UN A"it.10;0. ~33
sistencia ú poner la Conslilucion y la suerte de nuestl'a
patria á merced Je los extrnnjerns, ó <lel Rey mismo. Tan-
to Argüdles cuanto yo (créase ó no esto último) senLia- ·
mos dolor vivo y aun repugnancia á temar un partido vio-
lento; pero él igualmente que yo, prl'fel'im11os un golpe
violento á cle_ja1· pel'Ccer la Ir.y fundamental ele! Estado, y
lo que es uso llamai· la libc1·lad, ~ la cual :m1cnazaba en
aquella hora muerte SG{;lll'a y pi·úxirna, y muei·le que ven-
dría indudablemente ucompafü1da de horrorosas convul-
siones, ó digamos, variando la im;·1S'.cn para expi•esai· rne-
jo1· la idea, que al dcsplomai·de el edificio polit-ico, todavía
en pié, á mús de una vidima, y eslas de L[jgt in la especie,
llabria ele hacc1· polvo y confuntlit· en sus ruinas. ñlénos
dispuesto Argüe !les que JO á pcusm· lo peor, conscl'\·aba
esperanza de que cedic~e el Jlcy, c,1mo halJia cecliclo en l\Ia-
dl'id, y así me lo exp1·csC1, ú lo cnnl !'e¡,iiqué con tlolm· que
yo esperaba una r,~s¡rncsla a1Toga11Lcn1ent¿ desfavm·atle.
-<<Pues entónces, ¿qd lw de luice¡·se? me dijo.-¿ Que? ces-
pondí; nombrar 'UíVi i-e[!enc-ia.-¿ Y ita pe;isado i;sted en las
consecueiicills frístisima,s de tal acto? volvió f1 preguntar-
me.-S,:, le rlijr., y ·Ho me c.tc~de ·i;sted en sef!ti;íiiento al
ve1'nos obU(lados cí tal cosa; pe1•0 dlla!J otro medio? Si le hay,
díganiele iisted, y yo estoy jJOi' !il.n )kditúnLlolo un poco:
-<t}{o veo otro, re¡mso, 71 yo ar1yai'é lo que usted propo-nga.
Pe1·0, aíladió, ¿no será !Jgeno , si /¿e;nos de pnsar cZ í1&mb1·ar
regencia, s1?spe11die1ufo al Re¡¡ en ei ·1iso de s ir, JJOdei·, que sóla
lo hagamos inler-ina.·meMe, :i! pMa d acto de trasladarse et
GoDieí'!IO c01~ las Cóí'les á Cádiz:;,, fub nueva para mí la
dea, y me diú golpe, y así, liun no t:ontando con que ne·
cesitaba el apoyo de Ai·guelles y !os que le segnian para
clai· el paso atrevidísimo á que iba a ai•rnjnnne, aprnbó y
adopté el pensamiento de mi podt~roso colega, pm· lo mi.3·
moque ora m6nos violento el acto; µon¡uc, lo repito, no
tenía deseo de atentar :'J Ja persona ó di{;nidad l\eal, con-
·tra la cual, si procedia, lo hacía olH'ando en dcícnsa de las
28

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434 AelT0NT0 ALt.AL~ Gi\LL\1i0.

par3 ml sagl'adas leyes. Gonvenii.los, pues, mi á.ntes anta-


gonista y ahorn amigo polilico y yo, conlaba con que sns
palab!'as sostendrían mi prnp1w3[a. En esto aparece la di-
putacion lle \'Lldta de Palacio, ll'istes y cabizbajos todo11.
cuantos la cornponian, y sobre Lodos ellos el Presitlente,
muy vcnc rndor ele sus t·eycs, aunque conslilucional celo-
so. Lo (!llO elijo consta en el acla y es público, de modo
que no es posibl~ negat· que el Rey nos ::U'l'ojaba el guante,
sit\ndonos rorzoso, ó recogerle y cnLrm· en fatai lid, 6
ah:rnclonul' el ca111¡;0 y onlrngarnos á la fuga. La cara y el
acento de Valllés ernu tanto eu~mlo mcbncólieos, solem-
nes; en los demns dipuWlos y en el auditorio Cl':l igu:il-
menle lúgubre en cierto grnclo el aspecto, y en no poca
pat'le de grnyedad en el silencio, parecido á la calma p1·e-
cui·sora tle tas más recias tormentas. t;nLúnces me levanlé
conmovido, Lanto mús, cuanto que la agilacion senlia en
mi crecida la calcntl1l'a 1 y, ~poyadas las manos en el res-
paldo dol banco qu e dcbntc de rni tenia, comcne6 en un
Dl'C\'C dbcmso ú explanar y sostenct· mi p1•oposieion, cla-
vando lodos en mi los ojos, atentos los oidos, Henos de
únsia lo~ scmhl8nles, y con10 uo\gados de rnis labios los
oyentes, no, cierto, para 011· de ml un dis~urso entrnteni-
do, sino poi' lo que conleni~m mis p:ilabras. Cesé de lla-
blat·, y, pot· alg·lrnos scgumlos, nadie sig·uíó 1 ni hubo mm·-
mullo e lJ h¡:; Ll'ibunas. Pill'O, a poco, pidiendo la pala],¡•::¡ en
contt'a de mi pt'oposicion dos ó tres dipulados, y en pi·o
tambítm uno ú ol.ro, y entre es los el que impor~aba más
que lo d o~, el mis1no Argüelles. Impugnó mi JH'oposicion,
con un calor <{llC parneiu delii·io, el diputaclo Vega lnfan·
zon, oílcial de maL"ina, cuyo hcl'nrnno, mucl'lo en Cádiz en
t813 de la fi(;lh'G amarilla, había representado uno de los
pl'incipales papeles en las Cói'Les de 18 lü, al lado del conde
Toretio, con quien a~imismo dos años ántes babia pasado
á lnglnterra, como repi•csentantes ambos de la junta de
h.slúl'ias en el lc vanlarnicnlo de E~p~:füi conl1·a :íapoleon.

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lltCUERDÓS DE UN AKC!ANO. 435
'No tenía el clipulado de '1823 las calidades de su hermano;
pernera honrado, de mediano saber, y de condicion sua-
Ye, po;- lo cual se cxt1·aüó más su acaloramiento en este
debate. Como el tiempo apremiaba, y todos cuantos hablá~
llamas lo lrnciamos en pocas frases, y Vega, al revés, di-
vagaba, repetía muchas veces no só! o sus ideas, sino áun
sus expresiones, y gl'ilalla, ya con voz de ira, y&. con acen-
to de dolor, entró en muchos la sospecha de que rnt.en-
laba alargar la díscusion con algun fin t01·eido; acnsacion
en mi sentir injusta, pero á la cual daba motivo saberse
que se eslaba conjurando con1 t'a el gobiemo conslilucio-
nal, y que en la dilacion ponian g1·an pat·t.c de sus espe-
ranzas Jos conjm·'.lclos. Lo cierto es que empezaron rnu!'-
mullos en las trilrnnas, y áun en los bancos, intentando
hacer cal\:11· al diJ'oso 01\1d01·; yerro gl'avísimo que procuré
yo con otrns pocos impedir, yéndome de banco á banco á
recorno11da1· la prndcncia, y reclamando que gu;1!'.dasen
ól'Clen lo~ concur1•e1lles á lus tl'ibnnas. i'io dcj1í de coslal'-
11os l1·ahajo consehu ir nuestro intento, pMqne áun en el
rnlon, un dipulado eclesi~istico llamado Saenz de Brn·naga,
hombre de más celo que lalento ó saber, y en quien el
arnOI', qnc él creia sedo ele la líbcrlad, e ra fu1•ibunda inlo-
lcrancia, con voces y ademanes quc1·i a imponer silencio al
Yega, no sin d~1· muestt·as de trnt~l' ele pasar de las polu-
!lrns á las obl'~s; ejemplo que habia sido seguido; y por
oti·a pal'le el dipulado, general Aluva, se quejó de que des-
de una tribuna ~11nennalJa al Co,1g1·cso un especluLlor con
un sable desnudo. Pudo, no obstante, iinpcdi1·sc lodo dcs-
man, y, si solo la amenaza puso miedo en algunos dipu~a­
ctos á punto de influir en sus votos, pcligl'O poco mils leja-
no y kirlo m~s scgmo rct1·t1ül de votar mi ¡woposicion.
Esto hizo not:1r con senlidns ft'ases y nobleza en su breve
discurso Al'güclks, rnsponclicndo ú Vcg~. su p:iis;rno y
;1mi2·0, que hl:1sonaba ele su 11rrncz8 en el ofender al Rey en
:.iquelln hot·a. Por fln luvo térn1ino el discm·so de \'i.~ga, 1

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436
reducidos los que siguieron á dos ú tres sentencias, decla-
rado el punto suficicnlemente tlisculido, hubo de proce-
derse á la votacion. Ocunió á algunos el desatino de pedit•
que rnese nominal, lo cual, entl'e mayores inconvenientes,.
tenía el de la pél'dida de liern po, en ando cada minuto pa·
recia precioso. Logré yo tlism\¡fü· de la pretcnsíon á quie-
nes l~ tenían, y lnvo erecto la votacion segun el méloclo
ordinario, levanl<índose los que aprobaban, y quccl:índose
sentados los de parecer contrario. :lluy pocos fueron los
que no se pusieron de pié, pues vimos ha$ta con sorpresa
levantados aprob~rndo la atrevida pl'opucsta á aquellos
pocos diputados cuya moderacíon rayaba en desafecto á
!ns nuevas leyes y en adhesion :i ]3 anlígua monP-rquía.
Algunos, bien que no muchos, .<e nusent<1ron Lle! todo;
otros, asimismo en reducido número, amod1•e ntados y ver-
gonzantes anda\rnn cnlre los bancos y IG pared, no alre-
viéndose ú volar en prn ó en contra, y ni siquiera ú s~lit·­
se poequc no se les achacase :í falta haber~e ausentado.
Así y todo, á bH!Lo, contamos sobre !:JO (l ) ú poco ménos
levantados; mayol'iu crecida en aqnel Congeeso en que

(l) En In sentencia ii pena capital dada por fa Aucliencia eles~­


villa cont.ra los que volaron la susp~nsiorr del Rey, rc:::.ultu S<?r el
número <lo loR qnr-i: :ipruh:1l'on mi prorosicion mny inl'edor al que
este artículo aflrnrn.. Pero ln. ~P:ntenr.ia no está fun~l;-irln fm ln. ve~­
dad, aunque lo esté en que e.amo tal 11iiarecc eneiprocr;RO. Muchos
üc los que votaron nprobnndo, arrepentido;:; d:...~~pnc:s ó lnedrosost
aseguraron no hni1cr votado ó hb::bolo en co11tnL L:.L Audiencía.
y áun el Gohícnw tt~nian voco de:;~o de cch~~r sn Silr"ta en dipu-
taflos que: no hnbian lig'tHUdo ca p1'imer Ll·1·n1ino·, y a8i se pr0sta.-
ball á admitir justiñcaciones birn ú Ina1 :~11mlri.t1~1• ..=.:. Asimismo. por
razones de polttica.. venia J;ien qne apareciese balier sido una mi-
. noria del CongTeso lo que apnrccí6 1nn.yoriu en nqucl u~to. ~i no
fuese algo fea acdon bajar á versonalidades, ¡;odia aquí citarse
mñs ele un nombre de diputados que votaron el sí y habiendo dos-
pues probado con fül~odad lo contrnrio no fuoron incluidos en la
proscripeion que c.a.sósobro todos su~ con1puñerns aunque da ellos
1

sólo en el pobre Rieyo fuu ejooulalla. l¡i. soncoucia.

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P.EClJF.!\DOS DE UN ANCIANO. 437
Tara vez eran más de ·1".20 los votantes. Hubo, despues,
quien hiciese consta!' su voto cont.l'ario y se le consintió,
á pesar de que ninguno habia dado; pero esto fué ya en
Cádiz, llevándose á exceso Ja condescendencia, por no pa-
sar la mayoría por tirana.
El gean voto estaba dado, y restaba convertí de en he-
cho. Nombrada ln regencia en pocos minutos, su presiden-
te IJ. Cayetano Valdt's hizo un discm·so hl'evisimo, pero
muy notable. He sido vencido 1wís de una "vez (0iJo), pero
he cnrnplido siernpi·e con mi ohlig·acion, y esto prometo
ahora. Daba realce á estas sencillas palall1·as Gl aspecto de
quien l3s pronunciaba, ele t•ostro desfigurado por efecto
de l::ls virnelas, de andar desgi·aci:ido, de desaliño sumo,
si bien no de desaseo, >~n el vest.ido y en el modo de ex-
presarse; con apal'iencias de VCJCZ, aunque apénas entrndo
en ella; modelo de patl'iolismo, cubierto de liel'idas (1)
gloriosamente ~·anadas en mar y tierra, leal servidor de
.sus t'eycs y observante de Ja ley miliLar y civil, y en quien
se notaba entónccs el dolo1· del Lrnnce en que se veia, á Ja
par con su fürne rnsolucion de pt•ocede1· á ejecutar lo quo
él mismo, si bien con ama1•gura, h::ibia votado.
Iba ya entrando la noche. En cslo anunciaron haber sido
sorprendidos en una i·eunion ó conciliábulo unos cuantos
que estabnn tratando de dar un golpe decisivo que aca-
llase con los consLi Lucionalos. Ft1ceon presos en el act.o los
conjurados, á quienes wesidía el gcnernl r:ownie, esc0cés
venido al set•vicio de España en la gue1·1·a de la Indepen-
dencia, alc:iide á la sazon del nlcázal' de Sevilla, hombre

(l) F"u~ gravemente herido en el combate naval de TrnfatgaT y


"3n la batalla de Egpinosa en .Novie!nhre do 18-.~"- Y:t P.n eleornhate
del 14 deFeh1·ero de l'i91 {el del cn:10 de San Vicente) faLalísimo
1mra nuestrn marinrt, s~ hahia distinguido pot· un excesi•·o arrojo
acornpaflado de tino, salvando. ó dígase rescalando del poder uel
enemigo, ul navío grncral La Trinidad que llahia arriado la iJallll9-
ra y volvió á izarla .•

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438 ANTONIO ,\LCAL1 GAUA1'0.

cstrnfalai·io poi' de mas, y que, puesto en libertad al resta-


.blecerse el poder absoluto, foé recompensado mediana-
mea le, y hubo de dar que pensar y que sentir á sus favo-
recedores pot' sus rarezas, las ella les, yendo eu aumento,
vinieran á ser demasías insufribles, can ribetes de actos
de locura.
Quedaron las Córtcs en sGsion permanente, r¡ue duró
hasta entrar la noehe del dia 1~. Pero, no habiendo qué
hacct· ó qué decir, era la única sefial de continuar el Con-
g1·eso en sesion, que ocupaban la silla el pt•esidente y su
lugar en la mesa los secretat•ios. No mny alumbrado el
salan, con poca, aunque nlgun~, gente en las tribunas, y
en los asientos solo algunos diputados que se remudaban;
intet•t·umpido de cuando en cuando el silencio poi· unas po-
cas bt•eves razones :.í qne los incidentes que octu·1·ü10 da-
ban mát'gcn, p1·cscntaban la sal:i clo sesiones y quienes
en ella ílgurnban un aspcclo ele tt·i~Lísíma solemnidad.
De afuera monudcab~m los olleiosos que acudian con·
avisos ó consejos, de ellos, los nlits, ó poco útiles, ó ím-
pel'línentes. En aquella suspension ele las leyes, no pocos
hubieron de f\guearsc que, siendo ya el aulOl' de la prnpo-
sicion aprobada, había venido á set· un ente á modo de C3-
beza interina del Congreso y del gohierno, y así no puede
decirse á qué punlo me veía molestado á cada momento
con comunicarme noticias de poca importancia ó con insi-
nuarme lo que dcllia llacerse, como si lrncer!o estuviese en
mi mano. No limpio aún de calentura, aunque no sgrayado,
me sen tia t'cndido, J' así me eché y áun me entregue poi·
coi·tos ratos al sueño, lcndido en un hueco que quedaba
entt•e la espalda del dosel y la pared, y teniendo por ca-
becera un cogin, en que poninn la rodilla lus uipul:iclos al
jurnt\ miéntras que, fiel yo al método Broussciista, bebía
copiosos teagos de a~·ua de liman con goma; abslcnién-
dome de prnbar oLra cualquicl'a sustancia :íun liquida. Ella
es qne así me puse bueno C!llcrnmente sl llegar la mañana ~

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ll.ECUERDOS DE UN A'.'IC!ANO. 439
Todo el dia '1~ fué dia de vivas ánsias. El Rey so habia
sujetado sin resistencia á la decision d(O] Congreso; Ja con-
iuracion en su favor estaba descubierta en su parte prin-
cipal, y presos los pl'incipales conjmados; y, con todo esto,
estábamos en no leve pe!i71·0, siendo el mayor que tan
atrevido golpe como el que acab81lamos de dar llevaba
trazas de sel' golpe en ngo. La l'Cgencía no encontraba
rlcsohedienda, pero tmnpoco obediencia, hacienclo la iner-
da lo que podria habel' hecho la resistencia más viva.
Poco se adclantal)a en la disposicion del viaje. Se escon-
di:m aqueUos ~ quienes tocaba recihii· ó ejecnlr1L' órdenes.
Tardó tiempo en encontrnrsc un general (1) que mandase
las tropas que habian de it· escoltando y gnal'(\nnclo al Rey,
2 la par que Monarca, p!'eso. füista la gu:lt'Clia del Congreso
desamparú casi t.oda su puesto, yéndose á sus casas, ó á
disponerse :í acompañarnos :í C:idiz los míltcí:rnos nacio-
nales de Sevilla ql1e la fo1·mahan, hasLa el punto de quedar
casi solas las pocas centinelas. Si no hubieren sido cobat·-
dísimos los realisLas sevillanos, con suma facilidad nos
lrnhrian disuelto, y preso ó muerto, peeo espcrfll'On al dia
siguiente para dar prueba de Sl1 número, de su pt·évio con-
cierto y de su furia; prueba que se des~hogó en roLai·, en
saquear eqnipajes, y en dar ele palos á constitucionales
de poca monta, entre ellos á los dependientes del Con-
greso.
Adelantada la tarde del H, llegó á creerse que el Rey
no se pondria en camino. Hubo entrJnces proyectos extre-
maclos de hacerte salir violentamente. Poi; fortuna, al po-
nerse el sol, cuando varios desespct\il)an de ver terminado
aquel conlliclo en paz y en órdcn, se supo que Fernando
estaba fuera de las puertas ele Sevilla, con su familia y
séquito de vinje.

(1) Un gencrnl sc<füculpó de admitir d clesab:'ic1o enc:t!'go ale-


guado que no teuín faja, porque ha1Jia unviado fueru su equipaje.

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440 A!iTlll\10 ALCALÁ. f<AL!ANO.

Entónces se levantó la sesion fdamente.·


Por la noche hubo órden de iluminar la ciudad, y, lo que
IJien podía temerse que no S!Jccdicso, la órclcn fué puntual
y áun escrupulosamente obedecida. Ardían linchas en to-
dos los balcones y ventanas, y n una claridad como la del
dia acompaíla!Ja una suma solecl:.id en las calles; cabizba-
jos, afanados é inquietos Jos pocos que pal' ellas transita-
]Jan; ext1·añísimo contraste el de las luminarias, siempre
señal ele bullicio y a\cgda, con una situacion de ter1·01· y
pena dJ que tbba rnucstrn el melan~ólico silencio.
En la misma noche nos emba1·camus los diputados en el
bm•co de vapor que por enlónces solo iba á Sanlúcar de
Barramcd:1. Lo qnc clespucs ocu1·1·ió está ya fuera del ar·
gmnonlo del presente articulo.
Bien sei·ü con todo afi:1clir una circunstancia. Recelábase
que al llegar Fernando Vlí á la isla ~aditana, dueiío ya
otrn vez del poder, se L'BSistiese á enr.argase de él, p1·0-
testaucto así conLt•a la violencia de que había s¡do víctima.
Habia, por lo mismo dudas sobre qué habria de hacerse
para prnveer ~l g·obic1·00 del Estado. Pel'O aquel Rey, á
mennLlo singu!ar en sus actos y modos, al decirle el p1·e-
sidentc de la l'egencia iale!'ina que, nombl'ada est.a solo
para el acto (le la tl':isl~wion del gobierno á Cádiz, babia
cesado en su cargo, y entregaba et gobforno a sns rca1es
mano.s, solo <lijo prestúndose á reinar y gobernar como án-
tes:-«Paes qi~é, ¿no estoy ya loco?» Nada respondió, ni po-
dia L'espondcr e\ f}l'esidente, quien se contentó con hacer
una demostracion ele 1·espeto, ~· pasó S. l\I. á ejercei• sus .fa-
cultades y prcrogativa, segun la Constitucion, en C6diz del
modo y para los fines que mo8tnn·on sncesos posteriores.
Tales incidentes tr;1jernn y acompañal'Dn el célebre acto
de las Có!'Les en Sevilla, en que fué suspenso un 1·ey, como
podía habi•rlu ~ido el último empleado.
La historia ic ha juzgado, y casi con unanimidad, desfa·
vorablemcnle.

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RECUERDOS DE UN ANCI~~O- 441
El pobre individuo que esto escribe tiene, con todo, el
atrevimiento de creer La! fallo injusto. Dispuesto y áun
acostumbrado á a1•repcntirse de muchas acciones de su
vida política, y siendo apóstata confeso, como es, si bien
no en el grado qu e suponen quienes le han pintado como
sedicioso tribuno, de lo que hír.o en Sevilla en el dia H
de Junio no está ai·repenticlo.
Esto no es decir que aquel acto ·de las Cót'tes fué bueno.
Ninguno podia se1·Jo en aquellas circunstancias. Fuó acaso
del mal el ménos; pero el ménos era ya mucho, cuando
l:i. eleccion babia de ser de uno ent1·e varios gravísimos
males. Pensar qne hahria muerto pacíficamente la Cons-
titucion en Sevilla, como vino á mol'ir poco fü:s::mes en
Cádiz, es un desatino en que solo pueden ercer quienes no
vieron ó no se 1·epresent:rn bien la siluacion de las cosas y
de los ánimos, en la hm·a en que el Rey pt·ovocó l\. las Cór-
tes y á todos los constilucionales, in timándolos rendirse á
discrecion dentl'O de un brevísimo plazo. De seguro la
conll'arevolucion en Sevilla habría sido desordenada y san.
grienta.
Pet•o esta es disputa larga, y ú que, solo de paso, ha sido
casi forzoso aludit' en este lH'eve escrito. Lo que en él se
ha pretendido es pintar el suceso de Sevilla, en la parte
en que los documentos de oficio ni le pintan ni puede11
pintarte.

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XlV.

DOS YIAJES QCE riO SE PARECEN EL UNO AL OTí'.O,

Los lectores que tengan paciencia pal'a leer lo que sale


á luz procedente de mi pobrn cabeza, tal vez van á sei•
paestos á dura prueba leyendo en los renglones que si-
guen cosas que solo tocan á mi persona. Pern, al cabo, la
persona de un viejo tiene la p:n'liculariclad de ser imágcn
4e tiem;rns pasados: en un homill'e que en su larga vida
física y polilica ha hecho un llapcl supcriot• á su va!or, y
más señalado por reveses que por triunfos, y por censu-
ras que por alabanzas, despierta la curiosidad la relacion
de lo ocurrido en sus primel'os años; y los sucesos de una
vida se enlazan con las costumbres de los tiempos en que
pasal'On. Si he de decir verdad, aunque parezca blasfemia
y tal vez lo sea, la fama de la elocuencia de Nestol' está
fundada en gl'an pal'te en que hablaba como viejo, y sa-
caba á plaza las cosas de sus mocedades. No soy yo un
Nestor, poi· ciel'to; llet'O me parezco á él en la edad, y en
refel'irme á antiguallas, y por esto reclamo, no en todo,
pel'O si en pat·te, la indulgencia que con él han tenid(}
lecto~ de todas las edades.

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-H4 A;\TO~l{) ALCAT,l GAL!ANO.

En añ<J de 180'!1 se casó por la vez primel'a el entónces


príncipe de ,\ slC11"ias, que tlespues reinú con lan vát•ia for-
tuna llamándose Fel'l\ando \'H, c<Jn una princesa de Nápo-
les. fué deslinach :i tr~Cl' (1 E.spaiía la rQal novia desde la
capilal del l'Cino de las !los Sicilias una divisi<Jn, que hoy
seri2 escuad1·a, compuesta de ti·cs navíos, el Prhtc-ipe ae
Ast!íritis, de-!'!() cañones: el B1ih.mn.2, de H, y el G1Mi·1·e-
~·o, clel mismo pol'tc; dr, dos fragatas la S1ibina y la Atocha
de 30 y 4.0, y ele 1111 buque monor. Mandaba mi padre el
Balw;;u;., cuyas tnillas de hermoso cetll'o, que fueron ad-
mí1·acion de los n~polilanos, le tocü lrcs afias desµues
manchae con su san8'1'e, cuando en Tl'al\1lgar perdió glo-
riosamcnlo la vida. Quiso enlúnces el ilustre marino do
quien me glm·ío do ser hijo, llevarme consigo, no para
acoslumlmll'lne á la vida de marino, pues al revés, no
qnet·ia que siguiese ~·o su cm·rerra, no olJstatlte saber de
mí que tenía [1flcion loca al cuerpo <le la Armada y á las
cows de la mar, sino para con L1•ilrni1· ~.lo que se llamafor-
m1i1·se viendo el nrnndo. Contaba yo á la sazon trece años
de edad, ycsLia el uniformo de cadete de ncales Gunrdias
Españolas desde los siete años, y habia empezado á ser
caclct.e efoctivo á los dom, pero vivía en mi casa con real
licencia hacia un afio. Fuimos en aquella expcdicion do3
individ nos pcl'lcnccicnlcs al cjól'Cílo, pcl'O ele di rcrcnles
grados, que el uno era mariscal do cam]Jo y yo cadete,
siendo el primero n. Francisco Solano, de quien tllÚS de una
vez !to hecho mencionen los rec113rdos de mi juyentud, y
al cual Locó c·ep1·csenta1· d.istinguido papel en el teatro de
11uestros sucesos polílicos, p3pel trágico al fin para él, pero
propio para real zat· Sll memoria, por la no comun forlale-
za. con que llevó la muerte violenta de que ftté víctima.
Zal'jiamos de Cádiz on los dias primeros ele Junio de
1802, yendo con nosotros el navío Rei1ia L1iisa, de -120
cañones, destirrndo á iL· Liorna para traerá España á la cn-
tónces reina de Escocía, hija querida de la 1·eina l\Iaría

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REC.UERtlOS M U:'f AC.:Ct.\NÓ.

Luisa, Cll)'O destino fué t.an desgt·aciado, que hasta de


compasion vino á ser indigna; blanco del odio ele los espa-
ñoles, y habiendo pasado, destronada y desterrada, á figu~
ral' como pl'incipal acusada en un pl'Oceso Cl'Íminal pot·
estafa ante los tt·ibunales fr:rncesr,s. En el Estrecho, un
abol'dajc del BaJwma con el Prfnc0Jc estuvo (1 pique de
acabar con ambos navíos, siendo casi rnilagrnso que esca-
pasen s1.Jlo rozándose poi' los costados, y haciéndose una
liget·a avería. Despues pasamos ú ponernos ú la vista de
Argel, con el ohjelo de ajustae diferencias pendientes con
el Dey. De alli l'ué comisionado nuestl'O na vio con sólo la
fragata Saoina á pasm· á T(lnez, con ignal objeto. Tres clias
pasamos en el último puerto foncle:1do:;, pet·o sin it· á Liena,
para evilar cLwi·entenas á n11estra vuelta, que había de set·
al ¡merlo de Cartagena de LevnnLe (-!). Séarne lícito decir
que era yo instrnido para mi edad, y que la vista de !a
Goleta y los lugares inmediatos, tealt·o de antiguas glm·iHs,
seguidas de reveses, hizo g1'atlll0 eL;cto on mi únimo cusi
de nifio.
Llegados á Cartagcnn, y habiendo pasado allí más de un
mes, salimos para Nitpolcs, ent1·ado Ago,to. La navegacion
fue larga, porque sopló con frncllenc1a el Levante. Llegó
al cabo el ansiado dia de ~wislar á la famosa l\:ípoles, y
entramos en su puei·to con ostcnt.1cion y ufanía, porque la
Espafia de entónccs, aunque deeai{ia lrnst.a lo sumo, tocla-
via era considerada como potencia podci'osa por los napo-
litanos.
Naveg:tba nuestra escuadra con viento f•lrnrable y bo-
nancil.Jle; en el cenlrn el nnvio geuc1·nl, ft los dos costados
de esle, ele modo que los baupreses hiciesen línea con las
alet~s de babor y estribor al buque del ccnü•o ("2), el lJa•

(1) Así ae decia entónces pant digting·uir la otra Ca!·tagena que


era española, y á la cual se daba el nom·i;rc lle Cal'~Ugcna clo
Indiai¡.
(2) E~ta ~ituacion de lo~ buques !llll recuerdu tu1a que puedo

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4-46 A:\TONLO ALCAtJ GALTA.i'\0,

hama y el Gnerrei'o: al~o rnús ~1trús las fragatas. Embarga•


ba los imimos el hermoso o.spcctúculo; el Vesuoio, aunque
sin lanzar fuego enlúnces, con sus tostadas cumbres y
sus bellísimas Yerdes faldas; al ot1·0 lado la ciudad en lin·
do anfileD lro, domimindolo el castillo de S;rn Telmo; en
los contornos amenos campos, y á nueslra espalda las is·
las que ciernen una pai·te del que mús que puerto es gol·
fo; ctespej<tdo el cielo, templado el ait·e, azules las ondas,
como son las del ~leditei·ránco; y en medio de todo, sur-
cando pausada y rnnjcstnosnmcnlc las apénas agít.adas
aguas, los buques de gn1wra en son de fiesta, ondeando al
vienl o las hanclei·ns y g;¡JJanletcs. Et1 ll'elanlo, tronaban á
la p:.u los cafiones de liena y de mal', destinados igual·
monle tt ser inslrumenlos ele destt•uci;ion y muerte, ó prn·
goncros ele alegt•ia.
Fuimos, como cm ele prosumi1•, sumarnenle obsequiados
en la corle napol1 lan~1 los es pafio les. Todo era con vi les,
bailes, festejos. Entre la lava i¡ue rodea á Pórtici, sin qui-
tarle ser rnausion deleHosisima, y en la residencia que alli
tenía el P.ey, nos dió Ja co1·te una linda fiesta. Acertó á
tronar aquella noche, y 1·epeticlo el l'Ctumllnl' de los trne-
nos pot· el ceo lrnsta en las e~vcmas del vecino Vesnlli.:i,
daba al baile singul:1r car:'1cler. Ern aquella, pot· cierto,
!Jesln nupoliL¡¡na, porque se bailaba sobre un volc:rn ver·

Ha.m::use r~,reza c1e mi riigno pn:1re,, pero l·nrela loah1c o.tendiendo á


su origen. Rabi.a ciado ortleu cü .g-Hn1~ral de naveg:i.1· cm el órrlen
que dice el texto. Era "·anil·taJ de ml padre~ justitlcadn 11or sus nu-
veg·uciones •1t:·eyith1~ y folie\:;;:, ser nrnriue~·o á Ja pur q n~ r.~trúno-
1no, c1es,·nnecicn,lo la preocn pnc1on. que r-;uponía ser los olicinJ.os
npcllidados cientifkos no lle log Jn;i.'g hú1>ilc8 nn vcg·ant~~. Puso
¡mes, gr<'..ncle empoiio en llevnl' 8ll n~YÍO dnraute lrt travesía como
clavada eu el pnnto qt1e le efit.aba ~e\'ialntlo, y lo consiguió, aunque
era dificil, y el 1ogT:1l'lo co.u~ó nHL·Jw. nt0le~tia ú los oficia.les c1e
gllm'dia. !\o pudo hncr-:r lo ini~:nu el G~wn·e1·0 por el ot..ro costado
<lel gencr~I. Bien es verdad que en lu vclc:o le avcntujuba mud10
elDri/t(l!/ui,.

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lUl:C.UB!\1lOS DE CN ANCIANO. 447
<ladero en las inmediaciones de Ja verdadera Napoles.
No pudimos detenernos mucho en aquellos lugares. Nos
agua1·daba impaciente la cot•t.c de Espaüa eu Bai·celona, á
donde se habia trasladado.
En el navio general Jba la infanta ele Nápoles destinada
á ser princesa de Aslúrias. Pero no había en él cabida parn
toda su comiliva, y se dispuso que una po.rte de ella fuese
en el Bctlw1í1a. llli padre, geueroso poi· clcnrns, y á la sa-
zon mediarwmente rico, en vc7, de scn tit• qne le hubiese
tocado esta suei•te de que escapó el ~avío G1ie1Tero, y que
sólo le trata gastos ceecidos, aprovechó la ocasion de acrn-
ditarrn de hombre garboso y de gusto. Hasta convidó á
nacer el vi~1je en su navio á Y8rias personas, m~s Ladas
..:lllas de disi.ineion, las cuales accptarnn el couvile.
No se conocian aún, entúne es, á bordo de un buque los
reg~los y comodidades q ne hoy se han lteeho comunes.
gracias á los pt•ogresos de la~ ciencias acomodados á la
civilizaciou moclt3rna. Pero así y tocio, puede alh·marse
que :wn pa1·a el día prcs<:ntc ltalwia siclo seiialado aquel
viaje por los placerns rle que pudo gozarse en la navega-
cion: para cnlúncos fué e:s.lra u1·dinario. Un buen cocinero
l't•nnces nos Lenía una exqui~ila me~a, pa1·a la cnal hubo es·
mern y lujo en escoge1· las prirnet•as nwterias, y uu buen
acopio do nieve consint.iú que se sü·viesen con frecuencia
en all.a mar, no sólo al fin de la comida, sino en las horas
del calor, quesitos helados, obra de uu excelente i·epos-
tero napolitano que tomó mi padl'e :i su sel'vicio. l'io era
menos not.;;blc la coleccion de vinos, cnt1·c los cnales lu·
cía el Jerez amon~1llado, hoy comun; cnt1'•nces con el mé-
t"ito de ser sob1·e exquisito, de invencion moderna. La
sociedad el'a ex.eclcnte; remaLan en el B~dtattta el l.Juea
humor, y áun la alegl'ía. EuLre los pasajeros había una se-
ñora siciliana, rnny buena cantora, que !'ecrcaba á. Ja so-
ciedad ~1co111 pafi<indose eou Ja ::;uitcn·1·a (pues piano áun no
m·:i uso 1Jeva1· a l.lorCioj. ~ntre otl'as ]Jieza:.> ::>o\J1'e8aliu un;i.

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448 A;\TD'<lO ALCALA C.ALTA;>;O.

á la sazon famosa (so~un cl'eo de Paesicllo), cuya ietra es:


Nel cot· µia non mi sento
Brilla1' la gisvenlú
J cuyo final es:
Pietli , piel{:, pietá
L'amore á un ccrto elle
Che delil'ar mi fa,
dulcísima melodía que hoy lwn condenado al olvido las
armonías noveles y áun ol1·as melodías más vivas. No fal-
taba en la concmTencia el alrnclivo de la Jrnlleza, porqne
venía con nosotros una de las más celebradas beldades de
ispaña, la l\lalilde Galvcz, nncida en nuestro suelo, pero
precisada á residir en llali~ por' lrnberse casado con el co-
ronel napolitano Diinuolo, de dislin;;uiua familia. :11e acuer-
do de que, como toda mujer hcrn10sa, gustaba de ganarse
adoraciones, y que con sus bellisimos ojos, bien maneja~
dos, daba place!' y Loi·menlo a varios de sus compañeros
de navegacion. En mí, con mis once años, nada podia pl'o-
ducir, pero scnt.in gusto en verla, y en que, como salia,
me hiciese fiestas como á un tl•iqnillo. El tiempo parecía
como que se habia convenido en que aquella travesía todo
fuese placer ¡rnro, poeque el viento nos ru é const:mtemen-
te favorable, y siempre llcijo, por lo cual nnvegabamos,
si no con grnndc velocid~1d, con mediana, y con la mar se-
rena. Un dia apa1·p,ciú pot· entre nueslrn cscnatlra un bu-
que de guerra inglés de poco porte. Laq;ó su bandera y
nosotros las nuest1·as, y en el tope del palo mayoi• del na-
vío general apai'eciú el C5l~tndal'te real, por enLónccs rara
vez visto á bot•do, q111] l'116 a! momento saludado, corres·
pondicndo con sus saludos el buque extranjero.
Al sélimo dia de nucstrn salida de Núpo!es, llegamos á
Barcelona, cuyo bl'illo cnt(ínces nos la hizo pa1·cc01• poco
inferior á la capital de las Dos Sícilias. Desplegaba allí etl
aquella ocasion nucsl.l'a cor~e su lujo, tal cual era enLón-
ces, suspend.~ l4i. ~~~eia que.por lo comun en ella rei~

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ll.ECt;f.RDOS Di': UN ,\NCIAi'iO. 449
naha. Esmeráhanse en obsequiarla los catalanes con pro·
cesiones de máscaras y demas clases de fiesLas por que se
disting uen ..funlóse allí con nuestra col'te la de Elruria ve-
nida á tomar parle en los fes!cjos. Ent.retanto, la mesa del
.Baluwui se distinguia áun entre las de la corte, y nunca
volvia mi padre de tie1·1·a ú comer sin trae!' consigo algu-
nos convidados (·1).
(1) Quiero contv.r nn incidente de poca monta. y ridículo, ocur-
rido ~n Barc€loua, pero que estín10 digno lle m·~ncion. c(~m o pin-
tura de usos y costumbres de aquel t.iempo. Dispuso mi padr~
presentarme ú. S.M. á que besase la real mDuo. Corno e11 otro Hr-
ticnlo lle los que h e publicado ¡ulteriormente he dicho, enton-
ces los uni fora1es :'.;ervian para. pat5~o y visitas. pc1'0 el 11niforrne
de 01·denanza y el de moda ernn mLly de~emejantes. Cárlos IV
mira.ha con horror rrue s r llcv~1s e el pelo CO!'ttu;o en redondo , y en
su corte er~n iudi~pen~nble~ la coleü! e n los militares s la bolsa en
los pu.isurtl)S. Asi. pnes. hnbe yo rle prepann·nit'! ó. po recer en la real
prcs~u,•ia vistién<lome mny de otro mo.!<1 que de oniürnrio. Al
unifl>rme con solapa suelta, sustituí otro r,o.i s olapa peg·ada y rc-
aoncla sohre el pecho; ~el cb.nkco la ~hnpa; nl rnntalon el calzan
corto con llel)iJla ele c\HU'''etera rlebniu d e Ja l'Odilla: á h lwt.a el za-
pato co.i hebilla tambieu: el sable anastrnndo; l~ espa<la d..; meclia
tuza ceñida; al sombrero con p1umei·o llevado a~ lac~o. nno con ga-
lon y sin plumero dispuce;to pnm l\evark ,\e frente. l'na coleta
postiza, sujeta con uua. cinta, me caiu Pl'T la e~¡ialtltl. Eo talntavío.
lucietlllo dos. piernas en qnP. ni a~omo de pantorrillas se veia.. en-
tté en el p~lacio del capitan general, qne f!ra la re~~.Jr-!nr.ía del l\-fo-
n3rca. !~u una de las ant.ecámaras estaba mi r.oroncl el duque <le
Osuna, ahlu!lo del que hoy lh.:va este tíralo. ~u.:.i uLt0.8 varios. Era
dilig·encin pl'ecisa Jll'esentarn1e á 1ni co1·nnl•l án ~·.P.s qu~ nl Rey~ El
duqne me re ci1Ji6 1lfa1)Je, me examinó bien. me h'.zo d>n· vuelta en
redondo. y se cercioró, por lo pronto, lle que iba yo en regla.
Pero de súhito, me miró iL la frentr•. y su aFro;rnc;io:i cesó. L1evab11
yo el pelo eay~ndo >;ulirc la frente, y dehin llevnrl~ coi·tado casi :\
raíz y fonn.wdo punta salience en el medio. Intentó ;,1ondacloso el
Duqüe remettiat· el <laño. y con su propia mano, ¡:asfor;omela por
la cabeza, ¡irncurú alzar ll:'tcia atrás los pelos peca,lores. p~ro ra-
!Jeldes ella~ caiun liúcia nc\elante no bien faltaba la fuerza que les
dalia clinJccion. c•.mLrnl'ia a la <1no tenian. Entonc~s. vuciLo el g{}·
neral coronel á mi p~dre:-<G:tli<mo 1,le elijo), no le aconsojo cí usted
que le p> e~en !.e al Roy ~si, rio ~eri que ¡¡,·,yri un disgusto , Tuve
29

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450 A?iTONIO ALCAL,\ t~ \U AMJ.

Hubimos en breve de rng'l'csar á Núpoles, porque lrnhia-


rnos de lle\'Ul' alli a nuestra inl'anta clofia Isab el á celebrar
st! matrimonio con el príncipe hcrcdci·o de la corona na-
politana; enlace del cnal fné uno de los frulos la señora
doña illaJ'ía Cristina ele Barban, tan célcbrn en nuestr:i his-
toria conlcmporúnea, ohjeto de tan altos y tan merecidos
aplausos, y \;qy ... En este lugar, sobre Lnl punto, es lo
mejor el silencio; pern sea µennilido ú quien se glol'ia de
su adhesion á tnn ilustre scño1·a, derranrn.r sobre esla pá-
gina una lúg1•ima que se ag1'l' guc ::\ !as que en este momen-
to est::\ ella der1·amando por la muct•tc do la cual'ta víctim:.
que cnl1·c sus hijns ha lir.cho la muerte, 31Tcbal:indolc
todos en lo rnús florido rle sus aiioB.
Nuestrn vü1je de vuelta á N:ipoles ignaló a! p1·i111ero, en
lo hreve, en lo cómodo, en lo regafado, 11ero no en lo ale-
gte. FaH:iban algunos de los del viaje á lh1·celona, y ade-
más, las segundas JHll'les, que con rarísima excnpcion no
son buenas en los libl'os, suelen :io sedo en !a villa. Es
calidad dci placer !a de dura1· poco.
Largos años Jrnliim1 pasado desde el vi~je que acabo de
conmemol'al' hasta otro de que voy ú hablar aho1·a. Y bien
pensado, no ·hahian siclo tantos, pues no hailian pasado Lle
veintiuno, pel'O ¡cu:'111 llenos ele sucesos! ~leJiaban cnL.ee
ambas épocas !a guel'ra de la 11Hlependcnci;1 y la revolu-
cion de 1820. E! cadele de ~uardias tic ·180~ no babia se-
guido 13 ca1·1·era militar. lfabia sido diplom:Hico, pern más
que otra cosa, politico revolueionario. Ern en I8'.l3, yendo
á termin~1· aquel ai1o l'uncs to. Acababa de sor dipulado á

pnes, que salit' de palacio. sin logrnr el fin parn qne llabia entrado,
con grao dolot· mio y no nrnnot· de rni padre, el cual, no obstante
su g-ra~ tale~to y se.he r, daba ¡n1portanda á t:.:.les meuudenc.ias4
Cuutro afias despueo, ele Real orden cayeron las coletas, y el Rey
mismo sacl'if.có la suya. Citú)m~~ como prue1J,1 de la extremada
privanza del p'ríncípe de la. Pu~ que hubiese logrado de au Sobe-
rano ta.Ll!acrificio.

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l\ECUERDOS DE UX A!'\CL\~O.

C(lrlEs. ¡Dipulado á Cúrles! lQuién podia habei· dicho en


llai·celona en ·1802 que había de habei· diputados á Cúrtc :i
en Espaila de allí á ocho Míos, y de volve1• á haberlos tle
~llí á diez y ocho? ¿Quién, que el muchacho que admii·::ib1
la co1·tc de Cárlos IY, había de tener Ja desdicha ele vei·s3
obligado á ¡wo¡1onet· la suspension del ejercicio de Ja au-'
toridad Real en su bijo?
Y, sin embargo, en 1823, Ja monarqu!a de Cárlos lV ha·
11ia resucitado ele fl<wccllo, pero de hecho no. Había en su
lugat· otra, quiz~i mús allsolula, pern no la misma. Un go·
bierno no es lodo en una nacion, y el dCJ más ilimitado ]lo·
der tiene en buena ¡nute que ser lo que los pueblos ~ él
sujetos. Pcl'o, fuose como fuese, el Gobierno de Fernan-
do Yll C\íl -1 s:n tenía que vengarse de agt'a vi os grandes,
aunque provocados, y cm natm·al que estuviese yo seña-
lado co1110 1rno ele los principales objclos de su t·esenti·
miento y odio.
F11i, pu~s, prosc1·ipto, y me libcrttí de la nrnet'lC la fuga.
La plaza de Gilm1Har vino ú ser mi prirnc1· puet·lo de ~al·
vanwnlo. Pern allí no era posible p1~l'lmrncccr, pues ni te-
nía yo rncursos para vivi1\ ni el ~obierno in~lés consentía
la csl~ncia de los enemigos del gobierno espaüol en un
lugar r¡ne, sí bien con mengna nuestra de dueño extr:rn-
jcl'O, es por su sit1iaeion pnl'tü de Espafia.
I\·os vi111os fu 1·zndus ú desocupar á (~i!millnr y trasladG1·-
uos á Inglalcl'rn. Pero el'a diíkultad y no levo, r¡tw poqní-
simos entre nosotrns teníamos con que coslcat· el vlajc.
A mí, qne en mis pt·imct·os aílos pas:i!Ja hasla por rJeg, y
¡~1·a en yerclad hontiH·e acornoclado, rnvcses Jlecunía1·íos
considornhlcs, y lamllicn mí imp!'lldcnci:i en gnslar alP.-
grcmenle lln mi juycntud, nada había qucdndo de lo here-
dado ele mí ¡rndre, rn~1s que un crédito crecido, cantidad
muy difícil ele cobrar, y que Yin o á ser incohrnhlc. l".s cio-
¡;io que, no niegan nuestros enemigos á los hombres de
<1t¡uella úpocD, L!UO salieron de ks n:i~s altos dcsLinos con

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452
lns manos puras. Así es, que en Oól.nbre y Noviembre de
18".13 estaba llena la plaza de Gibealt3L' de persona¡es de aUa
categol'ía como empleados, qnc ernn vci·dadc1·os incligon-
tcs, y como allí no había medios de ganar la vich1, y rné-
uos ele contar con la suma necesaria ¡rnra pa~at· un pasaje
á pais algo distante, sólo de la caridad llOdíamos esperar
alivio.
La caridad no nos faltó. Declamen enhorabuena contra
Jos ingleses muchos de nuestros cornpall'lcios; los m3s de
ellos, sin conocerlo, ecos de las pasiones francesas: lo
c1et'lo es que en caridad ningun pueblo aven1.njr\ ni áun
iguala al !Jrilúnieo, y de ello buenas prue!Jas hemos te-
nido no pocos .esp ~1ñoles.
Pero la caridad liene sus límiles, y su oficio es socorrer
la necesidad, y no suminisl.rnr al lujo y ni áun siquiera ol
regalo. Además, los ingleses son en tnl punto c~i·it.ativos,
ptTO scYerns. En Gibroliat· no era posible h:wer dislincion
de personas entre los necesilaclos. Otra cosa fué en lngla~
tcrra, y de esto se dió buena pnw!Ja conmigo, que recibí
1'avorcs de los cuales conservo ugl'aclecido i·ecuerdo. No
extt•afio que en Gibralta1• fuese yo medido por el ra&cro
comun, por el cual ¡rnsnron personas disLingllida5, á la par
con otras que en la esl'e1·a social Ct'an muy poeo.
Una susceicion dió rncclios para f\ctar un buque. Era
éste un Lcrganlin ele poco pot·te, cuyo nombre era El
Orbe, y que no l'.egalrn á medir doscientas tonelaLlas ingle- ·
sas. En él nos fué destinado para nuestt·n habi taeion el en-
trepu en te. Pusiéronse en él camas, cada una p:m1 tres
¡¡en;onas. Dcstinúsenos para alimento carne salada y ga-
lleta, con un b~1rril de rom. Así nos amontonamos hasta
<:reo unas ctrnrenta ó cincuenta personas, en muy reducido
espacio. Ern en Diciembre, y el tiempo J'u ó como de la es-
tacion, y áun peor quizá que lo ordinario. Al L.cl'ccr dia
el'a la mar muy recia, y rompin en el barco. No estaba el
entrcpuenle preparado para pas~je!'os, ~· rei.:i!Jiemlo nue.s-·

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Z.ECUJ:;llDOS DE CN ANCIA!'<O.

'trn hahilacion la luz pot' arriba, no 11abia, c€lmo hay en las


.;ámaras, cubierta con vidrios que poner, á fin de evitar
que los golpes de mar entren con gran peligro del barco,
que podría llenai·se de agua. Así, nos pusieron una cu-
bict·ta de madera que clan1rnn, y nos deja1·on á oscmas
en eslt'ccho m1cier1·0. Como saliL· el'a imposible pat•a so-
correr necesidades indispensables, sohrc todo de las me-
1101·es, pusieron en medio del entl'epucnte dos enormes
cubos ó tinas. A poco, los recios balances lrncian salir el
asqueroso contenido de bs cubas ya llenas, )'le siguió una
hediondez insufrible. A ello habia que agrcg;.11· los no mó-
nos sucios p1·otluclos del niareo. Se inficionó el aire. li:n
suma, tal vino ú sel' nuest.rn siluacion, que dando recios
golpes, comenzamos ~ pcc!it' socono. Se ~piada1·on de nos·
olt·os el capilan y dos ingleses pasajeros de cámm·a que
con él iban, y derl'ihando dos tablas pusicl'on en c-mnuni-
cacion nuesl!'o entl'epucnte con la c:'um.ra y con la escale-
ra que 8ubia á la cubie1·ta 1 con lo cual nuestrn situacion,
sin dcj~1· de ~er dcnrnsiarlo cdtica, se hizo tolci·uhle, pues
podiumos sulit• del enciet'l'o y subir al ait'e libt•e, y áun re-
cibíamos ~lguna ventilacíon de lado poi· la riuerta recien
:ib1erLa. Por mi conocimiento del idioma inglés, el capitan
quiso dal'll10 enLrnda en su cúmara, y :íun asiento en su
mesa, pero sólo una vez acepté por no parecer grosero.
En tanto, succrliéndose el mal tiempo y arrnciundo Ja bor.
rasca, apénas pm·milia salir del lugai· qti·}, si ya no encier-
ro, Cl\l l10i·1·or<1sa \'iyiend;1. Cna noche derrib1í un golpe de
ma1· lo quo so l!ama ob1·a muc1·t~, qi.ic es como el pretil del
buque, y se llevó consigo para <rncgal'los :í un pobl'e pei..
ro y :1 algl!lias gallinas que trnia el capit~n para sí y los
pasajel'OS de C<ÍlllGl'a. Jiizose jJOl' esto uífícil Ú Jos pasajero S
camina1· pot· labias cubierlas de agua, sujetas á violentos
v::iivcncs, y con uno como precipicio al lado. La mala CO·
mida fuó empeo1'tmdo con el tiempo, y ::i. eslótmgos no
~JcosLumbr~1Jus á úlla so hizo casi insufrible. Forlun¡( fué

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AliTO:mi ALCAL\ GAJ,TANO.

que los vientos furiosos sopbscn favorables , de suer~e que


á los quince diac de nuestea sal ida de Gibrnllar avistamos
las costas de Inglatcrr:.i. En pl'ltcba de que no ha~' poncle-
racion en este relato de nuestras misedas, no está demas
decir que nuestro barco corrió con el apodo del Ú(li'CO ne-
grero, poi· juzgút•scle parecido á :l{[Liellos en que van en-
cerrados los infelices africanos destinados á servir como
e~cla vos en los puntos de Amt1 l'ica donde subsiste la es-
clavitud, para afrenta tle la civilizacion, digan cuanL()
quieran sus defensores.
Bien es de suponer que en csle vi<Jje últimamente des-
c1·ito hube yo ele acol'da1·me del otrn pasado en dias más
felices. Algunas navcgacionc~ !labia yo lle cho entre las dos,
y no era la vez primera que atn¡yesaba los mares que se-
pa1·a;i :í. Inglalel'l'a de España; poro mis ¡rnsajes no se ha-
bian señalado ni pot· el extremo de lo bueno. ni pm· el de
lo malo. Las incomodidades ho1·t·o1·osas trajernn ú la me-
moria el plai;er :mliguo. Cuarenta años y meses van pasa-
dos dospucs, y el eontcnitlo de los dos viajes está lljo en
mi mcnlc. Además, los miro como ejemplos do las grandes>
vuellas de mi foriuna. Esta impol'la poco ú mis lccLores,
pero quizú pueda servil' de aviso :í los que se aycn luran en
la carrera ele lns revoluciones, ú lo ménos pat·a que sepan
que si en ella se cncucn~1·an bicries, se cncuentl'an com-
pl'ados á precio subido. Pero me Ul'rcpicnto de esla
sentencia ni momento de hailel'la dicho, porque l::ts 1·evo-
luciones son hembras c3¡irichosns, y hay q11icn logra sus
favol'es sin hacer mucho gaslo de ingenio ú ele pndeci-
mirntos p~rn <idqnirlrlos.

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XV.

RECUERDOS DE UNA E~HGR!C!ON.

La voz emigracion, aplicada á los que, 6 dcslereados ó


huyendo del peligro de padecer graves dafios pm· fallos de
tribunales, ó por la tiranía de los sober~nos ú gobiernos,
ó de las lul'bas, se refugian á tie1·ra exlrarfa, 'es nueva, y
come.nzó á estar en uso para señalar con un dictado al con·
junto de hombres que, de resu!Las ó de rc!ormas, áun
cuando útiles algunas, para ellos odiosns, ó de excesos
atroces, y de una persecucion fel'Oz, huyeron ele su patria,
Francia, en el período corrido desde 1.789 á -Ií94, y fueron
ú poner en salvo sus vidas y junli\menle á formm· á m~ne­
ra ele un Estado hostil al que figuraba como Lal en el patl'io
suelo. Bien es verdad que, como ántes de los últimos años
del siglo próximo pasado ha!Jia habido en Europa, y áun
fuera de Europa, guerras intestinas y mudanzas de gobier-
no, las cuales llevaban consigo padecimientos ó amenaza
de gravisimos males para los vencidos, no habian fallado
ocasiones en que agregaciones numerosas de genles fugi-
tivas de un país habian venido á formarse en 0L1·0 vecino ó
distante, uniéndolas afectos vivos de odio al contrnrio y

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456 ANTO~lO ALCAL1 GAL!ANO.
de amol' entre. sí, nacido de eomun interés é iguales pasio·
nes. Las guel'l'as de rcligion en el siglo XVI creat•on lo que
hü)' diríamos una emigracion de prntestantes que, desde
el lugal' donde habi~l!l hallado asilo, hacían cl'uda guerra al
gobiel'llo católico ele sn nacwn y ¿ todos los de la misma
fe. La rnvocacion del edicto de Nantes por Luis XIV de
Francia, Elió sór y vid~ á una como colonia francesa que se
cxtemlia por lnglalel'n1 y Holanda, y que lleg1.) á ser funcs-
us:ma al grnn monarc:i. l'l'anccs en los aüos post1·cros de su
lal'go L'einado, úntes tnn lleno de poder y glol'i~. No bahía
sido rnénos considerable la reunion de lus fiel e:; servidores
y pa1·cialc.~ de la monat'r:¡uía inglc~a que, dospues de dego-
llado en público c3dalso C:\!'los l y pl'Oclamada en el suelo
inglés la 1·epúblka, prnnto pasada á ser 1·egida por Crom~
wel con poclc1· absoluto, se babia esla!Jlecido e1; Holanda
y J?landcs, aunque pat'tc de eUa hiciese residencia en
Fr~rncia.
De los yerros y cul ¡)as comunes á J3s cmi¡;r~1ciones
cupo alguna, y no mny leve parte, á las antel'iOl'es al si-
glo XVlll, pel'O en naLla c:o111pan1blc con lo que pasú á la
emigTacion de los fi•ance~es desrle -1í89 hasta 1795, ó á
las de otl'Os pueblos en dias 6el presente hal'to más ce1·-
canos.
En la vida del desterrado alternan y se mezclnn bs pe-
nas con las ilusiones, el intet'és que á todos liga con las
pa~ionoos que los desunen ]lasla llcfj'ar á producir entre
ellos odios acc1·bos, y las preocupaciones respecto á lo pa-
sado con las que eng·cnd1·a !o ¡wcsenle, y se prepa1·nn para
lo futuro. La hislOl'ía de su patria en los nños en que hu-
bieron de t1bandonal'la aparece á sus ojos llcsli8,"Llrada, na-
ciomlo clB el lo val'iadas acusaci0nes, a la pal' con cargos
jusLos, y en la lrnl~güefia -vísion, sin cesm· presente á su
sentido mterno, de sn futu1·a victoria y dominacion, la nm-
bkiun m~s violenta mueve á disputarse con f11ria los irna-
~in<idos ¡rnc~tos de nrn~·o1· provecho y homa. No es más

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RECUERDOS Dll U~ ,\NCL\NO. 4ti7
reñida y ext.rnmada la guerra entre un ministerio real y
vel'dadorn, y los hombres de una oposicion que con ardo1·
tirn ú dtm'ilJnrle, qne la que siguen unos con ot.ros pobl'cs
desterl'ados en medio de su desvalimiento, ¡;ontendiemlo
por los despojos de una batalla que suponen gatrnda, átm
ct1ando estén cnt.e1·amente faltos de fuerza, siquiera parn
s~ii1· al earnpo.
De e~las rallas 3dolecia la porcion consider~ble de es·
paííoles á los enales at'l'OJÓ la caída dol Gobierno conslilu-
don~\l en 18~3 21 lujano suelo de la Grnn Bl'etaíla. Porque
si en Fl'ancia y en otros r~íses enconlr:lt'on m:ís ó ménos
se.gmo asilo Jos fu~itivos de miesLra palria en aqudlos
dias, siendc1 en corto número y estando apénas tolcrndos,
y \·igilacios, no Jiegal'on á fornrnr cuei·po politico ó soci:.11,
miéntras en el st1clo británico, al amparo de las leyes, fa-
vorecidos pm· Ja opinion, si no patrocinados socol'ridos
por el ~olJierno, libres en cuanto cabe estarlo entre un
pueblo liilrn, se nJi1·alrnn y eran, hasta cierto {Yl':tdo, una
potencia, sin contar cou que los refugiados ó ült·as tiet'l'as,
adictos á la E;:paüa conslir:1i.:ional, que en su pat1·ia había
desapa1·eL1iclo ú estaba eclips3da, la saludaban allí donde
Ja crei•rn exisU;nte y Lle donde espc1·alJ:m vcl'la salir
de nuevo t.:01110 aslro que ocu!ta el mo\·irniento de los
mundos.
JusLo es rlecit• que, si nucstt·n ernig·~aóon tnrn las fla-
quezas iniie1·,-.ntt;s ~l la naln1·alcza lrnrnnna, l'ttti lrnstnnte
supel'iot· ú las 1.ie ott·os pue!Jlos en este punto, y lo fué :i. la
de los iln!innos y polacos, que viniernn ú ::er, ó fueron
desde lue~J, stis comp•1ñcn1s. Hubo, es vcnl~tl, en la espa-
ñola cspfrit.u de bandcl'fa, piqu0s de que nacieron odios,
mutllas 8cu3:1cio1w5, casi tod:1s injust~s, ó euando ménos
exage!'aclas, ~'a rclaLivas ;1 lo p:isado, ya á lo ¡;rcsente, y
envidias de quienes padeci•m mús á otrns cnyos padeci·
micnLos pal' sei· menorns ú los ojos t1je11os p:n·c2bn conos
-ó ningunos; en Slllilil, todas las p:1siones que 111,;s nacen y

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crecen, yapa1·ecen en horas de clcs\·cntul'a, pero 10 las
impuL;11:ioncs de Wlicion, y m1~nos aún los actos de violen-
cia que entre otros emigrndos llc¡;ai·on ú e1us~n· lwsta ase-
sinatos.
Y una cosa ennobleció á nuestros hornh1·cs l1e -18:!0 ú :!3;
hombres cuyos errores ó cuyas cul¡rns no trato de disimu-
lar, errados [lm' lo conrnn en las doclrinas, dcsacc1·lados,
y úun clcsntinados mu ellos de ellos en Sll conducta, y :"1 nl-
gunos de los c11ales manchaba el i·ccnerdo de :ic.tos dn
feroz crueldad cometidos en sn pati·ia irn¡ic\Jéndolos
á ellos el fanatismo, pei·o cuyo lllason indudable fuó
que se ¡ll'csenlarou, con rarísima, si acaso al¡;nna excep~
cion, pucos del ruin delito de la co1·1·upcion, viénd\isc en
siluacion de honi·osa indigencia :1 los qnc en el gobic1•11rJ
constitucional habi~n ocupado los m~1s altos puestos. Bien
sé que este mérito es súlo ncgalirn, que puede el hombre
sel' cnlpado de delit.os aLrnces, y hasta feos, conscrvnndo
honradez en punto á ccclcr nl influjo del di11cro, y que oh-
sc1·var un precepto del Décnlogo no aulo¡·iza ú rnosti·arse
ufano á quien qnol1t';m la los otros. Pc1·0 :il c~l10 tiene quien
(i;egun la expresion vnlgai·) ~e ensucia la~ manos una cir·
cunsürncia contrn si que Je ag1·a\·a la cul¡rn, y es que á
ot.ros actos crimrnalcs suele acompaiiur r,iel"la justi11cacion
á los ojos del ¡wopio pco3{! 01· en su rucrn interno, siendo
en esto~ puntos las capi!.nl~ciones de concienc·ia rnny co-
munes, pern el que se vende conoce biPn su propi~; maldad
y bajeza, de donde nace en él mismo la de:,:radacion, y en
el público la idea que ca\íf1ca su culpo corno superior á to-
das lns dem::rn de que es capaz el li11aje lwrnnno.
• Cu:@lo al terminar -1823 y en los dias primeros de 1824
:apareció el gl'~n golpe de los emigi·ados 6 rcf11g;iados es·
,pañoles en Inglaterra, fueron todos ellos rccibiclos por lo
:geoei·nl del público con favor extrnmado. Bien es verdad
:qne lo~ Torios, por ent6nces dom inant.cs. pues ele su ban-
do eran los minisLros, y la p:irte más crecida de la nacion

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que en las cosas polilicas influye 6 toma ern pelío, habían
mirado con aversion á veces excesiva la causa de la Cons-
tilucion de -IS·l 2 y á sus reslaillcceclorns y defensores, y
:iun visto con cierto grado ele saLisraccion el triunfo del
duque de Angulema y del poder ft·ances; venciendo en su&
ánimos el odio a la democracia y :'! la revolucion, y el afec-
to pa1·cial á los l:lorhoncs de Frnncin, el disgusto que solía
causm· el engrandecimiento de una potencia rival antigua
y moderna de la Gran Bl'etaña; pero :iun los Tol'ies lcni:m
ménos abo1·rccimiento á los demócratas españoles que á
los de otros pucb)os, viviendo en su mente recuerdos de
los dias de la guei•t•a de nuest1·a independencia, en que los
conslilncionnles m·an sus nrnigos en su porfiada conlienda
contra el tremendo y temido poclee de N3polcon B11oiU!.JJar-
te (1). Los Whigs no a'dmiraban mucho nuestra caída
#
(l) De intento y::t eSCl'ÍéO con 1~ ánt.cs a~ la o el apellido de Na·
poleon, porq·i...tc se ·va halJlando de sns n. c(~nirn o :; cr.. ernig·i-is que. así 1o·
llan1nbuu, sin tJUC huyn datos para r0~ o lvcr por que raznn era rni-
ra.{hi.. cst.11 iutercalacion de la u como una ofensa por lo:.::: que teniau
intenclon de hacerla, y pot· los que la recibian coa enojo. Los
reaüstn.s más violentos dfi. J;'l'ancin. Buon;'l¡-1:·11·L.e le rlec;an, y coA.
sólo l eer el apellido as( e~críto e:;taba dcelarndo ser el escrito1··
coutrari:J por extremo del em;¡enul<Jr c;1Í<\o. Otro tanto hacían los
Tot•ics ing-tcsi::s, y el p~riódíco Gr.mrt-vrl!J R.~1;ieH, scünlado poi· su
odio acc-!l'))(_) nl g;rnnde ~mpe!'fülor, asi le llarn.a. nún h.oy rni:;mo~
cunn~¡o olvidaíhts ;:intig-nas pa:Sionc~. es de ::s'.c1pokon JII parcial
inás qnc otrn cosa. \Valtcr Scott. r~un:¡ue tory, en su Yfrfrt de ¡Ya-
¡¡o/eo1<. qn e ti pesar lle sn corto valor tllvO nlgan<i celebridad más
de treinta años ha. hlnsona de su ímp:.i.rcü1Ji1laJ por p1·0rerir Ha-
marlr. ~íu lo. odiosu ó So.::5pcchos::t. 1.~. ilauaparte.. Y con todo, en sus
1irimcros nilos. cuunr\o no cr" conoci•lo su nomhre de pila. y sí sólo
:su np~~~Li:~o. 13uouaparte le llamnhi1.n hnsta en !n1pr.3'ltJS algunos de
sus adm.iradoi·cs. <¡Un dir..ht~t.e italiano que c::.rrió en boca. rle mu-
chos e:·a 1'. l1etti i {ntn.casi s ono l.ad2·i. ¡):3ou todos los fraEc~ses ladro-
nes'? á lo cual era lu tespuesta: •11-on. lu.Ui nfo Buon1;;~pa-rte. ~Todos
110, pm·o si una llnena pal'tr.. Verdad. e_s que e~tc salia de injurdo
ene!nign, pe~·a no hahria j ngaLlo ~1sí cou el vocnhlo quien uc Uamn~
se Buonaparte r,l ven~edor de lLalia.

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--
460 ANTON'IO ALCAL\ GAL1A1'0.

Conslilucion, pc1•0 hnbian sustcnlado nuestra causa en el


Farh1mcnto y poi· Ja \'ia de la imprenta, J' teni:m rnús mo-
tivos para prntegcrnos y agasajarnos Yencidos porque la
parle de nuestras doet1·inas p3ra ellos ccnsut'ablc, si no
odiosa, ya mal podía ¡wop~garse. En cuanto á los radica·
les, nos rncillian con los l1rnws abicl'tos como á hermanos
y m:irtil'cs por una ea11s:1 que les era cornun, sin pcnsai•
que ng lodos lfJS e$p8íioles que aEi acudían profesaban su
fe, pm· olt'G ¡.wl'te nial conocida de Ja Lurlia de dester1·ados,
euyas doct1·inas Cl'an confus3s y Jimil~1clas. Pero hnbia
y hay en lnglnlern1, t.:omo en todos Jos puelJlos, no obs-
tante ser a1ii mús comun que en ot1·as lene!' noticia de las
cosas polil.icas, y tom:w en e!lns algunn parte lo gcne1'al de
las genles, muclias pet'sonas r¡ne 110 eran prnpiamente ni
Tories, ni 'Vhigs, ni i·alfüales, )' est~s nas hicieron desde
Juégo el mejor acogimiento posible. El ca¡H·1cho popul~r,
rn~s fuerte en el pueblo ingMs c¡ur l!O los doma~ dol mun-
do, se mosl.rú en nueslro favor, dcl1iendo ~111atlirse que en
diez años la! fa\·01· apénas tuvo menoscabo.
Habia, sin embargo, preocupaciones en punto á los últi-
mos suecAos de Espaüa, irnperfect::rntente conocidos, cümo
suelen sel'lo en lngla!Cl'L'a los do todos los pueblos exl.ra-
ños. lfabian vis lo los ingleses cae!' las Có1•tes y el Gobierno
constiLuci onal con poca gloria, malognindose locas inl'un-
d2.das ospe1·aM.::is de una porfi oda resistencia á I~ invasion
francesa; dcscl'la1· al enemigo nuestros gcncl'ales L:1 Bis·
ba\, ~lol'illo y Dullesleros con otros ele ínl'et'ior nota:, 8eg11i1·
en su dcscreion á sus cüudillos los oílcialcs y solclaclos, cu
vez de ab~nclonarlos como á traidores. En medio de (;sLns
dese!'cioncs, a¡rn1'ecin la 11gma de un gcnc1·al fiel ú sus ju-
rameiitos liasla la última horn , y pc1'Li 11az en la defensa de
la Conslilucion lrnsla la caída del Gobierno consliluc!on:il.
y además este general ei·a un~1 persona cuyo nombro bn}Jif,
sotrndo rn los oídos íng-leses, siendo recibido con apl<111~0.,
en los dias d~ Ja guof!'a contra N3poleon, y inm en l•is !;e--

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J\ECU~J\t>OS DE U!\ ANC1A~O. 4.Gi
ras en que la causa ele la independencia española era más
tibiamente sustentada. Esta flgtu•a era ¡¡, dei genet·al Es-
poz y ~!ina, á la cual singulares circunstancias antcriol'es
daban prnporcioncs, belleza y lus tre muy superiores ú lo
que de justicia le cot'respondia, si bien seria inj uslicia y
locura nega!'le buen grado y cantidad de merecimientos.
Ast, al Ilegal' Mina á ln;:;latcrl'a l'u6 1·ecibido y considerado
como el principal representante de la 1':spal1a constitncio-
nal, vencida )' pt'ófuga, pern viva aún en tie1'1'a extral1a.
Ni por lo pronto se negaron las elestel'l'ados ú 1·ecol!ocet·
en el genc1•a\ ex-gucrl'illero esta como supremacía, que
dcspucs le l'né tan contestada. Verdad es qne úLrn no estaba
en el tel'l'ilot·io Íllglés el gene1·al D. José illaria Torl'ijos, des-
pues cabeza de un pat'Lido oplWSto al de fün~i, y el cual
podia ])\asonar de constancia no inl'erior ú la de su riyal, y
ele lealtad acl'isolada en la defensa de la cansa constitucio·
nal en sus úlLímas horns. Apa1·te de eslos dos pcl'sonajes,
habii1 uno á qui en daban {1 Ja snon gran va\ol' circunstan-
cias no pct·sonalcs suyas, pero muy podel'osas. Era éste el
canónigo Riego, hernnno del infeliz gen crnl b{il'Jrnramenle
sac1·ifü:ado, úun si endo admilidas doctl'illGS que justifica-
sen su castigo. Era el c::rnónigo hombi·e pot' dcmas cslrnfa-
lario, y tenia consigo á su sobrina, viuda ( l) del general,
ele todo lo cnal rrncLH'nba él sac:u· parlido en su pal'Licular
prnvecho; ocultándose sin duda á sus ¡JL'üJlios ojos este su
inter·es p01·sonal, pol'que se equivocaba y confundia lwsta
en su Jll' Opio concepto el amor de su fa mil in ;1 nombre, con
·el deseo de figlll'at', que e1·a en él, si no el único, el rnayo1·
de sus dc l"ecLos.
Como dejo dicho aqní poco há, lleg(1barnos casi todos
los españoles a lnglatetTa en un estado ele miseria cumple·
ta, de sucl'Le que sólo la caridad pública ¡:odia darnos el
indispensable abrigo y sustento. Si algunos lenian bienes,

{l) Esta pobre señora murió á poco da su lle¡;-a.da á Lóndre~.

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462 ANTO:>¡JO Al.CAL,\ f.ALIANO.

no podian recibir auxilios, 6 los reci!Jian mal, en fuoi·za Lle


las circunst:rncias; de dee1·ctos quo les conflscaban 6 .se-
cuestL"aban su hacienda ¡wivada, de pcrsceucioncs popula-
res que no resjH~laban su pi·opiccbd, tle temo1· en al3unos
de sus apodc1·ados, de mala fe en ou·os. Pero la mayor
parte de ellos se componia de pcL"sonas que vivían de
su p1·oi'csio11, mililal'Cs, cclesiúslicos, a!Jogatlos, emplea-
dos civiles, médicos, escriloi·os; en sum~1, 10 que consti-
tuye el núcleo del partido füimado Jiilcnd en lacios !os
pueblos, 6, dig·amos, de lo que (On {:[ f'orma la porcion más
activa y pl'edominanle. Oc1;rri1· ú rnbri!· las necesidades de
tantos desclid1:1dos, fu6 trna LlO las primeras atenciones de
los ingleses, y ún les que stt gobierno lo bicíc.3e, como
vino pronlo ó huccrlo con no conrnn gcnc1·osid3d, bullo
de anlicipnl'se el público poi· medio de cuunliosas suscri-
cioncs.
Pern se hacia necesario cali(ica1· los méi·itos de los refu-
giados para qne no viLJiesc :í disrn1t~1· de los bcncllcios de
tales gente perdida (co1J10 en pa1·lc suele suceder, y úun en
cierto, ~unquc en corlo ¡;nido, sucedió cnti·c 11osolros), y
para que en los uuxiiios dacios hu!Jiesc una rcg·ln de p1·0-
})0rcion, 1·e:cibicndo rnús quien mús llaliia perdido en
su patria, no sicnclo ¡rnsihlc igunlar :í nn cx-minisl1·0 con
un ex-miliciano nacional, al cual algunos aclos pllL'licula-
res, ó su p1·opia volunlatl, bija de cxcesi\'O lemot·, ó
de idea de su supcriot· im poL"lm1cia, babia Jnn;rnclo con sus
supel'iorcs al Jcsl!crro. Esta calificacion mal podian ha-
cerla los ingleses. DiscUl'l'iúse, pues, c1·ca1· mm comision
de cspaño les que sirviese para el intento. nli conocimiento
del idioma ingl(·s, adqui1·ido en mis lll'inwros a;ios, y :rn-
mentndo con el csludio y con una corla residcncb ant.c1·io1·
(!J1 lnglale1·1·a cuando sc1·via en la car1·c1·a diplomútic:i,
llc1•(1 :í mis eompafícros á rneluinnc en ~umision urn
desalJL'Ícla, dt~ la que lndie de cscupa1· en JJ1·e 1·,1, pcrn parn
volver á entrar en otra de la misma clase. A pcsfir de rni

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f\ECt:ERDOS llE Ulf A;>1C!ANO. 463
buena memoria, no me acuerdo de por quiénes ó cómo fué
!techa Ja eicecion, :1unque no hubo de sedo con mucha re-
¡;·u\add~1tl, pern, l<il cual fué, salis!lzo. Como ern natm·al,
salió elegido po1· cal1eza ó presidente ele la comision
el gcnc1·at l\lin,1, JJ;1jo cuya bandera pal'ccia que estaban los
fngiti\·os alistados. fuimos los dcmas elegidos á ver al que
h2llin de ¡wcsidirnos, manifestando con esle paso la supe-
riol'idad que en é! era uso poi· enlónces reconocer, aunque
á muchos ya dcsab!'ida por varias y muy difet•en t.cs razo-
nes. ;{o ern yo de los conlt'arios á ~lina, á quien ni siquiera
conocía de visl:1; pern, cediendo {l. un fatuo 01•gnllo qlle co-
noico sc1· uno ck mis capitales defoclos, por 10 mismo que
le veia Lan cu~;1lzDdo y adulado, no queria Lrillutal'le obse-
quios, y ni me h:ilJia presentado á él bJsta enLónces, ni
al it' ú vede con mis compuíleros me puse clelante pa1·a sei·
notado , sí no qne al revés , medio ocultáudome delt'ás
de los otros, lo1:~n\ qnc en mi cu aq1tel momento nadie re-
parn,c. La 11gul'a de ~lina de ning·un modo co1·rc~pond i ó á la
idcn que de él me tenia yo formada, lo cual ú rnc1111do su-
cedo lt'DUndtJsc de pc 1·son as conocidas por su mucha llucna
ó mala r,11ua. Tt.,11L1 el famoso ox-gucl'rillcro una presencia
en nnda notable, no :;ie11llo ni muy blcli. ni muy mal pni·e-
cido, con nada lle G·uer1·e1·0 ni Ll e l'ct•oz en su tlso n orni~,
pues Úlltcs pnrccia un buen honibrc de la clase in rcriot· en-
tre k1 media. El tr;1to con gente pri11cipal no baLia afinado
mucho sus modales ('l\ ni cot·regido su !eJJ~lwje, que se-
guia ~icullo el de Ltn campesino navm·1•0, y mús losco que
de lo que Lle su pl'csonciu dcbiu espci·apse. P<ffO lo qne en
61 desde luéfo ;1$01mi.lrn ern la c~1uLcln, hija ck la clase de
vida qtte se lw bia Yisto olll1g3do ú seguir en sns campaiías
de gn el'ritlero, y que él acet·tú a aplic;it á sus heeiws y di-

(1) .-\.~¡;ro los ai"tn6, ~in embarg·o , la compañia de su señora, con


quien ~i i :ai>Jb a t·~ ~ t ..) :\cu~ ÜB ~~isars8. y c~u.ya e d.ucacion. eru esme.
t"ada. n;3¡ cuino :rn.:i ..ülles en alto graUo fu.loo:).

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464 ANTONIO ALCAL\ G.\Ll.PiO.

chas como político, de suet·tc que el diplornMieo mús avi-


sado no podia excedcl'le en cuanto á hacee, L'.omo cueutan
decia Talle) rnnd, nso de la p~labra para ocullar sus pen-
samientos. De esto di(1 desde luégo n11a pnieh~ en la corta
conferencin de que -ovoy ahora aquí hablando. Llevli la voz,
en nombt•e de la comision qne iba á t•econocedc pot' pl'esi-
dente, el famoso eclesiástico y escrit<)L', ex-di putado ele las
Cól'tes ext.l'90l'dinfü·ias de ·1812 y de !ns orílinm·ias de 1820,
D. .Joaqnin Lol'enzo Villan11e\'a. Esle va1·on en:diLo, conLl'::t
la general espet·anza. entrando i::n las CIÍites ¡n·imerns de
la isla de teon con apt1ricncit1s de anti-reformista, se había
pronto seilalndo conio de los primcl'os campeones del
bando apellidado Jilic1'8l, y geanjeádoso r~I odio acerbo del
bando opuesto, pot• lo cual, en Ja pet'Stlcucion padecida
pm· los lil1crnles en 1814, lrnbia salirlo ele los peot· libi•a-
dos. Sí hir.n sustentaba Vill~rnucYa con tcson y 8.nn con ar-
dor !:is doctrinas con poco motivo aunque goner(llmente
cnlifü;adas rle jansenistas en l~ p(li•te de re~ístencia :i los
principios conocidos por 11lt1·(1monl~1nns, ó favorables ú la
mayor extc11sion do ln poteslall ponLillcin, en sus modos
excesivamente suaves representaba lo que la prnoeupacion
vulgal' tiene pot· prnpio de !ln jcsnit.a consumado. Salia cla-
var los ojos en el ciclo cuando hablaba, é inelüpuclo tam-
bien un tanto la cabeza parecía corno qne !,¡·ataba ele redu-
cirá ménos su alla eslatUl'a. Siendo escrilot· nolable por la
pureza de su diccion castellana y por lo con·ec~o de su es-
tilo, si bien difuso y pesado y de corto juicio, en sus dis-
cm·sos dej ;1ba ver bastante de la calidad de sus esci·i-
tos (-1). Nunca tunlo cuanto en la ocasiou ú que la uarraeion

(!) No há mucho lrn ~nlído á lnz unn olJnc p<>~tnma rle este nn-
tor, titnlntla. Y ·i,1je ¿, lns C!fr'e:~. pOL' D. Joaquin Lore1)zO 'Villanl1eva,
trabajo cllya pllhli~acion es de aquella:; imprudeucins c¡uc suele
oomete1· un amor vivo y res¡Jetuosu, pero cieg·o, á Ja m~moi-ia d~
un difunto. En verdad la tal o IJci lla no sólo rd1aja, y no poco. el
mérito del autor, y en este el dei ll.on::bte. poi· mas de un título.

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RECrnr:nos mí: UN gcrANO. ..fül)
presente se refiere, pudo· manifestar estas síngulni·idades
de sus modos el buen Paclrc Villa nueva, que cmpor.ó á ha-
blar al genel'al dándole alt:1s alalianzas en aliñadas frases y
rot.undos pel'io:los, que sí habrían senlallo bien en un dis-
curso pronunciado en las Córt.es, y mejor todavía en uno
acach~mico, ánn en lalcs lug-arcs podrían haber sido tacha-
dos ele un tanto de níectacion ciceronim1a. lllina, á quien no
:icomochha ser de la comision, porque el se:rlo le habría
aca1·t·c:1do, sobre molestia, algunos comr11·ornisos que él
deseaba excusa!'se, rns¡ionclió ú s~1 elog1:.1tlor, que trataba
á la pa1· de ensalzal'le y de persuadii·lc, e);pl'esantlo su re-
sistencia 3 aceptar el cargo que se le conferia, pel'O procu-
rando dará sn rl'sistcncia el rnr:jor color pos1lllc. «Yo .. .
decia, si, por mis comp:1ficros quiero ha1:m· rn!who, pero .. .
eso lle cornisiou, yo ... no conviene, y ... pues no hay cui-
diao ... yo siempre ... pero de e8o moüo no ... porque yo ad
me lo entiendo y ... y siempre l1~1ré poi· t.odos ... no así,
pues poi·qnc no me ¡rnrccc lo mejor,)) y pol' cslc estilo se-
guia con palalm1s $tieitas, cuyo sc•nlido a p8n:;s podia eom-
prcnclerse, ni deseaba, por otra pat·tc, quien las decia fue-
sen muy cornprnndidas, salvo en cuanlo :'1 qlle no qnel'i:i.
ser de la curnisíon, ni en clase de presidenle, n: como
mera parle de ella. lnsistír'.1 \'illanuen en convencer
6 persnadh· al ¡;enc1·nl, y se entabló tina cerno discusiou
entre los que se expresaban en tan dill::1·cnle eslilo, la cual
vino á ¡rnra1· en nada, si nada era no conta1· con Mina.
Asistí ya ·_silencioso espectador ú tal escena, en qnc encon-
tró algo ele div,·rsion, y de que sM¡uó algun co11oeimicnto
de Min8, bien que escaso. l':slo 11pal'le, no quedé l'esentido
de la conducta del general, como quedaron oll'os, siendo

s¡no que bien meditarla arocci y '11.111 hnmilh el concepto de las


Córtcs tlo HilO, pintando con fülelic\ad prulija muchos d~ sus yer-
ros y flaquezas. ::\luchas citas poc\lún linc·2r>o en ::1!0110 de lacen·
surn. Sc\·ei·a, pero ju~ta y ru:.aso opcr~una, quu tlev.!Ju tlqu~ de ha·
cer~e de tan ¡iob¡·e y 1mü pemutlo libra.
30

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466
Ja ocasion que acabo nl10ra aquí de referir motivo, y m[1s
que molivo pretexto, de los pl'ime1·os descontentos que
excitó cont.n¡ sí .'.Jina; rlesco11 ten tos hijos ele pa5ioncs y del
rnteres, asi como del desvanecimiento de locas ilusiones,
i10 sin tenct· él gt·ave culpa de las enendst.~rlcs r¡ne se gl'an-
jeó, pues, poco fi·anco de suyo, alimcnlabn en oleos espe-
ranzas que ill no lcnía; es]lernnzas cuya folta do cumpli-
miento call80h;1 :1 la pal' con dolor enojo, y recaía sobre
quien ln;: l!nhia romenlodo.
A la lle~ada de la prí111era innndacion de emigrado~. que
coineidiü con los últimos dias del :1iio para E:sp;1íía iurauslo
de -18:13, sólo pensarnn por lo pron~o los !'ug1li\'Os en su
tlesvalido siln:1cion, y en acomodarse :i vivii· con lo que Jo.
caridad IJ:·it:'rnica les daL~, no corla cant.idall para socorrn
cua11do h:1bian de ser muchos los socorridos, y Larnpoco
grande para pci·sonns que solian Yivir con tal cual dcsal10-
go. Pern si Jos parl ido<> que en sn p;1l!·i:1 los di\'idian no
8p~11·ccicron vh'os en el lugar del dcs!forrn, no estaban
mucl'tos, y tenia carla cnal sn b;inde1·a t'eeogicl:l, mas no
aba11do1rnila. Diun es cierto qu3, ancl3ndo el licmpo, aso-
maron, y se tmr;ifest3t'On y crccic1·011, no sin !111·ot' y en~
cono, lus anterior<Cs cl1scorclias, y hu!Jo con li1111~s desercio-
nes rle uno :'! o~ro bando, en las c11ales iba de continuo
penliendo el que touía pot' cabez:i ~Mina.
Sabido es que ln mulu(l enemistad de dos sociocbdcs se-
cref.as haliia siclo causa ele g1·anilfos í11q1.iicl.11dr,~ en los últi-
mos meses. de '18:22 y primeros ele ·l8'.l3, así en Madrid corno
en las Jll'O\'i neias. De 1,lla~, la de los cornunetis, la mús
extremada en doctrinas, no hahia Jlcgac\o ú 8pO(lCL'arso del
Gobierno, que sin cesa!' cocllció, y COH toda clase de me-
dios busccj 1 teniendo que con!.cnlarse con hacer el mando
desallricio, peligt'üso y casi imposible ú su l'i\·al, Cllyo
acierto, J'Ol' ül.t'a pat·te, no babia sido mucho. Cuando ya
amon:17.ulq r:1ína d cdiíkio cie b Conslit.ucion, 15, díg:1mos,
de 1'.11'8';elLtcitln, los comuneros se habian dividido, Yiniéa~

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AC:l'.UEP.nOS DK ü'\ ANCIAC\0, 467
fiosc de ellos las pet·sonas ele más nota, y especialmente
:~asi lodos los diputados de su grnmio, á uni1· con los p1·0·
hombres de la sociedad enemiga, c¡ued{1ndosc algunos de
ménos Yal01· por su talento, ciencia ó re¡rnlacion, pero de
los m:ís osados ó exlrenwdos, en su campo antiguo, y Si·
guiendo a estos últimos casi Lorla la hueste. El general Ba-
llesteros, cabeza ele la sociedatl de hecho, aunque no por
su título, ~parec1a dudoso, pero mús allegado á los de su-
perior modm·acion. El gcner8l T01·1·ijos, quizá segundo en
impo1'lancia entre ellos, atento á su obli¡racion de soldado
en la campaña, se lrn!Jia alcj:1do de las lides políticas, sah·o
en punlo ~i defender la Conslítucion contrn la invasion ex·
ll'anjera. Comenzada la GUcn·a, D::tllc.slel'os en una capilu·
lacirrn !labia entregado su ejércílo, y ~on él la causa cons·
tilncional y cíe sn palria, á los invasores. To1·rijos se habia
mantenido fiel has la la última hora, y, lill1·e y restablecido
ya el l{cy en su ll'Ono, habia celelmido una venh1clel'a ca·
pitnlacion milila1· con los n·anccscs, y puesto en salvo su
pi!rsona sin mcnosc~:bo de su oilligacion ó de su hono1•;
hecho lo cual se vino á lnghterrn, donue llegó ya bien en·
tl'uclo el año de 182.-í. Su nombrn, poco ó nada conocido
hasta enlóncos de los ingleses. r1pénas sonó en la llorn do
su llegada, poro ent1·e los cspaiioles t:·ajo ú los comunc1·os
uno de su~ rnús núl:llllt~s caudillos. La desuuion que existe
siernpl'e enlru los desl.Ct'J'ados, y qiw m:·1s qLie de olros
pu eb~os es cn\pa constan le del esµaiiul. y lrn!Jia sido mu~·
scña!ada ünrnnte la domin~¡cfon de los consti tucionales,
tomó en tmivc forn1a y cneqrn en lnglalerl'a. Las dos so-
ciedades rivales no t'esuuilaron, pe1·0 sí los dos bandos
de modei·ados y exallados, 1Jic11 que no com¡mestos com-
pletamente de quienes ele ellos eran ¡rn!'le en Espafia. Dos
hombres simboliz:.u·on csLas parcialidades, y en cuanLo ca~
bia en su silnacion, fue1'on cabezas de dos cuerpos ínc1·tes,
pero vi vos, y con esperanzas lle despei•tar ele su lett1rgo
y dar 11wesln1s de si en nueyos rne"sos, restil!:iclos :i·a al

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4G8 Ai'.í TO~IO ALCAL\ GAl.lA'.110.

seno de su pat1·in, llevando :í ella la bandera á la sazon


cnicla. fue cnsunlidad r¡ue la cabeza. de cada hando fuese,
al parecer, mús propia para serlo del cncrpo otro que
el suyo. Torrijas, de ilustre familia, nacido, bien puede
decirse, en la cm·te, educado en la c'.1sa de pajes del Rey,
y por lo mismo, entrado en la ca1·1·era rni\itae ya en la clase
lle capite1n, homlH'e ele fina crianza y modales amables, no
mtiy inst1·11ido, pc1·0 si con los conocimientos comunes de
la gente de su clase,- crn sin duch 3 p1·op1)silo pa1·a acaudi-
llat' y rcpresentai· al lHrlíllo mús aristoe1·:itico de la emi-
grncion, si algo en la emigracioo nie1·eeia el nombre de
al'ist.ocracia. A\ revés, oriunclo '.llina de \a clase del pueblo,
habiendo recibido en sus primr.1•os afias sólo los ruclimen-
tos de la educacion m~s comun, habióndose formado <m la
clu1·a ~' áspcl'a vida de gnc1Tillern, y Jebiendo su elcvacion
al pode!' po¡rnlar, cuando babia di \'isio1ws políl.icas, tenia
su pucslo n:ilul'al ent1·c la gT:ntc m:is extre mada y mér.os
cuila. Arnlrns r;rnn ambiciosos; pcl'o el prirnern, franco en
su arnbicion lwsta pecar en no leve gT~tlio de irnprndente,
se prestaba ú seguir parn mandal' ;\la gente que en su sun-
tir era rnlls activa, de la cual se pro me tia rn~s pronta l:l
victo\'ia, cnando e! segundo, cn11lo y ustulo, vcb en el
sabe1· y j11ieío ¡Je las pe!'sonas m:\s cntcmf;d;is mús abonada
fianza de su seguro si no cercano lt'Hrnl'o.
Esto a¡rnrte, no todos los cmign1dos eran del uno ó del
otl'O de estos ptu·tídos; pero sucedia en el puebla emiwado
lo que en ol.t'OS pueblos, y era que los pacíficos no cnlrn·
lian en cuenta, cue1ndo la emigr:1cion a1rnrccía en moví-
mtenlo, aunque este movimiento no \lega5c li rn8s qne á
hacer rnido. Adcmtís, en todo caso, en cn:ilquiera eventua·
lidad prevista, los pacH1cos se allegaban tt uno ú ot1·0
banuo, salvo unos po2os que tcni an p1'elension de levan-
tar bandera prnpia, de lo que en 1830 dieron muestras
fatales pa1•a la causa comun, y en alguna ocasioo parll'
ellos mismos.

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f\ECUERDOS DE UN ANCfANO. 4()9
No faltahan enLl'e eslos ¡iaciílcos, personajes de nota,
puE.:s, al rnves, abundaban; pero Lales persom1jes son los
ménos. Po1' ejemplo, Quiroga, cuya importancia como p1·í·
mer caudillo del levantarnicnlo constitucional debía lnbcr
sido grnmlc, figurnlia poco y no tenía quien le siguiese.
Bullia inílnito el canónigo Riego; pern por su prnfesíon no
podía ser caudillo, y por su vanidad contaba con s11 apelli-
do, y la memoria de su hermano, para sc1· llgura principal
en el drama ele la revolucion española, viva ;J amortecid~1,
oo consiguiendo lo cuai, se contentaba con hacer papel
enll'e radicales ingleses, y desterrados frtmceses é italia~
nos, habiendo logrado con que a¡rnrncicsc mencion de su
nombre en la vida del il listt·e Ugo Fósco!o, uno de los ob-
jutos de su ambician als·o ¡rneril. Argüelles, ill1st1·e enLre
los ingleses, y relacionaclo con grnn pm'lc de lo m:ís dis-
tinguido de aquel pueblo, YÍ\'Ía con sus amigos el 1·espeLa-
bilísimo gcner;I\ de marina D. Cayetano Ynll11~s y su ex-
coJega en el Ministerio de -1820 D. llaman Gil de la Cu[1dr:J,
apai'lado de un mol'imienlo cuya esleri!idad conocia, y
res¡H~lado en su apa1·LarnienLo, l;e1·0 se inclinaba ú ~Iina
pat'a e\ cnso, poco lll'obabl;; durante algunos años, de que
pudiese hacerse algo pat·a val'iar la suel'lc de nucstrn pa-
tria. 1Btu1·iz y yo, unidos en cstrcchisirn3 amistad, so-
líamos c~Lar en frccue11 le é intimo trat.o con la cas1 de
Ar~·üelles y sus compaíici·os, y como ellos pensCllJamos y
obd.llamos, si llicn lstu1·iz se desviaba en su interiol' de
nlin:i un poco m::is que yo, que, viéndolo muy rara vez y
habiéndole ¡H·i1nul'O mirndo con mny poca 8í\cion, al íln
tenia pensarnienLos de ponel'lne á su lacio, si llegase la
hol'a de olll'al', no ollslanle unirme con Torl'ijos 1·elaciones
de amislacl antig·ua, oonl1'aítla en nuestras mocedades. Ni
debo omiLi1· hacer clcscle lne~o aquí mencion de un bomb!'e
a quien tlii'.> importancia SU trjgica DlUCl'!C, hija do SU na•
Wl'al indúmito y de SU prcsuncion ciega. El COl'Ollül alJ
Pablo, conocido por t<U moLe de Ohc:palangarra, babia de-

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4i0 ANTÓNIO At.CAT,{ GALIANÓ.

fcndido ít Alicante hGstu la úlli1m hm·u del reinado de b


Conslitucion, corno Tonijos á Cartagena, comcticnclo, sc-
~un es fama, actos ele tfr;in ia, como era de espc1·at• de sn
conclicion feroz y escaso discurso, pero sin impurnza, mm-
quc elijo lo conlt'at'io b voz de la calumnia, y 11abia parado
en entregar la plna por una capilulacion asimismo honro-
sa, en la hol'a en que llegab a á set' inútil y habi•ia sido
hasla pei·juclicial prolongar b resistencia. Yenido :i lngla-
Le1Ta, se babia acerc.ado á Mina, bajo quien Jrnhia servirlo
y distinguidose en la gnerra de la [ndcpcndencia; pero
corno hombre ignoran le y ~1¡rnsionado le había casi exigido
que inmediatamente se lan1.ase á rest~1bleccl' la Constitu-
cion en Es¡rnífa, y como no consi1Hiosc tal clcs1'al'io el
buen jnicio ele Thlina, el ántes su amigo y secuaz se convir-
tió en su enemigo mús c1·noo y violento, creyéndole lrai-
dol' y ncusúmlole sin rebozo do serlo (L). Pero Chupalan-

(1) ün c~so sing-n1n1· or.n"rÍ{J en rn2G que e:q11ica IR contlicion


de f1hrrp(1fo-n.;1tJ1Ta , -;{ n!.Q·nna c1o bs c~nn~n.s del odio q ne 1··::.te co1lró
ú ~fina. Salió á luz ~n un periódico iuglCs on nrticnlo en que era
ncuFindo Chapnlanga1Ta, r~specto al tiempn en que ~robe.rnaba á
Alicante can pod81' a 1)SO!uto, rk acl.og. nn sólo d~ ci•c¡e;\ y feroz- ti-
ranía. :sino jlc I'a11irí:L Prc.'ienl üse el :isi inf..uruulü anl.c un 'Ltil)unnl
á clemrinüar al es cri tor s11 enBrnig-o de injnri~1 y c~lurr. ma.. TA1nió
éste. y con raton. ser r..1;1ulGna¡lo. y ofreció al querc~ll;.11lte una
sunH\. razonable }lnl'U que i-5e retirase <.\e la üe1nanda. 1\o ern. ver ...
gonzo:)o aceptar t-al pro~iuesta, acom1xtiia:.~a de íles1ncntirse e1
lihetis:a á si pror!io. co!nt1 prometía hacer 8 hizo. porque en ,~incro
11atrrta paa-nllo su ext.c.~n. :;.:i hnbicse sido condena~lo . y on. dinero
rlado rn c::üill~Hl de cl:i.lí os :r perjuicios ú. la pet·soJHt pnr d infü.rnn-
da. Pm·o Ch;1palnng·:ura. uo lJíen r0rihió o! dinero cuando fue á
entreg-al'\c á ~tina p:1.t'<t <rc·c\l le "ll'l'kase en ~1 rest:\h\ecímiento de
fo lihc.rtad en Espn tlll. 1Iinn cm 11omh:·;- puro 1·01· tlc1rn1s, y no cs-
tab::a ne~esit ado, pero rccilliú la ean(.idnd, por lW clo5corrtzona1· ó
cnojm· nt que La <lahü, siendo su poHt\c:r no <lar nn g·olpe ni áun
leve á e.~pemnzas ~on 'l" " e~tal1:m enlazarlos su ci-e1.Et.o personal
ele ¡rnt.riot.n y sn \nf.ujo. Pero Clrnpnlnng,wra. que quei·ia 1'mwrse
i\ Esp"ña. á t ll<hw lHJras, y quo juz:;pJJa la suma que lwbia tla<lo.
iuuque pubrisimu para una lon\.utiva politic11, bustante ii. uua em--

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!lECU!lP.DOS DE UN Al'CU1'0. 471
garra, si se apart.ó de su bandera ant.igna, no se pasó á la
de otro, y llegó á ser caudi!lo sin secuaces, viviendo por
lo comun solitario, desabrido, parco poi' <lemas en la co-
mida y bebida hasta hacerse notm· poi' ello, casi incl.is-
puesto con todos; en suma, lleg;rndo con su carácter bilio-
so, y su corto sabe1., á rayar en los límites de la locura,
pero locura ele una so!a clase, ó dígase, monomanía de
belicoso patriotismo.
En medio de todo esto, la P.Speranza de vol ver pronto á
España, y entnu· en ella victoriosos, no fallaba en la clase
ignorante y numerosa de Jos emigt·ados. En lrnldc era que
una µarte, aunque cot·ta, del ejét•cilo francés siguiese en
terrilol'io español, y que estuviesen pro nt~1s á scguil'le nu-
mergsas t.ropns, si de ello hubiese necesidad; en balde que
13 parle más crecid:l de nuest.1·0 puel.Jlo manifestase á la
deuibnda ConsliLucion enemistad violenta, y que lti con-
tra1·evolu cion, ln cual viene á ser la rcvoluci on continuada.
prnsenLamlo una de sus fases, pusiese a la vist~ arniada la
plebe con el nombrn de voluntarios realistas; fuerza de-
mocratica al sc1'vieio do un poder absoluto representante,
y ya antiguo rep1·esentantc, de una considerabilísima parte
de lo que lleva y merece el nombre de pueblo. Habia otro
pueblo irnagina1•io en la cabeza de los emigra ~\os, el pueblo
de que eilos habian sido pa1·te, y tipo, y representantes en
España. Sólo la tt•aicion, ó cuando no lunto, la incapacidad
de los gobicl'nos podia habcl' dado la victoria á los fnrnce-
ses y :í los realistas; pero volviendo la nacion en si, como
era fue1·za que sucediese, y con unos más honrados ó más
Mliiles caurlillos qua lus ante1·iores, pronto resto!Jleceria
la lil.Je1·tad en su suelo, plantándola ha1·to mns !irme que

presa de las que él desealia y cstimalm oportnnas , entró en un fu-


ror ciego cont1·a Mina, y si bien no acus:\ndole de hal1erse apro-
piado aquella cantidad, siuo de hnher la recihido para s r,guir enga-
uauuo con e>peranzas que no pensalJa en llncer realiuade~.

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472 AN'TONTO ALCJ\J,,\ GJ\LIANO,

ántes estaba. Ta1es opiniones son las de toda emigracio~,


y de ellas no podia estar exenta la es¡rnñola de 1824.
Así es que, cuando una desvariada crnpi·esa dió á una
cot'ta cuadi·illa de consUtucionales pm· el termino de tres ó
cuatrn dias p o ~esion de la plaza de Ta1·ifa, desmantelada y
descuidada, á punto de no lene1· fuerza que la presidiese,
hubo un movimiento de alegria entro la parte m~s nume-
rosa de los cmi¡.;Tados, á cuy¡1 noticia llegó la de la inespc-
i·ada ocupacion de aquella fort¡,Jcza, de cmta impo1·Lancia,
pero foi'l.alcza al c~ho, óntes que llegase, horas despues,
la de su prnnla é infalible caída en poder de los franceses
que !jtwrnecian :.i. Cndiz. llumb1·cs hullo, si no de los de su-
perior agudeza y elai•idad de entendimiento ni de la más
vasta inslruccion, pero no rudos ui ignot•nnl.cs (!), á quie-
nes, anublando el j 11icio la pa~ion, parnció aurora de la
regcneracion esp<iilo1a lo que CTa una mala clani ent.rn
negt'as nubes y que trf1ia en pos de sí nuevas desdichas.
Pero la tcnl.aliva hc elia sobre Tarifa, y á !a pat• en Al-
mer!a, con no ménos infeliz foetuna, y perdidas de vidas,
dignas, ;i lo menos, de l:i.slimn, pasó en breve, y cayó Ja
emigrncion en su estado ordinario, nunca ent.cramonte
abandonada por la cs¡1or3nza, aunque no hubiese en qué
fnndarJa, pero resig·nada á upl :izm· el cumplirnienlo de
ésLa, ó si no Lanlo, los e~fn e rzos inmediatos para traerle á
época algo nüs lejana. llasLa la inesperada ~1paricion de la
cal'ta constitncional da(b á Pot·l.ugal pm· su nnevo rey don
Pedro, vivió la emigracion tranquila.
No por esto, en vei·ctod, rlesa¡Jarecian Jos p:il'lidos, pero
exisLian oscuros, sin ex~cndol' su inlll1jJ) á m~is que a un

(1) Entre e~ t.os puedo cit.ar á D. Oleg-:>.l"io de los Cuetos, que


hasta llegó :i ~e.r mini~tro de Lhtaclo, h iea que por l>reve plazo (en
18fü hu.JO la regenciu clcl du que de la Victoria). c1 cual llegó IÍ.
Lúnd1·es. trny,11ulo la n o tici>c d e l<J. lo ina lle Tarifa por los constitll.·
cionales , y prornc, 1iéndosé <le ello rosulkl$ r1uo al cabo traerían el.
res t :>.b leciiu iento lle la Coustit tv~io u en España.

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m;cccnoos o.E UN ANClANO. 473
co1•to número de personas, y dejando á las otras aclhel'ir·rn
:il que fuese de su apl'Obacion, cuando hacerlo así fuese
opol'tuno. En suma, los pal'Lidos pclílicos de aquellos dlas
l~nian las apfü·iencias, y en ciet·t.o gl'ado la índole de las
rivalidades de un lug·al' de p1'0\·incia, y para que en ello
hubiese semejanza, solia11 celli1·se al recinto de Somel's
Town, ba1'fio pcquefio en los extremos de Lúndres, que
es á modo de un lugal'illo enlrn los varios cuya aglome-
racion fonn:m ~·quella capilal inmensa, falt.a de liin1tes
legales conocidos. Allí vivía una Espafia que no ha dejado
.de tcnet• influencia en los sucesos de Ja Espafia ver-
dadera.

n.
De muchos a~ nnestros compatriotas que nunca lwn pi.
sado el sucio de la Gl'an Ilrctnüa es conociclo el nomb1·c
de Sorners To''"'° como el <le una a!Jreyiacla Espafia cous-
titucíonal, que hizo la!, con su residencia alli, una ~ran
parle de los dcslerrados españoles, de los Cl1ales pocos
viven hoy para consen·ar de ella memot·ia, pero de que se
conserva 110 poca pot' ti·ansmision de padres ú liijos, y de
nncianos ú amigos, cuyos dcscondicnLe5 exi~tcn y rot'm8n
buena porcicn de la gcneracion ¡wesentc. Es Sornci·s Town
un kwrfo pequeño, al cual divide del casco de la ~glome~
racion de ca.~as que hoy y há mucho conslituye el como
ilcntro de lo ll8rnado Lónclt·cs un camino ó ealle, pues ele
~unu;1s eos:1s trnne, y carnina nuevo {J.\'en; road) se llama,
y <le tal le dan asp!~clo las casas, que torlns Licncn delante
l'Cclucidos ja!'l!incs en vez de formar la calle sus paredes,
pero que, por la exlension qnP- va teniendo, y áun por la
que tienen há Y8 l~l'go tiempo la metrópoli del imperio
brfümico, ealle ~·ieue á ser, á ambos lados lle la cual hay

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47.i A~;TO:'!J O AT.C AL,\ G .\ LL\NO.

barrios crecidos y populosos. 11 pénas cuenta Somers Town


casas pa1·a gente de más que clecol'Osa pob1·e1.a, constando
bs más de ellas de un solo piso sob!'e el bnjo ú cntl'osuclo;
lllgunas ele dos, casi ninguna de t1·cs: núme1·0 que es el
comun de los pisos de las lrnbi t~ cio nes de la gen le acomo-
dada en los bnenos !Janios del centrn de nqnella capital
inmensa. Esta circm1slaneia, lrnci1rndo las casas un tanto
bara las, seíh1\;:ba aquel barrio como pl'opia 1·esidencia d~
gentes de escasos lrnbcres, aunque no tle indigeneia abso-
luta. Ya en época muy aElel'iOL', cuando aquel ruismu bar-
rio, recien rornrndo (¡poco mónos, y to1faví<1 !lJ!lJ' n; duei-
do, <listaba l.Jastante del casco de b gr~1n Cll10ad, rail::!!Jdo
en el lado cou lra··io del camfoo iweoo J¡¡s m,:1H:1·0~<1S y h<l-
llas c~lles y pinas que hoy Hcnan y adornnn tH(üel es¡1~·
cio, babia servido de m0t·ada á muchos tle los emigt•aJos.
franceses del tiempo de la µrimeni rernluci:.rn de su pa-
tria, eire1mslancia que, conmemor·atla ]Jlll' l'C6ich.:tiles en
L<Jnd1·es, ln<bu <le l\ev:H" á lal Jugfü· ú los ¡wimel'os <.0spaño-
lcs qne :'l él acudieron y fuei·on núcleo del CUCl'Jl'J lfUe allí
vino á formarse.
Con todo, si bien Somcrs Town crn el lngar c.:,nsídcra-
do, y con razon, romo la polJla1:ion c~:beza ele ía irncion
emigrada, ú lrn blm1do, coJ11u su ele lrncci·se, con r1·ose mili·
tar y á la modcma, el enarte\ gencl"al de la emig1·acion,
no re>idian en l:l los crnigl'l!dos todos. Varios di) ellos,
enti·e los cuales era yo uno, y oll'o Ioluriz, y otio Argüe -
lles con sus cmnpat1eros de casa, el gencrnl Ynldés y do11,
füJ.rnon Gil de la Cuudrn, con unos cu~\nlos más de méno~
nom llrndla, no vivíamos en el bal'rio que llet::•j a set· e:>pa-
ñol, pero sí á poca distancia de él, yl\nclonog ;1ec1·c(lndo
unos á otros hasl.8 lrnbitar los más en las cailes Jll'líximns 8l
camino 1rnevo, por el bdo opue3to al en r¡ne eHCt Somers
Town. Así eran las cornunieacíones frncnentes, ú pes3r
de lo cual la línea dívirnl'ia no dejaba de producfr erectos
y na corlas. POl'que la polilica militante que se nm11>11~1ía

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REC;JERDOS DE UN A1'CIA:'i0. ~.7(,,
;iempre viva en la otra banda del Ne¡¿: ra,1d, y lo llamado
chismograíía, que ~icmpre c:-;:istc donde hay agrngacion de
gentes, y mús cmmLlo no pasa la agrngacion ¡\e ser corta,
ó no llegaban al lugar en que 1·esidíarnos, ó llügaban ya
debilitados habiendo perdido mucho en ln col'lfl u·avcsía.
Hay quien pondei·a lüs ventajas que sacan los hombres
de una residencia en tierl'a extraíia, y no fo ltan por otro
lado clesaprohadol'C~s de los pensamientos y Mbit.os que
engendra !a ausencia voluntaria ó 1'01·z~1da del suelo patrio.
Ello es que en ve1·dad los viajes son útiles, y quien de
ellos vuelve fatuo es porque llevalla en si el gérmen que
el viaje ha clesenvuel to. Pero el eslablecimiento de nna fl
m:rnet•a de colonia unida por estrechos la zos y pasiones é
interes comun en mcclio ele una poblncion de extraños,
carece de la mayor p:Hle de las Yen tajas que el viaja:· lleva
consigo. lfasta la necesidad de aprender la iengua ele los
naturnlcs de l;i li ena donde se vive, gt•ande pat•a qnien
tiene que estar en perpetuo trato y roce con eHos, se hace
mucho menor para gentes que, sr1lvo en unos pocos nego-
cios de la vida, encnentrnn con quienes comunic ar sus
pensamim1tos y afectos en ln lengua propia. Así t~s, que de
lo~ emi~1·ados espat1oles pocos aprcnclie1•on de la lengua
inglesa u1ás qne algunas voces de ellos no bien prnnun-
ciaclas; y de estos pocos, los mús se ci ii ernn ó oprende:·Ja
para la conversacion ó la lectm·a ele los pc1·iódicos; p.ew
de la Inglaterl'a ¡iolítica, do la lnglalerrn literru·in, lle la
hlglatcrro social, ni se cuidarnn siquicr3, y las escasas
ideas que sotn·c lan ¡i:rr.vcs pmHos adqniL'Ít)t'Oll, l'LiCL'On so-
bre rnanei·a col'las y confusas. \'e1·dad es que ele esto hubo
tal CLial oxcepcion, pet·o tal cLJal y no mús; y en su esca-
sez se vió prnella nueva de lo vcruadcrn rlc la múxima
anUgua en cuanto á qnc la cxcepcion confirma la regla. Y
ei·a hasta blason ele algunos cmigrndos que hahian creado
una imi1gen de sn patfia en su hai·rio, habiendo apl'e ndido
en él algo d~ la lengua castellana criadas de servicio y

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476 ANTOi'ilO ,\LCALÁ GALL\NOo

tenderos, y hasta lrnhicndo llegado {t pt·c¡;onar la horn en


las altas de la noche en idioma de Castilla uno de los guar-
das nocturnos <le la clase ele los que llanrnmos serenos, á
los cuales convendl'ia mal lal 11omllre en la nebulosa Lón-
dz·es; guarclr.s que hoy ya no existen, habiéndoselos sus-
tituicio los empleados de pol icía. A un úrhol qnc ct•ecia
solílario ce1·ca de una esquina en la b:tnda del camino
nueYo, y cloncle, ~uso espaíiol, soliall juntarse muchos á
engañar, á ciclo rnso, las hoz·::is ociosas en conversacion
enL1·etenida, !Jaulizaron con el nomlwc de <íl'hol de Giwt-
m'ca, sin que hnliiesc cntrn él y el de Vizcaya la semejanza
mús remota, y súlo pot' ag1·egar á un iu·bol la calitlcacion
que ha hecho famoso á UllO dtJ Jos de nuestra tierra.
Un poco a¡ en os á la vicia intcl'iO!' y política 01·clinaria de
Somers Town vivíamos ot1·os espuño!es. La casa en q11e
residia Argüe!Jes era el punto en que pm· la noche solia-
i:nos Juntarnos, y tamlJien en esLo secuíamos un mal uso
de nuesli·a pat1·ia, JlOl'L[LlC áun en las nocllos ele invierno,
bastante mas lal'gas qnc aquí, donde no son corl:1s, crn
nuestra asisteneia ú hora L1en a vanzacla, ó digamos, al dar
las once poco mús ó múnos. Allí solia la conYersa·cion ser
amena, y en alg-un cnso in8~!'ucliva. A1•¡;üellcs, dulce en sn
1rato, aunque de condicion violenta, que sabia z·c¡H·imir;
muy amigo de sus nmigos, y no mónos enemigo de 8US
encmi¡;;-os; Heno de !tomadas preocnp:iciones casi !odas
ellas pat1·iúlicas; cslmlioso, pe1·0 nada alicionndo á ideas
nuev01s, y ti·alando hasta do igno1·a1·las pai·a no rcp1·0Jiar-
las, bujalrn á la sala, Lude, de la parle nlta de la casa
tlonde tenia su dol'miloZ'io, que era asimismo cuarlo de
estudio, ti·:iycndo por Jo comun en Ja mano una f¡!'an jaula
que conlcn1a un ruiseñor, poi·quc era JJ;1bil en avcza1' á la
vida de cncicrrn estos p:íjaros ariscos, de suerle que lo-
~t·aba dal'nos un ralo lle ap·~1dablc música de la r¡uc poco
se disl'n1La en Espaüa. Cuando ba,jaba con nosott·os ya es-
1aba allí suaLcntando la tertulia el respetable genct'al don

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RECUERDOS DE UN AI>;CTANO. 477
Cayelano Valdés, paea mi aun más que para ot.l'OS ohjcto
de respetuoso cariño, porque babia sido compafiero y muy
amigo de mi padl'e; cuyos modales de caballero, habiern.lC>
vivido en roce con las primeras clases de la sociedad, y
siendo él mismo de familia distinguida pot· sn antigua no·
bieza, apal'Ocian en medio de la llaneza de su modo ele
producirse; de instrnccion corta, salvo en su profesion ele
marino, y áun en esta m:ís de los h~liilcs marinerns que
de los sabios aslrünomos, no muy escasos en nú111el'O en·
tre los oücialcs de nnestra antig11a 1·cal at·macla; ele buen
juicio, m<rnifestado á veces con singulal'l(Jades, mús que ele
agudo ingenio; cuya bien merncida ranw ele valiente estaba
hcl'manada con olra no menor de honrado, y que llevaba
con plácida rcsignac\on y dignidad l~s ama1·g11ras del cles-
tierl'O, sujeL~rndose á las que eran dut'as nece3idades par:i.
hombre acostum!Jraclo á viviL· como persona de al la es·
fera (!). El tercero que vino ú scl'lo <le ar¡nc!la familia que
lo venia á ser por la amist;1d si no por el p~•t·enle,co, era
Gil de la Cu2drn, que pot' algnn tiempo vivtó en el campo,
y ya en la casa, tomaba ménos parte que rns dos campa·

(l) Es.te l'e8peta1liHsim~ pcw~onnj~. poco foil-es 1le ve1·so o1)11gn-


do á "üir de E'pa!ia, ">e hallia casado con una seflora viuda. de
muy ilu~tre cuna y algu!.rn. riqueza. De ella rLci:.> ia en la cmig-ra-
ciou los modios de vJvir, lo cual le dolía ~olJn. ~n1:n1 p rri. JJor lo mis-
l110 P.Xcnsuha gnstos, süj.et.!lndosc á lo que p:ltrL 6lhnbie1·ou <le ser
tlurns privaciones, aunque las lle,·ase con ánimo ~ereno. E~·a fu-
mador, y siempre lo lrniJÍlL sido de buenos ¡rnrns habanos, y en la.
ern.lg-racion se redujo ,;l l'u!n(u- ·nn pésimo tahai.:o fJÍC!-1do H~ruado
vt't¡H·as, nlllY ;Hirni.o, t~n pipas ortliuarias Llt~ ll<ll'l'O blanco, s2gun.
us:o ele la in!lm.:.1 piche inglesa. ~lcnudcndas ~ou e:;:ta:=:i, 1;ero d'3
:H¡uellas que ele he tcue¡ en cuenta quien des,~e conoce!' lJicn los
sucesos y los car.ac.tcrc~ de los l10robrcs. Cau.':itt:-:ia pen;1 y miJnira-
cion ver al sohnuo querido del pocleroso 111i11i~tro ele ~Iarina de
Cúrlos IU y Ciu·lo$ lV, el bailio D. Antonio v,ttJ~s. y :ti g-eneral
que 11ab;a ocupado tan <lltos pne>tos. y t<isfrut<\do const.antementG
de los 1·eg·alos de la vida, envuelto en una iulf)e de tabaco pesti-
fe1'o, ent1·e la cual asomall;i su rosl1·0 l'isue\10.

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478 A?ffON!D ALCAd GAUANO.

fieros en 1rnc&trn Li·~lo, soliendo cstal' M encerr~clo en nn:i.


seguncb sala conligua ~i la en que nos juntábamos, escri-
biendo siempre, y {segun co1·1·i:1 la \'Oz) fol'mando el plan
de una eoojn1·:1cion de cuya ejecucíon babia de ser cabeza
1\linl1; pel'O como eo njuracion tal no lle;!'ú a ponerse por
Olll'a, ni del fullll'O plan C\C gobierno pai·a mieslra p:1tri2
que acompaiialia el pl'oyeclo apareció eosa alguna eu 1834,
bien es de supon el' que sobrn olm materia rnl'~an los cons-
tantes escritos del ~altor, hasta ahora sepultaclos en el ol-
vido, corno :1l c~1bo ele la 1·gnisirna vicia lrn venido :i estarlo
su persona en la lumba. 0Gioso sería em11ne1·nr qniéne5
eomponfamos de conlínno aquella rellnion diaria, ó, ha-
blando q11izil con prnp1cdad, nocwrna; pero sc1•ía injusli-
cia no noilllm11· entre: ellos :í D. Felipe Bauz:1, muerto en
Ingk1te1·ra en viBpcrns ele! dia 0n que 110s tocó, y habrin
toGado ú él, rnlver al suelo p:1ll'io, cosmógrafo clisling·ui-
(lísimo y dircdo1· del de¡J<js:to hidrngl'állco eu Madrid, á
quien lialicr sido tlipul:1do en lns C(Jl'les de '18'22 y 23 aLrajo
su t.lesgrat.:ia, por eaus~1s poliLicas, ú ~1·utar las Cllalcs no
era él afi~iouatlo. Harn noche dejGbarnos de 3sisti1· lsluriz y
yo, que juntos lle~;úll:.1mm sob1·c las once, y nos retirába-
mos c\3c\as h:s llor~e euamlo mús Lernp1·ano. llablálJase allí
de vai•ias malé1·ias, pero rn;i8 con mucho qllc de otl'a al·
guna de las pulil.ic1s. Soltl'e estas, si no reinaba unanimi-
dad de opiniones, eran corlas en número y no importan Les
las discoi·días, ol-.id:1do de todo punto lo que en 1820 y
h~sla úllirnos de .JF;'22 nos habia divíclido, y rn 11y p1·csente
en la 111erno1•1a y el .1uicio lo que en el c1u·sc• de t8':l.il hasta
Ja cuida del Gobierno constílucional nos ha!Jia unido con
cstrcctio íazu. Dc~:1tin~1han10s no poco, se¡;·uu yo ahora
veo las cosas, y auu segun todos deben suponer, si cono-
cen cu'.m 1m•ados son generalmente los juicios en siluacion
tal cual el'a entónces la nuestr3, pe1·0 babia en nosotl'Os
tanta fe, qu0 bien nos hacin rnc1.·cceílo1·es de absolucion poi•
nucslros ycl'l'os. Eran aquellns sin duda horas de ~tní\I'•

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RECUERDOS DE U~ J\!'>CL\NO. 479
gura, y bien echúbamos ele mónos la patria ~nscnte, y
hal'lo llorfüamos la suc1·te de la causa que habíamos ere ido
para nosoll'Os jusl!l y puede decirse santa, lo ClWI no obs·
tan le, hahia en nuestra situacion algo y no poco que Ja
suavizase; la ~1mislad, que se hace más tiel'lla en 13 desdi-
cha, nlgo de licito orgullo de lo que estimúbamos nuestro
hom·ado prot~ecler, y esper:1nzas, aunque lejanas y déhiles,
nunca del todo pcl'didas que nos pt'CStnt:iban un ful.L11·0
incierto, distante, pern hermoso, como es en si lodo por-
\'enir hala\;üefío, á lo cual mrn~a pueden llegar las reali-
daclos. En mojaros dios me ha sucedido, y no á mí solo,
volver la vista con Ja mento á aquellas ho1'as de destierro
y pobreza, y con8ide1·al'las casi corno suele considerarsa
i.m bien perdido. Verdad es que nuesll'Os años eran entón-
ces rnénos, y e,~Lo cea una ~ran ventoja cuya pccdicla es al
hombre por ciernas dolol'Os3: vercbd es que la edad de la
nrnyor fuc1·7.a inielecto;\l y rísic~i llera eonsigo bienes que
dan rcsislcncia y con ella lrncn á11imo en las rnitimas des·
ven luras: Ycrdad <1uc
«Ú nuestro parf.ccr,
cualquiera tiempo pasado
foé mejor."
Del inrnginado Ii.obinson, en cuya invcntacla historia en-
cucntr:rn los c1·ílicos el mayor mc!'ito el do la hab\líd;1d con
que el uulo1· d:< ú su nnrracion la ap~riencia de serlo de
sucesos real y vcrtlaclcrarncnle p<1sndos, se supone qnc, al
salir de su isla desierta, donde tanto habia padcciclo, sintió
virn dolor, :1unc¡ue salia de un lugar horrible parn tt·asla-
dai'SC á uno culto, que era adern:ís su palt'i8. No de otrn
manera, al i·cco1·darnos las noches de Lúnd1·es sentirnos
tcntacion de exdamar: ;Aquellas eran hOt'aS feUccs! Y una
buena l'n:wn tenemos pat·a decirlo cnr.ndo pensamos en
deseng:1fios pos~cl'iot'CS, en ilus!ones desvanecidas, en yer-
!'OS prn¡lios ~· <ljenos, pues del hombrn es err:l!', y tanto
cuanto se dilala Ja vida se mullipEcun los err01·es á la par

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con los que no lo son, en lanlas amistades acabact1s, con-.
vertidas á veces en encmisLadcs, ó pasadas ú see desvío·
cuando ménos. Perdonen mis lcclo!'cs cs~a cl'usion del
ánimo conlríslado al medital' sobre consecuencias forzosas
de una vida prolongada, y pa1·L1cularn1enle de una vida po.
lítica en que taolas y tales son las mmlanzas lraidas po1·
modos diferentes de ve1· las cosas, en que el intet•es ó la
' pasion suelen cegarnos, pero en que molivos poderosos
nos compelen á vol ve1· poi· lo que cstinrnmos el pl'Ovecho
comun, impeliéndonos ñ actos en que, disGordando los pa~
receres, chocan unas con otras las voluntaLles, siendo el
choque, por necesidatl, violcnlo.
Volviendo de estas retfoxiones, aeompaífadas de arre-
bato acuso intempestivo, al Lono de nal'radot', y narrador
en estilo llano, cual conviene á quien lo es de nada graves
sucesos, di1·i~ que, por lo gencl'rtl de Ja crnig·1·rrt:ion, la ter-
tulia de la casa do Argüe! les y Valdés ern lllirnda con cierta
clase ele respelo. Sin duda, los pa1·ci~1les de To1•1•ijos y olros
que, sin sel'lo de éste, nmaban ya ú ~lina con bastante
mala voluntad, recelaban, y no sin caur-a, que, si no con
todos los do nuesll'a tertulia, con Jos llabita11 tes de la casa
en que est:1 se reunía, fH'iv:iba en gTado no corlo el gene-
ral ex-guerrillero; pero tal privanza no duba nrnesLras de
sí, pol'qlle pnl'ccia aquella polm..: t·cunion como puesta en
superioi• esfc1·a, á donde no llega han l1Js corno ;mccillos ó
vaporciilos de pniones que iníl11i:111 en los habitantes de
Somcrs Town, 6 en qnicncs, viviendo ~on esLos eu conti-
nuo trato. como ellos pensaban y seutian.
Algunos pocos ímprndcntes, corno tjs sabido., se lanza-
ron á Es pafia, clonclc al momento cayeron en poder del
Gobiemo, siendo siu rnism·icordia sacriíleaclos. Tal snert"
cupo ú los hermanos Bazan, un tiempo parciales de l\Iina,
y clespues sus contl'aríos, que 110 contentos con vituperai·
al juicioso gene1·al por lo que hacía, y lo cual si hubiese
hecho h(1bria sido, no solo en su propio dafio, sino conlr11.

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llECU EJ\DOS nE UN ANC!Atl;v. 48i
el h~1rto más importante inlerns de nuestra C3ll~a y nues-
tra patria, se a1·rojaron á da1· ejemplo de una conducta
diamett·alment.e opuesta, siendo sn trúgicg fin leccion,
aunque do pocos aprnvechada, pol'que si en su locura no
tuvieron muchos imiladoi·es, no cesó la desatinada opinion
de mucha p3rte de los destcrrndos ele scgu i1· cul panrlo en
Mina una inaccion que las circunsLancias no solo justifica ·
han sino hacian fonmsa.
En tanto, el gcne!'al, objeto de tan injustas censuras, no
l'esidia en Somci·s Town, ni áun pm· lo corn un en Lúndros.
Su salud y sn conver.icncia le dictaban vi vit· ap:ll·t.ado del
ail'e de una ciudad P'))JU!osa y ele los chismes rle una emi-
gl'acion desoeupatla y malcontenta. Sus pai·ciales iban de-
creciendo en número, sus enernig-os 3riliguos y nuevos
creciendo en b1·íos. Turl'ijos lwbía alraido :i s'. no poca
gente, mncha dr. ella do la sociedad 1·ival de la Comunera,
miénlrns la Cousliludon eslab,1 vif:enlc en l<:spaña. Don
Eval'i;;lo San Miguel, ú quien d:.dJa fa 111a l!:1ber sido com-
pafiern de Riego, y e~cri Lor 8:1 -18:20 en el ejú1·cito lev~n­
ta(!o en San Furnando, así como despttcs ta circunstancia
de sel' minisLi·o de Estatlo, y corno ta\ haber t•espondido á
las ramosas not.as de Verana, susLcntnndo despnes su ees-
puosta, calilicada de tomcrai·ia, en el c:impo de batalla,
donde cDyó prisionero muy gn1\'cmcn Le herido, sin ser de
Ton·ijos, no cncoiJL•fa sn aversion ~ ~!Jtrn. Acom¡rnñúbale
en ello su enlúnces est1·ecl1í~irno ami~o D. Olegario de los
Cuetos, el cual, si no era personnJe de cuenta, no dejaba
de hacet' J)apel, y siendo chisLoso y de felices ocurrencias,
amonLonaba cont.ca n!ina acres y á veces ingeniosas frases
de vituperio (1).

(1) No mny bien aconsejado :lrina. dió ,¡luz en Tng-laterra una


r.ompendiada historia de los l1eclws rle su vida toda, lil1rillo mal es
1:rito y no mejor pensado. r¡ue hnho de causar pena IÍ los que entón-
·!eS éramos sus amigos. Por lo mismo fué materia de ccn~ura lmr-
1ona ,Para aus coutrarios. Como pondernse en su of)l'a el ex-cau-
31

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482 .~NTO:-i!O ALCAL,\ GAUANO,

Asf estab~n las cosas cuando de súbito, mediado -1826,


llugó á l11glatel'ra la no licia de que, muerto D. Juan VI,
i·ey de f'o1·tugal, su hijo y hcredei•o D. Pedro, residente
en el füasil y rebcl:1do contra su pad1·e, con el ya litulo
de Empc1·odor rle aquel remoto estado ame1·icano, renun-
ciando su celrn europeo, le habia puesto en manos de su
hija. menor ele edad, acompailando la dádiva con la {le una
Constilucion ú su puell!o. No ora este suceso de poca
mont~. po1·quc un:i ley de las llamacbs coino por anlono-
m:1si~1 Conslilucion, y que de hecho croaba un podct• popu-
lal', mal podia exisLit· 011 una parte de la Penins11l:1 ibél'ica
sin quo ú 1~1 otra algo de ella se comunicase. Había m~ts, y
era liaber sido el ministrn plenipotcneiario de !11 g'laterra
en Po rl11g·al el pot·t:idor de la l'ecien otoq;ad:1 Consl.itucion,
de lo cuul Ct'a ¡;rrneral deducir que rle su lll ílujo venia lan
inespct·~clo suceso, no pu ..liendo él habc!'se alrnvidu á usar
ele su inílui;ncia en tun gra\'~ matet•ia siu etct:i.t· para ello
autorizado por su ¡;obicrno, consecucnciu r¡11c $al!.~11·on, no
súlo los poli1·cs dc~LCtTados cspa1loles, cré1lulos de suyo, y
mó.s"de !o que lant.o Jos lisonjeaba, sino lihcl'alcs y monár-
quicos de todos los :iuclilos, lo8 ¡H'imerns p<1ra prornelcrse
mucho del !,iOiiierno bt•ilánieo y ensab1rle, los segundos
pal'u rr.cclarse de él y m:ildecil'ie. Se cquivocab<rn, con
todo, unos y otrns, pero no ern fúcil desengut1arlos, lo cnal
no es nHH'avilla; pues la cqulvocacion toda\'ia ho~· en algu-
nos durn. ToJo ello consistia en all'ibuit' al f8moso mínistro

dillo de gue1Tillas hasta un punto increíble la enntillad y caliilao


de sus victot·ú1.s en la guerra. <le la lndepeudenda. anubló con cHq
la irnl\Hlahle aíta g'lu1•ia que habia aclquiricto, si hiBn s olo á los oj0¡
<le un odio cieg·o puJo bo!Ta\',,e. Me acuerdo quu el ya aquí ciL(LdQ
D. Ok¡prio de lus Cudos l'llSü pr:>l' mote >i tal c ~crito El ·;-0 >;1.M•ai
de F~-<9H'.isc:J Espoz, ulu.dit>LHlo ó. los conocidos romnnces tic Fra-n ...
cfaco E~·téban. 1 cJ1istc q11e fué apln.udido de rnuchos, 8iie.nüo cnthnces
111anía de n.1gunos supo!.ler que el g eneral uo t¡¿nía e~ -.ipellido de
,';fi;ie y qu~ le tcm6 ¡io;· ~cr el U.e l.liua ck uno en 180\1 guonille¡·~
¡\fam<ldo.

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RECUEHDOS Dr.: IJN AXCl.\~0. 483
·f:anning intenciones que nunca tuvo del lodo, y que si llcg'ó
á lenel' en parle, y ésla muy corla, fué en fuerza de ha·
bérsela atnbuido, y aprovecha1•se él de lo que se le supo·
n1a. Pol'que Canning t.ol'~' era, aunque de los de doct1·inas
más lillel'alcs entre los de su partido, y tory murió y hacien-
do prnfesíon de serlo, áun cuando llegado á ser prime1·
ministl'o en 1821 vió cont1·a sí la mayor pal'te de los ántes
sus nmigos políticus, sin co11tnt· con qlle en ·J 826 no ern
más que uno del rniniscerio, aunque superioi· en rn0rilo y
renornb1·e :'i sus compat'íerns, inferio1· en categoría á lord
Livel'pool, acé1·1·imo tory, teniendo que avenit'Se con él y
otros de sus colegas de las misnrns ideas, nada fayo1·ablcs
por cierto á lú. exti~nsion del poder popubr en el conlincn-
te, si á los o,i0~ de otros conslítucional, á los de ellos revo-
lucional'io. Pero, dejando esto aparte, que bien merece ser
eali!ieado de digcesion, y úun Lal vez de digrcsion imper~i­
nente, el et'cclo producido en los cspaííoles constituciona-
les por la Co11slitucion d:H\;J ~1 Pol'luga\, fué l~l y tanto, que
á q111enes mt\nos c~pera11z~1s Leni<1mos ele mejor:i. en nues·
tra su1!rle y la de nuest1·a patria, cnl.l'e los cuales me con-
taba yo, lknú de alegL·ia é in!\u1diú conllanza en lo ru-
turo.
Con t.odo esto , el número.de los desterrados que de Ingla-
tern1 acudió ú Portu~:il fué corto, y las 1~olic;as que de a\li
venian , si no dcsconsot,1do!'aS, prnpias para rebajar en no
col'l.o g1·~Hlo nnesLl'O gozo. Volvió, sin embai·go, d subiL'
este de punto ct1aMlo, amennando ;'\ Po1'Lngal el Gobierno
os¡rnfiol, el JJriLúnico resolnó enviar trnpas á socorrer al
pOL'lugnés, su ~liado, y llevó SLl resolucion ú efecto sin de~
mura. EnLúnccs prnnunció Cnnning con este motivo un
disctH'SO c6lebl'C, ca\il1cado de revolucionario poi· los más
de lo~ que 0rnn lodo lo conlrnl'io en el con.ti nen te, y a¡úlm-
dido por nrnelrns iibcl'alüs, sc ~un mi co1·Lo ontrnrler, con
poca motivo, pcrn q:ie á \·ari os .Llo c1:lre nosolt'us, y entre
esios <'i Arg·~\dlcs, rnús que placer causó disgusto ~ enojo.

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481 ANTOl'\!O ALCALÁ CUIA~O.

Las resultas confümat·on ki que en nosot1•os parncia ni~


mio l'ecelo.
Sin ctmba1·go, aún los desconfiados no dejú ron de conce-
bir espertmzas. El amigo y com;wñern de cusa de Aq;üe-
lles D. fü1rnon Gil de la Cuadr~, que entre sus íntimos go-·
zab~ del m:is alto concepto por nada jusLifü:ad o, me en-
caq!;ó que escribiese u11a carta parn que fllcse publkada
en el periódico Tite Times, donde JH'ocmase tlesv<11H~cet· la
idea de que el puebl o español no deseaba nna Consl.iLudon
liberal, y, sost.euie11do lo conlral'io, ponde1·anuo el crédito
ele que Mina g·ozaha en Es]J:lña en calitbd ele Lipo de la
causa de que había sido clefensot', d:ínclome á entender,
pcl'O no c~a!'amcnlc, que dcse~1ba el g-obic1'1!0 inglés ver
pl'Opagada tal idea como p~1n1 preparar la opinion á que
aprolx1sc cu:ilc¡niet· aeto cncarnincido ú rcsla!J\cccr la lilic1•-
ü1d en E~p:tfia. Escriilí yo la c~H·ta, que solió á luz y diú mo-
tivo ú arlíciilos en otros peri ódicos ; pero lodo se quedó en
dar rnúr¡.;cn ú l'elkxioncs sohl'C la rnate!'ia qne conlenia,
las cuales uul'arnn poco. Enll'ctanto, los contral'ios ú Mina
rnanif'cstaron grnn desconlcntCJ, snponiemlo el p~rno dado
por mi, no en favor de la causa comun tomando por ins-
trnmenlo :í Mina, sino en fa vol' de Mina en el c~1so para
Cllos cercano de ondear de nuevo lo bandcrn consLiLuGio-
nal en uueslt'O patl'ia. Nunca he podido avcrignnr dcspucs
.si de hecho hubo enlónce' al;;o rle trato, aunque poco é
indirecto, ertLl'e el rle:slen·ado gcnol'al espaüol y ulgun
vgente subalterno, pero aulorizado, del g()biemo ])l'ilani-
co; mas mo inclino á crece que nada absolutamente hubo,
si bien no acuso de Jingirlo á ni ina, y ménos todavía á Gil
de ta Cuadra, y sólo juzgo que uno y otro tomarnn por
re~lid~d las ilusiones de su deseo, funuliudose en algun:i.s
con versaoionos á que dieron importancia muy supel'io1• á
la debida.
Pronto pasó lo que parecia aurora de nuestra felicidad
r11yauuo en Portugal, y se convel'Lia en dia tormentoso, y.

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'"D enc3potársenos más qoe ántc~ estalrn el horiMnte. Vol-
Yimos, pues, :í nuestra vida pacífica y tl'istc. En medio de
-esto, la como colonia de Somers Town se iba desmem-
·brnndo, y buena parte de ella empezaba :í escoger pm·
morada u11a isla depcndien te de las británicas, poco el is-
tante de ellas, y sujeta al gobici·uo inglés, que brindaba
con grandes ventajas á quienes Vi\'ian en situncion coreana
á la po~reza. Ern csla la isla ele Jc1·sey, un tiempo, pero
en dias ya i·emolos. francesa, ó, diciéndolo coll propioclatl,
·normanrfa, donde el idioma es fram:es, alinque no pu1·0, y
de los ll~mados patois entre nuestros vecinos, las leyes
peculiares suyas, los costL1mbrcs sencillas, la vida nn tanto
·barata, el clirna no fl'io, pero si sujeto a violentas y fre-
cuentes borl'aseas, á vientos impetuosos y á continuas
lluvias, y eol'rada de un maL' L'al'a \·ez tranquilo, qnc bra-
ma y se estrella fuL·thundo contra multiplicados escollos.
Es. con todo, bellísima aquella i,,;la, en cuyo lel'l'e1.10 i'Odn-
ciclo, pues apenas nll(lc Je~ua y rn~dia de ifol'tc á Sur, y
casi otro tanto del Este al OcsLc, abundan lindas vistas
cnmpcstrcs; cubie.1·to el suelo de abundante :.wbohido,
pt'incip81mento de nrn11zanos, do ouyo fruto se saca la si·
·dra, bc\1ida ordinal'ia de aquellos íslciíos; en cnyo terreno
quehi·ndo ect'l'JS ele poca a\Lut'a, co1·t~11\os por valles, r1~ ­
medan a1tas y fragosas siei·:·as, y representan, en µeqw-
ño, los países de los Alpes y Pit•ineos; donde alrnndl! •·t
g~n:iclo \'acuno, sicndc el de alli sc1'íalado por ln ab11t1daE-
cia y c~1litlacl ele la leehc de las v:1c:1s, de qne sc :i:ica ex-·
quiRila m~nteca, aún superio1· á la ele la vecin~l B1·elaiía. Es
alli franco el puerto, au nr¡ne nG pat'a Lodos los objet'ls,
pero tal cual es, t1·:1e consigo en ~ilgunas cosas necesarias
á la vicia copioso sut·tido y precios b<1jos. Todo ello h~ cia
aquel ~silo prop io pal'a pasar en 61 la vid a los desterrado;;;
y comnnicad:1 la noticia de lo hicn qnc allí se pa:;ab:1 p1>r
los primci·os lleg:idos, fueron si guióndolos oLros, y en
breve excedió á la ele Some1·s Town la poblncion española

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A:'\TO:-;ro ALCA!.~ GALTA'SO.

de Jersey. Los m{is do los deslereados se es!alilccio1·on en


la ¡11Jblacion rle Saint-lldlic¡·, que, con la de Saint-Aubin.
son las dos de la isla qlle merecen el nomhl'e de pueblos;
pe1·0 11ay doce divisiones llam~das p~r1'oquias, y que lo
son rlcl culto pl'oteslanle, y todo el LL•1·1·ilo1·io está sem-
brndo de casas de campo con anejos de Liom·as de cm·ta
fütcnsion. Varias de estas casas fueron lo madas en an·en-
damíci1-o :\ pl'Ccios cómodos por eswu1olcs que ~e dieron·
al cultivo ó al cuidado de las reses vacunas, de q:ie tenían
dos ti lt'CS cabezas no m~s; pern, ayuc!únd ose con lo que
recil.Jian del gollierno, lo nial constituía una renta que
suole rallal' al l~l.Jrador, sacaban los mós de sus afanes al-
guno aunque escaso proyeelio. En aquella vida campcs-
ti·e no f'uó olvidada la polilica, pern compat'iian con ella la.
alencion diaria ot1·os cuidados, ú oll'as ocnpacioncs, ó
cuando no, convcrsLlcioncs á que clalnrn nrnlcria cuidados
ajenos, pareciendo como que aquel ai1·e, si no rniligaha la
pena causada poi· el clcstict'ro, le daba cierto cai·iwtcr trm1·
quilo y, en cuanto cabe, dulce. Alli terminaron su carrera
mortal algunos de nuestros compañeros de deslierro; y
quienes en los tiempos venideros visílcn el cementerio de
Sainl-Hellier encontraran en él tesLimonios del dolor de
los qnc sourevivian á lus arn igos 6 ¡Jm·ient.es perdidos, y
en uno como apa1·lado rincon ele un mar dislantc, rccuel'·
dos de los distmllios de la revuelta y malavcntrn·ada Es-
paña.
Tumbien est·uba mús pacíílca que :\ntcs Ja mermada pO··
hlacíon española ele U1ndrcs. ~tina scguia cnsi siempl'C on
el campo. Torrijas se lrnbia yuelto escritor. Los dcma&.
se¡¡;llian su vida acostumlwada.
En meJio de esta situncion pacífica, i·ecibirnos nlgunos,
-y entre ellos Istu1·iz y yo, una carta del general Mina, re-
sidente á la sazon á alguna pero corta disl.ancia de Lón~­
drns, en que nos acomp;lli~1ba una serie de cuestiones ú·
que solicítaha re~puesta; toJas ellas relaltvas á la suerte

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RECt:rnnos nii UY A:\CJA;'(O. 487
de España, en la suposicion de una empl'esa encaminada ;i
sustituir al gobierno del P.ey uno de los llamados consti-
tucionales. Qne gobierno ó qué sistema convendria esta-
blecer en h1 rescatada patria, por lo prnnlo, ern el pl'inci-
pal asunto de todas aquellas cuestiones qne bajaban á imis
de un pot·menot', no i·cinanrlo en ellas el mejot· órden, y
faltando algo, y tarnbien sobrando, de lo que, al p~irncer,
requeria tal materia, pero al cabo, dándose á enlonder
que ocut•ria ó se tenín entl'e manos un negocio que hacía
necesaria una clcternlinacion sobre lnn importantes pun-
tos. Corno á la sazon reinaba completa tranquilidad en Eu-
ropa, y no sabíamos, ni áun pareeia probalJlc, que co1·1·iese
peligro la de Espaiia, nos sor¡H·er1diü la c~11·ta de ~lina, y
aunque solicitaba respuesta á sus pre;;unlas sol::uncn le por
escrito, lsluriz y yo determinamos pasa1· :i d;írs;;la en per-
sona, tanto pat·a explanat· bien nuestrns 1llcas, cuan to, y
esto era lo princip~l, para a veri¡;uar el motivo de pedit•nos
opinion sobre t~1les puntos en aquella hora. Fuimos, pues,
á vernos con Mina, y nada s:1camos en limpio, asi porque
el general nada tenia de franco, y sir:ndo, corno suele de-
cirse, de malas expl-icaderas, no trnlaba de mcjorai• las su-
yus, sino al l'evcs, lle valerse de su defecto p~ra no com-
]ll'omelerse ú cosa alguna, corno porque el secreto miis fü.
cil ele ¡:ium·dm• es el que nada contiene, y éste era cntón-
ces el de ~lina. Volvimosnos, pues. ele mal lrnmol', pol'c¡ue
nos habíamos lle\,aclo chasco, y sentíamos nuestra vani-
dad un tanto ofendida ele liabe1· como caiclo en un lazo,
cuando presumíamos ele avisados, siendo el lazo haber
contrilrnido, aunque en poco, á favoreccl' un mmwjo del
astuto gcncl'al, quien, sintióntlose acosnclo con pretensio-
nes de 3migos ]JO CO safaccs ó jniciosos para que algo
hiciese por la caus~ comnn. y molestado con injustísimas
y violentas acusaciones porque nada hacía, qncria entrc-
tenet' la impaciencia y acalla1· la malicia, pal'a lo cual em•
pleaba medios poco á pro¡iúsito al cabo pa1•a el logro de

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·~88 -~~TO~IO UCAL,Í. C:HT.\XO,

su intento, 1mes si él con su liuen juicio conocía cmín im-


posible ei•a rcstablecct• en E.sp<1fü1 la Constitueion caida, ú
olra á ella scmej:rnlr., por otro lado se cngaíiuha al creet
que con arterías harto visibles podia satisracer á los híen
dispuestos, ú tlcsarmar á contrarios enconaders, cuando ;:t
los primc!'Os disgustabn y ú los segundos daba oc:ision de
rcnoYar con aumeulo de furia y con mejor pretexto sus
acusaciones.
La guo1·1·::1 dcclat'aLla por la Rns!a á l::! Purwta 01.omana
en '1828 fL1ú ¡ir.1·a noi1olrvs cnu~a do. prometernos algo, lliím
que i:icie!'lOs en nuestra cs¡Jeranza LÍ nuestro (]esca, por·
que es mm ;Je las Lrist(~s crmrlicíones del clcslilll'l'O mirut'
con disgusto la púlilica felicid~1d f!ll los exti•nfios y CP.lc-
l11·a1· h1s discordias y ~ue1·ru3, considor:indo, ú vcce.s sin
motivo, que de la inr¡uiclud han de salil' gamrncíosos.
Al revr·s, el rni11islcrio de Ma1•t.ígnac en F1-;111cia l'ue visto
poi' noso11·0~ con poca satisfoccion, pues si bien aljltrnos
esper~1h:m de t:l que, i!11l11ycnclo cu las cosas de Es¡.H1ña,
hiciese al Gobierno do )fadl'icl, cuando no olra cos~. más
indulgente, no era un pe1·üon lo que en genel'n! potlia con-
tentar a nuestra soberbia, ~un de.fando aptu·te la conside-
J'acion de quo un pcnlon t\a,lo poi· fol'nando Yll en el
pleno de sti :llltol'id:.id mal po1.!ia a!canzarnos :i Lodos.
l'ero la mudni:za tlel 1níni~te1·io francc•s en ·18~9 y' el des·
conlenlo que en Fl'anci::i causi'.l, <lcspt!l'll> e~1wr:rnzas dor-
1nid:is, y esla Yú:l no sin algun funtlumenlo , ~omo vinie1•on
á acretlílnr Jos succs(Js en el Lérmino de méuos de un uiío.
De la resistencia hcGha al nuevo minislel'io poi' el pueblo
de F1·~111cia recibíamos notidus cicrl:is. Veíase inmínento
una rcrolucíon en el Esla<lo nocsl1·0 vecino, cnyos pl'íuci·
pes)' gobierno habian impµcslo á nncsl1·a pat1·i;¡ el qu~
nosoLros considerábamos pesado yugo. Así, los impacien·
tes entre Jos dcslen·ados comcnial'OU á bullir, y si Min1
no so movía, olros c1·cyeron llegarla la horn de una tonta·
tíva en favor {]e nucsll'a cau.sa de que á ellos rcsullaria

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48()
{;loria y p1·oy1;cho lcgilirnos, y :.\ la pal' dcsct•éJito á un ri-
val casi odiado. \'(:J'dad Ol'a que si la siluacion de Francia.
no consentia que puclicsr; ayul1ar al Gobierno español, y
3un prometía der.lrn de poco tal vez eo11verli1' en au~ilia­
dm· el ¡1odcl' que nos h~1b1a siclo, y debía ser el más temi-
ble conti·a1·io, d estado ele !11;:;lalel'ra no era l3l que de
ella pucliCSI'\ c8pera1·s0 qnc í:1Yoreciese ó siquie1·a consin-
tiese ernp1•esas rel'olucion~irias. I::1·a ú la ~azon cabeza del
ministerio L>1·iLlínico el Juq:ie de Wellington, muy favora-
ble á los eBpañolcs en punto:\ socor:·er sus n~cesidades y
á mostt·r,rlr-:s cieno grado de consideracion y afecto com-
pasivo, pern po1· sus doelrin~1s politicus y antecedentes
por extremo opuesto ú tollo c'uanlo :í reYolucion en lH'o
.del poder popn!ar se parecia. Esto no relrajo tlo la idea
<le acomeier la em¡H'esa de rcsl~rnr~11· ú viva fue1·z:i. la li-
bertad cs¡rnriola no s1.ílo á To1T1jos y sus allegados anti-
guos, sinu :\ 01 t•os que habian v0niuo :l. sedo, y en aqur.lla
hora :l. al~·unos dignos Siljctos de JJL1en seso y prndontcs
de los qne hasta entúnccs li~diian tenido con el general
cx-comunern poco trato, viendo en él, si no un contrarío
pülítiro, m~:10s todavía n;1 amigo, y sí un:i. persona enJa.
zada con lo:> qull hnbi'.111 sido ll~ ellos enemigos verdade-
ros. Nació de estas circunstancias un fll'oyecto, que em-
pezó á set' lle\·ado á ejecucion, tan de$ca]JelL1do que
:isomlira Ycr Jl3l'licip:rndo en l:l ciertos pcrsoirnjc~; pro-
yecto que ~in la t·e rol,1cion casi inmedialamenle ocurrida
en Fl'ancia se habría quellado en ser una locura inocente,
pern que con el suceso, si no Llel lodo inesperado, nada
seguro, que dcrrillú del trono [\ Cól'los X, perdió en la
tipal'iencia lo que !labia tenido de desatino, y a\ 1·cvr.s,
anclando el licrnpo, vino á parn1• en una sangTient.1 tr:i-
~edia.

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4JO

m.
La expedirion destinada á dm· lihcrlad á Egpañn, que
hacia ílnes ele Junio ele -1830 se preparó en Lón(l!'es, y cuya
primera terminacion (porque bien puede decirse que la
tuvo segunda, y fllneslísinrn) no pn:;ú de la corriente del
Támesis, es una prneba dolorosa, entre otras urnclrns, ele!
extremo ~ qnr, precipitan 3 !10n1bres do enlenLlirniento y
áun dr, prudencia de8vnriadns ilusiones nnciclas del entu-
siasmo, y la impaciencia de h desdicha. En ef8cto; en
:i.quclla expedicion iban he1·manadas la falta da socrelo con
la cortedad de medios, tle sne1·te qlie fallaban las condi-
ciones p~ra que pudiese tener un éxito siq11ic1·a mccliana-
rnenle satisfactorio. Un golpe dado do ¡ironlo é ine8perado
suele salir bien, ó si no ll1nto, llega ú t.cn€r aignn erecto,
ú punto de dejar por mayor ú rneno1· plazo d11i!osas sus re-
sullas. Napoleon mismo, con ser todo 1111 Napoleon, no ha-
bria enl.t•ado en Paris y tornado de nuevo µos~síon del t.ro-
no imperial á los veinte rfüs ele lrnbcr dcscrnbnrcado en
C:rnnes al frente ele múnos de mil homlH"cs, si hubiese ha-
bido noticias ele t¡ne eslaba prep:ir:indosc en la i~la de
Elba á inva,Jir ú Francia. Y llnl'a clesccndc!' de lo muy
grande á lo muy pcquefio, en '18':H· había sido ocupada
Tal'ifa poi· una cocta poccion de hombl'es atTojaclos, cabal-
mo11te porque nadie podía sospcchm· tal exceso de atrevi-
miento, cual era el de lanz.arsd con tan naco poder á resta-
blecer en España la ConstitlicioH enlúnces recion caida.
Por otro lado, la expedicion del pdncipe de Orang~, des-
pues Guillcl'triO IIl do In¡;laloera, pat'a anehatar el ceti•o de
manos de sn suegro Jacollo Il, rué llevada adelante con harta
publicidad; pcrn cl'a de lai podN', que, :íun viéndola venir,
no alcanzaban á malogl'al'la los ¡mlpal'a~i vos hccl.los pa1·a

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1\ECUEllDOS Dll U:<: A'iC!A:\0.

resistit'le. Y ~un lo mismo hubo de Gconteccr, andando el


tíempo, y despues del en que ocumó lo que estos renglo-
nes refieren, á la fLierza que ¡ircp3ró el ex-emperador del
Brasil para sentar en el trono de Portugal ~i sn hij~; empre-
sa fayo1·ecitla al calrn pm· la fo1·lnna. :IIL1y distan les est:iban
de contar con medios ele algun valor los que en L6ndrcs
se aprestaban á dar por tierra con el gobierno de Fer-
nando Yll. l'n barco mercante ele poco po1'tr, acaso un
centenae de hombt·es, )' annamenlo parn algunos rnús,
pero no en cantidad considerable, constituian .toda su
fuerza. En ot.t'o punto de igual ó superior importancia, que
era el de rccui·sos pectrniurios, tampoco i!Ja la expeclicion
muy solirad:;; pero lle\'alia mús q1;e lo su!lciente ó su es-
caso poder en gen Le y arma~, lialliéndolo facilitado una
sunrn de algunos miles de pe~os l'uc1·tcs un buen inglés de
la clase media, llamado íloyd, el cual, halbndose con nn:i
suma de dinero p:1ra lngl~lcrrn no muy crncidu, y sugun
ereo lWocedenle de una hornneia, arclienúo en celo arre-
batnclo de la cansa de la libcl'latl, y pa1·ticuh1.1•mcnle de la
de Espafia, buscó empleo :'t su reclut:ido caµital en una em-
presa que á la postre podl'ia darle p1·01·echo y desde luego
le dada gloria y encumbt·m11icnto; dcsdich8;1o cúlculo en
lo que de Lal Lení<i, pues hubo de costar al inf'cliz la vid~;
paco mfts de un afio despues, cayendo des:ipiadadamente
sacrificado. La expedicion llev:iila t8milicn á la EspMía
rescatada un gobierno ya formado, 11;1cido, no cicrla-
mcnle de la elcecion, ni ú:rn de nna beeha por la iwcion
emigrada, que, si poco lrnbria valido, al cabo podia lJlaso-
nar ele ser produc~o de una volacion de lo que quedaba
siendo el pueL•lo de la España constilncional, sino, cuando
no poi· sí mismo nomlwado, liijo de los votos de pocos;
pero esto era inconveniente inevít~11Jle de tal umpresa. No
se puede llamar del Lodo singubr la composicion del go-
hienw ~l que ahol'a aquí me rcliel'O, srno en cuanlo ú la
persona de uno de los tres que le fomrnban, D. ltlaz:uel

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492 ANT0:-110 ALCAL\ GAL!A:-10.

Flores Caldcron, nunca en España de la asociacion comu-


·nera, de severo juicio, y al pa1·ccc1· de p3sioncs poco vio·
lentas, pel'o en qL!ion Llebi3 <le haber un al'dor encubíel'LO
que le moyiú á enil'ar y tenor pat'le pl'inoipal en un pro-
yecto do hornb1·es m:ís celosos que pl'udentes, y á enll'ar
en ella asoci:l.ncloso con personas á las cuales basta cntún·
ces no habia estado a1'!'imado. No el'a ménos extraño ver
haciendo uno de los p;•ineipalcs papeles en aquel d1·ama á
D. José ~!aria Cal:itrav~1; pero en éste la vehemeucia de l8s
pasion~s lo explicaba lodo. De la plnma del mismo Cala-
tl'ava saliú un 1m111ifleslu ó Dlocuciun á la nacían, que fué,
para no perder tiempo, impreso en lilgl::itcrra, como si no
quisiesen los que il1an :'t cntrm' en guct·1·a con Fernando
hacerla sin decl~u·ad~1, imiWnclo actos de iniquidad de
-otros gohier11os, siendo la pl'Oduccion de que voy hablan-
do una ob1·a bien escl'it<1, sin inoportunas galas en el es-
tilo , y con elcg:1ucia y dccol'O, y, si no bien pensada, lo
bastante pa!'a lo qne eran n1H'Sl l'~ls doclrin~1s y deseos en
aql1cl tiempo. Pcl'o ca la ob!'a hnbia un defecto que la
bacía, si no !'l(ticub, poco rnénos, y era la so!cmniLlad y
pompa con que lan flaco pode1' se presen~aba corno po~
dria una potencia fucl'tr; propio proceder del au lor, el
cual, entre algun~1s buenas dotes, y oLt·as no tan bncnas
calíd2dcs, tenía un orgullo excesivo. Asi es que, en gene-
ral, áun á aquellos no de la expediciou á quienes agrafló
el papel, disonó habe 1·sc escl'ilo y dado á luz pum tan po·
bre ernp1•esa, eomo si rucse voz sonu1·a y bien lemph1tla,
así corno fucrle, que sonaba amenazando, pero salida ele
cuerpo Lan ¡;equefio, que mal pod1·ia dar efecto á la ame~
naza. Sin crnliarg;o, á casi tot~os :1dmiraba y á no pocos in.
fundía desatinadas c.~pcrnnzus ve1· que semeji111le cscl'ito,
repl'odncido en muclios cjcmpla1·es, eii·culando por Lón-
dres, y acompafiado de actos que scg-ui~n sin íulcrrup-
cion, como era haber un lrnreo lleta do en que entraban
mllniciones de guerra y e~lalrn pronla á embarcarse gente

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493
armada y prevenida a gue1·t·en1\ no clit-se m:'lrgen á provi-·
dencia alguna del gobierno in¡;·lés, cuando al lado de él
habia un ministro pl0nipotenciacio del t•ey de España, que
no podía ménos de hace1· sobre tan g1·~ve ncgr,cio vívas-
rcclarnuciones, no siendo creible que el duque de Welling-
ton, tanto por sus inclrnaeiones conocidas, cuanto pm· su
siluacion ·Y deber, dejDse de atenderá ellas clel modo más.
satisfactorio posibie p:mi el 1·eclamanle. Dn1·ó rn:is de lo
regulat• un estado mot.ivo dL~ a,lmirncion parn :ilgunos y
para otros ele eludas, asi corno ptH'a unos pocos de desva-
ri;¡das fi:;nraciones. Zarpó enti·ct.anto de su fondeadero el
buque, que !e tenía en e! l'io Titmes1s, cet·ca del p11ente de
Lómlres, y corncuzi'> Sll nav-:·gacion, que pm· fueria en sus
principios habia de se¡· lenta basta dc~ornbuc;ir en el mm',
y, segun es alli uso , no se cm!J:}1·ca1•on lo5 p as~1j cl'os, pen-
sando ll:ict~l'lo en G1·avesend ó algo m:\s abi1jo. P.; ro cnlún~
ces, e\ Gobierno, qne sin duda no quiso d¡ll' el golpe hasta
d:n·le seguro, sin dilalal'le á punto de vc1·se JH'ecisado á
prnnder y snjcl:n· al rigor de l~s ley,:s á los principales de
la expcdit:ion, mandó detener el buque, romo clebia y po-
día, siendo ya ffoíl pl'Obal' cuál Cl'a Sll destino. Tel'minó
así Ia expcdicion, muy sup•:rio1· en impo1'lancia lÍ t.odas
cuantas tenla lívas de pat'cci:'.a naturn\cza habian hecho los
emigrados, poro supcrwr únicamente por el v~lor de las
pcl'son~s que en cUa c1it1·uron y poi· la solemniuad con que
se prcpal'ú, si bien tan de si ;;·ual al fin qn·~ se propunia
cnanlo lo lrnhian siclo en é¡iocas poco anteriores áun las
m(rn descabelladas.
Malcl'ia ú grandes disensiones habl'ia dado la mala for-
tu na de la cxpedicion, po1· lo mismo que narln habi;1 tenido
de~ tr;ig-ica, pues hubo de oca~ionar llut•las malign~s de los·
que la tl•:s;1probaba11; burla$ que JrnlH'ian c~ms~do t•eseoli-
mienlo, si en pal' le no jnsto, en otra parte funtlntlo; pero
nos s:1lvó de di~gnslos, de qne tocaria algo áun á lo!
al p'.lrecc1· más ín<líferentes, el ~nm suceso de la l'OVQ<-

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A:IT0:>10 .\LCAk\ G.\L!A~Ó.

lucion de Francia en ·lK:lD que inmediatamente solmwin-0.


No es de extra11a1· que hasta a los m:is descorazonados
llenase de alcgdsim~1s esperanzas y renovados bríos ver
derribada del l1·0110 la rama rnpc1·io1' de Ja eslit'pe de los
Dorboncs, y susliluic\a la bandc1·a tricolor, emblema de Ja
t'eYolucion, y en:Lbm1 llcl cual no se suponía que se que·
.clase en :;c1· parn nosou·os y para c:isi todos los revo\ncio·
narios de l'liera tle Fra11L'.ia inúlil, ú la bande1·a blanc~ que
nos ha!Jia sido lun funesla, y que, miénlrns ondeaba
t1·i1mfanlc, era un signo propio para 1•ccor<la1· nucslra des·
venlurn y prnmelcrno~ que sería ést~ duJ'adcra.
Si c1m1do l'alt<tlian de lodo ¡iunl.o, aunque no pai·a :1lgu·
nos pocos, esp8rauzas lle vol vür al SL1elu pati'io y de en-
tl':J.t' á ¡iisa1·Je HO percio1wdos, sino vencedorns, ]Jasando
por consiguienle á oc:up~u· en él los puestos eminentes,
eran ent1·c nosoll'OS tales y ~anlas las discordias y ambi-
ciones de mando, ¿r¡uó no hubieron de ser cuando ú la
vis~a úun de los mi':nos prnpcnsos á fornrnrsc halagücfias
ilusiones se p1·c~unta1Ja una Espaiia consL1LUeíonal rena·
cicla y abierta Je l11ll~Vo á los destl•1·rar.los, estúndoles tan
llano el camino, ú, nll\ullo menos, lin!Jiendo en él tropit;J-
zos tan escnsos en número y Lan f:1ciles de vencer?
Así es que no uien consliJ estar ya tritrnl':rnte en Fcan-
cia el pal'lido nricllidatlu lilic1·:1l, cuando ruó nuestra idea,
con rú1·as exL:epciones, •1·asladarnos al ten·itol'io donde
prevalocian nuestras ducLt·itrns ··:í ¡;uyo interés jllzgáliumos
uno mismo que el de los eonsLiLucionales espailüles. Fuí
yo m10 de los primc1·0$ ql1e do Inglal.el'!'a pasaron á Fran-
cia, encaq,'.ado poi· lo~ que nos junlúbamos en casa ele
Valdés y Ar:;üelles de fr á tanlcar el estado é intc~ncioncs
de aquel rncien nacido gobierno en lo tocante á f:spaüa,
encargo que admilt snponi.::itdo, por habe1· salido de aquella
1·educida, pel'o impm·t.anle reunion, ú digamos turtulia de
ia paz bija de b falta de cspcl'anza en que vivía, que su
ollrnba üe acuerdo con Mina, :sirviendo de conclucLo par'1

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RE:CU811MlS DE U:\ .••'\Cl.-1"'\0.

ente:nrlcrse con él Gil de la Cuadra, quien f1:é asimismo el


que con mas ahinco me aconsejó poneeme en camino;
dando así á mi comision, si tal nombre rnm·ec:a, alg-"n va·
lor, y sollrc todo á mis ojos, el bastante paro. que me en·
cargase de ella sin lemo1· de aparecci· neciamente crédulo
: yana. Séame licito aüadir que contaba yo asimirn10 con
el tal cual renombre ele que cnlónces ;iúo gozaba. muy
superior, sin dud~1, á mis merccimient.os, pero debicl c· á
mi conduela política en el alzarmenlo de ·18:10, y en las
Córlcs de ·18:1:! y 23, y á la eircunst:rncia de íl ¡;t11'8t' yo en-
t:c los ¡ll':mcros en rn5s de una lista de prosct·iptos conde-
nados ~t na1et·Le por mús ele una causa. Pero se pre set. tata
una d1fleullad pat'a hncer mi vi~1jo con la pronlilud que, ai
pa!'ecet', rnqucrian las ci1· cunsl:111c:~1s. y cuya importancia
abullaln mi deseo. La embajada francesa en Lónut·~~ esta~
ba compuesta casi toda de ¡;ente muy 3dicta :1l u0rrilJado
gobierno de C~\rlos X, que ha!1ia rcc~bido con no col'to !lo·
lor y enojo la noticia do b gran mudanza ocurrida en su
pat:·ia, y, corno es 1rntnrnl, no la crnia dd lni ti\·a segun lle-
g-ú ~! serlo, y teniendo arlem:ís ói·dcnes muy estrechas de
no dar ni visa1· p;1s~1porlt• s p:m: 1"ranci:1 ú conslilnciona1es
espaiiole~, cump!ia con su obligacion s;n Lomar en cuenta
que, lrocadas las cosas, era nallll'al que fuese diferente
y únn conll·aria 'su condm:la, y discutiéndose <le esto, y
atcnióndu~e ú úl'den es no rev•)Oadas, CO!l lo cual JH'oCedian
aquellos c1npleados conforme ñ sus inc!inacionos y do~eos,
sin podc1· poc ello ser rc¡il'cnclidos ni :ínn dcsaprok1dos en
justicia por la aulol'id~d nueva de su pall'ia. l'arccia, pues,
dificil llCYar á éfec;lo mi proyectado vinjc, ú lo ménos hasta
que con·icse al;,;·un tiempo; pc1·0 me sacó clel apuro r me
facilitó la enl1·ada en Frnncia, yendo en mi compllfiía una
person:1 que solía apai·eeor y hacer ¡;-1·:111 papel en hol'as
de dcsli1·dc11 y revuell.as, siendo corno naciLla p~i·a discur·
rit· arLoitt'ios rai·os y salir bien de empres~1s diflcnltosas,
~unquc fü'a ménos feliz su suerte y muy iuferi?r llU acie!'·

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4D6
to en cil'cm1sl.anci;:is Ol'dil1arias; peesona p~1·ecicla en ler
mo1·al á lo que son en lo i'isico séres que andan admira-
JJlcmcnlc ¡101· ticn·a aspcl'Ísirna y qnebt·:Hla, y en la llana y
f:kil d1; pisar, ó tr.:ipiczan ú son toqies. b pcrsonn á quien
me t•ellet·o en este i11stante ei·a la de Mcn(!iz:"ilrnL
E~te, por muchos líLulos aerecdor á se1• llamarlo dign o·
1ienonaje, :.í pcsat· de sns deleelos y yc1·ros, llabb vivido
h;1sla un g1·ado mu~: nolahlc ose11recido en la ópoca corri-
da desde Marzo de ·18::!0 hn$la Junio de '1813, esto e~,
rniént1·as estuvo vigente la Cunstitucion, en cuyo restable-
cimiento babia tenido l:111ta y tan princijlal p:11'le. Figura-
ba como inlemkntc honorario, y ánn no sé si este destino
ú estos honorns ernn adquiridos ñntes de ·1820 por set'vi-
cios buenos, aunríUC na!.la conocidos, qoc llahia prestado
sii·vicndo en el rnmo de provisiones del ejército durante
In guC1't'a de la Indepemlcncia, Llev~1lJ ;J, sin q ucjal'se, tal
sucrt.c, r¡uc lt~•biu sitio comun á hornlm~s ele méritos, si
:il¡::-o inferiores á los suyos, muy consick!'abks, contrnidos
en la empresa r¡uc nlllclú, y clu1·anto tres aiios lu\·o muda-
d:l, Ja suF:1·le de E-sp;n1a. Pero c1;cr.t'l':1do el goiJicrno cons·
titutiona! en Cúdiz en .Tnnio de t8~3, se pn:st:nl(1 i\lendid.-
bal ofrntíéndose á la nada fúeil La1·ea de m;rnl.OJH'r al ejér-
cito si liado en la isla ¡:iaJitana con los esrn6isirnos tccucsos
que pocliw poucrse á su alcm1cc. :No b1en L.omú tal en-
cargo, cuando empezó al clcscm¡1c1io con act.iviliad prodi-
giosa, atrayéndose pol' ello la atencion y ~tun l:i admira-
don de muchos que hasta entónccs poco ó nada le cono-
cian (1). Pero no podia ~Irndizúlrnl cl'ear dinern, y corno le
necesitaba en cantidad, si no muy crecida, tampoco corta,
el gobierno, ¡•educido it la mayot· esLt·cd1ez, y las Córtes, á
las cuales éste apeló, rccml'iernn á un medio allamente

(1) Entre éstos citaré al general Alnva. el cual me dijo en Julfo


de l823, que merecía Men<1iz:í1Jal una estat.na ne oro lci¡¡;-i1aa. Sin-
gular coincidencia es esta con la de la malhadada estatua de 1858,

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RF.r.u.rnnos DE UN AKCIAKO. 497
vitupcrahle, pet•o, por desgracia, usado por 2ntcriores go-
biernos de España, lrnsta de los co11stilucionales, si Endo
vit:io !luest1·0 muy comnn respelar poco todo derecho in-
dividual, sm que el de la propiedad esté e~cepLuado. Por
aquellos dias, ó pocos meses ::'111tes, el cótisul general de
España en P:11·is, D. Juslo Thlaelwlo, cnca1·gado del fondo
prnd ado de las indemnizaciones qne en vil'tud de lt'atados
hab ía pagado F1·:rncia ú parlit:nlarns españoles pant repara-
cion de perjuicios c~ usados en E~pa1fa desde 1808 hasta
1814 poi· los ejércitos frunccsc~, Yicndo· p1'óxima la inva-
sion de nncst1·0 te1•ritoeio poi· la ruc1'z:1 que ú ello se 8p1·cs-
taha co!1 el fin de ncnllat• con el gobierno conslit.ucional, y
recl'loso de que el goliierno fr:111cés, no reconociendo ya
pm· tal al espaliol, se echase sobre ~H¡ud fondo, le puso en
salvo, de lo cual diú aviso, mereciendo pot• esta s11 accion
aprolrncion muy señalada. De esta suma, pues, delerlllinó
disponer e~ gobierno de C:hliz, poi· lo p1'onto, p:11·a sus ne-
cesiclarles grnndísimas y m gunlís1mas, no haciendo ali.o en
que no ci·a su~'o, y qncdando s:ití~i'ed10 con prometer
competente indenrnizacion en me,!ot' tiempo á aquellos á
quienes despojaba de sus bienes. D1é1'0 11s0, pues, ú :\Iendi-
zálial lc!.l'as conti·a ~luchado, ~1 la sazon residente en Lún~
drcs, y en cuyo podc1· estall8n, ú clcbian su pont.t'Se que
estllviesen, lales su mas. Pero 3L.télindo p1·otestó las·Jct1·as,
alegando pm·a su accion mús de un prcLexto, siendo mio
de ellos, que el ron<lo tic que se Lratall~ no era del gobier·
no, lo cual era verdad, pero !o cu;il no Locaba ú )tachado
resolver, pues por el gol1iel'ílo cst;1ba enc:iq;ado dfl aqncl
dincrn, y no por los interesatlos. Corril:l'Oll, en t.an ~o , c'ln
tal ¡•a¡iiclez los sucesos, y c;1y6 tan prnnto el golJiürno
i!Onslitucional, q11c no pud o tsle dar paso alguno en tnl ne-
gocio. ResiablcciLlo F~rnamlo Vll en su poder u!Jsoluto,
su gobiemo cscribiú :i ~ladi~l\o ap!·oliando y nun ensal-
zando su p1·oceder', no sólo co mo jnsto, sino corno un se~
úalado .servicio hecho á su soberano. Pero l\laellado, con
32

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AoTO"ilO HC•.!.Á f..Hl.\'\O.

extraña modesl:a, 8 pénas aceptó tal elogio, soltando la ex•


presion de que h:ibia salvado caudales de parliculares,
esto es, dando :í entender que no tenia los que estaban en
su pocle1· i1 disposicion del nuevo gol1iel'nocle Macll'id, como
no !os liuliia puesto :í la tlel caido encerrado en Cáclíz. Si·
guiúse ele aquí una co1·1·espondencia bastante sing·ular y
áun chisLosa, pern inút!l en cuan lo á saca1· á Machado el
dinero fjue ele él so reclanrnha. Ent1·rtanto, flfondizábal, te-
nedo1· ele bs !et.ras protestadas, estaba en lnglate1·ra re~u­
giado, mienlrns M<ichado residia, ya en la misma Lúndres,
ya en hris, evitando pnsar á España, ni sep:H'ado de la
obediencia a\ g·obierno del rey, ni lo conl.i'al'io, y viviendo
liicn, como pc1·so11a rnuy cnlendida e n tal materia.
l'il) tenia tan l!uen~ s11 e1·tc Thkndizúbal, á r¡uíen, sobre las
calamídaries l:omnoes ú los de8te1Tado.', il3liia caído enci·
ma otra nueV3, pues, andando siempre en neg·ocios., huho
de cont1·<ier una deuda que no pudo pa~·at-, y euyo impol'te
era, Cl'eo. tic unas ~ . 000 lilm1s cs~el'!,nas (~obre Hl0.000
reales), h~1bi(•nclole su acrccdot', á uso ingks, hecho en-
cerrar en la C:11·cel dcstin:ida pa1·licnh1rn1cnle á los p1·esos
po:· deudas. Alli vi \·i~, pues, di:::fi·ulandü en su desgraL'.Ía
del ali\'Ío que d;in las kyes in~lesas á los q lle esl:\n en tal
situaeion, pues habitaba l'ue:·a de las p;;i·cdcs de !a drcel,
en sus inmerliacio11cs, dcno·o de clcl'Los limilcs donde es
Jlcita ln l'l'sh:lencia ú los dr~udorcs rwcsos, y ademús tenía
el derecho ele salii· en cír;:·l.Lls no largJS é¡)ol:as del año,
con la o!Jlig::u::íon de 1·ccogerse temprano á su halJitacion
forzada, y de no cnt1·ar en ciertos Jugares como aquellos
Jonde rn come y bebe por dinern, y otrns de igual.ó pare·
cida nalurnlcza. En meclio de esto, l\lendizábal, ó aconse-
jado, ú ohrnndo poi· sn propio discui·so, como hombre de
in~enío fecundo en l'orm~r r~irns planes, tu \·o la idea de
pl'endet• ú ·~rachado como su acreedor por no menor suma
que la de ·I 00.000 libr~1s cstcrlí1rns (tí díga>e sobre 9.oOO.üOO
reales), can~ídud casi igual al v~\or de las letras de ca!l1 4

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l\ECUERDOS DE UN ,\é\C[ANO-

bio que contra él tenía. Inadmisible parecía sn pret.ensíon,


porque las lelras eslalJan giradas pot· el muerto gobierno
constitucional de Espafia, y al que le babia sucedido toca-
ba dcmandat• á Macllado con más ó ménos fundamento, así
como á íllendizúbal !'epetir contra el gobierno su deu-
do!'. Pero las dr·cnnstancfas eran r8ras, tanto que de otras
-iguales na había ejemplo: el gobierno de ~la:frid no se re-
conocía heredero del de Cddjz, como lo es todo gobierno
de su antcccsúl', y Mcndíz::\lrnl, ú hallia de qncda1'se sin lo
suyo, ó de logr;it' cobral'lo nlli donde estaba. Lo cierto es
que encont!'ó abogados que le persuadiesen, no sólo de lo
i ust.o ele su pt·etens1011, sino de que et'a prnlJ:ible que srr-
Jicse de ella triunfante. Las leyes in{;·lesas, que dan exce-
sivo valor ~il j mamento, sujetan á aquel de qnjen se recla-
ma bajo 01 una deuda á sel' desde luego tlelenido y cnc;ir.
celado, dejándole el reeu1·so (le petlit· y lograt· crecidas
sumas, como cl:u1os y perjuicios del que le hizo prender, si
resulta haber sido sin lrnst.:rnle fundamento. Mcndizábal,
puc8, logt·rj fftcEmente el ma11da1ni,;nto de prision por él
solicitado, y :iprnrcclwndo uno de los dias e11 que él tenla
la facultad do sali1', acomp:1f1aclo de un su am igo, porladm·
del documento len·iblc, se fué á espe1·ar á Uachado ala
puerta clcl tcalrn ele la Úpci·a italiana, donde sabía quo ba-
l1ia dB ir et destinado :í set· sn victima, como lugar de eon·
curso c<1si f'or7.orn :í quienes como él vivian. l'or rara
casualidad l~wdú algo aquella noche en acudir al teatro Ma-
chado, y co1·1·i<1 el licm po, y estaba cc1·can:-i y casi inmc.tlin·
la la hora en que Memliz:ih~I dcbia estar 1·ecogido, pues
de no haccl'lo sería :1¡;Tn\'<Hla su ¡w:síon, so!Jrc lE'll(~:· z¡uc
pag·a1· unn lmcn~ canli<l~d, pel'Clientlo la fi~nza d;~ que de
su impcrf'ecLa <J incomplela libertad no alrnsaria. 'fQrn ál
Jln término l~n fundada co11goja, con aparecer, aunque
tarde, :íntcs de b hora fatal, !llachz,do, y un pi\'Sü ]IOL'
clcml~1 ele 2.000 libras, hizo JH'Cnder ú olt' O pot· '100.000¡
i:aso qne rara vez, si ;:¡caso alguna mús, ilabrú ocu:TiJo.

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.iOO ANTONlO ALCAL\ G\LlAXO.
No es de1 todo una cligresion de mi objeto b. narracion
que acabo aquí de hacer, pues la prísion de Macho.do y los
procedimientos legales á que <lió molivo, pusieron :\ Men·
dizúbal en el caso de hacer servicios á 1rnest1•:1 causa, qu~
lo era suya. En primer lugar, tuvo litcílcia pm·a pasará
Francia, cosa que era comun ncp1· á conslilueionalcs mé-
nos comprnme~idos qnc 61, consinlÍt!llllolo su ac1·eedor
primitivo, sin duda con srgnrillacl, pero no la! que estuvie-
. se el deudor enteramente libre.
Llegó ú noticia de ~Iendiz:íbal, que cnlúnces' me veia
poco (no poi· babel' tibieza en nuest1·a amistad, sino por
desviai'Jlos dive1·sos cuidados en la inmensa y afanada Lón-
d1·cs;, que ncccsit~1ba yo un pase para r1·ancb, y al punto
me oft·cciú llcvamw como su criado, porque su pasaporte
le concedia llevar uno. Emprendimos, pues, nucstrn viaje
en el H de Agosto de ·l8aO, dia, cab~1lmentc, en que se
senl:iba Luis Felipe· en el trnno que le babia Icv:rntado la
revolucíon, y de que ow1 rcvoludon vino ú clütTiharle.
Momento de incl'ablc pl:1cc1' fu6 aquel pa1·a mí, que, !Jl
cabo ele cerca de siclo at1os ele clcsticrrn, me ponía en ca~
mino, segun creia, para mi palt'irt, yendo ú enlr~11· en ella
triunfante con el triunfo dR la causa que lrnbia servido con
celo. Por casualidad el día úntcs me habia sentido con algo
de calentura, la cual, con tocio, consultado un facu1tativo,
pot' sc1· Jige¡·arncnte nerviosa, no c1·a obstáculo para via·
jar, y aunque estando á bo!'do senU sínlomas febriles,
pronto nolé que haliian desaparecido. Et·a el día hermoso
como de los lJuenos de Agosto; soplaba favornble el viento,
no recio, pero ne. calmoso; rizab:m la superficie del mar
en el pm· lo comtm alborotado estrecho de Cales algunas
bien que no aUas olas; daba el sol calor Q;rato, y yo, pues-
to en Ja cubierta cet'ca de la proa del !Juque, le veía cortar
el mar, y me hallaba á cada in5lante bañado poi' el rocio
del agua mai·in:.i, con lo cual sentía volverme del todo la
11alud, y nacer en mi m:ís r¡ue comun aliento, agrngándose

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RECUERDOS DE UN ANC!AKO. tJOl
·'.;\lo cnat cuando nos acercamos :i. la costa francesa, ver
en Cales tremolando á milbres bs lrnndet'as ll'icolores,
signo de victo1·ia ala sazon para la cansa de la libertad co-
mun á muchos pueblos; con el influjo de lo mol'al en lo
físico, me ví al instmlle en un estado de salud la más ro~
busla. Tt·es ho1·as c\m•ó la agl'adalllc trnrnsía: sallamos en
tiei·ra á la tarde, nos pusimos en camino á prima noche en
la silla con·eo, y poco dcspues de amanece!' el dia 13 me
enconLl'é en la ca piLal do francia. .
Si en lll'eve fu! seguido de españoles do Jos residentes
en Lónclrcs, por Jo pl'onto hallé en Paris varios compañe-
ros de dcstict·t·o, de los cuales algunos nun~a lrnhian ve·
nido á Inglaterra, y ott·os hahian salido de allí algun tiem-
po ántcs. E1·a de los pt'imcrns una persona qoc poi· algu-
nos días b11l l(1 mucilo cntrn nosotrns, y haciendo papei lo-
gl'ó cicrlo rnlluj o, aunque cor(.o, habiendo sido <les¡mcs su
suerte alcanz.ar alguna fortuna en Esp~1ila, sí bien no em-
pleos del Gobierno, distinguit·~c como escl'ilo1-, Hgu1·ar en
d Congi·cso de Diputados, aunqne no con luBt.1·0 como ora-
do!', gozat· de va1·ia t•opulacíon, y al fln cael' en la desdí·
cha, si mcrccilla pO!' sus f'allas, rnús du1·a que la que ha ea-
})ido en suceLc á lwmbrcs con mcno1·cs prendas y no infe-
riores culpas. Et·a é$le el tan nombrado D. Amlrés Bo1·t'e-
~o, á quien no siempre he mirado como amigo, y á veces
hasta como á conlt·ario, con quien hahia contl'aido ea
1858, como alg1rna vez ántcs, relat:iones, aunque no esl.re·
chas, tle t1·aLo amistoso, y cnya t1·isle fortuna, sin abonu1·
su condncta, hoy lnm0nLo sin q11ct·0r encubrirlo.
Habia yo visto ú Borrc;;o ~ilgLnrns Ycces en Gihraltai· en
Oütubre do ,1823, cuando rccicn salido yo de C.átlíz ornpe-
zaba la vida do deslel'rarJG. }bllía rep:mtd'l poco en él,
pero ú m1 Jlcgada ú Pul'i-s se me presonlt'.• como conoci<.lo
y áun como amigo, y ~ambicn corno hornhrn d1spneslo ú
trabajar ~n ia causa que á Francia me había lrai do. y due·
fio ya de viet'lo g1·acto de influjo erlil'c los pet·~od;stas y áun

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502 A'STO~lü ,11.r.AL.\ G.\LIAXO.

en el ánimo del general Lnfayottc, todavía omnipot.cnle tf


poco ménos en aquella hora, propenso á dcjai·se cautivar
por la lisonja, y en verdad (segun supe de su misma boca),.
prnndado de Dor¡•cgo, al cual suponia de harto rn:'.ts valer
entrn nosotros que el que cntónccs tenia. De cuáles eran
las pretensiones de Borrego, que l;1s abrigab~ grandes,
trn!Jh1ré posteriormente, cuamlo i·cllcrn la lucha que em-
pczli al compctil· por acaudillat· la empi·esa de lo que lla·-
múh~mos dar libertad á Españ~.
Encontré tarnhicn en París á mi queridisimo amigo y
compañcrn D. Angel Saavedra, Lm\ayia no, como es hoy,
duque de Rivas. Con él renové los lazos de estt·ec!Ja amis-
tad que nos lrnbian unido, nunca i'Olos y sólo allojad.:is por
habernos separado laq.;·as dislnncias y no corto plazo; PO!'o
Saavedra, si firme constitucional, no tenia amlJícion de
flgur~n· en primern linea, y así en mis pt•oyectos cor.té con
él sólo como un compañero en l:i fortuna C[lW habría
de caber ú nucstrn causa.
Tarnllitrn encontré á D. José Manuel <le Vadillo, otro
amigo antiguo, y de los que hahinn compuesto el ~liniste­
rio á que dió nombre D. Evari~to San ~ligue!; pero en él
tampoco pude ver más r¡uc un liberal cxlremaclo, en quien
lo ~1tl'evido y i1un exage r:1do de liJJ ¡wincipios hacía mal.
maridaje con su naturGl !lernútico ó indolent0; 11omll1·e no
fallo de valo1-, ¡1ern sí muy opuesto á hacer esfuerzos; en
suma, bastante 1'cvolucional'io en las cloct.L·inas y nada
pt•opio parn serlo en las oh1·as.
Otro sujeto acudió desde luégo á wrmc, y á t1·at~11· con-
mig·o con empeño y pertinacia de ncgoc.ios polítii:os, no
cnr~ub1·iendo su lll'Ctension de ocupar en cualquict'::l em-
presa el puesto de uno de los principales, si ya no el prin·
cipal cnudillo, que era el general D. Pedro ilkndez de
Yigo. Con et no h:!l1i3 yo tcnitlo an~islad, y sú!o alguno,
pcrn poco, trato en Li.índl'eS. No obstante haber sido acu··
$aJo de la mu0rle dada á ciertos pt•esos en el mar C6tem.

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RECtrnn nos DI< U:'l A)'.CTA >;i). !)03
de la Coruña en -1823, hecho que fué., como clchia sel'lo, muy
vitnperndo, babia logrado 1\lcndez Vigo licencia para pasar
de Ingbterra á Ft·ancia, cosa que it po<:os ele nosotros se
concedia, y lo cual en nuoslras pt·eocupacioncs era, si no
una culpa, cosa á ella parecida, como si la emigrac1on en
Ingl::ite1·ra hiciese del suelo hl'itánico una patl'ia, y del Ler-
ritorio ft•ances, miéntras dominaba en él un gobierno cau-
sadot· de nuestra ruina, un lugar de mala nola. E~lrm1é,
poi· lo mismo, verá Mcndez Vigo tan ansioso de lanz~a·se á
restaurm· Ja libertad y con ideas revolucionarias extrnrna-
das; pmo sin sel'le adicto ni enemigo, como le enconlré
prclensiones tan subidas, esquivé ligaeme con él, porque
no buscaba yo gobiel'llo para Espat1a ni gcíleralcs pa1·a el
mando de fuerzas dcslinadas á lilicrtar:a, tocio lo cual me.
sol.Jraba, siendo mi ob,ielo solicita!' ayuda de! gobier·:io
franc~s, ~· con ella medios para jnnlai· y pt·ep3rar del todo
fuerzas, á las cuales no falto11'ian de cierto quienes, bien ó
mal, las dir·igiesen y gobenrnsen.
Eslah:rn tamhien á la sazon en rar·is dos person3jcs de
tanla impol't.ancia como eran D. fr:H1cisco }!artinez de la
Rosa y c1 conde de Torcno. Con el primero me Jrnhia unido
en mi ¡wimera juycntud estrecha amistad; pe1·0 en las li<les
polílícas desde ·18"20 :í 18'23, alisl::idos en clifct'cntcs y opues-
tas ll:mdet·as, DO$ habíamos llegado a·míl'ar con algo pare-
cido :i odio, q1ie por forwna desaparcciL> del lodo con el
Liempo, y que ya enlónces no existía, ¡rn8s entrnn~os desde
Juégo en Lrato cortés, si no amistoso. Pero }fa1·lint:z ele la
Rosa, rnuy dura é injust:imenle tratado pot· ül b~rndo lla-
mado exaltado en 1822, estalla clesvwdo de la polilica;
atmqlre vivía fuera ele Espm1~1, vi vi~ .~0;110 llltlt'o desterrado
y no como prnscl'ipto; hasta habb paseado po1· 1'1s calles de
Madrid cuando los inrnsores y 8bsolnlist.as cspai'íolcs cun-
tahan su Lriunro sobre la ConsLilueion. y hni~.n ó gemian
ocultos ú padecían todos los con~l\tul'íOll~tl'.~~; y por esto,
y por el hm·1·01· que habia concebido á los 1!8stm1n';~ popu-

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004
!ares, si no deseaba que continuase en su pat1·ia o1 go-
bierno que la regía, no se pi·es!aba á actos de violencia qne
le dcl'rillasen. Asi nadie contaba con él en Agosto de ·1830.
No así el conde do Torenu, quien, si por razones de algun
peso para él, no qui so apn1·ccer figurando en aquellos mo-
mentos, cooperaba a los plnncs de los constíLuciona.les
más ueLi\'úS lwsta con celo, empleando en ello sn influjo en
buena p~ll'te de 1:\ sociedad de Pa\'is de Ja clase llamada de
capitalistas; at·doroso como el que mús, si bien no traspa-
sando los límít.es dol parllclo en cuyas filas militó, y ohi-
daclo todo rcsenlirni ento, no o])sLante !JalJer tenido motivo
de qncj:1por enorn1cs :igTavios ú veces iguales á los de ({lle
1rnhiu sido blam:o lllal'linez de la llosa, y oLras veces
U.e distinta clase, pcl'o no ménos atroces.
l>csdo luégo empecé ú d¡¡t· pasos, poniéndome en comu-
nicaciou con ¡w1·so1wjcs franceses, de los de más nota
y <~uenLa en aqnullos momentos. El primero de ellos
fué el gcncrnl Lnl'c1ycltc, que me recibió con el agas~jo
en él natnrtil, eautidnr\omc desde Juég·o, pero no en el
grado que ú olt·os, sns modales ele c.allallc1•0, )' úun de cor-
tes~no cnmplidu, ciel'la IJonrlatl no cxcn ta de arnb.icion, y
una ll ~~neza donde se dcst:u!Jria que, al querer i~uala1·se
eou sus inl'eriorcs, era un seilor muy principal que deseen·
dia, como sin esfuerzo, mttll'almentc y por aficion, pew
que dcscend1a ::it cabo. A lodo prnycdo !';tVOl'ablc n ex-
tender la rnvolueicn fuel'a de su ¡rnLt·ía 8e prestaba Lafa-
ye\tc gustoso, y hasta con celo; pero, l\llnqne su poder
era mucho, nunc~t 1kgaba ~i tant.o que pudiese lanzar al Go·
lJierno ú :'.\un al puelJ!o ll'r.nccs :í empi·cs~s avcnLuradas,
cuyo objeto fLLcsc ptm11ncnt.e d provel\110 ajeno, aunr1ue
sea comnn en los franceses bl::tsonal' del clcsinterr~s con que
sil'ven á los e:;Ll'aiíos. Aunque vi m~1s Lle llna \"CZ á Lafa-
)'etto, no llegó ü ser inlimidacl nuestro trnto, porque áun
pal'a Jos asunlos de Cspaifa, divididos de alli ú poco los es-
pañole~, ucol'lnron ú capLal'sc la voluntad del general otros

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l\ECÜ:r.oos DE UN ANC!A.!\Ó.

lle mis compafricios qnc aquellos con quienes yo estaba en


union forn1ando un pm·l.ido ám1 fintes de tener campo en
que los pa1•lidos pudics1~n da1· de si consecuencias. Dello,
con todo, aíiadir que, úun cerca de c1wl1·0 llíios dcspues,
próximo ~-a a morir aquel ilust1·0 anci:rno, pues ilusl.1·e era,
no obstante sus grares yerros, ~· eercano yo tamhien
á voh·ci· á mi patt·ia, cuyas puertas ya me füiban p:rno fran~
co, tuve la salisraccion de redbi1· muestras de su amis loso
afecto, dndas en el mismo lecho de que ú pocos días pasó
á se1• trasbcl~1tlo u! s0pule1'0.
l'ío 1n6 p:H':i mi de tanto a~rado, ni :'ilm de alguno, ia vi~
sita que por el mismo tienqio hice r•l af~11n~üo Bcnjamin
Constant. IJ:.<bia sido yo admiracl1)1' :1pasiNi rcdo de SLlS es-
critos, y s0gnia si6ndo\o, y tnm IJCoy Jo soy en lrnst:rnle
grado, pues reu con ¡ilncc1· que van i·ccohrando sus doc-
trinas la pu1· algun liürnpo casi pcl'dida fam~, miéntras de
SU carácter y COllLlllCt:l S< "lhÍ:l, 8tlll(Jl!<.! algo, poco, l'CCO·
mondándole tí mis o.ios la enemistad qu e le prorcs~1ban mis
enemigos, y no ha!Jicndo s:1IJ\lo, como bl'é por poslc1·io-
res escl'it.os dignos de cn\d:to, que si en él todavía como
cscrilo1· hay mm:ho que ~prnl<a1· y ab1Ja1·, en los hticbos de
su vida huy hal'lo mas motivo quo para el elogio pa1·a el
,·ituperío. Pero, áun con ~oda mi adrni1·acion de enlúnces,
salí de mi corta convú1·sacion con el famoso ptiblicisla, por
demas descontento. Pol'(¡ue habiendo yo manírcs~aclo á
aquel célebre pei.·sonaje que tratúburnos de da!' cu:rnto án-
les á nues11·a pat1·ia 1a lilJel'tud de que ol anterior gobierno
frances la babia despojado, ól, asomando ya enlónce s en-
tre los suyos la ítica poLtica dd partido que vino ú triun-
fa1· en Francia sin c¡ne él hasla en~ón ccs Je fuese contrario,
me dijo: ¡Ali! il ne fant JJiis, qne puede trnc\ncirse no lrny
que lrncer eso. l!ieomodHtlL> yo, con gesto y tono que hubie-
¡·on de se1· desahl'idos, ¿á r¡ni ne jaut'il ¡1as? le Jll'egunté,
haciendo de la p!'egunta i·(•plien, ú lo cual él, conociendo
~l mu! efecto en mi p1·oducido P.01· sus palabras, se explayó

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1i06. ANTOl\10 HCAÜ G.\tl.\:10.

en vag~s, pero fcias pro teslas de su conocido amor á ·1a li-


be1·tad, rccot·dando cu:ínto babia condenado la gucl'l'a ó ex-
pedicion en qne el g1Jbierno fl':rnct0s restableció en Esp3iía
el poder absoluto. Poc.as y corl·Jdas frases siguieron á es-
tas, y me despedí, slenuo prnbable haberle yo disgnstaclo
tanto cuanto él á mí, si no más todavía. l\'o volví á verle,
ni bubo para que, en lo que duró su vida, de allí :í pocos
meses lt:l'rninacla.
Pero no er·a yo stilo quien bullia entre los conBlitl1ciona'-
les espafioles. Ollraha como un comisionado; Pt'l'O sin sa·
berse de quién ni saberlo bien yo mismo, rniénlras ot.rns,
cuyo número ct•eeiú mucho en lweve, bull ian y ob1·:1han, ó
por su cuenta propia, ú poi· la ajena. Desde luégo me es-
torbaba y junlarnenle me ayuJaba ~kndidbal, porqne,
siendo de mi partido, pero de natural Pl'Openso :i hacerlo
todo pot' sí, estirn;1ba en n:.ida mis accionf\s, y ¡wctcndia
dictanne las que él juzgaba conveniente~. De nna cosa es-
taba ufano, y con rnon, y ora de ([lle, llaci611clonos f2Ha
dinero, él lrn\Jia dado con un medio de enconlr<1rlc en can-
iidad suficiente ¡rnra nm:sLras ncccsith1des. Ahor3, pues,
para toda empresa ~8 ind:spens~!Jle el dintt·o, y para una
como la nuestrn lo ern en ailo grado, )' la dificuilad de ha-.
cerse cm1 él era grnndis1ma, y Mentliz:Jhal !a lrnhia vencido
hasla cierlo punto, lo cual lwlll'i:l e11y;1necido á cualquiera,
y dádole, sobi·c rnlono, snpcríoeid::id s0bi·e sus compañe-
ros; pero á Mcndizábal daba una \'anidad como á quien
rnús, porque en propon:ionar recursos pecuniu1·ios tenfa 61
el punto de su glol'ia, mi1·anJo lo de mas como di3 mul' inl'e-
rioe imporlancia, y, si estimando el talento aplicado [1 otras
materias como instrnmento, juzgúndole, 3unque lrneno,
propio sólo para ~~rvir de ayuda á planes de Hacienda. Yo
cabalmente pecaba cnl.iínce~, y grnvemente, por el lado
opuesto, no dando á las atenciones pecuniarias la irnpor~
t.ancia que merecen. Agregándose á esto SCL' lllcndiúbal
donlinante y yo nada suf'rid_o, en sus conatos pa:a dictarme;

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REC1:Er.nos m: l!N AC\CL\!\Q. 507
lo que debia hacer, siendo él todavía persona cuyo nombre
distaba de ponc.rsc en pa1·angon con el mio, hubo entre !os·
dos disputas, á veces acalorad<is, si no ~1gl'ias, y una de·
ellas llegó á agl'ial'se, aunque pol' corlo Liempo, naciendet
de ella pa1·a mí un reves que hubo de iníluir en mi sue1·Le.
Se iban tl'asladando :1 F1·a1wia Lodos los ernigl'ados
de lnglaterrn que se sentían li c1·eian capacns, ó de entrar
en accion con las anuas en la mano, ú de dirigir los nego-
cios políticos como conviene á unn empres~ lal cnal el'a la
del rnstablecimiento del Gobierno conslilncional, lo qm:
llevaba 0onsigo una 1·evolucion, no pnclienclo espel'a!'se
que fuese llevadü :í fcfü remate sin l'csistcncia. Entl'C éstos
no tardó en prcsenlat·sc IsLúi'iz, cuyas t•cl~1ciones conmig<?
et·an de amístacl fraterrrnl. Tard~llia, en lanlo, '.l!im1, y quíe-
11cs culpnllan su flojedad cunrrdo uatla h;.ibia que hacer, más
la culpaban en hol'as en que olmir con vi;;·o1· era en nos·
otros casi una obligadon sngt·acla; pG1'0 sin razon cntónce::i
como :\ntcs, pues el precavido general, si, como acreditó
de allí á poco, no se llalJia olvidado de su antígno valo1·,
calculaba lus dificulladrs que tenia que vcnect· y les daba
el valo1· debido. Al cabo pasó ú Pal'is, y de Pari:i se fuó
muy pronto á la frontera.
Entre este acndii· de españoles ::i fl'ancia, no ap~reció
Torl'ijos ni sus compañero.~ en el Gobierno fol'mado p~ra h
expcdicion acabmla en 1101', ú úiln pod1·ia dceil'se en cnpu-
llo, como un mes ;\ntcs, pc1·0 no po1·quc el nctívo·gcncral
y su no rnénos animoso colega Flores Caldcron huyesen
del pcligl'O, pues fuc1•0n á buscar pa1·:i tcal!'O de sus he-
chos l:i pGrle mcriclional de España, trJsl'.1ó[mdosc á Gi-
braltar, tanto pol'que allí enconlt•n1·ian m811os compeLido-
res po1· el mando, cuanto por sm· conveniente acometer al
Gobierno espat1ol po1· punlos uno de 0l1·0 mny distantes, a
fin de disl1'ae1· su aLenci0n pal'a la defensa.
hsí puede decirse que babia Le!'minado la Gtntgrncion en
1llglalena, si bien quodallan allí no pocos lle los proscTip-

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1508 A~TO~IO .~LC~L,\. GALIA'.'óO.

tos, pero como retmidos de Ja po~ítica mi!ilanfe, }' espec.


tadorns ~'no actm·es en las escenas que se preparaban, las
cuales distaron nrncho de corresponder á las esperanzas
lisonjeras con mucho fundamento concebidas con motivo
de la mudnnza dol gohicl'no frances, hasta el punto do ha·
ber reducido á Ja cmigt•ac.ion en Feancia, dul'ante tres
años, á una siluucion m~1s pacífica, si cabe, que la en que
habia cst:ido en Inglaterra.
Referir las ral'liculal'idalles ó el pormenor de los suce-
sos que en Seliembt·e y Oclubre de 1830 p1·epai·aron
en París y otros puntos, y en la i'!'onlcra peodujcron la in-
feliz tentativa hecha p~ra rcst.nJJ1eccr en nuestt•o suelo l:i
Constituclon ú otrn cosa semejan le, dat•á argumento :í otra
parte de este enojoso trabajo; pcl'O ~mies no sel'á ocioso,
volviendo ~ti·as la vista, contar algunos sucosos anecdóticos
do nucs11·a la1'ga estancia e n lllglate:·ra; sucesos que sería
bien ha!Jor reJerido ántcs, ¡rnt'D que, cor!'iendo sin lrncn go-
Lícrno la pluma, !tan sido omitidos, allnquc en mi sentir
no deben quedar olYidaclos, sic¡uicra sea pal'a puro enLrc-
nimicnlo Je mis leet.o!'cs, si acierto ú en trctenerlos, lo
cual, no lo puedo ncgat', es uno de los fines á que asilil'O.

lV,

ll'.tlÍlo cnti·e los españoles emigrados en InglR!c1·ra algu·


·nos cai·nctei·es 1·:1rns, y en mi corté> entcndee, no dignos de
recordacion, ó di gil O$ de ella á lo ménos en cuanto la de
las pe1·sonns cst:\ enlazada con la de las cosas rle aquel pe-
ríodo, en el cual eran pnra 11osot.ros motivo de conversa-
cion, ya p~l'a la cxu·nfíeza, ya para la risa, las singuiar[-
dades á que alwra :.iqni me rcl1ct·o. Por lo mismo, la omi·
sion que ele talos nwnndcncias he hceho, segun me pl'lrece,
es de conclcnur, y merece reparn, porque con ella falta

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RÉCUERDOS o~: u'< A;-;~·.l.\'10. 509
algo en la tosca, si bien fiel, pintura que he hecho de
nuestl'a estancia en lngluterl'a. Pero tengo (jllC eclrnrnie en
cal'a otra omision de más bullo, y es 18 de no hahel'me de-
tenido más en especiflcar los favores í[llC al 1rncblo inglés
debimos, los cuales fuel'On tales y tantos, que la ligera
mencion de ellos ánLcs llccha en otros a1'licu!os no es paga
su Ge tente de nuestea deuda de ~nltitucl, cuando en mi sen-
tir era ocasion de satisfacerla ca lo posible la narracion de
lo ocú1·1·ido en los dias en que se contrajo obligacion tan
crecida.
Invi1·tiendo el órden con que acabo lle hablar de estas
mis omisiones, empeza1·é a repa!'~rlas por la que he puesto
en segundo lugat', poi· pa1·ecerrnc de superiol' impot•tancia.
Y aquí me veo obligado ú acoge1·rnc de nuevo ú la indul-
gencia de mis lectores, tantas veces solicilalla; porque he
de decir cosc.s l'elalivas á tan pob1·0 sujeto como soy y mo
conozco, y confieso set', para ocutJar Ja alt?ncion pública;
pei·o de mis negocios, á la µar que de otros de mós valor
escribo, y, tl'atándose cto lleneticio~ recibidos, mal podl·ia
callar los hechos á su persona quien los l'Cdlli·~ muy seña-
lados. Y hay una razon más que me mueve, 6, hab!andQ
con propiedad, me impele, y como qnc me p!·ccisa á dar
t.al testunonio. Por se1· lo que llaman l~s gentes anglo-
mano ¡iaso, y no puedo negar que en algun grado lo soy,
y desde los afias prime1·os de mi edrtd atlu!La comencé á
se!'lo, ·y en lo C(Ltc eran vagas inclinaciones nacidas decir·
eunstancias particulal'es me han coníl1·mado despues mis
estltllias. Además, las bondades ele que n0 s6lo yo, sino mu-
chos de mis compatl'icios y htJL•mauos en fe po!Hic~, he-
mGs sido objetos JJan añadido un título más, y este poderoso,
parn que mosll'emos gralilucl y a<lmiraeion ú un pueblo
que, con colmarnos de beneficios, di6 pruebas de una de
sus muchas buenas cualidades; lo cual no obstante, !ta
11uerido mi sue1•te que divida m1 pat1·ia en bandos, y ha-
biendo yo mudado el de mi seguido po1· {lll'O, al P3.l'ecer,

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510 A:'\TO~lO ALCA.LA GALIANÓ.
sí no del todo, opuesto, ho.ya en la última y buena pal'le
de mi vida allegúdome al que la Francia de 1.831 á 1.848
mirnba cr)mo amigo y la Gran Ill'ot.afia como contrario, su-
jct ~\ndome á ser tachado de ing1·ato, acnque en ve1·clad sin
c~usa.

Ya dejo apuntado en las [ll'imeras páginas de estos ar-


tículos cuán bien l'Ccibiclos fuimos poi· el pueblo del Impe-
rio brit;inico los con5litucionales españoles. Tambien he
dicho con cuánta largueza conbt'ibuyeron á socorrer nues-
tl'as necesidacles pcrsonns de todas las opiniones, 3un
aquellas que con más dcsaprobadon, y hasta con ceño,
miraban !ns doctrinas por sustentar las cuales est:íhamos
padeciendo. f'ero no estad clc"más entrnr en el pormenor
.de algunos de los bcr.eficios ú que debimos vivir, si no
<:on regato, con comodidades pt·o¡iias de un estado que,
.si el'a pobreza en senl1do relativo, no lo era en ~bsoluto.
El gobiel'll<) inglt',s, á los pocos meses de haber la como
inunducion de rerugiados e3pafioles invadido la tierra b1·i-
tánica, lraló de sustituirse á los ac los de ce1ridad, aun lUC
colectiva y pública, en su cnl'ácter, de mc!'os particula!'es,
~scgu1·a11clo de un modo permanente lJ suerte ele las dcs-
·dích:iclas víclim as de la revolucion vencida en Espafia. De
notar es que el Ministet·io iílglés de aquel liern po el'a tory,
~· que á pcS:JL' de Lodo cuanto han dicbo los franceses, y
.ct'eiclo los no francf~scs, hallia vislo con poco disgusto, y
:íun algunos de quienes le componían con snlisl'accíon, ei
t!'Íltn lo del duque de A11g11lema, pm·quc, no obsLanle scl'lo
del pode1· frnnces, lo ern usimisrno de la l.Jandera Llanca,
tan gi·ata á los nnlí1'e\'olucional'ios de Lodos léls puel.ilos,
~- cstll no obstó á que los socorros dados á Jos españoles
tuviesen ciet·La solemnidad, como acto paLente en que la
.compns!on ibu hemwnada con algo de respi?lo y cat'iño.
Tomó¿ su c::u·go el duque de \Vellinglon la dii·eccion su-
perior. d•" tal ncgo<::io, y !Jajo d1) ét cntcudi\i en ello más
parlicul~nn.eute su <imi~o, y áutes su secrela1·i-0 de c:un-

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RECtrnnnos DE UN Al\CIA:>;O. Ml
paña, el lord Fitzroy Sornerset, que en días muy postcl'io·
i·es, con el título de lord Rnglan, ha hallado en Cl'imea un
eampo de víctol'ia y una tumba, dilatando por el mundo su
nombre. Por los esp3ñoles !mí escogido pnra entenderse·
con los ingleses, en los casos frccuenles en que éslos ne-
cesitaban wxilio par3 el justo rep31'to de l:.ls sum~s con
que socot·rian á los objetos de su beneficencia, el ex-
diputado 3 Córtes D. Domingo Ruiz de la Vega, boyuno de
los pocos que solwHiYímos de aquelln época; n1inas tris·
tes del viejo ecli!icio rcsueilo ya en polvo y c8si ol\'idado.
Poco rnénos que 8 todos Jos rcfu~iaclos comprendi6 la
beneficencia del Gobierno , y los que de ella no pa~·tici­
paron fué porque, ó lenian medios de subsistir, J' no les
eonsentia su delicaclcz~ recibir auxilios no necesarios, ó
se lrn\labnn en cít•cunstancia3 pat"linilares en que mal po-
dian tornar lo que venía por mano de aquel Gobierno. Debe
añadii·se, que quien mia vez fné incluido en la lista siguió
siendo soconiJo con tal qnc no saliese de las Isl:1s Bt·itá-
nicas 6 sus clepcnclcncias in mcdintas J~s· de Jersey y Guer-
nesey, extendiéndose el bcnefieio :í tal punto, que ha ha·
biela y quizás hny ~lglrnos, triunfante ya nuestr~ causa en
el suelo ¡rntl'ío desde !J:í \'Cinlinueve años muy cumplidos,
gue todavía viven de lo que cobrnn de una suma desti•
nada :í ser socono p:wn el forzoso dest.iet•ro.
Pero aunque el Gohicrro aco¡!'i1) á todos, hubo de cerrar
su lista, si bien despues más de una vez la abrió de nuevo
para incluir {I refugiados que llegaban. Sin emborgo, por
lo pl'Onlo, estos nuevos desterrados, que iban creciendo
en número, no podían ser ab~tndonados por un pueblo en
general caritativo, y en pa1·LicuHn', poi• cnlónces, amante
de los españoles. As! es que revivió al momento la junta
llamada Comniité, que antes de dar socorros el Gobiel'no los
daba, hallándolos en nnmerosas suscl'iciones. Pasado al•
gun tiempo, el ex-diputado D. Joaquín Lorenzo Villanueva
y yo hicimos al lado de esta ¡unta de socorros el oficio

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512 ANT0'.':10 AT.C.\L.\ G..ILL\'iO.

que con el Gobic1·110 hücía Rniz de la Vega. Además, me-


alcanzarun los auxilios ele csLa junta en grart~ s necesida-
des que lrnbc de paclc1~cr con mi redu cida familia, com-
puest.:i de un hijo de catorce a1los (en t8~~.) cuancio llegó
conmigo, y de u na anciana de cerea ele setenta, tia carnal
materna mia, y ¡rnra mi y mi llijo Dionisia segunda madre,
y la cual no dejaba de ser uno de los objetos cn1·iosos de
la crnigrncion, ll'asl~1dada a tanta edad á clima y pueblo·
para ella tan cxt.1·;11lüs.
E.n los que ~sí iktn acudiendo habia personas dignas; de
elias muchas e x¡rnc~tas á ser pol'sGg·uiüas en su pa~eía por
motivos que no los clcshonralnrn, pero tampoco falt~ban
quienes ·viniesen lrnsc;rndo un moLlo de vivi1· que les fal-
taba en Espaila, Ci r¡uirncs iluilicscn merecido castigos por
cul¡ias en <¡ne la política tenia ó poc::i ó ninguna paete.
Alln euL1'e es<os, pocos h~1cinn cos;1 qnG pudiese desac1·edi-
t::\J'los y, desconccpluóndo1os, conrnnica1· algo de su des-
conccplo á sus compaficrns. Ei·a11 &i, por lo comun, des-
conLenladizos y maldicientes, síQndo blam:o de sus censu-
ras los principales de la cmig1·acion. Aun ú los ingleses de
la jun ta qnc los SOl'.OL'l'ian ncusabnn malvmentc, y sobre
toJo al sccrcta1•io de la mism<1 , míster F1·cslifield, buen
hombre, de poca cucnt~, qn0, sin dnda ú la par qne por
loables motivos, t1•:1b~1jab:.t J.la l'H que sonase su nombt·c
hasta allí osGmo, pretension lw1'lo dis1mulnble, pero al
cual corne11za1·on ü c<1lurnninr, s11poniéndolc que se enrl·
quecia con Jos fondos de las suscl'ieíoncs, y los escatimaba
á los desterrados; acus:i.cion qne sobrn so1· calnmniosa,
era dcsval'iada, poro g:enc:·;il, á p11nto de llevai·se á mal
que se defemliüsc al acusado. Tam bien Yillanneva y yo
llcv~liamos nuestra pai·te de m:.1lqL1ci·encia pol'quc no se
concediese todo cm111to solicitaban ú todos los c¡ne pcdian.
Pel'o estas e1·an pcquefieces recibidas comunrnente con
risa poi· ser i•icliculas, y si al;;·una vez con un lanlo de io·
di¡;nacion, con unr. que ciur~Jija poco.

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RECUEl\llOS JlE U;>; A7'éJA:\0.

Hácia fines de '1828, cuando el Gobierno m{ts de una vez


haliia d~1C1o entrada en la lista de los socorridos á número
no corlo de pm·souas, y cuando las suscricioncs no habian
parado del todo, si bien ernn menos, fll6 hecha una nueva
apelacion á la caridad pública en nuestro favor, con so-
lemnidad llaslantc á dai·le fucl'za. Hulla una rcunion de las
llamadas mcetings, en la ciudad vieJ a (City); la Jlresidió el
lord corregidor, haulal'On en ella pel'Sonas nolahles y se
distinguió por un discurso el elocuenle ahog·ado ::lli'. Deu-
man, ala sazon afamado diputado en la Cúmara ele los Co-
munes, que, despnes con la dignidad de lord, nñadicla, no
á nombee de tienas, sino á su apellido, llegó a ser vrimer
juez en Inglaterra (lord chief juslice), y murió desempe-
ñando tan allo cargo. Correspondió bien el público al
llamamiento, no cansúndose la genernsidad con haccrs(}
de ella tanto uso, y una susnicion nueva y baslanle cuan-
tiosa alivió miserias que con5lantcmcnle se iban l'eno-
vando.
Pero no era sólo en actos que al cabo tienen la indole
de limosnas en lo que .rnostl'aban los ingleses el afecto que
nos profesaban. Se cxtendian las pi·uebas de su cariñoso
empeño en mirar µm· uosot1·os basta el punto de dm· cierta
pl'Oteccion á criminales, contribuyendo á que no fuese
prnllada sn cn1pa puestos en j uieio, y <\ que saliesen por
consiguiente a\.Jsuellos. De esto hullo dos ejemplos nota-
bles. Fué el p1·imcro el de un j6~·en, cuyo padre, oficial
que hallia sido en nueslro ejército, el'a emigrado, y que
habia logrado colocacion en una casa de comel'cio inglesa
y con igual irrellcxion que nialda(l, falsil1c~do la ílt·ma de
sus principales. Llevaba en aquel liempo t8l delito en In-
glalel'ra ¡'.lar pena la capital, y segun costumbre, !tija de
preocupaciones de aquel pueblo mc1·canlil, miénlras el de-
recho del Rey de penlonar ó conmular las penas era ejer-
cido con frecuencia para míligar el rigor de unas leyes pe-
nales enLúnces todavia con exceso du1·as, ral'isima vez, si
33

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M4 Ar\T0;-(10 ALCAt.\ GAUANO.

acaso algmrn, habia siclo dejada de cjecnt~hie una senten-


cia de muerte en un falsario. Pero en el caso ele que voy
ahora hablando, no hubo penlon r¡ne solicitar, porque el
acusado salió a!Jwclto, no obstante sei· clara su culpa,
pues ln acusacion fué seguida ele tal modo, que evidente-
mente tir;:lla á haeel' pocas ú nnlas las pl'llcbas del delito:
los testigos, así los contral'ios al reo como los llamados en
su defensa, se pus:cron en lo posible como de acuerdo, el
juez fué blando en el rcsúmen, y el jmado sin vaci\acion
dió su fallo, coli10 alli tiene que serlo pot· unanimid~cl, fa·
vorabh~. Tl'istc es aüadi1' que costó Ja vida al parlrn 1a
culpa ele\ hijo, no ohWrnlc habe!' éste quedado impune (1).
Fué el otro caso el de un zapatero riojano, habilisimo
cu su oücio, tanto que enconlt'aba tt·alrnjo en abundancia
y bien i·cmtHlet'ado, pcrn hai·agan ir.cot·i'egillie, asi como
vicioso. Este tal se dcjiJ ct•ccet• la bm'ba, cosa á la sazon
rar)l, y 111:1s en Inglale1·1·a, y lwrnposo y ncccsílado por
gastar m:'ls del coito socono que rccibia, ciespues de va-
ga1· y donnir al ra~o a!gnna noche, entró en una tienda ele
licores de las ú que concu1·1·e la plebe, donde su singular
aspecto, su colot• cetl'ino y las rnin;cias de sus ojos negros
y lucientes infundieron terror á :úgunos que le mil·ab~n
como ú un bandido de teatro, y risa á ol!'os mónos asusta,
dizos, de lo úlLimo ele to cual c110jado nuestro compatrio-
ta, apeló al recurso eomun de ta gente no buena de su
·clase y h:ibítos en nncsti·a lict'l'a, y s~1cnndo una navnja,
hil'ió á uno de los lrnt'loncs "':!' puso en fuga despavol'idos á
los circunstantes. Tamhien Lenía entónces pena de la vida
su delito, úun cuando las lleeidas hechas no causasen la
muerte. Fué, pues, pl'eso el criminal, y llevado á juicio, y
no habiendo otro modo de salvn!'le la vida que el de decla-
t•arle loeo, hubo de probarse que lo cstab~, siendo la sen-
tencia la de enciert·o en una de lus casas desfüiadas á los

(l¡ El infeliJ: padre se suicidó.

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·•lementes, á lo cual debe aíiadirse que en ])reve de la casa
de su prision se le proporcionó la fuga y la pronta salida
del territorio británico.
Otras fallas menol'es hubieron de ser disimuladas, pues
si bieo en general fué digna de alabanza la conduela de
los emi grndos cs paiiolcs, imposible ·era que entre ta11tos
homb!'cs no hubiese quienes pecasen, ~·a leve, ya grave-
mente, sobre todo, si consideramos que enll'e ellos, si no
abunclabnn, no faltaban :;entes no de las más respetables
cuando vivian en su patrio suelo.
Especiüc:w las mut'stras de considcracion que en el
trato prirndo solian recibir nuestros compañeros, se1'la
larca enojosa y dificil Je desempeñar, pues muchas no
fueron conoeidus. Reinaban sob1·e este punto generosas
:Jusioncs. lina vez, preguntado yo sobl'e las calidades y
cfrctrnslar.cias ele trn compafíero de dcslicno que no me
nrnrecia muy alto concepto, liuhc de responder que no le
c.onocü1, (t lo cual el preguntan te me aliadió, que sin duda
era un caballero, pues l:Ü le decla1·~1ba su t1·aza, porte y
modales, cuando el objeto de semejante elogio, si oo era
un mal sujeto, pecaba pot• tosco y sin c1·ianzn, como bom-
b!'e que no habia 1•ccibido buena educacion, ni tenido
trato con gcole fiua. Debe añadirse que unos pocos, y la
justicia, aunque sea en nuestra honra, dicta decir poquí-
simos, que pal'a darse valor apelaron á imposw1•as, tilu-·
landosc lo que no e1·an y tomando distinciones muy altas,
lo~Tarnn c~isi todos s~iiit· con su inLento á medida ele su
deseo; pero lales personas se iban :í residir fnera ele Lón-
dres ó de Jersey, y lejos de la observacion de sus compa·
ñcros de deslierro.
A los más conociclos de nuestrn gremio futí comun ha-
cer señaladas distinciones; pero tollos ellos esquivaban
recihil'las, aunque las agi'adeciesen. Bullo de acepla1· al-
gunas muestras de snpcl'ior considoracion, pero poqu!si·
mus, ent1·e Jas muchas ·con que á porfia se le brindaba.

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!H6 A"iTOi'ilO ALC.\t.\ GAU.\:\O.

Argüelles, sí no contento, y esto dCJaha de esla1·lo por !o-


tocante á la suerte de su patt•ia y causa, resignado en su
modesto rcti1·0, viviendo de aquello que sns amigos y pa-
rientes le soco1·t·ian, baslanle á culwir sns escasisimas ne-
cesidades de hombre pal'co, sobrio, ajeno de lujo y regalo
y de todo Jo que so llama vicio, :ínn de la clase apénas
digna de tal nombre. Como él vivia el venerable Valdés,
como él lstúrii, como él llauz~, y otros cuya enumcracion
sería enojosa. En cuanto á mi pobre persorr;1, como leliia
pel'dído ya, ó próximo á perderse, el por aigun liempo no
corlo haber herndado de mi padrn, h~bia recurl'ido al ar-
bitrio de dar lecciones de lengua espafiola a los ingleses,
por lo cual hulie de rozarme con muchos de ellos, y entre
estos con bastantes de las clases superiores de la sociedad,
así como con muchos de la media, siendo mi fortuna, ne
por mi escaso merecer, sino en atencion á mi des~racia,
~et· tratado, no como un maestro que enseña por dinero
(gc,1Le á quien trnt~1ba cnlúnccs, si no con dostlen, con
poco mónos la gente inglesa de clase), sino como un.
amigo tl quien se convidaba á la mesa y ~ tertulias con-
cu1Tirlas. Sit• Jorge G1·ey, aliorn minist1·0 en su palria, y
solJL'ino del afamado conde ele Grey, l)l'imer mínist1·0 desde
i830 ~ 34·; sil' Dionisia Lcmarch3nt; Mt'. EdLtm·do Ellice,
que hoy acaba de fallecer, y ei·:i entonces cuñado del mis-
mo conde Grey; el Aklerman 'Yom-, miembro del Pa1·la-
mcnto, y que hirn gran µapcl algun tiempo en lng\aterra,
me favoreuiel'on con t1·atarme más segun mi clase en Es-
paña, que segun la á que me veía reducido en Inglaterra.
Pero entre todas las pernonas á quienes me complazco en
tributa!' este homen::ijc de tierna gt'atll.ud que no llegará a
su noticia, hay una familia que me hizo enteramente suyo,
'J en la cual encontl·é consitleracion superiol' :i la merecida,
y con ella vivo y casi fraternal afecto, sin olvidar haata.
favores en intereses que, poi· .ser dados con delicadeza.
pude reciLil' iÍn menoscabo de mi deco1·0. Era esta familia.

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ll~CUET\DOS DE U" AKCIA~O. 5f7
ln de nn comerciante retil'ado inglés llamado Mr. Gl'iffin,
cuyas hijas, pues hijos no tenia, por sn crianza, talento é
instt•uccíon se cfütinguian ánn en Inglaterra, y Ulla de
las cuales casada dUl'anle nuestra amistad con el afa·
mado navegante inglés sit• foan Franklin, con el nombre de
lady Franklin se ha hecho notable en sus esfuerzos por
a\'erigual' la por mucho tiempo ignorada snet·te de suma-
rido, muerto en una ex¡iedicion en las regiones pola1'es,
miónlr:is otra, casada con sir Juan Simpkinson, me pro~
porcionó la estrecha amistad con su marido, abogado en
chancill<0ria, hombre de vasta inslruccion, entendidisimo
en los clásicos ~p·iegos y !;itinos, y tambicn en la litm·~Lura
francesa é italiana, de ingenio agudo, de humor sarcas-
lieo, y pot· mil títulos de agradabilísima c.:ompañía. Así su
mujo1', como las dos hermanas., solleras cuando las cono-
cí, y ya no C:n la primera .i uyontud, poro pasadas al estado
de malrirno11io dcspncs, instruidas poi· la lectura ~·por
nmllip:icac\os vinjt)S, Je n:ochi:cs como lo.~ de la ¡iu1·le su-
pet'ior de la clase media, ú dígase de la de caballeros, en
su pall'in, cnllos al par dl3 los de la soGir,dad mús alta, me
diül'Oll á COllOCCl' j lllllalllCóll l.e con el h''.ilo de Oll'3S [JCL'S O-
nas, pero en grado muy superior, lo íntimo de l:.i sociedad
inglesa, á ninguna infol'ior on lo agt·nd:\lJle, y la posibilidad
tlc una arnislad estrcchisinrn ell t1·c pol'sonns de dífe1·et1 le
sexo, y no enlazadas pm· parentesco ó deudo, sin el mús
leve matiz de lo que e n ult'llS pueblos buce tales amistades
sospechosas á veces, y hasta en uo corlo gi-ado merece-
doras de sospecha. Olea yoz y mil pido pct·don á quienes
lean cAtos t'.~ngloncs poi· haoc1· mcncion d~ cosas que me
son tan pc1·&onalcs; poro solJL·c sct'<118 necesario dat· aquí
salida á :1fcclos Yirns y tiernos de gratitud, bien ¡rncd3
aorvít· 1111 caso ello cjcrn plo do lo que dclJicrnn los espaílo·
les constiluc101wles á los ingleses. Los cncmig·os del pue-
J}lo bi'ilánico, frio en la apat'ícncía, porn calornso en sus

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A"'TO:'llO Al.CAL,\. íiAUAKÓ.

actos, y si con Lrazas y actos que d nuestros ojos son de


grosmia, llenrndo en su Lrato la cortesía y respetos socia-
les á un grado no comun de rctlrn:miento, Líen h.arian en
enlei·ai·sc de la historia de la cmi8Tacion %paiiola, y aprcn-
dei·im1 ele los pocos que de ella quedan, que bii:;Hllechores
y an1igos como lo fucl'On pat'(\ nosotro8 los del grnn pueblo
que nos tlió acogimiento por largo plazo, mal pueden ha-
llarse en otra Licl'l·a alguna.
Entre los olljctos de lan vivo y por largos días cons-
tante ~i!'eclo, habia algunos, !Jirn que pocos, no muy dig-
nos c1e el, pe¡·o casi níngun rngrato. El estado de ociosidad
en que los crnig1·ados vivian no e1·a favorable á su btlena
moral, y, sin crnb3t'go, apénas p1·oclujo erectos pernicio-
sos, salvo en chismes ent1·c ellos de los que almndan en
las poblaciones reducidas. Peeo como en loda relrnion de
tiornbres los hay Lle condie10n singular que se dan á notar
por algo entrn sus com1rnüerns, no ran~11.Jan entre nosotros,
y porque servían de causa1•nos ú divcr~ion ú e:\.lrn!leza,.
esla_úlLima mezclada en alguna ocasion con a1weeio, ne
estará domas en este tt·abajo dedicar unos renglones á ha~
cc1' de ellos rnernol'ia.
A\~una se conset•va del cx-LoreM José Gonzalcz, cono--
cidc JJO!' el mote de llf11sclina, á quien díó más fama que
sn corta habilidad en su oficio de banclel'illero, que le
gl'anjeó m:ís silhidos que aplausos en las plazas de toros,
el papel que rcpecscntú en la emigl'acion, y •iun la circuns-
tancia de cslll!' en ella pol' r~1zones políl.icas nrny ajenas
de su antiguo modo de vida y de su ct·i~111za. l'0ro el pobre
hombre hallitl sitio de los que ctipilancarnn lu plebe de
1'lúlaga, cuando allí fué proclanrncla con alboroto la Consti·
tucion en Marw de ,lR:l.O, jlO!' lo cual Lemió, no sin razon,
se1• cast.igUllo por el gobierno absolu~o. el cual asi solia
ccbai·sc en Jos pcqucfios como en los g-rnndcs. El haber
sido colocado en la !isla de los soconidos, divitlida pri~

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nÍlCÚllRDOS DE uK A'.'\CL\:\O. M9
mero en seis y despucs en cinco clases (t), en la cuarta de
estas, que comprcndia á los escritores y ol!'os y lenía por
encabezamiento literatos, se dió motivo á un lance chis·
toso que, contado <les pues, ha sido causa de la idea el'l'ada
de que la comision inglesa, no contando con la clase en
que era justo colocar á un torero, h~bia juzgado su p1·0-
fesio n, si no litcra1·ia ('2), cosa á ello pa1'e~ida en las cos·
(1) s~is fueron en el principio hs clases en que foeron distri-
buidos los refugiados, y las cuoks las si<;·uieutes:
l.' clase 5 li1iras esterlinas, sohre 4.i'1 rs.
2.ª 4 :J::{l
H. l o 1~2 :;~~ 17 ms.
4." 8 ;<.-;~,
~ 1¡2 ll ms.
;l

En hrnve foé suprimida lu. sexta clase, po1·que ~e conside l'Ó que
190 1'ealee: al mes era poc(I áun p arn pobres,}' Lo~ <JLIC lacumponiau
pasaron U la quin tu..
Para calla m nj31• pr;')pÍ~\ ó J'l:l!'ie nta m{1s c.cn:i'lna y llepenüicnte
d el socorrido. recii)Ü\ ésre (~..:!s li~wa~ esi~ rlinns ó lüO ri.'a lt~ s, y por
cadll hi jo un>t lil11·a ó ~15 males, pero con tal qne el tot al d el socorro
no p:lsase 11~ 011co li1n·a~ al lncs (LiH3 rcalc'::). que fnéeln1áxín1um.
P or l os hljos na~iüos en lng·l 1tt.c1Tü de in~tt:·iinoni ::-Ja r ~ fngia!"l cs
nrul a se da1)ü, porque c rnn_ ingíe~~s. y ~crno hües tcnian derecho á
sei· so:.::orritlos 1iu r la ley d e pot.~·cs.
Estos crnu l os a1ni1io8 que d~b a el Go1Jicrno. Las <le los comit<'s
variahnn.
{'.!) EL !anee q u e d ió :l. notar la r~n·~~~:-t i1e lL'lhlnl':se de eslar 1'tfu-
selina entre l o::; literatos. fLté el s ;¿uiénte: Era n1nígo íntimo l!el
fan1oso Sr. :Manuel Ga~'.Cia . padre de la tnuy a t'e:nn~ul :_l )frtU t)l'i1!1 , y
por empellas de éste. que á la sazon t c,1':c cierto influjo en Lúndr rs
como Lábil rrult!SLr o llu inúsica. fcé c olo cfüto l.!nlr¡: Lo~ :=ocorrill o~.
como llclúa serlo , no atendiendo ú sn ca:.e¡~·orín. llil'í l.· il üc $~flalur.,
sino i tacan Edad qne s~ des~ al1 n. qne !?Ci bie$e. l a er:.-tl ern. llc L!'CS
librns estel'liuas, ósea sobre '"285 rcrtles inens:.w. k s . En un clia rl~
cobl';rnza fué JIL1selina co n los demas que reciilian am:ilios al lugar
d onde estos s e distrilnüan. Gonw al n1úrgcn c1e la lista dehia cad a
cual pon er r ecíbí1 :y uHadir ~u ii:·llnt, Cl, que no s~1bia escribir n i
áun leer. dijo ú uno q u e ..:;.st ub u cer c-a:- .:zQi~i~c <Js (J 170•1 1i a.!,·í If,i ;1.0:-n-
bnJ duna (!l"l'j?-iEn qu.d dctse e.~,/1, v. ~·tcd ? l~ prcg-Lu:tó aqu.el á quien
:pidió el fayor, pronto á co mplucerb .~Yo -no ;;J" ~ue c/<1.oe (dijo
Muselina); pBrO ~nk<! lúz q«e cub,·rm &·1·ee liún{j ~stoy ya.• F llC el utr()

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!j20 .\r;TO:\!(\ ALCALi G.~LL\NO.

tnmhres españolas. Muselina era entrometido, chistosa


como el 1füis salado andaluz, aunque grnsel'O, bastante
3visado paea no chu· muesLras Je su g1·osería enLre gentes
decentes, activo y servlcwl. A ól solian dchor muchos es·
1)añolcs concul'l'Ü' en alguna ocasion ul a1·istocr~1t.ico teatro
de la Opern italiana, porque estando en tt•ato de estrecha
3místad con va1'ios de Ja compañia, estos le daban bilieles
de favot', que ól rnndia á rccluciclo pl'Ccio. ~Iuselina (como
era de presnmfr) no volvió á España, úun dcspues del
tl'iunf'o de nuesl1'a causa, porque sig:uiú alll socorrido,
cuando en su pa\\•i:i nada tcní~ con qné contal', y en tierra
ajena, para (:1 ~.rnign, mm·i6, y descans~rn sus despojos.
ne muy difet'ente car~\cler, pero de humilde, aunque de
llarlo mús decorosa pt•ofcsion que la suya, era un i.apaLero
de G1'anada llawado N. Crnspo, y conocido por el mote de
Patillas, con el cual se apellidaba él á sí propio y queda
que los dernas le apellidasen.
El·a hahilistrno en su oficio, hasta p3ra calzar scño1•as;
pel'o, .~nnque bien :.1vcniclo con los ingleses, miraba con
aversion sus modas en el calzado, y se at.enia ú las de Es-
pañn, si bien á las del tiempo en que él tenfa ruma y pat't'o-
quiauos numerosos. Su manía c1·a nG tener muebles ni al-
fomlw~do el Sl1clo, como strnle estarlo en Inglaterra b~sta
el de las cas~s pobrt:s, y lo cstnba el de las en qlle vivian
los emigrndos, JlCl'O con el socorro del GolJicrno, ~·lo poco
que le dal.ia su trnlrnjo, tenía mesa abicrLa, y como es de
suponct', concnt·rida, gastando así gr:in p:irto de su escaso
haber en (]31• sustento Ct cornpaiiet•os de desdidia qne no lo
necesitaban absolulnrnento. Este infeliz, que así como
otrns con ¡·azon suponía que en su puti·ia no podia prome•

á mir:u·, y viendo qne los ele la cuota indicada formahnn la clase


r..um·ta, ~:qne el lltnlo de esto.. empe~~'-l.bu. co11 lire~,·atos~-i:.Bue;-iw estáD
dije l'ién11osc: i·~tJ;i '['~e ~->l•Í· ·lesJeti coit1a literatu y nu sabe 8SCl'ibir~
CotTió dn ll¡)ca e:i. i:oca ei suceso, y se comentó, aumentó y dea.11•
t;·uró un poca.

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l\ECUlllll'.lOS DE UN Al'IC!ANO.

terse otra suert.c qnr. la de caet' en completa miser¡a, se


quedó asimismo en Lóndres recibiendo socorros rlel Go-
bierno hnsta 1847; pe1'0 entónces, como hubiese caído en•
fermo del pecho un !Jijo que tenía consigo, al cual amaba
tiernamente, y como por consejo de los médicos para tal
dolencia fuese conveniente un clima menos frio y los aires
patt•ios, !Jubo de venirs0 :í. Ua(h'icl, donde su desdicha ex-
cedió con mucho ~\ lo que pocli~n ser sus temores. Siendo
honradísimo y pundonoroso, tuvo con todo que recurrirá
la caridad, por impedirle tl'ah~jar· su vejez y achaques, y
el número ~Tancle de los de su oficio en una capital popu-
losa. Aquí, lamentúnclose de que en suelo extraño vivia,
aunque m0desL.a, algo holgadamente , euando en el pl'opio
se veia me11digo, llcg0 hasl ;i ú scl'lo en las calles, donde
hal'aposo, sucio, con la bat'IJa lal'ga y c:nrn, presentaba una
imágcn lastimosrt, sobre todo, <i la vista de quienes le ha-
Jiíamos conocido en Inglaterra, hasta que, rendido por las
enJ'ermcLlaclcs y Jos m'íos, fL\é á pal'at• a un hospital, donde
tuvo triste fin su vicln.
No tocó tan im1l destino al un dia afamado Cojo de Má-
laga, w10 t<1mhien qnc1·ia ser lh1mado así, y no pm· su
nombre de Pablo Lopez. Este, que pot· la indigna injustí-
sima sentencia que en ,t81.1 prodl\jo sn condena á muerte,
pol' fortuna no lkvacla ú ejec.ucion, mús que poi· sor cono-
cido como grande alirnrnlaclor en las l.l'illlinas de las Cót·-
t.cs, llahia adquirido cicrla forna, desdé -1820 hasta ·18'23
hailia vivido sin hacer el papel que él crcia que le tocaba,
pero resignado, si hi(m escam;ido del peligro qne habia
COl'L'ido, se rnosll'aba más Cíllllo que locamente celo.so, y
viendo :í. los constil.ucion~les desunidos y en guerra, no
acertaha n pone1·se, ni tle parte de los exalt3dos, ú lo cual
parecía qnfl debian inclinat'le sus húliilos, pÚo ú lo cual
so oponia su antiguo cnllo ii ArgücHes, ni ele la de los
modm·ados ¡w1• no choea1· con los lihcniles más ardoros::s,
f entre éstos con 105 del ejército un dia llamado liberta-

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ANTONIO ALC,\L.l GAL!ANO•

dor, por quienes en Enero de 18':!0 babia sido sacado del


p1•esidio de la CmTaca y venido á pasar dos meses con
nosotros en el ce!'cado ejéi'cito de Quiroga. Era ei Cojo
cort.ísimo de luces y sob1•ado en prcsuncion, pe1'0 no mal
hombre, y daba mucho que reir con sus necedades, si bierl
éstas e1·an ponderadas, achacántloscle muchns que no de-
cía, pero no mal discm·ridas y nrny del génern ele las iUe
con !'rccuencíu salían de sus labios. No sé si mu!'ió en
Jersey en los últimos dias de la emig1·acion, ó si log1·6
pisar de nuevo la licl'!'a de Espníla en 1834; pero cor-
riendo este año, eslalrn ya tel'minada su vHla y olvidado
su nomht'e.
Por otras rarezas, y de mucha pcm· especie, era notado
el anciano Romcl'O Alpnente, siempre singular en nucsL1·a
España. Con todo, val'ios de cnl1'C los quo lwbiil!1 sido co·
muneros scguian honl'~tndolc mucho, y tambicn á una
amig·a qnc tenia consigo, hembra ele no buena ralc::i, de la
cual hubo algo fnnda!l~s S08Jrnclws de que se ontendia con
el Gobierno de :Fe1·nanclo VH, si Lien pudo esto no pa~a1'
de sospecha camnda por el urnl concepto de :iquclla en
quien rec~i:i. Il.omoro Alpuonle, de quien es el famoso Lli·
cho la. g1r,e;·1·a cioil es u;i don del e-ido, ~chac~do á algun
otro en dias muy posteriol'es, parn no cuando fné pl'Onnn-
cimlo, sin que el mismo de quien sali(i negase ser suyo,
logró volve1· á su paL1·ia, donde mul'ió en Julio ó Agosto
de '1834, nomlll'ado, c1·eo, p1·ocm·ador á Có1·tes; pero ya
puesto en causa poi· acusacíon de querer t1·ael' su figurado
don del ciclo :i nuestra paLria, la cual Je habl'ia tenido do~
blado, pues ya disfrutaba de él con el levuntamie11Lo car·
!isla, á la sazcn un tanto puj~nte.
De difer~nlísirna especie era olro sujeto digno del más
alto aprecio, y de lástima mucho mús que de censur3, por
sus no comunes rarezas, que le l'Cdujeron á friste vida y
le trajeror1 á mise!'able muel'te, Hablo aquí ahora de un
sujeto do mi muy querido, y á quien nadie podía querer

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RECt:El\DOS DE U:'i A:'iGl!<:'iO.

mal conociendo las dotes de su buen entendimiento, ann·


que perverlido (JO!' un tanto de locura, su va>la instruc-
cion, su esaupulosa honradez, áun su r.10destía con visos
de afectada, pew L'úa! y vcrdadei·a, en medio de cosas que
al parecer la conteadecian, del rnal!laclado D. fslélrnn Des-
pl'at, diputado qlle l1~\bia sido en las Cól'les de: ·18'!.0 y '.!-!,
y poco seualado en ellas porque cai·ecia del don do lapa·
labrn, y hermanaba con desvariada osadía en sus tloctl'i-
nas, singu\at• encogimiento en sus modos. Fuó el acto de
huir de Es pafia basla cierto grado vo lunla\'io en flesprat,
pues si bien quedúndose habria sido perseguido, no tenía
que teme1· exli·emos en el rigol' de la pet·sccucwn, pues
habia figurado poco, y no et'a de las segumlas C(•rles,
blanco pi·incipal, pol' sus actos, do la salía del Gobic1·no del
Rey vuelto á su trono. Pero Dcspl'at, no por me1·0 temor,
como des pues aceeditú no volviendo á su putt·ia cuando en
ella no corda el mcno1· peligro ~' si podia vol ver hasta á
ser dipul.ado ll C(n·t.es, sino por un at·i·e!JataLlo celo de la
en usa litlerul, huyó á ln¡:;faterra. :U!í se condenó ú una v·ida
de rlurus privaciones, dándose jnntumcnte al C8lutlio. Llc,;·ú
á tenei· en varios ramos conocimientos e:-:.t•:nsos y algo
proflrntlos; pero en ycz ele hacer alarde do su saber, la
enculll'ia, siendo costurnlH'c suya lincer sobre una ú otra
materias preguntas corno de ig·nm'Jntc, clcseoso de sabet'
ele ella un poco; CHando no del l.odo sulisl'ccha su curiosi-
dad con la ccspnesta ::\sus iwiniet•as µ!'eg-unl<13, solin en Ja
convers:icion ir rnani f<:stüntloso mús en tendido á veces que
Ja persona po¡· él lll'ügu11tada. Poco á poco sus idc3s fue-
ron siendo las de un radical ele los m:ís extremados, y
pat•ó, andando el tiempo, en socialisla. En mudio de esLo,
dió Pn f!'eeucnl.:11· gonLe de sus id~as; y como entúnces
éstas en Ingl~te1·1·a contaban pocos prnséfüos, y éstos no
rebpelables, se halJ1!uú á as0Gü1rsu con pei·sonas, ó de
corlo vale1·, (i cuando ménos, en la esfel'a social, de puesto
muy humilde. Comenzó ~~unl.iien a tasarse la comiria y be-

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524 AHOC\TO ALCALÁ G.HIAiO.

bida, SJendo lo corntrn hacei· la p1·imera de pan y queso


que llevaba en la faltriquera, j' la scguntla de a¡;ua, que
bebia sacúndo!H de las bombas que llay en Lóndres en las
callos, donde asimismo solia lavarse. llcnunció :í cama mu-
llida, y como tenia bastantes lilwos, clo~·mia sob1·e un ca-
jon lleno de ellos. Pcl'O por al¡;un tiempo p~gó dos casas,
pequeñas ambas, rnezquin~s y sin muebles, siluadas en
distintos y uno de otr·o apal'lDdos barrios, para poder ir
con m:ís comodidad {J díve1·sos y ~11 lre si no cc1·canos Ju-
gares á que le lla rn abin sus ocupaciones estmlíos[ls. An·
dando el tiempo , llegó el en <¡lle vol vimos a nnestra pntria
los deslerraclos; pern Ocs¡m1t no pensó en acompañarnos,
y no po!'que, como otros, ¡H·eíll'iese vivit· del socorro que
daban los ingleses, pues tenía un pasar más que mediano
en España, sino porque el Gohiemo aquí estahlCcido dis-
taba infinito de SCL' CO!lfO!'lllC a SUS ideas, ya ullra-rcpuhli-
canas, si tal c~¡wc:;ion pncdo con Jlt'opicdad usarse. Aun
la rcvolu cion ele ·183(i que t1·:1jo c011sigo el restablecimiento
de hi Constilllcíon de HH "l poi• la fne1·za pop11h1r, y úun lo
llamado en jerga novel p1·on11nciamicnto de ,¡s,iQ, no llega-
ron ú salisl:1ccrlc ni con rnucho. En tanto, una hermana
suya, sabcdo1·~ lle sus necesidades, so!J1·e rogal'le poi· si
y por conducto de varios am1~os que volviese con su ra-
m ilfa, le 1·cmilió snrnas no cortas pnra que viYiesc con co-
modidad en lng"laterra sí se obstinaba en permanecer allí;
pero él no quiso lomar• ni úun la más leve p:1l'lc de aquel
dincl'o, alegando que habia causado á la (jlle se le remilia
graves perjuicios, sujet.úndola á persecuciones en los dias
del resLam•atlo aL1solulismo, con Lra lo cual ht dig·1K1 señora
p1•otest.ó, asegur:rndo que los daños pm· ella recibidos es-
taba·n 1n<\s que subsanados. Queda vivh· de su L1·alrnjo, y
pal'a ello se afanú1~, pero le ponía tas~,)' una mny baj~, y
si le dallan al¡:;·o mC1s que lü tnsacíon no lo aclmil.i3. Tan
mala vida hubo de h~cc1· mella en su salud; pero no por
esLo se prcsLalJa 61 ñ liirnjc alguno de regalo, pat·ecido más

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llECUEllnOs n~ U:« A:';Cl·\:\O.

!\ ~antopenitente que á olt\i cosa, y siendo ejemplo de


ascetismo revolucionm·io. Sn eslatlll'a peqnr ña, lo raro de
su vestido, que, segun creo, él mismo cortaba y cosia, y
i:n tono humilde, no afcclado, sino pl'Oducto natural de sn
rareza, chocaban desde luego en su persona al verle y
oirlc. Hube de tratarle mnclio en una estancia de seis me-
ses que hice en Lúndres en -18-t1, prosc!'ipto ~·o enlúnces
de nuevo, pero por causa clifet·enlisima ele la qnc él sus-
tentaba, y le enconf.t'é muy ami;o, á pesar ele lo opuesto
de nuestras opiniones, porque me pl'ol'c~aha muy buen
afecto. Pern lo cncontt·é enfern10 y 11egado á los nrnyorns
extremos en sus nrnnias; acostumurado á andar á pié lar-
guísimas distancias con su 1•ac10n de pan y queso en el
bolsillo, resistiéndose 8 tomar olt'O alimento, aunq~ie a:-
guna vez accoclícndo fil cabo, y ¡cosa s1ngulal'! diciendo
que él, poi· lo cornun, Ll'alaba con pi!l~JS, porqne en ellos
encontraba gr.ntes de sus opiniones, sicmlo, en la suya,
g1·an li1stima que los hombres en ol1·as cosas hotwados y
decentes, en política ~b1·igascn y sustcnéascn doctrinas
falsas y perniciosas. Al cabo hubo dG terminar su Yida, en
período poco clislantc del dia ele hoy, en un destie1To y en
su absoluta pobreza, constante en no apelar al uso del di-
nero suyo propio para hacei· más &nave el tránsito de la
vida á la muei·te, á que llegú por dolencias moléslísinrns y
prolongadas.
No me ocurren por ahora á la memoria otros ejemplos
de hombres singulat•es en nueslra omig1·~cion, aunqt1e hubo
algunos más; pero bien ha siclo cerl'~l' su catálogo con la
menciou de uno en alto grado eslimal.Jle.
De los escl'itos publicados dLmrnte la emigracion, !'OCos
son dignos de set· recordados. D. José Joaquín de Moi·a
publicó algunas obrillas corlJs en prosa y vei·so, pero
pronto salió de In~laLerra pa1•a la América ánles espa-
ñola.
Dos peri6dieos, :ao diarios ni áuu semanales, sino pu-

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r.:;TOXIO AlCAL\ GALL\~0.
blicados á lal'gos plazos, ~x.i&lieron, siendo la vida del ur.&
hi•eve, y la clúl 011·0 casi igual en lo larga ~ nneslro des•
ticno.
El cilado en pri@lt' lugar tenía por 1·eclactor principal á un
hombre de co1·tos alcanc1)S y csc:1so saber, que on Cácliz ó
Dn la isla de Lcon en 181 ! lwbb publicado uno con el Ulu-
lo del Roúcspieí·re espa¡!ol, y fJUe en lnglalert·a háría '1816
)' '17 habia publicado otro que poi' su deslemplanz:a lrnbia
pl'ecísaclo á sus compafícrns de destie1·1·0 á negal'le ele un
modo solemne que fuese expresion de s11s cloctl'inas ó pen-
samientos. A él se agTc¡;rj y en él escribió no poco un don
N. Accvedo, 3slu1•iano, qnc en Madrid en 18'.ll y 22 habia
esci·ilo en Bl Bs1Jectculor litulúndosc el ~Momo, nombre que
inspiraba pretensiones :1 ser cbisloso, por cicl'Lo nada fun-
dadas, pot'que si l:Jion baslnntc instl'Llido, era de crudicion
indig·esta y muy escaso jnicio, escl'itor pes:1clo, acre, gro-
sero en sus clcnueslos, y q11e hast.u en ·1824 tomó el nombre
de l\!yssc Ilasilcos (si no rne eng;1ño) sin 1'epara1· en que en
un conslil11c1mial espafiol no eslnlia bien decla!'arse odia-
úor de los reyes.
Fué el segundo periódico el iilul~do Ocios de espaííolcs
emigrados , dom1e escribieron p1·í11cij1almcnto D. .José
f,anga Al'giiclles y D. Jo~quín Lol'et~zo Viilanucva. En nin-
guno de los dos csc1'Í]Jí yo, Jo Cll~l digo, porque ha sido
frecuente creer lo con Lr·~1r:o. tila éonliúnclu lilcl'nl'ia entre
el mismo Yillanuc'a ~· n. N. PuiglJJanc 111ost1·ó superio-
ridad de saber en el último, pcl'o empleada en sustentar
extravagancias á la ¡wr con verdades, lrncié1JClolc mucha
ventaja como cscrilor el pt'imcro. En una contcstacíon
· sobre poi ilica cnlrn el insigne economi,w, pero bom-
lH'c singular, D. Al\·arn Florcz !Mrada y D..José Cala-
trava, cada uno llevó en mi sentir la palma, pero rué del
segundo en m<1Lcria de esl.il o. D. Vicente Salva, dnciio de
un nlmaccn do lib1·c1•ía y ex-diputado, lralJajó mucho en el
ramo de hiJJliogi•afía. Lo que otros tal vez hicieron_, ó no

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llECUlrnDOS DE UN ANCIANO. ll27
salió á luz, 6 no llamó la atencion á punto de habérseme
quedado grabado en la memoria.
Tiempo es ya de seguir á la· emigracion á Francia y de-
cir algo de sus esfuerzos p:u·a restablecer en España, si no
la Constitucion íntegra de 18f'2, una que de ella fuese y
proclamase se1• !egílima heredera.

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xvt.

L,\ E~IIGRACJON CONSTITUCIONAL EN L..\ FRONrEll. t.


Y EN CUIPAKA.

Tiempo es de volver al punto de estos 1·ecllerdos en que


me sepal'é del úl'den de la nni•1·acion para 1·epara1· omi~io­
nes cometidas al l'eferie los sucesos, si es que me1·ecen tal
nombre, que señalarnn la estancia de los españoles cons~
tilucionales en la Gran Bl'etaiia, miénti·as allí esluvieron
formando cuerpo con presunciones de una nacion abrevia-
da. Este mismo carácter hubieron de conservar por breve
plazo, y con pretensiones, si no más subidas, m:.ís funda-
das, los que pasando á Francia en Agoslo y Setiembre de
{830 viniel'On á formar una potencin enemign de la España
regida por el poder absoluto de Fernando VII, y resueltos
á rom¡iei· las hostilidades ºcon un aclo de ag1·esio11, accion
justificable en quienes creían que iban á dar libertad ~
un pueblo oprimido, á deshacer lo hecho por la invasíon
francesa de i823, y á encontrar en su puLria numerosos
parciales, cuya coopcracion, sobre conlribuil' á un triunfo
sin ella dificil, y, diciéndolo con propiedad, imposible,
i4

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530 A:iTO~lO ALC:AL.I. GALIANO.
converliria en nacional y legítimo el hecho de ent1·ar en
són de guc1·ra en tierra propia pt"Ocediendo e.le uno. ex-
traña.
Ya en una pat"t.e :mterioi· de este trabajo he contado la
Ue¡;·ada de muchos de mis compafiel'Os lle destíct'l'o á Pa-
rís, nuestros primeros netos en la capital de Fl'ancia, los
pasos que dimos pai•a logral' del golJiei·no rran~ós r¡ue fa·
vo1·eciese nueslros intentos, y la tlivision que ent1·c nos-
otros habia, existente ya desde mucl10 lrntcs, mayo1· en-
tónces, co:no cm natmal que fuese cuando pintaba nna
ilusion, no del todo tleseabcllada, ctJreano el tlia en que
ambiciones, ya nobles y prudentes, ya locas y crimino.les,
iban á en con ll'at' un tcrrnno donde podJ'ian contendcl' por
la vicLoria desde lue;;o, y por el predominio muy en llreve.
Dos eran, en medio de esto, las principales necesidades
de los 1•efugiados, en su silirncion nuHa de polencia beli-
gerante. La una ct•a encontral' en el gobierno fi·ances, no
solo favorable ::icogimici1to, sino disposicion á nyudarlos
embozada Ú dcsem!Joz:icbmcnte Cll la empresa a que iban
á a1;rojarso. La ol.ra er~ tener una cahcza comun, de todos
reconocida por 1.31 y obedeeirb. A11n esto segundo en no
coet.o grado se enh1z:tlrn con lo p1·iill<ll'o, porq1ie crn indis 4

pensable tal cabczn p:11·n los t1·atos noc0sarios que exigía


el hecho de ¡1ono:·se de nc11cnlo los futm·os nuxiliacloros
con los auxiliados. Por su desg1·acia, eslos últimos no te-
nian una auto1·iclad 6 G'Obie1·110, sino vorias ó vai·ios: el de
Toi·1·ijos 1 ya formado en lílglatc1·1·a y trasladado a Gill1·altar;
pero no sin deja¡· en Frnneia jefes militares dependientes
de él y hasta ncgociadorns semi·agcnles diplomáticos:
otro que iba á forma1'se, el cual tendl'ia en Mina un gene-
ral á sus ól'dcncs y un scfio1' VOl'dadero, y sohrn esto tres
ó cuatro pc1·sonas de al:,.;nna, si bien no mucha cnenLn, sin
la presuneion do tonrnr el tHnlo de gobierno, pero igual-
menle resmMos á no ohcctecet· ni a ~tina ni á Torrijas, esto
es, á no ser gohe.rnados.

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P..ECUE~.D03 DE UK Axr,IA'>O. 531
En el gohic!'no frances habia muy dli'dl'Cillt:s opinionc.s,
que poco á poco vinieron :í. set• opuoslas la una á la 0!1·a,
sotwc si e!'a ú no conrenicn:e al nncvo poder francés con-
tl'ibuir al rcstah\ccimienlo de la ConsL!Lul:ion ca1da en Es-
paña, y, áun concediendo que conviniese eonlrilrnil' ú tal
fin, poi• qué medios, y hasla qllé gl'ado lwbia Lle hacerse.
Ya he reíet·ido cuán empei'iado eslaba en favot'eecrnos
Lafayetle, cuyo inílujo en los aetas Ll(:.] gobierno lW8la Di-
crnmlJl'e de 1830, y poi· c0lisigl1ie11Le, en Agosto , ScLiem-
bre y Octubl'e, pc1·ioclo en que hicieron los o:-; palrüulos
cs¡im1olcs su tenla ti va ele resLam·acion con$l.ilncio nal, c1·a
gl'andísimo, 1w1·0 no tanto que venciese toda op,isiuion,
pues sJbian rcsislírle, al calJo rnn feliz fü1·iuna, ad VCl'Sa-
l'ios mas µl'UdenWS Ú 11\~LS dicSll'OS. l.hJ CS[OS ú!LilllOS, 110
pocos que podiJn Jrnstanle en el animo del rey Luis Felipe
y en el de sns ministros, y casi todos los minis:,:•os mis·
mos, prcfcl'i;m yer el nuern n :y ti el 1·ecícn lev<1nl"riu trn-
no reconocido por todas l:1s potencias, y en paz, si no en
arnisUJu con elL1s, á lanzar~e un nua ca1·1·era tlund e, sí ¡io-
dfan n.lca11za1· ¡;lorwsos lriunfus, de seglll'o habría dil co1·-
rcrse grn l'e pcligrn, y clonclc la vielüt'LI !Jabl'ia do sel' com-
¡mula con la guer1·a, lo cnal j:;z;;~ban q11c c:·a pagarla á
precio excr;sirn. Enlrc c~L:1s opiniones Jh1C(l1Dha, 6 tenia
:iparicncias de lltletuar, el Re~· mi~rno, por su índole ínc!i·-
nado á la paz, y juz¡;únclola asi111islllo eonduc1rnle al co-
mun pl'ovccho y 3[ suyo p1rlicula1·, bien que ecdienuo á
vcccs, no ú írn pcLus hi;os ele su valol' antiguo que úun con-
se!'vubu en los pelig1·os, si110 ú deseos do consc1'1'Ul' el
buen afcclo C1un del ¡mLido popul~1· extremado, y de no
llevar lns cosas poi· c~ccso de concl\)$CCndcneia :i sil.na-
cían no mónos pelig·t•osn que la de q11c lwia. De todo ello
resultó ~1pclar a Lél'll1inos medios; fovorcce1·nos, pcl'O con
timidez)' parsimonia, y esl~1r p!'cparnclo ú trneu1· el escaso
favo1· en oposicion dcchirada, aunque nunca en lloslilidad
:'i las personas.

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A'.\TO~IO ALCAL,Í G.IT.T.~NO.
Enlrct.anto, como no et·a posible, no estando en ~nerra
Francia con Espafia, tratar el gobierno de ar¡uell a abierta-
mente con los esp;1ñoles pl'oscrilos, nos veíamos obliga-
dos, segun la frnse vulgar, á llamar á varias pui;rtas. por·
donde tenfornos un tanto franca ó múnos t1'~1bajosa la en·
t.rada. La de Lafayellc nos cslab:i ubierta con la mcj<Jl' vo-
luntad posible; pero si lodos penelr:'tharnog por i:lla, no
todos éramos recibidos con igual favor; y como íhnmos
con pretensiones muy diversas un punLo á las pet·sonas
que hallrian ele clil'igir nuestra empresa, seguíDse de ello
que la prelcrcncia dada á unos era, si bien no en la inten-
cion. en Jos efeclos, disfavor hecho :i otrns, cansa1Hlo :i la
causa comun no leve pei'juicio.
Desde algunos rinos úntcs estaban Lafaycl.t.c y Torrijas
en co1'!'cspondcncia epístola1· muy amistosa. AgTt•g!1base ti
esto set' Tonijos de la sociedad de los comuneros, reput.a-
da po1· los franceses y por Lodos los exlranjcl'Os l:i ni¡is.
an~loga en ideas al partido poliLico de qnc el afamado y
anciano general el'a calJeza aparente. TamLicn T01Ti.ios,.
aum.¡ue ausente, contaba can un goliicrno formado, el eual,
si le fallaba tiel'ra en que ejcl'cer su aulo1•ic!ad, tenía nom-
Jirudos sns g·enei·ales, y hasta sus negociadores. Con algn·
nos de estos es~rJchó sus relacwnes el ilu~trc rr:mcós, y á
él di() los no muy cnantiosos soconos dcslinados ú ernpee-
sa tal como m·a la de hacer gnc1T3 ú un Hey CJlll~ contaba
pal'a defenderse con todos los 1·ecL11·sos Lle una, ~i no po-
de1·osa, tampoco pequeña mona1·c1uia. Pei·o como en Ja.
desunían y los odios que nos estallan destrozando y cníla-
queciendo se hacía necesa1·io á los de un bando dcscon-
ccpltwl' á los de otl'o opuesto ó diverso, los que m:ís pt·i-
vabun con Lafayet.te logt•aron pcl'snadit· á este personaje, :i
:veces por demas crédulo, de que 1lina cedía mucho á los.
consejos é influjo del duque de Wellinglon, y basló lamen-
cion <le un nomb1·e á la sazon en Francia abor!'ecido para
hacer sospechosos, si no odiosos, á los meramenle aeus~;-

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RECUERDOS DE UN A!\Cl_\;>O.

·-dos de estar en 1·elacioncs amistosas con el vencedor de


WaLc1·lóo, que el'a asimismo un tory acérl'imo, y enemigo
de la Frnncia revolucional'ia (1).
Entrelanto ~Iina, se p1•epa1·aba á venir á Francia y á la
fronlera de Es¡rnna, desmin tiendo los infLmdndos cargos
que era comun h<1cel'l e. Pern ól había mcnestel' tambicn un
gobierno que le auxiliase, y fondos con que proveer á Jos
primeros gastos de la c:.\lnpaña que iba á emp1•ender. De
esto último se encni•gó Mendi:dtbal, y
lo consiguió sacón-
dolo de fondos de los em¡)l't'.:stilos hechos pal' el gobierno
conslituc:ional desde -182(} hasta 1822 y no reconocidos por
el Re~· ele España vuelto :i su poder absoluto. Pero un d11e-
ño del dinc¡·o en casos Lales quiere, y con razon, saber á
quién ha de dát'Selc, y á esto debe :lfiacli •·se que ~I c ndizá­
oal, por su naiural, p!·opendia ~ querer gohet•nat·lo todo.
Así es que activó el nombramiento da una junta, y preten-
üió influir en él, y lo co11sig11icí completamente. EnU:mces_.
ucm·dúndose del disgusto que babia tenido coI1rnigo, y del
cual scg11ia resenli<lo, intentó y logró que no fuese yo de
ella, colllo parecia nallll'al , poi• llabel' siLlo yo el primero
que apai·ecí en Poris, y haber entablado tratos en nombre
de la emig1•acion con ~1lgn n os, bien r¡u e pocos, person:ijrs
-,1e .cuenta. Tuvo Mendiz'.\bal el ai'tc de sustituir á mi norn-

(1) Or.urri6 snbre e~t·· un lance chist%o 6 como T0p re~ nlias de Jcg
de :\Jina. Entre 10.5 a;,;rcnt.es üe Torrijas lo eni entóJl C ~~ tlll P:iri.";.
muy activo. el :·t la Sft.Zf•Il coronel ó brignd:cr ::viiniussit, h81'~11,r:u10
político del dcf"'.;dicl1ado g-en1~r;:t.l. A_ un pa l'cial de 1\Iínn, que hnbl ri n ~
do con varios f:·anc¡·ses l ns halló prncr.upa ,:os r.on l a idea rle qne el
ex-guerl'illero na va1·1·0 ob t-!~l¿cb al infln.jo ing lás: se l e ocn1•rió citar
el hecho de <)Ue Minnissfr haiiia e8tudo en la batalla de \YaL~dóo.
doudese portó con bi~urria.-<.Yo h!lbi-.}:sido co" 1Yellin7ton , dije-
ron los francc>cs.-Sí, con "\Vellington estuvo,. dijo. y riijo ver-
dad el parcrnl de ~Iiua. B"~t ,.:. es to para alejar ele trato con \lilrn jg.
· sir ú. l os Í!'<ln c 1,;.s~ s . llUe nl.i!·ar\.10 como culpa lo qne no lo e1·a.. Por
·fortuua de Tur~·ijus, l-enlu r.:;ste otro uego-:.:Ldor en D. Ignacio Lo-
;pei l'int•J, muy q ucri,\o d~ Lafuyelta.

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534 A~T01ilCl AJ.GAJ.l C.\J.f.\NO,
bre el de Isturiz, recién lleg:1tlo ~t Pat'is, y mal podía yo
oponerme ú que rcc:iyese la! dislineion en uno que, sobre
sm· disliL1~uido ptltl'icio, et·a mi amigo más eslrecho y que-
rit!o, cat'l\clcl' que todavía conserva. !fobia tambien en
l\Iendiz:.\llal prira preferirá lslUt'i7. una rnon quo podia mu-
cho en su ánimo entónccs, corno pudo dc8pncs, y ca-
balmente en una ocasion sciíala<l8. respecto al mismo per-
sonaje. [slmíz h<1hia lt·ataLlo muy poco á Mendizáual, y, si
no le 111iraba con mrÍlos ojos, l3mpoco le tenia en nrncho,
y Mendiztíbal torda siu¡;ulat• ernpcfio en gannrse y hace1·
suyos ú los que de hecho el'an, ú él reputaba, sus conlr~.
rios. Fuese corno fuese, quedé yo dcscal·tado y anincona··
do, lo cual conlicso qno fué uno de los ~olpcs mús duros
que he llevado, ú que m:is he sentido cnlt'C los nwchos 1·e-
veses y sinsabores [lOl' que hci pasado en mi larga y no
rr:uy fe!iz cari·ern. No me acu erdo hícn de quicnés fueron
los olros cuat1·0 que cornpusicrnn la jnnca, ::nrnquc sé que
fué uno de ellos el general (ú la sazon !J1·i¡;allicri D. Yicen-
te Sancho, no pl'oceclcn le de lnglatel'r:1, pues había pasa-
do ln enti!;L'Hcion en el ~[ediodia de F1·auda, y muy rela-
cionado con i'tlinn.
Jfobia ya dos J;Orleres consLifoidos tliahlando á la moder-
na) en la cmigt•acion que arne1rnznba invadi1• f\ Espa11,¡, y
prolenclia golicrnal'la; pero así como al lado ele po tencias
podcrnsas vi,·cn, y vivian (111Lcs más r¡nc hoy, Estados pe-
queños, ya con el tHn!o de l'Cp(tblicas ú ciudades ltbros,'ya
con el de principados ú tluc~Hlos, y ~1un con el de rninos
independientes, ;i pcs~r de su c01·1.:i cxtcnsion y mezquina
flle1•z3, ~sí ~lgur.os caudillos se manlcnian fümcs en su
propúsilo de libcrta1· á España, no por cuenta ajena, sino·
poi· la suya prnpia.
No podía aspin11· ú tanto Tlorrngo, pc1·0 no ménos pl'e-
tenclia que conseguirlo, d~ndo el mando á un su amigo,
del cual creia que pOL;ia <lisponet· ú Sll anlojo. Ern su can-

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Jl.ECUET\DOS DE UN' Al\Cl.\1'0. 535
didato un catal:m llamado O. Antonio Baftges (fl ex-gua1·-
dia de COL'ps, y no sé si ya en grado superior al de subal-
terno en la milicia, rudo, sin let1•as, notable por su gallat•-
da presencia no acompañada de finos modales, ambiciosí-
simo, inquieto, sospechado ántcs y despucs de inrídCJiidad
a la cau~a liberal, quizá sin motivo, y cuya suerte fué ve-
nit· á mo1·ir, <lespues de est.ar pot· lal'go tiempo olvidado,
hct·ido de una bala ó gt·anada, cuando en -!Si:J estaba ejer.
cicndo un mando enlt'e los enlónees re\Jeldes du eños de la
ciudad ele nal'cclona. Poi· desc3bellada qlic parnciesc la
idea de Borrego en sustiluir t3l candidato á Torl'ijos ó a
fllina, no dejó su empeño de causar moleslía y c1·ea1· obs-
táculos, pon¡ue, si et'a de poco valer el fav01·eciclo, su fa-
VOl'eccdor tenia en Pat•is algunas y buenas relaciones, que
él sahía aprovechar, siendo activo y osado, :íun sin contar
con que para haee:· mal bástan fuet'zas muy inferio!'eS ú
las necesarias parn !Jacer bien, y desunirnos et'a hacernos
mal, y tam!Jien cosa f:\cil, pues lo dil'ícil ei·a nnirºnos para
formar un ctiet·po que forw~arnentc tuviese una cülwz:i..
Serlo ¡:iretendia el general D. Pedro ~Iendez de Vigo, y.
al efecto se afanaba s0Lre1nanel'a. Si no alcanzó el objeto
de su deseo por lo pronto, al cabo, andando el Licmpo, se
grm1je6 una clientela, pero no tocia ele cspai'iolcs, pues se
ligú eon refugiados italianos y polacos, con los cuales en-
tró en locas emprnsas; pe1·0 en di~s posteriores á los su-
cesos que voy :ihot'n aquí nai'l'anclo. En ellos 110 npareció
Vigo como indepencli()nte, sino sMo con pretensiones de

(1) Este Baitg-cs fne aCU$ado de hube\' estafo en el campo car-


listn. Corno qucriu fig-nrnr entre los pro~~;resist~g rnás exi,remadcs,
pendiente a.ún lu i:nlel't'l'L civil, vino una vez {L J.L111i•id, y s e presen-
til en el Cafo ~uevo, donde cvucm·1'ia ia g·c¡1;B más ardorosu, ent re
la cual quí$o entrar y ser r:ontarto. Pero le a-vino nwl . pues mu-
chos l~ cayeron cnciuw~ de nwdo que e-orrió peligro . JJcsapareció
entonces. y vino á a1inrcCDr sirvierH~o ú la Junta central de 13ar-
celona en la época en que en aquella ciudad per<lió la vida.

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536 M'ITONIO ALCAJ.Á G~LlA!iO.

serlo, y parndo a la frontera, no sé a quién se agregó con


sus no 11umei·osos secuaces.
No tsl~ba muy daro si el general nrnans reconocia á
alguno por su superior, porque sus p:it·ciales sólo de él se
decían dependienles; pero no el'a homlli'e desval'iallamen·
te ambicioso ni de mala in<lole, y por su cuna y prirne1·a
Cl'ianza tenía prendas de caballero. Así es que á n<iüie fué
obstaculo.
Tampoco lo fuó el infeliz de Pablo ú Chnp::tl3ngal'ra. aun-
que hizo alarde de su independencia en vez <le ocultal'lu;
pero si se declaró resuelto a no reconocer suµeriorns, no
pretendió buseat• en la emig1•acion secuaces. De lodos des-
confiaba, ¡mr lo cual á nadie se prestaba á segufr; siendo
mas que vano, 1·ecdoso, y pct·suadido por olra pa1'te ele
que en Es¡rnfla misma era donde convenía buscar auxilia-
res p~u·a)a ernpt·usa ele levantar en ella la bandera con8-
t.itucional, lo tu al 110 era des:wiorto, siendo sólo el ei·1·01·
de sus Ídt::as, y Ja causa de su tr~·1gico !in el ercc1· que aHi
donde cea convenience buscados Cl'a fúcil cncontea!'los.
Hechos y;1 eslos :w1·eglos huto irnpcl'!"ectos, aquellos a
quienes [.oe:J.iJa pasar tle los proyectos U las oiJ!'aS SO tras·
Jadaron á B~yona. Allí j)asó ?i1ina sin hnbeeso detenido en
Paris, donde !Julio de esiar de incóg·niLo por J..11·uvisimo plu-
zo, t.al vez s0lo de horas.
Desde aquel momento en adelante no fui testigo pl'esen·
cial de los snccsos de la frontel'a, pel'o tle ellos ¡rnedo de·
cü· algo, t•cfinéndome á nolici~1s dadas por varias persa·
nas de cuya Yel'acidad no tengo ni debo tener duda, Por·
que, volvi éndo111e :'l l!1g\ate1'1·a, levanló mi cn8a, 1·ci.:ogí m1
familia, y huhe de volverme á Paris, aLlomlc !Jcg"L1é en loi
días· úlürnos Lle Setic111bcc á pasar en l"ranc:ia una vida os-
cu1·a ha1·Lu mús llcs:<l::L'acbihle que íaque ¡rn.sa!J:i. en Lómlres,
hasla qne ll'asladado á Tours en -1832, dm'antc m¡ estancia
de dos aí'ios en aquella lind:i ciudad, v1vi en ella, si con
~tande estrechoe,z, agt·adahlemenlc, compensando el ~raLo

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I\ECUE!U!OS DE UN A'.'IClA::\0.

de amigos allí adquiridos los inconvenientes de mi corte-


dad de recursos.
Coincidió, pues, con mi llegada á la capital de Francia
el comenzar de los pt·eparativos pa1·a la in\·asion de Espa-
ña, siendo teatro de las operaciones prnitnlinares las po-
blaciones rrnncc~.as lindel'as del Pil'ineo. El centrn de es-
tas et·a lfayona, y allí fué á cstablccet·se la junta que, para
evitar eon l'usion, llamaré aquí del partido de 11Ji;ia. Los
que obedecian a la del partido de TotTijos establecida ya en
Gibraltar, cu númet·o igual ú tal vez superi01· a los otros,
si bien acudiernn a la misma cimbd, y en ella hicieron
estancia, no tenian alli su calJL,za. Los ia1lependicnles va-
gaban poi· las inmcdiacio11cs.
Entónces eomenzú j vcese un espcctaculo en algo pare-
cido al qne, segun notic!as, pt·es1rnlaba á !a vista y consi-
deracion la l'eunion do los emigrnclos franceses en Co·
!Jlenza en fi!H. Se Cl'cia srgurn el tl'iunfo , y empezaba á
re¡mt:u·se dclilu ú ,poco món os la lanl~1uza, cch<1!1llo en
carn los prirnurns en llcgat· :í q111encs venian des pues que
no et·a razon pal'licipascn de la honi'U y pl'Ovccho de la
\'ictoria los omisos ó ménos diligentes en p1·csenta1·se en
el campo. Y el campo (como me cscrihia un arni~o dán-
dome noticias de lo que ;1lli pasaba) era las :í. la sazon mal
empedradas calles ele Bayona.
füina 110 h;ihia lleg~do de los primeros, ni tenía para que
apl'csn1·~1·se. P,•t·o sus contrarios áun entonces se desa~a.
1·011 á in criminar su perez~1, tachándolo cuando m611os de
il'l·esululo. A su lado, ó b~1jo sus ¡'1rdenes, se lrnL:nn ¡rncs-
to, sin e111\Ja1·;;01 los niJs e nll'e los princi1rnles de '.a cmi-
g:-acion, aunC[\IC no l'altasen cnt1·e los pat'ciales de Torrijas
personas de mét'ilo y de bien adquirido rcnomlll'C en d
grao 11arlido conslilucíonal, cup bandera habían seg-uido.
El cx-rnimstro y militar D. Eval'islo San :\ligue! reciLió un
mando de la junta (g1c ob!'aba de acuerdo con .\lina, :i.o
obsLanLe ser de los mayores enemigos del caudillo uavar-

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538
ro, y salid á desernpefü11-lc (l la i'l' Ontei·n de Cataluña, donde
se cnconl1·ú con los parci~1ks de To1•1•i,ios, que obedecían
al digno e:->·dipulado D. José G1·ases; pcrn, pudiendo en
ambos la anligua amistad mús que 1~1s uuevas disco1·dias, y
el amor á la c,ausa corn1rn mú~ que a1'cclos de hanclc1·ia, se
pusiernn de acuc1·do á punto de no conocet·se quién tenía
el m~ndo. Poc8s oc~1siones lnvíernn de compelir• pot• él,
pues apéna~ se aleja1·on de la t·aya,entraclo que hubieron en
la tiefl'a de Espa1i:< p;1t'a ellos cnt(11•ccs enemiga, y se vie-
ron oblignclos ú reeogct·sc p;·onlo ú fl'~;neia easi sin pdear,
pero sin mengua, uc cslaLJLlo en Slt 1uano aeomeLel' irnpo·
síbles.
Por el confin de Frnncia con fü1yat·1·a y Gui¡iúzcoa era
donde se preparaba lo recio de l:.1 gucrr<l, porque si bien
amenazaron Jos constitucionales enlnll' poi· At•ngon, allí
nada hicieron, sin qnc esto sea, ni poi· asomo, cuipm· á los
encaríl'ados de guonear por· aquellos l11garcs, que fallos do
fue1·za, y 110 llllidos, CllCOnll•aron Ú Sll frnnle [ll'Cpat'aclOS Íl
resislil'les las Lrop3s del genernl n.oaii,'que no era todavía
en aquella hora cunstitur:ional celoso.
Cottus, por cíeeto, c1·an las ruei·zas que se at't'ojahan á
tanta empresa como era dc1Tilla1· a\ Gobict'no cst~blecidG
en Esparra, )'bien habria sido es¡ic1·tu• á que entcndiendo~e
con los conslil.ncionalcs de llent1·0 de la Peninsula los de
fuera ú punto de concuulrai' sus oiicracionos, enconlt'asen
los invaso1'es una ayuda, no Jólo út.ii, sino absolnlamcntc
necesaria. Tal vez esta idea detenia á füina, si detenerse
puede clccit·sc no haberse arr·oj~do Lll tet'l'itorio espaiio!, á
pocas horas de haber llegado á les pttntos con él confinan-
tes. Pern. :l tan juicioso prncedet· se oponian pode!'osas
consideraeioncs. Los de Ton·ijns, capitaneados j)Ot' don
Francisco Vakles, coronel en E.spr1ña, )' que lcnía de la
junta formada en Lónd1·es meses úntes, y )'a rcshl.ente en
GibrnUar, un despacho de rnnrisca1 de campo, del cual, sin
embargo, no usó las divisas, estaban llcilOS de impacien-

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RECUERDOS DE u~ .o:CL\NO.

cia, vituperaban la flojedad de 1llína, y por ot1·0 lacio, te-


mian que ob1•ando el · caudillo navarrn cogiese para sí la
mayor parte de la honra y provecho de la, á sus ojos alu-
cinados, casi segura victoria. Lo~ mismos amigos lle lllina
le ap1·emiaba11 :í que ob1·as8, po1·q11E'. no qued3sen solos los.
que iban :'.l haccl'lo, y sa:iendo desl1cehos con est:·ago, se
atribuyese al aclo de haberlos abando nado su desdicha,
que lo sería de la causa comun. Poi· otra parte, el gobierno
frances, limillo y no muy segm·o auxiliador de los consti-
tucionales armados en 2u te1·ríto!'io, no estaba en guerra
con el de Esp~í'ía, ni dcse9ba estarlo si lo podía evitar, pot·
lo cual no queria, ni el'a razon quisiese, conservn1• en su
terr·iLorio aquella fnct·za at·ma<la , amennanclo ú uría 11ot.cn-
cia exlrafü1, siendo por esto su anhelo c¡ne de trna vez se
saliese de situ:icion tan embm·nosa, pues, ú tri unfanle la
bandera liberal en España, pasaria <\ tener en su vecina
una amiga fiel en vez de una enemiga encu!Jiert.a, ó, ven-
cidos los ag·1·cso1·es, dictari~n la Jll'Udcncia y ñnn la justi-
cia disúlvci· las reunion es de gente ;1rn1acla que compro-
metiese la paz sin da1· en cornpcnsac1on el menor pro-
Yecho.
Pm·ecerñ exll'año, al tl'atar do estos sucesos y referir
los i11lBntos y :ictos de Alína, en punto de tal gl'avedad
corno et·a el de empezar la guel'!'a, que mela dig·a de la
junt.a, que al parecer paro algo hubo de haber sido nom-
brndu, y no siendo gobierno, mal pouia acel'lm·se con lo
que ern. Pero Ja pobre j:rnla se veia mil'nda como rív81
pal' la de Tort•ijos, como nad:.i poi· los q!.le 3 nadie obede-
ciau, y no corno mucho pol' 'liirn, el cual, si bien no le
faltaba ü la consideracion, l'a1·a vez acudi3 á ella, y en ver-
dad no lenía pal'a qué. Lo m:is sin~ulnt• era que el mismo
padt'c de l::i junta, ~lcndizñl1~l, dudo siempre ú ll evar las
cosas por medios it·1·cg11la!'cs y á hacer poq11isirno caso de
su11e1·iores, iguales ó infc1·io1·cs para clit'i~it· por ajeno
precepto ó consejo su conducta, en ve~ de oí1· pa1•a se·

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540
gllil'la la voz de su prnpio capricho, solía entendel'se con
Mina paea todo, inclnso aquello en· que debcria lwbi:rse
dirigido á la junta, si es que esla era algo. Tal proceder
disgustó sobcema11era al nada sufritl.o lstm·iz, y áun hubo
<le enojar en cmmlo cabía á sus flemáticos compañerns.
De eslcs el brigadier Sancho, sin incomodarse al paeecer
ui con Mina ni con Mcndizábal, con qnicncs le unía eslt·e-
cha amisL;id, pero sin aveniese á representar un papel nn
tanto desai1·~1do, acm·dúnllose de que ern militar, desam-
Ji::lró la junta poi· s~ilii· á cam¡nl1a, y fuó a ponei·Be como
soldado ú J~1s úrdcnes de Mina. .-
Singula1· p1·ine;pio hahian tenido en aquella hora las hos-
tilidades, si tal nomlJre 1nernce el sueeso r¡uc vuy ú !'efcrir,
trúgieo y horTot· oso en extrvmo. Mi6ntt·as se aprnsm·alJa
Va!dés a pcncl.i'ar en Espaifa seguido de unos LOOO hom-
bres y poeo mús, eorno parn dai· ejemplo 3 :llina, poniendo
p<llCnte Jo f!llC en el t:ulpalJa de indccision, y miélll!'<iS
Mina se prnpar;1ba ú Sl'~ilil'le, no de buena gal!a, po:·r¡ue
vcia cuán Joi;arnenle [.ll'cuipitnda ern la at:resion, pei·o rn-
suelto 3 no dejnr de exponet• su vida, un Jionilll·e impelido
poi· el fanatismo mi1s ciego posible, se ai·r•ojó c:isi solo ú
reprcstnl.ar el papd de resLatJL'adtH' de Jo llamado lihcrtad
en su patria. Con 11~1 l.Jer dicho áutes cu~h~ s m·an los pt)ll:>~­
micnlos, nfeclos, y siluacion exlnu1a de Ch~:¡rnlangal'ra (6
digamos de !Je Pablo) , fúcil es adivinm· que el'a el sujeto
·tle quien voy hali1amlo en el momento presente. Fiado en
su ~"Loi·ia y r.euomlJre, y en el inJlnjo que se IigLH'~l;a lcnel."
enLrn sus paisanos, lleno de los rceucnlos de la guerra ele
la Indcpcndcnch, y olvidado de lo oc111Tido desde IS~O á
2:{, pens<J que su prescni:.ia y voz conocid~s haslal'ian para
inducir~ miHarcs de navarros i1 seg uirle(-!). No hahi8 an·
dado laq;o trecho por d suelo patrio, cuando d1ó con ur,a

(1) Ho en'.euclodo que álg·ni,,n acoinpai:iaba á Chapalangar:·a.


·Puru el solc se ~;:tl:~(· Ct la rn nert.e.

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nii:cuÉnMs n:E UN A:>CT.\NO.
cuadril1a ó pa1•tida de gente armada, que era, segun es
probable, parte de un cuerpo de voluntarios realislas. En
vez de huit· el drsalumllraclo constituciona1, se fué en dere-
chura á los que juzgaba que podía hacei·sc amigos, y cc-
menzó á predicarles, trayéndoles ala memoria sucesos de
Ja guer1·a contra Napoleon; cómo seguian enlúnce~ a~lina,
y ::iun al mismo De Pablo los navan·os; ser una misma la
causa que él venia ~ sustentar, y que tenía esperanzas de
:sei· oido con t.ant.o ravoe que cncont.t·asc en ellos auxilia-
dores para la obra de dae l!bct·tad á la patria. Hubieron de
quedarse atónitos y suspensos los oyentes al oiL· las exü•a-
fias frases que el predicador les dirig-ia, frases para muchos
incomprensibles, si bien para oll'OS abonúnahles, y más
hubo de caus~11'lcs pasmo ver c¡t:e un homb1·c, no seguido
de fuel'za, osase con tanta serenidad ponérseles del~mte,
cuando los principios que pl'oclamaba t!edaralrnn ser su
enemigo. Pero no dlll'ú mucho la admil'acion, sucediendo i
esta pasiones de mny olra cla8e, y, dis11~11'Jndo uno nn tiro
al prcdicaclot' como en 1·cspn0sla al se1·111on, el r,it;rnplo fué
seguido, y cnyó el infeliz Clwp3b11gan·a cn11¡crlo de heri-
das. Ni se contentaron sus matadot·cs con vcl'le mueeto,
sino que :wrojt\ndose solJ!'e su caditve1., le desteozaroo, lle-
vándose al¡iunos de sus miembt•os poi· 11·oreo; hecho at.roz
repet.iLlo en otra ocnsion pot' gente igualmente bál'lrnl'a,
pcrn prnclamando otras doctrinas, y propio p1·oceder lle·
la plebe feroz poi' sn i~norancia, y Cl'ncl, sea cual fuere la
voz que apellida 6 la bandern que si;1ue.
Del.lió el tl'iste íln de Cirn¡1alanga1·rn ha bel' da1lo que pen-
snr á los conslituc10nales, no pon.¡ue la tem ct•iuad de aquel
infeliz, víctima de su fanatismo y a1Toj o, pudiese tener
buc:i término, sino porque imli¿alJa, poi· las circunstan-
cias anejas á la desgracia, cuál cl'a el cspil'ilu de his pobla-
ciones donde cspcniba la inminente agt•esion encunlrar
amigos. Pero nunca emigrados comprnoden la situacion
del pueblo que se han visto obligados á abandenar y de

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~42 ,o,t;TQ:'llO AT.r.1L\ GHIAXO.

que han estado :rnsentes pot· no 1ll'cvc plazo. Asi es r¡ae


coincidió con la muei·te ele Cilapa\angarca la enkada de
los de Yaldús, á los cu:dcs sigaicron muy pronto los de
:Mina, no ~in que ántc:s, sc;:;nn me han referido personas
dignas de lollo eré dilo, huil!cscn estad o {\ pllnto ele venir
á las manos unos con oti•ns. '{o 8C quedú 1\lrna en F1·ancia;
pero por ca usas que 1~001·0, hubo de cnt1•m· sepal'ado del
gl'Ucso d·~ su genle, pues sólo acompuílado de dos 6 1.1·es
fieles secnacc!', co1·1·1ó geavísirnos pelíg:rns, de c¡ne escapó
como poi· rnil;1grn.
No tcn~:o dalo& pora con lar por mcno1· ó con exactitud
las ocn1•1·c11ci:1s cll! la guGr1·a de dos ó tres di~1s, de que
hubieron de rn:1•u1· lo~ ClHlSliLncionalcs vencidos, sin men-
gua ele su lw11rr1, y l1:11iic11clo tenido pérdir!as lastimosas.
Al segu11do ú len;c:1·0 dia de eslat· en Españ:1 vinieron so·
})re ellos rucrz:.1s t'!l$pd;ihles d~ las que mamlalrn el gene-
ral Llaude1·, cnti·c la~ enal,,s se cunln.bw Lropas Lle la Gtw1·-
dia I\ca!.. ú 1:1 snon 11111y 1u.;ida. nesislir :1 tal ¡1odc!' Cl'a
imposililc, y fui'> runu1;¡1 q111) lodos Cl181lt.os h~1bian pene·
tl'ado en el lerriLol''10 c~¡1o1üol no lrniJicscn quedado en él
para bafi~ 1· r:I s11do p:1lrio con su sa113·1·c; pues el Gollicrno
del rey Ft!'11:.111ur.i a ui11~1111 e•ie:nigo político perdonaba la
vida. PO!'l¡Ue las tro11r1.s 1·e:iles, en wz ele embeslil' desde
lué~o á cu11 lr~!'1os, se euea1ninarnn e.orno {\ COl'ta1·les la
su~
rctir~cl3 ú F"~1n<;a, lo cual nol:ido poi· los constitllciona-
Jcs, rcl1·occd1«1·011 cs lo~ ü lm~e;J1' el alll'igo del Estado ve-
cino; pel'O úu11 ~1s1 no l!;ilman li:1\laclo franco el pnso á no
haból'scle nltiei·to co11 una c:ll'g:1 dada poi· unos pocos de a
caballo d~ su 1n:indu el ;1111.us c;q1i tan ele caralli1ieros rea·
les D.N. Cia, r~cir_•n yeui".O (1 la emig1'8Cion. Cedió cot-l
tal flojcd~d la JOl'anll'1'i:l de la Guanlia r,cal ú tan pO))l'C
fuei•za, que mct'uee :1lgun c1·,\lilo lo qu e despues ~segnrn­
ron var·ios l'c:llisl:1,o p;1~H.los ~i set· soslcncdores del trnno
legítimo y constittwiona! fh~ b;;1bl)l ll, y es que nclrecle de-
jaron p~\Sal' Ú los l[UC Sl) l'di1·aJrnn, sabiendo que de DO lJ.a-

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11€1~UEl\IIOS DE U:-1 A1'CL\NO. 543
eerlo asf, s01·ia ho1·1·ornsamente ensangrentada la victoria.
Pero .si hnlJo tal hunrnnirl~rl. en aque Ha hol'a, no la hubo
en la inmediatamenlr:: postel'iul', que fué la del alcance. No
habiendo seiialcs visibles que'clema1·quen en los despobla·
dos de la fl'ontcra tcatrn de aqucl\os sucesos 01 territorio
del uno y otro Estados \'ecinos, dent1·0 de Francia fuel'Oll
muertos, ó caycrnn p1·isioneros pa1·a perecer con co1·ti5íma
demora bastanl~s de entre los constitueio:iules.
Entretanto, quedaba en Es¡rnt!a }lina, no ignol'ándolo sus
enemigos, esto es, los sel'vir!orcs del Gol1ierno español.
Hacerse con su pel'sona p:i1·a qllitarle con a!~·Lma solemni-
dad, aunque escasa y si11 di1~1cion, la víüa, vino á ser em-
pcfio vivo en unos, tibio en oti·os, pero igllal en sus efec-
tos, de todos los venoodoi-es. Registl'a1·011 los Jugat•es m:'is
fragosos do:! Pi1·ineo, ayud:í11dose con pee1·os de caza. Apé-
nas quedó monte, valle ó cueva en ¡¡lle no se hiciese escm-
puluso t·egi.slro. Pero el c2 ndillo 11avat·1·0 estaba en su ele-
mento cnando lraLa\Ju de esi:a;i:1t· indtllllno de una pet•se-
cucion fon la m:~ls tenaz, y ocullo, ya en cuevas, ya en
medio de la inLt'incada malez~, rnús de una voz sintió ó vió
pasará su lado y casi Lvdwdole, ú los que le bllscabun an-
siosos de su lll';:;ion y su11I icio. Dos ó t1·es dias hubo da
durai· este pcligrn, con·idus los cuales, pisó Mina de nuevo
el tci·nlorio lbnccs voi\·icnclo ú s11 situncion de cmíg1·ado,
de la cual no lrnhia de salir sino en \·irturl Lle una amnistía
traída por poslL1;·ío1·cs y entónccs inesp0t•ados sucesos.
No tuvfo1·on l.an trúgico tln las ten tali\"as hechas por los
confines de Ara¡,.on y C:Halufi~, l~s c1rnlcs vinieron á parar
tJU nad<1, rccog-iéudo~~ los invasores ú Ft·ancia sin pelear,
viendo que no tenían l'•Bt'zas para empeñar una lid coni1•a
sus podei·osos enemigos.
De allí á muy poco, el gobierno frunces, habiendo lo·
gt•ado del de Sspañ~ qno, si hi•:n con visible mala volun-
t<1d, 1·econociese á Luis F<.!li¡ic pol' rey de los franceses,
mandó, como era de cspe1·m·, dispersni·se á los espaíiole5

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reunidos en la frontera. Grande indignacíon nos causó este
hecho, que, bien mirado, era un acto de rigmosa justicia.
Bien es verdad que porque los franc.eses nos babian qui-
tado la libertad en rn:n los juzgábamos ohligados á devol-
vérnosla en 1830, tan trocadas ya l~s cosc1s, que en Fran-
cia dominaban los que más habían viLuperndo la invasion
del ejéi'cito del duque ele Angulema. Pero no pueden las
naciones regil'se poi· leyes que obliguen :i la restit.ucion de
lo que no es un objeto material () rís ie'.l, ni cabe una repa-
1·~eion tal que sub~ane todos los dat1os y perjuicios hechos
en época no inmediata.
Dcspart'311lfi1·on se los emigrnd os por Fi'ancia. no viniendo
:i ser Pal'is su centro, como poco (rnles lo crn L1jndres. En
las lenlativas hcclias en el ~lcdiodí:1, (jllC pt·0th1jc1'on l2
mue1'le de Tol'ríj os, no ¡rndiet·on lomat• pat'le mús que llo·
rando á las víctimas )' maldiciendo á los sac1•ificadores.
Uniéndose con emigr::idos de ot.l'as naciones uno ú olro de
los nuestros, bien que en co1·tís1rno nú111Aro. f11e!'on parti-
cipantes en empresas encaminadas ú den·ibar otros gobier·
nos r¡ue el de E:spafi:i. U:1st.a se dist.inguiernn por más pa-
cífkos r¡uc otros i~mi¡;-1·aclos, y pal'liculnrrnen :,e que los po-
lacos, en no mezcla1·sc en los negocios del pu?bio frar.ices,
:i Ja sazon por demns ínr¡uicto (-!).
Con iiat•lo mayorns motivos pa1·a lene1· aleg1•cs esperan-
zas quo lo$ que debíamos tene1· 011 lnglnto1·ra, acaso tenía-
mo& ménog, sobre lodo al r; :11 pez~1· ·l 832, viendo cómo.
triunfaba el Gobícmo.. ~s paiiol cu~mdo en1 combatido.

(!) es de notar que al solemne entierro del general Lamarque,


donde se presenta ron con banderas l os emig-rndus de 1.c•rla.~ lus na-
cion8s. conClHrieron por1ui~ilnos ostHl ñoles de ·lóS qnE\ ,~iviau en
Paris. Poi' s11puesto. no f'llé allí lllina, Al rlifunto gene ral. más an-
sioso de los tl'Íunfos y glol'ia de las at•mas francesas que del es-
tablecimi~itto de l a lihertarl en pueblos cxtrnuos, solo úebian mí-
nir los e;ipalioles como. a uu devastador (]e su patria, qu.e lo había
sido en la 2·uena ele nuestra indepBnciencia.

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RECO.n:nnos DE UN ANCIANO.

Sin embal'go, los sucesos de Portugal, cuando el e:<>:-


emperacl01• del Bi'asil D. Pedro de Braganza tremoló el
pendan constitucional en Oporto, foeron como una aurora
nuncia del cercano dia de nuestra redencion y victoria.
Pero el día vino sin traérnosla, y rué nublado, y con presa-
gios de acabar fatalmente. Por.otro lado, sin ernbnrgo, se
nos abrió el cu mino á nuestra patria. A ella vol vimos C[l,¡li
todos mal corregidos de nuestros yerros, pero firmes en
nuestros principios y con honra. Perdidos en el seno de
la nncion, nuestra historia cesó en -1834, y algunos sólo he-
mos figurado con más ú ménos lustre, y diferentemente
juzgados por diversas y opuestas doctrinas é interes, en
los anales de la España nueva.

FIN.

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iNDICE.

l. Cádiz en Jos prime1·os años del siglo pre-


s~nte . . . .. ... .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • • 9
H. fádiz en los cli~s del combate de T ra fa l g~r . . Gli
HI. )l~ch•id en los dius riel L'Cinndo de Ct•·los LV.. -1;1
IV ~l<Hl1·id ile •1806 :H807 .... .• . . ,... ... .. .. -03
V. l\la,ll'iLl de$de fin es de I!Iayo basta fines de
Agosto 11rl 1808.... . .... •• . . .. • . • . .. , • • 83
YI. Madl'id v :ilguna pro,·incia á fines de 1808 y
en 180!). . .. ...... .. .. . , , _• . • • . . . , . . • lO:J
''11. Un rnrnu:to en una ciuu3d ,le provincia en
·tSOH . ..... . . . ... . . . .... . . . . . . . . . . . . i25
VllL Cómo so pasaba bien el tiempo en una ciudad
si liada... . . .. . .... . . . .. . . . . . .. . . . . ~-H
lX. Cómo cae un mal ¡;oll1erno... . • , . . . . . • . . . ~07
X. ~:1 ·to de i\la1•zo en C~<liz . . .. .. .. . . . . . . • • 'i~H
X l. Lns sor.ied ;1des pi1 tnóllcas de 1SzOit 18 ~:n . . ::l~U
XII. ::iociNlndcs sci.:rews de Esp:i11a desde 18'20
(\ ·18:!'.l .. .. ... ....... .. .... . . . . . .. .. . . 361
Xlll. De¡'o"icion del rey poi· las Có1·t es en Sevilla
el H el~ Junio rle HHL . , . ..... . .. .. ... /¡.~1
) : •V. flo~
vrnj es q:ie no se parecen el uno al Oll'O. 4.4;1
'.\V . hec1w1·1lns de un~ t'l11Í)!'l':lcion . . .. ...... ... 4:>5
XYL La emi\,!'1·~1cí<H1 consLittwíonal en In fron ~e1·a y
en ca111µ<ui u. ... . .... . ..... . . . ... . . . . .. 5:l9

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