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Tema 3.

Fundamentos conceptuales y metodológicos para


elaborar proyectos culturales
Fundamentos conceptuales y metodológicos para elaborar
proyectos culturales

Dr. Eduardo Nivón


Fernando Cortéz

¿Qué es un proyecto?
El vocablo “proyecto” es de uso común y se emplea para referir diversas situaciones; al ser
un concepto polisémico, es importante acotarlo. En principio, diremos que la Real
Academia Española (RAE) reconoce cinco acepciones de esta unidad lingüística, de las
cuales se traen a colación las siguientes: “planta y disposición que se forma para la
realización de un tratado, o para la ejecución de algo de importancia” y “designio o
pensamiento de ejecutar algo” (RAE, 2015). Con base en lo anterior, podemos decir que,
en un sentido general, un proyecto es un medio que se construye para ejecutar o para
realizar algo de relativa importancia.

De acuerdo con el Comité Técnico de la Organización Internacional de Normalización (ISO


TC/176, 2003, págs. 1-2), un proyecto es un proceso único, consistente en un conjunto
de actividades coordinadas y controladas, con fechas de inicio de finalización, llevadas
a cabo para lograr un objetivo conforme a requisitos específicos, incluyendo las
limitaciones de tiempo, costo y recursos. El carácter único de los proyectos se refiere a
que los criterios, los cálculos y las especificaciones que le sirven de sustento no podrán ser
empleadas en su forma original para otro proyecto (Corzo, 1981, págs. 19-40).

Para el Project Management Institute, un proyecto es una actividad grupal temporal que
se realiza para producir un bien, un servicio o un resultado que es único. Los proyectos
constituyen una actividad temporal en tanto que tiene un momento de comienzo y de fin
claramente establecido y, consecuentemente, tiene alcances y recursos definidos;
produce resultados únicos en virtud de que se constituye sobre la base de un conjunto
específico de operaciones diseñadas exprofeso para lograr propósitos y metas
particulares. (PMI, 2015).

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Como puede observarse, los dos conceptos citados corresponden al campo de la
ingeniería y ponen énfasis en tres aspectos importantes: (1) los proyectos son “trajes a la
medida”, por medio de los cuales se busca solucionar un problema o una necesidad
previamente detectada mediante la generación de bienes y servicios especiales; (2)
operan bajo restricciones presupuestales y temporales; y, (3) suponen el empleo de
métodos y procedimientos planificados.

Dentro de las ciencias sociales, las definiciones de proyecto son variadas. Fontaine (1998,
pág. 21), afirma que, desde la perspectiva económica, un proyecto puede ser concebido
como una fuente de costos y beneficios que ocurren en distintos periodos, en donde el
desafío consiste en identificar y medir los costos y los beneficios que se generen en aras
de emitir un juicio sobre la conveniencia de ejecutarlo o no.

Martinic (1997, pág. 23 y 67), considera que los proyectos de acción social o educativos
son soluciones para resolver problemas específicos de un sector poblacional, y suponen la
movilización de recursos para alcanzar fines predeterminados. Para este autor, todo
proyecto, sea de forma implícita o implícita, de forma más o menos lógica, se apoya en
supuestos, ideas o teorías sobre las determinantes del problema que se busca resolver y la
forma en cómo afrontarlo y dan lugar a sistemas de acción cuyos componentes
interactúan entre sí para producir una serie de cambios en una situación considerada
problemática.

Pérez Pineda (2010, pág. 18), refiere que un proyecto social es una idea o estrategia
descrita en un documento, y mediante la cual se intenta resolver un problema concreto.
En el mismo sentido, Álvarez García (Álvarez García, 2012, págs. 51-53), sostiene que un
proyecto es un proceso que describe la idea dinámica de una acción organizada para
lograr determinados fines y objetivos, que se pueden planear, administrar y evaluar por sí
mismo, constituyendo un ámbito de gestión particular; es también la descripción y
desarrollo de un proceso que permite resolver un problema relevante y complejo, y
orientar un proceso de cambio mediante la instrumentación de estrategias apropiadas,
dentro de un horizonte de tiempo y espacio dados.

Así, con base en las definiciones revisadas, es posible distinguir un conjunto de


características de los proyectos diseñados en entornos industriales, económicos, sociales
o culturales, a saber:

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 Son formulados para modificar una situación indeseada, considerando los recursos
disponibles. Como ha quedado puntualizado en las definiciones anteriores, un
proyecto no aspira a afrontar fenómenos multidimensionales y complejos; sino
revertir problemas concretos, delimitados y analizados previamente.
 Suponen la ejecución de un conjunto de operaciones sistemáticas y planificadas, a
través de las cuales se busca generar bienes y servicios a favor de personas o
grupos sociales reconocidos con anticipación, a quienes usualmente se les
denomina usuarios, beneficiarios o clientes. Mediante la entrega de estos bienes y
servicios se espera generar un efecto fundamental: revertir la situación que motivó
el diseño del proyecto.
 Demandan de una inversión, es decir, de recursos financieros, materiales y
humanos. Sin embargo, lo proyectos no sólo deben generar costos; se debe tener
la expectativa de que los beneficios generados siempre sean mayores a los gastos.
Así, un proyecto implica la movilización de recursos para obtener beneficios
sociales claramente justificados y especificados.
 Se desarrollan no solo bajo restricciones presupuestales, sino también temporales,
por lo que todo proyecto exige explicitar el periodo de inicio y término. Se espera
que, en un periodo razonable, la situación indeseada que motivó la intervención se
revierta o, al menos, que disminuya en su intensidad o magnitud.
 Se expresan en un documento que se describe de manera clara y precisa los
objetivos, los medios y los insumos que habrán de emplearse, así como la forma en
cómo será gestionado. En virtud de que la puesta en marcha de un proyecto
involucra a personas con diversos perfiles profesionales ––quienes intervendrán en
diversas etapas y desempeñarán funciones disímiles–– los proyectos deben
expresar de forma comprensible y concreta las razones que dan origen a la
intervención, los fines que se persiguen, las medidas que se van a adoptar para
solucionar el problema, los actividades a realizar, los recursos que habrán de
requerirse, así como los medios de supervisión y evaluación. De este modo, un
proyecto también debe entenderse como un acto comunicativo en el que se busca
aclarar, organizar y transmitir una idea sobre cómo intervenir para modificar una
situación indeseada.

Con base en la información referida en los párrafos anteriores, podemos concluir que, en
el contexto de este módulo, un proyecto es un documento en el que se describen y

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organizan un conjunto de actividades sistemáticas y racionales mediante la cuales se
busca producir y entregar un conjunto de bienes y servicios a un grupo de personas, en
áreas de rectificar una situación no deseada en un plazo razonable.

Conceptos relacionados con la gestión de proyectos


Como se ha referido, el uso del vocablo “proyecto” se ha popularizado y en ocasiones se
emplea de manera imprecisa. No es casualidad que, en diversas guías y manuales de
formulación de proyectos, los autores se esfuercen en distinguir conceptos tales como
plan, programa, proyecto, actividades, estrategias, proceso y procedimiento; así como a
establecer las diferencias entre uno y otro. Desde la teoría de la planificación, cada uno de
los conceptos mencionados refiere situaciones diferentes que deben ser distinguidas.

Un plan constituye la suma de programas que buscan objetivos comunes, los cuales se
ordenan y jerarquizan a partir de objetivos generales (Cohen & Franco, 2006, pág. 86). Los
planes hacen referencia a decisiones de carácter general y explicitan los lineamientos
políticos fundamentales; definen las prioridades y las estrategias de intervención, así
como los medios e instrumentos que, en lo general, se deberán utilizar para alcanzar
objetivos de gran escala, así como los plazos en que estos deberán materializarse. Un plan
engloba tanto programas, como estrategias, pero no se limita a estos, pues también
establece principios, define prioridades y medios de carácter estructural para lograr
alcanzar los fines pretendidos.

Los programas son instancias intermedias entre los planes y los proyectos, es decir, son
los eslabones que vinculan los lineamientos y las medidas de carácter más general (planes)
con los que trabajan unidades administrativas y operativas más concretas (proyectos). Los
programas constituyen “una constelación de proyectos” de similar naturaleza, es decir,
que están relacionados entre sí y que, consecuentemente, buscan impactar en un objetivo
común (Ander-Egg & Aguilar Idáñez, 2005, pág. 16), el cual se deriva o se establece a
partir de las prioridades definidas en el plan correspondiente.

Como ya se ha mencionado, un proyecto es un conjunto de actividades sistemáticas y


racionales mediante la cuales se busca producir y entregar un conjunto de bienes y
servicios a un grupo de personas, en áreas de rectificar una situación no deseada en un

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plazo razonable. En palabras de Pichardo Muñiz, los proyectos son la unidad más
operativa dentro del proceso de planificación y constituyen el último eslabón del proceso
de planeación (citada por Cohen & Franco, 2006, pág. 85). Para Cohen y Franco (2006), los
proyectos son también la mínima de asignación de recursos.

Las actividades son operaciones o tareas que realiza una persona, las cuales pueden ser
físicas o mentales, y se llevan a cabo para alcanzar una meta prefijada (Corzo, 1981, pág.
16). Las actividades son las tareas más pequeñas identificables en un proceso de
producción de bienes y servicios.

Por su parte, una estrategia, es el conjunto de acciones que realiza una persona u
organización para aprovechar las oportunidades y lidiar con las adversidades que se
presentan, con miras a situarse en una situación ventajosa, conseguir una posición de
liderazgo, o lograr un desempeño eficiente y sustentable. Una gestión estratégica,
entonces, consiste en escoger adecuadamente “las batallas que habrán de librarse”,
identificar las prioridades, asignar recursos de forma inteligente a fin de dar respuesta a
las necesidades más apremiantes o satisfacer las demandas más sentidas de la población o
que generen oportunidades de desarrollo (Velasco, 2010, pág. 17).

Relación entre plan, programa, proyecto y actividades

Fuente: Elaboración propia

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Los procesos y los procedimientos forman parte de las rutinas organizacionales. Los
procesos son un conjunto de actividades interrelacionadas a través de las cuales
transforman los insumos en resultados (productos), que proporcionan un valor a quien los
usa, aplica o demanda. Se clasifican en sustantivos y adjetivos. Los primeros son aquellos
de los que dependen el cumplimiento de la misión y los objetivos estratégicos de un
organismo y se relacionan directamente con los productos o servicios ofrecidos a la
comunidad. Por su parte, los procesos administrativos son aquellos relacionados con la
gestión interna de la institución y están relacionados con la administración de recursos
humanos, materiales y financieros. Se denominan adjetivos (también se denominan
administrativos o secundarios) porque contribuyen de manera indirecta al cumplimiento
de los objetivos estratégicos (SFP, 2010, pág. 31).

Finalmente, los procedimientos describen la forma específica en la que se lleva a cabo un


proceso y puntualizan quién interviene, qué actividad realiza, qué produce, cómo lo
produce, cuándo lo produce, con qué insumos y qué atributos debe tener lo que produce
(SRE, 2009, pág. 33).

Tipo de proyectos
Los proyectos son catalogados de diversas formas. Álvarez García (2012, pág. 55) identifica
cinco criterios utilizados que son utilizados para tal efecto: (1) por su orientación: sociales
o económicos1; (2) por el carácter de su implementación: proyectos piloto, experimentales
o de consolidación; (3) por el método a seguir: investigación, investigación-acción,
intervención social; (4) por el sector en el que estén inscritos: industriales, agrícolas,
sanitarios, educativos; o (5) por su cobertura: nacionales, regionales, municipales o
locales.

Gómez Arias, et. al., (2009, págs. 35-36), distingue cinco tipos de proyectos: (1) Proyectos
de desarrollo social: dirigidos a mejorar el bienestar de la población en situación de rezago
educativo, económico o de acceso a servicios públicos; (2) Proyectos de investigación:

1En este caso, el término económico se emplea para definir a aquellos proyectos que explícitamente
buscan una rentabilidad, una ganancia monetaria. En tanto, los programas sociales buscan generar
bienestar social.

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orientados a generar conocimiento sobre un tema o asunto específico; (3) Proyectos de
desarrollo tecnológico: buscan mejorar la aplicación de conocimientos a través de crear
procedimientos y proveer recursos físicos para mejorar un proceso de producción o un
servicio); (4) Proyectos de inversión física: tendientes a desarrollar, ampliar o mejorar
sustancialmente edificaciones, infraestructura, instalaciones o equipos; y (5) Proyectos de
desarrollo organizacional o institucional: dirigidos a mejorar un proceso administrativo o a
crear una organización de trabajo más efectiva a la luz de sus objetivos.

Por su parte, Barbosa y Moura (2013, págs. 23-24), proponen clasificar los proyectos de
acuerdo con su finalidad o razón de ser. Particularmente, estos autores desarrollaron una
taxonomía en torno a proyectos de tipo educativo, a saber:

 Proyectos de intervención: pretenden la solución de un problema o atender


necesidades de una población.
 Proyectos de investigación: tienen por objeto generar conocimiento sobre un
determinado asunto.
 Proyectos de desarrollo: buscan producir y distribuir bienes y servicios, por
ejemplo, la producción de un nuevo material didáctico (bien) o de un nuevo tipo
de asesoría educativa (servicio).
 Proyectos de enseñanza: son desarrollados por profesores y se circunscriben a
facilitar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
 Proyectos de aprendizaje: son desarrollados por estudiantes bajo la orientación de
profesores y tienen por objeto desarrollar competencias o habilidades específicas,
o bien, aprender contenidos específicos.

Por lo regular, en la administración pública, los proyectos se suelen catalogar con base en
los objetivos que persiguen o a partir del área programática en el que estén inscritos, es
decir, proyectos educativos, productivos, sociales o culturales, entre otros. Es importante
advertir que el tipo de clasificaciones referidas en los párrafos anteriores no son
mutuamente excluyentes, de tal suerte que puede existir un proyecto social que se
ejecute en fase piloto, de incidencia municipal y adscrito al sector educativo.

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Los proyectos culturales
Roselló (2004, pág. 24) propone una definición de lo que es un proyecto cultural: es la
secuencia ordenada de decisiones sobre tareas y recursos, encaminadas a lograr unos
objetivos en unas determinadas condiciones. Este autor enfatiza algunos elementos sobre
los proyectos culturales: primero, que constituyen la concreción de un conjunto de
valores, ideas, orientaciones y directrices a los que, en su conjunto, se le denominan
“política cultural” y sin la cual se corre el riesgo de realizar actos mecánicos carentes de
orientación. Segundo, que todo proyecto busca reducir el riesgo y la incertidumbre en el
marco de una intervención. Finalmente, que la implementación de un proyecto implica la
voluntad de lograr algo y la disposición de utilizar los recursos con los que se cuente.

Típicamente, los proyectos culturales se han orientado a preservar el patrimonio cultural,


a difundir expresiones artísticas, a promover el consumo cultural o a incentivar la práctica
de actividades culturales, a resignificar acontecimientos históricos o a reinterpretar
prácticas sociales, así como a favorecer el intercambio de saberes y experiencias con
personas o que provienen de otros contextos culturales. Se pone de relieve que estos
propósitos se refieren sólo de manera enunciativa, mas no restrictiva, por lo que pueden
existir proyectos culturales que no necesariamente puedan catalogarse.

Escobar (2015), considera que, en aras de que el sector cultural gane un lugar más
relevante en la agenda de las políticas nacionales de México, es necesario explorar
metodologías y afinar conceptos relacionados con el trabajo artístico y cultural. Opina que
es fundamental sistematizar con rigor las actividades realizadas por los organismos
públicos, generar mayor información estadística e impulsar una agenda de evaluación más
ambiciosa en torno a los programas culturales que ya están en operación. En suma, hace
una invitación a abandonar la vieja gestión cultural, empecinada en contabilizar recintos
culturales, organizar eventos artísticos y analizar las variaciones en el presupuesto.

Quizás el primer paso para modificar el modelo de gestión tradicional sea discutir y
reconocer los fines centrales de la política cultural mexicana y formular programas y
proyectos que, de manera fehaciente, demuestren su contribución al logro de tales fines.
Tal y como se advierte en la definición de Roselló, los proyectos culturales constituyen la
concreción de la “política cultural” y no deben dar lugar a acciones o inversiones carentes
de orientación y propósitos claros y verificables; los programas y proyectos culturales ––al
igual que los educativos, económicos o sanitarios–– están llamados a resolver problemas

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públicos, a demostrar sus resultados y a dar cuenta de los recursos empleados para tal
efecto. Como veremos más adelante, los proyectos culturales no son producto de la
buena voluntad, sino del aprovechamiento del conocimiento y las técnicas de las ciencias
sociales y de la formulación de respuestas estratégicas para remontar las situaciones que
no se corresponden con los principios, valores o aspiraciones de nuestra sociedad.

El ciclo de vida y el ciclo de gestión de un proyecto


Los especialistas en planificación no han alcanzado un consenso sobre las etapas por las
que atraviesa un proyecto. Por ejemplo, Abardia (2013, p. 10), concibe el ciclo de un
proyecto en seis etapas: diseño o formulación, preparación, ejecución, cierre, operación,
seguimiento y evaluación. En contraste, Bishop (2002, p. 4) representa el ciclo de un
proyecto utilizando los siguientes estadios: identificación o idea inicial y diseño preliminar,
preparación o diseño detallado, evaluación previa o ex-ante, redacción definitiva,
ejecución y seguimiento, y evaluación.

De acuerdo con el Centro de Estudios para la Preparación y Evaluación Socioeconómica de


Proyectos (CEPEP, 2007, p. 5) el ciclo de vida de un proyecto atraviesa por cuatro fases:
generación o preinversión, ejecución de la inversión, operación y abandono. Por su parte,
Cohen y Martínez (s.f., pp. 14-21), consideran que el ciclo sólo comprende tres etapas:
preinversión, inversión y operación; además, estos autores distinguen el ciclo de vida de
un proyecto con los pasos para formularlo. Estos últimos son: diagnóstico, formulación,
evaluación ex-ante, monitoreo y evaluación ex-post.

A partir de lo asentado en los párrafos anteriores es necesario hacer dos señalamientos. El


primero es que existen diversas maneras de denominar y describir el ciclo de vida de un
proyecto; y, el segundo, es que la gestión de un proyecto supone detonar diversas etapas
o fases de trabajo, cada una de los cuales implica, a su vez, el uso de métodos, técnicas y
herramientas particulares, cuya descripción rebasan los alcances de ese curso. Por lo
anterior, nos limitaremos a analizar dos etapas fundamentales del ciclo de vida de un
proyecto: la formulación y la evaluación.

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Para concluir este apartado, basta con decir que, regularmente, la gestión de un proyecto
alude a diversas etapas: formulación o diseño; implementación u operación; monitoreo o
supervisión; evaluación o valoración; y reformulación o rediseño. El empleo de la palabra
etapa, no quiere decir, necesariamente, que se trate de una secuencia obligada. A
menudo se piensa, por ejemplo, que la evaluación es la etapa final en la vida de un
proyecto; sin embargo, como veremos en el Módulo 4, existen evaluaciones que inician
antes de ejecutar un proyecto, un claro ejemplo es la evaluación costo-beneficio, o la
evaluación de diseño. Ambos tipos de evaluación se pueden llevar a efecto antes de la
fase operativa. Por su parte, el monitoreo o la supervisión es una práctica que debe estar
presente en todo el ciclo de vida de un proyecto. Así, el ciclo de vida referido es una forma
esquemática de representar los momentos más relevantes del progreso de un proyecto a
fin de facilitar el análisis y la gestión del mismo.

El ciclo de vida de un proyecto


(Fases para el análisis y la gestión)

Fuente: elaboración propia

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Pautas metodológicas para formular un proyecto cultural
a. Elaboración un diagnóstico:

La etapa del diagnóstico es una de las más importantes en la formulación de un proyecto,


pues la información recabada en esta etapa servirá de base para tomar decisiones
estratégicas. Recordemos que un problema constituye una brecha entre una situación
observada y una situación deseada; es también una carencia o un déficit observado en un
grupo poblacional determinado, y que, por tanto, deseamos modificar. Concretamente, el
problema puede expresarse en la privación de un derecho; en la exclusión de bienes y
servicios públicos; en la inobservancia sistemática de una regulación; en el incumplimiento
de metas o de estándares de calidad; la insatisfacción ciudadana hacia la calidad de un
bien o de un servicio o en la privación de satisfactores básicos, entre otros, y,
consecuentemente, demandan de la intervención de una autoridad pública o de un
colectivo que desee trabajar de forma sistemática.

Considerando que un proyecto aspira a ser una intervención racional y con ciertas
probabilidades de modificar la situación que motivó la intervención, no es deseable
planificar intervenciones con base en supuestos, preconcepciones o prejuicios; un
proyecto no debe ser una respuesta surgida del sentido común, de corazonadas o de
posiciones ideológicas. Un proyecto debe edificarse a partir de hechos o del
aprovechamiento del conocimiento generado dentro de las ciencias sociales.

A manera de ejemplo, podemos decir que si se desea revertir la “baja presencia de


estudiantes de nivel medio superior en las bibliotecas públicas del municipio ´X’”, es
deseable que se haga una revisión de investigaciones en esta materia; que se revisen
informes de gestión y reportes de evaluaciones hechas a proyectos similares; que se
hagan recorridos de observación en bibliotecas en donde la presencia de estudiantes de
nivel media superior es alta para detectar los factores que expliquen tales diferencias; que
se sostengan entrevistas con el personal que labora en las bibliotecas susceptibles de
intervención para saber es posible formular una explicación razonable sobre el hecho que
se busca modificar; y evidentemente, que se sostengan entrevistas con estudiantes de
educación media superior para conocer las razones por las cuales no asisten a estos
recintos. Sólo por esbozar algunas opciones.

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Los diagnósticos constituyen dictámenes o estudios técnicos en los cuales se define
formalmente el problema previamente identificado, se establece su magnitud en los
márgenes en los cuales se espera intervenir y se especifican sus causas o determinantes,
para lo cual se recurre a métodos y técnicas propias de las ciencias sociales y
administrativas. De acuerdo con Cohen y Martínez (págs. 22-28), además de la
delimitación del problema, los diagnósticos deben contener lo siguiente:

 Línea de base: Es una medida o indicador que refiere la magnitud del problema
antes de la intervención. Debe ser una referencia cuantitativa acorde con el
problema que deseamos describir y reflejar la dimensión del problema o el grado
de afectación de la población objetivo.
 Población objetivo: Es el sector de la población a la que se destinarán los bienes y
los servicios provistos mediante el proyecto. Debe tomarse en cuenta que la
población objetivo no siempre es la población afectada por el problema
identificado al inicio del proyecto.
 Relación entre la demanda y de la oferta: El estudio de la oferta consiste en
describir y analizar los bienes y los servicios que ya existen para atender problemas
similares al que nos ocupa. El estudio de la demanda es la forma mediante la cual
se define qué tipo de servicios se deben entregar mediante el proyecto, así como
su cantidad y la frecuencia. Esto se determina a partir de cuantificar y caracterizar
a los beneficiarios potenciales. Para el estudio de la oferta se puede llevar a cabo
el siguiente procedimiento:

- Identificar los organismos, programas o proyectos operados que atienden


problemas similares a los que nos proponemos atender;
- Analizar el contexto en el que fueron operados (por ejemplo, la cobertura,
las peculiaridades de la población objetivo, los métodos de selección de
beneficiarios, etc.) y los resultados generados;
- Valorar en qué medida la oferta de servicios existentes ha logrado
contribuir a mitigar el problema que motivó el diseño del proyecto y ver
qué tipo de mejoras a ajustes podrían hacerse para alcanzar una mayor
efectividad;
- En su caso, se hace las adaptaciones pertinentes a los servicios o estrategias
seleccionadas.

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Para el estudio de la demanda, es necesario cuantificar el número de beneficiarios
potenciales. Finalmente, se debe establecer una relación entre la demanda y la
oferta, es decir, estimar cuántos nuevos bienes y servicios se deben distribuir, en
qué calidad y con qué frecuencia, para atender a la población que requiere el
servicio, y que se ubica en las zonas de intervención del proyecto.

 Analizar los grupos relevantes: consiste en identificar a los colectivos o actores que
pueden influir en el proyecto tanto positiva como negativamente. Evidentemente,
esta información es de utilidad para establecer alianzas, detectar posibles
financiadores o vincularse con posibles asesores, o bien, para detectar amenazas
que puedan poner el riesgo el progreso del proyecto. De esta manera, se propone:

- Detectar a todos aquellos organismos o personas que pudieran favorecer u


obstaculizar la marcha del proyecto;
- Investigar sus funciones, intereses, capacidad política y operativa;
- Conocer los resultados que han generado o las acciones más relevantes que
han llevado a cabo;
- Definir de qué manera podrían participar en el proyecto o la forma en cómo
podríamos relacionarnos con ellos para lograr el correcto desarrollo del
proyecto.

- Identificar causas y consecuencias: reconocer un problema no es suficiente para


modificarlo. Partimos del supuesto de que una situación no deseada (un problema)
puede modificarse o mitigarse sólo en la medida en que se logre repercutir en sus
elementos causales, es decir, en las condiciones que le dan origen. Al igual que
ocurre en el ámbito médico, conocer la causa de una patología permite prescribir
una serie de medidas efectivas para erradicarla. En sentido opuesto, formular un
proyecto sin analizar los elementos causales del problema es equivalente a
prescribir un medicamento sin haber reconocido el padecimiento que se desea
combatir y sin tener conocimientos sobre sus determinantes. Por su parte, las
consecuencias son los hechos o acontecimientos que surgirían si se decide no
intervenir.
- Analizar los medios y fines. Los medios son los vehículos a través de los cuales se
espera materializar los objetivos de la intervención. En la lógica de la planificación
de proyectos, los medios deben definir los bienes y servicios que vamos a entregar

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a la población objetivo para lograr los propósitos previamente definidos. En tanto,
los fines son propósitos superiores con los cuales buscamos contribuir y, por lo
regular, están explicitados en los planes y programas.

Una vez que se ha delimitado y dimensionado el problema objeto de atención, y


que se han analizado sus factores causales, es posible vislumbrar los objetivos, los
medios y los insumos que serán necesarios para neutralizar los elementos
causales, así como para estimar los plazos de cumplimiento.

Un caso de Política Pública de Cultura: fomento de la lectura


Para enfrentar los retos del fomento a la lectura hay que considerar las condiciones
sociales del país, por ejemplo, el gran rezago educativo acumulado en el que se
encuentran en México 37 millones de habitantes, así como también las condiciones
institucionales y los procesos organizativos y programáticos que se han puesto en práctica
o, como decimos desde hace unos pocos años, las políticas públicas erigidas para
enfrentar este problema social.

Impulsar la formación de lectores ha sido un objetivo del estado mexicano prácticamente


desde la década de los años veinte del siglo XX. José Vasconcelos impulsó la educación y la
producción de material de lectura de amplios tirajes. La Universidad Nacional también
tuvo un compromiso muy vigoroso con la promoción de la lectura. Recordemos que
durante la rectoría de Vasconcelos, éste impulsó una campaña de alfabetización en la que
participaron muchos universitarios.

Modernamente los programas se han extendido a diversas instituciones y niveles de


gobierno. Por ejemplo, el Gobierno del Distrito Federal aprobó una ley de fomento a la
lectura y al libro casi al mismo tiempo que lo hizo el gobierno federal.

De entre las acciones más resueltas emprendidas por el gobierno federal para el fomento
de la lectura está el programa cultural diseñado por la administración que tuvo en la
lectura su principal eje, aunque algunas acciones desarrolladas fueron inconsistentes
como la pretensión de aplicar el IVA a los libros o el veto a la Ley de Fomento para la
Lectura y el Libro que fue superado dos años después por el gobierno de Felipe Calderón.

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El obstáculo principal que vio el gobierno foxista para congelar la mencionada ley pareció
ser el conjunto de mecanismos para la disponibilidad y acceso equitativo al libro que
incluía la ley, entre los que tenía un sitio importante la disposición del precio único del
libro.

Pero la política pública para el fomento a la lectura y al libro ha sido más que esa
disposición mercantil. La ley estableció que los entes responsables de las políticas de
fomento de la lectura y el libro serían la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA). También dispuso que se formara un
Consejo Nacional de Fomento para el Libro y la Lectura (art. 13) presidido por el Secretario
de Educación Pública como (presidente) y el Presidente del CONACULTA (secretario
ejecutivo). En ese consejo, integrado en total por diez personas, participarían miembros
de la sociedad civil, como el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial
Mexicana, el presidente de la Asociación Nacional de Bibliotecarios y el presidente de la
Sociedad General de Escritores de México.

La principal tarea de este consejo ha sido la elaboración de un programa para el fomento


de la lectura y el libro. Éste fue dado a conocer el mismo año de 2008 y se le conoce como
“México lee”. ¿Qué propuso el programa? Impulsar el acceso al conocimiento y la
información como un recurso fundamental del desarrollo humano. El propósito, dice el
programa, es desarrollar un usuario pleno de la cultura escrita, es decir, alguien que ha
desarrollado todas sus habilidades comunicativas: hablar, escuchar, leer y escribir (México
Lee, Programa, pág. 8). Un diagnóstico general lleva a proponer acciones a partir de ejes
como acceso a la lectura y al libro, formación continua y formación de mediadores,
difusión e información sobre lectura y libros, lectura y vida comunitaria, investigación y
evaluación para el desarrollo lector.

El plan se propone objetivos y metas y para ello estableció etapas para su desarrollo. El
horizonte del sexenio determinó que ese fuera también el del programa: 3 años, tiempo
en el que habría de lograr:

…de manera inicial, ciudadanos mexicanos alfabetizados que hayan desarrollado


integralmente estas cuatro habilidades (hablar, escuchar, leer y escribir), familiarizados
con diversos textos en todas sus formas, impresas o electrónicas; que acudan
sistemáticamente a la lectura buscando respuestas a sus inquietudes, su interés y su
curiosidad, conocer y ejercer sus derechos y obligaciones; capaces de encontrar

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información y contenidos de calidad para comprender mejor algún aspecto del mundo que
habitamos, de dialogar con argumentos para defender sus ideas, de usar el lenguaje para
crear nuevos sentidos; que producen sus propios textos para dar a conocer lo que piensan,
necesitan o quieren; que desarrollan un pensamiento crítico, analítico y conceptual.

Las metas definidas fueron:

- Disminuir los rezagos lectores y educativos y reducir la inequidad en el acceso a la


cultura y al libro.
- Fortalecer de manera indisoluble la relación entre educación y cultura como
sistemas generadores de usuarios plenos de la cultura escrita.
- Propiciar el desarrollo social y mejores índices de calidad de vida a través de la
formación de comunidades lectorales.
- Contribuir al fortalecimiento de la cadena el libro con la contribución de cada uno
de los actores.
- Fortalecer la creación literaria y la editorial, en favor del fomento de la lectura y el
libro.
- Incorporar los nuevos soportes digitales y tecnología de la información y la
comunicación como apoyos para el acceso a la lectura y el libro de toda la
población.

Este plan se desarrollaría por fases con el objetivo de trascender de una política de
gobierno a una política de estado apoyada en la participación de la sociedad:

Fase 1: Diagnóstico, Diseño y Posicionamiento Público 2009-2010. ¿Qué busca?


Desarrollar mecanismos de evaluación y establecimiento de alianzas para el fomento y
difusión de la lectura y el libro.

Fase 2: Impulso al fortalecimiento de capacidades lectoras 2010-2011. ¿Qué busca?


Poner énfasis en el desarrollo de estrategias de formación de mediadores y ciudadanos
usuarios plenos de la cultura escrita fuera y dentro de la escuela.

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Fase 3: Consolidación por estado y región: 2011-2012 ¿Qué busca? Implementar acciones
de fortalecimiento a la lectura y desarrollo editorial, con énfasis en la participación social.

Los informes de cada una de estas etapas son relevantes y se encuentran publicados en la
página web del CONACULTA. La primera etapa que se propuso, es decir, el diagnóstico,
diseño y posicionamiento público del programa da cuenta de 16 acciones. Algunas de gran
amplitud como los programas para el fortalecimiento presupuestal y metodológico del
Programa Nacional Salas de Lectura y de un Sistema para el Registro del Precio Único del
Libro. En cuanto al conocimiento de la realidad de la lectura se elaboraron diagnósticos
por estado sobre la situación del fomento a la lectura y el libro a través de las Comisiones
de Cooperación Cultural CONACULTA - Secretarías e Institutos de Cultura de los gobiernos
de los estados. El CONACULTA también se hizo cargo de la Segunda Encuesta Nacional de
Lectura 2009-2010 y la SEP de la Segunda Encuesta para el Plan de Lectura de Educación
Básica 2009-2010.

Muchas de estas acciones debieron desarrollarse en alianza con organismos de la sociedad


civil u organismos públicos internacionales como la Organización de Estados
Iberoamericanos (OEI).

El segundo informe correspondió a la Fase 2 “Impulso al fortalecimiento de capacidades


lectoras 2010-2011”. En él se enlistan 11 Programas en los que se pone el acento en la
formación de mediadores y editores y en la creación de condiciones adecuadas para su
labor. Por ejemplo, se informa del programa de formación de mediadores en fomento a la
lectura y el libro con valor curricular a nivel nacional y de estrategias de negocios para
librerías con incorporación de las nuevas tecnologías.

Dos de las acciones más sensibles fueron la distribución de las Bibliotecas del Hogar, con
acervos para las familias mexicanas en hogares de escasos recursos y el desarrollo, por
parte de CONACULTA, de Núcleos de Sensibilización Artística y Lectora en zonas
marginadas y rurales.

A la tercera fase “Consolidación por estado y región 2011 – 2012” correspondió el informe
más breve en el que se comunica la cuantía de la Renovación del Fondo de Fomento para
la Lectura y el Libro entre federación y estados (CONACULTA - 32 entidades), con énfasis
en atención a comunidades rurales y marginadas, el diagnóstico sobre la incidencia de la
lectura y el libro en México a través de las acciones del programa de fomento para el libro

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y la lectura y la forma como se prepara el Diseño del Programa de Fomento para el Libro y
la Lectura 2013–2018.

A pesar de lo breve de esta reseña del programa México Lee se puede concluir que es
posible desarrollar políticas públicas serias en materia de cultura. Es poco realista pensar
que en breve tiempo se pueden cambiar las condiciones de la lectura en México, pero es
notable la ambición por desarrollar un amplio programa de fomento a la lectura y al libro
que incluya todos los aspectos de ese campo y la participación de los actores sociales
involucrados. De la evaluación de esta experiencia deberán surgir muchas más a nivel
federal y estatal que permitan pensarnos como país lector y creador.

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Referencias
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proyectos de inversión pública. Guía básica. (Primera ed.). Oaxaca: Gobierno del
Estado de Oaxaca.
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(Primera ed.). México: Limusa.
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para el aprendizaje. México: COMEXANI-CEJUV.
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proyectos sociales. Aportes para la racionalidad y la transparencia. Buenos
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procedimientos. Obtenido de Secretaría de Relaciones Exteriores:
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Velasco, E. (. (2010). Gestión estratégica. México : Siglo XXI.

Bibliografía complementaria
Se sugiere revisar, en el orden que se especifica, los materiales siguientes:

1. Nivón, E. (2013). Elaboración de planes y proyectos de políticas públicas.


Materiales del Posgrado Virtual en Políticas Culturales y Gestión Cultural.

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2. Aldunate, E. y Córdoba, J. (2011). Formulación de programas con la metodología
de marco lógico. CEPAL. Chile. PP. 35-94. Disponible en:
http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/5507/S1100211_es.pdf
?sequence=1 Se sugiere la lectura de este material porque los autores ofrecen
una explicación muy clara sobre la metodología del marco lógico, la cual ha
sido utilizada por diversos organismos para diseñar proyectos de intervención
social. También se describen las técnicas “árbol de problema” y “árbol de
soluciones”, entre otras.

3. Bracho, Teresa (2010). Políticas basadas en evidencia. La política pública como


acción informada y objeto de investigación. En Merino, M. y Cejudo, G.
(compiladores). Problemas, decisiones y soluciones. Enfoques de política
pública. México. Fondo de Cultura Económica y CIDE. Pp. 291-319. Se sugiere
la lectura de este ensayo porque la autora reflexiona en torno a las
implicaciones de diseñar políticas públicas fundamentadas en el conocimiento
generado por las ciencias sociales en aras de incrementar la racionalidad de las
intervenciones estatales.

4. Sen, Amartya (2003) “La economía política de la focalización” Revista de


Comercio Exterior, 53 (3) junio, 555-562.

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