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Situación y contexto del sector salud hace diez años- El emergente sistema de salud resultante,
unido a las condiciones económicas y sanitarias generales del país, permitió alcanzar, a
mediados de siglo XX, los mejores indicadores de salud de la región.
Por diversas causas, la situación durante la segunda mitad de siglo no fue la misma. En vez de
la natural tendencia a la sistematización de los servicios que se perfilaba, se fueron
desarrollando dos subsistemas con características y evolución muy dispares. Las políticas
neoliberales, que durante los años ochenta y noventa recomendaban aperturas comerciales y
reducción del Estado, fracasaron en América Latina y el Caribe.
Durante el período dictatorial, que interrumpió la democracia desde 1973 a 1985, se produjo
un fuerte deterioro del ejercicio de derechos y del nivel de vida de la población. Al inicio de la
recuperación democrática, la reconquista del ejercicio de los derechos políticos y el
fortalecimiento de las instituciones del Estado fueron la prioridad.
A partir de 1998 comenzó a caer nuevamente y se instaló un nuevo período de recesión, cuyo
máximo se alcanzó en el año 2002. Si bien es cierto que Uruguay mantuvo sus bajos niveles de
desigualdad relativa durante la década de los ochenta —a diferencia de la mayoría de los
países de la región—, la desigualdad comenzó a aumentar de forma moderada a partir de 1995
A inicios de la década del 2000, se desató una crisis económica y financiera de gran intensidad
en Uruguay. La proporción de personas que vivían por debajo de la línea de pobreza llegó al
40 % en el 2004 (tabla 1). El desempleo, que en 1991 se situaba en 8,8 %, fue aumentando de
forma moderada a lo largo de la década de 1990 y alcanzó el 17 % en el 2002.
Considerando las tasas de mortalidad por 100.000 habitantes ajustadas por edad, el Uruguay
ocupaba en el 2004 el 11° lugar en el mundo en mortalidad por cáncer en los hombres —
fundamentalmente a expensas de cáncer de pulmón y próstata— y el 16° en el caso de las
mujeres —a expensas del cáncer de mama y de colon-recto. La mortalidad infantil para el 2004
era de 13,2 por 1000 nacidos vivos y la mortalidad en menores de 5 años fue de 16,1 por cada
1000 habitantes.
Con respecto a la carga de enfermedad, las enfermedades no transmisibles eran también las
que tenían mayor peso, por ejemplo, medidos en años de vida saludables (AVISA) perdidos
para el conjunto de la población. Utilizando este indicador, el peso de la enfermedad resultaba
mayor en los hombres.
Especialmente, la cobertura social de la población más pobre, además de ser baja, era
focalizada y contraria a la universalización de los subsidios de protección social de las familias.
Existía, al mismo tiempo, una superposición de recursos, programas y accionar de organismos
que volvían al diseño institucional ineficaz e ineficiente para asumir el abordaje integral de una
estrategia para la reducción de la pobreza y la vulnerabilidad de la infancia y la juventud.
El sector privado de capital social —seguros sociales o sin fines de lucro (instituciones de
asistencia médica colectiva-IAMC)— tenía gran peso en el sistema de salud uruguayo, tanto en
la financiación de los servicios como en su provisión y en la ejecución del gasto. Casi todas las
estimaciones para el gasto sanitario del 2004 rondaron el 9 % del PBI.
El subsector público —28,6 % del gasto— presentaba un alto grado de equidad, con una fuerte
progresividad del gasto; el subsector privado —71,4 % del gasto— mostraba una tendencia
significativa a la regresividad del impacto social del gasto, favoreciendo a los grupos de
usuarios de nivel socioeconómico medio y alto.
En la década de los noventa, aunque en algunos países comenzó unos años antes, se
introdujeron un conjunto de cambios en la organización, el financiamiento y el arreglo
institucional de los sistemas de salud, conocidos y caracterizadas como la segunda ola de
reformas del sector salud (Restrepo, 1997).
Las reformas del sector salud de ese entonces no fueron un proceso aislado, sino que
partieron fundamentalmente de propuestas más amplias de transformación de la economía,
de las relaciones de la vida social y de las políticas de los países. La tendencia determinó la
configuración de los sistemas como reflejo de los cambios económicos y políticos del mundo
por ese entonces. Por un lado, la crisis económica mundial había llevado a reevaluar las
prioridades del gasto público. Por otro, por esos años se identificaba un excesivo gasto de la
asistencia sanitaria.
Uno de los problemas fundamentales de las políticas públicas a comienzos de siglo era,
justamente, la resultante exclusión en salud.
Hasta el año 2006, la población uruguaya accedía a la salud de diferentes maneras, incluso
distribuyéndose entre las distintas instituciones de atención en función de su nivel de ingreso.
La población de menores ingresos —quintiles 1 y 2— tenía cobertura formal, en su mayoría,
por prestadores públicos: Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), Sanidad
Militar y Policial, y Hospital de Clínicas; pero podían tener también algún tipo de cobertura
parcial adicional: Banco de Previsión Social (BPS), policlínicas municipales, seguros parciales
médicos, quirúrgicos o de emergencia. Los sectores de la población de mayores ingresos se
concentraban en prestadores integrales del sector privado, predominantemente las IAMC
Las estructuras de población amparadas por el sector público y por el sector privado eran
significativamente diferentes: las poblaciones de mayor edad se concentraban en los
prestadores integrales del sector privado y las más jóvenes en el sector público.
Como consecuencia, el sector privado tenía una tasa de utilización de servicios mayor que la
del sector público. También existían problemas de acceso diferencial a diversas prestaciones —
farmacéuticas, paraclínicas, etc.—; mientras que en
Los indicadores usados para evaluar la calidad percibida de la atención de salud mostraban
una visión de desconfianza respecto al funcionamiento general del sistema de salud uruguayo.
Dificultad para acceder y utilizar la cobertura de atención formal, que redundaba en una
atención episódica y despersonalizada.
Débil desarrollo del rol rector del Ministerio de Salud sobre el sistema de salud.
Otro gran problema de la política de salud del país consistía en la ausencia de un marco
programático general que permitiera sistematizar y organizar la diversidad de políticas y
acciones públicas impulsadas por el Estado. Por un lado, esto alentaba la superposición de
servicios y el derroche de recursos. Por otro, permitía que segmentos de la población no
pudieran cubrir algunas de sus necesidades.
Estaba claro también que el curso de acción debía ser establecido por el Estado, pero con la
participación de todos los actores involucrados, directa e indirectamente, de forma tal de
asegurar su vigencia en el mediano y largo plazo. Formular una buena política en salud exigía
desarrollar programas específicos, pero sin descuidar la cooperación intersectorial.
La nueva concepción de las políticas de salud empezó a operar a partir del 2005, en base a
cinco ejes estratégicos: coordinación interestatal, descentralización, nueva relación público-
privado en la operativa, participación ciudadana y sustentabilidad
Para ello, se fortalecieron e incluso se crearon nuevas instancias de gestión, en su mayoría con
formato de agencias o servicios descentralizados, utilizando diferentes formas de organización
y estatutos jurídicos adecuados a la realidad de los contenidos concretos: servicios públicos
descentralizados, personas públicas no estatales en régimen de derecho privado, sociedades
anónimas con capital estatal mayoritario, etc. Ejemplos de estas instancias son la Agencia de la
Innovación y la Investigación, la Agencia Nacional de la Vivienda, etc.
La nueva concepción del Estado se acompañó de una nueva concepción del sector privado,
surgiendo dos grandes modalidades de relación con los agentes privados: la que hace a la
relación con las empresas y la referida al denominado sector privado social.
Para el caso de las primeras, se mejoró la legislación reguladora de toda forma de contratación
por parte del Estado y se controló el cumplimiento preciso y riguroso de la nueva normativa de
adjudicaciones. Se incorporaron nuevas condiciones para los llamados a precios y en las
licitaciones públicas tendientes a privilegiar, en ocasiones, a empresas nacionales, favorecer la
generación de empleo preferentemente para jóvenes y desarrollar tecnología.
En el caso del segundo, la nueva orientación promovió al sector privado social en varios
sectores de la economía, muy especialmente a través de programas en área social. Son
ejemplos los institutos de asistencia técnica del cooperativismo de vivienda, las asociaciones
civiles que administran los programas CAIF, los programas de apoyo a la infancia convenidos
con el INAU y las ONG que implementan distintos programas sociales a nivel local.
Consejo Superior Tripartito promovido por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS)
para la definición de los Consejos de Salarios.
Consejo Consultivo para la implementación del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS).
Participación con carácter obligatorio establecida por la Ley de Ordenamiento del Territorio y
Desarrollo Sustentable, para la elaboración y aprobación de los planes.
El período se inicia con una serie de medidas puntuales, pero de amplio impacto —entre las
que pueden mencionarse el Plan de Atención Nacional a la Emergencia Social y su
reformulación, que derivó en la implementación del Plan de Equidad—, que rápidamente se
siguieron en
un conjunto más amplio de políticas y acciones implementadas entre el 2005 y 2009, con la
intención de restaurar la matriz de protección social, y en cuyo seno se desarrolló la nueva
política de salud y la reforma del sector:
Políticas de trabajo y empleo, que reinstalaron los Consejos de Salarios, con el consecuente
impacto en la mejora de las condiciones de trabajo y la recuperación salarial. A su vez, se
promovieron nuevos posicionamientos y se lograron avances en la recuperación de derechos
para colectivos de trabajadores postergados, como los trabajadores rurales y el servicio
doméstico. Políticas de igualdad de género.
En el año 2009, se creó un sistema público de carácter permanente cuya finalidad es la
protección de las personas, los bienes de significación y el medio ambiente ante el
acaecimiento eventual o real de situaciones de desastre, mediante la coordinación conjunta
del Estado con el adecuado uso de los recursos públicos y privados disponibles, de modo de
propiciar las condiciones para el desarrollo nacional sostenible.
Con la creación del SNE quedó configurada la institucionalidad para el abordaje intersectorial
también en materia de eventos adversos, situaciones catastróficas y estados de emergencia
por causas externas.
En agosto del 2008 se aprobó la Ley 18.335 que establece el marco general de los derechos y
obligaciones de los usuarios de servicios de salud.
Alcanzar el más alto nivel posible de salud de la población mediante el desarrollo integrado de
actividades dirigidas a las personas y al medio ambiente que promuevan hábitos saludables de
vida, y la participación en todas aquellas que contribuyan al mejoramiento de la calidad de
vida de la población.
Promover el desarrollo profesional continuo de los recursos humanos para la salud, el trabajo
en equipos interdisciplinarios y la investigación científica.
El SNS opera bajo un esquema de seguro social, que apunta a combinar justicia contributiva,
eficacia sanitaria y eficiencia económica en la atención del trabajador y de su núcleo familiar.
Así, los individuos aportan según su capacidad contributiva y reciben atención según sus
necesidades de salud.
Los recursos financieros se redistribuyen desde los grupos de población con utilización baja de
servicios de salud, habitualmente de menor riesgo sanitario, hacia los grupos con uso más
intensivo de los servicios, usualmente de mayor riesgo sanitario.
Antes de la entrada en vigor del nuevo sistema de salud, la seguridad social pagaba una cuota
uniforme de salud por cada usuario, desvinculadas de sus necesidades de salud, así como de
los costos diferenciales que tenía su atención para el prestador.
Con el nuevo sistema de salud se estableció un nuevo sistema de retribución y pago a los
prestadores: las cuotas salud del SNIS. Esa cápita o cuota salud tiene dos componentes: uno
fijo y otro variable. El componente fijo de la cápita se ajusta por riesgo, utiliza inicialmente y
hasta la fecha la edad y el sexo como estimadores, y asigna diferentes pagos por grupo de
población.
En la actualidad se utilizan varios indicadores agrupados en cuatro áreas, que abarcan, además
de aquellas originales, la asignación de médico de referencia al usuario, la salud del adulto
mayor y, más recientemente, cambios en el modelo de atención (cargos médicos de alta
dedicación).
En ese sentido, el proceso que asume Uruguay luego de la crisis del 2002 resulta apropiado, ya
que urgía una fuerte acción e inversión social para obtener resultados con la celeridad
necesaria. El compromiso programático asumido en el 2005 refleja estas intenciones. En
materia de salud, el abordaje realizado por Uruguay fue uno de los más coherentes en cuanto
a la construcción efectiva de una nueva política de salud, ya que procuró el adecuado
ensamble con el resto
La principal expresión de la nueva política en salud fue la reforma del sistema, que implicó una
nueva estrategia en la búsqueda de efectivizar el derecho a la atención de la salud a través de
una acción universal y con plena responsabilidad estatal. Pero no fue la única. La nueva política
reafirmó la función rectora del MSP y su rol protagónico en la definición de políticas
sectoriales, así como en el control de todos los agentes involucrados en el sistema. Además del
rol de policía sanitaria, le dotó de capacidades para evaluar y controlar.
cambios en sus estructuras y lógicas de funcionamiento, con redistribución del poder. Algunos
aspectos pudieron ser contemplados y desembocaron en transformaciones sustanciales
deseadas. En otros casos, la respuesta evadió el camino que se pretendía o aún es insuficiente.
La universalidad fue una de las características de las acciones propuestas por todas las políticas
sociales; lo mismo en salud. No obstante, también se observa la acción concreta destinada a
los grupos más vulnerables, para lo cual se desarrollaron líneas especiales que contemplaron
sus particulares necesidades. Por ejemplo: mujer, infancia y adolescencia, adultos mayores o
personas discapacitadas.
En gran medida, aunque no únicamente, lograrlo depende del fortalecimiento del primer nivel
de atención (PNA). Gran parte de esta estrategia de fortalecimiento del PNA se basó en lograr
la complementación asistencial —público-privado, privado-privado y público-público— y en la
aplicación efectiva de la atención primaria en salud (APS).
Una vez establecida la meta había que establecer el camino para alcanzarla,
es decir la estrategia. Podemos decir que la APS constituye una estrategia porque
se propone resolver problemas mediante una manera determinada de reorganizar y
reorientar los recursos del sector salud. Esto implica una organización de servicios
con base en niveles de atención, no pudiendo restringirse a un solo nivel. Los
Niveles de atención en salud estarán diferenciados por escalones de complejidad
debiendo existir articulación entre las diferentes unidades. Las definiciones de los
escalones de complejidad, la ubicación y la articulación funcional constituyen los
elementos necesarios de la regionalización de los sistemas de salud. Destacamos
que dicha regionalización es fundamental para lograr la máxima accesibilidad de la
población a los servicios.
La intersectorialidad tiene que ver entonces con que otros sectores, además
del de la salud, deben intervenir en el mejoramiento de la salud de la gente. El
término integral alude directamente al de interdisciplina ya que en la concepción de
salud planteada se torna imposible darle la responsabilidad técnica a una sola
disciplina.