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261-275, 2006
ISSN: 1130-2097
261
NOTAS Y DISCUSIONES
Con tal fin, el «valor intrínseco» de la morales» (es decir, sujetos de obligacio-
naturaleza se ha convertido en la premi- nes) mientras que los seres vivos no
sa por excelencia de su discurso. Pero las humanos (y los humanos con sus capaci-
apelaciones al valor intrínseco se han dades de juicio seriamente afectadas)
entremezclado con la tarea de dar razo- serían contemplados como «pacientes
nes para fundamentar deberes hacia el morales» (objeto de nuestros deberes).
mundo no humano y con los ataques Pero bajo el punto de vista biocéntrico
contra el «antropocentrismo» inherente a las montañas o los cauces de los ríos aún
la «ética clásica» o «tradicional».2 El poseerían un valor subordinado al de los
antropocentrismo es, según la ética eco- organismos vivos. Dando un paso más,
lógica, una visión filosófica dualista, el ecocentrismo también considera por-
anclada en el pensamiento y la religión tadores de valor intrínseco a los ecosiste-
dominantes en la cultura occidental, que mas e incluso a la biosfera en su totali-
sólo considera merecedores de valor dad. Es la clase de valor que Holmes
intrínseco a los seres humanos y sus inte- Rolston III denomina «valor sistémico».7
reses. Su predominio secular explicaría Lo que comparten todas estas visio-
que el mundo carezca de «consideración nes, frente a lo que genéricamente deno-
moral» por nuestra parte.3 Esta crítica minan «antropocentrismo», es la afirma-
del antropocentrismo caracteriza gran ción de que el mundo no humano o
parte de los intentos de edificar una partes de él «importan» más allá de su
«nueva ética» que, animada por los posible empleo como medio para fines
importantes avances de la ecología cien- humanos ulteriores y que esa importan-
tífica, se haga cargo de la actual crisis cia deriva del «valor intrínseco» («valor
ambiental.4 no instrumental» o «valor como fin en
El discurso de esta «nueva ética» ha sí») que es «descubierto» o «desvelado»
enredado las derivaciones ontológicas de por la ecología científica. Pero este sen-
la ecología con la tarea de fundamenta- tido habitual de la expresión «valor
ción ética, buscando los rasgos «objeti- intrínseco» se entremezcla a menudo con
vos» definitivos que permitan justificar una noción metaética de «valor objetivo»
la ampliación del ámbito de la morali- o «valor que un objeto posee indepen-
dad. Así, el utilitarismo reconoce que dientemente de las valoraciones de los
todas las criaturas susceptibles de experi- que valoran».8 Una buena muestra de
mentar sufrimiento deberían ser dignas esta anfibología la ofrece el ecologista
de consideración moral, pero esto deja «profundo» Fritjof Capra:
insatisfechos a muchos autores, ya que
establece lo que Robin Attfield denomi- La ecología superficial es antropocéntri-
na «privilegio de lo sintiente» al despojar ca, es decir, está centrada en el ser humano.
de relevancia moral a seres cuya capaci- Ve a éste por encima o aparte de la naturale-
dad de experimentar placer o dolor dista za, como fuente de todo valor, y le da a aqué-
de estar claramente demostrada (como es lla un valor únicamente instrumental, «de
el caso de las encinas centenarias o las uso». La ecología profunda no separa a los
bacterias).5 De ahí que el biocentrismo humanos –ni a ninguna otra cosa— del entor-
postule la «condición de estar vivo» no natural. Ve el mundo, no como una colec-
como «criterio razonable y no arbitrario» ción de objetos aislados, sino como una red
de consideración moral.6 Es importante de fenómenos fundamentalmente interconec-
advertir que para el biocentrismo sólo los tados e interdependientes. La ecología pro-
seres humanos pueden ser «agentes funda reconoce el valor intrínseco de todos
los seres vivos y ve a los humanos como una deslizándose hacia alguna variante de
mera hebra de la trama de la vida.9 naturalismo ético. Ello se debe a que la
cruzada antiantropocéntrica exige com-
Comprobamos aquí cómo el ecocen- batir toda forma de subjetivismo. Pero es
trismo tiende a enmarañar los niveles erróneo identificar necesariamente éste
ontológico y ético del discurso. Así, «ver con posiciones éticas instrumentalistas,
al ser humano por encima o aparte de la del mismo modo que, como ya he dicho,
naturaleza» es una proposición ontológica el reconocimiento de propiedades objeti-
propia de un antropocentrismo «fuerte» vas no trae de suyo la obligación moral
basado en un dualismo radical que explica de respetarlas.11 Es indudable que la eco-
por qué la naturaleza posee «un valor úni- logía científica afianza una ontología
camente instrumental». La expresión «va- naturalista que subraya las continuidades
lor intrínseco» equivale aquí a un mismo biológicas entre el ser humano y el mun-
tiempo a la noción metaética de «valor ob- do. La premisa metaética de la interde-
jetivo» (noción que no dice nada acerca de pendencia biótica tiene una importancia
nuestros deberes morales) y a la noción decisiva para nuestra forma de actuar en
de «valor como fin en sí» (que tiene claras el futuro, por cuanto revela incertidum-
implicaciones éticas, por cuanto algo que bres esenciales que hemos de tener en
posee valor como fin en sí no debe ser cuenta a la hora de fundamentar deberes
empleado como medio para otros fines). morales hacia nuestros semejantes y
En principio, debería quedar claro el sen- hacia el mundo no humano. Pero el «nue-
tido de la expresión «valor objetivo» cuan- vo paradigma» debe contemplarse como
do, por ejemplo, nos referimos a aquello un paso adelante en el ideal ilustrado del
que satisface una necesidad biológica conocimiento racional, ya que apuesta
determinada. Así, es innegable que el agua claramente por la fundamentación inter-
posee valor objetivo para la conservación subjetiva de la «verdad» y la transdiscipli-
de la vida «con independencia de las valo- nariedad científica. Así pues, lo que en
raciones de los que valoran» o de su pre- ningún caso cabría derivar de él es un fun-
sencia. Pero este sentido del término damento absoluto para los deberes mo-
«valor» y de la acción de valorar, que no rales, algo a lo que, en definitiva, aspira
es privativo de la especie humana, no tie- el naturalismo ético (ejemplificado por el
ne nada que ver con la noción de valor darwinismo de Holmes Rolston III, a
intrínseco en sentido moral; pues puedo pesar de sus reiteradas recomendaciones
reconocer el valor objetivo del agua para de cautela ante la falacia naturalista).
la vida de alguien pero aun así negarme a Así, tras afirmar que «el tiempo evoluti-
proporcionársela afirmando no sentirme vo tiene una dirección ascendente»,
concernido por deber alguno que me obli- Rolston sostiene que «el debe no se deri-
gue a hacerlo. Reconocer el valor objetivo va tanto de un es, sino que más bien se
no es suficiente para prescribir deberes descubre simultáneamente con el es».12
morales. Hacen falta premisas adicionales En sus ataques contra el antropocentris-
para afirmar el valor intrínseco de algo y mo, los ecocentristas como Rolston con-
tratarlo como un fin en sí.10 funden dos dimensiones del término, sin
Con todo, muchos filósofos de la advertir que su relación mutua es mera-
ecología creen que «descubrir» el valor mente contingente. Es cierto que la onto-
objetivo de seres o ecosistemas es con- logía dualista antropocéntrica se ve
dición suficiente para afirmar su valor seriamente cuestionada por la ecología
no instrumental o valor como fin en sí, científica que viene a recordarnos que
somos tan sólo un sofisticado producto valor moral.15 Por tanto, entender el
biológico de la inagotable capacidad valor intrínseco como «valor objetivo»
autopoiética de Gaia. Sin embargo, el sólo aporta confusión en la tarea de fun-
rechazo de la ontología antropocéntrica damentación ética, pues el valor moral
no nos permite abandonar el «antropo- no es una propiedad objetiva sino algo
centrismo ético» al que estamos inevita- que atribuimos los seres humanos a otros
blemente encadenados, como nos recuer- seres u objetos. Sostener lo contrario sig-
da Javier Muguerza: nifica abrazar alguna variante de naturalis-
mo ético edificada sobre los tambaleantes
[L]a ética no puede ser sino antropocéntri- cimientos de una obsesión antiantropo-
ca. El antropocentrismo ético no excluye la céntrica. Esto no significa que las premi-
heterodirección de la preocupación moral más sas metaéticas carezcan por completo de
allá de los confines de la especie humana. Y relevancia para la ética; pues, en efecto,
una ética antropocéntrica podría incluso ser de continuo apoyamos nuestros juicios
hecha compatible con una ontología cosmo- éticos con apelaciones a los hechos. Pero
céntrica. Pero la idea de una «ética cosmocén- otra cosa es que derivemos obligaciones
trica» no ofrece, al menos hoy por hoy, alter- morales desde proposiciones fácticas.
nativa alguna al antropocentrismo ético, pues Cuando advierto a alguien diciendo «no
ni el cosmos en su conjunto ni ninguno de sus debes fumar aquí dentro», me apoyo en
habitantes no-humanos conocidos [...] son, ni estudios científicos que muestran cómo
lo podrían ser, sujetos morales.13 los fumadores «pasivos» también contra-
en cáncer. Con ello no cometo la falacia
Lo que Muguerza denomina «hetero- naturalista (si lo hiciera, casi todos los
dirección de la preocupación moral más juicios éticos resultarían inconcebibles).
allá de los confines de la especie huma- Incurro en ella, sin embargo, cuando
na» equivaldría a la pretendida amplia- digo: «puesto que es nocivo fumar, nadie
ción de la esfera de consideración moral debe fumar»; es decir, cuando deduzco el
que biocentristas como Goodpaster o Att- deber del ser. La independencia mutua
field defienden, aunque sin afirmar que entre ambas esferas queda clara cuando,
todo lo que posee «una naturaleza propia» valorando intrínsecamente la libertad
adquiere de suyo «valor intrínseco».14 Es individual (aunque sea para dañarse a
decir, Muguerza considera que sólo los uno mismo), antepongo ésta al hecho
seres humanos somos «agentes» morales objetivo de que el tabaco mata y formu-
pero podemos (y seguramente debemos) lo mi juicio del siguiente modo: «puesto
extender el alcance de nuestros deberes que es nocivo fumar, nadie debe fumar si
reconociendo el status de «pacientes» con ello causa un perjuicio a terceros».
morales a los seres no humanos. Por lo que Aquí vemos cómo una proposición fácti-
podemos aventurar ya que para el viaje de ca condiciona mi juicio ético –hoy sabe-
la consideración moral ecológica quizá no mos que el tabaco mata, como también
sean necesarias las alforjas del concepto sabemos que el «efecto invernadero» tie-
de valor intrínseco. ne algo que ver con nuestra actividad
económica depredadora— pero no se
II antepone lógicamente a él. Del mismo
modo, puedo aceptar como un hecho
Los seres humanos somos los únicos objetivo que mi despilfarro de energía
seres «constitutivamente morales» y, por causa perjuicios graves al planeta pero
tanto, la única «fuente» conocida de continuar tranquilamente conduciendo
a los individuos en tanto que fines en sí específicas «objetivas» por parte de los
mismos es un concepto categórico; es distintos seres vivos no trae de suyo la
decir, o los individuos existen como afirmación ética de su igual valor, del
fines en sí mismos o no, y entre los que mismo modo que la confirmación de que
sí existen como fines en sí mismos nadie el humo del tabaco produce cáncer no
tiene esta categoría en mayor grado que nos legitima para perseguir a los fuma-
otro».20 Regan muestra cómo las teorías dores (y sí lo hace la vulneración del
ecológicas del valor intrínseco se apoyan derecho de los no fumadores a respirar
inadvertidamente en concepciones del un aire limpio si así lo desean). Necesita-
valor instrumental cuando tratan de jerar- mos, como ya he dicho, una premisa adi-
quizar los diferentes intereses en juego. cional para dar ese paso.
Invocar el valor intrínseco en una teoría Attfield hace suya, pues, una visión
de «fines en sí mismos» no satisface las objetivista «débil» del valor: allí donde
exigencias de economía conceptual. podemos establecer necesidades, capaci-
dades y una idea de «bien en sí» basada
III en su florecimiento, podemos también
apoyar ciertos juicios éticos, aunque en
El carácter superfluo y problemático del ningún caso derivarlos. El escalón si-
empleo de la noción de valor intrínseco guiente para una ética ecológica es esta-
se advierte incluso en teorías más desa- blecer un criterio razonable para jerar-
rrolladas como la ética biocéntrica de quizar los diferentes intereses vitales en
Robin Attfield. Apartándose de la tenta- conflicto sin sacrificar el pluralismo
ción naturalista, Attfield distingue el axiológico que caracteriza a las socieda-
«antropocentrismo tradicional», caracte- des contemporáneas. En realidad, ambos
rizado por su prometeísmo, del «antro- retos no son privativos de la ética ecoló-
pocentrismo epistémológico» que se gica, sino que han de ser afrontados por
hace cargo de la inevitabilidad del origen cualquier teoría que no quiera convertir-
subjetivo del valor moral, sin dejar de se en una «doctrina comprehensiva», en
aspirar a establecer una «ética cosmopo- la terminología de John Rawls.23 Pero en
lita» que estipule principios universali- este punto la propuesta de Attfield
zables.21 La reflexión de Attfield parte sucumbe innecesariamente a la tentación
de la «objetividad» ecológica de ciertas de disolver los problemas con una con-
necesidades o rasgos específicos de los cepción del valor intrínseco. Así, afirma
organismos vivos, ya que todos ellos que la significación o importancia moral
necesitan realizar una serie de funciones de los intereses de un ser vivo «depende
biológicas básicas para florecer y desa- de su valor intrínseco o de su contribu-
rrollar sus capacidades. Este elemento ción a tal valor» y que el valor intrínseco
objetivo sirve para articular una concep- es «una razón para la acción indepen-
ción biocéntrica que otorga relevancia diente o no derivada y basada solamente
moral a todos los seres vivos considerán- en la naturaleza de lo que tiene este
dolos «pacientes morales». Ahora bien, valor». Esta definición solamente distin-
Attfield señala que de ahí no debe derivar- gue las acciones que no están motivadas
se un igualitarismo biocéntrico. La rele- por la consecución de un fin ulterior a la
vancia o consideración moral ha de distin- acción misma de aquellas otras que sí lo
guirse de la «importancia moral».22 La estarían; es decir, hace equivaler el valor
idea de importancia o significación moral intrínseco al valor no instrumental. Lo
asume que la posesión de necesidades que es necesario saber –y se supone que
esta forma la cuestión ecológica permite imposible porque los términos en los que
crear un espacio amplio de entendimien- se mide socialmente el valor son siempre
to entre las posiciones de antropocentris- desfavorables para los conservacionistas,
mo ético ecológicamente «ilustradas» y sobre todo porque no hay criterios socia-
el biocentrismo moderado. La aportación les adecuados para «medir» la irreversi-
decisiva de este último, como hemos bilidad ecológica hasta que no se ha pro-
comprobado en el caso de las propuestas ducido. De este modo, las políticas de
de Attfield y Goodpaster, es situar la hechos consumados, como el urbanismo
vida y su conservación como principio costero en nuestro país, no encuentran
de consideración moral. Desde mi punto obstáculos en su camino, puesto que la
de vista, este principio posee, sin necesi- demostración de la irreversibilidad suele
dad de vincularse con una esquiva llegar años después.
noción de «valor intrínseco», un poten- La cuestión fundamental para una
cial evidente en forma de lo que denomi- ética ecológica no es, por tanto, encon-
no «principio de reversión de la carga de trar una formulación adecuada del «valor
la prueba». Este principio operaría como intrínseco» de la naturaleza. El verdade-
el fundamento ético de la estipulación de ro problema es que las articulaciones ins-
derechos ambientales para los seres titucionales de las políticas ambientales
humanos y como inspirador de la legisla- no favorecen realmente el pluralismo
ción ambiental. El principio descansa, axiológico porque dejan fuera una in-
fundamentalmente, en un criterio pru- mensa gama de concepciones del valor
dencial que establece que aquellos que instrumental respetuosas con la naturale-
emprendan intervenciones en el medio za al imponérseles la carga de la prueba
han de mostrar por adelantado que tales cuando defienden la preservación de
intervenciones proporcionan alguna cla- especies o hábitats. Por ello es de la ma-
se de valor superior al que perdemos con yor importancia que entendamos el valor
ellas. Este principio de responsabilidad instrumental como una clase muy amplia
por la destrucción ambiental tendría que de valor que no puede expresarse a tra-
hacer frente a los problemas derivados vés de un único lenguaje. Generalmente,
de la inconmensurabilidad y, por tanto, a la literatura ecológica se refiere peyorati-
los problemas de la traducción en térmi- vamente al valor instrumental como el
nos de valor instrumental de diferentes valor que algo posee «para fines huma-
clases. Allí donde el valor intrínseco nos», como si la obtención de satisfac-
–reservado a los seres humanos y sus ción o beneficio a través de nuestra rela-
derechos, incluidos los ambientales— se ción con la naturaleza pusiera ésta en
ponga en peligro, ningún valor instru- peligro. Hay aquí un rigorismo ético mal
mental, por elevado que sea, podrá justi- entendido que viene a equiparar la explo-
ficarse. Pero, además, la dificultad de tación exhaustiva de la naturaleza como
hacer conmensurables el valor instru- un mero «recurso» o «materia prima» con
mental de, por ejemplo, la conservación muchas otras acciones encaminadas a
de determinadas especies y la construc- protegerla, que quedan disminuidas por el
ción de infraestructuras viarias, dejaría hecho de apelar a alguna clase de interés
de recaer sobre aquellos que se oponen a humano (por ejemplo, estético o senti-
las intervenciones. En la actualidad, mental).32 Los fines e intereses humanos
éstos tienen que demostrar que la conser- son muy diversos, así como los medios
vación aporta más valor que la interven- para satisfacerlos. Por ejemplo, no es lo
ción. Pero esa demostración resulta mismo talar un bosque por completo para
la extinción de tales especies, los cuales posibilidad de que las generaciones futu-
se verían obligados a demostrar que no ras descubran el valor de las cucarachas.
existen razones para preservarlas antes No deberíamos privarles de la oportuni-
de proceder a su destrucción. Con ello, dad de hacerlo si valoramos a los seres
los organismos vivos, como pretenden humanos futuros como fines en sí. Con
los biocentristas, serían merecedores de todo, se podrá replicar que los organis-
consideración moral mientras no hubie- mos individuales quedan desprotegidos,
ra razones para convertirlos en medios es decir, puedo matar cuantas cucarachas
para fines humanos (o de otros organis- desee mientras esté seguro de que no
mos). Pero obsérvese que, incluso en están en peligro de extinción ni curan
este caso, puede elaborarse un argumen- enfermedades. No obstante, creo que en
to que apela a intereses humanos para casos como éste una teoría que afirme el
justificar la protección. Pensemos en valor intrínseco de las cucarachas no
organismos vivos que no aportan, apa- resultará más convincente para detener al
rentemente, bienestar alguno a los seres exterminador que un argumento indirec-
humanos, como podrían ser las cucara- to en la estela kantiana. Me temo que en
chas. Es complicado elaborar un argu- casos como éste, si pretendemos prote-
mento que demuestre el bienestar que ger a las cucarachas, cualquier ética eco-
nos procuran, pero no lo es más que afir- lógica habrá de adoptar un tono emoti-
mar su valor intrínseco o convertirlas en vista más o menos explícito y prescindir
vida que debemos «reverenciar». A buen de razones últimas.34
seguro, una minoría de entomólogos sen- En definitiva, el «principio de rever-
tirán pasión por ellas y, probablemente, sión de la carga de la prueba» debería
este es ya un argumento de peso para que ser especialmente contemplado cuando
no exterminemos la última cucaracha. esté en juego el bienestar y los derechos
Pero imaginemos que tales entomólogos de seres humanos. Éstos han de conce-
señalaran indicios fiables de que las birse progresivamente en un sentido más
cucarachas y sólo ellas producen cierta amplio, hasta abarcar derechos ambien-
sustancia que puede emplearse para tales.35 Ello implicaría otorgar mayor
curar una enfermedad grave. De pronto, significación moral a las necesidades de
el valor de las cucarachas para los seres las generaciones futuras que a la satis-
humanos se eleva enormemente, hasta el facción de nuestros deseos presentes, lo
punto de que exterminarlas significa que se antoja como una tarea enorme-
atentar contra la humanidad. Pues bien, mente ardua pero ineludible.36 Con todo,
este es un argumento suficiente para no las distintas concepciones del valor
exterminar especie alguna: el exterminio intrínseco podrán continuar disputando
de una especie es irreversible y con él entre sí, aunque sea a riesgo de consti-
perdemos para siempre el valor posible tuirse como «doctrinas comprehensi-
que tendría en el futuro para fines huma- vas» o de eludir problemas fundamenta-
nos. La incertidumbre ecológica, que les; ello contribuirá, a buen seguro, a la
recalca los límites de nuestra razón cien- sana «exacerbación de las tensiones filo-
tífica, aconseja adoptar un principio pru- sóficas». Pues los fines humanos —y
dencial de conservación puesto que aún entre ellos el filosofar libre de trabas—
estamos descubriendo el alcance de han de ser los primeros merecedores de
nuestra relación con el mundo y cabe la respeto.
NOTAS
Ethics, cit., p. 197: ‘The kind of value that a thing o «fideicomisario» del planeta y que, a mi juicio,
has when it is valuable because of its very nature.’ admite una lectura en clave antropocéntrica que
15 Es importante subrayar que me refiero propone una «instrumentalización responsable» de la
exclusivamente al valor moral. Por supuesto que naturaleza. Por otro lado, entre los méritos de Att-
otros seres «valoran», pero lo hacen en contextos field hay que consignar que no aspira a revocar la
muy diferentes. Aquí sólo nos interesa indagar qué «ética tradicional», como ilusoriamente pretenden
sentido ético tiene la noción de valor intrínseco y los deep ecologists, y que mantiene el respeto del
su posible relación con la estipulación de deberes pluralismo axiológico que caracteriza el mundo
morales hacia la naturaleza. contemporáneo como un punto central de su teoría.
16 Immanuel Kant, Fundamentación de la 26 No hay espacio aquí para tratar a fondo las
metafísica de las costumbres, Madrid, Espasa-Cal- cuestiones relativas a cómo una ética ecológica
pe, p. 104. debe tratar de proporcionar criterios razonables
17 Immanuel Kant, «De los deberes para con para intervenir en los ecosistemas y definir el sufri-
los animales y los espíritus», en Lecciones de ética, miento «gratuito». De hecho, biocentristas y eco-
Barcelona, Crítica, 2002, p. 287. centristas disputan, a veces enconadamente, si
18 Ibid., p. 288. deben tener prioridad los organismos individuales
19 Véase Tom Regan, «¿Se basa en un error la o la estabilidad ecosistémica en la gestión de los
ética ambiental?», en Margarita Valdés, op. cit., pp. parques naturales. En esta clase de debates se
119-146, esp. pp. 141-142. Regan distingue tres advierte con gran claridad, a mi juicio, cómo el
clases de teoría ética ecológica basadas en la antropocentrismo ético es inevitable; pues en la
noción de valor intrínseco. A saber: «teorías del decisión final tendrán sólo un peso limitado los cri-
valor intrínseco basadas en estados mentales», terios «objetivos» invocados por ambos.
basadas en «estados de cosas» y basadas en «fines 27 Javier Muguerza, «Filosofía y diálogo», cit.,
en sí mismos». p. 107.
20 Ibid., p. 134. 28 Véanse, respectivamente, la propuesta aris-
21 Véase Robin Attfield, The Ethics of the Glo- totélica de John O’Neill en Ecology, Policy and
bal Environment, Edimburgo, Edimburgh Univer- Politics, cit., así como las reformulaciones contrac-
sity Press, 1999, pp. 27-28. tualistas de Andrew Dobson, en Justice and the
22 La distinción entre «consideración moral» Environment. Conceptions of Environmental Sus-
(moral considerability) y «significación» o tainability and Dimensions of Social Justice,
«importancia moral» (moral significance) es esta- Oxford, Oxford Univ. Press, 1998 y Brian Barry,
blecida en Kenneth E. Goodpaster, op. cit., p. 151, en ‘Sustainability and Intergenerational Justice’, en
para quien el «criterio de importancia moral [...] Andrew Dobson (ed.), Fairness and Futurity.
pretende regir los juicios comparativos de ‘peso’ Essays on Environmental Sustainability and Social
moral en casos de conflicto». Justice, Oxford / Nva. York, Oxford Univ. Press,
23 Véase John Rawls, El liberalismo político, 1999, pp. 93-117.
Barcelona, Crítica, 1993/2004, p. 43: «Una con- 29 John Rawls, Justicia como equidad. Una
cepción es plenamente comprehensiva si abarca a reformulación, Barcelona, Paidós, 2002, pp. 23-24.
todos los valores y virtudes reconocidos en un sis- 30 Véase Bryan G. Norton, Toward Unity
tema articulado con precisión; mientras que una Among Environmentalists, Nueva York, Oxford
concepción es sólo parcialmente comprehensiva si University Press, 1991, esp. pp. 220-243.
se limita a abarcar un determinado número de valo- 31 Ibid., p. 235. Con todo, Norton no escapa a
res y virtudes no políticos y está vagamente articu- la cacofonía del valor intrínseco, pues denomina
lada. Muchas doctrinas religiosas y filosóficas «intrinsic value» al «valor objetivo» y reserva el
aspiran a ser a la vez generales y comprehensivas.» término «inherent value» para el «valor no instru-
A mi juicio, las perspectivas bio y ecocéntricas no mental». A su juicio, la diferencia entre ambos es
pueden articularse de otro modo más que «compre- epistemológica, no moral. El «valor intrínseco»
hensivamente». (objetivo) es «anterior a la conceptualización
24 Cf. Robin Attfield, The Ethics of the Global humana, es descubierto», mientras que el «valor
Environment, cit., p. 39, trad. mía. Con anteriori- inherente» (no instrumental) es «postulado dentro
dad, Attfield sostenía una idea bastante similar del de una teoría o cosmovisión humana» (trad. mía).
valor intrínseco (cf. The Ethics of Environmental 32 Esta es la sensación que produce el biocen-
Concern, cit., p. xvii). trismo deontológico de Paul W. Taylor, quien da a
25 De hecho, Attfield defiende una ética subs- entender que cualquier acción que no proceda de
tantiva secular basada en la stewardship tradition una «buena y pura voluntad» arraigada en la bio-
–con raíces en la tradición judaica, cristiana e islámi- centric outlook, no es una acción «respetuosa» con
ca— que contempla al ser humano como «albacea» la naturaleza. Véase Respect for Nature, cit.
33 Véase Brian Barry, op. cit. y los artículos los intereses de aquéllos. Pero cuando el número de
contenidos en la sección «La ecología y los límites detractores sea lo suficientemente numeroso –por
del liberalismo» de la Revista Internacional de las razones últimas que sean— un argumento utili-
Filosofía Política, nº 13, Madrid, julio 1999, pp. tarista, sumado al «principio de reversión de la car-
11-117. ga de la prueba», bastaría para justificar su prohi-
34 No analizo, por razones de espacio, casos bición, puesto que el bienestar de la mayoría
más complicados, para los que probablemente un dependerá de que los toros dejen de sufrir.
argumento basado exclusivamente en intereses 35 Véase Tim Hayward, «Derechos constitu-
humanos resulte insatisfactorio, como puede ser el cionales medioambientales y democracia liberal»,
sacrificio de toros de lidia. En este caso, los aficio- en Revista Internacional de Filosofía Política, nº
nados a las corridas de toros argumentarán que su 13, cit., pp. 65-82.
bienestar depende del sacrificio de los animales, 36 Un buen punto de partida es el orden de
con lo que parecerá necesario apelar al valor intrín- prioridades estipulado por Andrew Dobson, en Jus-
seco de la vida de los toros para defenderlos ante tice and the Environment, cit., p. 39.