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Enfermedad orgánica en el niño

20/04/2010- Por Aluminé Rodríguez Lima

La enfermedad orgánica grave en el niño es un tema que conmociona socialmente. ¿Cuál será el rol
y la función del psicólogo en la interconsulta, frente a un chico con patología orgánica compleja?
¿Cómo trabajar cuando los tiempos son acotados? ¿Cómo se trabaja con niños donde prima lo
orgánico con fuerte impacto subjetivo? Las enfermedades graves en niños suelen generar
desarraigos, desmembramientos de familias y dificultades tanto económicas como sociales, ya que
muchas familias deben viajar hasta la capital para ser atendidas en hospitales especializados y con
la tecnología adecuada. El analista interviene con los pacientes de difícil manejo, los que no
evolucionan más allá de los esfuerzos adecuados de la medicina y terapéutica propicia, niños que
abandonan el seguimiento y control de su salud. El psicoanalista intenta dar respuestas a estos
sucesos, a fin de que emerja la subjetividad. La enfermedad orgánica es vivida en muchos casos
como una experiencia de pérdida con profunda implicancia subjetiva. Produciendo profundas
heridas narcisistas que padecen los padres e hijos. Refiriéndonos a los padres, ellos deberán realizar
el duelo por el cuerpo imaginario del bebé (padres lo han construido incluso antes del nacimiento
del niño) y reconocer al bebé en su diferencia. Será un proceso doloroso y complejo para superar y
aceptar, donde el sujeto enfermo se encuentra con su propia castración. La enfermedad lleva a los
niños a confrontarse con un ambiente extraño e incomprensible, nos referimos tanto a la tecnología
y aparatos que se utilizan en su cuerpo como el mismo hospital.

La enfermedad orgánica grave en el niño es un tema que conmociona socialmente. ¿Cuál será el rol
y la función del psicólogo en la interconsulta, frente a un chico con patología orgánica compleja?
¿Cómo trabajar cuando los tiempos son acotados? ¿Cómo se trabaja con niños donde prima lo
orgánico con fuerte impacto subjetivo?

Las enfermedades graves en niños suelen generar desarraigos, desmembramientos de familias y


dificultades tanto económicas como sociales, ya que muchas familias deben viajar hasta la capital
para ser atendidas en hospitales especializados y con la tecnología adecuada. El analista interviene
con los pacientes de difícil manejo, los que no evolucionan más allá de los esfuerzos adecuados de
la medicina y terapéutica propicia, niños que abandonan el seguimiento y control de su salud. El
psicoanalista intenta dar respuestas a estos sucesos, a fin de que emerja la subjetividad.

La enfermedad orgánica es vivida en muchos casos como una experiencia de pérdida con profunda
implicancia subjetiva. Produciendo profundas heridas narcisistas que padecen los padres e hijos.
Refiriéndonos a los padres, ellos deberán realizar el duelo por el cuerpo imaginario del bebé (padres
lo han construido incluso antes del nacimiento del niño) y reconocer al bebé en su diferencia. Será
un proceso doloroso y complejo para superar y aceptar, donde el sujeto enfermo se encuentra con
su propia castración. La enfermedad lleva a los niños a confrontarse con un ambiente extraño e
incomprensible, nos referimos tanto a la tecnología y aparatos que se utilizan en su cuerpo como el
mismo hospital. Estos acontecimientos, los enfrentan con la posibilidad de muerte, demandando un
gran esfuerzo psíquico de su parte. En algunos casos exceden las posibilidades del sujeto,
adquiriendo características de trauma psíquico.

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Se generan pérdidas no sólo de las funciones corporales sino pérdidas que afectan la vida social,
escolar, vínculos con grupos de pares, entre otros. Se conciben alteraciones en la imagen en
términos reales e ideales. Alteraciones en el esquema corporal, producto de secuelas causadas por
la enfermedad orgánica, que confrontan al sujeto con la difícil tarea de recomponer una imagen
corporal que pueda ser investida libidinalmente. Eso llevaría a la necesidad imperiosa de reconstruir
la identidad. Para dicha tarea será indispensable, más allá de los obstáculos del niño, que continúe
teniendo su espacio de juego, donde se reconecte con lo íntimo, social y conocido de su mundo
infantil. Como dice Winnicott, el juego es terapéutico en sí mismo.

El espacio terapéutico será el ambiente facilitador, donde se ponga en evidencia la enfermedad del
chico de otra manera, teniendo en cuenta y remarcando las posibilidades sobre los déficits, las
aptitudes y capacidades que puede realizar normalmente. Donde el niño pueda expresar sus
fantasías inconcientes con respecto a su enfermedad y los entramados con lo traumático. Se buscará
‘…promover desde el psicoanálisis…la posibilidad de que allí aparezca lo más singular, potencial y
creativo de nuestros pacientes y a su propia manera’.[1] ‘En todos estos casos…la provisión (del
ambiente como posibilitador) facilita la tendencia innata del niño a habitar o residir en el cuerpo, a
disfrutar con las funciones corporales, y a aceptar la limitación que proporciona la piel, membrana
limitadora que separa el yo del no-yo’1. ¿Pero qué sucede cuando el niño debe alojarse en un cuerpo
enfermo? Marisa Rodulfo en ‘Trastornos narcisistas no psicóticos’ con el caso Gustavo plantea el
objetivo de apropiarse de un cuerpo que no conlleve los significantes de la anormalidad. Las fallas
en lo real del cuerpo marcan fallas en el cuerpo imaginario. Este último es el soporte narcisista,
imagen de cuerpo completo y unificado. El trabajo consistirá en libidinizar esa masa y poder
reconstruir el cuerpo imaginario.

En las entrevistas de inter-consulta con los niños es básica la buena utilización del tiempo, ya que es
acotado. Un tiempo que puede presentarse con la emergencia de la salud del cuerpo del chico y en
urgencia subjetiva por el impacto que esta enfermedad forjado. Los objetivos que se persiguen
tenderán a mejorar la calidad de vida, evaluar el impacto de la enfermedad en la subjetividad,
asegurar la continuidad del tratamiento que se le indica y/o lleve a cabo los controles necesarios.
Para esto será importante obtener información sobre cómo está procesando el ‘estar enfermo’ con
los tratamientos, cuidados especiales, etc. Explorar cómo era el chico antes de la enfermedad.
Evaluar, la actitud de los padres como ambiente sostenedor y facilitador o su contrario, y el vínculo
médico-paciente, esencial para llevar a cabo el tratamiento correctamente sin interferencias en la
salud del chico por cuestiones de desconfianza, mala comunicación, etc.

Según Winnicott, hay libertad en la técnica ya que debe ser apropiada al caso, a partir del
entendimiento de las necesidades del paciente. El encuadre humano permitirá que el paciente
despliegue sus tensiones y estrés. La especificidad del psicoanalista es su escucha, que encierra un
llamado a la verdad. ‘Búsqueda de verdad individual más allá de los acontecimientos’[2]. Allí se
alojará a aquel que está presente en un deseo que la angustia autentifica y oculta a la vez,
amurallado en ese cuerpo, intentando evitar que quede aplastado por un cuerpo fallado y por sus
impedimentos en lo real.

2
Bibliografía consultada

Mannoni, M. ‘La primera entrevista con el psicoanalista’.1973. Granica. Argentina.

Rodríguez, M. ‘El ambiente facilitador: una revisión necesaria y articulación de esta categoría’.

Splívalo, G. ‘La interdisciplina, un desafío del trabajo institucional’. ‘Los procesos psíquicos del
analista que trabaja en interconsulta’.

Winnicott, D. ‘El valor de la consulta terapéutica’ (1965) En ‘Exploraciones psicoanalíticas II’.

Winnicott, D. ‘La comunicación y falta de comunicación como conducentes al estudio de ciertos


pares antitéticos ‘(1963). En ‘El proceso de maduración en el niño’

Winnicott, D. ‘Los procesos de maduración y ambiente facilitador’.1993. Paidós

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