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El concepto de poder local hunde sus raíces ideológicas en la doctrina fisiocrática que
está en la base del ideario revolucionario en materia de igualdad de los individuos,
libertad, comprensión pactista del origen del poder y representatividad. El pouvoir
municipal es formulado por Henrion de Pansey y fue consagrado en el Decreto de
Municipalidades de la Asamblea Constituyente Revolucionaria de 1789 como la
existencia en el seno de cada municipio de un verdadero poder originario, no delegado,
heterogéneo en relación al poder estatal.
Sobre estas bases ideológicas, en el siglo XIX, Maurice Hauriou elaboró la doctrina de la
descentralización como principio de organización de la estructura administrativa del
Estado. Este principio partía del reconocimiento de unas corporaciones territoriales
secundarias con personalidad jurídica distinta de la del Estado, con competencia para
llevar a cabo sus propios asuntos y mediante autoridades locales integradas por
elección. Es esta la concepción impuesta en el derecho continental como paradigma
que permite, de abajo hacia arriba, la representación del pueblo y la garantía de la
participación de la sociedad en el poder político.
La posición que ocupan nuestros entes locales, así como la autonomía para la gestión
de sus intereses que el texto fundamental les atribuye, es el resultado de este proceso
histórico, y desde él, del reconocimiento por el constituyente de su función específica
para la realización del orden constitucional. Ahora bien, la garantía constitucional de la
autonomía local, por lo que respecta al establecimiento de límites al legislador en
relación con las competencias municipales, es muy frágil. Un análisis de la
jurisprudencia constitucional sobre el principio de autonomía local, constata que el
texto constitucional, centrado en la organización autonómica, no ha sabido construir
en el titulo VIII un dique efectivo que preserve un núcleo mínimo de competencias que
el legislador debe garantizar a los municipios. La doctrina constitucional ha centrado
esa garantía constitucional de la autonomía local en la protección del ámbito de sus
competencias, ex artículos 137 y 140, a partir del principio de la garantía institucional,
pero sus frutos han sido más bien magros.
La pretensión de insertar en una norma estructural que regula las instituciones locales
como es la Ley de Bases de Régimen Local, disposiciones normativas dirigidas a hacer
frente a realidades contingentes propias de un escenario de crisis económico-
financiera y de contención fiscal, ha tenido como consecuencia alterar el sistema
complejo en que se sustenta, sustancialmente en el marco de las competencias
municipales, pero también en no pocas disposiciones normativas que deben releerse
de acuerdo con este nuevo marco básico reinterpretado por la jurisprudencia
constitucional.
CONCLUSIONES