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De Cara al Encuentro con la Tormenta

Ed. Ramírez Suaza, P.Th

Una vida sin travesías vive en la calma de lo aburrido; en la falsa paz del sin sentido.
Una vida sin movimientos arriesgados carece de felicidad. Una existencia sin aventuras
se marchita en la ignorancia y se ahoga en la incredulidad.

Diego Torres, cantautor argentino, tiene una hermosa canción titulada “Color
esperanza”. En ella hay una frase, para mí, muy diciente. Dice: Es mejor perderse que
nunca embarcar… Girar la existencia en el mismo lugar toda una vida, hace que el
paso por esta tierra no valga la pena.

Jesús tiene entre sus muchas fascinaciones esta de arriesgarse, de aventurarse en fe, de
ir al encuentro de cara con la tormenta. A veces huímos a la tormenta, la queremos
evadir, evitar; cuando Dios muchas veces en ella nos quiere hacer distintos, cómplices
de la fe. Para esta noche disfrutemos una de esas aventuras de Jesús, de aquellas
donde sale al encuentro de la tempestad, abriendo las Escrituras en el evangelio según
S. Marcos 4.35-41
Intuyo a Jesús en este pasaje como uno se vale de una experiencia real de travesía en la
que “pasan al otro lado” para enseñarles por medio de la tempestuosa travesía a pasar
de la duda a la fe, del temor a la confianza en él. Una travesía existencial
cristianamente fascinante.

DE CARA AL ENCUENTRO CON LA TORMENTA


una invitación de Jesús hacia la fe

La invitación
Las invitaciones de Jesús son particulares; únicas en su especie. Algunas de ellas
parecieran terribles, como por ejemplo cuando él invita a sus discípulos a un encuentro
de frente con la tormenta.
Inicialmente estas no fueron las palabras de la invitación, uno supone que si hubiese
dicho: -vamos, enfrentemos una tormenta en el mar.- Pues se duda de que alguno
preste atención a semejante disparate. Pero Jesús fue más positivo en su invitación: -
Pasemos al otro lado.-

No tengo la menor duda de que Jesús sabía que les esperaba una tormenta. ¡Él es Dios!
Aún así, en la cortesía de invitarlos “al otro lado”, les tenía una sorpresa: una tormenta,
de la cosa más linda.

Muchas travesías en las invitaciones de Dios incluye un encuentro con la tormenta. Y


Tú lo sabes. Sabes que Dios te ha invitado a cruzar un mar. Sabes y has experimentado
el encuentro con la tormenta.

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Cuando Jesús te invite tenga presente lo siguiente: 1. Cuando Dios nos invita a una
travesía, él va con nosotros. 2. Cuando Dios invita a una travesía, tiene en mente
sorprendernos. 3. Cuando Dios nos invita a una travesía, él probará nuestra fe.
Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro
lado.»

La inclemencia
Jesús como buen pastor, luego de terminar sus sermones atendía a su feligresía con
una admirable cortesía, amabilidad. Les despedía, quizá les abrazaba y con una sonrisa
celestial les bendecía para que regresaran a casa. Sus discípulos se tomaron el tiempo
de esperarlo y juntos partir “al otro lado”. Esto es fundamental: nunca emprenda una
travesía sin Jesús.

Si las travesías de la vida son temerarias y agresivas con Jesús, ¿te imaginas sin él?
Con Jesús abordo se desató una tempestad de proporciones temerarias, peligrosas, de
mucho riesgo. Las olas azotaron la barca con tanta agresividad que los pasajeros
pensaron que se volcarían. La barca se les inundaba.

Mi barca se hizo agua también muchas veces. En alta mar, mi vida parece que se va a
volcar, donde es tan fuerte la tempestad que pareciera no existir esperanza alguna.
He sido sorprendido por tormentas que parecieran volcar mi hogar. Sorprendido por
tormentas que arruinan la salud. Tormentas que comprometen el bienestar económico
de la familia. Tormentas inclementes que se vienen de frente contra el ministerio que
Dios nos confía.

Sí que hemos sido sorprendidos por las tempestades de la vida; ¿quién no?
37 Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban
la barca, que ésta estaba por inundarse.

Lo inaudito
En el corazón de la tormenta, ¿a quién acudir? ¡Pues a Jesús! Y vaya sorpresa, lo
encontraron durmiendo justo cuando se desata la tempestad. Hay una cita de un salmo
que no cuadra aquí, el Salmo 121.3 que dice: El Señor no dejará que resbales; el que te
cuida jamás duerme.
Vaya paradoja, el que cuida a los discípulos -que de hecho es el mismo que cuida de
nosotros- se quedó dormido.

Estaba agotado, acaba de atender una multitud. No sabemos cuántas noches llevaba
sin dormir bien. Sus párpados más pesados que la misma tempestad. No estaba
descuidando a sus discípulos; simplemente dormía al encuentro de un descansito.

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Mientras el Salmo 121 es un poema, la narrativa de Marcos es un testimonio de


discipulado para los creyentes en Jesús de Nazaret, el hijo de Dios. El poema con la
frase: “...el que te cuida jamás duerme” comunica la convicción de que Dios jamás nos
deja desprotegidos. El poeta bíblico sabe que Dios es espíritu y que en esa realidad no
se fatiga, no duerme. Jesús no descuida sus hijos en la tempestad, su presencia debe
ser suficiente para sus discípulos. Aquí el problema que plantea Marcos no es que el
Galileo duerma, como Jonás cuando hay tempestades, el problema está en que para
ellos no basta su presencia, no tienen fe, no confían en Dios.

Note por favor la falta de fe en estas personas cuando le dicen a Jesús: -¿Acaso no te
importa que estamos por naufragar?- Los discípulos acusaron a Jesús de no tener
importancia por ellos. Lo acusaron de indiferente, quizá de indolente. Jesús, frente al
fracaso de sus discípulos se levanta para hacer lo que ellos pudieron hacer: reprender
al viento y a las aguas. Ellos tenían la autoridad del Señor para silenciar la tempestad.
Pero en lugar de ellos empezaron a dudar, cuestionar y juzgar a Dios.

Ahí estamos “pintaos”: desconfiamos en la presencia de Dios. Dudamos de Dios.


Juzgamos a Dios. Cuestionamos al Señor Jesucristo. Esto es una ofensa grave. Siento
que Jesús no debió reprender los vientos ni callar la mar; debió reprender a los
discípulos y callarlos. ¿Quién soy para cuestionar a Dios? ¿Qué le puede reclamar el
barro al alfarero? ¿Qué puede exigirle el ser humano a su Creador?
Su presencia basta. Su presencia asegura. Su presencia es garantía de amor y
protección. Pero la duda nuestra es perversa, atrevida, descarada; nos impulsa
inclusive a juzgar a Dios.

“Ellos son y nosotros somos los «miedosos» y«cobardes». Nuestra fe en Jesucristo,


dice Marcos, debe mantenerse frente a todos los asaltos de las potencias adversas a
Dios y al mensaje del reino. Si no tenemos esta calidad de fe no alcanzaremos a
comprender el mensaje acerca del reinado de Jesucristo sobre todos los poderes” (G.
Cook & R. Fulkes).

Hermanos míos, “...«viajar con Jesús es viajar en paz, pese a las posibles tormentas de
dolor, de las dudas e incertidumbres y de la ansiedad.”
¿Por qué temer? Si te ha sorprendido la tormenta del dolor ¿cómo es que no tienes fe?
Si te ha sorprendido la tormenta de la enfermedad, ¿por qué tienes miedo? Si te
sorprendió la tormenta del divorcio, ¿como es que no tienes fe? Si se te acabó el
contrato laboral, ¿de qué temes? ¿Acaso no va contigo Jesús? En Marcos los discípulos
tienen que creer que Jesús es Señor sobre cualquier tempestad.
38 Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le
dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» 39 Jesús se
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levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se


calmó, y todo quedó en completa calma. 40 A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen
tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?»

La inquietud
Hay una pregunta que los discípulos necesitan resolver: ¿quién es Jesús? ¿Quién es él
que hasta el mar y los vientos lo obedecen? Es una pregunta interesante, justo cuando
al inicio del evangelio de Marcos ya han dado respuesta: Principio del evangelio de
Jesucristo, el Hijo de Dios. ¿Quién es éste? La respuesta es teológicamente
extraordinaria, profunda, para nada fácil: ¡el Hijo de Dios!

¿Qué significó para Marcos decir “Hijo de Dios”?


En el mundo Greco-romano del siglo I, se enseñaba que el César era un hijo de dios.
Por ejemplo, la moneda romana tenía la imagen del César y una inscripción en ella que
decía: “Augusto Tiberio César, Hijo del Divino Augusto.” El César no sólo pedía ser
reconocido como “hijo de dios”, exigió ser reconocido como el “Kyrios”, es decir, como
el soberano, el señor del mundo. Las Escrituras, especialmente los apóstoles del Señor,
insistieron en desmentir esa postura imperial de Roma al predicar que el Kyrios
(Señor y Soberano) es Jesucristo, no sólo del universo; de toda la creación. Que es
Jesús el Hijo de Dios y no el César, y quedó demostrado en la cruz y en la resurrección.
El camino de discípulo que marca Marcos en su evangelio, conduce a que cada
creyente descubra en Jesús que en verdad él es el Hijo de Dios.

En ese momento de tempestad los discípulos de Jesús no comprendieron que él es el


Cristo, el Hijo de Dios. Pero nosotros sí lo sabemos. Nosotros sí lo creemos. Nosotros sí
lo reconocemos. Su resurrección nos dejó ver que él puede vencer cualquier tormenta,
inclusive la muerte misma.
No existe enfermedad, dolor, tragedia, diagnóstico, tempestad que Jesús, el Hijo de
Dios no pueda mandar a callar.
41 Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta
el viento y las aguas lo obedecen?»

Conclusión
A Jesús sí le importa que tu vida esté por naufragar en alta mar, en el corazón de una
tormenta. Dios para ti no duerme. Él cuida de ti como cuida una buena madre de su
bebé. Trae tus tormentas a Jesús que él las puede y quiere callar.

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