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[¿ fuente, los destellos

y la sombra

Antologla poética de los Siglos de Oro

Selección, prólogo y notas:


David Huerta y Pablo Lombó

ALFAGUARA
(@)
L{ FUENTE, LOS DESTELLOS Y LA SOMBRA
D. R. @ Selección, prólogo y noras: David
Huena y pabto l¡mbó. 2O0l
At&lRAMR fndice
Dc €dición:
esra
D o Aguitar. Atrea. Taurus. Atfaguara, S,A- de C.V.,
R-
2002
Av. Univcrsid¿d 767, Cot. det V¿Ile
Méxrco, 0J100, D.F. Tctefono 688 8966
wuw.araguracom.rnx

. D;s'ribuidora y Ed¡roru ASuit¿r, Atrea.Teurú.


Alfaguara, S.A
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,avier de Vian¿ 2350, Montevideo 11200, Uruguay.
. fuuilu, Altea, Tauru. Alfaeu¡¡, S.A
Be¿ley j860. t417. Bueno; Aires.
. Aguilar Chilena de Ediciones Ltda.
Dt. A¡fb A¡iz¡ía t444.
Providencia, Santiago de Chile. Tet. 600
. 73t t0 03
Sanrillana de Costa Rice, S.-d
Apdo. Postal STS-150, San
José 1671 2050, Cosra Rica.

Primera edición: mará de 2002.

ISBN: 968 19_03554

D. R @ Diseño de cubierta: Se¡gio Gutiérrez

Impreso en México
Lupercio lronardo de Argensola 13r
Todo Ic dercIq oo¡dc Bs pubL.*ion Do purde kr rcprcdu:d¡, ni o rodo ni Bartolomé konardo de Argensola 137
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d.,(uprkión d. i"f",rr-i"r.., ,i"g,* f.,.:;i
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tu¿Jqud oúo. nn cl pqmiso ppio. po, qriro, d. * r.*.;í;
t¿ €diLori,t
Prólogo

Los poemas de los Siglos de Oro de la literatura en


lengua española convocan en la mente de sus lectores
im:ígenes diversas: fuentes y espadas, brillos de plata y
mármol, verdores de jardines y frescuras de agua flu-
vial, perfiles de dioses del paganismo clásico y retablos
cristianos, fragores de imperio y elevaciones místicas'
Llamar "de oro" a esos años no es ninguna exagera-
ción: nunca antes ni después los poetas de nuestro
idioma escribieron con tanta y tan afinada delibera-
ción intelectual, con tales perfecciones lormales y con
semejante esplendor imaginativo. Poseían grandes
conocimientos históricos y mitológicos, junto a los
que habría que mencionar el saber geográfico, histó-
rico y militar de la época; utilizaban toda esa infor-
mación en sus creaciones en verso, tanto en el teatro
como en las formas cultas y en las populares y tradi-
cionales, que en la segunda mitad del siglo XVI fue-
ron rescatadas del olvido desdeñoso en que se les tenía
y adquirieron, así, una fuerza sorprendente. El caso
del romance octosilábico tradicional es ejemplar en
este sentido: a los romances populares, los líricos es-
pañoles de fines del siglo XVI agregaron creaciones
únicas, que formaron el acervo renacentista del justa-
mente llamado "Romancero nuevo".
razones, y algunas más de las que
. I:.:"0a...:T
hablará más adelanre, los poetas ,.áureos,,
se muchas lenguas, me dijo por qué no probaba
fo..rn ,n" en lengua castellana sonetos y otfas afies de
consrelación inmensa y deslumbranre
.r, l. t i.,ori, trovas usadas por los buenos autores de Italia;
futerarra de nuestra lengua.
y no solamente me lo dijo así livianamente,
mas aun me rogó que lo hiciese. Partime po-
El papel que jugaron los aedas griegos cos días después para mi casa; y con la largue-
para los auto_ y
za soledad del camino, discurriendo por
res latinos en la gran época
del áñ"¿, A";;;;i.
tuvie¡on, para los poetas de nuestro diversas cosas, fui a dar muchas veces en Io
idioma ei los si_ que el Navagero me había dicho; y así comen-
glos XW y XVII, los m¿ís leídos po.rm
it"li".ro. d.l cé a tentar este género de versos. [...] Mas esto
Renacimiento: Francesco petrarca en
primerísimo lu-
gar,,Jacopo. Sannazaro, Luigi Thnsillo, pierro no bastara a hacerme pasar muy adelante, si
S._U., Garcilaso con su juicio, el cual no solamente
Ludovico Ariosto, Torquaro y Bernardo
Tasso, Luigi
en mi opinión, mas en la de todo el mundo, ha
9-r3: j" la cone del emperador Carlos v (1506_
sido tenido por regla ciefia, no me confirmara
I ))U) tlorecie¡on los primeros grandes
líricos áureos:
en esta mi demanda. Y así, alabándome mu-
Juan Boscán y Garcilaso de Ia Vega.
chas veces mi propósito, y acabándome de pro-
que duranre l-as celebrasiones por
,las fy* Jr lO:ria
bodas de Carlos v con la reina porrugal,
bar con su ejemplo, porque quiso é1 también
lsabel de el
embajador veneciano, Andrea Navagi.ro, llevar este camino, al cabo me hizo ocupar mis
.orrrr.rrZ ratos ociosos en esto más particularmente.
el co¡resano catalán
Juan Boscín e, ór*.d" y l. ,ugi.iO "on
que los poeras de España tratara"
a. ;f.,..
de trovas" italianasr el propio Boscán "aop,".lr, Boscán, pues, adoptó esas "artes de trovas", y además
Io ,.fi.ió ;;;_
rualmente en una garta a la Duquesa le confió su conversación en Granada al caballero to-
de Soma. He aqui
el pasaje.de esa misiva en el qu. ledano Garcilaso de la Vega. Con éste, un verdadero
el po.,, .rdá, .r.,io hombre de genio, comenzaron en toda forma los Si-
ro sucedtdo en I526, año axial de Ia poesfa española:
glos de Oro de la poesía española.
Estando un día en Grunada con Ya antes, durante el siglo XV, en la corte del rey
el Navagero
(al cual, por haber sido tan Juan rr de Castilla, algunos poetas habían intentado
celebrado .r, .,-r.r_
tros días, he querido aquí nombralle adoptar el "it:ílico modo". El verso "culto" de la época
a !,uestra era el pesado y machacón dodecasílabo de "arte ma-
señoría), t¡atando con é[ en casos de
ingenio y yor", como el que utilizó Juan de Mena
de let¡a.s, y especialmente en las variedades -5sg¡s¡¿¡16
de de cartas latinas del rey Juan II- en su Laberinto dz

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Fortuna: "AI muy prepotente don
Juan el segundo, / pronto las alruras a las que llegó. Tirvieron que con-
aquel con quien Júpiter rovo ral zelo. . .,,
fluir varias corrientes de ideas y de creaciones anísti-
El verso "de arte mayor,, convivía en España
con el cas, combinándose de diversos modos, para producir
verso popular de ocho sílabas, alma y
cue-rpo d.l ro- esa fiansformación: la poesía cancioneril, el romance-
mancero. En esta situación, los cortesanos
d. Ju"n rr ro, la decadencia del verso de "arte mayor", la influen-
quisieron ponerse al dla. Estaban medianamente
in_ cia trovadoresca, el neoplatonismo de Petrarca y sus
formados de lo que había sucedido ." k"li"
.; ;i;;_ seguidores. El "itálico modo" adquirió así, gracias a
sado más o menos reciente. Uno de ellos
fue' el Garcilaso de la Vega y a Juan Boscán, carta de natura-
Marqués de Sanrillana autor de las célebres
-el la conocida lización en nuestro idioma. Ocurrió sobre todo en los
serranillas-, a quien debemos formula magní0cos poemas de un hombre de tal juicio y ta-
pata designar el modelo de ve¡sos y estrofas
que se_ lento como el caballero toledano Garcilaso, auténtico
guirían, de mil maneras, los poetas de los
dos siglos dechado de virtudes renacentistas: corresano y gue-
siguientes: "it¿ilico modo,,. pero Santillana
n o abínzó
rrero, enamorado y músico, clasicista y viajero, hom-
a domina¡ las sutilezas fo¡males del verso
d. or.. ,í- bre a la vez mundano y contemplativo' Un gran poeta,
labas que habían cultivado los italianos
con tanta for_ dicho sea rápidamente. Garcilaso de la Vega es uno
tuna; el cumplimiento de esa adopción literaria
tuvo de esos raros casos en Ia historia de la literatura en el
que esperar mejores momentos, que llegaron
a partir que una figura y una obra reciben la aprobación prác-
de ese año de la conversación granadina
de l5i6 en- ticamente unánime de su mundo. Hubo, empero, al-
tre Boscán y el emba jador de Venecia. Hubo
a finales gunos que se opusieron a esa revolución poética. Uno
del siglo XV llamada .,prerrena.imiento,,_
-época de ellos, el simpático Cristóbal de Castillejo, hizo burla
algunos poetas de indudable talento. Uno de ellos,
de las innovaciones italianizantes en poemas que qui-
Jorge Manrique, compuso en esta época una de las
zá no vale la pena tomar demasiado en serio. Un siglo
piezas fundamentales de la literatura
española: las cé- después de su muerte, Garcilaso seguía siendo el poe-
lebres "Coplas a la muerte de su padre;.
ta por antonomasia. La admiración que sentían Por
La adopción y adaptación de las técnicas poéticas
, Garcilaso manifestaban de distintas maneras-
de Ita.lia.se extendió y los poetas españoles -y
los grandes escritores de la época barroca (Francisco
¡on a cultivarlas cada vez con mayor aqjerto."á-.rrr"_
Ello sig- de Quevedo, Luis de Góngora, l,ope de Vega, Miguel de
nificó una auténtica revolución artística en la
expresión Cervantes) lo prueba con amplitud' Más aún: en las
y en los esquemas formales. Sin éstos _sin ^formr*
las peieas que sostuvieron ¿u¡{¡¡i6a "guerra de
i¡¿li¿¡i2¿¡¡s5-, aquélla expresión acabada del -1¡¡¿
senrimiento y de las ideas- -lano habrla alcanzado ingenios"-, la invocación de Garcilaso servía en oca-
tan siones como un arma eficaz para ridiculizar a quienes

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se "apartaban' de la senda trazada por el genio
de aquel maron la decisión de 'volverla a lo divind'; es decir, de
cortesano inspirado y heroico. transformar los poemas de amor humano de Garcilaso
La obra de Garcilaso fue muy brwe: un puñado de en cantos a la divinidad cristiana' Uno de esos buenos
églogas, eplstolas, soneros, o.tarras r.al.s, tdas,
can- cristianos, Sebastián de Córdoba' tuvo un gran éxito
ciones y elegías. Pero fue más que suficiente para im_ con esas "lr,reltas a lo divind' de los versos italianizantes
pulsar por nuevos caminos a la poesía del imperio del de Garcilaso. Y esas adaptaciones fueron leldas con
césar Carlosv e inaugurar con los mejores la entusiasmo por un fraile carmelita, Juan de la Cruz,
edad de oro de la poesía española. ".entos quien adoptó de ellas los versos y algunas formas
estróficas (<rimola lira, proveniente de la famosa "Oda
¡ a la Flor de Gnido") para crear un monumento de la
En la España y en la Europa de los siglos XW y XWI poesla espiritual y mística en esa severa época que co-
era imposible no ser pa¡te, en cuerpo y alma, de la nocemos como la Contrarreforma, encarnada en el
ideología religiosa dominante; dicho de otra manera, llamado "rey prudente", Felipe n, de quien se cuenta
era punto menos que imposible encontrar en esas
so_ que desde ios diez años de edad no volvió a sonreír a
ciedades un ateo o un agnóstico, tal y como nosotros, lo largo de su vida. Los poemas de San Juan de la
modernos del siglo )O(I, entendemos estas figuras. Cruz forman un conjunto impresionante, lleno de
Garcilaso era por supuesto un cristiano cabal;-pero, belleza y de emociones trascendentales; es una obra,
extreñamente, nada hay de cristianismo en sus ver_ si bien breve menor que el de la obra poéti-
sos, a los que podríamos describir como completa- -mucho
ca de Garcilaso de la Vega, su maestro e inspirador
mente peganos y, por añadidura, casi del todo indirecto-, que ha tenido largas resonancias en el
consagrados a la expresión del sendmiento amoroso mundo, m¿ís allá de las fronteras culturales y geográfi-
según los cánones heredados del ,,amor cortés,, cas del idioma español. Un gran poeta irlandés de
de los
trovadores provenlales (con su carga de neoplatonis_ nuestros dlas, Seamus Heaney, tradujo al inglés a San
mo) y de la poesla petrarquesca, cuya máxima expre_ Juan con gran frescura, originalidad y eficacia
estética.
sión lírica es el céleb¡e Cancionero que .ontien. los A lo largo del siglo xlt aparecieron muchas otras
poemas compuestos a Laura. paganismo clásico, alien_ figuras de primera línea en la llrica española. Dos re-
to trovadoresco y petrarquismo neoplatónico, enton- ligiosos, fray Luis de León y Teresa de Ávila, escribie-
ces, se concertaron armoniosamente para darle
forma ron poesía muy hermosa: la del primero, de una
y sentido al lirismo garcilasiano. inteligencia penetrante, capaz de trasmitirnos visio-
Pero la fama de la poesía del toledano tuvo un cu_ nes profundas de Ia experiencia religiosa y elogios emo-
rioso destino. Algunos devotos que la admiraban to- cionados del mundo, el arte y la vida redrada; la de

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Santa Teresa, llena de recogimiento y sencillez, alaba de zozobru del poder de la Casa de Austria' Todos
el poder y la bondad de la divinidad cristian a.I_ain_ esos elementos con la inestabilidad eco-
fluencia del humanista holandá Erasmo de Rotterdam -trabados
y la rigidez de la sociedad estamentalesPaño-
nómica
es patenre en la obra de fray Luis de l,eón; por su ta- dieion oiigen a actitudes desencantadas' por un
parte, Santa Teresa fue una impulsora decidida de re_ lado, y a un r.finami.nto mayor en la expresión poé-
formas en su orden, la de los ca¡melitas descalzos, ac_ ti"a. Ál nacieron las "escuelas" que los historiadores
tividad en la que la ayudó San Juan de la Cruz (y por oosteriores llamaron culteranismo y conceptismo' re-
lo cual éste sufrió dura prisión durante v"rios ml..s). ir.iendo a una dicotomía falsa los contrastes de los
En la segunda mitad del siglo XW surgieron figu_ estilos individuales. El mayor exPonente del
ras¡orables. Un poeta de ,.-.. rrno.oro. y militaies, concePtismo teórico, el jesuita Baltasar Gracián'
se
Ferhando de Herrera, fue, adem:ís d. .rn grrn po.t, ocupi sobr. todo de la obra de Góngora -a quien se
apodaron "El Divino"-, un crltico literrrio de tiene por "culterano"- para ilustrar sus ideas' De
ser
-lo
primer orden: a él debemos la primera gran edición cierta la distinción escolar a la que nos han acostum-
crltica de un poeta ya para entonces clásico: Garcilaso. brado aquellos manuales, el principal poeta sería'
para
La conciencia anísrica, formal y expresi va alca¡zaba, Gracián, Francisco de Quevedo' Más correcto sería
1í cgtas nunca vistas en España. Al mismo tiempo, hablar de una combinación (conceptismo-culteranis-
la política imperial mostraba slntomas de decadencia; mo), además, claro, de examinar con cuidado los ras-
el desastre de la fumada Invencible en l5gg fue uno gos propios, irreductibles, de cada obra'
de esos síntomas, entre los más graves. Una época " Lop. d. V.g" fue un auténtico prodigio de fecun-
nueva se avecinaba: tiempos de d.i.r"*,o, de desga- didaá, sin paralelo en Ia historia de la literatura: se
rramienro, de incertidumbre. Tal fue el t ..eno abo- .alcul, que escribió alrededor de 1,500 comedias e
nado para el despliegue de ese esdlo que conocemos infinidai de otras obras en verso y en prosa' Luis de
con el té¡mino de barroco. Góngora y Francisco de Quevedo han sido vistos tra-
Hacia el último tercio del siglo XVI comenzó la dicionalmente como enemigos acerbos' Lo cierto es
segunda oleada poética de los Siglos de Oro. Los ma- que Góngora fue el poeta más admirado de su tiempo
yores de edad de esa generación fueron Luis de y q,r. .l ieroz Quevedo atacó sobre todo a los segui-
Góngora (nacido en 156l) y Lope de,Vega (nacido ior.. d.l gran Poeta cordobés' Sus obras tienen más
en 1562). Miguel de Cervantes había nádo a me_ seme.lanral de Í"s que vez más hay que decir-
-una
diados del siglo XW, e¡ 1547,lo que Io acercaba a la lo- la enseñanr" á"o1", tradicional nos ha dicho'
generación de Her¡era; Francisco de
euevedo nació Góngora fue un gran transformador de las formas
en 1580. Esta generación vivió la era de declinación y poét[as y su inteligencia penetró profundamente sus

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suntuosos poemas, muchos de
ellos (como las inmor_
¡ales Sohdadcs, de la segunda único. Tampoco lo son las maneras de escribit en cada
d*rd, d;ir;l;;;;, caso. Repasemos algunos de esos modos y maneras,
Vuevedo, por su parre, pulsó varios .egisrros su obra
contiene algunas de .las páginas J, para dar una idea, siquiera general, de los estilos, las
más Éelas y ¡""ár-
mente emocionadas de nuestra literatura, corrientes, las tendencias y las escuelas que Prospera-
como el ron en aquella época.
sonero que comienza ,,Cerrar
podrá mis ojos la pos-
t¡era / somb¡a...,,; según Dámaso La poesía italianizante de raíz garcilasiana coexistió
Alonso á -¿. i.,
moso de cuantos hay en español. a lo largo del siglo XVI con otras formas de lirismo;
de ella se desprendió, como hemos visto, la poesía
mística de San Juan de la Cruz y las composiciones
I-tra_antología tiene como fundamento horacianas de lray Luis de León. La poesía popular
una visión
amplia y a la vez restringida: procura contribuyó a la variedad de la expresión con el rico
cartografiar un
territo¡io vasto pero aI mismo tiempo acervo de la herencia cancioneril y trovadoresca' Por
"á,, a. Ji
lo
versas maneras. Nuestra antología otro lado, la revaloración de la cultura clásica
es una colección
de poesía lírica..loque quiere grecorromana le dio motivos, temas, imágenes e his-
deár qr.
crra poemas eplcos _como La ". for;;;;;
Araucana de Alonso
iorias a una buena parte de la poesla del Siglo de Oro'
de Ercilla- o composiciones en verso Virgilio, Horacio y Ovidio fbrmaban parte del tesoro
inc.luidas en
obras. dramáticas ,riuo d. los conocimientos literarios de cada poeta (y
Ias que hay, en gran cantidad,
por ejemplo, en el_(de
teatro lopesco y en 1". ,rrrr.ior., también de cada uno de sus lecto rcs).Las Metamorfo'
cervanrinas). El lirismo de los poemas s¡t de Ovidio eran parte de esa atmósfera y fueron
de nuesrra
tología, pues, consiste en la expresión
an_
consideradas una verdadera "Biblia poéticd'' Desde
individualizada
de.la imaginación verbal d. ."d" luego, las Sagradas Escrituras estaban presentes en la
po.t",
nales, selladas por,una emoción ,f"f.". "U.r. f..r- conciencia de todos en la España de los Austria y par-
O.J i*g", ticularmente en Ia época posterior al Concilio ecu-
muchas tradiciones convergen .,
."d" po.-". E., io, entre \545 y 1563-'
poemas escriros en español a Io ménico de Tlento
largo de los siglos X\4 y -celebrado
X\41 esas tradiciones se combinln que afianzó la le católica y la fortaleció en la España
de diferentes modos.
, ,. ,r;.fb;;; de Felipe u.
El italianismo de Carcilaso y Boscán Así pues, tenemos en la poesía áurea una multipli-
recogió el rema
amoroso heredado del petrarquismo. cidad de tradiciones: la poesía trovadoresca, los cancio-
Ese rema, naru-
ralmenre, es cardinal _esto es, neros cortesanos, el pasado clásico de Grecia y Roma
del corazón; muy im_
portante y decisivo- en la poesía sus saberes mitológicos e históricos-, las tra-
áurea; p..o .ro ." .l -con
diciones populares, [a gravitación poderosa de Italia'

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Cada poeta tomó de ese cúmulo lo
que servía a su rigurosa y di:ífana, notable por su llaneza. Las preocu-
expresión individual.
pr.ion.s de la época ante los testimonios del pasado
l,a empresa imperial está representada
en este libro monumentos deshechos y empolvados-
por el soneto de Hernando áe Acuña, -ruinas,
.l.gi" J;j; adquieren nobleza y altura en el conocido poema de
energla militar de Felipe rr. Las composiciones
Gutie-
áe Rodrigo Caro, anticuatio y poeta aficionado.
rre de Cetina, por su parte, representan
una de las Mención aparte merece la "Epístola moral a Fabio",
esrnbacrones españolas del petrarquismo.
Cetina y poema central de los Siglos de Oro. En ella la música
F¡ancisco de Terrazas vivieron y
escribieron en el se alía estrechamente con el conocido tema doble del
Nuevo Mundo, lo mismo que el enigmático
fon.i._ "menosprecio de corte y alabanza de aldea"
co de Ia Torre, probablemenre nacidá -abor-
en Sanra Fe de d"do pá. el padre Antonio de Guevara en un tratado
Bo§otá: del otro lado del Atlánrico
¡r"U" ,"_UlJ, muy leldo, que lleva como tltulo esa frase bimembre-
poela áurea, y de primera ca.lidad. Los
po.rrrr" a. y del aurea mediocritas, de ralces senequistas' El desti-
Baltasar del Ncánar, con su directo
.."¡¿o a.i1r_ no a-mericano del capitán Andrada es una cifra poco
mo¡ sorprenden por su ligereza y su buena
factura: el conocida de la historia de los años del barroco'
personaje femenino que en ellos
apa...., Irrér, prot"_ La historia literaria posterior a los Siglos de Oro
goniza, como en la famosa ,.Cenalocosd,,
...;r; ¿ decidió que uno de los rasgos de la poesla del siglo
un epicureísmo robusto y saludable,
dado a Ia buena XVII erala contraposición de dos supuestas escuelas
vrda, especialmente a la comida
y a Ia bebida. EI poe- o corrientes: el conceptismo y el culteranismo' Como
ma de Francisco de Aldana dedicado
al biblista Be'nito hemos visto, tal contraste es falso. Más iusto sería ha-
A¡ias Montano sintetiza las preocupaciones
intelec_ blar de un fenómeno doble, como una moneda de
d: la época, cuyocenrro está en Ia teología
:1.: y la dos caras: el conceptismo-culteranismo, lormula más
vrda espiritual crisriana. El fantaseo _.u.ño,
d. gán- apropiada para entender lo que sucedla en la poesía
deza- del soldado anónimo, a"."",.1, gurrJi"";l;_
de la época. Y además, reconocer el hecho de que el
:urn1,
.l el gracioso poema de Andrés R.| d. fuU.dr, poeta más respetado, admirado e imitado de aquellos
rue elogrado por Cervantes. En otra
de las vertientes años del periodo barroco fue Góngora, cuya influen-
áureas, las composiciones de
Juan d. S"lirrr, cia perduró varias décadas en aquella centuria, hasta
cian, como en filigrana, el conceptismod. "nrlr_
Góngora, que fatalmente fue declinando para, más tarde, con-
aunque con mucho menos elabo¡ación
y g.rrio"qu. vertirse en la vlctima propiciatoria de los nuevos
en éste (las similitudes de este antecedeir."gongJ;i_
academicismos ¡ en especial, de gusto neoclásico'
no, sin embargo, son a veces sorp..rd..rt.r).
manos Argensola, por su pame,
ioí..- En los poetas del siglo XVII confluyen con energía
eicribieron una poesh todas las tradiciones, y muchos de ellos cultivan, ade-

27
Í

más, con inflexiones novedosas,


la sátira y las formas
bu¡lescas de la poesía.
Agradecimientos
Leer a los poetas clásicos
de los Siglos de Oro es una
de las mayores sarisfacciones
que puede experimen_
tarse. Hay que Ieerlos con
.uidrio..on ,r.^.ió",'JO"
dose tiempo para enrender y
valorar rm d.ri..rr.
formales y sus ideas, sus em
Un libro como éste sólo puede hacerse con la colabo-
tos.1rnaL.,,.";;;;;;;:;,':n1,:l:;'Jjfi ':X_
perficies. Esto vale para cualquier ración de muchas personas y de obras semejantes que
especialmenre para poemas
tipo d. po.ri",o.- lo preceden en el tiempo. Reconocemos con gratitud el
de los que
cuarro o cinco siglos, por mucho
;;;;;;;; apoyo entusiasta de Mariana Delgado y Verónica
qr..rren.r..ii* 1., Murguía; la con fianzay la ayuda de Marcela González
un idioma que ya esel nuestro, .l d. lo, hirp";;l;:
Durán y Ramón Córdoba en Alfaguara; la destreza
rcY oialá esta antotogía ,i;, p;;, técnica del señor Alejandro Ocaña; el magisterio cor-
l]::::-1.1:n,:
esrtmular ese tipo de lecru¡as
pr.i.nt.,i, prur.d*r r., diat y sabio del profesor Antonio Carrehay, por rltimo
enriquecedoras qre aquí .e.om.rdr,.n"r,
razón, de los extrao¡dinarios
á;;;;;;.,_ but not ledst-,las enseñanzas extraordinarias
poemas que hemos es_ -l¿*
del maestro Antonio Alatorre, a quien dedicamos con
cogido.
admiración esta antologla áurea. A ninguno de ellos
debe acusársele de nuestros errores, por supuesto.
David Hue¡ta
Pablo Lombó y David Huerta

22 23

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