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EL TERAPEUTA EN COSNTELACIONES FAMILIARES

Raiza Ramírez (2009) Psicoterapeuta Gestalt y Terapeuta en Constelaciones Familiares.

Después de algunos años (no tantos) de experiencia con el trabajo de Constelaciones Familiares me atrevo a
escribir algunas ideas del rol del facilitador que aplica este tipo de terapia, bien sea para grupos o de manera
individual. Son reflexiones basadas en la experiencia y sobre todo en el trabajo con los grupos de formación. Es mi
humilde visión. No una verdad absoluta.

Una de las primeras frases que me viene a la mente cuando pienso en un terapeuta de Constelaciones Familiares es la
siguiente: “El constelador pone el 50% en el trabajo y el otro 50% lo coloca el paciente”. Éste es un buen comienzo de
la consulta.

Técnicamente hay varias maneras de hacer una constelación. Creo que el estilo y los recursos de cada terapeuta son lo
que marcarán la diferencia en cada caso. Y no hay casos iguales.

Ver a cada persona como única y a su tema y a su familia como algo único es quizá una de las mejores herramientas
que podemos tener para abordar un caso. Es importante no dar nada por sentado.

Otra de las ideas importantes es el lugar que ocupo como terapeuta. No sé más que mi paciente, jamás. Él es quien
sabe su historia y la cuenta como puede. Yo solo soy una hormiga delante de su sistema. De su sistema perfecto como
es.

Mi trabajo tiene que ver con mirar compasivamente al que tengo en frente y saber que ha hecho lo mejor para su
familia, aunque sea desde el amor ciego, infantil y con la lealtad ciega que caracteriza a los embrollos sistémicos.

Lo primero es no juzgar. En ningún momento. No hay buenos ni malos. Los hilos de cada familia se tejen como
pueden. Y así es perfecto. El trabajo, a través de la entrevista o preguntas tiene que ver más con encontrar
repeticiones, ver a quién o a qué se excluyó y cómo ese sistema familiar encontró su forma de compensación para
mantenerse.

Hay dos preguntas que suelo hacer al principio del trabajo y que me gustan mucho. No son originales ni de mi
creación. Las he tomado prestadas de gente que sabe mucho más que yo, como Carola Castillo y Joan Garriga.

Las preguntas son simples y muy complejas al mismo tiempo:


1) ¿Cuál es tu tema o qué quieres mirar?
2) Si hacemos la constelación, ¿Qué vas a lograr?, ¿Qué va a cambiar o será diferente?

Una vez hecha la entrevista, seleccionado el tema y conversado con el paciente, el terapeuta escoge los
representantes con los que se comienza el trabajo. Hay un principio que me gusta aplicar y que aprendí en la
formación: mientras menos, mejor. Esto quiere decir que mientras menos representantes escojamos, puede ser mejor
para el trabajo.

Cuando tenemos a los representantes ubicados, comienza el trabajo. Bien sea individual o grupal la constelación, es
importante que al sistema se le dé un tiempo para comience el movimiento. Aquí es donde es importante la espera y
la observación.

Es fundamental ver los movimientos corporales de los representantes que están dentro de la Constelaciones. Y
también es muy importante conectarse con el trabajo para percibir qué emociones pueden manifestarse en el trabajo.

Personalmente, creo que el trabajo es en una gran medida fenomenológico. Es decir, seguimos el movimiento tal y
como se va dando. Solo lo seguimos. Desde la observación.

Dejamos a un lado el miedo y lo transformamos en respeto. Dejamos a un lado las intenciones de que venga lo que
creemos que es “la solución” y las transformamos en un asentimiento y rendición ante lo que es más grande que
nosotros. Miramos y acompañamos al paciente en esta mirada. No le explicamos nada. A veces si la mente no
entiende, lo estamos haciendo muy bien. Este trabajo, ha dicho Bert Hellinger, que es para el alma y para el gran alma
familiar.

Respetamos los movimientos que se den. Esto forma parte de asentir al sistema del otro. No buscamos un final feliz
en la Constelación, a pesar de que las palabras de resolución que indiquemos sean para que todo el sistema esté un
poco mejor que cuando empezamos.

Posteriormente a los movimientos, integración de nuevos representantes (o no) y nuevos movimientos del sistema,
vienen las palabras de resolución. Si bien hay algunas frases muy utilizadas en los trabajos de Constelaciones, he
integrado la posibilidad de que los representantes o el cliente diga lo que desee y le nazca decir.

Uno de los “secretos” de las Constelaciones es que las frases de resolución deberían funcionar para el sistema entero
y sabemos que decimos la frase indicada, cuando le persona luego de pronunciarla respira profundamente, reporta
un alivio o dice sentirse mejor que antes. Ese es el trabajo. Sin intención de que suceda. Solo va a suceder lo que
tenga que suceder.

El cierre del trabajo depende igualmente de cada terapeuta y su estilo. Hay quienes terminan con una frase de
reflexión o con una tarea. Otros, pueden usar un anclaje sobre lo que se vio en el trabajo, esto quiere decir, una frase
que quede grabada en el cliente.

Personalmente, suelo revisar o chequear con el paciente cómo se siente ante el trabajo realizado. Y le indico que
puede hacer una pregunta y que puede que yo la conteste o no. Lo anterior no es un acto de soberbia, es que el
trabajo del constelador no está en explicar lo que se hizo. El movimiento es invisible y poderoso. Y se lleva dentro.

Hay muchas preguntas que pueden surgir, especialmente para las personas que están comenzando a transitar esta
vía. La mejor manera de responder esas dudas es trabajando. Con respeto y sin miedo. De a poco. Llegando hasta
donde puedo y hasta donde puede mi paciente. No forzando la barra ni deseando realizar algún movimiento en
particular. Dejar la intención a un lado es la mejor garantía de que el trabajo se dará como tiene que darse.

El sistema es lo suficientemente parlanchín o chismoso como para forzarlo. Nuestro trabajo realmente consiste en
tener los ojos bien abiertos, así como el corazón, para acompañar sin juicios, intenciones y con mucho respeto a quien
amorosamente nos pide que lo ayudemos a mirar.

En pocas palabras: respeto, asentimiento, no juicios, no miedo, ojos abiertos y la conciencia de que mi paciente y su
destino van de la mano. Y que mi destino y yo también lo hacemos.

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