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Meler, Enrique
El legado de la Ilustración. - 1ª ed. – Buenos Aires : Del
Signo, 2009.
196 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-987-1074-66-2
50-1
1. Ciencias Políticas. I. Título
CDD 320
ISBN: 978-987-1074-66-2
Reservados los derechos para todos los países. Ninguna parte de la publicación incluido el diseño de
cubierta, puede ser reproducido, almacenado o transmitido de ninguna forma, ni por ningún medio,
sea este electrónico, químico, mecánico, electroóptico, grabación, fotocopia o cualquier otro, sin la
previa autorización escrita por parte de la editorial.
EL LEGADO DE LA ILUSTRACIÓN
C o l e c c i ó n
Razón Política
A mi hijo Ezequiel.
Prólogo
Enrique Hernández........................................................... 9
El Discurso...................................................................... 13
Prefacio...................................................................... 24
Primer Discurso........................................................... 32
Segundo Discurso ....................................................... 66
¿Qué es la Ilustración?...................................................... 99
Y Michel Foucault......................................................... 108
Tolentia act..................................................................... 127
De la esclavitud........................................................... 167
Disquisición:................................................................... 173
La cuestión de la traducción........................................... 175
La conciencia laica.......................................................... 179
Visión estética o sensible de la conciencia laica................... 184
Le Rousseau americaine................................................. 186
Conclusiones.................................................................. 194
Bibliografía:.................................................................... 196
Prólogo
El legado de la Ilustración
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Enrique Meler
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El discurso sobre la desigualdad
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El legado de la Ilustración
Yo habría querido vivir y morir libre, es decir, de tal suerte sumiso a las leyes,
que ni yo ni nadie hubiese podido sacudir el honorable yugo; ese yugo saluda-
ble y dulce que las cabezas más soberbias soportan con tanta mayor docilidad
cuanto menos han sido hechas para soportar ninguno otro.
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Enrique Meler
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El legado de la Ilustración
Los pueblos una vez acostumbrados a tener amos o señores, no pueden después
vivir sin ellos. Si intentan sacudir el yugo, lo que hacen es alejarse de la liber-
tad, tanto más cuanto que, tomando por ella el libertinaje o el abuso desenfre-
nado que les es opuesto, sus revoluciones los llevan casi siempre a convertirse
en sediciosos, no haciendo otra cosa que remachar sus cadenas.
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Enrique Meler
Yo habría, pues, buscado por patria, una feliz y tranquila república, cuya an-
cianidad se perdiese en cierto modo en la noche de los tiempos, que no hubiese
experimentado otros contratiempos que aquellos que tienden a manifestar y
a afirmar en sus habitantes el valor y el amor por la patria y en donde los
ciudadanos, habituados desde mucho tiempo atrás a una sabia independencia,
fuesen no solamente libres, sino dignos de serlo. [...] Yo habría querido escoger
una patria sustraída, por benéfica impotencia, al amor feroz de las conquistas,
y garantizada por una posición más dichosa aún, del temor de ser ella misma
conquistada por otro Estado; un país libre, colocado entre varios pueblos que
no tuviesen ningún interés en invadirlo y en donde cada uno tuviese interés en
impedir a los demás hacerlo; una república, en una palabra, que no inspirase
la ambición a sus vecinos y que pudiese razonablemente contar con el apoyo
de ellos en caso de necesidad
Si pensamos con Hegel el espíritu subjetivo, se trata de una conciencia que saca
del pensar su propio contenido objetivo.
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El legado de la Ilustración
nadie tuviese el poder de proponer a su fantasía nuevas leyes; que ese derecho
perteneciese solamente a los magistrados, que usasen de él
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Enrique Meler
Puesto que los lazos de la sangre como los de las leyes nos unen casi a todos,
no tenéis otros amos que las sabias leyes que vosotros mismos habéis hecho.
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como funesta levadura que será causa, tarde o temprano, de vuestras desgracias y
de la ruina del Estado. [...] y que consultéis la voz secreta de la conciencia.
Dad, pues, sin reserva a tan sabios jefes, esa saludable confianza que la razón
debe a la virtud; pensad que son escogidos por vosotros y que los honores
debidos a los que habéis constituido en dignidad recaen necesariamente sobre
vosotros mismos.
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El legado de la Ilustración
Si hay en el mundo un rango propio para ilustrar a los que lo ocupan, es sin
duda aquel que dan el talento y la virtud...
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Enrique Meler
Todo el mundo sabe con qué éxito el gran arte de la predicación es cultivado
en Ginebra; pero demasiado acostumbrado a oír decir una cosa y ver hacer otra,
pocos son los que saben hasta qué punto el espíritu cristiano, la santidad de las
costumbres, la severidad consigo mismo y la dulzura con los demás, reinan en
el ánimo de nuestros ministros.
y quienes, por sostener los pretendidos derechos de Dios, es decir, sus propios
intereses, eran tanto más ávidos de sangre humana, cuanto más se lisonjeaban
de que la suya sería respetada.
¡Amables y virtuosas ciudadanas, el destino de vuestro sexo será siempre el de gobernar
el nuestro! ¡Feliz, cuando vuestro casto poder, ejercido solamente por medio de la unión
conyugal, no se haga sentir más que por la gloria del Estado y en pro del bienestar
público!
...
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El legado de la Ilustración
Prefacio
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Enrique Meler
de ellas las variedades que hoy notamos. En efecto, no es concebible que esos
primeros cambios, cualquiera que haya sido la manera como se han operado,
hayan alterado de golpe de igual suerte, todos los individuos de la especie, sino
que, habiéndose perfeccionado o degenerado los unos y adquirido diversas cua-
lidades, buenas o malas, que no eran en lo absoluto inherentes a su naturaleza,
hayan permanecido los otros por largo tiempo en su estado original.
Tal fue entre los hombres la primera fuente de desigualdad, la cual es más fácil
de demostrar en general que determinar con precisión sus verdaderas causas
[...] He razonado, me he atrevido a hacer algunas conjeturas, pero ha sido más
con la intención de esclarecer la cuestión, llevándola a su verdadero terreno, que
con la esperanza de solucionarla.
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Enrique Meler
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El legado de la Ilustración
ley moderna. ¿Por qué decimos esto? No nos vamos a referir a los
seres creados por Dios, piedras plantas, metales, etcétera. Ve con
agudeza increíble que todos serán sustancias, ¿cómo será la nue-
va ciencia antropológica? Y ¿cuál será su objeto? Rousseau nos
enseña que la diversidad de los sistemas metafísicos propios del
periodo escolástico, no proviene como se decía en la universidad,
de atribuir diferentes principios y razones de ser a las cosas, sino
del hecho palmario de que el ser del hombre no es por naturaleza
igual a sí mismo. Rousseau se encuentra perplejo ante esta situa-
ción y resuelve metodológicamente (con buen criterio) que una
ciencia que estudie algo que no es igual a sí mismo, no puede ser
la misma ciencia en todas las épocas, debe cambiar junto con su
objeto, porque de otro modo no hallará lo que quiere. ¿Cuál sea
el principio por el cual el hombre no es igual a sí mismo? ¡Porque
este principio debe ser hallado!, la solución romántica no conviene
a Rousseau. Un ser moral, hasta donde entiendo, se limita sólo a la
capacidad de discernir, ni siquiera de elegir, porque elegir, dónde
podremos encontrar una cierta moralidad, vendrá de la claridad y
sólo de la claridad. En cuanto a la ley que la naturaleza se impone
a sí misma y la que ella prescribe, no tengo muchas dudas de que
para el autor las cosas son así, porque este hecho, el que la natu-
raleza sea de suyo una sustancia, es el origen de toda la confusión.
El hombre será otra cosa aunque todavía no entendamos bien qué.
La historia humana es otro relato, no tiene el carácter de ciencia, y
aquí la naturaleza y sus leyes, tampoco son el tema.
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Enrique Meler
Se comienza por buscar las reglas, las cuales, para que sean de utilidad común,
sería preciso que los hombres las acordasen entre sí; y luego dan el nombre
de ley natural a esa colección de reglas, sin otra razón que el bien que se cree
resultaría de su práctica universal. He allí sin duda, una manera muy cómoda
de componer definiciones y de explicar la naturaleza de las cosas por medio de
conveniencias casi arbitrarias...
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El legado de la Ilustración
Todo lo que podemos ver claramente con respecto a esta ley, es que para que
lo sea, es necesario no solamente que la voluntad de quien la cumple sea con-
sultada, sino que es preciso aún, para que sea natural, que hable directamente
por boca de la naturaleza.
Dejando, pues, a un lado todos los libros científicos que sólo nos enseñan a
ver los hombres tales como ellos se han hecho, y meditando sobre las primeras
y más simples manifestaciones del alma humana, creo percibir dos principios
anteriores a la razón, de los cuales el uno interesa profundamente a nuestro
bienestar y a nuestra propia conservación, y el otro nos inspira una repugnan-
cia natural a la muerte o al sufrimiento de todo ser sensible y principalmente
de nuestros semejantes.
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Enrique Meler
Parece, en efecto, que si yo estoy obligado a no hacer mal ninguno a mis seme-
jantes, es menos por el hecho de que sea un ser razonable que porque es un ser
sensible, cualidad que, siendo común a la bestia y al hombre, debe al menos
darle el derecho a la primera de no ser maltratada inútilmente por el segundo
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El legado de la Ilustración
Primer Discurso
Tengo que hablar del hombre, y el tema que examino me dice que voy a ha-
blarles a hombres, pues no se proponen cuestiones semejantes cuando se teme
honrar la verdad. Defenderé, pues, con confianza la causa de la humanidad
ante los sabios que a ello me invitan y me consideraré satisfecho de mí mismo
si me hago digno del tema y de mis jueces.
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Enrique Meler
practico. Lo práctico tiene que ver con el hacer, los conceptos que
se utilicen tienen por meta la modificación de la realidad en base a
la verdad humana y mediante un acto de coraje. Hoy diríamos que
se trata de un alegato político. Agrego que ni Rousseau piensa que
es amable, ni quienes lo tienen que juzgar tampoco, como lo prue-
ba el hecho de que el Discurso fue descartado en su presentación y
se premió un trabajo escolástico del obispo Talbert.
Menos aún buscar si existe alguna relación esencial entre las dos desigual-
dades, pues ello equivaldría a preguntar en otros términos si los que mandan
valen necesariamente más que los que obedecen, y si la fuerza corporal o del
espíritu, la sabiduría o la virtud, residen siempre en los mismos individuos
en proporción igual a su poderío o riqueza, cuestión tal vez a propósito para
ser debatida entre esclavos y amos, pero no digna entre hombres libres, que
razonan y que buscan la verdad.
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El legado de la Ilustración
Los unos no han vacilado en suponer al hombre en este estado con la noción de
lo justo, y de lo injusto, sin cuidarse de demostrar que debió tener tal noción, ni
aun que debió serle útil. Otros han hablado del derecho natural que cada cual
tiene de conservar lo que le pertenece, sin explicar lo que ellos entienden por
pertenecer. Algunos, concediendo al más fuerte la autoridad sobre el más débil,
se han apresurado a fundar el gobierno sin pensar en el tiempo que ha debido
transcurrir antes que el sentido de las palabras autoridad y gobierno, pudiese
existir entre los hombres.
...han transportado al estado natural del hombre las ideas que habían adqui-
rido en la sociedad: todos han hablado del hombre salvaje a la vez que retrata-
ban el hombre civilizado. Ni siquiera ha cruzado por la mente de la mayoría
de nuestros contemporáneos la duda de que el estado natural haya existido
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Enrique Meler
...y si a ello añadimos la fe que en los escritos de Moisés debe tener todo filó-
sofo cristiano, es preciso negar que, aun antes del Diluvio, los hombres jamás se
encontraron en el estado netamente natural, a menos que hubiesen caído en él
a consecuencia de algún suceso extraordinario, paradoja demasiado embrollada
para defender y de todo punto imposible de probar.
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mos. Sin embargo parece ser una palabra que niega la existencia
de un pueblo antes de la Alianza. El estado netamente natural, es un
estado animal, humanidad ausente, o tan parcial que no deja histo-
ria, un estado del que podemos dar cuenta y que tiene posibilidad
lógica, aunque defenderlo resulte casi imposible.
La religión nos manda creer que Dios mismo, antes de haber sacado a los hom-
bres del estado natural inmediatamente después de haber sido creados, fueron
desiguales porque así él lo quiso; pero no nos prohíbe hacer conjeturas basadas
en la misma naturaleza del hombre y de los seres que lo rodean, sobre lo que
sería el género humano si hubiese sido abandonado a sus propios esfuerzos.
¡Oh, hombres! Cualquiera que sea tu patria, cualesquiera que sean tus opi-
niones, escucha: He aquí tu historia, tal cual he creído leerla, no en los libros
de tus semejantes, que son unos farsantes, sino en la naturaleza que no miente
jamás. Todo lo que provenga de ella será cierto; sólo dejará de serlo lo que yo
haya mezclado de mi pertenencia, aunque sin voluntad. Los tiempos de que
voy a hablarte son muy remotos. ¡Cuánto has cambiado de lo que eras!
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Enrique Meler
Es, por decirlo así, la vida de tu especie la que voy a describir de acuerdo con
las cualidades que has recibido y que tu educación y tus costumbres han po-
dido depravar, pero que no han podido destruir. Hay, lo siento, una edad en
la cual el hombre individual quisiera detenerse: tú buscarás la edad en la cual
desearías que tu especie se detuviese.
La parte primera
Despojando este ser así constituido de todos los dones sobrenaturales que haya
podido recibir y de todas las facultades artificiales que no ha podido adquirir
sino mediante largos progresos; considerándolo, en una palabra, tal cual ha de-
bido salir de las manos de la naturaleza, veo en él un animal menos fuerte que
unos y menos ágil que otros, pero en conjunto mejor organizado que todos...
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Enrique Meler
[...] circunstancias raras en el estado natural en el cual todas las cosas marchan
de manera tan uniforme y en el que la superficie de la tierra no está sujeta a
esos cambios bruscos y continuos que causan las pasiones y la inconstancia de
los pueblos reunidos en sociedad
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[...] he ahí las funestas pruebas de que la mayor parte de nuestros males son
nuestra propia obra y de que los habríamos casi todos evitado conservando la
manera de vivir sencilla, uniforme y solitaria que nos estaba prescrita por la
naturaleza. Si ésta nos ha destinado a vivir sanos, me atrevo casi a asegurar
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Es sin duda una perla. Pero vayamos por partes. Rousseau au-
menta el número de las oposiciones, a fin de imprimir la múltiple
desigualdad sobre el principio de la plenitud de la vida. Les ahorro
las disquisiciones ridículas sobre si un hombre con un palo es más
valiente que un oso de garras afiladas, pero las desigualdades esta-
blecidas e indiscutibles de la naturaleza entre el hombre y la mujer,
entre las hembras humanas y animales, entre los jóvenes y los viejos
entre los sanos y los enfermos, son desigualdades impresas en un
principio de vitalidad igual a sí mismo que ya se presenta opacado
por las mismas diferencias naturales, pero sobre esto aún se impri-
me una desigualdad artificial propia de nuestro arbitrio, este no
es todavía un tema necesariamente moral, pero sí se trata de un
destino desgraciado.
Esta reflexión es el discernimiento o arbitrio antes mencionado,
un uso no-natural de la propia vida instintiva, una mala relación
con la corporalidad. Rousseau culpa a la cultura, pero creo que
piensa en una diminutio insalvable y trágica
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Diríase que todos nuestros cuidados, tratando y alimentando bien estos ani-
males, sólo logran degenerarlos. Lo mismo pasa con el hombre: haciéndose
sociales y esclavos, tórnase débil, tímido y servil, y su manera de vivir delicada
y afeminada termina por enervar a la vez su fuerza y su valor.
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La una escoge o rechaza por instinto y el otro por un acto de libertad, lo que
hace que la bestia no pueda separarse de la regla que le está prescrita, aun
cuando le fuese ventajoso hacerlo, mientras que el hombre se separa a menudo
en perjuicio propio.
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[...] sino actos puramente espirituales que están fuera de las leyes de la me-
cánica. Pero, aun cuando las dificultades que rodean todas estas cuestiones
permitiesen discutir sobre la diferencia entre el hombre y el animal, hay otra
cualidad muy especial que los distingue y que es incontestable: la facultad de
perfeccionarse.
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Sería triste para vosotros estar obligados a reconocer que esta facultad distintiva
y casi ilimitada es el origen de todas las desgracias del hombre, que es ella la
que le aleja a fuerza de tiempo de ese estado primitivo en el cual deslizábanse
sus días tranquilo e inocente; que es ella la que, haciendo brotar con el trans-
curso de los siglos sus luces y sus errores, sus vicios y sus virtudes, lo convierte
a la larga en tirano de sí mismo y de la naturaleza.
Sería espantoso tener que ensalzar como un ser bienhechor al primero que
sugirió la idea al habitante de las orillas del Orinoco del uso de esas planchas
que aplicaba sobre las sienes de sus hijos, asegurándoles una imbecilidad., al
menos parcial, y por lo tanto su felicidad original.
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El legado de la Ilustración
[...] como si la naturaleza quisiera así igualar las cosas dando a los espíritus
la fertilidad que niega a la tierra.
Tal es todavía hoy el grado de previsión del caribe, que vende por la mañana
su lecho de algodón y viene llorando por la tarde a comprarlo nuevamente, por
no haber previsto que tendría necesidad de él la próxima noche.
más crece a nuestra vista la distancia que media entre las sensaciones puras y
los simples conocimientos, siendo imposible concebir cómo un hombre habría
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Enrique Meler
Y cuántas veces tal vez cada uno de estos secretos habrá muerto con el que lo
había descubierto [...] supongamos que sin forjas ni talleres, los instrumentos
de labor cayesen del cielo en manos de los salvajes; que éstos hubiesen apren-
dido a prever de lejos sus necesidades; que hubiesen adivinado la forma cómo
se cultiva la tierra...
¿Qué utilidad sacaría la especie de toda esta metafísica, que no podría trasmi-
tirse a otros individuos y que por consiguiente perecería con el que la hubiese
inventado? ¿Qué progreso podría proporcionar al género humano esparcido en
los bosques y entre los animales?
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El legado de la Ilustración
Séame permitido examinar por un instante las dudas sobre el origen de las
lenguas. Podría contentarme con citar o repetir aquí las investigaciones que el
abate de Condillac [...] es decir, una especie de sociedad ya establecida entre
los inventores del lenguaje
[...] pues decir que la madre enseña al hijo las palabras de que deberá servirse
para pedirle tal o cual cosa, demuestra bien cómo se enseñan los idiomas ya
formados, pero no la manera cómo se forman.
[...] si los hombres han tenido necesidad de la palabra, y aun cuando se com-
prendiese cómo los sonidos de la voz han sido tomados como intérpretes de las
ideas, quedaría siempre por saber quiénes han podido ser los intérpretes de esta
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Cabe suponer que las primeras palabras de que hicieron uso los hombres
tuvieron en sus espíritus una significación mucho más extensa que las que se
emplean en las lenguas ya formadas, y que ignorando la división de la oración
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El legado de la Ilustración
[...] pues para ordenar los seres bajo denominaciones comunes y genéricas, era
preciso conocer las propiedades y las diferencias, hacer observaciones y defini-
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Si los primeros inventores no han podido por lo tanto dar nombre más que a
las ideas ya concebidas, dedúcese que los primeros sustantivos no fueron jamás
sino nombres propios. Mas cuando, por medios que no logro concebir, nuestros
nuevos gramáticos comenzaron a extender sus ideas y a generalizar sus pala-
bras, la ignorancia de los inventores debió sujetar este método a límites muy
estrechos, y como habían multiplicado demasiado los nombres de los indivi-
duos por falta de conocimientos acerca de los géneros y de las especies, hicieron
después pocas de éstas y de aquéllas a causa de no haber considerado los seres
en todas sus diferencias. Para haber hecho las divisiones debidamente, habríales
sido preciso experiencia y luces que no podían tener, más investigaciones y un
trabajo que no querían darse. Si hoy mismo se descubren diariamente nue-
vas especies que hasta el presente habíanse escapado a nuestras observaciones,
calcúlese ¡cuántas han debido sustraerse a la penetración de hombres que sólo
juzgaban de las cosas por su primer aspecto! En cuanto a las clases primitivas
y a las nociones generales, es superfluo añadir que han debido también pasár-
seles inadvertidas.
Trabajoso nominalismo.
y si las ideas que se les agrega, siendo puramente metafísicas, no podían en-
contrarles ningún modelo en la naturaleza?
y convencido de la imposibilidad casi demostrada de que las lenguas hayan
podido nacer y establecerse por medios puramente humanos,
Es de suponerse que los hombres en ese estado, no teniendo entre ellos ninguna
especie de relación moral ni de deberes conocidos, no podían ser ni buenos ni
malos, ni tener vicios ni virtudes,
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Hobbes no ha visto que la misma causa que impide a los salvajes usar de su
razón, como lo pretenden nuestros jurisconsultos, les impide asimismo abusar
de sus facultades, según lo pretende él mismo; de suerte que podría decirse que
los salvajes no son malos precisamente porque no saben lo que es ser buenos,
pues no es ni el desarrollo de sus facultades ni el freno de la ley, sino la calma
de las pasiones y la ignorancia del vicio lo que les impide hacer mal.
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nación, parte de sus recursos, sin dar nada a cambio. Los defensores
de Hobbes, interpretan el Leviatan que tiene un apéndice titulado
El Ciudadano, como un intento de reforma moral de la nación.
Quizás esto estuvo en la intención de Hobbes y de su generación,
pero, sus consecuencias han sido mucho más vastas. Lo menciono,
no para desarrollar el tema, sino para señalar el tinte patriótico que
podía tener para el suizo y cristiano Rousseau una polémica contra
los bárbaros vikingos. Sócrates es hombre por lo tanto es animal, es la
primera frase de El Ciudadano, y agrega que el argumento es bue-
no. A mi me parece una hipótesis razonable ubicar estas ideas en el
marco de la fundación del imperio inglés. Yo creo que entrar en la
oposición materialismo-espiritualismo es confundir la paja con el
trigo, poniendo el acento en lo primero. Hay en Hobbes la volun-
tad de preservar la imagen que la sociedad civil tenía de sí misma,
pero no está claro si él piensa que se trata de una imagen moral,
porque Hobbes piensa que no hay inmoralidad mayor que no llevar
a cabo las ideas (igual que Lenín: –“tenemos la obligación de soñar
siempre que llevemos nuestros sueños hasta sus últimas consecuen-
cias”). Más bien lo pienso como la preservación del contrato origi-
nal: la imagen que la sociedad inglesa tenía de sí misma y que había
sido severamente dañada y pervertida en el transcurso del imperio.
El pensamiento de Hobbes es sobre las colonias, pero no es para
ellas, es un pensamiento de puertas adentro. Teme que el despertar
del imperio conlleve una nueva condición antropológica para la
sociedad inglesa. No se equivoca. Dice que no podemos detener
este proceso y quizás resulte beneficioso para la pobreza terrible de
la gente, pero tenemos obligación de ordenarlo para que no arra-
se con todo. A diferencia de Rousseau, el individuo es algo dado
en la sociedad, es el actor de las leyes, no hay mucho misterio en
esto. Para Hobbes mantener la igualdad es algo que no va mucho
más allá de mantener la vida. Hobbes no ve misterios por ninguna
parte. Sin embargo esta despreocupación por el interior humano
de parte del Derecho que quizás Hobbes refleje (no me atrevería a
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[...] virtud tanto más universal y útil al hombre, cuanto que precede a toda
reflexión, y tan natural, que aun las mismas bestias dan a veces muestras
sensibles de ella [...] Tal es el puro movimiento de la naturaleza, anterior a
toda reflexión, tal es la fuerza de la piedad natural, que las más depravadas
costumbres son impotentes a destruir, pues que se ve a diario en nuestros es-
pectáculos enternecerse y llorar ante las desgracias de un infortunado que, si se
encontrase en lugar del tirano, agravaría aun los tormentos de su enemigo.
Maudeville ha comprendido bien que con toda su moral los hombres no ha-
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brían sido siempre más que monstruos, si la naturaleza no les hubiera dado
la piedad en apoyo de la razón; pero no ha visto que de esta sola cualidad
derívanse todas las virtudes sociales que quiere disputar a los hombres.
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Es, en una palabra, en este sentimiento natural, más que en argumentos sutiles,
donde debe buscarse la causa de la repugnancia que todo hombre experimenta
al hacer mal, aun independientemente de las máximas de la educación
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La imaginación que tantos estragos hace entre nosotros, no afecta en nada a los
corazones salvajes; cada cual espera apaciblemente el impulso de la naturaleza,
se entrega a él sin escoger, con más placer que furor, y una vez la necesidad
satisfecha, todo deseo se extingue. Es, pues, un hecho indiscutible que el mismo
amor como todas las otras pasiones, no ha adquirido en la sociedad ese ardor
impetuoso que lo hace tan a menudo funesto a los hombres
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gún agravio para el orden social, algo como las flores y la primave-
ra, los pajaritos, etcétera. El amor moral, representa una elección de
la persona y esta es la fuente de la hybris, de la desmesura que hay
de controlar con las leyes. Hay, me parece aquí, un componente es-
tético, cuyo aspecto subjetivo es la imaginación, que es importante
porque esta imaginación se realiza en la capacidad del vaticinio,
hace que aparezcan cosas que todavía no están presentes, a fin de
ser deseadas. O sea, la moralidad requiere de una forma previa y
además es el motor de la voluntad:
como estas disensiones no destruyen las demás especies, debe creerse al menos
que no serían tampoco más funestas a la nuestra, [...] en donde el deber de
una eterna fidelidad sólo sirve para cometer adulterios, y en donde las leyes
mismas de la continencia y del honor aumentan necesariamente el libertinaje
y multiplican los abortos.
aún hasta sin conocer tal vez a ninguno individualmente, [...] y su inteli-
gencia no hacía mayores progresos que su vanidad. Si por casualidad hacía
algún descubrimiento, podía con tanta menos facilidad comunicarlo cuanto
que desconocía hasta sus propios hijos. El arte perecía con el inventor. No
había ni educación ni progreso; las generaciones se multiplicaban inútilmente
partiendo todas del mismo punto, los siglos transcurrían en toda la rudeza de
las primeras edades, la especie había ya envejecido y el hombre permanecía
siendo un niño.
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¿Y? ¿cuáles podrían ser las cadenas de dependencia entre hombres que no
poseen nada?
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Sin prolongar inútilmente estos detalles, cada cual puede ver que, no estando
formados los lazos de la esclavitud más que por la dependencia mutua de
los hombres y las necesidades recíprocas que los unen, es imposible avasallar
a nadie sin haberlo antes colocado en situación de no poder prescindir de los
demás; situación que, no existiendo en el estado natural, deja a todos libres del
yugo y hace quimérica la ley del más fuerte
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Segundo Discurso
«Este perro es mío, decían esos pobres niños; aquél es mi puesto al sol.
He aquí el origen y la imagen de la usurpación de toda la tierra.»
(Pascal, Pensamientos)
El primero que, habiendo cercado un terreno, descubrió la manera de decir:
Esto me pertenece, y halló gentes bastante sencillas para creerle, fue el verda-
dero fundador de la sociedad civil. ¡Qué de crímenes, de guerras, de asesinatos,
de miserias y de horrores no hubiese ahorrado al género humano el que,
arrancando las estacas o llenando la zanja, hubiese gritado a sus semejantes:
«Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los
frutos pertenecen a todos y que la tierra no es de nadie...
Estas gentes sencillas son más bien sencilludas. Aquí entra Rous-
seau con los botines de punta, Rousseau el marxista, Rousseau el
materialista dialéctico, Rousseau el primer comunista. Creo que
no, ya la exegética francesa con Jean Starobinsky a la cabeza y Lo-
vejoy también, nos advierten contra este exceso. Suscribo. ¿Enton-
ces cuál es el mensaje? Porque después de Marx no necesitamos ya
que se nos aclare el sentido de la propiedad privada. Seamos escan-
dalosos: esta es una crítica avant la lettre a la interpretación marxista
de la propiedad privada. ¡Uau!
Lo primero que se nos dice es que la esclavitud y la propiedad
privada son hijas de la comunidad, de la comunidad y no de la
sociedad, aún sin el Derecho y sin la nación constituida en su
exterioridad, existirían estos dos males por la mutua necesidad entre
los hombres. Este concepto avasalla el mismo cuerpo humano, el
cuerpo particular pensado desde el cuerpo social, no es el mismo
cuerpo que el cuerpo natural, estamos, ya lo dije, frente a otra
humanidad, esta no es una cuestión de valores solamente, aunque
tenga a posteriori una derivación ética, que nos incite a corregir la
historia humana.
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...y forman al fin en cada comarca una nación particular ligada por los lazos
de las costumbres y el carácter, no por reglamentos ni leyes, sino por el mismo
género de vida y de alimentación y por la influencia común del clima...
Acostúmbranse a observar diferentes objetos y a hacer comparaciones, adqui-
riendo insensiblemente ideas respecto al mérito y a la belleza que producen
el sentimiento de la preferencia.[...] El que cantaba o el que bailaba mejor,
el más bello, el más fuerte, el más sagaz o el más elocuente fue el más consi-
derado, siendo éste el primer paso dado hacia la desigualdad y hacia el vicio
al mismo tiempo, pues de esas preferencias nacieron la vanidad y el desprecio
por una parte y la vergüenza y la envidia por otra, y la fermentación causada
por estas nuevas levaduras, produjo, al fin, compuestos funestos a la felicidad
y a la inocencia.
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representa la verdadera juventud del mundo, y que todos los progresos ulte-
riores han sido, en apariencia, otros tantos pasos dados hacia la perfección del
individuo, pero en efecto y en realidad hacia la decrepitud de la especie.
pero desde el instante en que un hombre tuvo necesidad del auxilio de otro,
desde que se dio cuenta que era útil a uno tener provisiones para dos, la
igualdad desapareció, la propiedad fue un hecho, el trabajo se hizo necesario
y las extensas selvas transformáronse en risueñas campiñas que fue preciso
regar con el sudor de los hombres, y en las cuales vióse pronto la esclavitud y
la miseria germinar y crecer al mismo tiempo que germinaban y crecían las
mieses. [...] Y una tal vez de las mejores razones por la cual la Europa ha
sido, si no más antes, al menos más constantemente culta que las otras partes
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El legado de la Ilustración
del mundo, depende del hecho de ser a la vez la más abundante en hierro y
la más fértil en trigo
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Enrique Meler
Cuando los antiguos, dice Grotius, han dado a Céres el epíteto de legisladora
y a una fiesta celebrada en su honor, el nombre de Tesmoforia, han hecho com-
prender que la repartición de tierras produjo una nueva especie de derecho, es
decir, el derecho de propiedad, diferente del que resulta de la ley natural.
Me limitaré tan sólo a dar una rápida ojeada al género humano, colocado en
este nuevo orden de cosas.
y siendo estas cualidades las únicas que podían atraer la consideración, fue pre-
ciso en breve tenerlas o afectar tenerlas. Hízose necesario, en beneficio propio,
mostrarse distinto de lo que en realidad se era. Ser y parecer fueron dos cosas
completamente diferentes, naciendo de esta distinción el fausto imponente, la
engañosa astucia y todos los vicios que constituyen su cortejo Por otra parte, de
libre e independiente que era antes el hombre, quedó, debido a una multitud
de nuevas necesidades, sujeto, por decirlo así, a toda la naturaleza y más aún
a sus semejantes, de quienes se hizo esclavo en un sentido, aun convirtiéndose
en amo; pues si rico, tenía necesidad de sus servicios; si pobre, de sus auxilios,
sin que en un estado medio pudiese tampoco prescindir de ellos.
71
El legado de la Ilustración
...lo cual dio por resultado que se volviese trapacero artificioso con unos e
imperioso y duro con otros, poniéndolo en el caso de abusar de todos los que
tenía necesidad cuando no podía hacerse temer y cuando no le redundaba en
interés propio servirles con utilidad. En fin, la ambición devoradora, el deseo
ardiente de aumentar su relativa fortuna, no tanto por verdadera necesidad
cuanto por colocarse encima de los otros, inspira a todos una perversa inclina-
ción a perjudicarse mutuamente, una secreta envidia tanto más dañina, cuanto
que para herir con mayor seguridad, disfrázase a menudo con la máscara de
la benevolencia.
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Enrique Meler
Además, cualquiera que fuese el carácter que dieran a sus usurpaciones, com-
prendían suficientemente que estaban basadas sobre un derecho precario y
abusivo, y que no habiendo sido adquiridas más que por la fuerza, la fuerza
misma podía quitárselas sin que tuviesen razón para quejarse.
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El legado de la Ilustración
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Enrique Meler
...¿no habría sido contrario al buen sentido comenzar por despojarse entre las
manos de un jefe de las únicas cosas para cuya conservación tenían necesidad
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El legado de la Ilustración
de sus auxilios? ¿Qué habría podido éste ofrecerles como equivalente por la
concesión de tan bello derecho? Y si hubiese osado exigirla con el pretexto de
defenderlos, no habría recibido inmediatamente la respuesta del apólogo: «¿Qué
más nos hará el enemigo?» Es pues incontestable, y ello constituye la máxima
fundamental de todo el derecho político, que los pueblos se han elegido jefes para
que defiendan su libertad y no para que los esclavicen. Si tenemos un príncipe,
decía Plinio a Trajano, es para que nos preserve de tener un amo...
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Enrique Meler
que nadie puede vender su libertad hasta el punto de someterse a una auto-
ridad arbitraria que le trate a su capricho, pues, ...esto equivaldría a vender
su propia vida, de la cual no es dueño. [...] Puffendorff dice que, de la mis-
ma manera que se transfieren los bienes a otro por medio de convenciones y
contratos, puede uno despojarse de su libertad en favor de otro. Éste paréceme
un malísimo razonamiento; primeramente, porque los bienes que yo enajene,
conviértense en una cosa completamente extraña a mi persona, y de los cuales
me es indiferente el abuso que se haga; pero me importa que no se abuse de
mi libertad, no pudiendo, sin hacerme culpable del mal que se me obligará a
hacer, exponerme a convertirme en instrumento del crimen. En segundo lugar,
no siendo el derecho de propiedad más que de convención y de institución
humanas, todo hombre puede a su antojo disponer de lo que posee; pero no
así de los dones esenciales de la naturaleza, tales como la vida y la libertad,
de los cuales es permitido a todos gozar, pero por lo menos dudoso que haya
derecho a despojarse. Quitándose la vida, se degrada el ser; perdiendo la liber-
tad, consúmese totalmente como ningún bien temporal puede indemnizar la
privación ni de la una ni de la otra, renunciar a ellas sería ofender a la vez la
naturaleza y la razón, a cualquier precio que ello se efectúe. Mas aun cuando
pudiese enajenarse la libertad de igual manera que los bienes, la diferencia
sería muy grande...
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El legado de la Ilustración
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Enrique Meler
a conceptuarse a sí mismos como propietarios del Estado, del cual no eran más
que los servidores...
...de suerte que la condición de rico y de pobre fue autorizada por la primera
época; la de poderoso y débil por la segunda, y por la tercera la de amo y
esclavo, último grado de la desigualdad y fin hacia el cual tienden todas las
demás...
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El legado de la Ilustración
...ya que la más ciega obediencia es la única virtud que queda a los esclavos...
Aquí todos los individuos conviértense en iguales, porque no son nada, pues
no teniendo los esclavos otra ley que la voluntad del amo, ni éste otra regla
que sus pasiones, las nociones del bien y los principios de justicia desvanécense
incesantemente. Aquí todo lleva a la imposición de una sola ley: la del más
fuerte,...
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Enrique Meler
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El legado de la Ilustración
Life’s but a walking shadow, a poor player That struts and frets his hour upon
the stage And then is heard no more: it is a tale Told by an idiot, full of sound
and fury, Signifying nothing.
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El legado de la Ilustración
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Enrique Meler
ello probaría solamente que el hombre puede dar a sus miembros un destino
más cómodo que el indicado por la naturaleza y no que ésta le ha destinado a
andar de manera diferente a la que le enseña. [...] Primeramente, aun cuando
se quisiera hacer ver que ha sido configurado de manera distinta de la que tie-
ne, y que, sin embargo, ha llegado a ser o que es, tal cosa no bastaría para sacar
en conclusión que así ha ocurrido, toda vez que, después de haber demostrado
la posibilidad de estas modificaciones, sería preciso, aun antes de admitirlas,
probar al menos su verosimilitud... caminando a gatas, constantemente fija en
la tierra, situación muy poco favorable a la conservación del individuo
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El legado de la Ilustración
Los hechos particulares tienen poca fuerza contra la práctica universal de los
hombres, y aun de las naciones que, no habiendo tenido ninguna comunicación
con las otras, no pudieron imitar nada de ellas. [...] Un niño abandonado
en una selva antes de poder caminar, y alimentado por una bestia, seguirá el
ejemplo de su nodriza ejercitándose a andar como ella, dándole la costumbre
facilidades que no había adquirido de la naturaleza, y de la misma manera
que los mancos llegan, a fuerza de ejercicios, a hacer con los pies todo cuanto
nosotros hacemos con las manos, así el niño llega a poder emplear las manos
como los pies.
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Enrique Meler
Todos los conocimientos que exigen reflexión, todos los que no se adquieren
sino por medio del encadenamiento de las ideas y que sólo se perfeccionan
sucesivamente, parecen estar enteramente fuera del alcance o comprensión del
hombre salvaje, falto de comunicación con sus semejantes, es decir, falto del
instrumento que sirve para esta comunicación y de las necesidades que la ha-
cen indispensable. Su saber y su industria se limitan a saltar, a correr, batirse,
lanzar piedras y escalar los árboles. Pero si no conoce más que estas cosas, en
cambio las conoce mucho mejor que nosotros que no tenemos la misma necesi-
dad de ellas que él; y como las mismas dependen únicamente del ejercicio del
cuerpo y no son susceptibles de ninguna comunicación ni de ningún progreso
de un individuo a otro, el primer hombre pudo ser tan hábil como el último de
sus descendientes.[...] Parece como que su piedra fuese dirigida por una mano
invisible.” [...] y me basta haber demostrado en esta parte el sistema que
sugiere un nuevo argumento para afirmar que al hombre no debe clasificársele
entre los animales carnívoros y sí contarlo entre los de la especie frugívora.
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El legado de la Ilustración
Habríase dado cuenta de que el hombre no sufre otros males que aquellos que
él mismo se proporciona, y de los cuales la naturaleza es irresponsable el cual,
por alimentar y satisfacer su loco orgullo y no sé qué vana admiración de sí
mismo, corre impetuosamente tras de tantas miserias de que es susceptible, y de
las cuales la bienhechora naturaleza había procurado alejarle. Los hombres son
malos: una triste y continuada experiencia nos exime de la prueba; sin em-
bargo, el hombre es naturalmente bueno, según creo haberlo demostrado. ¿Qué
puede entonces haberlo depravado a tal punto, sino lo cambios o modificaciones
efectuados en su constitución, los progresos realizados y los conocimientos ad-
quiridos? [...] Qué puede pensarse de un comercio en el cual la razón de cada
individuo le dicta máximas directamente opuestas a las que la razón pública
predica en el seno de la sociedad, y en donde cada cual busca y encuentra su
provecho en el infortunio o en el detrimento de los demás?
reflexiónese acerca de lo que debe ser un estado de cosas en el cual todos los
hombres se hallan obligados a acariciarse y a destruirse mutuamente, y en don-
de nacen enemigos por deber y embusteros por interés. Si se me responde que la
sociedad está de tal suerte constituida que cada hombre se beneficia sirviendo a
los demás, replicaré que ello sería muy aceptable si no ganase mucho más aun
perjudicándolos. No hay ningún beneficio legítimo que no sea excedido por el
que puede hacerse ilegítimamente...
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Enrique Meler
Y lo más singular es que cuanto menos naturales y urgentes son las necesi-
dades, tanto más se aumentan las pasiones y más difícil es poder satisfacerlas;
de suerte que después de largas prosperidades, después de haber absorbido
multitud de tesoros y arruinado a una gran cantidad de hombres, nuestro héroe
acabará por destruir todo, hasta convertirse en un único amo del universo.
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El legado de la Ilustración
¡Felices las que con valor y virtud prefieren la muerte a inclinarse ante la bár-
bara violencia que les obliga a vivir en el crimen o en la desesperación.
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Enrique Meler
Hoy que el comercio, los viajes y las conquistas reúnen y acercan los pueblos
entre sí, y que sus modos de vivir tienden sin cesar a confundirse debido a
la frecuente comunicación, nótase que ciertas diferencias peculiares que antes
distinguían a las naciones, disminuyen sensiblemente.Todos podemos observar
que los franceses de nuestra época no son aquellos de fornidos cuerpos, blancos
y rubios, descritos por los historiadores latinos, no obstante de que el tiempo,
unido al cruzamiento de francos y normandos, blancos y rubios también, ha
debido restablecer o contrarrestarla influencia que las relaciones con los ro-
manos hiciera perder a la del clima en la constitución natural y tez de los
habitantes...
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El legado de la Ilustración
Por otra parte, para predicar con utilidad el Evangelio, no es preciso más que
celo, Dios proporciona lo demás; en tanto que para estudiar a los hombres, es
necesario poseer talentos que Dios se empeña en no conceder a nadie, a veces
ni aun a los mismos santos.
...pero queda uno admirado al ver que estas gentes que describen tantas cosas,
no digan más de lo que cada uno sabía ya, y de que no han sabido percibir,
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Enrique Meler
al otro extremo del mundo, de lo que, sólo con haber observado con alguna
atención, habrían adquirido sin salir de su propia calle [...] De allí proviene
este hermoso proverbio de moral, tan combatido por la turba filosofesca: “Que
los hombres son en todas partes los mismos”; que teniendo en todas partes
idénticas pasiones e idénticos vicios es inútil tratar de caracterizar los diferen-
tes pueblos [...] yendo lejos a sacudir el yugo de los prejuicios nacionales, a
aprender a conocer los hombres por su conformidad y por sus diferencias y a
adquirir esos conocimientos universales que no son el patrimonio de un siglo o
de un país exclusivamente, sino que, siendo de todos los tiempos y de todos los
lugares, constituyen, por decirlo así, la ciencia común de los sabios?
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El legado de la Ilustración
Toda la tierra se halla cubierta de naciones de las cuales sólo conocemos los
nombres.Y así pretendemos juzgar el género humano.
Excepto la sola necesidad física que la misma naturaleza impone, todas las
demás son engendradas por la costumbre, sin la cual no existirían, o bien por
nuestros deseos, y no se desea lo que no se está en estado de conocer.
Observaré, en primer lugar, que las pruebas morales no tienen una gran fuerza
en cuestiones de física, y que ellas sirven más bien a explicar la razón de he-
chos existentes, que a probar la existencia real de los mismos.Y tal es el género
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Enrique Meler
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El legado de la Ilustración
Es una cosa extremadamente notable la que, después de tantos años que los
europeos se empeñan y mortifican por persuadir a los salvajes de diferentes
países del mundo a seguir su manera de vivir, no hayan podido todavía ga-
narse uno solo, ni aun con la ayuda del cristianismo, pues nuestros misione-
ros hacen algunas veces cristianos, pero jamás hombres civilizados... Si estos
pobres salvajes son tan desgraciados como se pretende, ¿por qué inconcebible
depravación de juicio rehúsan constantemente civilizarse a imitación nuestra,
o a aprender a vivir felices entre nosotros,
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Enrique Meler
En efecto, después de algunas observaciones, fácil es ver que todos nuestros tra-
bajos se encaminan a dos solos objetos, a saber: adquirir las comodidades de la
vida y la consideración de los demás. Pero, nosotros, ¿qué medio tenemos para
imaginarnos la clase de placer que un salvaje experimenta pasando su vida
solo en medio de los bosques, entregado a la pesca o soplando en una mala
flauta sin saber jamás sacar una sola nota y sin inquietarse por aprenderla?
Varias veces se han traído salvajes a París, a Londres y a otras ciudades; se les
ha expuesto nuestro lujo, nuestras riquezas y todas nuestras artes, las más úti-
les y las más curiosas, sin que todo ello haya jamás despertado en su espíritu
otra cosa que una admiración estúpida, sin el menor movimiento de codicia.
Tened la bondad, señor, de tomar nota de que renuncio para siempre a este
aparato; renuncio también por toda mi vida, a la religión cristiana; mi resolu-
ción es de vivir y morir en la religión, costumbres y usos de mis antecesores. La
única gracia que os pido, es la de dejarme el collar y la cuchilla que llevo; los
guardaré por el amor que os profeso. Inmediatamente sin esperar la respuesta
de Vander Stel, emprendió la fuga sin que jamás se volviese a ver en el Cabo.”
(Historia de los viajes, tomo V, pág. 175.)
Esa amenaza no me importa, le contestó atrevidamente el bribón; yo puedo
decirle que no se ahorca a un hombre que dispone de cien mil escudos.Yo no sé
cómo sucedió, añadía ingenuamente el mariscal, pero en efecto no fue ahorcado,
aunque merecía cien veces serlo.
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El legado de la Ilustración
Vamos a Kant.
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Enrique Meler
¿Qué es la Ilustración?
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El legado de la Ilustración
Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en
tan fastidiosa tarea. Como la mayoría de los hombres (y entre ellos la totalidad
del bello sexo)...
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Enrique Meler
Un único señor dice en el mundo: ¡razonad todo lo que queráis y sobre lo que
queráis, pero obedeced!) Por todos lados, pues, encontramos limitaciones de la
libertad. Pero ¿cuál de ellas impide la ilustración y cuáles, por el contrario, la
fomentan? He aquí mi respuesta: el uso público de la razón siempre debe ser
libre, y es el único que puede producir la ilustración de los hombres. El uso
privado, en cambio, ha de ser con frecuencia severamente limitado, sin que se
obstaculice de un modo particular el progreso de la ilustración.
Entiendo por uso público de la propia razón el que alguien hace de ella, en
cuanto docto, y ante la totalidad del público del mundo de lectores. Llamo uso
privado al empleo de la razón que se le permite al hombre dentro de un puesto
civil o de una función que se le confía.
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El legado de la Ilustración
Pero, como docto, tiene plena libertad, y hasta la misión, de comunicar al pú-
blico sus ideas –cuidadosamente examinadas y bien intencionadas
Dirá: nuestra Iglesia enseña esto o aquello, para lo cual se sirve de determina-
dos argumentos. En tal ocasión deducirá todo lo que es útil para su comunidad
de proposiciones a las que él mismo no se sometería con plena convicción; pero
se ha comprometido a exponerlas, porque no es absolutamente imposible que
en ellas se oculte cierta verdad que, al menos, no es en todos los casos contraria
a la religión íntima. Si no creyese esto último, no podría conservar su función
sin sentir los reproches de su conciencia moral, y tendría que renunciar
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Enrique Meler
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El legado de la Ilustración
También Kant polemiza con los ingleses, pero aquí ocurre algo
mucho más importante. El estado como ámbito de la libertad es
un bien histórico y tiene una representación subjetiva. Este dictado
de normas que expresan decisiones íntimas del comportamiento y
que vienen de alguna manera de lo exterior, expresan una disputa
con la conciencia religiosa, que reinaba en esta área de la decisión
íntima. El interés de Kant necesita disputar en esta área. Asistimos
al nacimiento de la conciencia laica.
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Enrique Meler
Pero constituye algo absolutamente prohibido unirse por una constitución re-
ligiosa inconmovible, que públicamente no debe ser puesta en duda por nadie,
aunque más no fuese durante lo que dura la vida de un hombre, y que aniqui-
la y torna infecundo un período del progreso de la humanidad hacia su per-
feccionamiento, tornándose, incluso, nociva para la posteridad. Un hombre, con
respecto a su propia persona y por cierto tiempo, puede dilatar la adquisición
de una ilustración que está obligado a poseer; pero renunciar a ella, con relación
a la propia persona, y con mayor razón aún con referencia a la posteridad,
significa violar y pisotear los sagrados derechos de la humanidad.
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El legado de la Ilustración
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Enrique Meler
He puesto el punto principal de la ilustración —es decir, del hecho por el cual
el hombre sale de una minoría de edad de la que es culpable— en la cuestión
religiosa, porque para las artes y las ciencias los que dominan no tienen ningún
interés en representar el papel de tutores de sus súbditos.
Además, la minoría de edad en cuestiones religiosas es la que ofrece mayor
peligro: también es la más deshonrosa. Pero el modo de pensar de un jefe de
Estado que favorece esa libertad llega todavía más lejos y comprende que, en
lo referente a la legislación, no es peligroso permitir que los súbditos hagan un
uso público de la propia razón y expongan públicamente al mundo los pensa-
mientos relativos a una concepción más perfecta de esa legislación, la que puede
incluir una franca crítica a la existente. También en esto damos un brillante
ejemplo, pues ningún monarca se anticipó al que nosotros honramos.
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El legado de la Ilustración
Y Michel Foucault
Sin embargo, me parece que ese texto va a permitir, de modo discreto, la entrada
en la historia del pensamiento de una pregunta que la filosofía moderna no ha
sido capaz de responder; pero de la que, tampoco, ha podido desembarazarse.
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Enrique Meler
También hay que resaltar que Kant presenta esa “salida” de manera bastante
ambigua. Por una parte, la Ausgang está caracterizada como un hecho, como
un proceso en desarrollo; pero, por otra parte, Kant la presenta como una tarea
y como una obligación.Ya en el primer párrafo del texto, Kant hace notar que
el hombre es, por sí mismo, responsable de su estado de tutela
Y, ¿cuál es, pues, esta instrucción? Sapere aude: “atrévete a conocer”, “ten el
coraje, la audacia para conocer”. Así, es necesario considerar a la Aufklärung,
tanto como un proceso en el cual participan los hombres de manera colectiva,
como un acto de coraje
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El legado de la Ilustración
Foucault también señala esta inversión que a todos nos deja per-
plejos. Creo que el viejo Kuno Fischer fue el primero en señalarla,
pero después sigue la argumentación kantiana y yo entiendo que
en esta inversión está la verdadera clave del artículo. Porque no se
tratará como es obvio de la humanidad en general sino de una re-
forma del entendimiento en el sentido cartesiano (sapere aude) que
pone la totalidad de la cultura en la reflexión sobre el hoy.
Kant no solicita que se practique una obediencia ciega y estúpida; más bien
solicita que se haga un uso de la razón adaptado a esas circunstancias determi-
nadas, y en ese entonces la razón debe someterse a esos fines particulares. En
consecuencia, no puede haber, en este caso, uso libre de la razón.
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Enrique Meler
Pero entonces para la razón los únicos fines generales son aque-
llos en los que la razón no encuentra ni objeto ni cometido claro,
los fines del futuro, los fines de la humanidad y los fines en los que
alguien como pieza de una máquina, se somete a una imposición
o necesidad colectiva, como soldado de un ejército o ciudadano
de una sociedad son particulares. Son particulares porque tuer-
cen la naturaleza de la razón que busca un objeto sobre el cual
constituirse, porque no obedecen a intereses propios. Aquí hay una
novedad importante y de largo alcance. Sin embargo parece pasar
desapercibida. ¿Acaso el uso histórico de la razón es una negación
del sujeto trascendental?
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El legado de la Ilustración
La hipótesis que quisiera proponer es que ese pequeño texto de Kant se en-
cuentra, de alguna manera, sobre la línea que une los planos de la reflexión
crítica y de la reflexión sobre la historia. Es una reflexión de Kant sobre la
actualidad de su propia empresa filosófica.
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El legado de la Ilustración
“El vestido negro y la larga levita tienen no sólo su belleza poética, que es ex-
presión de igualdad universal, sino aún su poética que es la expresión del alma
pública; un inmenso desfile de enterradores, enterradores políticos, enterradores
amantes, enterradores burgueses.Todos celebramos algún entierro
El flâneur, el ocioso, el espectador que se pasea, se contenta con abrir los ojos,
con poner atención y coleccionar en el recuerdo. Frente al hombre de flânerie,
Baudelaire opone el hombre de modernidad: “...el va, corre, busca. ¿Qué bus-
ca? Con toda seguridad, este hombre,... este solitario dotado con una activa
imaginación, siempre viajero a través del gran desierto de hombres, este hombre
tiene un fin más elevado que el de un puro flâneur.
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Enrique Meler
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El legado de la Ilustración
“Mira pibe” –me dijo con voz aguardentosa–, “el petiso Manolo
en la parte teórica es una roca, la parte práctica, bueno fue supe-
rado, el no era un político, pero la parte teórica…” –completó el
gesto con la mano.
Seguramente Kant ha recibido todo tipo de homenajes de gran-
des sabios y príncipes a lo largo de los siglos, pero yo no estoy en
capacidad de ofrecerle un reconocimiento mayor que este. Que
un borracho del centro que no ha sido precisamente Dios, sino el
que le explicó como se hacía todo, lo acepte como un hermano: el
petiso Manolo, y le brinde públicamente su respeto, es un hecho
histórico de impredecibles consecuencias, muchísimo más impor-
tante que la batalla de Waterloo. Ni que hablar que nadie conocería
a Kant por su nombre en los años subsiguientes. Después, claro, nos
mediocrizamos, y volvió a ganarnos la solemnidad, nuestra ridícula
y española solemnidad. Lo que quiero transmitir es que Kant era un
gran hombre, lo leyeron los obreros, las amas de casa, los maestros
de este país, los militares, e incluso algunos filósofos. Los obreros
conocían a Marx por interés, pero leyeron a Kant deslumbrados por
su genio. Dentro de mil años seguiremos encontrando secretos en
la Estética Trascendental, porque enseña cosas sobre la naturaleza hu-
mana que no pueden aprenderse en otra parte. El profesor Foucault
hace lo que mi amigo Armando pero en francés, deslumbrar a su
auditorio, con su sapiencia filológica, que la tiene, los profesores
europeos tienen esa sabiduría secreta, que se pasa de mano en mano
igual que las recetas de cocina, recetas que nadie de afuera puede co-
nocer. No puede enmendarle la plana a un artículo tan importante,
con su delire romantique Schmutzig Französisch. Como ven, no sólo se
trata de disgusto. Necesitaba fundamentar mi disidencia.
Hay toda una discusión sobre el sentido del flaneur, el término es
apropiado: en español tenemos la palabra ecléctico, que quizás sirva.
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Enrique Meler
Finalmente agregaré una sola palabra. Este irónico “hacer heroico” del presen-
te, este juego de la libertad con lo real para su transfiguración, esta elaboración
ascética de sí, no concibe Baudelaire que puedan encontrar su lugar en la
sociedad misma o en el cuerpo político. Pueden producirse sólo en otro lugar
diferente: el que Baudelaire llama el arte.
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El legado de la Ilustración
Hay que intentar hacer el análisis de nosotros mismos como seres que, en cierta
medida, hemos sido históricamente determinados por la Aufklärung
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Enrique Meler
Esto implica una serie de indagaciones históricas que deben ser tan preci-
sas como sea posible, pero que no deben estar orientadas retrospectivamente
hacia el “núcleo esencial de la racionalidad” que se pueda encontrar en la
Aufklärung y que habría que salvar a costa de lo que fuere. Estarán orientadas
hacia “los límites actuales de lo necesario”; es decir, hacia aquello que no es
indispensable, o no lo es más, para la constitución de nosotros mismos como
sujetos autónomos.
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El legado de la Ilustración
¡Ah esto es tan aristocrático!, ¡des hommes, des idees!, ¡des idees, des
hommes!
Ahora bien, en relación con esto último, yo creo que se puede oponer a esa
temática –con frecuencia tan recurrente y siempre dependiente del humanis-
mo– el principio de una crítica y de una creación permanente de nosotros-
mismos en nuestra autonomía: es decir, un principio que está en el corazón de
la conciencia histórica que la Aufklärung ha tenido de sí misma. Desde este
punto de vista, veo más bien un estado de tensión entre la Aufklärung y el
humanismo que una identidad.
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Enrique Meler
forma positiva; a saber, ¿en lo que nos es dado como universal, necesario, obli-
gatorio, qué lugar ocupa aquello que es singular, contingente y ocasionado por
restricciones arbitrarias? Se trata, en suma, de transformar la crítica ejercida en
la forma de la limitación necesaria, en una crítica práctica que toma la forma
de una trasgresión posible [de limitaciones]. Esta transformación trae consigo
una consecuencia inmediata: la crítica ya no buscará las estructuras formales
que tienen valor universal; más bien se convertirá en una indagación histórica
a través de los eventos que nos han llevado a constituirnos y a reconocernos
como sujetos de lo que hacemos, pensamos, decimos. En este sentido, tal crítica
no es trascendental, y no tiene como su fin hacer posible una metafísica: es
genealógica en su finalidad y arqueológica en su método.
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El legado de la Ilustración
ser algo después del sujeto (cuando intervienen las categorías del
entendimiento) que también tendrá algo de la carga. Antes del
sujeto, la carga es fárrago. El lo ve claro, cuando dice: la contingencia
que nos ha hecho ser lo que somos, ¿pero cómo puede una contin-
gencia hacernos: no seguir siendo, pensando, o haciendo lo que somos
hacemos o pensamos si no media una actividad racional, aquí hay una
traducción dialéctica inaceptable. Marx se levantaría contra esta
traducción.
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Tolentia act
Pero, asimismo, es también verdad que no hay ningún pueblo que tenga más
necesidad que el nuestro de que se haga algo más de lo que hasta ahora se dice
y se hace sobre este punto.
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...han intentado reivindicar con sus escritos sus derechos y libertades, general-
mente lo han hecho sobre la base de principios restringidos, adaptados sólo a
los intereses de sus sectas.
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Si alguien posee todas estas cosas, pero está desprovisto de caridad, humildad
y buena voluntad en general hacia todos los hombres sin distinción, no sólo
hacia los que se profesan cristianos, no es todavía un cristiano
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El legado de la Ilustración
Pero quien haga lo contrario y, a la vez que se muestra cruel e implacable con
aquéllos que difieren de sus opiniones, es indulgente con los pecados y vicios
morales que son indignos del nombre de cristiano demuestra claramente, aun-
que tenga siempre en sus labios el nombre de la Iglesia, que su meta está en
otro reino y no en el del reino de Dios.
Sabemos muy bien que, si hubiera querido convertir a los infieles por la fuer-
za o con las armas, o apartar de sus errores a los que son ciegos o tercos con
soldados, le habría resultado mucho más fácil recurrir al ejército de las legiones
celestiales, que a cualquier protector de la Iglesia, por potente que sea, emplear
sus banderas.
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Dado que una sola es la religión verdadera, uno solo es el camino que lleva a
la morada de los bienaventurados, ¿qué esperanza habría de que un número
mayor de hombres llegase, si los mortales tuvieran que dejar a un lado el
dictamen de la razón y de la conciencia y tuvieran que aceptar ciegamente las
creencias del príncipe y adorar a Dios según las leyes patrias? Entre las distin-
tas creencias religiosas que siguen los príncipes, el estrecho camino que conduce
al cielo y la angosta puerta del paraíso necesariamente se abrirían para muy
pocos, pertenecientes a una sola región; y lo más absurdo e indigno de Dios en
todo este asunto sería que la felicidad eterna o el eterno castigo dependieran
únicamente del lugar donde se hubiera nacido.
Ahora consideremos qué es una Iglesia. Estimo que una Iglesia es una socie-
dad libre de hombres que se reúnen voluntariamente para rendir culto público
a Dios de la manera que ellos juzgan aceptable a la divinidad, para conseguir
la salvación del alma.
Pues, en efecto, fuera de los que están unidos por la esperanza de la vida
eterna, ningún otro vínculo puede ser indisoluble. Una iglesia es, pues, una
sociedad de miembros unidos voluntariamente para este fin.
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Puesto que ninguna sociedad, por libre que sea o por banal que haya sido el
motivo de su constitución, sea de intelectuales con el fin de saber, de comer-
ciantes para comerciar o de hombres ociosos para conversar y cultivar el espíritu,
puede subsistir sin disolverse inmediatamente, si carece de todo tipo de ley, es
necesario que también la Iglesia tenga sus leyes,
Aquí habla la época, este es un logro que no irá hacia atrás, salvo
que desaparezca el mundo como lo conocemos.
Esta disputa nos ofrece necesariamente la libertad de elegir, o sea, deja a cada
uno el derecho a entrar en la Iglesia que prefiera.
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El legado de la Ilustración
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Enrique Meler
Más aún, a la medida de justicia se le deben añadir los deberes impuestos por
la bondad y por la caridad. Así lo ordena el Evangelio, así lo dicta la razón y
la sociedad que la naturaleza ha hecho posible entre los hombres. Si un hom-
bre abandona el recto camino, es un desgraciado que se perjudica a sí mismo.
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El legado de la Ilustración
¿Puede decir alguien que una de estas Iglesias tiene el derecho de privar a los
miembros de la otra de sus bienes (como vemos hacerlo en otros lugares), o de
castigarlos con el exilio o con la pena capital porque tienen creencias y ritos
distintos? ¿Y todo esto mientras los turcos callan y se ríen, al ver que unos
cristianos luchan contra otros cristianos con crueldad sanguinaria?
pretendo que valga para las Iglesias particulares, que en sus relaciones mutuas
son, de alguna manera, de las personas privadas, y una no tiene una potestad
sobre la otra, ni siquiera en caso de que el magistrado civil (como a veces ocurre)
pertenezca a una de ellas, ya que el Estado no puede atribuir ningún nuevo
derecho a la Iglesia, como tampoco la iglesia al Estado. La Iglesia, tanto si
entra en ella un magistrado como si se sale, permanece siempre como era, una
sociedad libre y voluntaria.
Así que la controversia entre estas dos Iglesias sobre la verdad de las creencias
y la corrección de su culto es irresoluble, y no puede resolverse por la sentencia
de un juez ni en Constantinopla ni en ninguna parte de la tierra.
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Enrique Meler
Pero aún más: aunque pudiera ponerse de manifiesto cuál de los disidentes
tiene la posición justa respecto a la religión, no por eso la Iglesia ortodoxa
tendría un poder mayor para destruir a la otra, ya que las Iglesias no tienen
jurisdicción en las cosas terrenales, ni el fuego ni la espada son instrumentos
adecuados para convencer de su error o para enseñar o convertir a los espíritus
humanos. Supongamos, sin embargo, que el magistrado civil favorece a una
Iglesia y quiere ofrecerle la espada, para consentirle castigar, como quiera, a los
heterodoxos. ¿Quién puede decir que una Iglesia cristiana puede adquirir del
emperador turco derecho sobre sus hermanos? Un infiel, que por su autoridad
no puede castigar a los cristianos por los artículos de su fe, no puede dar tal
poder a ninguna sociedad de cristianos, ni conferirle un derecho que él mismo
no posee.
...los que no están dispuestos a tolerar los cismas casi nunca desencadenan su
celo por Dios, del cual dicen sentirse tan ardientemente inflamados, si no allí
donde un magistrado civil les apoya. Cuando, por el apoyo de un magistrado,
139
El legado de la Ilustración
tienen una fuerza superior, entonces la paz y la caridad cristianas deben ser
violadas; en caso contrario, hay que cultivar la tolerancia mutua.
Ni la paz, ni la seguridad, ni siquiera la amistad común pueden establecerse o
preservarse entre los hombres mientras prevalezca la opinión de que el dominio
se funda en la gracia y que la religión ha de ser propagada por la fuerza y
con las armas
ya que la Iglesia es distinta y está separada del Estado y de los asuntos ci-
viles. Las fronteras en ambos casos son fijas e inamovibles. Quien pretende
confundir las dos sociedades, completamente distintas por su origen, por el fin
que se proponen, por sus contenidos, mezcla dos cosas tan separadas como el
cielo y la tierra
lo que no está permitido a una Iglesia en su totalidad no se puede convertir en
permitido, por algún derecho eclesiástico, a alguno de sus miembros
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Enrique Meler
Sobre todo tienen que tener mucho cuidado de no perturbar a aquéllos que
sólo se ocupan de sus asuntos, que simplemente se preocupan de adorar a Dios
de la forma que, prescindiendo de la opinión de los hombres, consideran que
debería ser la más aceptable posible para Dios y abrazan la religión que les da
la mayor esperanza de salvación eterna.
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El legado de la Ilustración
Se me dirá: hay mil caminos que conducen a la riqueza, pero sólo uno que lle-
va a la salvación. Eso está bien dicho, sobre todo por parte de aquéllos que abo-
gan por que se obligue a los hombres a tomar uno u otro camino: efectivamente,
si hubiera más de uno, no habría ningún pretexto para ejercer la coacción.
Por otra parte, son cosas que se pueden observar o se pueden omitir sin perjui-
cio para la religión o la salvación de las almas, siempre y cuando en la práctica
se hallen ausentes la superstición y la hipocresía.
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Enrique Meler
Uno solo entre éstos es el verdadero camino de la salvación. Pero entre los
miles que los hombres inician, ¿cuál es el justo? Ahora bien, ni el cuidado del
Estado, ni el derecho de hacer leyes muestra con mayor certeza al magistrado
el camino que conduce al cielo de lo que no haya mostrado a un ciudadano
privado su propia búsqueda
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El legado de la Ilustración
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Pero, a decir verdad, la Iglesia (si tenemos que dar este nombre a un conjunto
de eclesiásticos que hacen decretos) se adapta más a menudo y más fácilmente
a la corte, que la corte a la Iglesia.
pero no puedo salvarme con una religión en la que no tengo confianza ni con
un culto que aborrezco
De esta forma tenemos finalmente hombres que, en materia de religión, son
libres uno del dominio del otro. ¿Qué deben hacer? Todos los hombres saben y
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El legado de la Ilustración
reconocen que Dios debe ser adorado públicamente; ¿por qué, si no, se reuni-
rían públicamente para este fin?
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Los ritos trasmutan el valor de las cosas, sobre todo aquellos ritos
sacrificiales. Los ritos son indudablemente un diálogo secreto con
la divinidad, cuando la palabra viene del otro lado el velo social
se rasga. Quizás la libertad pensada en sí misma para Locke, sea
poder ponerle valor a esas cosas, a estos bienes así trasmutados en
el diálogo.
Y por qué es un perro tan abominable? Por otra parte, ¿qué diferencia hay en-
tre un perro y un cabrito respecto a la naturaleza divina, igual e infinitamente
distante de la naturaleza material de uno y del otro, si no es que Dios quiere
un género de animales y no otro en la celebración de los ritos y en el culto?
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El legado de la Ilustración
Vemos, por lo tanto, que las cosas que están a nuestra disposición, aunque
estén sometidas al poder civil, sin embargo no pueden, con ese pretexto, ser in-
troducidas en los ritos sagrados e impuestas en las asambleas religiosas, porque,
en el culto sagrado, cesan inmediatamente de ser indiferentes
Por ejemplo, entre los judíos el tiempo, el lugar y los hábitos de los que ofi-
ciaban no eran meras circunstancias, sino formaban parte del culto. Si en ellas
había un defecto o alguna variación, no se podía esperar que sus celebraciones
fuesen del agrado y de la aceptación de Dios. Pero, para los cristianos, que
gozan de la libertad evangélica, estas cosas son meras circunstancias del culto,
que la sagacidad de cada iglesia puede usar en la forma que juzgue más con-
veniente para los fines del orden, la decencia y el buen ejemplo.
Sin embargo, en este caso la ley mira a un asunto no religioso, sino político, y
se prohíbe no la inmolación del cordero, sino su muerte.Ya se ve la diferencia
que hay entre la Iglesia y el Estado
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El poder civil o puede cambiar cualquier cosa de la religión según el gusto del
príncipe o no puede cambiar nada.
Pero al final los cristianos se convierten en los más poderosos, porque hacen
magistrado a uno de ellos. Entonces llega el momento de romper los pactos, de
violar los derechos, para extirpar la idolatría, y a estos buenos paganos, tan es-
crupulosamente respetuosos del derecho, si no quieren abandonar sus antiguos
ritos y adoptar los nuevos y extraños, se les quitará la vida, los bienes y las
tierras de sus antepasados, aunque no pequen contra las buenas costumbres y
contra la ley civil
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El legado de la Ilustración
A quien me haga la objeción que, según la ley de Moisés, los idólatras tienen
que ser exterminados, le responderé que eso prescribía la ley de Moisés, pero
ésta no obliga a los cristianos.
Nadie pretenderá sacar a colación todo lo que se les impuso por ley a los judíos; ni
servirá para nada hablar de la trillada, y en esta cuestión inútil, distinción de ley
moral, judicial y ritual.
En relación con los idólatras, el Estado hebreo tenía una doble relación. Una
primera relación con aquéllos que, iniciados en la religión mosaica y converti-
dos en ciudadanos del Estado hebreo, habían abandonado más tarde el culto
del Dios de Israel.
Ahora bien, si alguien puede mostrarme dónde hay actualmente un Estado
constituido sobre ese mismo derecho, yo reconoceré que en ese Estado las leyes
eclesiásticas se convierten en leyes civiles y que allí el magistrado puede y debe impe-
dir con la espada a todos los súbditos que practiquen cultos y que acepten religiones
extranjeras
Él enseñó con qué fe y con qué costumbres los individuos deben obtener la vida
eterna; pero no instituyó ningún Estado, no introdujo ninguna nueva forma
de convivencia política especial para su pueblo, no armó a ningún magistrado
con una espada con la que obligar a los hombres a la fe y al culto que propuso
a sus seguidores, o con la que alejarles de otra religión.
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¿por qué los hebreos habrían perdonado a los moabitas y a otros pueblos, que
eran también idólatras? Puesto que Dios era de una forma peculiar rey del
pueblo hebreo, no podía tolerar que en su reino, o sea, en la tierra de Canaán,
se adorase a ningún otro dios: esto era propiamente un delito de lesa majestad
Digamos que para que Locke nos perdone debemos aceptar que
Yaveh era un príncipe. En general la política era la del destierro,
pero a veces los desterrados tenían costumbre de armarse para re-
tomar el reino de Dios, que en ese momento alquilaba algún prín-
cipe, entonces hay que reconocer que las espadas de los parientes,
se hundieron en algunos pechos.
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[...] Dado que el hombre con culto erróneo no viola nunca el derecho de otros
hombres, porque no los perjudica, aunque no tenga sus justas creencias religio-
sas, ni su condenación pone trabas a la prosperidad de los demás, el cuidado de
su salvación corresponde sólo a los individuos.
...el bien público, terrenal y mundano, que es la única razón, válida para to-
dos, para entrar a formar parte de la sociedad y es el único fin del Estado, una
vez que éste se ha constituido.
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Los conflictos entre los hombres se pueden resolver con dos criterios, o con el
derecho o con la fuerza. Se trata de dos criterios que donde termina uno em-
pieza el otro. No es asunto mío buscar hasta dónde se extienden, en cada uno
de los pueblos, los derechos del magistrado;
Otro mal más secreto, pero también más peligroso para el Estado, lo constitu-
yen aquéllos que se reservan para sí mismos y para los miembros de su propia
secta alguna prerrogativa contraria al derecho civil, encubierta con oportunos
circunloquios de palabras, destinados a echar humo en los ojos.
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que ya disfrutan, o sea, igualdad con los demás ciudadanos bajo un gobierno
justo y moderado. Si a la Iglesia a la que pertenece el soberano se la considera
el soporte principal del gobierno civil, y sólo en razón (como ya se ha demos-
trado) de que tiene la parcialidad del magistrado y el favor de las leyes, ¿no
estará más seguro, si hay más centinelas que montan guardia a su alrededor,
o sea, si todos los buenos ciudadanos, de cualquier Iglesia que sean, disfrutan
del mismo favor del príncipe y de la misma equidad de las leyes, sin ninguna
discriminación religiosa, y la severidad de la ley sólo la temen los facinerosos y
los que atentan contra la paz civil?
Debemos, por lo tanto, buscar otra causa a los males que se imputan a la
religión.
Nos debería asombrar que los magistrados hayan soportado a los incendiarios
y perturbadores de la paz pública, si no fuera evidente que han sido invitados
por ellos a participar en el botín y que han considerado, por lo tanto, conve-
niente hacer uso de su codicia y orgullo para acrecentar su poder.
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Apéndice
Otros afirman que todo el poder y la autoridad del magistrado derivan de la
concesión o del consentimiento del pueblo. A éstos les digo que no se puede
suponer que el pueblo dé, a uno o a más de sus componentes, una autoridad
sobre sí mismo para un fin distinto a su propio mantenimiento, o que extienda
los límites de sus jurisdicción más allá de los límites de esta vida.
para imponer a los hombres el cuidado de sus asuntos civiles privados o para
ayudarles a conseguir sus intereses privados, sino que les protege únicamente
de las violencias y de las injusticias que podrían sufrir por parte de otros. En
esto consiste la tolerancia perfecta.
¿Puede ser razonable que quien no puede obligarme a comprar una casa me
imponga su camino para intentar conseguir el paraíso? ¿Que quien no puede
prescribirme con justicia reglas para conservar mi salud me imponga métodos
para salvar mi alma? ¿Que quien no puede escogerme una mujer me escoja
una religión?
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Así utilizó Ajab el ayuno, que fue no la causa, sino el medio y el instrumento
para quitarle la viña a Nabot. Estos errores de algunos seguidores de una reli-
gión no desacreditan a esa religión (porque sucede exactamente igual en todas)
más de lo que el latrocinio de Ajab desacredita la práctica del ayuno
Tengo solo que añadir antes de dejar esta parte dedicada a las opiniones espe-
culativas, que la creencia en una divinidad no debe contarse entre las opiniones
especulativas: es el fundamento de toda moralidad e influencia completamente
la vida y las acciones de los hombres y, sin ella, un hombre tiene que ser con-
siderado parte de una de las especies más peligrosas de los animales salvajes, o
sea, incapaz de cualquier tipo de sociedad.
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Virtudes y vicios morales, si pudieran ser separados por la relación que tienen
con el bienestar público y pudiesen no ser nada más que medios para establecer
o comprometer la paz y las propiedades de los hombres, se convertirían enton-
ces sólo en un asunto privado y superior a la política entre Dios y el alma del
hombre, donde la autoridad del magistrado no se debe interponer
Por esto pienso que del poder que el magistrado tiene sobre las acciones buenas
y malas se deduce:
1. El magistrado no está obligado a castigar todos los vicios, o sea, puede tolerar
algunos; por otra parte, quisiera saber qué gobierno no lo hace.
2. El magistrado no debe ordenar la práctica de ningún vicio, porque una orden
de este tipo no puede ser útil para el bien del pueblo o para el mantenimiento
del gobierno
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a menudo sucede que ellos mezclan con el culto religioso y las opiniones espe-
culativas otras doctrinas, completamente destructivas de la sociedad en la que
viven, como resulta evidente en los católicos romanos, que no están sometidos
a ningún príncipe fuera del papa. A éstos, que mezclan estas opiniones con su
religión, que las respetan como verdades fundamentales, que se someten a ellas
como a artículos de fe, el magistrado no les debe tolerar en el ejercicio de su re-
ligión, al menos que él tenga la seguridad de poder conceder una parte sin que
se difunda la otra, y sepa con certeza que esas opiniones no serán absorbidas
y tomadas por todos aquéllos que se comunican con ellos en el culto religioso;
algo que resulta muy difícil que suceda.
Parece que la ley no está tan vacía como se afirma, sino que se
llena con el contenido que más conviene a los intereses del estado,
eso que Locke llama: paz y seguridad.
Respondo que, si todas las cosas que pueden dar ocasión a desórdenes o cons-
piraciones en un Estado no tuvieran que ser soportadas, todos los hombres
descontentos y activos tendrían que ser exiliados, y el murmullo debería ser
menos tolerado que el discurso, ya que es mucho más adecuado para promover
y fomentar una conspiración
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Esta regla alcanza no sólo a los papistas, sino también a cualquier otro tipo
de personas entre nosotros, porque una limitación de este tipo impedirá, de
alguna forma, la difusión de doctrinas como aquéllas, que tendrán siempre
malas consecuencias y, como a serpientes, no se les puede quitar su veneno con
un tratamiento cortés.
Pero pienso que es muy distinto el caso de los católicos, que menos que nadie
pueden merecer piedad, ya que reciben un trato no distinto del que la crueldad
de sus príncipes y de sus prácticas merece.
Se añada que el papado, habiendo sido impuesto en un mundo fanático e
ignorante con la astucia y la intriga de su clero, habiéndose mantenido con
los mismos subterfugios y basándose en el poder y la fuerza, está expuesto
a la decadencia más que cualquier otra religión, donde el poder secular trata
duramente a sus seguidores y por lo menos les quita esos estímulos y apoyos
que reciben de su clero
(aunque la historia está llena de ejemplos y es difícil encontrar un solo caso en
el que una creencia haya desaparecido del mundo con la persecución, al menos
que la violencia ejercida contra ella no se haya llevado por delante a todos los
que la profesaban.
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Pero se puede ver lo poco que esta obstinación y esta constancia dependen
del conocimiento en esos galeotes que vuelven de Turquía, los cuales, aunque
hayan soportado todo tipo de miseria antes de renunciar a su religión, sin
embargo, por lo que podemos atisbar por la vida y por los principios de la
mayoría de ellos, no tenían conocimiento alguno de la doctrina y la práctica
del cristianismo
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¿Quién no cree que esos pobres prisioneros, los cuales, renunciando a una
religión en la que no estaban muy instruidos y de la que, mientras gozaban
de libertad en su patria, no eran muy celosos, habrían podido conseguir su
libertad cambiando sus creencias, no habrían, si sus cadenas se lo hubieran
permitido, cortado el cuello a esos crueles patronos que les trataban con tanta
dureza, mientras no habrían adoptado ningún tipo de violencia con ellos, si les
hubiesen tratado como normales prisioneros de guerra?
no se pretende hacer que progrese la verdad, sino que se tenga como punto
de mira el interés y el dominio. ¿Quién utiliza este método para convencer a
alguien de la verdad de las matemáticas? Probablemente se diga que éstas son
verdades de las que no depende mi felicidad.
es difícil pensar que lo que exige un trato tan malo de mi cuerpo derive del
amor por mi alma, o que está tan interesado en mi felicidad en el otro mundo
aquél a quien le gusta verme desgraciado en éste.
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La gente que está tan maltratada se mantiene mucho más segura con la
tolerancia, porque, estando bajo vosotros en las mejores condiciones que ellos
pueden esperar, no es verosímil que ellos se reúnan para que les mande otra
persona
Por este motivo, se les impone cierto control no por una opinión más que por
otra, sino porque un número importante de personas disidentes, que siguen
una determinada opinión, podría ser peligroso
¿No podría todo esto dar al magistrado razones de sospecha e inducirlo a pro-
hibir esa moda, no porque sea ilegítima, sino por las consecuencias peligrosas
que puede tener?
Y quizá, si los cuáqueros fuesen tan numerosos que se convirtieran en peligro-
sos para el Estado, el magistrado tendría que poner mucho cuidado y atención
en disolverlos y suprimirlos, aunque se distinguieran de los demás súbditos
sólo porque llevan un sombrero en la cabeza
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De la esclavitud
Allen W.,
Texto publicado en español con el título El Derecho a la Rebelión (La Bastilla,
1973).
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La libertad natural del hombre consiste en no estar sujeto a ningún otro poder
sobre la tierra y en no hallarse bajo la autoridad o voluntad legislativa de
nadie, no teniendo por regla otra ley que la de la naturaleza
La libertad del hombre en sociedad consiste en no encontrarse bajo otro poder
legislativo que el establecido dentro de la comunidad, mediante el consenti-
miento y en no estar bajo el dominio de ninguna voluntad, o constreñido por
ninguna ley que no emane del poder legislativo, de acuerdo con la confianza
en él depositada
Y la de Filmer:
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Habiendo sido sacada por él del estado común en que la colocó la Naturaleza,
le ha agregado algo por su esfuerzo y eso es lo que la excluyó del derecho que
a ella tenían en común los demás hombres.
¿Fue acaso un robo el apropiarse de lo que pertenecía a todos en común? Si ese
consentimiento fuera necesario, el hombre hubiera muerto de hambre en medio
de la abundancia de que Dios lo dotara.
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propiedad: ¿qué otra cosa podría ser? Un sujeto que no posea algo,
tampoco se posee a sí mismo, aunque lo que posea fuere tan sólo
la esperanza de tener algo alguna vez. Evidentemente la idea de la
evolución marca a fuego el espíritu de la época.
31. (…) Uno puede convertir en propiedad suya, mediante su trabajo todo
lo que pueda serle de alguna utilidad antes de que se eche a perder. Todo lo
que exceda esa medida, pertenece a los demás. Dios no creó nada para que los
hombres lo desperdicien o destruyan
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es un bien, cuanto más uno tenga, más libre se es, la crítica a esta
convicción no ha llevado por buen camino, cárcel, abusos, horca.
En cambio la aceptación de este sano criterio ha llevado a la reali-
zación plena de las personas, … que se realizan.
Por eso en efecto, el cercamiento que uno pudiera realizar no importaba al resto
de los hombres; porque aquel que deja lo bastante como para que otro pueda
usarlo, hace lo mismo que si no hubiera apropiado de nada. Nadie puede con-
siderarse perjudicado por lo que otro beba, aunque sea un largo trago.
Así al comienzo, Caín pudo tomar tanta tierra como pudiera cultivar, y hacerla
propia, y aún dejar la suficiente como para que Abel alimentara sus ovejas,
aunque hubiera bastado para ambos la posesión de algunos acres.
39. así, sin suponer que Adán, con exclusión de los demás hombres, tuviera
un dominio o propiedad privada sobre todo el mundo sin que nadie pudiera
apropiarse de nada (lo que otra parte no podría probarse)…
La tierra que se deja librada a la Naturaleza, que no ha sido mejorada por el
pastoreo, el labrado o el cultivo, es llamada (y realmente lo es) yerma.
No voy a hacer el trabajo que Marx hace tanto mejor que yo,
pero este relato no tiene desperdicio por eso me vi tentado de
compartirlo. Respecto del tema que tratamos en este parágrafo,
la esclavitud se ha convertido en una cuestión de grado, en una
cuestión cuantitativa, por lo que la libertad viaja al nuevo mundo
ya herida de muerte.
Cargado de la hipocresía, el oprobio y la desigualdad; Leviatán
navega solo por el atlántico en la inmensidad de la noche.
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Disquisición:
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La cuestión de la traducción:
Independientemente del problema del sentido interno, el tiem-
po cuyas mediaciones sólo serán tratadas correctamente por Kant,
cuando desarrolle la cuestión del esquematismo dentro de la Dia-
léctica de la Razón Pura, la traducción niega el carácter genuino
de la experiencia. En efecto: ¿quién actúa? Cuando pensamos que
hay un saber en la libertad, este saber ya no puede escapar de la
experiencia de verdad de quien actúa. Cuando elegimos esta expe-
riencia (conciencia moral) nos llega ya vaciada en una conciencia
maniquea, una conciencia que ya ha tomado todas sus decisiones
sobre el bien y el mal. Nos referimos en este punto a una concien-
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La conciencia laica
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...
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Le Rousseau americaine
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¿Qué ventajas pueden sacar los hombres de saber si las sensaciones son
pensamientos o conocimientos; si la esencia de las cosas puede ser el objeto de
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la idea o si su existencia puede serlo igualmente, y otras por este estilo que
se enseñan en lo que se llama lógica moderna? ¿No es esto verdaderamente
aprender a porfiar y a jugar con la razón? ¿No es esto vender doctrinas falsas
por verdaderas y palabras por conocimientos?
Manuel Belgrano: “Artículo sobre Educación” (El Comercio Mayo
y Julio de 1810)
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Por lo tanto, los ángeles no pueden mover los cuerpos, porque son penetra-
bles, pero esta razón es nula; luego pueden mover físicamente los cuerpos.
Además la menor: la impenetrabilidad no se requiere menos para comunicar
el movimiento que para alejar el impulso del cuerpo; pero no obstante la pe-
netrabilidad de los demonios, éstos pueden recibir el impulso del cuerpo; luego,
etc. Además la menor: el fuego infernal es corpóreo inmaterial; pero el fuego
comunica el impulso a los demonios, puesto que los atormenta; luego, etcétera.
Respondo negando la menor; a la prueba distingo la mayor, es decir: si se
admite que puedan recibir el impulso por virtud natural, niego la mayor, y
la concedo si se admite que puedan recibir dicho impulso por virtud divina.
A la prueba, admitida la mayor distingo la menor, vale decir, admito que se
comunique el impulso, esto es, la perfección del dolor por virtud divina, y niego
la menor, si se cree que se comunique el propio impulso por virtud natural, y
niego también la conclusión, aun cuando muchos no admitan la materialidad
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del fuego infernal. Sin embargo, no niego como el divino Gregorio que el fuego
del infierno sea corpóreo (Fray Elías del Carmen, Curso de Física).
¿Por qué funesto trastorno ha venido a ser esclavo ese árbitro subalterno de
la naturaleza, cuya voluntad sólo debía estar sujeta a las leyes que sancionan
su independencia, y señalan los límites que la razón eterna tiene derecho a
prescribirle? ¿Por qué ha vivido el hombre entregado a la arbitrariedad de sus
semejantes, y obligado a recibir la ley de un perverso feliz? No busquemos la
causa fuera del hombre mismo: la ignorancia le hizo consentir en ser esclavo,
hasta que con el tiempo olvidó que era libre: llegó a dudar de sus derechos,
vaciló sobre sus principios, y perdió de vista por una consecuencia necesaria el
cuadro original de sus deberes. Un extraño embrutecimiento vino a colocarle
entre dos escollos tan funestos a la justicia, como a la humanidad; y fluctuan-
do entre la servidumbre y la licencia mudaba algunas veces de situación, sin
mejorar su destino siempre desgraciado, ya cuando traspasaba los límites de su
LIBERTAD, ya cuando gemía en la esclavitud
(Bernardo de Monteagudo, Observaciones Didácticas)
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Marcharon rumbo al cielo, brindándose mutuo apoyo a lo largo del agreste sen-
dero que su destino les había deparado y nunca dilapidaron un pensamiento
melancólico para recordar, las vanidades de Merry Mount.
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Conclusiones
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