Sie sind auf Seite 1von 25

1

LA RELIGIOSIDAD FEMENINA EN LA ILÍADA Y EN LA ODISEA ∗

ELENA ALMIRALL ARNAL

"Cuando viajas, puedes encontrar


ciudades sin murallas, sin
escritura, sin rey, sin casas,
sin propiedades, sin moneda, que
no conocen teatros ni gimnasios,
pero no existe ni existirá nadie
que pueda encontrar una ciudad
sin lugares sagrados ni
divinidades, que prescinda de
las plegarias, juramentos,
oráculos, sacrificios por los
favores recibidos y rituales
para alejar los males."1

Los poemas homéricos se han fechado en el siglo VIII


a.C. Sin embargo, su influencia se extenderá en etapas
posteriores, creando un modelo de pensamiento y
comportamiento que será la base de la cultura griega durante
toda la época antigua. La pauta establecida por Homero,
asignaba a la mujer un papel secundario: siempre supeditada
al hombre, sin libertad de movimientos ni de decisión. El
ámbito religioso, objeto de este estudio, era una esfera más
en la que la mujer no podía escapar de los límites que le
eran impuestos. Todo ello se ve reflejado en la Ilíada y la
Odisea donde, a veces muy sutilmente, se nos dice que el
lugar de la mujer es el oikos y que sus obligaciones son las
tareas del hogar.
Por otro lado, la religiosidad griega es una experiencia
cotidiana. La presencia y actuación de los dioses y de las
diosas es una constante en los poemas homéricos. Estos seres


Quiero señalar que en este artículo no voy a realizar un estudio sobre la religión griega en sí
misma sino que analizaré el acercamiento femenino a la misma, en el marco de los poemas
homéricos. Así, no explicaré cuáles son las funciones de una sacerdotisa o el sentido de un templo
puesto que son temas sobre los que existe gran cantidad de bibliografía y que alargarían
innecesariamente el presente artículo.
1
Plutarco, Reply to Colotes, en Moralia, XIV, v. 1125 ss, Londres, Loeb, 1967

2
superiores no sólo tienen forma humana sino también pasiones
y sentimientos terrenales; de hecho, lo único que les
diferencia es su inmortalidad. Además, los eternos controlan
el destino de hombres y mujeres, se inmiscuyen en sus vidas,
les ofrecen dones y gracias pero, a cambio, exigen el
cumplimiento de ciertos ritos. Esta actividad forma parte de
una de las principales pautas de conducta griega: la
reciprocidad. Tal como señala Richard Seaford, "los dones a
los dioses, igual que los dones a los hombres, implican
reciprocidad: son entregados como devolución de algo o
2
esperando algún beneficio. " Así, la actitud de mujeres y
hombres hacia los dioses y las diosas es de temor y respeto
ya que, de lo contrario, se arriesgan a ofenderlos y
ponerselos en contra. En la Ilíada y la Odisea, se encuentran
muchos ejemplos de este comportamiento ante dioses y diosas
pero he elegido uno de los pocos en femenino: en el canto III
de la Ilíada, Helena se enfrenta a Afrodita3 cuando ésta le
pide que acuda al tálamo con Alejandro. No obstante, la diosa
la recrimina: "No me provoques, terca, no sea que de enojo te
abandone, que te odie con igual vehemencia que hasta ahora te
he amado..." Helena, entonces, siente miedo y se apresta a
obedecer las órdenes recibidas.4
Es necesario, pues, cumplir la voluntad de los dioses y
de las diosas para obtener su favor, no hay que descuidar su
culto si se quiere conseguir su apoyo. Nadie escapa de esta
práctica de la reciprocidad: antes de realizar cualquier
acción, los seres humanos deben dirigirse a aquellos y
aquellas que controlan sus vidas para rogarles generosidad y
benevolencia.

2
Seaford, R., Reciprocity and Ritual. Homer and Tragedy in the Developing City-State, Oxford,
1995, p. 196
3
Es uno de los pocos casos en los que un mortal, y mujer, se enfrenta a un dios, en este caso a
una diosa.

3
El culto religioso griego se manifiesta de varias
formas: sacrificios, libaciones, plegarias, etc. Como ya he
mencionado, las mujeres no participan de dichas
manifestaciones en la misma medida que los hombres. Pasaré,
ahora, a analizar la piedad femenina y su expresión en los
poemas homéricos.

El sacrificio 5

El sacrificio griego ha sido muchas veces definido. Así,


por ejemplo, Mario Vegetti afirma que "expresa la renuncia,
por parte del grupo humano, a una parte de sus recursos
alimentarios más preciosos, y su concesión a las potencias
divinas, que gracias a este cuidado tendrían que resultar
aplacadas y benévolamente dispuestas hacia los hombres"6. A
su vez, Richard Seaford realiza un análisis sobre la comida
sacrificial en Homero en el que distingue varios puntos
importantes: el sacrificio se realiza siempre para inaugurar
o concluir una actividad en la que se busca el favor de los
dioses; las acciones que lo componen siempre son descritas en
el mismo orden, de una manera tradicional; la comida
sacrificial tiene una función social de identidad y cohesión
del grupo; casi no existe en Homero ningún elemento en el
sacrificio que exprese culpa o ansiedad a causa de la muerte;
la víctima parece unida a los participantes ya que, como
ellos, lleva una guirnalda y es rociada con agua lustral.

4
Ilíada, III, 389
5
Sacrificio: "Ofrenda a una deidad en señal de homenaje o expiación" (Diccionario de la lengua
española, Real Academia Española, Madrid, 1992, p.1295)
6
Vegetti, M., "El hombre y los dioses", en El hombre griego, Madrid, 1993, p. 296

4
Este procedimiento tradicional es muy importante para
expresar la solidaridad del grupo7.
Sin embargo, en Homero, las mujeres casi no aparecen en
este tipo de sacrificio. Solamente una vez podemos oír su voz
y es en la Odisea8, durante una celebración frente al
palacio de Néstor: una vaca es inmolada en honor de Atenea y
las mujeres presentes elevan clamores (en el original se
utiliza el verbo ολολυζω que puede traducirse como "dar un
grito sagrado"). Es éste el único caso en que aparecen
mujeres presenciando un sacrificio y también es el único caso
en que se da este "grito sagrado". Así, si no hay mujeres, no
hay clamor. La mujer griega es apartada del sacrificio y de
la sangre y, cuando está presente, su única misión es gritar.
¿Cuál es, pues, el sentido de este grito? Hay autores que
afirman que era una señal de buen augurio y que su objetivo
podía ser el de llamar la atención de un dios o ahuyentar a
los malos espíritus9 pero, siendo así, ¿por qué solamente
gritan las mujeres y no se hace cuando ellas no están? ¿No
será más bien que la mujer es obligada a mostrar que detesta
la sangre y que ha abandonado el salvajismo? No debemos
olvidar que Homero alecciona a las futuras generaciones sobre
la forma correcta de comportarse. Este tema lo retomaré más
adelante cuando, a propósito de Andrómaca, hable del
menadismo y del pavor que les produce a los hombres el hecho
de que una mujer pueda independizarse mental y socialmente
del grupo controlado, evidentemente, por ellos.
A pesar de todo, lo que sí que puede hacer una mujer es
realizar la promesa de un futuro sacrificio que será, más
tarde, cumplida por uno o varios hombres. Siempre por

7
Seaford, R., Reciprocity and Ritual. Homer and Tragedy in the Developing City-State, Oxford,
1995, pp. 43-50
8
Odisea, III, 450
9
Gil, L., "La piedad y sus manifestaciones", en Introducción a Homero, Madrid, 1963, p. 486

5
indicación de un varón, la mujer suplica a los dioses y a las
diosas y promete que, si sus peticiones son concedidas, los
hombres corresponderán con la hecatombe. Se dan diversos
ejemplos de este tipo de actuación: en Ilíada: VI, 113; VI,
269; Odisea: XVII, 45.
Por otro lado, diversos autores y autoras han
diferenciado entre sacrificio cruento e incruento10. Según
esta división y, como ya hemos visto, la mujer participaría
activamente sólo en el segundo de los casos. El sacrificio
incruento es sospechosamente parecido a una ofrenda y sabemos
que la inmolación influye más en la voluntad de los dioses y
las diosas que una sencilla ofrenda11. ¿Es, pues, casualidad
que la mujer sólo tenga acceso a este tipo de sacrificio?
Aparece en la Odisea un ejemplo de sacrificio incruento
realizado por una mujer: la nodriza Euriclea dice a Penélope
"Pero, ¡ea!, ve a bañarte primero y, ciñéndote ropas sin
mancha, haz unida a tus siervas arriba oración a Atenea, la
nacida de Zeus que lleva la égida: ella te podrá rescatar a
tu hijo aun estando a la muerte... fue la reina a bañarse,
vistiose unas ropas sin mancha, con sus siervas marchó al
aposento de arriba y, echando en un cesto los granos
12
tostados, rogaba a Atenea..." Vuelve a aparecer, en este
contexto, un grito ritual: no hay sangre pero las mujeres
mantienen este grito que tranquiliza a los hombres.
Como podemos ver, en este tipo de sacrificios, la mujer
debe también, bañarse y vestir ropas limpias: debe
presentarse purificada ante los dioses y las diosas. Marcel
Detienne nos recuerda que "los perfumes son divinos. Los
dioses huelen bien. Su presencia se manifiesta no sólo por

10
Bruit Zaidman, L.; Schmitt Pantel, P., La religione greca, Roma, 1992; Chirassi Colombo, I., La
religione in Grecia, Roma, 1994; Espejo Muriel, C., Grecia: sobre los ritos y las fiestas, Granada,
1990, etc.
11
Gil, L., "La piedad y sus manifestaciones", en Introducción a Homero, Madrid, 1963, p. 479

6
una intensa emanación de luz, sino también por un olor
maravilloso. El atractivo que ejerce la belleza y que excita
el perfume tiene entonces en sí mismo una dimensión
plenamente positiva; es una aspiración hacia un valor
divino."13
Así pues, sacrificios femeninos y masculinos, aunque
tienen el mismo propósito que consiste en conseguir un favor
de la divinidad, son radicalmente opuestos y su diferencia
viene marcada, ante todo, por la sangre. Además, el
sacrificio cruento masculino es siempre comunitario, al aire
libre y uno de sus objetos es, como he señalado más arriba,
la cohesión del grupo. El sacrificio femenino se realiza en
sus aposentos y tiene una finalidad más individual y
concreta: Penélope es acompañada por sus siervas pero es ella
quien tiene el mayor interés por el retorno de su hijo. Los
sacrificios masculinos pretenden, normalmente, conseguir una
victoria comunitaria, favorecer un proyecto común o,
sencillamente, tener a un dios o una diosa a su lado.
Por otro lado, las mujeres ofrecen granos de trigo o
cebada que también forman parte del sacrificio masculino pero
solamente como anticipo del animal que será la ofrenda
principal e importante. En este sentido, es muy reveladora la
relación que Jean-Pierre Vernant hace entre mujer-matrimonio-
granos de cebada14: los granos de cebada son una planta
domesticada al igual que la mujer casada se ha convertido en
un ser civilizado/domesticado gracias al matrimonio.

El siguiente cuadro resume lo mencionado acerca de la


práctica sacrificial griega:

12
Odisea, IV, 749
13
Detienne, M., Los jardines de Adonis, Madrid, 1996, p. 36

7
Femenino Individual Incruento Cereales Limpieza En sus Salvaje
y previa aposentos domestica
concreto da

Masculi- Colectivo Cruento Cereales Limpieza Al aire Civiliza-


no y previa libre do
animales

Oraciones y libaciones15

Dentro de este apartado hablaré de libaciones y de todo


tipo de oraciones, invocaciones, plegarias, votos, etc.
Las mujeres, igual que los hombres, a menudo se dirigen
a los dioses o a las diosas para rogarles favores. Como ya he
mencionado, los seres humanos sean mujeres u hombres, llevan
sus súplicas a los inmortales cuando necesitan concesiones,
socorros, etc. De la misma manera que en el sacrificio, antes
de expresar su ruego, deben normalmente purificarse y suelen
hacerlo con agua lustral. Existen, además, unas actitudes
concretas que deben adoptarse en el momento de orar como
llevar las manos al cielo cuando se suplica a las divinidades
celestes o hacia la mar cuando se quiere invocar a Poseidón,
etc. Como indica Luis Gil, "la elección del dios (o de la
diosa) depende no sólo de su relación personal con el
suplicante, sino también del favor que se desea obtener, al
estar delimitadas las esferas del poder de los distintos

14
Vernant, J.P., Mito y religión en la Grecia antigua, Barcelona, 1999, pp. 60-62
15
Oración: "elevación de la mente a Dios para alabarlo o pedirle mercedes" (Diccionario de la
lengua española, Real Academia Española, Madrid, 1992, pp. 1049); Libación: "derramar vino u
otro licor en honor de los dioses" (Ibídem, p. 884)

8
dioses (y diosas)"16. Más adelante me ocuparé de cuáles son
los dioses y las diosas a las que mayormente se dirigen las
mujeres.
Así pues, las mujeres también invocan: "ella saldrá del
palacio invocando a las furias terribles y yo quedaré de los
hombres maldecido también"17; hacen oraciones: "haz unida a
tus siervas arriba oración a Atenea"18; plantean sus votos:
"¡Ojalá nuestros votos quedaran cumplidos! Ninguno de esos
hombres llegará a la Aurora de espléndido trono"19; piden
favores a los dioses: "Además considera cuán mayor es
Telémaco ya, por quien tanto pedías a los dioses, ansiosa por
verle con bozo de barba"20; expresan sus deseos en relación
con los inmortales: "¡Ojalá que ahora mismo la casta Artemisa
me diera blanda muerte también para no consumir más mi vida
en la pena"21; o les suplican: "a nuestras esposas digo que
supliquen a las divinidades"22.
En cuanto a la libación es necesario remarcar, como
señala Burkert23, que es la forma más pura de renuncia: lo que
la diferencia de otros dones comestibles es su
irrecuperabilidad puesto que la bebida derramada no puede ya
recuperarse.
¿Cuál es la relación de las mujeres con la libación? Así
como ellas pueden rezar igual que cualquier hombre, no ocurre
lo mismo con las libaciones. La mujer (insisto, para los
griegos, la mujer es un ser salvaje civilizado gracias al
matrimonio) es nuevamente apartada de algo que podría hacerle
perder dicha estabilidad: el vino. Constantemente aparecen,

16
Gil, L., "La piedad y sus manifestaciones", en Introducción a Homero, Madrid, 1963, p. 471
17
Odisea, II, 134
18
Odisea, IV, 749
19
Odisea, XVII, 492
20
Odisea, XVIII, 174
21
Odisea, XVIII, 202
22
Ilíada, VI, 113
23
Burkert, W., Greek religion, Oxford, 2000, p. 72

9
en los poemas homéricos, hombres realizando libaciones en
honor de los dioses y de las diosas. Sin embargo, no existe
ningún ejemplo de una mujer que libe a los inmortales.
Solamente una vez, Hécuba insta a su hijo Héctor,
proponiéndole traerle el licor: "Mas aguarda a que te traiga
vino, dulce como miel, para ofrecer una libación a Zeus padre
y a los demás inmortales primero24." Pero Héctor, pretextando
suciedad, no le deja traer dicha bebida y envía a su madre a
rezar a Atenea. ¿Es una casualidad que, de nuevo, la mujer
sea apartada de algo que podría "trastornarla" y hacerle
cuestionar el "statu quo"? Realmente, los hombres las tienen
muy maniatadas.

Templos y altares25

Como afirma Gisela Richter, "Homero conoció el templo


plenamente desarrollado"26. Richter se basa en la arqueología
pero también en los textos. Los poemas homéricos nos ofrecen
múltiples ejemplos de templos como el de Afrodita en Chipre
o el de Atenea en Troya. También se nos habla de altares en
los caminos, consagrados a las ninfas, o de bosques como el
de Atenea en Feacia o el de Apolo en Evantes. Otro tipo de
altar que también hallamos en la Odisea es el que está en el
patio del oikos, consagrado a Zeus. No hay ninguna
indicación, en estos poemas, que nos informe del tipo de
relación que las mujeres podían tener con dichos altares
caseros, siempre aparecen en relación con los hombres.

24
Ilíada, VI, 258
25
Templo: "edificio o lugar destinado pública y exclusivamente a un culto" (Diccionario de la
lengua española, Real Academia Española, Madrid, 1992, pp. 1388 ); Altar: "montículo, piedra o
construcción elevada donde se celebran ritos religiosos como sacrificios, ofrendas, etc. (ibídem, p.
81)
26
Richter, G., El arte griego, Barcelona, 1990, p.23

10
Brelich explica que dicho altar es el de Zeus Herkeios,
garante del orden y que protege los límites del oikos o el de
Zeus Ktesios, que garantiza la autonomía económica de la
familia27.
Pero, volvamos al templo. En el libro VI de la Ilíada un
grupo de mujeres se dirigen al templo de Atenea en Troya28.
Son ancianas y van lideradas por Hécuba. Llevan el mejor de
los mantos para ofrecerlo a Atenea. El templo está en lo alto
de la ciudadela y les abre las puertas su sacerdotisa, Teano.
Las mujeres extienden los brazos a Atenea entre gemidos
mientras Teano deja el manto en las rodillas de Atenea y
eleva una plegaria a la diosa para que se apiade de los
troyanos. Sin embargo, Palas Atenea no accederá a su súplica.
Podríamos, en este momento, cuestionarnos varios temas pero
sólo tendríamos una respuesta: los hombres.
- ¿Por qué las mujeres se dirigen al templo? Porque los
hombres así lo han decidido. Ellos están luchando y
necesitan la protección de la diosa. El adivino
Heleno envía a Héctor para que solicite a Hécuba, su
madre, que reúna a las matronas y juntas se dirijan
al templo, hagan una ofrenda y prometan un
sacrificio. Así, de nuevo, las mujeres actúan por
mandato masculino.
- ¿Por qué Teano es la sacerdotisa? Porque ha sido
nombrada por los troyanos (hombres-troyanos) para
realizar un servicio a la comunidad.
- ¿Qué sabemos de Teano? Se la presenta como Teano
Ciseida, esposa de Anténor, domador de caballos
(menciona aquí a su padre y su marido) y, más
adelante, se hablará no sólo de los hijos de Teano

27
Brelich, A., I Greci e gli dei, Nápoles, 1985, p. 76
28
Ilíada, VI, 293

11
sino también del bastardo al que ella cría como si
fuera su propio hijo29. No existe ninguna mención de
mujeres de su familia. Sabemos, pues, que no es una
virgen y, además, que sus mejillas son bellas pero no
se nos dice cuáles son las virtudes que la llevaron a
ser elegida sacerdotisa de Atenea.

Vemos, entonces, que las mujeres pueden acceder al rol


de sacerdotisas pero solamente porque lo requiere una diosa.
Por otro lado, son siempre los hombres los que elegirán a la
persona que ocupará dicho cargo.

¿A quién rezan las mujeres homéricas?

"Dios/Diosa"30

Las mujeres de la Ilíada y la Odisea se dirigen,


principalmente, a Atenea, Zeus, Artemisa, a "los dioses" en
general y, puntualmente, a Apolo31. Aparecen mencionadas
varias veces las Ilitías32, en relación con los alumbramientos
y es de suponer que estas deidades eran invocadas en el
momento de dar a luz pero el texto no lo refleja. Las
oraciones de los hombres son mucho más diversificadas puesto
que ellos apelan, además de a "los inmortales" en general, a
gran variedad de dioses y diosas: Zeus, Apolo, Poseidón,
Artemisa, Atenea, Hermes, las ninfas, la Tierra, el Sol y
muchas de las deidades naturales como ríos, vientos, etc.

29
Ilíada, XI, 221; XI, 248 y V, 69
30
Es significativo señalar que el Diccionario de la Real Academia Española explica la palabra
"dios" en una página y media mientras que a la palabra "diosa" dedica la siguiente definición: "(De
dios.) f. Deidad de sexo femenino", pp. 532-534
31
En Odisea, XVII, 492, Penélope ruega que Apolo alcance con sus flechas a Antínoo.
32
Ilíada, XI, 269 y XVI, 187

12
Entre todas las invocaciones, votos y plegarias
femeninas a las diosas y los dioses, me gustaría destacar una
de ellas hecha por una mujer molinera que, cansada de moler
pan "con penosa fatiga", ruega a Zeus que acabe con los
pretendientes de Penélope que le han deshecho los miembros de
tanto trabajar33.

Artemisa

Jean-Pierre Vernant34 nos presenta a esta diosa de la


siguiente manera: "Hija de Zeus y de Leto, hermana de Apolo,
portadora como él del arco y la lira, Artemisa presenta un
doble aspecto. Es la Cazadora, la que recorre los bosques, la
Salvaje, la Flechadora que mata a las bestias salvajes con
sus dardos y, en ocasiones, lanza sus flechas contra los
seres humanos, provocando a las mujeres una muerte repentina
e inesperada. Es también la Joven, la Parthenos pura,
consagrada a la virginidad eterna y que en la alegría de la
danza, la música y los cantos, dirige el bello coro de las
adolescentes que son sus compañeras, las ninfas y las
cárites." En este mismo libro, Vernant califica a Artemisa de
nodriza porque acompaña a las niñas durante todo el proceso
de domesticación que las llevará a ser aptas para el
matrimonio.
Así pues, Artemisa es una diosa sumamente grata incluso
en el momento de dar muerte puesto que sus dardos repentinos
e inesperados han sido calificados de "suaves" y causantes de
una "muerte dulce". De todos estos aspectos de la diosa se
encuentran múltiples ejemplos en los poemas homéricos.

33
Odisea, XX, 105
34
Vernant, J.P., La muerte en los ojos, Barcelona, 1996, p. 21

13
Por lo que se refiere a Artemisa como instigadora de
muertes femeninas, ya en la Ilíada, encontramos un pasaje en
el que Hera se enfrenta a ella diciéndole: "Temible soy yo
para ti si deseas rivalizar con mi furor, por mucho que seas
arquera y que Zeus te haya hecho una leona para las mujeres y
te haya otorgado matar a la que quieras.35" Sin embargo,
también es cierto que las mujeres, en ocasiones, desean esta
muerte dulce que provoca la diosa. Así, Penélope solicitará
que la casta Artemisa le de blanca muerte para no consumir
más su vida en la pena36 e insistirá dos veces más en sus
deseos37. En la Odisea aparece un caso de este tipo de muerte:
"la saetera Artemisa alcanzó a la mujer con sus flechas: como
un ave de mar resonó al desplomarse en la cala38". Por último,
una vez en el Hades, Ulises encontrará a su madre a la que
interrogará para saber cómo murió, si fue de muerte penosa o
más bien fue a causa de una suave flecha de Artemisa39.
Por lo tanto, de todas las muertes posibles de las mujeres,
parece ser la menos dura.
Por otro lado, también está presente en Homero la
Artemisa Parthenos, la joven virgen y pura que tiene a su
cargo a las pequeñas y "salvajes" mortales. Burkert nos
explica que las niñas que se acercaban a la edad matrimonial
se unían en grupos de danza en honor a Artemisa que eran,
además, una oportunidad para que los chicos conocieran a
chicas. También afirma el mismo autor que dichos coros de
Artemisa aparecen, a menudo, como ocasiones de violación40.
En esta línea, Bruit Zaidman, afirma que "juegos y danzas
entre jovencitas de la misma edad constituyen precisamente

35
Ilíada, XXI, 481
36
Odisea, XVIII, 202
37
Odisea, XX, 59 y XX, 78
38
Odisea, XV, 478
39
Odisea, XI, 172
40
Burkert, W., Greek religion, Oxford, 2000, pp. 150-151

14
una imagen de esos coros que aparecen como una actividad
característica de la condición de adolescentes. Eurípides
asocia las danzas en coro a las actividades propias de las
muchachas que <<florecen en los coros>>... La mayor parte del
tiempo, estos grupos de jovencitas de la misma edad, bajo la
conducción de una de ellas, su corega, se crean con ocasión
de una fiesta o en el marco de un culto particular.41"
La Ilíada relata brevemente la historia de Polimela42,
una de estas niñas, bailarinas del coro de Artemisa: cuando
Hermes la vio danzar se enamoró y se acostó con ella "en
secreto". Se nos dice entonces que la bella bailarina parió
con dolor (puesto que fue sacado a la luz por Ilitía, la de
penosos alumbramientos) a un hijo que sería criado por su
abuelo, Filante. Poco después, Polimela se casaría con
Equecles Actórida quien le dio una incontable dote. Así pues,
se trata de una muchacha virgen que es violada por un dios y
obligada a abandonar a su hijo en manos de su padre para
seguir a un marido que la compra. ¡Triste destino el de
Polimela!.
Aún encontramos en Homero otro interesante pasaje sobre
Artemisa. En la Odisea, se nos habla de Nausícaa, joven hija
del rey y la reina de Feacia, y de sus siervas43: "Se bañaron
ellas mismas después y, ya ungidas de aceite brillante, el
almuerzo tomaron al pie de las dunas del río entretanto la
fuerza del sol les secaba las ropas. De comer satisfechas sus
siervas y ella, cogiendo la pelota, a jugar empezaron.
Tirados los velos el cantar inicióles Nausícaa de cándidos
brazos. Como va por la sierra Artemisa, la brava flechera, ya
recorra la anchura del Táigeto o ya el Erimanto, recreada en

41
Bruit Zaidman, L., "Las hijas de Pandora. Mujeres y rituales en las ciudades", en Historia de las
mujeres en Occidente. La Antigüedad, Madrid, 1991, p. 383
42
Ilíada, XVI, 180
43
Odisea, VI, 95

15
tirar jabalíes o ciervos veloces; en su torno retozan las
ninfas agrestes nacidas del gran dios que la égida embraza;
se goza Latona y ella en tanto descuella en el grupo con
rostro y cabeza, bien notada aunque todas hermosas; así se
erigía de sus siervas brillando en mitad, la inviolada
doncella." Poco después, Ulises también mencionará el
parecido de Nausícaa con la diosa44. En este caso, se trata
nuevamente de una doncella que, con un grupo de muchachas de
su edad, juegan a la pelota y cantan alegres. En el poema se
menciona que Nausícaa está ya en edad de casarse y, por lo
tanto, abandonará el salvajismo que conlleva, para los
griegos, la condición femenina y está preparada para el
matrimonio.
En definitiva, Artemisa es una diosa agradable tanto
para hombres como para mujeres: para los hombres porque educa
a las mujeres y para ellas porque proporciona una muerte
suave y dulce.

Dionisio y el menadismo

No ocurre lo mismo con Dionisio, dios que podría hacer


enloquecer y regresar al salvajismo a cualquier mujer casada.
Siguiendo a Burkert, "aparentemente, Dionisio podría ser
definido sencillamente como el dios del vino y del éxtasis
alcohólico. Alcoholismo como un cambio en la consciencia se
interpreta como la irrupción de algo divino. Sin embargo, la
experiencia de Dionisio va mucho más lejos que la del
alcohol, y puede ser completamente independiente de ésta; la
demencia se convierte en un fin en sí misma. Mania, la
palabra griega, denota delirio, no como el desvarío de una

44
Odisea, VI, 149

16
ilusión, sino como sugeriría su conexión etimológica con
menos, como una experiencia de poder mental intenso45".
Por otro lado, a propósito de ambos dioses, el mismo
autor ofrece una idea interesante46 al comentar que los cultos
de Artemisa y Dionisio ofrecen muchos paralelismos: el
principal consiste en que tienen un thiasos, una comitiva de
bailarinas, aunque las ménades son mujeres maduras y las
ninfas de Artemisa son jóvenes vírgenes. Sin embargo, en mi
opinión, lo que diferencia ambos cultos, al menos en los
poemas homéricos es que los de Artemisa están integrados en
la vida social, son cultos "controlados" y aceptados a
diferencia de los de Dionisio que asustan a los hombres por
el poder que pueden llegar a tener sobre la mujer y porque,
en este momento, todavía no los tienen bajo control. Jean-
Pierre Vernant47 afirma que "Dionisio introduce en el corazón
mismo de la religión de la que él constituye una pieza, una
experiencia de lo sobrenatural extraña y, también en ciertos
aspectos, opuesta al espíritu del culto oficial". Señala,
también, que Dionisio pone en entredicho el orden humano y
social, "lo hace estallar revelando con su presencia otro
aspecto de lo sagrado, ya no regular, estable y definido,
sino extraño, inasible y desconcertante... Dionisio anula la
distancia que separa a los dioses de los hombres y a los
hombres de las bestias. Cuando las Ménades de su thiase,
enloquecido el espíritu, se entregan al frenesí del trance,
el dios toma posesión de ellas, se instala en ellas para
someterlas y guiarlas a su voluntad." Finalmente, afirma que
el "menadismo es asunto de mujeres".
Las ménades transgreden el orden masculino, infringen
las normas asignadas a las mujeres, abandonan la casa, el

45
Burkert, W., Greek religion, Oxford, 2000, pp. 161-162
46
Ibídem, pp. 222-223

17
matrimonio y sus deberes para sumergirse en la locura, en el
éxtasis dionisíaco. Sue Blundell menciona que las mujeres
adquirían prominencia en los rituales dionisíacos que tenían
lugar fuera de la religión estatal organizada y eran mal
vistos por algunos hombres. Las participantes eran llamadas
Ménades (mainades o "mujer loca"), palabra que significa
posesión por un dios pero que, a la vez, implica
desaprobación masculina del comportamiento descontrolado
femenino.48 En la misma línea, Vernant afirma que "la
corriente religiosa dionisíaca ha ofrecido pues, en fecha
antigua, un marco de agrupamiento a éstos que se encontraban
al margen del orden social reconocido (...) Lo que la
religión de Dionisio aporta en efecto a los fieles (...) es
una experiencia religiosa contraria del culto oficial: no ya
la sacralización de un orden al cual es preciso integrarse,
sino la emancipación de este orden, la liberación de las
sujeciones que supone en algunos aspectos. (...) El culto
cívico se sujeta a un ideal de sofrosyne hecho de control, de
dominio de sí, ocupando cada ser su puesto dentro de los
límites que le son asignados. Lo dionisíaco aparece por el
contrario como un culto del delirio y de la locura...49"
Se ha dicho que Homero casi no menciona a Dionisio pero
existen dos veladas alusiones al menadismo. Evidentemente, el
ideal que muestra el poeta ejemplifica lo que se ha dicho
sobre este tema: asustados por la posibilidad de que alguien
escape a la organización masculina de la sociedad, los
hombres cortan de raíz cualquier pequeño atisbo de esa
"locura divina". Es Andrómaca quien, en la Ilíada, por dos
veces, hace un amago de huir de esas normas que le han
impuesto y es su marido, Héctor, quien la devuelve al hogar

47
Vernant, J.P., Mito y religión en la Grecia antigua, Barcelona, 1999, pp. 64-71
48
Blundell, S., Women in Ancient Greece, Londres, 1995, p. 166

18
con duras palabras. Veamos estos ejemplos: en el primero,
Héctor busca a Andrómaca y, al no encontrarla en casa,
pregunta a las criadas dónde ha ido, solicitando que le digan
la verdad. La despensera le responde: "¡Héctor! Ya que mandas
encarecidamente declarar la verdad, ni a ver a tus hermanas
ni a tus cuñadas de buenos mantos, ni al templo de Atenea ha
ido, justo donde las demás troyanas, de bellos bucles, tratan
de aplacar a la temible diosa, sino a la elevada torre de
Ilio, pues ha oído que los troyanos están abrumados, y que
los aqueos ejercen gran poderío. Ya ha llegado presurosa a la
muralla, como mujer enloquecida (mainomevvnh¡); y la nodriza
lleva al niño consigo.50" Héctor, entonces, sale de la casa
corriendo y va a buscar a Andrómaca quien le suplicará que no
vuelva a la batalla. Él le dice que debe cumplir con su deber
y acaba mandándole que regrese a casa a ocuparse de sus
labores, el telar, la rueca, etc.
En el segundo ejemplo, el frenesí de Andrómaca es aún
más evidente. Presintiendo la muerte de su marido, pide a dos
sirvientas que la acompañen para ver qué ha sucedido:
"Hablando así, atravesó presurosa el palacio como alocada
(mainavdi), con el corazón palpitante, y las criadas salieron
con ella. Al llegar a la torre y reunirse con la muchedumbre
de hombres, se detuvo sobre la muralla mirando con ansiedad,
y entonces vio como lo arrastraban delante de la ciudad (...)
Una tenebrosa noche le cubrió con su velo los ojos; se
desplomó hacia atrás y se desmayó sin aliento. Lejos de la
cabeza tiró las brillantes sujeciones del pelo, la diadema,
la redecilla, el trenzado lazo y el velo que le había dado la
áurea Afrodita el día en que Héctor la había desposado...51"
Es preciso señalar que los elementos mencionados: la diadema,

49
Vernant, J.P., Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Barcelona, 1985, p. 319
50
Ilíada, VI, 389

19
la redecilla, el lazo y el velo, nos hablan de que existía un
lenguaje relacionado con la vestimenta y el cabello; la mujer
casada tenía que llevar ciertos complementos que recordaban
su estado de desposada, de pertenencia a un varón.
Por otro lado, Richard Seaford aporta un poco de luz
sobre estos dos pasajes52. De entrada, afirma que la repetida
especificación de las razones que esgrime Héctor por las que
una mujer puede estar fuera de su casa aumenta la sensación
de anomalía por la huida de Andrómaca hacia los muros de la
ciudad. Una de las características del delirio menádico es
confundir tanto los espacios como las actividades masculinas
y femeninas. Andrómaca dará consejo militar a Héctor y éste
la exhortará a volver al hogar y a sus actividades femeninas.
Por otro lado, el menadismo también confunde la
diferenciación espacial de los sexos enviando a las mujeres
delirantes fuera de sus casas. En el segundo ejemplo,
Andrómaca no sólo abandona su hogar sino que, además, tira
todos los elementos matrimoniales, acto simbólico que expresa
la inversión del ritual de boda y la destrucción del hogar.
Además, tiene el corazón palpitante que, como señala Marcel
Detienne, "está íntimamente asociado a Dionisio y a su
53
poder" .
Hay que recordar, asimismo, que la delirante huida de
Andrómaca tiene lugar justo después del momento en que las
mujeres troyanas han marchado juntas al templo de Atenea para
ofrecerle, por orden de los hombres, un manto y la promesa de
un futuro sacrificio.
Es evidente, pues, que el menadismo asustaba a los
hombres griegos que preferían tener a sus mujeres orando

51
Ilíada, XXII, 460
52
Seaford, R., Reciprocity and Ritual. Homer and Tragedy in the Developing City-State, Oxford,
1995, pp. 332-337
53
Detienne, M., Dioniso a cielo abierto, Barcelona, 1997, p.120

20
juntas a Atenea o tejiendo y realizando esas labores que
ellos consideraban propias de su sexo, en definitiva,
dominadas. Con el tiempo, el menadismo pasará a formar parte
de los cultos cívicos y estará integrado y controlado pero,
en este momento, aún sienten los hombres que las ménades se
escapan a su gobierno y este es un mal que hay que atajar.
El menadismo y los cultos a Dionisio serán muy conocidos en
época clásica pero, como hemos podido constatar, en los
poemas homéricos están ya incipientes.

Conclusión

A lo largo de este trabajo, hemos visto como las mujeres


griegas han tenido que someter su religiosidad al estrecho
control masculino. Considerada salvaje desde el mismo
instante de su nacimiento, la mujer es domesticada igual que
los cereales. No obstante, a los hombres les acecha
constantemente el temor de una posible regresión femenina al
estado anterior de la barbarie y, por este motivo, espían
todos sus movimientos para evitarlo a toda costa. Así,
griegas y troyanas son encerradas en sus casas y se les
prohibe el contacto con la carne, con la sangre, con el vino.
La mujer no puede sacrificar un animal y tampoco le está
permitido libar. Invoca a los dioses y a las diosas, puede
rogarles o solicitarles un favor pero los inmortales
favorecerán siempre primero a aquellos cuya ofrenda o
sacrificio es más generoso y, evidentemente, el sexo
masculino es quien tiene, en este sentido, las mayores
prerrogativas.
Por otro lado, las mujeres pueden ser sacerdotisas.
Muchas diosas precisan de personal femenino en sus templos

21
pero son los hombres los que las eligen. Las mujeres prometen
sacrificios y hacen ofrendas en representación de los
hombres, porque éstos así lo han mandado.
El caso que más llama la atención respecto a este tema
de la religiosidad femenina es el del menadismo y el del
terror que los hombres sienten ante él. Casi podemos
imaginarnos a Héctor cuando, asustado, pregunta a las
sirvientas dónde ha ido Andrómaca, intentando convencerse de
que está en uno de los lugares convencionales: el templo o la
casa de sus cuñadas. Las siervas responden, recalcando que
dicen la verdad porque él lo solicita encarecidamente, que
Andrómaca iba hacia la muralla como una ménade, como una
loca. Héctor, horrorizado, la busca y la envía de regreso a
su casa y a sus labores.
Existen cultos aceptados socialmente: los coros de
Artemisa en los que participan todas las jóvenes solteras son
uno de ellos. Los hombres no ven ningún peligro en unas
muchachas que danzan o juegan, incluso es para ellos, en
ocasiones, una oportunidad para verlas, enamorarse y
forzarlas. Sin embargo, los cultos dionisíacos son algo
distinto. Ponen en peligro el orden establecido, ese dominio
masculino indiscutible, esa tranquilidad que sienten los
hombres sabiendo que sus mujeres están en el oikos,
ocupándose del telar y la rueca, sin más preocupación que el
cuidado del hogar y de la familia. La mujer enloquecida por
el éxtasis dionisíaco es un riesgo de que todo su montaje
sexista se rompa y el hombre no quiere perder ni un ápice de
su poder y de su dominio.
El ámbito religioso es uno más de los espacios en los
que el hombre griego tiene sometida a la mujer y vigila
estrechamente todos sus movimientos para evitar cualquier
acción que pudiera hacer peligrar dicha dominación.

22
Así pues, el patriarcado existe ya en la Ilíada y en la
Odisea con todo lo que supone de dominio del hombre sobre la
mujer. En el ámbito religioso quedan algunos rasgos como el
menadismo que nos podrían llevar a pensar que hubo un tiempo
anterior en el que la mujer fue más libre y pudo realizar sus
cultos sin tener que estar supeditada al hombre. No obstante,
en este momento, las cosas han cambiado y las mujeres deben
restringirse al ámbito religioso que el varón les impone y
permite que es, como hemos podido ver, ciertamente limitado.

Bibliografía

- Bermejo Barrera, J.C.; González García, F.J.; Reboreda


Morillo, S., Los orígenes de la mitología griega, Madrid,
Akal, 1996
- Blundell, S., Women in Ancient Greece, Londres, British
Museum Press, 1995
- Brelich, A., I Greci e gli dei, Nápoles, Liguori, 1985
- Bruit Zaidman, L.; Schmitt Pantel, P., La religione greca,
Bari, Laterza, 1992
- Burkert, W., Greek religion, Oxford, Blackwell Publishers,
2000
- Calame, C., Les choeurs de jeunes filles en Grèce
archaïque, Roma, Ateneo & Bizzarri, 1977
- Chirassi Colombo, I., La religione in Grecia, Bari,
Laterza, 1994
- Denham, W.H., Greek votive offerings. An essay in the
history of greek religion, Chicago, Ares Publishers, 1998
- Detienne, M., Los jardines de Adonis, Madrid, Akal, 1996

23
- Detienne, M., Dioniso a cielo abierto, Barcelona, Gedisa,
1997
- Duby, G.; Perrot, M. (dir), Historia de las mujeres. La
Antigüedad, Madrid, Taurus, 1991
- Espejo Muriel, C., Grecia: sobre los ritos y las fiestas,
Granada, Universidad de Granada, 1990
- Gernet, L., Antropología de la Grecia antigua, Madrid,
Taurus, 1980
- Homer, The Iliad, Traducción de A.T. Murray, Londres,
Loeb, I, 170, 1971; II, 171, 1967
- Homer, The Odyssey, Traducción de A.T. Murray, Londres,
Loeb, I, 1984; II, 1980
- Homero, Ilíada, Traducción de Emilio Crespo Güemes,
Barcelona, Planeta, 1995
- Homero, Odisea, Traducción de José Manuel Pabón,
Barcelona, Planeta, 1997
- Kerényi, K., La religión antigua, Barcelona, Herder, 1999
- Mossé, C., La mujer en la Grecia clásica, Madrid, Nerea,
1995
- Nilsson, Martin P., Historia de la religiosidad griega,
Madrid, Gredos, 1970
- Plutarco, Reply to Colotes, en Moralia, XIV, Londres,
Loeb, 1967
- Pomeroy, S.B., Diosas, rameras, esposas y esclavas.
Mujeres en la Antigüedad clásica, Madrid, Akal, 1999
- Privitera, G.A., Dioniso in Omero e nella poesia greca
arcaica, Roma, Ateneo, 1970
- Seaford, R., Reciprocity and Ritual. Homer and Tragedy in
the Developing City-State, Oxford, Clarendon Press, 1995
- Vernant, J.P. y otros, El hombre griego, Madrid, Alianza,
1993

24
- Vernant, J.P.; Detienne, M., La cuisine du sacrifice en
pays grec, Millau, Gallimard, 1999
- Vernant, J.P., La muerte en los ojos. Figuras del Otro en
la antigua Grecia, Barcelona, Gedisa, 1996
- Vernant, J.P., Mito y pensamiento en la Grecia antigua,
Barcelona, Ariel, 1985
- Vernant, J.P., Mito y religión en la Grecia antigua,
Barcelona, Ariel, 1999
- Vidal-Naquet, P., Formas de pensamiento y formas de
sociedad en el mundo griego, Barcelona, Península, 1983
- VV.AA., Introducción a Homero, Madrid, Guadarrama, 1963

25

Das könnte Ihnen auch gefallen