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Quaderns de Psicologia | 2010, Vol.

12, No 2, 161-174 ISNN: 0211-3481

 http://www.quaderndespsicologia.cat/article/view/760

Los ideales culturales de la feminidad y sus efectos sobre el


cuerpo de las mujeres
Cultural Ideals of Femininity and its Effects on Women’s Bodies

Silvia Tubert
Universidad Complutense

Resumen
Puesto que no existe una feminidad esencial, la cultura construye modelos ideales -
articulados con las relaciones sociales de desigualdad y poder entre los sexos- con los que
las mujeres se identifican e incorporan a su Ideal del Yo. Estos modelos normativos suelen
entrar en conflicto con los deseos, posibilidades y aspiraciones de cada sujeto, creando un
malestar que, cuando no puede ser reconocido y expresado, se manifiesta de manera sinto-
mática o mediante el pasaje al acto. Consideraré a continuación los efectos deletéreos de
dos ideales culturales -ideal corporal de delgadez e ideal maternal- tanto en la auto-
percepción, auto-valoración y relación de las mujeres con su cuerpo, como en la manipula-
ción no sólo de la imagen corporal sino también del cuerpo real de las mujeres. En ambos
casos se pondrán de manifiesto las desigualdades de género que persisten en estos "tiempos
de igualdad."
Palabras clave: Feminidad; Maternidad; Ideales Culturales; Imagen del Cuerpo

Abstract
Inasmuch as there isn't any essential femininity, ideal models are constructed by the cul-
ture. These ideals, which are entangled with the codification of power and subordination
social relations between both sexes, are incorporated by women into their Ego Ideal
through the process of identification. These normative models are usually opposed to the
desires, possibilities and expectations of each subject, generating thus conflicts and dis-
comfort which, when not recognized and put into words, show themselves as a symptom or
acting out. I shall consider the deleterious effects of two different cultural ideals -that of
the slender body and that of maternity- not only in self-perception, self-esteem and the
relationship of women to their own body, but also in the manipulation of the body image
as well as of the real body. In both cases it is possible to realize that gender inequalities
are still present in our "equality times."
Keywords: Maternity; Cultural Ideals; Body Image

Introducción ble, pues sin los otros no sólo no podríamos


subsistir, sino que no llegaríamos siquiera a
En su trabajo sobre “El malestar en la cultu- constituirnos como seres humanos en el pleno
ra” Freud afirma que la vida social supone sentido de la palabra. Esta circunstancia nos
cierto grado de sufrimiento para los indivi- impone algunas restricciones ineludibles para
duos. Existe un margen de malestar inevita- garantizar no sólo la convivencia sino la su-
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pervivencia misma. No obstante, se produce jeto mujer. Estos valores son transmitidos por
también un exceso de sufrimiento vinculado a la familia y otras redes sociales y, mediante
la posición social de ciertos grupos subordina- un proceso de identificación, se integran en la
dos u oprimidos por otros sectores sociales personalidad conformando el Ideal del Yo. Es-
(Freud, 1931/1981). Aunque Freud se refiere te incluye los ideales culturales, asumidos y
explícitamente a la explotación laboral o a la experimentados como propios, de modo que
marginación, las mujeres son uno de esos co- la auto-estima dependerá de la medida en
lectivos. que el Yo pueda asemejárseles. Es decir, si la
representación de sí misma se aproxima al
En su caso, el exceso de malestar se ha vincu-
Ideal, la persona experimenta una satisfac-
lado históricamente con la subordinación eco-
ción narcisista; si aumenta la distancia entre
nómica, social, política, laboral o familiar de
el Yo y el Ideal, tanto mayor será el sufri-
las mujeres, que alimenta –y es alimentada–
miento narcisista.
por un orden simbólico y un imaginario colec-
tivo que construyen representaciones de la Las representaciones de la feminidad se con-
mujer y la feminidad que tienden a justificar figuran como estereotipos –lo que es fuente
dicha subordinación. Uno de los aspectos más de coerción y alienación, pues impone la exi-
relevantes en ese orden es que, en la medida gencia de asumir modelos generados indepen-
en que la concepción, la gestación y el naci- dientemente de nuestras necesidades, deseos
miento de nuevos seres tienen lugar en el y aspiraciones – y además, esos estereotipos
cuerpo femenino, la cultura ha identificado a denigran la feminidad. Se atribuye a las muje-
la mujer con la dimensión material, natural, res el descontrol emocional, hipersensibili-
corporal y mortal de la existencia humana, dad, demandas irracionales; se suele conside-
que constituye una fuente de angustia per- rar que son más pasivas, dependientes, inse-
manente para todos. guras, abnegadas y sumisas que los hombres;
se las percibe subordinadas a su fisiología, es-
Desde mi punto de vista, fundado en mi prác-
pecialmente en cuanto a su capacidad pro-
tica psicoanalítica, investigaciones y desarro-
creadora (menstruación, embarazo, parto,
llos teóricos, así como en las aportaciones del
puerperio, menopausia), lo que limitaría su-
feminismo y las ciencias sociales, la femini-
puestamente sus posibilidades intelectuales,
dad no responde a ninguna esencia natural; lo
sociales y culturales; pero sus funciones re-
que la mujer parece ser resulta de las ideas y
productivas se encuentran dirigidas, asistidas
prácticas discursivas sobre la feminidad, que
y legalizadas desde discursos y prácticas pa-
varían su significación en distintas épocas y
triarcales y, mientras la política, la ciencia,
sociedades. La feminidad, como la masculini-
la ley y la religión se apropian de ellas, el he-
dad, es contingente y cambiante en tanto
cho reproductivo mismo está despojado de
producción histórico-cultural, aunque existen
valor social y económico para sus protagonis-
algunas constantes trans-históricas. Induda-
tas (Tubert, 1991).
blemente, se han producido cambios y avan-
ces en la situación familiar, laboral, política y El lugar asignado a la feminidad y las exigen-
social de las mujeres, y en las relaciones en- cias de los modelos que el orden simbólico
tre los sexos en las sociedades desarrolladas, propone, son factores que intervienen en la
vinculados con modificaciones en las repre- génesis de diversas manifestaciones psicopa-
sentaciones de la mujer y la feminidad; no tológicas: el malestar o sufrimiento que no
obstante, persisten modelos e ideales que in- puede ser descifrado y expresado en palabras
ciden negativamente en la vida de las muje- para ser elaborado y buscar soluciones –o,
res. cuando no hay posibilidad de resolución, al
menos para asumirlo y tolerarlo– no encuentra
El concepto de feminidad no tiene un conte-
otra vía que los síntomas para significarse
nido fijo y universal, lo que también es fuente
como demanda de reconocimiento (Assoun,
de ansiedad y malestar, pues no hay respues-
1997). Luego, entre el malestar corriente y la
ta unívoca al interrogante sobre lo que signi-
patología sólo hay una diferencia de grado,
fica ser mujer ni al enigma de la diferencia
como indicó Freud.
entre los sexos. Por eso, se han creado mitos
y teorías al respecto, representaciones que Cada mujer ha de construir su propia repre-
actúan como modelos ideales que, a su vez, sentación de la feminidad, situándose en re-
influyen en la estructuración psíquica del su- ferencia crítica a los ideales culturales y, al

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mismo tiempo, asumiendo la singularidad de como fue la histeria en tiempos de Freud. Los
su deseo. La dificultad para lograrlo puede estudios epidemiológicos indican que se trata
generar conflictos en relación con su cuerpo, de una patología de la adolescencia femeni-
consigo misma y con los otros; si estos con- na: en su incidencia la relación hom-
flictos no se pueden reconocer o enunciar en bre/mujer es de 1/10 y la edad de comienzo
palabras, generarán malestar o síntomas. es habitualmente la adolescencia. La clínica y
Aunque no podemos alentar la ilusión de que la investigación psicoanalíticas ponen de ma-
la transformación de discursos y prácticas so- nifiesto que es un síntoma o conjunto de sín-
ciales eliminará automáticamente el sufri- tomas (síndrome) que se puede presentar en
miento psíquico –pues la sexualidad humana diversos cuadros psicopatológicos y diferentes
es problemática y el sujeto sexuado es con- estructuras de personalidad. La mayoría de
flictivo– dicha transformación puede reducir los autores que se ocuparon del tema conside-
el exceso de malestar femenino en la cultura. ran que estos trastornos no remiten a una ca-
tegoría diagnóstica ni a una estructura especí-
Hablar de “lo femenino” como falta en lo
ficas, sino que dan cuenta de una problemáti-
simbólico, no implica postular una identidad
ca psicopatológica que es necesario compren-
originaria, esencial, que tomaría el relevo del
der como proceso (Jeammet, 1991).
“eterno femenino” construido por los poetas
para dar cuenta de su inspiración. Alude, más Al concebir el síntoma como un mensaje ci-
bien, al desconocimiento de uno de los térmi- frado que revela y encubre al mismo tiempo
nos articulados por la diferencia simbólica en- deseos, angustias y conflictos, debemos recu-
tre los sexos. Aunque los consideremos luga- rrir, para acceder a su sentido inconsciente,
res vacíos, como afirma Lacan, tanto la orga- al discurso del sujeto, donde se abre camino
nización social y cultural (división sexual del lo reprimido, donde podrá emerger su subje-
trabajo y sistemas de parentesco, según Lévi- tividad. En la anorexia y la bulimia el sujeto y
Strauss) como la construcción del sujeto del su palabra quedan borrados a favor de los ac-
inconsciente (complejo de Edipo, según tos: ingesta de alimentos, rituales relaciona-
Freud) se fundan en el reconocimiento y asig- dos con ella, vómitos y purgas pasan al primer
nación de significaciones a la diferencia ana- plano; si la atención médica o psicológica se
tómica. centra en estos actos y pretende modificar-
los, dejando de lado la problemática subjeti-
Consideraré a continuación los efectos dele-
va que aquellos manifiestan simbólicamente,
téreos de dos modelos culturales, tanto en la
entrará en lucha con el sujeto, que persistirá
auto-percepción, auto-valoración y relación
en sus síntomas como única manera –
de las mujeres con su cuerpo, como en la ma-
paradójica – de afirmarse y exigir reconoci-
nipulación no sólo de su imagen corporal sino
miento como tal; o bien contribuirá, iatrogé-
también de su cuerpo real. En ambos caso, se
nicamente, a desalojarlo de la posición subje-
pondrán de manifiesto las desigualdades de
tiva propia del ser hablante para reducirlo a
género que persisten en estos “tiempos de
su existencia orgánica, a objeto de los deseos
igualdad.”
e intenciones de otros -en este caso, el per-
El ideal cultural del cuerpo femenino y sonal sanitario–. La etiqueta diagnóstica ofre-
la anorexia 1 ce una respuesta y una certeza sobre la iden-
tidad, garantizada por el saber médico, que
Los trastornos del comportamiento alimenta- obtura toda posibilidad de acceder a lo que
rio, aunque registrados desde hace siglos, está en juego: su ser y su deseo.
nunca alcanzaron la frecuencia ni la trascen-
dencia social que han tenido en las últimas Pero el síntoma no tiene un significado único
décadas: se trata de un fenómeno masivo, y común a cuantos lo padecen: es necesario
buscar su significación en cada caso pues re-
sulta de un proceso singular: anorexia y buli-
1 He desarrollado este tema en mi libro Deseo y repre- mia tendrán tantos sentidos diferentes como
sentación. Convergencias de psicoanálisis y teoría femi- individuos aquejados por ellas.
nista, Madrid: Síntesis, 2002, a partir de mi colaboración
en el proyecto de I+D: "Género, desarrollo psicosexual y En tanto afectan al cuerpo, responden a una
trastornos de la imagen: bases para una acción social y compleja problemática subjetiva, pero han
educativa", coordinado por M. Isabel Martínez Benlloch, adquirido un carácter de “epidemia” que los
Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Uni-
versidad de Valencia, 1996-1999. convierte en una cuestión social relevante, al

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tiempo que evidencia su significación como con las genitales, o a la subordinación impe-
fenómeno cultural. Por eso, se requiere un riosa del placer a ciertas condiciones extrín-
enfoque transdisciplinario que abarque diver- secas a la genitalidad que pueden llegar a
sas dimensiones –corporal, subjetiva, familiar aportarlo por sí solas, como en el fetichismo,
y socio-cultural–. Aquí me ocuparé solamente voyeurismo, exhibicionismo o sado-
de los ideales vinculados al lugar de lo feme- masoquismo.
nino en la cultura, y sus efectos sobre las mu-
Sin embargo, la existencia de tendencias per-
jeres.
versas subyacentes al síntoma neurótico (la
Los trastornos de la alimentación se desplie- neurosis es el negativo, en el sentido fotográ-
gan en el cuerpo de manera multidimensio- fico, de la perversión) y la persistencia de
nal: como síntoma, se aproximan a la conver- comportamientos perversos integrados en el
sión histérica pues se activan en el espacio fí- acto genital bajo la forma de placer prelimi-
sico, aunque remiten a otra escena, creando nar, condujeron a Freud a pensar que la per-
un nuevo cuerpo en el cuerpo (Assoun, 1997). versión forma parte de la constitución sexual
Además, se produce un cortocircuito de la re- considerada como “normal”, lo que había de
presentación, que desencadena procesos fi- ser confirmado y explicado por la sexualidad
siológicos que, a su vez, tendrán efectos psí- infantil, perversa y polimorfa, resultante de
quicos (Brusset, 1991). A diferencia de la his- la actuación de pulsiones parciales ligadas a
teria, que produce una anatomía imaginaria, diversas zonas erógenas. La sexualidad huma-
aunque ésta afecte a funciones, la anorexia na nunca se desprende completamente de sus
compromete al cuerpo real: es una patología orígenes, que la llevan a buscar la satisfac-
psicosomática de alto riesgo. El cuerpo no es ción no en una actividad específica predeter-
sólo escenario de conflictos que no acceden al minada, sino en la obtención de placer.
discurso del sujeto, sino que éste interviene
En la anorexia, constatamos el papel central
en su cuerpo (dietas, purgas, vómitos) y por
de la oralidad, pero con una particularidad: si
eso es también una patología del acto: se ha-
bien ha debido producirse una libidinización
ce lo que no se puede decir. Esto facilita que
de la función nutricia, esto suscitó una inten-
el médico, ante una situación enigmática e
sa represión, que despojó a la función de au-
inquietante, se sienta obligado a intervenir, a
toconservación del componente libidinal nar-
actuar en el plano orgánico –su formación no
cisista necesario para su cumplimiento. Por
suele proporcionarle otros recursos– reforzan-
otra parte, el control estricto de la cantidad y
do la relación subvertida entre sujeto y cuer-
calidad de los alimentos que se ingieren, así
po: el síntoma se esconde en el cuerpo adel-
como la autoprovocación de vómitos y el em-
gazado. Pero aunque el drama se despliega en
pleo de laxantes y lavativas, remiten a las re-
el cuerpo, lo que está en juego desde el pun-
percusiones de la analidad sobre la nutrición.
to de vista del sentido no es el organismo bio-
lógico sino la subjetividad alienada en él; pa- Pero el estudio del fetichismo, tomado como
ra que ésta emerja en la palabra es necesario modelo, llevó a Freud a no considerar las per-
no actuar sino escuchar. versiones meramente como resultado del po-
limorfismo de la sexualidad infantil sino como
Podemos definirlo, entonces, como un cuadro
consecuencia de determinada forma de en-
psicopatológico situado en las fronteras entre
frentar la diferencia entre los sexos. La per-
distintas estructuras; veamos su relación con
versión se opone a la neurosis por la interven-
la perversión. Freud empleó este término al
ción de otra defensa que la represión: la re-
analizar la pulsión sexual; en cuanto a las pul-
negación, el rechazo a reconocer la realidad
siones de autoconservación, como el hambre,
de una percepción traumática, esencialmente
describió trastornos de nutrición sin utilizar
la diferencia sexual anatómica. Pero, puesto
esa denominación. Sin embargo, consideraba
que el complejo de castración no se refiere
que aquellos se deben a la repercusión de la
sólo a la percepción de una simple realidad,
sexualidad sobre la función alimenticia, a su
sino a la conjunción de la constatación de la
libidinización; por eso, se podría decir que
diferencia entre los sexos y la amenaza que
aquella está pervertida por la sexualidad.
vehicula la instauración de la ley (tabú del in-
Recordemos que la perversión corresponde al cesto), la renegación se refiere a un elemento
goce con objetos sexuales y mediante la esti- fundante de la realidad humana más que a un
mulación de zonas erógenas que no coinciden

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Los ideales culturales de la feminidad 165

hipotético hecho perceptivo (Laplanche y La construcción cultural del cuerpo fe-


Pontalis, 1973). menino ideal
No se trata, como en la represión, de un con- Los ideales vinculados a la feminidad que do-
flicto entre Yo y Ello, sino de dos actitudes minan el imaginario social son responsables,
opuestas del Yo, que lo escinden: una referi- en parte, del malestar femenino en nuestra
da a la realidad exterior y otra a la pulsión. Es cultura, en tanto coadyuvan a la subordina-
decir, una parte del Yo reconoce la diferencia ción social, legal, económica y familiar de las
sexual percibida, y otra parte reniega de ella. mujeres, imponiendo modelos de identidad
El fetiche está destinado a sustituir al objeto que operan como el lecho de Procusto: para
faltante en la percepción, es decir, a encubrir amoldarse a ellos cada una debe recortar algo
la diferencia entre los sexos. de sí misma: deseos, necesidades, aspiracio-
El fetiche corresponde a una parte del cuerpo nes o potencialidades. La renuncia, represión
o a un objeto que sustituye a una persona, es y alienación que generan esos ideales se pa-
condición del deseo sexual y permite conjurar gan con neurosis u otras patologías (Freud,
la angustia de castración. La sobreestimación 1931/1981). Así, la psicopatología sólo se dis-
del objeto sexual supone cierto grado de feti- tancia de la psicología normal –en el supuesto
chismo, que existe “normalmente” en toda de que tal cosa exista– por una diferencia
relación amorosa, al tiempo que todas las cuantitativa y no cualitativa: los trastornos de
perversiones (exhibicionismo, voyeurismo, la alimentación, especialmente la anorexia,
coprofilia) presentan una dimensión fetichis- nos permiten apreciar, como con lente de
ta. Al estudiar el narcisismo, Freud compren- aumento, los conflictos inducidos por los mo-
dió que la excesiva libidinización del conjunto delos de identidad femenina –fundamental-
del cuerpo (con libido narcisista, obviamente) mente los referidos a la imagen corporal ideal
puede entenderse como una forma de feti- y los medios prescriptos para alcanzarla– que
chismo. En la anorexia se produce un verda- dominan en el mundo occidental. Existe un
dero desdoblamiento de la vivencia del cuer- continuo entre las exigencias interiorizadas
po: mientras el sujeto se subordina a una de manera relativa y con cierta flexibilidad
imagen corporal delgada e idealizada, que por la generalidad de las mujeres y los efec-
funciona como fetiche, único objeto que po- tos devastadores de esas mismas exigencias
dría proporcionarle placer y plenitud, vive su asumidas de manera absoluta –tanto que pue-
cuerpo real como un obstáculo, un lastre del den llevarlas a la muerte, aunque en un nú-
que desea desprenderse. mero reducido de casos– por las anoréxicas. El
ideal de esbeltez y las dietas para alcanzarlo
Esto puede comprenderse mejor recurriendo proporcionan un excelente ejemplo de un va-
al concepto lacaniano del goce, como intento lor socialmente aceptado, que quizás no sería
de sobrepasar los límites del principio del cuestionado si no mediara su aplicación exa-
placer. El sujeto obedece a un imperativo que gerada en los casos patológicos.
lo conduce, abandonando su propio deseo, a
destruirse en la sumisión al Otro (Lacan, El cuerpo humano no se genera exclusivamen-
1967/1971). En la anorexia la relación con el te por la reproducción biológica sino que tie-
Otro está sustituida por el desdoblamiento: ne una historia: se lo percibe, interpreta y
por un lado, el sujeto coloca el ideal (imagen representa de diversos modos en distintas
del cuerpo, Ideal del Yo capturado por un Yo épocas, se lo experimenta de maneras dife-
ideal narcisista) en el lugar del Otro, al que rentes, se lo somete a un amplio espectro de
se somete ciegamente; por otro, se sacrifica tecnologías y medios de control y se incorpora
hasta el límite de la destrucción del cuerpo a diversos ritmos de producción y consumo y a
real. otros tantos regímenes de placer y dolor (Ga-
llagher y Laqueur, 1987).
Pero esa ideal corporal, incorporado en la es-
tructura psíquica del sujeto femenino es, co- Las dietas, como exigencia cultural, tienen
mo ya he mencionado, una construcción cul- una larga historia. La dietética griega regula-
tural. ba la ingesta de alimentos para alcanzar mo-
deración y auto-dominio. En la Edad Media la
práctica cristiana del ayuno buscaba purifica-
ción espiritual y dominio de la carne. En am-
bos casos la dieta era un instrumento para la

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construcción de un sujeto dotado de excelen- rencias y relaciones de poder entre los sexos.
cia espiritual. Todas las religiones rechazan la La dieta y el ejercicio, que surgen de las
gula, imagen bíblica del pecado original y uno prácticas normativas de la feminidad en nues-
de los siete pecados capitales, y confían en tra cultura –a las que reproducen– preparan al
que el ayuno permita ganar méritos y virtu- cuerpo femenino para la docilidad y la obe-
des, según la oposición maniquea de cuerpo diencia. No obstante, las mujeres experimen-
animal y espíritu consagrado a Dios. No sor- tan estas prácticas como fuentes de poder y
prende, entonces, que la bulimia se asocie control, pues las perciben como medios para
con la debilidad espiritual y la anorexia con la alcanzar la belleza, aceptación social, laboral
fuerza. La anorexia es un intento de escapar a y sexual; en suma, el reconocimiento de los
la voracidad a la que se abandona el bulími- otros: como afirma Foucault, poder y placer
co. no son excluyentes (Foucault, 1981/2005).
Al final de la era victoriana las clases medias La anorexia es paradójica: pretende controlar
comienzan a rechazar el alimento en aras de el cuerpo –cuando es imposible controlar otra
un ideal estético: ya no se aspira a la perfec- cosa– y lograr autonomía –no depender de na-
ción del alma, sino a que el cuerpo se ajuste da ni de nadie– pero el control acaba por es-
a una imagen modélica. Ya no se lucha contra capar al control y debilita tanto que da lugar
apetitos o deseos, buscando el control de im- a la hospitalización y a la dependencia total
pulsos y la evitación de excesos, sino que se de los otros (Fraad, 1994).
combate contra la grasa, la celulitis, la flac-
La compulsión a amoldar el cuerpo a una ima-
cidez. Se desarrollan técnicas destinadas a lo-
gen y el rechazo a las carnes que desbordan
grar una transformación puramente física,
el límite ideal –ya no se trata de corregir un
como dietas, gimnasias, medicamentos e in-
peso excesivo sino de hacer entrar el cuerpo
cluso intervenciones quirúrgicas.
en una forma imaginaria– dan cuenta de la
Sin entrar en la explotación industrial de es- angustia, individual y social, ante el fantasma
tas técnicas y los intereses económicos en de una corporalidad identificada con deseos,
juego, vemos que, al tiempo que aumenta la apetitos e impulsos incontrolables, y ante un
incidencia de anorexia y bulimia, surge la cuerpo que remite a la diferencia sexual. El
preocupación por quienes han ido demasiado cuerpo se convierte en metáfora de la exi-
lejos en el intento de amoldar su cuerpo a la gencia pulsional, que amenaza al sujeto cues-
imagen ideal. Proliferan libros y artículos so- tionando su supuesta identidad y lo obliga a
bre la bulimia y la anorexia junto a adverten- reconocer, junto a su corporalidad, la falta de
cias contra los riesgos de dietas líquidas, gim- ser y el desconocimiento de sí mismo.
nasia compulsiva, cirugía de estómago o lipo-
El cuerpo representa, así, un doble problema:
succión. Pero aunque estos excesos son perci-
para el sujeto, que vive encarnado en una
bidos como patológicos, la preocupación por
materia que, sin embargo, parece ajena a su
la gordura y la dieta no sólo responde a la
Yo; para la cultura, que sólo persiste a través
norma sino que funciona, observa Susan Bor-
de una sucesión de generaciones de individuos
do, utilizando conceptos de Foucault, como
cuyos cuerpos nunca pueden ser completa-
una poderosa estrategia de normalización,
mente controlados. Mary Douglas, para quien
que busca la producción de cuerpos dóciles,
el cuerpo es una forma simbólica que puede
capaces de auto-control, dispuestos a trans-
funcionar como metáfora de la cultura, ob-
formarse al servicio de las normas sociales y
serva que la inquietud que lleva a mantener
las relaciones de dominio y subordinación im-
límites corporales rígidos y a establecer ritua-
perantes (Bordo, 1993). Foucault afirma, al
les y prohibiciones concernientes a las delimi-
referirse a la auto-disciplina, que el poder no
taciones entre interior y exterior del organis-
necesita emplear la violencia física para im-
mo, es más intensa en las sociedades o perío-
poner sus reglas; le basta con una mirada vigi-
dos inestables. Los bordes del cuerpo pasan a
lante que cada individuo interioriza, acaban-
representar las fronteras sociales. Entonces,
do por controlarse a sí mismo. Puesto que las
el control de los cuerpos, el dominio de los
mujeres están más sujetas que los hombres a
deseos, intenta regular en el organismo indi-
este control –por su subordinación social y
vidual las inestabilidades o transformaciones
familiar– esta maquinaria normalizadora re-
que amenazan al cuerpo social (Douglas,
produce la codificación cultural de las dife-
1991).

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Los ideales culturales de la feminidad 167

La angustia ante los apetitos supuestamente por sus deseos inaceptables y a su entorno por
incontrolables de las mujeres y ante el cuerpo negarse a reconocerlos (Michie, 1987).
femenino convertido en significante de la di-
En las últimas décadas, con el cuestionamien-
ferencia sexual, se intensifica en períodos en
to de las identidades sexuales de hombres y
que ellas adquieren más independencia y se
mujeres, y la transformación de las categorías
manifiestan en el espacio público, tanto so-
y relaciones genéricas, no sorprende que ten-
cial como político. En la segunda mitad del si-
gan tanto auge técnicas que intervienen con
glo XIX, paralelamente a la segunda ola del
violencia en los cuerpos femeninos, además
feminismo, se produjo en el arte y la literatu-
de los estereotipos que constituyen un pode-
ra una proliferación de imágenes femeninas
roso instrumento ideológico para contener los
oscuras, peligrosas y malvadas, herederas de
apetitos femeninos, como la noción de que las
los monstruos femeninos de la mitología clási-
mujeres prefieren cuidar y alimentar a los
ca. En ningún otro momento se representó a
otros más que a sí mismas.
la mujer de manera tan evidente como vam-
piro, castradora o asesina (Gay, 1984/1988). Peter Gay sugiere que estos ideales son pro-
ducto de una reacción al peligro de que se
Asimismo, el siglo XIX se destacó por la obse-
modifiquen las relaciones establecidas entre
sión por la sexualidad –en especial la femeni-
los sexos; aunque –añado– no actúan sólo des-
na– y su control médico. Bastará mencionar
de el espacio socio-cultural sino también des-
que el tratamiento para la excitación sexual
de el Ideal del Yo de las mujeres. John Berger
excesiva era la aplicación de sanguijuelas en
observa la identificación de la mujer con la
el cuello de la matriz, la clitoridectomía y la
mirada masculina, con la consiguiente división
extirpación de los ovarios (Ehrenreich y En-
subjetiva. Berger afirma que las mujeres es-
glish, 1972/1984). En esa época se puso de
tán destinadas a satisfacer un apetito ajeno;
moda un corsé más ajustado: mientras las su-
el deseo de ser reconocidas como deseables
fragistas trabajaban por la emancipación legal
contribuye a situarse como objetos para ser
y política de las mujeres, la moda y la cos-
consumidos por los otros más que como suje-
tumbre las aprisionaban físicamente más que
tos de un deseo propio. Los hombres miran a
nunca (deRiencourt, 1974). Un anuncio de
las mujeres y éstas observan cómo son mira-
1878 afirma que el corsé es “el monitor siem-
das, lo que determina no sólo la mayor parte
pre presente de una mente bien disciplinada y
de las relaciones entre hombres y mujeres
de sentimientos bien regulados” (Bordo,
sino también la relación de la mujer consigo
1993). La imagen de mujer peligrosa, insacia-
misma: al experimentar su cuerpo desde el
ble y agresiva se contrapone a una feminidad
lugar del observador masculino se transfor-
ideal, sin aspectos amenazadores, que contri-
man en un objeto, en particular un objeto vi-
buye al mantenimiento de las relaciones de
sual (Berger, 1972/2004).
poder entre los sexos: la doctrina científica
oficial proclamaba que la mujer carece de de- Robert Crawford señala que en la sociedad
seos sexuales, lo que remite a la figura del industrial post-capitalista las contradicciones
ángel del hogar. estructurales de la vida económica producen
exigencias agonísticas en la personalidad. En
La literatura de la época refleja una estética
tanto productores, debemos ser capaces de
de la delgadez, la debilidad y el hambre pro-
reprimir y diferir la gratificación inmediata de
totípica de las heroínas victorianas: algunas
nuestros deseos para cultivar una ética del
recurren a la negación de su cuerpo para ma-
trabajo; en tanto consumidores, servimos al
nipular a las familias, como las anoréxicas;
sistema a través de una capacidad ilimitada
también, como ellas, comen a escondidas;
de capitular ante el deseo y ceder a los im-
preparan alimentos para los demás pero nun-
pulsos, abandonándonos a una satisfacción
ca los prueban. Otras enferman misteriosa-
constante e inmediata, consumiendo los pro-
mente entre el momento crítico de la admi-
ductos industriales que nos prometen la pleni-
sión de sus sentimientos y la declaración amo-
tud y la felicidad. Debemos consumir, lo que
rosa del héroe. El primer signo de esa enfer-
exige ceder continuamente a la tentación,
medad es generalmente el rechazo de la co-
pero al mismo tiempo se censuran los excesos
mida y se presenta, como en la anorexia, en
que podrían llevar a anular nuestra capacidad
el momento en que la heroína debe reconocer
productiva (citado por Bordo, 1993). No pue-
su propia sexualidad: castiga así a su cuerpo
do dejar de mencionar, aunque no entre en

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168 Silvia Tubert

ello, la situación de las grandes mayorías que y renegar de su corporalidad. En ambos casos
enfrentan un problema diferente, al tener se manifiesta una resistencia a la norma cul-
que convivir con el incesante estímulo consu- tural, que la bulímica, en un movimiento
mista y la carencia de recursos económicos, pendular, cumple al pie de la letra. En los
fuente de un malestar que se suma al deriva- trastornos de la conducta alimentaria se
do de la imposibilidad de satisfacer las nece- aprecia el esfuerzo por ajustarse al estereoti-
sidades humanas más elementales. po de la mujer atractiva y, simultáneamente,
el rechazo del estereotipo. En la anorexia se
Esta contradicción, que nos divide al situarnos
sacrifica el cuerpo para aproximarse al ideal y
en dos posiciones incompatibles, se articula
se ataca ese ideal con una parodia de la del-
con los antagonismos intrapsíquicos: exigencia
gadez, que imita y ridiculiza unos modelos
pulsional e imposibilidad de hallar un objeto
imposibles.
adecuado y definitivo (lo que nos encadena al
consumismo, que ofrece siempre nuevos obje- El cuerpo esbelto es un ideal femenino y los
tos que prometen el goce, uniendo asintóti- trastornos de la alimentación predominan en-
camente el placer libidinal objetal y la satis- tre las mujeres. Bordo ha observado que si la
facción narcisista); falta de ser e imposibili- esbeltez contemporánea representa un co-
dad de prescindir de una identidad que solo rrecto control del deseo, su significación está
puede ser ilusoria, pues nos proporciona una sobredeterminada porque el hambre ha sido
imagen de unidad y plenitud (que nos condu- siempre una metáfora cultural de la sexuali-
ce a demandar lo que nos ofertan, que no es dad, el poder y el deseo femeninos: desde la
meramente un objeto sino la esperanza de ser diosa Kali, sedienta de sangre que, en una de
alguien que, además, tiene poder) (Tubert, sus representaciones, aparece devorando sus
1992). propias entrañas, pasando por las brujas del
siglo XV, descritas como voraces e insacia-
Según Bordo, el cuerpo esbelto representa a
bles, hasta las representaciones de las muje-
una persona auto-regulada en la que todo es-
res dominadas por sus emociones, capricho-
tá en orden pese a las contradicciones de la
sas, caracterizadas por un goce inefable si-
cultura y, añado, pese a su propia escisión
tuado más allá de lo simbólico y, en suma,
como sujeto deseante. El carácter problemá-
más ligadas por su corporalidad a la naturale-
tico de la estructura social, articulado a las
za que a la cultura. Las anoréxicas se auto-
incertidumbres de nuestra condición de ha-
contemplan con mirada vigilante y acusadora,
blantes, se inscribe en el cuerpo. La bulimia
pues se creen hambrientas, insaciables y des-
se configura como una contradicción que ex-
controladas, al tiempo que intentan desespe-
presa el exagerado hambre de consumo (or-
radamente alcanzar el ideal de control y eli-
gías de ingesta de comida), coexistente con la
minación de sus deseos sexuales, expresados
exigencia de sobriedad y la necesidad de pur-
en el lenguaje de la pulsión oral.
gación (vómitos, ejercicios físicos compulsivos
y laxantes). En las culturas patriarcales, la regulación del
deseo femenino constituye un problema: los
Esta oposición se inscribe en la paradoja del
deseos femeninos son otros, misteriosos,
aumento simultáneo de la obesidad y de la
amenazantes. Esta imagen deviene más pro-
anorexia. Si la bulimia encarna la doble exi-
blemática, como he señalado, en períodos de
gencia del capitalismo consumista, la anore-
transformación de las relaciones establecidas
xia y la obesidad representan intentos opues-
entre los sexos. A medida que proliferan las
tos de solución de la contradicción. La obesi-
representaciones terroríficas de la mujer in-
dad podría entenderse como capitulación an-
saciable –sobre todo en la segunda mitad del
te el consumo, basada en la creencia en la
siglo XIX– adelgaza la imagen del cuerpo fe-
promesa de saciar el deseo, eliminándolo al
menino, haciéndose más semejante a la de
identificarlo con la pura necesidad; la disolu-
una niña o un adolescente. Pero la represen-
ción del sujeto en un cuerpo-organismo a tra-
tación andrógina de la mujer no sólo tiende a
vés de su absoluta encarnación. La anorexia
apaciguar la inquietud ante los deseos feme-
se asocia a la ética del trabajo que requiere
ninos; también asume una significación apa-
un estricto autocontrol; el sostenimiento del
rentemente contradictoria, que puede expli-
deseo en una escena ajena a las necesidades
car su atractivo para las mujeres mismas:
del cuerpo; el intento de salvaguardar la di-
ofrece una imagen diferente de la del cuerpo
mensión de sujeto deseante al desencarnarlo

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Los ideales culturales de la feminidad 169

maternal asociado a la reproducción. A la re- culturas los asocian entre sí y, simultánea-


presentación pasiva de la feminidad, la mente, con la figura femenina. La capacidad
anoréxica –que no se contenta con ser desea- de transmitir la vida puede asociarse con la
ble sino que aspira a ser deseante– opone una posibilidad de quitarla; ambas se interpretan
actitud activa de control, culturalmente aso- como expresiones de una potencialidad divina
ciada a la masculinidad, lo que le permite in- o mágica. Quizá por eso se evoca la capacidad
tegrar lo femenino y lo masculino en un ideal generadora de la mujer mediante una imagen
andrógino. omnipotente e ilimitada.
La contradicción se manifiesta cuando contro- La sexualidad femenina también despierta
la y rechaza la comida para satisfacer el este- angustia en tanto se la erige en significante
reotipo de mujer atractiva, para lograr acep- de la diferencia sexual, de la alteridad, que
tación como objeto sexual fetichizado pero, amenaza el narcisismo masculino en el orden
simultáneamente, niega y denuncia ese este- simbólico patriarcal; en consecuencia, los dis-
reotipo: busca la belleza y se convierte en pa- cursos imperantes representan a la mujer co-
rodia de la demanda social de esbeltez; imita mo madre. La inscripción simbólica de la ma-
y se burla a un tiempo del modelo (Fraad, ternidad como esencial permite dejar de lado
1994). Se niega a aceptar la imagen femenina la cuestión de la sexualidad femenina; la mu-
asociada a lo corporal, a la carne; su cuerpo jer en tanto madre –no sexual, como la virgen
consumido, también fetichizado, representa María contrapuesta a la pecadora Eva– permi-
el rechazo al modelo social de sexualidad fe- te evitar tanto el peligro de la confusión de
menina. La paradoja es que la pretendida los sexos como la angustia ante una diferencia
huida la reconduce a la obsesión por la carne. incoercible. Una sola operación, la ecuación
mujer=madre, reduce la sexualidad femenina
En oposición a la definición del cuerpo feme-
representada como capacidad de un goce ab-
nino como organismo biológico que debe rea-
soluto y, al tiempo, desvaloriza la maternidad
lizar sus funciones reproductoras, para lo cual
al definirla como natural, mientras la pater-
es necesario normalizar su deseo, estamos an-
nidad se concibe como simbólica.
te una imagen estética que el sujeto debe co-
locar en lugar de su Ideal del Yo; ambas cons- La infecundidad se significa como resistencia
trucciones discursivas lo despojan de referen- muda a una función simbólica concebida co-
tes subjetivos. En la anorexia, el fetiche ob- mo natural, a una definición ideológica del
tura la posibilidad de reconocer el deseo in- goce, el deseo y los ideales de la feminidad y
consciente y las exigencias y limitaciones de la felicidad. La mujer que no es madre parece
la corporalidad como significante de la dife- perturbar el orden establecido, cuestionar
rencia sexual: tanto la imagen ideal como el aquello que regula las relaciones entre hom-
cuerpo anoréxico, son andróginos, despojados bres y mujeres, atentando contra el orden je-
de rasgos anatómicos y fisiológicos asociados rárquico establecido.
con la feminidad; de ahí su fundamento en la
La esencialización del deseo maternal propor-
renegación. El cuerpo es el escenario del
ciona una respuesta al interrogante sobre el
drama del sujeto: sólo se reconoce en los sig-
deseo femenino e impide que se plantee no
nificantes de un orden simbólico que al cons-
sólo la cuestión de la diferencia entre los se-
tituirlo como humano lo aliena; sólo puede
xos, sino también la de la diversidad entre las
dar cuenta de su experiencia corporal me-
mujeres como sujetos deseantes: la materni-
diante un lenguaje y unas imágenes que me-
dad establece la equivalencia de todas las
diatizan su relación singular con su propio
mujeres.
cuerpo.
Si las prácticas discursivas identifican femini-
El cuerpo fragmentado y las nuevas tec- dad y maternidad, entendiéndola en términos
nologías reproductivas (NTR)2 biológicos, la ciencia y la tecnología se hacen
El nacimiento y la muerte ocupan un lugar eco de ello, reforzando paradójicamente la
central en el imaginario colectivo de todos los ilusión de naturalidad. Las NTR, que preten-
tiempos; gran cantidad de mitos de diversas den justificarse por el “deseo” de las muje-
res, apuntan a que ninguna quede al margen
de la reproducción. Así se mantiene la ecua-
2 Esta cuestión es el eje de mi libro Mujeres sin sombra. ción mujer=madre, se intenta controlar lo in-
Maternidad y tecnología, Madrid: Siglo XXI, 1991.

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controlable, la vida y la muerte, y se evita otro”) conduce a la proliferación de lo imagi-


reconocer la castración y la deuda simbólica; nario e induce al pasaje al acto.
en suma, nuestra condición de sujetos gene-
Si la anticoncepción, al permitir a las mujeres
rados no sólo por la reproducción de los cuer-
el control de los nacimientos, puede suscitar
pos sino también por los sistemas simbólicos,
el fantasma de la confusión entre los sexos,
fundamentalmente el lenguaje, que configu-
las NTR restablecerían la distinción entre
ran al ser humano como tal.
ellos al evitar, al menos imaginariamente,
Pero lo femenino excluido retorna en forma que alguna mujer no se integre en la catego-
de intervenciones en los cuerpos. Podemos ría de madre. Lo temido no es sólo una sexua-
hablar, empleando un término de Lacan, de lidad femenina descontrolada y devoradora,
abolición simbólica: ante la imposibilidad de sino también la confusión entre los sexos con
representar algo que debía haber sido simbo- el consiguiente cuestionamiento de las iden-
lizado, lo rechazado retorna, en el caso que tidades sexuales establecidas.
nos ocupa, ya no como síntoma –que es una
Las técnicas de reproducción asistida respon-
forma de representación simbólica de lo no
den a un deseo formulado en palabras –
dicho– sino como acto.
demanda– con una intervención en el cuerpo
Las NTR representan la culminación del pro- real; esas operaciones se sustentan y reali-
ceso de medicalización de la vida que, con las mentan los discursos sobre la feminidad y la
posibilidades actuales de manipulación del maternidad.
genoma humano, puede conducir a una trans-
Jacques Testart, biólogo que, junto al ginecó-
formación radical de nuestra especie. Este
logo Frydman, participó en la concepción de
proceso de captura de los seres vivientes –en
la primera niña nacida en Francia mediante
este caso, del cuerpo de las mujeres– por par-
fertilización in vitro (FIV), entiende que, aun-
te del saber y el poder médico tiene una larga
que la finalidad de la FIV es que una pareja
historia.
estéril tenga un hijo, los proyectos políticos,
La medicina se hizo cargo del control de la económicos o estéticos pueden conducir a
sexualidad femenina desde la antigüedad; las perversiones, que hoy parecen escandalosas
mutilaciones sexuales lo prueban. Galeno re- pero dentro de algunos años serán admitidas
fiere que en Egipto se cortaban los labios me- e incluso frivolizadas. Por ejemplo, fecunda-
nores a todas las niñas “para extinguir su lu- ción del óvulo por el óvulo; autoprocreación
bricidad”. Algunos autores del siglo XVI, como femenina, en la que el espermatozoide sólo
Ambroise Paré, mencionan que la ablación de juega el papel de activador, retirándose su
las ninfas se practicaba corrientemente en núcleo después de la fecundación, técnica ya
Francia (Knibiehler y Fouqué, 1982). experimentada con ratones; bancos de tejidos
de recambio, a partir de la duplicación artifi-
La enfermedad que se quería curar era el
cial del embrión; embarazo masculino; gesta-
apetito sexual excesivo, la deshonestidad, las
ción de humanos en animales; gestación en
tendencias lujuriosas, el riesgo de la homose-
mujeres clínicamente muertas; ectogénesis:
xualidad. Papon afirmaba, en 1557 que dos
el útero artificial. Ya en 1988 se logró mante-
mujeres que se corrompen una a la otra sin
ner vivo a un embrión durante 52 horas en el
hombres son condenables a muerte. Venette,
útero de una enferma de cáncer a quien se le
en 1687, sostenía que las partes naturales de
había practicado una histerectomía. Testart
la mujer son causa de la mayoría de las penas
recuerda que la FIV ha posibilitado ya desa-
y placeres de los hombres; casi todos los des-
rrollos imprevistos, como la conservación del
órdenes que han ocurrido en el mundo vienen
huevo en el frío o la donación de óvulos y
de esas partes (Knibiehler y Fouqué, 1982). Lo
embriones. La extracción del huevo fuera del
que se rechaza, y no sólo en lo simbólico pues
cuerpo provocará nuevos artificios tendientes
se interviene quirúrgicamente, son los genita-
a resolver problemas médicos, como el diag-
les femeninos, cargados de significaciones
nóstico genético que permite normalizar al
originadas en procesos de metaforización: la
futuro individuo. El biólogo considera que es
imposibilidad de reconocerlos simbólicamente
imposible saber a priori si una novedad es
como uno de los términos de una diferencia
inofensiva, lo que sólo su uso puede demos-
(recordemos, otra vez, que se trata de “lo
trar. Sin embargo, algunos proyectos le pare-
cen irracionales, y están subordinados a las

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Los ideales culturales de la feminidad 171

ambiciones individuales de los inventores. El Los “órganos sin cuerpo”, como significantes
desarrollo tecnológico ha producido cambios del orden del discurso moderno y del triunfo
en las aspiraciones: ya no se reivindica la sa- de la técnica, se prestan a usos o efectos que
tisfacción de necesidades básicas, sino la rea- escapan a toda lógica científica e incluso a
lización de fantasmas, y los códigos morales toda justificación social. Son el resultado de
se flexibilizan gradual e insensiblemente para una derivación perversa que constituye una
poder realizar los viejos fantasmas. Es en este negación del espíritu científico. No se trata,
punto, advierte Testart, donde comienza el evidentemente, de oponerse al progreso cien-
canibalismo del ser humano por el hombre ci- tífico y técnico, sino de reconocer, además de
vilizado (Testart, 1988). los enormes beneficios económicos del mer-
cado de la reproducción, lo que se llama
Las NTR revelan así su carácter de instrumen-
“efectos perversos”, aunque quizá tendríamos
tos para el control y la gestión de la vida y la
que denominar “efectos psicóticos”: la frag-
sexualidad humanas por parte del saber-poder
mentación infinita y el tráfico de órganos, te-
médico, en términos de Foucault. El discurso
jidos y sustancias corporales, que da lugar a
médico, al funcionar como una de las másca-
falsas equivalencias, como la establecida en-
ras del poder, configura la sexualidad como
tre donación de órganos y donación de órga-
saber y como campo de dominio; en el univer-
nos reproductivos o gametos; o entre dona-
so material y conceptual de la modernidad,
ción de esperma y extracción de óvulos (como
las relaciones de saber-poder se articulan en
si hubiera una equivalencia total entre hom-
el cuerpo. Las ciencias biológicas se ocupan
bres y mujeres en la procreación). Sin embar-
del cuerpo como organismo, pero la prolifera-
go, y precisamente en función de la diferen-
ción de conocimientos y prácticas de control
cia entre los sexos en la reproducción, el
del cuerpo coincide históricamente con el es-
cuerpo de la mujer se convierte en “laborato-
tallido de la representación social y simbólica
rio viviente” de la biotecnología, en palabras
de la subjetividad (Foucault, 1963/1987).
de Anne Marie de Vilaine (1987); es allí donde
Las ciencias biológicas abordan al cuerpo hu- observamos el retorno de lo no simbolizado,
mano como un conjunto de piezas separadas y bajo la forma de cuerpos reducidos a orga-
separables, lo que permite recortar arbitra- nismos, despojados de referentes subjetivos e
riamente las funciones orgánicas, configuran- infinitamente fragmentados. Aunque la pro-
do unos “órganos sin cuerpo”. Rosi Braidotti creación, en el ser humano, es indisociable
sostiene que la ilusión fundadora del poder del deseo inconsciente, la sexualidad y el
médico es la creencia en la omnipotencia de cuerpo, las técnicas proceden como si sólo se
lo viviente, cuya indestructibilidad sería di- tratara de órganos o gametos.
rectamente proporcional a la posibilidad de
Asistir a los distintos momentos del proceso
reducir al infinito las partes que lo componen.
de FIV produce una impresión extraña e in-
Esta ilusión ha sido engendrada por la trans-
quietante, en virtud de los fantasmas que
formación del cuerpo en organismo, en fábri-
suscita. Todos los interrogantes propios de la
ca de órganos separables y sustituibles. Con
curiosidad sexual infantil están en juego: ori-
su fragmentación, el cuerpo desaparece como
gen de los niños, diferencia entre los sexos,
referente (Braidotti, 1987).
qué hay en el interior de los cuerpos, espe-
La congelación del esperma, ovocitos y em- cialmente en el vientre de las mujeres, esce-
briones suspende indefinidamente el tiempo na primaria. Es cierto que estas cuestiones
de la reproducción, pues la FIV no sólo escin- inervan, en última instancia, toda investiga-
de el cuerpo orgánico reproductor del cuerpo ción científica, pues la curiosidad intelectual
libidinal, sino que además fragmenta el pro- tiene raíces en la curiosidad sexual infantil;
ceso reproductivo: tratamiento hormonal, ex- pero también es cierto que en el terreno de
tracción de óvulos, fecundación in vitro, divi- las ciencias de la reproducción se muestran
sión celular in vitro, reimplantación de em- más desnudas, e inducen al pasaje al acto. Se
briones en el útero. Al mismo tiempo, otros puede mirar dentro del cuerpo de la madre,
fenómenos, de carácter más social que cientí- estimular la producción de óvulos para ex-
fico, como las madres “de alquiler”, dislocan traerlos y manipularlos, seleccionar esperma-
la continuidad de la gestación entre diferen- tozoides y organizar el encuentro de gametos.
tes madres: ovular, uterina, social.

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E. Weil, al considerar las representaciones madre “de alquiler” (aunque en España esta
imaginarias de la paternidad y de la filiación práctica está prohibida por la ley, hay clínicas
en parejas que demandan donación de ovoci- que no tienen reparos en ofrecer públicamen-
tos, refiere que se considera al óvulo como un te sus servicios para contratar madres subro-
objeto invisible, minimizado a favor de la ca- gadas en los Estados Unidos).
pacidad de la receptora para llevar a término
La búsqueda del niño a cualquier precio se
el embarazo. Algunos desvalorizan la dona-
justifica habitualmente en función del deseo
ción anónima afirmando que no puede dar la
de hijo, consigna mágica que parece legiti-
vida por sí sola, lo que les permite ignorarla
marlo todo. Sin embargo, la escucha de las
(Weil, 1987).
mujeres dispuestas a someterse a la FIV per-
Los textos de Testart (1988) y Frydman (1986) mite apreciar cómo el discurso de las NTR es
revelan el goce de aproximarse al misterio de el que construye ese deseo como obsesión. Si
los orígenes, de ser amo del goce del otro, la identificación con los ideales culturales las
capaz de crear, como un dios, la vida. Jean lleva a asumir el discurso social de la mater-
Cohen, uno de los “pioneros” franceses de la nidad, al entrar en el tratamiento las mujeres
FIV, afirma: “En cierto modo nos transforma- pierden su posición de sujeto deseante para
mos en Dios (...) nuestra potencia se vuelve ser habladas por el discurso médico que las
idéntica a la de quien ha dado la vida” (citado reduce a sus órganos reproductores.
por de Vilaine, 1987). Se repite la operación
Los medios de comunicación amplifican las
realizada por el dios patriarcal de la Biblia
“proezas” realizadas en este terreno, pero no
que asumió el control y la gestión de la fe-
mencionan el reducido éxito de la FIV (25%
cundidad de las mujeres. Es frecuente que
por cada intento), ni los riesgos para la salud
biólogos y médicos se refieran a esta técnica
física, el equilibrio y bienestar psíquicos, las
como un intento de reparar un fallo de la na-
relaciones de pareja y la calidad de vida de
turaleza (la “madre” naturaleza...). Si bien el
las mujeres (Tubert, 1991).
psicoanálisis ha mostrado la universalidad de
estos fantasmas, la novedad consiste en que Los efectos de la abolición simbólica no se li-
los desarrollos técnicos ofrecen la posibilidad mitan a pasajes al acto y a la producción de
de realizar en los cuerpos reales aquello que cuerpos fragmentados y descompuestos en ór-
se situaba en lo imaginario y lo simbólico, ganos sin referencias subjetivas; también se
alimentando mitología y literatura. ponen de manifiesto en el derrumbe de las
coordenadas simbólicas de la filiación. Esta,
Actualmente un niño puede nacer con la apor-
que articula la diferencia entre los sexos con
tación genética de una tercera persona cuya
la diferencia entre las generaciones, y por lo
identidad jamás conocerá; dos gemelos pue-
tanto es fundamental para la constitución del
den llegar al mundo con varios años de inter-
sujeto psíquico, también se encuentra frag-
valo; una mujer puede dar a luz un hijo que
mentada, lo que da lugar a cuestionamientos
no ha concebido o que ha concebido con el
de carácter ético, jurídico y social. Se pueden
esperma de un hombre muerto; un niño puede
programar los nacimientos, controlar los
tener hasta cinco progenitores (madre ovular,
cuerpos y su funcionamiento a favor de una
gestante, social; padre genético y social); una
mayor eficacia, pero esto conduce necesa-
abuela puede gestar al niño concebido por su
riamente a la pérdida de la posición de suje-
hija y su yerno; una mujer menopáusica pue-
to, a la alienación, a la ilusión de satisfacer
de tener hijos. Han surgido, en el mundo en-
los deseos a escala industrial, a la abolición
tero, centenares de clínicas de FIV, muchas
de la palabra, del símbolo, de la temporali-
más de las que serían necesarias si se restrin-
dad, es decir, de todo aquello que nos define
giera la aplicación de estas técnicas a los ca-
como especie. Como práctica generalizada,
sos en los que están realmente indicadas; se
las NTR, en tanto suponen la instrumentaliza-
han creado empresas para vender los servicios
ción del otro y la anulación consiguiente de la
de reproducción y partes del cuerpo de las
alteridad, dan cuenta de un fracaso colectivo
mujeres, como ovocitos y úteros; proliferan
en el sostenimiento de la dimensión simbólica
empresas dedicadas a la predeterminación del
de nuestra vida. La pasión de la investigación
sexo del feto (en la India, como consecuencia
y el control convierte no sólo a los cuerpos,
de esta información, se abortan 29 de cada 30
sino a la humanidad como tal, en una cosa.
fetos femeninos); ha surgido la figura de la
Esta reificación de lo humano, esta abolición

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Los ideales culturales de la feminidad 173

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SILVIA TUBERT
Doctora en Psicología, Psicoanalista. Ex-Profesora Titular de Teoría Psicoanalítica, Univ.Complutense
de Madrid (Colegio Univ. Cardenal Cisneros). Profesora Invitada del Master en Psicoterapia Psicoanalí-
tica de la Universidad Complutense de Madrid.Autora de: La muerte y lo imaginario en la adolescen-
cia, La sexualidad femenina y su construcción imaginaria, Mujeres sin sombra. Maternidad y tecnolo-
gía, Malestar en la palabra. El pensamiento crítico de Freud y la Viena de su tiempo, Sigmund Freud
(Introducción a la teoría psicoanalítica), Un extraño en el espejo. La crisis narcisista de la adolescen-
cia, Deseo y representación. Convergencias de psicoanálisis y teoría feminista. Editora de: Figuras de
la Madre, Figuras del Padre, y Del sexo al género. Los equívocos de un concepto.

DIRECCIÓN DE CONTACTO
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FORMATO DE CITACIÓN
Tubert, Silvia (2010). Los ideales culturales de la feminidad y sus efectos sobre el cuerpo de las muje-
res. Quaderns de Psicologia, 12 (2), 161-174. Extraído el [día] de [mes] del [año], de
http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/760

HISTORIA EDITORIAL
Recibido: 01/06/2010

Primera revisión: 17/09/2010

Aceptado: 17/09/2010

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