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Goleman hizo popular el concepto de inteligencia emocional que define como la habilidad de
comprender y manejar nuestras emociones y las de quienes nos rodean, en la forma más
conveniente y satisfactoria.
Al hablar de emociones Goleman incluye en ellas las actitudes (es decir, las creencias cargadas
de emociones que nos predisponen a actuar en forma congruente con ellas), y a las reacciones
automáticas (no voluntarias ni conscientes) con contenido emocional.
Afirma que, si nos habituamos a ser conscientes de los estados emocionales propios y ajenos,
obtendremos información importantísima como: saber si nuestro comporta-miento se ajusta o
no a nuestros valores y preferencias, o captar las repercusiones que tiene nuestra conducta en
los sentimientos de quienes nos rodean.
La autoconciencia sienta las bases para el autocontrol emocional –que permite reducir los
estados de ánimo negativos y fomentar los positivos-, y para la automotivación, que incluye la
capacidad de trazarse las propias metas y de dirigirse hacia ellas.
Ayudar a los demás a experimentar emociones positivas y a reducir las negativas (p. ej., la ira).
Conseguir que las relaciones interpersonales nos ayuden a obtener nuestras metas, a realizar
nuestros deseos y a experimentar el máximo posible de emociones positivas.
Reducir las emociones negativas que puedan producirnos la convivencia y las relaciones
conflictivas con los demás.
La expresión de emociones está regulada por reglas sociales, por ejemplo, tendemos a
esconder nuestros verdaderos sentimientos cuando pueden herir a alguien.
Ignorar o romper esas reglas suele favorecer las emociones negativas en el interlocutor y tener
consecuencias adversas en la comunicación. Por el contrario, su conocimiento y utilización
adecuada ayudan a fomentar las emociones deseables en los demás y facilitan la comunicación
y la convivencia.