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LA ANSIEDAD

El miedo no es malo, todo lo contrario, nos protege de los peligros que pueden amenazar nuestra
integridad física y, por lo tanto, nos ayuda a permanecer con vida.
Por ejemplo, si tuviésemos que cruzar una autopista con mucho tráfico y no fuésemos conscientes del
riesgo que eso conlleva, seguramente no tomaríamos ninguna precaución y difícilmente conseguiríamos
llegar con vida al otro lado.
En este caso, el estado de alerta que experimenta el organismo es normal y necesario, el problema aparece
cuando percibimos como amenazantes situaciones o cosas que no lo son y ante las que reaccionamos de
igual manera que si estuviéramos frente a un león hambriento.
La TREC diferencia dos tipos de ansiedad:
-ANSIEDAD DEL EGO: está relacionada con la autodevaluación, y esta se produce cuando nos exigimos a
nosotros mismos un montón de cosas como ser inteligentes, simpáticos, cultos, elegantes, no cometer errores,
tener un cuerpo escultural, muchos amigos, una casa en propiedad, un trabajo interesante y bien remunerado,
pareja, hijos… En definitiva, cuando pretendemos ser infalibles y conseguir todo lo que la sociedad nos
dice que debemos tener para ser personas aceptables.
Cuando nos presionamos para alcanzar la perfección (por cierto, tarea imposible), estamos cometiendo el error
decondicionar nuestro valor como personas a poseer todos esos logros y cualidades, y si no los tenemos,
nos vemos como seres ineptos, despreciables e indignos de ser amados.
No aceptarnos con nuestros defectos, carencias y fallos, implica ver amenazada nuestra valía como seres
humanos y esa amenaza nos provoca muchísima ansiedad, además de sentimientos de culpa, vergüenza e
incluso depresión.
-ANSIEDAD SITUACIONAL: el origen es tener una baja tolerancia a la incomodidad que nos ocasionan
determinadas situaciones e interpretarlas como terribles. Cualquier situación es susceptible de producirnos
ansiedad: perder el trabajo, ser abandonados por nuestra pareja, contraer una enfermedad, viajar en avión,
montar en un ascensor…
En general, son “peligros” que anticipamos, porque muchas veces lo que tememos ni siquiera llega a
suceder, por ejemplo, podemos sentir un miedo exagerado e irracional ante la idea de perder nuestro empleo
cuando todo indica que eso es poco probable que eso suceda (recibimos felicitaciones por parte del jefe,
gratificaciones económicas…).
O quizás nos aterrorice viajar en avión por la creencia de que moriremos en un accidente aéreo, aunque las
estadísticas nos confirmen que se trata del medio de transporte más seguro. Confundimos la más mínima
posibilidad de que algo ocurra en una alta probabilidad.
Tanto en la ansiedad del ego como en la situacional, se produce un diálogo interno
terribilizador: “Sería horroroso no tener un físico agraciado y no ser aceptado por los demás”, “No debo equivocarme en el
trabajo, si fallo seré un completo inútil”, “Tendría que tener a alguien a mi lado porque si no, qué vida más triste”,
“Sería espantoso si mi pareja me dejara, no lo podría soportar”, “Necesito la certeza de que no tendré un accidente si
viajo en avión, si eso sucede sería terrible”, “Si me diagnosticasen una enfermedad grave, nunca más podría ser feliz”… Este
diálogo irracional hace que permanezcamos en un estado de alerta innecesario.
Para rizar el rizo, además de pensar que es terrible ser tonto, feo, perder el trabajo, enfermar, hacer el ridículo al
hablar en público o cualquier otra cosa, también podemos creer que es horrible la ansiedad que sentimos
por esas cosas, entonces nos diremos: “No debería tener ansiedad, es espantoso y no lo puedo soportar”,
y eso hará que el malestar se incremente.
¿Qué podemos hacer cuando la ansiedad que sentimos ante cualquier acontecimiento activador nos genera más
ansiedad? Aceptarnos incondicionalmente, es decir, aceptarnos con nuestros fallos, con nuestros defectos
y… con nuestra ansiedad. Esta emoción negativa, aunque insana, forma parte de nosotros, exactamente igual
que cuando tenemos una migraña. Si la aceptamos, conseguiremos reducirla considerablemente.
Por otro lado, es importante que evaluemos racionalmente todo lo que nos sucede o podría suceder, esto
significa evaluarlo sin exagerar negativamente, de esta forma lograremos minimizar la ansiedad porque nos
daremos cuenta de que hay muy pocas cosas realmente terribles.

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