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1. Concepto.
¿Por qué las personas se comportan de un modo u otro? ¿Actuamos de igual modo en
distintas situaciones? ¿Somos realmente únicos y diferentes respecto de los demás? Estas
son las típicas preguntas que han intentado responder los psicólogos de la personalidad
desde principios del siglo XX.
Por otro lado, tenemos algunos autores enrolados en la corriente correlacional o también
denominada nomotética. Si bien los seres humanos difieren en sus comportamientos no
difieren al azar, ni de modo incoherente. Estos autores se preocuparon por identificar
patrones, estilos o pautas comunes en las personas que fueran la razón de determinados
estilos de comportamiento. Estos psicólogos fueron denominados “rasguistas” e intentaron
aislar un conjunto de rasgos o dimensiones que diferenciaban a los individuos. Mediante el
estudio de muchos sujetos, intentaron establecer las regularidades del comportamiento
tomando como unidad de análisis los rasgos psicológicos. Los rasgos son tendencias
latentes que predisponen a los humanos a comportarse de determinado modo, son los
responsables de las diferencias individuales entre las personas y predicen la conducta
individual en diferentes situaciones. La consideración de los rasgos supone consistencia y
estabilidad. La consistencia se refiere a cierta regularidad de la conducta en circunstancias
diferentes y la estabilidad hace alusión a la estabilidad temporal de las conductas de un
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mismo individuo. Dicho de otro modo, las personas son las mismas a lo largo del tiempo y
en los diferentes contextos en los que se desenvuelven. La psicología de principios del siglo
XX fue esencialmente rasguista. Autores como Cattel o Eynsenck estaban enrolados dentro
de esta tradición de estudio de la personalidad.
2. Niveles y Dominios
3. Modelos teóricos.
de este enfoque merece destacarse el modelo de Millon (1969, 1981, 1996, 1997) que
propone un continuo entre la personalidad normal y la patológica. El autor afirma que la
personalidad tiene aspectos manifiestos y latentes y se deben tomar en cuenta ambos
aspectos para la construcción de una taxonomía. Millon propone que la personalidad puede
representarse mediante dos dimensiones ortogonales (4x2) en su primer modelo y mediante
tres dimensiones (5x2) en su segundo modelo. Estas dimensiones (actividad/pasividad;
fuente de refuerzo instrumental y placer/dolor) dan lugar a tipos básicos de personalidad,
también llamados prototipos o estilos. Los prototipos son teóricos y difícilmente pueda
ubicarse a una persona en un prototipo. Los estilos de personalidad son el resultado de
disposiciones biológicas que traen los sujetos, en combinación con experiencias de
aprendizaje que se desarrollan en diferentes contextos familiares y educativos. Esta teoría
permite entender tanto los estilos sanos como los patológicos. Las personas no se
patologizan al azar, sino que los estilos tienen una función esencialmente adaptativa en
relación con el contexto y serían el equivalente del sistema inmunológico en el plano
psicológico. Este modelo derivó en instrumentos para la evaluación de la personalidad tanto
normal como patológica.
4. La personalidad patológica.
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Recuérdese que el DSM-IV, vigente hasta mayo de 2013, tomaba en cuenta cinco ejes diagnósticos; el
primero alude a síndromes clínicos egodistónicos, en tanto que el Eje II representaba los trastornos de
personalidad, más larvados y no necesariamente acompañados de irrupciones sintomáticas abruptas y, por
lo tanto, más resistentes a las intervenciones psicoterapéuticas.
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Según la manera en que los diseñadores de un instrumento hayan generado ideas para
redactar los ítems que suponen indicadores del constructo evaluado, es frecuente
categorizar los inventarios como basados en un diseño racional o en uno empírico –
también conocido como clave empírica de criterio (Anastasi & Urbina, 1998)- .
En ambos casos los métodos de análisis psicométrico más comúnmente empleados para
analizar evidencias de validez de constructo son el análisis factorial y estudios de grupos
contrastados (p.ej., de pacientes vs no-pacientes, o de extrovertidos vs intovertidos, o de
psicóticos vs neuróticos). Se sugiere a los alumnos revisar la bibliografía de la Unidad I
para repasar tales conceptos e intentar comprenderlos aplicados a las situaciones que aquí
se refieren.
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Con el fin de que en el cribado no surjan casos falsos negativos –que padezcan el trastorno
pero que en el screening no surjan como en riesgo- el instrumento se diseña especialmente
para que posea una alta sensibilidad (eleva los puntajes de riesgo ante sintomatología
escasa o leve) y baja especificidad (no posee capacidad para discriminar entre tipos
diferentes de trastornos). El diagnóstico definitivo o un diagnóstico diferencial, más sutil y
específico, aún no se plantea como objetivo en esta fase, considerando que un cribado debe
ser breve, de administración sencilla y de rápida evaluación para que una gran cantidad de
sujetos pueda ser examinada en lapsos acotados y para que su derivación a diagnóstico – de
ser necesaria- sea rápida y eficiente (Mac Mahon & Trichopoulos, 2001). Se detecta
riesgo para hacer prevención primaria en los casos en los que la patología aún no se
encuentre presente. Se diagnostica para hacer prevención secundaria o terciara cuando el
trastorno ya se ha configurado, de cara a poner en práctica intervenciones psicoterapéuticas
o de control de los efectos indeseados que ya se hayan establecido en términos crónicos o
de efectos secundarios.
En consonancia con lo detallado en los apartados anteriores sobre los modelos vigentes en
cuanto a la personalidad normal y patológica, resulta sencillo inferir que actualmente
existen varios instrumentos en el mercado local que representan las diferentes posturas
teóricas mencionadas.
Por su parte, el NEO PI-R (Costa & McCrae, 1992), adaptado al español por Cordero,
Pamos & Seisdedos (1999) se basa en el modelo de los Cinco Grandes Factores de la
personalidad antes detallados - Neuroticismo, Extroversión, Apertura, Afabilidad,
Responsabilidad – siendo factible descomponer cada uno en seis facetas, que resultan en 35
puntuaciones para interpretar los resultados con mayor precisión. La adaptación disponible,
de 240 elementos, cuenta con análisis de calidad técnica y un baremo español obtenido a
partir de 12000 casos, pero esta versión no ha sido adaptada en el país.
EL PAI contabiliza una versión recientemente adaptada a nuestro medio, con un baremo de
1000 casos adultos recogido por la Cátedra en colaboración con estudiantes de la cohorte
2012. Los análisis de calidad psicométrica se encuentran en proceso, de modo que será
posible en el corto lapso emplearlo para el diagnóstico psicopatológico en población adulta
local. Consta de cuatro escalas de validez, once clínicas, cinco de consideraciones para el
tratamiento y dos de relaciones interpersonales. Ello significa que a la par del diagnóstico
brinda la posibilidad de diseñar intervenciones terapéuticas personalizadas e informadas. Su
uso es admisible en situaciones clínicas, forenses y laborales, además de ser aplicable en
determinadas circunstancias educativas que requieran una comprensión psicopatológica de
la problemática en análisis. Su interpretación resulta muy sencilla y su aplicación, breve
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(344 ítems). Existe una versión adolescente que está siendo adaptada también a nuestro
medio para su empleo en el ámbito de aplicación en un futuro próximo.
Por el lado del screening, el SCL-R-90 (Derogatis, 1977, 1983, 1994) se conoce como una
alternativa tradicional con 90 ítems, 9 escalas, ítems adicionales e índices globales. Más
actualmente el LSB-50 (Rivera & Abuín, 2012) añade brevedad, simplicidad y
actualización con sólo 50 reactivos y una interpretación sumamente sencilla. Su aplicación
tarda entre 5 y 10 minutos e identifica síntomas psicológicos y psicosomáticos con
propósitos de cribaje de riesgo. Sus baremos locales y estudios de calidad psicométrica en
esta población están siendo elaborados por la Cátedra en colaboración por alumnos de la
cohorte 2013. Su uso puede extenderse a adultos y adolescentes. Distingue síntomas de
primer rango, que resultan más discriminativos desde el punto de vista crítico, generando
un índice de riesgo psicopatológico y tres índices generales. Cuenta con nueve escalas
clínicas y, a pesar de apuntar al rastrillaje de riesgo, añade dos escalas de validez –
minimización y magnificación- que aportan una primera impresión sobre el estilo de
respuesta del examinado.
7. Comentarios prácticos
Finalmente, pero no por ello menos importante, siempre debemos recordar que evaluamos
en screening para detectar posible riesgo, y de ser así profundizar la evaluación de cara al
diagnóstico. Diagnosticamos para diseñar, si la problemática así lo amerita, intervenciones
de modificación de la situación en relación al motivo de la evaluación y a las posibilidades
realistas de todos los actores e instituciones involucrados.
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