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LA RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL

1. ASPECTOS GENERALES

Su regulación se encuentra en el Título XXXV, en los artículos 2314 y siguientes, del


Libro IV del Código Civil.

1.1. CONCEPTOS
Responsabilidad Civil: “Es la obligación que pesa sobre una persona de indemnizar
el daño sufrido por otra con ocasión de la violación de un deber jurídico pre existente, con
la finalidad, según la naturaleza de tal daño, de repararlo o compensarlo para la
satisfacción del daño”
En el caso del daño patrimonial la indemnización persigue reparar el daño con la
finalidad de colocar a la víctima en una posición similar a la que se hallaría de no haber
mediado el ilícito. En cambio, tratándose del daño no patrimonial o moral, al ser
irreparable, la finalidad perseguida es de compensación o satisfacción de la víctima.
Delito y cuasidelito civil: Esta expresión no tiene el mismo significado en el Derecho
civil y en el Derecho penal, pero en uno y en otro caso siempre constituye un hecho ilícito,
contrario a Derecho, pero con diferencias fundamentales que hacen imposible su confusión.
Delito civil: se define como “el hecho ilícito cometido con intención de dañar, que ha
inferido injuria o daño a otra persona”.
Cuasidelito Civil “es el hecho culpable, pero cometido sin intención de dañar, que
ha inferido injuria o daño a otra persona” (art. 1437 y 2284)
A diferencia de la responsabilidad civil cuyo elemento central es el daño causado
imputable a dolo o culpa, la responsabilidad penal se caracteriza por la tipicidad, es decir
para que surja se requiere de una conducta expresamente penada por la ley y presupone un
hecho u omisión doloso o culpable antijurídico. Esta responsabilidad se funda en el
principio de la tipicidad que implica que para que ella surja, es menester que exista una ley
que sancione expresamente esa acción u omisión voluntaria.
1.2. DIFERENCIAS ENTRE RESPONSABILIDAD CIVIL Y PENAL
- La responsabilidad Civil surge frente aun hecho u omisión ilícita dolosa
o culpable, que causa daño otro. En cambio, en materia de
responsabilidad penal es necesario que ese hecho culpable o doloso esté

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penado por la ley. De esta diferencia se desprende que un mismo hecho
puede dar lugar, al mismo tiempo, a la responsabilidad civil y a la penal.
Así lo deja ver el propio artículo 2314 del Código civil. Y, un hecho
puede constituir delito o cuasidelito penal y no uno civil, cuando tal
hecho no irroga daño a la persona o propiedad de otro.
- En cuanto a la finalidad de una y otra. La responsabilidad civil tiene por
tal, reparar o compensar el daño causado, no se concibe responsabilidad
civil sin daño o perjuicio. En cambio, la responsabilidad penal descansa
en una conducta humana culpable o dolosa penada por la ley,
independiente de si ella irroga un daño o no.
- Intereses comprometidos: En la responsabilidad penal está
comprometido el interés general. En cambio, en la responsabilidad civil
se atiende exclusivamente a la reparación del daño, involucrando un
interés particular, aquél de que es titular la víctima.
- Puede haber coincidencia en el sentido de que un delito o cuasidelito
civil constituya a la vez un delito o cuasidelito penal. Pero esta
coincidencia no es absoluta, ya que pueden existir delitos o cuasidelitos
civiles que no lo sean en sede penal y viceversa, lo que dependerá que el
hecho base del ilícito civil se encuentre tipificado penalmente.
1.3. RESPONSABILIDAD CIVIL CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
La responsabilidad civil es la que proviene de un hecho o de una omisión que causa
daño a otro. Ésta puede ser de tres clases: contractual, extracontractual (delictual o
cuasidelictual) o legal. Esta clasificación se deriva según el daño provenga de la
inejecución total o parcial de un contrato, de un delito o cuasidelito civil, o bien, que la
obligación de indemnizar provenga directamente de la ley (independiente de la licitud o
ilicitud de la conducta, bastando el daño).
Para que exista responsabilidad civil es indispensable que se haya causado un daño en
la persona o propiedad de otro, sea por violación de una obligación preexistente como
consecuencia de un hecho ilícito, y aún sin culpa, como en el caso de la responsabilidad
legal.
El objeto de la obligación en que consiste la responsabilidad civil es la reparación o
compensación del daño a fin de dejar indemne el patrimonio que lo ha sufrido. El acreedor
cuyo deudor no ha cumplido su obligación o la ha cumplido imperfecta o tardíamente, la
victima de un cuasidelito, cuando sólo persigue la responsabilidad civil de su autor, el
trabajador que ha sufrido un accidente del trabajo, no van tras el castigo del culpable, no

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piden la aplicación de ninguna pena, exigen únicamente la reparación del perjuicio que han
sufrido, la cual consiste de ordinario en una cantidad de dinero.

1.4. DISTINCIÓN ENTRE RESPONSABILIDAD CIVIL CONTRACTUAL Y


EXTRACONTRACTUAL

La responsabilidad contractual supone una obligación (en sentido técnico) anterior,


un vínculo jurídico - obligatorio preexistente entre partes (normalmente de origen
contractual); en cambio, la responsabilidad extracontractual no supone vínculo anterior
alguno y se da entre personas jurídicamente extrañas en lo que concierne al interés
lesionado con la acción u omisión imputable.
Consiguientemente, la responsabilidad extracontractual es fuente de obligaciones, ya
que con anterioridad al hecho que le da origen no existía obligación alguna entre las partes,
ella surge ex novo. En cambio, la responsabilidad contractual se traduce en un efecto de las
obligaciones, concretamente de su incumplimiento. Ella se identifica con la indemnización
de daños y se diferencia de los restantes efectos del incumplimiento, como la resolución y
la ejecución forzada, las que, como se sabe, puede ir acompañadas de la primera.
Dada la diferente naturaleza entre ambas responsabilidades, se explica que el
legislador las haya reglamentado en forma distinta y separada, en términos tales que las
reglas establecidas para una son inaplicables para otras. En nuestro ordenamiento civil
coexisten o conviven dos órdenes de responsabilidad, la que tiene su origen en el
incumplimiento de un contrato (fuente en el contrato) y la que lo tiene en un ilícito civil
(fuente en el delito o cuasidelito civil). Las diferencias entre ambos órdenes de
responsabilidad son, entre otras, las que se pasan a relacionar.
i) En cuanto a la capacidad: en materia de responsabilidad contractual la regla
general es la de la capacidad de ejercicio (también conocida como “legal”), y
la excepción es la incapacidad, sea absoluta (impúberes, dementes y sordo
mudos que no se puedan dar a entender por escrito), relativa (menor adulto y
disipador bajo interdicción), y especiales o prohibiciones (por ejemplo, en la
compraventa, el art. 1796). En materia de responsabilidad extracontractual, la
regla de capacidad es más amplia, conforme el artículo 2319 sólo son
incapaces de delito o cuasidelito civil los dementes, los menores de 7 años, y
los menores de 16 que han actuado sin discernimiento. Respecto de estos
últimos, se requiere que el juez declare que han obrado sin discernimiento,
entre tanto se les mira como capaces. La capacidad, en esta materia, se
confunde con el discernimiento.

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ii) En cuanto a la graduación de la culpa. En materia contractual la culpa
admite graduaciones, distinguiendo entre culpa lata o grave de la cual es
responsable el deudor en los contratos que por su naturaleza sólo son útiles al
acreedor (por ejemplo en el depósito), la culpa leve en los contratos que se
hacen para beneficio recíproco de las partes (por ejemplo en la compraventa)
y la culpa levísima en los contratos en que el deudor es el único a quien
reporta beneficios (por ejemplo en el comodato) (art. 1547). En consecuencia,
en esta responsabilidad no toda culpa del deudor lo hará incurrir en
responsabilidad, sino que dependerá de la culpa por la cual sea responsable y
sólo tendrá lugar la indemnización cuando no haya empleado el grado de
diligencia o cuidado a que estaba obligado por el contrato (incurrido en la
culpa según el contrato de que se trate). A lo anterior se suma que en sede
contractual, la culpa se presume. Así se desprende del inciso 3º del artículo
1547 conforme el cual la prueba de la diligencia o cuidado incumbe al que
debido emplearlo. En cambio, en la extracontractual la culpa no admite
graduación y la carga de la prueba corresponde al que la alega (no se
presume). Lo anterior, sin perjuicio que se afirma (y es la opinión prevalente)
que en esta responsabilidad la culpa que atribuye responsabilidad es la culpa
leve y que el Título XXXV del Libro IV establece una serie de presunciones
de culpa que ceden en beneficio de la víctima al favorecer la indemnización
del daño (presunción de culpa por el hecho ajeno, de las cosas y propio).
iii) Distinción entre dolo y culpa. En la responsabilidad extracontractual la
diferencia entre dolo y culpa no produce efecto alguno, en cambio en la
contractual el dolo constituye una agravante en la responsabilidad del deudor
al incluirse dentro de la indemnización todos los daños causalmente
vinculados con el incumplimiento sin limitarlos a los previsibles al tiempo del
contrato.
iv) En cuanto a la constitución en mora. En materia contractual el deudor debe
estar constituido en mora para que proceda la indemnización de perjuicios, en
materia extracontractual la constitución en mora es innecesaria, ya que el
perjuicio resulta de la sola existencia del hecho y su autor está obligado a
indemnizar el daño desde que se produce el hecho que lo causa.
v) En cuanto a la extensión de la reparación. Por regla general, en ninguno de
los dos órdenes de responsabilidad son reparables los perjuicios indirectos. En
materia de responsabilidad extracontractual la reparación debe ser plena o
integral, comprendiendo el daño patrimonial y el moral causalmente
vinculados con el ilícito civil. En cambio, en sede contractual el deudor es
responsable de los perjuicios que se previeron o pudieron preverse a la

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celebración del contrato, salvo que pueda imputársele dolo, en cuyo caso
responde incluso de todos los perjuicios que sean una consecuencia directa e
inmediata del incumplimiento (art. 1558).
vi) En cuanto a la prescripción. En materia extracontractual la acción para
reclamar los perjuicios prescribe en cuatro años contados desde la
perpetración del hecho (art. 2332). En materia contractual, la acción para
reclamar perjuicios prescribe en cinco años desde que la obligación se ha
hecho exigible, salvo que la ley prevea un plazo menor (art. 2515).
vii) En cuanto a la solidaridad. En materia extracontractual, si un delito o
cuasidelito se ha cometido por dos o más personas, cada una de ellas
responderá solidariamente del perjuicio causado (art. 2317). En cambio, en
sede contractual si hay pluralidad de deudores, la obligación de indemnización
es simplemente conjunta, a menos que haya dolo (inciso segundo del art.
2317), se haya pactado solidaridad o que la imponga la ley (art. 1511).
viii) El peso de la prueba. Es la diferencia más importante entre ambos órdenes
de responsabilidad. En materia contractual el acreedor no necesita acreditar
que el incumplimiento proviene de la culpa del deudor, sólo debe probar la
existencia de la obligación y el hecho del incumplimiento si se trata de un
cumplimiento imperfecto o defectuoso. Es el deudor que pretende liberarse de
responsabilidad quien deberá probar que el incumplimiento de la obligación
no le es imputable, sea acreditando el caso fortuito o la fuerza mayor que hizo
imposible su ejecución. Si el acreedor imputa dolo al deudor, deberá
acreditarlo, el dolo no se presume, salvo en los casos especialmente previstos
por la ley. En materia de responsabilidad extracontractual es la victima quien
debe probar el hecho doloso o culpable que imputa al demandado, salvo que
la ley presuma la culpabilidad de este. (art. 2320 a 2323 y 2326 a 2329).
Incumbe probar las obligaciones a quien las alega (art. 1698); en este caso, la
de indemnizar el daño causado nace precisamente del delito o cuasidelito que
invoca el demandante. En consecuencia, la imposibilidad de establecer
exactamente la causa del daño proveniente de un hecho ilícito perjudicará a la
victima, que deberá soportar ese daño por si sola, en tanto que la
imposibilidad de establecer la causa del incumplimiento de una obligación
contractual favorecerá al acreedor, pues ello significaría que el deudor no
habría acreditado su irresponsabilidad.

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2. EL CÚMULO U OPCIÓN DE RESPONSABILIDADES
La responsabilidad contractual sólo procede cuando el daño que sufre el acreedor
proviene del incumplimiento del deudor de una obligación contractual (incluyendo las de
origen cuasicontractual o legal). La responsabilidad extracontractual se produce, en cambio,
entre personas jurídicamente extrañas la una de la otra (en lo que concierne al interés
lesionado del que proviene el daño), que no se hallan ligadas por una obligación
preexistente. Además, ya sabemos que cada orden de responsabilidad se encuentra
sometido a regímenes diversos de cuya aplicación se siguen consecuencias diversas para
una y otra. El problema del cúmulo de responsabilidad implica determinar si sería posible
al acreedor afectado por un incumplimiento contractual invocar, en lugar de la
responsabilidad contractual, el estatuto de la responsabilidad extracontractual, reclamando
la indemnización del daño con arreglo a este último (artículos 2314 y siguientes). La
cuestión es ¿puede el acreedor contractual ante el incumplimiento de su deudor demandar
la correspondiente indemnización conforme las reglas del Título XXXV del Libro IV,
dejando a un lado la regla del contrato. La opción por una u otra responsabilidad, ya se
sabe, no resulta indiferente. Por ejemplo, como se ha explicado, en la responsabilidad
contractual la culpa admite graduación, no así en la extracontractual, la reparación excluye
los daños no previstos al tiempo del contrato, salvo dolo del deudor, etc.
El problema del cúmulo no significa que el acreedor de una obligación contractual
pueda acumular ambas responsabilidad y demandar una doble indemnización por el mismo
daño. No podría hacerlo porque habría enriquecimiento sin causa que el ordenamiento civil
repudia. Por lo tanto, más que de cúmulo se trata de un problema de opción de regímenes
aplicables, asumiendo que se trata en estricto rigor de un supuesto de incumplimiento de
contrato. Tampoco significa que entre dos personas ligadas por un contrato no pueda darse
una hipótesis de responsabilidad extracontractual; es perfectamente posible, que un mismo
hecho puede dar lugar a ambas responsabilidades en la medida que lesione intereses
protegidos por el contrato y otros ajenos a él. El supuesto es uno de concurrencia de
responsabilidades, por ejemplo, el caso de un contrato de arriendo en el que el arrendatario
incumple su obligación de conservar el inmueble arrendado y se destruye a causa de un
incendio y éste se propaga al inmueble vecino de propiedad del arrendador. Hay
responsabilidad por incumplimiento de contrato (el daño en la cosa arrendada: interés
protegido por el contrato); y por ilícito civil (el daño a la propiedad del arrendador: interés
ajeno al contrato). Un mismo hecho lesiona intereses diversos y da lugar a ambas
responsabilidades, sin que pueda afirmarse una opción, ni una doble indemnización.
También es posible que el acreedor por dolo o culpa del deudor sufra un perjuicio que
no proviene del incumplimiento de una obligación contractual, y que ninguna relación tiene
con ella. En este caso la responsabilidad será extracontractual. Este caso es sencillamente
uno de responsabilidad extracontractual y en nada incide o ninguna trascendencia produce

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el que víctima y victimario se hallen unidos por contrato previo, el que resulta indiferente
para este efecto.
El interés primordial de esta figura es de carácter práctico, ya que el acreedor podrá
elegir entre ambas especies de responsabilidad según mejor le convenga. Sí debemos
advertir que el atractivo de este problema o el interés por reconocer la opción al acreedor
contractual refería especialmente a la extensión de la indemnización de daños, en particular
a la inclusión del daño moral, partida que hasta el año 1994 era rechazada en sede
contractual. Esta era una fuerte razón para escapar del estatuto contractual y caer en el
extracontractual, en el que el principio que rige es el de la reparación integral. Hoy nadie
discute la procedencia de la indemnización del daño moral por incumplimiento contractual
siempre que conforme a la regla de la previsibilidad tal daño caiga en el ámbito de
protección del contrato. Por ejemplo, en los contratos de prestación de servicios médicos o
educacionales, o de transporte.
Las posibles respuestas al problema del cúmulo o de la opción son dos: o el acreedor
puede optar entre la responsabilidad contractual y el régimen extracontractual o está
forzado a enderezar su acción según las reglas de la primera.
Dos son las posiciones, entonces:

1. La postura clásica en la materia, tanto doctrinal como jurisprudencial, rechaza como


regla general la opción y sostiene que frente a un incumplimiento contractual, el
estatuto de responsabilidad aplicable es el contractual, excluyéndose la aplicación
del estatuto de la responsabilidad civil extracontractual. Esta conclusión se
desprende del principio de la fuerza obligatoria de los contratos (ex. art. 1545) y
para estos efectos se entiende que la ley del contrato no sólo está representada por la
declaración de voluntad interpretada, sino también por la norma supletoria de la
voluntad que la integra configurándola en toda su dimensión. Siendo de este modo,
si las partes hubieren querido reconocer la opción al acreedor lo habrían previsto
expresamente. De este modo, el fundamento de la opción sería la propia ley del
contrato. Fuera de este caso en que procedería o se aceptaría la opción se añade otro
y refiere a aquél en el que la inejecución de la obligación contractual constituye, al
mismo tiempo, un delito o cuasidelito penal. Así por ejemplo, el que tiene una cosa
en deposito o comodato y no la restituye, esta cometiendo el delito de apropiación
indebida, además de incurrir en el incumplimiento de su obligación de restituir. En
tal caso el acreedor podrá optar por demandar la restitución de la cosa más
indemnización de daños en sede civil conforme el estatuto contractual o bien
ejercitar la acción penal y dentro del mismo proceso penal incoar la acción civil de

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responsabilidad que se sometería al estatuto extracontractual. En este último caso el
acreedor habría optado por esta responsabilidad, dejando de lado el contrato1.

2. Frente a la postura tradicional se encuentran tesis más modernas que reconocen al


acreedor, bajo ciertas condiciones, la opción. Se sostiene que la existencia de un
contrato no es obstáculo para que la víctima pueda perseguir la responsabilidad en
sede aquiliana. En este ámbito, el profesor Corral Talciani presenta argumentos para
aceptar, o bien, rechazar la opción de responsabilidades. Señala que procedería la
opción, cuando prescindiendo del contrato, aún estaríamos ante un daño
indemnizable; también en el caso que el ilícito sea sancionado por normas civiles o
contravencionales. Y no habría opción, si un hecho reviste las características de
incumplimiento contractual para una persona y al mismo tiempo genera un daño
para otra persona no vinculada por el contrato; tampoco habría opción cuando se
imputa a uno de los contratantes haberse puesto voluntariamente en la imposibilidad
de cumplir el contrato; y tampoco cuando las partes expresamente lo han resuelto en
el contrato

Según quienes sustentan esta segunda postura, los requisitos que deben concurrir para
que se esté realmente ante un problema de cúmulo, opción, o concurrencia de
responsabilidades, son:

i) Que el hecho causante del daño pueda ser calificado a la vez como
incumplimiento contractual y, además, como infracción del deber genérico de no
causar daño a otro; es decir, como incumplimiento contractual, y como delito o
cuasidelito civil. Esto es lo que el profesor Barros denomina “la doble
calificación del ilícito”; por ejemplo, respecto al incumplimiento de pagar el
precio en el contrato de arrendamiento, si se elimina la figura del contrato, no
existe obligación de pagar, en cambio, si una enfermera se equivoca al aplicar
un medicamento, se incumple el contrato de servicio, y si se suprime el contrato,
igualmente esto daría lugar a una indemnización.

ii) Que la víctima de la infracción contractual (incumplimiento) y


delictual sea la misma persona, que es el acreedor contractual.

iii) La doble infracción debe haber sido cometida por la misma persona.

1
Aquí no existe opción ya que se producen dos daños distintos uno comprendido por la responsabilidad
contractual y otro dentro de la responsabilidad extracontractual, ambos resarcibles separadamente. En el caso
de esta opción es el propio incumplimiento el que se encuentra tipificado penalmente

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3. SISTEMAS DE RESPONSABILIDADES EXTRACONTRACTUAL

3.1. SISTEMA SUBJETIVO.


Este sistema supone necesariamente la culpabilidad (culpa o dolo) del agente o autor.
No existe responsabilidad sino a condición de que el hecho perjudicial provenga de su
culpa o dolo. Lo determinante es la conducta o actividad del sujeto, y se efectúa un juicio
de reproche o de valor de su actuar para determinar si hubo culpa o dolo. Por lo tanto, sólo
puede afectar a las personas que tengan voluntad suficiente para darse cuenta del acto que
ejecutan, así los dementes, los infantes, y los menores de 16 años que han obrado sin
discernimiento no incurren en responsabilidad. Más que voluntad debemos hablar de
“discernimiento” para así diferenciar este régimen del contractual por incumplimiento.
De modo que el presupuesto de la responsabilidad subjetiva es la capacidad que
genera como efecto inmediato la imputabilidad del autor del hecho que irroga daños.
Concurriendo el presupuesto, el de la capacidad, deben cumplirse las siguientes
condiciones o requisitos:

i. Acción u omisión
ii. Dolo o culpa en la acción u omisión (reprochabilidad)
iii. Existencia de un daño
iv. Relación de causalidad
El hecho de que este sistema de responsabilidad subjetivo requiera de la culpa no
quiere significar que la conducta del sujeto deba apreciarse “en concreto”, es decir,
tomando en cuenta su propio estado de ánimo y condiciones personales, sino que se hace
“en abstracto”, es decir comparando el hecho con el de un tipo abstracto o ideal: un modelo
de conducta del hombre prudente y cuidadoso medio de un buen padre de familia, etc. El
dolo en cambio, debe apreciarse en concreto, ya que consiste en la intención de dañar, la
cual se conocerá al analizar los móviles que guiaron su actuar. La apreciación en concreto
del dolo refiere a la necesidad de indagar sobre el móvil del sujeto para actuar o incurrir en
la omisión, según sea el caso.

3.2. SISTEMA OBJETIVO2

2
Tarea: El alumno deberá identificar dentro del ordenamiento jurídico chileno supuestos de responsabilidad
objetiva.

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Este sistema esta basado en la noción del riesgo 3, por lo que la doctrina más moderna
habla de “responsabilidad por riesgo”. Se prescinde en absoluto de la valoración de la
conducta del sujeto (dolo o culpa) e incluso de la capacidad, basta la existencia del daño y
de la relación causal, cualquiera que sea la conducta del agente, sea esta doloso o culposa.
En estos sistemas el énfasis está en la causalidad no sólo material, sino también jurídica; y
en los hechos o sucesos que la rompen o interceptan, como la fuerza mayor y el hecho de la
víctima. Los regímenes de responsabilidad objetiva son excepcionales y normalmente van
unidos a limitaciones de la cuantía de la indemnización y acompañados de seguros que
cubre el riesgo de la actividad o sector de que se trate.
El sistema de responsabilidad clásico y que adopta nuestro Código Civil, es el
subjetivo o a base de culpa, pero el sistema de responsabilidad objetiva se ha ido
imponiendo por las siguientes razones4:
o En el sistema de responsabilidad subjetivo se producen muchas situaciones
constitutivas de daños, respecto de las cuales es imposible imputarlo a fallas
humanas, con lo que estos daños al estar basada la responsabilidad en la
culpa o el dolo, quedan sin reparación.
o Se produce un gran auge de los sistemas de seguros que juegan en cierta
medida de contrapeso de la responsabilidad objetiva.
Dentro de esta doctrina se pueden producir algunos matices:
o Se habla por algunos de “tipo integral” basado en el riesgo, excluyendo el
juicio de reproche. Esto quiere decir, que basta para que exista
responsabilidad la relación de causalidad entre el hecho y el daño.
o Se habla del “riesgo provecho”, en virtud del cual se hace responsable a
quien pone en movimiento fuerzas peligrosas para beneficiarse, y como
consecuencia de ellos se causa un daño. La responsabilidad nacida del riesgo
provecho es aquella que obliga a reparar los daños producidos, aún sin
culpa, por una actividad que se ejercía en el propio interés y bajo la
autoridad del que causa el daño. Si así es, esa persona debe responder por los
daños causados, de igual modo como goza de los beneficios o provechos al
poner en movimiento tales fuerzas o al exponer a una situación peligrosa a
otra persona.

3
Se puede definir al riesgo como la creación de una situación de peligro, en cuanto de ella puede derivarse
racionalmente un daño.
4
En la práctica no existen sistemas puramente objetivos o subjetivos. En el derecho comparado la tendencia
es a mantener al sistema subjetivo como el pilar de la responsabilidad civil extracontractual, dejando limitado
el sistema objetivo a hipótesis o áreas determinadas. La doctrina señala que el sistema objetivo nació para
complementar al sistema subjetivo, pero nunca para reemplazarlo

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o También debemos mencionar la responsabilidad del empresario por el hecho
de sus dependientes, en virtud de la cual se ha buscado aproximarse a una
responsabilidad objetiva toda vez que no se busca probar la existencia de
culpa por parte del empresario, sino que basta la acreditación de ciertas
circunstancias (principalmente, la dependencia o subordinación) para
entenderlo responsable5.
Ventajas del sistema de responsabilidad objetiva:
a) Es de más fácil aplicación que la teoría de la responsabilidad subjetiva. Al
desaparecer la noción de culpa la actividad del juez se debe centrar en establecer
el daño y el hecho que lo produjo. Por lo tanto, se podrán reparar todos aquellos
perjuicios que por imposibilidad de probar la culpa habían quedado sin
indemnizar. Sólo debe probarse el daño y la relación causal; y al hechor le
corresponderá probar alguna eximente que lo ampare.
b) Este sistema es más justo y equitativo. En la mayoría de los casos la causa del
daño es anónima, lo que imposibilita a la victima para acreditarla, lo cual en la
teoría clásica significa quedar privado de toda reparación.
c) Este sistema obliga a los hombres actúa con mayor prudencia y cuidado. Ya que
su responsabilidad quedará comprometida por el sólo hecho de causar un daño.

3.3. SISTEMA ADOPTADO POR EL CÓDIGO CIVIL


Nuestro Código Civil consagra la teoría clásica de la responsabilidad subjetiva. Ello
en razón de la época en que fue dictado el Código Civil (1855) en que nadie discutía, ni
ponía en duda la necesidad de la culpa o dolo de parte del autor del daño para comprometer
su responsabilidad. Hoy la tendencia es a la implementación de sistemas mixtos.
No obstante lo anterior, en nuestro derecho y en la doctrina existen algunas
excepciones que se traducen en mecanismos que tienden a aminorar y atenuar los defectos
y reparos que se hacen al sistema de responsabilidad subjetiva, entre los que se cuentan:
a) Las presunciones de culpabilidad 6: en ciertos casos el legislador con la
finalidad de facilitar la prueba de la culpa que pesa sobre la victima presume
su existencia.
5
En definitiva, hay responsabilidad vicaria o estricta por el hecho ajeno cuando resulta impuesta de pleno
derecho por la ley, a consecuencia del hecho ilícito del tercero, con prescindencia de la culpa de quien por él
responde.
6
Estas presunciones son simplemente legales como en los casos de los art. 2320; 2322; 2326; 2328; y 2329. y
en ocasiones, son presunciones de derecho como en los casos de los arts. 2321 y 2327. En las primeras, se
admite prueba en contrario, en cambio en las segundas los obligados a indemnizar no pueden comprobar su
inculpabilidad

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b) Extensión del concepto de culpa: es una tendencia jurisprudencial el ampliar
cada vez más el concepto de culpa. Así hoy en día, la culpa más insignificante,
que en otra época habría pasado inadvertida, puede dar origen a
responsabilidad cuasidelictual civil.
Por otro lado, se presentan excepciones que se traducen en verdaderas aplicaciones
del sistema objetivo de responsabilidad civil extracontractual, dispensando a la víctima de
la carga de probar el dolo o la culpa, en términos que le basta la sola prueba del daño y de
la relación de causalidad, estas son entre otras:
a) En materia de convenios internacionales sobre daños producidos por objetos
espaciales se establece la responsabilidad objetiva del Estado que lance el objeto,
tanto en la superficie como en aeronaves en vuelo.
b) Responsabilidad por uso de energía nuclear. Esto se encuentra regulado en la ley ,
que en su artículo 49, expresamente señala que se trata de un estatuto de
responsabilidad objetiva, cuyo limite a la indemnización se encuentra en la misma
ley, no en la extensión del daño (art. 60).
c) Ley del Transito establece la responsabilidad solidaria del propietario del vehículo
con el conductor, por los daños causados en un accidente de transito. En este caso
estaríamos ante un supuesto de responsabilidad objetiva, ya que el propietario del
vehículo involucrado en el accidente tendrá que responder a pesar de no haber
intervenido directamente en el hecho.
d) Supuestos en que se avanza hacía una responsabilidad estricta:
a. Responsabilidad por el hecho ajeno. Nos referimos a la interpretación que
se hace de la responsabilidad por el hecho ajeno, en el sentido que no es
necesario probar la culpa del vigilante, bastando la sola relación de
dependencia entre vigilante y vigilado para hacer al primero responsable,
no siendo necesario probar la existencia de culpa. Dentro de este supuesto,
también encontramos la llamada “culpa anónima”, y la “culpa en la
organización”. La primera consiste en determinar que el daño ha sido
causado inequívocamente por uno de los dependientes, pero con
imposibilidad de su identificación. La segunda, se trata de casos en que el
hecho dañoso ha sido causado por uno o más de los dependientes de la
empresa, pero supone la "culpa" de la organización (del principal) en la
medida de su deficiente funcionamiento interno.
b. Responsabilidad por el hecho propio. Se ha dicho por parte de la doctrina
que los casos contemplados en el artículo 2329 son meramente ejemplares
de situaciones riesgosas, por lo tanto cualquier conducta que pueda ser

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calificada objetivamente de riesgosa, quedaría cubierta por esta
presunción.

4. ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL


Ya hemos explicado que la responsabilidad civil extracontractual presupone la
capacidad y requiere de la concurrencia de las siguientes condiciones:
o La acción u omisión imputable a titulo de dolo o culpa
o La relación de causalidad
o El daño
4.1. EL PRESUPUESTO: LA CAPACIDAD
Por regla general, toda persona natural o jurídica es capaz de delito o cuasidelito
civil. Sólo son incapaces los que carecen del discernimiento necesario para darse cuenta del
acto que ejecutan. Esto es la consecuencia lógica del sistema subjetivo adoptado por
nuestro Código Civil, ya que sin capacidad no habrá imputabilidad o reprochabilidad (culpa
o dolo).
Las reglas de la capacidad se rigen por el artículo 2319, norma aplicable en esta
materia y de la que se deduce que la capacidad extracontractual más amplia que la
contractual. En esta sede, la regla general es la capacidad para cometer un delito o
cuasidelito civil, aunque se trate de personas absoluta o relativamente incapaces para
contratar o sean penalmente incapaces.
4.1.a. Reglas aplicables (art. 2319)
i) Los dementes7: No son capaces de delito o cuasidelito los dementes. Esta
expresión esta tomada en sentido amplio, es decir comprensiva de todas las
personas que se encuentren privadas de razón, sin distinción respecto de su
causa. Se requiere que se halle privado de razón en el momento mismo de
cometer el delito o cuasidelito civil, y que esta privación de razón sea total.
Sin embargo, no se exige que la privación sea de carácter permanente, basta
que sea temporal. Tampoco se requiere que la persona se halle sujeta a
interdicción. La ley no lo exige. Ahora, si lo está constituirá una prueba
sobre su estado y, en definitiva, de la incapacidad. En cuanto a la
responsabilidad del ebrio, este es responsable de delito y cuasidelito civil,
7
El profesor Barros, define a la demencia como una grave deficiencia en la capacidad intelectual o volitiva;
agrega, para efectos de aclarar, que tiene una grave deficiencia en la capacidad intelectual, quien no es
capaz de diferenciar entre lo que es bueno y malo, y que tiene una deficiencia en la capacidad volitiva, quien
no tiene control respecto de su conducta

13
sin que se distinga si la ebriedad sea voluntaria o no (enfermedad) (art.
2318). Lo que se dice del ebrio, también se aplica al drogadicto en general.
La doctrina ha dicho que los requisitos para que estemos en presencia de
esta incapacidad son los siguientes:
 La demencia debe ser actual8, es decir, debe existir al momento de
cometer el ilícito.
 Debe ser total.
 Debe tener su origen en una causa independiente de su voluntad. Este
requisito se extrae del artículo 2318, a propósito de la situación del
ebrio, ya que si la persona fue quien la provocó sigue siendo
responsable. Se discute respecto de la persona a la que se obliga a
consumir una droga, sin intervención de su voluntad.
ii) Menores de 7 años: tampoco son capaces de delitos y cuasidelito civiles, los
hombres y mujeres menores de 7 años, es decir los infantes o niños (art. 26).
La ley asume, sin que exista posibilidad de discusión, que carecen de
discernimiento (art. 723 en relación a la adquisición de la posesión de cosa
mueble, no son capaces los infantes para adquirirla).
iii) Los mayores de 7 años y menores de 16, son en principio capaces, salvo que
se declaré que actuaron sin discernimiento (art. 2319 inc. 2). Es el juez el
que debe prudencialmente determinar si el menor actuó con o sin
discernimiento, es decir si estaba en condiciones de representarse las
consecuencias de su conducta. Se deben tomar en cuenta las circunstancias
particulares del menor de que se trate. Para el caso que se decida que obro
con discernimiento, el menor será capaz y responderá si concurren las
restantes condiciones de la responsabilidad civil.
Ahora bien, ¿Quién responde por los hechos cometidos por dementes, infantes y por
mayores de 7 y menores de 16 que actuaron sin discernimiento? En este caso se habla de
“responsabilidad del guardián del incapaz”, según la cual los daños causados por los
incapaces responden las personas o cuyo cuidado estén, si pudiese imputárseles
negligencia, (art. 2319), es decir que pueda probárseles culpa en el cuidado o vigilancia del
incapaz. En el fondo se trata de responsabilidad por el hecho propio del guardián negligente
y si la victima prueba su culpa accederá a la indemnización de los daños sufridos. Es el
guardián el que debe soportar el pago de la indemnización si derecho a repetir contra el
8
A propósito de los intervalos lucidos, la medicina ha señalado que estos no existen. Sin perjuicio de aquello,
jurídicamente se siguen reconociendo. También surge un tema respecto del decreto de interdicción del
artículo 465, el cual, según la doctrina, no tiene aplicación en sede aquiliana, toda vez que la norma habla de
actos y contratos.

14
causante material del daño. Así fluye del artículo 2325 que exige la capacidad como
requisito de procedencia de la acción.
El artículo 2320 establece una presunción de culpabilidad por el hecho ajeno respecto
de aquellas personas que estuviesen al cuidado del guardián. Pero en el caso del artículo
2319 se debe probar la culpabilidad del guardián, la ley nada presume. En el caso del
artículo 2320 procede la repetición de lo pagado por el guardián por aplicación del artículo
2325.
4.2. REPROCHABILIDAD O IMPUTABILIDAD

Este elemento es de carácter subjetivo, basado en la noción de la culpa o dolo. Este


segundo elemento es el que caracteriza al sistema de responsabilidad que adoptó nuestro
Código Civil. Si existe un hecho que causa un daño sin que concurra este elemento no
habrá responsabilidad. Así, para responsabilizar al agente, este deberá realizar una acción u
omisión imputable a título de dolo o culpa.
La imputabilidad se puede definir como la posibilidad de atribuir a un sujeto capaz
una conducta, ya sea a título de dolo o de culpa.
El hecho ilícito cometido con dolo (intención positiva de inferir daño a la persona o
propiedad de otro) se denomina delito; el cometido con culpa, en cambio, cuasidelito (art.
2284 la condicionante es si el agente obró con intención de dañar o no).
Recordemos que en sede contractual, la extensión del daño indemnizable viene
determinado en parte por el elemento subjetivo, ya que como sabemos el dolo opera como
un agravante de la responsabilidad civil contractual. En sede extracontractual el dolo no
cumple esa función y los perjuicios indemnizables están determinados por la causalidad
entre el daño (fuente y medida de la indemnización) y el ilícito (delito o cuasidelito)..

4.2.a. El dolo
El artículo 44 define el dolo en términos que éste consiste en la intención positiva
de inferir injuria a la persona o propiedad de otro. Este concepto, si bien es amplio y de
aplicación general, por su ubicación en el Código Civil, esta más cerca de lo que se
entiende como dolo, elemento de responsabilidad extracontractual.
Hay dolo cuando el autor de la acción u omisión9 obra con el propósito deliberado de
causar daño, cuando el móvil de su acción o abstención es precisamente dañar a la persona

9
Recordar la distinción entre dolo activo y dolo omisivo. Respecto de este último se requiere que el autor del
ílicito se encuentre en “Posición de Garante” respecto de la víctima.

15
o propiedad de otro. No basta la conciencia de que se pueda causar un daño, sino que es
menester que haya intención de dañar.
En cuanto a las personas responsables del dolo, el artículo 2316 establece que:
- El autor del dolo y sus herederos
- Los cómplices del autor
- El que obtiene provecho del dolo, aunque no haya participado en su ejecución, ni
tenido conocimiento de su existencia (hay acción en su contra hasta la
concurrencia del provecho).
Los dos primeros son responsables por la totalidad del daño, el último sólo es
responsable hasta la concurrencia del provecho que le reportó el delito y lo es porque el
enriquecimiento que obtuvo es injusto.
4.2.b. La culpa
Del artículo 44 es posible extraer un concepto de culpa, aunque al referirse a ella lo
está haciendo más específicamente a la que actúa como criterio de atribución de
responsabilidad contractual. Esta culpa, como hemos dicho, admite graduación.. Lo
importante es considerar que la culpa implica una falta de cuidado, un error de conducta,
hay culpa cuando no se obra como se debiese, como lo haría un hombre prudente. Por lo
tanto, la culpa es sinonimia de descuido y negligencia, es la falta de aquella diligencia o
cuidado que los hombres prudentes emplean ordinariamente en sus actos y negocios
propios (art. 44; 2319; y 2329)10. De cualquier modo, hay acuerdo que al emplear la
expresión “culpa”, conforme al mismo art. 44, la referencia debe entenderse hecha a la
“culpa leve” que se opone al cuidado de un buen padre de familia. Si estamos de acuerdo
con esta posición, debemos rechazar la tesis en orden a que en esta sede de responsabilidad
se responde de cualquier grado de culpa o, en otros términos, de cualquier descuido por
mínimo que sea (culpa levísima).

10
En concepto de Planiol, la culpa es la violación de una obligación preexistente, que en el caso de los
cuasidelitos sería la obligación legal de no dañar a otro. Para Savatier la culpa es la inejecución de un deber
que el agente podía conocer y observar, este deber puede ser un deber legal, un deber moral determinado, o
lisa y llanamente el deber general. de no dañar a otro.

16
Si bien doctrinariamente es necesario distinguir entre dolo y culpa 11, en la práctica no
tiene mucha relevancia, ya que ambos producen la obligación de indemnizar todo daño
causado (art. 2329). El límite exterior de la responsabilidad está representado por la
causalidad, sea que provenga de delito o cuasidelito.. Ahora bien, la concurrencia de culpa
si tiene importancia, porque:
- Es más difícil la prueba del dolo.
- La distinción entre culpa y dolo es indiferente
- En el título XXXV del Libro IV se prevén presunciones de culpabilidad, no así de
dolo.
Por esta razón se ha llegado a afirmar que la responsabilidad civil extracontractual es una
cuasidelictual.
En las actuaciones culposas sólo responden los autores del daño y sus herederos.
Si bien acá no se puede aplicar una graduación de la culpa, la doctrina aquí si
distingue distintas manifestaciones o concreciones de culpa: negligencia, imprudencia e
impericia.
o En la negligencia la falta del deber de cuidado, propio de la culpa, viene
dada porque el sujeto observa una conducta inferior a la esperada de un
hombre medio o un buen padre de familia. Quiere decir que hace menos
de lo que tenía que hacer conforme el estándar de conducta que le es
exigible o que se espera que observe. La negligencia puede actuar
respecto de una acción (hay omisión en la acción) o de una omisión,
derechamente el agente del daño no actúa debiendo hacerlo. Se requiere
en este último caso de un deber de conducta

o En la imprudencia, la falta del deber de cuidado se produce porque el


sujeto hace más de lo que tenía que hacer, desarrolla un nivel de
actividad mayor al necesario para realizarla adecuadamente, como lo
haría un hombre medianamente cuidadado o un buen padre de familia.
Hay exceso en la conducta esperada.

11
También existe la culpa activa y la omisiva. Como podrá imaginarse, determinar la concurrencia de culpa
omisiva es mucho más complejo que la de la culpa activa. Así, encontramos la abstención en la acción, que
consiste en que el agente al ejecutar el acto perjudicial omite tomar todas las precauciones necesarias para
evitar el daño. la causa del daño ha sido la abstención, pero ella ha incidido en el ejercicio de una actividad
(culpa negligencia). Por otro lado está la abstención pura simple, que se da cuando el agente, sin ejecutar acto
alguno de su parte, se limita a permanecer pasivo causando un daño. en este caso, no se le culpa de haber
actuado sin observar las medidas de prudencia necesarias, sino de no haber actuado en ninguna forma, en
circunstancias de que un hombre prudente habría actuado sin detrimento propio.

17
o En la impericia, la falta del deber de cuidado se traduce en no actuar con
la aptitud técnica suficiente o hacerlo imperfectamente, como sucede con
el médico que no observa la lex artis, como en el de cualquier profesional.

4.2.c. Apreciación de la culpa y el dolo


El juez aprecia el dolo “en concreto”, examinando la conciencia de su autor, su estado
de ánimo. El dolo consiste precisamente en la intención positivo de dañar y ésta, sólo puede
conocerse o descubrirse analizando los móviles que guiaron la conducta del demandado por
delito civil.
La culpa, en cambio, se aprecia “en abstracto”, comparando la conducta del agente
con la de un “hombre prudente y cuidadoso” o la de un “buen padre de familia”, puesto en
la misma situación y circunstancias objetivas que el demandado cuya conducta se aprecia o
valora. El contenido (deberes de conducta específicos) del estándar de conducta varía en el
tiempo, el lugar, el medio social a que pertenece el agente y su profesión u oficio. El juez
debe comparar la conducta del demandado con aquélla que habría observado un hombre
prudente, de idéntica profesión u oficio colocado en el mismo lugar, tiempo y demás
circunstancias externas de aquél, y prescindiendo de las internas. (sexo, carácter, estado de
ánimo etc.)12. Apreciar las circunstancias internas del individuo que causó el daño,
significaría apreciar la culpa en concreto, contrariando lo dispuesto por el artículo 44 que
obliga al juez a contrastar la conducta del agente con un estándar de conducta o una
conducta abstracta.
Sobre el particular cabe precisar que la construcción del estándar de conducta
generalmente es tarea del juez, sin embargo cabe considerar que en algunas ocasione los
deberes de conducta no son definidos por el juez sino que por la propia norma, cualquiera
sea su naturaleza, colaborando a la labor judicial. Si la culpa se configura a partir de la
infracción de norma, hablamos de culpa contra legalidad o infraccional. En este último
caso, el deber de conducta está definido en la norma legal o reglamentaria, siendo la
infracción de este demostrativo de la culpa. Sin embargo, no basta la sola infracción, sino
que no debe existir una causal de justificación que ampare al supuesto infractor, y que
exista un nexo causal entre la infracción y el daño causado. Ahora bien, surge la siguiente
interrogante a este respecto ¿basta la observancia de la norma para liberarse de
responsabilidad, o ya bien, igualmente se deben respetar los deberes generales de cuidado?
Por un lado el profesor Alessandri ha señalado que “el hecho de cumplir estrictamente con
las disposiciones legales o reglamentarias no exime de adoptar las demás medidas de
prudencia que las circunstancias requieran, y si el juez considera que éstas habrían sido
12
Por ejemplo, la culpa de un albañil se apreciara comparando su conducta con la de otro albañil prudente
colocado en las mismas circunstancias, pero no con la de un ingeniero al cual se impone un grado mayor de
diligencia en su actuar cotidiano

18
tomadas por un hombre prudente, podrá declarar culpable a quien no las tomó, aunque
haya observado aquéllas”. Por su parte, el profesor Corral ha dicho el deber de cuidado, de
actuar con diligencia o prudencia, se ha explicitado en reglas, normas o reglamentos, que en
forma expresa señalan cuál es el comportamiento cuidadoso exigido, el hecho de que el
agente transgreda con su conducta la norma expresada da pie para considerar que ha
existido culpa en su actuación.
¿El decir si ha habido dolo o culpa, constituye una cuestión de hecho o de derecho?
La respuesta no es indiferente, ya que si se trata de una cuestión de derecho, será
posible que la conozca la Corte Suprema, por vía de Casación en el fondo; por el contrario
si es una cuestión de hecho, el juez del fondo será soberano en su establecimiento, sin que
se pueda revisar a posteriori por el tribunal supremo.
En la actualidad la jurisprudencia se ha ido uniformando, estableciendo que esta es
una cuestión de derecho, porque corresponde a un juicio normativo, de modo que es
susceptible de revisión por vía del recurso de casación en el fondo. Otro camino para llegar
a la revisión por esta vía es aduciendo la infracción a las leyes reguladoras de la prueba que
influye sustancialmente en lo dispositivo del fallo.
En este punto resulta interesante, que revisemos las presunciones de culpabilidad

4.2.d. Presunciones de Culpabilidad

Dado que el sistema que adopta nuestro Código Civil es el subjetivo, la victima de un
daño no puede obtener reparación sino a condición de probar el dolo o culpa del autor, es
por ello que con la finalidad de facilitar esta prueba y hacer más expedita la acción de la
victima, en ciertos casos se presume la culpabilidad. Cuando así ocurre, ella no necesita
probar la culpa del autor del daño, será suficiente acreditar los hechos base de la
presunción, el daño y la relación causal. Por su parte, el autor deberá probar que empleo la
debida diligencia o cuidado (salvo que se trate de una presunción de derecho), que el daño
provino de una causa extraña que no le es imputable (caso fortuito o culpa exclusiva de la
víctima)
A. PRESUNCIONES DE DERECHO
1. El art. 2321 establece una presunción de derecho de la culpa de los padres en
relación a los delitos y cuasidelitos cometidos por sus hijos menores y que éstos
provengan conocidamente de la mala educación o de los hábitos viciosos que le
han dejado adquirir. Dicha norma establece esta presunción de derecho al emplear
la expresión “serán siempre responsables”. Esta presunción pareciese estar

19
incluida en la del artículo 2320 inciso 2º, sin embargo ésta es bastante más
amplia, fuera de ser simplemente legal desde que el padre o la madre, en su caso,
se liberarán de la obligación de indemnizar el daño proveniente del hecho de sus
hijos menores cuando con la autoridad y el cuidado que su respectiva calidad les
confiere y prescribe, no hubiesen podido impedir el hecho. (art. 2320 inc. final).
2. El artículo 2327 establece que la persona que tenga, a cualquier título, un animal
fiero que no reporte ninguna utilidad o servicio al predio o para la guarda del
mismo, será siempre responsable por el daño. Y este no podrá alegar que le fue
imposible evitar el daño, ya que no será oído. Esta es una presunción de derecho
que no admite prueba en contrario.

B. PRESUNCIONES SIMPLEMENTE LEGALES.


En estas el autor puede hacer caer la presunción si prueba que no existe relación
causal, (la culpa de la victima) o bien que empleo la debida diligencia o cuidado o que el
daño derivó de una causa extraña a la voluntad del hombre13.
Clasificación de las presunciones simplemente legales:
- Por el hecho propio.
- Por el hecho ajeno
- Por el hecho de las cosas.

B.1. Responsabilidad por el hecho propio (art. 2329)


Para el profesor Alessandri el precepto del art. 2329 se aplicaría no sólo a los casos
que este enumera, sino que a todas las situaciones que por su propia naturaleza o por las
circunstancias en que se realizó es susceptible de atribuirse a culpa o dolo del agente. Y se
apoya en los siguientes argumentos:
- La redacción y ubicación del precepto quieren significar que lo que ocurre en los art.
2320 a 2328 (que establecen presunciones de responsabilidad) también ocurre en el
2329. De lo contrario no se podría explicar el empleo de la expresión “por regla
general todo daño”.
- El art. 2329 dice “que pueda imputarse”, de lo cual se desprende que mientras el autor
no pruebe lo contrario será responsable.

13
Este último supuesto, igualmente es aplicable a las presunciones de derecho, en las que el hecho base no
admite prueba en contrario, pero si se puede presentar prueba a fin de determinar que no hay relación de
causalidad, o que no existe daño indemnizable.

20
- Los ejemplos del artículo en comento se refieren a hechos que suponen culpa por si
solos14.
- Otra interpretación del artículo en comento señala que este viene a repetir o confirmar
la regla del 2314, pero el Código Civil no necesita decir nuevamente que el daño
causado por dolo o culpa debe ser reparado por su autor, es más lógico pensar que
se trata de un precepto distinto y de enorme utilidad al relevar del peso de la prueba
a la víctima.
La tendencia del profesor Alessandri se encuentra más de acuerdo con la del derecho
comparado.
Para el profesor Ducci, el artículo 2329 contiene una presunción de culpa. Señala que,
cuando el daño proviene de una actividad que presenta caracteres de peligrosidad (como las
del art. 2329), se debe presumir culpable la actuación del actor. Esta postura esta dentro de
la de Alessandri, pero la restringe agregando este elemento de la peligrosidad.
En la doctrina actual, el profesor Barros, sigue la postura del profesor Alessandri, y da
como argumentos a favor de la presunción de culpa del hecho propio, los siguientes:
- Su ubicación, a continuación de las normas sobre presunción por el hecho ajeno (art.
2320 y 2322) y por el hecho en las cosas (art. 2323 a 2328).
- El enunciado de la norma, que se puede entender como norma clausura del sistema de
presunciones del Código. Además esta sería la forma de darle sentido a la norma, y
que no sea una mera repetición del art. 2314.
- La redacción de la norma. Esta dice que todo daño que pueda imputarse a malicia o
negligencia. Como se puede ver, los ejemplos señalador por la norma son
expresivos de culpa.

A nuestro entender la postura de Alessandri es exagerada ya que conduce a una


presunción general de culpabilidad en sede extracontractual, ya que todo hecho por sus
circunstancias y naturaleza es susceptible de imputarse a la negligencia o dolo del agente,
lo cual implica relevar a la victima de la prueba de la reprochabilidad. Además con este se
llegaría a negar el sistema de responsabilidad subjetiva que como lo hemos dicho es el que
adopta el Código Civil en el art. 2314, y se basa en la prueba de la reprochabilidad. En
consecuencia, una interpretación más lógica y mesurada nos parece la de Ducci, ya que no
podemos negarle a la norma su carácter de general pero entendida en función de actividades
cuyo desarrollo implica un peligro. Esta generalidad se desprende de su propia redacción.

14
Se establecen otras presunciones por el hecho propio en el CP. Art. 492, ley del tránsito y de Juzgados de
Policía Local.

21
Por su parte el profesor Corral, difiere de las posturas planteadas hasta este momento.
Él plantea la tesis de que en esta disposición no estaría recogida una presunción de
culpabilidad, siendo el artículo 2329 Nº 1 la más evidente demostración de aquello, cuando
el legislador vuelve a exigir que el autor haya actuado de manera imprudente. Pero si bien
este autor establece que en este caso no habría una presunción de culpabilidad, de esta
norma sí fluiría una presunción de causalidad, toda vez que la disposición en comento,
dejaría en manifiesto la necesaria relación de causalidad que debe existir entre el hecho y el
daño, al señalar que todo daño “que pueda imputarse” a culpa, lo que quiere decir que se
debe indemnizar todo daño que sea resultado causal de una conducta dolosa o culposa.

B.2. Responsabilidad por el hecho ajeno


En materia de responsabilidad civil por delito o cuasidelito no sólo se responde por el
hecho propio, sino también por aquél de las personas que se hallan bajo su cuidado (art.
2320 inc. 1). En la llamada responsabilidad por hecho ajeno, quien causa el daño es una
persona que está sujeta a la subordinación o dependencia de otra que le debe obediencia
(vigilado – guardián). Sobre el guardián pesa una obligación de cuidar que el vigilado no
cause daños a otros. Quien causa el daño es el vigilado que comete delito o cuasidelito y
quien responde es este último y también la persona que la tiene a su cargo o cuidado. La
culpa del vigilado debe probarse, no así la del guardián que la ley presume. Siendo así, no
es propio hablar de responsabilidad por el hecho ajeno. El guardián responde por su hecho
propio, la falta de vigilancia, otra cosa es que su culpa se presuma.
En este caso por lo tanto se presume la culpa del vigilante, y la victima podrá
demandarlo por los perjuicios causados por el que se encuentra a su cuidado, sin que deba
probar su culpa, ella se presuma. Sin embargo, deberá acreditar el hecho base de la
presunción que comprende la comisión de un delito o cuasidelito por el vigilado (dolo o
culpa), el daño y la relación de causalidad entre éste y tal delito o cuasidelito.
El art. 2320 inc. 1º establece como principio de carácter general en nuestro derecho la
responsabilidad por el hecho ajeno al decir “toda persona es responsable no sólo de sus
propias acciones, sino del hecho de aquellos que estuviesen a su cuidado”; y los casos que
se contemplan en los artículos 2321 y 2322; y en el propio 2320 son sólo aplicaciones del
principio general enunciado.
En materia contractual también el deudor responde por el hecho de las personas que
están bajo su cuidado o dependencia. Así se infiere, entre otras disposiciones del Código
civil, del art. 1679 que prevé que en el hecho o culpa del deudor se comprende la de las
personas por quienes fuere responsable.
Requisitos de la Responsabilidad por el Hecho Ajeno

22
i) Vínculo de subordinación o dependencia entre dos personas: debe existir una
correlación de autoridad, por una parte, y de obediencia, por la otra. La ley
establece esta responsabilidad respecto de quien tiene a otra persona a su
cuidado. Este requisito es obvio, ya que la ley determina la responsabilidad de
quien tiene a alguien bajo su cuidado, cualquiera sea la razón de ser de esa
dependencia. Si no se da este requisito no hay lugar a esta responsabilidad, el
delito o cuasidelito no podría atribuirse a la falta de vigilancia que sobre su autor
debía ejercer otra persona, ya que esta persona respecto de quien se pretende
lograr la indemnización por el daño, no se hallaba obligada a ejercer ninguna
vigilancia. Así, el que encarga la confección de una obra a un empresario, no
responde por los daños causados por dicho empresario o por sus trabajadores, ya
que no se hayan bajo su dependencia o cuidado. La prueba de la existencia del
vínculo de subordinación o dependencia corresponde a la víctima, ello por
aplicación del artículo 1698 (la prueba de las obligaciones incumbe al que las
alega), pero en los casos especialmente previstos por los artículos 2320 y 2322
tal vínculo queda establecido por la sola prueba de la situación prevista en la ley.
Si no se logra probar la existencia de este vínculo de subordinación o
dependencia igualmente puede haber responsabilidad si en razón de ese hecho
ilícito se comprueba que hubo culpa o dolo, según las reglas generales. En este
caso, la responsabilidad no es por el hecho ajeno, sino que por el propio, y se
regirá por el art. 2314 y no por el 2320. Además, si no fuere posible, la victima
podrá dirigir su acción contra el autor directo del daño o perjuicio, si tiene
capacidad de delito o cuasidelito civil conforme el artículo 2319. El legislador
parte del supuesto de la insolvencia del vigilado, y por eso se establece la
presunción de culpabilidad del vigilante a quien la ley lo presume además
solvente.
La doctrina y la jurisprudencia, a este respecto, se han preguntado por la naturaleza
de la relación de subordinación o dependencia, de la que hemos hablado hasta aquí, si debe
ser una relación formal, o basta una simple relación de hecho. Tanto el profesor Corral,
como el profesor Barros, nos dicen que bastaría una relación de hecho entre estos dos
sujetos, como por ejemplo, el caso del aprendiz que realiza una práctica en una determinada
empresa. Esto es así pues lo importante es que el subordinado preste servicios a las órdenes
de otra persona, sin importar ninguna otra consideración.
ii) Capacidad del civilmente responsable y del subordinado o dependiente:
obviamente no puede predicarse responsabilidad del tercero civilmente
responsable si este no cumple con el presupuesto para ser sujeto pasivo de esta
obligación. Ahora bien, si el dependiente es incapaz, no se aplica el artículo
2320, sino que el artículo 2319, por lo que no se aplicaría la presunción y habría

23
que probar la culpa del civilmente responsable. Si fuese capaz, pero se prueba
negligencia del vigilante, este no tendrá acción de reembolso por el hecho del
vigilado capaz. (art. 2325)
iii) Comisión de un delito o cuasidelito por el subordinado o dependiente: fluye
del propio artículo 2320 y de la conexión de este con el artículo 2321 que
expresamente se refiere a la existencia de un delito o cuasidelito. Al tercero
civilmente responsable le son aplicables las mismas causales de eximición de
responsabilidad que pueda invocar el subordinado o dependiente. De igual
forma, si en el proceso penal se absuelve o sobresee definitivamente al
subordinado por no existir delito o cuasidelito, no podrá ponerse en duda en el
proceso civil, por lo que el vigilante también aprovechara de dicha absolución o
sobreseimiento.
iv) La victima debe probar la responsabilidad (culpa o dolo) del dependiente: El
profesor Corral señala que el dolo o culpa del subordinado deben ser probados
por la víctima, y solo una vez que esto suceda podrá presumirse la
responsabilidad del tercero civilmente responsable.
Alcance de la presunción: Si se reúnen los requisitos antes dichos, la ley presume la
culpa de la persona civilmente responsable y la relación causal entre esa culpa y el daño, es
decir que de parte de esa persona hubo falta de vigilancia y que esta falta de vigilancia fue
la causa del daño irrogado por el subordinado o dependiente.
Esta presunción es simplemente legal y el tercero civilmente responsable puede
hacerla caer, probando que no hubo culpa de su parte, es decir que actuó con la debida
diligencia, valiéndose de toda la autoridad que su situación le confería y empleando todo el
cuidado que ella le prescribía. A ello se refiere el inciso final del artículo 2320 al eximir de
responsabilidad a las personas que no hubiesen podido impedir el daño, a pesar de haber
actuado con la autoridad y el cuidado que su respectiva calidad les confiere y prescribe. Los
tribunales han señalado a propósito de este inciso que para que opere la excepción que en el
se establece es necesario que el vigilante haya tomado precauciones suficientes para evitar
el daño y que estas se relacionen directamente con la actuación del vigilado o subordinado.
El tercero civilmente responsable no puede eximirse de responsabilidad con arreglo al
inciso final del artículo 2320, si el autor directo del daño lo perpetró por su orden, en cuyo
caso la presunción pasa a ser de derecho y además no podrá repetir en contra del vigilando
o dependiente lo que haya pagado a título de indemnización por los daños causados por este
último. Es lógica esta regla, ya que la responsabilidad del tercero civilmente responsable no
deriva de su falta de vigilancia, sino de su hecho personal, de la orden que dio.

24
Coexistencia de responsabilidades15: La responsabilidad del vigilante, cuya culpa se
presume, coexiste con la del vigilado, ya que el vigilado es capaz. Por lo tanto la victima
tiene dos responsables, uno por su hecho personal (vigilado) y otro por el hecho ajeno
(vigilante). En suma, la victima podrá demandar separada o conjuntamente la reparación
del daño, pero ello no significa que haya solidaridad entre el vigilante y el vigilado, ya que
esta establecida para los casos de pluralidad de autores, y en la responsabilidad por el hecho
ajeno no hay coautoría. Ni tampoco debe entenderse que la victima tenga derecho a ser
reparada dos veces por el mismo daño, ya que si uno repara no tiene acción contra el otro.

Derecho a repetición del vigilante responsable civilmente: El tercero civilmente


responsable, que reparo el daño inferido por la persona que esta bajo su cuidado o
dependencia, tiene derecho para que le reembolse la totalidad de lo pagado, ello cuando
concurran requisitos copulativos:
- Que el autor del daño no haya actuado por orden del vigilante.
- Que el autor directo del daño sea capaz.
- Que el vigilado tenga bienes.
Este derecho de repetir es mas bien teórico, ya que condiciona la efectividad de este
derecho a la solvencia del vigilado, sin ella de nada sirve tal acción de reembolso.

Casos de responsabilidad por el hecho ajeno del Código Civil16

i) Responsabilidad de los padres: (art. 2320 inc. 2º). Este inciso establece
que el padre, y a falta de este la madre, responde por el hecho de los
hijos menores que habiten en la misma casa. Esta presunción es
simplemente legal, a diferencia de la establecida en el art. 2321 en tanto
la norma hace siempre responsable a los padres cuando el hecho ilícito
cometido por el menor provino conocidamente de la mala educación o de
los hábitos viciosos que los padres le han dejado adquirir. Este último
caso es mucho más exigente y por ello se presume de derecho la
15
Fuera del Código Civil se establecen casos de responsabilidad por el hecho ajeno, en que la victima tiene
acción solidaria en contra del autor material del daño y del vigilante o tercero civilmente responsable, así por
ejemplo, en la ley del tránsito se establece la solidaridad entre el conductor del vehículo que causo el daño y
el propietario de dicho vehículo; también en la ley sobre abuso de publicidad se establece la responsabilidad
solidaria del dueño del medio de comunicación a través del cual se causo el daño
16
Antes de la dictación de la ley Nº 18.802 se establecía la responsabilidad del marido por los hechos de su
mujer. Esta responsabilidad se derivaba o era una consecuencia lógica de la potestad marital del marido sobre
la mujer, que hoy se encuentra derogada.

25
responsabilidad del padre. Por otro lado, si el menor es incapaz de delito
o cuasidelito, no opera presunción alguna y será siempre menester que la
victima pruebe la culpa o negligencia del padre del autor incapaz (art.
2319).
ii) Responsabilidad del tutor o curador: (art. 2320 inc. 3º) son
responsables los tutores y curadores del los delitos y cuasidelitos
cometidos por sus pupilos que vivan bajo su dependencia o cuidado.
iii) Responsabilidad de los jefes de colegios y escuelas: (art. 2320 inc. 4º)
los jefes de colegio y escuela responden de los delitos y cuasidelitos
cometidos por los discípulos mientras están bajo su cuidado.
iv) Responsabilidad de los artesanos o empresarios respecto del hecho de
sus aprendices y dependientes, mientras estén bajo su cuidado.
v) Responsabilidad de los amos respecto de los hechos cometidos por
sus criados a propósito del ejercicio de sus funciones, aunque estos no se
hayan perpetrado a su vista. (art. 2322). La jurisprudencia le ha dado un
alcance amplio a la expresión “criado o sirviente”, extendiéndolo a los
trabajadores. El amo (empleador) podrá exonerarse de responsabilidad
cuando pruebe que el criado ejerció sus funciones de un modo impropio,
que no tenía modo de prever o impedir empleando el cuidado ordinario y
la autoridad competente. En este caso será personalmente responsable el
criado.
B.3. Responsabilidad del empresario por el hecho de sus dependientes
En nuestro derecho, la presunción de culpabilidad del empresario por el hecho de sus
dependientes, la extraemos de la interacción de las siguientes normas: art. 2320 inc.1° que
hace referencia, en general, a quienes se encuentren en posición de autoridad respecto de
otra; art. 2320 inc. 4° y art. 2322, que establecen normas especiales sobre la relación del
principal con sus dependientes.
La tendencia en el derecho comparado, es establecer un sistema de responsabilidad
vicaria. En Chile, este sistema parece complementar al de responsabilidad por negligencia,
ya que si bien, la responsabilidad sigue teniendo su fundamento en la culpa, se responde
igualmente por hechos ajenos como si fueran propios.
La justificación de esta presunción, señala el profesor Barros, la encontramos en el
hecho de que sería justo que quien goza de los beneficios de la actividad de sus
dependientes, asuma también los riesgos por el desempeño de los mismos (en el fondo el
dependiente actúa como un “agente” del principal (empresario)).

26
Requisitos de esta presunción
i) Relación de cuidado o dependencia entre el autor del daño y el empresario. Esto
se refiere, como mencionamos más arriba, a la capacidad de impartir instrucciones a
otra persona, quien se encuentra en el deber de acatarlas. Si bien, la relación más
típica será la contenida en un contrato de trabajo, esta puede ser una simple relación
de hecho.

ii) Que el daño sea ocasionado en el ámbito de la dependencia o del ejercicio de las
funciones del dependiente. La jurisprudencia ha entendido este requisito de
conexión entre el hecho dañoso y las funciones del dependiente, en un sentido
amplio, señalando que basta que el hecho delictual se cometa con ocasión del
desempeño de sus funciones.

iii) Que el dependiente haya incurrido en un delito o cuasidelito civil. En este punto
nos remitimos a lo ya señalado a propósito de la presunción por el hecho ajeno.

Cumplidos estos requisitos, el empresario se verá en la obligación de responder. Sin


embargo, el código presenta una forma en que es posible que el empresario desvirtúe la
presunción, la que encontramos en los arts. 2320 inc. 5° y 2322 inc. 2°, y que consiste en
que el empresario deberá probar que con la autoridad y cuidado que su calidad le confiere,
no ha podido evitar el hecho dañoso. Para que opere esta descarga de la presunción es
necesario que concurra el siguiente requisito: el empresario debe mostrar las precauciones
que habría emprendido un empresario diligente y de qué manera, aún emprendiéndolas, no
le habría sido posible evitar el accidente.
Finalmente, la víctima podrá demandar, tanto al empresario, como al dependiente, o a
ambos.
B.4. Responsabilidad por el hecho de las cosas
Se responde también por el daño causado por el hecho de una cosa que nos pertenece
o esta a nuestro servicio. Se responde del daño causado por la actividad o movimiento de
dicha cosa.
Quien es propietario o se sirve de una cosa, debe vigilarla y mantenerla en buen
estado para que no cause daño, y si alguno se produce es porque no se empleo el cuidado o
vigilancia debida. Por ello se presume la culpabilidad y la victima no deberá probar esa
falta de cuidado o vigilancia que es la causa del año ocasionado.
A diferencia de lo que ocurre en relación a la responsabilidad por el hecho ajeno, en
nuestro derecho no se establece un principio general de responsabilidad por el hecho de las
cosas, como si ocurre en el Código Civil francés en el que después de establecer el mismo

27
principio del artículo 2320 prescribe que también se responde por el daño provocado por
“el hecho de las cosas que están a su cuidado”. Al no existir un principio general, en
nuestro derecho la presunción de culpabilidad por el hecho de las cosas está limitado a los
casos que contemplan los artículos 2323 y 2324; artículos 2326 y 2327; y el artículo 2328.
Siendo una enumeración taxativa, fuera de estos casos la ley no presume la culpa del dueño
o de quien se sirva de una cosa, por lo que la victima deberá probar la reprochabilidad del
dueño o del que se sirve de la cosa que causo el daño.
i) Responsabilidad por el hecho de los animales (arts. 2326 y 2327). El dueño de
un animal, así como el que se sirve de él, son responsables de los daños
causados por ese mismo animal, aún cuando se haya soltado o extraviado, pero
no lo será en el caso que dicho extravió o soltura no pueda imputársele a culpa
del dueño o de quien se sirve del animal y del que esta al cuidado de su guarda
o servicio. El fundamento de esta responsabilidad esta en la falta de vigilancia
que se presume ha incurrido el dueño o el que se sirve del animal. En el caso del
que se sirve de un animal ajeno, será este responsable del daño causado por el
animal, salvo la acción de reembolso que tendrá cuando pruebe que el daño
sobrevino por una calidad o vicio del animal, que el dueño con mediano cuidado
o prudencia debió conocer o prever y de que no le dio conocimiento (art. 2326
inc. 2º). En los casos anteriores se trata de una presunción simplemente legal,
por lo tanto, el dueño o quien se encuentra a cargo del animal, podrá hacer caer
la presunción probando que tomo todas las precauciones necesarias y que su
calidad le exigía y además acreditando la imprudencia o negligencia de la
victima. Para el caso que se trate de un animal fiero que no reporta utilidad para
la guarda o servicio de un predio, es responsable quien lo tenga a cualquier
título, presumiéndose de derecho la culpabilidad, ya que la sola calidad o
naturaleza del animal bastaba para que su poseedor o tenedor conociera los
riesgos a que se exponía.
ii) Responsabilidad por la ruina de un edificio (arts. 2323 y 2324). El dueño de
un edifico es responsable ante terceros de los daños que ocasione su ruina por
haber omitido las reparaciones necesarias o por haber faltado de otra manera al
cuidado de un buen padre de familia. Ahora bien, si la víctima es uno de los
vecinos esta responsabilidad sólo procederá si el daño se produce después de
notificada la querella de obra ruinosa (art. 934). Si el daño proviene de un vicio
de construcción, la responsabilidad recae sobre el empresario o arquitecto que se
encargo de ella (art. 2003 n°3). Si el edificio pertenece a dos más personas
proindiviso, casa una de ellas será responsable a prorrata de su cuota en el
mismo, lo cual constituye una excepción a la norma del art. 2317 en que se

28
establece que si el daño es causado por dos o más personas, serán estas
solidariamente responsables de la indemnización.
iii) Responsabilidad por el hecho de una cosa que cae o se arroja de la parte
superior de un edificio (art. 2328). El daño causado por una cosa que cae o se
arroja desde la parte superior de un edificio, hace responsables a todas la
personas que habitan la misma parte de aquel, y la indemnización se divide entre
todas ellas, a menos que se pruebe que el hecho se debió a la culpa o dolo de
alguna persona exclusivamente, en cuyo caso será responsable ella sola. El
Código Civil, además, establece una acción popular para que si existe alguna
cosa que de la parte superior de un edificio o de otra construcción elevada,
amenace caída y daño, se obligue a removerla al dueño del edificio o del sitio, o
a su arrendatario, o al dueño de la cosa que amenaza, o el que se sirve de ella.

4.3. DAÑO O PERJUICIO.


Para que exista responsabilidad extracontractual es indispensable además la
existencia de un daño o perjuicio, lo que se desprende de los artículos 1437 y 2314.
No existe un concepto legal de daño, sin embargo entendemos por por tal todo
detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o molestia que sufre un individuo en su persona,
bienes, o derechos.
Para el profesor Alessandri el daño es todo detrimento, perjuicio, menoscabo o
molestia que sufre un individuo en su persona, en sus bienes, afectos o creencias. Es toda
disminución o destrucción de las ventajas patrimoniales o extrapatrimoniales de que
gozaba un individuo. Por su parte, el profesor Rodríguez Grez define al daño como la
lesión, menoscabo, pérdida, perturbación o molestia de un interés, sea que éste se
encuentre constituido en derecho o no, siempre que el mismo, en este último evento, esté
legitimado por el ordenamiento jurídico. El profesor Barros nos dice que el daño, en un
sentido jurídico, sería cualquier lesión o detrimento a un interés legítimo y significativo 17.
En definitiva, la doctrina nacional vincula la existencia de un daño o perjuicio, con la lesión
de un determinado interés, abarcando las situaciones de molestia, menoscabo o turbación,
pero excluyendo aquellas que son consecuencias de la vida en sociedad.
El daño supone la destrucción o disminución, sin importar su monto, de las ventajas o
beneficios patrimoniales o extramatrimoniales de que goza un individuo. En síntesis, el
daño es la consecuencia material de la lesión de un interés

17
En ese mismo sentido, el profesor Corral Talciani, señala que daño jurídicamente resarcible es aquel que
implica la lesión o afectación, sea de un derecho subjetivo reconocido formalmente, sea de un interés en la
satisfacción de necesidades o bienes humanos de carácter privado.

29
Ahora bien, según sea el interés que se lesione (patrimonial o extrapatrimonial), será
también la función que se le asigne a la indemnización del daño. Si es patrimonial, la
función de la indemnización será reparadora, en cambio si es extrapatrimonial, la función
será compensatoria o satisfactiva.
4.3.a. Requisitos del daño indemnizable18
i) Se debe lesionar un derecho o interés legítimo, jurídicamente
protegido:

Este es el elemento que permite diferenciar a un daño cualquiera, del daño jurídico.
Cuando hablamos de que el interés que ha de ser resarcido, tiene que ser legítimo, nos
referimos a que este de alguna este tutelado por el ordenamiento jurídico. Ahora bien, como
señala el profesor Barros “la legitimidad no está primeramente dada por criterios
positivos: son legítimos todos los intereses que no sean contrarios a derecho”19.
Para diferenciar la presencia de un derecho subjetivo, de un interés jurídicamente
protegido, hay un fallo muy conocido que tomando lo que señala el profesor Alessandri,
señala que no solamente merecen reparación los daños que lesionan derechos, sino también
a intereses jurídicamente protegidos, aún cuando no constituyan derecho 20. De igual forma
encontramos planteamientos en el mismo sentido en la actualidad21.
ii) El daño ocasionado debe ser significativo:

18
Se agrega por algunos, que el daño debe revestir cierta envergadura o entidad. Esto es discutible, pues no se
señala en el CC, además contraría al principio de reparación integral del daño causado.
19
Este requisito se ha estudiado a propósito del caso de muerte o incapacidad, del conviviente que mantenía
económicamente al otro, ahora demandante de indemnización de perjuicios. Se llego a considerar esta
posición como legítima, siempre y cuando, cumplieses ciertos requisitos. En Chile, el Profesor Alessandri
estuvo en la posición de negar la procedencia de la acción del conviviente, invocando como principal
argumento la inmoralidad de esta situación (contrario a las buenas costumbres), y que se buscaría un beneficio
de una situación irregular. En la actualidad, se ha reconocido la legitimidad del interés invocado por el
conviviente, lo que se ha sumado a su reconocimiento y protección en ciertas nomas jurídicas (por ejemplo en
la ley sobre accidentes del trabajo, arts. 43 y 45)
20
Sentencia de la Corte Suprema, de 4 de agosto de 1933. En el fallo en cuestión, los tribunales reconocieron
a un padre ilegítimo el derecho a pedir indemnización por la muerte del hijo, ya que vivía a sus expensas,
aunque el padre ilegítimo no tuviera un derecho propiamente tal para reclamar alimentos. En nota al fallo
dice Alessandri que "la Corte no fundó la noción de perjuicio en la privación de un derecho que formaba
parte del patrimonio de la víctima sino lisa y llanamente en la privación de los beneficios que el actor
recibía, en el hecho del accidentado”.
21
Sentencia de la Corte Suprema, de15 de septiembre de 1999. Se ha juzgado igualmente que debe
indemnizarse el daño que sufre un tercero por el uso indebido de una propiedad intelectual, aunque no sea el
titular del derecho de autor (en el caso de una sociedad creada por los autores para explotar el uso de un
programa computacional), ya que "no es necesario que el perjuicio consista en la lesión o pérdida de un
beneficio o derecho en particular, sin que el Código Civil lo exija, pues los artículos 1437, 2312, 2316, 2323
a 2329, disponen la facultad de actuar frente a un daño, es decir, a todo detrimento o menoscabo y no lo
limita a uno nacido de un derecho en especial”.

30
Esto significa que se deben excluir de la noción de daño jurídico, todas aquellas
incomodidades o molestias que las personas se causan recíprocamente como consecuencia
normal de la vida en común. Así se ha dicho que el daño es significativo, cuando se torna
en anormal, es decir cuando va más allá de las turbaciones cotidianas a las que nos vemos
expuestos. En nuestro derecho encontramos ejemplos, en que el legislador exige la
tolerabilidad del daño ínfimo, como es el caso del artículo 2 e) de la ley 19.300, que habla
que para que exista responsabilidad ambiental, el daño debe ser significativo, vedando la
posibilidad de que se reparen daños que no sean relevantes.

iii) Debe ser cierto

Esto significa que el daño debe ser cierto, real y efectivo 22 (Ello se desprende de los
arts. 1437; 2314; 2318; 2319; y 2325 a 2328), no se indemniza aquel daño que presenta
caracteres de incierto, hipotético o eventual.
El daño no deja de ser cierto porque su cuantía sea incierta o indeterminada o de
difícil apreciación. Por lo tanto, la certidumbre del daño dice relación con su realización y
existencia y no con su cuantía o valor.
Además, no sólo es cierto el daño actual o el que ya se ha realizado, también puede
serlo el futuro, ya que lo que constituye la certidumbre del daño, más que su realización, es
el hecho de haberse producido las circunstancias que lo determinan, ya que éstas hacen que
necesariamente ese daño ha de producirse (lucro cesante). Así, en la doctrina se afirma que
el daño futuro es cierto cuando constituye una proyección razonable del ilícito, para lo cual
resulta necesario realizar un “juicio de previsibilidad”.
En relación a la certidumbre del daño, también se admite la responsabilidad por daño
contingente, es decir, de aquel daño que aún no ha ocurrido, pero que acaecerá de no
tomarse las medidas destinadas a evitarlo. Si bien el artículo 2329, habla de “todo daño”, no
podemos entender dicha norma de manera exageradamente literal, abarcando los daños
imprevistos, pues de aceptar esto, nos encontraríamos con un problema de causalidad,
puesto que “el daño que, por un desenvolvimiento anormal y extraordinario de las
circunstancias, no sólo fue imposible de prever por el agente concreto que actuó en el
caso, sino que era imprevisible para cualquier hombre razonable, no puede considerarse
efecto directo de la acción dañosa”, señala el profesor Corral.
Finalmente, debemos referirnos a la llamada Perdida de una chance23, que se refiere a
aquellos casos en los que el demandante pide indemnización porque la conducta culpable
22
En cuanto al daño eventual o hipotético, es aquel que se funda en suposiciones o conjeturas y no da
Derecho a indemnización por fundadas que parezcan estas suposiciones o conjeturas, como por ejemplo, la
muerte de un cliente para el comerciante no es indemnizable, ya que nada permite sostener que el difunto le
hubiese seguido comprando.

31
del demandado le impidió aprovechar una oportunidad o ejercer un derecho del cual con
mayor o menor probabilidad pero no con certeza, obtendría un beneficio. El profesor
Corral, indica que está perdida, sería una partida indemnizable, siempre y cuando, se trate
de una facultad lícita, y nunca por el total que se podría haber logrado de concretarse la
oportunidad perdida, debiendo indemnizarse la frustración en la perdida en la postulación a
obtener un beneficio.

iv) No debe haber sido reparado


Con esto se excluye la posibilidad de que la indemnización constituya una fuente de
lucro o ganancia para la víctima, demostrando que la indemnización sólo tiene por objeto
reparar o compensar los daños. Esto evita la posibilidad de que haya una doble
indemnización24.

4.3.b. Naturaleza del daño


El daño puede ser material o patrimonial, y también lo puede ser moral o
extrapatrimonial.
Daño patrimonial o material: Aquellos que afectan bienes que tiene un significado
económico, que se expresa en su valor de cambio. Por lo tanto, este podrá implicar una
disminución del activo (daño emergente) o bien, la imposibilidad de que dicho activo se
incremente (lucro cesante). La clave de este se encuentra en que sea susceptible de
apreciación pecuniaria. En definitiva, el daño patrimonial, es aquel que lesiona ya bien
derechos subjetivos o expectativas económicas con cierto grado de certeza (todo
relacionado con el concepto de interés jurídicamente protegido).
Daño Moral o Extrapatrimonial: Tradicionalmente nuestra doctrina define al daño
moral como la molestia o dolo, no apreciable en dinero; el sufrimiento moral o físico que
produce un determinado hecho, y así lo entendió por años la jurisprudencia. El profesor
Corral, nos dice que desde la perspectiva de la doctrina más moderna, daño moral sería
todo daño no patrimonial, capaz de comprender otros menoscabos que no admiten
apreciación pecuniaria directa (daño corporal o biológico, daño a los derechos de la
personalidad, etc.).
23
Se debe tener presente, que la perdida de una chance es distinto del daño eventual. Así el profesor Barros,
señala que en el caso del daño eventual, la incertidumbre se relaciona con la materialización misma del
daño; en cambio en la perdida de una chance se trata de daños que ya se produjeron, pero que no pueden ser
atribuidos causalmente con certeza al hecho del demandado, aunque si con conocida probabilidad.
24
Hay hipótesis en que esta exigencia cobra relevancia, hipótesis que guardan relación principalmente con
ocasiones en que la víctima, además del derecho que le asiste de poder dirigirse en contra del autor del ilícito,
tiene el derecho a reclamar una indemnización de un tercero. Este es precisamente el problema que se
presenta en el caso de los seguros

32
Dentro del concepto amplio de daño extrapatrimonial, la doctrina distingue distintos
tipos o categorías:

- Daño emocional o pretium doloris. El daño emocional es el dolor, pesar o


molestia que sufre una persona en su sensibilidad física o en sus sentimientos,
creencias o afectos. En este caso la indemnización intenta paliar o compensar
hasta donde sea posible el sufrimiento psíquico, la amargura, la aflicción o pena
que el hecho ilícito ha producido a la víctima.

- Daño a los derechos de la personalidad. Estos son derechos tales como la honra,
la intimidad, imagen, etc. Esta fórmula hace posible que las personas jurídicas que
no pueden sufrir o sentir, sean no obstante dañadas moralmente si se lesionan
algunos de sus derechos propios de naturaleza extrapatrimonial como el buen
nombre, la reputación, imagen, etc.

- Daño corporal o fisiológico. Se identifica con el dolor físico o psíquico que


produce el ilícito. Se señala que cuando los daños afectan al cuerpo, es decir, a la
integridad física de la persona, tanto desde un punto de vista externo como
interno, se conocen como daños corporales, entre los que se encuentran también
las lesiones a la integridad psíquica cuando medicamente sea posible
identificarlas, como por ejemplo, los supuestos de shock nervioso o depresiones.
El daño corporal puede traer consecuencias patrimoniales indemnizables, como
los gastos de atención médica y la pérdida de una ganancia por inhabilidad física.
Además puede dar lugar a otros rubros de daños extrapatrimoniales, como el
sufrimiento o dolor psíquico, el daño estético, y la privación del gusto por la vida.

- Daño estético. Es aquel que afecta la apariencia física de una persona, por verse
disminuida en su belleza. Se señala que la reparación del perjuicio estético está
orientada a compensar los sufrimientos que experimenta el sujeto en el fuero
interno al saberse y sentirse negativamente modificado en el fuero interno.

- Pérdida de los placeres de la vida (préjudice d’agrément). En la doctrina y


jurisprudencia francesa el perjuicio del gusto de vivir, es uno de los más
importantes rubros de las indemnizaciones de daño moral. Se suele definir como
la privación de las satisfacciones de orden social, mundano y deportivo, de las
cuales se beneficia un hombre de la edad y de la cultura de la víctima.

33
A propósito de la indemnización del daño moral, si bien es un daño de difícil
valorización pecuniaria, este va a ser siempre indemnizable. El fundamento legal que
respalda el resarcimiento del daño moral, está en el art. 2329 al decir que debe indemnizar
“todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser
reparado por ésta”. No hay una limitación al pleno resarcimiento del daño moral, y la única
forma de cumplir con el principio general, que señala que todo daño debe ser indemnizado
es a través del total y pleno resarcimiento de este. En consecuencia no cabe duda que los
daños morales son indemnizables, ya que de lo contrario no se estaría cumpliendo con la
reparación plena y sólo se daría una reparación parcial e insuficiente25.
El único argumento legal que se podría esgrimir por los que sostienen la
improcedencia de la reparación del daño moral es el del artículo 2331 que señala que las
imputaciones injuriosas contra el honor y el crédito de una persona no dan derecho a
indemnización pecuniaria, a menos que pueda probarse daño emergente o lucro cesante que
pueda apreciarse en dinero. No obstante, se contrargumenta señalando que esta disposición
estaría tácitamente derogada por un sinnúmero de normas contenidas en leyes especiales
protectoras de la intimidad de las personas, dando lugar en todo caso a la indemnización26.
Respecto a la prueba del daño moral, debemos distinguir, entre la prueba misma del
daño, y la cuantía de este. Lo primero, siempre debe probar, no procediendo condena en
caso que no se haya logrado acreditar. Respecto de la cuantía, como veremos, no pude
probarse, toda vez que en principio es imposible cuantificar la lesión de intereses
extrapatrimoniales, de difícil apreciación pecuniaria27.
25
Un punto de quiebre importante es una sentencia de 1927 de la CS, en la cual se admitió la indemnización
por daño moral reclamado por el padre por la muerte de su hijo en un atropello por un tranvía. Se determinó
que la muerte era un mal irreparable, pero no excluía la responsabilidad establecida en la ley. La falta de
equivalencia del mal o la insuficiencia de los medios de que dispone el juez para la avaluación, no hacen que
el daño no se pueda reparar.
26
Esta norma ha sido declarada inconstitucional en reiteradas ocasiones. La primera ocasión en que esto
ocurrió, fue en la STC rol 943/2008, que podemos resumir de la siguiente manera: Tras ser excluido del
estudio jurídico al que pertenecía, un abogado demandó a sus ex socios, solicitando que se le indemnizase el
daño moral que le habría causado la "separación unilateral" del despacho de profesionales, ya que se habría
afectado gravemente su honor, su intimidad, y "sus derechos como abogado en las relaciones con sus
clientes". Durante la tramitación del litigio en primera instancia, dedujo un recurso de inaplicabilidad por
inconstitucionalidad del artículo 2331 del Código Civil, ante el TC. El TC por su parte termina en señalar que
la regla general en el ordenamiento chileno, es que todo daño patrimonial o extrapatrimonial causado por un
acto ilícito debe ser indemnizado, la que se derivaría del texto del inciso primero del art. 2329 del CC, y que
el art. 2331 del CC impugnado restringe, al impedir demandar una indemnización por los daños morales que
se deriven de las imputaciones injuriosas contra el honor o el crédito de una persona, siendo contrario a las
bases del ordenamiento constitucional. Por su parte, el profesor Rodríguez Grez, defendiendo la
constitucionalidad de la norma, señala que el artículo 2331 estaría en armonía con la constitución (art. 19 n°
12), y que el juicio de constitucionalidad, solo se podría entender como una intromisión del Tribunal
Constitucional, en un campo propio de la ley y del juez civil.
27
Sin perjuicio de aquello, existe jurisprudencia que no ha exigido de prueba para acreditar la concurrencia de
daño moral, lo que en ciertos casos ha llevado a una excesiva valoración de los bienes extrapatrimoniales,
dado que el juez los ha presumido.

34
En cuanto a su avaluación o valorización, no existen criterios uniformes y objetivos
que nos permitan determinar su entidad, lo que ha llevado a los jueces a incluir elementos
externos que vienen a distorsionar el cálculo de la indemnización. En el derecho comparado
se han tablas de baremos, que buscan uniformar las tarifas utilizadas 28. Ahora bien, en la
actualidad, en materia de garantías de salud, la ley 19.966 (“ley del auge”) establece
criterios específicos para la determinación del daño moral en su artículo 41 inciso 1°, “La
indemnización por el daño moral será fijada por el juez considerando la gravedad del
daño y la modificación de las condiciones de existencia del afectado con el daño
producido, atendiendo su edad y condiciones físicas”, que si viene no establece lo que
podría ser una “tarifa” ayuda a circunscribir los elementos que se deben considerar para
determinarlo.
Daño directo e indirecto: sólo es indemnizable el daño directo, el cual es una
consecuencia cierta y necesaria del hecho ilícito. El daño indirecto es el que no deriva en
forma necesaria del hecho ilícito, sino que este se habría producido aún sin él. Este daño no
se indemnizable, no porque se aplique el artículo 1558, ya que este es aplicable en sede de
responsabilidad contractual, sino porque entre este daño y el hecho ilícito no hay relación
de causalidad, sin la cual ese hecho no puede engendrar responsabilidad extracontractual
para su autor. Si bien no encontramos una norma como la del artículo 1558, que de manera
textual zanje el problema, a igual conclusión se puede llegar a través de los artículos 2314 y
2329. Por su parte el 2314, habla de “el que ha cometido un delito o cuasidelito que ha
inferido daño a otro”, y el 2329 “todo daño que pueda imputarse”, normas que demuestran
que solo ha de repararse el daño que ha causado la conducta del autor, y no otros (los
indirectos).
Facultades de los tribunales del fondo y de la CS. en relación a la determinación del
daño: La fijación de los hechos materiales que en concepto del demandante constituyen
daño es una cuestión de hecho y por lo tanto es una facultad privativa de los jueces del
fondo, y la Corte Suprema podrá conocer de ellos, sólo para el evento que se hayan
infringido las leyes reguladores de la prueba. Pero determinar si los hechos constituyen o
no un daño material o moral, cierto o eventual, directo o indirecto, en general si el daño
invocado da derecho a indemnización es una cuestión jurídica sometida a la revisión de la
corte de casación. Se trata de determinar los elementos del daño que debe ser reparado lo
cual es un problema de calificación acerca de si el actuar fue doloso o culposo y además del
daño indemnizable es una cuestión de Derecho.

4.4. RELACIÓN DE CAUSALIDAD

28
En ciertos casos esto ha sido recogido por el legislador, como el caso español. En Chile existe una
experiencia de esto, a propósito de un estudio realizado por la Universidad de Concepción.

35
Además de los requisitos estudiados se exige que el daño este causalmente
encadenado a la actuación u omisión dolosa o culposa reprochable del autor. Se exige que
el daño sea una consecuencia de la acción u omisión del hechor.
En la responsabilidad extracontractual este problema de la relación de causalidad es
más bien simple cuando concurre una sola causa, pero se complica cuando se produce una
pluralidad de causas o concurren concausas en relación a un mismo daño.
No existe norma expresa que consagre este requisito, pero por lógica y por la lectura
de algunos preceptos se llega a esta exigencia (art. 2314; 2333; 2316; 2324; 2326 todos
estos aluden a “daños causados” por culpa o dolo)29.
Importancia de este requisito:
- Es indispensable para que el juez acoja la pretensión indemnizatoria, porque en el
fondo es el fundamento de la responsabilidad (se debe reparar porque se causo un
daño)
- Es determinante para la fijación del monto de la indemnización (sólo se repara el
daño directo).
- Según la jurisprudencia esta relación es una cuestión de hecho, cuya
determinación le corresponde a los jueces del fondo.
Tradicionalmente la doctrina y jurisprudencia, han señalado que en la causalidad que
debe presentarse entre el hecho y el daño exista una relación necesaria y directa. En ese
sentido, el profesor Barros nos dice que esta doble exigencia nos muestra dos aspectos
fundamentales de la causalidad: El aspecto natural que se expresa en una relación
empírica de causa a efecto entre el hecho y el daño (causalidad fáctica); y el aspecto
normativo, que se expresa en la exigencia de que exista una relación de suficiente
proximidad entre ambos, de modo que los efectos dañinos consecuentes del hecho el
demandado sólo son atribuidos a ese hecho en la medida que exista entre ambos una
relación sustancial y no meramente accidenta (causalidad jurídica o normativa). Así, la
causalidad fáctica o de hecho, responde a la pregunta de “porque” tal o cual incidente; en
cambio la causalidad fáctica, se relaciona con cuales de los daños que se produjeron, están
en una relación suficientemente directa o cercana con el hecho inicial como para que
puedan ser normativamente imputados a ese hecho.

29
En materia de responsabilidad extracontractual por daños causados en accidentes del tránsito, la antigua
ordenanza del tránsito y la actual ley del tránsito, se establece el principio de la causalidad al señalar que: La
mera infracción determina la responsabilidad civil del autor, si no hay relación de causa efecto entre esa
infracción a la ley y el daño producido por ese accidente.

36
4.4.a. Pluralidad de causas
Cuando la causa del daño es una, el problema de la relación causal no ofrece
dificultad. Pero esto no ocurre en la práctica, ya que habitualmente las causas que generan
un daño son múltiples, a veces concurrentes, a veces sucesivas, pudiendo considerarse
cualquiera de ellas como causa de todo el daño. Este problema se soluciona por distintas
teorías que ha planteado la doctrina (principalmente en sede penal).
En primer lugar debemos distinguir entre causas y condiciones. Las condiciones son
todos los factores de la naturaleza o humanos que concurren a la producción de un
determinado resultado dañoso; para establecer la relación de causalidad, se debe
determinar dentro de esas condiciones cuál va a poder ser elevada a la categoría de causa.
Por su parte, la causa podemos definirla como aquel factor determinante en la producción
de un determinado hecho, en este caso, dañoso. Para determinar esto, se han planteado
diversas teorías en la doctrina.
a) Teoría de la equivalencia de las condiciones: Esta teoría la encontramos dentro
de las llamadas “Teorías empirista”, que son aquellas que buscan determinar el factor
causal observando fenómenos empíricos o naturales, y emplazan la conducta humana
dentro de ese contexto. En virtud de esta teoría todos los hechos que han concurrido a
producir un daño son considerados como causas de todo él, y por tanto, como equivalentes.
De manera que si no concurre alguno de ellos, no se hubiese producido el daño. En ese
sentido, toda persona vinculada a cualquiera de dichas causas es responsable.
Ahora bien, como método para determinar que condición se erige como necesaria del
daño, se debe utilizar el método de la supresión mental hipotética: si eliminando
mentalmente el hecho, el daño no se produce, es porque dicha condición era necesaria para
su producción.
Esta teoría no ha estado exenta de críticas, pudiendo señalar las siguientes:
 No permite solucionar los supuestos causales más complejos, como en aquellos casos
en que actúan dos causas independientes que por su confluencia producen el
resultado, pero que si se eliminara mentalmente cualquiera de ellas debería llegarse
a la conclusión de que ninguna es causa.
 También se ha dicho que si se aplicase con rigor esta teoría se llevaría una extensión
exagerada de la responsabilidad, ya que cualquier hecho situado en la cadena de
acontecimientos en la que luego se inserta el resultado podía ser considerado causa
del mismo.
b) Teoría de la causalidad adecuada: También dentro de las teorías empiristas, esta
viene a intentar solucionar los problemas planteados por la anterior, distinguiendo
primeramente las condiciones que concurren en la producción del daño. En principio, no

37
toda condición es apta o adecuada para generar el hecho dañoso, por lo que sería incorrecto
considerarlas a todas como causas del mismo.
Esta teoría establece que para determinar que condición es causa del resultado,
debemos identificar cuál de ellas es adecuada por sí misma para causar el hecho. El juicio
de adecuación buscara determinar que el hecho culpable es apropiado, bajo un curso
ordinario y no extravagante de los acontecimientos, para producir las consecuencias
dañosas, valoración que se realizara con los hechos conocidos por un hombre medio,
sumado al conocimiento general sobre las leyes de la naturaleza física respecto del hecho.
Tiene el mérito de limitar la extensión de causalidad, pues no cualquier suceso podrá
considerarse causa del hecho dañoso, así la decisión de salir de vacaciones, no podría
considerarse causa de la lesión que se sufra en estas.
c) Teoría de la causa próxima: Esta causa está muy ligada a la anterior, la
diferencia descansa en que la apreciación de la previsibilidad de los daños se debe hacer en
concreto y no comparándolo con el curso normal de las cosas o las que ocurren
normalmente.
Para esta teoría sería causa directa del daño, aquellos factores que tienen una
razonable proximidad con el hecho ilícito, buscando así, una imputación más objetiva,
descartando los daños excesivamente remotos al hecho en cuestión. Los teóricos del
common law, han señalado que a esta doctrina se le debe agregar el criterio de la
previsibilidad, a fin de limitar el alcance de la reparación.
d) Teoría de la causalidad como imputación: Esta teoría la encontramos
dentro de aquellas llamadas “Teorías normativas”, que son aquellas, que si bien parte de la
observación de un suceso causal empírico, señalan que para poder darle un rol a la causa,
necesariamente se deben realizar valoraciones normativas que superen el marco de las
previsiones y conexiones de la mera causalidad física. Esta teoría plantea que se debe
intentar delimitar dentro de los acontecimientos accidentales un hecho que puede ser
considerado como imputable a un hombre.
Para Alessandri no está claro cuál es la doctrina que prima en nuestro derecho, pero al
parecer existe una inclinación por la teoría de la teoría de la equivalencia de las
condiciones.
Facultades de los jueces del fondo y de casación: Los jueces del fondo determinan
soberanamente los hechos de donde el actor pretende derivar la relación causal. Pero
determinar si esta relación existe, si el daño ha tenido o no por causa necesaria el hecho
ilícito, es una cuestión de derecho perfectamente revisable por el tribunal de casación
(profesor Alessandri). Sin embargo, para la corte suprema y para parte importante de la

38
doctrina nacional y extranjera, la determinación de si existe o no esta relación causal es una
cuestión de hecho que los jueces del fondo establecen privadamente.
4.4.b. La culpabilidad de la víctima como factor que afecta la causalidad
El juez, al regular la indemnización, deberá considerar además si de parte de la
victima hubo o no culpa, puesto que en caso afirmativo debe reducir su monto. Así el art.
2330 establece que la apreciación del daño se debe reducir en los casos en que la víctima se
haya expuesto imprudentemente a él. El efecto de esta norma sólo autoriza al juez reducir la
indemnización, pero no exime de responsabilidad al autor del daño, ya que ambas culpas
concurren, y se produce lo que en doctrina se llama la compensación de culpas. Ahora bien,
la expresión compensación es impropia, ya que la circunstancia de que la victima concurra
con su culpa al daño no compensa la culpa con que actuó el agente del daño, sino que
afecta el vínculo de causalidad, toda vez, que el daño no tuvo como causa exclusiva la
conducta de esté, sino que la causalidad en parte dependió de su propio actuar. En ese caso
se debe hablar propiamente de concausas, lo que justifica la disminución en la
indemnización.
Situación diversa es la de culpa exclusiva de la víctima, en cuyo caso si se produce la
eximición de la responsabilidad del autor.

5. LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL.

La víctima de un delito o cuasidelito civil que no ha sido indemnizado


voluntariamente por su autor tendrá acción para obligar a su autor a la reparación del daño
causado o a la adopción de las medidas necesarias para evitar la realización del daño que se
debe.
Características de la acción de Responsabilidad Extracontractual
i) Es personal, porque puede reclamarse del autor del daño solamente.
ii) Es una acción mueble porque persigue una reparación pecuniaria o la ejecución
de hechos destinados a hacer cesar o impedir el daño.
iii) Es una acción patrimonial, porque la ley no le ha atribuido el caracter de
personalisima y porque es susceptible de apreciación pecuniaria. Por lo tanto,
puede extinguirse por prescripción, cederse, renunciarse o transmitirse.

5.1. TITULARIDAD DE LA ACCIÓN


A. Legitimación activa:

39
Los legitimados activos, para ejercer la acción de responsabilidad extracontractual,
pueden ser titulares por derecho propio, o bien por derecho derivado. Dentro de los titulares
por derecho propio, encontramos las víctimas directas del daño, y las víctimas por
repercusión o rebote.
- Lesionados directos: si se trata de daños causados en las cosas, serán legitimados:
o El dueño de la cosa (art. 2315)
o El poseedor de la cosa (art. 2315)
o El titular de un derecho real distinto del dominio
o El que tiene la cosa con obligación de responder por ella (por ejemplo, el
comodatario).

Ahora bien, si se sufre una lesión directa en intereses o derechos no susceptibles de


apreciación pecuniaria, se deberá demandar daño moral por ese concepto, por la persona
que lo ha sufrido.
- Lesionados indirectos: Son las llamadas víctimas por repercusión. Son aquellos
que reciben un daño no directamente a su persona o bienes, sino por sufrir ellos
las consecuencias de un daño causado a una persona con la que tienen alguna
relación. Este tipo de víctima podrá reclamar tanto daño patrimonial (como por
ejemplo, quienes tenían derecho a reclamar alimentos), como daño moral (el dolor
causado por la muerte de algún familiar cercano)30.
- Lesionados por derecho derivado: Sucesores por causa de muerte, y cesionarios.
B. Legitimación pasiva:
o La acción procede en primer término contra el autor material del daño (art.
2314 y 2316), comprendiéndose al cómplice y encubridor. Cuando hay
pluralidad de autores la acción que se concede a la victima es de carácter
solidario, es decir los autores serán solidariamente responsables de los
perjuicios. Al considerarse al cómplice y encubridor como autores del
delito o cuasidelito, a estos también afecta la solidaridad del artículo 2317.
o El que sin ser cómplice, recibe provecho del dolo ajeno, es responsable
hasta concurrencia de lo valgo el provecho (art. 2316 inc. 2º)
o Los herederos del autor, su cómplice, encubridor y del que recibe
provecho del dolo.

30
Si bien, en ninguna parte se señala que deba ser un familiar o alguien cercano, la doctrina y la
jurisprudencia, se manifestado en este sentido, ya que en esos casos es más fácil y real la posibilidad de
determinar la existencia de daño extrapatrimonial.

40
o El tercero civilmente responsable por el hecho ajeno y el de las cosas, y
sus herederos. En relación a este último, no existe acción solidaria en su
contra, ya que no existe coautoria, lo que ocurre es que la victima goza de
una opción, o se dirige en contra del autor del daño o del tercero
civilmente responsable.
A propósito del artículo 2317, este establece la solidaridad en los casos de pluralidad
de autores de delitos o cuasidelitos civiles, como regla general. Pero el inciso 2º de esta
norma señal que todo fraude o dolo cometido por dos o más personas produce la acción
solidaria en contra de los responsables. Ésta se debe interpretar en el sentido de que en sede
de responsabilidad contractual donde la solidaridad no rige por regla general, si existe
pluralidad de agentes que actuaron dolosamente (pluralidad de deudores), ellos serán
responsables solidariamente de los perjuicios que sufra el acreedor. Darle una interpretación
diversa sería aceptar que el legislador no hace más que reiterar innecesariamente la norma
del inciso 1º del mismo artículo, y contrariar la regla de interpretación que obliga al
intérprete a propender a la armonía del texto de la ley. Igualmente hoy se ha extendido la
aplicación de esta norma a caso en que no hay unidad de hechos, como por ejemplo en el
caso del tercero civilmente responsable, ya que este responde por su falta de cuidado o
vigilancia, y el dependiente lo hace por un hecho distinto, de su propia culpa. En estos
casos, igualmente ambos son responsables por el total de la obligación, de modo que se les
puede tener por obligados in solidum.
5.2. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN
- Renuncia: esta puede hacerse en cualquier tiempo y forma. Pero como las renuncias
no se presumen esta deberá hacerse en términos formales y explícitos que excluyan
toda duda de la voluntad de su autor. La renuncia afecta al renunciante y sus
sucesores, pero no a aquellos que recibieron un daño por repercusión o rebote.
- Desistimiento de la acción entablada: ello se desprende del caracter de patrimonial de
esta acción y según las reglas generales.
- Transacción civil (art. 2449) Esta puede recaer sobre la acción civil que nace de un
delito, pero sin perjuicio de la acción criminal la cual no es transigible.
- Prescripción: la acción prescribe en cuatro años contados desde la perpetración del
acto (art. 2332)

6. LA REPARACIÓN DEL DAÑO


Reparar un daño es hacerlo cesar, restablecer el estado de cosas existente al tiempo
del delito o cuasidelito y que este destruyo. La reparación puede ser en especie cuando

41
consista en la adopción de medidas o en la ejecución de actos que hagan desaparecer el
daño en sí mismo (por ejemplo, las reparaciones necesarias para hacer cesar los vicios de la
construcción de un edificio).
La indemnización tendrá una función satisfactiva (relacionada con la función de
justicia correctiva de la indemnización) cuando ante la imposibilidad de hacer desaparecer
el daño, sólo se procura a la victima una compensación del mismo, como el pago de una
cantidad de dinero (por ejemplo, la pérdida de un brazo)31.
La diferencia entre ambos tipos de indemnizaciones esta, en que la indemnización en
especie hace cesar el daño para el futuro; en cambio en el supuesto de la indemnización por
daño moral, sólo lo compensa, ya que el daño subsiste no obstante la reparación. Ambas
especies de indemnizaciones no son incompatibles.
En la práctica la reparación va a consistir en una determinada suma de dinero que es
la que se señala en la demanda o la fijada por el juez. Y excepcionalmente podrá consistir
en algo distinto, como ocurre en el caso de la ley de abusos de publicidad en donde además
de la suma de dinero, en la sentencia se puede condenar al medio que causo el daño a
desmentir públicamente la imputación.
Puede consistir en el pago de un capital o de una pensión periódica, ambas con
intereses, pero en esta materia no rige la ley Nº 18.010 que regula las operaciones de
crédito de dinero, por lo que será el juez quien fije el mecanismo de reajustabilidad y de
intereses.
6.1. EXTENSIÓN DE LA REPARACIÓN
En principio la reparación deber ser integral, cubriendo la totalidad del daño causado.
La regla básica en esta materia, es la contenida en el artículo 2329 que señala que todo
daño deber ser reparado, ya que esta es la única forma de restituir las cosas al estado
anterior como si el daño no se hubiera producido.
Los jueces del fondo son soberanos para fijar el monto de la indemnización, esta es
una cuestión de hecho entregada a su prudencia y que escapa a la revisión del tribunal de
casación. Esto se produce ya que la ley no se preocupa de regular los parámetros que se
deben observar para la determinación de ese monto. Esta discrecionalidad es mayor
tratándose de los daños morales.
Pero en todo caso, el tribunal de fondo a pesar de ser soberano en cuanto a la
regulación de los perjuicios, no podrá jamás exceder a lo pedido por las partes, ya que de
otra manera incurriría en ultrapetita.

31
El sentido de la indemnización será darle a la víctima un valor que le permite distraerse y a consecuencia de
ello, sobreponerse al daño experimentado, en el entendido de que no podrá ser reparado.

42
Elementos determinantes en relación al monto de la indemnización
El juez al avaluar el daño deberá tomar en cuenta todos aquellos factores que influyan
en él, así deberá considerar;
i) Situación económica de las partes: para el profesor Alessandri se debe prescindir de
la situación social y económica de la víctima del daño y de su autor, cualquiera que
ella sea, la reparación debe ser total. Esto se confirma por la ley de abusos de
publicidad que obliga al juez a tomar en cuenta la situación económica de las partes,
pero como ya lo hemos indicado esta regla no puede extrapolarse. En cambio el
profesor López Santamaría estima que el juez debe considerar la situación particular
de las partes.
ii) El mayor o menor grado de culpabilidad del agente del daño: en materia de
responsabilidad aquiliana no hay una graduación de la culpa, y es intrascendente
para efectos de la indemnización si el daño fue causado por un delito o un
cuasidelito, ya que la extensión de la reparación siempre será la misma, esto es
completa32. El daño es la medida de la indemnización.
iii) Compensación de beneficios obtenidos por la víctima en razón del accidente.
Tradicionalmente este tipo de beneficios (“Beneficios conexos al daño”) se
considero como un elemento que debía disminuirse del daño, reduciendo en
consecuencia la partida indemnizatoria. En la actualidad, el profesor Barros señala
que la respuesta a sí deben descontarse totalmente estos beneficios no puede ser tan
tajante en el sentido de descontar todos los beneficios, sino que se debe apreciar
caso a caso el beneficio correlativo33.
iv) Momentos en que se debe valorar el daño. Respecto del daño patrimonial la doctrina
ha señalado que resulta difícil determinar un momento preciso para determinar el
daño patrimonial, por lo que se dice que debe existir flexibilidad de criterio a la hora
de fijar el momento, siempre y cuando, sea consistente en la época que ha tenido en

32
En el Derecho comparado hay una tendencia, fundada en la equidad, a establecer una correlación entre la
entidad del daño y la entidad de la culpa, juzgándose con mayor rigor, los daños originados con dolo que con
culpa
33
El profesor Barros, presenta el siguiente ejemplo, de un caso en Inglaterra, a fin de que sea posible advertir
que beneficios son deducibles de la indemnización, y cuáles no. “quien había sido ilícitamente despedido de
su trabajo, y de ese modo quedó liberado de una prohibición de ejecutar actividades competitivas, obtuvo un
contrato en una compañía con una renta inferior a la que tenía con anterioridad; pero simultáneamente
adquirió acciones de la compañía a la que se incorporó, con espléndidos resultados. La estimó que la renta
obtenida en el nuevo trabajo debía ser deducida a efectos de calcular los perjuicios, pero no así las
utilidades en la inversión, porque sólo respecto de las primeras existía una relación causal directa con el
daño”. En el presente caso, debemos entender que como a continuación de ser despedido comenzó a trabajar
en otra parte, las rentas obtenidas en ese nuevo trabajo, disminuyen el daño por lucro cesante, por lo que
podrían deducirse de la indemnización por el despido ilícito, en cambio, las utilidades por las acciones no
tendrían relación directa con el daño.

43
consideración para valorar el daño, así puede llevar a valores monetarios reales al
momento de la sentencia las estimaciones que tienen por antecedentes hechos
anteriores al juicio (por ejemplo, gastos médicos), o las estimaciones periciales
realizadas durante el juicio. Respectos del daño moral, la cuestión es más difícil de
determinar en el daño patrimonial, y así la jurisprudencia se ha ido uniformando en
el sentido que la fecha para valorar el daño moral será la de la sentencia de primera
o segunda instancia, según sea el tribunal que realice la valoración, porque solo en
ese momento el juez tendrá una correcta percepción del valor en dinero al que
equivalen los daños causados. Todo lo dicho en este punto, tendrá importancia para
determinar los reajustes y la aplicación de intereses.
v)Agravación y disminución del daño, después de la demanda. Si se producen nuevos
daños con posterioridad a la demanda, la sentencia no podrá pronunciarse respecto
de estos, toda vez que solo podrá resolver sobre las peticiones contenidas en la
demanda, debiendo iniciar un nuevo juicio en caso que quisiera resarcir esos nuevos
daños. Ahora bien, en caso que los daños demandados, aumenten de valor después
de interpuesta la demanda, el juez debe valorarlos según sea su magnitud al
momento de dictar sentencia definitiva. En cuanto, a la disminución de valor de los
daños ocurrida con posterioridad a la demanda, se sigue el mismo criterio, por lo
tanto el juez al momento de dictar sentencia deberá apreciar que el daño se produjo
en una intensidad inferior a la señalada en la demanda, o incluso frustrar totalmente
la pretensión indemnizatoria si durante el juicio este no se produjo.
vi) La variación extrínseca del daño a consecuencia de la desvalorización monetaria:
este elemento se debe tener en cuenta en el caso que la indemnización consista en
una suma de dinero. Ocurre, que entre la producción del daño y la reparación
efectiva del mismo, media un período importante de tiempo, por lo que se produce
una desvalorización del dinero producto de los fenómenos inflacionarios. Si se parte
de la base que la reparación debe ser completa y por ende, se debe tratar de restituir
a la persona a la situación anterior al daño, debe necesariamente considerarse la
fluctuación monetaria que se produzca a consecuencia de la inflación, hasta el
momento de la reparación del daño. Se acepta la reajustabilidad hasta el momento
de la dictación de la sentencia, fundándose en que extender la reparación hasta el
momento del pago efectivo implicaría atentar contra la autoridad de cosa juzgada de
la sentencia. Por lo tanto, según esta posición la victima tendrá que soportar la
desvalorización que medie entre la sentencia y el pago efectivo. La variación
monetaria es un elemento ajeno al daño, por lo tanto en nada afecta a la relación de
causalidad el que se decrete la reajustabilidad de la indemnización del daño hasta el
momento del pago efectivo de esta. La reajustabilidad de la indemnización se
justifica porque esta es una obligación que tiene su fuente en un delito o

44
cuasidelito, la cual consiste en reparar un daño, por lo tanto dicha obligación es una
“deuda de valor” que como tal se rige por el principio del realismo monetario, a
diferencia de las deudas de cantidad o de suma regidas por el principio del
nominalismo monetario. Por otro lado desechar la ida de la reajustabilidad
significaría violar las normas de los artículos 2314 y 2329, las que obligan a reparar
todo daño. Si esto no fuera así, la victima tendría que soportar la devaluación del
daño y no obtendría el resarcimiento total del mismo.
Como lo hemos señalado, el juez en materia de regulación de los perjuicios es
soberano y el único límite que encuentra es el mérito del proceso, es decir lo pedido por las
partes.
El mecanismo de corrección monetaria al cual se recurre para palear los efectos de la
inflación, es la variación del I.P.C. que es la base del sistema de la reajustabilidad.
Esta corrección monetaria ha llevado a que los tribunales decreten indemnizaciones
exageradas en relación con el verdadero monto del daño sufrido por la victima, lo cual hace
operar un enriquecimiento sin causa. Esto principalmente en relación a períodos de gran
inflación y de daños en las cosas usadas, ya que la variación de la inflación no incide de
manera importante en sus valores, por lo tanto, su revalorización es inferior a dicha
variación. Para evita situaciones de esta índole, la jurisprudencia ha recurrido a nociones
como “valor de reemplazo”, es decir la victima tendría derecho a una suma equivalente al
costo del bien, esto es, una cantidad que le permita adquirir un bien similar y que se
encuentre en el mismo estado que el que sufrió el daño, pero en caso alguno podrá exigir el
precio de uno nuevo (salvo que en el mercado no exista uno similar, en cuyo caso podrá
exigir el valor de uno nuevo).
Todo lo anterior se refiere a la situación en que se produzca la destrucción total de la
cosa, pero si esta sólo sufre un deterioro, la victima podrá pedir, el valor de reemplazo o su
valor de reparación. Si opta por el valor de reemplazo el autor podrá pedir la transferencia
del bien deteriorado, porque si no, también se daría una situación de enriquecimiento sin
causa para la víctima. En los seguros de pérdida total, se da esta situación en que se le
transfiere el bien a la compañía, cuando se le indemniza a través del valor de reemplazo del
bien.
En cuanto a la fijación de los intereses, también en esta materia el juez es soberano,
gozando de discrecionalidad en cuanto a su procedencia y a la fijación de su tasa, para el
caso de que establezca que proceden.
Además, a propósito del daño moral se debe considerar lo ya mencionado más arriba,
los criterios del artículo 41 inciso 1° de la ley del auge que para fijar la indemnización por
daño moral, el juez debe fijarse en dos elementos: la gravedad del daño y la modificación
de las condiciones de existencia del afectado con el daño producido, atendiendo su edad y

45
condiciones físicas. Estos elementos deben ser tenidos en cuenta por el juez a la hora de
fijar el monto de la indemnización (suponiendo claro, que ya determino la procedencia de
esta).

7. CÚMULO DE INDEMNIZACIONES
Comúnmente ocurre que la víctima de un delito o cuasidelito, a parte de la reparación
que le debe su autor, tiene derecho a exigir a terceras personas una prestación pecuniaria en
razón del daño que sufre como consecuencia del mismo hecho (cajas de previsión o
compañías de seguros). Frente a esto la pregunta que surge es si la victima puede acumular
estas prestaciones con la indemnización que le debe el autor del daño recibiendo ambas
indemnizaciones.
Para algunos la respuesta afirmativa implicaría un enriquecimiento sin causa para la
víctima, además porque no es posible indemnizar lo que ya ha sido reparado. Por lo tanto,
el autor del daño tendría derecho a que se le impute el pago que hizo el tercero y a pagar él
la diferencia si alguna hubo, o que se le exima por estar ya pagada la indemnización. Pero
el tercero que paga a la victima ¿tiene o no derecho o acción de reembolso contra el autor?
En Chile en relación a este problema se distingue:
i) Daño en las cosas: el artículo 550 del Código de Comercio rechaza el
cúmulo de indemnizaciones sobre la base de que la indemnización no puede
significar una ganancia para el asegurado. No se puede reclamar
indemnización contra el asegurador y el autor, incluso la ley establece una
subrogación legal a favor de la compañía una vez que esta pague, en las
acciones que la victima tenía contra el autor del daño. Por lo tanto, al no
permitirse la acumulación y al establecerse esta subrogación legal, el
asegurador tiene derecho a perseguir al autor del daño para que este le
reembolse todo lo pagado al asegurado (victima).
ii) Daño en las personas: el criterio es favorable al cúmulo, ya que por ejemplo,
en materia de seguros de vida, este no es un contrato de indemnización, sino
que se paga una cantidad sin relación a que haya un mayor o menor daño34.

34
En el caso de los seguros de locomoción colectiva, la ley Nº 18.490, art. 39 establece un seguro sobre
accidentes personales que abarca a pasajeros y peatones, permitiendo el cúmulo entre la indemnización que
pago a la compañía de seguros y la indemnización de otras compañías, e incluso con la seguridad social. Pero
no acepta la acumulación respecto de la indemnización que debe el empresario civilmente responsable (art.
2320), ya que pagando la compañía de seguros se imputa a la indemnización y el empresario debe pagar sólo
la diferencia.

46
8. EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD AQUILIANA

Hay eximentes de responsabilidad cuando el daño proviene de un hecho que no es


imputable a dolo o culpa del agente. Este podrá ser su autor material, pero no autor
responsable.
El profesor Barros utiliza el término “causales de justificación” y señala que se trata
de circunstancias que permiten neutralizar el juicio de ilicitud de la conducta, en el sentido
que si bien la conducta infringe un deber objetivo de cuidado (y por consiguiente en
principio es culpable), quien ha actuado de este modo, tiene una excusa poderosa que
permite eximirlo de responsabilidad. No es que no exista culpa, sino que en apariencia
existe una conducta culpable, pero el sujeto que incurrió en ella ha actuado por estímulos
tan poderosos, que impiden hacerle un juicio de reproche.
En esta materia no existe una regulación sistemática como ocurre en el Código Penal,
pero ello no obsta a que pueda hacerse una enumeración de ellas:
a) Eximentes que emanan de causas ajenas a la víctima:
i. Daños causados por caso fortuito o fuerza mayor: este debe ser probado por
el autor y no se aplica a los casos de responsabilidad objetiva ni cuando se
presume de derecho la culpa.
ii. Ausencia de culpa: El caso fortuito y la ausencia de culpa no son nociones
equivalentes, así puede no haber culpa sin que haya caso fortuito, por
ejemplo, cuando el agente obró con la prudencia y el cuidado debidos a
pesar de lo cual el daño se produjo por un hecho que no era imprevisto ni
resistible.
iii. Cuando el autor acredita que actuó en cumplimiento de una orden de la
autoridad competente o ejecutando un mandato legal: Para que opere de este
modo, es necesario que ella no sea evidentemente contraria a derecho. Si la
orden es manifiestamente ilegal, el sujeto debería abstenerse de cumplirla y
si no lo hace, está igualmente sujeto a responsabilidad civil
iv. Cuando el daño deriva de un tercero por el cual no responde el demandado.
v. Cuando la culpa exclusiva de la victima produce el daño.
vi. Legítima defensa.
vii. Estado de necesidad o principio del mal menor: Existe estado de necesidad
cuando el daño se causa para evitar la realización de uno que amenaza a su
autor o a un tercero. Para que concurra el estado de necesidad, es necesario

47
que el daño que se haya tratado de evitar haya sido inminente, y en segundo
lugar, es necesario que el valor del bien que se ha salvado sea mayor que el
del bien sacrificado, lo que implica que es necesario que los bienes jurídicos
en juego, sean susceptibles de ser comparados, y esta situación lleva a
excluir al estado de necesidad como causal de justificación en casos de
daños tales como muerte o lesiones a un tercero, porque la vida y la
integridad psíquica y física, no son bienes disponibles.
b) Convenciones, cláusulas o pactos de irresponsabilidad: se definen como aquellas
por las cuales la futura victima releva totalmente al futuro autor del daño de su
obligación de repararlo si este llega a producirse. Esta se diferencia de las
eximentes anteriores porque las cláusulas de irresponsabilidad suponen la culpa.
Una diferencia fundamental entre la responsabilidad civil contractual y
extracontractual, radica en que la primera surge entre personas ligadas por un vínculo
jurídico que es un contrato, de cuya infracción surge precisamente la responsabilidad. En
cambio la responsabilidad civil extracontractual, se da entre personas extrañas entre sí, y
cuya relación nace precisamente por la comisión del ilícito. A partir de esto, sería difícil
pensar en convenciones tendientes a incluir o modificar la responsabilidad extracontractual,
pues precisamente las personas son, en principio, extrañas entre sí, por lo cual sería
complejo pensar que un posible victimario y una posible víctima puedan celebrar
convenciones respecto de la responsabilidad. Pero esto no es así, pues la doctrina señala
que si bien son personas extrañas entre sí, podrían tener en el hecho una conexión que les
permita celebrar de antemano convenciones exoneratorias o modificatorias de la
responsabilidad aquiliana.
La validez de las cláusulas de irresponsabilidad fue en un principio negada, pero
actualmente se acepta su licitud con la limitante del artículo 1465, es decir que no podría
exonerarse del dolo porque este pacto no vale. Además tampoco serían aplicables en lo que
dice relación a daños causados en las personas, sean materiales o morales, ya que la
persona humana esta fuera del comercio humano, y no puede disponerse de ella ni aún con
su consentimiento.
Clases de Convenciones
- Convenciones Exoneratorias de Responsabilidad. Estas denominadas “cláusulas
de irresponsabilidad”, la doctrina las acepta en términos generales, pero las
rechaza en caso de que en virtud de ellas se establezca la irresponsabilidad por
delitos o cuasidelitos que afecten bienes jurídicos indisponibles, como son los
daños causados en las personas, sean materiales o morales, ya que la persona
humana está fuera del comercio humano, y no puede disponerse de ella ni aún
con su consentimiento

48
- Convenciones Modificatorias de Responsabilidad. Las reglas contempladas en
los artículos 2314 y siguientes, son supletorias de la voluntad particular. Por
tanto, en términos generales, salvo excepciones, podrían válidamente
convenirse la exoneración de responsabilidad, salvo condonación del dolo
futuro.

9. NOTICIA SOBRE LOS REGÍMENES ESPECIALES RESPONSABILIDAD CIVIL


El estatuto de responsabilidad civil extracontractual, es un ordenamiento general o
supletorio, o sea que es el que generalmente se aplica por la comisión de delitos o
cuasidelitos; además en el ordenamiento jurídico chileno hay regímenes especiales de
responsabilidad, en los cuales la función del artículo 2314 y siguientes, es meramente
supletoria.
Respecto de los temas que se van a analizar, es discutible hablar de “régimen”, pues
este supone un estatuto, con normas y principios propios; que no sería en caso de estas
situaciones. En el caso en que podemos decir que existe realmente un régimen, es respecto
de los daños ambientales, o respecto de los daños ocasionados por la contaminación de las
aguas, siendo este último caso, un supuesto en que encontramos casos de responsabilidad
objetiva o por riesgo.

9.1. RESPONSABILIDAD CIVIL POR DAÑOS OCASIONADOS EN ACCIDENTES DEL


TRANSITO

Tanto la antigua ordenanza del tránsito como la actual ley Nº 18.290 (art. 170 a 177)
establecen el requisito de la relación de causalidad, el mero hecho del a infracción
determina la responsabilidad civil del infractor, si no existe relación de causa a efecto entre
la infracción y el daño.
La ley de transito regula algunos aspectos de la responsabilidad civil por daños
producidos en accidentes de tránsito, y en lo no regulado, rigen las disposiciones del
Código Civil, que constituyen el régimen común y general. El artículo 170 establece un
presupuesto general de responsabilidad civil, y es muy similar al art. 2314 del Código Civil,
reiterando un principio de responsabilidad, en un régimen subjetivo (“Toda persona que
conduzca un vehículo en forma de hacer peligrar la seguridad de los demás, sin
consideración de los derechos de éstos o infringiendo las reglas de circulación o de
seguridad establecida en esta ley, será responsable de los perjuicios que de ello
provengan”).

49
Acá aparece la figura de la culpa contra legalidad, en la medida que se prevé la
ocurrencia del daño, por la infracción de ciertas normas35.
En cuanto a la culpa y su prueba la ley del transito establece un sin numero de
presunciones de culpabilidad del conductor, señalando más de 20 en su art. 172, pero fuera
de estas presunciones regirán las normas generales acerca de la prueba de la culpa. Y se ha
resuelto por la jurisprudencia que tanto la antigua ordenanza como la nueva ley consagran
la responsabilidad objetiva por la cosa peligrosa o riesgosa que se introduce a la circulación
peatonal o vehicular36.
Aún cuando algunos señala que la ley del transito establece la responsabilidad basada
en la noción de culpa, y no de carácter objetivo, no se puede desconocer que de las normas
de dicha ley se desprende una exigencia de máximo cuidado, que se justifica por el gran
riesgo que significa la introducción de un vehículo a la circulación.
En el sistema de la ley del transito a parte de las presunciones de culpabilidad por el
hecho ajeno, se complementa con la solidaridad entre el conductor y el propietario del
vehículo para el pago de los daños (art. 174) y es así porque se persigue hacer mas efectivo
el sistema de reparación de los daños que se produzcan en estos accidentes. Lo anterior
salvo que el propietario acredite que el vehículo fue tomado sin su consentimiento o
autorización tacita o expresa.
Además se complementa con las normas de seguro obligatorio por daños causados en
accidentes del tránsito.
9.2. RESPONSABILIDAD POR DAÑO AMBIENTAL
Esto se encuentra regulado en la ley 19.300, en los artículos 51 y siguientes.
Tal como se señala en el artículo 51 inciso 2°37 de la ley, éste constituye un estatuto de
responsabilidad general por daños medio ambientales, pero que coexiste con otros estatutos
que reglamentan daños también de carácter ambiental, pero de carácter específico, por

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Se trata de situaciones en las cuales la sola infracción de una norma es por sí misma, demostrativa de la
culpa. Según el autor, la apreciación de la conducta del autor del daño es innecesaria si éste proviene de la
violación de una obligación determinada impuesta por la ley impuesta por la ley o por un reglamento
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Así, una sentencia señala que “en razón del constante peligro es que las normas exigen suma diligencia o
cuidado, incluso señalando perentoriamente los modos precisos y determinados de proceder normalmente.
Pero esto no descarta que a propósito de estas normas se hable de conducción culpable o descuidada,
aludiéndose a la noción de culpa…”
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Así su artículo 51 señala: “Todo el que culposa o dolosamente cause daño ambiental responderá del mismo
en conformidad a la presente ley.
No obstante, las normas sobre responsabilidad por daño al medio ambiente contenidas en leyes especiales
prevalecerán sobre las de la presente ley.
Sin perjuicio de lo anterior, en lo no previsto por esta ley o por leyes especiales, se aplicarán las
disposiciones del Título XXXV del Libro IV del Código Civil”.

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ejemplo, aquel contemplado en la Ley de Navegación, y aquel contemplado en la Ley de
Seguridad Nuclear.
El régimen contemplado en esta ley, es de carácter subjetivo (art. 51). Aquí no hay
una diferencia con el estatuto contemplado en el CC.
En esta materia el artículo 52 consagra ciertas presunciones de culpabilidad en los
cuales está presente la idea de la culpa contra legalidad, que implica la existencia de normas
cuya finalidad es que ciertos daños no se produzcan.
El artículo 53 de la Ley establece que frente al daño a ambiental se conceden en el
orden civil dos clases de acciones: una para obtener la reparación del medio ambiente
dañado a la cual se le denomina acción ambiental o de restauración, y otra de carácter
indemnizatorio.

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