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KAFKA Y EL PADRE(*)
Graciela Sobral
Franz Kafka es uno de los autores que ha marcado el siglo XX y constituye uno de sus paradigmas
literarios. Ha creado un estilo propio, que no se inscribe dentro de ninguna de las tradiciones que lo
precedieron. Así, el adjetivo kafkiano se utiliza independientemente de haber leído su obra o de tener
entusiasmo por el autor. Constituye una forma moderna de referirse a lo abstruso, absurdo, increíble,
oscuro y complicado, al sinsentido.
Los estudiosos se refieren a Kafka como un hombre para el cual la literatura era una pasión, en
ambos sentidos del término, un amor y un calvario. La escritura era su forma de estar en el mundo, él
mismo decía: “todo lo que no es literatura me aburre y lo odio, incluso las conversaciones sobre
literatura”.
El padre en psicoanálisis
El padre, la función del padre, ocupa un lugar central en la teoría psicoanalítica, especialmente en la
línea que nosotros seguimos, constituida por el pensamiento de Sigmund Freud, Jacques Lacan y
Jacques-Allain Miller.
Freud utiliza al padre como un elemento fundamental en la organización de la estructura subjetiva
que está concibiendo. Así, “inventa” el complejo de Edipo para dar cuenta, bajo una forma mítica, de
cómo se constituye el sujeto de deseo y cómo se da una identidad sexual. La figura del padre ocupa
un lugar central en este mito. El padre edípico es un padre normativo, es el que transmite la ley y el
que permite la constitución del “psiquismo normal”. El padre edípico facilita la separación entre el niño
y la madre y da lugar a la entrada del niño a un mundo más allá del familiar. A su vez, es el padre que
sirve de soporte para la orientación sexual tanto del niño como de la niña.
No obstante, Freud necesita recurrir a otra figura para dar cuenta de ciertos fenómenos de empuje al
goce que se manifiestan en la clínica, especialmente en la neurosis obsesiva. Se trata del padre de
Totem y Tabú, que es una figura de la excepción, es el padre que está por fuera de la ley y puede
gozar de todo lo que priva a sus hijos. La ley se constituye a partir del asesinato de este padre, pero
su figura retorna, justamente, en la culpa por su muerte.
Lacan, a lo largo de su enseñanza, reelabora y problematiza la función del padre. Se podría estudiar
la obra de Lacan tomando el sesgo del padre. Con esto quiero decir que es un tema muy complicado,
del que señalaré algunas cuestiones fundamentales que nos permitan ponerlo en relación con Kafka
y la versión del padre que da en su carta.
Así como Freud toma al padre para dar cuenta de la estructura “normal” de la subjetividad (neurótica),
Lacan se orientará a partir del padre en la tarea de dilucidar lo que hace al campo de la neurosis y de
la psicosis.
En primer lugar y en función de la importancia que tuvo la teoría lingüística en los primeros años de
su enseñanza, Lacan hace del padre una metáfora, un lugar de sustitución: el padre, elevado a la
categoría de significante del Nombre del Padre, permite dar una significación al deseo voraz de la
madre y al niño mismo. Se trata de dar una significación (fálica) al enigma que el deseo del Otro
representa. Este padre metafórico subsume las figuras freudianas del padre, si bien, por el hecho de
ser un significante ya no pertenece a la categoría imaginaria sino que se transforma en un hecho de
discurso. La presencia de este significante en el lugar del Otro, garantiza para el sujeto el acceso a la
neurosis.
En esta época Lacan se plantea por qué algunos sujetos son psicóticos. Su respuesta es que lo son
porque no operó la metáfora paterna, porque no hubo para ellos ese significante que les permitiera la
constitución del psiquismo a la manera neurótica. En esta concepción, la psicosis se produce por un
déficit en lo simbólico, porque la metáfora paterna no ha operado, por una falta en el lugar simbólico
del Otro.
Más adelante Lacan hará un planteamiento inverso: ¿Cómo es que los sujetos no están (todos)
locos? Modifica su concepción y concibe una pluralización de los Nombres del Padre (NdP). Es decir
que no sólo el Padre es un NdP sino que puede haber otros. El NdP pasa de ser un significante a ser
una variable, una x. Un sujeto puede sostenerse en la normalidad, sin volverse loco, por la función
que cumple el ste. del NdP, o por la función que cumple el síntoma como NdP, o por lo que él pueda
inventar que haga las veces de NdP. “Hacerse un nombre”, frente a la falta del NdP, puede funcionar
como un NdP, es un invento que toma el lugar del NdP. El ejemplo fundamental de esta concepción
es el de Joyce.
El padre de Kafka
En primer lugar, si consideramos que la ley hace universal lo individual, debemos tener en cuenta que
la ley que transmite el padre debe ser universal, pero no anónima. Tiene consecuencias desastrosas
que el padre se identifique con la ley universal y absoluta. ¿Es este caso el del padre de Kafka? A
través de la lectura de la Carta, encontramos un padre del goce de la excepción y también un padre
que podemos considerar identificado con esa ley universal, para quien no hay lugar para lo que no
sea como él piensa.
Por otra parte, Kafka es un hombre cuyo sentimiento de existir está afectado profundamente y se
manifiesta en todos los ámbitos de su vida. Esto es algo que no podemos dejar de vincular con la
función del padre, con una falla muy importante en relación a su función.
Kafka necesita que todo pase por la escritura, una de sus épocas más fecundas literariamente es
cuando tiene una relación con una mujer, Felice. Lo hace exclusivamente a través de las cartas
(1912-13), antes de la redacción de la Carta.
Entre los dos términos: la dificultad para contraer matrimonio y la escritura como sostén, ¿se trata de
conjugar la “ascesis del cuerpo” con el “éxtasis de la escritura”?
Podríamos también hacer una hipótesis, según la cual la Carta, donde a veces parodia al padre,
podría ser un intento de “curarse” del padre, de resolver sus cuentas pendientes con él.
Citas de:
(*) texto leído dentro del ciclo “El padre en la literatura”, Tardes de la Biblioteca, reunión organizada
por la Biblioteca de la Sede de Madrid de la ELP