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PENSAMIENTO FILOSÓFICO
Filosofía y modernidad
MOISÉS GONZÁLEZ
Ed. Tecnos, Madrid 2014
7ª edición
PROGRAMA DE LA ASIGNATURA
Textos de lectura: Platón y Aristóteles (los textos de estos autores que están recogidos en el libro
recomendado).
Textos de lectura: San Agustín y Santo Tomás de Aquino (los textos de ambos autores recogidos
en el libro recomendado).
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
Textos de lectura: Maquiavelo y Descartes (los textos de los dos filósofos que están recogidos en
el libro recomendado).
Textos de lectura: Nietzsche y Ortega y Gasset (los textos de ambos autores recogidos en el libro
recomendado).
Recuerda que el examen tendrá dos partes: desarrollar un tema de carácter general de la parte teórica,
de entre dos que se propondrán, y hacer un breve comentario de alguno de los textos que aparecen en
el libro recomendado.
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
PRÓLOGO
Problema: en la actualidad, desinterés, olvido, desprecio por la filosofía.
Tarea: reflexionar sobre lo que ha significado históricamente la filosofía dentro de la empresa
cultural humana y ver si tiene todavía algún papel que desempeñar en nuestros días.
Para muchos la filosofía ya no tiene sentido al haberse cumplido su función histórica y dar lugar
a las ciencias; hoy muchos consideran el pensamiento filosófico como actividad vana y estéril. Pero la
historia de la filosofía nos muestra que esta disciplina estuvo siempre legítimamente interesada por los
problemas de los asuntos humanos. Conviene ver si esos problemas existen hoy y pueden ser tratados
por la filosofía.
Otra posible razón de la crisis de la filosofía: muchos filósofos académicos han olvidado la tarea
crítica que siempre ha tenido la filosofía para convertirla en análisis de conceptos y dar lugar a
tecnicismos y academicismos alejados de las grandes cuestiones de la vida humana.
La tarea de la filosofía del presente no puede ser otra que la del pensar la época actual. El
problema consiste en dilucidar si la actividad filosófica sigue siendo válida y necesaria para esa tarea.
1. La actividad filosófica carece totalmente de sentido: Schlick (líder del Círculo de Viena): la
filosofía "nunca habla con sentido, sino sólo de insensateces carentes de significado".
2. La filosofía ha tenido una validez histórica, pero ahora puede olvidarse en tanto que la ciencia
sustituye su papel de instrumento de conocimiento.
3. En un mundo técnico como el nuestro la ineficacia de la filosofía es manifiesta, por tanto es
algo inútil. Continúa Moisés González con una crítica al exceso escolástico y afán de sutilezas
propio de nuestra época. El reto de la filosofía actual sería precisamente dar respuesta a los
problemas planteados por el desarrollo científico y técnico, intentando plasmar en la realidad
una auténtica vida humana "de acuerdo con la razón", lo cual constituyó, sin duda, su principal
meta y objetivo al suceder y sustituir al pensamiento mítico.
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
Han sido varias las filosofías que buscaban una fundamentación científica de su actividad, pero
todas ellas han conducido al fracaso, incluso la última y más elaborada, aquella que considera la
filosofía como un saber acerca del saber; en primer lugar, no todo lo que nos muestra la historia de la
filosofía permite que identifiquemos filosofía con análisis del lenguaje; en segundo lugar, ni siquiera
en esa escuela hay unanimidad.
Moisés concluye que es un error intentar hacer de la filosofía una ciencia estricta, pues la
filosofía no es una ciencia ni puede serlo. Razones:
a) la manifestación personalista del pensamiento filosófico; la participación de la subjetividad;
b) la filosofía tiene una especial relación con la praxis; nunca puede aspirar a ser exclusivamente
teoría;
c) finalmente, no es posible definir la filosofía porque ésta no tiene una dimensión esencial; el
término filosofía tendría un valor meramente pragmático, sería una mera etiqueta.
Dado que es imposible una definición general de la filosofía, la única forma posible de averiguar
lo que es esta actividad consiste en examinar lo que los profesionales de la misma han hecho en el
pasado, esto es, adentrarnos en su historia, pero no para perdernos en los vericuetos de lo que han
dicho los filósofos, sino para tratar de comprender a la filosofía misma, esto es, para entender la
función histórica que ha cumplido, ¿por qué surgió?; ¿por qué fue necesaria? Debemos
comprender el sentido y validez que tuvo la filosofía en cada época histórica; aunque el objetivo
primordial no es tanto descubrir el papel que cumplió en el pasado como tratar de averiguar si hoy
tiene sentido el "seguir filosofando".
Hay que analizar la actividad filosófica tal como aparece en la historia tratando de comprender el
sentido de lo que los filósofos dijeron, por qué y para qué filosofaron.
1. Los problemas filosóficos no han surgido de la nada; tienen un origen histórico; la filosofía
del presente es de alguna forma resultado de la filosofía que la ha precedido.
2. Toda filosofía occidental es filosofía griega: es continuación del estilo de reflexión que los
griegos descubrieron.
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
La filosofía, al igual que el mito y la religión, surge para responder a necesidades prácticas.
El principal sentido y objetivo de los mitos, la religión y la filosofía consiste en interpretar el mundo
natural y humano, y merced a dicha interpretación conseguir eliminar el misterio, la sensación de
lejanía que tiene la realidad para el hombre.
La civilización griega sustituyó el pensamiento mítico-religioso por el pensamiento racional,
el mito por el logos; con el pensamiento racional intentó dar una solución a sus problemas y
necesidades. El universo de los dioses poco a poco irá perdiendo protagonismo, para cederlo
progresivamente al hombre. El hombre intentará hacerse dueño de su destino por medio del poder de
su propia reflexión, con la cual intentará comprender el mundo para estructurarlo, modificarlo y
cambiarlo. Esta tarea histórica correspondió a una nueva clase de hombres, los filósofos, que sucedió a
los sacerdotes y profetas, y que acudiendo a la razón modificaría el curso de la historia humana.
Sólo la verdad y la objetividad es eficaz, y sólo ella podrá librar a los hombres de la esclavitud
frente a los poderes de la naturaleza. La exigencia de racionalidad científica que busca comprender la
naturaleza se constituye en requisito imprescindible que permitirá a los hombres ser dueños de su
propio destino. Cuando los primeros filósofos se afanan por fundar una ciencia de la naturaleza que
ofrezca una interpretación objetiva del mundo, lo que están pretendiendo es la construcción de un
saber que sea realmente eficaz. Esto es precisamente lo que explica la aparición de la filosofía: la
auténtica eficacia, que es lo que justifica la actividad del pensar, sólo era posible con la reflexión
racional; la interpretación del mundo, que nos da el conocimiento teórico, se constituye en
requisito imprescindible para su transformación. Es cierto que la eficacia práctica no es inmediata-
mente visible, ni muchas veces posible, pero no es menos cierto que la actividad filosófica y científica
se constituyen en la única garantía de progreso real para los individuos y las sociedades. La
perspicacia y la genialidad de los primeros filósofos, que buscaron soluciones reales los problemas de
la sociedad en que vivían, fue el advertir que el espíritu meramente práctico que huye de la teoría
era enormemente limitado, al igual que la llamada "sabiduría popular" basada en la simple
acumulación de experiencias, que estaba llena de elementos supersticiosos y rutinarios que
inevitablemente impedirían el progreso.
La nueva perspectiva se inició rechazando los viejos modos de pensar que estaban contenidos en
las grandes creaciones poéticas. El modelo existente de la civilización griega se encontraba expuesto
en sus poetas, especialmente en Homero, que fueron los educadores del pueblo. Por ello la filosofía
aparece como una crítica de la poesía, crítica que se dirige no a la forma sino al contenido. La
educación poética resultaba ya inservible y superada, y por eso propusieron una nueva forma de
educación basada en la razón. Pero al cambiar el contenido cambió también el estilo de lenguaje. De
esa forma, frente a la solemnidad y a la magia de la poesía, el lenguaje filosófico aparece revestido con
los caracteres de la sobriedad, la sencillez y la austeridad.
Los filósofos criticaron a la poesía porque ésta era incapaz de alcanzar la objetividad y
precisión que la vida práctica exigía. Las soluciones contenidas en la épica homérica carecían de
rigor, y su competencia en la solución de todos los problemas era simplemente aparente.
De todas formas, la sustitución del pensamiento poético por el filosófico no significó la completa
y súbita ruptura del pensamiento tradicional; la separación y sustitución fue lenta y progresiva y la
instauración de una vida conforme a la razón fue en realidad un programa a realizar con el que
todavía estamos comprometidos. Los primeros filósofos fueron los que iniciaron el cambio al
empeñarse en un discurso sobre el mundo de la naturaleza y del hombre que se ofrecía como un logos
y no como un mythos.
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
Podemos, pues, referirnos a los milesios como a unos humanistas ilustrados que con su
pensamiento contribuyeron a quitar protagonismo a los dioses para dárselo a los hombres. Ellos y sus
seguidores libraron a sus pueblos de las supersticiones de todo tipo que los mantenían esclavizados.
Con ellos las "luces" se instalan lentamente. La historia de la razón que en ese momento comienza no
será lineal ni homogénea, sino plural y variada, llena de contradicciones, y a veces parece haber
abdicado ante nuevas formas de fe que oscurecieron o barrieron la obra de la razón griega, pero ésta,
hasta el presente, siempre ha sido capaz de renacer para instaurar ese orden de la razón que puede
permitir a los hombres el logro de un mundo de bienestar y de libertad.
I. 5. DE MILETO A ATENAS
Los primeros filósofos, los llamados presocráticos, consiguieron el paso de una Grecia arcaica,
dominada por el mito y la religión, a la Grecia del siglo V y IV, mucho más profana y racionalista, y lo
hicieron en las colonias griegas de Asia Menor. Pero en el siglo V a. C (“era de Pericles”), se produce
un cambio de rumbo, motivado principalmente por el triunfo de Atenas sobre el imperio persa,
triunfo que hizo de Atenas el centro de la filosofía y de la cultura griega, y supuso también el
descubrimiento de la democracia.
A su vez, la democracia trajo consigo la aparición de una cultura de polémica y debate, en la que
la palabra adquirió un claro protagonismo. El derecho a hablar de los ciudadanos exigía su
formación intelectual y una preparación espacial para desenvolverse en los asuntos de la ciudad (de la
polis). Surge así un nuevo modelo filosófico que no busca tanto entender el mundo y nuestro lugar en
él sino entendernos a nosotros mismos y definir nuestras relaciones con los demás mediante la
organización de la polis, de la ciudad. Se pasa de la reflexión sobre la Naturaleza al estudio de los
problemas del hombre y la organización de la ciudad. Los protagonistas de este nuevo tipo de
actitud intelectual fueron los sofistas y Sócrates.
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
Sofistas importantes:
Protágoras: niega que podamos llegar a tener un conocimiento universalmente válido: el
hombre es “la medida de todas las cosas”. Afirmó la relatividad de los valores morales y de las
costumbres y la imposibilidad de saber si existen los dioses, lo que le supuso un proceso por
impiedad que le llevó a huir de Atenas.
Gorgias: defiende el escepticismo, negando la posibilidad de acceder a la realidad tal y como
ella pueda ser y afirmando que nos movemos más bien en un mundo de palabras, por lo que el
arte más excelente será el que nos enseña a manejarnos con ellas y descubrir su poder.
Otros sofistas destacaron el convencionalismo de la moral y el derecho, mostrando la
oposición entre ley (nomos) y naturaleza (physis), dándose aquí dos opciones:
o Antifón e Hipias defienden que las leyes tiranizan a los hombres, aunque la
naturaleza nos ha hecho iguales
o Trasímaco y Calicles: las leyes de la ciudad, convencionales, pretenden igualar a los
hombres, y son contrarias a la ley de la naturaleza en la que prevalece el derecho del
más fuerte. Las leyes como inventos de los débiles para limitar el poder de los fuertes.
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ideales y sus conexiones, y esa es la tarea de la dialéctica, que es el instrumento del auténtico saber y
sirve también para desenmascarar el falso saber de los sofistas.
Las ideas no se perciben con los sentidos sino mediante el entendimiento, son realidades
universales que se piensan pero que no se ven en la realidad. Los individuos concretos poseen
características comunes, y eso común es lo que nos permite utilizar palabras o conceptos generales
(“planta”, “hombre”…) para referirnos a ellos; las “ideas” platónicas son las formas universales o
esencias de las cosas. En el mundo cambiante que percibimos mediante los sentidos se ofrecen los
individuos materiales, que no son más que “copias” que imitan las ideas puras o formas esenciales de
todo cuanto existe.
Platón propone la existencia de dos mundos:
Mundo de las ideas: ideal, inmutable, inteligible y al que se llega sólo por el entendimiento;
es el objeto del saber científico. Es el fundamento de todos los valores éticos y estéticos, y en
su cima está la idea del Bien, causa final de todas las cosas, principio de la armonía del
universo, lo que ilumina al hombre, da sentido a su vida y permite el conocimiento y la
justicia
Mundo sensible: cambiante, dado a los sentidos y que únicamente permite la simple opinión.
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para Aristóteles tiene que ver con lo universal, como decía Platón, pero ello no exige suponer dos
mundos, y que el de los sentidos sea una simple copia o imitación del de las ideas.
b) La búsqueda y la organización de la felicidad: ética y política
Para Aristóteles el hombre es por naturaleza un “animal político”. Puesto que la ciudad, dirá, es
por naturaleza anterior al individuo, para nosotros vivir es necesariamente convivir. Debemos
construir la mejor forma posible de convivencia, y la tarea primordial del pensamiento será investigar
cómo, por lo que la Política se convertirá en la ciencia suprema y directiva pues a ella corresponde
regular qué ciencias son necesarias para asegurar el bien de la ciudad y el de los ciudadanos.
Aristóteles reunió una colección de más de 150 constituciones de ciudades griegas y no griegas, con la
intención de ver qué regímenes, leyes y formas de gobiernos son mejores.
Se necesita una “filosofía de las cosas humanas” o ética, que empezará por definir en qué
consiste el bien del hombre y cómo conseguirlo. Aristóteles propone una ética claramente teleológica
(finalista): todos los seres naturales tienen propósitos o fines (fin = telos) y como el hombre es un ser
natural, en él también están presentes los fines; y dado que todas las cosas tienen a algún bien, el bien
es una tendencia natural del hombre.
El hombre tiene muchas actividades y propósitos y metas, muchos de los cuales son simples
medios para alcanzar otros fines o bienes. Se pregunta Aristóteles si existe algún bien que sea
autosuficiente, sea buscado por sí mismo y no como simple medio para otra cosa, y cree que sí existe
este bien supremo, al que todos llaman eudaimonía o felicidad.
La ética es un saber práctico que debe decirnos en qué consiste la felicidad y cómo conseguirla.
La virtud lleva a término la buena disposición de aquello de lo cual es virtud, y hace que realice bien
su función. La virtud es el modo de ser por el que el hombre se hace bueno y realiza su función propia.
Por ello, si queremos descubrir la felicidad humana es necesario dar con su función propia; y lo propio
del hombre no es la vida voluptuosa, de riquezas, placer u honores sino la vida contemplativa o vida
teórica, pues la racionalidad es exclusivamente humana. Esa forma de vida es la mejor, la más bella y
satisfactoria y a ella llegamos mediante el ejercicio y el hábito, pues no es innata. Dado que podemos
elegir muchas cosas, la virtud será un modo de ser selectivo, el término medio relativo a nosotros, y
determinado por la razón del hombre prudente.
La sociabilidad humana: dada la naturaleza social o política del hombre, sólo podemos alcanzar
la excelencia actuando como miembros del Estado y de la ciudad (polis). El hombre no se basta a sí
mismo por lo que su bien sólo puede lograrlo en la comunidad política; de este modo, la ética,
entenderá Aristóteles, es una rama de la política pues esta es la disciplina que se ocupa de la
posibilidad última del bien humano. Sólo el desarrollo armónico de nuestras disposiciones naturales en
el marco de la ciudad nos hace propiamente humanos, siendo así el bien de la ciudad lo más hermoso y
divido. La ciudad aparece para permitir al hombre vivir pero su propósito no es el vivir de cualquier
manera sino vivir mejor, como lo muestra el hecho de que la naturaleza, que no hace nada en vano,
nos ha dado en exclusiva a los hombres el habla, la palabra; el propósito de esta habilidad es concebir
y manifestar el bien y el mal, lo justo y lo injusto y favorecer la convivencia y la comunicación en la
ciudad. Finalmente, dirá Aristóteles, esta sociabilidad hace absurdo pensar en la dicha de un hombre
solitario, la amistad es algo necesario pero también hermoso en la vida humana.
Tanto para Platón como para Aristóteles el objetivo de la ciencia política es hacer posible la vida
humana excelente y plena y ello obliga a construir una polis justa, pero Aristóteles consideró que la
propuesta de su maestro presentaba varias dificultades muy graves:
excesiva unificación de las formas y grupos sociales en la ciudad ideal, suprimiendo la
pluralidad de toda comunidad política,
vincular en exceso el bien de los individuos al interés general y comunitario,
poner el bien de la polis por encima y más allá de este mundo concreto, olvidando que el bien
real de la polis debe darse en este mundo y que es un bien terreno.
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La relación entre religión y filosofía, entre razón y fe, fue una preocupación principal en la
Edad Media. Esta relación fue conflictiva pues se trata de dos concepciones del mundo muy distintas:
1. la primera se presenta como dada o revelada por Dios a las hombres, y la segunda como
obtenida por ellos mismos a través de la actividad de su mente racional;
2. la palabra religiosa se presenta como definitiva, pronunciada de una vez y para siempre, y
poseedora de una verdad absoluta; la palabra filosófica, en cambio, se muestra siempre como
una palabra reflexiva, nunca única ni definitiva, dada en el tiempo, frágil y abierta para ser
completada, corregida o sustituida por otra.
Desde el punto de vista de la filosofía, esta confrontación es consecuencia del intento de la razón
de reivindicar su lugar en el saber humano, su autonomía frente a cualquier tipo de imposiciones. Se
trataría de no subordinar la filosofía a la teología, la razón a la fe.
Desde el punto de vista de la fe, la historia de esta relación se centró principalmente en el tema de
la compatibilidad o incompatibilidad entre ambas. En este tema podemos encontrar varias posturas:
La de aquellos que, en nombre de la fe consideran que ésta se basta a sí misma, por lo que la
filosofía sería superflua, cuando no dañina. Esta respuesta está ligada al desprecio, tan
característico del cristianismo medieval, de la naturaleza, la vida terrenal y el saber mundano.
Ejemplo de esta actitud: Tertuliano (siglo II) y su famosa frase “creo porque es absurdo”.
Actitud más moderada, como en San Agustín y San Anselmo, quienes consideran posible y
necesaria una colaboración entre la fe y la razón; pero en estos autores la filosofía aún sigue
subordinada a la fe y a la teología pues consideran que la fe debe servir de guía de la razón y
utilizan la razón casi exclusivamente como un instrumento para aclarar las tesis aceptadas
mediante la fe.
Aún más tolerante se muestra Santo Tomás: defiende el equilibrio y armonía entre fe y razón y
llega a considerar que la razón, sin la ayuda de la revelación, puede dar lugar a un verdadero
conocimiento. La fe y la razón son dos formas de conocimiento distintas, separadas, pero
compatibles.
De todos modos, se debe recordar que en realidad esta cuestión no es exclusiva de la Edad Media
y, por ejemplo, también estará presente en la Edad Moderna.
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En los primeros siglos del cristianismo, encontramos actitudes diversas ante la filosofía:
1. Tertuliano (169-220) reivindica la fe cristiana frente a la filosofía griega, incluso aunque
parezca una locura o absurdo el mensaje cristiano (por ejemplo la idea de que el Dios pueda
morir en la cruz).
2. Algunos Padres de la Iglesia como Clemente de Alejandría (150-214) defendieron la
filosofía como propedéutica o preparación para la fe. Para Clemente la filosofía griega fue
algo concedido por Dios para preparar la llegada de Cristo.
3. San Agustín (354-430) defiende también la continuidad entre el cristianismo y la filosofía,
identificando el cristianismo como la verdadera filosofía, si entendemos por filosofía la
búsqueda de un saber que nos muestre el camino para la felicidad. Para él la verdad se
encuentra en la palabra de Dios presente en las Escrituras. Y aquí encontrará una de las
finalidades del esfuerzo intelectual: la comprensión del mensaje divino. La fe y la razón están
perfectamente relacionadas:
“Crede ut intelligas” (“creo para comprender”): sin la fe es imposible la plena
comprensión de la realidad, por lo que debe servir de guía a la investigación racional.
“Intellige ut credas” (“comprendo para creer”): la fe sin comprensión no es auténtica; la
razón puede ayudarnos a mantener una fe más firme y convincente.
4. San Anselmo (1033-1109) se mantiene en esta misma línea, y aspira a la comprensión de los
contenidos de la fe. Sin embargo, no se trata de que la razón nos permita llegar de modo
independiente a la verdad religiosa; su visión de la capacidad de la razón es más moderada: el
conocimiento racional nos permitirá vivir de un modo más profundo y verdadero lo que nos
enseña la fe. La razón por sí sola puede desembocar en la herejía, necesita de la fe para
orientarse. No se trata de “entender para creer”, de utilizar la razón para la justificación de las
verdades religiosas, antes al contrario, de “creer para entender”, de dejarse guiar por la fe para
apoyarse en la razón y con ella entender la verdad. El pecado original supuso también la caída
de la razón y únicamente la gracia de Dios puede redimirla. El ejemplo más importante de su
reivindicación de la razón y de su creencia en las “razones necesarias” es el argumento
ontológico (argumento que parte de nuestra idea de Dios como el “ser mayor que el cual nada
puede pensarse” y concluye racionalmente en su existencia).
El descubrimiento de la filosofía aristotélica a finales del siglo XII provocó una conmoción en el
pensamiento cristiano pues supuso el descubrimiento de la posibilidad de utilizar únicamente la razón
para crear un sistema racional de afirmaciones acerca de la realidad, a la vez que la necesidad de
encontrar una nueva justificación de las relaciones entre la filosofía y la religión.
En esta línea destacó Santo Tomás de Aquino (1225-1274). Su filosofía integra de modo
armónico el pensamiento aristotélico y las afirmaciones principales de la religión cristiana. Separó
la filosofía y la teología, el conocimiento racional del conocimiento basado en la fe y la revelación
(en los Textos Sagrados). El uso de la razón da lugar a la esfera de conocimiento natural (la razón es
una facultad que se encuentra en la naturaleza humana); el uso de la fe y la revelación da lugar a la
esfera de conocimiento sobrenatural (la fe es un don de Dios y la revelación su Palabra). Pero estas
dos esferas no son incompatibles, ocurre más bien que se produce entre ellas una intersección: habrá
verdades naturales a las que no se puede llegar por la fe (las matemáticas, por ejemplo), verdades
sobrenaturales que jamás se podrán demostrar racionalmente (los misterios como el de la Eucaristía) y
finalmente, otro subconjunto de verdades que podemos alcanzar tanto mediante la fe como utilizando
la razón (la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, por ejemplo). Esto quiere decir que la razón
goza, para Santo Tomás, de posibilidades extraordinarias puesto que nos permite llegar hasta el mundo
sobrenatural. Sin embargo, este autor aún defiende la subordinación de la razón a la fe: las dos esferas
de conocimiento no son incompatibles, no hay una oposición verdadera entre el correcto uso de la
razón y la fe; y ello porque en definitiva las dos dependen de Dios: Dios da directamente a los
hombres las verdades reveladas y las que son objeto de fe, e indirectamente las verdades naturales
puesto que es Él quien ha puesto en nuestra alma la capacidad para el conocimiento que llamamos
razón. Sin embargo Santo Tomás se encuentra con un problema: sucede de hecho que nuestra razón
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concluye en afirmaciones contrarias a los dogmas de la religión; en este caso, cuando parece que hay
incompatibilidad entre estas dos esferas, ¿quién lleva la peor parte? Santo Tomás responderá que la
razón, la filosofía. Puesto que Dios es infalible, y su palabra también, seremos nosotros, los hombres
los que nos habremos equivocado al utilizar nuestra razón. En caso de conflicto es la filosofía la que
tiene que rectificar sus afirmaciones, no la religión. Pero Santo Tomas no atiende a otra posibilidad:
que aún cuando podamos afirmar que Dios es infalible, ocurra que los hombres nos equivocamos al
interpretar su palabra, por lo que cabría rectificar lo considerado como palabra de Dios; esta es la
posibilidad que se dio en los siglos siguientes, en donde ha tenido que ser la religión la que acomodara
su interpretación de los Textos Sagrados a las afirmaciones racionales, tanto de la filosofía como de la
ciencia. En Santo Tomás la fe debe servir de guía para el ejercicio de la razón.
Los ataques más consistentes a la posibilidad de emplear la razón para aclarar la religión fueron
de Guillermo de Occam (1285-1349), el cual, sobre la base de la tesis empirista de rechazar cualquier
tipo de conocimiento que pretenda trascender los límites de la experiencia, estableció una radical
separación entre teología y filosofía, rompiéndose de esa forma la continuidad entre ambas que había
defendido Santo Tomás. Las verdades de fe resultan inaccesibles a la razón y, por lo tanto, la verdad
revelada queda totalmente excluida del ámbito del conocimiento humano, que no puede ser otro más
que el de la naturaleza, donde la libertad de investigación debe ser ilimitada. No es posible dar razón y
explicar las cosas que creemos por fe, ni siquiera la propia existencia de Dios.
El problema de las relaciones entre fe y razón se planteó en el mundo judío en términos muy
parecidos al mundo cristiano:
Los ortodoxos judíos consideraron que la filosofía representaba un peligro para la fe pues
podía conducir a la herejía y provocar dudas e incertidumbre que podía apartar a la gente de la fe.
Los judíos creyentes y amantes del saber pensaron que tener fe no debía implicar la renuncia
a la razón pues el Creador había infundido al hombre la inteligencia, que era una perfección.
En esta línea se encuentra el pensador cordobés Maimónides (1135-1204). Su meta fue conciliar
la Torá y el Talmud con la filosofía de Aristóteles. (Torá: título que la religión judía da al
Pentateuco, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números,
Deuteronomio; genéricamente se utiliza también este término para designar toda la ley judía, revelada
por Dios e interpretada por sacerdotes, profetas y sabios. Talmud: libro del siglo IV que contiene la
tradición, doctrinas, ceremonias y preceptos de la religión judía. Son los textos fundamentales de la
religión y de la ley judías).
Maimónides considera la razón como el más precioso don de Dios, llegando a creer que el
estudio de la filosofía es un mandato bíblico al posibilitar al hombre un mejor conocimiento de Dios a
través del conocimiento de la verdad. El pensamiento puede fortalecer la fe:
la razón puede permitir la comprensión de la fe,
además permite enfrentarse a las falsas creencias y a los ataques de los enemigos.
Así, en su obra Guía de perplejos, intentará mostrar a los que se inician en la filosofía y acaban
en un estado de confusión y perplejidad, que, en realidad, bien utilizada la razón, ésta no es contraria a
las convicciones religiosas. Propondrá el estudio científico de la Torá, para conocer el verdadero
significado de los textos bíblicos. Las Escrituras son palabra de Dios, pero en el lenguaje de los
hombres y adaptada a la medida de la inteligencia del vulgo, por lo que no pueden ser tomadas
literalmente. Las palabras de las Escrituras las debemos entender como un lenguaje alegórico. Por esta
razón, Maimónides inicia el camino para la desmitologización y el estudio crítico de la Biblia.
La especulación filosófica debe confirmar las verdades de la Ley por medio de la genuina
especulación, respetando la verdad porque la fe es verdad. Sin embargo, hay cosas que el intelecto
humano no es capaz de entender, como determinadas verdades que conocemos a través de la fe y de la
revelación. La inteligencia humana tiene un límite, y en esos casos debemos silenciar la razón y
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
limitarnos a la fe. Aunque aristotélico, Maimónides se apartará del filósofo griego en aquellas
doctrinas contrarias a los dogmas del judaísmo, como la tesis aristotélica de la eternidad del mundo,
que parece enfrentarse a la idea bíblica de la creación. En opinión de Maimónides no es posible probar
filosóficamente ni la creación ni la eternidad del mundo, aunque cree que la razón muestra más
plausible lo primero que lo segundo.
A pesar de su visión moderada del papel de la filosofía, los ortodoxos judíos le atacaron por
considerar que su obra era peligrosa para la fe.
En el mundo árabe la presión de la religión islámica sobre la filosofía no fue tan fuerte como en
el mundo cristiano y en el judío. Los árabes asimilaron antes la filosofía griega que las otras dos
culturas: fomentaron las traducciones al árabe de los textos griegos, por lo que pronto comenzó la
racionalización del Islam. Pero también aquí entraron en conflicto las verdades reveladas con las
diversas teorías de la filosofía griega, el conflicto entre fe y razón, entre filosofía y teología. Las
posturas ante el conflicto son las ya conocidas:
Las escuelas de carácter místico rechazaron el análisis racional de la fe.
El Islam oficial u ortodoxo vio con recelo y preocupación el desarrollo de la especulación
filosófica por considerarla un peligro para la fe pura, provocando errores heréticos.
Sin embargo, la posición dominante fue la de armonía entre filosofía y religión, tal como fue
defendido por sus principales representantes, como Al-Kindi, Al-Farabi o Avicena.
El principal enemigo de los filósofos fue el místico musulmán Algazel (1058-1111) quien
mantuvo un escepticismo filosófico que le llevó a la mística y a la defensa estricta de las leyes
coránicas. Quiso defender la fe combatiendo a los filósofos con sus propias armas, intentando poner
de manifiesto que la razón no podía alcanzar ningún tipo de certeza en las proposiciones metafísicas
acerca de Dios y del mundo, por lo que tampoco podía servir de guía para la solución de los problemas
de la vida. Los filósofos defienden tesis contradictorias, las opiniones filosóficas contrarias a los
dogmas religiosos carecen de todo fundamento. Obras principales: Intenciones de los filósofos e
Incoherencia de los filósofos.
El cordobés Averroes (s. XII), el más célebre filósofo del Islam medieval, mantuvo una actitud
bien distinta: defensor de la filosofía y de la libre investigación, redactó contra Algazel Incoherencia
de la Incoherencia, texto con el reivindicó la filosofía, la razón humana, llevando a cabo una lectura
directa e independiente de Aristóteles, libre de toda contaminación teológica o neoplatónica, lo que le
convirtió en el más importante comentarista del filósofo griego. Quiso rebatir también la posición de
Algazel. Los errores filosóficos no invalidan la filosofía como camino de acceso a la verdad, cuya
conquista se debe al esfuerzo racional de muchos hombres a través de la historia.
Defendió la autonomía de la filosofía como la verdadera ciencia del hombre, la primacía del
saber filosófico y científico sobre cualquier saber. Su ideal es una filosofía pura, estricta, sin
concesiones ni supuestos: la investigación filosófica no tenía por qué estar subordinada a la enseñanza
de la teología. Su objetivo es la búsqueda de la verdad por medio de una especulación racional
rigurosa y sistemática. Esto no quiere decir que la filosofía se tenga que enfrentar a la religión: fue un
creyente sincero, admitió la revelación de Dios al profeta Mahoma y consideró al Corán como el Libro
de Dios, y, por tanto, como absolutamente verdadero. Creyó que hay dos vías de acceso a la verdad,
pero la verdad sigue siendo una, por lo que la verdadera filosofía no puede ser peligrosa para la fe.
La verdad filosófica sólo es accesible a unos pocos, los sabios; por su parte, la verdad revelada
pretende llegar a todos los hombres, por lo que adopta un lenguaje vulgar, simbólico y alegórico, que
resulta suficiente para la consecución de la felicidad. Si se da una contradicción entre la palabra divina
y la palabra filosófica, dicha contradicción sólo puede ser aparente, nunca una discrepancia esencial.
La filosofía no podía ser un peligro para la fe, pero tampoco la fe podía ser un peligro para la
verdadera filosofía, pues ésta se constituye en intérprete del verdadero significado de la palabra
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Introducción al pensamiento filosófico – Resumen – Tutor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com)
revelada, que a veces exige una interpretación alegórica. Son aproximaciones a la verdad distintos,
una corresponde a la interpretación vulgar o alegórica del texto sagrado, que recoge la sabiduría
religiosa, y otra la filosófica, la única que puede darnos el significado preciso de la palabra divina.
Para él, las religiones son construcciones necesarias, tanto por su verdad como por su utilidad
práctica, dado que son indispensables para que todos los hombres puedan alcanzar la virtud y la
felicidad; además favorecen la cohesión y el orden social. La filosofía también tiene estas funciones,
aunque con un alcance más limitado, el de los sabios.
El pensador cordobés influyó más allá de los países islámicos, llegando al mundo latino medieval
y al Renacimiento, en particular en los llamados averroístas latinos. En el mundo cristiano fue muy
criticado y condenado por su defensa de una filosofía estricta, por no subordinar como correspondía la
filosofía a la teología.
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