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México: Contrarreforma en derechos humanos, una amenaza a la

democracia
Enviado por ewituri el Lun, 01/28/2013

(Por Vladimir Chorny)*

Desinformémonos, 28 de enero.- Con este cambio, los derechos


provenientes de tratados internacionales reconocidos por México
estarían por debajo de la Constitución, con lo que se debilitaría su
capacidad de protegernos de las arbitrariedades del Estado.

La propuesta priista de modificar el artículo 1 constitucional pone en


grave peligro a los derechos conseguidos tras décadas de lucha y que
hoy constituyen una barrera para las arbitrariedades del Estado. Con
este cambio, los derechos provenientes de tratados internacionales
reconocidos por México estarían por debajo de la Constitución. Así se
limitaría su alcance al quitar del bloque las normas internacionales de
derechos humanos adoptadas por México.

La lucha por los derechos humanos ha costado muchos años de


guerras, discusiones, contraste de ideas, cambios de regímenes de
gobierno, pérdida de vidas humanas, comisión de actos inhumanos,
discriminación y exclusión, persecuciones, exterminio y demás
hechos, suficientes para hacer una apología al daño que los
individuos pueden hacerse a sí mismos.

Tras esta lucha, tenemos nuestros derechos hoy, tan completos o no


como puedan parecernos, resultado de este proceso en continuo
cambio. Pero ¿por qué es relevante conocer el valor de nuestros
derechos tal y como son actualmente? La pregunta no hace alusión a
un análisis económico, sino a su relevancia y alcance; a su contenido
y a la fortaleza que han logrado (por mínima que pueda parecer en
ocasiones).

Alude, sobre todo, al peso propio de los derechos humanos en la


forma en que en este momento particular están consagrados en
nuestra Constitución. Las batallas se han librado y ganado en muchos
frentes: contra grandes poderes como la Iglesia, reivindicamos
derechos como la libertad de expresión, de culto, de educación,
etcétera; contra estructuras propias del autoritarismo, logramos
derechos políticos, elecciones, equidad y competencia.

Contra los prejuicios y dogmas ideológicos, conseguimos derechos


políticos a favor de las mujeres y otros grupos, derechos de
extranjeros, de no discriminación, de salud reproductiva; y contra
concepciones conservadoras y restrictivas de los derechos mismos,
obtuvimos y desarrollamos los derechos económicos, sociales y
culturales. Con cada una de estas batallas hemos llegado a una
concepción de los derechos completamente distinta a aquella en que
inicialmente se tenía.

Se dejó de entender a los derechos como ideas subordinadas a


decisiones mayoritarias (como pasaba en el Estado legislativo de
derecho), para situarlos por encima de éstas cuando fueran
contrarias a ellos, como sucede en el Estado constitucional de
derecho y de derechos. Muchos años pasaron para que terminaran
situándose en el centro, como el punto principal, no como uno
accesorio.

Hoy los derechos configuran y limitan, constituyen una barrera para


el Estado y para las arbitrariedades que éste busque cometer, aunque
en la práctica, muchas veces se vean superados y vulnerados de
muchas formas.

En México, este salto se dio formalmente con la reforma


constitucional del 10 de junio de 2011, reconocida por muchos países
y organismos internacionales, ampliamente abrazada por la sociedad
civil y las organizaciones no gubernamentales protectoras de
derechos humanos.

Básicamente, la reforma elevó las normas de derechos humanos


contenidas en los tratados internacionales a un rango constitucional
(es decir, a su mismo nivel); fortaleció los derechos y amplió su
contenido siempre en favor del individuo para todos los casos
concretos que se presentaran: en resumen, los volvió más
protectores y más valiosos.

Es la misma Constitución la que establece este procedimiento de


homologación de los derechos: tienen el mismo valor o jerarquía los
derechos humanos constitucionalmente reconocidos y los derechos
humanos internacionalmente reconocidos.

Como resultado, se dio un crecimiento en el núcleo de derechos


reconocidos que el Estado está obligado a salvaguardar (promover,
respetar, proteger y garantizar). En materia de derechos, fue el logro
constitucional más relevante de los últimos años. Este triunfo dio a
las libertades un valor aún mayor, pero la lucha de los derechos,
como la de la democracia, no termina nunca.

La calma de este triunfo en materia de derechos humanos duró


solamente año y medio. Recientemente surgió un intento de echar
atrás esta victoria, con la intención de reducir el contenido y debilitar
los derechos.

Muy a principio del año, el Diputado Francisco Arroyo Vieyra, del


Partido Revolucionario Institucional (PRI) presentó una propuesta de
reforma al artículo 1 constitucional que, al agregar un enunciado al
final del segundo párrafo, busca echar atrás la modificación jerárquica
de las normas de derechos humanos antes explicada.

Con este cambio, los derechos provenientes de tratados


internacionales reconocidos por México estarían por debajo de la
Constitución, y ésta sería aplicada siempre por encima de ellos en
caso de presentarse alguna “contradicción” entre ambos
ordenamientos, a manera de sí o no, como una regla.

El nuevo bloque de derechos humanos (constitucionales e


internacionales) se destruiría. Se le extirparía, como se hace con un
tumor, la dimensión internacional, para hacerlo más pequeño. Porque
al final eso es lo que significa el intento de regresión sobre el artículo
1o. constitucional; implica limitar su alcance al quitar del bloque las
normas internacionales de derechos humanos adoptadas por México,
mermando de esta forma el valor actual alcanzado en la materia.

Las organizaciones y activistas protectores de derechos humanos


respondieron el ataque y se volcaron contra el diputado. Fortalecidas
por los especialistas y académicos de distintas áreas, en especial de
derechos humanos, denunciaron lo regresivo de la propuesta, a
través de distintos medios de comunicación bombardearon al unísono
los erróneos argumentos y las falsas contradicciones que planteaba.

El golpe fue contundente. El promotor de la contrarreforma se


replegó y aseguró que “no movería un dedo” para impulsarla, aunque
no la retiraría. Pero como en la lucha por los derechos las estrategias
son muchas, otro legislador (también del PRI), Raymundo King,
retomó la iniciativa con la intención de promoverla.

La distracción o deslinde salió bien. El costo político de estar en el


centro del problema, recibiendo la presión de todas las
organizaciones y especialistas pareció ser muy alto y por ello cedió la
ofensiva a uno de los legisladores que funge como secretario de la
Comisión de Puntos Constitucionales (encargada precisamente de
dictaminar la propuesta).
La contrarreforma permanece incólume. El discurso que argumenta
que este ataque a los derechos “debe discutirse” la mantiene
caminando. El llamado a ser retirada, a través de cartas y
argumentos otorgados por la sociedad civil y las diversas
organizaciones de derechos humanos, parecería no ser escuchado o
tomado con la seriedad que amerita. La discusión que se genera en el
espacio público, parece ser ignorada, para así aferrarse a llevarla al
espacio legislativo.

Los argumentos se han dado sin recibir contra-argumentos de vuelta.


La discusión que podría llevarse a cabo en los espacios de
deliberación pública no ha sido utilizada por aquellos que sostienen la
propuesta. Al parecer, la batalla final pretende librarse en cancha
local y no en la arena pública, donde la deliberación es más
importante.

La contradicción entre las declaraciones a favor del debate de ideas y


las acciones omisivas para deliberar abiertamente, es muy clara. Se
acerca entonces un escenario peligroso en el que la contrarreforma
pueda ser usada como moneda de cambio en las negociaciones
partidistas, con el inevitable resultado de lastimar los derechos.

Más de una vez ha sucedido que las propuestas de modificación legal


o constitucional avancen sin una discusión real, que se aprueben por
acuerdos partidistas (en un juego en el que “tú votas a favor de ésta
que me interesa y nosotros votamos a favor de ese tema que a
ustedes les importa”).

Tomarse los derechos en serio implica llevar a cabo acciones en su


defensa cuando se ven amenazados por acciones como la de la
contrarreforma, pero también conlleva a tener la seriedad y
capacidad de reconocer cuando una acción fue un error y no abona a
su protección, tal y como es en este caso.

Los legisladores están sujetos (aunque parezca que lo olvidan


frecuentemente) al escrutinio y juicio de la ciudadanía, y cuando ésta
denuncia sus errores, deben tener la humildad de aceptarlos y la
capacidad de enmendarlos y de darles marcha atrás.

La propuesta de reforma debe ser retirada y este caso debe ser


recordado como una llamada de atención a todas las personas que
día a día protegen los derechos, como una muestra de que en
cualquier momento, una derrota en su lucha puede echar los avances
atrás, sin importar cuan valiosos sean.

Sí, aspiramos a ser una democracia y eso tiene su costo, en especial


cuando buscamos una democracia con derechos y por los derechos.
Cuando los derechos alcanzan el nivel que tienen hoy, es
indispensable que los ciudadanos alcemos la voz para detener a quien
sea que intente lesionarlos. Así el mensaje, el valor de los derechos
no se juega, ni se pierde, ni se negocia.

* Vladimir Chorny es Licenciado en Derecho (UNAM). Ha sido


asistente de investigador y activista por los derechos humanos y la
democratización del sistema de medios de comunicación. Miembro del
movimiento #YoSoy132.

Publicado el 28 de enero de 2013.


http://desinformemonos.org/2013/01/contrarreforma-en-derechos-
humanos-en-mexico-una-amenaza-a-la-democracia/•

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