aplacar estridencias, mitigar el “esmero” del sonetista, desestabilizar
construcciones verbales con el fin de propiciar no un derrumbe sino un
reacomodamiento de fuerzas. introducir amables sospechas, irónicas advertencias, señalamientos que sugieren un cambio de foco, parodias amistosas que, a veces con humor y siempre con generosa complicidad, apuestan a un diálogo oblicuo.
la deserotización de los cuerpos expuestos, que son tratados como piezas
sueltas de un rompecabezas emocional que siempre se revela deceptivo. valerse del lenguaje para juntar unidades dispersas. Las palabras y las cosas, o más bien exponer cómo las cosas se agrupan gracias a las palabras.}