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COMENTARIOALCANTARDELOSCANTARES
Nota:
Moltes gràcies als bons amics Santiago Jubany, Xavi i a la seva companya, la inolvidable Beth,
entranyables col.laboradors del Centre Isaac el Cec (ara Bonastruc Ça Porta), que amb la vostra
juventut i ànsia de coneixement profund, em vàreu ajudar en aquell temps dificil a recuperar
l’inefable esperit del Call de Girona, quan encara la Presència s’hi manifestava..., abans de que una
malaurada i millonària rehabilitació amaguès novament el tresor que haviem descobert i que
conmovia el món.
Avui, l’edició del COMENTARI DEL CÀNTIC DELS CÀNTICS d’Ezra de Girona, m’ha
transportat, amic Santi Jubany, a la confiança i alegria d’aquell tant desitjat “RETORN DE
SEFARAD” en el nostre programa de les tres cultures.
(Muchas gracias a los buenos amigos Santiago Jubany, Xavi y a su compañera, la inolvidable Beth, entrañables
colaboradores del Centro Isaac el Cec (ahora Bonastruc Ça Porta), que con vuestra juventud y ansia de conocimiento
profundo, me ayudasteis en aquel tiempo dificil a recuperar el inefable espíritu del Call de Girona, cuando aún la
Presencia se manifestaba en él..., antes de que una desventurada y millonaria rehabilitación ocultase de nuevo el tesoro
que habíamos descubierto y que conmovía el mundo.
Hoy, la edición del COMENTARIO DEL CANTAR DE LOS CANTARES de Ezra de Girona, me ha transportado, amigo
Santi Jubany, a la confianza y alegría de aquél tan deseado “RETORNO DE SEFARAD” en nuestro programa de las tres
culturas.)
Fuente de bendición es YHWH, Dios, Dios de Israel, desde siempre y para siempre. Al
comienzo de su reino estaba en su pensamiento el propósito de erigir un trono para su
residencia, y lo constituyó de su fuerza, lo obró con su brazo potente, en plenitud de
sabiduría y de inteligencia, abasteciéndolo de inestimables riquezas1 . De aquí procede la
efusión de la vida de las almas, es Él el que sostiene los mundos. Quién sino Él conoce su
disposición, sus fines, los linderos y los confines, Él, que cubrió la superficie y lo estableció
sobre sus bases, como está escrito (Job XXVI, 9): Él oculta de la vista su trono y lo cubre
de tinieblas.
Cuando el trono fue establecido, transcurridos los seis días de la Obra, creó dos
cervatillos, gemelos de gacela. Los puso en una estancia deliciosa, en una calmosa alcoba
que no mostraba carencia alguna, sin dioses extraños, sin ninguna mala inclinación2 . La
intención que presidió su creación fue la de hacer una raza auténtica, una raza santa
sólidamente arraigada para que deambulara entre las piedras de fuego3 en la asamblea de
los seres superiores; y la Presencia también deambuló entre los seres inferiores4 .
Pero he aquí que surgió el hombre de engaño, maestro de intrigas5 . Por envidia y
espíritu de rebeldía hizo obra de impiedad con el fin de seducir y extraviar a la mujer,
graciosa pero ingenua, simple y desconocedora de todas las cosas. Ella sucumbió a su
recomendación y siguió su consejo. El esposo, a su vez, se dejó arrastrar por su mujer, que
por su insistente persuasión, por la dulzura de sus labios y de sus palabras, le desvió de su
deber. Entonces apareció el espíritu de impureza y su luz se desvaneció, y el espíritu de
impureza permaneció unido al primer par y a su descendencia. El Eclesiastés (VII, 29) lo
recuerda cuando escribe: Dios creó al hombre recto, pero él mismo se enredó en
abundantes cuestiones.
Sin embargo, cuando el hombre regresó de su extraviada vía, cuando se arrepintió y vio
que su ídolo no era más que engaño, engendró a su imagen y semejanza a Set 6 . Éste
engendró a Enós. De este linaje nació Enok, que caminó en pos de Dios para conocerle y
comprenderle verdaderamente, como está escrito (Génesis V, 24): Y anduvo Enok con Dios.
El ciclo de las generaciones siguió su ciclo hasta llegar a Noé, décima generación a
partir de la del primer hombre. Noé, por su sabiduría y su saber hacer, conoció también a
Dios con un conocimiento perfecto, y por ello encontró gracia a los ojos del Señor, tal y
como lo declara la Escritura (Génesis VI, 8).
De entre los hijos de Noé, Sem, por ser el primogénito, fue el elegido para conocer al
Creador, comprenderlo y asumir la fe en Él. A su vez, Eber, que era de su linaje, adoptó su
vía y siguió sus pasos. Él fue elegido entre todos los hombres de su generación para ser
objeto de elección, en reputación y alabanza.
Gracias al conocimiento límpido, perfecto y sin falta, conocieron los preceptos
racionales y las prescripciones divinas, por medio de los cuales implantaron la vía derecha
y la rectitud. Instruyeron a la multitud para que marchara en pos de las vías del Señor hasta
que el desarrollo del ciclo de las generaciones desembocó, en la décima generación desde
Noé, en el hombre elegido desde el seno. Éste fue Abraham, que alcanzó un conocimiento
de Dios jamás alcanzado por los antiguos, y que conoció la realidad divina más allá de lo
que nadie la había conocido antes. Comenzó a invocar entre todas las naciones y todos los
reinos el nombre del Señor, Dios de eternidad, de lo que dan testimonio textos escriturarios
como: Él levantó un altar al Señor e invocó su nombre (Génesis XII, 8), y: Y plantó un
tamarisco en Bersabé, y desde él invocó al Señor, Dios de eternidad (Génesis XXI, 33).
Desde el principio de su camino se aferró con firmeza al atributo de gracia.
Entre sus hijos la elección recayó sobre nuestro padre Isaac: No te apenes a causa del
pequeño y de tu sierva... pues por Isaac una descendencia perpetuará tu nombre (Génesis
XXI, 12). Isaac tuvo su parte en el conocimiento del Creador, y a su vez enseñó a sus
contemporáneos a caminar en las vías de Dios: construyó allí un altar e invocó el nombre
del Señor. Él levantó allí su tienda (Génesis XXVI, 25). De entre todos los atributos,
adoptó para sí el del juicio.
Después tuvo lugar el nacimiento de Jacob, y con él apareció en el mundo la réplica de
la imagen del Santo, Bendito sea, que está grabada sobre el trono de gloria. Este patriarca
adoptó la vía intermedia entre el atributo de Gracia y el del juicio; sus vías fueron las de la
verdad y la acción pacífica7 .
Durante catorce años estudió en la casa de Eber. Recibió de Isaac y Abraham el
conocimiento del Creador y la gloria de la Presencia le fue revelada8 . Fue entonces cuando
descendieron los tres patriarcas montando el carro que cabalga por los antiguos cielos9 .
Observaron sin error la Torah, los preceptos y el culto, en virtud del conocimiento que
tenían de su Creador. La escritura da testimonio de ello: Como premio a la obediencia de
Abraham, que ha observado mis indicaciones, mis órdenes, mis preceptos y mis leyes
(Génesis, XXVI, 5).
Jacob engendró doce hijos justos y buenos, que conocieron al Creador bendito según la
ciencia que recibieron de su padre. Practicaron también ciertos mandatos en virtud del
conocimiento y de la concepción que tenían de su Creador. Así obró Judá al ordenar a
Onán: Dirígete hacia la mujer de tu hermano, cumple con ella tu deber de cuñado, y
suscita un descendiente para tu hermano (Génesis XXXVIII, 8).
Entonces, las circunstancias llevaron a Egipto a Jacob, su padre, después de que éste
hubo engendrado a aquéllos que darían nombre a las doce tribus, constituidas a imagen del
mundo celeste, tribus del Señor, testimonio para Israel. Los doce hijos de Jacob dieron
también descendencia, de modo que en el momento de partir hacia Egipto la familia de
Jacob contaba con setenta miembros.
Tras esta generación, la materia se hundió en Egipto en el seno de un pueblo sin
inteligencia, de hablar oscuro y con diversas lenguas. Los descendientes de Jacob adoptaron
para sí sus caminos y sus abominaciones, imitaron sus acciones e ignoraron el
conocimiento de Dios que sus antepasados habían recibido de sus antepasados y
predecesores.
Esta situación se mantuvo hasta que Dios les envió a Moisés, íntimo de su casa, su bien
amado, su llamado. Él se le manifestó en la zarza ardiente, en compañía de la Gloria y de la
Presencia10 , y le ordenó que diese a conocer a los israelitas que había llegado el tiempo en
el que el Padre misericordioso los liberaría de su prisión y de su lugar de arresto, pues había
visto su desgracia.
Y la primera respuesta que Moisés dio a Dios fue: He aquí que iré al encuentro de los
hijos de Israel y les diré: «El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros». Pero
ellos me preguntarán por su nombre y, ¿qué les responderé? (Éxodo III, 13). Ésa debió ser,
en efecto, la primera pregunta que hicieron los israelitas, pues aquí está el término de la
intención11 y el misterio de la fe. Al hacer la pregunta «¿cuál es su nombre?», Moisés
deseaba conocer cuál era su causa, y de qué manera su nombre estaba ligado a la Causa
Primera. Y desde ese reencuentro santo, recibió el conocimiento del Señor, el conocimiento
de los tres nombres de doce letras, nombres que simbolizan aspectos y entidades por
jerarquía creciente. Para confirmar la misión, el texto revelado explicita de nuevo: he aquí
los términos con los que te dirigirás a los hijos de Israel: Eheyé me ha enviado a vosotros.
Sin embargo el nombre de Eheyé ya no vuelve a ser citado en el versículo siguiente: Dios le
dijo aún a Moisés.... (Éxodo III, 15); la revelación comienza con el tetragrama y el texto
añade el pronombre demostrativo Tzeh12 , precisando: TZEH es mi nombre para siempre, y
Tzeh mi título de generación en generación. Y desde el mismo reencuentro Dios anuncia:
Cuando hayas llevado al pueblo fuera de Egipto, rendiréis culto a Dios sobre esta montaña
(Éxodo III, 12); y le prometió que el nombre del Señor se presentaría delante de ellos para
ver ojo con ojo su Gloria.
Y como algunos israelitas dudaron de la profecía de Moisés, con el fin de disipar esa
tiniebla y esa duda, Dios dirá más tarde: Yo vine hasta ti en la espesura de la nube para que
el pueblo supiese cuándo te hablaba, y para que creyesen también en ti para siempre
(Éxodo XIX, 9).
Y, en efecto, desde ese reencuentro santo, los israelitas vieron ojo con ojo la Gloria de la
Presencia; vislumbraron siete zonas de fuego desde que acudieron hacia el Señor y hacia su
generosidad. Cuando oyeron su voz, sus almas emprendieron el vuelo, y les sucedió lo que
les sucedió a los gentiles, como está escrito:¿(Sucedió alguna vez) que un pueblo oyese la
voz de Dios hablando desde el fuego, como tú le oíste, sin perder la vida? (Deuteronomio
IV, 33). Y: Te rendirán honores, Señor, todos los reyes de la tierra, pues han oído las
palabras de tu boca (Salmos CXXXVIII, 4).
En ese encuentro, Moisés, Aarón, Nadab, Abihu y los setenta Ancianos de Israel
aprendieron, por el conocimiento de la real y esencial gloria de Dios, lo que cada uno de
ellos era capaz de obtener en razón de su perfección y de su vigor espiritual. Estos hombres
ocuparon, con ese fin, distintos dominios por interioridad y grado jerárquico.
Fue a partir de ese conocimiento verdadero que fue donada la Torah. Ella procede de la
voz interior que se divide en setenta ramas a las que corresponden los setenta aspectos de la
Torah. Estos aspectos varían y se transforman en impuro y puro, en prohibido y lícito, en
ritualmente impropio y ritualmente propio, formando pares de contrarios.
Sólo valiéndose de esta multitud de aspectos puede comprenderse que el reptil sea a la
vez puro e impuro.
Fue en ese momento en el que los profetas que debían surgir en cada generación
recibieron su mensaje; fue también en ese momento en el que los sabios futuros, en su
grandeza, adquirieron los principios de su enseñanza y de sus divergentes opiniones. Dos
pasajes de la Escritura (Isaías XLVIII, 16 y Deuteronomio XV, 19) se pronuncian en este
sentido: Desde el principio, yo no hablé ocultamente, desde que fue manifestada, yo estuve
allí, y ahora el Señor Dios me envía con su espíritu. Y: Tales son las palabras que os
dirigió YHWH cuando estabais todos reunidos en la montaña; Él os habló desde en medio
del fuego, en medio de la nube y de las tinieblas, se oyó la Gran Voz, y no añadió nada
más.
Desde entonces hasta ahora ninguna generación en Israel ha sucedido a la precedente sin
haber recibido tradiciones de sabiduría, es decir, el conocimiento del Nombre, según el
orden de transmisión de la Ley oral.
En efecto, en el momento de su muerte, cuando las tradiciones de sabiduría se cerraron a
él, Moisés transmitió esta sabiduría a Josué: Josué, hijo de Nun, se llenó del espíritu de
sabiduría, pues Moisés le había impuesto las manos (Deuteronomio XXXIV, 9); Josué la
transmitió a los Ancianos. Ellos fueron la cabeza de la generación, los guías de Israel;
rezaron por el pueblo, y éste, por su parte, les obedeció y siguió sus ordenanzas: Israel
siguió al Señor durante toda la vida de Josué y durante toda la vida de los Ancianos que
sucedieron a Josué (Josué XXIV, 31). Los Ancianos la transmitieron a los profetas, y de
éstos pasó a los hombres de la Gran Sinagoga, Daniel, Hanania, Mishael, Azaria,
Mardoqueo, Zorobabel y Esdras. El último de ellos fue Simeón el Justo13 .
A continuación el paso del tiempo hizo depositarios de la sabiduría a los doctores de la
Mishna. Entre ellos se encuentra Rabí Judá el Santo14 , quien, en el momento de su muerte,
transmitió a su hijo Simeón las tradiciones de la sabiduría, Rabí Akiba y sus colegas, que
entraron en el Paraíso15 , Rabban Yohanan ben Zakkay y Rabí Eleazar ben Arak, que se
dedicaron a la interpretación de la visión del carro y a quienes un ángel les donó la réplica
de lo alto del cielo.
Pero la casa de nuestro Dios fue destruida, y desde entonces, la pobreza corroe a los
sabios, ya no existen personalidades resplandecientes, los hombres activos han
desaparecido, el exilio cada vez se siente con más pesadez, las desgracias son continuas y
se repiten constantemente; ya no hay maestro del saber ni intérpretes de la doctrina. Al
perderse la sabiduría, la Ley se pierde con ella, nadie conoce su interpretación ni sus
detalles, el sentido implícito ni los motivos de sus preceptos; sin embargo es sabido el
estrecho lazo y la unión inseparable entre la sabiduría y los motivos latentes de las
disposiciones de la Torah y de la tradición rabínica, y nadie ignora que muchos de los
pasajes de las Escrituras santas tienen su fundamento en ella.
Llegaron aquellos comentaristas que no comprenden nada de nada, que no saben de qué
lado inclinarse, que transforman las palabras santas en palabras vulgares, que descubren
lagunas en la Escritura, que suprimen y añaden, que pretenden adjuntar a los pasajes
enunciados bajo la inspiración del Espíritu Santo cosas que no conviene admitir en el
pensamiento, y aún menos enunciarlas y, por más fuerte razón, ponerlas por escrito. A este
sujeto evoco la sentencia del profeta (Jeremías XXIII, 36): Vosotros pervertís las palabras
del Dios viviente, el señor de los ejércitos, nuestro Dios. A causa de la interrupción de dos
cosas en Israel, el profeta se lamentó, turbado y aterrado (II Crónicas XV, 3): Muchos serán
los días que se sucederán en Israel sin verdadero Dios, y sin Ley. Sin verdadero Dios,
interrupción del conocimiento del Nombre, sin Ley, porque de esta funesta causa, la
consecuencia es que los motivos y los misterios de la Torah ya no volverán a ser aclarados
por ellos. Y lo que ha sido anunciado para los textos de la Ley y de los profetas se ha dado
también en las enseñanzas de nuestros doctores, que han hablado de esta ciencia en
parábolas y enigmas en los Midrashim y las Agadot, a causa de la singularidad y el carácter
abstruso de las doctrinas en cuestión.
Ellos las dispersaron y las ocultaron en el conjunto de sus enseñanzas con la finalidad
de borrar las señales. El lector precipitado no las percibe y las toma en el sentido literal, sin
meditar el significado esotérico de sus elementos. Irreflexivamente, sin inteligencia ni
discernimiento, no se cuestiona cómo es posible que tales sabios pongan por escrito cosas
parecidas a no ser que tales cosas recelen un tesoro precioso.
Durante muchos años fui un testigo silencioso de esta situación, hasta que alcancé el
quincuagésimo primer año de mi vida, momento en el que noté mi declinación y sentí
próxima la vejez. Entonces me propuse explicar uno de los veinticuatro libros de la
Escritura, aquél de entre todos que contiene los mayores misterios y los secretos más
preciosos y venerables, y del que los comentaristas han dejado pasar el recuerdo alterando
su estatura y su belleza: el libro del Cantar de los Cantares. Lo he hecho en la medida de
mis fuerzas y según la tradición que recibí de mis maestros; lo he embellecido con los
motivos de los preceptos y lo he ilustrado con los misterios de la Obra del Principio.
He observado que los comentaristas del libro se dividen en tres grupos16 , y cada uno
sostiene una tesis general. El primero, totalmente desprovisto de inteligencia y con gran
malicia, afirma que el Cantar no son sino palabras de amor profano, palabras frívolas y sin
utilidad. ¡Que su boca sea cerrada, que sus ojos se pudran! Si fuera como ellos dicen, este
libro no habría sido inscrito entre las Escrituras santas y no sería contado entre ellas.
El segundo grupo representa el amor que muestra el Creador, que es llamado Dios de
toda la tierra, hacia Israel, su pueblo elegido y parte de su heredad, comparándolo con el
amor experimentado por el amante hacia el objeto de su pasión y por el hombre hacia su
compañera amada. Los que mantienen esta opinión han organizado toda su exégesis
alrededor de esta idea.
Al tercer grupo pertenecen los que son admitidos cerca de la Presencia, que tienen parte
y porción en la Ley de Dios, a saber, los sabios de Israel: por la vía de la sabiduría y bajo la
moción del saber, han descubierto los misterios y los secretos del libro; ellos han producido
en el gran día los arcanos y han condensado toda su interpretación en una breve regla
general. Así, enseñan en el tratado de Shebu’ot (35b): «Cada vez que el nombre de
Salomón es pronunciado en el Cantar de los Cantares, se trata de un nombre divino, con
una sola excepción (VIII, 12): Que los mil siclos sean para ti, Salomón.»
Y en el tratado de Sanhedrín (101 a), declaran: «Todo hombre que al recitar, aunque sea
uno sólo de los versículos del Cantar, hace de él una suerte de canción, suscita la desgracia
sobre el universo».
Y también en el tratado de Yadaim (capítulo III), Rabí Akiba proclama: «El universo
entero no vale lo que el día en el que el Cantar de los Cantares fue dado a Israel, pues todos
los hagiógrafos son santidad, pero el Cantar de los Cantares es santidad de santidades».
He aquí porque he emprendido esta tarea comprometiendo en ella mi vida y mi
pensamiento, con la intención de poner al día el significado del libro mediante un
comentario simbólico, usando un método que se inspira en la regla general que nuestros
doctores nos han legado; he fundado mi comentario en los pilares de sus dichos y lo he
establecido sobre las bases del Midrash. Los inteligentes comprenderán.
Debo hacer tres observaciones preliminares a fin de instruirte y aclarar tu inteligencia.
El rey Salomón compuso este libro en su vejez bajo la dirección del Espíritu Santo. Él le
da a Dios su propio nombre17 , y en el mismo orden de ideas, vemos que Dios es llamado
Paz (Jueces VI, 24): él nombró a YHWH Paz. Este nombre tenía dos usos, uno manifiesto y
el otro oculto, pues gracias a él, el autor sagrado previó todas las cosas por venir y, en
particular, la construcción de los dos templos y de los exilios.
Sin embargo, no hace una mención expresa del exilio, pues este tema no conviene al
género poético. Comienza su obra con maravillosas imágenes y con verdades prodigiosas.
Evoca la edificación del trono del Santo, bendito sea, su aspecto, su factura, su estatura, su
estructura, el número de peldaños; recuerda todos los acontecimientos acaecidos desde la
salida de Egipto, a partir de la cual Israel fue llamado pueblo del Señor y el nombre del
Santo, bendito sea, se acercó particularmente a su nación elegida, hasta el séptimo milenio,
que será «el día de absoluto reposo y el sabath para la vida eterna». Al final del libro, el
autor indica, por otra parte y con palabras ocultas, el final del exilio actual, y da a entender
que los israelitas perseverarán en su Ley y permanecerán firmes en su fe, incluso si llegan a
cometer pecados bajo la violencia de la opresión y por las persecuciones.
El autor comienza su discurso con las palabras «Cantar de los Cantares». La poesía
habla en parábolas, pues la parábola encierra una parte esencial que el comentarista debe
dilucidar y determinar con precisión, así como discernir los trazos que están allí únicamente
para asegurar la cohesión y para su ornato.
Para ilustrar esta regla pongo mi atención sobre un versículo del libro: Que me bese con
los besos de su boca (Cant. I, 2).
El «besar» es la adhesión18 del alma, tal y como lo explicaremos más adelante; «de su
boca» no tiene nada que ver con este tema, pero a partir del momento que el autor ha
figurado la adhesión del alma a través del acto de besar, que se da por la boca, debe
adjuntar el complemento «de su boca», a fin de dar cohesión al discurso. La prioridad de
esta explicación se debe a un sabio de nuestra generación.
También encontramos en este libro parábolas en las que los detalles no son susceptibles
de ninguna explicación particular. Así (II, 12): las flores han despuntado en nuestra tierra,
el tiempo del canto ha llegado y la voz de la tórtola se extiende por toda la tierra.
En este texto no nos incumbe escrutar todos los detalles, basta explicar que éstos
expresan en un estilo rico e imaginativo la magnificencia del periodo de liberación que
sucederá al exilio cuando éste termine. Lo mismo sucede con textos como VII, 3: tu vientre,
un montículo de trigo, o en IV, 5: tus dos senos, dos gamos; a partir del momento que
posees por saber y por tradición las ideas generales, no debes preocuparte por sus detalles.
Por un gran esfuerzo mental no lograrás sino perderte en vanos discursos y exponerte a
numerosos tropiezos. Déjate penetrar por esta recomendación.
Este libro encierra un cierto número de términos que ninguna otra atestación escrituraria
permite interpretar; y son precisamente aquéllos sobre los cuales toda la doctrina del libro
está fundada.
La explicación de una parte de ellos la tenemos por tradición; otras exégesis las
encontramos dispersas en las Agadot y los Midrashim, entre las palabras de los sabios, esos
maestros comparables a profundas cisternas que no dejan que se pierda ni una sola gota; sus
palabras son puro fruto interior sin corteza. Esto es lo que sucede con estas palabras: las
maderas del Líbano (III, 9), como el perfume del Líbano (IV, 8), arroyos que descienden
del Líbano (IV, 15), ya que sabemos por tradición que el Líbano es la Sabiduría19 . Y ésta es
también la intención de nuestros sabios cuando explican las maderas del Líbano «por el
consejo de la Torah dilucidada gracias a sus discusiones». El traductor arameo trata de lo
mismo cuando cambia esta buena montaña del Líbano (Deuteronomio III, 25) por «esta
buena montaña y el Santuario».
Hay una segunda serie de expresiones en las que figura la palabra «vino»: tus amores
son mejores que el vino (I, 2); me ha introducido en la estancia del vino (II, 4); qué bellos
son tus amores... más que el vino (IV, 10); te daré a beber de un vino aromático (VIII, 2);
igualmente hemos recibido por tradición que simbolizan a la Sabiduría. Y nosotros
constatamos que el valor numérico de las letras que constituyen la palabra yayin (vino) es
de setenta, alusión mística a los setenta nombres que proceden de la sabiduría. El valor
numérico de las letras que forman el nombre de esta última (hokmah) es de setenta y tres;
en cuanto al tres, su raíz es sobradamente conocida. Todo lo que acabamos de decir nos
sirve como sostén y apoyo de esta verdad, además de la confirmación que recibe de la
tradición. Hay una tercera serie de versículos en los que figura la palabra «aroma»: los más
finos aromas (IV, 14); jardines perfumados (V, 13); más que todos los aromas (IV, 10);
que él destile sus perfumes (IV, 16); sobre las montañas embalsamadas (VIII, 14). Todas
estas expresiones simbolizan a la Sabiduría, pues ella es el comienzo de la palabra, y en ella
tiene su inicio la efusión de los olores.
En algunos textos aparece la palabra «manzana»: como el manzano entre los árboles de
un huerto (II, 3); el perfume de tu aliento es como el de las manzanas (VII, 9);
reconfortadme con manzanas (II, 5); bajo el manzano te desperté (VIII, 5). Por tradición
sabemos que «manzana» simboliza la Gloria de la Presencia por sus diversos colores:
amarillo, rojo y blanco, como el aspecto del arco que se forma en la nube un día de lluvia
(Ezequiel I, 28); «manzanas» (en plural) simboliza a los dos querubines.
Esto es conforme a la enseñanza de nuestros sabios en el tratado del Sabath: «Rab
Yehudá dijo: como el aroma del campo (Génesis XXVII, 27), como el olor exhalado por un
huerto sembrado de manzanos». Citemos aún los textos en los que se trata del «lis»: él
apacienta su ganado entre las flores de lis (II, 16); envuelto de lis (VII, 3); los lirios de los
valles (II, 1); para recoger lirios (VI, 2). Sabemos por tradición que esta flor se llama
vulgarmente azucena, y que sus seis pétalos son símbolo de las «seis extremidades»20.
Recordemos finalmente algunos textos en los que está en cuestión el «jardín»: para
apacentar a su ganado en los jardines (VI, 2); tú que habitas los jardines (VIII, 13); raíz
que fecunda los jardines (IV, 15); jardín bien cerrado (IV, 12); éstos simbolizan la
Presencia, tal y como explicaremos más adelante.
El autor habla aquí de cuatro metales cuya materia mineral se encuentra en la tierra. Se
corresponden, en el hombre, con los cuatro elementos: la bilis blanca, la bilis roja, la bilis
negra y la bilis amarilla. Asimismo, en toda cosa viviente, sensible o no sensible, se
encuentran cuatro elementos que obtienen la vida de los elementos espirituales primordiales
incluidos en las diez sefirot; estos elementos espirituales son los ancestros de todos los
seres derivados.
Después de hablar de los cuatro elementos del mundo inferior, plata, oro, hierro y cobre,
el autor sagrado indica por alusión simbólica los elementos primordiales, precisando que
tienen una «mina»; lo que en ella hay, lo enseña en el versículo siguiente: (vs. 3)
Él ha puesto un término a la oscuridad.
Es sabido que la oscuridad es no-ser; hablando de ella no se puede emplear de ninguna
manera el verbo rjy, sino tan sólo el verbo hrb22 . La creación designada por este último
verbo significa que en la oscuridad, que no tiene término ni fin, Dios ha deshecho una
unión y ha dado lugar a una emanación23 , y por su palabra ha puesto un término a la
oscuridad, es decir, Él trazó un límite en la oscuridad, le dio un término y le puso un punto
final, como lo precisa la continuación del versículo: y él determina toda dimensión. Esto
viene a decir que a cada atributo y a cada entidad que subsiste en la potencia del no-ser del
que se trata, Dios le da una determinación. En otras palabras: después de hacer pasar a cada
uno de ellos de la potencia al acto, Dios obra para el atributo así actualizado, y opera las
dimensiones y los receptáculos que son determinación y límite. He aquí por qué cuando
habla de la oscuridad, la Escritura emplea el verbo hrb (Isaías XLV, 7): yo formo (yotzer) la
luz y creo (bore’) la oscuridad. Otro versículo de Job (XII, 22) testifica en el mismo
sentido: Él manifiesta las profundidades a partir de la oscuridad y hace que la luz salga de
la sombra profunda. «Oscuridad» y «sombra profunda» son los apelativos del no-ser en la
potencia del cual se halla la luz. Esto es lo que indica el final del versículo 3 de nuestro
capítulo: piedra, oscuridad y sombra profunda. El autor llama «piedra» al edificio
construido con las letras que había antes de la creación en la potencia del no-ser, el cual es
«oscuridad» y «sombra profunda». Comprende esto, pues se trata de un gran principio.
El autor sagrado da el nombre de «tierra» al lugar del comienzo de la palabra y del vuelo
de la voluntad; de aquí procede la causa y subsistencia de todas las cosas, la fuente de la
vida, sus influjos24 y la satisfacción de las necesidades de todos los seres, los superiores y
los inferiores.
Este tipo de frases simbolizan el maravilloso esplendor y la luz traslúcida que no admite
ninguna similitud ni comparación.
Ésta es la cantera de la que son extraídas las piedras santas, a saber, las veintidós letras,
cada una de las cuales es un objeto que sirve como precioso vaso; el santuario es tallado,
una torre fuerte bastida y construida, el justo se confía a ella y se vuelve inaccesible.
(vs. 8) Sendero ignorado por el ave de rapiña
Por sendero el autor entiende los treinta y dos caminos, que él califica como
desconocidos porque, al principio, estaban cerrados y sellados, ignorados incluso por los
ángeles de servicio, y ningún ojo los pudo contemplar hasta que llegó el tiempo de la
Voluntad25 .
El autor compara a la sabiduría con una dura roca, a causa de los senderos ocultos en
ella. Y compara este profundo misterio a una cosa celada en un lugar de difícil acceso del
que no puede ser extraída si no es llegando hasta su zona más profunda.
Las entidades emanadas el primer día constituyeron una unión en el seno de la cual diez
cosas estaban mezcladas: cielos y tierra, tohu y bohu, luz y tinieblas, viento y agua, medida
del día y medida de la noche. Esto es lo que indica
Después de que estas diez cosas26 fueron unánimemente emanadas, el universo fue
«aguas en las aguas», el Creador detuvo estos ríos e hizo la separación de las aguas con las
aguas por la palabra (Génesis I, 6): que haya un firmamento.
La palabra empleada por el texto significa «su orden»; es decir, el hombre no sabe poner
en orden sus entidades y es incapaz de conocer sus estructuras, tal y como está escrito
(Isaías XLIV, 7): ¿Quién puede compararse a mí? Que hable y fije el orden de aquello que
yo he instaurado desde el principio.
Y la Sabiduría de la que ella procede... se oculta a los ojos de todo ser viviente
a aquéllos cuya vida es eterna.
Por medio de la contemplación que ha llevado hasta su término, da forma a lo que debe
tener forma y tiene lugar la emanación de los cuatro elementos primordiales.
La miró con Pensamiento puro, como un hombre que empieza a evaluar en su corazón
la obra y comienza, acto seguido, a realizarla y ocuparse en ella; a este respecto, nuestros
sabios han dicho: el pensamiento de los justos lo ha precedido todo, y según las formas que
se encontraban en él, hizo las formas en el conjunto que emanó a partir de él,
(...) y lo contó
Este verbo evoca las tres entidades nombradas al principio del Libro de la Creación, que
son sabiduría, inteligencia y saber.
(...) Y lo delimitó
Hizo una suerte de medidas con límite y término, aunque en función de su principio no
tenía limite.
El atributo de generosidad del Santo, bendito sea. Todas las cosas toman su existencia,
proceden y emanan del esplendor de la Sabiduría, y reciben de ella la bendición,
constantemente y sin interrupción27 . Derivadas de ella y teniendo en ella el fondo de su
subsistencia, todas las cosas no tienen sino un deseo, y no aspiran sino a elevarse y penetrar
en las habitaciones íntimas del santuario, a extraer el agua de las fuentes de la Sabiduría; y
todo ello conforme a lo que precisaremos en el cuerpo del comentario.
Tras estas tres observaciones preliminares, emprendo la explicación del libro con la
ayuda de Dios.
COMENTARIO
Himno delicioso, el más elegante de los cantos, discurso límpido, palabra poderosa; el
Trono de Gloria lo modula, un día comunica al otro la palabra28 ; se mantiene en una
plegaria perfectamente ordenada, formulada en un lenguaje irreprochable, totalmente
regulada y bien asentada,
de Salomón
nombre del Santo, bendito sea, como está escrito (Jueces VI, 24): Él le llamó Señor, Paz,
esto es lo que tenían en mente nuestros sabios al acompañar el versículo de esta glosa:
«cantar que el Santo29 , bendito sea, recita cada día».
Por la virtud de la luz que, en su abundancia, me cubre, luz que procede del «vino», es
decir, de la Sabiduría, conozco la eminencia de la Luz Suprema, y toda la intención y
voluntad de elevarse y conjuntarse34 .
La palabra tobim significa la expansión y la multiplicación de la luz resplandeciente que
se esparce y proyecta por todas partes, tal como está dicho (Éxodo XXX, 7): cuando
enciende las lámparas, según la interpretación dada por la versión aramea, y es también
esto lo que sugiere otro texto (Génesis I, 4): Dios vio que la luz resplandecía.
Tu nombre es como el aceite exquisito que se vierte de un vaso a otro. En efecto, de los
setenta nombres emanan de las siete sefirot que comprenden Tiferet y Atarah36 , en
intención de la nación única, Israel. Esta nación recibe el influjo de la parte esencial del
árbol, parte constituida por dichas sefirot, el todo por la unión del todo, y el buen olor se
expande hasta lo lejos.
Así tu nombre se multiplica y se expande, como una luz pura y resplandeciente, en el
interior de la Presencia que está integrada y sellada por el todo, siendo su suma, con ella
incluida, de setenta y dos.
La Gloria dice: que sea esta tu voluntad, que yo me eleve hacia ti; «corramos» significa
que por la elevación a través de la línea media, las ramas se elevan en su conjunto; y
cuando aquélla recibe crecimiento de bendición, todas las expansiones son benditas;
insistiremos sobre este punto en lo que sigue.
su voluntad es que me eleve y penetre en sus aposentos por la vía de sus «senderos», que
son treinta y dos37 . Y una vez haya entrado en ellos, Tú serás nuestra exultación y nuestro
gozo: el gozo es el crecimiento del Espíritu Santo que contiene los setenta y dos nombres
del Santo, bendito sea.
Disfrutaremos de tus amores más que del vino
El verbo empleado aquí significa lo mismo que azkara38 : el deleite que experimenta el
alma y el gozo que procura el olor.
Palabras de la Presencia que bajó a Egipto con el patriarca Jacob (Génesis XLVI, 4): Soy
yo el que descenderá contigo a Egipto y el que inició el exilio de Israel. Nuestros sabios lo
enseñan en Megilla 29a: «Cuando se exiliaron a Egipto, la Presencia estaba con ellos, como
está escrito (I Samuel II, 27): ¿acaso no acompañé en el exilio a la familia de tus
antepasados cuando se encontraban en Egipto?»
La Presencia, pues, se lamenta, deplora estar en el exilio y caminar sombría entre las
potencias angélicas encargadas de las naciones.
Se lamenta: soy negra y oscura por el exilio, y si no soy bella como los tapices de
Salomón, -que es el nombre del Santo, bendito sea-, es decir, como (Éxodo XXIV, 10) el
mismo cielo en su pureza y, en el mismo orden de ideas (Salmos CIV, 2): Él extiende el
cielo como un manto.
(I, 6) No me miréis
no me despreciéis por mi rostro oscuro, pues estoy quemada por el sol. Ella quiere decir:
yo habito con mis hijos, que están sujetos a los esfuerzos y labores diversas del campo.
«Madre» simboliza el espíritu del Dios viviente del que todo surge. «Los hijos de mi
madre», es decir, las potencias que se expanden por debajo de su nivel, los príncipes
angélicos encargados de las naciones se han levantado contra mí y en su cólera me han
expulsado de mi lugar40 . En este sentido los sabios enseñan: «jamás una nación cae si su
príncipe angélico no cae antes, pues está escrito (Isaías, XXIV, 21): El Señor castigará al
ejército de lo alto y a los reyes de aquí abajo y (Isaías XIV; 12): ¡Cómo has caído de los
cielos, astro de la mañana, hijo de la aurora, cómo has sido tirado por los suelos, tú que
fuiste la ruina de las naciones!, y (Isaías XXXIV, 5): Porque mi espada se embriaga en los
cielos, por ello se bate contra Edom.»
muéstrame tu lugar para que yo vaya hacia él, ven hacia mí como en los tiempos pasados y
que mis hijos regresen a su antiguo estado;
Porque yo no soy como aquélla que se esconde entre los rebaños de tus compañeros.
¿Hasta cuándo quieres que me mezcle con las otras naciones, que son los rebaños de tus
compañeros? La preposición empleada en este versículo sugiere que la línea media se eleva
por encima de todo.
(I, 8) Si lo ignoras, ¡oh, la más bella de las mujeres!, sigue las huellas del rebaño, y lleva a
apacentar tus cabritos cerca de las cabañas de los pastores.
Palabras de la Gloria: alusión simbólica al faraón que con sus carros y su caballería
persiguió a los israelitas, que estaban acompañados por la Gloria y por la Presencia de su
majestad.
...yo te comparo con mi amada.
Los israelitas contemplaron en el paso del Mar Rojo a la Presencia: como un hombre que
evoca a otro con su espíritu y cuando finalmente lo percibe exclama: es él, uno tal como él;
de este modo los israelitas contemplaron la Presencia y la evocaron, exclamando (Éxodo
XV, 2): Es Él, mi Dios, y yo le glorifico.
(I, 10) Lindas son tus mejillas entre los pendientes, y tu cuello entre los collares.
Este texto simboliza a la Presencia saliendo del exilio; entonces es como la esposa que
entra en la cámara nupcial. Pendientes y collares son los adornos femeninos y las galas
nupciales.
Sentido simbólico: por la Presencia serán concedidas la Ley escrita y la Ley oral 43 ,
simbolizadas ésta por el oro y aquélla por la plata, según queda probado por el versículo
(Salmos CXIX, 72): más querida me es la Ley de tu boca que miles de piezas de oro y
plata.
La Escritura también las simboliza por el «vino», la «leche» y la «miel»: venid y
comprad, sin pagarlos, vino y leche (Isaías LV, 1) y (Cant. IV, 11) la leche y la miel están
bajo tu lengua, es decir, que en todas estas materias, el aspecto y la apariencia son «agua
surgida del soplo» y «fuego surgido del agua»44 . Y puesto que el rojo está más cerca de
nosotros, el versículo que hemos comentado del Cantar, habla antes del metal rojo, mientras
que el Santo, bendito sea, empieza por el blanco (Pinha II, 8): a mí la plata, a mí el oro.
Glóbulos de plata. La Ley oral emana de la Ley escrita y subsiste gracias a ella, del
mismo modo que el cuerpo subsiste gracias al aliento vital. Por ello, el autor sagrado ha
simbolizado la Ley escrita por el punto, pues los puntos tienen el mismo sentido en relación
a las letras que el aliento vital en relación al cuerpo45 . Esto es lo que enseñan nuestros
doctores: «en el cuerpo del hombre».
Las dos leyes fueron donadas por el ministerio de la Presencia. Esto es lo que enseñan
nuestros doctores en el Midrash sobre los Salmos en el Salmo LXVIII, 12: El Señor
profiere una palabra; sus mensajes se dirigen a una inmensa multitud.
La palabra salió y se dividió en siete voces, y las siete voces en setenta lenguas. Rabí
Josué ben Leví46 ha ilustrado el versículo con una comparación: así como un hombre forja
el hierro sobre el yunque y las chispas se esparcen por todas partes, así sucedió con
aquellos mensajes anunciados a una inmensa multitud.
De todo esto se deduce que la voz interna no se dividió y no fue audible hasta el final, es
decir, hasta la décima sefirah. El versículo siguiente (Ibid., versículo 13) es abundante en
este sentido: los reyes de los ejércitos se dispersan por todas partes mientras que la bella,
en su morada, reparte el botín.
En este contexto conviene considerar el texto del tratado de Berakot 6a, en el que
nuestros doctores hablan de las voces que se oyeron después de la revelación del Sinaí: el
invitado a una comida nupcial que no alegra al desposado, comete una transgresión contra
las cinco voces: Voz de júbilo, voz de alegría, voz de desposado, voz de desposada, voz de
aquéllos que claman: dad las gracias al Señor47 ; si, por el contrario, lo hace, ¿cuál será su
recompensa? Entonces será merecedor de la Torah que fue dada por las cinco voces, tal y
como está escrito: En el tercer día, al despuntar la mañana, se oyeron voces...voces de
corneta...la voz de corneta se iba intensificando... Dios respondió mediante voz. Por ello
está escrito: Todo el pueblo vio las voces. Se trata de las mismas voces que se oyeron en el
discurso que precedió a la proclamación de las Diez Palabras48 .
Se trata pues aquí de cinco voces, mientras que en el Salmo XXIX vemos que David
habla de siete voces, y nuestros doctores enseñan también que la Palabra, cuando se hizo
oír, se dividió en siete voces. En la Mekiltá se da aún una opinión distinta: Si escuchas
atentamente la voz del Señor tu Dios (Éxodo XV, 26), se trata de las Diez Palabras que
fueron dichas al oído por tu boca mediante Diez Voces.
Agudiza el oído, escucha mis palabras para que las enseñanzas de los sabios
permanezcan firmemente establecidas.
Por ellas Moisés y todos los israelitas tuvieron experiencia y visión directa durante la
teofanía del Sinaí, y fueron sólo «cinco voces». Rabí Helbo se valió de este hecho para
resolver del modo en que lo hizo la objeción al pasaje: y todo el pueblo vio las voces,
replicando: «se trata de las mismas voces que antes»; estas cinco voces forman un todo.
Es cierto que Moisés, nuestro maestro, solicitó una experiencia aún más elevada, pero no
fue atendido49 . Además, estas cinco voces integran en ellas las «siete extremidades»
espaciales de las que proceden los setenta nombres, cada uno de los cuales rige a una de las
setenta naciones, y a este nombre se une como septuagésima primera la «voz intrínseca»
que permite la subsistencia del todo. Es esta «voz intrínseca» la que, una vez proferida, fue
repartida entre las setenta naciones, de manera que cada una de ellas fue capaz de oír la
Palabra.
En este sentido dice la Escritura (Deuteronomio V, 19): Una gran voz, nada más. Los
doctores han comparado el todo al martillo, cuya fuerza, en el momento de golpear, es
única, pero hace estallar la piedra en múltiples fragmentos.
Así pues, las voces son cinco en total, sin embargo, desmenuzadas, dan un total de siete,
a excepción de la «voz intrínseca» que corresponde a la nación única; el texto citado del
Deuteronomio se remite a esta voz. Finalmente, quien admite «diez voces» toma el total
superior, es decir, las diez sefirot. El todo sigue una única vía, el todo fue dado por un
pastor único.
El saquito de mirra simboliza las fuerzas intrínsecas latentes en la Gloria, mientras que
mi amado es para mí
en Gaddi
(I, 17) Las vigas de nuestra casa son de cedro, y los travesaños de ciprés.
Las vigas de la morada eran de madera de shitim50 , pero el cedro da una madera de la
misma especie, tal y como se deduce de su yuxtaposición en Isaías XLI, 19. Mediante la
palabra rahit51 , el autor designa simbólicamente los «travesaños», pues éstos atraviesan la
morada de un extremo a otro, figurando con todo ello el tema de la conjunción, de la
intimidad y del tiempo de los amores.
Nuestros doctores enseñan (Shir ha-Shirim Zuta 11b): «La llanura de Sarón lleva este
nombre porque canta la alabanza de Aquél que creó el universo. El «lirio» es llamado en
lengua vulgar «azucena», y presenta seis hojas, del mismo modo la Presencia unió en ella
«seis extremidades»52 .
En cuanto a la Gloria, el texto sagrado la compara con la manzana, la cual puede mostrar
varios colores. Las expresiones «entre los abrojos» y «entre los árboles del huerto»,
simbolizan toda la línea media53 , que ocupa una posición central entre las sefirot inferiores,
y ninguna fructifica sin ella, pues de ella reciben todas el influjo. Yo me senté a su sombra,
dice la Presencia: la Gloria, mi causa eficiente y final, me mantiene en el ser. Su fruto... las
almas son el fruto del Santo, bendito sea. Esta verdad la sugieren textos como Oseas XIV,
9: Por mí existe tu fruto o (Salmos XCVII, 11) luz es sembrada para el justo y en
Eclesiastés XI, 7: dulce es la luz.
Los «pasteles» simbolizan el gran deleite. Según la palabra aquí empleada, se hace
alusión a aquellas cosas que son los fundamentos de arriba y de abajo. Las «manzanas» son
los dos querubines entre los que estoy emplazado recibiendo el influjo de ambos. «Enfermo
de amor»: el mal de amor es la intensidad del placer del corazón y del desfallecimiento del
alma.
La Gloria no ha sido satisfecha en ninguno de los lugares por los que sucesivamente ha
pasado, la zarza, el Sinaí, la tienda del reencuentro, hasta el momento en el que estableció
como domicilio suyo un habitáculo artesonado de cedro: una morada en la que resides por
siempre, ha venido a vivir al Templo, en el muro occidental54 , lugar que, desde nuestros
doctores, jamás ha sido abandonado por la Presencia, tal y como está escrito: «ved cómo
permanece detrás del muro». Desde allí ella «mira» y observa al género humano.
«Levántate», deja tu lugar y corre por el campo. La expresión que encontramos más lejos
(versículo 14): muéstrame tu rostro, simboliza la misma verdad, que nuestros doctores han
formulado (Meguilá 29a) comentando el versículo de Deuteronomio XXX, 3: el Señor, tu
Dios, volverá con tu cautividad: «No se dice hará volver sino volverá; esto nos enseña que
la Presencia ha vuelto del exilio con ellos». La misma enseñanza surge aun de una
particularidad ortográfica en dos versículos (Jeremías XXXI, 20): señala bien el camino, el
sendero por el que has andado, regresa virgen de Israel... y (Miqueas IV, 10): Hija de
Sión, saldrás ahora de la ciudad y permanecerás bajo el cielo raso.
Mientras la Presencia resida en el exilio con sus hijos, como lo enseñan nuestros
doctores en el tratado de Pesahim 118b, al comentar el versículo de Salmos CXIII, 9: hizo
que la mujer estéril morase en una casa como feliz madre de familia; «la comunidad de
Israel habla así delante del Santo, bendito sea: mis hijos me han convertido en una comadreja
que mora por los rincones de las casas».
(II, 16) Mi amado es para mí, yo soy de mi amado,él, que apacienta su ganado entre los
lirios.
Él gobierna el mundo a través de seis cosas, las seis direcciones, arquetipos de todos los
seres derivados.
(II, 17) Antes de que sople la brisa del día y de que que huyan las sombras, vuelve amado
mío, regresa como la gacela, como el cervatillo, sobre las montañas de la separación.
Antes de que sople la brisa del día, la iniquidad del amorreo habrá alcanzado su cumbre
por su fuerza y su potencia guerrera. «Antes de que huyan las sombras» significa, según
una interpretación dada por nuestros doctores en Cantar Rabba, «los príncipes celestes y los
ángeles de las naciones». Mediante esta exégesis queda también debidamente aclarado el
versículo de Números XIV, 9: su sombra protectora se ha alejado de ellos, su príncipe
celeste ha caído, tal y como ha sido explicado por nosotros en (II, 3) me senté bajo su
sombra, tan deseada. Y Regresa... deténte, pues hasta ahora te mantuviste errante entre las
montañas y las colinas, en tiendas y moradas provisionales.
«Las patrullas que rondaban...», Moisés y Aarón, quienes aseguraron el servicio del
santuario, tal y como está escrito (Números XVIII, 7): Tú y tus hijos ejerceréis el
sacerdocio en todo lo que concierne al altar... A ellos es a quienes interrogo: «¿habéis
visto al amado de mi alma?»
(III, 5) Yo os conjuro...
Puesto que ahora estoy rodeada de honores y soy respetada, guardaos de pecar, para no
ser la causa de la marcha de la Gloria.
«El rey Salomón», señor de paz. «Con la diadema con la que su madre le coronó»; todo
el edificio se eleva en comunión y unión hasta el infinito, sin que la huida del Espíritu
Santo turbe la harmonía. La corona significa el influjo de la bendición y el crecimiento del
Espíritu Santo nacido del Espíritu del Dios vivo, cuyo nombre es «madre».
En el Midrash sobre los Proverbios (XXIII, 25) leemos: «Tu padre y tu madre serán
dichosos, y la que te ha dado a luz resplandecerá de alegría. Rabí Akiba glosa: incluso el
Santo, bendito sea, y la Sabiduría entrarán en júbilo, pues está escrito: tu padre y tu madre
serán dichosos; tu padre es el Santo, bendito sea, tu madre es la sabiduría, como está
escrito (Proverbios II, 3): a la inteligencia le llamarás Madre».
Por esta razón la bendición y la santidad que proceden de la nada del Pensamiento son
llamados «corona» y «diadema». Nuestros doctores lo enseñan en el Midrash sobre los
Salmos: «El ángel encargado de la oración espera hasta que la última asamblea litúrgica de
Israel haya finalizado su oficio. A continuación, con todas las oraciones hace una corona
para la cabeza del Santo, bendito sea, bendición sobre la cabeza del justo (Proverbios X, 6),
el viviente de las eternidades».
He aquí el motivo por el cual la institución litúrgica prescribe inserir en las alabanzas
que preceden a la recitación del «Escucha Israel», las fórmulas del triple Sanctus y Bendita
la Gloria del Señor en su morada, que de este modo se encuentran en vecindad con la
recitación del «Escucha Israel», que es la profesión de la unidad, mientras que el «Gran
Sanctus» contiene institucionalmente a las tres, pues todas ellas entran en el marco de la
profesión de la unidad.
Por otra parte, puesto que las diez sefirot se encuentran integradas en las tres que son
Sabiduría, Inteligencia y Ciencia, la liturgia contempla tres Sanctus con el fin de
unificarlas. Así, en los Capítulos de Rabí Eliezer (III hasta final) leemos: «El universo fue
creado por diez verbos, pero Dios lo ha integrado en tres, tal y como está escrito
(Proverbios III, 19-20): El Señor ha fundado la tierra con la Sabiduría; ha establecido los
cielos con la Inteligencia; con su ciencia fueron surcados los abismos y las nubes destilan
rocío.
Durante el tiempo en el que cese el dominio de los gentiles, el sentido del primer verso
lo hemos explicado antes, permaneceré en «la montaña de la mirra», es decir, en Jerusalén
(2 Crónicas III, 1): Jerusalén sobre el monte Moria, y sobre «la colina del incienso», la
montaña de Sión.
Jerusalén es comparada con la mirra, que es roja, símbolo del atributo de la justicia,
ciudad (Isaías I, 21) en la que habita la justicia, mientras que la montaña de Sión es
significada por la «colina del incienso», que responde al atributo de la misericordia.
Todo esto sucedió en el tiempo durante el que los israelitas mostraron una conducta
irreprochable, actuando de acuerdo con la norma y la ley; la Presencia era entonces bella,
ataviada por el Espíritu Santo, y la Gloria la cubría con un palio protector.
Sin embargo, cuando las cosas siguieron el curso contrario, la Presencia fue vagando
como un pájaro lejos de su nido; abandona su casa y su morada, según la palabra
(Proverbios XIX, 26): quien usa de la violencia con su padre, hace huir a la madre.60
La Gloria habla a la Presencia: tú estás conmigo entre las entidades profundas, latentes
en la Sabiduría, «regresa conmigo del Líbano», has regresado, has emanado de otro lugar.
Esto simboliza la marcha de la Presencia del campo de Israel, a la búsqueda de un lugar de
reposo para el pueblo, tal y como está escrito (Números X, 33): El arca de la alianza del Señor
fue delante de ellos durante el viaje de tres días, para buscar para ellos un lugar de reposo.
Me has arrebatado el sentido a causa de la pasión ardiente que siento por ti. El verbo
aquí empleado tiene dos sentidos contrarios, como aquél que se lee en Números IV, 13:
retirarán de tu altar las cenizas grasientas. En efecto, la pasión amorosa y la satisfacción,
la intimidad y la unión de los amantes depende de la perfección y de las virtudes de cada
generación. «Con una sola mirada», la expresión significa la generación de Salomón,
totalmente perfecta: entonces todos eran justos, y entre ellos se contaba el Sanedrín, y los
Sabios sabían juzgar los momentos oportunos. La expresión «tus ojos» es adecuada, pues
son la luz del mundo61 ; un uso semejante se hace en Números XV, 24: si a los ojos de la
comunidad escapó la inadvertencia. «Uno solo», porque esta generación fue única; no ha
habido ninguna capaz de igualarle ni antes ni después. La «anilla única» significa el rey,
que es el ornamento62 de la nación. Así fue como Salomón, inspirado por el Espíritu Santo,
pudo prever que después de él el reino de dividiría en dos, él dijo «un solo (reino)»: durante
mucho tiempo el reino permanecerá único.
A continuación, el autor sagrado comienza a cantar a la Presencia las delicias de su
amor, el aroma de sus perfumes y de sus vestidos, sus labios dulces como la miel.
«Tu amor», que procede del vino de la Ley, queriendo indicar con ello la fuente de la
Sabiduría y sus senderos63 . «El perfume de tus vestidos» simboliza la luz de la Sabiduría,
que se difunde y crece a lo largo de sus atributos, luz que procede del lugar en el que «todos
los bálsamos» se encuentran integrados. «La leche y la miel» simbolizan las dos leyes y
recuerdan que la Presencia se encuentra emplazada entre los dos querubines. «El perfume
de tus vestidos»: los vestidos no son otra cosa más que ella; son la emanación y el fulgor de
la Sabiduría que la rodea. Nuestros doctores enseñan en Génesis Rabba a propósito de
Daniel X, 5: «el hombre vestido de lino, como la langosta, cuyo vestido es su cuerpo».
O como el fulgor de la Sabiduría, que encierra treinta y dos senderos alrededor de la
Gloria, tal y como está escrito (Salmos LXXXIX, 9): tu fidelidad te envuelve, y por otra
parte ese fulgor es llamado «vestido del Santo, bendito sea», según la palabra de la
Escritura (Salmos CIV, 1): estás revestido de majestad y de magnificiencia; los israelitas
tienen orden, a fin de ceñirse a lo prescrito (Deuteronomio XXVIII, 9): tú seguirás sus
caminos, de revestir el manto adornándolo con flecos trenzados con treinta y dos hilos. A
propósito de este precepto, la Torah se expresa así (Números XV, 39): Cuando veáis el
fleco, recordaréis todos los preceptos del Señor. En efecto, podría decirse simbólicamente
que la Sabiduría está adornada y ceñida con una corona compuesta de seiscientas trece
piedras preciosas64 , de modo que la Sabiduría está constituida por su ensambladura. Ella
encierra treinta y dos senderos, cada uno de los cuales se divide en dos, bien y mal,
preceptos positivos y preceptos negativos a los que se alude en los diez mandamientos, de
los cuales hay una versión que hace uso de los imperativos «acuérdate» y «guarda»; así
pues, tenemos sesenta y cuatro senderos, cada uno de los cuales está integrado por diez
sefirot, y alcanzamos así la cifra de seiscientos cuarenta, de la que conviene extraer
veintisiete65 , el número de letras que sirven para escribir la Torah; nuestra cifra es, pues, de
seiscientos trece, y por ello está dicho al respecto del fleco: «cuando lo veáis os acordaréis
de todos los preceptos del Señor».
Nuestros doctores se han pronunciado en el mismo sentido en el tratado de Shebuot: «el
precepto del fleco equivale al resto de preceptos». Nos incumbe a nosotros escrutarlos y
examinarlos uno a uno para descubrir la alusión que se hace de ellos en los diez
mandamientos, inspirándonos del ejemplo de los sabios de Israel. En efecto, a fuerza de
buscar, los sabios han descubierto alusiones hechas por la misma Torah sobre las reglas de
conducta comunes a toda la humanidad, y que, no obstante, no constituyen un precepto
formal de la Ley. Por ello, según una anécdota narrada en el Tratado de Ta’anit 9a, cuando
Rabí Yohanán oyó a un niño recitar el versículo de Proverbios XIX, 3: Es la locura del
hombre la que tuerce su destino, y es su corazón el que ofende al Señor, se preguntó: «Hay
alguna cosa escrita en los hagiógrafos a la cual la Torah no hace ninguna referencia. Y el
niño descubrió la referencia en Génesis XLII, 28: Entonces, cuando les falló el corazón,
temblando, se dijeron: ¿Qué ha hecho Dios con nosotros?. Con más razón, a propósito de
los principios de la Torah y del texto básico de los preceptos, debemos atenernos a esa voz,
de la que está escrito (Deuteronomio XV, 19): de una fuerte voz, sin añadir nada, el
conjunto de los seiscientos trece preceptos es ocultado mediante la alusión. Fieles a nuestro
método, desde entonces debemos dilucidar a propósito de cada precepto a qué atributo
sustituye, y evidenciar el motivo simbólico de todos aquéllos que no están explícitamente
presentes en la Torah.
Muchos de ellos están, en efecto, presentes, como por ejemplo la ofrenda del
primogénito (Éxodo XIII, 15): Como el faraón no nos dejaba marchar, el Señor hizo
perecer a todos los primogénitos del país de Egipto (...) por ello yo inmolo al Señor todo lo
que fecunda la matriz entre los machos y redimo al primer nacido de entre mis hijos, o a
propósito del diezmo (Deuteronomio XIV, 23): comerás (...) el diezmo de tu trigo (...) para
que aprendas a temer al Señor, tu Dios..., y hay otros muchos casos parecidos. Por el
contrario, la Ley no evidencia otros muchos preceptos, como los sacrificios, el año
sabático, el jubileo, la circuncisión, los deberes del corazón, las uniones prohibidas, los
votos, los juramentos, las filacterias, los flecos, la consagración, el ramo de la fiesta de los
tabernáculos, el cidro, la prohibición de recolectar el fruto del árbol antes de tres años, la
mezcla de las semillas, la vaca roja y otras de las que precisaremos en su momento el
sentido simbólico.
Debes saber que todos los preceptos dependen de dos principios: preceptos positivos y
preceptos negativos. Los primeros proceden del atributo cuyo símbolo escrituario es la
memoria, y los segundos de aquél cuyo símbolo es la observancia, siendo explícito que
estos dos términos se corresponden con dos atributos del Santo, bendito sea. Así, aquél que
cumple y realiza los preceptos del Señor procede del atributo del amor; este atributo es el
grado sublime y la cualidad suprema que se corresponde con los preceptos positivos. Por el
contrario, el hombre que se abstiene de hacer algo por temor a su Señor, procede del
Temor, atributo inferior al del amor, del mismo modo que los preceptos negativos son
inferiores a los positivos. En efecto, el hombre que no escatima ni su persona ni su fortuna
para cumplir las órdenes de su Señor, no es comparable al que se abstiene de perpetrar una
mala acción por temor de Él. Y nosotros sabemos desde nuestros doctores (Ketubot 86 a-b)
que aquél que se niega a obedecer un precepto negativo no es castigado sino con la
flagelación legal, mientras que aquél que es invitado a cumplir un precepto positivo, como
por ejemplo la construcción de una cabaña durante la fiesta de otoño o la confección del
ramo en similar ocasión, si se niega a ello, es sometido a servicios corporales hasta el
momento de su muerte. Todo esto se remite a la memoria y a la observancia, pues el
atributo de la memoria es jerárquicamente superior al atributo de la observancia, y lo
mismo sucede entre las ramas que nacen respectivamente de ellos. Así como Abraham oró
por su destino al atributo de Gracia, que corresponde a la memoria, y conoció con
conocimiento real el nombre del Santo, bendito sea, y Dios le llamó por ello (Isaías XLI,
8): amigo Mío, pues el atributo de amor sólo se puede realizar por medio del conocimiento
perfecto. Del mismo modo podrás constatar que muchos principios dependientes de los
preceptos negativos derivan de preceptos positivos, de la misma manera que el temor deriva
del atributo de amor; por otra parte, los principios que dependen de los preceptos positivos,
derivan a su vez de preceptos negativos, porque la virtud del atributo de amor está incluido
en el atributo de temor; este último deriva del primero y, no obstante, se encuentra
integrado en él.66
También debes saber que estos dos atributos intervienen en la composición de la
naturaleza y en la constitución del hombre. Quiero decir con ello que como partes
integrantes del hombre, encontrarás la virtud elementaria y fundamental de los preceptos
positivos y de los preceptos negativos, que son respectivamente el agua y el fuego. El uno
está a la derecha del hombre, y el otro a su izquierda, tal y como lo enseñan nuestros
doctores en Sabath 119b: «De los dos ángeles que acompañan al hombre, uno es bueno y el
otro es malo», y el sabio lo confirma cuando dice (Eclesiastés X, 2): el corazón del sabio
está a su derecha, el del loco a la izquierda. David dice a este respecto (Salmos XVI, 8):
Siempre llevo al Señor delante de mí, y no seré conmovido, pues Él está siempre a mi
diestra, en otras palabras, no tropiezo, pues en un abrir y cerrar de ojos me aleja del camino
torcido sólo con colocarse a mi diestra.
Y puesto que estos dos atributos, buena inclinación y mala inclinación, se corresponden
con la orden y con la prohibición de la ley revelada, pertenecen al hombre por naturaleza; la
ley y el gobierno fueron dados en un aparato de preceptos positivos y de preceptos
negativos, con el fin de someter al hombre a una disciplina y guiarlo por la vía recta y los
buenos hábitos, de modo que la mala inclinación estuviese subordinada a la buena
inclinación y se anulase frente a ella. Así lo enseñan nuestros doctores (Berakot 54a)
interpretando el pasaje de Deuteronomio VI, 5: Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón: desde tus dos inclinaciones, la buena y la mala.
He aquí la intención que presidió en el momento de instituir los preceptos, los ritos del
templo, las plegarias y los ayunos: rebajar la mala inclinación y volverla dependiente de la
buena inclinación67 , de tal manera que el cuerpo, cuyo fundamento es el polvo, de una mala
naturaleza, esclava de la pesadez que la atrae hacia abajo, se subordina a la virtud del alma,
cuyo fundamento es vida, de naturaleza completamente buena y que tiende hacia lo alto.
Escucha atentamente las maravillosas enseñanzas que se desprenden de mis palabras,
manténlas constantemente delante de tus ojos, pues constituye un enorme placer guardarlas
en tu interior...
Los preceptos son pues los elementos esenciales de la ley, de la pureza y de la santidad;
el hombre que se abandona a ellas se purifica y se santifica. El Cantar traduce esta idea
diciendo: el aroma de tus vestidos es como el perfume del Líbano, pues los «vestidos» son
los adornos y los senderos de la Sabiduría, formados por los seiscientos trece preceptos, con
sus correspondientes reglas; esto es lo que simbolizan las palabras «como el perfume del
Líbano», pues el perfume del que se trata constituye la prenda de la subsistencia de los dos
mundos68 y de la vida de las almas.
(IV, 12) Ella es un jardín cerrado, mi hermana, esposa mía, una puerta cerrada, una
fuente sellada.
El texto menciona aquí doce especies de aromas que se corresponden con los doce canales
de los que dispone el Santo, bendito sea. A través de estos canales esparce y expande el
perfume de la Sabiduría hacia los patriarcas69 .
(IV, 16) Levántate Aquilón, acude a mí Autan,
¡soplad sobre mi jardín para que destile sus aromas!
Que mi amado penetre en su jardín
y coma de sus exquisitos frutos.
«Levántate Aquilón», atributo del norte, gran fuego que devora el holocausto y las
grasas. «Acude Autan»: el atributo del norte toma su parte cuando al atributo del sur le
llega el momento de recibir su subsistencia; que el uno y el otro se vuelvan entonces
conductores de la expansión y proporcionen al jardín el alimento y la subsistencia
necesarios. He aquí el sentido simbólico de «soplad sobre mi jardín para que destile sus
aromas». Los aromas son el flujo del esplendor de la Sabiduría y el crecimiento del Espíritu
Santo que se va extendiendo mientras se aproxima a los patriarcas en pos del sacrificio.
Nuestros sabios hacen alusión a esta verdad cuando dicen: «levántate Aquilón» es el
holocausto inmolado sobre el ala norte del altar; «acude Aután», son los sacrificios de paz
ofrecidos al sur; «que destile sus aromas», es la ofrenda de incienso; «que mi amado
penetre en su jardín», es la Presencia; «y coma de sus exquisitos frutos», son los sacrificios;
los frutos deliciosos representan la flor de harina depurada de sus despojos. En el mismo
orden de ideas, leemos en Levítico I, 17: es un holocausto, ofrenda consumada, aroma de sosiego
para el Señor.
A este respecto, los sabios enseñan en la Torat Kohanim: «holocausto», la víctima debe
ser inmolada con la intención de ofrecer un holocausto al décimo atributo, holocausto que
se eleva hasta su lugar de origen; «ofrenda consumada» con la intención de aportar tales
ofrendas, lo cual, desde la explicación de nuestro maestro, el Piadoso, simboliza las cosas
corporales; «aroma» con la intención de ofrecer un aroma, las cosas corporales en las cosas
espirituales; «sosiego», en vistas del sosiego, espíritu de expansión del retorno que es el
escondrijo de su fuerza; «para el Señor», según la intención de Aquél que creó el mundo.
En pocas palabras, la intención del sacrificio era que cada atributo hallara su
subsistencia. Esta intención presidió las ofrendas presentadas por los príncipes, los jefes de
las tribus de Israel, en el momento de la consagración del templo (Números VII): doce
cabras, doce carneros, doce corderos para el holocausto; doce machos cabríos, en vistas al
sacrificio por el pecado. En efecto, todo retorna al Espíritu a través de los canales, que
suman un total de doce. En cuanto al total de ganado ofrecido en ese día en sacrificio de
paz, fue, según Números VII, 88: veinticuatro toros, el ejército de la izquierda, atributo del
rigor, que es veinticuatro, sesenta carneros, sesenta cabras, sesenta corderos, que se
corresponden con los sesenta grados, sesenta valientes, sesenta reinos.
La palabra que significa «sosiego», denota también el «descenso», pues la versión
aramea, convierte el verbo hebreo que significa «descenso» en una palabra que se proxima
a aquélla. Por medio de los sacrificios, el Espíritu desciende y se une a las «figuras santas»;
es el acercamiento que se realiza gracias a la operación que, por esta razón, se designa por
qorban, «acercamiento». De todo esto cobra su sentido el final: «Que mi amado penetre en
su jardín, que coma sus exquisitos frutos».
(V, 2) Yo dormía, pero mi corazón estaba en vela. Y se oyó la voz de mi amado que
llamaba. ¡Ábreme hermana mía, mi amiga, paloma mía, perfecta! Porque está mi cabeza
cubierta de rocío y mis cabellos del relente de la noche.
(V, 3) Ya me despojé de mi túnica, ¿acaso debo volvérmela a poner? Ya lavé mis pies, ¿acaso los debo
volver a ensuciar?
La Gloria ha enviado severos castigos desde el cielo porque no he creído en las palabras
de los profetas que predicaban el retorno70 ; ¡entonces vi que estas calamidades eran fruto
del pecado!
«Me levanté», figuradamente, para significar que una parte del pueblo cumplió el
retorno. «Mis manos destilaban mirra»: terminé con éxito la reconstrucción del templo, tal
y como leemos en Esdras VII, 14: los ancianos de los judíos continuaron con éxito la
construcción, bajo la inspiración de Ageo el profeta, y de Zacarías, hijo de Iddo.
de los ángeles que rodean el trono de Gloria y que son los ejecutores de los decretos
divinos. Por ello, según el mismo orden de ideas, en el capítulo 24 del Pirqé de Rabí
Eliezer, leemos: «El Santo, bendito sea, habló así a los setenta ángeles que rodean el trono
de Gloria (Génesis XI, 7): Vayamos, descendamos y confundamos aquí mismo su
lenguaje».
En el mismo versículo (estos ángeles) son llamados: guardianes de los muros. Todo esto
representa figuradamente las calamidades y las persecuciones que sufrió la nación judía por
parte de los reyes de Yaván durante el periodo del segundo templo.
Debes saber que, según el decreto divino, cuatro reinos deben sojuzgar a Israel; la
servidumbre de Egipto no se cuenta en este número, pues en esta época los israelitas aún no
formaban una nación; no fueron llamados «pueblo del Señor» hasta el momento de entrar
en tierra prometida y edificar el templo. Estos cuatro reinos fueron mostrados a Abraham, y
mas tarde a Daniel. El «triple becerro» simboliza a Babilonia, es decir, a Nabucodonosor,
rey de Babilonia. La «triple cabra» es Yaván, es decir, Alejandro de Macedonia, el macho
cabrío de la visión de Daniel (VIII, 5). El «triple carnero», es la Media, es decir,
Senaquerib, rey de Asiria, de acuerdo con el texto de Daniel VIII, 4: yo vi al carnero dirigir
sus cuernos hacia el oeste, hacia el norte y hacia el sur. La «tórtola» es Roma, también
llamada Edom.
El rey de Babilonia es triple, pues de esta raza han surgido tres reyes: Nabucodonosor,
Evil Merodak y Baltasar; todo esto es confirmado por un pasaje de Jeremías (XXVII; 7): y
todas las naciones se le someterán, y también a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta
que llegue el tiempo de su tierra.
Yaván es triple macho cabrío, pues Alejandro, rey del norte, conquistó las otras tres
naciones del mundo habitado sometiéndolas a su dominio, bajo la mirada del monarca
universal que había sido Nabucodonosor, de lo que da testimonio Isaías (XIV; 9): hizo
levantar de su trono a todos los reyes de las naciones.
El triple carnero figura la Media, cuyos dinastas fueron los reyes de Asiria Ciro y Darío,
de lo que da testimonio un pasaje de Esdras (VI, 22): y celebraron con júbilo, durante siete
días, la fiesta de los ácimos, pues el Señor los había consolado y había dispuesto en su
favor el corazón del rey de Asiria para sujetar sus manos a la tarea de la casa de Dios...
Como estos reyes eran del linaje de Sem, les fue ordenado que el templo fuese reconstruido
bajo su autoridad, despues del fallido intento de Senaquerib para destruirlo71 .
El carnero es triple por otra razón: los reyes que simboliza habían sido antes reyes de
Oriente, y después conquistaron las otras tres regiones. Muchos pasajes de la Escritura dan
testimonio de ello, así Isaías XLVI, 11: Yo llamo de Oriente al ave de presa, y (XLI, 2): ¿A
quién ha suscitado de Oriente? Y en Daniel VIII, 4 leemos: Vi al carnero dirigir la
cornamenta hacia el oeste, hacia el norte y hacia el sur. Finalmente, en II Crónicas
XXXVI, 23: Así ha hablado Ciro, rey de Persia: el Señor, Dios de los cielos, me ha
donado todos los reinos de la tierra.
La tórtola es el símbolo de Roma, la infame. Es la cuarta bestia, formidable, poderosa,
que fue mostrada en visión a Daniel. El visionario quiso ser instruido sobre ella (Daniel
VII, 16 y 23): Me aproximé a uno de los que estaban allí y le pregunté acerca de la verdad
de todo aquello (...) la cuarta bestia es un cuarto reino sobre la tierra, distinto del resto de
los reinos, devorará toda la tierra, la hollará y la desmenuzará. De este texto Rabí
Yohanan da la siguiente interpretación (Aboda Zara 2b): «La reputación de Roma se
expandió por todo el universo».
He aquí el orden cronológico en el que los israelitas cayeron bajo estas dominaciones.
Senaquerib, rey de Asiria, también llamado rey de Media, había deportado a las diez
tribus (2 Reyes, XVIII, 11): las instaló en Halah, sobre el Habor, río de Gozán y en las
ciudades de los medos.
Al cabo de algún tiempo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó las tribus de Judá y
de Benjamín. El profeta Isaías ya había predicho la caída de Babilonia por el dominio de
los medos y la liberación de Israel bajo el reinado de Ciro. A este propósito, leemos en
Isaías XIII, 17, XIV, 3-4, XLV, 1 y 13): He aquí que yo suscito contra ellos a los medos,
que no sueñan con la plata (...) el día que el Señor te consuele de tu penar, de tus
tormentos y de la dura servidumbre, entonarás esta sátira sobre el rey de Babilonia (...) así
habla el Señor a su ungido, a Ciro, al que Él ha tomado por la mano derecha (...) él
reconstruirá mi ciudad. Y la realización de estas profecías está relatada en el libro de
Daniel (V, 30, VI, 1): En esa noche, el rey caldeo Balatasar fue asesinado, y Darío el medo
recibió el reino. Reinó durante un año con el fin de completar los setenta años del imperio
de Babilonia.
Durante el primer año del reinado de Ciro, Israel fue liberado quedando sometido al
dominio de los reyes de los medos.
A continuación surgió el rey de Yaván, constituyéndose el reino de Alejandro de
Macedonia, llamado «triple cabra» en el Génesis, y «macho cabrío» en la profecía de
Daniel. Alejandro hizo la guerra con el «carnero», símbolo de los reyes de los medos en la
persona de Darío el Persa, al que hizo pasar por el filo de la espada, tal y como está dicho
en Daniel VIII, 7: el carnero no tuvo fuerza suficiente para resistirse a él. Los israelitas,
tanto los de Babilonia como los de Jerusalén, quedaron sometidos al dominio de los reyes
de Yaván, los cuales conservaron el poder sobre ellos durante ciento ochenta años, y el
templo permaneció durante todo este periodo. Entonces se desató la guerra entre los griegos
y Roma, según nos lo enseña una tradición consignada en el tratado de Aboda Zara 8b:
«Los romanos libraron treinta y dos batallas a los griegos, pero no pudieron vencerlos hasta
que se aliaron con los israelitas».
En la época del segundo templo, los israelitas se revelaron contra los griegos y pasaron a
ser dominados por los romanos. Después de veintiséis años de alianza leal, éstos últimos
atacaron a los primeros y destruyeron el segundo templo. El imperio de Yaván se doblegó
ante la la empresa de Roma, y el hijo de David no vendrá hasta que el imperio haya
extendido su dominio sobre toda la tierra, expansión que durará nueve meses, como los tres
imperios precedentes. Por este motivo los sabios instituyeron la norma de beber cuatro
copas de vino, como alusión a los cuatro verbos que expresan la liberación anunciada al
principio del versículo Vayerá (Éxodo VI, 6-7) y que comunica a Israel el final del dominio
para ser liberado de la servidumbre a la que estuvo sometido por los cuatro imperios.
He escrito todo esto porque he visto en el Génesis Rabba, que el «triple carnero» sería
Yaván, interpretación que es apoyada por el agadista citando al «carnero de los dos
cuernos» de Daniel VIII, 3. Según mi opinión, hay aquí un error o alteración del texto, pues
en Daniel VIII, 20 se dice explícitamente que este animal simboliza «los reyes de los medos
y de los persas».
He explicado además, a propósito de los cuatro términos que expresan la liberación, por
qué son contados en el número de cuatro, ni más ni menos.
Por otra parte he visto que un comentarista, apartándose de las enseñanzas de nuestros
doctores, considera que la cuarta bestia de la visión de Daniel es el símbolo del imperio de
Ismael; la razón que da para ello es que este imperio, vasto y grande, se ha extendido sobre
la mayor parte de la tierra habitada; por otra parte encuentra dificultades en considerar
Yaván y Roma como dos imperios, pues no constituyen sino una sola nación, según
Génesis X, 4: Hijos de Yaván: Elisha, Tarsis, los Kittim, los Dananeos. Sin embargo, la
interpretación a tener en cuenta es la de nuestros doctores, pues al nombrar al imperio de
Babilonia, el autor sagrado incluye en él a todos los reinos de Ismael, siendo el imperio de
Babilonia el dominador y los reinos de Ismael los sujetos dóciles.
En cuanto al segundo argumento, si bien es cierto que Yaván y Roma forman una sola
nación, en otro tiempo ambos imperios estaban en guerra, como sucedió con los reyes de
Judá e Israel, jefes de una sola nación que, no obstante, estaba dividida en dos reinos.
Al respecto de la cuarta bestia, está escrito en Daniel VII, 25-27: Ella proferirá palabras
contra el Altísimo, es decir, que ella dirigirá a la Divinidad palabras que no conviene
pronunciar, a saber, las palabras de los adeptos de Jesús, hijo de Pantera.
Y pondrá a prueba a los santos del Altísimo, a causa de la fe, pues lo colgaron a fin de
reducir al enemigo y al rebelde (cifrado Salmos VIII, 3); ella intentará cambiar los tiempos
y la ley, alusión a los ladrones que intentan apropiarse de las palabras de la Torah y
cambian las verdaderas fiestas por sus falsas solemnidades, a los sacerdotes aarónidos por
servidores de ídolos, y los diez mandamientos por su Evangelio; serán liberados de sus
manos, pues no llegará la liberación para Israel hasta que Roma sea vencida, tal y como
está escrito en Daniel VII, 11, 13-14: su cuerpo será destruido y librado al fuego, y
continúa, Mientras lo contemplaba... vi entre las nubes del cielo a uno que parecía un hijo
de hombre... a él le fue otorgado el imperio, el honor y el reino...
Los sabios enseñan en el Midrash del Cantar: «Mi amado es fresco y colorado: su
aspecto integra el rojo, el negro, el amarillo y el blanco; tal es el aspecto del Santo, bendito
sea, parecido al arco que aparece en las nubes» (Ezequiel, I, 28).
Esto es lo que dice el salmista (Salmos XVIII, 12): Con las tinieblas tejió su velo, la
tienda que él rodea es tiniebla de agua, espesura de nubes, porque las tinieblas nacen del
agua. Nuestros sabios lo enseñan en Éxodo Rabba 15, 22: «Las aguas preñadas infantaron
la tiniebla».
Se bañan en leche,
símbolo del fulgor del Rostro que el hombre no puede ver sin perder la vida (cifr. Éxodo
XXXIII, 20): ninguna criatura tiene la fuerza suficiente para subsistir sin esa luz. «Jardín de
perfumes», la Sabiduría; a este respecto se dice en Proverbios XVI, 15: en la luz del rostro
real está la vida, y en Números VI, 25: el Señor irradió luz de su rostro para ti.
las seis direcciones espaciales son gobernadas por su palabra y por el soplo de su boca.
éstas son las palabras de la Torah en las que confían todas las naciones, como la mirra de
buena calidad que pasa de un lugar a otro y que no tiene defecto alguno.
en el mismo orden de ideas, en Oseas XIV, 9 está dicho: yo soy como un verde ciprés.
El Santo, bendito sea, tiene un árbol que presenta doce ramas, este-norte, este-sur, este-
arriba, este-abajo, oeste-sur, oeste-norte, oeste-arriba, oeste-abajo, sur-arriba, sur-abajo,
norte-arriba, norte-abajo; estas ramas se prolongan hasta el infinito: son los brazos del
universo. El soporte de las ramas es el árbol. A estas ramas les corresponden doce
gobernantes74 . En el interior de la esfera también hay doce gobernantes, lo cual, junto con
las ramas, da un total de treinta y seis gobernantes; cada uno de ellos tiene un príncipe, y
esto es lo que se proclama en Eclesiastés V, 7: por encima de una autoridad, está velando
otra autoridad. Así pues, hay nueve príncipes para cada uno de los puntos cardinales, este,
oeste, norte y sur, lo cual, según otro sistema de reparto, da un total de doce para el Dragón,
doce para la esfera, doce para el corazón...75 y de ellos extrae el corazón su subsistencia, y
es el corazón el que les proporciona, a su vez, la suya76 . Cada una de las formas santas
gobierna una nación, y los israelitas, pueblo santo, han tomado por su parte la cima del
árbol y su corazón. ¿Qué es el «corazón»? Es el fruto espléndido de la cima; y para resaltar
esta verdad los israelitas han tomado para ellos un fruto de árbol espléndido (cfr. Levítico,
XXIII, 40): así como la palmera tiene sus ramas como contorno y el centro del ramaje en el
medio, así han tomado los israelitas la cima del árbol, que es su corazón; en el orden del
cuerpo, esto se corresponde con la columna vertebral, que es la parte principal del cuerpo.
Pues rama, en hebreo lulab, es una palabra compuesta de dos términos lô lêb (él tiene
corazón), siendo el valor numérico de estas palabras de treinta y seis y treinta y dos
respectivamente. El significado de treinta y seis ya nos es conocido. Treinta y dos es el
número de los senderos de la Sabiduría77 . Sobre cada uno de estos senderos está velando
una «forma», tal y como está escrito en Génesis III, 24: y colocó delante del jardín de Edén
a los querubines provistos de espadas de fuego fulgurantes para guardar el camino hacia
el árbol de la vida.
¿Quiénes son estos guardianes? El versículo citado resalta las «formas», y he aquí como
debe ser entendido esto: Él colocó las formas sobre esos senderos, que son anteriores al
jardín de Edén y anteriores a los querubines, los cuales son a su vez anteriores a la llama de
la espada fulgurante. ¿Pero cómo puede ser admitida tal anterioridad? Sin embargo está
escrito (Génesis I, 6) que el cielo, que es fuego y agua, es anterior: que haya un firmamento
en medio de las aguas que separe las aguas de las aguas, y más adelante (Génesis V, 8): y
Dios llamó al firmamento cielo. Por otra parte, sabemos que el cielo es fuego, pues está
escrito (Deuteronomio IV, 24): pues el Señor tu Dios es un fuego devorador, un Dios
celoso. En cuanto a la identidad del Santo, bendito sea, con el cielo, se desprende del texto
de I Reyes VIII, 32: ¡Tú, cielo, escucha! ¿Es admisible que Salomón dirigiera su oración a
los cielos para que éstos acogieran la plegaria de Israel? No, su oración estaba dirigida a
Aquél cuyo nombre es llamado sobre los cielos, tal y como se lee en I Reyes V, 27: He aquí
que los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener. De aquí se desprende que
«cielo» es el nombre del Santo, bendito sea. El cielo es pues, paradójicamente, fuego, pues
desde vuestra actual exégesis está «delante». Ved lo que es: es la fuerza que reside en las
«formas santas», la fuerza está delante y viene seguida de las formas. Pero, ¿qué significa
su fuerza? Otro pasaje de la Escritura elabora la respuesta (I Samuel II, 2): Nadie tan santo
como el Señor, pues no hay nadie a excepción de ti y no existe Formador78 semejante a
nuestro Dios.
El versículo de Oseas al que nos hemos remitido se expresa mediante una imagen
análoga: soy como un verde ciprés, de mí procede tu fruto: las almas son el fruto del Santo,
bendito sea. Y si Rabba creó un hombre79 , su colega Rabbí Zera lo convirtió en polvo, pues
no estaba en él la fuerza del alma superior.
Gen. I, 6: Que haya un firmamento que separe las aguas de las aguas.
Sal. CIV, 3: Por encima de las aguas construiste tus recámaras.
Sal. CIV, 22: El sol despierta, y se retiran a sus madrigueras para recostarse.
Gen. I, 20: Que hiervan las aguas.
Sal. CIV, 25: He aquí el gran mar de inmensa anchura y movimiento infinito.
Explicaré este salmo junto con el relato de la creación: los inteligentes comprenderán.
Volviendo de nuevo al texto del Cantar, afirmamos que la correspondencia entre los dos
mundos viene simbolizada por:
Es sabido que la emanación de los dos mundos tuvo lugar simultáneamente. El uno fue
hecho según el modelo del otro y se corresponden mutuamente. El mundo por venir está
constituido por siete extremidades espaciales. A este sujeto, dice Salomón en su sapiencia
(Proverbios IX, 1): La Sabiduría ha edificado su casa y ha tallado para ella siete
columnas. «Siete», es la séptima cifra, la que indica la santidad. Las otras seis columnas
significan las seis extremidades, tal y como hemos explicado. De ellas proceden setenta
nombres, establecidos en el interior de los «doce brazos del mundo».
Paralelamente, el mundo visible está compuesto por siete continentes, los cuales se
reparten entre las setenta naciones establecidas en las regiones comprendidas entre las
«doce diagonales». La línea media, que es la santidad, ocupa en el mundo invisible un lugar
privilegiado, como sucede con la línea media del mundo inferior, que es Sión. Esto es lo
que expresa el salmista cuando dice (Salmos L, 2): Desde Sión, la de la perfecta belleza,
Dios se ha manifestado. La misma verdad se desprende de modo alusivo por el dicho de
nuestros Doctores (Ketubot 110b): «Todo israelita que reside fuera de la tierra santa, no
tiene, por decirlo así, Dios». Paralelamente, cada continente recibe su fuerza de la
extremidad correspondiente.
Por todo ello, debemos saber que en verdad y sin ningún género de dudas, las naciones
suman un total de setenta, de las que se deben sustraer las diez que residen en la zona de la
línea media espiritual, en la tierra de Israel. A propósito de éstas no se dirá (Jueces I, 19):
imposible exterminarlas, pues todas ellas habrán sido desplazadas, abolidas, completamente
borradas del mundo inferior y del Trono de Gloria; se trata de los Quenitas, Cadmonitas,
Cananeos, Amonitas, Heteos, los Hivitas, los Gergeseos, los Jebuseos y los Fereceos,
quedando entonces sesenta. Por otra parte se consideran «ochenta concubinas», cifra que se
alcanza añadiendo el número de los jefes de Edom, los príncipes de Ismael y los hijos de
Qetura. Las innumerables doncellas son ciudades y villas.
En virtud del mismo simbolismo, los sabios de Israel han compuesto los seis órdenes de
la Mishna, correspondiéndose con las seis extremidades; estos seis órdenes encierran
sesenta tratados que se corresponden con las sesenta esposas reales. El orden de las
«Mujeres» se compone de siete tratados, subdivididos a su vez en setenta y un capítulos.
El Sanedrín cuenta con setenta y un miembros pues se ocupa de la justicia. Nuestros
sabios enseñan en el tratado de Qiddushin 76b: «Cuando se constata que una familia
cuenta entre sus miembros con un juez del Sanedrín, ya no debe escrutar más en su
genealogía. ¿Por qué? Rabí Yosef enseña: así como no hay nada que enturbie la justicia del
Tribunal, del mismo modo todos sus miembros están libres de toda mácula. Amemar dice:
¿En qué lugar de la Escritura encontramos la prueba de esto? En este versículo del Cantar
(IV, 7): Toda tú eres hermosa amada mía, y sin mancha alguna».
Este Doctor quiere decir que los setenta y un miembros del Sanedrín se corresponden
con la Presencia, compuesta a su vez de setenta y un miembros, los cuales deben ser, como
ella, puros y sin mancha alguna.
Nuestros sabios enseñan por otra parte (Tanuma, versículo Qedoshim, 12): «Está escrito
(Jeremías III, 19): Entonces me dije: ¡Oh, cuántos hijos te daría! ¡te concedería un país de
delicias! Parábola: Un rey tenía numerosas concubinas de las que tuvo numerosos hijos. La
Princesa, su esposa, sólo le dio un hijo, hacia el que el rey mostraba una extrema dilección.
A los hijos de las concubinas les dio en heredad numerosos campos y viñas, mientras que a
su hijo tan sólo le donó un huerto, dirigiéndole estas palabras: «Por tu vida puedo asegurar
que todo lo que llena mis despensas proviene de este huerto, y que si te lo he concedido, es
porque siento por ti gran predilección».
De este modo creó el Santo, bendito sea, las naciones de la tierra: Hay sesenta esposas
reales y ochenta concubinas: se trata de las naciones de gentiles; una sola es la paloma
mía, la perfecta mía, se trata de la comunidad de Israel. Entre los primeros distribuye los
campos y las viñas, tal y como está escrito en Deuteronomio XXXII, 8: Cuando el Altísimo
distribuyó entre las naciones su herencia; por el contrario, a Israel se le concedió la tierra
de Israel, la despensa del Santo, bendito sea: de ella proceden las ofrendas, los panes de
proposición, las primicias y todos los frutos del suelo. ¿Y por qué todo esto? Porque el Rey
distinguió al hijo de la Princesa de los hijos de las concubinas. De este modo cobra sentido
la palabra: Entonces me dije: ¡Oh, cuántos hijos te daría!
Esta expresión simboliza la Presencia, según lo que leemos en otros lugares (Salmos
XIV, 2): El Señor observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay entre ellos
alguno que sea sensato, alguno que busque a Dios, y (Deuteronomio XXVI, 15): desde la
morada de tu santidad, desde el cielo, inclínate (hacia nosotros).
La Presencia dijo: mis ojos y mi corazón se dirigen hacia Israel para ver si entre ellos
«se encuentra alguien sensato que busque a Dios». Ésta fue la situación durante el periodo
del segundo Templo. Si la Escritura compara a los israelitas con la nuez es porque cada uno
de ellos es responsable de todos los demás, y esto es lo que sugiere la Escritura (Levítico
XXVI, 37): cada uno de vosotros tropezará a causa de su hermano. Por ello, durante el
periodo del segundo Templo, la nación tuvo en su seno a hombres justos y piadosos que
tropezaron por culpa de los violentos.
(VI, 12) Sin saberlo... hice de mí mismo un carro para un pueblo tiránico.
Israel responde:
Replica la Presencia:
El acercamiento de las dos Glorias y su unión. El autor compara su talle (v. VIII) a la
palmera, árbol que es macho y hembra, un solo cuerpo, dos ramas.
Tus senos, de los que te nutres, serán como racimos de uva: recibirás esplendor y
expansión de la fuente de la Sabiduría. El perfume de tu aliento es como el aroma de las manzanas:
expresión que simboliza que la Presencia recibe el influjo de los dos querubines.
Tu palacio, un vino exquisito, tus palabras intercederán en favor de Israel con vistas a la
Gloria; por ello tus palacios hacen hablar los labios de aquéllos que están dormidos, a los
israelitas en su exilio.
La Presencia habla81 : puesto que el decreto del exilio ha tenido lugar, ¿por qué te alejas,
por qué asciendes hasta las inaccesibles alturas? Vayamos a los campos: no me mantengas
al margen de tu Presencia; en la cautividad de Babilonia hay sabios que difunden la Torah,
sinagogas y casas de estudio; el texto (versículos XIII-XIV) los designa simbólicamente
mediante los términos: viñedos, brotes, granadas, mandrágoras.
Yo os conjuro...
Palabras de la Presencia en los tiempos del exilio. Conjura a Israel a no precipitar el fin
escatológico y no despertar el amor hasta que no llegue el tiempo de volver a estar en gracia. Aquí no
habla de las «gacelas» y de las «ciervas», pues no se encuentra en su lugar.
Este versículo habla del último de los diez desplazamientos de la Presencia que nuestros
sabios han enumerado en el siguiente texto (Rosh ha-Shana 31a): «La Presencia realizó
diez desplazamientos: del propiciatorio al querubín, de un querubín a otro, del querubín al
umbral, del umbral al atrio, del atrio al altar, del altar al tejado, del tejado a la muralla, de la
muralla a la ciudad, de la ciudad a la montaña, de la montaña al desierto y, finalmente,
desde el desierto subió y volvió a instalarse en su lugar, tal y como está dicho en Oseas V,
15: Sí, yo recuperaré mi morada...».
El verbo que viene a continuación significa que la Presencia se lamenta de que su amado
haya sido separado de ella.
Símbolo del querubín de la izquierda que es el inicio de la forma. «Te desperté» alude a
la intimidad y al impulso amoroso en el tiempo en el que Israel reside en su territorio y obra
de acuerdo con la voluntad divina. Éste es el sentido de la exégesis de nuestros sabios en
Baba Batra 99a: «A propósito de los querubines, leemos en un pasaje (Éxodo XXV, 20):
Estarán frente a frente, y en otro (II Crónicas III, 13): Con sus rostros mirando hacia la
entrada del Templo.
Estos dos versículos no se contradicen. El primero se refiere al tiempo en el que los
israelitas cumplen la voluntad de Dios, el segundo cuando no la cumplen.
Las demás entidades espirituales. Del instante en el que, por haber emanado de un
mismo lugar, nos encontramos próximos el uno al otro en un mismo impulso de amor.
cuando seamos separados en el tiempo del exilio, como suele hacerse con un sello.
todo su corazón, toda su alma, toda su fortuna, por el amor, la comunión con la Presencia,
Si es una muralla...
frente a los gentiles que intentan seducirlos para que renieguen de su fe,
si es una puerta,
que se abre con sencillez, figura de la facilidad con la que se dejarán seducir,
debe entenderse según el sentido de Deuteronomio XX, 20: construirás ingenios para el
asedio; sus enemigos les declararán la guerra y triunfarán sobre ellos. La comunidad de
Israel responde:
Entonces,
tenía un viñedo,
Israel es llamado viñedo, tal y como está escrito (Isaías V, 7, XXVII, 3): la viña del Señor
Sabaot es la casa de Israel... y yo, el Señor, soy su guardián,
en Baal-Hamon,
designación alegórica de la gran nación, numerosa y próspera, que su Dios libró, a causa
del pecado, a manos de las naciones extranjeras;
estas naciones dominaban sobre los israelitas, tanto sobre su persona como sobre sus
bienes;
Esta cifra significa la duración del exilio, pero el texto no considera pequeños periodos
de grandeza.
y doscientos
de este sexto milenio
para aquéllos que a pesar de merecer recompensa por haber guardado la Ley y los
mandamientos han muerto en el exilio, mientras esperaban el acontecimiento del término
escatológico y la resurrección de los muertos. En otras palabras, la resurrección de los
muertos tendrá lugar doscientos años después del principio de la redención, es decir, en el
año cinco mil doscientos de la creación del mundo; la redención y el fin, se manifestarán al
final del quinto milenio. Por ello continúa el texto:
los compañeros
Israel,
esperando que reúnas a los que se han dispersado y marches a su cabeza, como en los viejos
tiempos. Es sabido que las diez tribus padecieron el exilio cuarenta años antes que Judá, en
tres etapas83 . En efecto, en Isaías VIII, 23 leemos: Al principio se tomaron medidas poco
graves contra el país de Zabulón y el país de Neftalí, pero al final fueron derribados. Es
por ello que el Seder Olam explica el curso de los acontecimientos apoyándose en los
pasajes de la Escritura. Judá y Benjamín padecieron a su vez tres exilios, según está escrito
en Ezequiel XXIII, 31: Has imitado la conducta de tu hermana, por ello te impondré el
mismo castigo que le impuse a ella. Los textos bíblicos explicitan estos hechos. Porque las
diez tribus fueron las primeras en partir en exilio, por ello serán las primeras en regresar, y
los judeos saldrán de su exilio algún tiempo más tarde.
Esto es lo que profetizó Isaías (XI, 11): En este día, el Señor levantará su mano por
segunda vez para rescatar al resto de su pueblo. «Por segunda vez» dice el texto, porque la
redención de las diez tribus será anterior; este es el sentido de: el resto de su pueblo,
aquéllos que quedarán del exilio de Asur. El versículo expone a continuación los dos
exilios, y menciona las dos redenciones, atribuyendo a cada una un nombre propio,
(versículo XII): formará una señal para las naciones y reunirá a los desterrados de Isarel.
El profeta califica las diez tribus con el nombre de «desterradas», pues a pesar de haber
sido desterradas de su lugar habitan juntas; por el contrario, a los exiliados de Judá, se les
aplica el nombre de «dispersos»: Él reunirá a los dispersos de Judá.
La casa de Israel ungirá un ungido que es llamado «Mesías hijo de José». Él librará los
combates en nombre del Señor, conquistará provincias y reinos hasta entrar en Jerusalén, a
la que reconstruirá, según la palabra (Salmos CXLVII, 2): Constructor de Jerusalén es el
Señor, Él reunirá a los desterrados de Israel. Sin embargo morirá en el combate, y ésta es
la visión de Zacarías (XII, 11 y 10): En este día se levantará un gran lamento en
Jerusalén...y pondrán sus ojos en mí, a quien traspasaron. A continuación, vendrán los
dispersos de Judá, esparcidos entre las naciones, e instituirán para ellos un único
gobernante, el Mesías, hijo de David, que estará junto a ellos en su exilio. Y con la
autorización y ayuda de los reyes de las naciones, regresarán al país de Israel, tal y como
está escrito (Isaías LXVI, 20): ellos guiarán a todos vuestros hermanos. Este reino será
duradero y no cesará jamás, éste es el sentido del mensaje (Isaías LVI, 8): Oráculo del
Señor Dios, que reunirá a los desterrados de Israel, a las diez tribus, y reuniré aun algunos
otros junto con los que ya han sido reunidos, añadiré otros, a saber, a los dispersos de Judá.
Así se cumplirá la promesa (Deuteronomio XXX, 3): El Señor, tu Dios, guiará a los
cautivos, tendrá piedad de ti y te reunirá de nuevo rescatándote de entre las naciones entre
las que te había dispersado.
Un largo intervalo de tiempo separará estas dos reuniones de exiliados, pues pastarán
por los desiertos de los pueblos para purificar y blanquear a todos los impíos de Israel, para
fundirlos como se funde la plata en un crisol, como aconteció en la salida de Egipto. Esta
depuración se acabará al término de los dos mil doscientos noventa días asignados por
Daniel (XII, 11), término que se corresponde con el año 5118 de la creación del mundo. Y
en Daniel V, 12, está dicho: Feliz aquel que tendrá y esperará mil trescientos treinta y
cinco días. Este texto nos enseña que incluso el periodo de la redención comportará un
cierto tiempo de purificación y de depuración.
Por ello, en la edificación del segundo templo hay un intervalo de dieciocho años desde
la vuelta de la gracia hasta la reconstrucción del santuario; y también por ello pasaron
cuarenta años desde la salida de Egipto hasta la entrada en tierra prometida.
En ese día finalizarán las guerras y las rebeldías, llegarán los días de consolación, días
de proezas maravillosas, grandiosas y formidables. Sin embargo la redención comenzará,
Dios mediante, al final del quinto milenio desde la creación del mundo.
Me parece adecuado exponer en este lugar un versículo de Zacarías que, a mi modo de
ver, se refiere a los acontecimientos futuros. Sin embargo, los comentaristas han constatado
que Zacarías había profetizado acerca de la construcción del segundo templo y acerca de
otros acontecimientos que tuvieron lugar en esa época, por lo que afirman que esta profecía
ya se había cumplido en el periodo del segundo templo. No cuestiono esta opinión, pues
muchas profecías concernientes al futuro, figuran entre otras ya cumplidas en los tiempos
de aquéllos que las profirieron, como ocurre con Isaías II, 2 y Miqueas IV, 1: y sucederá al
fin de los días, profecía formulada con el mismo estilo por Isaías y por Miqueas y que, no
obstante, se encuentra entre profecías cuyo cumplimiento pertenece a nuestro pasado.
También en Jeremías y Ezequiel nos encontramos con diversas profecías de consolación y
de maravillosas promesas para el futuro entre otras profecías ya cumplidas durante el periodo del
segundo templo. Por ello, he aquí el versículo en cuestión (Zacarías IX, 9):
¡Alégrate, hija de Sión! ¡Lanza gritos de gozo, hija de Jerusalén! He aquí que tu rey viene
hacia ti: Él es justo y llega victorioso, con aspecto humilde y montado en un asno...
Este texto ha sido interpretado como si se refiriese a Nehemías el Tirsata, el cual dijo
(Nehemías II, 12): no llevaba conmigo más animal que el que yo montaba, «animal» y no
«caballo» o «mula». En cuanto al versículo de Zacarías IX, 13: Yo suscitaré a tus hijos,
¡Oh Sión! contra tus hijos, Yaván, se refiere a las guerras de los Asmoneos.
Estas explicaciones no nos parecen adecuadas, pues no encontramos en ninguna parte
que Nehemías haya sido llamado rey o príncipe. Estas designaciones sólo son apropiadas
para Zorobabel, hijo de Shealtiel, gobernador de Judá, pues era del linaje de Yekonya, rey
de Judá.
En cuanto a Nehemías, declaró (Nehemías V, 14): Jamás he comido del pan del
gobernador. Además, por entonces, tan sólo las tribus de Judá y Benjamín habían
regresado del exilio, tal y como está escrito (Esdras I, 5): Entonces los dirigentes de las
familias de Judá y de Benjamín, los sacerdotes y los levitas, es decir, todos aquéllos a
quien Dios había despertado el espíritu, se levantaron para construir el templo..., mientras
que en nuestro versículo leemos (versículo 10): destruiré los carros de guerra de Efraim.
Es cierto que hay una diferencia de diez mil entre los exiliados que regresaron a la tierra
de Israel y los que se detallan en la lista precedente; el Seder Olam salva la dificultad
diciendo que el resto representa el número de hombres procedentes de otras tribus que
subieron a la tierra de Israel junto con los judeos y los benjaminitas desde otros lugares; sin
embargo no se pueden designar con el término de Efraim a las diez mil personas
procedentes de esas tribus. Además, la profecía: destruiré los carros de guerra de Efraim y
la caballería de Jerusalén, y serán despedazados los arcos de guerra, no se aplica al
periodo del segundo templo, durante el cual los judíos detentaron numerosas guerras con
los griegos.
Finalmente la promesa: y dominará de un mar a otro, no se corresponde con la situación
de aquella época, pues lejos de detentar dominio y realeza, los israelitas permanecieron,
durante todo el periodo del segundo templo, sometidos a los reyes de Persia, de Grecia y de
Roma sucesivamente.
Por todas estas razones no interpreto este versículo como referente al periodo del
segundo templo, sino como una visión de futuro concerniente a la época mesiánica.
el Mesías-Rey;
con aspecto humilde y montado sobre un asno...
cuando la Gloria y su Presencia majestuosa salgan del exilio, pues entonces las piedras
serán inundadas con el fulgor de la luz blanca resplandeciente que tiene el aspecto del
bedelio y que es el trigo de los cielos; esto por lo que respecta al atributo que inclina a la
gracia, mientras que para el que inclina al juicio, se multiplicará la expansión roja.
Y una vez que los atributos estén normalmente e íntegramente situados, las lluvias ya no
volverán a distribuirse injustamente, ora demasiado abundantes, ora demasiado escasas,
porque el influjo interior se habrá normalizado. Y esto es lo que significa:
X, 1: Pedidle al Señor la lluvia... Su dominio se desplegará de un mar a otro...
se trata de los límites de la tierra de Israel, de acuerdo con la promesa (Éxodo XXIII, 31):
fijaré tus confines desde el mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta
el río. Y después de hablar de la redención de Efraim, es decir, de la de las diez tribus, el texto evoca la
redención de los dispersos de Israel:
Esta profecía se refiere al rey del Norte, el rey César, el cual, procedente de ultramar con
sus carros, su caballería y numerosos navíos, conquistará todo el país de Egipto y el reino
de Kush. Esto lo confirma la continuación del versículo:
Abrazando con su mirada profética el séptimo milenio, «día de completo sabath y reposo
para la vida eterna», el autor inspirado anuncia que, entonces, todas las almas serán
encerradas en el saquito de los vivos y emplazadas bajo el trono del Señor; entonces parará
su curso el río nacido del Edén de la Sabiduría, del que depende la subsistencia y la
población del mundo. En este sentido, con las palabras «Huye, amado mío», el autor
simboliza la partida de la Gloria y su ascenso hacia la luz suprema.
Como una gacela, como un joven cervatillo por las montañas embalsamadas.
Esta última expresión simboliza el lugar que integra a todas las entidades y que es
llenado de cuerpos.
Que Aquél que realiza tan maravillosas obras, que edifica sobre las aguas sus aposentos,
permita que merezcamos contar y figurar entre el número de los humildes que no pretenden
sino el último rango; que permita que revivamos al cabo de dos días para permitirnos ser
testigos de la felicidad de Jerusalén, cuando se cumplan las palabras del profeta (Isaías
XXX, 26):
AMÉN
Notas
1 Metáfora de la divinidad que construye su propio Palacio: Dios concebido como Dios-Rey.
2 Noción de hnwk (kawanah), inclinación o dirección de la intención. En el escenario edénico todo propósito tiende a la
conservación del equilibrio primordial, lo cual es a su vez entendido como estado de preservación de la voluntad divina,
estado anterior a la caída y al exilio.
3
wa ]ba (eben esh), piedra de fuego o piedra preciosa; referencia alegórica a la corte divina.
4
hnykw (Shekinah, presencia divina). Ezra describe aquí el estado de la Presencia anterior al exilio.
5
El espíritu del mal es una entidad imperfecta que sólo es completada por el pecado. Esta idea será retomada en Zohar II,
7.
6
Hasta la llegada de Set no vuelve a existir la perfección; con él comienza la generación de los justos.
7Los patriarcas constituyen la imagen de las tres sefirot subsiguientes a las tres sefirot superiores, a saber: Gracia (Hesed),
que se corresponde con Abraham, Fuerza (Geburah), la sefirah del juicio severo, que se corresponde con Isaac; Belleza
(Tiferet) o misericordia (Rahamim), la sefirah del derecho, de la equidad, de la verdad, que se corresponde con Jacob. De
este modo Jacob constituye el equilibrio entre los dos extremos: el rigor y la clemencia.
8Contemplación de la gloria de la presencia, esto es, de la majestad divina, del rey morando en su Palacio.
9Esta descripción del descenso de los patriarcas montados en un carro constituye una descripción adherida a la mística de
la merkabah tardía, los yordé merkabah, que es entendida como un recorrido místico por los siete cielos hasta alcanzar la
contemplación de la morada de Dios.
10Estado de Unión (Yihud): Unión de Keter (Gloria, Majestad) y Presencia (Malkut).
11El Nombre divino encierra el secreto de la Creación, pues en el Nombre está contenida la esencia del Creador.
13
Sumo sacerdote en tiempos de la caída del imperio persa en manos de Alejandro Magno, perteneciente a la segunda
generación de la Gran Sinagoga.
14Rabino de la última generación de los Tanaïm que enseñaron entre el 25 a.C y el 200 d.C. A él se debe la redacción
definitiva de la Mishná.
15R. ben Azaï, R. ben Zoma, R. ben Abuya y R. ben Yoseph penetraron juntos en el Paraíso. Sólo Akiba ben Yoseph sale
indemne. Azaï muere, Zoma se vuelve loco y Abuya reniega de la fe judía (Cfr. Haguiga 14b).
16
Tres modos básicos de interpretar las Escrituras: literal, filosófico y místico.
17Identificación analógica entre el nombre de Salomón (hmlw) y el término Paz (mwlw).
18
Debekut (twkbd).
19hmkh (Hokmah, sabiduría). Segunda sefirah entendida como lugar en el que arraiga de manera indiferenciada el todo
creado con anterioridad a su diferenciación inteligible, diferenciación que se da en el orden de la tercera sefirah, hnyb
(Binah, inteligencia).
20
Seis extremidades que se identifican con las seis direcciones espaciales: arriba, abajo, delante, detrás, izquierda y
derecha.
21 Job XXVIII, 1 ss.
23
Hay aquí una identificación entre el no-ser primordial y el Ein-sof inaprensible, principio de todo. Este primer no-ser u
oscuridad primigenia no debe entenderse como la nada opuesta al ser, sino como el todo indefinido, infinito, la nada
absoluta. La fijación de límites que se relata a continuación es el paso del no-ser (ain), simbolizado por la sefirah Keter, al
ser (ani), al yo, simbolizado por la sefirah Malkut, concreción que en la medida que define o delimita la oscuridad
primordial supone una rotura de la unión original (yihud) y que desemboca en la emanación del paradigma de la creación,
el árbol sefirótico.
24El influjo, la emanación procedente de la totalidad de las sefirot, así como la emanación que cada sefirah recibe de las
sefirot superiores.
25Acto voluntario de revelación por parte de la divinidad; la revelación, en un sentido metafísico es, pues, el acto volitivo
mundo.
28Canto o plegaria que aspira a la Unión (Yihud); formulado por el Trono de Gloria (sefirah Malkut) y dirigido a la Luz
suprema (sefirah Keter); la constante formulación del canto se traduce en la manutención de la estructura, esto es, en la
conservación del lazo entre la primera y la última sefirah. La plegaria formulada por el trono de Gloria sigue un camino
ascendente a través de las sefirot (un día comunica a otro la palabra), y es satisfecha en su petición en un orden
descendente. Aquí radica la absoluta interdependencia entre cada una de las sefirot, y la noción del árbol sefirótico como
organismo.
29Qadosh (Santo), que tradicionalmente se identifica con la sefirah Keter o Atarah, primera manifestación indiferenciada.
30
Sefirah Malkut, el reino: última de las sefirot cuya aspiración es la restitución (Tikún) del organismo, esto es, la
reconstitución de la unidad orgánica por su unión con la primera sefirah.
31Sefirah Keter.
33
En el texto bíblico: “Pues tus amores son para mí mejores (tobim) que el vino”; en este pasaje, Ezra de Gerona ejecuta
una transposición exegética, según lo anotado por él en la segunda observación preliminar.
34Distinción entre la Luz procedente de Hokmah y la Luz Suprema, entendiendo la luz de Sabiduría como una concreción
formal.
35 A partir de la Gloria, referida a la última de las sefirot, Ezra concibe la profusión del “aroma” dando lugar al mundo de
la creación según un orden de lo que podríamos llamar setenta subcategorías, las cuales quedan divididas entre el lado
izquierdo y el lado derecho, de modo que el número total es de setenta y dos subcategorías.
36
hrua (Atarah) o rtk (Keter), Corona, primera Sefirah, Luz Suprema.
37 Las diez sefirot y las veintidós letras del alfabeto hebreo. Según la tradición judía Dios creó el mundo por diez palabras
(Cfr. Pirké Abot V, 1), en este caso identificables con las diez sefirot. Por otra parte, la misma tradición afirma que Dios
grabó las letras generando una suerte de prototipo del mundo.
38 El término utilizado en el versículo es hxmcn (gozo, alegría, deleite), que Ezra asimila al término hrkza (en recuerdo
de, en honor a ), que en este caso toma un sentido direccional o de tendencia hacia la la luz suprema.
39
Alabanza (halel): fórmula litúrgica que consiste en recitar los Salmos 113-118 durante el servicio de la mañana de las
neomenias y días festivos.
Sanctus (Qadish): fórmula aramea recitada al final de cada sección del servicio público.
40 La razón del exilio de la Presencia se entiende como una liberación o autonomización de las fuerzas.
41
Rabí Yohanan ben Zakay, conocido como el doctor místico, uno de los rabinos místicos más considerados entre los
doctores de la Mishnah, perteneciente a la primera generación de los tanaïm (10-80d.C)
42Recuperación del camino recto, del cumplimiento de la ley. La referencia a los pastores remite a la vida nómada,
entendida por los judíos como una suerte de edad de oro en la que el pueblo judío cumplía los preceptos de la Ley; la
sedentarización, por el contrario, alejó al hombre judío del camino recto al adoptar para sí los hábitos y leyes de los
gentiles.
43Concesión que perseguirá la consecución de la unión universal (Yihud); el interés de tal unión no queda limitado al
mundo humano, sino que se hace extensivo al mundo del que es reflejo, el mundo sefirótico: la Presencia concede la ley
para que sea posible la restitución (Tikún) que posibilite el final de su exilio.
44 En Éxodo Rabbá, XII, 2, se lee: Tres cosas preceden a la creación del mundo: agua, soplo y fuego. El agua concibió y
engendró la Tiniebla, el fuego concibió y engendró la Luz, el soplo concibió y engendró Sabiduría. De modo que según
Ezra la fuente primigenia del ser se identifica con la Sabiduría divina.
45
Las consonantes son cuerpo muerto y las vocales, que en lengua hebrea se indican mediante puntos, representan el
espíritu que vivifica las palabras dotándolas de sentido.
46
Rabino de la generación de los postanaítas (aprox. 240 d.C).
47Voz de la Presencia (Esposa) y del Santo (Esposo) y de toda la corte celestial que habita el séptimo cielo.
48
Donación de las Tablas de la Ley en el Monte Sinaí.
49 Referencia a la pregunta de Moisés acerca del Nombre (Éxodo III, 13).
50 muyc (acacia).
51 El término usado en el versículo es uyhr (rahit), mueble, artesonado, de modo que el versículo dice literalmente: Las
vigas de nuestra casa son de cedro, y nuestro artesonado de ciprés, pero el término rahit es interpretado por Ezra como
travesaño para identificarlo con la línea media.
52 Aquí el autor establece un juego de palabras entre el término “azucena” (hncwc: shoshanah) y el término “seis” (cc:
shesh).
53 Símbolo del equilibrio.
55 Referencia a los exploradores que por orden de Dios envió Moisés a explorar la tierra prometida: Envía sujetos
principales, uno de cada tribu , a explorar la tierra de Canaán, la cual tengo que dar a los hijos de Israel” (Números,
XIII, 3).
56
El equilibrio procurado por la línea media o central es un equlilibrio tributario del flujo procedente de la luz suprema.
Este flujo tiene un carácter bidireccional, es decir, aunque el flujo procedente de la luz suprema no cesa jamás, sólo es
efectivo si hay una respuesta de retorno por parte del receptor. En este caso Ezra equipara la línea media al pueblo
elegido, y con ello queda justificado además el tema de la elección.
57 “la profecía fue interrumpida”, es decir, Dios dejó de hablar al pueblo de Israel. El profeta (ybn: nabí) es en el entorno
semítico «el que habla por boca de», de modo que el profeta es un instrumento mediante el que la divinidad comunica sus
designios.
58 La alegoría del manto con el que se cubre la divinidad para irradiar su luz permite la inteligibilidad de esa luz. Se
establece así una distinción entre la Luz Suprema y la luz primordial, la primera ininteligible en tanto que infinita, la
segunda aprehensible, en tanto que limitada.
59 Hay aquí una afirmación expresa de que la existencia precede a la esencia. El ser es entendido como actualización de lo
existente, siendo lo existente identificable con el existente en la medida que es emanado de Él por un acto volitivo de
delimitación y orden, en otra palabras, por un acto de formación. Por ello Él es el Emanador, pues el todo emana de Él, y
Él es el Formador, pues el todo existente fue formado por Él en un acto volitivo de autolimitación.
60 El incumplimiento de la ley se traduce en un destierro del Rey de su reino y en la consecuente anarquía y desorden. En
este sentido, el padre es equiparado con la ley y la madre con el orden que genera la aplicación de la ley.
61
En el contexto medieval, se entendía que la luz emanaba de los ojos a modo de luminar que permitía la percepción del
mundo.
62 Ornamento en el sentido de procurador de la harmonía.
65
Como es sabido, el alfabeto hebreo consta tan sólo de 22 letras; no obstante, en su cómputo, Ezra de Gerona considera
las letras que en hebreo se refieren con la palabra mnemotécnica Kimnapetz (jpnmk), que son las letras que a final de
palabra adquieren una grafía distinta, de modo que el total de letras que componen el alfabeto hebreo son, efectivamente,
27.
66
Según todo esto, la Clemencia es un atributo superior al atributo del Rigor, pues la Clemencia, reflejo del amor divino,
presupone el conocimiento perfecto, mientras que el Rigor, que se refiere a la observancia, no es sino la aplicación de la
justicia divina ante la desobediencia, como justo castigo a la ignorancia.
67Establecimiento del equilibrio: rigor sometido al conocimiento.
68
El mundo superior o mundo de las sefiroth, y el mundo inferior o realidad creada.
69 Los doce canales superiores comprendidos entre la corona y la belleza: la tríada superior como soporte de la sabiduría
divina, y las tres sefirot siguientes identificándose con los tres patriarcas: la clemencia con Abraham, el Rigor con Isaac y
la Belleza con Jacob.
70
Cumplidos los cuarenta años del exilio en Babilonia, con la caída del imperio babilonio a manos de los persas, tiene
lugar la reconstrucción del Templo mediante la intervención de Esdras y Nehemías.
71 Cf. 2 Re, XIII ss.
73
Ver nota 15.
74 Este fragmento establece una espectacular descripción de la jerarquía que supone el gobierno del mundo. Los doce
gobernantes de las ramas son los doce signos zodiacales, y los doce gobernantes de la esfera son las fuerzas derivadas de
los doce signos que ejercen su influencia sobre el mundo. La influencia zodiacal en la cosmovisión judía debe entenderse,
no obstante, desde una perspectiva unitaria que culmina en el punto más alto de la jerarquía, a saber, la voluntad divina; de
este modo, esta influencia es vista como un instrumento del que se sirve Dios para desarrollar su plan. Acerca del
gobierno de Dios sobre los planetas y constelaciones es significativo el relato de Josué X, 12 ss.
75 Es decir, doce para el universo, doce para el mundo y doce para la nación elegida. Desde este ángulo es inmediata la
78
El texto bíblico utiliza el término rwj (roca), símbolo de la fuerza y potencia divinas. Ezra interpreta el término como
“formador” por analogía con el término hebreo hrwj (forma).
79 Referencia a una de las leyendas talmúdicas sobre el golem (Cfr. Sanedrín, 65b): Rabba (maestro del Talmud del s.IV)
creó un hombre y lo envió a Rabí Zera el cual, tras interrogarlo y no recibir respuesta reconoció que procedía de uno de
sus compañeros y lo convirtió en polvo.
80
El arrepentimiento, que en último término no es sino un movimiento de comprensión o inteligencia, es entendido como
acto liberador tributario del atributo de la clemencia divina.
81 La Presencia intercede en favor del pueblo de Israel, pues la presencia de diez justos es suficiente para preservar la obra.
respecto el cómputo desarrollado por Ezra en la pg. 99), de modo que nos encontramos frente a cinco mil años de
duración del exilio y mil años de era mesiánica: seis mil años de duración del mundo, seis milenios facilmente
equiparables a los seis días en los que el mundo fue creado.
83
El reino del norte cayó en manos del imperio asirio, siendo absorbido por él, en el 722 a.C, mientras que el reino del sur
quedó sometido al imperio babilónico en el 586 a.C. El reino de Israel contenía diez tribus, mientras que el reino de Judá
quedó conformado por dos tribus: la de Benjamín y la de Judá.
84 rway (ye’or); aunque el término significa río, en general es usado para designar al río por excelencia, esto es, el Nilo.
85 La realeza davídica.
86 Reunificación de los dos reinos, que tiene su paralelo en la reunifcación de la Gloria y de la Presencia.