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EL ENCUENTRO INESPERADO DE LOS SÍMBOLOS PATRIOS

Los Símbolos Patrios de México: la Bandera, el Escudo y el Himno, se encontraron

inesperadamente en una plaza olvidada, pintarrajeada con grafitis que podían advertirse en

sus bancas, muros y árboles. A los tres se les notaba cabizbajos, taciturnos y abatidos. Ni

uno de la terna intentaba proferir la más efímera sílaba para entablar una conversación. Se

miraban de reojo, como esperando que alguno se atreviera a romper con ese silencio,

paradójicamente ensordecedor.

Una breve ráfaga de aire que pasaba por el lugar, hizo ondear a la Bandera, dejando al

descubierto la belleza de su imagen, y ésta al verse sorprendida no tuvo más remedio que

darle fin al mutismo. Tartamudeando expresó el primer saludo y en consecuencia, el primer

cuestionamiento reglamentario.

──Ho…hola hermanos, ¿cómo han estado?

Los otros símbolos se miraron esperando que uno de los dos contestara la pregunta, sin

embargo fue el Escudo quien dio continuidad a la recién e insípida charla:

──Uy, ya ni me recuerdes. Cada vez se pone peor la situación. Los niños, jóvenes y adultos,

me evaden, me ignoras; es más, los de esta generación saben muy poco de mí y de la leyenda

de Huitzilopochtli que es el punto medular de mi imagen.

Ya no es como antes, como cuando nuestra figura representaba, más que un protocolo

cívico, un sentimiento, un orgullo que nos hacía sentir importantes. ¡No, no!, ya no existe esa

afinidad de otrora.
──Pues… creo que esto se ha vuelto generalizado ──comentó el Himno, acomodándose

las primeras dos estrofas ──, a mí me pasa igual. Me siento ridículo cuando en las escuelas,

los estudiantes me corean con desgano, sin pasión. Las débiles voces de los que pretenden

entonarme se vuelven inaudibles entre el murmullo de chascarrillos, charlas futboleras y otras

conversaciones no propicias; opacando cada línea en la que narro nuestra lucha triunfal al

ritmo de hermosas notas musicales.

──Si las nuevas generaciones supieran tu origen ──añadió el Emblema──, si tan solo

conocieran de la historia de Guadalupe González Pino, novia del autor de tus versos, y de las

que se tuvo que ingeniar para que fueras realidad…

──He podido observar ──prosiguió el Himno──, que muchos, incluyendo maestros y

directivos…, no se saben completa mi letra, aun cuando ha sido fragmentada para optimizar

el tiempo académico, y para no quedar en evidencia, mueven los labios simulando que

cantan; otros más graciosos me tararean. Por si fuera poco, no saben ni los nombres de los

personajes ilustres que crearon mi letra y mi música, y eso hace que retiemblen mis versos.

¿De qué sirve ser considerado el segundo más hermoso del mundo, después de la

Marsellesa?, ¿de qué te ha servido a ti ser considerada la más hermosa de todas?

──cuestionaba el Himno mientras seguía acomodándose las estrofas, pero ahora las dos

últimas.

──¡Qué pena la nuestra! ──expresó la aludida──. ¿No será que tanta tecnología está

acabando con nuestra esencia nacional y por eso hay habitantes en este país que tienen mayor

afinidad con otras banderas, con otros himnos y otros escudos?


¡Las conciencias se enajenan! ¡Miren cómo se visten en la actualidad, cómo hablan, qué

cantan, a quiénes admiran…! ¡Cuántas versiones chuscas y pícaras no han hecho de mi

imagen! Me han caricaturizado, editado de mil maneras en programas de internet… ¡Me han

ridiculizado!… ¡Bueno!, lo último que vi sobre mí, fue a la serpiente devorando a mi águila.

¡Qué crueldad!...

──Tal vez un poco de tecnología ──la interrumpió el Escudo cuando desplegaba su

esquina inferior izquierda──, un poco de apatía y otro poco de… o más bien, otro mucho de

desatenciones hacia nosotros, son las causas de que estemos yendo rumbo a la

insignificancia… y quizá muy pronto, a las profundidades del olvido o, como comentas,

amiga, seremos el hazmerreír de todos por culpa de la indolencia de muchos.

──Les cuento ──decía afligida la Enseña tricolor──, en varias ocasiones me he quedado

cual niña castigada sin recreo en la vitrina de una dirección escolar o cual presa inmóvil en

alguna oficina; así haya sido un día conmemorativo, en donde mi majestuosa águila y yo,

debimos estar a toda asta, flameando ufanos como una señal que invite a las remembranzas

de las hazañas realizadas por nuestros héroes.

Los Símbolos Patrios pasaron de la tristeza a la protesta; estaban exteriorizando sus penas

y frustraciones, y al mismo tiempo, meditando sobre posibles soluciones para revertir vasta

indiferencia hacia ellos; algo que pudiera reconstruir la conciencia cívica, tal vez avasallada

por esas tecnologías que suponían o… por esas desatenciones.

──¡Ya sé!, se me ha ocurrido algo ──dijo entusiasmado el Himno──. Ahora con la

Reforma Educativa se ha implementado una nueva manera de fomentar la lectura y la

escritura; los maestros realizan una acción denominada “Actividades para empezar bien el
día”, hagamos entonces que los maestros promuevan textos alusivos a este escenario.

Cuando las clases concluyan su jornada, entraremos furtivamente a la biblioteca escolar y

localizaremos los libros y todo tipo de textos acordes con este propósito; los llevamos a las

aulas y los dejamos abiertos en esas páginas que cuentan sobre los pasajes más

representativos…, como aquel que relata la historia de un niño que tuvo que salir de su país…

── “El niño que no sabía qué cosa era la patria” ──irrumpió la Bandera──, pero ese texto

es del autor argentino: Juan José de Soiza. Bello y reflexivo. Narra la historia de una maestra

que preguntó a sus alumnos que qué cosa era la patria, y todos levantaron la mano, excepto

uno. Fue necesario que aquel chiquillo, un día saliera de su país, ver a otros soldados, ver

otra bandera, escuchar otro himno para comprender el significado de aquella pregunta...

──Pero… sobre todo ──alegó el Himno con un gesto de preocupación── que lean

nuestras obras literarias que hablan del nacionalismo como: “¡Suave patria!” de Ramón

López Velarde; “A la Patria” de Manuel Acuña; “A Hidalgo” de Salvador Díaz Mirón… Una

variedad literaria interminable de ensayos, cuentos, novelas, leyendas…que bien podrían

despertar las conciencias de nuestros niños y jóvenes mexicanos.

──¡Exacto! ──exclamó con fuerza el Escudo──. Nosotros no debemos esperar que los

niños salgan de este país para asimilarlo, sino que desde sus primeras edades, los maestros

deben culturizarlos con esas lecciones que propones; sería una magnífica oportunidad para

meternos a sus ojos, a sus oídos, a su corazón, y cuando sus sentidos alcancen el nivel de su

razón y empiecen a apoderarse del conocimiento; cuando empiecen a desarrollar sus

competencias y a desentrañar el meollo de los valores, sabrán quiénes somos; sólo entonces,

su cariño, orgullo y respeto, se podrán percibir en cada encuentro que tengamos… Es más,

hasta sin vernos sentirían ese fervor patrio que hoy en día se ha vuelto casi nada… o ¿nada?
Los tres Símbolos vislumbraron ese momento y sus imágenes se erizaron de la emoción.

──Que cuando te enarbolen ──se emocionó el Escudo──, vibren los corazones, se

estremezcan los sentidos al contemplar cómo tu águila, mientras devora a la serpiente, se

eleva en un victorioso vuelo hacia la cima del asta…Que sepan que el verde, es la esperanza

de una vida mejor; que el rojo, es la sangre que los héroes derramaron en épicas batallas con

el único afán de darnos gloria y libertad; que el blanco representa la ilusión, la alegría… y

que también es… una página inmaculada en espera de que cada mexicano escriba su propia

historia.

──¡Uff, me encantaría! ──exclamó entre suspiros el Himno──, que cuando me canten,…

¡ummm!... los alumnos de todo el país, lo hagan con orgullo, con voz fuerte, que salga desde

lo más profundo de su ser para que cada sílaba, cada verso y cada estrofa, resuene por todos

los rincones de la geografía terrestre, y sepan que México tiene una historia inmarcesible, y

que pese a los embates del hombre o de la naturaleza, seguimos de pie, porque el cielo… un

soldado en cada hijo nos dio.

──Yo creo que sí sería una excelente acción eso de la lectura ──abundó la Bandera──,

además de lectura de poemas, biografías de los héroes, sus anécdotas, sus gestas, su arrojo…

y por supuesto… que nos conozcan más a fondo: ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿por qué estamos aquí?,

y, ¿cuáles son nuestras funciones representativas en el territorio nacional y mundial?

── Aquí en todo México ──enfatizó el Escudo──, en bibliotecas públicas, escolares y

particulares, tenemos un acervo de cuentos, leyendas, fábulas y todo tipo de textos y

contextos que resaltan esta historia, pero que desafortunadamente yace empolvado,

amarillento, ávido de que los lectores les den un insuflo de vida a sus letras.
──Es de suma importancia que todos pongan de su parte para que promuevan y ejecuten

estrategias que nos reanimen en todo lugar y ocasión, y se nos otorguen los honores que

merecemos. ¡Ah, y por supuesto!, que cuando este cuento llegue a los ojos del lector, lo

reflexione y lo comparta con todos los alumnos y docentes de México.

──Y también con los padres de familia y de la sociedad en general, pues ellos juegan un

papel de suma importancia. Que el analfabetismo, que la crisis, que el tiempo medido, no

sean pretextos para no participar en esos eventos de difusión. Sólo así, nuestras sustancias

dejarían de ser simples letras, mantas e imágenes, condenadas, en corto plazo, a la

desaparición definitiva ──remató el Himno.

──¡Qué tanto es tantito! Si cuando menos nos dedicaran de manera periódica la creación

de poemas, ensayos, cuentos como éste que nos han dedicado hoy. ──dijo la Bandera,

agitándose y recobrando el garbo.

──Bueno, mientras se deciden los demás, empecemos con lo que nuestro hermano el

Himno propuso: meternos a las bibliotecas para tomar esos libros y llevarlos a las aulas…

──propuso el Escudo.

──Sabemos que esto, es una labor humana que no está a nuestro alcance, pero

afortunadamente existen los escritores, la imaginación, y los recursos literarios como la

personificación, entonces que sean ellos nuestros aliados para cumplir con esta encomienda.

Llevaremos esos libros a las aulas. ¡Claro que los llevaremos! ──alentó la Bandera.

──¡¡¡Así sea!!! ──exclamaron al unísono.


Se miraron fijamente, luego se abrazaron con un ímpetu patrióticamente fraternal. Aquel

encuentro inesperado que inició con rostros entristecidos y espíritus abatidos, terminó siendo

un encuentro esperanzador.

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