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1 El hueco y otras instantáneas

2 Grupo literario Piedemonte


El hueco y otras instantáneas
Grupo literario
Piedemonte

Autores
Daniela Ortiz Meneses
Marian Janile Yagüé Flórez
María Camila Rodríguez Sierra
Omaira Sastoque Montalvo
Yusseth Rocha Lozada
Nailly Tatiana Puertas Vargas
William Steven Rivera Plazas Programa Licenciatura en inglés
Yisela Montaño Montaña
Juan Camilo Barahona
Andrés Perdomo
Ingrid Lizeth Campos Ducuara
María Paula Alvarado Rodríguez
El hueco y otras instantáneas

Jhon Fredy Bolívar Cantillo


Juan Ignacio Muñoz Zapata
Jeimy Espitia
Diego Mauricio Barrera Quiroga
Julián David Mejía Vargas

Semillero de investigaciones
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4 Grupo literario Piedemonte
© Esta obra deberá ser citada de la siguiente manera:

Meneses, O; Yagüé, M; Rodríguez, M; et al. Piedemonte. Florencia,


2017.

100 páginas pp. Tamaño: 14 x 21,5


1ª edición – Florencia, Caquetá, mayo 2017
ISBN: 978-958-8770-93-2
Palabras clave: 1. Poesía 2. Caquetá 3. Ficción, 4. Autocorrección
5. Escritura

Esta publicación es apoyada por la Vicerrectoría de Investigaciones y


Posgrados de la Universidad de la Amazonia

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro con fines


comerciales. Su utilización se puede realizar con carácter académico,
didáctico y cultural, siempre que se cite la fuente.

ISBN: 978-958-8770-93-2
Título del libro: El hueco y otras instantáneas

Florencia – Caquetá
Primera Edición – Mayo 2017
El hueco y otras instantáneas

Tiraje de 500 ejemplares

Contacto: semilleroidentidades@gmail.com

Impresión y encuadernación
Semillero de investigaciones IdentitieS

Hecho en Colombia
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DIRECTIVAS UNIVERSIDAD DE LA AMAZONIA

Gerardo Antonio Castrillón Artunduaga


Rector

Alberto Fajardo Oliveros


Vicerrector de Investigaciones y Posgrados

Guillermina Rojas Noriega


Decano Facultad de Ciencias de la Educación

Willington Andrés López Gómez


Jefe Programa Licenciatura en Inglés
Grupo literario Piedemonte
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Tabla de contenido

Escribir desde el hueco ......................................................... 10


María Paula Alvarado Rodríguez ..................................... 15
(In)Deleble ........................................................................ 16
Yusseth Rocha Lozada ....................................................... 18
Historias tristes de un bar .................................................. 19
Pain in the ass .................................................................... 21
Smoke week everyday....................................................... 23
Dani Pain ........................................................................... 26
Ingrid Ducuara .................................................................... 27
Defendiendo lo nuestro ..................................................... 28
Daniela Ortiz Meneses ........................................................ 34
Ponderado .......................................................................... 35
Mundos cruzados............................................................... 36
Euforia ............................................................................... 38
Tambores al aire ................................................................ 39
El hueco y otras instantáneas

Marian Yagüé ...................................................................... 43


Alza tus raíces y crece ....................................................... 44
Los demonios de Sofía ...................................................... 47
Juan Camilo Barahona Barrera ........................................ 51
Sin título ............................................................................ 52
Bienvenidos al infinito ...................................................... 53
Maria Camila Rodriguez Sierra ........................................ 56
7
Gotas rojas ......................................................................... 57
Jeimy Espitia ....................................................................... 59
Agua .................................................................................. 60
Sin título ............................................................................ 61
Cosas curiosas ................................................................... 63
Lucas Chiribiquete.............................................................. 65
La pelea ............................................................................. 66
Evangelización .................................................................. 67
Andrés Perdomo.................................................................. 68
Katherina ........................................................................... 69
William Steven Rivera Plazas ............................................ 70
Cocinando.......................................................................... 71
High Voltage ..................................................................... 72
Náufrago ............................................................................ 77
Omaira Sastoque ................................................................. 79
El hueco ............................................................................. 80
Metempsícosis ................................................................... 85
Tatiana Puertas ................................................................... 86
Teleo Furtivo ..................................................................... 87
Grupo literario Piedemonte

Memoria al futuro.............................................................. 90
Gisela Montaño Montaña ................................................... 91
Sombras de un hombre ...................................................... 92
Jhon Bolívar ........................................................................ 94
Sin título ............................................................................ 95
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9 El hueco y otras instantáneas
Escribir desde el hueco

Caquetá llegó a mi vida por medio de la creación literaria. Así de


simple. No fue por la literatura que otros han hecho, la literatura
producto de escritores profesionales, canónicos o marginales. No
fue por las selvas circulares en donde Arturo Cova buscaba a
Alicia. Tampoco en las crónicas de Germán Castro Caicedo, ni en
las cartas de la ayahuasca de Burroughs y Ginsberg. Mucho
menos en otra de las empresas desafortunadas de Maqroll el
Gaviero. La historia es diferente. Me encontraba en Quebec,
trabajando en el Aeropuerto de Montreal, por lo general
durmiendo en la cafetería de los empleados, tipo dos de la
mañana, esperando a que llegara mi turno de las cinco. Solía
robar algunos de los cartones sobre los que se imprimían los
tiquetes que se les da a los pasajeros. Y ahí empecé a escribir en
francés una versión novelesca de un cuento que había escrito diez
años atrás, cuando aún era estudiante universitario de intercambio
en Madrid, España. “El sueño cromático del hombre invisible” lo
fui transformando en L’Invisible Chromognon. De un texto de
prosa experimental, lúdica, subversiva, pasé a un texto más
referencial, más pausado, a pesar de que fuera ciencia ficción. El
primer texto eran las instrucciones que un hombre que había
Grupo literario Piedemonte

alcanzado la invisibilidad daba a quien quisiera seguir sus pasos.


No había explicación lógica o científica. Solo juegos de palabras
y entrechoque de conceptos. En la novela, en cambio, era
necesario un personaje con un origen y un recorrido existencial.
En el momento de escoger su lugar de nacimiento, escribí
Caquetá, lugar en el que nunca había estado ni pensaba estar.
L’invisible Chromognon se convirtió en una novela tulpa –esta
última palabra, concepto esotérico que habla de la creación de
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seres en la realidad, algo así como los homúnculos o el Golem.


Tres años más tarde, el escritor de esos borradores que todavía
ruedan por mis dedos, llegó a probar suerte como profesor en la
Universidad de la Amazonia. Tan solo traía un morral con unos
cuantos libros y ropa. Y fue ahí donde muchas cosas de la novela
comenzaron a cambiar. Vi personajes y oí historias que nunca me
había imaginado. También leí en medio de las tardes sofocantes o
de los aguaceros de gruesas gotas diluvianas textos de cierta
extrañez exquisita: una novela corta de gran potencial, La marcha
de las garzas; otras como El cazador, una aventura que me
entretuvo; o las leyendas y mitos que han recogido varios autores
y que constituyen un acervo cultural de gran riqueza. En mi clase
de Teoría Literaria pedía a los estudiantes de Lengua Castellana y
Literatura que me escribieran sobre cosas raras que les hubieran
ocurrido. Y me encontraba con hojas y hojas en donde se
asomaban brujas, duendes y espíritus de la noche. También debo
hacer mención de los talleres literarios en el Banco de la
República a cargo del Profesor Hermínsul Jiménez, propulsor
cultural y gran conocedor del hermoso misterio literario, y de los
cuantos autores que participaban con sus escritos y comentando
los de los otros participantes. Sin ellos, obviamente, nada de lo
que aquí se muestra habría salido a ver el sol y sería torpe de
nuestra parte afirmar lo contrario. Algo hay en este lugar del
mundo, siempre me lo he dicho, que merece la pena ser leído. Sí,
llegar a Florencia, para el que es de afuera, es un proceso
El hueco y otras instantáneas

embriagante y sin anestesia de ir despojándose del principio de


realidad, de enmaniguarse. Es bajar de la montaña, donde se
encuentran los pórticos que separan al Caquetá del Huila, y
empezar a cortar con el movimiento del bus o la motocicleta el
bosque de nieblas y las nieblas del bosque. Es pasar por los cuatro
túneles, cuatro guardianes que llevan al hueco, caliente, infinito,
mientras los chulos te observan desde el precipicio. Llegar al
Terminal de Transporte causa cierto recogimiento, como si se
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estuviera frente a una catedral barroca de algún fuero medieval, o


un museo de fósiles de dragón. La ciudad es pequeña, pero
fragmentada, por eso se hace tan lejana a sí misma. No es selva,
no es ciudad, mucho menos un pueblo cualquiera. ¿Quiénes la
habitan? Gente con muchas historias en la espalda curtida.
Muchos de ellos quieren contarlas; otros callarlas por miedo, por
apatía, por afasia o pereza; y algunos prefieren olvidarlas. La
literatura quizás no sea producto de primera necesidad e incluso
no tenga la importancia de las Fiestas del San Pedro o la visita de
Jorge Barón, pero permite algo que esta antología busca: gritar
con letras que se está desde un punto del universo. Son un grupo
de jóvenes escritores, estudiantes de la Universidad de la
Amazonia, la mayoría de Inglés y Lengua Castellana, que pedían
un espacio y una orientación. La verdad es que solo se les dio, de
la parte mía y de mis colegas, Julián Mejía y Jeimy Espitia,
algunos consejos sobre la coherencia, el estilo, la ortografía. Ellos
ya traían su “cuento”, o su poema como un blues en el alma. Los
talleres del viernes –o del día en que todos pudieran–, tomando
posesión de la primera aula vacía que apareciera en los corredores
de la Universidad, luego de esperar a los últimos en la cafetería de
las sillas rojas, a los que llegaban con cajas de papel e impresoras,
es una experiencia miliciana, de puro amor a la escritura, arte por
el arte porque en este se encuentra la vida. La mayoría tienen la
edad que yo tenía cuando escribí el “Sueño cromático del Hombre
Invisible”. Tienen ese vigor de las letras iniciales, ese deseo de
tragarse el cosmos en unas cuantas líneas, en apotegmas, en
Grupo literario Piedemonte

florilegios, en instantáneas. En ellos está el futuro. Esperemos que


continúen, que sus textos tulpa se manifiesten más tarde en más
obras que hablen al mundo de esa región llamada el hueco, en
donde todas las posibilidades caben.

Juan Ignacio Muñoz


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Escribir es un acto arriesgado, pero mi idea de riesgo en la
escritura ha estado limitada por las fronteras de lo íntimo.
Siempre que estaba lista a leer un texto de algunos de los
participantes del taller o de mí misma en el Facebook (plataforma
que usamos para la divulgación e intervención de los textos)
sentía nervios, algo de miedo, y confieso que en ocasiones
después de leer las primeras líneas huía y no continuaba leyendo,
debía intentarlo de nuevo.

Esto no tenía nada que ver con la cualidad, el tema o la forma del
texto, era como si efectivamente me estuviera lanzando a un
vacío, a un hueco que es ese otro. Sí acepto que esa sensación, a
la cual estoy llamando de riesgo, puede llegar a ser ofensiva para
muchos y es sobre esa construcción de lo riesgoso que pensé en el
momento de escribir aquí.

En una región históricamente marcada por el narcotráfico, la


violencia, el desplazamiento y la pobreza, ¿cuál es la percepción
de riesgo que tienen quienes han nacido aquí? ¿Quiénes, a pesar
de sus pocos años de vida, han conocido su región en las historias
de sus abuelos y sus padres y madres? Sí, para mí escribir es
arriesgado porque es como un desalojo de mi intimidad, de mí
misma, de mi caparazón de ciudad grande y fría. ¿Cómo era para
El hueco y otras instantáneas

para estos jóvenes que parecían tan animados, que hablaban con
seguridad y que pedían con desparpajo que sus textos fuesen
leídos y comentados de manera pública?

La escritura se construye con la vida, no leemos un texto, a un o


una escritora, leemos experiencias que son incomunicables como
lo pensaba Walter Benjamín, porque la violencia cambia las
palabras y sus sentidos. Pero en esos balbuceos, en la exigencia
apremiante de contar, de cantar, no se comunicaron experiencias,
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se crearon otras vidas, se contaron sueños, se cantaron amores, se
pintaron fantasmas y fantasías. Desde el hueco.

Jeimy Espitia

Grupo literario Piedemonte


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María Paula Alvarado Rodríguez

El día 8 de Enero de 1999, en la cúspide del Carnaval de Negros y


Blancos, nace María Paula Alvarado Rodríguez, sí, llegó a hacer
del carnaval la mejor fiesta. Sus primeros años escolares los cursó
en San Guillermo – Huila, con su mamá de maestra (privilegio),
hasta que la guerra armada las obligó a trasladarse a Florencia.
Estudia Licenciatura en inglés. Aquí su gusto por la escritura fue
pillado, Paula desde que aprendió lo necesario inició a escribir,
era su espacio de desahogo y así pues se halla ahora, inmersa
entre letras y poesía, disfrutando la vida.
El hueco y otras instantáneas
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(In)Deleble

La noche, cruel testigo de romances, desamor, poemas y más;


causante habitual de lágrimas, injurias y placeres. Peligro
ineludible.

Y así empezó todo, con la luna cobijando mis hombros, aunque


me resultaba extraña la gente, el sinfín de miradas tristes y
solitarias, la calle, con la sombra de aquel árbol reflejada, el bar,
con su tenue luz rojiza y su sedicioso y penetrante aroma, no
importó. ¿Hay acaso algo más vulgar que el licor y la sinceridad?
Así como el deseo vence a la cordura, el tratar de zurcir mi
corazón con su labio inferior resultó ser mi peor locura.

Lo primero fue la ilusión, la ilusión de que aquel no sería un


nuevo error. Esto trajo con sí, la venda que cubrió mi razón.
Primera caída.

Su indeleble y fresco aroma con esencias maderadas junto con el


pasar de los días lo hicieron engorroso, eran cortos lapsos de
tiempo los que tenía para sustituir mi soledad por momentos de
Grupo literario Piedemonte

felicidad, sin embargo, eso para mí, aún no significaba nada.


Segunda caída.

En tal fortuito instante, mi nauseabunda mente resguardada bajo


el tedio que generaban sus recuerdos no soportó la idea de su
ausencia. Tercera caída.

El deseo invadió lo que alguna vez aquel en mi plantó, con la


vaga idea de que podría manejar límites, accedí a la par con los
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arpegios del jazz, bajo la magna voz de Simone y el deleitante


ritmo provocado por la trompeta, el saxo y el tambor. Cuarta
caída.

Ya no podía más, no me podía conformar con tan solo retazos de


su ser, desistí, y ese fue el primer paso que di para rasgar la venda
y empezar a vivir. El miedo me cohibió, pero ya no pude más, ya
no podía callar, aquel no resultó ser quien con ilusión en mis
acuarelas pinté, mi ideal colorido a un gris se desvaneció, junto
con su recuerdo, el cual al igual que mi antiguo yo fue masacrado
e incinerado por mi nuevo y renacido ave fénix.
El hueco y otras instantáneas
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Yusseth Rocha Lozada

18 Grupo literario Piedemonte


Historias tristes de un bar

Un día llegas a un bar, el mesero te atiende con ademanes de


haber fumado todo el día, de fondo están los cuadros de
Trainspotting, Edward Scissorhands, junto a ellos unos buenos
riffs y “here they come to snuff the roosteeer, ¡yeaah! Yeeeaaaah
Here come the roosteeeer, ¡yeeeaah! You know he ian’t gonna
diee… (bis)” , pides una birra. El lugar está lleno, todos sonríen,
mientras el pobre mesero sigue con su tarea de complacer a los
demás. En esas llega una chica con su camiseta de Sexo, drogas y
cine, sus ojos son radiantes, su sonrisa es casi perfecta; Se sienta
en la barra para pedir una pola, enciende un Camel con un toque
de delicadeza, en esas un tipo se le acerca, con aires de
conquistador, sin percatarse que es un idiota. La invita un trago.
La chica lo ve con ojos de I don't care mother fucker, sin embargo
le acepta un Jaggerboom, como para animar la noche. El mesero
sigue con sus quehaceres, en esas le toca recoger botellas, y va
por las aceras haciendo su labor, pues quiere llegar a casa a
descansar de tanto ajetreo. Mientras tanto la chica embriaga al
tipo con su mirada y él se pierde entre sus grandes atribuciones;
El hueco y otras instantáneas

ella sonríe y lleva al tipo al baño. En esas el mesero agotado


porque el bar no da para más, decidí fumarse un cigarrillo, levanta
la cabeza para contemplar la brisa, las estrellas, los faros, la luna,
el alquitrán, inhala un poco de aire para continuar con su labor, ya
falto poco para cerrar. La chica entra al bathroom, dos por una y
dos por otra, intenta darle un beso al tipo y le dice: Hoy no
campeón, no eres lo que busco y sale; el tipo queda sin palabras,
aburrido toma un taxi, decide marcharse en otra de sus muchas
derrotas. Mientras tanto el mesero recoge mesas, ahora con cierta
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felicidad, al fin termina otro día trágico para él. La chica toma
otro Jaggerboom para continuar con su buena noche, sale a tomar
aire, enciende otro camel con el fin de ver qué ocurre afuera. El
mesero cierra el bar, recibe su paga y se dirige a su casa, camina
dos calles, se coloca sus audífonos para emprender su camino con
agrado, en esas se detiene para cerrar nuevamente sus parpados
porque lo seduce la lluvia, los árboles, el humo, las casas, y su
canción “my buddy’s breathin his dyin’ breath… Oh god please
won´t you help me make it through…” alza sus brazos, sonríe, de
un momento a otro pasa un carro y se lo lleva por delante sin
ningún remordimiento, así como todo en esta vida. La chica quien
estaba afuera se acerca al tipo en el suelo y le dice, al parecer tú
tampoco eres mi tipo, pobre de ti, le da un beso en la frente y
continúa su camino sin remordimiento alguno.

Grupo literario Piedemonte


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Pain in the ass

Mi nombre es Bill y este es mi amigo Bud, somos un par de


perros, algo distintos, pero juntos vivimos en el mismo barrio, yo
llegue de cachorro, después de que Jack me recogiera cuando me
vio sentado en el borde de una acera, con su vista un poco
perdida, me dijo: << Ve, ¡que perro tan chimba parce!, ¿quieres ir
a mi casa? Yo no sabía que significado tenía dicha expresión,
pero no me importo y me fui con él. Jack era un tipo solitario, se
la pasaba en el Bar de “Los Asesinos del ritmo” donde va a bailar
una música algo extraña pero pegajosa llamada Rockabilly y
Psychobilly , una mezcla de punk y rock and roll, con unas letras
un poco extrañas, pues se la pasa cantando y bailando algo que
dice: “El rock de los viciosos” se reúne con sus amigos Old Jhon
y Parcerito, son dos punks que les gusta sólo el ruido y tocan en
una banda que se llama Mañana tal vez, los tres tienen pensado
irse a recorrer el mundo, con el fin de ver el significado de sus
existencias, en fin, vaya uno a saber dónde irán a parar… Jack se
levanta todos los días temprano en la mañana, se para en el balcón
de un apartamento en un piso veinte para ver la cara de las
personas que van todos los días a trabajar por un sueldo miserable
al igual que sus vidas, escupe al piso, enciende su cigarro, lee
El hueco y otras instantáneas

algún poema de H.F.L y toma su café, mientras yo lo veo y no le


digo nada, pues siento que su vida ya es muy miserable como
para jodersela, además qué podría decirle si soy sólo un perro. A
medio día llega Bud con Penelope, Bud parece que consumiera
alguna purina alterada o algo similar, pues todo el tiempo está
paranoico, siempre que le pregunto el por qué anda sí, me dice
que me relaje, que no le pasa nada, que se puso a oler un polvo
mágico que Penelope carga siempre en su bolso y que por eso
anda así, que es muy bueno, que lo pruebe, que no sé de lo que
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me estoy perdiendo, y debe ser. El caso es que Bud llega siempre


a eso del medio con ella, quien es el amor complicado de Jack,
pues se la pasan yendo y volviendo, se conocieron una noche
luego de un par de cervezas, a lo que ella aceptó después de
salvarlo de una trifulca en la discoteca “Mansion” que era un
lugar donde Jack suele ir a bailar cada vez que se colobada un
trozo de esos rompecabezas pequeñitos que le daba Old Jhon para
que disfrutra la party como era y Pain in the ass, pain in the ass,
pain in the ass. Que un amor de otra vida, o eso decía cuando
escribía sus cartas y me las leía a mí, como si yo tuviese algo para
decir, anyway. Penelope le daba un beso a Jack, diciéndole: no sé
como pero siempre estoy pensando en ti, eres lo peor, mientras
vuelve a besarlo, él sólo le dice: “Bueno, relájate” y le da un beso
en la frente. Hacen el amor y toda la tarde, mientras fuman ese
polvo que llaman como lo que extraen las abejas, que para quedar
fly, mientras cantan “I shot the sheriff, I shot the sheriff, I shot the
sheriff” Bud me mira con cara de que aprovechemos para irnos a
ver con Roman, un Rottweiler que conoció hace poco, pero que
siempre anda con buenas perras, y yo no teniendo más que hacer,
voy con él, a visitar a su nuevo amigo.

Grupo literario Piedemonte


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Smoke week everyday

Salimos del apartamento en busca de Roman, quien se encontraba


sentado en una esquina junto con sus dos amadas perras, Nina
Viskra y Lena Magda dos Shiatsu que les gustaba el Deep House,
y verse bien o algo así alcance a escuchar alguna vez a Bud, quien
estaba enamorado de Nina. Roman es el Dealer de la zona nos
dice que cómo va el ambiente, qué hay para la cabeza, qué miren
a mis perritas, y Bud entre aturdido y cuerdo, le dice que andamos
con ganas de party, que el día está para fiesta, para sentarse en un
parque y smoke week everyday mientras la música retumbe en los
oídos. Yo me quedo sentado mientras veo como ellas se acercan a
preguntarme por cosas sin importancia, simulando interés en lo
que hago o lo que pueda pensar, a lo cual les digo lo que diría
Jack: “No sé nena, sólo relajate” me ven así y me invitan a la
playa, mientras ellos se quedan pegados a ese polvo blanco que le
gusta tanto a Penelope. Sentados en la playa me pongo a imaginar
cosas que pasan a mi alrededor, la vida de Jack, que es tan
misteriosa como todo lo que nos acompleja o perturba en la vida,
y en esas veo en las nubes esas figuras algo extrañas, el ambiente
no es algo bueno, se respira a lunes en la mañana después de
haber estado en una noche anterior viendo a Jack derramar esas
El hueco y otras instantáneas

góticas en los ojos que le salen cada vez que recuerda algo, al
consumir una botella de ese licor que lleva el mismo nombre de
él. Después de divagar cosas en mi cabeza, veo como ellas se
sientan con aires de estar agotadas, me ven a los ojos y me dicen:
Eres un perrito muy tierno, pero muy inocente, vamos a disco a
bailar algo movidito, fijo tu amigo el rarito y Roman ya se
aburrieron de estar en el piso y van a entrar al Salón Green
Velvet, que esta noche es la mejor noche, que todos van para allá,
a lo cual no me niego y les digo: “como quieran nenas, vamos”.
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De camino nos volvemos a encontrar con ellos, pero Bud está


todo alterado, como si los celos se lo llevaran por dentro al ver
que a Nina conmigo, yo le digo: “Oye viejo, cálmate, échate otro
polvito mágico por cada fosa y listo” En efecto, lo hace y se
vuelve a ir. Llegamos allá y veo a Jack con Penelope, bailando al
son de la música de un tal Aguayo y sus miradas están algo
desconcertadas, como si entendieran que en algún momento
deben separarse, entendiendo que el amor para ellos es dejar ser
en forma, pero ninguno lo dice por miedo a herir al otro, así que
siguen bailando y Roller roller rollerskate skate skate roller roller.
Mientras yo me alejo de las chicas y de Bud, quien intenta
acercarse a Nina con ganas de lo que diría Parcerito en sus
canciones, una “Noche de acción.” La luna está llena, tranquila,
todo el ambiente está propicio para generar el caos, todos lo
saben, pero no se atreven a hacerlo por miedo a prejuicios según
le entendí una vez Jack, cuando me conto esa historia de infante,
eso de no volver a las aulas y escuchar maestros con sus
intachables formas de ver el mundo según lo dicen los grandes
autores, pero que a quién putas le importa eso, si uno lo que está
es vivo y necesita ver que tanto hay en el mundo que We don't
need no education We don't need no thought control. No dark
sarcasm in the classroom. ¡Teachers leave them kids alone! ¡Hey
teacher leave them kids alone¡ All in all it's just another brick in
the wall… All in all you're just another brick in the Wall. Jack ve
a Penelope le dice adiós nena, estás muy hermosa hoy. Quisiera
Grupo literario Piedemonte

quedarme toda la noche contigo, consumirnos como una botella


de tequila, para después ver tu cuerpo destrozado como el mío,
con tus pequitas, con tus huequitos, con tus dientecitos perfectos,
tu nariz lastimada por esos golpes que recibes a diario, al igual
que yo, que aun teniendo tanta miseria dentro logras darme un
poco de alivio y de mordisco devolverme a la realidad desastrosa
por nosotros mismos. Le da un beso y sale. Penelope lo ve con
aires de no entender por qué se va, pero aun así le dice: “Eres la
peor basura que puede haber conocido, go to shit”. Le da un beso.
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Eso haré dice Jack, dos líneas, cuatro líneas, seis líneas mientras
se dirige a la calle en busca de algún problema.
El hueco y otras instantáneas
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Dani Pain

Camino por la ciudad de paredes blancas y es imposible no pensar


en ti bombom, en decir que te extraño, que deseo besar esos
dientecitos blanquitos, blanquitos, de tocar tus senos rendonditos,
rosaditos, paraditos, de estar en el café patojo con esa cancioncita
de fondo que tanto nos gusta. Ver en esa mirada tuya imponente,
esa misma que hoy me tiene hecho una nada, roto, quebrado,
estropeado, aturdido, abrumado, enceguecido. Dani Pain, nunca
lo he dicho pero es una damita muy mierda, y eso me gusta,
quiero que me bebas como te gusta el tequila, de tacazo. Como
cuando llegábamos después de horas y horas de caminar en el
parque, viendo a esas gentes que andan sin rumbo fijo, como
nosotros, como todo en esta vida, que me digas: Oye, tú te
pareces a mi cigarrillo, eres delicioso al darme un nuevo aire,
pero luego me recuerdas que al final te llevaras todo, y eso te
hace un maldito. Te amo maldito pecezuelo. Y así estoy, y así me
tienes, y ando vuelto nada, sin rumbo, trazo, camino, dirección,
ruta, sin nada, sólo te siento, aunque no te tengo, aunque no te
quiera, aunque no te olvide… Grupo literario Piedemonte
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27 El hueco y otras instantáneas

Ingrid Ducuara
Defendiendo lo nuestro

Vivir inmerso en la naturaleza, rodeado de árboles gigantes que se


confunden en el más allá. Donde la tranquilidad y la paz reinan
aquel lugar. No se ve que alguien pueda dañar la armonía
generada en el ambiente -Pensó el Gurre, mientras se acomoda
junto a su familia para apreciar el atardecer que comienza a caer.

Sus hijos le preguntan – ¿Papi, siempre está ese hermoso


atardecer?

– Si, hijos míos. Ese bello atardecer siempre está, desde muchas
generaciones atrás, y seguirá estando hasta que ustedes estén
viejos.

– ¿Será que estará siempre?

– Si, él siempre estará con nosotros cada día.

Llega la noche. Toda la familia, Papá Gurre, Mamá Gurre y


Gurrecitos abrazados en un circulo perfectamente formado;
Grupo literario Piedemonte

durmieron profundamente hasta el amanecer del otro día. Se


levantaron a hacer sus actividades habituales de recolección de
alimento para la comida del día. Estaban a las orillas del gran
bosque, cuando un ruido llamó la atención de todos.

El hijo menor corrió hacia el origen del estruendoso sonido


quedando asombrado cuando vio unos aparatos gigantes y
extraños. Jamás había visto ese tipo de cosas, así que le preguntó
a su padre:
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– ¿Qué son esas cosas tan raras, padre mio?

– ¡Dios mio! ¿Qué es eso?

– No tengo la menor idea – respondió el padre.

– Es muy raro eso, padre.

– ¿Qué vamos a hacer?

– Vigilemos desde más cerca para saber qué es exactamente esas


cosas.

– Bueno padre.

Caminaron sigilosamente hasta encontrar el sitio adecuado para


ver mejor. A lo lejos se veía un letrero que decía “Corporación
Goupetrol”. ¿Que será eso? – se preguntaba el Gurre.

Seguían observando y unas personas caminaban con unos


caparazones extraños. Con unos papeles grandes en sus manos.
¿Qué serán? ¿Qué harán acá en nuestro hogar?… ¿Serán cosas
buenas o malas las que van a suceder? Mientras el Gurre se hacía
esas preguntas la noche llegó, y fue la ventaja que estaban
esperando para poder investigar mejor.

Se acercaron poco a poco a la maquinaria extraña y se escuchaba


El hueco y otras instantáneas

a algunos sujetos que estaban aún en el lugar. Observaron la


extraña maquinaria que tenía pico, cables, una especie de base y
era mucho más gigante de cerca. Siguieron caminando hasta que
entraron a un cuarto improvisado, encontraron unos planos de su
hogar con puntos rojos marcados en todo su territorio. De repente
uno de los empleados entró por la puerta y gritó:

– ¡Gurres!!!

– ¡¿Qué?!-- replica otro afuera.


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– ¡Si!, Gurres. Están aquí.

– ¡Cogelos!. Son perfectos para el almuerzo de mañana.

Mientras tanto, los Gurres salieron por un pequeño roto que había
en el cuarto y corrían como nunca lo habían hecho, para salvar
sus vidas. Cuando se sintieron a salvo se tomaron un momento
para descansar, aún con sus corazones acelerados por la maratón
anterior, el mayor de los hijos dijo:

– ¡Casi nos cogen!

– Si, pero gracias a Dios no fue así — respondió el padre.

– Si, menos mal.

– Ahora vayámonos hijos míos, de pronto nos estén siguiendo.

– Si, vayámonos –-- dijeron todos en coro.

Cuando llegaron a su hogar el Gurre le contó todo a su esposa


mientras sus hijos ya dormían profundamente del cansancio. Ella
lo reconfortó, calmo, abrazó y besó. Él Gurre se sintió mucho
mejor y descansaron.

La mañana siguiente con sus esplendorosos rayos del sol


anunciaron un día de mucho calor. La familia Gurre, se levantó
Grupo literario Piedemonte

con la brisa de la mañana para aprovechar el sol. Luego, todos


decidieron ir a su río favorito para darse un buen refrescón. Los
Gurrecitos con sus juegos habituales de retos de valentía; de
¿Quién era capaz de lanzarse de la peña más alta? ¿Quién
aguantaba más, debajo el agua? O ¿Quién era más veloz
nadando?. Mientras tanto los padres, observando anonadados a
sus hijos con amor, ternura y agradecidos con Dios por darles
buenos hijos. Un cuadro familiar envidiable. Luego, ellos se
unieron a sus hijos en el río, una familia alegre y feliz terminando
30

su tarde con buena y deliciosa comida. Fue un día espectacular,


les hizo olvidar el problema que se avecinaba con esas máquinas
que rondaban por su hogar.

Al día siguiente, los operadores de las máquinas de la


“Corporación Goupetrol” desde muy temprano comenzaron su
trabajo de perforación en la zona. Todos los animales del bosque
sintieron el ruido generado por las maquinas. Vieron la necesidad
de reunirse y debatir sobre los extraños que vinieron a quebrantar
su paz.

La reunión se llevó a cabo en el interior del bosque, hasta el más


pequeño de cada familia de animales asistió; los venados, los
cerrillos, las pavas hediondas, los chamones, los grillos, las
avispas, los loros, las garzas, las culebras, los cucarrones, las
mariposas, las luciérnagas, los micos, las hormigas, los gusanos,
las lombrices, las garrapas, las pulgas, y la familia Gurre por
supuesto, además de una gran variedad de especies que no se
habían visto por el lugar.

El mico tomó la palabra y expresó su opinión:

– Queridos amigos sabemos muy poco respeto a esas maquinas


raras y todo eso que está en el valle a las afueras del bosque,
debemos averiguar más al respecto.

El Gurre alzó la mano y le cedieron la palabra:


El hueco y otras instantáneas

– Mis hijos y yo estuvimos observando la primera noche que


llegaron, efectivamente las maquinas son muy raras y lo que más
me preocupa es que tenía un mapa de nuestro hogar marcado con
puntos rojos. No sé que significan esos puntos, pero el color no
me gusta.

De repente alzó la mano un visitante, el majestuoso cóndor que


con un aire de nostalgia salió al frente y se dirigió a cada uno de
31

los animales de la siguiente manera:


– Exactamente yo sé lo que va a ocurrir aquí, con esas maquinas y
esa gente que están invadiendo sus territorios, su hogar. He
viajado mucho y visto como esas corporaciones destruyen nuestra
belleza natural. Con sus estúpidas maquinas haciendo
perforaciones en la tierra para extraer un raro liquido que llaman
Petróleo, supuestamente traen prosperidad y desarrollo, pero en
realidad sólo es destrucción.

– ¿Qué nos sugiere hacer? – Preguntó la pava hedionda con gran


preocupación.

– ¡Debemos unirnos para luchar!

– ¿Cómo? ¿luchar? ¿Contra quién? ¿Qué? – Exclamó las


luciérnagas en coro.

– Si, debemos luchar. – Reafirmo el cóndor muy convencido.

Todos asombrados se miran entre sí por la sugerencia del cóndor,


pero no dijeron nada. El cóndor prosiguió – Es nuestro deber
defender con todas nuestras fuerzas la naturaleza, nuestro hogar.
No dejaremos que vengan a destruirlo.

– Apoyo al cóndor – Gritó un mico.

– Si, apoyamos al cóndor- Gritaron los venados


Grupo literario Piedemonte

– Si – Todos dijeron en coro.

Acordando defender con la vida si es posible su hogar.

Dispuestos a luchar contra la corporación Goupetrol salieron


hacía donde están ubicados los invasores, formando un escudo
protector de animales a la orilla del bosque. Los trabajadores
sorprendidos se detuvieron para observar un momento la cantidad
de animales que había a su alrededor. No comprendían ¿Por qué
32

los animales estaban ahí?, pero no le dieron relevancia al asunto y


continuaron. Los animales pacientes esperaron la señal del cóndor
que volaba por el cielo precisando el momento oportuno para
atacar. Él sabio cóndor dio la orden cuando los trabajadores
celebraban su hazaña de haber encontrado petróleo.

Todos los animales decididos a defender a capa y espada su


hogar, con firme decisión se dirigieron a destrozar al enemigo.
Unos se encargaron de dañar todos los cables para dejar sin
funcionamiento los aparatos, otro grupo rompió vidrios, autos,
maquinarias y demás objetos que podían destruir. Otros se
encargaron de arruinar los cuartos improvisados de los
trabajadores. Los trabajadores corrieron loma arriba dejando todo
tirado y juraron que jamás volverían a ese lugar embrujado.

Los animales contentos y satisfechos por ganar la batalla,


celebraron hasta el amanecer con una ceremonia de
agradecimiento al creador.
El hueco y otras instantáneas
33
Daniela Ortiz Meneses

Daniela Ortiz Meneses, nacida un 29 de Junio de 1994, en lo que


antes habría sido una laguna; Pitalito- Huila, el hermoso Valle de
Laboyos. Criada entre mujeres y amor, entre sutilezas que
enmarcaron la vida misma. Hija de Cristina Meneses Rojas y
Jolver Augusto Ortiz Isaza, Nieta de Gabriela Rojas Rojas, su
segunda madre. Graduada en la Normal superior de Pitalito, en la
cual siguió pasos como Docente de Básica (Normalista Superior).
En la actualidad, escritora neta de la formación constante.
Estudiante de Literatura y Lengua Castellana de la Universidad
Amazonia. Soñadora latente, carisma frecuente.

Grupo literario Piedemonte


34
Ponderado

La pompa de algodón pálida en el occidente soy. Te pienso.


Aunque en mi circuito se bloqueen
las redes, te anhelo.
Ayer cuando bajé de tarde a la
orilla; aquella de ortigas y raíces
Te pensé.
Estas sin proponerlo,
¿Dime la verdad?, ¿te has metido
en mi totuma?; Te pienso.
Salgo a la calle, hablan de ti,
¡Y sonrió, sonrió al imaginar tu
órbita, los destellos de tu ser¡
Me siento de ti, parte de ti
aunque no existo en tu encuentro;
flotan sublimes diagnósticos de
hierro; hierro suave y fresco.
Me quema, y vivo con ello.
El hueco y otras instantáneas

¿Debo pautar esta ruta?


Te pienso, te anhelo.
35
Mundos cruzados

Noches oscuras en las que descansan


y surgen miedos; noches en las cuales,
presencias sobrenaturales abren cajones espaciosos de penuria
dormida.
Caminan, se arrastran los nombrados;
seres exiliados, pérdidos que fueron
aire miodico y ya no.
Ahí estaba Valeska, en su suave,
cómodo trono de almohadas;
los fantasmas más cercanos
habitaban su mente,
cada folículo del cuerpo.
Cápsula sofocada,
en un universo de agujeros.
Aquella noche estaba abrazada
por la melodía brusca de los
truenos furiosos e incesantes.
Camina dormida, claudicada
Grupo literario Piedemonte

por pérdidas paulatinas;


se había esfumado de sus blandos
dedos, largos brazos,
toda protección física y espiritual.
Sus creencias, pensamientos,
no eran partidarios de un colapso
neutro llamado vida.
Valeska, sinónimo de suicidio,
36

era tan sólo un fantasma mas.


Mira su cielo furtivo con tal regocijo
como si existiera; sí, como el tópico
aspirado entre luces de un cementerio.
Viven las tristezas, las dulces melancolías.
Círculo enigmático en descomposición.
Dentro de una gota existe un mar,
y ya no habrá más ruido en el silencio;
las sonrisas son idilios y el mundo
un pedazo de pan.
- !Oh¡ amada tuya y mía.
-Murmulla el hipócrita-.
- Mancha de mi alma,
corroída historia de fuego;
toma mi mano, levitemos.
- !No¡
Ahora la inmensidad de lo alto
es una acuarela, los terrenales
recitan a Bécquer. Nacen tulipanes
de las grietas.
Un corazón no palpita más.
En la noche los gritos huecos,
son canción. Sigue ahí Valeska,
sentada en la silla de al lado;
sí, tu lado. Perpetua muriendo,
El hueco y otras instantáneas

mientras te ésta observando.


37
Euforia
microcuento

Siempre lo vi con ojos de lujuria. Aquella noche cuando entraba a


casa después de la fiesta de graduación lo miré. Estaba sentado al
lado de su puerta; "era como el Dios que mi mamá me enseñaba
en Semana Santa".
Me saludó. Yo me acerqué como si nada; con ganas de pecjar
aunque fuese un hecho de látigo en mi familia. -Tan católicos-
Le dije Hola al oído; así, bien descarada, bien puta. Mis impulsos
eran todo aquello que prohibía mamá. Deslice la mano en su
entrepierna, saqué la lengua estúpida y abruptamente; le besé. Y
entonces, en mi cabeza la voz de una Urraca con camándula; - Si
le tocas lo más mínimo quedas embarazada Antonia.
Sentí un jardín de huérfanos en mi panza, y corrí.

Grupo literario Piedemonte


38
Tambores al aire

Lolita, una chispa entre tanto fuego. Sus primeros respiros en un


mundo de variables fueron en Junio, un 29; posiblemente la lola,
fue un suspiro de esos que no se dan a menudo, o por lo menos no
por una misma mano. El primer grito nauseabundo fue por allá en
el Huila, en un municipio que antes habría sido una laguna, donde
el clima cala y quema con aroma a fuego, un aroma vertido en la
sangre desde la raíz. Los pesares en esa tierra se iban con
corrientes de viento frio, viento que congela con tacto las
desventuradas y con pudor marca sonrisas; ahí, en esa cuna de
liberada pasión, se oye el cantar de los pájaros en las esquinas
como entonando las más profundas melodías, las calles son
testigos de magia entre facciones desconocidas. Lola resulto
blanca como la leche. Ya siendo una pequeña de tres años
reflejaba su carácter y perspicacia. Hija de Fermincia; una mujer
deslumbrante, gran porte, siempre guerrera; aspiraba etapas de
fuerza, pero también inopia mental. Su padre Lazarino, hombre
de mal carácter, pocas sonrisas y mucha queja; no confiaba en la
El hueco y otras instantáneas

lola como hija, o el momento ciego donde hubiese sido parte de


él y sus delirios inherentes.

Aquel día, un noviembre de sol por suerte climática, Don lazarino


decidió marcharse; el hombre sin fuerza como decía, sentía la
necesidad de ser libre. Sus aullidos se escuchaban por toda la
casa; aturdida estaba lola, también muy contenta. Pensó que la
libertad de aquel que bien o mal era su padre, nunca seria
39

abrazada hasta que su discordia interna cesara. Estaba tan dichosa


que con poca altura y mucha gracia empujó la puerta principal,
queriendo parar el acto. - Padre, eres libre, vuela, vuela con tacto;
si conoces la mesura dale la mano de vez en cuando; encontraras
muchos cuerpos, algunos no son humanos. El día que delirante
quieras regresar; recuerda la sabana fresca, los brazos sinceros en
tu cuello, la mejilla cálida después de un beso. Siéntate a llorar si
lo crees necesario, cuando el recuerdo te queme el cuerpo, da la
vuelta, vuelve a tu camino.

Don lazarino con la temperatura de un hielo, pero la decisión en


la mano salió corriendo del rancho; era Dona Fermincia la que
había dejado que la brisa con mugresito topara su ventana,
arrugara su corazón. Entonces la dopamina y serotonina que
visitaba su cabeza de vez en cuando como polvo se esfumo.

Madre mía, madre, le dijo Lolita; - ¿Puede un raspón doler más?,


con gran fuerza respondió: -Ni el raspón y la partida hija mía, ni
el abandono. Duele, agobia, no presenciar tu sonrisa.

4:00 am, estoy sentada como un ánima y veo hacia el frente, sudo
hasta la punta de los pies. Jamás me había levantado así, de una
manera tan brusca, y es que me tienen los pensamientos a tope.
De repente han venido todos los ahogos en suspiros, peor aún; me
quitan el sueño, yo, que suelo caer como una piedra, justo la
piedra que no logro ser día a día por mi carácter permisible.
Grupo literario Piedemonte

Vuelvo; ¿ahora me golpean los recuerdos?; si, resulta que a los 15


mi vida me está preguntando muchas cosas, y yo, yo estoy
circunstancialmente perdida, no me se algunas direcciones, lo
acepto; mas mi perdida es universal. Extraño, pienso, me pierdo.
Lo dijo Cortázar, “Siempre quejándose de todo y a la vez
fingiendo no darle importancia a nada, vives de esperanzas pero
no sabes ni qué esperas”. Ahora estoy aquí con esta lluvia que me
abraza.
40
Es miércoles, y estas 5:30pm, me hielan pensando. Sonrió muy a
menudo, lloro demasiado; creo que dentro de mi hay una mar que
nadie ha conquistado, justo ya no está colon; sé que tiene
experiencia con tierras ajenas, ¿pero qué más da? Me pongo seria,
vuelvo en mí. Pienso en lo catalogada que podría ser mi piel,
contando las estrellas lunares que ratifican una conquista pero
propia, bastan segundos para rebasar aquel pensamiento y
formular la manera en que me toco cuando me siento, cuando me
siento incalculable, cuando respiro y se mueven las paredes,
tiemblan, gritan; solo mis paredes, entonces palpitan los aderezos
sumisos de una carne fría, fresca.

Sé que la inocencia aborda mi alma, porque así lo creo, pero esta


se fue aboliendo de alguna manera en el 2009. Lo sé, pequeña, así
como sigo siendo ahora, pero para esa fecha la vida dio rumbos y
los santos fueron demasiado permisivos al dejar que el lazo entre
mi madre y padre dibujaran semejante ruptura. ¿Es culpa de mis
culpas tal suceso?, ahora bien ¿en que radica una culpa?. Lo que
es cierto y con el tiempo se visualiza es que las cosas cambian,
ahora transcurre el tiempo entre manjares de vida, vida sucia,
vida vulgar; pero no vulgar como la mojigata del convento que se
tocaba mientras el padre la exorcizaba entre lirio y lirica de
culpas; no señores, una vaga vulgar perversa, de las que no tienen
miedo de mirar al espeso su suave cara, y en un charco todo su
El hueco y otras instantáneas

mundial cuerpo; obviando que se marca la retina tan solo después


de una ensuciadita con brinquitos de babero. Siempre intento, que
carajita tan de cuentos de bus.

La vida da más vueltas que la rueda a la cual me llevo mama en


ferias, sin embargo son gemelas, con color y oxido, rechina pero
divierte. A este punto, siendo las 12:00 am de un sábado que
congela, quisiera escuchar mentiras para que sea ameno el
pensamiento furtivo. Vuelvo en mí, es que a veces me voy a lo
41

inexistente, aclaro que soy tan humana como para sentir la


depresión calando mis huesos, corroída ciertamente al querer
gritar siendo una rebelde.

Grupo literario Piedemonte


42
Marian Yagüé

Nací en Florencia, Caquetá el 25 de Septiembre, Año 1998.


Actualmente estudio en la Universidad de la Amazonía, hago
parte de la Licenciatura en literatura y lengua castellana; y
participo en la coral de la Uniamazonia, el semillero de
investigación identities y el grupo literario piedemonte. No sabría
decir en qué momento aparece ésta iniciativa para seguir adelante
con el dibujo, la escritura y el canto, su evolución va de la mano
con mi crecimiento teniendo en cuenta que siempre he sido
impulsada a trabajar de forma creativa que con práctica y
constancia dan un sentido que llena cada día.
El hueco y otras instantáneas
43
Alza tus raíces y crece

En un bosque oscuro
Los ojos cerrados le vi,
Desesperada en el sollozo
Con dificultad para resistir.

Rozaba con sus dedos


La corteza pesada de
Lágrimas acumuladas,
No lograban salir en protesta.

Lo sabía.
Sus esfuerzos no valdrían,
Al fin y al cabo la culpa era mía.
Allí le había confinado,
Bajo el hechizo
Miserable que su alma hería.

Una parte me replicaba


No quería que sufriera más.
Grupo literario Piedemonte

Pero intuía que la presión de las ramas


Y el tronco atado a la tierra
No le harían ningún mal.

Así algún día podría dar fruto


En carne propia con la vida.
Sí. El tiempo no le había ayudado,
Desde la semilla hasta un final embaucado,
44

Que le marcaría con frialdad.


La historia le había dado lo peor,
Tanta ventaja le llevaba
Que marchitaba sus ideas
Obligándola a tomar forma enterrada y
Sacudiéndola sin mayor esfuerzo.

Nunca me había cuestionado tanto por un ser.


Le hablé de lo hermosa que era ante el mundo
Además no quedaría sola,
En su camino se nutriría,
Aunque entraran los insectos
Por las hendiduras esparcidas.
Crecería invadiendo la morada del ruido,
Quien al verla se sentaría a escuchar.

No le importó, arrancaba sus hojas


Con tal fuerza que se hacía daño,
Dejando vacíos en su frondoso follaje.
Aunque no tenía frutos, por ahora,
Pronto surgirían hermosas flores.

Suspirando concedí lo que deseaba.


La tierra obediente se abrió,
Dejando ver desenterradas raíces
El hueco y otras instantáneas

Que enrollaban extraños los pies.

Despedacé con hacha su tormento,


Asombrada abrió los grandes ojos.
Un fuerte abrazo nos fundió.
Danzó por el prado,
Sonrisa desbordaba en emoción,
Pasos en un adiós.
45
Los demás seres
Le contemplan marcharse,
Con los pies sobre la tierra
Y las manos acariciando el aire,
Al desaparecer gritando,
Promesas de no defraudarme.

Grupo literario Piedemonte


46
Los demonios de Sofía

Las manos le temblaban, sintió aire fresco. La luna iluminaba el


lugar. En silencio se sentó a esperar entre los arbustos, tomó con
las manos el tanque de gasolina de la estufa.

Se recostó en un árbol y apretó los puños, una lágrima cayó.


Surgían sentimientos abrumadores y los recordó intensamente.

Sofía se miró al espejo con el cigarrillo entre los dedos. Era un


desastre, su cabello rojo, sus ojos negros perdidos. Debía asistir a
la empresa, no tenía ganas… su padre.

Blanqueó los ojos al oír mentalmente sus palabras.

– Al carajo ¡Le di todo! Llegue puntual ¡No me va a faltar la


autoridad!

Dijo exagerando ese viejo. No lo dejó pasar, prefería que se


chamuscara con semejante rayo de sol
El hueco y otras instantáneas

Salió de su oscura habitación en busca de comida. Achicó los ojos


por la luz. Entre los muebles de madera, solo halló plásticos
vacíos. Estaba harta.

Asistiría porque necesitaba dinero.

El reloj de pared marcaba las seis y media. ¡Tenía que estar a las
siete!

Se cambió de ropa colocándose una blusa blanca que encontró en


47

una canasta. Desesperada, se puso una falda gris hasta las


rodillas, agarró un bolso y se arrastró bajo la cama para coger
unos zapatos negros.

Atrasada, salió de mal genio. Empezó a correr. El polvo se


levantaba y apretaba con los dientes su labio inferior. La carretera
ardía como el infierno. Sentía el sudor y el dolor en sus pies.

Llegó a la portería donde un hombre gordo celaba la empresa de


plásticos. Agitada paró, se acomodó la ropa.

Respiró varias veces

– vengo por un empleo

El hombre rió.

– Usted es…
– Sofía Martínez–– dijo por lo bajo, sacudiéndose la falda y
los pies ––apúrele.

Frunciendo el ceño, él contestó:

– Al señor Hernández le gustan puntualitas.

Abrió el candado y Sofía aprovechó para peinarse. Al entrar, un


encargado la condujo por el lugar y entró a una amplia oficina.

– Señorita Martínez, cuánto tiempo.


Grupo literario Piedemonte

Habló un hombre a lo lejos. Se encontraba entre los estantes de


una biblioteca ubicada al fondo detrás del escritorio. Sofía se
sentó frente a éste. Divisó los zapatos bien lustrados y la bota del
pantalón clásico café perfectamente planchado. Sus ojos se
encontraron, no era él a quien debía ver.

Corrió hacia la puerta pero él se interpuso.


48

– Que estúpida, amorcito.


El corazón se le aceleró, le dio un fuerte golpe en el estómago. Él
se retorció de dolor.

– Bestia de mujer… ¡Nunca cambiarás!

Gimió de impotencia.

Javier… había querido cambiar por él años atrás, cuando era una
niña a la que temían por sus riñas. Se enamoró ciegamente, pero
se enteró de lo peor: había sido utilizada y expuesta.

– Sigues siendo un perrito rabioso.

Sofía apretó la falda sintiendo la ira. Él abrió la puerta.

– Estoy a cargo, jamás te librarás.


– ¡Estúpido!

Salió corriendo, le daba asco. Él y su padre se aprovechaban de


todo lo que encontraban.

Le arruinó la vida, cuando la engañó y golpeó frente a sus


compañeros, incluso personas que pasaban junto a la cancha
principal del pueblo, todos gritaban y aplaudían, él había sido el
vencedor.

Se había llevado todo lo que tenía, el cariño de su padre y el


El hueco y otras instantáneas

respeto de la gente.

Quería desaparecer. Al llegar a su casa, tiró sus zapatos. Las


colillas de cigarrillos, el hambre, la ansiedad y el desespero la
consumían. Encendió un fósforo que encontró en la cocina y se
acurrucó a mirar cómo la llama lo consumía. Lo que llegó a su
mente fue una oleada de venganza.

Se miró las manos, le temblaban. Observó cómo Javier descendía


49

del Jeep y se dispuso a entrar sigilosamente. Se dio cuenta de que


el celador estaba atragantándose un tamal y saltó la reja.
Mientras caminaba, Sofía rociaba de gasolina el sitio. Cuando
entraba al lugar de acumulamiento del material plástico, Javier se
detuvo. Esparció líquido sobre él y salió corriendo, prendió fuego.

Oía sus gritos de desesperación mientras se perdía en la maleza


cantando y sintiéndose inmensamente libre. Por fin era feliz.

Grupo literario Piedemonte


50
51 El hueco y otras instantáneas

Juan Camilo Barahona Barrera


Sin título

He querido llorar,
Pero algo en mi corazón no me deja desahogar,
Algo que me dice ríndete no eres capaz,
Me rindo no quiero enfrentar el mal,
Pero pienso que terminare fatal
Y al final lo vuelvo a intentar.
Es que por ti todo lo puedo soportar
Y aunque no me gusta esperar,
Trataré de hacer con la paciencia una gran amistad.
Y si esta vida me quiere derrumbar,
Se que tu alma me hara perdurar.
De lo imposible a lo posible en un flash,
Asi es como creceremos hasta llegar al altar.
Aunque mi mente este a punto de estallar,
Aunque mi cuerpo termine deslizándose en el mar,
Jamas podre dejarte de amar.
Y aunque estas palabras se puedan olvidar
Espero que no para que te puedan acompañar
Grupo literario Piedemonte

Para que en todo momento sepas que hay alguien que por ti todo
da.
52
Bienvenidos al infinito

Poco a poco la sangre fluía como el agua de un recipiente al cual


se le ha hecho un pequeño agujero. Se observaba con un hermoso
color rojo, intenso, perfecto y con un aroma incapaz de enamorar.

- ¡Llamen a una ambulancia por favor! ¡Rápido!- dijo un


desconocido tratando de ayudar a otro desconocido.

La sangre salía de la parte inferior izquierda del estómago hecha


por un cuchillo que trataba de herir a otro pero al final derramo la
sangre de una persona con voluntad de ayudar a quien lo necesita.

- ¡Porque no nos ayudan! - replicó el señor con lágrimas


recorriendo sus mejillas -¡por favor llamen a una
ambulancia.

Pero esta sangre no era normal estaba cargada de heroísmo, no


inspiraba temor al contrario reflejaba paz y tranquilidad.

- Gracias por llamar la ambulancia- dijo el señor con una


El hueco y otras instantáneas

cálida sonrisa a un nuevo desconocido.


- De nada es lo menos que puedo hacer – contestó.
- No en serio gracias, nadie nos prestó ayuda a pesar del
heroísmo de este señor, puso su cuerpo para que yo no
fuera abatido por un ladrón, excepto tu – insistió.
- Ya veo, así que él te salvo la vida

Sin duda esta sangre era diferente era como si estuviera con
53

vida con alma propia pues ella fue la autora de que la persona
hubiera tenido compasión para que llamara la ambulancia.
Aunque en este mundo roto ni siquiera ella pudo hacer que
tantas personas que pasaron por allí hayan querido ayudarlo
solamente por su apariencia física y sus harapos que lo
protegían.

- No es una herida muy profunda pero si no se toma con


rapidez puede ser fatal - dijo el nuevo con confianza.

La sangre comenzaba a perder la vida acosta de mantener la de su


dueño a salvo pues al coagularse trata de cerrar la herida tratando
de reducir la velocidad de la salida de más sangre y así evitar una
hemorragia.

- Cuanto tiempo va a tardar la ambulancia, ya no podemos


esperar más - dijo el señor con preocupación

La sangre es poderosa e inteligente odiada por muchos terrorífica


para otros símbolo de generaciones en generaciones de dolor y
peligro.

Pero solo es una “criatura” que hace el bien, quizás el problema


es que siempre aparece cuando le sucede algo malo a nuestro
cuerpo pero si es así es nuestra amiga más fiel porque solo se nota
su presencia en las malas pero siempre está allí dándole vida a
Grupo literario Piedemonte

nuestro cuerpo.

- Siempre odie esperar y hacer esperar pero fue lo único que


hice en toda mi vida nunca hice nada bien pero me alegra
que al final de todo pude hacer algo bien ayudarte- dijo el
autor de aquella sangre
- No hables, te hace daño ¡amigo! ¡Amigo! ¡Amigo!
¡Amigo!...
54
Al final el tiempo acabó con su heroísmo y con su vida.
Siete minutos después la ambulancia no había llegado cuando el
corazón volvió a latir, quien más si no ella: la sangre había
tomado vida propia y se había incorporado en el cuerpo del señor.
Pero lo más impresionante de todo esto fue que la sangre nunca
murió y esto llevo al señor a la inmortalidad.
El hueco y otras instantáneas
55
Maria Camila Rodriguez Sierra

Grupo literario Piedemonte


56
Gotas rojas

Creo que el café se enfrió demasiado, que la mesa añeja de


gravitas donde el movimiento corporal convulsiona se
descompone, el suelo pierde estabilidad , aquella lámpara queda
reducida a esquirlas fulminantes donde la carótida se expone y el
cuello pierde su movilidad...no se necesita gritar, la mirada se
pierde en la inmensa oscuridad.... las horas han dejado de sonar y
mi cuerpo se desvanece entre babosos líquidos de lava, mi cabeza
hierve y las suturas etéreas del flagelado cuerpo corren en
direcciones opuestas, caen es espiral y abren aquella boca
ensangrentada y fétida, donde la eternidad sólo se pierde, donde
el fuego consume su rastro para reintegrarse y destruirse
constantemente.

Quedo reducido a trozos sin continuidad, sin lógica física,


fragmentando recuerdos, silencios, cenizas y fragores
ensordecedores, mientras la materia se desgarra y se derrite bajo
El hueco y otras instantáneas

la lava fulminante...la mente se desorienta, pierde todo el sentido


y las partes no dejan de caer, se forma una carrera… las manos,
los pies, los ojos, el estómago, la garganta y los dientes suben,
bajan y dan vueltas sobre sí. Aquí, eso que llaman vida me
revuelca el estómago y hace que vomite cuervos, esos que
sobreviven arrancando mis ojos y devorando mi lengua. La
oscuridad es impenetrable, el vacío se expande con cada parte, y
se salpica de un rojo carmesí... todo se redujo a un colapso frente
a la nada.
57
58 Grupo literario Piedemonte
Jeimy Espitia

Soy una fugitiva de Bogotá, pero con origen en “La granja”,


hospital donde nací. Tal vez por esto sin nostalgia por la ciudad
grande, por el centro “cultural” o “letrado”. Encantada por las
márgenes, no como límites y sí como otros espacios. Prefiero los
lugares pequeños, lugares que también me pueden habitar, la
ciudad grande no me ha cabido hasta ahora. En esta huida he
podido encontrarme y reencontrarme con la palabra. Es un placer
y privilegio la oportunidad que me ha dado este colectivo para
habitar en este “Hueco” y estas otras “instantáneas”
El hueco y otras instantáneas
59
Agua

“Es como si tuviera algo en la mano y como si no sintiera nada


en la mano” (Álex Palomeque, 7 años)

El agua es vida, lo dicen todos por ahí.

Yo, por ejemplo, no puedo pasar el día sin beber por lo menos
tres vasos de agua.

Cuando digo que no puedo, exagero. Sí que puedo, pero lo paso


mal.
Decir que el agua es vida es una cosa, decir que es como la vida
es otra.
Sin embrago, sin agua no habría vida, entonces no tendríamos las
ideas de vida que tenemos, no podríamos hacer nada de lo que
hacemos.
Grupo literario Piedemonte

Por eso podríamos decir que el agua es como la vida ¿cierto,


mami? Sí, papi, podríamos.

Entonces Álex tiene razón la vida es como si tuvieras algo en la


mano y como si no sintieras nada en la mano.
60
Sin título

El caballero había tramitado el pasaporte. Ahora tenía un mágico


librito que le permitía salir y entrar a otros países. Le había
costado conseguir el dinero para la diligencia. Ahí estaba con sus
hojas vírgenes y los olores y colores jóvenes del plástico y el
papel. Lo guardó porque como hombre precavido que era,
pensaba que en algún momento lo habría de necesitar. Diez años
pasaron, el pasaporte venció intacto, había perdido el aroma de
nuevo, ahora estaba viejo, impregnado de aquel olor de armario
cerrado, en el bolsillo del único traje de paño había esperado una
oportunidad para ser.

El caballero reemplazó el documento vencido, decidió que


ahorraría de las compras del mes, ¡uno nunca sabe cuándo sea
necesario! Han pasado ocho años desde que hizo el último
pasaporte éste, que fue más caro, no salió tan bueno como el
anterior, no solo ha perdido sus olores y colores sino que el
plástico se derritió, el papel se ahuecó, sin embargo aún está
vigente, aunque el caballero lo haya olvidado. El deterioro
El hueco y otras instantáneas

material del pasaporte se debe, no solamente al paso del tiempo,


sino a la crisis existencial del documento, pues al final ¿qué es un
pasaporte guardado, sin sellos de los aeropuertos, sin el manoseo
de los funcionarios, sin contacto con el bolso del viajero? ¿Qué es
un pasaporte sin vuelo, sin auto, sin recorrido y sin
reconocimiento?

Este último pasaporte que comparte espacio con el anterior, en el


mismo bolsillo del mismo saco, se niega a una existencia sin
61

sentido, le faltan dos años para expirar y lo sabe, así que


comienza a atormentar al caballero que en las noches se sueña en
un aeropuerto, esperando la salida de un vuelo, lleva una mochila,
contrario a la maleta elegante que siempre imaginó. Está sentado
solo, mientas observa la gente que espera junto a él, nadie le es
familiar, hablan lenguas que él no distingue. De repente llega el
momento del embarque, se levanta para hacer la fila porque una
mujer lo invita diciéndole “es el nuestro” lo hace con angustia por
no saber a dónde se dirige, abre la mochila, comienza a buscar
algo que le dé pistas sobre su destino, pero es como si hubiese
perdido la memoria, mete la mano en el bolsillo del pantalón y
saca el pasaporte, lo abre, escucha al fondo la voz femenina que
dice “señores pasajeros, documentos a la mano”. El caballero
tiene el pasaporte, está en la fila, pero no encuentra ningún pasaje,
aun así no abandona la fila, no puede, algo se lo impide, va
llegando a la puerta de abordaje sin ninguna idea de qué decirle a
la funcionaria, cuando está apunto de enfrentarla,
afortunadamente abre los ojos, se percibe en la cama, en pijama.

Con el paso del tiempo los sueños del caballero se convierten en


pesadillas recurrentes donde el avión falla, el autobús termina
varado en un desierto, todos los que rodean al caballero hablan
lenguas indescifrables. Nunca llega a ningún destino, el sueño lo
ha atrapado en terminales, aeropuertos, autobuses, aviones y hasta
Grupo literario Piedemonte

en navíos sin puerto. Se encuentra perdido, siempre con su


pasaporte al alcance de la mano, en el bolsillo del pantalón.

Esta madrugada despierta agotado, sudando, se levanta y sin


encender la luz va directamente al armario, tantea la ropa colgada
e identifica con el tacto el saco del único traje de paño que tiene,
saca del bolsillo interno los pasaportes, enciende la luz,
desesperadamente los lleva a la cocina y en el lavaplatos los
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enciende con fósforos una y otra vez hasta que los documentos
van desapareciendo en medio del olor a plástico quemado.
Después de cinco minutos pasa la perturbación del mal sueño,
entonces se frota los ojos y abre rápidamente la llave del agua,
pero es tarde para rescatar algo de los documentos.

Arrepentido regresa a la cama, después de media hora logra


dormir, pero casi inmediatamente lo despierta una mano que le
toca el hombro, una mujer le avisa que su vuelo está por salir. El
caballero aturdido, en un acto casi mecánico mete la mano en el
bolsillo del pantalón buscando el pasaporte, respira tranquilo al
sentirlo ahí.

Cosas curiosas

Si de algo ha servido el transporte colectivo en la ciudad, cuando


se va sentado y para los cuerpos más fuertes, aún de pie, es para
ejercer la “resistencia temporal” o sea “actos individuales contra
la aceleración vital del tiempo”. Los autobuses, los taxis, los
metros y la misma lenta velocidad del tránsito en esas famosas
horas pico urbanas, serían los espacios donde podemos, aunque
El hueco y otras instantáneas

sea de manera involuntaria y a veces inconsciente, suspender el


tiempo o cambiarlo por otros. Claro para llegar a tal nivel de
reflexión deberemos, primero, haber alcanzado uno mayor de
resignación.

Me encanta observar a las personas en los buses, pero también a


las que están fuera, en las paradas, a las que esperan el transporte
mientras yo espero en él. Han visto a los que van corriendo? Y a
los adolescentes en grupo, para quienes montar en bus parece una
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aventura, y de hecho lo es, ellos aún lo pueden ver así. Nosotros


los adultos sin carro, sin bicicleta o con miedo de usarla en la
ciudad, acostumbrados y obligados a la máquina civilizadora de
masas, estamos imposibilitados de percibir la aventura que es usar
el transporte colectivo.

Ese espacio público pero privatizado y capitalizado en el asiento,


eso de tener que cederle la silla a otro no va con nuestros
principios capitalistas pero a veces ocurre, siempre habrá uno que
otro altruista que se siente orgulloso de mostrar que tiene el valor
de dar su lugar, de entregar lo suyo.

El tiempo pasa, o no pasa, o es otra cosa entre olores, toques,


rostros, gestos, cuerpos, voces, canciones, historias, violaciones,
robos, besos, bocas abiertas, ojos cerrados, babas, hombros
ajenos, apretujos, pisotones, falta de aire, el calor, conversaciones
telefónicas, la angustia, la prisa, la resignación, el hambre. Las
caras cansadas, tristes, impávidas, serias, sonrientes (esas últimas
siempre con audífonos). Las ventanas, los de afuera, los vecinos
de los otro buses, los privilegiados de los carros, los más
privilegiados de la motocicletas (si no está lloviendo).

Podrían ocurrir tantas cosas en los autobuses. Pero realmente a mí


nunca me ha pasado nada en el transporte colectivo, a no ser la
vida.
Grupo literario Piedemonte
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65 El hueco y otras instantáneas

Lucas Chiribiquete
La pelea

La noche se consumía junto a la colilla de un cigarrillo. El ruido


estrepitoso sacudía las cabezas de los asistentes, quienes reunidos
en grupitos gritaban entre sí, sin poder comprender lo que allí se
expresaba.
La campana sonó y la excitación se expresaba a gritos. Frente a
los asistentes, dos hombres corpulentos, se miran como lobos, con
ganas de devorar la carne del sacrificio.

Sus cuerpos se movían hacia el patíbulo del cuadrilátero.


Los movimientos calculados reflejaban la tensión del combate,
sus manos crispadas volaban buscando rabiosamente el cuerpo
ajeno. A cada impacto sus rostros perdían su figura.

En el combate solo algunos golpes eran esquivados. También en


la infancia muchos fueron los golpes del hambre.

La campana suena por segunda vez, y el cansancio se hace notar


en los rostros sudorosos y rojos por los golpes. Un poco de agua,
un minuto del tiempo para calmar la fatiga, y luego de regreso al
Grupo literario Piedemonte

combate.
Las instrucciones no esperan, los gritos se incrementan, las
gargantas calientes reclaman mayor contundencia.

Por tercera vez suena la campana, entre los asistentes la


expectativa es mayor. Los pugilistas suben al ring, se miran
fijamente. Saben del dolor, dolor menor al de los golpes del
hambre.
66
Evangelización

“El que realmente me sigue tiene que aborrecer a sus padres”,


sentenció con voz tenue el sacerdote del barrio. Eran las 6:30 de
la mañana, el alba ya cubría el día que había iniciado temprano
con la asistencia a misa que todos los domingos mis padres me
exigían. Yo, sentado junto a ellos atendía callado la perorata
evangelizadora de aquel hombre barbado, con voz suave y segura,
de sotana larga y blanca que cubría sus zapatos, pero no su
barriga, supongo que pronunciada por la abundancia que trae a él
la redención, porque “Dios se hizo verbo”. Durante la ceremonia
no pensé en otra cosa que en la sentencia. Miraba confundido a
mi madre para comprender lo dicho por el sacerdote, pero solo
observaba el movimiento de sus manos que salían hacia su oreja
izquierda, recordándome que lo que se escucha se aplica. Volvía a
dirigir mis ojos hacia aquel sujeto que de blanco se hacía a través
de la palabra.

-¿Aborrecer a mis padres?, pensé nuevamente los últimos minutos


de la ceremonia.
El hueco y otras instantáneas

Aborrecerlos sería: no volver a verlos, esconderme debajo de la


cama y no salir, pasar muchos meses en casa de mi tía Cecilia,
matarlos de tristeza por mis malas calificaciones… no podía
imaginar más, mis 11 años no me lo permitían.
67
Andrés Perdomo

68 Grupo literario Piedemonte


Katherina

Al principio la tomé como una amiga más. Comencé a


frecuentarla en un parque cerca a su casa. Ella era hermosa. Un
par de ojos verdes, tan verdes como esmeraldas. Su pelo era tan
café que hasta creo que se podía extraer cafeína de allí, Sus labios
eran como un pasaporte carmesí que estoy seguro que te llevarían
al paraíso. Podías estar horas y horas escuchándola sin aburrirte,
pues Ella siempre tenía un tema, una vaga idea de cualquier cosa
creada en su pequeña mente. Sin embargo, lo que más me
intrigaba eran sus pensamientos, esos que no decía y que se
escondían del mundo. Es irónico, ya que ni con todo el tiempo
que estuve junto a ella pude descifrar lo que moraba en su mente.
Lo poco que sabía de ella era que a su lado todo era más intenso,
toda la existencia dejaba de tener importancia y así hasta que
tenía que decirle adiós. De adiós en adiós y de charla en charla
me di cuenta de lo mucho que la extrañaba, quería escuchar su
voz, su perfecta voz. No pasó mucho tiempo para darme cuenta
que la cabeza había perdido por esos besos, por esos ojos y por
El hueco y otras instantáneas

saber qué maravillas se escondían en la mente de aquella chica.


69
William Steven Rivera Plazas

Estudiante y líder estudiantil del Programa Licenciatura en Inglés


de la Universidad de la Amazonia. Para él, la literatura, su lectura
y escritura son un espacio cósmico donde la cotidianidad es
negada y superada. Sus textos brindan una dosis de erotismo e
irreverencia, ligados a lo bizarro y oscuro, como método para
enfrentar la miseria y rutina de la vida. Desde el poeta Maldito,
Bukowski, escritores de habla inglesa como Poe y variados
autores latinoamericanos, entre unos pertenecientes al Boom,
García Márquez, Cortázar, y demás, hacen parte de su influencia
personal y literaria. Pertenece al Colectivo PiedeMonte desde sus
inicios.

Grupo literario Piedemonte


70
Cocinando

Lo mío es tuyo, lo tuyo puede que sea mío. De eso me di cuenta


mientras cocinábamos, mientras tú mezclabas la ensalada con
aguacate y limón, y yo preparaba el jugo de mora.
Tú hacías el trabajo duro de la cocina, y yo me rescataba como
inservible en ella.
- ¡Se me está quemando el jugo! - Sonreíste como cual instinto de
consuelo. - ¡Se echó a perder con tanto calor! –

Mientras tú cocinabas el arroz, yo ponía la sazón. También, la


cebolla y el tomate en la licuadora, ella se encargó de diluir el
guiso; yo era un simple auxiliar de una hábil chef amateur. Como
un breve consenso, quedamos en que estamos hechos el uno para
el otro: por mi parte, me gusta mucho comer, y por la tuya, te
encanta mucho cocinar.

- ¡Te queda delicioso! –

-Ya sé que lavo muy bien la loza-


El hueco y otras instantáneas

Las bromas ofensivas son comunes en la cocina, aleccionando mi


buen sentido culinario e incrementando las delicias producidas
por tus manos. Creo que no son ofensivas, más bien afectivas;
también, que alimentas bien a este flacuchento y tratas de llenar
su agujero negro estomacal. Lo mejor que puedo hacer es
alimentarte con estas letras.
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High Voltage

1. Viéndote, después de tantos desniveles, de tantos besos,


miradas, roces y caricias. Tú, allí acostada, durmiendo, soñando;
yo aquí pensando, pensándote, ganas de levantarte con un gran
abrazo y beso en la frente para otra ronda: que evoco los primeros
momentos, esas memorias de las primeras conversaciones, las
primeras intensiones, los primeros besos y agarradas de manos en
la oscuridad, el abrazo reposando mi cabeza sobre tu pecho, las
tantas salidas, nuestras cajas torácicas y los pulsos agitados. Han
pasado demasiadas cosas gracias a las casualidades de nuestras
vidas, principalmente, lo que somos. Muchos especulan, pero en
definitiva, después de las ambigüedades entorno a los dos, somos
poco, somos high voltage, el flujo de la corriente positiva y
negativa entre dos seres y cuerpos. Un flujo de diversas
emociones disparadas. Una corriente, un vaivén sin tiempo. Sin
tiempo ni espacio, un relativismo que va más allá de la velocidad
de la luz, un agujero negro que ni Hawking o Einstein pueden
explicar, un absurdísimo, con sus números y formulas.
Grupo literario Piedemonte

2. ¿Qué soy para ti? Preguntaste. Para mi eres lo que quieras ser,
eres un te quiero encadenado y prematuro, eres una
confidencialidad eterna, eres el AC. Me guardé mucho más, solo
para mí, incluso la pregunta que precedía la tuya: ¿Yo que soy
para ti? Retumbando los paradigmas y recuerdos en mi cabeza, un
"¿También me quieres?" en tono elocuente. ¡También me querrá!
Pero el sentimentalismo, creo, no tiene rol aquí, no tiene voz ni
voto, es tóxico, repulsivo para ambos. Esos pensamientos vagos y
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demacrados son evitados, anestesiados con la más suave mezcla


entre morfina, serotonina, adrenalina, bilirrubina, y las demás
hormonas que salen a relucir en este par disparejo. Cualquier veta
sentimental rígidamente no pasa del proceso metaquímico. Me
sigue un ¿a dónde iremos a parar luego de tanta clandestinidad?
¿a dónde irán a dar nuestros cuerpos, nuestra vida? ¿A la mierda?
Quizás. A la mierda después de las sábanas revolcadas, del sudor
impregnado en ellas, de los orgasmos y gemidos paralizantes, de
la tensión liberada de nuestras caderas, de la tensión que
prevalece como nuestra caja de Pandora, del ruido que producen
nuestras joyas torácicas junto al bombeo de sangre. ¡Vaya
mierda!

3. Pareciera que nos hamacamos entre nuestros cuerpos, entre


nuestras manos y piernas. Me estremezco y entretengo con tu
cuerpo, dibujándolo, delineándolo con mis dedos, siendo guiado
lujuriosamente por tu piel, por tu boca, dándole horma a tus
pezones con mi lengua, con la palma de mi mano, sintiendo las
contracciones en tu cadera, el dolor en mi dedo mordido y curado
por tu lengua, en mi espalda con tus uñas plasmando un mapa de
placer. Una sensación naciente de nuestras bocas, impulsada por
el trabajo húmedo de nuestros labios y lenguas, perdiendo altura
por tu nuca, pasando a tus pechos, por el estrecho de tus tetas,
siguiendo el camino de tu abdomen, parando en tu ombligo,
sintiendo como tus caderas se descarrilan y buscan ayuda
enrollando mi cuerpo, como la pelvis se relaja y me relajas
El hueco y otras instantáneas

acariciando mi cabello. Sin olvidar tus bárbaras nalgas, palpadas


y mapeadas por la izquierda y la derecha. Luego del elíxir, yo
poso mi mano detrás de tu cabeza, y quedamos extasiados el uno
del otro, deseando desaparecer, manteniendo viva la tensión,
siguiendo caminos diferentes que se encuentran en la
clandestinidad de unas cervezas, quizás unos cigarrillos, un buen
rock para nuestros odios y oídos. Susurros. Risas. Blasfemias.

4. Cada uno por su lado, con el aroma a sudor del otro, con la
73

saliva impregnada en la boca e intimidad, con los pulmones un


poco dañados, con los ojos dilatados y caminando torcidos por
separado. Hacemos como si nada, guardando un secreto
compartido, noches sin remedios para nuestra cordura, que
quedan escritas sobre sabanas de arena para luego ser disipadas
por un vendaval producido por el estruendo al cerrar la puerta.
¡Cómo si nada! Parecemos dos icebergs, distanciándonos de día
en la superficie, ignorada es la conexión debajo por la oscuridad.
Conexión arraigada por nuestros miembros, escuchándonos en la
oscuridad, con caricias que causan revuelos, nervios en nuestras
piernas, erecciones en nuestras espaldas, pasando a los hombros,
agarrando nuestros cuellos con sádicos dedos, entreabriéndonos,
aflorando nuestros cabellos y llegando al torbellino final. El
éxtasis de la noche, de la madrugada, y hacemos como si nada,
alivianando la tensión, evaporándola en un baño turco. Luego, la
piel queda tibia, ambas adheridas entre sí, o entre no. Llenos de
placer, de lujuria, pero deshaciéndonos como humo de cigarrillo,
embriagándonos con la cerveza artesanal de nuestros labios, el
vodka de nuestros cuerpos. Jugando con nuestros dedos,
midiendo nuestros miedos, calmando nuestros pulsos, siendo
seres displicentes. Sed, hambruna corporal y hormonal. El
algoritmo de nuestros sexos, la torre de tus pechos, el jardín
alegórico de tu abdomen, tu flor de loto, la máxima belleza y
delicia. El poema de tu cuerpo, el braille en tu piel, yo como un
ciego. Mantenemos una relación recíproca un tanto mutualista,
Grupo literario Piedemonte

ambos sedientos del placer que la sociedad amarillista y moralista


llama y tizna de Prohibido. Volvemos a ponernos la ropa,
despojada por los instintos, cada quien en su lado de la cama, en
ese inmenso mundo que queda, un poco calcinado y desconocido
para los demás.

5. Deshidratados, maltratados, satanizados por nuestras


conciencias, después de tantos rollos, seguimos el ciclo vicioso de
nuestros cuerpos que nos llevan a calcinarnos, a apestar a azufre y
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fósforo. Suena ilógico y hasta irónico, pero nuestro moralismo es


un Uranio altamente radioactivo para quienes nos rodean.
Atraemos problemas. ¿Y qué más da? Nos comienza a valer verga
la vida, comenzamos a irradiar halos de ignorancia, desprecio,
erotismo e ironismo. Creamos nuestra propia tendencia o sistema
social-irracional: Pendejismo. Nunca nos cohibimos de algo,
reconocimos la realidad y libertad de esta vacilación e interacción
corporal, pero sacamos a relucir nuestra dignidad en situaciones
amenazantes. Damos por sentado esto, como una pavada que se
fue lentamente al carajo y que nos hace volar como cuervos a
otros campos relucientes para nuestros ojos adormecidos y llenos
de lúgubres ojeras. Tan estúpidos: los aromas en nuestras plumas
son despedidos en el aire, el mismo aire que nos conecta, salen en
diversas direcciones hacia múltiples hemisferios, y cada aroma
emana el paso hormonal por cada uno en el otro. El cinismo, se
puede decir, ha acompañado nuestra clandestinidad desde el alba
hasta la nada. Nos conocimos, nos acercamos, nos tocamos y nos
alejamos. Tal vez seguimos evocando los recuerdos frutos de la
clandestinidad, ignorando el idioma de nuestros cuerpos,
encontrándonos en la rutina legal, con los ojos evitándonos como
si hubiera pasado algo. ¿Actos desdeñables? Seres displicentes,
arrogantes, llenos de un patético orgullo. Los pasillos y sitios
nocturnos son testigos de la lujuria, de los besos nada cotidianos,
de las cervezas agridulces a 2000 mil pesos, de los cigarrillos
Malboro rojo y el aroma arraigado en nuestras prendas, de los
El hueco y otras instantáneas

roces y choques electrizantes, del florecimiento invernal.


Resultado: un sinsabor en nuestros labios, dolor en nuestros
estómagos y vómito sobre nuestros zapatos.

6. Después de todo, solo queda seguir vaciando unas cuantas


botellas de cervezas, echarle humo al pecho con las piernas sobre
las sillas, renegando, calentar la garganta con un shot de Jack
Daniels', haciendo que los faroles delaten, y si el cuerpo aguanta y
las ganas persisten, agarrar el brandy sin piedad de la cabeza y
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llevarlo directamente al estómago donde todo se mezcla:


sentimientos, recuerdos, sensaciones, cerveza, saliva, Jack
Daniels', brandy, y más pavadas que producen eructos y mareos y
pestilencias. Adicional a todas las toxinas digeridas, un poco de
buen rock puede ayudar a pasar el roce, algo de AC/DC, el traje
de colegio, Highway to Hell para la euforia, un Panteraso
acompañado de Dimebag Darrell con buenos riffs, la barba larga
y roja, los tatuajes y solo de guitarra, cabezas y puños agitados.
Otra cerveza, otro cigarro, otro Jack Daniels, Brandy para la sed,
algo psicodélico para el odio, música para el ritmo. ¿Infierno o
cielo? ¡Da igual, las diferencias son pocas y varían de acuerdo a
las percepciones! O del lugar de la cama donde esté, o la silla
donde poso el trasero, o la mesa donde queda el frio y las
etiquetes del alcohol, o la barra desde donde la muchacha nos
lleva el néctar espumoso. Iridiscencia. Tomando el cigarrillo casi
terminado entre los dedos, siluetas con el rojo vivo en el aire se
dibujan entre cada manoteo, acompañadas del humo de cigarrillo
que se esparce por el recinto llegando a cada cuerpo afligido.

7. Pasando toda esta compleja interacción, o mierdero, llevamos


semanas sin saber uno del otro. Parece ser un nuevo capítulo en
nuestras vidas ocultas, un punto final a favor, o en contra, de la
clandestinidad. Comenzaré este nuevo capítulo, o será un libro el
cual ya no debo ocultar. Aunque, sinceramente, creo que fuimos
un libro de literatura oscura, de esos con una gran afinidad que
desvelan vagabundos y prostitutas o unas cuantas almas
Grupo literario Piedemonte

aparentemente inocentes que quieren recordar la vida y alejar lo


cruel de las nubes color rosa. Los días están avanzando
rápidamente. Una nueva rutina llega abruptamente negando y
olvidando la vieja cotidianidad. Finalizamos. Punto final y luego
con MAYÚSCULAS.
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Náufrago

La tarde estaba gris, lúgubre, tenía un panorama de nubes gordas


y alteradas, vientos perforaban y hacían templar los huesos, y
amenazantes árboles con sus ramas alteradas y con una danza de
hojas y polvo que desordenaban cabellos, vestidos, creando
controversia en la cotidianidad de los individuos. Llovió toda la
tarde. Relámpagos destallaban entre la batalla de nubes que
presenció el muchacho hasta que comenzó su descenso hacia el
naufragar de los sueños, arrullado por el estruendo, el clímax
folclóricamente tropical y aterrado por el ensueño, la pesadez que
bailaban en sus parpados de adolescente pueblerino.

Sentía como su colchón era esa valsa que lo arrastraba


directamente al remolino de las pesadillas, como su almohada
pesaba como la cereza del prisionero y como su cobija era el
ancla que se resbalaba en el profundo arenero. El vórtice volátil,
la alteración y agitación intrínseca, las pesadillas alentadoras de
penas. ¿Penas? Sí, las penas derivadas del olvido, de la arrogancia
y el inconformismo que lo llevaron a perder a quien lo llamaba
El hueco y otras instantáneas

“Jovencito”, con tono serio y de regaño, alertando sus fusiles y


haciéndolos enfocar en esa supernova color café, esas pestañas
encrespadas, esas cejas delineadas que, junto a sus pómulos y
labios rosados acaramelados, revelaban un universo lleno de
calmantes sinfonías y olores frutales como el arazá. Una piel
suave, un hormigueo incesante, un cabello con algunos remolinos
que atrapaban sin mayor esfuerzo su distracción.

Comenzó inmortalizando todo: - ¡Hola Jovencito! Buen día,


77

¿Cómo te ha ido? Espero te vaya muy bien hoy – Ese fue el


mensaje ilustre e intermitente, y un tanto ilusorio, que decoraba la
pantalla de su celular aquel día, y con el que se encontró después
de haber dormir toda la mañana como un oso invernando y
arrullado por la lluvia y brisa típica del pueblo tropical en el que
vivía. Sin intención propia, evocó como esas palabras dieron
vueltas a su cabeza, retumbaron los rincones más inhóspitos de su
ser, alteraron su desayuno como un masticar de rocas y el
desglosamiento de un artículo para exponer. También, recordó
esa noche en que había sostenido una conversación con la bella
mujer hasta altas horas de la madrugada, exactamente 3am.
Comenzaron hablando del uno y del otro, todo el acto
protocolario que uno presencia cuando conoce a una persona,
edades, fetiches, gustos, angustias, anhelos. Un poco de picando
aquí y picando allá, tejiendo aquí y tejiendo allá.

Encomendó a su memoria la tortura, el remordimiento que yacía


desde su estómago como algo cancerígeno que no le permitía
encontrar la paz; prefirió seguir en ese cotidiano y oscuro
naufragio que se alimentaba de sus penas y orgullo. Aún sigue
naufragando, sin rumbo, en delirio, pasando tormentas y
tenebrosos remolinos que desgarran su alma, aliviando,
ciegamente, un poco. De vez en cuando, vuelve la vista, alimenta
sus penas e, irónicamente, agarra fuerzas para seguir en su
frecuente viacrucis.
Grupo literario Piedemonte
78
79 El hueco y otras instantáneas

Omaira Sastoque
El hueco
Era un acto de valor sobrevivir después de ser elegida, pero era un
acto aun mayor y extraño seguir viviendo después de meses;
aunque la vida ahí adentro no existiera ¿porque quién puede vivir
después de la muerte?

Cada mujer que llevaban a la casa tenía un deber, complacer a los


hombres las horas o días que ellos quisieran. Les era prohibido
salir al pueblo, después de cerradas las puertas era imposible; la
selva abrigaba ese lugar como si cada raíz de los arboles estuviera
entrelazada con las paredes. Si intentaban escaparse no tenían
perdón, la arrojaban al hueco, un estrecho orificio que conducía al
infierno y emanaba un olor a muerte.

Cuando la noche llegaba todas corrían hacia sus cuartos, se


ocultaban bajo las sábanas y simulaban dormir, implorando a un
dios porque no fueran las elegidas para conocer el hueco.

Después de la media noche los llantos de dolor se impregnaban


como mugre entre los suelos de tabla, que parecían guardar todos
los miedos que ahí nacían. Los lamentos se convertían en la
sinfonía del dolor hecha carne y hueso; pero al final no quedaban
ni la carne ni los huesos.
Grupo literario Piedemonte

Al despertar al otro día, debían limpiar la faena maligna que


dejaban las manos de los hombres sobre la elegida; y aunque
utilizaran todas las formas de limpieza, la sombra negra entre
tonos rojos se adhería con fuerza a la tabla y la pared, “es el alma
que se queda llorando” decía mechas, una anciana a la que le
quedaban solo cinco dientes y una columna a punto de quebrarse;
mientras restregaba con un viejo cepillo, le enseñaba a las más
jóvenes a soportar el llanto.
80
Mechas había dejado en sus verdugos los años gloriosos; ahora
solo buscaban carne joven. Pero a ella la necesitaban para que
respondiera por cocinar y cuidara de las que llegaban. Sabía los
gustos de cada hombre, y las dolencias de cada mujer; había
perdido el miedo por ellos, pero menos por el hueco.

Era el inicio del año 1999, habitaban dos hombres por cada mujer
en aquel lugar; era un micro mundo sumergido en la espesura de
la montaña que nadie podía imaginar.

Llevaban treinta días de aparente tranquilidad; pues el


comandante había salido a lo que él llamaba la cacería.

En aquellos días de ausencia, las mujeres se olvidaron de la


amenaza del hueco, porqué los pocos hombres que estaban, solo
complacían sus entrepiernas y el dormir.

Cuando se creyó que el tiempo de tranquilidad iba a perdurar, su


regreso fue como una explosión de dinamita en el corazón de
ellas. Regresó festejando, la emboscada planeada con sus otros
hombres había dado sus frutos, pues cazar era reclutar mujeres.

Siempre traían a una nueva, pero aquella noche habían llegado


con cinco mujeres más, entre esas con una pequeña niña que
parecía no haber cumplido los diez años. El lloriqueo de la menor
se esparció por el lugar. Las otras cuatro mujeres permanecían en
El hueco y otras instantáneas

el suelo sin decir palabra.

Las que estaban presenciando lo sucedió se miraron unas a otras


con enojó y se juzgaron, pero ni los llantos de la pequeña lograron
romper con la cadena de fuerza y amenaza que llevaban. Pues en
el fondo, preferían que las que habían llegado se fueran al hueco
en lugar de ellas.

Un grito que parecía un graznido inundado de humo dio la niña,


81

cuando el comandante la alzó y la mostró a todos los que estaban


ahí, –esto es mío –dijo aferrando sus manos sobre el frágil torso
de la pequeña. –ayúdenme… ayúdenme… –entre cortado
suplicaba la menor, mientras el hombre se la llevaba a su cuarto.

Una brisa intranquila embargo el lugar, los demás estaban


estupefactos; era normal que eso le sucediera a las adultas, pero
esa noche era una niña, una pequeña que habían encontrado
oculta entre hojas a la orilla de una quebrada.

No había nadie que pudiera salvarla, ni siquiera mechas, que


había fijado su mirada al patio y especialmente al lugar donde
estaba el hueco –Esa niña no va aguantar, va sufrir más de lo que
todas podríamos sufrir al tiempo. –susurro, mientras una seca y
temerosa lagrima cayo entre su delantal viejo.

El rostro de la niña enmarcado en lágrimas siendo arrastrado


hacía el cuarto, le evocó los ojos de su madre, oponiéndose aquel
día cuando los hombres por primera vez llegaron a su casa y
haciendo honor a sus reglas, se la llevaron a ella y a sus
hermanas. Sus padres desaparecieron cuando le vendaron los
ojos; el sonido de las balas quedo tiritando hasta aquel día en su
corazón.

La presencia de la niña, hizo que la memoria de mechas dejara


escapar todos sus recuerdos; era la única de sus tres hermanas que
había sobrevivido. Y ahora imaginaba a aquella chiquilla
Grupo literario Piedemonte

quebrándose, como en algún momento esperaba que lo hiciera su


espalda. Pero mechas iba a presenciar todo como solía hacerlo
siempre, en silencio.

Unos gritos al otro extremo de la casa la hicieron volver al cuerpo


y corrió a ver qué pasaba. En la sala principal todos andaban
atemorizados por lo que estaban viendo, del cuarto del
comandante salía un hombre ensangrentado que parecía llevar a
82

arrastras un cuerpo. Mechas apretó con fuerzas las manos entre


sus ropas, para contener el grito que le generaba tan bestial
escena.

Pero algo no andaba bien, aquel hombre que era el comandante se


derramo frente a los ojos de todos; lo que en ese momento vieron
les congelo la lengua y el cuerpo. En la espalda del hombre caído
se dibujaban dos enormes arañazos que se habían convertido en
agujeros; y este en su mano izquierda llevaba un cuerpo, el
cuerpo de la pequeña, pero parecía que quien habitaba ahí, se
había escapado; no habían ojos, no había boca; era una piel
deshabitada.

Los hombres empezaron a disparar del miedo; pues un extraño y


gigante ser de dos patas, salía del cuarto donde había estado el
comandante, las sombra simulaba un gordete y lánguido animal
de largo cuello que empezó a volar sobre todos.

– ¡Es la niña! –gritaron las mujeres, mientras los hombres le


disparaban al ave, que entre más se acerba a la luz, aparentaba ser
un hoatzín, pero ninguna bala le hacía daño.

Las otras mujeres que habían sido llevadas con la niña, estaban
frente al hueco, emitiendo sonidos desconocidos que parecían
estar llamando a quienes habitaban en la profundidad del hueco.

Nunca antes la sangre se había hecho tan tangible, eran las 11:45
El hueco y otras instantáneas

p.m y la taciturna voz de la selva empezó a tragarse los gritos de


quienes empezaron a escapar.

Mechas corrió a resguardarse en la cocina bajo un mesón y


presenció desde su escondite, como el ave destruida las cabezas
de todos los que estaban en la sala. Aquellas cinco mujeres que
llevaron esa noche parecían de otro mundo, animales de selva que
después de ser cazados se convertían en el cazador.
83
Del hueco fueron saliendo pequeñas aves, singulares a polluelos.
El gigante Hoazín, se fue acercando a la cocina, tras el olor de
quien era el único humano que había quedado con vida, mechas.
La agarro y la llevo patio. Las cuatro mujeres que permanecían
cerca al hueco, tenían aspectos diferentes, sus pies se habían
convertido en garras, sus torsos era protuberantes y llenos de
plumas color gris; los sonidos que emitían parecían fuego en los
oídos de mechas.

La gigante ave la lanzó al suelo, mechas no comprendía lo que


veía, durante años había creído que los únicos monstruos que
existían eran los hombres que gobernaban en esa casa; pero frente
a ella estaba una multitud de polluelos saliendo del hueco y cinco
gigantes seres que habían llegado como mujeres, pero ahora eran
unos gigantes pájaros que olían a muerte.

Lloró como una niña, lloró sin temor a que la escucharan


suplicando por ayuda, consciente de que nadie atendería a su
llamado.

Era el año 1999, en la radio del pueblo informaban que después


de muchos años los hombres del ejército habían encontrado la
casa del hueco; además anunciaban que después de embargar el
lugar lo único que habían encontrado era nidos de hoazín y a una
pequeña niña, que lloraba como si tuviera un ave en su pecho.
Grupo literario Piedemonte

Quienes escucharon la noticia se reían a carcajadas, -después de


todo, -afirmaban, la casa del hueco no era más que una simple
historia de mujeres.
84
Metempsícosis

Lentamente se fue hundiendo en la piel


hasta hacerse dolor.
Diez clavos
cinco clavos
dos clavos,
un grito.
Era la última vez que lo intentaba,
clavarse, era volar.
El hueco y otras instantáneas
85
Tatiana Puertas

Nací el 14 de enero de 1997 en Florencia, Caquetá. Hija de


Blanca Vargas Cuellar e Idolfo Puertas Hernández, el mejor
carpintero que ha producido esta tierra según los que conocen su
trabajo, me incluyo. Soy la más chica de cuatro hermanos,
hermano que han sido una de mi mayor inspiración para coger
este hermoso camino de la literatura al que espero ir avanzando
poco a poco, no tengo afán. El trono principal lo gano mi
hermana, Leidy Johana, luego John Jader y posteriormente Johan
Fernando. Lo que he construido se lo debo a ellos y a otro ser
muy especial, mi sobrina Lía Fernanda. Gracias Dios.

Grupo literario Piedemonte


86
Teleo Furtivo

Cuando se apaga la luz del cielo, Teleo pierde la noción del


tiempo; sus ojos urbanos se cierran. Mas aquel abre su boca
hambrienta, al ritmo de la oscuridad viaja de puerta en puerta y
entra a casa desventuradas que viven de comida y ropa ajena.
Cuando el encuentra la presa perfecta ahí se queda, observando
en el aire, en el silencio un habitante de este pueblo. Aunque
dicen no haberlo visto, una carcajada maquiavélica retumba en
los suburbios, al aclarar sus huellas desaparecen.

En este terreno la vida es otra cosa, parece ser otro pueblo dentro
de un pueblo al que nadie hace caso. Los de acá, se supone, deben
cumplir ocho horas de labor y dos horas extras sin más
recompensa a ser un empleado de pica y pala. Terminada su labor
pueden dirigirse a casa. No hay opciones de progreso. Las
mujeres, algunas trabajan y otras acarrean el labor de su propia
casa. Cuando anochece, la gente de los suburbios se relaja,
aunque la tormenta caiga, los oídos no se espantan. Sin embargo,
cuando amanece, el desastre se siente en los ojos pero no en la
mente.

La vio y comprendió que ella sería la presa perfecta. Mujer


El hueco y otras instantáneas

deshojada, marchita, vieja. Vive en la loma de los marginados.


Pasa sus días en un catre junto a Manuel de cinco y Carlos de
siete mientras su compañero José día a día llega con cara roja y
la espalda un poco más encorvada.
El día llego, era hora de hacer la jugada. El silencio abundaba y
José nada que llegaba. La noche caía sobre el bostezo de los dos
niños hambrientos. Aunque, para María Socorro era igual a tener
un batallón de soldados en la selva sin desayuno, almuerzo y
cena. Por tal razón, ella se vio obligada a ir de visita a la tienda de
doña Hortensia a fiar harina de trigo y panela.
87

-Venga, solo por hoy, mañana le pago-dijo Socorro.


- está bien, nomás diga. ¡Eso sí, no se le vaya a olvidar cuando
tenga la plática!-responde la doña.
Los niños de María Socorro duermen con barriga llena gracias a
deliciosas cancharinas y tibia sobremesa.
Horas más tarde, un paso no muy equilibrado de remordimiento
se sentía en la colina, era José pensando en que decirle a la vieja,
estaba de regreso sin víveres para la semana, sin dinero en los
bolsillos y con noticias nuevas: no hay más dinero y si muchas
deudas.
El rostro se le pone tenso, teme en la futura cara de sus hijos,
servidas en bandeja de chatarra para chismosas de la cuadra.
Un alborozo en forma de trueno despertó a vecindades.
En pocos minutos, tocaban a casa de Socorro por todos lados de
posible entrada, como manos y pies en juego de ¡tin tin corre,
corre! entre la puerta y las ventanas. María despertó y
rápidamente se levantó, prendió la luz en la pieza, se recogió el
pelo y acomodo su pijama. Antes de dirigirse a la puerta revisó el
sueño de los pequeños; el ruido no los despierto. Recorrió el
pasillo de madera, pregunto-¿quién es?- no le contestaron, repite
la pregunta, amenazando de llamar a la policía. Desde el lado
opuesto, donde el frio embriaga la conciencia una voz contesto:
- ¡Socorro, socorro, ya no necesito de Socorro! Ahora tengo al
hombre de negro sonriéndome en el cuello-

Mientras el suceso transcurría, miradas pasaron aullando por las


rendijas ¡claro! En casas vecinas se juzgaba el espectáculo. En
otras, vasos en función de orejas se adhirieron a las paredes con
el fin de captar la algarabía. Aun así, nadie abría
Grupo literario Piedemonte

Socorro abrió lentamente la puerta y asomo medio cuerpo. El


panorama era borroso. Siguió abriendo. Ella no se atreve a
preguntar -¿quién es?- Mas deseaba que fuera su esposo José.
Inclino el cuerpo.
-¡hola, hola!- grito ella, esta vez nadie contesto. La silueta de un
hombre le agarro los hombros, la empujo abruptamente hacia el
interior de la casa; luego, él cerró la puerta.
88
La noche se desvaneció en gritos y carcajadas diabólicas.
Socorro y los niños sufrían más los centinelas durmieron
temprano, como si nada hubiese estado pasando.
Un grito despertó el sol, José corrió enloquecido por la casa,
tomo el arma homicida, ahora suicida. Quedo tendido muy cerca
a los cadáveres de sus hijos y esposa.
Murmullos en los andenes de la tienda de doña Hortensia, quien
vigilaba a sus vecinos, pendiente que no se escape ninguno. Ella
fue la primera en darse cuenta que desde la casa de la colina no
descendía José con su tula de herramientas, tampoco María, con
cabeza agachada a prestar algo de comida prometiendo pagar
algún día, y los niños, ya no salían corriendo con destino a la
escuela.
La Doña, invadida por desconfianza y codicia, subió la colina y
llego a casa de Socorro. El ¡tintín corre, corre! Volvió y jugo, esta
vez no contestan ni abren la puerta. Desconfió y pregunto a
vecinos de pared, ellos comentaron no haber visto nada. Doña
Hortensia se asusta y llama por ayuda, a menos de dos horas
arriban, los que dicen llamarse La Justicia. Encuentran una
terrible escena: la casa vacía.
La sorpresa irónica de los vecinos por aquel evento se esparció
hasta la esquina. Mientras el ser de negro, risueño ante corazones
humanos, salió nuevamente a esconderse en las botellas, en
miradas y orejas que son como estatuas en medio de una plaza, se
quedan ahí, haciendo nada. A fin de cuentas, como se dice en
Teleo los días siguientes “el ser de negro volvió a hacer de las
suyas, nada por hacer, maña será otro día”.
El hueco y otras instantáneas
89
Memoria al futuro

En las raíces de la tierra


buses de libertad y aventura esperan
pasajeros que salten, rían, sientan
Con miedo, está bien, pero sin cadenas.

Cadenas al terreno inhóspito,


a la hoja, con maldad, hecha polvo,
a las promesas de lodo,
a los hombres que no han llorado
sus ríos muertos.

Nuevas generaciones:
la aventura da cromatismo al cuerpo,
la libertad, corazón de fuego.
Anden caminos viejos,
recorran el paisaje idílico
cada vez más plano,
cada vez más desnudo,
Y exalten lo puro, lo vibrante
de las tierras ancestrales.
No se ahoguen en los hechos,
Repudien lo labios que delaten
palabras a la impunidad,
Grupo literario Piedemonte

a la memoria no reconstruida.

Desciendan y no olviden
enseñar al niño que aprende
a llorar amargamente
Sobre la historia enterrada,
Sobre el follaje seco,
A no ocultarse
Cuando la tierra,
con pasaje gratis,
90

por ellos aclame.


91 El hueco y otras instantáneas

Gisela Montaño Montaña


Sombras de un hombre

No era el hombre más honesto ni el más sensible, pero era un


hombre valiente, por lo menos lo había sido en sus tiempos de
gloria. Cuando debió defender con orgullo su patria en el campo
de batalla. Ahora se veía al espejo y miraba un hombre con
miedo, pálido y sin colores, no hacia gesto, no cambiaba de
entonación y con incapacidad de aceptar que tal vez había
malgastado su vida y no encontró su gran aventura.

Sus ojos se inundaron de lágrimas cuando recordó lo que esa


tarde su doctor le dijo:

"Gabriel, lo siento mucho, pero te queda poco tiempo de vida".


Ya la enfermedad se instaló solapadamente en su cuerpo y hizo
metástasis en sus órganos vitales. No tenía ánimos de nada, se
levantó de la cama, deba pasos lentos sin pretender otra cosa que
llegar a la ventana. Abrió la cortina con fuerza, y los brazos
extendidos le hicieron pensar en el hombre resoluto que había
sido. Quería dejar entrar, glorioso el atardecer, pero sólo iluminó
una luz empobrecedora. Regresó a la cama, bostezó, el sueño lo
invadió, y una leve esperanza de que se despertaría al día
siguiente lo dejó dormir en paz esa noche.

En la mañana siguiente se despertó con una inexplicable urgencia,


Grupo literario Piedemonte

de encontrar el pañuelo, era su gran tesoro. Ése era el recuerdo


del que en algún momento y lugar, él había amado y había sido
amado. Y con cariño lo empuñó; como soldado que empuña su
arma, listo para la batalla. En el pañuelo plasmada con tinta
borrosa decía: "Gabriel si te encuentras en la guerra, pelea con tu
alma. Si te encuentras frente al amor, ama desenfrenadamente y si
un día te encuentras frente a la muerte dale la cara y muere como
un valiente. Tu padre que te ama"
92
Con melancolía y fe renovada, pensó. Que iba a morir como un
valiente lo haría, por primera vez en su vida iba a aceptar que
tenía miedo.
El hueco y otras instantáneas
93
Jhon Bolívar

94 Grupo literario Piedemonte


Sin título

El cielo inicia a oscurecer, las ramas de los arboles golpean


violentamente unas con otras, el viento grita con furor, destellos
de luz iluminan los escombros, gotas de agua inicia a caer, ya
pronto lloverá.

La respiración se dificulta para nuestros anfitriones, entre polvo y


humedad todo es más confuso, pequeñas partículas obstruyen sus
vías respiratorias, cada respiro es un desafío. Cae la lluvia y con
ella grandes estruendos, en la oscuridad, el encierro y pocos
metros cuadrados se escuchan los susurros de una conversación
melancólica.

-Tengo miedo, ¿hasta cuándo esperaremos aquí?

-Ya casi salimos, no te preocupes. Sé paciente, confía en mí.

-Eso intento… un abrazo, un suspiro y una lagrima son el


combustible de la esperanza, de un paso desconocido, una mirada
sin luz, una emoción, incertidumbre…

-¿Dónde estamos?

- No lo sé, pero de esta salimos.


El hueco y otras instantáneas

En la lucha por descifrar el lugar en donde se encuentran aislados,


sus manos son sus mejores sensores, sus únicos ojos. Deslizan
con cautela sus manos, intentando dibujar patrones que les
permita identificar el lugar que les rodea. Piedras, muros, polvo y
la ausencia de luz es lo único que se puede percibir. De repente,
se escucha caer borbollones de agua, el lugar se está inundando, y
no queda de otra que buscar salida rápidamente. La desesperación
se apodera de estas almas cautivas, rasguñan los alrededores
intentado buscar refugio o libertad.
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-Rápido, empuja, o salimos o morimos en el intento. Si
encuentras algo avísame pronto Camila. No hay respuesta… El
miedo se ha apoderado de ella, la incertidumbre de vivir cae
como yugo sobre su espalda, el aire se agota, y el nivel del agua
sube rápidamente.

-¡Despierta!, empuja a este lado! Grita con su último aliento quien


es su acompañante en aquel desolado lugar, Ricardo, con quien ha
compartido pocos meses de noviazgo.

-No tengo fuerzas, ¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué paso?

- No lo sé, ¡solo empuja con todas tus fuerzas!

Los fuertes golpes que recibieron durante la turbulencia no les


permitían recordar su lugar de destino, El café Bar subterráneo
donde habían acordado encontrarse para tomar un té, charlar y
compartir un día más juntos. Desean desesperadamente que todo
lo que ocurre en este momento sea una pesadilla y despertar, pero
no pasara.

Una roca cae sobre Ricardo y esta arrebata su vida


inmediatamente, no podrá luchar más. Camila grita por ayuda,
esperanzada de ser oída por alguien, nadie responde. Toma a su
pretendiente de la mano, sabe que ya todo se ha perdido, pocos
centímetros quedan ya para desaparecer, desea morir sin
sufrimiento, pero ya la muerte tiene otros planes para ella.
Grupo literario Piedemonte

Sobre ellos grandes escombros. Rodeados por el gris rocoso que


elabora el hombre para protección, refugio que lentamente
arrebata sus almas. Lo cierto es que dormirán, gozarán del
descanso, de la tranquilidad y el acompañamiento mutuo mientras
sus cuerpos son consumidos en escombros. La muerte ha
triunfado y celebra con un té…
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97 El hueco y otras instantáneas
98 Grupo literario Piedemonte
99 El hueco y otras instantáneas
100 Grupo literario
Piedemonte

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