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UNIVERSIDAD CATÓLICA LOS ÁNGELES DE CHIMBOTE

FACULTAD DE CIENCIAS DE INGENIERIA

ESCUELA PROFESIONAL DE INGENIERIA CIVIL

CURSO : DOCTRINA DE LA IGLESIA CATOLICA

DOCENTE : Lic.

TEMA : ‘CREO EN DIOS PADRE’’

ALUMNOS:

AYACUCHO- 2016
Introducción

(España) 589 a.C. En su forma actual es el Credo de toda la Iglesia Cristiana; la Iglesia Griega sólo rechaza la última
cláusula mencionada.[7]

2.2.2 Credo
Dicho credo es como sigue:
«Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles.
Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, Engendrado del Padre antes de todos los siglos. Dios de
Dios, Luz de Luz, Verdadero Dios de Verdadero Dios, Engendrado no hecho, Consustancial al Padre, por Quien todas las
cosas fueron hechas, quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación, descendió del cielo, y fue encarnado
del Espíritu Santo y la Virgen María, y fue hecho hombre, y por nosotros fue crucificado bajo Poncio Pilato, padeció y fue
sepultado, resucitó al tercer día según las Escrituras, ascendió a los cielos, y está sentado a la diestra del Padre, y vendrá
otra vez con glo- ria, a juzgar a los vivos y a los muertos, cuyo Reino no tendrá fin.
Nosotros creemos en El Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, procedente del Padre y del Hijo*2, quien con el Padre y el
Hijo, juntamente es adorado y glorificado, quien habló por los Profetas.
Nosotros creemos en la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica. Nosotros reconocemos un Bautismo para el perdón de
los pecados. Y esperamos la resurrección de los muertos, Y la vida en los siglos venideros.»

2.3 QUICUNQUE VULT,


2.3.1 Historia
Evidentemente éste fue compuesto mucho tiempo des- pués de la muerte del gran teólogo cuyo nombre lleva, cuando,
concluyendo las controversias, fueron estableci- das las definiciones de los Concilios de Éfeso y Calcedonia ya
mencionados. Es un gran monumento, único de la fe inmutable de la Iglesia en lo que se refiere a los grandes misterios de
la piedad, de la Trinidad de personas en un solo Dios, y de la dualidad de naturale- zas en la persona de Cristo.
Comúnmente llamado: "El Credo Atanasiano"
2.3.2 Credo
«Todo el que quiera salvarse debe ante todo mantener la Fe Católica. El que no guardare esa Fe íntegra y pura, sin duda
perecerá eternamente.
Y la Fe Católica es ésta: que adoramos un solo Dios en Trinidad, y Trinidad en Unidad, sin confundir las Perso- nas, ni
dividir la Sustancia; porque es una la Persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; mas la
Divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es toda una, igual la Gloria, coeterna la Majestad. Así como es el Padre,
así el Hijo, así el Espíritu Santo. Increado es el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. In- comprensible es el
Padre, incomprensible el Hijo, incomprensible el Espíritu Santo. Eterno es el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo cierno; como también no son tres incomprensibles, ni tres increados, sino
un solo increado y un solo incomprensible.
Asimismo, omnipotente es el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo. Y sin embargo, no son tres
omnipotentes, sino un solo omnipotente. Asimismo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios. Y, sin
embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios. Así también, Señor es el Padre, Señor el Hijo, Se- ñor el Espíritu Santo. Y,
sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor; porque así como la verdad cristiana nos obliga a reconocer que cada
una de las Personas de por sí es Dios y Señor,
Así la Religión Católica nos prohíbe decir que hay tres Dioses o tres Señores. El Padre por nadie es hecho, ni creado, ni
engendrado. El Hijo es sólo del Padre, no hecho, ni creado, ni engendrado. El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo, no
hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente. Hay, pues, un Padre, no tres Padres: un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu
Santo, no tres Espíritus Santos. Y en esta Trinidad nadie es primero ni postrero, nadie mayor ni menor: sino que todas las
tres Personas son coeternas juntamente y coiguales. De manera que en todo, como queda dicho, se ha de adorar la Unidad
en Trinidad, y la Trinidad en Unidad.
Por tanto, el que quiera salvarse debe pensar así de la Trinidad. Además, es necesario para la salvación eterna que también
crea correctamente en la Encamación de nuestro Señor Jesucristo. Porque la Fe verdadera, que creemos y confesamos, es
que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y Hombre. Dios, de la Sustancia del Padre, engendrado antes de todos
los siglos y Hombre, de la Sustancia de su madre, nacido en el mundo; Per- fecto Dios y Perfecto Hombre, subsistente
de alma racional y de carne humana; igual al Padre, según su Divinidad; inferior al Padre, según su Humanidad. Quien,
aunque sea Dios y Hombre, sin embargo, no es dos, sino un solo Cristo: Uno, no por conversión de la Divinidad en carne,
sino por la asunción de la Humanidad en Dios; Uno totalmente, no por confusión de Sustancia, sino por unidad de Persona.
Pues como el alma racional y la car- ne es un solo hombre, así Dios y Hombre es un solo Cristo; el que padeció por nuestra
salvación, descendió a los infiernos, resucitó al tercer día de entre los muertos. Subió a los cielos, está sentado a la diestra
del Padre, Dios todopoderoso, de donde ha de venir a juzgar a vi- vos y muertos. A cuya venida todos los hombres resucitarán
con sus cuerpos y darán cuenta de sus pro- pias obras. Y los que hubieren obrado bien irán a la vida eterna; y los que
hubieren obrado mal, al fuego eterno.
Esta es la Fe Católica, y quien no lo crea fielmente no puede salvarse.»

3 ANÁLISIS
Comprendiendo así la importancia de la declaración de fe, se observa que estos tres credos en los que nos hemos cimentado
se fundamenten en las Sagradas Es- crituras y contienen en ellos los principios de nuestra fe cristiana. Credos que en
resumen se estructuran inte- grando:
3.1 DIOS
A Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor Dt.6:4 ( NVI)
Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. (RV)
Tres son los que dan testimonio 1Jn.5:7( NVI)
Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el
Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. 1Jn.5:7 (RV)
3.2 HIJO
Al Hijo, nuestro Señor Jesucristo, la divinidad humanada.
No hay duda de que es grande el misterio de nuestra fe: Él se manifestó como hombre; fue vindicado por el Espíritu, visto
por los ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, reci- bido en la gloria. 1Tim.3:16 ( NVI)
E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de
los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria. 1Tim.3:16 (RV)
Quien es el Señor de Señores, Rey de reyes y en quien, solamente, encontramos perdón por nuestros pecados y quien es
único Salvador. En estos credos se referencia al padecimiento de nuestro Rey por amor a nosotros, lo que cumple con lo
profetizado por Isaías en el capítulo 53
3.3 ESPÍRITU SANTO
Al Espíritu Santo, quien es la tercera persona de Dios,
La tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios iba y venía sobre la superficie de las aguas.
Gn.1:2 ( NVI)
Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre
la faz de las aguas. Gn.1:2 (RV)
Que guía y consuela a su Santa Iglesia, en su Nom- bre, (dando cumplimiento a las palabras de nuestro amado Cristo y a lo
profetizado por Joel en el capítulo 2)
Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará
recordar todo lo que les he dicho. Jn.14:26 ( NVI)
Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Pa- dre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él
dará testimonio acerca de mí. Jn.14:26 (RV)
3.4 LA IGLESIA
Y a la Santa Iglesia, cuerpo de Cristo, en la que estamos inmersos todos aquellos que hemos creído en la Autori- dad de
nuestro Señor Jesucristo.
Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo.
Ef.5:23b ( NVI)
Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Sal- vador. Ef.5:23b (RV)
Permitiendo así que, nosotros, los creyentes podamos resumir nuestra fe cristiana, su universalidad (católica)
y autoridad apostólica, en este conjunto de doctrinas.

4 CONCLUSIÓN
Al ser el credo un símbolo de la fe cristiana, ordenado por los apóstoles, en el cual se contienen las doctrinas básicas, todo
hijo de Dios, perteneciente al Cuerpo de Cristo, su Iglesia, debe conocer, comprender y poder dar buena defensa, con
mansedumbre, de éstas a quien se lo demande.
Los tres credos hablan en síntesis del Padre, Hijo y Espí- ritu Santo, y de su Iglesia.
En los tres credos se observa que la mayor parte del tex- to habla de Cristo, por quien todo ha sido creado y quien es la
razón de todas las cosas.

5 BIBLIOGRAFÍA
5.1 CITAS BIBLIOGRÁFICAS
(1) Diccionario Enciclopédico Ilustrado Océano Uno,
(2) SILVA – SILVA, Darío "Casa sobre la Roca", Editorial Buena Semilla, Colombia
(3) Biblia NVI, Sociedades Bíblicas Unidas
(4) Biblia RV, Sociedades Bíblicas Unidas, Revisión 1960
(5) http://www.librolibre.org.ni/DocCa./oraciones/credos/c redos.html
(6) UTTINGER Greg, "La Teología de los Credos Anti- guos, Parte 1: Cristianismo Credal", 2002
(7) http://www.iglesiareformada.com/Hodge_Breve_Histo ria_Credos.html
5.2 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
• Fernández Núñez, José Manuel, "LA HABANA, CRISOL DE CULTURAS Y CREDOS", Editorial Cien- cias Sociales,
La Habana, 2001
• UTTINGER Greg, "La Teología de los Credos Anti- guos, Parte 2: El credo de los Apostoles", 2002
• http://www.wels.net/cgi- bi- n/site.pl?2617&collectionID=1362&contentID=51792& shortcutID=19294
• http://www.librolibre.org.ni/DocCa./oraciones/credos/credos.html
TEOLOGÍA I
• http://espanol.leaderu.com/docs/teologia/credos.html
NOTAS:
2 El controvertido "fílioque" ("y del Hijo"), añadidura en el Credo Niceno- Constantinopolitano hecha por la Iglesia Latina
de Occidente (Roma) con posteriori- dad al Concilio de Constantinopla, pero rechazada por la Iglesia Griega Oriental
(Constantinopla, Alejandría, Antioquía) y que constituyó uno de las razones doctrina- les argumentadas por ambas partes
para su rompimiento y separación definitiva en el año 1.054 d.C

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos-pdf/credos/credos2.shtml#ixzz45djiB0XM

RIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO PRIMERO
CREO EN DIOS PADRE

198 Nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es "el primero y el [...] último"
(Is 44,6), el principio y el fin de todo. El Credo comienza por Dios Padre, porque el Padre
es la primera Persona divina de la Santísima Trinidad; nuestro Símbolo se inicia con la
creación del cielo y de la tierra, ya que la creación es el comienzo y el fundamento de todas
las obras de Dios.
ARTÍCULO 1
«CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA»

Párrafo 1
CREO EN DIOS

199 "Creo en Dios": Esta primera afirmación de la Profesión de fe es también la más


fundamental. Todo el Símbolo habla de Dios, y si habla también del hombre y del mundo, lo
hace por relación a Dios. Todos los artículos del Credo dependen del primero, así como los
mandamientos son explicitaciones del primero. Los demás artículos nos hacen conocer mejor
a Dios tal como se reveló progresivamente a los hombres. Con razón los fieles confiesan que
los más importante de todo es creer en Dios" (Catecismo Romano, 1,2,2).

I «Creo en un solo Dios»

200 Con estas palabras comienza el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. La


confesión de la unicidad de Dios, que tiene su raíz en la Revelación Divina en la
Antigua Alianza, es inseparable de la confesión de la existencia de Dios y
asimismo también fundamental. Dios es Único: no hay más que un solo Dios: "La
fe cristiana cree y confiesa que hay un solo Dios [...] por naturaleza, por substancia
y por esencia (Catecismo Romano, 1,2,2).

201 A Israel, su elegido, Dios se reveló como el Único: "Escucha Israel: el Señor
nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tu fuerza" (Dt 6,4-5). Por los profetas, Dios llama a Israel
y a todas las naciones a volverse a Él, el Único: "Volveos a mí y seréis salvados,
confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro [...] ante mí
se doblará toda rodilla y toda lengua jurará diciendo: ¡Sólo en Dios hay victoria y
fuerza!" (Is 45,22-24; cf. Flp 2,10-11).
202 Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso amarle
con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas
(cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo entender que Él mismo es "el Señor"
(cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la fe cristiana.
Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu Santo, "que es
Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el Dios único:

«Creemos firmemente y confesamos que hay un solo verdadero Dios, inmenso e


inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo:
Tres Personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza absolutamente simple
(Concilio de Letrán IV: DS 800).

II Dios revela su Nombre

203 Dios se reveló a su pueblo Israel dándole a conocer su Nombre. El nombre


expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido de su vida. Dios tiene un
nombre. No es una fuerza anónima. Comunicar su nombre es darse a conocer a los
otros. Es, en cierta manera, comunicarse a sí mismo haciéndose accesible, capaz
de ser más íntimamente conocido y de ser invocado personalmente.

204 Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres a su pueblo, pero la


revelación del Nombre Divino, hecha a Moisés en la teofanía de la zarza ardiente,
en el umbral del Éxodo y de la Alianza del Sinaí, demostró ser la revelación
fundamental tanto para la Antigua como para la Nueva Alianza.

El Dios vivo

205 Dios llama a Moisés desde una zarza que arde sin consumirse. Dios dice a
Moisés: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el
Dios de Jacob" (Ex 3,6). Dios es el Dios de los padres. El que había llamado y
guiado a los patriarcas en sus peregrinaciones. Es el Dios fiel y compasivo que se
acuerda de ellos y de sus promesas; viene para librar a sus descendientes de la
esclavitud. Es el Dios que más allá del espacio y del tiempo lo puede y lo quiere,
y que pondrá en obra toda su omnipotencia para este designio.

"Yo soy el que soy"

Moisés dijo a Dios: «Si voy a los hijos de Israel y les digo: "El Dios de vuestros
padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?",
¿qué les responderé?» Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». Y añadió: «Así
dirás a los hijos de Israel: "Yo soy" me ha enviado a vosotros [...] Este es ni nombre
para siempre, por él seré invocado de generación en generación» (Ex 3,13-15).

206 Al revelar su nombre misterioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy el
que soy" o también "Yo soy el que Yo soy", Dios dice quién es y con qué nombre
se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a
la vez un Nombre revelado y como el rechazo de un nombre propio, y por esto
mismo expresa mejor a Dios como lo que Él es, infinitamente por encima de todo
lo que podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" (Is 45,15), su Nombre
es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres.

207 Al revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad que es de


siempre y para siempre, valedera para el pasado ("Yo soy el Dios de tus
padres", Ex 3,6) como para el porvenir ("Yo estaré contigo", Ex 3,12). Dios, que
revela su Nombre como "Yo soy" ,se revela como el Dios que está siempre allí,
presente junto a su pueblo para salvarlo.

208 Ante la presencia atrayente y misteriosa de Dios, el hombre descubre su


pequeñez. Ante la zarza ardiente, Moisés se quita las sandalias y se cubre el rostro
(cf. Ex 3,5-6) delante de la santidad divina. Ante la gloria del Dios tres veces santo,
Isaías exclama: "¡ Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios
impuros!" (Is 6,5). Ante los signos divinos que Jesús realiza, Pedro exclama:
"Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador" (Lc 5,8). Pero porque Dios es
santo, puede perdonar al hombre que se descubre pecador delante de Él: "No
ejecutaré el ardor de mi cólera [...] porque soy Dios, no hombre; en medio de ti yo
el Santo" (Os 11,9). El apóstol Juan dirá igualmente: "Tranquilizaremos nuestra
conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es
mayor que nuestra conciencia y conoce todo" (1 Jn 3,19-20).

209 Por respeto a su santidad el pueblo de Israel no pronuncia el Nombre de Dios.


En la lectura de la Sagrada Escritura, el Nombre revelado es sustituido por el título
divino "Señor" (Adonai, en griego Kyrios). Con este título será aclamada la
divinidad de Jesús: "Jesús es Señor".

"Dios misericordioso y clemente"

210 Tras el pecado de Israel, que se apartó de Dios para adorar al becerro de oro
(cf. Ex 32), Dios escucha la intercesión de Moisés y acepta marchar en medio de
un pueblo infiel, manifestando así su amor (cf. Ex 33,12-17). A Moisés, que pide
ver su gloria, Dios le responde: "Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad
(belleza) y pronunciaré delante de ti el nombre de YHWH" (Ex 33,18-19). Y el
Señor pasa delante de Moisés, y proclama: "Señor, Señor, Dios misericordioso y
clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad" (Ex 34,5-6). Moisés confiesa
entonces que el Señor es un Dios que perdona (cf. Ex 34,9).

211 El Nombre divino "Yo soy" o "Él es" expresa la fidelidad de Dios que, a pesar
de la infidelidad del pecado de los hombres y del castigo que merece, "mantiene
su amor por mil generaciones" (Ex 34,7). Dios revela que es "rico en misericordia"
(Ef 2,4) llegando hasta dar su propio Hijo. Jesús, dando su vida para librarnos del
pecado, revelará que Él mismo lleva el Nombre divino: "Cuando hayáis levantado
al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy" (Jn 8,28)

Solo Dios ES

212 En el transcurso de los siglos, la fe de Israel pudo desarrollar y profundizar las


riquezas contenidas en la revelación del Nombre divino. Dios es único; fuera de Él
no hay dioses (cf.Is 44,6). Dios transciende el mundo y la historia. Él es quien ha
hecho el cielo y la tierra: "Ellos perecen, mas tú quedas, todos ellos como la ropa
se desgastan [...] pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años" (Sal 102,27-
28). En Él "no hay cambios ni sombras de rotaciones" (St 1,17). Él es "Él que es",
desde siempre y para siempre y por eso permanece siempre fiel a sí mismo y a sus
promesas.

213 Por tanto, la revelación del Nombre inefable "Yo soy el que soy" contiene la
verdad de que sólo Dios ES. En este mismo sentido, ya la traducción de los Setenta
y, siguiéndola, la Tradición de la Iglesia han entendido el Nombre divino: Dios es
la plenitud del Ser y de toda perfección, sin origen y sin fin. Mientras todas las
criaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer. Él solo es su ser mismo y es
por sí mismo todo lo que es.

III Dios, "El que es", es verdad y amor

214 Dios, "El que es", se reveló a Israel como el que es "rico en amor y fidelidad"
(Ex 34,6). Estos dos términos expresan de forma condensada las riquezas del
Nombre divino. En todas sus obras, Dios muestra su benevolencia, su bondad, su
gracia, su amor; pero también su fiabilidad, su constancia, su fidelidad, su verdad.
"Doy gracias a tu Nombre por tu amor y tu verdad" (Sal 138,2; cf. Sal 85,11). Él
es la Verdad, porque "Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna" (1 Jn 1,5); él es
"Amor", como lo enseña el apóstol Juan (1 Jn 4,8).
Dios es la Verdad

215 "Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios"
(Sal119,160). "Ahora, mi Señor Dios, tú eres Dios, tus palabras son verdad" (2
S 7,28); por eso las promesas de Dios se realizan siempre (cf. Dt 7,9). Dios es la
Verdad misma, sus palabras no pueden engañar. Por ello el hombre se puede
entregar con toda confianza a la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios en
todas las cosas. El comienzo del pecado y de la caída del hombre fue una mentira
del tentador que indujo a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su
fidelidad.

216 La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del
gobierno del mundo ( cf.Sb 13,1-9). Dios, único Creador del cielo y de la tierra
(cf. Sal 115,15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las
cosas creadas en su relación con Él (cf. Sb 7,17-21).

217 Dios es también verdadero cuando se revela: la enseñanza que viene de Dios
es "una Ley de verdad" (Ml 2,6). Cuando envíe su Hijo al mundo, será para "dar
testimonio de la Verdad" (Jn 18,37): "Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y
nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero" (1 Jn 5,20;
cf. Jn 17,3).

Dios es Amor

218 A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón
para revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor
gratuito (cf. Dt4,37; 7,8; 10,15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que
también por amor Dios no cesó de salvarlo (cf. Is 43,1-7) y de perdonarle su
infidelidad y sus pecados (cf. Os 2).
219 El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo
(cf. Os 11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos
(cf. Is 49,14-15). Dios ama a su pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,4-5);
este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta
el don más precioso: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16).

220 El amor de Dios es "eterno" (Is 54,8). "Porque los montes se correrán y las
colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará" (Is 54,10). "Con amor
eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti" (Jr 31,3).

221 Pero san Juan irá todavía más lejos al afirmar: "Dios es Amor" (1 Jn 4,8.16);
el ser mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo
único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo (cf. 1 Cor 2,7-
16; Ef 3,9-12); Él mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y
Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en Él.

IV Consecuencias de la fe en el Dios único

222 Creer en Dios, el Único, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas
para toda nuestra vida:

223 Es reconocer la grandeza y la majestad de Dios: "Sí, Dios es tan grande que
supera nuestra ciencia" (Jb 36,26). Por esto Dios debe ser "el primer servido"
(Santa Juana de Arco,Dictum: Procès de condamnation).

224 Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y todo
lo que poseemos vienen de Él: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" (1 Co 4,7).
"¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?" (Sal 116,12).

225 Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos


han sido hechos "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26).
226 Es usar bien de las cosas creadas: La fe en Dios, el Único, nos lleva a usar de
todo lo que no es Él en la medida en que nos acerca a Él, y a separarnos de ello en
la medida en que nos aparta de Él (cf. Mt 5,29-30; 16, 24; 19,23-24):

«¡Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti! ¡Señor mío y Dios
mío, dame todo lo que me acerca a ti! ¡Señor mío y Dios mío, despójame de mí
mismo para darme todo a ti (San Nicolás de Flüe, Oración).

227 Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una


oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente:

Nada te turbe, / Nada te espante


Todo se pasa , / Dios no se muda
La paciencia, / Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene, / Nada le falta:
Sólo Dios basta. (Poesía, 30)

Resumen

228 "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el Único Señor..."


(Dt 6,4; Mc 12,29). "Es absolutamente necesario que el Ser supremo sea único, es
decir, sin igual [...] Si Dios no es único, no es Dios" (Tertuliano, Adversus
Marcionem, 1,3).

229 La fe en Dios nos mueve a volvernos solo a Él como a nuestro primer origen
y nuestro fin último;, y a no preferir nada a él.

230 Dios al revelarse sigue siendo Misterio inefable: "Si lo comprendieras, no


sería Dios" (San Agustín, Sermones, 52,6,16: PL 38, 360).
231 El Dios de nuestra fe se ha revelado como Él que es; se ha dado a conocer
como "rico en amor y fidelidad" (Ex 34,6). Su Ser mismo es Verdad y Amor.

Artículo Primero. Creo en Dios


Padre Señor de todo, Creador del
cielo y de la tierra
En la actualidad, los creyentes cultivados están conscientes de profesar, ante todo, su fe en
un Dios que es primeramente Padre de un Hijo único, el Cristo, antes de ser el nuestro, y en
el que creo el creó el cielo y la tierra.

Sin embargo, en los espíritus de algunos cristianos de nuestro tiempo, el horizonte trinitario,
tan familiar a los primeros cristianos, parece haber desaparecido largamente y sobre todo el
fondo de un cuadro familiar de toda su reflexión y concepción del mundo. Los comentarios
de los Padres de la Iglesia, tan llenos de la Trinidad, no podrían, pues, más que sorprenderlos.
¡Tanto mejor!

Nuestro itinerario será, pues, el siguiente; en una primera parte, analítica, interrogaremos,
sobretodo a Cirilo de Jerusalén Agustín y Juan Damasceno sobre las distintas significaciones
de las palabras “Padre”, Señor de todo”, “Creador”, “cielo” y “tierra”; luego nuestra segunda
parte abordará la visión sintética del conjunto del primer artículo en los mismos Padres.
Terminaremos este primer artículo recogiendo algunas opiniones recientes.

Creo en Dios Padre

En la cuarta catequesis bautismal san Cirilo de Jerusalén (pensando especialmente en los


gnósticos, en los maniqueos y en los arrianos) se expresa en lo que llama él mismo un “breve
resumen de los dogmas esenciales”: “Que nuestra alma reciba primeramente el dogma
fundamental que concierne a Dios, no hay más que un Dios, uno solo, sin nacimiento, sin
comienzo, sin cambio ni mutación. No ha sido engendrado por otro, no existe otro ser para
tomar la sucesión de su vida. No ha comenzado a vivir en el tiempo, no existe, tampoco,
fecha en la que termine. Es a la vez bueno y justo. Aquel que hace las almas y los cuerpos,
el único autor del cielo y de la tierra. Autor de una multitud de criaturas, pero Padre de uno
solo antes de todos los siglos, de uno solo que es Jesucristo, por quien hizo todas las cosas,
las visibles y las invisibles”.

Queda claro que este texto quiere situar la fe en Dios único, en Dios Padre con referencia
a un “politeísmo gnóstico” rechazado: el Padre sin nacimiento no tiene un Padre, no ha sido
engendrado por otro. Su hijo no es un sucesor que lo reemplazaría, porque no tiene fin, no
muere, a diferencia de los padres terrestres. Contra los maniqueos, Cirilo afirma que este
Dios Padre hizo los cuerpos, como la tierra y el cielo, es decir la materia y los espíritus que
son los ángeles; no es contrario a la dignidad de este Dios crear la materia. Contra los
arrianos, más recientes (las catequesis se sitúan a partir de 348), el obispo de Jerusalén
proclama este Dios solo, el Padre, es Padre de uno solo, Jesucristo, y es por él que crea el
universo.

Bien entendido, Cirilo, no pretende de ninguna manera que los autores antiguos del Símbolo
hayan tenido ya en perspectiva a los gnósticos, los maniqueos y los arrianos; quiere subrayar
las implicaciones lógicas de las afirmaciones: “creo en un solo Dios Padre, “hacedor” y
“demiurgo” de las cosas visibles e invisibles.

En la sexta catequesis, el autor nos entrega un comentario más extendido. La principal


opinión es netamente antiarriana: el nombre del Padre hace pensar inmediatamente en el
Hijo” y, luego de haber concedido que “en un sentido largísimo Dios es Padre de la multitud
de los seres”, subraya en especial que “por naturaleza” y “en realidad”, Dios es el Padre del
Hijo único y solo engendrado, Nuestro Señor Jesucristo, sin haber tenido que emplear el
tiempo, sino desde siempre”.

Cirilo insiste: “No comenzó a existir sin hijo, mientras que, más tarde, a consecuencia de un
cambio de decisión, se habría convertido en Padre; sino ante toda sustancia, antes de los
tiempos, Dios posee la dignidad paternal y es designado por ella más que por todas las otras
dignidades. Su paternidad no está acompañada de relaciones sexuales, ni de ignorancia ni de
una disminución: es el Padre perfecto que engendró un Hijo perfecto, que dio todo a Aquel
que engendró. Digámoslo de pasada: estos pensamientos de Cirilo evocan un texto, un poco
posterior, de Gregorio Nacianceno: “El Padre es más Padre de una manera propia y singular,
no corporal: “singulari modo Pater. Solo: es Padre, sin consorte:Solus pater. Es Padre de uno
solo: solius, el Monógeno. Sin haber sido nunca hijo anteriormente: solum Pater. Es Padre
en todo y totalmente, lo que no se puede afirmar de nosotros: totius Pater. Es Padre desde el
principio y sin fin”.

Cirilo y Gregorio nos ayudan conjuntamente a comparar paternidad divina y paternidad


humana, para percibir mejor su analogía y su diferencia. Un hombre puede esperar varios
años antes de engendrar e incluso no tenr nunca un hijo. Convertido en padre, su paternidad
sigue siendo, respecto de él, como cualidad accidental, distinta de su naturaleza humana. Ni
paternidad ni filiación forman parte de la naturaleza humana. Si pierdo a mi padre o a mi
hijo, sigo siendo la misma persona, distinta de cualquier otra. No cambio radicalmente.

Mientras que en Dios Padre es eternamente Padre, solamente Padre (y por consiguiente
Expirador del Espíritu), totalmente Padre, no accidentalmente sino esencialmente Padre. En
Dios, la relación es una persona que se entrega eternamente de una manera a la vez necesaria
y libre.

La presentación de Dios, Padre perfecto de un Hijo perfecto, que nos ofrece Cirilo está en
tan grande armonía con el símbolo de Nicea I y la reacción antiarriana que no está prohibido
pensar que tenga en ella su origen, al menos parcial. El obispo de Jerusalén relee el Símbolo
de los Apóstoles en una óptica nicena, aunque no haya conservado el “consusbtancial”
niceno.

Sin embargo, a los ojos de nuestro catequista obispo, el Padre único de un Hijo único ¿no es
también el Padre de una multitud de hijos y por medio de este Hijo de este hijo único? Sí, tal
es el pensamiento de Cirilo, desarrollado a partir del Evangelio: “si el nombre del Padre es
único, variado, por el contrario, es su poder de significación. Por este motivo, Cristo mismo
dice con seguridad: voy hacia mi Padre y vuestro Padre”; no dijo “hacia nuestro Padre”, sino
que destacó la distinción anunciando primeramente lo que le concernía personalmente: “hacia
mi Padre” – por naturaleza – agregando “y vuestro Padre” – por adopción. “Si en efecto, nos
fue concedido decir, principalmente en nuestra oración: Padre Nuestro que estás en los
cielos, sin embargo es pura munificencia de misericordia. No es por ser nacidos según la
naturaleza del Pare de los cielos que lo llamamos “Padre”, sino transferidos por gracia del
Padre, por la acción del Hijo y del Espíritu Santo, de la esclavitud a la adopción, hemos sido
admitidos, por indecible misericordia, para emplear este nombre. Cirilo aquí hace,
manifiestamente, alusión a Rm 8, 15-16. A diferencia de Cristo, Hijo único por naturaleza,
somos hijos de Dios por la gracia de una adopción misericordiosa. Diferencia radical que
fundamenta la “estupefacción” de Cirilo “ante la ingratitud de los hombres” que estigmatiza
con estas palabras: “Dios se ha dignado por una inefable misericordia ser llamado padre de
los hombres… padre de aquellos que están sobre la tierra como saltamontes (Is 40, 22). Y El
hombre dejó a su padre de los cielos y dijo al leño: Tu eres mi padre” y a la piedra: “Tú eres
quien me ha engendrado” (Jr 2, 27). He aquí por qué el Salmista dice a la humanidad”:
“olvida a tu pueblo y la casa de tu padre” (Sal 44, 11). Algunos hombres han elegido como
Dios hasta a Satán mismo, el matador de las almas, padre de los hombres no según la
naturaleza, sino según la mentira (Jn 8, 44)”.

Luchando contra una lectura maniquea del Símbolo y luchando contra ella con las armas que
le suministra la Escritura, Cirilo subraya que la adopción misericordiosa es querida, no
solamente por Dios Padre (Jn 1, 12), sino también por aquellos que la aceptan libremente.
De esta manera se muestra que los hijos adoptivos de Dios deben consentir a su adopción
para pudiese tener lugar, si se trata de adultos.

Destaquemos un punto importante; la séptima catequesis bautismal de Cirilo termina de esta


manera: que el Padre de los cielos teniendo por agradable nuestra buena voluntad nos juzgue
dignos de brillar como el sol en el reino de nuestro Padre (Mt 13, 43)”.

Finalmente, se ve que para Cirilo, el Padre confesado por el Símbolo es inseparablemente el


Padre único del Hijo único Jesús, el Cristo, y el Padre de los justos creados y adoptados en
Él y por Él. Parece, pues, que para Cirilo, el Padre al que los cristianos entregan su fe en su
primer artículo del Credo debe ser comprendido a la luz de los evangelios de Mateo y de
Juan. Para el primero, la expresión “vuestro Padre” se refiere siempre a los justos, discípulos
de Cristo, el Hijo por excelencia (11, 27); para el segundo, el Padre de Jesús se convirtió,
gracias al misterio pascual, Padre de los discípulos (20, 17: el Hijo único liberó a sus
hermanos de la esclavitud del pecado 8, 34-37). “Creo en Dios Padre de un hijo único y
Padre, en él, de una multitud de hijos adoptados.

Señor todopoderoso de todo: el Padre “Pantokratôr”

En su octava catequesis bautismal, Cirilo comenta la afirmación del Símbolo: el Padre es


Pantokratôr, Señor de todo. En armonía con el sentido de la palabra en la Setenta y en
Apocalipsis, el obispo de Jerusalén declara: la divina escritura y los dogmas de la verdad
conocen un Dios único, que ejerce su poder sobre todo el universo y tolera muchas cosas
porque bien lo quiere. Su poder se extiende a las idolatrías, al diablo, pero su paciencia los
tolera: si tolera, no es por impotencia … [sino] para permitir dos resultados: que su derrota
lo humille mucho más y que los hombres sean coronados. ¡Oh todo sabia Providencia de
Dios, que toma la mala voluntad como base de la salvación de los creyentes! Permite al diablo
luchar para que los vencedores sean coronados y para que el diablo reciba una gran vergüenza
de ser vencido por alguien más débil que él”.

¿Cuá es el sentido del primer artículo concerniente a Dios PadrePantokratôr? No se trata


tanto de confesar lo que Dios puede o podría hacer como de proclamar que
ejerce actualmente su poder sobre todo el universo. Las primeras formulaciones del Símbolo
y en la actualidad su texto griego nos presentan un Dios que domina el universo, el Todo-
teniente, que tiene todo entre sus manos.

De esta manera, la Epístola de los Apóstoles hacia 160-70 nos dice: Credo in Patrem
dominatorem universi (DS1). Se puede decir que la afirmación de la omnipotencia de Dios,
en el texto latino del Símbolo, representa un desarrollo, por otro lado legítimo y necesario,
con respecto a la afirmación del gobierno del universo por Dios, pero se puede decir también
que esta afirmación de omnipotencia divina está contenida explícitamente en Lc 1, 37: “nada
es imposible para Dios”.

Lo que es destacable, es que Cirilo se esfuerza en responder a la objeción espontánea: si Dios


domina todo, cómo explicar la idolatría, el pecado y demonio, que parecen implicar una
negación de su dominación? Lo hace introduciendo la noción de la paciencia de Dios que no
es impotencia; la paciencia divina tolera por el momento, lo que el Señor podrá castigar más
tarde. “Dios domina todos los seres y en razón de su paciencia soporta incluso a los asesinos,
ladrones y fornicarios”.

Los Padres latinos no han ignorado en su sentido literal el concepto del dios Pantokratôr:
Agustín nos habla del Dios omnitenens. Dios tiene todo en sus manos omnipotentes.

E Rufino de Aquilea (tan influenciado por Cirilo de Jerualen) encontramos un comentario


original y netamente cristocéntrico del Padre Pantokratôr: Dios nos ha hablado por el hijo
que lo ha establecido heredero de todas las cosas, porque Él hizo los siglos. Por él, pues,
retiene su dominación sobre todo [potentatum omnium tenet] … Uno solo es el Señor Jesús,
por el cual Dios Padre retiene la dominación de todo. El autor insiste nuevamente: [tent omnia
Pater per Filium], el Padre retiene todo a través de su Hijo”.

Dicho de otra forma, y en armonía con el pensamiento de Pablo (1 Co 15, es por el sacrificio
pascual de su Hijo que el Padre todopoderoso ejerce y conserva su dominación sobre el
mundo. Destacable transición, a la vez, hacia la proclamación del Dios creador (por el Verbo)
y hacia el artículo segundo, sobre el Hijo.

Creador del cielo y de la tierra

La cúspide de estas palabras concernía a los gnósticos antes de ser extendida a los maniqueos.
Cirilo de Jerusalén consagra su sexta catequesis bautismal a la denuncia de los errores de
Manes. Precede a las catequesis 7, 8 y 9 sobre “Dios Padre”, Dominador de todo, creador del
cielo y de la tierra”.

Agustín, sobre todo, que había pasado por el maniqueísmo, nos presenta contra el al Creador
del cielo y de la tierra, en su discurso de 393 ante el concilio de Hipona por el cual comenta
el Símbolo. Su experiencia le permitía conocer mejor que Cirilo las doctrinas maniqueas.
Según él, los maniqueos negaban implícitamente la omnipotencia de Dios Padre. Sigamos su
razonamiento: “Cuando admiten la existencia de un elemento que Dios no habría creado sino
del que habría hecho este mundo en el que reconocen un orden perfecto, niegan la
omnipotencia de Dios, al punto de creer que no habría.
Podido hacer el mundo, si para construirlo, no se hubiese servido de otro elemento que existía
ya y que él mismo no había hecho. En lo que obedecen a la costumbre de ver a los
fraguadores, los albañiles y otros obreros que, sin el auxilio de los materiales ya listos, no
pueden ejecutar los trabajos de su arte. Pero, si conceden que el dios todopoderoso es el autor
del mundo, deben necesariamente concluir que lo hizo de la nada… Aun si sacó un ser de
otro, como el hombre del limo, no lo hizo de algo que no hubiese hecho, puesto que la tierra
de donde viene el limo había sido hecha por él de la nada”.

Agustín, en este sermón conciliar, bastante erudito por cierto, toca un problema siempre
actual. La polémica entre catolicismo y maniqueísmo se prolongo hasta nuestros días en el
contexto del evolucionismo. Éste sería incompatible con la doctrina católica de la creación a
partir de la nada (ex nihilo) si negara la creación inmediata del alma humana o si significara
que Dios habría creado el cuerpo humano a partir de especies animales, cuerpo del que no
sería, al menos inmediatamente el autor. Otra cosa muy distinta es si se admite que el gesto
creador del cuerpo humano implica la posición en el ser, por Dios, de las realidades más
iniciales a partir de la nada (DS 3896-3897).

Esto es lo que emerge claramente de la secuencia del discurso de Agustín y de su rechazo de


la versión maniquea de la creación: “Si el cielo mismo y la tierra habían sido hechos de una
materia cualquiera, tal como está escrito: ‘Tú que has hecho el mundo de una materia
informe’ (Sab 11, 17), no hace falta pensar que esta materia de la que fue hecha el mundo,
por informe que se quiera… haya podido existir por sí misma, como si fuese coeterna y
coexistente a Dios. Nosotros creemos que Dios hizo todo de la nada. Aun si el mundo fue
hecho de una materia determinada, esta misma materia fue hecha de la nada. Por un don de
Dios perfectamente ordenado, fue creado primero un elemento capaz de recibir, y luego
fueron formados los seres formados. Hemos dicho esto para nadie pueda estimar mutuamente
contradictorias las afirmaciones de las divinas escrituras en las que se hallan y que Dios hizo
todo de la nada y que El mundo fue hecho de una materia informe”.

La creación del mundo “a partir de una materia informe” manifiesta la influencia del
pensamiento platónico (Timeo 51a) sobre el autor del libro de la Sabiduría. Pero la expresión
no significa una orientación a una escuela filosófica particular, porque ella había pasado a las
escuelas más diversas de pensadores, incluidas la de los poetas. El autor inspirado de la
Sabiduría no habla de creatio prima (paso de la nada a la materia indistinta), sino de
la creatio secunda (formación de los seres a partir de una materia primera) hace alusión a
Génesis 1,2 y quiere traducir en lenguaje inteligible el caos primitivo: “la tierra estaba vacía
y vaga [tohûwabohu].

Agustín presentaba así a los Padres del concilio de Hipona una síntesis notable, en clima
platónico, entre los datos contrastantes, en una misma época (poco antes de Cristo) del
judaísmo palestino (2 Mc t, 28: creatio ex nihilo) y del judaísmo alejandrino (Sap 11, 17); y
el pensamiento del teólogo de Hipona sería retomada por San Gregorio el Grande. Para
Agustín, “Dios hizo el mundo de la nada y formó al hombre del limo de la tierra [quia tu ex
terra factus es, terra vero ex nihilo, tu es creatus ex nihilo]”.

El paso de Agustín por el maniqueísmo como su fe en la unidad de las Escrituras divinas le


permitieron llegar a un profundo conocimiento del designio divino presentado en el Símbolo.
Conviene, sin embargo, al sostener la creación por el Padre todopoderoso, no desconoce que
es la obra de la Trinidad entera, sin olvidar que cada persona brilla en su modalidad propia;
un solo mundo fue hecho por el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu”Ya en 382, diez años
antes del concilio de Hipona, un concilio romano declaraba hereje a aquel que negara que “el
Padre creó por el Hijo y del Espíritu el universo visible e invisible” (DS 171): relectura
antiarriana del Símbolo de los Apóstoles y de son inicial redacción romana.

Cuatro siglos más tarde, San Juan Damasceno, en el oriente grego-árabe, sería igualmente
sensible a la necesidad de subrayar la unión del Verbo y del Espíritu con el Padre en el único
y mismo creador, visto explícitamente como un fruto del amor sobreabundante de las
personas divinas: “Dios bueno y superbueno no se contentó con la contemplación de sí
mismo, quiso que algunos [seres] participen de su bondad: por esta razón, produjo, a partir
del no ser hacia el ser, el universo invisible y visible y al hombre compuesto de realidades
visibles e invisibles. Creó pensando, y su pensamiento causa su obra, colmada por su Verbo
y terminada por el Espíritu.”

La influencia del Pseudo Dionisio (posterior a Agustín) viene a colorear la arista antiarriana
pero la necesidad de continuar la lucha antimaniquea invita al Doctor damasceno a
expresiones explícitas respecto de los ángeles: esa “llamas inmateriales” (Ps 103, 4) lejos de
ser “los creadores de alguna sustancia” – como lo sostienen los que son “las bocas del diablo
mentiroso” (Jn 8) – son criaturas de la Trinidad.

Para los maniqueos, en efecto, el diablo era el creador de la materia, realidad malvada cuyo
origen no se podía, pensaban ellos, atribuir al Dios bueno. En el Oriente que habitaba Juan
Damasceno, el dualismo maniqueo no había muerto aún.

Síntesis: Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra

Kattenbusch (luterano que exploró el Símbolo en su contexto histórico) comprendió bien que
una consideración analítica de los términos no bastaba para la obtención de una comprensión
global; hace falta además captar sus relaciones recíprocas.
Para los primeros cristianos, Dios es, todavía, más el Padre dominador de todo el universo
que el Creador. Es el Padre del Mesías, el Cristo, en que se reúnen judíos y griegos, superando
sus diferencias; por otro laso, la versión romana del Símbolo fue compuesta por cristianos
que conocían el Antiguo Testamento.

El “Padre Pantokratôr” evoca a la vez un contexto familiar y la trascendencia del Padre


respecto a los Estados que domina: Dios, que es Padre, gobierna todo por el cumplimiento
de sus voluntades soberanas.

Si la versión griega del Símbolo fue la primera, hay lugar para pensar que la elección de la
expresión “Padre Pantokratôr” fue concebida en el contexto y del Apocalipsis y de las
persecuciones, con la voluntad de subrayar que los pe5rsecutores no escapaban de ninguna
manera a la dominación del Dios todo poderoso. Esta elección no resulta solamente de una
voluntad antignóstica.

Prolegómenos modernos

Kart Barth desarrolla bien las implicaciones del artículo primero: “El cielo y la tierra no son,
ellos mismos, Dios; no han brotado ni emanado de Dios… Del hecho que Dios creó el mundo,
resulta también que la creó buena. El mundo es bueno para el hombre; es decir que le permite
servir a Dios: tal es el contenido concreto de la fe en Dios Creador. Pero, diciendo que Dios
es el Creador, reconocemos que, en su relación de desigualdad con Dios, el mundo posee una
realidad propia, querida y puesta por Dios, mantenida, sostenida y conducida por Él.
Coexistencia desigual del Creador y de la criatura: esto significa que Dios no existe más sólo
en sí mismo sino también con y en el mundo, porque este mundo es creado en la medida en
que esté. Reconociendo a Dios Creador, no reconocemos solamente su trascendencia sino
tambuién su inmanencia… Dios no es sólo libre frente al mundo, también está ligado al
mundo”.

En otros términos, cuando confesamos nuestra fe en el único Dios creador, afirmamos al


mismo tiempo la presencia de Dios en el mundo, presencia igualmente permanente que el
gesto creador. Presencia también escondida, que escapa a los sentidos, pero no a la razón
bien forma a o a la fe.

Más recientemente otro teólogo conocido, salido también del mundo protestante, el luterano
W. Pannenberg, nos presentó sus comentarios sobre el artículo primero del Credo. “En la
boca de Jesús, el nombre del Padre indica el modo particular bajo el cual – en la misión
misma que dio a Jesús – el todopoderoso Dios de Israel fue revelado como Aquél que quiere
salvar a los hombres antes del juicio hacia el cual se encaminan. Por este motivo el nombre
de Padre está esencialmente ligado a la bondad misericordiosa de dios. Es así como la
realidad divina que conduce y determina todas las cosas fue abierta a través de Jesús”.

“Pero ‘cielo y tierra’ implican la permanencia de las leyes científicas con miras a la salvación
humana. La naturaleza humana no tiene en ella misma la unidad de su historia. Aquella no
es vista más que por el hombre. Sobre el fondo de la contingencia que afecta en su conjunto
el único curso del devenir, las conexiones que traducen las leyes de la naturaleza aparecen
como la expresión de una voluntad divina de permanencia, como la expresión de una
fidelidad de Dios que, la primera, nos hace posible la existencia en este mundo (fe de los
apóstoles, 42-43 y 52-53).

Estas reflexiones nos ayudan a comprender los nexos que unen creación contingente, leyes
científicas (asidas como una expresión de fidelidad divina) con la paternidad adoptiva de
Dios trascendente. Dios creó el cielo y la tierra, y los gobierna con constancia y sabiduría por
medio de leyes puestas al servicio de la felicidad, de la adopción filial y de la salvación eterna
del género humano.
Sin duda, bajo la influencia de las Iglesias ortodoxas, los teólogos preocupados de “confesar
la fe común” llaman nuestra atención sobre el contexto bíblico del Pantokratôr, el Padre
todopoderoso. Da testimonio de su victoria sobre sus enemigos, sobre las formas del caos, su
triunfo final sobre sus enemigos: potencia de Dios manifestada en actos: esto es lo que el
Antiguo Testamento muestra en numerosos pasajes. En el Nuevo testamento, el término,
utilizado en el Apocalipsis, cargado de solemnidad, de espera y de algarabía, es un grito de
alabanza y de esperanza lanzado a lo más profundo de un mundo oscuro y terriblemente
ambiguo que parece ser la presa del Anticristo. Se encuentra esta misma confianza serena en
el único pasaje del Nuevo Testamento (fuera del Apocalipsis) donde el término Patokratôr es
empleado: “seré para ustedes un Padre y ustedes serán para mí hijos e hijas, dice el Señor
todopoderoso”. Patokratôr es, pues, en el Nuevo Testamento doxológico y escatológico, da
testimonio de la fidelidad y de la última soberanía de Dios, fundamentos de la fe, de la
confianza y de la certidumbre.

En el Evangelio, se trata de un poder tan trascendente que Dios pudo, en la Encarnación,


penetrar en su creación y por esto mismo afirmar victoriosamente que era el Amo por aquello
que parecía ser la negación absoluta y definitiva de su poder: la crucifixión del Hijo
encarnado: 1 Co 1, 24-25. En la Resurrección de Cristo, Dios revela su poder capaz de vencer
el pecado y la muerte. En este sentido es que Dios es Pantokratôr, Aquél que sostiene todas
las cosas, cuyas manos sujetan firmemente al mundo y su destino, a pesar de la realidad del
mal, del pecado, del sufrimiento y de la muerte (CFC 46-48).

Excelente comentario que presenta el doble mérito de ser profundamente bíblico y de mostrar
en el segundo artículo del Credo la clave de la inteligibilidad del primero.

El documento Confesar la fe común nos ofrece hoy complementos destacables a los


comentarios anteriores. “Los cristianos confiesan que el Dios único es el Padre todopoderoso.
Proclaman así su seguridad que su vida y su muerte son el objeto de la solicitud parental de
un Dios cuyo amor se manifestó al mundo en su Hijo Jesucristo y permanece con nosotros
en la comunión del Espíritu santo. La vida, la realidad y la historia no están abandonadas a
ellas mismas ni a las potencias y principados de este mundo, sino que tienen por base y sostén
un Dios cuyo poder es igual de ilimitado que el amor.
“[…] Dios Padre es Aquél que rige toda la creación, es el Todopoderoso. ElPantokratôr,
literalmente: Aquél que sostiene y gobierna todas las cosas, con sus manos, a las que
pertenecen todas las cosas. Es menos la descripción de una omnipotencia absoluta que la de
una Providencia universal. El universo entero está entre las manos del Padre; no lo abandona
y no lo abandonará nunca.

“Al mismo tiempo, esto vuelve, al menos en principio, a destronar a todos los otros
pretendientes a la soberanía universal, al gobierno y a al dominio del mundo, de su historia
y de su destino. La Iglesia proclama el poder ilimitado que tiene Dios para realizar los
designios benéficos y misericordiosos que tiene para la humanidad y para el mundo, Las
potencias de este tiempo, sean políticas, económicas, científicas, industriales, militares,
ideológica o incluso religiosas, no prevalecerán contra la omnipotencia de Dios. El Señorío
del Todopoderoso las relativiza y las juzga a las juzga a todas; cuestiona todas las formas de
esclavitud” (CFC 36, 57-59).

Excelente comentario que responde perfectamente a la dificultad que experimentan muchos


cristianos hoy delante la expresión “Dios todopoderoso”.

El Catecismo de la Iglesia católica, profundiza también el primer artículo de nuestro Credo.


El primer artículo sitúa la fe cristiana en la prolongación de la de Israel.

Este punto fue bien destacado por el cardenal Joseph Ratzinger. El primer artículo del Símblo
es la transcripción cristiana de la profesión de fe cotidiana de Israel: “Escucha, Oh Isarel,
Yaveh, tu Dios es único” (Dt 6,4). La lucha de Israel para Dios se vuelve así dimensión
interior de la fe cristiana. Hoy como ayer, Israel y la Iglesia se rehúsan a adorar al pan, al
pacer, al poder. El Dios escondido de la zarza ardiente, llamando a Moisés, le revela su
Nombre (Ex 3, 14). Yahvé significa un Dios personal, vuelto hacia el hombre es El, el Dios
de los Padres, Abraham, Isaac y Jacob. No un dios local, determinado por un lugar. Sino el
Dios omnipresente, el Dios de las personas, el Dios de todos.

Yahvé es el Dios supremo, Poder soberano que domina todas las cosas, por encima de todas
las potencias particulares a las que engloba. Orienta al hombre hacia el eterno reinicio del
ciclo cósmico, sino hacia el futuro, hacia fines definitivos, por medio de promesas. Es el Dios
que promete (Foi chrétienne, hier et aujourd’hui, 1969, 60-76).
El Catecismo de la Iglesia católica retoma y prolonga reflexiones análogas. Dios se ha
revelado haciendo conocer su Nombre. No es una fuerza anónima. Entregando su Nombre,
Dios se entregó a sí mismo, al punto de que lo podemos llamar, conocer más íntimamente.
Dios se ha revelado bajo diversas formas, pero la revelación a Moisés, en la zarza ardiente
constituye una Alianza: “Yo soy el que soy”. Nombre misterioso, a la vez Nombre revelado
y rechazo de un Nombre, que expresa Dios como infinitamente superior de todo lo que
podamos decir.

Es el Dios de los Padres (Ex 3,6), fiel en el pasado pero también fiel en el porvenir: “Estaré
contigo” (Ex 3, 12) Dios siempre ahí, siempre presente delante de su pueblo para salvarlo.
Dios que escucha lamintercesión de Moisés a favor de su pueblo. Es el Dios que perdona.

En el curso de los siglos Israel (especialmente en sus profetas y salmistas) tomó conocimiento
más explícito de las riquezas contenidas en su Nombre divino. Dios es Aquél que es desde
siempre y por siempre la plenitud del ser y de toda perfección; es sólo su ser mismo y es de
sí mismo todo lo que es. En esta profundización, la traducción de la Setenta, influenciada por
la filosofía griega, jugó un rol. En sentido absoluto, Dios sólo ES. En la traducción griega
(Setenta) de los libros del Antiguo Testamento, el nombre innombrable bajo el cual Dios se
reveló a Moisés, Yahvé (Ex 3, 14) traduce por Kyrios, Señor, nombre que se vuelve desde
entonces el Nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel, Solo
Dios es Señor (ver CIC 200-213; 446; 2666).

“Dios Padre”: si porque “la invocación de Dios como Padre es conocida en muchas
religiones. La divinidad es a menudo considerada como Padre de los dioses y de los hombres.
En Israel Dios es llamado Padre en tanto que Creador del mundo (Dt 32, 6; Mt 2, 10) Dios
es Padre más aún en razón de la Alianza y del don de la Ley a Israel su hijo primogénito (Ex
4, 22). Es también llamado padre del Rey de Israel (2 S 7, 14). Es más especialmente el Padre
de los pobres, del huérfano y de la viuda (Ps 68, 6) que están todos bajo su protección
amorosa”.

Pero la imagen de Dios Padre debe ser purificada de ciertas asociaciones ligadas a nuestra
historia personal o cultural. Dios nuestro Padre trasciende las categorías del mundo creado.
Designando a Dios con el nombre de Padre, el lenguaje de la fe indica principalmente dos
aspectos: Dios origen primero de todo y autoridad trascendente, Dios bondad y solicitud
amante para todos sus hijos.

Esta ternura paternal de Dios puede también ser expresada mediante la imagen de la
maternidad que indica más la inmanencia de Dios, la intimidad de Dios y su criatura. El
lenguaje de la fe saca de la experiencia humana a los padres, que son los primeros
representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres
humanos son falibles y que peuden desfigurar el rostro de la paternidad y de la maternidad.
Ahora bien, Dios trasciende la distinción humana de los sexos. No es ni hombre ni mujer. Es
Dios. Trasciende también la paternidad y la maternidad humanas, siendo su origen y su
medida (Ep 3, 14; Is 49, 15). Nadie es Padre como lo es Dios.

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