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ÉXODO.
A. Nombre.
Éxodo toma su nombre de la Septuaginta (LXX), versión griega del Antiguo Testamento
usada en la época de Cristo. El título hebreo consistía en las primeras palabras del texto:
“Estos son los nombres” (Ex. 1:1). La palabra Éxodo proporciona el tema de la primera
mitad del libro, porque implica a un gran número de gente que abandona un país. Sin
embargo, la última mitad de este libro describe la fundación de instituciones, leyes y el
culto de Israel. Cox, L. G. (2010).
El Libro de EXODO. En S. Franco (Ed.), Comentario Bíblico Beacon: Génesis hasta
Deuteronomio (Tomo 1) (p. 161). Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones.
B. Tema.
D. Contenido.
El libro tiene tres divisiones principales:
(1) La Esclavitud. Cap. 1:1–11:10
• Los Hebreos en Egipto: La nación aumenta. 1:1–22
• Moisés es llamado. 2:1–7:13
• Las diez plagas: El poder de Dios. 7:14–11:10
4.2 La Esclavitud.
El libro comienza con los nombres de los hijos de Jacob, patriarca de las doce tribus, que
se establecieron en Egipto, vs. 1–5. Toda esa generación murió, incluyendo a José v. 6.
Cuando sufrían una gran hambre en Canaán, Jacob – llamado también Israel- y sus
descendientes, que eran setenta personas, según Gn. 46:26, 27 y Éx. 1:5, descendieron a
Egipto, donde José era el segundo en el poder después del Faraón. Se les asignó para
habitar la tierra de Gosén, al este del río Nilo. Allí “se multiplicaron, y fueron aumentados
y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra” Éx. 1:7. Aquí cumplió Dios su
promesa a Abraham de hacerlo fructificar Gn. 17:6, “Y te multiplicaré en gran manera,
y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti”. Esta promesa también le fue dada a Jacob
Gn. 28:14; 48:4.
Los israelitas que salieron de Egipto aproximadamente 215 años más tarde, eran, según
se ha calculado, una multitud de casi dos millones de personas. Sólo los hombres de
guerra eran 603,550, Éx. 12:37; Nm. 1:44–50. El período de 400 años, mencionado por
el Señor en su pacto con Abraham en Gn. 15:13, posiblemente está calculado desde el día
en que ese diálogo tuvo lugar.
En Éx. 12:40 leemos, “El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue
cuatrocientos treinta años”. Gá. 3:16–17 parece confirmar que los 430 años de Éx. 12:40
deben comenzarse a contar desde la fecha de la primera promesa hecha a Abraham en
Gn. 12:2. Según la Septuaginta, o versión griega del Antiguo Testamento, en los 430 años
se incluye el tiempo que los hijos de Israel y sus padres, los patriarcas, vivieron en Egipto.
Los hebreos fueron tratados con bondad mientras vivió José. Pero al morir éste y todos
los de su generación, una nueva dinastía tomó el poder. El nuevo Faraón, quien ya no
conocía a José, se inquietó al ver cómo habían crecido en número y en fuerza, Éx. 1:8, 9.
Temiendo que éstos se unieran con un enemigo extranjero para atacarlos, y que luego
abandonaran Egipto, los cargaron de impuestos y los obligaron a construir las ciudades
de almacenaje, Pisón y Rameses v. 11.
Sin embargo, mientras más agobiaban los egipcios a los hebreos, éstos “más se
multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel” v. 12.
La opresión aumentó y llegó a ser muy dura. Debían fabricar ladrillos de barro, trabajar
en el campo y en labores de servidumbre muy difíciles v. 14.
El método más terrible al que recurrió el Faraón para quebrar la fuerza de los israelitas,
fue ordenar a las parteras que al atender a las hebreas, mataran a los varones y preservaran
la vida de las mujeres vs. 15–16. Sin embargo, las parteras tuvieron temor de Dios y no
lo obedecieron. Como excusa dijeron que las hebreas eran mujeres fuertes y daban a luz
sin su ayuda. Dios bendijo a estas mujeres y prosperó a sus familias, mientras el pueblo
continuaba creciendo vs. 18–21. La orden dada primeramente a las parteras, ahora se dio
a todo el pueblo vs. 22.
Sangoquiza, J. (2013). Panorama del Antiguo Testamento (p. 47). Johnny Sangoquiza.
A. El Instrumento.
Moisés fue identificado como un niño en cuya vida Dios estaba obrando un trabajo
especial. Él sería un redentor para el pueblo de Dios, esperando a Cristo. Él llegó a ser un
testimonio del cuidado milagroso de Dios. Dios obró a través de las elecciones de varias
personas para proteger a Moisés y llevarle a la familia real, como a José, para que pudiera
llegar a ser un libertador para Israel. A la sugerencia de la hermana de Moisés, la hija del
faraón envió por su madre para amamantarlo. Cuando Moisés creció, él se metió en
problemas por matar a un egipcio que estaba golpeando a uno de los israelitas. Debido a
esto, él pasó los siguientes cuarenta años al otro lado del desierto en Madián con la
familia de Jetro, como un pastor. Esto lo humilló totalmente en cuanto a su habilidad de
ser un líder poderoso. Sin embargo, también le enseñó los caminos del desierto y lo
preparó para dirigir el éxodo. Cuando Dios terminó de prepararlo y los israelitas estaban
en su punto más bajo en el sufrimiento, Dios se apareció a Moisés en una zarza que ardía
en fuego pero que no era consumida. A la edad de ochenta, Moisés fue enviado a dirigir
al pueblo en su salida de la esclavitud de Egipto.
Cotton, R. (2009). El Pentateuco (Libro de texto de estudio independiente). (R.
Arancibia, Ed., L. Gustafsson, Trad.) (p. 62). Springfield, MO: Global University.
B. Las 10 plagas.
4.3 La Liberación.
Pensemos en los preparativos que había que hacer para movilizar a semejante hueste,
como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. También subió con ellos
grande multitud de toda clase de gentes, y ovejas, y muchísimo ganado (Éxodo 12:37,
38).
No cabe duda de que debe haber sido una expedición muy bien organizada. Moisés había
apelado al Faraón repetidas veces para que dejara ir a los hijos de Israel (Éxodo 5:1; 7:16).
Las plagas y las negociaciones que Moisés tuvo que encarar con Faraón deben haber
llevado casi un año. Esto les dio a los hijos de Israel tiempo para juntar sus cosas. Las
plagas les enseñaron a los hijos de Israel algunas grandes lecciones, además de obligar a
Faraón a dejarlos partir.
En la construcción de cualquier edificio grande hay que hacer un plano y una maqueta o
modelo. Nuestra salvación fue planificada por Dios antes de la fundación del mundo
(Efesios 1:4). En el libro de Éxodo encontramos el modelo. Éxodo es el cuadro histórico
de la gracia divina en la redención del hombre por Dios mediante Jesucristo, el que es al
mismo tiempo nuestro gran apóstol (Moisés) y sumo sacerdote (Aarón) (Hebreos 3:1).
Mears, H. C. (1979). Lo que nos dice la Biblia (p. 43). Miami, FL: Editorial Vida.
A. La Pascua.
La pascua es para Israel lo que el día de la independencia es para una nación, y más aún.
El último juicio sobre Egipto y la provisión del sacrificio pascual hicieron posible la
liberación de la esclavitud y su peregrinación hacia la tierra prometida. La pascua es,
según el Nuevo Testamento un símbolo profético de la muerte de Cristo, de la salvación
y del andar por fe a partir de la redención (1 Cor. 5:6–8). Además de la liberación de
Egipto, la pascua se constituyó en primer día del año religioso de los hebreos y el
comienzo de su vida nacional. Ocurrió en el mes de Abib (llamado Nisán en la historia
posterior), que corresponde a los meses de Marzo y Abril nuestros.
El vocablo “pascua” significa “pasar de largo”, pues el ángel destructor pasó de largo las
casas donde la sangre había sido aplicada en los postes. Los detalles del sacrificio y los
mandatos que la acompañaban son muy significativos.
a) El animal para el sacrificio había de ser un cordero macho de un año, es decir un carnero
plenamente desarrollado y en la plenitud de su vida. Así Jesús murió cuando tenía 33 años
aproximadamente. El cordero tenía que ser sin tacha. Para asegurar que fuera así los
israelitas lo guardaban cuatro días en casa. De igual manera Jesús era impecable y fue
probado durante cuarenta días en el desierto.
b) El cordero fue sacrificado por la tarde como substituto del primogénito. Por eso
murieron los primogénitos de las casas egipcias que no creyeron. Se nos enseña que “la
paga del pecado es muerte”, pero Dios ha previsto un substituto que fue “herido por
nuestras rebeliones”.
c) Los israelitas tenían que aplicar la sangre a los postes y al dintel de las casas, indicando
su fe personal. En el cristianismo no basta creer que Cristo murió por los pecados del
mundo; sólo cuando por la fe la sangre de Jesús es aplicada al corazón de la persona, ésta
es salva de la ira de Dios. El ángel destructor representa su ira.
d) La gente tenía que quedarse dentro de la casa, protegida por la sangre. “¿Cómo
escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Heb. 2:3).
e) Tenían que asar la carne del cordero y comerla con pan sin levadura y hierbas amargas.
El hecho de asar en vez de cocer el cordero ilustra lo completo del sacrificio de Cristo y
el hecho de que debe ser recibido por completo (Juan 19:33, 36). Así como los hebreos
comieron la carne que les daría fuerza para el peregrinaje, el creyente por medio de la
comunión con Cristo recibe fuerza espiritual para seguirlo. El pan sin levadura
simbolizaba la sinceridad y la verdad (1 Cor. 5:6–8) y las hierbas amargas probablemente
las dificultades y las pruebas que acompañan la redención.
f) Los israelitas debían comerlo de pie y vestidos como viajeros a fin de que estuvieran
preparados para el momento de partida (12:11). Así el creyente debe estar listo para el
gran éxodo final cuando venga Jesús (Lucas 12:35).
Puesto que Dios deseaba que su pueblo recordara siempre la noche de su liberación,
instituyó la fiesta de la pascua como una conmemoración perpetua. La importancia de
esta fiesta la demuestra el hecho de que en la época de Cristo era la fiesta por excelencia,
la gran fiesta de los judíos. El rito no solamente miraba retrospectivamente a aquella
noche en Egipto sino también anticipadamente al día de la crucifixión. La santa cena es
algo parecida a la pascua y la reemplaza en el cristianismo. De igual manera ésta mira en
dos direcciones: atrás a la cruz y adelante a la segunda venida (1 Cor. 11:26).
De allí en adelante, los israelitas habían de consagrar a Jehová para ser sus ministros, los
primogénitos de sus hijos, y también los de sus animales, pues por la provisión de la
pascua los había comprado con sangre y pertenecían a El. Los que nacían primero de los
animales se ofrecían en sacrificio, excepto el asno, que era rescatado y desnucado, y así
también los animales impuros en general (13:13; Lev. 27:26–27). Los primogénitos del
hombre siempre eran rescatados; después los levitas fueron consagrados a Dios en
substitución de ellos (Núm. 3:12, 40–51; 8:16–18). La aplicación espiritual enseña que
Dios nos redime para que le sirvamos: “¿O ignoráis … que no sois vuestros? Porque
habéis sido comprados por precio: glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y vuestro
espíritu, los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19–20).
Hoff, P. (1978). El Pentateuco (pp. 126–127). Miami, FL: Editorial Vida.
En Éxodo 17:1–7, los israelitas experimentaron sed y recibieron agua. Dios hizo que
Moisés golpeara una roca con su bastón. Moisés había usado el mismo bastón en el Río
Nilo en Egipto cuando Dios dividió el Mar Rojo. El agua era esencial para la vida y un
tema repetido tanto en el libro de Éxodo como en el libro de Números. Sin embargo, los
israelitas siguieron desesperándose en vez de confiar en Dios.
Finalmente, los israelitas fueron atacados por los amalecitas y el Señor se reveló a sí
mismo como su bandera o punto de organización y fuente de victoria (Éxodo 17:8–16).
Esta experiencia también involucra la murmuración de Israel y la falta de confianza. Dios
hizo que se defendieran solos, con fe en Él como su fuente de victoria. Esto fue
demostrado mirando ellos a Moisés cuyas manos y bastón estaban levantados hacia Dios.
El bastón de Moisés simbolizaba la autoridad de Dios delegada en él. Cuando él lo
levantaba en el cerro, proveía una señal visual a los soldados de que Dios les estaba
guiando a la victoria. Cuando Moisés se cansaba, Aarón y Hur ayudaban a mantener esta
señal visible por medio de sostener los brazos de Moisés. Moisés indicaba hacia Dios
como la bandera de Israel o punto de organización y fuente de victoria. Nosotros
buscamos en Dios la ayuda para nuestras batallas. Él es nuestro punto de organización y
fuente de victoria sobre todo lo que se oponga en contra nuestra, como su pueblo
cumpliendo su misión. El Señor le dijo a Moisés que cada generación tendría que pelear
en contra de Amalec hasta que el Señor finalmente los exterminara, tal como nosotros
que tendremos continuas batallas en contra del mal del mundo hasta que el Señor
establezca su reino en la tierra. Mientras tanto, nos mantenemos concentrados en Él.
Cotton, R. (2009). El Pentateuco (Libro de texto de estudio independiente). (R.
Arancibia, Ed., L. Gustafsson, Trad.) (pp. 67–68). Springfield, MO: Global University.
B. La Ley Mosaica.
Como parte de su pacto con la nación de Israel, Dios comunicó los Diez Mandamientos
a Moisés, y Moisés llevó las instrucciones al pueblo. Estas instrucciones fueron dadas
para proteger tanto al individuo como a la nación. Su propósito era prevenir las injusticias
y el trato injusto a otros. Los Diez Mandamientos, a veces llamado el decálogo, eran “la
constitución de la comunidad del pacto, por decirlo así, y las leyes restantes son
enmiendas o clarificaciones de los mandamientos” (Dyer y Merrill 2001, 59).
Los Diez Mandamientos eran únicos porque requerían el monoteísmo, la adoración al
único verdadero Dios. Aunque las naciones alrededor adoraban a muchos dioses y hacían
ídolos para representarlos, Israel no hizo así. Dios les ordenó que no lo hicieran. Ellos
eran diferentes a las otras naciones porque ellos conocían al Dios viviente. Sin embargo,
la obediencia de los israelitas al pacto era muy efímera. Mientras Moisés estaba en el
monte recibiendo las tablas y las instrucciones para el tabernáculo, el pueblo se puso
inquieto.
En directa violación al primer y segundo mandamiento, ellos pidieron un dios visible para
adorar. Aarón accedió rápidamente a su pedido, haciendo un becerro de oro, provisto por
el mismo pueblo. Ellos tuvieron una fiesta y se arrodillaron ante el becerro,
reconociéndolo como el dios que los sacó de Egipto (Éxodo 32:1–6). Este acto traicionó
el centro del pacto. (McQueen 2003, 257)
Los israelitas rompieron su promesa de obediencia y sufrieron las consecuencias. Debido
a su pecado, el Señor los castigó con una plaga. No obstante, a través de la intercesión de
Moisés y la propia gracia de Dios, el Señor restauró su relación de pacto con su pueblo
(Éxodo 32–34:28).
Woodworth, F. (Ed.). (2008). Estudio del Antiguo Testamento (Libro de texto de estudio
independiente). (P. Stevenson, Trad.) (p. 48). Springfield, MO: Global University.
Mientras Moisés estaba en el Monte Sinaí recibiendo las leyes del pacto del Señor, el
pueblo se puso impaciente. Ellos apelaron a Aarón para que hiciese dioses que ellos
pudiesen ver porque no sabían lo que le había pasado a Moisés. Esto sugiere que ellos no
confiaban que el Señor sería bueno con Moisés. Ellos temían que, al igual que los dioses
del Antiguo Cercano Oriente, el Señor ya había consumido a Moisés. Aarón accedió por
medio de tomar el oro de ellos para hacer una estatua de un toro joven en su máxima
fuerza. El pueblo anunció: “Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de
Egipto” (32:4, 8).
El Señor se enojó mucho. Él le dijo a Moisés que destruiría al pueblo y empezaría de
nuevo con Moisés. Pero Moisés intercedió por el pueblo, diciendo que las naciones lo
interpretarían mal y creerían que Dios había estado planificando matarles todo el tiempo.
La reputación del Señor se dañaría. Además, Él había prometido a los patriarcas que sus
descendientes ocuparían la tierra un día. Dios decidió que Él no eliminaría totalmente al
pueblo, pero prometió que todos los que se habían vuelto a la idolatría serían borrados
por medio de plaga. Moisés regresó para tratar con el pueblo. Él tiró al suelo las tablas
así que se quebraron, de la misma forma como el pueblo había quebrantado el pacto.
Entonces él molió el becerro de oro e hizo que el pueblo lo bebiera en su agua. Finalmente,
para controlar al pueblo, los levitas se ofrecieron para ayudar y mataron alrededor de tres
mil personas.
Dios trata firmemente la infidelidad, pero es apasionado con su relación con las personas
y desea renovar el pacto cuando nosotros lo quebrantamos. Él acepta intercesión a favor
de las personas, aunque tiene a los individuos por responsables. Los líderes piadosos se
ganan el corazón de Dios. Ellos interceden por las personas y no se dan por vencidos.
Cotton, R. (2009). El Pentateuco (Libro de texto de estudio independiente). (R.
Arancibia, Ed., L. Gustafsson, Trad.) (p. 91). Springfield, MO: Global University.
Éxodo 25–40 nos proporciona una de las vetas más ricas en las inagotables minas de la
inspiración. Debemos valernos de nuestra imaginación y nuestro poder de raciocinio al
entrar en los santos recintos para contemplar ese moblaje significativo. Dios le dijo a
Moisés que deseaba un santuario o lugar santo donde morar, que señalara hacia Cristo y
diera a conocer su persona y su obra.
El atrio exterior
En este atrio estaba el altar de bronce sobre el que se sacrificaban las ofrendas
quemadas. Recordemos que Cristo es nuestra ofrenda por el pecado (Exodo 27:1–8).
La fuente estaba allí para que se lavaran los sacerdotes antes de poder entrar al lugar
santo a cumplir su servicio (Éxodo 30:18).
El lugar santo
Aquí se encontraban el candelera de oro (Éxodo 25:31–40), que tipificaba a Cristo, la
Luz del mundo, la mesa para el pan de la proposición (Éxodo 25:23–30), por cuanto
Cristo es el Pan de vida, y el altar de oro para el incienso (Éxodo 30:1–10), que
simbolizaba la intercesión de Cristo a favor de nosotros.
El lugar santísimo
Si ahora corremos el hermoso velo (que tipifica al cuerpo de Cristo), veremos el arca
del pacto, símbolo de la presencia de Dios. En el lugar santísimo el sumo sacerdote
entraba una vez al año para rociar la sangre de la expiación. El libro de Hebreos nos
dice que Cristo es no sólo nuestro Sumo Sacerdote, sino también nuestra expiación, por
lo cual podemos entrar en el Lugar Santísimo (la presencia de Dios) en cualquier
momento con confianza.
El tabernáculo mismo
El tabernáculo, con la nube de gloria encima, le indicaba al pueblo que Dios moraba en
medio de ellos (Éxodo 25:8).
El tabernáculo constituía el centro común y punto de reunión que podía trasladarse de
tiempo en tiempo. Los críticos dicen que la descripción del tabernáculo y su maravillosa
estructura no podían ser reales. Dicen que se trata de una época demasiado primitiva;
pero los resultados de la investigación han proporcionado abundantes pruebas de una
gran habilidad en tales asuntos mucho antes de la época de Éxodo. El lino fino se usaba
de muchas formas. Se han descubierto finos objetos en oro en tumbas que pertenecen a
épocas tan remotas como la decimosegunda dinastía, y Moisés vivió en la dinastía
dieciocho.
Mears, H. C. (1979). Lo que nos dice la Biblia (pp. 47–48). Miami, FL: Editorial Vida.