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UNIDAD III

ÉXODO.

Lección 4: El Éxodo y el Viaje a Sinaí.

4.1 El Libro de Éxodo.

A. Nombre.

Éxodo toma su nombre de la Septuaginta (LXX), versión griega del Antiguo Testamento
usada en la época de Cristo. El título hebreo consistía en las primeras palabras del texto:
“Estos son los nombres” (Ex. 1:1). La palabra Éxodo proporciona el tema de la primera
mitad del libro, porque implica a un gran número de gente que abandona un país. Sin
embargo, la última mitad de este libro describe la fundación de instituciones, leyes y el
culto de Israel. Cox, L. G. (2010).
El Libro de EXODO. En S. Franco (Ed.), Comentario Bíblico Beacon: Génesis hasta
Deuteronomio (Tomo 1) (p. 161). Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones.
B. Tema.

Éxodo es un libro de redención. El redentor Jehová no solamente libera a su pueblo de la


servidumbre egipcia mediante su poder manifestado en las plagas, sino también lo redime
por sangre, simbolizado en el cordero pascual. La pascua tiene un lugar céntrico en la
revelación de Dios a su pueblo, tanto en el Antiguo Pacto como en el Nuevo, pues el
cordero pascual es un símbolo profético del sacrificio de Cristo, por eso la fiesta de Pascua
se convirtió en la conmemoración de nuestra redención (Lucas 22:7–20).
Jehová provee a su pueblo redimido todo lo que necesita espiritualmente: los israelitas
precisan una revelación del carácter de Dios y de la norma de conducta que El exige y El
les da la ley pero también pactó con ellos estableciendo una relación sin comparación y
haciéndolos su especial tesoro. Los hebreos, redargüidos de pecado por la ley, necesitan
la limpieza y Jehová les proporciona un sistema de sacrificios. Necesitan acercarse a Dios
y prestarle culto, y Dios les da el tabernáculo y ordena un sacerdocio. Todo esto tiene el
fin divino de que sean una nación santa y un reino de sacerdotes.
C. Propósito.
Éxodo relata cómo la familia escogida en el Génesis llegó a ser una nación. Registra los
dos eventos trascendentes de la historia de Israel: la liberación de Egipto y la entrega del
pacto de la ley en Sinaí. La liberación de Egipto hacía posible el nacimiento de la nación;
el pacto de la ley modelaba el carácter de la nación a fin de que fuera un pueblo santo.
El libro describe, en parte, el desarrollo del antiguo pacto con Abraham. Las promesas
que éste recibió de Dios incluían un territorio propio, una descendencia numerosa que
llegaría a ser una nación y la bendición de todos los pueblos a través de Abraham y su
descendencia. Primero Dios multiplica su pueblo en Egipto, luego lo libera de la
esclavitud y entonces lo constituye una nación.
Hoff, P. (1978). El Pentateuco (pp. 111–112). Miami, FL: Editorial Vida.

D. Contenido.
El libro tiene tres divisiones principales:
(1) La Esclavitud. Cap. 1:1–11:10
• Los Hebreos en Egipto: La nación aumenta. 1:1–22
• Moisés es llamado. 2:1–7:13
• Las diez plagas: El poder de Dios. 7:14–11:10

(2) La Liberación. Cap. 12:1–18:27


• La Pascua: Los primogénitos mueren. 12:1–12:36
• La salida de Egipto: Nube y columna de fuego y Cruce del Mar Rojo. 12:37–
15:27
• El maná y El agua de la roca. 16:1–18:27
(3) El Viaje a Sinaí. Cap. 19:1- 40:38
• Pacto con Israel. 19:1–25
• La ley Mosaica. 20:1–26
• El sábado y la ley civil. 21:1–24:18
• El tabernáculo 25:1–31:17
• El becerro de oro: La Idolatría. 31:18–34:35
• La construcción del tabernáculo: La gloria de Dios. 35:1–40:38
Sangoquiza, J. (2013). Panorama del Antiguo Testamento (pp. 45–46). Johnny
Sangoquiza.

4.2 La Esclavitud.
El libro comienza con los nombres de los hijos de Jacob, patriarca de las doce tribus, que
se establecieron en Egipto, vs. 1–5. Toda esa generación murió, incluyendo a José v. 6.
Cuando sufrían una gran hambre en Canaán, Jacob – llamado también Israel- y sus
descendientes, que eran setenta personas, según Gn. 46:26, 27 y Éx. 1:5, descendieron a
Egipto, donde José era el segundo en el poder después del Faraón. Se les asignó para
habitar la tierra de Gosén, al este del río Nilo. Allí “se multiplicaron, y fueron aumentados
y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra” Éx. 1:7. Aquí cumplió Dios su
promesa a Abraham de hacerlo fructificar Gn. 17:6, “Y te multiplicaré en gran manera,
y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti”. Esta promesa también le fue dada a Jacob
Gn. 28:14; 48:4.
Los israelitas que salieron de Egipto aproximadamente 215 años más tarde, eran, según
se ha calculado, una multitud de casi dos millones de personas. Sólo los hombres de
guerra eran 603,550, Éx. 12:37; Nm. 1:44–50. El período de 400 años, mencionado por
el Señor en su pacto con Abraham en Gn. 15:13, posiblemente está calculado desde el día
en que ese diálogo tuvo lugar.
En Éx. 12:40 leemos, “El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue
cuatrocientos treinta años”. Gá. 3:16–17 parece confirmar que los 430 años de Éx. 12:40
deben comenzarse a contar desde la fecha de la primera promesa hecha a Abraham en
Gn. 12:2. Según la Septuaginta, o versión griega del Antiguo Testamento, en los 430 años
se incluye el tiempo que los hijos de Israel y sus padres, los patriarcas, vivieron en Egipto.
Los hebreos fueron tratados con bondad mientras vivió José. Pero al morir éste y todos
los de su generación, una nueva dinastía tomó el poder. El nuevo Faraón, quien ya no
conocía a José, se inquietó al ver cómo habían crecido en número y en fuerza, Éx. 1:8, 9.
Temiendo que éstos se unieran con un enemigo extranjero para atacarlos, y que luego
abandonaran Egipto, los cargaron de impuestos y los obligaron a construir las ciudades
de almacenaje, Pisón y Rameses v. 11.
Sin embargo, mientras más agobiaban los egipcios a los hebreos, éstos “más se
multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel” v. 12.
La opresión aumentó y llegó a ser muy dura. Debían fabricar ladrillos de barro, trabajar
en el campo y en labores de servidumbre muy difíciles v. 14.
El método más terrible al que recurrió el Faraón para quebrar la fuerza de los israelitas,
fue ordenar a las parteras que al atender a las hebreas, mataran a los varones y preservaran
la vida de las mujeres vs. 15–16. Sin embargo, las parteras tuvieron temor de Dios y no
lo obedecieron. Como excusa dijeron que las hebreas eran mujeres fuertes y daban a luz
sin su ayuda. Dios bendijo a estas mujeres y prosperó a sus familias, mientras el pueblo
continuaba creciendo vs. 18–21. La orden dada primeramente a las parteras, ahora se dio
a todo el pueblo vs. 22.
Sangoquiza, J. (2013). Panorama del Antiguo Testamento (p. 47). Johnny Sangoquiza.

A. El Instrumento.
Moisés fue identificado como un niño en cuya vida Dios estaba obrando un trabajo
especial. Él sería un redentor para el pueblo de Dios, esperando a Cristo. Él llegó a ser un
testimonio del cuidado milagroso de Dios. Dios obró a través de las elecciones de varias
personas para proteger a Moisés y llevarle a la familia real, como a José, para que pudiera
llegar a ser un libertador para Israel. A la sugerencia de la hermana de Moisés, la hija del
faraón envió por su madre para amamantarlo. Cuando Moisés creció, él se metió en
problemas por matar a un egipcio que estaba golpeando a uno de los israelitas. Debido a
esto, él pasó los siguientes cuarenta años al otro lado del desierto en Madián con la
familia de Jetro, como un pastor. Esto lo humilló totalmente en cuanto a su habilidad de
ser un líder poderoso. Sin embargo, también le enseñó los caminos del desierto y lo
preparó para dirigir el éxodo. Cuando Dios terminó de prepararlo y los israelitas estaban
en su punto más bajo en el sufrimiento, Dios se apareció a Moisés en una zarza que ardía
en fuego pero que no era consumida. A la edad de ochenta, Moisés fue enviado a dirigir
al pueblo en su salida de la esclavitud de Egipto.
Cotton, R. (2009). El Pentateuco (Libro de texto de estudio independiente). (R.
Arancibia, Ed., L. Gustafsson, Trad.) (p. 62). Springfield, MO: Global University.

B. Las 10 plagas.

(1) El río Nilo se torna en sangre. 7:14–25.


En su tercera demanda ante el Faraón, Moisés efectuó la señal de convertir el río Nilo
en Sangre, vs. 14–24. Cuando sus hechiceros hicieron lo mismo, vs. 22–24, el Faraón
se endureció. Pero esta vez los egipcios sí sufrieron el primer juicio de Dios. Tuvieron
que excavar pozos para obtener agua, porque el río estuvo contaminado siete días, vs.
24–25.
El río Nilo era objeto de adoración, era sagrado y aun sus peces. “Bebían sus aguas
con reverencia y deleite, y suponían que tenía algún poder misterioso para sanar
enfermedades del cuerpo. Himnos, oraciones e incienso se ofrecían al espíritu del río”.
Resultado: El faraón endureció su corazón.
(2) La Plaga de ranas. 8:1–15.
Heki, la diosa rana, era una de las deidades más adoradas. Matar una rana era
castigado severamente. Ahora estaban por todas partes. Ya que era difícil no dañarlas,
había gran aflicción. Resultado: El faraón endureció su corazón.
(3) La Plaga de piojos. 8:16–19.
Los egipcios consideraban aun el polvo de su tierra sagrado y santo. Verlo convertirse
en piojos fue un golpe terrible para su pensamiento idólatra. Resultado: El faraón se
endureció y nos los escuchó.
(4) La Plaga de moscas. 8:20–32.
Las moscas también eran reverenciadas por los egipcios, pero llegaron a ser una peste.
Dios libró la tierra de Gosén de esta plaga v. 22. Resultado: El faraón endureció su
corazón.
(5) La Plaga sobre el ganado. 9:1–7.
Se creía que Apis, el dios toro, habitaba en un toro sagrado, que era adorado y
cuidadosamente atendido en su templo. Al morir buscaban otro toro. Esta vez murió
todo el ganado, y también murió el toro sagrado. Resultado: El corazón del Faraón se
endureció.
(6) La Plaga de sarpullido y úlceras. 9:8–12.
Algunas veces los egipcios sacrificaban humanos, quemándolos vivos, para aplacar
lo que llamaban “fuerza del mal”. Las cenizas eran rociadas para purificar todas las
cosas sobre las que cayeran. Cuando Moisés tomó ceniza de un horno y la espació,
vino a los egipcios una plaga de sarpullido y úlceras. Resultado: Jehová endureció el
corazón de faraón.
(7) La Plaga de granizo. 9:13–35.
En una tierra donde las descargas eléctricas ocurrían muy poco, “Jehová hizo tronar
y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra” vs. 23. Isis y Osiris eran las
deidades egipcias del agua y del fuego, pero no pudieron proteger a Egipto. Resultado:
El corazón de faraón se endureció.
(8) La plaga de langostas (Saltamontes o chapulines). 10:1–20.
Isis y Serapis eran las deidades que según ellos los protegían de las langostas, pero no
evitaron una plaga “en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después”
v. 14; y “no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo” v. 15. Resultado:
Jehová endureció el corazón del Faraón.
(9) La Plaga de tinieblas. 10:21–29.
El Faraón, el hijo del sol, no pudo evitar que durante tres días hubiera una densa
oscuridad que aun podía palparse. Aarón también participó en traer plagas de ranas y
piojos. Hasta la plaga de ranas los encantadores los imitaron. La plaga de piojos ya
no fue imitada. Después de las moscas el Faraón dijo que podían ir al desierto. Tras
la amenaza de las langostas dijo que podían irse, pero sin los niños y los ganados.
Después de las tinieblas dijo que podían ir también los niños, pero sin el ganado. Al
rehusarse Moisés, el Faraón le dijo que no vería más su rostro. Resultado: Jehová
endureció el corazón del Faraón.
(10) La muerte de los primogénitos. 11.
Dios sabía que al ejecutar el décimo juicio, la muerte de los primogénitos, el mismo
Faraón los echaría del todo. Les mandó que cada uno pidiera a su vecino egipcio
“alhajas de plata y de oro” v. 2. “Y Jehová dio gracia al pueblo en los ojos de los
egipcios” v. 3. Para entonces Moisés era respetado por los siervos del Faraón y por
todo el pueblo v. 3.
Moisés anunció el último juicio: “y morirá todo primogénito en tierra de Egipto”,
incluyendo los animales, vs. 4–6. Pero los israelitas no serían tocados. Dios haría
diferencia entre su pueblo y los egipcios, v. 7. Moisés predijo cómo los mismos
siervos del Faraón les pedirían que se fueran, v. 8. Sin embargo, el Faraón no los oiría
a pesar del terrible anuncio, vs. 9–10.
Sangoquiza, J. (2013). Panorama del Antiguo Testamento (pp. 54–55). Johnny
Sangoquiza.

4.3 La Liberación.

Pensemos en los preparativos que había que hacer para movilizar a semejante hueste,
como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. También subió con ellos
grande multitud de toda clase de gentes, y ovejas, y muchísimo ganado (Éxodo 12:37,
38).
No cabe duda de que debe haber sido una expedición muy bien organizada. Moisés había
apelado al Faraón repetidas veces para que dejara ir a los hijos de Israel (Éxodo 5:1; 7:16).
Las plagas y las negociaciones que Moisés tuvo que encarar con Faraón deben haber
llevado casi un año. Esto les dio a los hijos de Israel tiempo para juntar sus cosas. Las
plagas les enseñaron a los hijos de Israel algunas grandes lecciones, además de obligar a
Faraón a dejarlos partir.
En la construcción de cualquier edificio grande hay que hacer un plano y una maqueta o
modelo. Nuestra salvación fue planificada por Dios antes de la fundación del mundo
(Efesios 1:4). En el libro de Éxodo encontramos el modelo. Éxodo es el cuadro histórico
de la gracia divina en la redención del hombre por Dios mediante Jesucristo, el que es al
mismo tiempo nuestro gran apóstol (Moisés) y sumo sacerdote (Aarón) (Hebreos 3:1).
Mears, H. C. (1979). Lo que nos dice la Biblia (p. 43). Miami, FL: Editorial Vida.

A. La Pascua.
La pascua es para Israel lo que el día de la independencia es para una nación, y más aún.
El último juicio sobre Egipto y la provisión del sacrificio pascual hicieron posible la
liberación de la esclavitud y su peregrinación hacia la tierra prometida. La pascua es,
según el Nuevo Testamento un símbolo profético de la muerte de Cristo, de la salvación
y del andar por fe a partir de la redención (1 Cor. 5:6–8). Además de la liberación de
Egipto, la pascua se constituyó en primer día del año religioso de los hebreos y el
comienzo de su vida nacional. Ocurrió en el mes de Abib (llamado Nisán en la historia
posterior), que corresponde a los meses de Marzo y Abril nuestros.
El vocablo “pascua” significa “pasar de largo”, pues el ángel destructor pasó de largo las
casas donde la sangre había sido aplicada en los postes. Los detalles del sacrificio y los
mandatos que la acompañaban son muy significativos.
a) El animal para el sacrificio había de ser un cordero macho de un año, es decir un carnero
plenamente desarrollado y en la plenitud de su vida. Así Jesús murió cuando tenía 33 años
aproximadamente. El cordero tenía que ser sin tacha. Para asegurar que fuera así los
israelitas lo guardaban cuatro días en casa. De igual manera Jesús era impecable y fue
probado durante cuarenta días en el desierto.
b) El cordero fue sacrificado por la tarde como substituto del primogénito. Por eso
murieron los primogénitos de las casas egipcias que no creyeron. Se nos enseña que “la
paga del pecado es muerte”, pero Dios ha previsto un substituto que fue “herido por
nuestras rebeliones”.
c) Los israelitas tenían que aplicar la sangre a los postes y al dintel de las casas, indicando
su fe personal. En el cristianismo no basta creer que Cristo murió por los pecados del
mundo; sólo cuando por la fe la sangre de Jesús es aplicada al corazón de la persona, ésta
es salva de la ira de Dios. El ángel destructor representa su ira.
d) La gente tenía que quedarse dentro de la casa, protegida por la sangre. “¿Cómo
escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Heb. 2:3).
e) Tenían que asar la carne del cordero y comerla con pan sin levadura y hierbas amargas.
El hecho de asar en vez de cocer el cordero ilustra lo completo del sacrificio de Cristo y
el hecho de que debe ser recibido por completo (Juan 19:33, 36). Así como los hebreos
comieron la carne que les daría fuerza para el peregrinaje, el creyente por medio de la
comunión con Cristo recibe fuerza espiritual para seguirlo. El pan sin levadura
simbolizaba la sinceridad y la verdad (1 Cor. 5:6–8) y las hierbas amargas probablemente
las dificultades y las pruebas que acompañan la redención.
f) Los israelitas debían comerlo de pie y vestidos como viajeros a fin de que estuvieran
preparados para el momento de partida (12:11). Así el creyente debe estar listo para el
gran éxodo final cuando venga Jesús (Lucas 12:35).
Puesto que Dios deseaba que su pueblo recordara siempre la noche de su liberación,
instituyó la fiesta de la pascua como una conmemoración perpetua. La importancia de
esta fiesta la demuestra el hecho de que en la época de Cristo era la fiesta por excelencia,
la gran fiesta de los judíos. El rito no solamente miraba retrospectivamente a aquella
noche en Egipto sino también anticipadamente al día de la crucifixión. La santa cena es
algo parecida a la pascua y la reemplaza en el cristianismo. De igual manera ésta mira en
dos direcciones: atrás a la cruz y adelante a la segunda venida (1 Cor. 11:26).
De allí en adelante, los israelitas habían de consagrar a Jehová para ser sus ministros, los
primogénitos de sus hijos, y también los de sus animales, pues por la provisión de la
pascua los había comprado con sangre y pertenecían a El. Los que nacían primero de los
animales se ofrecían en sacrificio, excepto el asno, que era rescatado y desnucado, y así
también los animales impuros en general (13:13; Lev. 27:26–27). Los primogénitos del
hombre siempre eran rescatados; después los levitas fueron consagrados a Dios en
substitución de ellos (Núm. 3:12, 40–51; 8:16–18). La aplicación espiritual enseña que
Dios nos redime para que le sirvamos: “¿O ignoráis … que no sois vuestros? Porque
habéis sido comprados por precio: glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y vuestro
espíritu, los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19–20).
Hoff, P. (1978). El Pentateuco (pp. 126–127). Miami, FL: Editorial Vida.

B. El Cruce del Mar Rojo.


Dios ordenó a Moisés hacer un cambio de ruta y acampar junto al mar. Se cree que este
mar es el Lago de Menzaleh, llamado también Mar de Juncos, en cuyo extremo Sur
ocurrió el milagroso paso del mar. El Faraón consideró a los israelitas atrapados entre el
desierto y el mar y así marcharía contra ellos. El plan de Dios era ejecutar su juicio final
contra el endurecido gobernante egipcio, y mostrar allí su gloria.
El Faraón se arrepintió una vez más de haber dejado ir aquella enorme cantidad de mano
de obra barata. Montó en su carro y fue, seguido de seiscientos carros escogidos y todos
los demás carros, para impedir la fuga, “Pero los hijos de Israel habían salido con mano
poderosa” v. 8.
Iba todo el ejército egipcio con caballería y con carros. Al verlos, los israelitas temieron
grandemente y clamaron a Dios. A pesar de los prodigios vistos con ocasión de las plagas,
dudaron y comenzaron con una serie de reclamos a Moisés que duraría toda su
peregrinación.
Sarcásticamente dijeron: “¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que
muramos en el desierto?… Mejor nos fuera servir a los egipcios”.
Moisés los calmó diciéndoles: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová
hará hoy con vosotros”. Aquel día verían el fin del ejército egipcio. “Jehová peleará por
vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”. Tal promesa debe darnos paz, pues es efectiva
aun hoy, porque proviene de Dios, quien no hace acepción de personas y es el mismo
ayer, hoy y por los siglos. Sólo asegurémonos de estar del lado de Dios y en Su voluntad.
Dios ordenó a Moisés no orar, sino mandar al pueblo que marchara; y que él alzara su
vara y partiera el mar para que el pueblo pasara en seco. Dios reiteró que destruiría al
ejército egipcio y sería glorificado en ello. Aunque Israel iba armado, aquella victoria
sería ganada por Dios sólo.
El ángel de Dios en la columna que los guiaba, estaba ahora entre los egipcios e Israel y
los mantenía alejados. Los egipcios tenían tinieblas toda la noche, mientras que los
israelitas tenían luz.
Al extender Moisés su vara, Jehová partió las aguas. Estas quedaron como muros a la
derecha y a la izquierda, e Israel pasó en seco. Cuando llegaron los egipcios a la mitad
del mar, Dios les causó gran confusión: quitó las ruedas a los carros y todo se trastornó.
Al ver a Dios pelear por Su pueblo, trataron de huir, pero Moisés extendió su vara de
nuevo. El mar se cerró y ahogó a todo el ejército, y “no quedó de ellos ni uno”.
Ahora que veían al ejército egipcio eliminado, los israelitas temieron a Jehová y le
creyeron; y también a Moisés.
Sangoquiza, J. (2013). Panorama del Antiguo Testamento (pp. 58–59). Johnny
Sangoquiza.
C. Las Pruebas en el Desierto, el Maná y el Agua de la Roca.
A pesar de las quejas y del temor de Israel como resultado de haber olvidado la manera
en que Dios había provisto para ellos, el Señor continuó guiándoles y proveyéndoles.
También Él les probó para desarrollar su fe. Esto era una muestra del viaje en el desierto
narrado en el libro de Números. Esto era un tiempo de transición entre la liberación de
ellos por parte de Dios en el Mar Rojo y su revelación en Sinaí al establecer a Israel como
su nación de pacto.
Aun después del evento físico de salvación más asombroso de todos los tiempos, el
pueblo de Dios continuó expresando temor frente a los desafíos con peligro para la vida.
A través de estos desafíos, Dios les enseñaba que Él continuaría siendo su fuente para
cada necesidad si ellos continuaban respondiéndole a Él en fe y obediencia. Ellos
necesitaban, así como nosotros, aprender que su presencia no es siempre vista pero que
siempre es constante, proveyendo para ellos si es que ellos confiaban y obedecían.
En Éxodo 15:22–27, los israelitas experimentaron aguas amargas. Ellos murmuraron y
atacaron al liderazgo, olvidando los milagros que habían visto recientemente. Entonces
el Señor se reveló a sí mismo como su Sanador (Éxodo 15:26). La idea expresada por
medio de la palabra sanador es que Él restaura las cosas que están enfermas o no están
enteras a su condición original. Él también sostiene la salud. Esta idea es ampliada aún
más por medio del siguiente milagro que provee para su hambre y la promesa de Dios de
no afligirles con las plagas con las que Él había afligido a los egipcios. Él desea ministrar
vida a las personas pero debemos responder a su palabra.

En Éxodo 16:1–36, los israelitas experimentaron hambre y la provisión de Dios. Ellos


murmuraron en contra de Moisés y de Aarón e incluso desearon morir. Moisés les dijo
que en realidad estaban murmurando en contra de Dios. Cuán fácilmente nos olvidamos
de nuestras experiencias de la presencia de Dios y de sus provisiones, en el dolor del
momento. Dios mostró su gloria en la nube más allá del campamento. Luego Él proveyó
codorniz y “pan” del cielo (el nombre “maná” es de la pregunta “¿Qué es?”). Esto
diariamente, la provisión sobrenatural llegó a ser una prueba de su obediencia a sus
instrucciones. “Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer”
(16:21). Sin embargo, solamente en el día de reposo podía el maná ser guardado por la
noche sin que se pudriese. Ellos juntaron el viernes por la noche lo que necesitaban para
el día de reposo. De esta manera, Dios le enseñó a su pueblo a descansar el día de reposo.
Ellos debían guardar una muestra del maná para recordar a futuras generaciones cómo el
Señor proveyó comida todo el tiempo que ellos vagaron por el desierto. Posteriormente,
Deuteronomio 8 indica la lección de su dependencia de Dios enseñada por medio de su
provisión del maná.

En Éxodo 17:1–7, los israelitas experimentaron sed y recibieron agua. Dios hizo que
Moisés golpeara una roca con su bastón. Moisés había usado el mismo bastón en el Río
Nilo en Egipto cuando Dios dividió el Mar Rojo. El agua era esencial para la vida y un
tema repetido tanto en el libro de Éxodo como en el libro de Números. Sin embargo, los
israelitas siguieron desesperándose en vez de confiar en Dios.

Finalmente, los israelitas fueron atacados por los amalecitas y el Señor se reveló a sí
mismo como su bandera o punto de organización y fuente de victoria (Éxodo 17:8–16).
Esta experiencia también involucra la murmuración de Israel y la falta de confianza. Dios
hizo que se defendieran solos, con fe en Él como su fuente de victoria. Esto fue
demostrado mirando ellos a Moisés cuyas manos y bastón estaban levantados hacia Dios.
El bastón de Moisés simbolizaba la autoridad de Dios delegada en él. Cuando él lo
levantaba en el cerro, proveía una señal visual a los soldados de que Dios les estaba
guiando a la victoria. Cuando Moisés se cansaba, Aarón y Hur ayudaban a mantener esta
señal visible por medio de sostener los brazos de Moisés. Moisés indicaba hacia Dios
como la bandera de Israel o punto de organización y fuente de victoria. Nosotros
buscamos en Dios la ayuda para nuestras batallas. Él es nuestro punto de organización y
fuente de victoria sobre todo lo que se oponga en contra nuestra, como su pueblo
cumpliendo su misión. El Señor le dijo a Moisés que cada generación tendría que pelear
en contra de Amalec hasta que el Señor finalmente los exterminara, tal como nosotros
que tendremos continuas batallas en contra del mal del mundo hasta que el Señor
establezca su reino en la tierra. Mientras tanto, nos mantenemos concentrados en Él.
Cotton, R. (2009). El Pentateuco (Libro de texto de estudio independiente). (R.
Arancibia, Ed., L. Gustafsson, Trad.) (pp. 67–68). Springfield, MO: Global University.

4.4 El Viaje a Sinaí.


A. Pacto con Israel.
La religión de Israel era una religión revelada. Es decir, sus creencias no estaban basadas
en las religiones de los pueblos a su alrededor, sino que vino directamente de Dios.
Aunque algunas de las prácticas religiosas de Israel eran similares a las de otras naciones,
había grandes diferencias teológicas. Dios dijo exactamente a los israelitas cómo debían
adorarlo, al único verdadero Dios, y cómo ellos podrían recibir perdón de pecados.
Anteriormente, Dios había hecho un convenio con Abraham y su familia. Ahora, en Sinaí,
Dios hizo un pacto con Israel como nación (Éxodo 19:3–24:8). Habiendo sacado a Israel
de Egipto, Dios deseaba que Israel fuera una nación santa para realizar su propósito de
salvación para todas las naciones. La única manera para que Israel tuviera una relación
correcta con Dios era por medio de su pacto.
La gracia vino antes que la ley. Una relación de pacto es muy diferente del legalismo. En
el legalismo estricto, si un partido rompe el contrato, el otro partido está en libertad de
salir sin cláusulas escondidas. En un pacto, el pecado hiere y aflige al partido dañado. El
pacto, sin embargo, continúa mientras el iniciador lo quiera. De esta manera el evento del
éxodo y la entrega del pacto pueden verse como el punto crucial del Antiguo Testamento
entero. (McQueen 2003, 253)
Éste no era un pacto que hacía que Israel fuera el pueblo del Señor. Eso había sido
cumplido mucho antes a través del pacto de Dios con Abraham. Más bien, el pacto a
punto de ser implementado le daría a Israel la oportunidad de ser el pueblo de siervos de
Dios, el canal por el cual Él comunicaría y transmitiría su programa redentor al mundo
entero (Dyer y Merrill 2001, 57–58).
Woodworth, F. (Ed.). (2008). Estudio del Antiguo Testamento (Libro de texto de estudio
independiente). (P. Stevenson, Trad.) (p. 48). Springfield, MO: Global University.

B. La Ley Mosaica.
Como parte de su pacto con la nación de Israel, Dios comunicó los Diez Mandamientos
a Moisés, y Moisés llevó las instrucciones al pueblo. Estas instrucciones fueron dadas
para proteger tanto al individuo como a la nación. Su propósito era prevenir las injusticias
y el trato injusto a otros. Los Diez Mandamientos, a veces llamado el decálogo, eran “la
constitución de la comunidad del pacto, por decirlo así, y las leyes restantes son
enmiendas o clarificaciones de los mandamientos” (Dyer y Merrill 2001, 59).
Los Diez Mandamientos eran únicos porque requerían el monoteísmo, la adoración al
único verdadero Dios. Aunque las naciones alrededor adoraban a muchos dioses y hacían
ídolos para representarlos, Israel no hizo así. Dios les ordenó que no lo hicieran. Ellos
eran diferentes a las otras naciones porque ellos conocían al Dios viviente. Sin embargo,
la obediencia de los israelitas al pacto era muy efímera. Mientras Moisés estaba en el
monte recibiendo las tablas y las instrucciones para el tabernáculo, el pueblo se puso
inquieto.
En directa violación al primer y segundo mandamiento, ellos pidieron un dios visible para
adorar. Aarón accedió rápidamente a su pedido, haciendo un becerro de oro, provisto por
el mismo pueblo. Ellos tuvieron una fiesta y se arrodillaron ante el becerro,
reconociéndolo como el dios que los sacó de Egipto (Éxodo 32:1–6). Este acto traicionó
el centro del pacto. (McQueen 2003, 257)
Los israelitas rompieron su promesa de obediencia y sufrieron las consecuencias. Debido
a su pecado, el Señor los castigó con una plaga. No obstante, a través de la intercesión de
Moisés y la propia gracia de Dios, el Señor restauró su relación de pacto con su pueblo
(Éxodo 32–34:28).
Woodworth, F. (Ed.). (2008). Estudio del Antiguo Testamento (Libro de texto de estudio
independiente). (P. Stevenson, Trad.) (p. 48). Springfield, MO: Global University.

C. El Sábado y la Ley Civil y Ceremonial.

(1) Observancia del sábado (16:22–31).


Cuando llegó el sexto día, y algunos comenzaron a recoger doble porción de maná, parece
que los príncipes de la congregación (22) no lo comprendieron. Nuevamente Moisés
aclaró la regla: no habrá maná el día de reposo (25). El sexto día lo tenían que cocinar y
cocer (empleando como pan o como potaje); lo que precisaban y lo que sobraba, debían
guardarlo para el día siguiente (23). Así aprendieron que el maná guardado para el
séptimo día no se agusanó ni hedió (24).
Estos versículos indican un conocimiento previo a la promulgación de los Diez
Mandamientos (20:8–11). Cuando creó el mundo, Dios estableció un día de reposo (Gn.
2:2–3); aparece haber sido conocido por Abraham, ya que en cierto sentido era observado
por los babilonios. Sin embargo, ni los hebreos primitivos ni los egipcios conocían una
semana de siete días. Puesto que no se menciona el sábado después de la creación hasta
este acontecimiento, puede asegurarse que ésta fue una renovación de la observancia del
día de reposo. Durante la opresión egipcia, su cumplimiento habría sido imposible; por
eso, para esta gente, las palabras de Moisés eran nuevas.48
Aunque él había aclarado que no habría pan el día de reposo (26), algunos del pueblo,
salieron igualmente a recoger (27). Siempre hay quienes no creen la Palabra de Dios, y
no quieren guardar sus mandamientos y sus leyes (28). La orden se hizo más explícita:
nadie salga de él en el séptimo día (29). Véanse comentarios adicionales sobre el sábado
en 20:8–11.
El maná era como semilla de culantro (31), “una semilla pequeña de un blanco grisáceo,
con un agradable sabor a especias muy usada como tal, para cocinar”. Su sabor era como
de hojuelas amasadas con harina, aceite y miel. El don de Dios para alimento era
agradable al gusto.
(2) El maná memorial (16:32–36).
Debían llenar un gomer de maná (33) y ponerlo delante de Jehová, delante del Testimonio
(34). Tenía que ser guardado para sus descendientes (32). El escritor de la Epístola a los
Hebreos menciona “la urna de oro que contenía maná” en “el Lugar Santísimo” (He. 9:3–
4). No dice si este mandato fue dado en esa ocasión o más tarde, cuando fue construida
el arca del pacto. Puede suponerse que Moisés agregó esta sección (32–36) al Libro de
Exodo acerca del final de su vida. El Testimonio (34) se refiere a los Diez Mandamientos
que fueron depositados en el arca del pacto.
Para la posteridad Moisés afirmó que Israel comió maná… hasta que llegaron a los límites
de la tierra de Canaán. Esto no quiere decir que no tuvieron otro alimento durante el viaje;
pero siempre fue provisto el maná. Josué informó la cesación de este milagro después de
llegar a la tierra de promisión (Jos. 5:10–12). El gomer y el efa36 eran medidas empleadas
en Egipto; y esta nota fue necesaria porque el efa continuó en uso con los israelitas. Un
efa equivalía a unos 37 litros y el homer a 370.
En el capítulo 16 el alimento de Dios señala al Pan de Vida del Nuevo Testamento, “Cristo
nuestro Maná”. (1) Dado a un pueblo hambriento y desordenado, 1–3; (2) Se transforma
en la manifestación de la gloria de Dios, 4–12; (3) Satisface completamente a quienes lo
recogen, 13–18; (4) Eficaz a través de la obediencia diaria, 19–30; (5) Es una experiencia
memorial eterna, 31–34.
Cox, L. G. (2010). El Libro de EXODO. En S. Franco (Ed.), Comentario Bíblico
Beacon: Génesis hasta Deuteronomio (Tomo 1) (pp. 221–222). Lenexa, KS: Casa
Nazarena de Publicaciones.
(3) Leyes civiles y ceremoniales. Caps. 21–23
Después de dar los diez mandamientos, Dios entregó las leyes por las cuales debía
gobernarse la nación. Desarrollan los puntos del decálogo pero en algunos casos tratan de
cosas que no tienen importancia para nosotros. Fueron leyes adaptadas a un pueblo
dedicado al pastoreo y a la agricultura rudimentaria. Las leyes de Israel colocan a la
nación en absoluto contraste con las prácticas de las naciones de su alrededor. Sus leyes
humanitarias, morales y religiosas, aunque sin alcanzar los principios del Nuevo
Testamento, fueron infinitamente superiores a las leyes de otros pueblos. Algunas de las
restricciones en cuanto a alimentos y sacrificios pueden comprenderse mejor a la luz de
las prácticas paganas. Por ejemplo: se prohibía guisar el cabrito en la leche de su madre
lo cual era un rito religioso de los cananeos (ver 23:19).
Se destacan algunas características distintivas del código hebreo. Todo el código se basa
en la autoridad de Dios y no en la de un rey. No hay división entre la ley civil y la religiosa;
las leyes morales, legales y religiosas están entretejidas y son inseparables. Esto
demuestra que Dios se interesa por todos los aspectos de la vida. Las leyes se aplicaban
sin hacer acepción de personas según su rango. Protegen a los indefensos tales como los
esclavos, los huérfanos, las viudas y los extranjeros. Los castigos de la ley manifiestan
un alto concepto del valor de la vida humana.
La ley del talión (pena igual a la ofensa) “ojo por ojo, diente por diente” (21:23–25) no
fue dada para que la persona ultrajada tomara venganza, sino para que no quisiera
compensarse más de lo que era justo. Ya no sería vengado siete veces un delito contra su
prójimo (Gén. 4:15; 24).
Hoff, P. (1978). El Pentateuco (p. 145). Miami, FL: Editorial Vida.

D. El Becerro de Oro: La Idolatría.

Mientras Moisés estaba en el Monte Sinaí recibiendo las leyes del pacto del Señor, el
pueblo se puso impaciente. Ellos apelaron a Aarón para que hiciese dioses que ellos
pudiesen ver porque no sabían lo que le había pasado a Moisés. Esto sugiere que ellos no
confiaban que el Señor sería bueno con Moisés. Ellos temían que, al igual que los dioses
del Antiguo Cercano Oriente, el Señor ya había consumido a Moisés. Aarón accedió por
medio de tomar el oro de ellos para hacer una estatua de un toro joven en su máxima
fuerza. El pueblo anunció: “Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de
Egipto” (32:4, 8).
El Señor se enojó mucho. Él le dijo a Moisés que destruiría al pueblo y empezaría de
nuevo con Moisés. Pero Moisés intercedió por el pueblo, diciendo que las naciones lo
interpretarían mal y creerían que Dios había estado planificando matarles todo el tiempo.
La reputación del Señor se dañaría. Además, Él había prometido a los patriarcas que sus
descendientes ocuparían la tierra un día. Dios decidió que Él no eliminaría totalmente al
pueblo, pero prometió que todos los que se habían vuelto a la idolatría serían borrados
por medio de plaga. Moisés regresó para tratar con el pueblo. Él tiró al suelo las tablas
así que se quebraron, de la misma forma como el pueblo había quebrantado el pacto.
Entonces él molió el becerro de oro e hizo que el pueblo lo bebiera en su agua. Finalmente,
para controlar al pueblo, los levitas se ofrecieron para ayudar y mataron alrededor de tres
mil personas.
Dios trata firmemente la infidelidad, pero es apasionado con su relación con las personas
y desea renovar el pacto cuando nosotros lo quebrantamos. Él acepta intercesión a favor
de las personas, aunque tiene a los individuos por responsables. Los líderes piadosos se
ganan el corazón de Dios. Ellos interceden por las personas y no se dan por vencidos.
Cotton, R. (2009). El Pentateuco (Libro de texto de estudio independiente). (R.
Arancibia, Ed., L. Gustafsson, Trad.) (p. 91). Springfield, MO: Global University.

E. La Construcción del Tabernáculo: La Gloria de Dios

Éxodo 25–40 nos proporciona una de las vetas más ricas en las inagotables minas de la
inspiración. Debemos valernos de nuestra imaginación y nuestro poder de raciocinio al
entrar en los santos recintos para contemplar ese moblaje significativo. Dios le dijo a
Moisés que deseaba un santuario o lugar santo donde morar, que señalara hacia Cristo y
diera a conocer su persona y su obra.
El atrio exterior
En este atrio estaba el altar de bronce sobre el que se sacrificaban las ofrendas
quemadas. Recordemos que Cristo es nuestra ofrenda por el pecado (Exodo 27:1–8).
La fuente estaba allí para que se lavaran los sacerdotes antes de poder entrar al lugar
santo a cumplir su servicio (Éxodo 30:18).
El lugar santo
Aquí se encontraban el candelera de oro (Éxodo 25:31–40), que tipificaba a Cristo, la
Luz del mundo, la mesa para el pan de la proposición (Éxodo 25:23–30), por cuanto
Cristo es el Pan de vida, y el altar de oro para el incienso (Éxodo 30:1–10), que
simbolizaba la intercesión de Cristo a favor de nosotros.
El lugar santísimo
Si ahora corremos el hermoso velo (que tipifica al cuerpo de Cristo), veremos el arca
del pacto, símbolo de la presencia de Dios. En el lugar santísimo el sumo sacerdote
entraba una vez al año para rociar la sangre de la expiación. El libro de Hebreos nos
dice que Cristo es no sólo nuestro Sumo Sacerdote, sino también nuestra expiación, por
lo cual podemos entrar en el Lugar Santísimo (la presencia de Dios) en cualquier
momento con confianza.
El tabernáculo mismo
El tabernáculo, con la nube de gloria encima, le indicaba al pueblo que Dios moraba en
medio de ellos (Éxodo 25:8).
El tabernáculo constituía el centro común y punto de reunión que podía trasladarse de
tiempo en tiempo. Los críticos dicen que la descripción del tabernáculo y su maravillosa
estructura no podían ser reales. Dicen que se trata de una época demasiado primitiva;
pero los resultados de la investigación han proporcionado abundantes pruebas de una
gran habilidad en tales asuntos mucho antes de la época de Éxodo. El lino fino se usaba
de muchas formas. Se han descubierto finos objetos en oro en tumbas que pertenecen a
épocas tan remotas como la decimosegunda dinastía, y Moisés vivió en la dinastía
dieciocho.
Mears, H. C. (1979). Lo que nos dice la Biblia (pp. 47–48). Miami, FL: Editorial Vida.

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