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Celso Furtado. Desarrollo y Estancamiento en América Latina.

DESARROLLO ECONOMICO. Vol. VI Nº 22-23. 1966.

DESARROLLO Y ESTANCAMIENTO EN AMÉRICA


LATINA

(Enfoque estructuralista)

CELSO FURTADO*

INTRODUCCIÓN

Los economistas latinoamericanos vienen dedicando una creciente


atención, en el correr de los últimos años, a dos problemas
considerados de importancia fundamental para la región. El primero
se refiere a la tendencia a la persistente elevación del nivel general
de precios, que se observa principalmente en los países donde se
está realizando o intentando realizar el desarrollo, bajo condiciones
de declinación del coeficiente de importaciones. El segundo alude a la
reducción de la tasa de crecimiento del ingreso real por habitante,
reducción particularmente notoria en los países que adquirieron una
diversificación mayor de sus estructuras económicas.
La finalidad de este estudio es aclarar ciertas peculiaridades de las
estructuras socio-económicas que constituyeron el marco del proceso
de crecimiento de los países latinoamericanos. Las relaciones
estructurales utilizadas como parámetros para el análisis económico,
se infieren de la observación de las economías nacionales más,
representativas de la región, aun cuando no siempre se haga
referencia a casos concretos. Una tipología muy general de las
economías regionales se vuelve explícita a lo largo del análisis.
La interdependencia entre el proceso del crecimiento y la elevación
del nivel general de precios aparece claramente como subproducto
del análisis. Pero su objetivo básico es determinar la naturaleza y el
origen de los procesos responsables de la reducción de las tasas de
crecimiento. Se busca una hipótesis explicativa del origen de tales
procesos en las peculiaridades de las estructuras socioeconómicas, lo
que apunta hacia la posibilidad de generalizar el enfoque
estructuralista predominante en el pensamiento económico

*
Universidad de París.

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latinoamericano, en el sentido de abarcar en un solo marco teórico la


caracterización del tipo de crecimiento que se va dando en la región,
las relaciones entre el crecimiento y la inflación y la tendencia al
estancamiento observada en el período más reciente.
De un modo general, el estudio del desarrollo económico en
América latina toma como punto de partida la integración de las
economías nacionales de la región en los mercados mundiales,
integración que tuvo lugar, en casi todos los casos, en la segunda
mitad del siglo pasado. Se ignoran, en cambio, las características de
la realidad social y política latinoamericana, y se limita el estudio a un
análisis de los factores económicos pertinentes, principalmente de
aquellos relacionados con el comercio exterior y las finanzas públicas.
Sin embargo, lo que ocurre es que, si bien las variables económicas
pueden ser definidas sobre la base de conceptos derivados de
principios generales de economía, el comportamiento de estas
variables está condicionado por parámetros institucionales cuyo
conocimiento exige un estudio específico de la realidad social. En el
caso de Latinoamérica esta realidad presenta particularidades cuyo
conocimiento es requisito indispensable para comprender el
comportamiento del sistema económico.
Esquemáticamente y con un alto grado de generalidad, cabe
señalar que la organización social prevaleciente en América latina,
como consecuencia de la colonización hispánica, presenta dos
características sobresalientes: a) existencia de un sector urbano a
través del cual se ejercía el poder, el que a su vez, en la etapa
colonial, tenía como centro de las decisiones superiores a las
respectivas metrópolis europeas; y b) adjudicación de los factores de
la producción-tierra y mano de obra indígena, donde ésta existía, a
una clase de señores ligados al poder central por vínculos de lealtad
personal.
El proceso de colonización se traducía en la creación de una
cadena de núcleos urbanos de dimensión y significación variables que
constituían la estructura básica del poder político y de la organización
administrativa. Junto a esta rígida estructura administrativa,
responsable de la defensa de los intereses de la metrópoli, se
formaba un sistema económico altamente descentralizado, bajo la
dirección de una clase de señores con prerrogativas semifeudales. En
aquellas regiones en las que el control de la metrópoli fue menos
rígido se desarrollaron actividades comerciales sobre la base del
contrabando, las que posibilitaron la formación de un grupo social

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urbano con cierto poder económico. Un fenómeno similar ocurrió allí


donde se pudo ejercer una actividad altamente lucrativa fuera del
control de la clase de propietarios de la tierra, como en el caso de la
minería aluvional de oro en el Brasil. Lo que interesa destacar es que
tales actividades lucrativas, ejercidas fuera del control de los señores
de la tierra, estaban vinculadas a los núcleos urbanos y eran dirigidas
por hombres cuya lealtad al poder metropolitano era mucho menos
rígida. De esa forma, a través del proceso de colonización se fue
formando una clase dirigente constituida por dos grupos de intereses
distintos pero no necesariamente antagónicos. Por un lado, estaba el
grupo de señores de la tierra con amplios poderes sobre los núcleos
de población que habitaban sus dominios; por otro lado, estaban
aquellos elementos cuya riqueza derivaba del comercio y de otras
actividades de carácter esencialmente urbano. La confrontación
permanente entre "conservadores" y "liberales" que se prolonga
durante todo el primer siglo de la independencia política, traduce de
algún modo esta dicotomía de actividades de la clase dirigente
formada en el período colonial.
El conflicto entre las dos fracciones de la clase dirigente alcanza
mayor significación a partir de la vida política independiente, en razón
de ciertas, características del rígido sistema de poder estructurado
por la metrópoli. En tanto instrumento de dominación del poder
metropolitano, ejercido a distancia sobre una sociedad en la que
prevalecían ciertas formas de descentralización semifeudales, el
Estado en la época colonial se configuró como una fuerte burocracia
que constituyó uno de los elementos esenciales de la estructura social
urbana. Como intermediaria en la obtención de prebendas
adjudicadas por el poder metropolitano y más tarde como creadora
ella misma de tales prebendas, la estructura político burocrática tenía
gran peso dentro de la sociedad, por lo cual su control era vivamente
disputado por las fracciones de la clase dirigente. Con el correr del
tiempo, el propio desarrollo de la estructura burocrática daría origen
a un nuevo sector social de clase media que, en razón de su
penetración dentro del aparato del Estado, se transformó en un
elemento constitutivo esencial del sistema de poder.
La rápida integración de las economías latinoamericanas en las
corrientes del comercio internacional que tuvo lugar en la segunda
mitad del siglo pasado, se debe en gran parte a la existencia de ese
sector "liberal" en las clases dirigentes de la región. No cabe duda
que el elemento básico de este proceso de integración económica

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debe buscarse en el dinamismo propio de las economías capitalistas


avanzadas de la época. Se trataba, en última instancia, de un
desplazamiento de la frontera económica europea. Pero la rápida
respuesta latinoamericana sólo se explica si se tiene en cuenta la
dicotomía existente en la clase dirigente de la región. El grupo liberal,
constituido principalmente por elementos urbanos, estaba abierto a
las influencias externas. Mientras el grupo de los señores de la tierra
extendía su poder a través de un proceso de crecimiento vegetativo,
ocupando nuevas tierras y recogiendo un muy escaso excedente
creado por la población que en ellas se iba instalando, la burguesía
urbana dependía esencialmente de las relaciones económicas
exteriores para sobrevivir. Cabíale la doble función de descubrir
nuevas, líneas de comercio y de actuar sobre el interior con medios
financieros y otros, para inducir la producción de aquello que se
quería comercializar. En algunos casos se trataba de introducir
cultivos exóticos en la región, o de correr riesgos en la etapa inicial,
lo cual sólo podía ser llevado a cabo por elementos con un
conocimiento directo de las posibilidades que ofrecían los mercados
externos. Estos elementos urbanos fueron, en realidad, los
schumpeterianos del desarrollo "hacia afuera" de América latina.
Para explicar la influencia que llegó a tener este grupo liberal en
una sociedad fundamentalmente agraria de tipo semifeudal, es
necesario tener en cuenta las características de la organización
política de esta sociedad, en la cual el aparato burocrático montado
por el Estado desempeñó un papel relativamente autónomo desde
temprano. Bajo la influencia de los grupos liberales a los cuales se
incorporaron muchos de los elementos más dinámicos del sector
agrario, el Estado jugó un papel importante en la etapa de transición
de una sociedad semiaislada, de características feudales, hacia una
creciente integración con la economía capitalista europea en rápida
expansión. La financiación por parte del gobierno brasileño de la gran
inmigración europea, que posibilitó el desarrollo del cultivo del café
en el último cuarto del siglo pasado, es un ejemplo típico de esta
acción estatal.
Sintetizando: la extraordinaria rapidez del proceso de desarrollo
"hacia afuera" se explica, desde el punto de vista latinoamericano, si
se considera la acción convergente de los siguientes factores: a)
disponibilidad de factores en un sistema económico de tipo
precapitalista; b) existencia de un sector de la clase dirigente con
motivación schumpeteriana, esto es, orientado a la creación de

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nuevas líneas de exportación y producción como forma de defender o


incrementar su influencia y prestigio, y c) la existencia de una
organización política suficientemente articulada para servir de
instrumento al grupo dirigente, en su esfuerzo para eliminar los
principales obstáculos opuestos por la estructura semifeudal al
proceso de integración en la economía internacional en rápido
desarrollo.

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LA ECONOMÍA PRECAPITALISTA


LATINOAMERICANA

El sistema socio-económico que se formó en América latina


durante el período colonial y que prevalecía en la región hacia
mediados del siglo pasado, presentaba ciertas características que
deben ser consideradas si pretendemos explicar las etapas
subsiguientes de crecimiento. Como ya observamos, la ocupación
territorial se llevó a cabo, en general, a partir de la instalación de
pequeños núcleos urbanos, los que eran una proyección del grupo
metropolitano. Las cadenas de estos nucleamientos constituían el
sistema de defensa del territorio contra las frecuentes incursiones de
enemigos externos a internos. También de estos núcleos salían los
individuos autorizados a buscar metales preciosos a otras riquezas
que se suponía existían en las nuevas tierras, inclusive la mano de
obra indígena tan necesaria en ciertas áreas. Allí donde existió el
propósito de iniciar una agricultura capaz de crear excedentes, las
unidades agrícolas de distintas denominaciones alcanzaron desde el
comienzo gran importancia como centros económicos y sociales en
perjuicio de los núcleos urbanos. En razón de la inexistencia de toda
infraestructura, la unidad agrícola debía contener en sí misma todo
un sistema económico de producción y comercialización ligado
directamente a algún centro urbano principal. Por lo tanto, las
dimensiones de una unidad agrícola tenían que ser considerables, lo
que explica que la adjudicación de tierras se haya limitado a personas
con recursos para organizar una empresa agrícola capaz de prescindir
de economías externas.
El punto de partida de la economía agrícola latinoamericana fue,
por lo tanto, la gran empresa con miras a la creación de un excedente
que se exportaba -el caso de algunos productos tropicales- o que se
destinaba a las zonas mineras o a los núcleos urbanos. Si

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pretendemos comprender el tipo de estructura social que predominó


en la región debemos considerar las transformaciones que sufre este
tipo de organización económica. Allí donde el impulso dinámico inicial
partía de la minería es natural que, con la decadencia de ésta,
tendiesen a desaparecer los mercados que anteriormente absorbían
los excedentes agrícolas. En el caso de las líneas de exportación
surgían ocasionalmente áreas productoras que competían,
geográficamente mejor situadas o políticamente mejor defendidas.
Así, la economía azucarera del noreste brasileño sufrió, ya en el siglo
XVII, la fuerte competencia de los productores de las Antillas inglesas
o francesas, más cercanos a Europa y protegidos en los grandes
mercados metropolitanos. Otras veces surgían obstáculos a la
comercialización de los productos en los mercados tradicionales como
consecuencia de las guerras en que se empeñaba la metrópoli. Es así
como varias circunstancias contribuyeron a reducir la importancia
relativa del excedente comercializado fuera de la unidad agrícola, la
cual iba perdiendo sus características de empresa para transformarse
cada vez más en un sistema de organización social con características
semifeudales. De ese modo, la plantación densamente capitalizada en
la que la mano de obra esclava o semiesclava era intensamente
utilizada y trabajaba organizada en equipos, tendió a ser
reemplazada por sistemas mixtos de organización agrícola, en los
cuales correspondía a cada campesino la responsabilidad de producir
sus propios alimentos. En aquellos lugares en que estas
transformaciones se cumplieron totalmente, la unidad agrícola como
sistema de organización de la producción se fragmentó en una
multiplicidad de unidades de dimensiones familiares, subsistiendo el
gran dominio como superestructura recaudadora de la renta de la
tierra y centralizadora de las actividades comerciales.
Para comprender el tipo de organización económico-social que se
constituyó en América latina es necesario tener en cuenta que si bien
la colonización tuvo lugar con oferta ilimitada de tierras, todas
aquellas tierras que posibilitaban la creación de excedente económico
eran automáticamente transformadas en propiedad privada de una
pequeña minoría. De este modo, la abundancia de tierras aseguraba
medios de subsistencia a la población, cuyo crecimiento vegetativo no
encontraba límites por ese lado. No obstante, todo trabajador de la
tierra debía pagar en principio un tributo a un miembro de la clase de
los propietarios de la tierra. Cuando las posibilidades de
comercialización eran limitadas, el pago del tributo adquiría otras

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formas, tales como la prestación de servicios domésticos, ayuda en el


cuidado de las propiedades, obras de mejoramiento, construcciones,
etcétera.
La economía agrícola precapitalista que predominó en América
latina asumió las más variadas formas, comprendiendo desde la
comunidad indígena semicerrada, con propiedad colectiva de la tierra,
hasta los grandes dominios en los cuales la propiedad privada de la
tierra constituye la base de un sistema de organización social que
permite a aquellos que poseen su control apoderarse de más de la
mitad de la producción de los que la trabajan. Desde el punto de vista
económico, lo que caracteriza a este tipo de unidad productiva es,
que no está organizada sobre la base de criterios de racionalidad
específicos de la empresa creada para producir y maximizar
beneficios. Por otro lado, si no tenemos en cuenta las comunidades
indígenas semicerradas, simples residuos de sistemas de cultura
anteriores a la penetración europea, comprobamos que la
característica común de la economía precapitalista regional es el
control del factor básico de producción -la tierra - por una pequeña
minoría vinculada a los centros del poder político. En principio, la
tierra puede ser considerada como factor de oferta ilimitada y, a
partir de cierta distancia de los centros de comercialización, es un
bien libre. Con todo, el hombre que la trabajaba, allí donde era un
bien libre, estaba por definición incapacitado para crear un excedente
comercializable, pues no se beneficiaba con ninguna economía
externa. Pero como la propia subsistencia del trabajador agrícola
dependía de su posibilidad de comercializar parte de su producción, a
fin de poder obtener en el mercado sal, combustible y otros bienes
imprescindibles, se explica la preferencia del trabajador por afincarse
en tierras que se beneficiasen, de economías externas, aun cuando
ello lo obligase a dividir su producción con el propietario de esas
tierras.
En el sistema económico que acabamos de describir y desde el
punto de vista de los propietarios considerados en conjunto, la tierra
constituye un factor de oferta ilimitada cuyo grado de utilización
depende de la disponibilidad de la mano de obra. Como el excedente
creado por una familia permite, en general, mantener otra, siempre
que la oferta de mano de obra esté en aumento se volverá fácil abrir
nuevas tierras, preparar pasturas, implantar nuevos cultivos,
construir caminos de acceso, etcétera. A esto se debe que, en los
dominios agrícolas de las economías precapitalistas, la mano de obra

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sea siempre considerada un factor escaso. Toda adición de mano de


obra contribuye a aumentar el excedente en manos de la clase
terrateniente. Observando el problema desde otro ángulo: el control
de la tierra por una pequeña minoría, en condiciones de economía
precapitalista, capacita a esta minoría para recaudar un tributo de
todo aquel que trabaja tierras beneficiadas por economías externas.
Encarado el problema desde el punto de vista de sus consecuencias
sociales, se comprueba que tal organización económica engendra un
sistema de distribución del ingreso por el cual una parte sustancial de
éste (de 50 a 60 por ciento) se concentra en manos de una minoría
que difícilmente alcanza el 5 % de la población.
Hubo casos en América latina en que, como resultado de una
ruptura del sistema político, provocada por factores exógenos, se
eliminó bruscamente la clase de grandes propietarios de tierras. Un
buen ejemplo lo da la liquidación de las misiones jesuíticas,
propietarias de grandes extensiones, particularmente en el Paraguay.
En ocasión de este cataclismo político, las tierras que antes eran
propiedad de la Orden pasaron a manos de aquellos que las
cultivaban. La eliminación de la renta de la tierra como instrumento
de captación de un excedente económico trae como consecuencia el
fortalecimiento de la posición de los intermediarios capacitados, para
comercializar la parte de la producción que el agricultor no consume
directamente. Con todo, el agricultor adquiere una capacidad de
maniobra que puede determinar importantes modificaciones en el
sistema de organización de la producción y en la forma de
distribución del ingreso. Mientras que en sus relaciones con el
propietario de la tierra el trabajador no tenía otra alternativa que
entregar gran parte de lo que producía, ahora puede optar por
reducir la parte comerciable de su producción agrícola -produciendo
más para autoconsumo- y dedicándose a actividades artesanales no
agrícolas, mejorando su vivienda, etcétera. Diversificando la
producción para consumo propio se defenderá del manejo de precios
por parte de los intermediarios. Para el conjunto de la economía, la
consecuencia será una relativa decadencia de la actividad comercial y
un retroceso en los patrones de división social del trabajo. No
obstante, esto no impedirá la elevación del nivel de vida de la
población campesina. En efecto, es un hecho de observación corriente
que en ciertas áreas de América latina, en que el grado de
comercialización de la producción es bajo -como en el caso de las

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regiones de antigua colonización en el Paraguay- , el nivel de vida de


la población es relativamente alto.
Consideremos ahora una situación similar a la descrita, es decir, la
eliminación de la clase de los propietarios de la tierra como
consecuencia de un cataclismo político, pero en una etapa
subsiguiente, después de un largo período de crecimiento de la
población. La presión demográfica sobre la tierra obligará a los
agricultores a buscar vías de producción que permitan una utilización
más económica de los suelos. Sin este esfuerzo de especialización los
patrones de vida de la población debían disminuir a niveles capaces
de frenar el crecimiento de era población. La única alternativa para
un equilibrio maltusiano de este tipo, estando excluida la posibilidad
de cambios tecnológicos engendrados endógenamente, es la vía de
las ventajas comparativas ofrecidas por la exportación, lo que
permite a la clase de los intermediarios recuperar ó aumentar su
influencia. En tales circunstancias la clase comerciante tenderá a
asumir en el sistema económico un papel idéntico al que
anteriormente jugaba el grupo de los propietarios de la tierra.

LA ETAPA DE CRECIMIENTO DE LAS EXPORTACIONES

Hasta mediados del siglo pasado la base de las economías


latinoamericanas residía predominantemente en sistemas de tipo
precapitalista con las características generales ya esbozadas. La
abundancia de tierras posibilitaba el crecimiento regular de la
población. Sin embargo, no existe ningún indicio de que la
productividad del trabajo se haya elevado persistentemente en
alguna región. La revolución tecnológica en los medios de transporte
marítimo, la penetración de las manufacturas inglesas que iban
modificando los patrones de consumo de ciertos sectores de la
población, las nuevas posibilidades surgidas en los mercados
europeos en expansión, lo mismo que el ejemplo del rápido
desarrollo de los Estados Unidos, éstos y otros factores
determinaron la aparición de una actitud "progresista",
principalmente en aquellas regiones en las que las clases urbanas
tenían influencia política. Esta actitud progresista llevó a los
gobiernos de algunos países a tomar la iniciativa de promover
importantes inversiones en la infraestructura -financiándolas con
préstamos extranjeros- o aun a cubrir todos los gastos del traslado

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de grandes masas de inmigrantes europeos traídos a la región.


Estos grupos europeos tendieron a concentrarse geográficamente,
contribuyendo a la intensificación del progreso de la urbanización y
a la adopción de nuevas formas de consumo y de organización
social.
Como ya lo hemos señalado, la rapidez del proceso de integración de
las economías latinoamericanas en los mercados mundiales, a partir
de la segunda mitad del siglo pasado, se explica por la convergencia
de factores exógenos y endógenos. En el caso de la industria minera
los factores exógenos fueron, sin lugar a dudas, los predominantes.
Otras veces la acción exógena aparecía en etapas más avanzadas,
ligada a la importación del capital financiero o de maquinarias a la
introducción de nuevas técnicas y a la creación de economías
externas a través de la instalación de puertos, vías férreas o servicios
públicos urbanos. Todas estas transformaciones se daban al impulso
del crecimiento de las exportaciones, cuya característica fundamental
residía en que éstas se apoyaban en un nuevo sistema de
organización de la producción que desde ese momento coexistió, en
cada país, con la economía precapitalista. En el caso de los países
exportadores de minerales, el dualismo de los sistemas económicos
era particularmente obvio, pues la economía de exportación se
hallaba en general geográficamente aislada. Este dualismo era menos
visible, pero no menos real, en los países exportadores de productos
agrícolas, por lo menos en su fase inicial. En el Brasil la producción de
café, cacao, caucho y demás productos de exportación -con la única
excepción del azúcar- se organizó en tierras hasta entonces no
utilizadas, exigiendo importantes desplazamientos de población.
Es necesario tener en cuenta las características de la economía
precapitalista para entender por qué la nueva economía de
exportación debió organizarse al margen de la estructura económica
tradicional. Según vimos, el gran dominio se transformó
progresivamente en una institución básica de la estructura social y
política y desempeñó cada vez menos funciones de carácter
predominantemente económico. Su función principal era extraer un
excedente de la población trabajadora agrícola, organizar la
seguridad y crear algunas economías externas. Dentro de la
estructura política y social formada por el gran dominio, la familia
campesina representaba cada vez más la unidad básica de
producción. La actitud empresarial, que permitió el rápido desarrollo
de las líneas de exportación, se originó en los grupos de comerciantes

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que operaban en los centros urbanos. Ahí es donde aparecían los


individuos que "descubrían" nuevos horizontes económicos, sea
probando la capacidad de absorción de los mercados externos, sea
induciendo a grupos de agricultores a cultivar un producto con
perspectivas favorables en los mercados extranjeros. Una vez hecho
el "descubrimiento" era natural que se multiplicaran las iniciativas,
comenzando un período de especulación con tierras favorablemente
situadas y capaces de presentar altos rendimientos agrícolas. El
desplazamiento de poblaciones -atraídas por salarios más altos y por
la posibilidad de fácil enriquecimiento que la suerte de unos pocos
transformaba en leyenda- se daba espontáneamente. El
desplazamiento de la frontera del café, en el norte del Paraná (Brasil)
constituye un ejemplo reciente de este proceso de rápida creación de
una nueva agricultura, bajo el estímulo dinámico de la demanda
externa.
La agricultura de exportación, organizada en empresas de tipo
capitalista, tendió a concentrarse en ciertas áreas, de acuerdo con los
productos en que se especializaba, lo que facilitó la construcción de la
infraestructura requerida para su expansión y ligazón a los mercados
externos. La absorción de mano de obra, suponiendo una demanda
externa totalmente elástica a determinado nivel de precios, estaba
entonces determinada por la disponibilidad de tierras de ubicación y
calidad adecuada, por la productividad física de esa mano de obra y
por la tasa de salario real que debía ser más alta que la que el
trabajador obtenía como remuneración en la agricultura tradicional.
Al fijar una tasa de salario superior a la remuneración que el
trabajador obtenía en la agricultura precapitalista, el sector
exportador se aseguraba una oferta totalmente elástica de mano de
obra. En efecto, la vieja agricultura funcionaba como reserva de
mano de obra; mientras no se agotara esa reserva, el sector
exportador gozaba de una oferta ilimitada del factor trabajo a un
nivel de salarios definido básicamente por las condiciones de vida que
predominaban en los dominios semifeudales. En el caso de un país
cuyo nivel de vida en el ámbito de la economía precapitalista es
relativamente elevado, como sucede donde las tierras son de buena
calidad y el trabajador no paga renta -caso citado de las regiones de
antigua colonización en el Paraguay- el desarrollo de una agricultura
de exportación se enfrentó con serios obstáculos.
El caso de la expansión cafetalera en el Brasil constituye un
ejemplo típico de la combinación de una gran abundancia de tierras

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de buena calidad y bien ubicadas con una oferta ilimitada de mano de


obra a un nivel de salarios relativamente bajo. La saturación de los
mercados internacionales fue el límite a la expansión de la
producción. Aun sin presentar las características dramáticas que las
dimensiones dan al caso del café en el Brasil, de modo general la
experiencia latinoamericana en la etapa clásica de expansión de las
exportaciones, siguió los mismos lineamientos básicos. La tierra
aparece siempre como un factor abundante y la oferta de mano de
obra presenta una elasticidad elevada a niveles de salarios
relativamente bajos. El equilibrio entre oferta y demanda se logra a
través de una secuencia de crisis de superproducción, lo que explica
en parte la tendencia -observada a largo plazo- al deterioro en los
términos del intercambio.
El rápido desarrollo de la agricultura de exportación
latinoamericana en la etapa aquí considerada puede comprenderse
mejor si se considera detenidamente el proceso de formación de
capital dentro de esa agricultura. Si se define la inversión en un
sentido limitado, como formación de capital a través de la aplicación
de recursos generados en un período productivo anterior, entonces el
desarrollo de la nueva agricultura se producía sobre la base de
inversiones relativamente escasas. Tales inversiones se destinaban a
la apertura de caminos de acceso, a la compra de maquinarias
manuales utilizadas por los agricultores y a limitados adelantos
requeridos por la nueva mano de obra que se iba incorporando a las
tareas agrícolas. La mayor parte de la remuneración de esa mano de
obra -utilizada en la expansión de la capacidad productiva de la
agricultura- se cubría con la producción de alimentos obtenida en las
tierras que se iban incorporando a la nueva agricultura. El caso de los
cultivos permanentes nos permite un mejor análisis de este proceso;
por ende, lo tomaremos como ejemplo. En este caso, la formación de
capital equivale a la acumulación de la renta que se le imputa al
factor tierra, renta que, de no haberse dado la expansión de la
agricultura no existiría. Así, la propia expansión de la agricultura crea
los recursos que alimentan al proceso de inversión. Se explica
entonces cómo en un período de cinco a seis años, -en la década del
cincuenta- la producción brasileña de café se duplicó, sin que esto
haya significado una mayor presión sobre los recursos o un desvío de
las inversiones de otros sectores. Este concepto más amplio de
inversión, incluyendo el trabajo incorporado en la agricultura, será
considerado detalladamente a continuación.

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Intentaremos cuantificar las relaciones antes referidas


concernientes al proceso de formación de capital, tomando como
base una economía agrícola de exportación como la brasileña en su
etapa de oro de la expansión del café, cacao a otro cultivo
permanente. En este caso se puede admitir que cerca del 90 % del
capital reproducible, invertido directamente en la expansión de los
cultivos destinados a la exportación, constituye trabajo acumulado y
pagado, con parte de la producción agrícola obtenida de la misma
tierra durante el período de gestación del cultivo permanente. A esta
parte de la inversión la llamaremos K. El otro 10 % de la inversión
que requiere ahorro producido en un período anterior lo
denominaremos K, y al total del stock de capital K. Admitiremos que
la relación incremental producto-capital reproducible (QP/Qk + AK)
es 0,4; se infiere, por lo tanto, que la relación (pP/QK) es 10 veces
mayor, o sea 41.
Consideremos más detenidamente el proceso de formación de k,
que sabemos representa el trabajo incorporado en el proceso de
formación de las nuevas plantaciones y que corresponde
aproximadamente al valor de la renta de la tierra durante ese
período. Todo se desarrolla como si el trabajador dedicase parte de
su tiempo, digamos la mitad de sus horas de trabajo, a implantar el
cultivo permanente y la otra mitad a cuidar cultivos anuales para si
mismo, lo que no significa que éstos se destinen exclusivamente al
autoconsumo. Para mayor claridad, conviene considerar la instalación
de nuevas plantaciones como un sector productivo independiente,
esto es, un sector orientado a la generación de capacidad productiva.
No obstante, se debe tener siempre en cuenta que esa producción de
la capacidad productiva agrícola-exportadora se hace
concomitantemente con una expansión de la producción agrícola
corriente destinada a cubrir la remuneración de la mano de obra
adicional necesaria para expandir el sector exportador. Admitiremos,
finalmente, que la mano de obra empleada en la producción de k
requiere la misma cantidad de K y obtiene la misma remuneración
que los trabajadores directamente empleados en la producción
agrícola exportadora.
Las definiciones y relaciones presentadas nos permiten dividir las
actividades agrícolas en tres sectores, correspondiéndole a cada, uno
una función propia. La agricultura precapitalista P1 constituye el
primer sector; el segundo, P2, corresponde a aquellas actividades que
producen directamente para la exportación, y el tercer sector, P3,

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está constituido por las actividades responsables de la expansión de


la capacidad de P2, es decir, por la producción de k. Se debe admitir
que la productividad de la mano de obra, así como la remuneración
del trabajador, son sustancialmente mayores en P2 y P3 que en P1. No
obstante, si bien la remuneración del trabajador es menor en P1,
dada la baja productividad de la economía precapitalista, debemos
admitir que la parte de la producción requerida para remunerar al
trabajador sea menor en P2 y P3. En efecto, en el sector exportador la
remuneración del trabajador difícilmente llega a absorber el 50 % de
su producto, siendo algunas veces menos de un tercio, mientras que
en el sector precapitalista la remuneración del trabajador, de modo
general, alcanza o supera la mitad de su producción. De este modo,
si consideramos el conjunto de la agricultura en la etapa de
expansión de las exportaciones, comprobamos que la elevación de la
productividad del trabajo y la elevación de la remuneración promedio
del trabajador se dan paralelamente a la reducción de la participación
de los salarios en el ingreso global del sector agrícola. Sin embargo,
esa concentración del ingreso se hace en beneficio de los empresarios
capitalistas y no de los terratenientes del sector semifeudal.

La expansión de la capacidad productiva de P2 presupone un


aumento previo de la actividad productiva en P3, que se comporta
como un sector productor de equipos sometido, por lo tanto, a un
mecanismo de aceleración toda vez que se expande la demanda de
los bienes producidos con tales equipos. De este modo si la demanda
de café, cacao a otro producto semejante aumenta, el sector P3
dedicado a la instalación de nuevas plantaciones tiende a absorber
una gran cantidad de mano de obra, alejándola del sector
precapitalista. La absorción de esta mano de obra requiere una mayor
movilización del ahorro generado en un período productivo (AK), la
cual -como ya lo indicamos- se admite igual por trabajador a la

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requerida para ocupar una persona en P2. En tanto podemos admitir


que la productividad de la mano de obra sea de la misma magnitud
en P2 y P3, la relación P/K es también idéntica en los dos sectores,
con la diferencia que en el sector P2, K debe recibir un importante
complemento de k, mientras en P3 los insumos se limitan a la mano
de obra (L) y a K. Las tres funciones de producción pueden
expresarse como sigue:

bij: cantidad de capital i necesaria por unidad de producción del


sector j.
lj: cantidad de trabajo necesario por unidad de producción del sector
j.
La participación de P3 en el total de la producción agrícola tenderá
a aumentar siempre que se eleve la tasa de crecimiento de las
exportaciones. Por otro lado, siempre que aumente la importancia
relativa de P3 en el total de la producción agrícola aumentará la tasa
de crecimiento en el conjunto del sector agrícola, al tiempo que se
eleva la relación producto-capital. La acción convergente de estos
dos factores causará una elevación de la tasa de crecimiento.
Llamaremos pK a la inversión total, siendo pk = 0,9pK y pK = 0,1
pK, según las definiciones ya dadas. Como la productividad del sector
trabajo es la misma en P2 y en P3, siendo también igual en los dos
sectores productivos la relación L/K, se infiere que la relación
producto-capital (P/K) en P3 es diez veces superior que, en P2z.
Como P2 y P3 deben ser considerados conjuntamente como dos
subsectores de la agricultura capitalista que se interpenetran, se
deduce que la relación producto-capital tenderá a ser tanto mayor en
la agricultura cuanto más alta sea su tasa de crecimiento. Por otro
lado, siempre que igualemos ex post la inversión y el ahorro,
debemos deducir que el aumento de la participación de P3 en la

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producción total implica elevación de la tasa de ahorro, pues al crecer


P3 la producción de K aumenta necesariamente con la misma
intensidad. Como k no puede consumirse o exportarse, debiendo
necesariamente incorporarse a la capacidad productiva, se infiere que
su crecimiento relativo significa, ceteris paribus, un aumento de la
tasa de ahorro ex post.

Si el crecimiento relativo de P3 trae consigo un aumento de la tasa


de ahorro, se deduce entonces que ésta es función de la orientación
en la aplicación de los recursos. Así, no sólo el nivel de la demanda,
sino también su composición, constituyen un factor básico en la
determinación de la tasa de ahorro y del ritmo de crecimiento. Si el
comportamiento de la demanda lleva a trasladar gente de P1, a P3, no
sólo tiene lugar una elevación de la productividad del factor trabajo,
sino también una elevación de la tasa de ahorro que permite una
aceleración del crecimiento con una mínima presión inflacionaria.
Tales condiciones sólo se dan cuando el incremento anual de P2 crece
en términos absolutos, exigiendo una tasa de incremento estable o
creciente de las exportaciones, y son incompatibles con exportaciones

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crecientes pero a una tasa declinante. No obstante, si las


exportaciones crecen, aun a una tasa proporcionalmente declinante,
la producción en P3 podrá seguir creciendo por algún tiempo. Esto
significa que un cierto volumen de mano de obra -si bien cada vez
menor- está siendo trasladado de P1 a P2, lo que implica un aumento
de la productividad promedio de trabajo y de la remuneración del
trabajador, pero no una elevación de la tasa de crecimiento de la
producción total. Si la tasa de crecimiento de P2 sigue disminuyendo
se alcanzará un punto en que el sector P3 comenzará a reducirse. De
mantenerse la tendencia en el mismo sentido, se alcanzará un
segundo punto en el que la absorción de más gente en P2 será
inferior al desempleo creado en P3, lo que implica que deberá volver
gente a P1. En el primer punto, cuando P3 comienza a declinar, se
inicia una contracción de la tasa de ahorro; en el segundo, que señala
el comienzo del retorno de mano de obra hacia P1, comienza la
disminución de la productividad promedio del factor trabajo. Esta
baja de productividad producirá consecuencias secundarias en las
zonas urbanas, donde los precios relativos de los productos agrícolas
tenderán a subir.
Ya nos hemos, referido al hecho de que la nueva agricultura que
se desarrolla al impulso de la demanda exterior, se beneficia de una
oferta ilimitada de .mano de obra a un nivel de salarios
relativamente bajo y definido por las condiciones de vida que
predominan en el sector precapitalista. Sin embargo, puede darse el
caso de que las dimensiones de este sector sean relativamente
reducidas -desde el punto de vista de la mano de obra que emplea-
y que la disponibilidad de tierras de calidad y ubicación adecuadas a
una rápida expansión de la agricultura de exportación sea grande.
Éste fue precisamente el caso de la Argentina, cuya integración en
los mercados internacionales se dio con una rapidez extraordinaria.
En tales circunstancias puede darse en un período relativamente
corto un vacío en la agricultura precapitalista, incorporándose todos
los factores a la nueva agricultura organizada sobre la base de
empresas capitalistas.
Una vez absorbido el sector precapitalista se unificará el mercado
de trabajo. Siendo así, la tasa de salarios ya no será función de los
patrones establecidos en los dominios semifeudales y sí se relevará
con la productividad, tal como ocurre en cualquier economía
capitalista en la cual la mano de obra es un factor de oferta limitado.
Alcanzando la tasa de salario determinado nivel, puede ser factible un

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aflujo significativo de mano de obra extranjera. La corriente


inmigratoria posibilitará un mayor desarrollo del factor exportador y
por algún tiempo detendrá la tendencia a la elevación de los salarios.
Con todo, introducirá en el país nuevos hábitos de consumo y, siendo
su origen europeo, nuevas actitudes sociales conducentes a formas
más avanzadas de organización de trabajo, gracias a las cuales se
reduce toda posibilidad de reversión a formas precapitalistas de
organización de la producción.
Con relación a aquellos países en los que el sector precapitalista
desapareció como reserva de mano de obra y en los que las tasas de
los salarios pasaron a fijarse según las condiciones predominantes en
un mercado de trabajo básicamente unificado, debemos señalar que
la transición hacia una estructura capitalista su cumplió plenamente.
Las economías de esos países –Argentina y Uruguay son los dos
únicos ejemplos de América latina- no pueden considerarse
subdesarrolladas, en tanto el concepto de subdesarrollo se ligue a la
idea de un dualismo estructural. Al eliminarse ese dualismo, el
mercado de trabajo ya no se diferencia cualitativamente de los
mercados de los demás factores de la producción. En tales
condiciones puede esperarse que los salarios pagados en la
agricultura se acerquen a los pagados en la industria y en los
servicios, tendiendo a desaparecer la gran disparidad de condiciones,
de vida entre poblaciones urbanas y rurales, característica
fundamental de los países típicamente subdesarrollados.
Las economías que desarrollaron líneas de exportación de
productos minerales también presentan ciertas peculiaridades que
merecen ser destacadas. El proceso de integración en el mercado
internacional crea, en este caso, un profundo dualismo en las
estructuras productivas, ya que el sector exportador presenta un alto
coeficiente de capital y un alto nivel de productividad de la mano de
obra, absorbiendo no obstante sólo una pequeña parte de la fuerza
de trabajo. La profunda divergencia en los niveles de la productividad
sectorial permite que el coeficiente de exportación se eleve a 25 ó 30
% aun cuando el sector que produce para la exportación emplee
menos del 5 % de la población activa. En tales casos la capacidad
fiscal del gobierno aumenta sustancialmente y la intensificación del
proceso de urbanización es una de las múltiples consecuencias
secundarias de este hecho. La absorción de mano de obra en el
sector minero exportador y el crecimiento urbano crean la necesidad
de mayores excedentes agrícolas, sin que este impulso sea suficiente

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para producir transformaciones en la estructura agraria. Si la


agricultura de exportación abre el camino a la penetración de la
empresa capitalista, es porque las ventajas comparativas de la
especialización proporcionan una elevada rentabilidad, aun sin la
introducción de mayores adelantos técnicos. En el caso de expansión
del mercado interno no existe la posibilidad de esa especialización,
razón por la cual la empresa capitalista -a fin de competir con los
excedentes provenientes de la economía tradicional- debería
apoyarse desde el comienzo en avances técnicos significativos. Sin
embargo, en vista de las condiciones favorables del sector externo, lo
más probable es que la demanda adicional de alimentos sea cubierta
total o parcialmente por 1ás importaciones. De este modo pudo
alcanzarse un alto coeficiente de exportación en varios países
latinoamericanos - Bolivia en el período prerrevolucionario era un
ejemplo extremo - sin que el sector agrícola sufriera ningún cambio
signicativo. Al contrario, la valorización de los excedentes creados por
la economía tradicional tienden a traducirse en una elevación de la
renta de la tierra, permitiendo que el grupo latifundario feudal
aumente su participación en el ingreso global y consolide su posición
en el sistema de poder.

LA ETAPA DE INDUSTRIALIZACIÓN

Durante el último cuarto del siglo pasado y las primeras décadas


del actual se dieron condiciones favorables al desarrollo de distintas
líneas de exportación latinoamericanas, beneficiando -aun cuando
desigualmente- a casi todos los países de la región. En lo que hace al
área como un todo, al término de la década del veinte cerca de una
cuarta parte del producto bruto estaba representada por las
exportaciones. Aun teniendo en cuenta que una tercera parte del
ingreso producido por las exportaciones permanecía fuera de la
región, debemos reconocer que las economías latinoamericanas
habían logrado un grado de integración excepcionalmente elevado en
un sistema de división internacional del trabajo. Constituye un hecho
significativo ineludible que a pesar de esa elevada integración en un
sistema de división internacional del trabajo (cerca del 40 % de la
actividad económica se vinculaba al sector exterior, sea por las
exportaciones o las importaciones), el sector precapitalista
conservaba una importancia relativa muy grande en casi todos los

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países del área. Siendo la mano de obra un factor de oferta ilimitada


en los sectores productivos fuera de la economía precapitalista, el
crecimiento asumía básicamente la forma de crecimiento relativo de
esos sectores beneficiarios de la oferta elástica de mano de obra, sin
que se produjeran mayores modificaciones en las funciones de la
producción dentro de esos sectores. Así, la producción por unidad de
insumo crecía para el conjunto de la economía, pero se mantenía
estable dentro de cada sector productivo, o sea que el sistema
económico iba cambiando su estructura sin necesidad de absorber
modificaciones tecnológicas. Evidentemente, donde se usaban
equipos importados, tales innovaciones eran absorbidas como un
simple proceso de rutina y no como una consecuencia de necesidades
económicas. En la agricultura esta penetración automática de
innovaciones tecnológicas se vio extremadamente limitada por el
simple hecho de que en el proceso de formación de capital se
incorporaban cantidades escasas de equipos.
La crisis mundial de 1929 y la prolongada depresión que le sucedió
interrumpieron en casi toda América latina el proceso de integración
en el sistema de división internacional del trabajo. Se inició entonces
un proceso de reversión por el cual la mayoría de las economías
nacionales de la región tuvieron que reducir de una u otra forma su
coeficiente de integración en el mercado mundial. Este proceso de
"clausura" de las economías nacionales asumió dos formas. La
primera consistió en la reversión de los factores aplicados en
actividades dependientes del sector externo al ámbito de la economía
capitalista, en la agricultura o el artesanado. La segunda consistió en
la industrialización. Las dos formas fueron utilizadas en distintos
grados en todos lados, pero el éxito de la industrialización fue muy
desigual, lo que es fácilmente explicable si se tiene en cuenta que esa
industrialización se apoyaba en mercados internos cuyas dimensiones
eran también muy desiguales.
En algunos países el impulso dado a la economía nacional por la
industrialización produjo -aun cuando en períodos limitados- tasas de
crecimiento relativamente altas, iguales o superiores a las alcanzadas
en la etapa de crecimiento de las exportaciones. El problema que se
presenta ahora es identificar la naturaleza y el alcance de ese proceso
de industrialización. ¿Constituye éste un camino seguro para alcanzar
y mantener una elevada tasa de crecimiento en la región?
La industrialización latinoamericana es conocida en todos lados
como un proceso de sustitución de importaciones. Se trata en

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realidad de un proceso de modificación de la estructura productiva, lo


que permite reducir la participación de las importaciones en la oferta
global sin reversión de factores a la economía precapitalista. Se
reducen o se eliminan ciertos rubros de las importaciones que se
sustituyen en el mercado por producción interna y se amplían
aquellos rubros, de sustitución más difícil. Como al mismo tiempo que
se reduce el coeficiente de exportaciones se amplía el ingreso per
cápita1, la composición de la demada interna tiende a modificarse, lo,
que exige alteraciones mayores en la estructura de la oferta que las
consideradas al iniciarse el proceso sustitutivo. El período de tiempo
requerido para que la oferta se adapte a las modificaciones en la
composición de la demanda -período que muchas veces se amplía
debido a obstáculos institucionales- da origen a presiones
inflacionarias, especialmente cuando la demanda externa es
inelástica.
Consideremos el caso de un país en el que, en 1929, las
exportaciones representaban la quinta parte del producto bruto y en
el que las importaciones contribuían con alrededor del 60 % de la
oferta de manufacturas. La capacidad para importar se reduce en un
50 % en razón de la baja de los precios y de la contracción de la
demanda externa provocada por la depresión. Las exportaciones
están compuestas por productos agrícolas e interesan a un gran
número de productores, lo que induce al gobierno a actuar
comprando el excedente de la producción exportable mediante la
expansión de los medios de pago y la modificación de la tasa de
cambio, de modo que las dos medidas conjugadas permiten mantener
el nivel de ingreso monetario del sector exportador. La estructura de
la demanda global deberá adecuarse a un nivel sustancialmente más
bajo de importaciones.
Para absorber parte de la demanda excedente de importaciones -
inflacionada por la expansión de los medios de pago- el gobierno
introducirá aumentos de tarifas que incidan sobre ciertas
manufacturas que ya eran producidas internamente en forma
incipiente.
La contracción de las importaciones, la modificación en la tasa de
cambios, la expansión del crédito para la financiación de stocks y la

1
La tasa anual acumulada de crecimiento del ingreso real por cápita en América
Latina, en su conjunto, se comportó a partir de 1950 del modo siguiente 1950-
1955:22%; 1955-1960: 1,4% (Cepal, Estudio económico de América Latina, 1963,
vol. Pág.3

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elevación de las tarifas, tienden a determinar una serie de


modificaciones en los, precios relativos y en la distribución del ingreso
que harán compatibles la composición de la demanda y la estructura
de la oferta. El reajuste final producirá, sin embargo, un alza en el
nivel general de precios y un aumento relativo en los precios de los
bienes importados. Es entonces natural que la posición competitiva
de las manufacturas de producción interna mejore sustancialmente,
al propio tiempo que se elevan sus precios relativos. Como la tasa de
salarios se mantiene estable en el sector industrial, cabe esperar que
la tasa de ganancias en ese sector tienda a elevarse. En tales
condiciones y considerando la existencia de una oferta elástica de
mano de obra, es lógico que los industriales traten de trabajar a dos
y tres turnos, lo que se logrará con inversiones complementarias
reducidas. Consecuentemente, la relación producto-capital tenderá a
crecer fuertemente. De hecho admitiremos que esa relación es igual a
uno en la situación inicial, o sea que una inversión de un millón de
dólares en capital reproducible produzca un flujo de ingreso (valor
agregado) de un millón de dólares en un período productivo anual.
Trabajando en dos turnos, mediante un incremento del 10 % en la
inversión (principalmente para cubrir necesidades adicionales de
capital circulante) el flujo de ingresos producido por la empresa
alcanzará dos millones de dólares elevándose la relación producto-
capital a 1,82. Veamos ahora el mismo fenómeno desde el punto de
vista de la tasa de ganancias. Supongamos que el stock de capital por
trabajador en la posición inicial sea de 2.500 dólares, y que el salario
anual del trabajador alcance a 600 dólares. Si la relación producto-
capital es igual a 1, los 2.500 dólares de inversión tendrán que
originar un flujo de ingresos (salarios más remuneración del capital)
de 2.500 dólares. Si la tasa anual de salarios es 600 dólares, las
ganancias brutas, alcanzan a 1.000 dólares, o sea el 76 % de la
inversión. En la segunda situación, el stock de capital se eleva a
2.700 dólares pero las ganancias alcanzan a 3.800 dólares, que
corresponden a una tasa de 138 %. Se trata de una formulación
grosera con el objetivo limitado de explicar la tendencia en el sentido
de una rápida elevación de la tasa de ganancias.
Observando el sistema económico en su conjunto vemos que, a
partir del momento en que se contrae la demanda externa, el sector
P3 responsable por el aumento de la capacidad productiva en la
agricultura, entra en rápido colapso determinando una baja de la
relación producto-capital y una declinación de la tasa de ganancias en

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la agricultura capitalista (P2 + P3), aun cuando se evite la reducción


del nivel de actividad de P2 a través de la compra de excedentes por
el gobierno. Concomitantemente comienzan a operar otras fuerzas
que producen una elevación en la relación producto-capital y en la
tasa de ganancias del sector industrial. Cabe esperar por lo tanto,
que una parte de la capacidad empresarial y de los recursos
financieros que eran cubiertos por el sector exportador en su etapa
de crecimiento sean derivados hacia el incipiente sector
manufacturero. Este cambio en el polo de atracción de las inversiones
produce una serie de consecuencias en razón de las diferencias
específicas en el proceso de formación de capital, entre el sector
agrícola exportador y las nuevas actividades manufactureras.
Al analizar la etapa de expansión de las exportaciones, señalamos
que el contenido de K en el monto del capital requerido para
incrementar la capacidad de exportación era relativamente pequeño
(K = O,1 K). Considerando la cantidad de K necesario para producir
k, que complementa a K en P2, se atribuye al coeficiente referido un
valor mayor pero no superior a 0,2. Siendo así, se deduce que la
relación P/K es igual o mayor que 2, si consideramos P2 y P3
conjuntamente. En otras palabras: por cada aumento de 100 dólares
en la capacidad productiva de la agricultura capitalista se requiere un
máximo de inversión de 50 dólares en términos de K, constituido
básicamente por equipos importados. Consideremos ahora en
comparación el proceso de formación de capital en el sector
manufacturero que designaremos como P4. Dada la estructura de los
precios relativos, la productividad tanto del trabajo como del capital
es sustancialmente mayor en P4 que en la agricultura capitalista.
Aceptaremos que la producción por trabajador sea 2,5 veces
superior2. La tasa de salarios será apenas 50 % más elevada, lo que
se explica si se tiene en cuenta que permanece fuertemente influida
por el nivel de vida de la gran masa de población del sector
precapitalista. Para facilitar la exposición atribuiremos al sector
exportador una producción promedio anual por trabajador de 1.000
dólares y un salario promedio anual de 400 dólares. Los valores
correspondientes a la industria serían, por lo tanto, 2.500 y 600

2
Si consideramos P2 y P3 conjuntamente, la relación producto-capital tendrá
que ser mayor que 0,4. No obstante, la dimensión relativa de P3 sólo podrá
establecerce si se formula anteriormente una hipótesis sobre la tasa de crecimiento
de P2. Con todo, la relación P/K es siempre estable, en tanto se admite que la
productividad del trabajo y la capacidad de K por trabajador son idénticas en los
dos subsectores de la agricultura capitalista.

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dólares. Siendo la relación producto-capital (P/K) en la industria igual


a 1 y en la agricultura de exportación igual a 0,4 se infiere que el
stock de capital (K) por trabajador sería igual en los dos sectores, o
sea 2.500 dólares. La tasa bruta de ganancias sería, por lo tanto, de
24 % en la agricultura (600/2.500) y de 76 % en la industria
(1.900/2.500).
Debemos considerar, no obstante, que de la inversión en el sector
agrícola apenas una parte no mayor al 20 % debe ser cubierta,
directa o indirectamente, por ahorro generado en el período anterior,
mientras que en el sector industrial la totalidad de la inversión
consiste en <K. De este modo, la relación P/K es de dos en la
agricultura de exportación y de uno en la industria, en otras palabras:
dada una cierta tasa de ahorro, definido éste como ingreso generado
en el período anterior y no consumido, la tasa de crecimiento que se
obtiene en la industria corresponde a la que se podría obtener en la
agricultura de exportación. La composición de la demanda global
constituye, por lo tanto, una limitación a las tasas relativas de
crecimiento de los dos sectores. Esta composición es un factor básico
determinante de la relación producto-capital referente al conjunto del
sistema económico, una vez definido el capital como acumulación de
K.
Por otro lado se debe tener en cuenta que al modificarse la
demanda global -en el sentido de inducir el crecimiento relativo de
las, inversiones industriales- tiende a elevarse la tasa bruta de
ganancias, lo que repercute favorablemente sobre la tasa de ahorro.
Pero como la relación incremental P/K tiende a bajar de 2 a 1 en
función de la reorientación de las inversiones, será necesario que
aumente proporcionalmente la tasa de ahorro a fin de que se
mantenga la tasa de crecimiento. Solamente en una etapa de
elevación rápida de la tasa de ganancias (trabajo a más de un turno)
cabría esperar que la tasa de ahorro crezca en la forma indicada.
Desde el punto de vista de la balanza de pagos, estas alteraciones
en el proceso de formación de capital adquieren una significación
particular. En lo que respecta al sector exportador, ya observamos
que K se compone casi exclusivamente de equipos importados. En el
sector industrial el contenido de importaciones (agregados efectos
directos a indirectos) de la unidad de inversión no es inferior a 75 %
de la inversión. Siendo así, el coeficiente de importaciones por unidad
de inversión adicional subiría de 0,5 a 0,75. En otras palabras: para
crear un flujo adicional de ingreso de 100 dólares, sería necesario

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importar equipos por valor de 50 dólares en el primer caso y de 75


dólares en el segundo caso, o sea; para mantener la tasa de
crecimiento será necesario aumentar en un 50 % las importaciones
de equipos. Por otro lado, la elevación en la tasa de ganancias y la
consecuente concentración del ingreso estimulará la demanda de
bienes durables de consumo, importados en su totalidad. Con todo,
admitiremos que en la primera etapa del proceso de industrialización
sustitutiva esta tendencia se verá anulada por el efecto precio en
razón del fuerte alza de los precios relativos de tales productos. Si
clasificamos las importaciones en tres grupos -equipos y productos
intermedios, bienes durables de consumo y bienes no durables de
consumo- cabe suponer que el efecto de la elevación de los precios
relativos (consecuencia de las desvalorizaciones) es mínimo sobre la
demanda con respecto al primer grupo y máximo con respecto al
tercero. En razón de la elevación de la tasa de ganancias, los
industriales tratarán de importar equipos y bienes intermedios, aun a
pesar de la elevación de los precios de éstos. Por otro lado, la
concentración del ingreso engendrada por las peculiaridades del
desarrollo capacita a las clases de ingresos altos para enfrentar el
alza de los precios de los bienes durables importados. Así, es natural
que la reducción de las importaciones tienda a concentrarse en el
grupo de manufacturas de consumo no durables. La concentración de
la presión en este último sector es la que crea las condiciones
favorables, al proceso de sustitución de las importaciones.
La industrialización en tales condiciones requiere un esfuerzo de
adaptación del sistema económico a las progresivas reducciones de
la participación de las importaciones en la oferta global. Es evidente
que una vez agotadas las posibilidades de sustitución de bienes de
consumo no durables -particularmente en lo referente a la etapa
final de la manufactura de esos bienes- , todo intento de mantener
la tasa de inversión producirá una presión creciente sobre el balance
de pagos, debiendo elevarse aún más intensamente que en la etapa
anterior los precios relativos de los bienes durables de consumo y de
los equipos. Como el encarecimiento de estos últimos tiende a
afectar negativamente la tasa de crecimiento, la economía sólo
mantendrá la tasa de crecimiento si se inicia la etapa de sustitución
de los bienes durables de consumo y de los propios equipos.
Llamaremos P5 a este nuevo sector productivo cuya característica
básica es un alto coeficiente de capital. Así, si para cada trabajador
ocupado en P4 la inversión es del orden de los 2.500 dólares, en el

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nuevo sector P5 son necesarios por lo menos 10.000 dólares para


emplear a una persona. En rigor no se puede afirmar que toda
industria productiva de bienes durables de consumo o de equipos
posea un alto coeficiente de capital y que lo contrario ocurra con las
industrias productoras de bienes no durables de consumo. Pero es
sumamente evidente que ésta es la regla general. Este hecho,
combinado con la circunstancia de que el mercado de bienes
durables y de equipo presenta dimensiones relativamente menores
que el de los bienes no durables, es el responsable del desarrollo
tardío de tales industrias.
Admitiendo que la tasa de ganancias tiende a igualarse en las
distintas industrias -de lo contrario no se explicaría cómo atraen
inversiones-, industrias notablemente inferiores en lo que respecta a
la rentabilidad del capital y teniendo en cuenta que la tasa de salarios
es la misma, debemos inferir que la relación producto-capital tiende a
ser tanto más baja cuanto más elevado es el coeficiente de capital
por trabajador. De acuerdo con supuestos ya establecidos, la
cantidad de capital por trabajador en P4 es de 2.500 dólares, la tasa
de salarios de 600 dólares y la tasa bruta de ganancias del 76 %,
admitiendo una relación producto-capital de 1. Si mantenemos en P5
la misma tasa bruta de ganancias y de salarios, siendo la densidad de
capital por trabajador de 10.000 dólares, la relación producto-capital
no podrá exceder de 0,82.
Esta segunda etapa de la industrialización sustitutiva presenta otro
aspecto de gran relevancia. Las industrias de bienes de capital, por el
hecho de que enfrentan mayores obstáculos resultantes de las
dimensiones limitadas del mercado y de la falta de medios adecuados
de financiación de las ventas, sólo encuentran condiciones de
desarrollo cuando los precios relativos en ese sector alcanzan niveles
extremadamente altos. En realidad, los precios relativos de los
equipos comienzan a elevarse a partir del momento en que se inicia
el proceso de industrialización sustitutiva, pero la producción de
equipos sólo se hace posible económicamente cuando ese aumento
alcanza determinado nivel. Es hasta posible que ese aumento de los
precios relativos de los equipos sólo se inicie cuando ya está muy
avanzado el proceso sustitutivo de manufacturas de consumo no
durables; o que se inicie moderadamente y se acentúe en la etapa
final como consecuencia de la modificación de la política tarifaria que,
en una etapa inicial, podría orientarse en el sentido de favorecer las
importaciones de equipos y dificultar las de manufacturas de más

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fácil importación. Esta brusca alza de los precios relativos de los


equipos, que caracteriza la segunda etapa de la industrialización
sustitutiva, tiene serias repercusiones en el proceso de formación de
capital, tanto en el sector manufacturero como en el agrícola.
Considerando estable la tasa de salarios y estando ésta determinada
por factores exógenos al mercado, podemos esperar que la baja en la
relación producto-capital, causada por la elevación de los precios
relativos de los equipos, se traduzca en una reducción de la tasa de
ganancias. De este modo se excluye la posibilidad de que la tasa de
ahorro pueda aumentar para compensar la baja en la productividad
de K.
El aumento de la participación del sector P5 (productor de bienes
durables de consumo y de equipos) en el proceso de formación de
capital tiene repercusiones en otros sentidos que merecen
consideración. Dado el alto coeficiente de capital por unidad de
empleo en P5 y en la medida en que ese sector absorbe mayor
volumen relativo de inversiones, menor es la cantidad de personas
que se trasladan del sector precapitalista hacia las demás actividades
productivas. Si para emplear una persona en P5 es necesario invertir
cuatro veces más que en P4, en la medida en que las nuevas
inversiones se orientan hacia aquel sector, tenderá a agravarse -aun
cuando la tasa de ganancias se mantenga estable- la tendencia a la
concentración del ingreso. En efecto, si no se modifica la tasa de
salarios y el monto de las inversiones -en la medida en que se
reduce la tasa de transferencia de la mano de obra de P1 hacia el
sector industrial (P4 + P5) por unidad de inversión en este último
sector-, el monto de las ganancias brutas aumenta más rápidamente
que el monto de los salarios pagados. Debemos admitir que la
población urbana, gozando de un nivel de salarios más altos, crea
también demanda para la agricultura capitalista. El crecimiento más
lento de la tasa de salarios producirá efectos depresivos en la
demanda de productos agrícolas, lo que reducirá la transferencia de
la mano de obra de P1 hacia P2 y P3, agravando la tendencia a la
reducción de la relación producto-capital (P/K) de la economía
considerada en su conjunto. En síntesis: la demanda global va
modificando su composición de tal modo que los recursos
productivos deberán orientarse en el sentido de aumentar la
participación de aquellos sectores en los que la productividad de K es
menor (bienes de consumo durables) y la de reducir la de aquellos
en que tal productividad es mayor (agricultura capitalista).

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Surge así un proceso acumulativo circular por el cual las


transformaciones en la composición de la demanda global
determinan modificaciones en la estructura de la oferta que al
concretarse producen: a) elevación de la relación capital-trabajo en
el conjunto del sistema económico (K/L) b) disminución en la
transferencia de mano de obra de los sectores de baja productividad
a los que la tienen más alta, y c) aumento en la relación producto-
capital referente a la economía como un todo (P/K);b) La elevación
en el coeficiente de capital por unidad de empleo -en condiciones de
estabilidad en la tasa de salarios- opera en el sentido de
concentración del ingreso; por otro lado, al tener que orientarse
hacia industrias cada vez más exigentes desde el punto de vista de
las dimensiones del mercado, las inversiones ponen en marcha
factores que deprimen la relación producto-capital (P/K).
Sintetizando: el proceso de concentración del ingreso actúa en dos
direcciones. Por un lado tiende a elevar el coeficiente de capital
dando lugar a un mecanismo acumulativo, pues la elevación del
coeficiente de capital por unidad de empleo origina más
concentración del ingreso si la tasa de salarios se mantiene estable.
Por otro lado tiende a reducir la tasa de crecimiento en la medida en
que provoca una baja en la relación producto-capital como
consecuencia de la concentración de inversiones en las industrias de
bienes de consumo durables, con respecto a las cuales son mayores
los obstáculos causados por las inadecuadas dimensiones del
mercado, y en la medida en que provoca la reducción relativa de las
inversiones en el sector agrícola, donde la formación de capital se
concreta en gran parte a través de la absorción de mano de obra
proveniente del sector precapitalista.
Conviene considerar aisladamente el caso especial de una
economía que en la etapa de crecimiento de las exportaciones haya
absorbido la totalidad del sector precapitalista y presente un mercado
de trabajo prácticamente unificado. Admitiremos que a fin de evitar la
depresión el gobierno emprenda una política idéntica a la
anteriormente señalada, manteniendo el nivel del ingreso monetario
del sector exportador a través de la compra de los excedentes
agrícolas y de la desvalorización de la tasa de cambio. Como en el
caso anterior, la oferta de manufacturas importadas disminuirá en
términos reales mientras el nivel del ingreso monetario se
mantendrá, lo que producirá una elevación en los precios relativos de
aquellas manufacturas, creando un incentivo para intensificar su

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producción interna. Con todo, la industrialización se realizará


absorbiendo la mano de obra anteriormente volcada en el sector
exportador, en tanto no exista ya el sector precapitalista. No obstante
la política de defensa del nivel de ingresos del sector exportador, es
natural que tanto la tasa de salarios como la de ganancias bajen en
términos reales, ya que los términos de intercambio del país se van
deteriorando. Así, los industriales atraen fácilmente mano de obra,
pues la tasa de ganancias en las actividades industriales aumenta
como resultado de la elevación de los precios relativos de las
manufacturas. La intensificación de las inversiones industriales
repercute doblemente en la agricultura de exportación: por un lado
crea presión en el sentido de elevar los salarios reales, en tanto atrae
gran cantidad de mano de obra a la ciudad; por otro lado agrava la
tendencia - resultante del deterioro de los términos del intercambio -
al aumento de los costos agrícolas, puesto que al desviar hacia el
sector industrial una parte importante de la capacidad de importación
reduce la disponibilidad de divisas para cubrir las necesidades del
sector agrícola, obligando entonces a adquirir manufacturas de
producción interna a precios relativamente altos. De este modo tiene
lugar una convergencia de factores que actúan en el sentido de
reducir la tasa de ganancias del sector agrícola - exportador a
indirectamente hace más atrayentes las inversiones industriales,
permitiendo que el proceso sustitutivo avance extraordinariamente
rápido. En tales condiciones es probable que se llegue a una sub-
utilización de la capacidad exportadora con efectos negativos para la
productividad del conjunto de la economía. Al alcanzar la etapa
superior de sustitución de las importaciones-caracterizada por la
producción de equipos - se presentan nuevos problemas. Como el
coeficiente de capital de la agricultura es más alto que en el caso de
las economías con sector precapitalista, el aumento referido de los
precios relativos de los equipos contribuirá también a reducir la tasa
de ganancias en el sector exportador. En síntesis: la "clausura" de
una economía que haya alcanzado un alto nivel de ingreso
integrándose en un sistema de división internacional del trabajo,
habiendo absorbido así la totalidad de su sector precapitalista, tiende
a producir una reducción de la productividad promedio, que es
particularmente alta cuando la ventaja relativa que favoreció su
integración en el mercado internacional es producto de la utilización
extensiva de los recursos naturales. En este caso las modificaciones
estructurales requeridas por la industrialización sustitutiva significan

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bajas de productividad que solo se anularán mediante un


desplazamiento de las funciones de producción, causado por la
elevación del nivel tecnológico.
Si confrontamos los dos casos - el de la industrialización sustitutiva
con oferta ilimitada de mano de obra y nivel de salarios determinado
por los patrones de vida en el sector precapitalista (Brasil) y el de la
industrialización sustitutiva con oferta limitada de mano de obra
(Argentina) - comprobaremos que en el primero la industrialización
puede avanzar sin afectar el nivel de los salarios agrícolas y sin
afectar significativamente la rentabilidad del sector exportador; de
este modo no existe incompatibilidad entre el avance de la
industrialización sustitutiva y la recuperación del sector exportador en
el momento en que se dieran condiciones favorables en los mercados
externos, como se evidenció en el Brasil en la década del 50, cuando
tuvo lugar la gran expansión cafetalera, al mismo tiempo que la
industrialización sustitutiva alcanzaba altas tasas, de crecimiento. En
el segundo caso, la industrialización sustitutiva puede afectar
seriamente la rentabilidad del sector agrícola y dificultar su
recuperación en el momento en que se den condiciones favorables en
los mercados externos. Para evitar estos. efectos negativos, la
industrialización debe acompañarse con un esfuerzo de inversión en
el sector agrícola con miras a elevar su nivel técnico y a liberar mano
de obra. Este esfuerzo de inversión de ninguna forma se podrá
realizar espontáneamente, mientras la agricultura esté enfrentando
un declinación en la tasa de ganancias como consecuencia de la crisis
exterior y de los efectos indirectos del esfuerzo de sustitución de las
importaciones.
Volvamos ahora al caso general en el que el proceso de
industrialización sustitutiva provoca, en su etapa más avanzada, una
elevación relativa de los precios de los equipos y una mayor
concentración del ingreso. El encarecimiento relativo de los equipos
produce efectos inversos al de las innovaciones tecnológicas
tendientes a ahorrar capital: exige mayor inversión por unidad de
producto, manteniendo inalterables los demás insumos. Del mismo
modo que las innovaciones tecnológicas que ahorran capital, en
condiciones
estables de salarios, tienden a elevar la tasa de .ganancias, ocurre lo
contrario cuando aumentan los precios relativos de los equipos.
Evidentemente tal tendencia puede ser anulada por la elevación del
nivel general de precios, que permite una restricción compensatoria

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del ingreso. No obstante, como se supone que la tasa de salarios


reales es constante. la baja de la relación producto-capital se
traducirá en una contracción de la tasa de ganancias con efectos
negativos en el ahorro y reducción en la tasa de crecimiento. La
tendencia a la disminución de la tasa de ahorro podría, no obstante,
ser anulada por aquellos factores que actúan simultáneamente en el
sentido de aumentar la concentración del ingreso.
La concentración del ingreso, al orientar las inversiones hacia las
industrias con alto coeficiente de capital, produce efectos similares a
los de la penetración de la tecnología que ahorra mano de obra.
Siendo estable la tasa de salarios, la reducción del insumo de mano
de obra por unidad de producto producirá necesariamente una
elevación de la tasa de ganancias o una baja en el precio relativo del
producto. Sin embargo, si los salarios se ven básicamente
determinados por otros factores, la reducción del precio relativo de
un producto significa que la elevación de la tasa de ganancias se
realiza en beneficio del conjunto de la clase capitalista y no de un
grupo determinado. En todo caso, siempre habrá concentración de
ingresos, con un aumento de la tasa de ahorro, lo que podrá
neutralizar la tendencia señalada. Por consiguiente, todo ocurre como
si el sistema económico estuviese absorbiendo una tecnología
tendiente a reducir la productividad del capital y a aumentar la de la
mano de obra. Siendo así, son necesarios insumos crecientes de
capital y decrecientes de mano de obra para aumentar el producto;
de esto se infiere que a una tasa estable de crecimiento del producto
corresponde una tasa decreciente de absorción de mano de obra
fuera del sector precapitalista y otra creciente de ahorro, si se
mantienen inalterados los precios relativos.
Lo más probable es que las dos tendencias referidas se presenten
en cada caso concreto con pesos distintos. Si las dimensiones reales
y potenciales del mercado son relativamente grandes -como en el
caso del Brasil - es concebible que las industrias de bienes de capital
superen las dificultades de la primera etapa y se beneficien con
ciertas economías de escala deteniendo la tendencia al
encarecimiento relativo de los equipos a que hicimos referencia.
Quizá sea ésta la diferencia básica entre la evolución del proceso
sustitutivo en Chile y Brasil. En el primer caso, la industrialización -al
alcanzar aquella etapa en que las limitaciones del mercado se
traducen en una creciente ineficiencia de las inversiones - llevó a una
reducción en la tasa de ahorro y a un declinar de la tasa de

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crecimiento. En el segundo caso, las dimensiones más amplias del


mercado, conjugadas, con una mayor importancia relativa del sector
precapitalista, crearon condiciones para alcanzar una mayor eficiencia
de la industria de bienes de capital por un lado, y por el otro para que
el proceso de concentración del ingreso avance lo suficiente para dar
plena vigencia a sus consecuencias negativas económicas y sociales.
De este modo, el éxito alcanzado por el Brasil en el proceso
sustitutivo constituye el reverso del hecho de que fue en ese país en
donde el desarrollo benefició a una parte menor de la población y
creó las tensiones sociales más agudas. A1 alcanzar un punto crítico,
estas tensiones tendrían que afectar adversamente el proceso de
crecimiento. Si bien de distinto modo, la industrialización sustitutiva
engendró, tanto en Brasil como en Chile una serie de obstáculos que
provocarían su agotamiento como factor capaz de impulsar el
desarrollo.
En todo el análisis anterior se ignoró explícitamente el hecho de
que la matriz estructural podría modificarse por absorción de nuevas
tecnologías. Se pretendió demostrar que las modificaciones en la
composición de la demanda -provocadas inicialmente por el estímulo
externo y en una etapa siguiente por la política de defensa del
ingreso de los exportadores- son suficientes para explicar las
modificaciones en la estructura de la oferta que permitieron elevar la
productividad promedio de la mano de obra en la región. Los cambios
en las funciones de producción se explican por la interferencia de
factores exógenos al proceso económico, como lo es el hecho de que
los equipos importados son portadores de innovaciones tecnológicas.
No obstante, deberíamos indagar si la penetración de nuevas técnicas
-al modificar las relaciones insumo-producto- no actuaron en el
sentido de anular la acción de los factores que tienden a concentrar el
ingreso. Considerando que las innovaciones tecnológicas encuentran
su principal vehículo de penetración en los equipos, es lógico que
aquellos sectores que más, utilizan maquinarias se encuentren en
mejor situación para recibir los beneficios de las innovaciones. Así, la
agricultura es la que tiene la menor probabilidad de beneficiarse y las
industrias de bienes durables de consumo, la máxima. Admitamos
que las innovaciones tecnológicas sean "neutras". esto es, que
aumenten simultáneamente la productividad del capital y de la mano
de obra. En condiciones de salario estable, tanto el aumento de la
productividad del capital como el de la mano de obra actúan en el
sentido de reducir la participación de los salarios en el total del

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ingreso. Con todo, se puede admitir que la penetración de técnicas


más avanzadas, al concentrarse en - el sector manufacturero, llegue
a provocar una baja en los precios relativos de los productos
industriales, beneficiando en algo a los, trabajadores del sector
precapitalista, cuya remuneración está fijada tradicionalmente como
una proporción constante de lo que producen. Esta elevación en el
nivel de subsistencia provocaría un desplazamiento hacia arriba de
toda la escala de salarios rurales y urbanos. Con todo, teniendo en
cuenta el peso reducido de las manufacturas en el gasto del
trabajador del sector precapitalista, el beneficio que recibe sería muy
inferior al que reciben los grupos con un alto coeficiente de consumo
de bienes manufacturados, particularmente durables. De este modo,
independiente del hecho de que posibiliten elevaciones de la
productividad promedio, las innovaciones tecnológicas contribuyen a
agravar las tendencias señaladas.
En síntesis, todo ocurre si la existencia de un sector precapitalista
de carácter semifeudal, en conjunción ,con un sector industrial que
absorbe una tecnología caracterizada por un coeficiente de capital
rápidamente creciente, diesen origen a un patrón de distribución del
ingreso que tiende a orientar la aplicación de los recursos productivos
de modo de reducir la eficiencia económica de éstos y a concentrar
aún más el ingreso, en un proceso de causalidad circular. En el caso
más general, la disminución de la eficiencia económica provoca
directamente el estancamiento económico. En casos especiales, la
creciente concentración del ingreso y su contrapartida de población
subempleada que afluye hacia las zonas urbanas, crean tensiones
sociales que per se pueden hacer imposible el proceso de
crecimiento.

NOTA FINAL

Sin pretender extraer conclusiones de carácter general del análisis


presentado, diremos que el desarrollo como un proceso espontáneo,
es decir, como el resultado de la acción de ciertos grupos sociales
empeñados en maximizar sus beneficios materiales y su influencia
sobre los demás grupos miembros de una comunidad nacional, tuvo
lugar en América latina a partir de la segunda mitad del siglo
pasado, sin exigir o provocar cambios fundamentales en la
estructura social. Este proceso, si bien puede perdurar en ciertas

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áreas por algún tiempo, en la región como un todo presenta


evidentes signos de agotamiento.
Por sus características particulares, el desarrollo latinoamericano,
tanto en la etapa de crecimiento de las exportaciones como en la de
industrialización, constituye un proceso histórico distinto del que se
admite como modelo clásico de desarrollo capitalista, en el que las
innovaciones técnicas desempeñan un papel fundamental. A menos
que se avance mucho más en la identificación de los tipos básicos de
la economía capitalista, todo intento de generalización teórica que
tienda a interpretar los problemas actuales de la economía
latinoamericana sobre la base de la evidencia histórica de las
economías capitalistas avanzadas será de una eficacia reducida.
Nada autoriza a ver en el desarrollo latinoamericano una etapa de
transición hacia las estructuras capitalistas del tipo de las que hoy
conocemos en Europa Occidental y América del Norte, pues existe
una amplia evidencia empírica de que la industrialización sustitutiva
agrava el dualismo del mercado de trabajo, ampliándose el abismo
entre el sector moderno y la economía precapitalista sin que se
vislumbre como fuente de ocupación. En el sector urbano se
manifiesta la profundización del mismo dualismo a través del rápido
crecimiento de las, poblaciones subempleadas.
En los modelos teóricos utilizados comúnmente como base para
la formulación de políticas de desarrollo se admite implícitamente
que el sistema económico está integrado por un conjunto de
relaciones estructurales, cuya estabilidad relativa resulta de la
existencia de un marco institucional y de que los hombres y los
grupos sociales se apoyan en la propia experiencia, en su esfuerzo
tendiente a maximizar sus ingresos, lo que posibilita prever
estadísticamente su comportamiento3. Se admite, por otro lado,

3
El enfoque estructuralista de los problemas del desarrollo, que se viene
generalizando entre los economistas latinoamericanos, surgió inicialmente en
relación a los estudios teóricos que tienden a identificar las causas primarias de los
desequilibrios inflacionarios- resultantes en general de rigidéz estructural de la
oferta, inherente al subdesarrollo- distinguiéndolas de los mecanismos de
propagación de esos desequilibrios. Los intentos corrientes de control de la inflación
actuando sólo sobre los mecanismos que la propagan (inspirados en la teoría
monetaria) constituyen el ejemplo clásico del esfuerzo estéril en el sentido de
modificar el comportamiento de los agentes económicos sin que se alteren los
parámetros estructurales que determinan ese comportamiento. En tanto los
criterios de racionalidad de la política monetaria son establecidos en el plano
macro-económico, sin que se puedan prever adecuadamente a controlar
oportunamente sus repercusiones en el plano micro-económico, es común que los
agentes económicos sean inducidos a actitudes irracionales”- desde el punto de

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como una constante de comportamiento social de individuos y


grupos de individuos, la propensión a aumentar la participación en
el ingreso social, sea reduciendo la cuota de otros, sea provocando
el aumento de ese ingreso mediante la introducción de innovaciones
técnicas en los procesos productivos. También está implícito en este
tipo de modelo teórico que de mantenerse un nivel adecuado de
empleo hay compatibilidad o aun una relación causal necesaria
entre el comportamiento estadísticamente más probable de cada
grupo y la maximizar del bienestar social, en la medida que este
último concepto pueda definirse en términos de variables macro-
económicas. Una serie de indicadores políticos que registran las
tensiones estructurales más significativas permiten la introducción
oportuna de convenciones en el marco institucional que aseguren
dicha compatibilidad. Contrariamente a este modelo, el marco
institucional que predomina en América latina crea patrones de
distribución del ingreso responsables de formas de comportamiento
incompatibles con el use más racional de los recursos disponibles,
en función de la maximización del producto global en un horizonte
de tiempo definido. Existe un conflicto entre intereses de grupos
que controlan el proceso de formación de capital y los de la
colectividad como un todo, siempre que se admita que ésta aspira a
maximizar las posibilidades del bienestar social. Como los referidos
grupos económicos también ocupan todas las posiciones
estratégicas en el sistema del poder, no resulta raro que los
indicadores políticos resulten inadecuados para registrar las
tensiones estructurales y que los organismos de decisión política
carezcan de la funcionalidad necesaria para promover
oportunamente la remoción de los obstáculos al desarrollo. El quid
del problema no reside en el comportamiento de los agentes que
toman decisiones económicas -que pueden regirse por estrictos

vista de sus legítimos objetivos- por esa política.El logrode los objetivosde una
política económica (definidos éstos en términos de maximación del bienestar social)
no puede alcanzarse induciendo a los agentes económicos a abandonar sus propios
criterios de racionalidad, pues éstos son indispensables en un sistema de deciciones
económicas descentralizadas. La compatibilidad entre lo racional en los planos
macro y micro-económico solo se logró mediante modificaciones en las propias
relaciones estructurales que condicionan el sentido y la dirección del
comportamiento de los agentes económicos, particularmente de aquellos que
toman decisiones estratégicas. Sobre la teoría estructuralista de la inflación pueden
consultarse como trabajos básicos: Juan Noyola Vásquez. “El desarrollo económico
y la inflación en México y en otros países latinoamericanos”.Investigación
Económica (México), IV trimestre, 1956, y Osvaldo Sunkel. “La inflación chilena: un
enfoque hetereodoxo”. El trimestre Económico (México), vol. XXV. n° 4 1958.

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criterios de racionalidad tanto en función de los medios que utilizan


como de sus legítimos objetivos -; está en las relaciones
estructurales que delimitan el campo dentro del cual se toman las
decisiones relevantes. En este sentido, se puede atribuir al
problema del estancamiento latinoamericano un carácter
estructural. Siendo así, cabe indagar si una política capaz de
detener la tendencia a largo plazo del estancamiento no tendrá que
ser una acción consciente y deliberada tendiente a crear relaciones
estructurales y a condicionar formas de comportamiento capaces de
engendrar un proceso social en el cual el desarrollo económico sea
un componente necesario.

RESUMEN

Se trata de abarcar en un solo marco teórico el tipo de


crecimiento latinoamericano, las relaciones entre el crecimiento y la
inflación y la tendencia al estancamiento observada en el período
más reciente. El estudio se limita al análisis de los factores
económicos pertinentes, principalmente los relacionados con el
comercio exterior y las finanzas públicas, si bien estas variables
están condicionadas por la realidad institucional y social.
Se analiza la economía latinoamericana, en particular el sector
agrícola, en sus formas precapitalistas y capitalistas, atendiendo a
los factores exógenos y endógenos que dieron origen a la transición
de una forma a otra, diferenciándose la agricultura de exportación
de la tradicional. Se intenta cuantificar las relaciones entre los
sectores de producción concernientes al proceso de formación de
capital, tomando como base una economía agrícola de exportación.
Un modelo de tres sectores, agricultura precapitalista, agricultura
de exportación y un tercero de las actividades que expanden la
capacidad, permite abordar este análisis cuantitativo, que luego se
amplia al sector industrial, dentro de un proceso de sustitución de
importaciones, característico de la industrialización
latinoamericana.
Se discrimina también un quinto sector productor de bienes
durables y de equipos, con sus problemas y repercusiones propios.
Se consideran, finalmente, las modificaciones estructurales que
puede introducir la adopción de nuevas tecnologías y se contrastan

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los modelos clásicos de desarrollo capitalista con el proceso


histórico distinto del desarrollo latinoamericano.

SUMMARY

The type of growth in Latin America, the relations between growth


and inflation and the trend towards stagnation observed in recent
years, are subject lo the trial of uniting them into a common
theoretical framework. The study limits itself lo analyze the relevant
economic factors, mainly those related lo foreign trade and public
finance, although these variables are conditioned by social and
institutional reality.
The Latin American economy is analyzed, particularly the
agricultural sector in ist pre-capitalist and capitalist forms, paying
attention to the exogenous and endogenous factors which led lo the
transition of one form lo the other, export agriculture being
differentiated from the traditional one. It is attempted lo quantify the
relations among the production sectors concerning the process of
capital formation, taking as a basis an agrarian export economy. A
model of three sectors, pre- capi- talits agriculture, export agriculture
and a third one of the activities Which expand capacity, allows lo
focus this quantitative analysis, which is thereafter extended lo the
industrial sector, in a process of import Xubstitution, characteristic of
Latin American industrialization.
A fifth sector is also individualized, producng durable goods and
equipment, with its own peculiar problems and repercussions.
Finally the structural modifications are considered, which may be
introduced by the adoption of new technologies, and the classical
models Of capitalist development are contrasted lo the different
historical process Of Latin American development.

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