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La pregunta por Dios en San Agustín de Hipona

Introducción

La “cuestión de Dios”, si bien es siempre una cuestión datada y situada 1,


no por ello se agota y se responde totalmente en una sola época y lugar. Así lo
demuestra la larga teodicea que ha tenido lugar en Occidente, desde las críticas
de Jenófanes a la representación de la divinidad por parte de Homero y
Hesiodo, hasta la constatación de Pascal de que cuando hablamos de Dios
podemos estar hablando del “Dios de los filósofos” o del “Dios de Abraham,
Isaac y Jacob”.

Esta “cuestión de Dios” es a la que quisimos aproximarnos en el ramo de


Teología Natural recorriendo el devenir del camino de la razón en busca de la
existencia de Dios.

En medio de este camino racional hacia Dios me llamó la atención lo que


A. Gesché ha llamado los “Tópicos de la cuestión de Dios”, es decir los lugares
desde los cuales el hombre se plantea la pregunta por Dios. Lugares que hacen
referencia a un tiempo determinado, a una época determinada; y a un espacio
sociocultural concreto. Por ello la pregunta es la misma, o si se quiere, el
“objeto” es el mismo, pero la manera de plantear esta pregunta y de
responderla varía.

Sin embargo al mismo tiempo he experimentado que la cuestión de Dios


es una pregunta siempre pendiente para todo hombre; y de eso se trata el
presente trabajo. A partir del planteamiento de una pregunta concreta sobre
Dios, “¿Qué es Dios?”, quisiera ir respondiendo esta interrogante actual en
diálogo con San Agustín de Hipona, quien en “Las Confesiones” se hace
también idéntica pregunta: “¿Qué eres, pues, Dios mío? ¿Qué eres, vuelvo a
preguntarte, sino el Señor Dios?” (Libro I, 4).

Así queda demostrado que la pregunta por Dios es una “pregunta


universal”, es decir, es una pregunta que todo hombre puede hacerse al
confrontarse con la realidad de Dios. En este sentido creo que San Agustín de
Hipona, en su obra “Las Confesiones”, nos da testimonio del interrogarse sobre
Dios, interrogante que es “tan antigua y tan nueva” (Libro X, 38), interrogante
que sigue vigente para el hombre de hoy.

Queda entonces planteada la intención de este trabajo, trazar una


relación entre la búsqueda de Dios por parte de San Agustín, tal y cual lo
testimonia en “Las Confesiones”, y los “tópicos de la cuestión de Dios”, tal
como lo plantea A. Gesché. En cuanto a la metodología, procederé en una
primera parte a plantear la pregunta a partir de Gesché, para, en un segundo
momento responderla a través de San Agustín. La conclusión será fruto de las
reflexiones que surjan de la presente relación.

1
Cfr. Gesché A. Dios para pensar, Tomo I. Tópicos de la cuestión de Dios. Pág.: 21.

1
La pregunta por Dios en San Agustín de Hipona
La pegunta: ¿Qué es Dios? La Cuestión del Quid Sit

La pregunta por Dios

“Ante tamaño desplazamiento de la cuestión, no sorprende que, si uno está todavía


interesado en ella, la problemática se centre, en adelante, en lo que es Dios. Pues es
justamente esto lo que es cuestionado, es precisamente sobre este punto sobre el que
ahora se ceba la sospecha.”

La cita con la que inicio esta reflexión corresponde a A. Gesché en


“Tópicos de la cuestión de Dios”2. El autor citado nos introduce a la cuestión de
Dios, cuestión que se hace concreta en la pregunta “¿Qué es Dios?”.

En la retórica clásica la pregunta ¿Qué es Dios?, corresponde a la


cuestión del quid sit. El mismo autor nos señala que la cuestión de Dios ha ido
evolucionando a lo largo de la historia del hombre, es decir que la cuestión de
Dios no siempre se ha planteado de la misma manera. De hecho en “Dios para
pensar”, Gesché hace un excelente recuento de cómo ha evolucionado
cronológicamente la cuestión de Dios.

La misma se inicia con la cuestión del an sit, ¿Existe Dios?, para ir


avanzando a lo largo de la historia de Occidente con distintas formulaciones: la
cuestión del quid sit, la cuestión del quomodo, la cuestión del ubi, la cuestión del
cur y la cuestión del quis Deus. Cada uno de estos tópicos de la cuestión de Dios
representa un lugar de enunciación desde donde el hombre, interpelado por su
realidad, formula la pregunta por Dios. El mismo Gesché nos señala que su
enumeración de los tópicos de la cuestión de Dios no es definitiva, en el sentido
de que a medida que el hombre vaya caminando en la historia, nuevas
preguntas, nuevos tópicos de la cuestión de Dios surgirán.

¿Qué es Dios? La cuestión del quid sit

Para la presente reflexión acotaré la cuestión de Dios a la pregunta ¿Qué


es Dios? La cuestión del quid sit. La explicación de por qué he decidido acotar la
cuestión de Dios en esta pregunta concreta radica en el hecho de que, como lo
señala la cita inicial, si alguien sigue interesado hoy en día en la cuestión de
Dios, dicho interés se ha desplazado desde la pregunta por su existencia –
propia de los círculos académicos de la Edad Media y del ateismo del siglo XIX
– a la pregunta por su naturaleza. ¿Qué clase de ser es Dios? ¿Cuáles son sus
atributos? En definitiva ¿Qué es este Dios del cual constantemente hablan los
creyentes de distintas religiones?

Creo que la cuestión del quid sit tiene una connotación distinta para el
creyente que para el no creyente. En este sentido para el creyente es central
responderse a sí mismo esta pregunta; y responderla no solamente desde una
perspectiva teórica o doctrinal, sino desde una perspectiva vivencial, es decir
2
Gesché A., obra citada.

2
desde una perspectiva que implica su propia vida, su propia experiencia vital
de Dios.

El mismo Gesché nos explica el desplazamiento actual de la pregunta por


Dios: “De conformidad con el desplazamiento mismo de nuestra cultura, más
preocupada por la cuestión del sentido, es ciertamente en estos términos y según este eje
como hoy se plantea el problema de Dios. Necesitamos saber de qué Dios se trata. Sólo
después se planteará la cuestión de su existencia.”. Así es nuestra cultura actual, es
la “voz del tiempo”, la que nos pide reflexionar sobre qué es Dios. La pregunta
por Dios desde la cuestión del quid sit, en último término responde a la
pregunta por el sentido de la vida diaria, sobre todo para el creyente, para el
hombre de fe. Pues al responderse a la pregunta de qué es Dios, qué clase de
Dios es el Dios en que se cree, se podrá también encontrar el sentido de los
acontecimientos, pequeños y grandes, de la vida diaria. ¿Cuál es el sentido de la
vida? Es una pregunta que se responderá en la medida en que sepamos qué
clase de Dios es este Dios en quien creemos y que nos ha regalado la vida.

En este sentido creo que vale la pena citar al sacerdote alemán José
Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, quien en un
retiro espiritual predicado a sacerdotes alemanes en 1934 dice: “El problema del
tiempo actual es el siguiente: ¿es Dios primariamente el Dios justo o el Dios
bondadoso?”3. La pregunta que se hace este sacerdote es otra manera de formular
la pregunta ¿Qué es Dios? En el citado retiro se concretiza la respuesta, o Dios
es el Dios justo o Dios es el Dios bondadoso. La pregunta no se hace solamente
como tema espiritual de meditación, sino que se hace a la luz de los
acontecimientos. Pensemos que en la Alemania de 1934 Hitler se afianza en el
poder reuniendo en su persona los cargos de presidente y canciller, además de
lograr el control total de los medios de comunicación y propaganda, llevando
adelante su proyecto de dominación política incluso a través de persecuciones.
Por eso es importante cómo entender estos acontecimientos del tiempo, cómo
comprender lo que Dios permite. Si Dios es primariamente el Dios justo,
entonces estos acontecimientos son una manera en que Dios “castiga” al
hombre; sin embargo si Dios es primariamente el Dios bondadoso, estos
acontecimientos tienen que ser leídos con fe a la luz de esa bondad, de ese
amor. Por ello es central la pregunta de ¿Qué es Dios?

Así como lo señala el contexto de la Alemania de Hitler, también hoy la


pregunta de ¿Qué es Dios? tiene relevancia, y sobre todo, como ya lo dije, para
el hombre de fe, pues como cita Gesché a F. Mauriac: “el problema del hombre de
hoy quizá ya no es, como en tiempo de Pascal, el de la miseria del hombre sin Dios, sino
justamente el de la miseria del hombre con Dios.” 4. Así se comprende que para
muchos hombres hoy en día lo importante no es el escándalo de que Dios
pueda existir o no, sino el escándalo de que para muchos hombres Dios existe y
sin embargo el mundo es lo que es. La pregunta por el mal en el mundo
también se asoma aquí.

3
Cfr. Kentenich J., Las Fuentes de la Alegría, Editorial Patris, Santiago de Chile 2006.
4
Gesché A., Dios para pensar, pág.: 28

3
Es pues la cuestión del quid sit, la cuestión central en este tiempo, pues a
raíz de los acontecimientos del tiempo “lo que realmente importa al hombre es
precisar en qué sentido hay que pensar el Absoluto.”.

La pregunta por Dios en San Agustín de Hipona


La pegunta por Dios en San Agustín

La pregunta por Dios en San Agustín

“¿Qué eres, pues, Dios mío? ¿Qué eres, vuelvo a preguntarte, sino el Señor Dios?”
Las Confesiones, Libro I, 4

4
En esta cita de “Las Confesiones” se hace explícita la pregunta por Dios
en San Agustín; y se hace explícita en el sentido del quid sit. “¿Qué eres, pues,
Dios mío?” dice San Agustín.

El preguntar por Dios en San Agustín no es un mero preguntar teórico o


académico. Podríamos decir, parafraseando a Heidegger, que este preguntar es
hacer un camino, pues cuando preguntamos estamos construyendo un camino 5.
En San Agustín el preguntar por Dios se transforma en camino, en
peregrinación hacia Dios. Sin duda su preguntar por Dios está guiado
previamente por su fe cristiana, aún así vale la pena hacer el camino, la
peregrinación del preguntar.

San Agustín mismo nos da pistas de que su preguntar es un preguntar


vivencial, existencial; al inicio de sus Confesiones él mismo dice: “Y tú mismo
eres quien le estimulas para que encuentre deleite en alabarte, porque nos has creado
orientados hacia Ti, y nuestro corazón estará intranquilo hasta que descanse en Ti.”
(Libro I, 1). Para el santo de Hipona, Dios ha creado a todos los hombres y es
Dios mismo quien lo estimula a que lo alabe y lo busque, pues Él nos ha creado
orientados hacia Él mismo y por ello estamos intranquilos hasta que
descansemos en Él. Nuestra propia naturaleza busca encontrar a Dios, esta es la
tesis que sostiene San Agustín. De allí nace la pregunta por Dios en el hombre.

He dicho que esta pregunta es un camino, es una búsqueda; y así, toda


búsqueda está de alguna manera guiada previamente por aquello que se busca 6.
Así también la búsqueda de San Agustín está guiada por su propia experiencia
de Dios. Y como está guiada por su propia experiencia esta búsqueda de Dios,
esta pregunta por Dios es vivencial, es existencial.

En este sentido creo que San Agustín no solamente formula la cuestión


del quid sit con respecto a Dios, sino que da un paso más y la formula de
manera existencial, pues él no se limita a preguntar “¿Qué eres, pues, Dios mío?”,
sino que pregunta “¿Qué eres Tú para mí?” (Libro I, 5). La pregunta por Dios la
relaciona el santo de Hipona consigo mismo, no la deja planteada como
cuestión doctrinal o teórica, sino que la plantea en relación consigo mismo. No
se trata ya solamente de responder ¿qué es Dios? sino ¿qué es Dios para mí?
Esta pregunta existencial de San Agustín por Dios, la formula el santo en
el Libro Primero de “Las Confesiones”. Luego de analizarla y caracterizarla,
podría decir que la pregunta por Dios está formulada aquí desde la interioridad
del mismo santo. Pues él se pregunta qué es Dios para él mismo en primer
lugar.

Así como San Agustín se plantea la pregunta desde sí mismo, podría


decir que también desde él mismo da una primera respuesta a la pregunta por
Dios.

5
Cfr. Heidegger M., La pregunta por la técnica, en Conferencias y Artículos. Ediciones del Serbal,
Barcelona 1994.
6
Cfr. Heidegger M., Ser y Tiempo. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1997

5
“Señor y Dios mío, ¿acaso hay lugar en mi persona que tenga capacidad para alojarte?
¿Acaso el cielo y la tierra que creaste y donde me creaste, pueden alojarte? Y, ya que sin
Ti no existiría nada de cuanto existe, ¿es cierto que todo cuanto existe te abarca? Por
eso si yo también existo, ¿para qué invitarte a que vengas a mí si yo no existiría si Tú
no estuvieras en mí?”
Las Confesiones, Libro I, 2

En esta cita San Agustín se refiere a Dios como el creador de cielo y


tierra, y de todo cuanto hay en ellos. Aún así el santo da un paso más y llega a
decir que él mismo no existiría si Dios no estuviera en él. En este sentido San
Agustín no solamente ve a Dios como creador de toda la creación y creador
suyo, sino que lo ve como fundamento de su propio existir, pues si Dios no
estuviera dentro de él, él no existiría. Nuevamente la cuestión de Dios toma
aquí un cariz existencial, vivencial. Se trata de buscar a Dios en la propia
existencia.

La pregunta existencial por Dios en San Agustín lo lleva en último


término a preguntarse también por él mismo. Así lo expresa cuando dice:
“¿Qué eres Tú para mí? Ten misericordia de mí para que me salgan las palabras. ¿Qué
soy yo para Ti, que incluso me ordenas que te ame, y si no lo hago, te enojas conmigo y
me amenazas con grandes desgracias?”.Así San Agustín se pregunta también por él
mismo, por el hombre, ¿qué soy yo para ti?, pregunta el santo. Y es que, el
hombre al preguntarse por Dios, si lo hace con sinceridad y profundidad, se
pregunta también por el hombre mismo. La respuesta a la pregunta ¿qué es
Dios?, nos ayudará también a responder a la pregunta ¿qué es el hombre?
Semejante paradoja la señala ya Karl Rahner cuando dice que el hombre
olvidaría el todo y su fundamento si olvidara la palabra Dios y lo que dice con
ella, así si el hombre olvida a Dios dejaría de ser hombre 7.

A esta pregunta existencial por Dios, San Agustín da también una


respuesta existencial: “Dile a mi alma: Yo soy tu salvación (Sal. 35,3). Y dilo de tal
manera, que yo lo oiga.” (Libro I, 5). San Agustín experimenta a Dios como su
salvación, y es esto lo que expresa al preguntar y responder la pregunta por
Dios.

La pregunta por Dios en el mundo

“Entonces me dirigí a todas las cosas que rodean las puertas de mi ser: Háblenme de mi
Dios, ya que ustedes no lo son. Díganme algo de Él. Y me gritaron con voz poderosa: Él
es quien nos hizo. Mi pregunta era mi mirada; su respuesta era su belleza.”
Las Confesiones, Libro X, 9

Hemos visto cómo en el Libro I de “Las Confesiones”, San Agustín


formula la pregunta por Dios de forma existencial y cómo responde a esta
misma pregunta desde su propia experiencia de Dios, desde su propia
interioridad. Sin embargo el santo de Hipona también es capaz de buscar a Dios

7
Rahner K., Meditación sobre la palabra “Dios”, en Curso Fundamental del Fe, Barcelona 1979.

6
en el exterior, en el mundo. Principalmente de eso se trata el Libro X, de la
búsqueda de Dios, tanto en el exterior como en el interior.

La cita propuesta al inicio de este apartado nos señala esta búsqueda de


Dios en el mundo, el mismo San Agustín nos dice: “Mi pregunta era mi mirada;
su respuesta era su belleza.”. Cuando dice mi pregunta era mi mirada, se refiere a
cómo él percibe la realidad que lo rodea, cómo percibe la naturaleza como
creación. La belleza de la tierra, del mar, de los animales, de la luna, el sol y las
estrellas, le hablan a San Agustín de una belleza superior, la belleza de Dios. Él
mismo dice que todas las cosas creadas le respondieron: “Nosotros no somos tu
Dios. Búscalo por encima de nosotros.”. (Libro X, 9). Así la creación requiere de un
fundamento que la sostenga y por ello la misma creación sirve como camino de
ascenso hacia Dios.

En este sentido si bien San Agustín en su pregunta por Dios no expone


sistemáticamente una serie de pruebas de la existencia de Dios, sí desarrolla –
sobre todo en el Libro X- lo que podemos llamar un argumento cosmológico
que responde a la pregunta por Dios.

Así en “Las Confesiones”, San Agustín desarrolla una especie de camino,


de itinerario en el que va ascendiendo hacia Dios, así va de lo exterior a lo
interior, y de lo interior a lo superior. El itinerario comienza, como hemos visto,
en las cosas exteriores del mundo corpóreo (cfr. Libro X, 9), como todas estas
realidades le responden que no son Dios, deja la belleza del mundo exterior
para penetrar en su propia interioridad, y dentro del alma prosigue la búsqueda
de Dios, analizando sus facultades –sentidos y memoria-. Pero tampoco le
encuentra en la multiplicidad de las imágenes, sino que tiene que proseguir más
adelante. Finalmente, en el fondo más recóndito del alma encuentra la verdad y
el bien. Dios está, pues, por encima de los sentidos y de la memoria, es íntimo y
a la vez trascendente al hombre. Así lo expresa el mismo San Agustín cuando
dice: “¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! El caso es que Tú
estabas dentro de mí y yo fuera. Y fuera te andaba buscando y, feo como estaba, me
echaba sobre la belleza de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.”
(Libro X, 38).

Así la búsqueda de Dios en el mundo se vuelve nuevamente hacia el


interior del hombre en San Agustín, sin embargo este “interior”, no es un
interior teórico, sino su propio interior. San Agustín se vuelca sobre su propia
interioridad para allí encontrar a Dios.

Un quid sit existencial

Así la pregunta por Dios, la cuestión del quid sit, ¿Qué es Dios?, en San
Agustín se revela como una “quid sit existencial”. Es decir, el santo obispo de
Hipona al responder la pregunta que en A. Gesché se plantea como un tópico
de la cuestión de Dios, lo hace no de forma teórica o extraña a su propia vida,
sino que desde su propia experiencia de Dios, desde su propia inquietud por
Dios, da respuesta a esta interrogante. Por eso la respuesta de San Agustín es

7
una respuesta existencial, abalada por su propia vivencia. En este sentido vale
la pena recordar a G. Vattimo quien invita a hablar de Dios “con el corazón en
la mano”. Esto es lo que hace San Agustín, con su “corazón inquieto” en la
mano nos habla de Dios al responder a su pregunta: “¿Qué eres, pues, Dios mío?
¿Qué eres, vuelvo a preguntarte, sino el Señor Dios?”.

La pregunta por Dios en San Agustín de Hipona


Conclusión

Al final de este trabajo de relación entre la pregunta por Dios planteada


desde uno de los tópicos señalados por A. Gesché y la pregunta por Dios desde
San Agustín de Hipona, logro comprender desde dónde nace esta pregunta,
esta interrogante por Dios.

No es sólo el afán de conocimiento intelectual, sino algo más profundo


como bien lo señala San Agustín al inicio de sus Confesiones: “nos has creado
orientados hacia Ti, y nuestro corazón estará intranquilo hasta que descanse en Ti.”. El
hombre ha sido creado orientado hacia Dios, abierto a lo absoluto, a lo
trascendente, podríamos decir filosóficamente. Es por ello que tiene esta
capacidad de preguntarse por Dios.

8
Así la misma pregunta por Dios nos revela ya esta inquietud del hombre,
este anhelo de trascendencia. Por ello mismo esta pregunta se formula una y
otra vez a lo largo de la historia de la humanidad hasta que en algún momento
encuentre respuesta. En este sentido el caso de San Agustín es ejemplar, incluso
para el hombre de hoy. Pues él inicia su camino de preguntar por Dios
formulando su pregunta en el sentido del quid sit, es decir del ¿qué es Dios?; sin
embargo, a medida que va avanzando en esta búsqueda existencial que realiza
en su propia experiencia de Dios, San Agustín nos va mostrando que la
pregunta por Dios más que formularse como un quid sit, debe ser formulada
como un quis Deus, es decir ¿quién es Dios?

Porque no podemos tratar a Dios como un mero “objeto de


conocimiento”, sino que debemos relacionarnos con Él de forma íntima y
personal. Sólo en esta relación íntima personal lograremos también nosotros
responder a la pregunta por Dios. En este sentido concuerdo una vez más con
A. Gesché que nos dice que la pregunta por Dios es un a cuestión lacerante
sobre todo para el cristiano, pues la fe del cristiano no ha de ser sorprendida
por el “sueño dogmático” de la repetición fácil, sino que tiene el derecho y el
deber de pensar para creer; y en lo personal añadiría una dimensión más, tiene
la responsabilidad de vivir, de experimentar a Dios en su vida para creer y dar
testimonio de ello.

Oscar Iván Saldivar F.

La pregunta por Dios en San Agustín de Hipona


Bibliografía

Fraile Guillermo, Historia de la Filosofía, Tomo II. B.A.C., Madrid, 1986.

Gesché Adolphe, Dios para pensar, Tomo I. Editorial Sígueme, Salamanca, 1997.

Heidegger Martin, Conferencias y Artículos. Ediciones Serbal, Barcelona, 1994.

Heidegger Martin, Ser y Tiempo. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1997.

Kentenich José, Las Fuentes de la Alegría. Editorial Patris, Santiago de Chile, 2006.

Rhaner Karl, Curso Fundamental de la Fe. Herder. Barcelona, 1997.

9
San Agustín, Las Confesiones. Versión especial para Latinoamérica. Editorial Bonum,
Buenos Aires, 2000.

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