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Manual para maestros

de Escuela Dominical
Guía para una escuela dominical efectiva

Este manual es una herramienta que busca ayudar al


maestro indicándole algunos principios bsasicos de la
importancia de su labro, asi como proveerle material que
edifique su vida y la de sus alumnos.

Obispo Ordenado David Betanzos Fuentes


17/10/2017
Manual para maestros de Escuela Dominical

1
Estimados maestros de Escuela Dominical. El Señor los ha llamado para
ayudar a los niños, jóvenes y adultos a convertirse al Evangelio. ¡Qué
maravillosa bendición! Ustedes tienen la oportunidad de establecer lazos
para toda la vida con los preciados niños, jóvenes y adultos que el Señor ha
confiado a su cuidado. Al comprender las necesidades y deseos de ellos,
podrán ayudarles a experimentar por sí mismos las bendiciones de aprender
y vivir el Evangelio a diario. La parte más importante del servicio que ustedes
presten será su preparación espiritual diaria, que incluye la oración, el
estudio de las Escrituras y la obediencia a los mandamientos. Los animamos a
que se comprometan a vivir el Evangelio con mayor dedicación que nunca. Al
hacerlo, comprenderán la manera de ayudar a los miembros de la iglesia a
aprender el Evangelio por medio del estudio y de la fe individual; a que
descubran la veracidad del Evangelio por ellos mismos; y a fortalecer a sus
familias y a los demás al compartir sus experiencias, conocimiento y
testimonio. A medida que crezca su amor por cada uno de ellos, sentirán un
gran deseo de ayudarles a establecer modelos de la oración personal, del
estudio de las Escrituras y de la obediencia que los conducirán a la
conversión. Oren a diario por los niños, jóvenes y adultos. Aprendan a
coordinar sus esfuerzos, con los padres, líderes departamentales y los otros
maestros para fomentar, guiar y apoyar a los niños, jóvenes y adultos en
cada oportunidad que se les presente y serán ampliamente recompensados.
Este manual lo he preparado como una guía y un registro personal de las
impresiones que usted reciba al cumplir con la responsabilidad sagrada de
enseñar a los miembros de esta iglesia. Le alentamos a estudiar y seguir los
principios que contiene. Ustedes como hijos santos de Dios pueden y
necesitan enseñar el Evangelio a la manera del Salvador. A medida que sigan
Su ejemplo, el Espíritu Santo le ayudará a saber qué hacer. Su testimonio
crecerá, su conversión se profundizará y fortalecerá para afrontar los retos
de la vida. Le pido en oración a Nuestro Padre Celestial que los bendiga en el
servicio que prestan a esta amada Iglesia de Dios.

Con profundo amor y respeto los pastores: David y Luz María.

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La Iglesia de Dios enseña que su objetivo como maestros de la educación
cristiana es ayudar a los miembros de la iglesia a convertirse al evangelio de
Jesucristo instruyéndolos para que pasen de ser creyentes a discípulos. El
camino hacia la conversión es personal. El camino al discipulado no ocurre en
una sola reunión, clase o actividad. En última instancia, cada persona
demuestra su conversión y discipulado al vivir diligentemente el Evangelio
cada día, orar, estudiar las Escrituras, guardar los mandamientos, cumplir con
sus deberes del sacerdocio y de otra índole, asistir al templo, prestar servicio
a sus familiares y a otras personas, y al compartir el Evangelio. Al hacer todo
eso, los deseos, las actitudes y acciones de ellos comienzan a estar en
armonía con la voluntad de nuestro Padre Celestial. Llegan a ser felices y a
tener confianza, y se deleitan “en hacer la voluntad de aquel que los llamo de
tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9) Se esfuerzan por obedecer los
susurros del Espíritu Santo, resistir la tentación, y “hacer muchas cosas
buenas de su propia voluntad” (Efesios 2:10).). Todos nosotros como
discípulos conversos hemos aprendido a andar en la senda del Evangelio
mediante la capacitación y paciencia de maestros que nos han instruido en
los caminos del Señor. Ahora en su función de maestro, ha de mostrarse
amigable, y siempre con la disposición de animar y apoyar a los alumnos
que Dios ponga bajo su cuidado para que practiquen la devoción espiritual
personal, y la manera de enseñar y aprender con ellos en ambientes tanto
formales como informales, les ayudará a permanecer en el sendero y a
progresar hacia la conversión personal durante toda la vida.

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ENSEÑAR A LA MANERA DEL SALVADOR

Reflexione por un momento en lo que sabe del Salvador. ¿Puede


imaginárselo rodeado de Sus discípulos? ¿Puede visualizarlo enseñando a las
multitudes junto al mar de Galilea o hablando personalmente a la mujer
junto al pozo? ¿Qué percibe de Su manera de enseñar y dirigir? ¿Cómo ayudó
Él a los demás a aprender, a crecer espiritualmente y a convertirse a Su
Evangelio? Él los amó, oró por ellos y les prestó servicio continuamente;
buscó oportunidades para estar con ellos y expresarles Su amor; conocía sus
intereses, esperanzas, deseos y lo que pasaba en la vida de ellos. Él sabía
quiénes eran y lo que podían llegar a ser. Encontró maneras especiales de
ayudarlos a aprender, maneras específicas para ellos. Cuando tropezaban, Él
no los abandonaba sino que seguía amándolos y ministrándolos. Él se
preparó para enseñar, dedicando tiempo personal a la oración y al ayuno.
Diariamente, en momentos de privacidad, procuró la guía de Su Padre
Celestial. Él utilizó las Escrituras para enseñar y testificar acerca de Su misión.
Enseñó a las personas a pensar acerca de las Escrituras por ellos mismos y a
utilizarlas para encontrar respuestas a sus propias preguntas. Sus corazones
ardían cuando Él les enseñaba la palabra de Dios con poder y autoridad, y
supieron por sí mismos que las Escrituras eran verdaderas. Empleó relatos
sencillos, parábolas y ejemplos de la vida real que tuviesen sentido para ellos.
Les ayudó a descubrir lecciones del Evangelio en sus propias experiencias y
en su entorno. Les habló de pescar, de nacer y de labrar el campo. Para
enseñar cómo velar el uno por el otro, les contó relatos de rescates de ovejas
perdidas. Para enseñar a Sus discípulos a confiar en los tiernos cuidados del
Padre Celestial, les instó a “considera[r] los lirios del campo”. Él formuló
preguntas que los hacían pensar y sentir de manera profunda. Se interesó
sinceramente por escuchar sus respuestas y se regocijó en sus expresiones de
fe. Les dio oportunidades de hacer sus propias preguntas y de compartir sus
conocimientos; asimismo, respondió a sus interrogantes y escuchó sus
experiencias. Gracias a Su amor, ellos se sentían seguros de compartir sus
pensamientos y sentimientos personales.

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Él los invitó a testificar:

Y cuando lo hacían, el Espíritu les tocaba sus corazones. “¿Quién decís que
soy yo?”, preguntó Él. Al responder Pedro, su testimonio se fortaleció: “¡Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!”(Mateo 16:16). Él confió en ellos, los
preparó y les dio las responsabilidades importantes de enseñar, bendecir y
servir a los demás. “Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda
criatura” (Mateo 28:18-20), les encomendó. Su objetivo era el de ayudarlos a
convertirse por medio del servicio a los demás. Él los invitó a actuar con fe y a
vivir las verdades que enseñaba. En todas Sus enseñanzas se concentró en
ayudar a Sus seguidores a vivir el Evangelio con todo su corazón. Para lograr
esto, consiguió maneras de que aprendieran por medio de experiencias
poderosas. Cuando se apareció a los pescadores, los invitó a venir a Él uno a
uno, para que pudieran verlo, sentirlo y conocerlo por ellos mismos. (Mateo
1:35-42) Cuando percibió que no entendían plenamente Su mensaje, los
invitó a ir a casa y prepararse para volver y aprender más. En cada situación,
Él fue su ejemplo y mentor. Les enseñó a orar al orar con ellos. Les enseñó a
amar y a prestar servicio mediante la manera en que Él los amó y les sirvió.
Les enseñó el modo de enseñar Su evangelio mediante la forma en que Él lo
enseñó. Es evidente que la manera de enseñar del Salvador difiere de la del
mundo. Éste es, entonces, su llamamiento sagrado: enseñar como enseñó el
Salvador. Al hacerlo, sus alumnos abrirán su corazón para que las semillas del
Evangelio se puedan plantar, henchir y crecer; esto los llevará a la conversión
y finalmente al discipulado, que es la meta final de su enseñanza. Al ayudar a
sus alumnos a comprender su conversión, los prepara al mismo tiempo para
seguir al Salvador durante toda la vida como sus discípulos, asistir
dignamente al templo, poner en práctica su sacerdocio, servir en una
misión, hacer pactos sagrados, criar familias rectas y edificar el reino de Dios
en todo el mundo. ¡Cuán grande será su gozo!

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Principios de la enseñanza a sus alumnos

¿Cómo poner en práctica los principios para enseñar a la manera del


Salvador? Éstas son algunas sugerencias sencillas.

Fortalecer a la familia

El hogar es el lugar ideal para que los alumnos aprendan y vivan el Evangelio
bajo la guía amorosa de padres rectos. Un hogar centrado en Cristo brinda a
los alumnos la mejor preparación para recibir las ordenanzas sagradas del
Evangelio...) Por esta razón, se debe trabajar en coordinación con los demás
departamentos de servicio de la iglesia.

Las actividades y los programas de la Iglesia existen para apoyar a los


alumnos a convertirse al evangelio de Jesucristo.

Prepararlos espiritualmente

Para que avancen hacia el camino del discipulado como el Señor mandó: “si
alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y su
propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Y añadió “que el que
no lleve su cruz y siga en pos de Él, no puede ser su discípulo”. Estimado
maestro parte de su preparación espiritual es estudiar por sí mismo la
doctrina que va a enseñar. El Espíritu le indicará lo que vaya a ser más
relevante y útil para sus alumnos. Luego, al esforzarse por vivir lo que
enseña, podrá testificar de la veracidad del Evangelio por propia experiencia.

Deliberar en consejo

Ayudar a sus alumnos a convertirse verdaderamente requiere de los


esfuerzos combinados de los padres en el caso de los niños y jóvenes, de los
líderes, consejeros y maestros, en el caso de las personas adultas e incluso
de los líderes de la denominación. Deliberen en consejo acerca de las
necesidades de sus alumnos. Averigüen lo que están aprendiendo en el hogar
y en la Iglesia y si les ayuda a reforzar la enseñanza adquirida en el salón de
clase. Juntos podrán crear una experiencia de aprendizaje mucho más
poderosa para los alumnos que si lo hicieran por separado.

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Hay muchas oportunidades para que los padres, maestros, y líderes se
reúnan en consejo. Éstos son algunos ejemplos:

• Reuniones de liderazgo, con el consejo de la iglesia y líderes


departamentales

• Reuniones breves e informales antes o después de las reuniones de la


Iglesia entre maestros.

• Comunicaciones telefónicas o por correo electrónico con los padres de los


niños y jóvenes. Y también con los matrimonios

Ministrar a los alumnos

Enseñar a los alumnos supone más que simplemente impartir información.


La enseñanza cristiana implica guiar y motivar a los alumnos en sus esfuerzos
personales por vivir el Evangelio diariamente. Incluye el tenderles una mano
más allá de las actividades, las clases y las reuniones habituales. Procure
amar a sus alumnos como nuestro Padre Celestial los ama. Él ve lo mejor en
ellos; Él tiene paciencia a medida que progresan. Los anima aun cuando
tengan que esforzarse por hacer lo correcto y nunca se da por vencido.

Enseñar el Evangelio

En toda enseñanza del Evangelio, el Espíritu es el verdadero maestro. Si


usted busca Su guía, Él tocará su corazón e inspirará a las personas a las que
enseñe. Una de las mejores maneras de invitar al Espíritu es hacer participar
a los alumnos en el análisis de las Escrituras y las enseñanzas de Cristo. A
menudo, los alumnos tienen sus propias experiencias espirituales y puntos
de vista para compartir. Enséñeles a hacerlo en la noche en su hogar en su
altar familiar, en las reuniones de clases en orden, o en muchos otros
lugares formales e informales. Cuando comparten su testimonio con los
demás, el Espíritu testifica por medio de ellos y todos son edificados.

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Determinar qué enseñar

Los recursos de aprendizaje para los alumnos está organizado en manuales


bíblicos de aprendizaje que los maestros pueden usar para prepararse para las
reuniones de la Escuela Dominical. Se invita y se alienta a que los padres adquieran
el material para sus niños y que las utilicen en sus respectivas familias. Los
manuales se han organizado en un calendario trimestral para ayudar a coordinar
las experiencias de aprendizaje bíblico de los alumnos de toda la Iglesia. Los
maestros deben deliberar a fin de determinar las herramientas que utilizaran para
que se dé el aprendizaje que impartirán en cada unidad. Al planificar la
enseñanza, piense con espíritu de oración en sus alumnos. ¿Qué experiencias están
teniendo? ¿Qué desafíos o tentaciones afrontan? ¿Qué dudas tienen? ¿Qué
doctrina necesitarán comprender para prepararse para el futuro? Tal vez descubra
que necesita hacer su plan lo suficientemente flexible para poder adaptarlo si
surgen nuevas necesidades o preguntas. Por ejemplo, puede encontrar que sus
alumnos necesitan más de una semana para tratar un tema en particular. Permita
que las necesidades de sus alumnos, y no un horario estricto, dirija su enseñanza.

Material de aprendizaje

Cada material de aprendizaje debe guiar a su alumno encontrar respuestas a las


dudas que puedan sobresaltar su mente e impedir su buen desarrollo como
discípulo de Jesucristo. Los manuales de aprendizaje no están destinadas a
indicarle lo que tiene que decir y hacer al enseñar, más bien, son herramientas que
le van a ayudar a aprender la lección y prepararse para hacer participar a sus
alumnos en experiencias de aprendizaje que sean de influencia para ellos. Adapte
esas experiencias a sus necesidades e intereses. Considere maneras de inspirarlos a
actuar por sí mismos al procurar, encontrar y compartir respuestas a las preguntas
que tengan sobre el Evangelio.

Cada manual incluye referencias y enlaces a enseñanzas con temas recientes


para que usted pueda ayudar a sus alumnos a aprender y a vivir el consejo de los
principios bíblicos poco después de que lo hayan escuchado. Refiérase a estos
manuales a menudo y anime a que cada alumno pueda estudiar de manera
personal cada lección que lo capacite a vivir a la manera de Cristo.

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Cómo mejorar su eficacia

En los manuales de aprendizaje también se incluyen vínculos a videos


breves acerca de cómo ayudar a sus alumnos a entender la clase. Puede
estudiarlos personalmente o con otros maestros para entender mejor la
naturaleza interactiva del aprendizaje y la enseñanza en los alumnos.

CÓMO UTILIZAR EL MANUAL DE APRENDIZAJE

Estudie bien la lección a compartir

Basándose siempre en los intereses y las necesidades de sus alumnos


considerando las suyas propias. Pregúntese: ¿Qué es importante para la vida
de ellos? ¿Qué desea nuestro Padre Celestial que ellos descubran en la
actualidad?

Repase la doctrina de su iglesia

Lea sobre las doctrinas y principios prácticos que sostiene su iglesia.

Prepare su mente y su corazón.

Considere con mucha oración cómo la doctrina y los principios se aplican a


su vida y a la de sus alumnos.

Estudie los temas pensando en los acontecimientos actuales

Este atento a los mensajes más recientes y relevantes de lo que está


sucediendo en el mundo y utilice estos recursos siempre y cuando sean
aprobados por la Iglesia

Enseñe como el Salvador de nuestra alma

Considere cómo nos enseña el Salvador y ajuste su método de enseñanza a la


de Él.

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Comience la clase con sus alumnos

Ayude a sus alumnos a participar en el aprendizaje activo al darles la


oportunidad de hacer preguntas y hablar de lo que están aprendiendo y
experimentando.

Cree experiencias de aprendizaje

Haga participar a sus alumnos en el estudio de las Escrituras, al compartir


ejemplos personales, al prestar servicio a los demás y al fortalecerse los unos
a los otros.

Mejore la enseñanza y el aprendizaje

Busque vínculos de ejemplos reales acerca de la enseñanza. Que incluyan


testimonios, ilustraciones y experiencias de otros discípulos de Jesucristo y
también de usted mismo.

Apoye siempre la conversión personal

Apoye a sus discípulos en sus esfuerzos personales por aprender y vivir el


Evangelio.

Escuela Dominical

La Escuela Dominical fortalece la fe en nuestro Padre Celestial y en Jesucristo


al proporcionar oportunidades para que los niños, niñas jóvenes, jovencitas
y los adultos aprendan y enseñen la doctrina del Evangelio juntos y se
fortalezcan mutuamente al vivirla. La Escuela Dominical es una oportunidad
única y esencial para que los miembros de la iglesia establezcan conexiones
entre lo que están aprendiendo en su estudio personal y las experiencias en
el hogar, en otras reuniones, en clases de la Iglesia, y en su vida diaria. En la
Escuela Dominical se hace especial hincapié en ayudar a los alumnos a
desarrollar habilidades y confianza para llegar a ser maestros y alumnos
cristianos. Los líderes administrativos de la Escuela Dominical prestan
servicio de acuerdo a sus capacidades con el fin de mejorar el aprendizaje y la
enseñanza en el aula de clase y en la vida diaria fuera de ella.

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Uniformidad y adaptación

Muchas sugerencias de esta guía se pueden adaptar para que funcionen en


circunstancias locales. A medida que los maestros y líderes entiendan el
propósito de estas sugerencias, recibirán la inspiración de buscar alternativas
que satisfagan las necesidades de sus alumnos. Los siguientes principios no
se deben alterar:

Los líderes y maestros seleccionan y preparan lecciones a partir de la unidad


que se recomienda para el trimestre. Ellos basan su selección en las
necesidades de los alumnos a los que enseñan.

• Siempre que sea posible, los maestros coordinan y refuerzan las labores
entre sí.

• Los directores de la escuela dominical y maestros tratan sinceramente de


enseñar como lo hizo el Salvador: embarcando a los alumnos en el
descubrimiento del Evangelio mediante la participación en experiencias de
aprendizaje. Éstas pueden consistir en escudriñar juntos las Escrituras,
analizar ideas, compartir experiencias y conocimientos personales, y
compartir sus testimonios.

• Se anima a los alumnos a compartir lo que están aprendiendo con su


familia y con otras personas. También deben tener la oportunidad de
enseñar en reuniones y actividades de la Iglesia. • Todo el aprendizaje en la
Iglesia debe alentar, añadir y conducir a experiencias espirituales privadas al
hacer la oración personal, estudiar las Escrituras, meditar, vivir el Evangelio
en la vida diaria y al servir a los demás. En última instancia, ese esfuerzo
personal es la clave de la conversión.

La escuela dominical es la principal agencia para el discipulado en la iglesia


local. Por lo tanto, no debe subestimarse su contribución a las vidas de las
personas. Por tal razón merece lo mejor que se pueda proveer en cuanto a
planificación, organización, coordinación y supervisión de un programa de
calidad. Su único fin es ayudar al crecimiento de los miembros de la iglesia en
el conocimiento y la gracia de Dios.

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Principios Doctrinales

1-Arrepentimiento: Mr. 1:15; Lc. 13:3; Hch. 3:19.

2- Justificación: Ro. 5:1; Tit. 3:7.

3- Regeneración: Tit. 3:5.

4- Nuevo nacimiento: Jn 3:3; 1 P. 1:23; 1 Jn. 3:9.

5- Santificación subsecuente a la justificación: Ro. 5:2; 1 Co. 1:30; 1


Ts. 4:3, He. 13:12.

6- Santidad: Lc. 1:75; 1 Ts. 4:7; He. 12:14.

7- Bautismo en agua: Mt. 28:19; Mr. 1:9,10; Jn 3:22,23; Hch 8:36,38.

8- Bautismo en el Espíritu Santo subsecuente a la limpieza;


impartimiento de poder para el servicio: Mt. 3:11; Lc. 24:49,53; Hch.
1:4-8.

9- Hablar en lenguas como el Espíritu dirija a la persona, como


evidencia inicial del bautismo en el Espíritu Santo: Jn 15:26; Hch.
2:4; 10:44-46; 19:1-7.

10- La iglesia: Ex. 19:5,6; Sal. 22:22; Mt. 16:13-19; 28:19,20; Hch.
1:8; 2:42-47; 7:38; 20:28; Ro. 8:14-17; 1 Co. 3:16,17; 12:12-31; 2
Co. 6:6-18; Ef. 2:19-22; 3:9-21; Fil. 3:10; He. 2:12; 1 P. 2:9; 1 Jn.
1:6,7; Ap. 21:2,9; 22:17..

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11- Dones espirituales: 1 Co. 12:1,7,10,28,31; 14:1.

12- Las señales siguen a los creyente: Mr. 16:17-20; Ro. 15:18,19;
He. 2:4.

13- El fruto del Espíritu: Ro. 6:22; Gá. 5:22,23; Ef. 5:9; Fil. 1:11.

14- La sanidad divina provista para todos en la expiación: Sal.103:3;


Is. 53:4,5; Mt. 8:17; Stg. 5:14-16; 1 P. 2:24.

15- La cena del Señor: Lc. 22:17-20; 1 Co. 11:23-26.

16- Lavatorio de los pies de los santos: Jn. 13:4-17; 1 Ti. 5:9,10.

17- Diezmos y ofrendas: Gn. 14:18-20; 28:20-22; Mal. 3:10; Lc.


11:42; 1 Co. 9:6-9; 16:2; Hc. 7:1-21.

18- Restitución donde sea posible: Mt. 3:8; Lc. 19:8,9.

19- La premilenial segunda venida de Jesús. Primero, para resucitar


a los santos que han muerto y levantar hacía Él en el aire a los
creyente que están vivos: 1 Co. 15:52; 1 Ts. 4:15-17. 20- Segundo,
para reinar sobre la tierra por mil años: Zac. 14:4: 1 Ts. 4:14; 2 Ts.
1:7-10; Jud. 14,15; Ap. 5:10; 19:11-21; 20:4-6.

20- Resurrección: Jn 5:28,29; Hch. 24:15; Ap. 20:5,6.

21- Vida eterna para los justos: Mt. 25:46; Lc. 18:30; Jn. 10:28; Ro.
6:22; 1 Jn. 5:11-13.

22- Castigo eterno para los inicuos, sin liberación ni aniquilación: Mt.
25:41-46; Mr. 3:29; 2 Ts. 1:8,9; Ap. 20:10-15; 21:8.

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Principios Prácticos

Ejemplo Espiritual

 Demostraremos nuestro compromiso con Cristo poniendo en práctica las


disciplinas espirituales;
 Demostraremos nuestra dedicación al cuerpo de Cristo siendo leales a Dios
y a su iglesia;
 Demostraremos nuestra dedicación a la obra de Cristo siendo buenos
administradores.

A. PRÁCTICA DE LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES


Las disciplinas espirituales implican prácticas como la oración, la alabanza, la
adoración, la confesión, el ayuno, la meditación y el estudio.

A través de la oración expresamos nuestra confianza en Jehová Dios, el Dador


de todas las cosas buenas, y reconocemos nuestra dependencia en Él para suplir
nuestras necesidades y las de otros (Mt. 6:5-15; Lc. 11:1-13; Stg. 5:13-18).

A través de la adoración tanto pública como privada, alabamos a Dios, tenemos


comunión con Él y recibimos diariamente enriquecimiento espiritual y
crecimiento en la gracia.

A través del ayuno podemos acercarnos a Dios, meditar en la pasión de


Jesucristo y disciplinarnos para vivir bajo el control del Espíritu Santo en todos
los aspectos de nuestra vida (Mt. 6:16-18; 9:14-17; Hch. 14:23).

Por medio de la confesión de nuestros pecados a Dios tenemos asegurado el


perdón divino (1 Jn. 1:9; 2:2). El compartir nuestra confesión con otros creyentes
da la oportunidad de pedir la oración y ayudarnos mutuamente a llevar nuestras
cargas (Gál. 6:2; Stg. 5:16).

Por medio de la meditación y el estudio de la Palabra de Dios fortalecemos


nuestro crecimiento espiritual y nos preparamos para guiar e instruir a otros en las
verdades bíblicas (Jos. 1:8; Sal. 1:2; 2 Ti. 2:15,23-26).

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B. LEALTAD A DIOS Y DEDICACIÓN A LA IGLESIA.
La vida del discipulado cristiano implica el cumplimiento de nuestros deberes hacía el
cuerpo de Cristo. Debemos reunirnos constantemente con otros miembros de la iglesia
con el propósito de magnificar y alabar a Dios y escuchar su Palabra (Mt. 18:20; Jn.
4:23; Hch. 2:42,46,47; 12:24; He. 10:25).
El domingo es el día cristiano de adoración. Como día del Señor, el domingo
conmemora la resurrección de Cristo de entre los muertos (Mt. 28:1) y debe
utilizarse primordialmente para la adoración, la confraternidad, el servicio cristiano,
la enseñanza, la evangelización y la proclamación de la Palabra (Hch. 20:7; Ro.
14:5,6; 1 Co. 16:2, Col. 2:16,17).

Debemos proveer para las necesidades financieras de la iglesia a través de nuestros


diezmos (Mal. 3:10; Mt. 23:23) y ofrendas (1 Co. 16:2; 2 Co. 8:1-24; 9:1-15).

Es nuestro deber respetar y someternos aquellos que el Señor ha puesto como


ejemplos espirituales; no como dueños ni señores del rebaño de Cristo (Mt. 20:25-
28; 1 P. 5:1-3).
Por otra parte, nuestra sumisión debe ser una manifestación de la gracia espiritual
de la humildad (Ef. 5:21; 1 P. 5:5,6).
Finalmente, debemos evitar la afiliación a sociedades que requieren o practican
juramentos. Tales sociedades pueden parecer espirituales pero, en realidad, al
requerir un juramento y ser secretas, contradicen la espiritualidad cristiana (Juan
18:20; 2 Co. 6:14-18). Los cristianos no deben pertenecer a ningún cuerpo o
sociedad que requiera o practique una lealtad que esté por encima o excluya su
comunión con otras en Cristo (Juan 17:21-23; Mt. 12:47-49).

C. BUENA MAYORDOMÍA CRISTIANA.


Las virtudes del ahorro y la sencillez son honrosas, mientras que el despilfarro y la
ostentación están solemnemente prohibidos en las Escrituras (Is. 55:2; Mt. 6:19-23).
El vivir una vida piadosa y sobria requiere el uso sabio y frugal de nuestras
bendiciones temporales, incluyendo tiempo, talento y dinero. Como buenos
administradores debemos sacar el máximo provecho de nuestro tiempo, tanto para
esparcimiento como para trabajar (Ef. 5:16; Col. 4:5). El mal uso del tiempo libre
degrada (1 Ti. 5:13; 2 Ts 3:6-13); pero cuando el tiempo se utiliza en forma
constructiva, experimentaremos renovación interna.

Todo nuestro trabajo y nuestra diversión deben honrar el nombre de Dios (1 Co.
10:31). Como buenos mayordomos debemos utilizar bien nuestros dones
espirituales (Ro. 12:3-8, 1 Co. 12:1-11, 27-31; Ef. 4:11-16; 1 P. 4:9-11), así como
nuestros talentos naturales (Mt. 25:14-30) para la gloria de Dios.

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Como buenos mayordomos debemos reconocer que el uso sabio del dinero es parte
esencial de la economía de la vida del cristiano. Dios nos ha encomendado
bendiciones temporales para que cuidemos de ellas (Mt. 7:11; Stg. 1:17).

Pureza Moral
Participemos de toda actividad que glorifique a Dios en nuestro cuerpo y
evitaremos la satisfacción de los deseos de la carne. Leeremos, miraremos y
escucharemos todo lo que sea de beneficio para nuestra vida espiritual.

A. DEBEMOS GLORIFICAR A DIOS EN NUESTRO CUERPO.


Nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, por lo cual debemos usarlo para la
gloria de Dios (Ro. 12:1,2; 1 Co. 6:19,20; 10:31). Debemos andar en el Espíritu y
no satisfacer los deseos de la carne (Gá. 5:16).

La Escritura contiene varios pasajes con ejemplos de una conducta carnal que no
glorifica a Dios (Ro. 1:24; 1 Co. 6:9,10; Gá. 5:19,21; Ap. 21:8). Las prácticas
pecaminosas más prominentes que aparecen en estos pasajes incluyen:
homosexualidad, adulterio, actividades mundanas (como odio, envidia y celos),
comunicación corrupta (como chismes y palabras sucias), robo, asesinatos,
borracheras y brujería. La brujería tiene que ver con prácticas de ocultismo, las
cuales están prohibidas por Dios y conducen a la adoración de Satanás.

B. LO QUE LEEMOS, MIRAMOS Y ESCUCHAMOS.


La literatura que leemos, los programas que miramos y la música que escuchamos
afectan profundamente nuestros sentimientos, nuestro pensamiento y nuestra
conducta. Es imperativo, por lo tanto que el cristiano lea, mire y escuche las cosas
que inspiran, instruyen y desafían a alcanzar un nivel moral más elevado. Por otro
lado, debemos evitar literatura, programas y música de contenido mundano y de
naturaleza pornográfica.

Un cristiano no debe mirar en el cine (o la televisión) películas u obras teatrales que


sean de naturaleza inmoral (Ro. 3:14, Fil. 4:8).

C. FOMENTO DEL BIENESTAR ESPIRITUAL.


El cristiano debe usar su tiempo libre en actividades que edifiquen tanto al
individuo como al cuerpo de Cristo (Ro. 6:13; 1 Co. 10:31,32). Debemos evitar
prácticas y lugares mundanos. Consecuentemente, un cristiano no debe participar de
ningún tipo de entretenimiento que apele a la naturaleza carnal y traiga descrédito al
testimonio cristiano (2Co. 6:17; 1 Ts. 5:21,22: 1 Jn. 2:15-17).

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Integridad Personal
Viviremos una vida que inspire responsabilidad y confianza, que produzca el fruto
del Espíritu y manifieste el carácter de Cristo en toda nuestra conducta.

A. RESPONSABILIDAD Y CONFIANZA.
El cristiano debe ser una persona confiable y de palabra (Mt. 5:37; 1 P. 2:11,12).
Jurar es contrario a la confiabilidad del cristiano, por lo tanto debe evitarse (Mt.
5:34-37; Stg. 5:12). Cristo enseñó, por precepto y ejemplo, que debemos amar a
nuestro enemigos y dar preferencia a nuestro prójimo (Mt. 5:43-48; Ro. 12:10; Fil.
2:3; 1 Jn. 3:16). Debemos comportarnos de tal manera que nuestra conducta lleve a
otros a Cristo (Mt. 5:16; 1 Co. 11:1).

B. FRUTO DEL ESPÍRITU.


Si vivimos en el Espíritu, manifestaremos el fruto (actitudes y acciones) del Espíritu
y no satisfaremos los deseos de la carne (Gá. 5:16,22-25; 1 Jn. 1:7). Las buenas
relaciones con otros son el resultado natural de nuestra relación positiva con el
Señor (Sal. 1:1-3; Mt. 22:37-40). Seremos juzgados por no llevar fruto en nuestra
vida (Mt. 7:16-20; Lc. 13:6-9; Jn 15:1-8).

C. EL CARÁCTER DE CRISTO.
El distintivo de la vida en Cristo es el amor por otros (Jn. 13:34,35; 15:9-13; 1 Jn.
4:7-11). En su relación con el Padre, Jesús mostró sumisión (Lc. 22:42; Jn. 4:34;
5:30). En su relación con otros, demostró aceptación (Jn. 8:11), compasión (Mt.
9:36; Mr. 6:34) y perdón (Mt. 9:2; Lc. 5:20). No podemos llevar el fruto del
Espíritu ni manifestar el carácter de Cristo si no estamos espiritualmente unido a Él
(Jn. 15:4,5) y sin tener la semilla de la Palabra sembrada en nuestro corazón (Jn.
15:3; 1 P. 1:22,23).

Responsabilidad Familiar
Daremos prioridad al cumplimiento de las responsabilidades familiares,
preservaremos la santidad del matrimonio y mantendremos el orden bíblico en el
hogar.

A. PRIORIDAD DE LA FAMILIA.
La familia es la unidad básica de las relaciones humanas y como tal es
indispensable, tanto para la sociedad como para la iglesia (Gn. 2:18-24). El origen
divino de la familia y su carácter institucional exigen que se le ministre con
prioridad, tanto desde el punto de vista personal como colectivo.

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La práctica de las disciplinas y las virtudes cristianas debe empezar en el hogar (Dt.
6:6,7). Por lo tanto, la familia cristiana debe establecer un plan para los
devocionales familiares y proveer una atmósfera cristiana en el hogar (1 Ti. 3:3,4;
5:8).
B. SANTIDAD DEL MATRIMONIO.
El matrimonio es ordenado por Dios y es un acto de unión espiritual en el que un
hombre y una mujer se unen para vivir como una sola carne (Gn. 2:24; Mr. 10:7).
Por su carácter divino, el matrimonio es un compromiso para toda la vida y el
adulterio es la única concesión bíblica para el divorcio (Mt. 5:32; 19:9).

La relación sexual ya sea antes del matrimonio o con otra persona que no sea el
cónyuge se prohíbe estrictamente en la Biblia (Ex. 20:14; 1 Co. 6:15-18).
Para alcanzar santidad en el matrimonio, los cónyuges deben esforzarse por
mantener una relación placentera, armoniosa y santa.

Si llegara a ocurrir el divorcio, la iglesia debe estar presta a proveer amor,


comprensión y orientación a los afectados. Las segundas nupcias de personas
divorciadas podrán realizarse únicamente después de un entendimiento y
sometimiento pleno a las instrucciones bíblicas relacionadas con este asunto (Mt.
19:7-9; Mr. 10:2-12; Lc. 16:18; Ro. 7:2,3; 1 Co. 7:2,10,11). Si un cristiano desea
permanecer soltero, su decisión debe ser respetada y vista como una alternativa
bíblica (1 Co. 7:8,32-34).

C. ORDEN DIVINO EN EL HOGAR.


Cuando Dios creó al hombre, varón y hembra (Gn. 1:27), los dotó con
características diferentes (1 Co. 11:14,15; 1 P. 3:7) y les dio responsabilidades
diferentes (Gn. 3:16-19; 1 P. 3:1-7).

En el orden bíblico, el esposo es cabeza del hogar (Ef. 5:22-31; Col. 3:18,19), los
padres deben criar y disciplinar a sus hijos (Ef. 6:4; Col. 3:21) y estos deben
obedecer y honrar a sus padres (Ex. 20:12; Ef. 6:1-3 ; Col. 3:20).
Para que haya armonía en el hogar debe observarse el orden bíblico de
responsabilidades.

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