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UNIVERSIDAD RUBEN DARIO

DIRIAMBA- CARAZO

CARRERA: Auxiliar de Enfermería

Asignatura: Cuidados médicos Quirúrgicos I

Temas: Hepatitis A, B, C, D, E, TOXICA

Año: I

Turno: Dominical

DOCENTE: Lic. Marlon Dávila

NOMBRE:
 Verónica del Carmen Muñoz Mendieta
 Anielka Auxiliadora Sanchez Acota
 Anielka Maria Montiel
 Secia Amanda Valverde Baltodano
 Licda Elisa Rugama Valverde
 Carmen de la Luz Molina Cordoncillo
 Rafael Eonrique Pavon
 Yelsi Lenin Sancehz Flores
 Diego Moises Echaverry
 Jose David Lopz
0 de enero de 2017

Indice

TEMA 1

1. INTRODUCCIÓN 2

¿Qué es la hepatitis? 2

¿Cuáles son los distintos virus de la hepatitis? 3

2. HEPATITIS A 3
Epidemiologia 8
Características 8
Clínica 9

HEPATITIS B 9

HEPATITIS C 13
Diagnostico 23

HEPATITIS D 23

Hepatitis E 26

HEPATITIS TOXICA 30

CONCLUSIÓN 37

BIBLIOGRAFÍA 38
TEMA

HEPATITIS CONCEPTO, SÍNTOMAS, TRATAMIENTO, CUIDADOS DE


ENFERMERÍA, EXÁMENES PARA DETECTARLA, EXÁMENES DE CONTROL DE
ESTA ENFERMEDAD.
Indice

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1. INTRODUCCIÓN

Importante problema de salud pública en todo el mundo producido por numerosos


virus distintos.

Sospechar el diagnóstico clínico en pacientes que presentan dolor abdominal con


ictericia. Coluria y acolia. Otros síntomas adicionales pueden ser fiebre, nauseas,
vómitos exantema cutáneo y artritis.

¿Qué es la hepatitis?

La hepatitis es una inflamación del hígado. La afección puede remitir


espontáneamente o evolucionar hacia una fibrosis (cicatrización), una cirrosis o
un cáncer de hígado. Los virus de la hepatitis son la causa más frecuente de las
hepatitis, que también pueden deberse a otras infecciones, sustancias tóxicas
(por ejemplo, el alcohol o determinadas drogas) o enfermedades auto
inmunitarias.

La hepatitis A y la E son causadas generalmente por la ingestión de agua o


alimentos contaminados. Las hepatitis B, C y D se producen de ordinario por el
contacto con humores corporales infectados. Son formas comunes de
transmisión de estos últimos la transfusión de sangre o productos sanguíneos
contaminados, los procedimientos médicos invasores en que se usa equipo
contaminado y, en el caso de la hepatitis B, la transmisión de la madre a la
criatura en el parto o de un miembro de la familia al niño, y también el contacto
sexual.
La infección aguda puede acompañarse de pocos síntomas o de ninguno;
también puede producir manifestaciones como la ictericia (coloración amarillenta
de la piel y los ojos), orina oscura, fatiga intensa, náuseas, vómitos y dolor
abdominal.

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¿Cuáles son los distintos virus de la hepatitis?

Los científicos han identificado cinco virus de la hepatitis designados por las
letras, A, B, C, D y E. Todos causan enfermedades hepáticas, pero se distinguen
por varios rasgos importantes.

El virus de la hepatitis A (VHA) está presente en las heces de las personas


infectadas y casi siempre se transmite por el consumo de agua o alimentos
contaminados. Se puede propagar también por ciertas prácticas sexuales. En
muchos casos la infección es leve, y la mayoría de las personas se recuperan por
completo y adquieren inmunidad contra infecciones futuras por este virus. Sin
embargo, las infecciones por el VHA también pueden ser graves y
potencialmente mortales. La mayoría de los habitantes de zonas del mundo en
desarrollo con saneamiento deficiente se han infectado con este virus. Se cuenta
con vacunas seguras y eficaces para prevenir la infección por el VHA.

2. Hepatitis A

La Hepatitis viral tipo A (VHA) es una enfermedad de distribución mundial y


representa el 75% de los casos de hepatitis virales en el mundo. Evoluciona en
forma endemoepidémica y se ha estimado que existen cada año más de 10 millones
de casos de la enfermedad,

Aunque la enfermedad no progresa a la cronicidad, es decir, que se vuelve crónica y


la mortalidad es rara, causa una sustancial morbilidad en muchas partes del orbe,
fundamentalmente en los países del tercer mundo estando ligada a la pobre higiene
y pobreza y los gastos y pérdidas laborales y económicas son cuantiosos. La
severidad de la enfermedad clínica por el VHA aumenta con la edad. La ictericia
ocurre en menos del 10% de los niños menores de 6 años, entre el 40 y 50% de los
niños mayores y del 70-80% de los adultos.

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En 1973 se logró identificar el virus causante de la Hepatitis A en heces de
pacientes mediante técnicas de microscopía electrónica. El agente que causa la
hepatitis A es un picornavirus de 27 nm que es un virus ARN, con cordón positivo.

1. ¿Qué es Hepatitis A?
La Hepatitis A es una infección viral causada por el Virus de la Hepatitis A (VHA)
que produce la inflamación del hígado, como consecuencia de ésta se bloquea el
paso de la bilis que produce el hígado al descomponer la grasa, y se altera la
función del hígado de eliminar las toxinas de la sangre, de producir diversas
sustancias importantes y de almacenar y distribuir la glucosa, vitaminas y minerales.

2. ¿Cuáles son las causas y síntomas de la Hepatitis A?


La Hepatitis A (infecciosa) se contagia por vía oral y fecal a través de ciertos
alimentos como crustáceos, agua o materiales contaminados y también por
contacto sexual desprotegido con la persona infectada.
Los síntomas más frecuentes en la Hepatitis A son:
 fiebre
 pérdida del apetito
 malestar general con cansancio
 nauseas y molestias de estómago
 ictericia (color amarillo de la piel y del ojo)
 dolor en la parte alta del abdomen (10)

La enfermedad rara vez es fatal y la mayoría de las personas se recupera en pocas


semanas, sin complicaciones. Los signos y síntomas de enfermedad son más
frecuentes en adultos que en niños.
Los bebés y niños pequeños generalmente tienen síntomas muy leves, y tienen
menor probabilidad de contraer ictericia que los niños mayores y los adultos. No
todas las personas infectadas tienen todos los síntomas.

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El período de incubación del virus es aproximadamente de 15-45 días y los
síntomas en general, aparecen dentro de los 28 días después de la exposición, y el
promedio va de 15 a 50 días.

3. ¿Cuáles son los grupos de riesgo?


Grupos de riesgo:
Familiares o contactos sexuales de personas infectadas,
Empleados y niños en centros de cuidados, particularmente niños lactantes,
Viajeros hacia áreas endémicas,
Residentes y trabajadores de prisiones o instituciones de incapacitados cuando
hayan ocurrido brotes,
Compañeros de trabajo de manipuladores de alimentos infectados,
Drogadictos intravenosos,
Personas que hayan ingerido alimentos o agua contaminados con el virus de la
Hepatitis A.

4. Diagnóstico de la enfermedad.

El diagnóstico clínico lo complementa el análisis bioquímico y serológico del


enfermo.

Pruebas bioquímicas:
• Las aminotransferasas aumentan por encima de diez veces su valor normal y
aunque paulatinamente van disminuyendo, los valores pueden permanecer
elevados por 6 meses hasta la recuperación definitiva.

• La bilirrubina se eleva considerablemente fundamentalmente en los casos de


colestasis, la fracción conjugada aumenta tempranamente.

• La fosfatasa alcalina suele estar elevada hasta 3 veces por encima del límite
superior de la normalidad.

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• Los cambios hematológicos incluyen hemoglobinas bajas compatibles con anemia
que puede ser de tipo hemolítica o aplasica, prolongación del tiempo de protrombina
en los casos más severos que no retornan a la normalidad completamente con la
administración de vitamina K; los niveles sericos de hierro y ferritina también
pueden elevarse.

Marcadores virales:
• Directo: ARN en heces, suero e hígado, por técnicas especiales, difícil por sus
concentraciones mínimas.
• Indirecto: IgM hasta 6 meses.
• IgG confiere inmunidad a largo plazo.

5. ¿Cuánto dura el período de contagio?


El período de contagio comienza alrededor de una semana o dos antes de la
aparición de los síntomas y es mínimo durante la semana siguiente al comienzo de
la ictericia.

6. ¿Cuánto dura la enfermedad?


Los síntomas usualmente duran menos de dos meses. Un 15% de las personas
infectadas con el virus de la Hepatitis A tendrán síntomas prolongados o una
recaída en un período de 6 a 9 meses. A diferencia de la hepatitis B y la hepatitis C,
la hepatitis A no causa daño hepático a largo plazo y por lo general no causa la
muerte. No hay infección crónica con la hepatitis A.

7. Signos de alarma
• Empeoramiento o reaparición de los síntomas prodrómicos
• Anorexia persistente
• Reducción considerable del tamaño del hígado
• Ascitis

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• Aparición de confusión o cambios conductuales neurosiquiatricos
• Prolongación del tiempo de protrombina
• Disminución de la albúmina
• Elevación o caída brusca de las transaminasas
• Hipoglicemia

Ante la presencia de alguno de estos signos de alarma, se deben tomar medidas


urgentes tales como la hospitalización del enfermo con seguimiento estricto de su
evolución y desde el punto de vista terapéutico adoptar las pautas de tratamiento
según lo amerite cada tipo de complicación en especifico, o sea la administración de
vitamina K, medidas para prevenir la encefalopatía, restablecer equilibrio
metabólico entre otras.

Tratamiento y Prevención de la enfermedad


No existe un tratamiento de la infección, por lo que se recomienda reposo y una
dieta apropiada con abundantes proteínas y pocas grasas, hasta que los niveles de
transaminasas en la sangre desciendan. Se debe tomar abundantes líquidos y
evitar ciertos medicamentos que producen toxicidad hepática (analgésicos,
tranquilizantes, etc.).El tratamiento de una infección de Hepatitis por virus A se basa
en la aplicación de medidas generales y la inmunoprofilaxis activa y pasiva.
Control higiénico - dietético:
Dieta:
Reposo:
Alcohol:

El uso de los esteroides ha sido discutido pero de forma general se plantea que su
uso no acorta el curso de la enfermedad ni ayudan a curarla y por otra parte en la
hepatitis fulminante no reportan ningún beneficio, sin embargo su uso se justifica en
las colestasis prolongadas.

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IInmunoprofilaxis:
La inmunoprofilaxis puede ser pasiva con la administración de gammaglobulina o
activa mediante vacunas.

Es un virus ARN que se clasifica como miembro del grupo de los Picornavirus
Enterovirus 27 nm con cápsula.

Se aísla en las heces hasta 3 semanas de iniciada la enfermedad y una semana


antes que se eleven las transaminasas.
La persona es contagiosa hasta 3 semanas de iniciada la enfermedad.
Mecanismo de transmisión de persona a persona por vía fecal oral (alimentos y
bebidas contaminadas)
Periodo de incubación 15 a 50 días, con un promedio de 25 a 30 días.
Predomina en guarderías (niños de pañal) y salas de cuidados diarios de
preescolares.
La mayoría de los contagios ocurren a través de alimentos y aguas contaminadas y
viajeros a zonas endémicas.

Epidemiologia
Enfermedad endemo-epidémica. (con brotes)
Países subdesarrollados.
80 % en menores de 5 años.
No hay portadores de VHA.

Características
1. No hay reservorios ni pacientes crónicos
2. No es contagiosa en útero.
3. No hay riesgo transfusional.
4. No esta relacionado con la homosexualidad.
5. Rara vez ocasiona hepatitis fulminante. , Hepatitis recurrente.

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6. En lactantes y preescolares la infección es generalmente asintomática o con
síntomas inespecíficos leves sin ictericia.

Clínica
1. Anorexia y malestar general.
2. Dolor abdominal en flanco derecho con hepatomegalia (13 días.)
3. nauseas o vómitos.
4. Intolerancia a los alimentos.
5. Fiebre que cede cuando aparece la ictericia (11 días.)
6. Coluria y acolia
7. Elevación de las transaminasas.

HEPATITIS B

La hepatitis B es una infección vírica del hígado que puede dar lugar tanto a un
cuadro agudo como a una enfermedad crónica.
El virus se transmite por contacto con la sangre u otros líquidos corporales de una
persona infectada.

La hepatitis B representa un importante riesgo laboral para los profesionales


sanitarios. La hepatitis B es prevenible con la vacuna actualmente disponible, que
es segura y eficaz.
La hepatitis B es una infección hepática potencialmente mortal causada por el virus
de la hepatitis B (VHB). Constituye un importante problema de salud a nivel mundial.
Puede causar hepatopatía crónica y conlleva un alto riesgo de muerte por cirrosis y
cáncer hepático.

Transmisión
El virus de la hepatitis B puede sobrevivir fuera del organismo por lo menos siete
días. En ese periodo todavía puede causar infección si penetra en el organismo de
una persona no protegida por la vacuna. El periodo medio de incubación de la
hepatitis B es de 75 días, pero puede oscilar entre 30 y 180 días. El virus, que puede
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detectarse entre 30 y 60 días después de la infección, puede persistir y dar lugar a
una hepatitis B crónica.

La hepatitis B también se transmite por exposición percutánea o de las mucosas a


sangre o diferentes líquidos corporales infectados, así como a través de la saliva y
los líquidos menstruales, vaginales y seminales. La hepatitis B puede transmitirse
igualmente por vía sexual, especialmente en el caso de hombres sin vacunar que
mantienen relaciones sexuales con hombres y de personas heterosexuales con
múltiples parejas sexuales o que tienen contacto con profesionales del sexo.

La infección en la edad adulta desemboca en hepatitis crónica en menos del 5% de


los casos. El virus también puede transmitirse con la reutilización de agujas y
jeringas bien en entornos sanitarios o entre consumidores de drogas inyectables.
Además, puede producirse la infección durante procedimientos médicos,
quirúrgicos y dentales, la aplicación de tatuajes o mediante el uso de cuchillas de
afeitar y objetos similares contaminados con sangre infectada.

Síntomas
La mayor parte de los afectados no experimentan síntomas durante la fase de
infección aguda, aunque algunas personas presentan un cuadro agudo con
síntomas que duran varias semanas e incluyen coloración amarillenta de la piel y los
ojos (ictericia), orina oscura, fatiga extrema, náusea, vómitos y dolor abdominal. Un
pequeño grupo de personas con hepatitis aguda puede sufrir insuficiencia hepática
aguda, que puede provocar la muerte.

¿Quiénes corren riesgo de sufrir la enfermedad de forma crónica?

La probabilidad de que la infección se cronifique depende de la edad a la que se


produzca. Los niños infectados con el virus de la hepatitis B antes de cumplir los
seis años son los más expuestos al riesgo de sufrir infecciones crónicas:

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Diagnóstico

Las manifestaciones clínicas no permiten diferenciar la hepatitis B de la hepatitis


causada por otros agentes virales y, consiguientemente, es esencial la confirmación
del diagnóstico en laboratorio. Se dispone de algunas pruebas de sangre para
diagnosticar la hepatitis B y hacer el seguimiento de los pacientes. Mediante esas
pruebas se pueden distinguir las infecciones agudas y las crónicas.

El diagnóstico de laboratorio de la hepatitis B se centra en la detección del antígeno


superficial del virus de la hepatitis B (HBsAg). La OMS recomienda que se analicen
todas las donaciones de sangre para detectar la infección, garantizar la seguridad
de la sangre y evitar la transmisión accidental del virus a los receptores.

La infección aguda por el virus de la hepatitis B se caracteriza por la presencia del


HBsAg y de la inmunoglobulina M (IgM) en el antígeno del núcleo (HBcAg). En la
fase inicial de la infección los pacientes también son seropositivos para el antígeno
e de la hepatitis B (HBeAg). Este antígeno es normalmente un marcador de que el
virus se replica de forma intensa y su presencia indica que la sangre y los líquidos
corporales de la persona infectada son muy infecciosos.

Tratamiento
No hay un tratamiento específico contra la hepatitis B aguda. Por tanto, la atención
se centra en mantener el bienestar y un equilibrio nutricional adecuado,
especialmente la reposición de los líquidos perdidos por los vómitos y la diarrea.

La infección crónica por el virus de la hepatitis B puede tratarse con medicamentos,


en particular agentes antivirales orales. El tratamiento puede ralentizar el avance de
la cirrosis, reducir la incidencia de cáncer de hígado y mejorar la supervivencia a
largo plazo.

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Entre las complicaciones a largo plazo de las infecciones por el VHB, la cirrosis y el
carcinoma hepatocelular son causa de una gran carga de morbilidad. El cáncer de
hígado avanza rápidamente y, puesto que las opciones de tratamiento son
reducidas, el desenlace es por lo general descorazonador. En los entornos de
ingresos bajos, la mayoría de las personas con cáncer de hígado muere a los pocos
meses del diagnóstico. En los países de ingresos altos, la cirugía y la quimioterapia
pueden prolongar la vida unos cuantos años, y el trasplante de hígado se utiliza en
pacientes con cirrosis, con resultados variables.

Prevención

La vacuna contra la hepatitis B es el principal pilar de la prevención de esa


enfermedad. La OMS recomienda que se administre a todos los lactantes lo antes
posible tras el nacimiento, preferentemente en las primeras 24 horas. La baja
incidencia actual de infección crónica por el VHB en menores de 5 años es atribuible
al uso generalizado de la vacuna contra la hepatitis B.

La prevalencia mundial estimada de la infección por el VHB en este grupo de edad


era en 2015 de aproximadamente un 1,3%, en comparación con alrededor de un
4,7% en la era anterior a la vacunación. La dosis inicial deberá ir seguida de dos o
tres dosis para completar la serie primaria. En la mayoría de los casos se considera
apropiada cualquiera de las dos opciones siguientes: tres dosis de la vacuna; la
primera (monovalente) al nacer, y las dos subsiguientes (monovalentes o
combinadas) al mismo tiempo que las dosis primera y tercera de la vacuna contra la
difteria, la tos ferina y el tétanos (DTP); o cuatro dosis de la vacuna; la primera
(monovalente) al nacer, y las tres subsiguientes (monovalentes o combinadas) al
mismo tiempo que otras vacunas infantiles sistemáticas.

La serie completa de vacunas genera anticuerpos que alcanzan niveles de


protección superiores al 95% en lactantes, niños y adultos jóvenes. La protección
dura por lo menos 20 años, y probablemente toda la vida. Por lo tanto, la OMS no

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recomienda dosis de refuerzo en las personas que hayan recibido la serie completa
de la vacuna en tres dosis.

En los países de endemicidad baja o intermedia se debe vacunar a todos los niños y
adolescentes menores de 18 años que no estén vacunados. En esos entornos es
posible que más personas de los grupos de alto riesgo adquieran la infección, por lo
que también deberían ser vacunadas. Esto incluye a:personas que necesitan
transfusiones frecuentes de sangre o productos sanguíneos, pacientes sometidos a
diálisis y receptores de trasplantes de órganos sólidos; reclusos;consumidores de
drogas inyectables; parejas sexuales o personas que conviven con pacientes con
infección crónica por el virus de la hepatitis B; personas con múltiples parejas
sexuales; personal sanitario y otras personas que por su trabajo podrían estar
expuestas al contacto con sangre y productos sanguíneos; y personas que no
hayan recibido la serie completa de vacunas contra la hepatitis B y prevean viajar a
zonas en las que la enfermedad sea endémica.

HEPATITIS C

El virus de la hepatitis C (VHC) causa infección aguda y crónica. Por lo general, la


infección aguda es asintomática y en raras ocasiones (o en ninguna) se asocia a
una enfermedad potencialmente mortal. Aproximadamente un 15-45% de las
personas infectadas elimina el virus espontáneamente en un plazo de seis meses,
sin necesidad de tratamiento alguno.

Distribución geográfica

La hepatitis C es prevalente en todo el mundo. Las regiones de la OMS más


afectadas son las del Mediterráneo Oriental y Europa, con una prevalencia del 2,3%
y 1,5% respectivamente. La prevalencia de la infección por VHC en otras regiones
de la OMS oscila entre el 0,5% y el 1,0%. En función del país, la infección por el
virus de la hepatitis C puede concentrarse en algunas poblaciones (por ejemplo,

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entre los consumidores de drogas inyectables), y/o en la población en general.
Existen numerosas cepas (o genotipos) del VHC, cuya distribución es variable
según la región.

Transmisión
El virus de la hepatitis C se transmite por la sangre. Generalmente se transmite: al
consumir drogas inyectables y compartir el material de inyección; en entornos
sanitarios, debido a la reutilización o la esterilización inadecuada de equipo médico,
especialmente jeringas y agujas; a través de transfusiones de sangre y productos
sanguíneos sin analizar.

El VHC también se puede transmitir por vía sexual y pasar de la madre infectada a
su hijo, aunque estas formas de transmisión son menos frecuentes. La hepatitis C
no se transmite a través de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por contacto
ocasional, por ejemplo, abrazos, besos y comidas o bebidas compartidas con una
persona infectada.

Síntomas

El período de incubación de la hepatitis C puede variar de dos semanas a seis


meses. Tras la infección inicial, aproximadamente un 80% de los casos no
presentan síntomas. Aquellos con sintomatología aguda pueden presentar fiebre,
cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orinas oscuras, heces
claras, dolores articulares e ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos).

Diagnóstico

Dado que la infección aguda por el VHC es generalmente asintomática, pocos son
los casos diagnosticados en la fase aguda. A menudo, la infección crónica por el
VHC también queda sin diagnosticar porque se mantiene asintomática hasta
décadas después, cuando aparecen síntomas secundarios al daño hepático grave.

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La infección con el VHC se diagnostica en dos etapas:

La detección de anticuerpos anti-VHC con una prueba serológica revela la


infección.

Si los anticuerpos anti-VHC son positivos, para confirmar la infección crónica se


necesita una prueba que detecte el ácido ribonucleico (RNA) del virus. Ello es así
porque un 30% de las personas infectadas por el VHC eliminan espontáneamente la
infección mediante una respuesta inmunitaria fuerte, sin necesidad de tratamiento, y
aunque ya no estén infectadas seguirán teniendo los anticuerpos anti-VHC
positivos.

Una vez diagnosticada una hepatitis C crónica se deberá evaluar el grado de daño
hepático (fibrosis o cirrosis). Esto puede hacerse por biopsia hepática o por diversas
pruebas no invasivas.

Además, se debería realizar una prueba de laboratorio para identificar el genotipo


del virus. Hay seis genotipos del VHC, y su respuesta al tratamiento es diferente.
Por otra parte, una misma persona puede estar infectada por más de un genotipo. El
grado de daño hepático y el genotipo del virus se utilizan para orientar las
decisiones terapéuticas y la conducta clínica.

Hacerse las pruebas

El diagnóstico precoz puede prevenir problemas de salud derivados de la infección,


y también la transmisión del virus. La OMS recomienda el cribado en personas que
puedan correr un alto riesgo de infección.
Los grupos de población más expuestos al riesgo de infección por el VHC son: los
consumidores de drogas inyectables; los consumidores de drogas por vía
intranasal; los receptores de productos sanguíneos infectados, y los pacientes

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sometidos a intervenciones invasivas en centros sanitarios cuyas prácticas de
control de la infección son inapropiadas;

los niños nacidos de madres infectadas por el VHC; personas cuyas parejas
sexuales están infectadas por el VHC; personas infectadas por el VIH; reclusos o
exreclusos, y personas que hayan tenido tatuajes o perforaciones ornamentales
(piercings).

Tratamiento

La hepatitis C no siempre requiere tratamiento, porque en algunas personas la


respuesta inmunitaria eliminará la infección espontáneamente y algunas personas
con infección crónica no llegan a presentar daño hepático. Cuando el tratamiento es
necesario, el objetivo es la curación. La tasa de curación depende de algunos
factores tales como la cepa del virus y el tipo de tratamiento que se dispensa.

El tratamiento de la hepatitis C está cambiando rápidamente. El sofosbuvir, el


daclatasvir y la combinación de sofosbuvir/ledipasvir forman parte de los
tratamientos preferidos en las directrices de la OMS, y pueden lograr tasas de
curación superiores al 95%.

Estos medicamentos son mucho más eficaces y seguros, y mejor tolerados que los
tratamientos antiguos. El tratamiento con antivíricos de acción directa (AAD) puede
curar a la mayoría de las personas infectadas por el VHC y es más breve
(normalmente 12 semanas).
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Hepatitis C

Nota descriptiva
Octubre de 2017

Cifras y datos

La hepatitis C es una enfermedad del hígado causada por el virus del mismo
nombre; ese virus puede causar hepatitis, tanto aguda como crónica, cuya
gravedad varía entre una dolencia leve que dura algunas semanas, y una
enfermedad grave de por vida.
El virus de la hepatitis C se transmite a través de la sangre, y la mayoría de las
infecciones se producen por exposición a pequeñas cantidades de sangre a través
del consumo de drogas inyectables, de prácticas de inyección o de atención
sanitaria poco seguras y de la transfusión de sangre y productos sanguíneos sin
analizar.
Se estima que hay en el mundo 71 millones de personas con infección crónica por el
virus de la hepatitis C.
Un número considerable de esas personas con infección crónica desarrollarán
cirrosis o cáncer de hígado.
Cada año mueren unas 399 000 personas debido a la hepatitis C, sobre todo por
cirrosis y carcinoma hepatocelular.
Los antivíricos pueden curar más del 95% de los casos de infección por el virus de la
hepatitis C, lo que reduce el riesgo de muerte por cáncer de hígado y cirrosis, pero
el acceso al diagnóstico y el tratamiento es limitado.
En la actualidad no existe ninguna vacuna contra la hepatitis C, pero la investigación
en esa esfera continúa.

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El virus de la hepatitis C (VHC) causa infección aguda y crónica. Por lo general, la
infección aguda es asintomática y en raras ocasiones (o en ninguna) se asocia a
una enfermedad potencialmente mortal. Aproximadamente un 15-45% de las
personas infectadas elimina el virus espontáneamente en un plazo de seis meses,
sin necesidad de tratamiento alguno.

El 60-80% restante desarrollará infección crónica, y en estos casos el riesgo de


cirrosis hepática a los 20 años es del 15-30%.

Distribución geográfica

La hepatitis C es prevalente en todo el mundo. Las regiones de la OMS más


afectadas son las del Mediterráneo Oriental y Europa, con una prevalencia del 2,3%
y 1,5% respectivamente. La prevalencia de la infección por VHC en otras regiones
de la OMS oscila entre el 0,5% y el 1,0%. En función del país, la infección por el
virus de la hepatitis C puede concentrarse en algunas poblaciones (por ejemplo,
entre los consumidores de drogas inyectables), y/o en la población en general.
Existen numerosas cepas (o genotipos) del VHC, cuya distribución es variable
según la región.

Transmisión

El virus de la hepatitis C se transmite por la sangre. Generalmente se transmite:

al consumir drogas inyectables y compartir el material de inyección;


en entornos sanitarios, debido a la reutilización o la esterilización inadecuada de
equipo médico, especialmente jeringas y agujas;
a través de transfusiones de sangre y productos sanguíneos sin analizar.
El VHC también se puede transmitir por vía sexual y pasar de la madre infectada a
su hijo, aunque estas formas de transmisión son menos frecuentes.

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La hepatitis C no se transmite a través de la leche materna, los alimentos o el agua,
ni por contacto ocasional, por ejemplo, abrazos, besos y comidas o bebidas
compartidas con una persona infectada.

Las estimaciones obtenidas por modelización indican que en el mundo hubo 1,75
millones de nuevas infecciones por VHC en 2015 (23,7 por 100 000 personas).

Síntomas

El período de incubación de la hepatitis C puede variar de dos semanas a seis


meses. Tras la infección inicial, aproximadamente un 80% de los casos no
presentan síntomas. Aquellos con sintomatología aguda pueden presentar fiebre,
cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orinas oscuras, heces
claras, dolores articulares e ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos).

Diagnóstico

Dado que la infección aguda por el VHC es generalmente asintomática, pocos son
los casos diagnosticados en la fase aguda. A menudo, la infección crónica por el
VHC también queda sin diagnosticar porque se mantiene asintomática hasta
décadas después, cuando aparecen síntomas secundarios al daño hepático grave.

La infección con el VHC se diagnostica en dos etapas:

La detección de anticuerpos anti-VHC con una prueba serológica revela la


infección.
Si los anticuerpos anti-VHC son positivos, para confirmar la infección crónica se
necesita una prueba que detecte el ácido ribonucleico (RNA) del virus. Ello es así
porque un 30% de las personas infectadas por el VHC eliminan espontáneamente la
infección mediante una respuesta inmunitaria fuerte, sin necesidad de tratamiento, y

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aunque ya no estén infectadas seguirán teniendo los anticuerpos anti-VHC
positivos.
Una vez diagnosticada una hepatitis C crónica se deberá evaluar el grado de daño
hepático (fibrosis o cirrosis). Esto puede hacerse por biopsia hepática o por diversas
pruebas no invasivas.

Además, se debería realizar una prueba de laboratorio para identificar el genotipo


del virus. Hay seis genotipos del VHC, y su respuesta al tratamiento es diferente.
Por otra parte, una misma persona puede estar infectada por más de un genotipo. El
grado de daño hepático y el genotipo del virus se utilizan para orientar las
decisiones terapéuticas y la conducta clínica.

Hacerse las pruebas

El diagnóstico precoz puede prevenir problemas de salud derivados de la infección,


y también la transmisión del virus. La OMS recomienda el cribado en personas que
puedan correr un alto riesgo de infección.

Los grupos de población más expuestos al riesgo de infección por el VHC son:

los consumidores de drogas inyectables;


los consumidores de drogas por vía intranasal;
los receptores de productos sanguíneos infectados, y los pacientes sometidos a
intervenciones invasivas en centros sanitarios cuyas prácticas de control de la
infección son inapropiadas;
los niños nacidos de madres infectadas por el VHC;
personas cuyas parejas sexuales están infectadas por el VHC;
personas infectadas por el VIH;
reclusos o exreclusos, y
personas que hayan tenido tatuajes o perforaciones ornamentales (piercings).

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De los 36,7 millones de personas que se calcula que hay en el mundo infectadas por
el VIH, unos 2,3 millones tienen pruebas serológicas de infección pasada o presente
por el VHC. En las personas infectadas por el VIH, la prevalencia de anticuerpos
anti-VHC era del 6,2%. Las hepatopatías representan una importante causa de
morbilidad y mortalidad entre los infectados por el VIH.

Tratamiento

La hepatitis C no siempre requiere tratamiento, porque en algunas personas la


respuesta inmunitaria eliminará la infección espontáneamente y algunas personas
con infección crónica no llegan a presentar daño hepático. Cuando el tratamiento es
necesario, el objetivo es la curación. La tasa de curación depende de algunos
factores tales como la cepa del virus y el tipo de tratamiento que se dispensa.

El tratamiento de la hepatitis C está cambiando rápidamente. El sofosbuvir, el


daclatasvir y la combinación de sofosbuvir/ledipasvir forman parte de los
tratamientos preferidos en las directrices de la OMS, y pueden lograr tasas de
curación superiores al 95%.

Estos medicamentos son mucho más eficaces y seguros, y mejor tolerados que los
tratamientos antiguos. El tratamiento con antivíricos de acción directa (AAD) puede
curar a la mayoría de las personas infectadas por el VHC y es más breve
(normalmente 12 semanas). La OMS está actualizando sus directrices terapéuticas
para incluir los tratamientos con AAD pangenotípicos y simplificar el monitoreo de
laboratorio. Sin embargo, el interferón pegilado y la ribavirina siguen teniendo una
aplicación muy limitada en algunas circunstancias. Aunque los costos de
producción son bajos, los AAD antivíricos siguen siendo muy caros en muchos
países de ingresos altos y medianos-altos. Sus precios se han reducido
drásticamente en algunos países (sobre todo de ingresos bajos), gracias a la
introducción de genéricos.

21
El acceso al tratamiento del VHC está mejorando, pero sigue siendo limitado. En
2015, de los 71 millones de personas que había en el mundo infectadas por este
virus, solo el 20% (14 millones) estaban diagnosticadas. Ese mismo año, solo se
inició el tratamiento en el 7,4% de los casos diagnosticados (1,1 millones). En 2016
se trataron 1,76 millones de personas más, con lo que la cobertura mundial del
tratamiento curativo de la hepatitis C se elevó al 13%. Queda mucho por hacer para
que el mundo alcance de aquí a 2030 la meta de una cobertura terapéutica del 80%.

Prevención
Prevención primaria

Como no hay vacunas para prevenir la infección por el VHC, la prevención depende
de la reducción del riesgo de exposición al virus en el entorno sanitario, en los
grupos de población de alto riesgo, como los consumidores de drogas inyectables, y
en los contactos sexuales.

A continuación se enumeran algunos ejemplos de intervenciones de prevención


primaria recomendadas por la OMS:

higiene de las manos, incluida la preparación de las manos para la cirugía, el lavado
de las manos y el uso de guantes; uso seguro y apropiado de las inyecciones en la
atención sanitaria; manipulación y eliminación segura de objetos afilados y
desechos; prestación de servicios integrales de reducción de daños a los
consumidores de drogas inyectables, por ejemplo proporcionando material de
inyección estéril; análisis de la sangre donada para detectar las hepatitis B y C (así
como el VIH y la sífilis); capacitación del personal sanitario; y promoción del uso
correcto y sistemático de preservativos.

Prevención secundaria y terciaria


Para las personas infectadas por el virus de la hepatitis C la OMS recomienda:
información y asesoramiento sobre opciones de atención y tratamiento; vacunación

22
contra las hepatitis A y B para prevenir la coinfección por esos virus y proteger el
hígado; tratamiento médico temprano y adecuado, incluida, si procede, la terapia
antivírica; y seguimiento periódico para el diagnóstico precoz de la enfermedad
hepática crónica.

Diagnostico
1. Aislamiento del virus
2. Pruebas serológicas para anticuerpos anti-VHA IgM especifico. La presencia de
este indica infección reciente (al mes- comienzo de la enfermedad), la cual es
reemplazada por la IgG anti-VHA (2 a 4 meses), que permanece
indefinidamente indicando inmunidad duradera.
3. ALT glutámico espartanotransferasa (oxalacética)
ASL espartanotransferasa (pirúvica.)

HEPATITIS D

La hepatitis D es una enfermedad hepática que puede adoptar formas agudas o


crónicas, y su agente etiológico, el VHD, requiere la presencia del VHB para
replicarse. La infección por el VHD no es posible en ausencia del VHB. La
coinfección o sobreinfección por ambos virus causa una enfermedad más grave que
la infección únicamente por el VHB.

La única forma de prevenir la infección por el VHD es la vacunación contra la


hepatitis B.

Distribución geográfica

Se calcula que un 5% de las personas HBsAg-positivas están coinfectadas por el


VHD, cuya distribución es mundial. Las zonas con gran prevalencia son el
Mediterráneo, Oriente Medio, Pakistán, Asia Central y Septentrional, Japón,
Taiwán, Groenlandia, partes de África (sobre todo el Cuerno de África y África

23
Occidental), la Cuenca Amazónica y algunas zonas del Pacífico. La prevalencia es
baja en Norteamérica, Europa Septentrional, Sudáfrica y Asia Oriental.

Transmisión

Las vías de transmisión del VHD son las mismas que las del VHB: por contacto
percutáneo o sexual con sangre o productos sanguíneos infectados. La transmisión
vertical es posible, pero rara. La vacunación contra el VHB previene la coinfección
por el VHD, por lo que la expansión de los programas de vacunación de los niños
contra el VHB ha dado lugar a una reducción de la incidencia de la hepatitis D en
todo el mundo. No obstante, en algunos entornos se ha observado un aumento de la
prevalencia de la hepatitis D en consumidores de drogas inyectables o a
consecuencia de migraciones con origen en zonas donde el VHD es endémico.

Síntomas

Hepatitis aguda: la infección simultánea por el VHB y el VHD puede producir


hepatitis de leve a grave, incluso fulminante, pero la recuperación suele ser total y la
hepatitis D crónica es rara (menos del 5% de los casos de hepatitis aguda).

Sobreinfección: el VHD puede infectar a personas que ya padecen infección crónica


por el VHB. Esta sobreinfección por el VHD en casos de hepatitis B crónica acelera
la progresión hacia formas más graves de la enfermedad en el 70-90% de los casos
y en pacientes de todas las edades. La sobreinfección por el VHD acelera la
progresión hacia la cirrosis, que aparece casi 10 años antes que en los casos de
infección únicamente por el VHB, y ello a pesar de que el VHD suprime la
replicación del VHB. Está por esclarecer el mecanismo a través del cual el VHD
agrava la hepatitis y acelera la progresión de la fibrosis en comparación con la
infección únicamente por el VHB.

24
¿Quiénes están en riesgo?
Los portadores crónicos del VHB están en riesgo de sufrir infección por el VHD.
Quienes no son inmunes al VHB (sea por enfermedad natural o por vacunación)
corren el riesgo de infectarse con este virus, con el consiguiente riesgo de infección
por el VHD.

Detección y diagnóstico

La infección por el VHD se diagnostica por la presencia de títulos elevados de


inmunoglobulinas G y M anti-VHD, y se confirma por la detección de RNA del virus
en el suero. Sin embargo, la disponibilidad de las pruebas de diagnóstico del VHD
es reducida, y las pruebas de detección del RNA del VHD, que también se utilizan
para evaluar la respuesta al tratamiento antivírico, no están normalizadas.

Tratamiento

No hay tratamiento específico para la infección aguda ni crónica por el VHD. La


replicación persistente del virus es el factor más importante para predecir la
mortalidad y la necesidad de tratamiento antivírico. El interferón alfa pegilado es el
único fármaco eficaz contra el VHD; los antivíricos análogos de los nucleótidos
tienen escaso o nulo efecto en la replicación del VHD. La duración óptima del
tratamiento no está bien definida, ni tampoco se sabe bien cuánto tiempo tienen que
ser los pacientes negativos para el RNA del VHD al final de tratamiento para que
logren una respuesta virológica sostenida. Puede ser necesario más de 1 año de
tratamiento.

La tasa global de respuesta virológica sostenida sigue siendo baja, incluso en los
niños, y la mayoría de los pacientes recidivan tras la interrupción del tratamiento. En
casos de hepatitis fulminante y hepatopatía terminal puede ser necesario el
trasplante de hígado. Son necesarios nuevos tratamientos y nuevas estrategias
terapéuticas; se han obtenido resultados preliminares prometedores con fármacos

25
novedosos, como los inhibidores de la prenilación o los inhibidores de la entrada del
VHB.

Prevención

La prevención y el control de la infección por el VHD se basan en la prevención de la


transmisión del VHB mediante la vacunación contra este virus, la seguridad de la
sangre y de las inyecciones, y los servicios de reducción de daños. La vacunación
contra la hepatitis B no protege contra el VHD a quienes ya están infectados por el
VHB.

Con el fin de ayudar a los países a lograr los objetivos mundiales relativos a las
hepatitis víricas en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la
OMS está trabajando en las siguientes esferas: concienciación, promoción de
alianzas y movilización de recursos; formulación de políticas basadas en pruebas
científicas y datos para la acción; prevención de la transmisión, y ampliación de los
servicios de detección, atención y tratamiento.

Hepatitis E
La hepatitis E es una enfermedad hepática causada por el virus de la hepatitis E
(VHE): un pequeño virus con RNA monocatenario positivo.

Existen al menos cuatro genotipos distintos: el 1 y el 2 solo se han encontrado en el


ser humano, mientras que el 3 y el 4 circulan en varios animales (entre ellos los
cerdos, jabalíes y ciervos) sin causarles enfermedad, e infectan ocasionalmente al
ser humano.

El virus se excreta en las heces de las personas infectadas y entra en el organismo


humano por el intestino. Se transmite principalmente a través del agua de bebida
contaminada. La infección suele ser autolimitada y se resuelve en 2-6 semanas,

26
pero a veces causa una enfermedad grave, denominada hepatitis fulminante
(insuficiencia hepática aguda), que puede ser mortal.

Distribución geográfica

La hepatitis E afecta a todas las zonas del mundo y puede encontrarse en: zonas
con escasos recursos y contaminación frecuente del agua, o zonas con suministro
de agua de bebida salubre.

La enfermedad es frecuente en países con escasos recursos y acceso limitado a


servicios esenciales de suministro de agua, saneamiento, higiene y salud. En estas
zonas puede aparecer en brotes o de forma esporádica. Los brotes suelen
producirse tras periodos de contaminación fecal del suministro de agua de bebida y
pueden afectar a varios cientos o miles de personas.

Algunos de esos brotes han ocurrido en zonas de conflicto o de emergencia


humanitaria, como zonas en guerra y campos de refugiados o desplazados
internos, situaciones en las que el saneamiento y el suministro de agua salubre
plantean especiales problemas. Los casos esporádicos también parecen estar
relacionados con la contaminación del agua o los alimentos, aunque a menor
escala.

Transmisión

El virus de la hepatitis E se transmite principalmente por vía fecal-oral, como


consecuencia de la contaminación fecal del agua de bebida. Esta vía explica una
muy gran proporción de casos clínicos. Los factores de riesgo de la hepatitis E están
relacionados con el saneamiento deficiente, que permite que los virus excretados
en las heces de las personas infectadas lleguen al agua de bebida.

27
También se han observado otras vías de transmisión, pero que solo explican un
número mucho menor de casos: la ingestión de carne o productos cárnicos poco
cocinados derivados de animales infectados; la transfusión de productos
sanguíneos infectados; la transmisión vertical de una embarazada al feto.

La ingestión de mariscos crudos o poco cocinados puede ser fuente de casos


esporádicos en las zonas endémicas.

Síntomas

El periodo de incubación tras la exposición al VHE oscila entre 2 y 10 semanas, con


una media de 5 a 6 semanas. Se cree que las personas infectadas empiezan a
excretar el virus desde pocos días antes hasta unas 3 a 4 semanas después del
inicio de la enfermedad.

En zonas muy endémicas la infección sintomática es más frecuente en los adultos


jóvenes (15 a 40 años). Aunque en estas zonas la infección puede afectar a los
niños, estos suelen ser asintomáticos o presentar únicamente una enfermedad leve,
anictérica, que pasa sin ser diagnosticada.

Los signos y síntomas característicos de la hepatitis son:

Una fase inicial con fiebre leve, disminución del apetito (anorexia), náuseas y
vómitos, que dura pocos días; algunas personas pueden tener también dolor
abdominal, prurito (sin lesiones cutáneas), erupciones cutáneas, o dolores
articulares. ictericia (coloración amarillenta de la piel y la esclerótica de los ojos) con
orinas oscuras y heces claras, y un ligero aumento del tamaño del hígado
(hepatomegalia), con dolor a la palpación.

Estos síntomas suelen ser indistinguibles de los sufridos en otras enfermedades


hepáticas y suelen durar entre 1 y 6 semanas.

28
En raras ocasiones la hepatitis E aguda se convierte en una hepatitis fulminante
(insuficiencia hepática aguda) que puede ser mortal. La hepatitis fulminante es más
frecuente durante el embarazo.

Las embarazadas con hepatitis E, sobre todo en el segundo y tercer trimestres,


presentan mayor riesgo de insuficiencia hepática aguda y de muerte propia y del
feto. En el tercer trimestre se han registrado tasas de letalidad de hasta un 20-25%.

Se han descrito casos de infección crónica por VHE de los genotipos 3 y 4 en


pacientes inmunodeprimidos, sobre todo en receptores de transplantes y pacientes
tratados con inmunosupresores.

Diagnóstico

Los casos de hepatitis E no se pueden distinguir clínicamente de otros tipos de


hepatitis víricas agudas. Sin embargo, el diagnóstico puede sospecharse en
entornos epidemiológicos propicios, como cuando hay varios casos en localidades
de zonas endémicas, cuando hay riesgo de contaminación del agua, cuando la
enfermedad es más grave en las embarazadas o cuando ya se ha descartado la
hepatitis A.

El diagnóstico definitivo de la hepatitis E suele basarse en la detección en la sangre


de anticuerpos IgM específicos contra este virus, prueba que suele ser suficiente en
zonas donde la enfermedad es frecuente.

Tratamiento

No existe ningún tratamiento específico que altere el curso de la hepatitis aguda.


Como la enfermedad suele ser autolimitada, generalmente no es necesario

29
hospitalizar al paciente. Sin embargo, la hospitalización es necesaria en pacientes
con hepatitis fulminante, y también puede serlo en embarazadas sintomáticas.

Los pacientes inmunodeprimidos con hepatitis E crónica se benefician del


tratamiento con ribavirina, un antivírico. En algunas situaciones específicas también
se ha utilizado con éxito el interferón.

Prevención

La prevención es la medida más eficaz contra la enfermedad. A nivel poblacional, la


transmisión del VHE y la hepatitis E se pueden reducir: manteniendo la calidad de
los sistemas públicos de suministro de agua; estableciendo sistemas adecuados de
eliminación de las heces humanas.

A nivel individual, el riesgo de infección se puede reducir: adoptando prácticas


higiénicas como lavarse las manos con agua salubre, sobre todo antes de
manipular alimentos; evitando beber agua o consumir hielo de pureza desconocida;
observando las prácticas recomendadas por la OMS para garantizar la inocuidad de
los alimentos.

HEPATITIS TOXICA

La hepatitis tóxica es una inflamación del hígado debido a una reacción a


determinadas sustancias a las que estás expuesto. La hepatitis tóxica puede ser
provocada por el alcohol, las sustancias químicas, los medicamentos o los
suplementos nutricionales.

En algunos casos, la hepatitis tóxica aparece a las pocas horas o días después de la
exposición a una toxina. En otros casos, podría tomar meses de uso regular antes
de que aparezcan signos y síntomas.

30
Los síntomas de la hepatitis tóxica generalmente desaparecen una vez que dejas
de exponerte a la toxina. Sin embargo, la hepatitis tóxica puede provocar un daño
permanente en el hígado y la formación irreversible de tejido cicatricial en ese
órgano (cirrosis) y, en algunos casos, provocar insuficiencia hepática, la cual podría
poner en riesgo tu vida.

Síntomas

En los casos leves de hepatitis tóxica, la enfermedad puede no causar síntomas y


ser detectada solo mediante análisis de sangre. Cuando se manifiestan, los signos y
síntomas de la hepatitis tóxica pueden incluir los siguientes:

Coloración amarilla de la piel y la parte blanca de los ojos (ictericia)


Picazón
Dolor en la parte superior derecha del abdomen
Fatiga
Pérdida de apetito
Náuseas y vómitos
Erupción cutánea
Pérdida de peso
Orina de color oscuro o color té
Cuándo consultar al médico
Consulta al médico de inmediato si presentas signos o síntomas que te preocupan.

Las sobredosis de determinados medicamentos, como el paracetamol (Tylenol,


entre otros), pueden provocar insuficiencia renal. Obtén atención médica inmediata
si crees que un adulto o un niño han tenido una sobredosis de paracetamol. Los
signos y síntomas de una posible sobredosis de paracetamol pueden ser los
siguientes:
 Pérdida de apetito
 Náuseas y vómitos

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 Dolor en la parte superior del abdomen
 Coma

Si sospechas que pudo haber ocurrido una sobredosis de paracetamol, llama


inmediatamente al 911, al servicio de urgencias local o, si estás en los Estados
Unidos, a un centro de control de intoxicación y envenenamiento al 800-222-1222.
La sobredosis de paracetamol puede ser mortal, pero el tratamiento puede ser
satisfactorio si se administra apenas después de haber tomado el medicamento.

Causas

La hepatitis tóxica se produce cuando el hígado se inflama debido a la exposición a


una sustancia tóxica. También puede manifestarse cuando se toma una cantidad
excesiva de un medicamento recetado o de venta libre.

Generalmente, el hígado elimina y descompone la mayoría de los medicamentos y


sustancias químicas del torrente sanguíneo. Al descomponerse las toxinas, se
crean productos de desecho que pueden dañar el hígado. Si bien el hígado tiene
una excelente capacidad de regeneración, la exposición constante a sustancias
tóxicas puede provocar un daño grave y, a veces, irreparable.

La hepatitis tóxica puede ser resultado de:

Alcohol. Beber en exceso durante muchos años puede producir hepatitis tóxica,
una inflamación del hígado debido al alcohol.

Analgésicos de venta libre. Los analgésicos de venta libre, como el paracetamol


(Tylenol, entre otros), la aspirina, el ibuprofeno (Advil, Motrin IB, entre otros) y el
naproxeno (Aleve, entre otros), pueden dañar el hígado, en especial si los toman
con frecuencia o combinados con alcohol.

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Medicamentos recetados. Algunos medicamentos vinculados a graves lesiones
hepáticas incluyen las estatinas empleadas para tratar el colesterol alto, la
combinación de amoxicilina con clavulanato (Augmentin), la fenitoína (Dilantin,
Phenytek), la azatioprina (Azasan, Imuran), la niacina (Niaspan), el ketoconazol,
determinados antivíricos y esteroides anabólicos. Existen muchos otros.

Hierbas y suplementos. Algunas hierbas consideradas peligrosas para el hígado


incluyen el aloe vera, el cohosh negro, la cáscara, el chaparral, la consuelda, la kava
y la efedra. Existen muchas otras. Los niños pueden sufrir un daño hepático si por
error toman suplementos vitamínicos en grandes dosis por confundirlos con
caramelos.

Sustancias químicas industriales. Las sustancias químicas a las que puedes


estar expuesto en tu empleo pueden provocarte una lesión hepática. Las sustancias
químicas frecuentes que pueden provocar un daño hepático incluyen el solvente
para limpieza en seco llamado tetracloruro de carbono, una sustancia llamada
cloruro de vinilo (empleada en la fabricación de plásticos), el herbicida paraquat y un
grupo de sustancias químicas industriales llamadas bifenilos policlorados.

Factores de riesgo

Los factores que pueden aumentar el riesgo de tener hepatitis tóxica incluyen los
siguientes:

Tomar analgésicos de venta libre o determinados medicamentos recetados. Tomar


un medicamento o un analgésico de venta libre que conlleve un riesgo de daño
hepático aumenta tu riesgo de sufrir hepatitis tóxica. Esto se da especialmente si
tomas varios medicamentos o si tomas una dosis superior a la recomendada para
ese medicamento.

33
Tener una enfermedad hepática. Tener un trastorno hepático grave, como cirrosis o
esteatosis hepática no alcohólica, te hace mucho más susceptible a los efectos de
las toxinas.

Tener hepatitis. Una infección crónica por el virus de la hepatitis (de la hepatitis B,
de la hepatitis C o uno de los otros virus de la hepatitis, que son muy poco
frecuentes, que puedan permanecer en el organismo) hace que el hígado sea más
vulnerable.

Edad avanzada. A medida que envejeces, el hígado descompone las sustancias


nocivas de forma más lenta. Esto significa que las toxinas y sus productos derivados
permanecen en tu organismo durante más tiempo.

Tomar alcohol. Tomar alcohol mientras estás tomando medicamentos o


determinados suplementos de hierbas aumenta el riesgo de toxicidad.

Ser mujer. Debido a que las mujeres parecen metabolizar determinadas toxinas de
forma más lenta que los hombres, el hígado está expuesto a mayores
concentraciones sanguíneas de sustancias nocivas durante más tiempo. Esto
aumenta el riesgo de sufrir hepatitis tóxica.
Tener determinadas mutaciones genéticas. Heredar determinadas mutaciones
genéticas que afectan la producción y la acción de las enzimas hepáticas que
descomponen las toxinas puede hacerte más susceptible a sufrir hepatitis tóxica.
Trabajar con toxinas industriales. Trabajar con determinadas sustancias químicas
industriales te pone en riesgo de sufrir hepatitis tóxica.

Complicaciones
Hígado normal y con cirrosis

El hígado normal comparado con un hígado con cirrosis

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La inflamación asociada a la hepatitis tóxica puede causar daño hepático y
cicatrización del tejido hepático. Con el tiempo, esta cicatrización, llamada cirrosis,
afecta el funcionamiento del hígado y dificulta su trabajo. A la larga, la cirrosis
provoca insuficiencia hepática. El único tratamiento para la insuficiencia hepática
crónica es reemplazar el hígado enfermo por uno sano proveniente de un donante
(trasplante de hígado).

Prevención

Dado que no se puede saber cómo reaccionará un organismo a un medicamento en


particular, no siempre es posible prevenir la hepatitis tóxica. Sin embargo, podrás
reducir el riesgo de sufrir problemas hepáticos si:

Restringes el consumo de medicamentos. No tomes medicamentos recetados ni de


venta libre si no es absolutamente necesario. Busca alternativas no farmacológicas
para los problemas más frecuentes (presión arterial alta, nivel de colesterol alto y
dolor por artritis, entre otros).

Tomas los medicamentos según las indicaciones. Sigue estrictamente las


indicaciones para tomar cualquier medicamento. No excedas la cantidad
recomendada aunque los síntomas no parezcan mejorar. Como los efectos de los
analgésicos de venta libre suelen disiparse rápidamente, es probable que uno
termine tomando una cantidad excesiva.

No consumes alcohol con medicamentos. El alcohol y los medicamentos son una


mala combinación. Si estás tomando paracetamol, no consumas alcohol.
Pregúntale a tu médico o farmacéutico sobre la interacción entre el alcohol y los
medicamentos recetados o de venta libre que debas consumir.

Tomas precauciones con las sustancias químicas. Toma todas las precauciones
necesarias para protegerte de la exposición a cualquier sustancia química peligrosa

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que utilices o debas manipular. En caso de contacto con una sustancia peligrosa,
sigue las pautas establecidas en tu lugar de trabajo, o llama al servicio de urgencias
o de toxicología más cercano para obtener ayuda.

Mantienes los medicamentos y sustancias químicas fuera del alcance de los niños.
Mantén todos los medicamentos y suplementos vitamínicos fuera del alcance de los
niños, en recipientes que ellos no puedan manipular, para evitar que ingieran alguna
de estas sustancias accidentalmente.

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CONCLUSIÓN

Para finalizar, podemos decir que la hepatitis es una infección viral que produce la
inflamación del hígado, bloquea el paso de la bilis y altera la función del hígado de
eliminar las toxinas de la sangre.

Si su enfermedad de hígado ha avanzado...

Si su enfermedad de hígado ha avanzado más allá de ser un "portador sano", hay


otras precauciones que debe tomar:

Vacúnese contra la influenza cada año. Personas con una enfermedad seria del
hígado (cirrosis) deben ser vacunadas también contra la neumonía.

Vacúnese contra la hepatitis A. La hepatitis A puede hacer todavía más daño al


hígado.

No coma los ostiones crudos. Los ostiones crudos pueden llevar la bacteria Vibrio
vulnificus, la cual puede causar la septicemia primaria en personas con una
enfermedad del hígado. Alrededor de 40% de estos casos de septicemia son
mortales.

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BIBLIOGRAFÍA

Harrison, T, Principios de Medicina Interna 14ª edición en españolpor Mc Graw-Hill


Interamericana de España

Berkon, R El Manual Merck, 9ª edición española. Editorial Océano, 1994

Botero R. Cirrosis Hepática. En: Fundamentos de medicina - Gastroenterología,


Hepatología y Nutrición. Velez H, Borrero J, Restrepo J, Rojas W. Editorial
Presencia. Medellín 1990, 480-504.

2. Valencia J. Cirrosis Hepática. Desde Laennec hasta Popper. Editorial Centauro.


Caracas 1981.

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