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STEVE JOBS Y EL HEROÍSMO EMPRESARIAL.

ANÁLISIS SOBRE
SU DISCURSO EN LA UNIVERSIDAD DE STANFORD
Adrian Rodriguez
Steve Jobs (Think Different, 1997) dedicó toda su vida a inventar y difundir la idea contenida en
el siguiente mensaje:

«Este es un homenaje a los locos. A los inadaptados. A los rebeldes. A los alborotadores. A las fichas
redondas en los huecos cuadrados. A los que ven las cosas de forma diferente. A ellos no les gustan
las reglas, y no sienten ningún respeto por el statu quo. Puedes citarlos, discrepar de ellos,
glorificarlos o villanizarlos. Casi lo único que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las
cosas. Son los que hacen avanzar al género humano. Y aunque algunos los vean como a locos,
nosotros vemos su genio. Porque las personas que están lo suficientemente locas como para pensar
que pueden cambiar el mundo… son quienes lo cambian»

Han sido pocos los hombres, en toda la historia de la humanidad, que han sido merecedores del
privilegio de poder imaginar el futuro y luego poder lograr hacerlo realidad. Think different es un lema
poco común. Steve Jobs demuestra una sencilla idea: no importa lo que hagas, el tiempo que
trabajes o el esfuerzo que dediques a algo, tan sólo importa la capacidad que tengas para
dotar de valor a lo que haces. De hecho, es de sobra conocido que no inventó nada de aquello por
lo que es admirado: ni el ordenador personal, ni los teléfonos móviles, ni las tabletas, ni las películas
de animación, ni el mercado de la música digital. Pero se equivocarán todos aquellos que piensen
que la genialidad se reduce al mero trabajo productivo. La genialidad reside en la capacidad de darse
cuenta de que las piezas sueltas de la civilización, los bienes olvidados o desprecisados por la
cultura, pueden ser re-integrados en un nuevo dispositivo que transforme por completo la forma de
experimentar el mundo que nos rodea. Think different es precisamente eso: atréverse a pensar y
sentir un mundo nuevo, un mundo nuevo más allá de las limitaciones que las generaciones del
pasado han impuesto a nuestra razón.

VISIÓN, INNOVACIÓN, INSPIRACIÓN

"Innova y crea, nunca copies". Esa es la única meta del individualista: cambiarlo todo, absolutamente
todo: concebir una nueva forma de entender las cosas, no repetir nada. El individualista es un genio,
no un parásito. Por eso Steve Jobs tuvo una visión: imaginó un mundo en el que la tecnología podía
ser humanizada y puesta al servicio y disfrute del ser humano; un mundo en el que, cualquier
persona, independientemente de su talento y habilidad, pudiera acceder a un campo de información y
recursos que le hiciera la vida más sencilla y satisfactoria para poder dedicarse exclusivamente a sus
metas personales. Su intuición fue profética. Su mente fue la primera en darse cuenta que la
tecnología que se estaba desarrollando en los ámbitos científicos estaba siendo desaprovechada: se
dio cuenta, antes que los demás, que nadie se había atrevido a llevar las cosas más allá de aquello
para lo que se pensaba, originalmente, que valían. En esto consistió su innovación: hacer que esos
monstruos tecnológicos, gigantes e ineficientes, fueran sencillos, estéticamente bellos y funcionales,
fieles siervos de los consumidores de la calle. Esta inspiración se materializó en las sucesivas
empresas y proyectos que puso en marcha para lograrlo: su historia empresarial es de sobra
conocida. Pero no es eso lo que nos interesa ahora, sino intentar responder a una cuestión
fundamental que nos interroga en la época actual, a saber: ¿qué convicciones y qué principios han
sustentado la mente de este genio de nuestro tiempo? Mi tesis es que si somos capaces de
responder a esta pregunta, seremos capaces de comprender las claves que nos permitirán lograr la
felicidad y el triunfo personal en un mundo libre y competitivo.

En 2005, Steve Jobs impartió una famosa conferencia en la Universidad de Stanford. Si seguimos la
estela de su tesis general ("uno debe dedicarse a aquello que ama") podemos dividir la conferencia
en tres partes que serían una suerte de colorarios. La trascendencia moral de esta inspiradora charla
es extraordinaria:

Parte primera: conectar los puntos. La universidad, el colegio, la escuela. Nada de esto condiciona
el futuro de ninguna persona. La educación, en la mayoría de los casos, es una sencilla pérdida de
tiempo. La vida, según Steve Jobs, debe aprenderse viviendo, actuando y arriesgando la propia vida,
la propia dignidad y el propio dinero. Planificar paso a paso la propia vida puede ser un gravísimo
error intelectual: "No puedes conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás".
Steve Jobs con esta frase, está dando de forma indirecta su definición sobre la creatividad y los
límites de la razón. La propia vida no puede ser enteramente planificada porque no contamos con la
información suficiente para programarla sin error: nos falta, precisamente, la información que
todavía no hemos creado porque todavía no hemos empezado a actuar mientras nos lo
pensamos. El futuro se construye con nuestras decisiones creativas y con la superación de nuestra
aversión al riesgo. Pues toda decisión libre es, en última instancia, un incondicional salto de fe: un
salto al abismo. La creatividad es conectar puntos. Dicho en sus propias palabras:

«Creatividad es simplemente conectar cosas. Cuando preguntas a personas creativas como hicieron
algo, se siente culpables porque en realidad no lo hicieron, solo vieron algo. Les fue obvio después de
un tiempo. Eso es porque fueron capaces de conectar las experiencias que habían tenido y las
sintetizaron de forma nueva»

Segunda parte: amor y pérdida. El amor, según la filósofa objetivista Ayn Rand, es el aprecio que
sentimos por aquellas cosas que valoramos, el aprecio sentido por aquellas cosas que son
importantes para nosotros. Por eso un altruista es incapaz de amar: pues no se ama así mismo y
considera un deber moral sacrificar su felicidad por personas que nada le importan y nada valen para
él: amar es un deber moral, no una elección. El amor, no obstante, es la pasión egoísta por
excelencia, pues es voluntario y libre, espontáneo y loco, no el resultado de algo planificado. Amar es
el acto de defensa de lo propio y de aquello que contribuye al propio interés personal. Amar es dirigir
una vida basada en la busqueda de la propia felicidad. Por eso, para Seteve Jobs, los fracasos no
deberían ser considerados como heridas narcisistas. El fracaso es la señal de la realidad que nos
informa que hemos ido en una mala dirección. La realidad es el límite racional de nuestros sueños.
Pues como defendía Ayn Rand: "si quieres dominar la realidad, primero deberás obedecerla".

Tercera parte: muerte. La muerte es el límite que hace que el presente tenga sentido y sea
responsabilidad de aquel que se atreve a vivirlo con coraje. Steve Jobs nos explica como la realidad
de la muerte penetra en su existencia, cada día de su vida, mediante la siguiente anécdota:

«Cada día me miro en el espejo y me pregunto: "Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer
lo que hoy voy a hacer hoy?" Si la respuesta es "no" durante demasiados días seguidos, se que
necesito cambiar algo»

Las banalidades sociales, las opiniones de los demás, los absurdos sentimientos de pertenencia a
grupos o colectivos y las convenciones sociales se revelan como vacías ilusiones cuando
comprendemos la trascendencia que para nuestras vidas tiene la muerte. El método es
fácil: "recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco para evitar la trampa de pensar que
tienes algo que perder". La muerte no es nada empírico: vemos que la gente muere, pero no
sabemos que cosa es la muerte. Eso es verdad. La muerte es un mero concepto intelectual, pero es
nuestra mejor representación de lo que es el cambio. La forma más útil que tenemos para
representarnos el funcionamiento del devenir de la vida: la retirada de lo viejo y la entrada de lo
nuevo. Por eso, la muerte es para Steve Jobs el mejor invento de la vida: la herramienta que alimenta
su incansable renovación y evolución. Cada avance supone la destrucción de lo anterior y la
superación de las barreras que imposibilitaban el progreso. La transgresión de los límites del
mundo: en eso consiste la función empresarial. La experiencia de esta realidad existencial, es
quella que dota, al indidividuo que piensa, de la consistencia ética y moral necesaria para desarrollar
su individualidad e independencia. Sin ese horizonte último de sentido que es la muerte, el ser
humano queda atrapado en los sueños y en las pesadillas de los demás. En palabras de Steve Jobs:

«Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de otra persona. No quedes
atrapado en el dogma, que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejes que los
ruidos de las opiniones de los demás acallen tu propia voz interior. Y, lo que es más importante, ten el
coraje de seguir a tu corazón y a tu intuición. En cierto modo, ellos saben lo que quieres ser. Todo lo
demás... es secundario»

Nuestra herencia es aquello que otros han pensado: los productos que han sido creados y donados al
mundo para servir a nuestros fines y para ser transformados en algo nuevo. El ser humano descubrió
el fuego y lo transformó en una fuente de energía y de calor. Inventó la electricidad e hizo posible con
ella la informática y la tecnología más avanzada que la civilización jamás pudo imaginar. Estos bienes
que recibimos son sólo ideas, planes inacabados de una construcción que no ha empezada todavía.
La fuerza vital que ha transformado y destruido el pasado para inventar el futuro, ha sido la creativa
humana. La facultad del hombre que le permite darse cuenta del valor desaprovechado de los
productos que, espontáneamente, genera la civilización, pero que pasan desapercibidos en el
mercado: que no tienen valor para nadie. La facultad de la razón, única responsable de este increíble
proceso de creación de valor, no puede ser nunca dada o recibida. Es la propiedad absoluta e
intransferible de los hombres individuales, de los grandes héroes empresariales: la fuerza viva del
progreso de la humanidad. Lo que la mente de un empresario crea es propiedad de su creador. Los
hombres, no obstante, sentimos que debemos seguir los pasos de aquellos que han sabido encontrar
mejores caminos para alcanzar la felicidad: aprendemos unos de otros en una sociedad libre,
dejándonos guiar por los éxitos de la vanguardia empresarial que imagina el mundo del mañana para
que todos cada día vivamos mejor. No necesitamos amos, ni líderes ni esclavos. Sólo hombres libres
que aspiren a valerse de su propia capacidad de pensar cómo único medio para su supervivencia. Allí
donde se le ha permitido a los genios pensar, la sociedad no ha dejado de prosperar. Por eso nunca
lo olviden:

«Sigan hambrientos, sigan alocados»


Publicado 10th August 2015 por Adrián Rodríguez

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