Sie sind auf Seite 1von 16

PROSTITUCIÓN VOLUNTARIA Y DISCAPACIDAD

TAMARA OYARZO HERNÁNDEZ*


Universidad de Magallanes

Resumen
La creencia social de que las personas con discapacidad -física o mental- son asexuadas,
derivó en la negación de sus necesidades afectivas y sexuales1. Con el reconocimiento, y la
posterior evolución, que en el plano del derecho internacional de los derechos humanos han
tenido los derechos sexuales y reproductivos, se ha comenzado a adquirir conciencia de que
las personas con discapacidad son titulares de derechos sexuales, y que en consecuencia, el
Estado debe garantizarle la posibilidad efectiva de experimentar la sexualidad2. Aunque los
estándares normativos actuales -respecto de discapacidad- consultan obligaciones positivas
y negativas de los Estados para levantar los obstáculos que impiden el adecuado ejercicio de
sus derechos, en materia de derechos sexuales no existe claridad de cuáles son las
herramientas a utilizar. Así, dentro de éste ámbito, un aspecto que genera especial
controversia es la relacionada con legitimar la prostitución voluntaria a través de la figura del
asistente sexual. Frente a dicho cuestionamiento, la hipótesis central que defenderé es que
una concepción de autonomía respecto del ejercicio de los derechos sexuales de las personas
con discapacidad y la prostitución voluntaria, permite compatibilizar los derechos sexuales
de ambos grupos, en el marco de relaciones que no serían asimétricas.3

Palabras claves
Prostitución voluntaria- derechos sexuales y reproductivos-discapacidad-autonomía.

* Docente responsable de la Cátedra de Filosofía del Derecho en la Universidad de Magallanes. LL.M (c)
Università degli Studi di Genova. Abogada. Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad
Austral de Chile. Correo electrónico: tamaraoyarzoh@gmail.com
1
En parte esa negación se ha correlacionado con la simbolización de que la discapacidad es una enfermedad.
VID. FOUCAULT, M., Historia de la Sexualidad 2. El uso de los Placeres, Trad. de Martí Soler, Edit. Siglo XXI,
Novena Edición, España.
2
Eso incluye proscripción de prohibiciones y provisión de medios.
3
En la teoría feminista es posible encontrar posiciones a favor de la existencia de autonomía en la prostitución.
VID. CORNELL, D., En el corazón de la libertad. Feminismo, sexo e igualdad, Trad. de María Condor,
Feminismos, Madrid, 2001.
I. INTRODUCCIÓN

La prostitución o comercio sexual puede ser identificada como la actividad a la que se


dedica quien mantiene relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero4. De modo
que, en principio es posible advertir que el comercio sexual genera una relación entre el
cliente5 y el (la) trabajador(a) sexual6. Pero más allá de este significado propiamente
lingüístico, indudablemente la prostitución se configura además como un fenómeno con
significado social, donde intervienen factores económicos, políticos y sociales. De allí que
exista la posibilidad de que intervenga otro partícipe en esa relación básica inicial: el
proxeneta.

Así las cosas, y con la intención de delimitar el objeto del presente trabajo, resulta
imprescindible aclarar lo siguiente: el estudio se reduce a hombres y mujeres, mayores de
dieciocho años, que ejercen la prostitución voluntariamente. Esta premisa inicial puede
parecer discutible. Y efectivamente, lo es. No obstante, el que sea discutible no la excluye
inmediatamente, solo amerita la necesidad de su justificación.

En efecto, la posibilidad de distinguir entre prostitución voluntaria y forzada ha


generado uno de los debates más arduos en esta materia. Las causas que inciden en el ingreso
de personal al ejercicio del comercio sexual explicarían las razones por las que no es posible
argumentar una real voluntad en su ejercicio. El bajo nivel educacional, la falta de recursos

4
Esta definición corresponde a la entrega por la Real academia Española en su en su vigésimo segunda edición.
Debido a su simpleza y precisión he decidido inclinarme por ella. Otras precisiones aluden a un intercambio de
sexo por dinero, sin embargo, advierto que la utilización del término “sexo” hace que ese tipo de definiciones
adolezcan de problemas interpretativos. Lo anterior porque hay relaciones comerciales en las que se intercambia
dinero por alguna actividad que se vincula al sexo, pero que no constituyen prostitución, como es el caso de la
venta de lencería erótica, juegos eróticos, preservativos, entre otros. Asimismo, se previene la existencia de
situaciones donde no obstante hay un intercambio de sexo por dinero, éstas no son consideradas prostitución,
como ocurre en matrimonios por conveniencia o por un plazo determinado. CFR. CANALES, P., La regulación
de la prostitución en la legislación comparada, Serie de Estudios N°325, Biblioteca del Congreso Nacional,
Santiago, 2005, p.1, Disponible en formato PDF en
http://www.bcn.cl/bibliodigital/pbcn/estudios/estudios_pdf_estudios/nro325.pdf
5
Es quien demanda el servicio sexual. En este sentido, es quien realiza un pago a cambio de relaciones sexuales.
6
Corresponde al hombre o mujer que ejerce la prostitución, es decir, que mantiene relaciones sexuales con otra
persona a cambio de dinero u otro bien. A pesar de que usualmente la ejercen mujeres, también es posible
encontrar hombres que desarrollen esta labor.

2
económicos, la desintegración familiar, el sentimiento de abandono y la carencia del sentido
moral, son solo algunos de los factores que se estiman como condicionantes para la entrada
al ejercicio de la prostitución7. Por tal motivo, algunos autores arguyen que estas
condicionantes son suficiente fundamento para sostener que la autonomía de él o la
trabajador(a) sexual se encuentra anulada, o al menos, mermada, por lo que no podría ser
aceptada. Esto último toma aún más fuerza si se considera que la gran masa de
trabajadores(as) sexuales son mujeres provenientes de las clases más pobres. De ahí que no
sea extraño que, a pesar del embrionario desarrollo jurídico en esta materia, las voces
provenientes desde el movimiento feminista sean las que hayan protagonizado el debate
jurídico.

De este modo, encontramos a dos posiciones al respecto: la voluntarista y la


determinista8. Por un lado, la visión voluntarista acepta como válida la opción de
mercantilizar el cuerpo en el mercado laboral, y reconoce la distinción entre prostitución
voluntaria y forzada, debido a que admite la posibilidad de que los(as) trabajadores(as)
sexuales elijan con absoluta libertad dedicarse al comercio sexual.

Por otro lado, la visión determinista – promovida por la perspectiva de género del
feminismo radical- argumenta que existen factores que son sin duda son determinantes al
momento en que una persona elige si ingresar o no a la prostitución, viciando su voluntad.
Es por ello, que afirman que no cabe una distinción entre prostitución voluntaria y forzada,
pues nunca sería totalmente voluntaria9.

No obstante, la propuesta del feminismo radical no es compartida por todo el frente


feminista. Al respecto, resulta interesante lo planteado por el feminismo liberal.

7
VID. TREJO, E., Estudio de Legislación Internacional y Derecho comparado de la prostitución, Centro de
Documentación, Información y Análisis, Subdirección de Política Exterior, SPE- ISS14-07, México, Junio
2007, p.9.
8
VID. FERNÁNDEZ, M., El comercio sexual en Chile: ambigüedades y contradicciones discursivas, en
Anagramas, Universidad de Medellín, Vol 9. N°18, ISSN 1692-2522, Medellín. Colombia, Junio 2011. p.75.
En el mismo sentido, CANALES P., Op. cit., p.3.
9
Se plantea por parte del feminismo radical que el contenido de la sexualidad es masculino, y como
consecuencia de que los hombres crearon este concepto de sexualidad - que conocemos hoy en día- las mujeres
no participaron en su elaboración. Debido a esto, entienden que quienes ejercen la prostitución no son capaces
de haberla escogido libremente.

3
Precisamente, se previene en el error de caracterizar a la prostitución como una actividad
donde no hay libre decisión, toda vez que no reconocer la libertad de elegir de las mujeres
presumiría no romper con la idea patriarcal10. Lo anterior, parece del todo lógico si se
considera que mayoritariamente nos encontramos frente a mujeres que desarrollan el
comercio sexual, y que además, se intenta derrumbar la imagen que asocie a la mujer con un
ser supeditado e indefenso.

En definitiva, desde la perspectiva del feminismo liberal, es posible distinguir entre


prostitución forzada y prostitución voluntaria, reconociendo la voluntariedad como elemento
que permite la distinción. En consecuencia, la libertad de decidir desarrollar el comercio
sexual se fundamenta en una voluntad exenta de vicios, esto es, sin la presencia de
condicionantes que alteren el querer del individuo.

II. EL FENÓMENO DE LA PROSTITUCIÓN VOLUNTARIA DESDE UNA PERSPECTIVA JURÍDICA

Es innegable que la prostitución voluntaria ha formado parte del contexto social desde
épocas remotas. Concebida como una actividad poco grata ante los ojos de la sociedad, en
principio se asumió que necesariamente debía estar al margen de toda protección jurídica.
Esta concepción tradicional – y restrictiva- sobre la problemática centró su atención en la
naturaleza de los servicios prestados en el comercio sexual, sosteniendo que dicha actividad
llevaba inherente un objeto ilícito, por lo que los tribunales debían abstenerse de conocer
cualquiera de las consecuencias que pudiesen suscitarse a raíz de su ejercicio.

En la modernidad, se observa que los diversos Estados han abordado jurídicamente el


fenómeno de la prostitución voluntaria a través de su regulación normativa. De estas

10
Entrevista a GARAIZABAL, C., en VARELA, N., Feminismo para principiantes, Ediciones B, Barcelona, 2005,
pp.246-247.

4
regulaciones se advierte la existencia de tres modelos: reglamentarista, abolicionista y
prohibicionista11.

El modelo prohibicionista es entendido por la doctrina como el modelo por medio del
cual el Estado considera a la prostitución como un delito. Es por ello, que se sanciona
penalmente a los tres sujetos involucrados en la prostitución: el trabajador sexual, el cliente
y el proxeneta (si fuera un caso de prostitución forzada).

El modelo reglamentarista toma como punto de partida el hecho de que sería innegable
e inevitable el fenómeno de la prostitución, por lo que sería aconsejable otorgarle una función
social. Debido a que se la reconocerá como una actividad laboral, se intenta que el Estado
asuma su control regulando todos los aspectos relativos a ella, como: delimitar los espacios
donde ésta se pueda ejercer, establecer controles sanitarios obligatorios para los(as)
trabajadores(as) sexuales, entre otras cosas.

El modelo abolicionista sostiene como premisa que la prostitución es la explotación


del cuerpo humano, de modo que cualquier reglamentación perpetuaría la injusticia y la
utilización. Así las cosas, este modelo pregona por la rehabilitación de la persona que
desarrolla la actividad, caracterizándola como víctima. Asimismo, intenta educar a los
clientes haciendo que éstos tomen conciencia de las consecuencias que genera su demanda
por sexo, y castiga a los proxenetas por incitar o fomentar la prostitución.

Si bien, estos modelos están claramente definidos por la doctrina, cabe hacer mención
de que en la práctica las diversas legislaciones han tendido a combinarlos unos con otros. Por
lo demás, cada uno de los modelos explicados anteriormente responde a una concepción
ideológica distinta a cómo tratar el tema de la prostitución voluntaria. Ello es relevante para
nuestro trabajo, toda vez que los sectores que abogan por el reconocimiento del comercio
sexual en condiciones de voluntariedad tendrán cercanía con un modelo reglamentarista,

11
VID. CANALES, P., Op. cit., pp.5-12. En el mismo sentido, DE LORA, P., ¿Hacernos los suecos? La
prostitución y los límites del Estado, Revista DOXA, N°30, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 2007, pp. 455-
459.

5
mientras quienes postulen lo contrario verán identificadas sus propuestas con un modelo
abolicionista.

III. CIUDADANÍA DIFERENCIADA Y DERECHOS HUMANOS: EL IMPACTO DE LOS DERECHOS


SEXUALES Y REPRODUCTIVOS EN EL DEBATE

La noción de derechos humanos floreció a raíz de las múltiples disputas que, durante
varios años, protagonizaron sectores de la sociedad con el fin de dignificar su vida. Desde
ese entonces, se han ido ampliando, reformulando y profundizando en vista de las nuevas
necesidades y aspiraciones humanas12.

La palabra derechos humanos guarda en sí misma su propio sentido, pues es el que se


tiene por el solo hecho de ser humano13. Lo anterior se concluye, y de manera bastante
simplificada, por cuanto es posible advertir que el vocablo derecho es utilizado aquí como
facultad que le asiste a una persona, mientras que humano hace referencia a la única
propiedad que debe de satisfacerse para poder ser titular de ese derecho, esto es, precisamente
ser humano.

Lo anterior, supone que en principio todos los hombres y mujeres – como seres
humanos que somos- gozamos de los mismos derechos humanos14. Sin embargo, la realidad
nos ha enseñado la asimetría en la que vivimos.

12
Se advierte que, en algunos periodos históricos, su consagración, ampliación o fortalecimiento se ha visto
obstaculizado por procesos políticos antidemocráticos. Al respecto, si bien los derechos humanos no han tenido
una evolución lineal, estamos frente a un proceso de ampliación y fortalecimiento que no decrece.
13
Al respecto realizo la siguiente prevención: en la actualidad aún se discute qué es ser humano, qué nos hace
definirnos como un ser humano. Algunos lo caracterizan con la capacidad de proponerse planes de vida; otros
con la satisfacción de ciertas características biológicas. Para mejor entendimiento de esta problemática, VID.
VILLAVICENCIO, L. ¿Derechos humanos para quiénes? Reflexiones sobre algunas cuestiones embarazosas, en
Revista de Derecho, Vol. XXI Nº2, Diciembre de 2008, pp. 33-53.
14
Y ello es importante dado que usualmente se nos muestra estos derechos como un límite al poder del Estado,
como una forma de protección ante eventuales abusos por parte de éste. Por tanto, han sido concebidos como
un conjunto de reglamentaciones que fijan límites al ejercicio del poder, con la tarea de garantizarles una
convivencia tranquila a quienes no lo detentan. Así las cosas, se postula que componen un instrumento de
protección de los derechos de las personas, sobretodo en situaciones en que el ordenamiento interno de un
Estado ya no representa resguardo suficiente para sus habitantes. CFR. VILLAVICENCIO, L., La Constitución y
los Derechos Humanos, Editorial Jurídica Conosur, Santiago, Chile, 1998, p.22.

6
Advirtiendo las discrepancias existentes, y en tiempos recientes, la noción de
ciudadanía diferenciada15 ha permitido que el foco de los derechos humanos se centre en
cuestiones concretas relacionadas con grupos específicos, como las mujeres, niños, etnias y
otros. Ello ha contribuido en la incipiente necesidad de reconocimiento de ciertos derechos
humanos relacionados con el ámbito del sexo, transformándose la sexualidad en un tópico
de inusual protagonismo, pero también de más difícil progreso.

Es en ese contexto, donde han surgido diversos grupos que pregonan el reconocimiento
de ciertos derechos asociados con el ámbito del sexo. De los diversos discursos es posible
identificar demandas provenientes de colectivos de transexualidad, lesbianismo,
homosexualidad, discapacitados, feministas y trabajadores(as) sexuales.

A pesar de su irrupción en el debate público, se aprecian ciertas dificultades para


encontrar los consensos que permitan enfrentar las diversas temáticas. Lo anterior, ocurre
probablemente por la persistencia algunas ideas que asocian: (a) una sexualidad correcta a la
ocurrida dentro del matrimonio entre personas heterosexuales y por amor; (b) y a la mujer
como un ente meramente reproductivo16.

Por todo lo anterior, resultan valorables los esfuerzos por reconocer la existencia de
derechos sexuales y reproductivos17, y que permiten entender la sexualidad de hombres y

15
Esta idea supone repensar el concepto de ciudadanía, contrastando el principio de igualdad de todos los seres
humanos con la realidad, de tal modo que se reconozcan los rasgos personales que nos diferencian. Pretende
que los diversos Estados generen políticas que le permitan a los grupos más desaventajados salir de esa
situación, y así lograr una situación de igualdad con el resto de los individuos. A mayor abundamiento, VID.
YOUNG, I. “Vida política y diferencia de grupo: una crítica del ideal de ciudadanía universal”, en CASTELLS, C.
(comp) Perspectivas feministas en teoría política, Barcelona, 1996.
16
Los heterosexuales casados son considerados sanos o normales, tienen acceso a créditos bancarios, arriendos,
libertad de circulación y se les permite expresar sus sentimientos corporales en público. En cambio, los
transexuales, travestis, transgéneros y prostitutas (ubicados en la base de la estratificación) no tienen protección
jurídica ni apoyo bancario, pueden movilizarse pero de forma restringida, y se les criminaliza con facilidad.
CFR. RUBIN, G., Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad, en Biblioteca
Virtual de Ciencias Sociales, 1984, p.19, Disponible en formato PDF en
http://webs.uvigo.es/xenero/profesorado/beatriz_suarez/rubin.pdf En el mismo sentido, sobre la estratificación
sexual VID. FOUCAULT, M., Historia de la Sexualidad 1. La voluntad del Saber, Traducción de Ulises Guiñazú,
Editorial Siglo XXI, Primera Edición, Buenos Aires, 2005, pp.9-25
17
TURNER define a los derechos sexuales y reproductivos como “la posibilidad de tomar decisiones y ejercer
libre, consciente y responsablemente su sexualidad y reproducción, sin ningún tipo de coacción y violencia”

7
mujeres como un ámbito más de la existencia humana. Esto ha permitido que las temáticas
relacionadas con la sexualidad se analicen desde una mirada de ciudadanía y derechos
humanos, y no se traten únicamente desde la perspectiva de la salud pública.

Uno de los impactos más relevantes que han tenido estos derechos sexuales y
reproductivos tiene su origen principalmente en los avances médicos referidos al ámbito de
la sexualidad y la reproducción. De este modo, se ha podido separar las nociones sexo y
reproducción, llevando a sostener que es posible ejercer la sexualidad sin reproducción, y la
reproducción sin actividad sexual.

Y afirmar lo anterior tiene grandes repercusiones. Debido a que corresponde al Derecho


encausar todos estos avances biomédicos, basta revisar el debate jurídico en torno a estas
temáticas para darnos cuenta que algo importante ocurrió.

En efecto, la premisa sobre la reproducción sin sexualidad ha sido aceptada y regulada


normativamente por los diversos ordenamientos, por lo que no es de extrañar encontrar
legislación y doctrina respecto de las técnicas de reproducción asistida18. Sin embargo, no ha
ocurrido lo mismo con la premisa que admite la sexualidad sin reproducción. Y precisamente,
todas las demandas asociadas a los colectivos de transexualidad, lesbianismo,
homosexualidad, discapacidad y prostitución voluntaria tienen como punto en común que
sustentan su solicitud en el reconocimiento de sus derechos sexuales más que en los derechos
reproductivos19.

TURNER, S., Los derechos sexuales y reproductivos y su incidencia en la esterilización y procreación asistida,
en Revista de Derecho, Universidad Austral de Chile, Volumen XII, 2001, p. 208.
18
La única excepción la ha suscitado el arrendamiento de útero. A mayor abundamiento, VID. TURNER, S., op.
cit.
19
Habitualmente se tiende a hablar de derechos sexuales y reproductivos como si fuera uno solo, aunque para
ser precisos conviene señalar que son dos derechos distintos: los derechos sexuales y los derechos
reproductivos. Con todo, y para efectos de nuestro trabajo, basta con precisar que se ha señalado que los
derechos sexuales lo que hacen es garantizarle a las personas el control de su sexualidad. CFR. MILLER, A.,
“Sexual no reproductivo: explorando la conjunción y disyunción de los derechos sexuales y reproductivos”, en
GRUSKIN, S. (ED)., Derechos sexuales y reproductivos. Aportes y diálogos contemporáneos, Centro de la Mujer
Flora Tristán, Lima, 2001, p. 87.

8
Lamentablemente el reconocimiento de derechos sexuales en favor de las mujeres20,
no se hizo extensible a esos otros colectivos que hemos mencionado, generándose así una
diferencia en el trato que está lejos de responder a los parámetros proclamados en las distintas
convenciones de derechos humanos, los cuales parecen meras declaraciones de buena
voluntad, sin efectividad alguna, ante esta situación.

IV. LA FIGURA DEL ASISTENTE SEXUAL: DEL TABÚ AL DEBATE FILOSÓFICO-JURÍDICO.

A consecuencia de la demanda iniciada por parte de colectivos que agrupan a personas


con discapacidad y sus familiares, quienes prestaron atención en la necesidad de satisfacer
su afectividad sexual, ha cobrado relevancia la reciente premisa de que las personas
discapacitadas no son seres asexuados sino parejas válidas21. De modo que se ha iniciado el
debate sobre el ejercicio de sus derechos sexuales, y consecuencialmente, sobre la legalidad
de la figura del asistente sexual.

El asistente sexual puede caracterizarse como la persona que le proporciona a un


cliente discapacitado, físico o mental, sensaciones de naturaleza sexual, pudiendo ir desde
caricias hasta la penetración, y por el cual reciben una remuneración. Comprendiendo tanto
a trabajadoras(es) y clientes mayores de edad.

Frente al debate sobre la legalidad de la figura del asistente sexual encontramos dos
posturas que se enfrentan, debido a sus discrepancias en torno: (a) al reconocimiento de la
prostitución voluntaria; (b) el reconocimiento de derechos sexuales a las personas con algún

20
Los derechos sexuales y reproductivos se originaron fruto de un debate por reconocer derechos a un grupo
específico: las mujeres. Entre los diversos instrumentos internacionales que enfrentaron la problemática
destacan: la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1979)53,
la II Conferencia Mundial sobre la Mujer de Copenhague (1980), la III Conferencia Mundial sobre la Mujer de
Nairobi (1985), la Conferencia Internacional sobre Población y desarrollo de El Cairo (1994), y la IV
Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing (1995).
21
Entendiendo que las personas con discapacidad necesitan de la colaboración de otro (personificado en el
asistente sexual) para satisfacer sus necesidades sexuales, organizaciones como Sex Asistent Cataluña y la
Campaña “Undressing disability” -desnudar la discapacidad- de la ONG británica Enhance the UK han
pretendido crear conciencia en la sociedad de que a las personas con discapacidad practican el sexo porque así
lo quieren.

9
tipo de discapacidad; y (c) las obligaciones que consultaría para el Estado reconocer este tipo
de derechos.

Por un lado, quienes se muestran contrarios al reconocimiento del asistente sexual


fundan su negativa en que lo consideran un modo de practicar la prostitución22. Aquí no se
distingue entre prostitución voluntaria y forzada, y por tanto, al ser toda prostitución un
atentado mismo contra la persona que lo ejerce consideran que no es posible -ni aconsejable-
otorgarle por parte del ordenamiento jurídico algún tipo de protección. Para esta postura, aun
cuando se argumente que su finalidad (garantizar derechos sexuales a las personas con
discapacidad) podría justificar los medios que se emplean para alcanzarlo (el ejercicio del
comercio sexual), no es posible identificarla como una actividad lícita, porque ello solo
colaboraría a perpetuar una situación de esclavitud moderna para quien la desarrolla, lo que
es absolutamente reprochable.

De este modo, esta postura no reconoce que pueda existir una prostitución que se
desarrolle voluntariamente, así como tampoco considera que sea posible argumentar la
existencia de derechos sexuales para las personas con algún tipo de discapacidad, y menos
aún, que esto pueda constituir una obligación de garantía para los Estados.

Por otro lado, se ha argumentado que no es posible separar la sexualidad de la


identidad de los seres humanos, por lo que se debe reconocer a las personas discapacitadas
como seres sexuados. Además deducen, asumiendo que existen derechos sexuales y
reproductivos, que el tener una vida sexual y afectiva constituye un derecho, por lo que deben
crearse todas las condiciones necesarias para el efectivo ejercicio de éste23. Lo anterior,
coloca al Estado en la posición de satisfacer una obligación positiva, cual es promover el

22
Visión de las feministas radicales. Consideran que la prostitución es una forma de violencia en contra de la
mujer. Por todos, VID. MACKINNON, C., Derecho y pornografía, Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 1997.
23
Destacan feministas liberales además de colectivos de discapacitados. Prevengo que dentro de esta corriente
no hay consenso si diferenciar o no la asistencia sexual de la prostitución voluntaria. Esto es relevante pues
algunas teorías feministas plantean posturas abolicionistas en torno a la prostitución. Por todos, VID. OSBORNE,
R., Debates actuales en torno a la pornografía y la prostitución, Papers, Revista de Sociología. Universidad
Autónoma de Barcelona, Vol.30, 1988, pp.97-107.

10
levantamiento de todo obstáculo que les impida a las personas con algún tipo de discapacidad
ejercer plenamente su sexualidad.

Advierto que la revisión de las posturas me ha dejado ciertos cuestionamientos


¿existen diferencias entre la prostitución y la diferencia sexual?; y si existen ¿esas diferencias
validarían la asistencia sexual?; ¿habría una razón para restringir este derecho a tener una
vida sexual y afectiva solo a personas con discapacidad, considerando que éstas no son las
únicas personas que pueden sufrir de carencia sexual o afectiva?; y por último, aun cuando
se quisiera disociar entre asistencia sexual de prostitución voluntaria ¿sería lícita su
organización, considerando que la asistencia sexual se encontraría con el mismo vicio que se
espera erradicar con la prohibición del ejercicio de la prostitución: el proxenetismo?

Al respecto, considero que -desde un punto de vista lingüístico- no hay diferencias


entre asistente sexual y prostitución voluntaria. En efecto, ambas son actividades donde una
personamantiene relaciones sexuales con otra persona a cambio de dinero. Esa persona será
denominado(a) trabajador(a) sexual o asistente sexual, según estemos frente a una figura de
prostitución voluntaria o asistente sexual.

No obstante, si puede argumentarse una diferencia entre ambas actividades desde una
perspectiva social atendidas las particularidades del cliente. Precisamente, al asistente sexual
se le concibe como un terapeuta, como si su labor abordara únicamente aspectos médicos a
favor del paciente. A pesar de ello, estimo que esto igualmente es parte de la labor de un
trabajador(a) sexual, quienes muchas veces no limitan su actuar a la mera realización del acto
sexual, sino también actúan como acompañantes y consejeros.

Habida las consideraciones anteriores, arguyo que no es prudente diferenciar entre


asistente sexual y prostitución voluntaria, más aun cuando es posible argumentar una
respuesta que armonice tanto las demandas de los(as) trabajadores(as) sexuales y de las
personas que sufren algún tipo de discapacidad.

11
V. PROSTITUCIÓN VOLUNTARIA Y LOS DERECHOS SEXUALES DE LAS PERSONAS CON
DISCAPACIDAD COMO MANIFESTACIONES DEL EJERCICIO DE LA LIBERTAD SEXUAL.

Dentro del marco de los derechos sexuales y reproductivos, la libertad sexual puede
ser entendida como la independencia para expresar el potencial erótico individual. Y por
tanto, en su variante sexual, puede contener tanto un derecho a ejercer la prostitución
voluntaria, como un derecho al ejercicio de la libertad sexual de personas con discapacidad24.

24
Además de la libertad sexual, destacan como argumentos que permitirían reconocer un derecho a ejercer la
prostitución voluntaria los siguientes:
(a) La prostitución como una actividad económica lícita. En esta propuesta encontramos a los autores chilenos
Sáez y Aravena, quienes argumentan que el derecho a ejercer la prostitución voluntaria es posible de ser
incorporado en el derecho a desarrollar cualquier actividad económica, consagrado en el art. 19 n° 21 de nuestra
Carta Fundamental. Así afirman que la prostitución, al definirse por esencia como una prestación de servicios
sexuales a cambio de dinero, constituye una actividad lucrativa. En ese sentido, resulta innegable su carácter de
actividad económica, por lo que debe sujetarse a los límites establecidos en el artículo 19 Nº 21 CPR que son:
la moral, el orden público y la seguridad nacional. Y como la ley no ha declarado que la prostitución sea
contraria a alguno de aquellos limites, no estaría prohibida como actividad económica. En la misma línea
argumentativa el Tribunal Europeo de Justicia consideró el año 2001 en el Caso Jany y otros, que el ejercicio
del comercio sexual configuraba una actividad económica lícita. CFR. SÁEZ, C. ARAVENA, F., El derecho a
ejercer el comercio sexual en Chile. IV Congreso de Teoría Constitucional, 2008, pp. 3-5. VID. TRIBUNAL DE
JUSTICIA DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS, Sentencia Rol C-268/99, Caso Aldona Malogorzata Jany y otras y
Staatssecretaris van Justitie, de 20 de Noviembre del 2001, Disponible en Formato PDF en
http://portal.uclm.es/descargas/idp_docs/jurisprudencia/stjce%20prostitucion.pdf

(b) La prostitución como un derecho a la igualdad. Esta propuesta proviene de la Corte Constitucional de
Colombia, la cual en su sentencia 629 del año 2010 reconoció el derecho a ejercer la prostitución voluntaria
inserto en el derecho a la igualdad. En dicho caso, la trabajadora sexual denominada Lais interpuso una demanda
en contra del bar donde trabajaba para que se le respete su fuero maternal, debido a que se la despidió de sus
labores luego de comunicar que estaba embarazada. Aquí la Corte apunta a tres cuestiones sumamente
relevantes:
En primer lugar, la Corte señala que el análisis de la prostitución necesariamente debe tener como punto de
partida el estudio de la igualdad material en grupos históricamente discriminados. Lo que se concretizaría en
una interpretación favorable y extensiva de los derechos fundamentales.
Sin perjuicio de ello, se debe prevenir lo siguiente. Si bien la Corte reconoce que se debe tender a una
interpretación más favorable, lo hace solo en relación al fin que se busca: proteger el derecho al fuero maternal.
En ese sentido, la Corte no avala la prostitución como una actividad lícita per se, solo señala que en este caso -
y para proteger al nonato- la distinción que se hace entre las mujeres en razón a la actividad que desempeñen,
no es correcta.
En segundo lugar, al no existir al menos una norma jurídica que prohíba el ejercicio de la prostitución voluntaria,
concluye que la moral y las buenas costumbres -como conceptos abstractos no positivizados- carecen de fuerza
para limitar el ejercicio de la prostitución.
En tercer lugar, resulta interesante la idea que la Corte sostiene sobre la dignidad humana. Así señala que la
dignidad implica la libertad de elección de un plan de vida que se resumiría en: vivir como se quiere, vivir bien
y vivir sin humillaciones. En consecuencia, la actividad será vista como un derecho de libertad de su ejercicio,
pero solo en la medida que sea una decisión autónoma.
Por lo demás, en nuestro ordenamiento es plausible el razonamiento realizado por la Corte Constitucional de
Colombia toda vez que se ha entendido por parte de los operadores jurídicos que la Constitución chilena
consagra un derecho a la igualdad con una vertiente material, que jurisprudencialmente ha sido entendido bajo
un criterio de igualdad sustancial de oportunidades.

12
Tanto en el caso de la prostitución voluntaria como en la demanda por parte de los
colectivos de discapacidad por el reconocimiento de la figura del asistente sexual, nos
estamos refiriendo al ejercicio libre y consiente, y a la demanda libre y consiente, del
comercio sexual. Ambos grupos entienden que lo que se conviene es una relación sexual
consentida, aunque por una causa distinta al amor: el dinero. He ahí el punto que me parece
ocasiona la discordia en estas materias. Pues si entendemos que la libertad sexual protege el
disfrute o placer sexual, dicho disfrute también se produce en una relación sexual a cambio
de dinero, por lo que no hay razón para que no constituya una concretización del ejercicio de
la libertad sexual. Lo único que aquí cambia es la motivación de la persona para ejecutar el
acto sexual, aunque en estricto sentido, el disfrute de la experiencia sexual igualmente se
produce.

En nuestro país, si bien nuestra Constitución nada dice con respecto a la


autodeterminación sexual, se ha señalado que a partir del artículo 19 n°1 de nuestra carta
fundamental es posible inferir el derecho para disponer libremente del propio cuerpo,
limitado por el respeto a su vida e integridad física y sicológica. Así las cosas, resulta
interesante recoger aquí parte de la propuesta de la Corte Constitucional Colombiana. En
efecto, en Causa Rol T-629/2010, la Corte dotó de contenido al concepto de dignidad humana
afirmando que supone un respeto por la elección del plan de vida escogido25. Lo que implica
un reconocimiento implícito a respetar la libertad sexual, cuando esa decisión - sobre la
actividad sexual que se ejerce- es libre. En ese contexto, este razonamiento es valorable a la
luz de nuestro ordenamiento por cuanto la Constitución de la República de Chile reconoce la
idea de dignidad humana como un principio fundamental.

En definitiva, los derechos tienen la capacidad de crear muchos nuevos derechos, esa
es la esencia de los derechos humanos. Una sociedad que se base en los derechos humanos

A mayor abundamiento, VID. OYARZO, T., El derecho a ejercer la prostitución voluntaria: análisis en el
derecho chileno y en el derecho comparado. Tesis para optar al grado de Licenciado en Ciencias Sociales y
jurídicas por la Universidad Austral de Chile, Año 2012.
25
VID. CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA, Sentencia T-629/2010, Acción de Tutela instaurada por LAIS
contra el bar discoteca PANDEMO, de propiedad Sr. ZOTO, Bogotá-Colombia, de 13 de Agosto de 2010.

13
no debe renegar de esa constante transformación, sino más bien convertirlo en el principio
fundamental de su organización.

En esa lógica, me parece que ante las demandas de reconocimiento tanto de la


prostitución voluntaria como de los derechos sexuales de las personas con discapacidad,
deben ser interpretadas en el sentido de que tanto los(as) trabajadores(as) del sexo como las
personas con algún tipo de discapacidad son capaces de tomar decisiones con total autonomía
sobre su propio cuerpo, lo que incluye el querer implicarse en relaciones sexuales
comerciales, puesto que existe la libertad de disfrutar de una vida sexual placentera.

VI. CONCLUSIONES

1. Los avances biomédicos han abierto la temática de la sexualidad, provocándose un


debate en torno a la apertura del catálogo tradicional de derechos humanos existentes. En ese
contexto, surgen los derechos sexuales y reproductivos. Lamentablemente el reconocimiento
de dichos derechos en favor de las mujeres, no se hizo extensible a otros colectivos como los
transexuales, homosexuales, lésbicos, discapacitados y trabajadores(as) sexuales,
generándose así una diferencia en el trato que está lejos de responder a los parámetros
proclamados en las distintas convenciones de derechos humanos.

2. En el debate acerca de la legalización de la figura del asistente sexual se entrecruzan


dos problemáticas de importancia: por un lado, y desde la perspectiva del asistente sexual, el
reconocimiento de un derecho a ejercer la prostitución voluntaria; por otro lado, y desde la
mirada de la persona con discapacidad, el derecho a ejercer su propia sexualidad. Ambas
demandas pueden compatibilizarse si asumen como fundamento de su ejercicio el desarrollo
de su libertad sexual. Precisamente, un ordenamiento que se declare así mismo como
propulsor de los derechos humanos, lo mínimo que debe efectuar es reconocerle a los
individuos cierto grado de autonomía en todos los ámbitos, incluido el sexual.

14
BIBLIOGRAFÍA

 CANALES, P., La regulación de la prostitución en la legislación comparada, Serie de


Estudios N°325, Biblioteca del Congreso Nacional, Santiago, 2005.
 CORNELL, D., En el corazón de la libertad. Feminismo, sexo e igualdad, Trad. de
María Condor, Feminismos, Madrid, 2001.
 CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA, Sentencia T-629/2010, Acción de Tutela
instaurada por LAIS contra el bar discoteca PANDEMO, de propiedad Sr. ZOTO,
Bogotá-Colombia, de 13 de Agosto de 2010.
 DE LORA, P., ¿Hacernos los suecos? La prostitución y los límites del Estado, Revista
DOXA, N°30, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 2007.
 FERNÁNDEZ, M., El comercio sexual en Chile: ambigüedades y contradicciones
discursivas, en Anagramas, Universidad de Medellín, Vol 9. N°18, ISSN 1692-2522,
Medellín. Colombia, Junio 2011.
 FOUCAULT, M.,
- Historia de la Sexualidad 2. El uso de los Placeres, Trad. de Martí Soler, Edit.
Siglo XXI, Novena Edición, España.
- Historia de la Sexualidad 1. La voluntad del Saber, Traducción de Ulises
Guiñazú, Editorial Siglo XXI, Primera Edición, Buenos Aires, 2005.
 MACKINNON, C., Derecho y pornografía, Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 1997.
 MILLER, A., “Sexual no reproductivo: explorando la conjunción y disyunción de los
derechos sexuales y reproductivos”, en GRUSKIN, S. (Ed)., Derechos sexuales y
reproductivos. Aportes y diálogos contemporáneos, Centro de la Mujer Flora Tristán,
Lima, 2001.
 OSBORNE, R., Debates actuales en torno a la pornografía y la prostitución, Papers,
Revista de Sociología. Universidad Autónoma de Barcelona, Vol.30, 1988.
 OYARZO, T., El derecho a ejercer la prostitución voluntaria: análisis en el derecho
chileno y en el derecho comparado. Tesis para optar al grado de Licenciado en
Ciencias Sociales y jurídicas por la Universidad Austral de Chile, Año 2012.
 RUBIN, G., Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la
sexualidad, en Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales, 1984.

15
 SÁEZ, C. ARAVENA, F., El derecho a ejercer el comercio sexual en Chile. IV Congreso
de Teoría Constitucional, 2008.
 TREJO, E., Estudio de Legislación Internacional y Derecho comparado de la
prostitución, Centro de Documentación, Información y Análisis, Subdirección de
Política Exterior, SPE- ISS14-07, México, Junio 2007.
 TRIBUNAL DE JUSTICIA DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS, Sentencia Rol C-268/99,
Caso Aldona Malogorzata Jany y otras y Staatssecretaris van Justitie, de 20 de
Noviembre del 2001.
 TURNER, S., Los derechos sexuales y reproductivos y su incidencia en la
esterilización y procreación asistida, en Revista de Derecho, Universidad Austral de
Chile, Volumen XII, 2001.
 VARELA, N., Feminismo para principiantes, Ediciones B, Barcelona, 2005.
 VILLAVICENCIO, L.
- ¿Derechos humanos para quiénes? Reflexiones sobre algunas cuestiones
embarazosas, en Revista de Derecho, Vol. XXI Nº2, Diciembre de 2008.
- La Constitución y los Derechos Humanos, Editorial Jurídica Conosur, Santiago,
Chile, 1998.
 YOUNG, I. “Vida política y diferencia de grupo: una crítica del ideal de ciudadanía
universal”, en CASTELLS, C. (comp) Perspectivas feministas en teoría política,
Barcelona, 1996.

16

Das könnte Ihnen auch gefallen