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Definir revolución,

De acuerdo con Meyer (), la Revolución inicia antes de 1910, -entrevista Creelman
y levantamiento de Orozco y finaliza en 1940 con el fin del régimen de Lázaro
Cárdenas.

Los hechos

Imagen de México de la primera década del siglo XX

Porfirio Díaz en el poder desde 1876


30 años de crecimiento demográfico y económico sostenido, la industria crece en
un 12% anual y las exportaciones un 6% anual.
En 1910 en 70% de la población vive en el campo

El porfirismo, causas de la Revolución

La desigualdad entre ricos y pobres se agrava sobre todo después de 1900


Los salarios declinan mientras la exportaciones aumentan al igual que en la
industria

Comienza la migración hacia Estados Unidos, la frontera norte lleva pocos años
de haberse demarcado (desde 1848 con el Tratado de Guadalupe Hidalgo.

Entre 1900 y 1907 la producción agrícola del noreste cayó en un 40%


Entre 1900 y 1910 el precio de los alimentos aumenta un 20%

Gilly:
Así, la historia del México porfiriano es, en esencia, la historia del proceso de
conformación y desarrollo impetuoso del capitalismo nacional en las
condiciones de la expansión mundial del capital en la era de ascenso del
imperialismo; y, en consecuencia, la historia de la acumulación de las
contradicciones que condujeron a la formación social mexicana al estallido
revolucionario de 1910. Dicho en términos más abstractos, es la historia del
prolongado equilibrio dinámico que transcurre entre dos revoluciones: una, la
Reforma, que le da origen y engendra las condiciones de su existencia,
crecimiento y expansión; la otra, la Revolución Mexicana, engendrada por la
crisis en que desembocan y buscan resolverse las contradicciones inherentes a
ese proceso. (p. 25)

Alan:
creció la desigualdad en lo que se refiere a la propiedad de las tierras, en la
medida en que éstas gravitaron del campesino y el pequeño propietario hacia el
hacendado, el cacique y, a veces, el ranchero. Segundo, tanto el salario real de
los trabajadores rurales como las condiciones de los campesinos, arrendatarios y
aparceros tendieron a deteriorarse.[15] La primera de estas tendencias
sobresalientes se prolongó durante todo el periodo, mientras que la segunda se
manifestó con claridad sólo hasta después de la década de 1890. (p.114)

Alan:

Es más, las implicaciones de esta estrategia rebasaron los límites del campo. Los
salarios bajos, la carestía de alimentos y la propia estructura de producción de la
hacienda inhibió el crecimiento de un mercado doméstico y, por ende, el de la
industrialización. A fines del Porfiriato, los peones destinaban la mitad o tres
cuartas partes de su salario a la compra de alimentos; el exiguo restante lo
dedicaban a la compra de bienes.[191] Las operaciones de la tienda de raya
constreñían aún más el poder adquisitivo y éste quedaba confinado en la
hacienda. Los empresarios frustrados se quejaban de la “maldita falta de
aspiraciones” de los mexicanos.[192] Así, la única industria (aparte de la pulquera)
que contaba con una demanda masiva, la de los textiles de algodón, sufrió un
lento crecimiento a principios de la década de 1900, mismo que cayó después de
1907.[193] La sobreproducción, los recortes salariales y el desempleo
experimentados en la industria textil se debieron, en parte, a las desigualdades
agrarias crónicas. Los textiles, por otra parte, eran sólo el mejor y más grande
ejemplo; en San Luis Potosí, se señaló, “varias fábricas se han… enfrentado al
desastre por falta de mercado para sus productos”.[194]

Jean:

La crisis provocadas por los “antagonismos de clase y de cultura, viene a ser el


punto de partida de l Revolución, crisis permanente en que están presentes las
diferentes etapas de la historia mexicana, la Edad Media y los tiempos modernos,
el mundo precortesiano y la revolución industrial.” (p. 27)

Alan:
“Los combates entre pueblos o entre regiones, se derivaron de conflictos
fundamentalmente agrarios en los que un actor interpretaba el papel del
terrateniente. Pero éste no fue el caso más común, incluso en aquellas
circunstancias en donde la pobreza de las fuentes oculta las relaciones
subyacentes. Los conflictos entre pueblos fueron muy frecuentes en el Morelos
prerrevolucionario, pero después de 1911 éstos se perdieron en la lucha conjunta
en contra de los hacendados: “Personas de lugares tradicionales rivales, como
Santa María y Huitzilac, habían muerto defendiéndose unas a otras, y esto tendió
lazos de estrecha simpatía entre los supervivientes”.[708] En otros sitios, a falta de
agrarismo, floreció la polarización de clases (de la misma naturaleza de la que
condujo a los surianos a hundirse en sus viejas rivalidades). En ocasiones estas
luchas parecieron desprovistas de cualquier sentido contemporáneo: eran
herencia de antiguas generaciones (algunas, en Oaxaca, remontaban sus
orígenes a la época precolombina) y se habían fijado en la memoria colectiva de
ciertas comunidades” (p. 448)

Jean:
“15 millones de habitantes sobre dos millones de kilómetros cuadrados, dos tecios
de los cuales habitan la vieja meseta central” (p. 28)

Familia de los Madero, grandes propietarios de haciendas, industriales o


banqueros. (p. 29)

Graduados que no consiguen empleo, sociedad burguesa, pequeñoburguesa o


clase media sin decisión o pensamiento político, se mueven con Félix Díaz como
se mueven con Madero.

En 1910 hay 195,000 obreros y 11 millones de rurales. P. 30, la industria


reemplaza al taller. Los obreros no encabezan el movimiento, no está
organizados, no tienen conciencia de clase.

Campo dividido entre campesinado “indio” que no habla español, aisaldos y


explotados y los que si hablan y participan más activamente en el mercado,
vaqueros y peones que forman un naciente proletariado rural.
Los campesinos libres viven en regiones montañosas y aisladas.
Rancho pequeña réplica de la hacienda, lo trabajan los dueños, su familia y
algunos asalariados.

Las haciendas ocupan la mayor parte del territorio. 1000 propietarios rtienen el
65% de la tierra arable (p. 34) y tres millones de de trabajadores agrícolas o
peones, presionan a los pueblos libres,. Retirando derechos como la pastura, para
que trabajen en la hacienda, cerca de la mita de la población rural estaba
encasillada en las haciendas 1910

La hacienda es la pesadilla que encarna el mal en la historiografía de la


Revolución (p. 36), vista como una mediocridad económica, sin embargo tienen
modernidad en su producción por ejemplo “una cuenca lechera moderna con
alfalfares para la producción de quesos tipo francés” a las afueras de México, p.
37

Silva:
“Según el Censo de Población de 1910, había en el país 840 hacendados, 411
096 personas clasificadas como agricultores y 3 096 827 jornaleros del campo. La
población total de México ascendía a 15 160 369 habitantes. La cifra relativa a
jornaleros del campo no puede servir para calcular con exactitud matemática el
número de familias campesinas, porque en algunas de ellas trabajaban y trabajan
el padre y los hijos mayores, clasificados todos como jornaleros; pero sí es útil
para estimar el número de individuos que dependían del salario rural y que cabe
estimar en 12 millones, o sea, aproximadamente 80% de la población” (p. 12)

El alimento del peón mexicano se compone desde hace siglos principalmente de


maíz, frijol y chile. En algunas regiones agrega a su dieta el café y el pulque; y de
tarde en tarde, muy de tarde en tarde, come pan y arroz. La carne y la leche han
sido y son artículos de lujo para él. Con esa precaria alimentación ha vivido, ha
trabajado y producido riqueza para sus amos. (p. 21)
En las ciudades de principios de siglo se advertía desde muy luego la desigualdad
social. Tomemos a manera de ejemplo una población de setenta mil habitantes,
capital de uno de los estados del centro de la República. Arriba de todos estaba la
aristocracia, una aristocracia sin pergaminos, sin abolengo, sin historia; es decir,
una falsa aristocracia. La componían los grandes hacendados, algunos —no es
ocioso insistir en ello— a la vez dueños de casas, de acciones mineras y del
banco de la localidad; propietarios de grandes establecimientos comerciales, unos
pocos mexicanos y buen número de españoles, franceses o de otras
nacionalidades; altos funcionarios extranjeros de compañías mineras,
norteamericanas o inglesas; y por último, médicos y abogados con éxito
profesional, abogados y médicos de esa minoría privilegiada. Todos amigos del
régimen político porfirista, satisfechos, orgullosos, mirando de arriba abajo al resto
de los habitantes de la ciudad. El gobernador del estado pertenecía generalmente
a algunas de las familias acaudaladas o se había enriquecido de prisa en el
ejercicio del poder. No puede decirse que esa seudoaristocracia fuera culta y que
le importara la cultura, excepción hecha de uno que otro profesionista inteligente y
amante de las ciencias o de las bellas artes. Los demás sabían leer y escribir y
conocían bien las cuatro reglas elementales de la aritmética. Hombres y mujeres
vestían con elegancia a la moda de Londres o París. Admiraban lo extranjero,
sobre todo lo que venía de Francia o de Italia; más lo de Francia que lo de Italia.
La influencia de los norteamericanos todavía no se hacía sentir en las costumbres
y en los gustos de aquella gente. Lo mexicano, lo auténticamente nuestro,
ocupaba un segundo plano y era de mal tono admirar el arte indígena. (p. 24)

Meyer:

Porfirio Díaz “gobernó con un mínimo de terror”, su gabinete reunía representantes


de “católicos, protestantes, jacobinos e imperialistas”., administración y no política
“el general ahorca sin colgar”. P. 38

El gobierno de Díaz estaba encabezado por hombres de entre 83 y 56 años. Díaz


creía que solo el ejército podía desastabilizar el régimen, no así las guerrillas, a las
que desarmó. P. 48. El pequeño ejército ( 18,000 soldados y 2,700 rurales paa 15
millones de habitantes), estaba liderado por “coroneles de 80 años, capitanes de
70, y tenientes de 65, que robaban a la tropa para vivir”p. 48

La democracia no concernía al pueblo, los campesinos estaban neutralizados por


su analfabetismo. P.38

Katz:
“El poder del Estado fue enormemente fortalecido por la reciente revolución en el
campo de las comunicaciones (construcción de ferrocarriles y carreteras,
instalación de teléfonos y telégrafos) y por el suministro de equipo moderno a las
fuerzas armadas. Las consecuencias de estas transformaciones fueron
especialmente notorias en los países latinoamericanos gobernados por dictadores,
que ahora disponían de los medios para mantenerse en el poder durante
periodos mucho más largos que sus predecesores de la primera mitad del
siglo XIX.” (p. 6)

“Sería un error, en el caso de México, buscar la explicación de este hecho


excepcional en las condiciones de un subdesarrollo extremo. Por el contrario, si se
le compara con el resto de América Latina, se verá que su dependencia respecto
de la exportación de materias primas era mucho menor que la de otros países:
México, por ejemplo, no desarrolló una agricultura de monocultivo y se vio, por lo
tanto, menos afectado por las fluctuaciones y movimientos cíclicos de los precios
en el mercado mundial. Tampoco era Díaz más odiado que la mayoría de los
dictadores latinoamericanos: por el contrario, don Porfirio podía sentirse
merecedor de una popularidad considerable debido a su muy celebrado valor
personal durante la invasión napoleónica de México. (p. 7)”

“la revolución mexicana fue parte de una tendencia más general que se estaba
dando en las naciones latinoamericanas, cuyo desarrollo progresaba a un paso
más acelerado, tendencia que en otros países de la región sólo asumió formas
diferentes. Esta tendencia o movimiento consistía en el rápido desarrollo
de una clase media que comenzaba a buscar mayor poder político y
económico a medida que aumentaba su número y su importancia
económica. En otros países latinoamericanos de tamaño y tasa de crecimiento
comparables, las tradiciones parlamentarias les facilitaban mucho más a
las clases medias el logro de sus objetivos con un mínimo de violencia, o
ninguna. En Argentina, en 1916, el Partido Radical encabezado por
Hipólito Yrigoyen, la mayoría de cuyos miembros pertenecía a la clase
media, llegó al poder como resultado de una victoria electoral. En Brasil
fue un poco más difícil obtener resultados semejantes. Allí fue necesario
un golpe militar, ejecutado por un ejército fuertemente influido por la
clase media, para transformar la estructura política del país en forma
favorable a las clases medias. Sin embargo, las tradiciones de
parlamentarismo y de la política de consenso eran tan fuertes en Brasil
que el golpe se efectuó sin violencia y sin derramamiento de sangre. Sólo
en México, como consecuencia de su larga tradición de revueltas
violentas y debido a que el país era gobernado por una dictadura
autocrática, fue necesaria una revolución violenta para lograr la
incorporación de las clases medias al proceso político.” (p. 7-8)

Córdova:
“El dictador fuerte, que en los países latinoamericanos ha hecho la
unidad y la disciplina que en Europa fue obra del poder absoluto, no
apareció en México en cincuenta años, sea porque el hombre faltaba o
porque la ocasión no era propicia. Santa Anna no sabía mantenerse;
Juárez no vivió lo bastante y había consumido siete años en guerras.
Pero Juárez preparó el sistema, y la Intervención francesa el campo
para el gobierno de cohesión nacional, de suerte que para crear la
dictadura sólida, larga y fecunda de Díaz, concurrieron oportunamente
la situación hecha y el hombre necesario para aprovecharla , E. Rabasa en
Córdova, p. 43)

Meyer:
Estados Unidos estuvo en su contra, temía otra expansión territorial, ocupó la
frontera, se construyeron vías férreas que conectaran el norte con el centro e
instauró burdeles y casinos, por lo que luego han sido concidas las ciudades
fronterizas. P. 39

Gilly:
“Ahí donde fue pasando, el ferrocarril cambió la vida local y aceleró la
desintegración de las antiguas costumbres y normas de la vida campesina.
Aceleró también el proceso de despojo de tierras de los pueblos indígenas
característico del porfiriato y generó, en consecuencia, movimientos de
resistencia y alzamientos campesinos.29 El trazado de los ferrocarriles sirvió
también para un fin político: consolidar la dominación del gobierno central,
permitiéndole enviar tropas rápidamente a puntos lejanos para sofocar cualquier
sublevación. Así lo hizo, por ejemplo, contra la huelga textil de Río Blanco. La
unificación nacional adquiría así no sólo su contenido económico sino también su
contenido político capitalista: la posibilidad de centralizar y concentrar el uso de la
represión” (P. 33)
Córdova:
“debe apuntarse antes que nada que la
posición de los grandes ideólogos de aquella época no es de una entrega
total y sin reservas a las potencias extranjeras. En ellos, la radicación del
capital extranjero en México significa, por sobre todas las cosas, la más
real posibilidad de acrecentar la capacidad productiva del país y de
promover el desarrollo del mismo; están seguros de que el Estado
mexicano no tiene más alternativa que enfrentarse en una lucha desigual
y sin esperanzas de triunfo con el capitalismo extranjero (…) Para ellos, los
ideólogos porfiristas, la gran pesadilla de la historia nacional vuelve a ser la
agresiva y voraz política expansionista de los Estados Unidos: primero es el
peligro de una invasión que pueden provocar los desórdenes fronterizos a que dan
lugar incursiones de bandidos y de indios salvajes, y que aviva la prensa adicta a
los círculos sureños derrotados en la Guerra de Secesión; luego, la aproximación
económica norteamericana, llevada sobre las ruedas de los ferrocarriles
que se abren paso hacia la frontera, y que amenaza con hacer de México una
extensión del desarrollo económico del suroeste de los Estados
Unidos, y en fin, la penetración intensiva del capital norteamericano en el
pais. Los porfiristas no conciben otra forma de resistencia al extranjero que
el crecimiento material del país, al que, piensan ellos, coadyuvará la
misma inversión que provenga del exterior (p. 67-68)”

Meyer:

El gobierno da preferencia de inversión a Inglaterra y Francia, incluso a Alemania


antes que a Estados Unidos; nacionalizan los ferrocarriles y establecen impuestos
aduanales, P. 39 además de otros hostigamientos, como el retiro de ribereños
estadounidenses del río Nazas para beneficiar a un pariente o el apoyo al
presidente de Nicaragua para que huyera en un navío de guerra mexicano durante
la invasión estadounidense de 1910. P. 40-41

Katz:

“La crisis internacional de México fue consecuencia de dos gestos tímidamente


provocadores frente a Estados Unidos que se permitió el anciano Díaz. El primero
no fue más que la recepción amistosa que le dio a José Santos Zelaya, ex
presidente de Nicaragua, que había sido derrocado por Estados Unidos debido a
su política decididamente antiestadounidense. El segundo, un poco más grave, fue
la negativa de Díaz a prorrogar el contrato de arrendamiento de una estación
abastecedora de carbón para la Marina estadounidense en Baja California. 80 Que
estos incidentes, relativamente insignificantes, hayan irritado de tal manera a
Estados Unidos sólo ilustra las tensiones que ya se habían acumulado como
consecuencia del trato preferencial concedido por México a los rivales europeos
de Estados Unidos durante la última década (p. 38)”

Jean:
En 1908, Díaz se entrevista con el periodista Creelman y declara que se alejará
del gobierno, “que dese a la creación de un partido independiente, dada la aptitud
a la democracia que manifiesta el pueblo mexicano. (p. 41)

Garciadiego:
El mayor error estratégico magonista, producto de la radicalización y
el distanciamiento, consistió en convocar a las armas en 1908, decisión que
generó nuevas escisiones. Además de que el gobierno había aumentado
sus precauciones, incluso infiltrando al grupo exiliado, este no hizo los
preparativos adecuados dentro del territorio nacional; sobre todo, el llamado
a la lucha armada estaba fuera de tono, pues después de la entrevista
concedida por Díaz al periodista norteamericano James Creelman el país
había entrado en un optimismo democrático auténtico, en espera de las
elecciones de 1910, pues se había prometido que serían libres, sin la participación
reeleccionista de don Porfirio (p. 25)

las promesas respecto a la sucesión hechas por Díaz mediante su entrevista


a Creelman sirvieron para que los numerosos partidarios de Reyes empezaran
a organizarse y movilizarse, con el objetivo de presionar a don Porfirio
para que recapacitara y lo escogiera como su vicepresidente en las elecciones
de 1910: rápidamente surgieron agrupaciones, clubes, periódicos y
libros en contra de los “científicos” y a favor de Reyes.
Fue tal la capacidad y fuerza mostradas por sus partidarios, que Díaz,
preocupado, envió a Reyes comisionado a Europa a finales de 190943. La
mayor parte de sus seguidores, al quedar el grupo acéfalo, cambió su filiación
en favor de un movimiento que apenas nacía, contrario a la reelección
y encabezado por un hacendado y empresario coahuilense, Francisco I.
Madero. Así, el valor de los reyistas radica en que su escisión debilitó al
régimen; en que se dedicaron a desprestigiar a los “científicos”, grupo elegido
como sucesor por don Porfirio; en que fortalecieron al movimiento
antirreeleccionista al traspasarle numerosos “cuadros” con prestigio y experiencia
burocrática, política y hasta militar; y en que tal apoyo era multiclasista,
con clases altas, medias y bajas, predominantemente urbanas.
Algunos de los reyistas importantes que devinieron antirreeleccionistas
fueron Venustiano Carranza, Francisco Vázquez Gómez, Luis Cabrera y
José Ma. Maytorena, entre muchos otros44. De todos los movimientos que
antecedieron a la Revolución Mexicana, el reyista fue, seguramente, el
que más elementos le aportó. Es más, el propio Reyes acusó a Madero de
haber organizado su movimiento aprovechándose del suyo. (p. 27)

Knight:
El propio Díaz incitó a una renovación de la actividad política en la famosa
entrevista que concedió al periodista norteamericano James Creelman, a
principios de 1908. El pueblo mexicano, declaraba, le había demandado su larga
permanencia en el puesto y ahora ya era tiempo de un cambio; ahora México tenía
una clase media y el país estaba listo para entrar en una era de libertades
políticas. Díaz propuso retirarse al final de su periodo (1910), y “si en la República
llegase a surgir un partido de oposición, le miraría yo como una bendición y no
como un mal…”[62] En teoría, se trataba de un buen pensamiento positivista: el
régimen
había logrado estabilidad y crecimiento económico, y era tiempo ya de que los
mexicanos gozaran de sus derechos democráticos postergados. Sin embargo, el
análisis de Díaz guardaba en realidad “un claro sentido irónico” y gran parte de
sus promesas se vieron quebrantadas en cuestión de meses. (p. 74)

En octubre, Díaz hizo


como si se doblegara ante la presión popular y declaró que la entrevista con
Creelman sólo
contenía deseos personales, y que estaba de acuerdo en “sacrificarse” por la
nación una vez
más. En noviembre, el Círculo Nacional Porfirista lanzó oficialmente la candidatura
presidencial de don Porfirio (p. 75)

las declaraciones de Díaz produjeron “… una transformación


fundamental en la conciencia pública… [y] por su acción sobre las clases
intelectuales, fue el
origen psicológico de la Revolución de 1910”.[66] (Vera Estañol en Knight, p. 75)

El principal beneficiario de la entrevista con Creelman fue el general Bernardo


Reyes. Se encontraba hacia el final de sus 50 años (bastante joven para los
parámetros porfiristas); había nacido en el seno de una prominente familia liberal
de Jalisco y se había forjado una ilustre carrera tanto en las armas como en la
política. Fue el instrumento que Díaz escogió para la destrucción del cacicazgo
Treviño-Naranjo en el noreste, donde se quedó como el enérgico y progresista
gobernador del estado de Nuevo León; ahí dio un gran impulso a la industria local,
mejoró los servicios públicos educativos y de salud y mostró un cierto interés
—paternalista y a la manera de Bismarck— por las aflicciones de la clase
obrera.[68] Sin embargo, no era muy amante de la heterodoxia política (p. 75)
Meyer:
El libro “La sucesión presidencial”, escrita por Francisco I. Madero, miembro de
una gran familia Coahuilense, en el que amenazaba a Díaz de una revolución en
caso de que “falsificara las elecciones” (p. 43)

Katz:
Madero se convirtió en una figura nacional en 1909, cuando publicó
un libro sobre el tema de la sucesión presidencial. En ese libro, afirmó
que los problemas fundamentales de México eran el absolutismo y el
poder irrestricto de un hombre. Sólo la introducción de la democracia
parlamentaria, un sistema de elecciones libres y la independencia de la
prensa y los tribunales podrían transformar a México en un Estado
democrático moderno. El libro estaba escrito con gran cautela. Aunque
criticaba acerbamente al sistema porfirista, alababa las cualidades
personales del dictador. Se pronunciaba en contra de las concesiones
excesivas a los extranjeros y le reprochaba a Díaz su blandura con
Estados Unidos. Sin embargo, apenas rozaba el tema social. Presentaba
argumentos contra ciertos subproductos del sistema agrícola, tales como
el analfabetismo, el fomento del alcoholismo por los terratenientes y la
deportación de los indios rebeldes, pero no contra el sistema mismo. No
tocaba en absoluto el tema de la reforma agraria. Aunque apenas rozaba
el de las malas condiciones de vida de los obreros industriales y la forma
en que se les perseguía, respecto a ese tema Madero se expresaba más
concreta-mente y con menor ambigüedad que cuando hablaba del
campesinado. La diferencia de actitud frente a ambos problemas reflejaba
el carácter primordialmente agrario de la mayoría de la burguesía
mexicana.
El libro de Madero era más que un análisis de la situación: era un
programa que llamaba a formar un nuevo Partido Antirreeleccionista. El
cuidado en las formulaciones, cierto relajamiento de la censura en los
últimos años del porfiriato, la propia posición social de Madero y su
subestimación por el gobierno hicieron posible la publicación. El libro
tuvo considerable repercusión porque, a pesar de sus reticencias, era el
primero que atacaba abiertamente al sistema político y facilitó la
formación del nuevo partido de Madero, la mayoría de cuyos miembros y
simpatizantes eran intelectuales o miembros de la clase media. 84
Aunque el programa de Madero expresaba esencialmente los deseos
de la burguesía opositora, sus miembros se agruparon en un principio en
tomo a Reyes, más ampliamente conocido que Madero y con mayores
posibilidades, en apariencia, de alcanzar el éxito político. La familia de
Madero apoyó hasta cierto punto las opiniones de éste, pero consideraba
infundada su estrategia y temía perder sus bienes si él rompía con Díaz.
Su abuelo, sus tíos y los miembros más influyentes del clan se
distanciaron de él tanto pública como privadamente (p. 41)

Knight:
Finalmente, estimulado por la entrevista de Díaz con Creelman, Madero hizo su
contribución al tropel de libros y panfletos políticos de la época: La sucesión
presidencial en
1910, publicado en enero de 1909 y distribuido rápidamente entre los
simpatizantes,
potenciales simpatizantes y algunos probables oponentes como el propio
Díaz.[117]
El libro revisa la historia de México —con la acostumbrada reverencia a Juárez y a
otros
héroes liberales—, denuncia al militarismo y al absolutismo como vicios políticos
endémicos
y, llegando a los asuntos del momento, aboga por un partido antirreeleccionista
independiente que pudiera trabajar en la elección democrática de un
vicepresidente y
presunto sucesor de Díaz. En lo que respecta al propio Díaz, Madero se muestra
caritativo,
reconoce su contribución para proveer de paz y progreso económico y la relativa
moderación
con la que ejerció el poder. Los intereses “desarrollistas” usuales de la clase
media educada
—intereses que los liberales compartían con sus oponentes porfiristas— fueron
repetidos: los
males de la bebida, la necesidad de una mejor educación y el atraso en la
agricultura
mexicana.[118] Además, Madero citaba conocidos ejemplos de la represión
porfirista:
Tomóchic, Cananea, Río Blanco. En este aspecto, no puede decirse que los
asuntos “sociales”
hubieran sido olvidados por completo. Por otro lado, el tema principal y las
propuestas de
solución eran esencialmente políticos —y algunas veces espirituales—. A pesar
del indudable
progreso económico, al que Madero daba pleno reconocimiento, los mexicanos
vivían
sumergidos en la ignorancia política, mostrando una miopía en perjuicio del
bienestar común. La virtud cívica había sido destruida y la corrupción llevaba la
pauta. Haciendo eco de Catón el Viejo, Madero hacía un llamado a sus
conciudadanos para redescubrir su espíritu de servicio y redimir su prostituida
herencia política. Esta herencia era el liberalismo del siglo XIX —todavía
adecuado, en la opinión de Madero, para resolver los problemas del siglo XX—; el
propósito era “la realización del gran ideal democrático” y los medios, las
elecciones libres y limpias, la libertad municipal y el respeto a los derechos de los
estados. (p. 84)

Meyer:
Antes de seguir a Madero, el pueblo prefería a Bernardo Reyes (p. 44)
Pascual Orozco se levanta en 1907 y Zapata, se movilizan entre 1908 – 1909,
desde 1908 en las campañas electorales, Monterde menciona “todo ahora es de
los pobres: las haciendas, con todas sus tierras y aguas, ganados y montes; las
mujeres, la honra y la vida de los que no son indios”

Garciadiego:
Los rancheros propietarios vieron aumentar
sus impuestos; los rancheros arrendatarios vieron crecer el costo
del arriendo; los medieros y aparceros vieron endurecerse las condiciones
contractuales que tenían con los hacendados. Además de que algunos tomaron
las armas, como el arriero Pascual Orozco59, otros fueron los que introdujeron
a los sectores populares en el proceso revolucionario: el mayor
ejemplo de tal mediación fue Abraham González (p. 35)

Meyer:
En 1905 ¡, Limantour reforma la moneda, y pone en circulación billetes emitidos
por los bancos de los estados, los bancos esaban limitados. En 1907 surge la
crisis bancaria, en 1908 Limantour obtiene un préstamo de 50 mi9llones por parte
de los EUA, que no puede ser pagadad por los agricultures y quiebran, p. 47

En 1909, “una ola de heladas destruyó las siembras del altiplano, en el momento
en que los salarios rurales eran bajos y en el que los desocupados habían
abandonado las ciudades” p. 47

Gilly:

La crisis social estaba estimulada por la crisis económica mundial de 1907-1908


y su reflejo en México, y ambas alimentaban la crisis política del modo de
dominación de la burguesía y de su Estado. La economía mexicana resultó muy
castigada por la crisis de 1907-1908, una de cuyas consecuencias fue el
derrumbe del mercado internacional del cobre y de los precios de otros metales.
Cayeron los precios de las exportaciones mexicanas: henequén, café, metales
industriales y metales preciosos. Se produjo el despido de miles de trabajadores
en las minas de los estados de Hidalgo, Sonora, Chihuahua, Durango, así como
despidos en otras industrias. La crisis de 1907 deterioró aún más la capacidad
para importar, en descenso desde principios de siglo. Repercutió también en una
crisis bancaria que llevó a la quiebra o al borde de ella a varios bancos, entre
ellos el Banco de Londres y México, salvado por la intervención del gobierno.

También debió intervenir el Estado, por iniciativa del ministro de Hacienda José
Yves Limántour, cabeza del grupo de los “científicos”, comprando los
ferrocarriles para evitar su quiebra.
Tampoco ayudaron las cosechas: se debió adquirir maíz en el exterior por
más de dos millones de pesos en 1907-1908, por 4 756 000 pesos en 1908-1909
y por 15 497 000 pesos en 1909-1910. Hubo un encarecimiento general de los
artículos de consumo que, combinado con la desocupación, determinó un
abrupto descenso de los salarios reales y de los ingresos globales de los
trabajadores entre 1908 y 1911.

Esta situación agudizó las luchas dentro de la clase dominante y se reflejó en


la pugna por la sucesión presidencial de Porfirio Díaz en las elecciones de 1910.
La oposición burguesa, tímidamente activa desde principios de siglo, intensificó
su actividad hacia fines de esa década. El general Bernardo Reyes, político
porfirista hostil a los “científicos” que rodeaban al presidente, gobernador del
estado de Nuevo León y responsable de más de un acto de feroz represión militar
en Monterrey, apareció como la cabeza visible de una tendencia, el reyismo, que
buscaba una transformación dentro de los marcos del sistema, cambiando en
parte su personal político pero manteniendo sus bases institucionales. Reyes
tenía apoyo en sectores del ejército nacional y en la burguesía de Monterrey,
pero unos y otros temían las consecuencias sociales de un enfrentamiento con
Porfirio Díaz. (p. 60-61)

Meyer:
“Los revolucionarios de 1910 creyeron derrocar la dictadura de Díaz, si ver que
había dejado de existir desde hacía años, y que si hubera existido no la habrían
derrocado mientras hubiera sido el gobierno orgánico de la nación” (p. 49)

“Se podría decir que la dictadura muró en la entrevista con Creelman, que fue
enterrada el 15 de abril de 1910 (cuando se abre la convención antirreeleccionista)
y que el funeral comenzó a partir de noviembre de ese mismo año” (p. 49)

“La paz reinaba en .la tierra mexicana” (durante el último decenio del Porfiriato). P.
51
En mayo de 1910 se vio el cometa Halley –mal presagio seguramente-, y el mismo
mes hubo una gran mortandad de ganado en el centro del país, las lluvias
escasearon más que el año anterior.

Knight:
LAS HISTORIAS de la Revolución mexicana se inician tradicionalmente con las
celebraciones del Centenario de la Independencia, en 1910. El gran festival
organizado para conmemorar la rebelión inicial de México en contra del dominio
español fue un suceso que coincidió felizmente con la séptima reelección de
Porfirio Díaz a la presidencia. Hasta ahí, pues, ésta es una historia tradicional. Sin
embargo, el Centenario fue, sobre todo, un asunto de la Ciudad de México: los
desfiles y procesiones, los banquetes, la develación de monumentos y la
inauguración de asilos para enfermos mentales fueron planeados para impresionar
a la alta sociedad, a la prensa, al cuerpo diplomático y, quizá, al veleidoso
populacho de la Ciudad de México —“esta capital”, como señaló un general del
ejército, “siempre llena de diversión… esta gente [que] nació para divertirse”.[1] Y,
según se dice, estaban en verdad impresionados.

Sin embargo, probablemente lo que sucedió en San José de Gracia, Michoacán,


durante el verano de 1910 haya sido una experiencia típica para la mayoría de los
mexicanos: el Centenario fue ignorado, y los dos años de sequía y la
aparición del cometa Halley atrajeron mayor interés y atención.[5] Mas el
verdadero México, y en particular el México de la Revolución, era el México de la
provincia. (p. 19)

Silva:
Durante todo el mes de septiembre de ese año de 1910, se celebraron en la
ciudad de México las fiestas del Centenario de nuestra Independencia. Eso se
dijo, pero no era el Centenario de la Independencia mexicana, sino apenas el
Centenario del Grito de Dolores, del
llamado de Hidalgo al pueblo para luchar por la Independencia. Claro está que eso
no lo ignoraba la gente del gobierno; lo sabía perfectamente; mas de lo que se
trataba en el fondo era algo distinto; se trataba de un acto político para exaltar la
personalidad del general Díaz dentro y fuera del país y así asegurar la séptima
reelección del octogenario caudillo.
Efectivamente, la gallarda figura de don Porfirio brilló como nunca durante las
fiestas, entre hermosas damas y elegantes embajadores especiales venidos de
lejanos países. (p. 79)

Meyer:
Madero recorría el país fundadno ent odas partes clubes que tenían por consigna:
¡Sufragio efectivo, no reelección! Madero llamaba a los ciudadanos para que
hicieran respetar sus libertades y tal fue el punto de partida de la Revolución, que
no fue producto de la desesperación ni de la miseria P. 53-54
Garciadiego:
Al efecto escribió un libro,
La sucesión presidencial en 1910, [“147-163] y posteriormente se abocó, durante
la segunda mitad de 1909 y los primeros meses de 1910, a la creación del Partido
Nacional Antirreeleccionista47.
Este objetivo lo llevó a realizar tres giras para promover la creación de clubes
antirreeleccionistas, los que a su tiempo organizarían convenciones estatales en
las que deberían nombrarse delegados ante la convención nacional en que se
constituiría formalmente el partido y se designaría a sus candidatos para las
elecciones presidenciales. Su objetivo era crear un partido desde abajo, de
principios, de alcance nacional y no personalista.

La característica principal de esta fue la captación que Madero hizo de numerosos


reyistas, quienes se habían quedado acéfalos con la salida de su caudillo
rumbo a Europa. (p. 29)

Meyer:
En el curso del verano de 1910, el gobierno reprime las asambleas populares a
favor de Madero a quien encarcela, pero una vez que las elecciones apuntan a
favor de Porfirio Díaz, Madero escapa sin ser perseguido y proclama el 5 de
octubre de 1910 el Plan de San Luis, en el que desconoce las elecciones, afirma
el principio de no reelección y se declara presidente. Tras una masacre en la
ciudad de Puebla a la familia Serdán, quienes conspiraban a favor de Madero, y
contra quienes se lanzó una espectacular estrategia militar, levantó los ánimos de
sus opositores. (p. 54)

Silva:
Don Francisco I. Madero, acompañado de su esposa y del licenciado Roque
Estrada, salió de la ciudad de México rumbo a Monterrey en su última gira de
propaganda electoral, la noche del 3 de junio de 1910. Las elecciones, según la
ley en vigor, debían verificarse a fines del mismo mes. A las ocho de la mañana
del día 4 llegó el tren a San Luis Potosí. En la estación del ferrocarril nos
encontrábamos un centenar de simpatizadores del señor Madero —la mayor parte
estudiantes— que habíamos tenido noticias de su paso por la población
(…)Madero hizo un buen discurso un tanto enérgico y agresivo en contra de la
dictadura. Recuerdo perfectamente que al dirigirse al sujeto aquel, le lanzó esta
frase: “El pueblo no pide pan, pide libertad”.

En Monterrey hubo varios mítines con enorme éxito popular. El gobierno ya no


resistió, perdió la serenidad y la policía intervino abiertamente, ya sin ningún
disimulo. El día 7 fueron aprehendidos Madero y Estrada a petición del juez de
Distrito de San Luis Potosí, acusados
de incitar al pueblo a la rebelión. Días después fueron trasladados a aquella
ciudad e internados en la Penitenciaria del estado. ¡Gravísimo error del porfirismo!
Desde ese momento comenzó a crecer rápidamente la popularidad de Madero,
quien apareció a los ojos del pueblo como víctima de un régimen despótico.
Madero y Estrada obtuvieron su libertad bajo fianza y con la ciudad por cárcel el
22 de julio, después de haber sufrido cuarenta y cinco días de prisión. El padre del
candidato obtuvo esa resolución del gobierno del centro, con la influencia de su
amigo el ministro de Hacienda. (p. 78)

Las elecciones para presidente y vicepresidente de la República se efectuaron el


26 de junio en medio de una paz impuesta por el terror, como dice Romero Flores
en sus Anales históricos de la Revolución mexicana.
Knight:
Durante dos meses Madero permaneció bajo fianza
en San Luis Potosí, con la prohibición de abandonar los límites de la ciudad. A
fines de septiembre, el Congreso concluyó el escrutinio de los votos y declaró
electos a Díaz y a Corral. Una semana más tarde, disfrazado de jornalero, Madero
evadió la custodia y viajó en ferrocarril, en asiento de tercera clase, hacia la
frontera. El 7 de octubre cruzó el puente internacional en Laredo, donde lo recibió
un reducido grupo de emigrés maderistas.[231]
Durante el mes de octubre se ocupó de elaborar un manifiesto al pueblo de
México —el Plan de San Luis Potosí—, documento que enumeraba los esfuerzos
antirreeleccionistas, denunciaba la dictadura de Díaz y declaraba a Madero
presidente provisional, al considerar nulas e invalidadas las elecciones recientes.
En tanto no se realizaran las nuevas elecciones bajo la vigilancia del gobierno
provisional, respetaba todas las leyes y contratos del régimen de Díaz, a fin de
“evitar hasta donde sea posible los trastornos inherentes a todo movimiento
revolucionario”.[232] Una cláusula prometía la restitución de tierras adquiridas de
manera ilícita, pero, en lo concerniente a otros aspectos, no se mencionaron
cuestiones de carácter “social”; el Plan era, en esencia, una declaración política (p.
103)

Córdova:
Además, la actitud del pueblo antes y durante las elecciones, así como
después de ellas, demuestra claramente que rechaza con energía al
Gobierno del general Díaz y que, si se hubieran respetado esos derechos
electorales, hubiese sido yo electo para la Presidencia de la República.
En tal virtud, y haciéndome eco de la voluntad nacional, declaro
ilegales las pasadas elecciones, y quedando por tal motivo la República
sin gobernantes legítimos, asumo provisionalmente la Presidencia de la
República, mientras el pueblo designa conforme a la ley sus gobernantes.
Para lograr este objeto es preciso arrojar del poder a los audaces
usurpadores que por todo título de legalidad ostentan un fraude
escandaloso e inmoral.
Con toda honradez declaro que consideraría una debilidad de mi parte
y una traición al pueblo que en mí ha depositado su confianza no
ponerme al frente de mis conciudadanos, quienes ansiosamente me
llaman, de todas partes del país, para obligar al general Díaz, por medio
de las armas, a que respete la voluntad nacional.
El Gobierno actual, aunque tiene por origen la violencia y el fraude,
desde el momento que ha sido tolerado por el pueblo, puede tener para las
naciones extranjeras ciertos títulos de legalidad hasta el 30 del mes
entrante en que expiran sus poderes; pero como es necesario que el nuevo
gobierno dimanado del último fraude no pueda recibirse ya del poder o
por lo menos se encuentre con la mayor parte de la Nación protestando
con las armas en la mano, contra esa usurpación, he designado el
DOMINGO 20 del entrante noviembre para que de las seis de la tarde en
adelante, en todas las poblaciones de la República se levanten en armas
bajo el siguiente
PLAN (…)
Si os convoco para que toméis las armas y derroquéis al
Gobierno del general Díaz, no es solamente por el atentado que cometió
durante las últimas elecciones, sino para salvar a la Patria del porvenir
sombrío que le espera continuando bajo su dictadura y bajo el gobierno
de la nefanda, oligarquía científica, que sin escrúpulo y a gran prisa están
absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales, y si permitimos que
continúe en el poder, en un plazo muy breve habrán completado su obra:
habrá llevado al pueblo a la ignominia y lo habrá envilecido; le habrán
chupado todas sus riquezas y dejado en la más absoluta miseria; habrán
causado la bancarrota de nuestra Patria, que débil, empobrecida y
maniatada se encontrará inerme para defender sus fronteras, su honor y
sus instituciones.” (Madero, en Córdova, p. 363-366)

Gilly:
El domingo 20 de noviembre de 1910, “de
la seis de la tarde en adelante”, decía el llamado, los ciudadanos en todas las
poblaciones de la república deberían levantarse en armas bajo el plan maderista.
Sin embargo, en la fecha fijada nada en apariencia pasó y la familia Madero,
que había contribuido con dinero y obtenido otros financia-mientos para el
movimiento a través de contactos en Estados Unidos, se dejó ganar por el
desaliento y consideró perdida la causa. El 18 de noviembre, descubierto
prematuramente, el dirigente del movimiento en Puebla, Aquiles Serdán, se
había atrincherado en su casa y resistido armas en mano junto con su familia, y
allí habían sido asesinados por el ejército federal. Pero no era el fin del
movimiento: otras fuerzas se habían puesto en marcha en diversos puntos del
país.
En el norte, en Chihuahua, bajo la protección del gobernador Abraham
González, partidario de Madero, se produjeron los primeros alzamientos.
Francisco Villa, Pascual Orozco y otros, desconocidos hasta entonces salvo en
sus regiones de origen, encabezaron pequeñas partidas campesinas que en las
primeras acciones de guerrillas infligieron derrotas sucesivas a los
destacamentos federales enviados a reducirlas. En esos choques el ejército
federal ya insinuaba las características que luego se mostrarían plenamente en
las batallas mayores: falta de iniciativa, pasividad, timidez, mando conservador;
precisamente los rasgos opuestos a los que comenzaban a delinearse en las
partidas guerrilleras revolucionarias. Casi contemporáneamente hubo también
levantamientos menores en los estados de Durango y Coahuila: el norte del país
iba tomando las armas.
Las primeras victorias guerrilleras trajeron a los destacamentos
revolucionarios más y más campesinos norteños, magníficos tiradores y jinetes
de las grandes haciendas ganaderas. En enero y febrero los alzamientos armados
contra el gobierno central se repitieron en distintos puntos del país. Los
campesinos habían encontrado un aglutinador nacional para unificar sus luchas
locales antes dispersas y aisladas: el levantamiento armado contra el poder
central. Un nuevo sentido de la vida los ganaba y el alud hacia las armas, largo
tiempo contenido o reprimido, se iba volviendo incontenible. No tanto la figura o
la política de Madero, sino la conquista de la tierra por las armas era lo que
atraía más y más hombres a las distintas partidas campesinas. (p.63)

Levantamiento contra Díaz y gobierno de Madero

Meyer:
El levantamiento estuvo previsto para el 20 de noviembre, en la capital los
conjurados fueron traicionados y en Torreón arrestados. En Chihuahua se levantó
Villa –antiguo bandido- y Orozco, en Sonora Maytorena, Eulalio y Luis Guitíerrez
en Coahuila, Los Figueroa en Guerrero, Zapata en Morelos y en Zacatecas, Luis
Moya. La gente de las ciudades y del campo permanecía en calma, había una
apatía nacional. (p. 54)

Garciadiego:
El impacto de la muerte de Aquiles Serdán fue grave, al grado de poder
afirmarse que el llamado a las armas ya no tuvo mayor eco entre los
antirreeleccionistas.
A diferencia de en la etapa electoral, faltó organización
para iniciar una lucha armada. Sin embargo, esta sí se desarrolló en la región
montañosa del occidente de Chihuahua, extendiéndose luego la violencia a
otras zonas del estado e incluso a las entidades vecinas: Sonora, Durango
y Coahuila. (p. 32)

Silva:

Lo que ocurrió fue que las noticias de los levantamientos en Chihuahua llegaron a
San Antonio, Texas, donde se había refugiado el caudillo hasta los primeros días
de diciembre. Inmediatamente renació el optimismo y los recursos de parte de la
acaudalada familia Madero se invirtieron en la aventura revolucionaria. Desde
luego se organizaron nuevas expediciones y se hicieron compras de armas y
parque, para lo cual se contó con el disimulo de las autoridades norteamericanas,
que ya no veían con simpatía al gobierno de don Porfirio. Esto, como siempre, a
causa de que tal gobierno no se mostraba dócil a los deseos de la Casa Blanca.

Abraham González fue quien organizó los levantamientos armados en Chihuahua.


El 20 de noviembre se levantó Pascual Orozco en San Isidro; José de la Luz
Blanco en Santo Tomás; Francisco Villa en San Andrés, muy cerca de la capital
del estado; y un día después Guillermo Baca se apoderó de la importante
población de Parral, la que tuvo que abandonar al día siguiente por la superioridad
de las fuerzas federales que marcharon a recuperar la plaza. Por aquellos mismos
días hubo otros levantamientos de menor importancia en los estados de Coahuila
y Durango.
Al principio los cabecillas revolucionarios, gente desconocida y por consiguiente
sin ningún prestigio en el país, se hallaban acompañados solamente de unos
cuantos hombres, por lo que el gobierno creyó fácil acabar con ellos en breve
plazo como había ocurrido en casos anteriores; pero en esta ocasión todo iba a
desenvolverse de modo distinto, porque se habían creado ya las condiciones
sociales favorables al movimiento revolucionario. Los pequeños grupos de
Pascual Orozco, José de la Luz Blanco, Francisco Villa y otros, fueron creciendo
cada día con excelentes tiradores y buenos jinetes hasta formar guerrillas que
solían derrotar a las tropas de línea. En Pedernales, Ciudad Guerrero y Mal Paso,
los revolucionarios obtuvieron las primeras victorias de significación. En Mal Paso,
un soldado orozquista de caballería, en lo más reñido del combate, penetró en el
campo enemigo a carrera tendida y lazó una ametralladora, que fue la primera que
utilizaron los alzados.
Entre los meses de enero y febrero de 1911 hubo otros levantamientos en
diferentes lugares de la nación. (p. 93)

Garciadiego:
Fue entonces cuando aparecieron, protagónicamente,
gente como el arriero y comerciante chihuahuense Pascual Orozco; como
Pancho Villa, quien en cierto sentido era un bandolero nacido en Durango
y que operaba en Chihuahua, donde había desempeñado también una
amplia cantidad de oficios y trabajos, y como Emiliano Zapata, domador
de potros que encabezaba los reclamos agrarios de su pueblo, San Miguel
Anenecuilco, en Morelos. (p. 37)

Meyer:
El 25 de mayo de 1911, Porfirio parte a Francia, enfermo, sin la ayuda de
Bernardo Reyes, temiendo la intervención de los Estados Unidos, quienes dejaban
actuar a los maderistas en el exilio y luego de la toma de Ciudad Juárez por
Orozco y Villa. (p. 56)

Gilly:
En febrero de 1911 Madero entró al país desde Estados Unidos. Reunió sus
fuerzas, atacó la población de Casas Grandes y fue derrotado el 6 de marzo. Pero
ya no era el triunfo o la derrota militar de Madero lo que decidía. En marzo
prosiguieron los alzamientos en distintos puntos del país. En el estado de
Morelos se levantó Emiliano Zapata con otros dirigentes locales, se apoderaron
con sus hombres de las armas de algunas haciendas e iniciaron la lucha de lo que
pronto sería el Ejército Libertador del Sur. Ese mismo mes otros dirigentes se
sublevaron en Guerrero. La revolución ganaba a todo el país, se extendía estado
tras estado, pero mostraba ya en germen dos centros visibles que perdurarían a lo
largo de toda la lucha: Chihuahua en el norte, Morelos en el sur.
En mayo, Madero — cuyos representantes no habían interrumpido nunca las
negociaciones con los de Porfirio Díaz en busca de una transacción que
permitiera poner término a la insurrección campesina— reunió lo principal de
las fuerzas que lo apoyaban en Chihuahua, unos tres mil hombres, frente a
Ciudad Juárez. Mientras Madero dudaba y postergaba el ataque, sus jefes
militares, Villa y Orozco, sin esperar sus órdenes dieron el asalto y tomaron la
plaza el 10 de mayo. Era la primera ciudad que tenía en su poder la revolución.
Entretanto, en el sur, el 20 de mayo las fuerzas de Emiliano Zapata tomaban
la ciudad de Cuautla y establecían allí su cuartel general, y al día siguiente
ocupaban sin lucha la capital del estado de Morelos, Cuernavaca.
Tanto Díaz como Madero comprendieron la doble advertencia del norte y del
sur: había que llegar a un acuerdo, antes de que la guerra campesina pasara por
encima de todos ellos. Ésa fue la base de los acuerdos de Ciudad Juárez, allí
firmados el 21 de mayo entre los representantes del gobierno y Madero, por los
cuales Porfirio Díaz se comprometía a renunciar y a entregar el poder como
presidente interino a Francisco León de la Barra, entonces secretario de
Relaciones Exteriores, quien convocaría a elecciones generales. (p. 64)

En febrero de 1911 Madero entró al país desde Estados Unidos. Reunió sus
fuerzas, atacó la población de Casas Grandes y fue derrotado el 6 de marzo. Pero
ya no era el triunfo o la derrota militar de Madero lo que decidía. En marzo
prosiguieron los alzamientos en distintos puntos del país. En el estado de
Morelos se levantó Emiliano Zapata con otros dirigentes locales, se apoderaron
con sus hombres de las armas de algunas haciendas e iniciaron la lucha de lo que
pronto sería el Ejército Libertador del Sur. Ese mismo mes otros dirigentes se
sublevaron en Guerrero. La revolución ganaba a todo el país, se extendía estado
tras estado, pero mostraba ya en germen dos centros visibles que perdurarían a lo
largo de toda la lucha: Chihuahua en el norte, Morelos en el sur.
En mayo, Madero — cuyos representantes no habían interrumpido nunca las
negociaciones con los de Porfirio Díaz en busca de una transacción que
permitiera poner término a la insurrección campesina— reunió lo principal de
las fuerzas que lo apoyaban en Chihuahua, unos tres mil hombres, frente a
Ciudad Juárez. Mientras Madero dudaba y postergaba el ataque, sus jefes
militares, Villa y Orozco, sin esperar sus órdenes dieron el asalto y tomaron la
plaza el 10 de mayo. Era la primera ciudad que tenía en su poder la revolución.
Entretanto, en el sur, el 20 de mayo las fuerzas de Emiliano Zapata tomaban
la ciudad de Cuautla y establecían allí su cuartel general, y al día siguiente
ocupaban sin lucha la capital del estado de Morelos, Cuernavaca. Tanto Díaz
como Madero comprendieron la doble advertencia del norte y del
sur: había que llegar a un acuerdo, antes de que la guerra campesina pasara por
encima de todos ellos. Ésa fue la base de los acuerdos de Ciudad Juárez, allí
firmados el 21 de mayo entre los representantes del gobierno y Madero, por los
cuales Porfirio Díaz se comprometía a renunciar y a entregar el poder como
presidente interino a Francisco León de la Barra, entonces secretario de
Relaciones Exteriores, quien convocaría a elecciones generales. (p. 65)

Con su habitual lucidez Luis Cabrera, agudo crítico del porfirismo y de los
científicos en los años precedentes, publicó en esos días una Carta abierta a
Madero con motivo de los Tratados de Ciudad Juárez, en la cual lo invitaba a
“discernir cuáles son las necesidades del país en lo económico y en lo político” y
le decía:
La responsabilidad de usted en este punto es tan seria, que si no acierta a percibir
con claridad las reformas políticas y económicas que exige el país, correrá usted
el riesgo de dejar vivos los gérmenes de futuras perturbaciones de la paz, o de no
lograr restablecer por completo la tranquilidad del país. […] Si
no sabe usted dar satisfacción a las legítimas necesidades de la nación, dejará
sembrada la semilla de futuras revoluciones, después de haber enseñado al
pueblo una forma peligrosa de levantarse en armas,
que pondrá a cada paso en peligro nuestra soberanía.10
Madero no escuchó la advertencia y ésta, en debido tiempo, se convirtió en
profecía.
El 25 de mayo de 1911 renunciaba Porfirio Díaz y el 26 se exiliaba a Francia
en el vapor Ypiranga. Viejo conocedor del país y de sus gentes, en su renuncia
dirigida al Congreso el general resume el sentido de su largo gobierno e intuye
como nadie el carácter profundo de la revolución que ha comenzado:
El Pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de
honores, que me proclamó su caudillo durante la guerra de intervención, que me
secundó patrióticamente en todas las obras
emprendidas para impulsar la industria y el comercio de la República, ese pueblo,
señores diputados, se ha insurreccionado en bandas milenarias armadas,
manifestando que mi presencia en el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo, es
causa de su insurrección (p. 65)

Meyer:
El 7 de junio, Madero entró a la Ciudad de México, sin escolta, acompañado del
pueblo, que había sido ocultado de las grandes fiestas. (p. 56)

Knight:
Estos problemas de organización y pacificación, agentes de tantos conflictos
posteriores, se iniciaban apenas cuando Madero comenzó su marcha triunfal hacia
la capital, adonde arribó el 7 de junio. Para Madero (un simple ciudadano, pero
reverenciado momentáneamente como el principal representante de la
Revolución) y para el presidente interino De la Barra, era el momento de formular
un acuerdo político que llenara las lagunas del Tratado de Ciudad Juárez. La lucha
había terminado, o al menos eso se esperaba; los ejércitos rebeldes aguardaban
órdenes de desmovilización —algunos, incluso, ya se habían desmembrado y sus
integrantes iniciaban el peregrinar a sus hogares—. Womack ha escrito que “la
cuestión del cambio [implicó el retorno] a la dimensión ‘del voluntarismo político’ ”.
[367] La lucha entre maderistas y porfiristas, radicales y conservadores, liberales y
católicos, se libraría en el ámbito político más que en el campo de batalla: en ese
momento las armas eran los discursos, el voto, las componendas y acuerdos en
lugar de los rifles, los máuseres y los machetes. Aunque la amenaza de la fuerza
no se desvaneció —e incluso en ocasiones fue realidad—, el acuerdo de paz
modificó de manera fundamental las reglas del juego, a tal grado que los recursos
políticos cobraron mayor importancia que los militares. (p. 294)
Meyer:
“Los hererderos del Porfiriato, una vez disipado el primer susto, retomaban su aire
y sus sitios, la clase media que apoyaba a Madero ignoraba el campo de la política
(p. 57) por lo que étstos podían aprovecharse fácilmente.
Madero fue criticado por su moderación, producto de su honestidad y fe en el
pueblo. Madero ganó las elecciones con un 90 por ciento de los votos, su
presidencia duró 16 meses, hasta febrero de 1913.(p. 58)

Garciuadiego:
Efectivamente, llegaron al gabinete jóvenes pertenecientes
a un sector social inferior al de los ministros porfirianos, lo que
explica que tuvieran distinta ideología. La libertad electoral impulsada
por Madero y el derrumbe del grupo porfirista permitieron la llegada de
gobernadores muy diferentes a los anteriores, y lo mismo podría decirse de los
diputados y senadores70. Asimismo, tuvo gran importancia el desplazamiento
de los viejos “jefes políticos” por nuevas autoridades locales
electas libremente. no obstante la sobrevivencia de varios
políticos porfirianos, unos reciclados y otros ahora en funciones oposicionistas.
En términos sociales puede concluirse que, si bien hacia 1911 y 1912
las clases medias irrumpieron en el aparato gubernativo y en la toma de
decisiones, los obreros y los campesinos siguieron marginados del proceso
político. (p.40)

Córdova
En el breve periodo durante el cual don Francisco l. Madero ocupó la
presidencia de la República, México conoció el régimen de mayor
libertad y de más efectiva democracia en toda su historia. Sin embargo,
esa libertad y esa democracia quedaron limitadas a la esfera política y no
fecundaron la problemática social que estaba empujando al país hacia el
abismo. El problema de la tierra siguió sin resolverse; la gran propiedad,
sobre la que se había sustentado el régimen porfirista, siguió intocada; los
obreros tuvieron la primera oportunidad de organizarse abierta e
independientemente, pero no pudieron lograr que sus derechos como
clase fueran reconocidos; los sectores políticos reaccionarios, que habían
sobrevivido a la dictadura, aprovecharon a la perfección el nuevo
ambiente de libertad para socavar las bases del régimen maderista. Todo
ello estuvo por principio entre las causas que determinaron la caída de
Madero en el año de 1913. (p. 155)

Gilly:
Era el fracaso de los acuerdos de Ciudad Juárez. Sin jefes nacionales, sin
plan, impulsadas por su propia fuerza social puesta en movimiento, las
iniciativas de los campesinos estaban resolviendo desde abajo, con sus métodos
directos y claros, sin esperar leyes ni decretos, el problema de la tierra.
Así empezó la revolución mexicana (p. 66)

Meyer:
Zapata y Orozco se levantan en en noviembre de 1911 y en marzo de 1912,
respectivamente, quienes esperaban la reforma agraria que se dejó entrever en el
Plan de San Luis ya que en el tercer artículo mencionaba una restitución de tierras
a los pueblos despojados, pero no tenía ningún plan para distribuir las tierras entre
el proletariado (p. 59)

El 25 de noviembre, Zapata lanza el Plan de Ayala en donde denuncia la traición


del presidente y busca recuperar las tierras y aguas ocupados por los grandes
propietarios, y expropiar la tercera parte de la superficie de las haciendas”, el
liderazgo lo ofreció a Pascual Orozco, quien lo rechazó pero en marzo se levanta
con la ayuda material de las familias Terrazas y Creel –antiguos hombres de Díaz-
persiguiendo fines sociales (p. 59-60) Aunque también contaba con el apoyo
estadounidense, quienes armaban a sus colonias en México. )p. 61

Gilly:
El plan fue redactado por Emiliano Zapata y Otilio E. Montaño, maestro de
escuela de la Villa de Ayala que se había sumado desde un inicio a la revolución
zapatista y formaba parte de su estado mayor.
Montaño, al participar en su redacción y al integrarse en la dirección
zapatista, cumplió un papel que han desempeñado muchas veces los maestros
rurales: dar expresión a las demandas, necesidades y sentimientos del
campesinado. (p. 75)

El documento denuncia que Madero abandonó la revolución, que desde el


poder persigue a los revolucionarios, que se ha aliado con elementos del
porfirismo y que en nombre de los convenios de Ciudad Juárez ha anulado las
promesas hechas en el Plan de San Luis Potosí y acusado de bandidos y rebeldes
a quienes las defienden. En consecuencia, declara traidor a la revolución a
Francisco I. Madero, desconociéndolo como jefe de la revolución y como
presidente de la república y llamando a su derrocamiento. Luego de afirmar que
la junta revolucionaria “no admitirá transacciones ni componendas políticas
hasta no conseguir el derrocamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio
Díaz, y don Francisco I. Madero”, (p. 76)

Pero el carácter revolucionario específico del Plan de


Ayala está determinado ante todo por dos aspectos.
Uno es el punto que plantea la nacionalización de todos los bienes de los
enemigos de la revolución, es decir, de todos los terratenientes y capitalistas de
México.
El otro va más allá del ala pequeñoburguesa jacobina, de hecho trasciende los
marcos jurídicos burgueses y tiene un contenido objetivo anticapitalista. Es el
que dispone que los campesinos despojados de sus tierras entrarán en posesión
de ellas desde luego, es decir, las tomarán inmediatamente ejercitando su propio
poder. Esa posesión será mantenida “a todo trance, con las armas en la mano”. (p.
78)

Durante todo diciembre se extendió la revolución del sur. En los comienzos de


1912, la rebelión abarcaba los estados de Morelos, Puebla, Guerrero, Tlaxcala y
México, con combates diarios entre los destacamentos zapatistas, generalmente
de trescientos a quinientos hombres, y las tropas federales, en los puntos más
alejados entre sí de toda esa región. En esos días los hacendados de las zonas
donde operaban fuerzas zapatistas comenzaron a recibir comunicaciones de los
jefes zapatistas exigiéndoles que pagaran un salario mínimo de un peso al día a
sus peones —así lo informa el propietario español de una hacienda de Chietla,
Puebla —, pues en caso contrario deberían atenerse a las consecuencias.
En las regiones ya firmemente controladas, en cambio, se realizaba
directamente el reparto de las haciendas según lo dispuesto en el Plan de Ayala.
A fines de enero los revolucionarios atacaron Huajuapan de León, en el
estado de Oaxaca. El corresponsal de un diario de la ciudad de México comentó
así este ataque: “Me he convencido de que el zapatismo se ha propagado
extraordinariamente. Todas las pequeñas poblaciones son partidarias de
Emiliano Zapata. Otras importantes, como Tepalcingo, le son adictas,
encontrando allí ellos, cuando se presentan, víveres en abundancia, mientras las
fuerzas del gobierno no los obtienen pues se les niega todo, recibiéndoseles con
actitud hostil”. (p. 81)

Meyer
Madero envió a Victoriano Huerta contra Zapata, dado su éxito contra los yaquis y
mayas, sin embargo fue reemplazado por Felipe Ángeles, a quien se le reconocía
su humanitarismo y talento, frente a las devastaciones llevadas a cabo por Huerta.
(p. 60)
Huerta por su parte, fue enviado contra Villa –quien fue rechazado por Orozco ya
que no quería ¡”bandidos en su tropa”, Huerta combatió contra Villa y Orozco y
venció en mayo de 1912 (p. 60), Huerta se convierte en el héroe del momento.

Katz:
Mucho más grave fue la insurrección de Pascual Orozco, el ex
general revolucionario del norte de México cuyas ambiciones había
frustrado Madero al no apoyar su candidatura para gobernador de
Chihuahua. Pascual Orozco se negó a conformarse con el nombramiento
de comandante de la milicia estatal de Chihuahua, que le otorgó Madero
junto con una generosa compensación de cien mil pesos por sus servicios
a la revolución. Orozco respondió organizando su propio ejército, con
gran parte de sus propias tropas y otros maderistas desilusionados. Su
programa revolucionario le ganó el apoyo de muchos antiguos
revolucionarios, sobre todo campesinos zapatistas que estaban muy
disgustados con la moderada postura política de Madero. Curiosamente,
su movimiento fue financiado por grandes compañías estadounidenses y
terratenientes conservadores del estado de Chihuahua (p. 56)

La rebelión orozquista se inició el 3 de marzo de 1912 y logró


algunas victorias, pero al cabo de cuatro meses fue derrotada por las
tropas gubernamentales y su ejército dispersado. La insurrección fracasó
porque porciones importantes del ejército porfirista, por mucho que
quisieran el derrocamiento de Madero, no querían permitir que tomaran
el poder unos ex revolucionarios, por conservadores que se hubieran
vuelto. (p. 57)

Gilly:
El movimiento de Orozco fue derrotado por el ejército federal al mando del
general Victoriano Huerta. Villa participó en la campaña como oficial de las
tropas del gobierno. Pero era necesaria también su eliminación para deshacerse
del otro caudillo campesino con arraigo popular en Chihuahua. Ésa parece haber
sido la verdadera razón por la cual, con un pretexto cualquiera, Huerta dio orden
de fusilarlo “por insubordinación”. Fue salvado por otros oficiales que
comprendieron que el fusilamiento de Villa iba a motivar una reacción violenta
de la tropa y de la población. Madero dio orden de que se lo trasladara en calidad
de prisionero a la ciudad de México. Allí quedó preso, bajo proceso, primero en
la cárcel de Lecumberri y luego en la prisión militar, para sacarlo del paso. Villa
no llegó a tener conciencia de cuáles eran los objetivos de Madero al mantenerlo
preso y conservó su confianza en el presidente. Pero aun así, viendo cercana la
caída de éste, se fugó de la prisión militar de Santiago Tlatelolco el 26 de
diciembre de 1912 y se internó en Estados Unidos. (p. 87)

Meyer:
Félix Díaz, sobrino de Porfirio, es enviado a la cárcel en donde se hallaba
Bernardo Reyes, y donde puede consipirar. Madero era criticado por no usar la
violencia y así desaparecer a sus contrincantes (p. 60). Reyes y Díaz fueron
liberados, Reyes atacó el palacio nacional y cayó en ese ataque.

Silva:
El general Félix Díaz, sobrino de don Porfirio y de méritos personales que solían
discutirse a menudo, había hecho carrera a la sombra y bajo la protección de su
tío. Félix Díaz
era ambicioso y soñaba en ocupar la primera magistratura de la nación: el 16 de
octubre logró
sublevar en contra del gobierno al 21 batallón que guarnecía el puerto de
Veracruz, al mando
del coronel Díaz Ordaz, pariente suyo. Siete días después los sublevados no
pudieron resistir
el ataque de la columna militar enviada desde México al mando del general
Joaquín Beltrán.
En pocas horas el puerto fue tomado sin que fuera necesario librar una gran
batalla. Félix Díaz
se había hecho la ilusión de que gozaba de enorme prestigio en el ejército federal
y que, por lo
tanto, la columna enviada en su contra se sumaría desde luego a su causa.
Naturalmente el sobrino de su tío, como solía llamársele a don Félix para indicar
que todo
se lo debía al viejo dictador, también publicó su plan político al levantarse en
armas en Veracruz. El plan citado no era revolucionario sino reaccionario; no
contenía ninguna promesa
económica o social; se limitaba a injuriar a Madero y a ofrecer el restablecimiento
de la paz.
Su idea fundamental, seguramente, era volver al porfirismo, único sistema de
gobierno que
alcanzaba a comprender. Sin embargo, aceptaba el principio de libre sufragio y la
no
reelección.
El general Félix Díaz fue aprehendido y desde luego pudo haber sido fusilado de
conformidad con la ley militar; pero el señor Madero, siempre magnánimo, le
perdonó la vida. Conducido a la ciudad de México se le internó en la Penitenciaría.
(p. 145)

Katz:
Madero actuó con fatal blandura frente a los jefes de estos intentos de
golpe. Porque Reyes dio su palabra de honor de que no huiría, lo puso
inmediatamente en libertad. Luego lo recluyó en la cárcel de Santiago
Tlatelolco, donde gozaba de privilegios especiales y tenía, por lo tanto,
posibilidades de organizar nuevas conspiraciones desde su celda. Félix
Díaz fue condenado a muerte después de su derrota, pero la Suprema
Corte, compuesta de jueces nombrados por Porfirio Díaz, anuló la
sentencia del tribunal militar, y Félix Díaz fue trasladado a la misma
prisión donde estaba Reyes. Como se le otorgaron los mismos
privilegios, pudo también él conspirar casi sin interrupción. Madero
declaró que "estaría dispuesto a conceder la amnistía a aquellos
conspiradores que, como Orozco y Díaz, pudieran demostrar que habían
actuado por motivos patrióticos" (p. 57)

La primera conspiración fue un intento de golpe en diciembre de


1911, cuando el general Bernardo Reyes trató de tomar el poder. Reyes
cruzó la frontera desde Estados Unidos el 13 de diciembre y llamó al
pueblo a levantarse contra Madero. Fue un total fracaso. La victoria de
Madero todavía estaba fresca y tenía demasiado apoyo popular para que
la conspiración tuviera éxito. Además, las antiguas fuerzas porfiristas
todavía no se recuperaban de su derrota y muchos de ellos no confiaban
en Reyes. Por otra parte, Madero parecía gozar todavía del apoyo
estadounidense. El 25 de diciembre, Reyes se rindió al ejército y declaró:
Para efectuar la contrarrevolución llamé a los revolucionarios
descontentos, al Ejército y al pueblo, y al entrar al país procedente de
los Estados Unidos, ni un solo hombre ha acudido a mi demanda.
Esta demostración patente del general sentir de la Nación, me obliga
a inclinarme declarando la imposibilidad de hacer la guerra.105 (p. 56)

Meyer:
Fue entonces que se desatan los diez días que se denominaron “la decena trágica
” (del 9 al 19 de febrero de 1913), en la que los adeptos a Félix Díaz, liberado,
masacraron regimientos maderistas, Díaz pidió a Gustavo Madero como rehén,
Huerta lo consiguió al invitar al hermano Madero a comer y así los felicistas se
hicieron del hombre que luego fue masacrado, “su ojo pasó de mano en mano
como un trofeo. Comenzaba la revolución sangrienta” (p. 62)

Luego de la ejecución de Gustavo, Huerta arrestó a Francisco I. Madero quien


prefirió renunciar antes que pusiera en peligro a sus amigos aprisionados y
nombró a Huerta presidente interino. Madero fue asesinado junto con el
vicepresidente Pino Suarez, entregados a Félix Díaz. El Vaticano mandó un
mensaje de felicitación para Huerta, quien por fin restablecía la paz, a su manera
de ver las cosas. Este hecho luego sería usado contra la Iglesia por los
constitucionalistas. (p. 63) “Madero había muerto como mártir, comenzaba
verdaderamente la Revolución” (p. 64)

Knight:
los planes de Mondragón estuvieron lejos de cumplirse cabalmente; y si bien es
cierto que los conspiradores no sufrieron la derrota, la falla provocó que la Ciudad
de México se viera convertida en un campo de batalla durante los siguientes 10
días. De ahí que este crítico periodo sea conocido bajo el título de La Decena
Trágica. Los conmovedores 10 días comenzaron cuando Mondragón se levantó
con 700 soldados y procedió, primero, a liberar a Reyes de la prisión militar (aún
no amanecía pero Reyes ya estaba vestido y preparado para huir); después a
sacar a Díaz de la penitenciaría (ignorante del horario
preciso para su liberación, Díaz se hallaba rasurándose y, como buen señorito que
era, terminó su arreglo personal antes de unirse a la rebelión).[516] Mientras tanto,
otro destacamento, formado principalmente por cadetes, marchó con fines de
ocupación hacia el Palacio Nacional, sede del gobierno (aunque no residencia del
jefe de Estado, pues ésta era aún el Castillo de Chapultepec, lugar donde Madero
recibió las noticias de lo que acontecía en el centro de la ciudad). Se dio por
asumido que los cadetes habían completado su misión. (p. 594)

Esta experiencia era totalmente nueva y aterradora para los habitantes de la


Ciudad de México, ya que la metrópoli había permanecido como una isla de paz y
civilización en un mar de guerra civil. Hasta ese momento la capital había estado
libre de las aflicciones sufridas en la provincia; había preservado un ritmo de vida
seguro e incluso había logrado ignorar a los zapatistas que merodeaban en las
montañas cercana (p. 595)

Garciadiego:
Si bien, en febrero de 1913 Bernardo Reyes y Félix Díaz creyeron que unidos
y en la propia sede de los poderes federales podrían desarrollar un movimiento
contrarrevolucionario exitoso, otra vez el grueso del Ejército Federal
les negó su apoyo, siendo esta la causa de su nuevo y trágico fracaso86.
Bernardo Reyes murió al encabezar dicho intento contrarrevolucionario (p.48)

Silva:
En los primeros días de la decena trágica, el señor Madero, dando una vez más
prueba de su valor inquebrantable, fue a Cuernavaca acompañado de unas
cuantas personas para traer a México al general Felipe Ángeles, que dirigía la
campaña contra los zapatistas. Ángeles era uno de los jefes militares más
prestigiados por su capacidad y honradez. Llegó a la ciudad de México con parte
de sus tropas sin pérdida de tiempo; pero Huerta, sabiendo que sería siempre leal
al gobierno, le señaló un puesto secundario desde el cual no podía hacer daño
con sus cañones a los defensores de la Ciudadela. (p. 181)

El domingo 16, el presidente Madero, quizás porque comenzaba a desconfiar de


Huerta, lo llamó a su despacho para preguntarle cuándo iba a ser por fin el
anunciado asalto general que acabara de una vez por todas con la rebelión. Algo
más debió haberle dicho en tono impaciente, transparentándose tal vez una leve
sospecha de traición; porque según el testimonio del ingeniero Alberto J. Pani,
Huerta, abrazando a Madero le dijo: “Yo soy, señor presidente, siempre el mismo;
fiel hasta la muerte”. Y en el pecho de Madero, siempre noble y siempre crédulo,
debió haber renacido la tranquilidad y la confianza. Al día siguiente, lunes 17,
Huerta le dijo al señor Madero: “Prometo a usted, señor presidente, que mañana
todo habrá terminado”. En esta ocasión, el miserable cumplió su palabra.
Mientras en las refriegas inútiles morían decenas de hombres, el representante
diplomático “de la gran democracia norteamericana” intrigaba con actividad
demoniaca en contra de la incipiente democracia que en México se trataba de
implantar. A un grupo de senadores les dijo que si no cesaba la lucha en las calles
de la capital sería inevitable la intervención armada de los Estados Unidos,
agregando que la única solución consistía en la renuncia de Madero. Más tarde
pudo comprobarse que el embajador no había recibido instrucciones de su
gobierno en tal sentido y que, en asunto tan grave, procedía por cuenta propia y
en forma incompatible con los deberes de su cargo. (p. 181)

Knight:
Por fin, la noche del 17 de febrero, Gustavo detuvo a
Huerta a punta de pistola. Pero después de interrogar de manera exhaustiva a
Huerta y de escuchar sus protestas de lealtad, el presidente ordenó su liberación,
le entregó su pistola y reprochó a Gustavo su acto “impulsivo”.[544] Así, Huerta
quedó libre para tender la trampa al día siguiente. (p. 599)
Huerta, que contaba con el apoyo del senado para su inminente golpe de Estado,
fue presentado así como el elemento digno de toda confianza del régimen. Todos,
salvo Madero, percibieron el olor de la traición; pero la inocencia del presidente
pronto habría de desvanecerse. Poco antes de la comida
(mientras Huerta comía, acompañado de Gustavo Madero y de otros, en el
elegante restaurante Gambrinus), un pelotón de soldados del 29° Batallón de
Blanquet se enfrentó al presidente en un salón de Palacio Nacional. Su
comandante anunció que detenía a Madero en nombre de los generales Huerta y
Blanquet; dos asistentes presidenciales echaron mano a
sus armas y hubo un intercambio de disparos en el que cayeron hombres de
ambos bandos.
Madero, “valiente al punto de la temeridad”, exhortó a las tropas para que cesaran
el fuego y se apresuró a abandonar el salón. Justo al salir al patio, se encontró con
Blanquet que, pistola en mano, le exigió su rendición. Los hombres del 29°
Batallón rodearon el patio: era imposible resistir o escapar. Huerta, aún en
Gambrinus, se levantó de la mesa para telefonear a Palacio y confirmar así el
éxito del golpe. Poco después, otras tropas detuvieron a Gustavo
Madero. A las dos de la tarde, el sonido de las campanas de Catedral anunció que
la paz había sido restaurada y la gente comenzó a salir a las calles. El régimen de
Madero había llegado a su fin como había informado el embajador Wilson a
Washington, aproximadamente dos horas antes del acontecimiento (p. 600)

Silva:
Don Francisco I. Madero y don José María Pino Suárez quedaron prisioneros en
una habitación de la parte baja del Palacio Nacional. Se habló entonces del Pacto
de la Ciudadela; mas ese documento es históricamente conocido como el Pacto
de la Embajada, porque fue en la embajada de los Estados Unidos, según
informaciones de buena fuente, donde lo firmaron sus autores.

“expresó el señor general Huerta que en virtud de ser insostenible la situación por
parte del Gobierno del señor Madero, para evitar más derramamiento de sangre y
por sentimientos de fraternidad nacional ha hecho prisionero a dicho señor, a su
gabinete y a algunas otras personas; que desea expresar al señor general Díaz
sus buenos deseos para que los elementos por él representados fraternicen y
todos unidos salven la angustiosa situación actual. “ (P. 182)

Bassó y Gustavo
Madero fueron entregados por órdenes de Huerta a la soldadesca de la Ciudadela,
que
después de la fácil victoria tenía sed de alcohol y de sangre. Gustavo Madero fue
injuriado y
vejado por la canalla ebria. Un soldado le dio un bayonetazo en el único ojo que
tenía, y
ciego, dando traspiés, sufrió heridas con arma blanca y arma de fuego. Su
cadáver, según el
ingeniero Alberto J. Pani, presentaba treinta y siete heridas. Bassó fue pasado por
las armas por el delito de lealtad al gobierno que servía. Murió con serenidad
admirable, mirando la Estrella Polar que, según sus últimas palabras, le había
guiado muchas veces en sus viajes por el mar. El señor Manuel Oviedo, jefe
político de Tacubaya, maderista de convicción, también fue asesinado. Y apenas
comenzaba la orgía de sangre.
Don Francisco I. Madero y don José María Pino Suárez tuvieron que renunciar a
sus altos cargos desde su prisión improvisada en el Palacio Nacional. El general
Huerta, dueño de la situación, sacó del pecho una medalla y un escapulario que
aseguró le habían sido regalados por su madre, y tomándolos con la mano
derecha dijo al licenciado Pedro Lascuráin: “Juro respetar la vida de los
prisioneros”. Ofreció también que serían enviados a Veracruz con toda
clase de seguridades, para que se embarcaran en el crucero Cuba, rumbo a La
Habana, acompañados por el ministro de aquel país hermano, señor Manuel
Márquez Sterling. (p. 184).

La renuncia fue aceptada por la mayoría de los legisladores. Inmediatamente


protestó como presidente de la República, de acuerdo con la Constitución, el
secretario de Relaciones Exteriores, licenciado Pedro Lascuráin; mas como éste
designó en seguida, único acto de su gobierno, secretario de Gobernación al
general Huerta, renunció a su vez según lo convenido, protestando luego Huerta
como presidente. Lascuráin ocupó la primera magistratura de la nación durante
unos cuarenta minutos (p. 185)

Ya cerca de media noche de ese día 22 fueron sacados del Palacio Nacional los
señores Madero y Pino Suárez: se les separó desde luego y se les obligó a subir
en distintos automóviles, asegurándoles que se les conducía a la Penitenciaría
para su mayor comodidad.
Ya cerca del edificio penal, uno y otro fueron cobardemente asesinados al bajar de
los vehículos, por los agentes que los custodiaban. Un tal Francisco Cárdenas,
mayor de las fuerzas rurales, fue quien mató al señor Madero. Un grupo de
gendarmes, al mando del felicista Cecilio Ocón, simuló un ataque a los
automóviles. En ese momento se consumó el tremendo crimen. La versión oficial
apareció al día siguiente en los periódicos: al ser conducidos los señores Madero y
Pino Suárez a la Penitenciaría, un grupo de sus amigos quiso
libertarlos, entablándose una lucha a tiros entre ellos y los policías que conducían
a los prisioneros. En la refriega resultaron muertos ambos personajes. Nadie lo
creyó. Desde luego, con indignación contenida o abierta, fue señalado el
responsable: Victoriano Huerta.
Y Francisco I. Madero, caudillo que había arrojado del poder al general Porfirio
Díaz, el gobernante sin cabal estatura de estadista, ascendió por el camino del
sacrificio a mártir de la democracia y apóstol de la libertad.
El crimen había sido consumado con la complicidad del embajador Wilson. El
diputado Luis Manuel Rojas lanzó un “Yo acuso” con valor temerario y patriotismo
ejemplar. (p. 189)
Knight:
La tarde del 22 de febrero, Huerta y su nuevo gabinete
asistieron a una fiesta en la embajada de los Estados Unidos para celebrar el
aniversario del natalicio de Washington; ahí el encargado de la embajada británica
conoció al nuevo presidente a quien encontró “conforme a su reputación,
borracho”.[555] Después de varios brindis, Huerta abandonó la reunión
acompañado de su gabinete. Esa noche, Madero y Pino Suárez, a bordo de dos
autos de alquiler, fueron trasladados de Palacio Nacional a la penitenciaría del
Distrito Federal.[556] El general Blanquet y Cecilio Ocón (uno de los iniciadores de
la conspiración) se encargaron de realizar los arreglos necesarios y el mayor
Francisco Cárdenas, uno de esos rurales que cautivaba a las turistas, encabezó la
escolta de los prisioneros.[557] La comitiva se detuvo ante una puerta lateral de la
penitenciaría. Se apagaron las luces de la prisión. Cárdenas dio órdenes a Madero
para que abandonara el auto y, con un insulto a manera de despedida, le disparó
en la nuca con un arma calibre .38.
Pino Suárez recibió el mismo tratamiento. Los cuerpos fueron blanco de una
descarga, al igual que el auto, de tal suerte que el gobierno pudiera anunciar que
los prisioneros habían muerto cuando un grupo de maderistas intentaba liberarlos.
Era una variante de la antigua ley fuga —a la que por supuesto, nadie dio
credibilidad—.[558] (p. 602)

Córdova:
La traición de Victoriano Huerta y el asesinato de Madero, Pino
Suárez y varios más de sus allegados, causaron una verdadera conmoción
en el país, pero, sobre todo, entre los mismos maderistas que habían de
continuar la obra del apóstol. Fue el momento en que un nuevo espíritu y
una nueva concepción de la lucha política se pusieron a la orden del día.
A partir de entonces, el caudillo ingenuo, idealista, que se entrega a la
buena lid y que hace de sus concepciones una verdadera mística de la
acción política, sucede un nuevo tipo de dirigente, caudillo él también,
pero fundado en la fuerza, despiadado, astuto, arbitrario, pronto para la
acción en cualquier terreno y frente a cualquier enemigo; de ideales
nebulosos, pero con finalidades muy precisas, el nuevo líder no se dirige
al buen entendimiento o al corazón de la gente, pues de ellos no espera
nada: por la buena o por la mala (p. 157)

La época huertista

“La unanimidad de las adhesiones a Huerta fue impresionante: pudo militarizar las
escuelas, las facultades, la burocracia, sin el menor problema, y hoy resulta
interesante encontrar en los periódicos de la época o en los archivos fotográicos
de Casasola, las fotos de todos los futuros “revolucionarios”, ardientes huertistas
en ese momento” p. 66
Huerta era un indio huichol, mandó a repatriar a los Yaquis deportados a Yucatán.
Era un nacionalista admirador de Japón y Alemania. P. 65 co
El gobierno estadounidense se rehusó a reconocer el gobierno huertista, lo
presionaron para no presentarse en las elecciones a cambio de reconocer el
gobierno, y al rehusarse, los Estados Unidos dejaron de suministrar armas así
como un boicot financiero. Incluso ofrecieron dinero a Carranza y suministraba de
armas a los contrarios al gobierno en el puerto de Tampico, en buques desviados
por razones técnicas rumbo a Cuba (p. 68).

Huerta contaba con pocos hombres, 35 mil y pagaba papel moneda mientras que
los rebeldes moneda oro. Para ganar dinero, estableció casas de juego en todo
México. Los garitos, en cada esquina, estaban llenos de oficiales y de mujeres
galantes. Había capitanes de 20 años y coroneles de 24, los noctámbulos
imprudentes se encontraban frencuentemente enrolados a la fuerza (p. 68).

El desembarco estadounidense en Veracruz logró controlar momentáneamente la


situación política interna, ya que la amenaza unía a Villa y a Zapata con el
gobierno, incluso obreros y estudiantes se unieron a batallones voluntarios (p. 69)

Los levantamientos en los estados reaparecieron, Villa comienza a tener un


verdadero papel relevante, luego de haber sido despreciado por Orozco y además
atacado hasta julio de 1913, logró seis victorias que le permitieron ocupar Ciudad
Juárez en otoño. (p. 69)

“La guerra era atroz; los federales atacaban sin cuartel, Villa masacraba sin piedad
a todos los prisioneros y Carranza aplicaba la llamada Ley Juárez, que ordenaba
la ejecución de los cautivos” (p. 69)

Villa y Obregón reconocían la autoridad de Carranza y se sumaban a los


constitucionalistas.

Villa tomó Chihuahua y Ciudad Juárez en noviembre y diciembre de 1913, luego


de una “furiosa batalla de 11 días”, en mayo de 1914 venció en San Pedro de las
Colinas, Coahuila, Obregón descendió por la costa del Pacífico y Pablo González
rumbo a Tampico. En junio, los villistas libraron la batalla más sangrienta en
Zacatecas, plaza fuertemente armada y protegida por los federales comandada
por el general Medina Barrón, quien no fue derrotado por los vilistas comandados
por Felipe Ángeles. La toma de Zacatecas costó 10 mil vidas. El 15 de agosto
Obregón entra a la Ciudad de México mientras Villa se encuentra bloqueado en
Zacatecas por parte de Carranza quien no enviaba el carbón para movilizar los
trenes. Huerta huyó en julio. (p. 70)

La guerra por el poder, el carrancismo

Luego de la partida de Huerta, se levantaron miles de hombres, alrededor de


cientos de generales que terminaron agrupados alrededor de Venustiano
Carranza, Francisco Villa o Emiliano Zapata. Carranza contaba con el apoyo de
los propietarios, pequeñoburgueses, políticos, miliares, (la clase media o
pequeñoburguesa), buscaba el poder absoluto, comprando la fidelidad o
entregando tierras comunales al pueblo. La División del Norte, encabezada por
Francisco Villa, reclutaba “15,000 jinetes bárbaros que descienden de sus trenes
para enseñar al viejo México del centro lo que era la furioa guerrera (…) En un
tiempo todo el país estuvo a favor de Villa y sus tropas triunfadoras, pues era
grande el miedo a los voraces carrancistas”. Las tropas de Zapata se aliaron a las
de Villa pues reconocían a Carranza como el enemigo de siempre, contrastaban
con los villistas por su austeridad y su religiosidad. El centro y el norte obedecían a
Villa, la Ciudad de México a Carranza y el sur a Zapata (p, 74-77)

La Convención de Aguascalientes, en 1914. Congregaba a todas las facciones,


incluyendo a civiles e independientes, sirvió para fijar los poderes legítimos, luego
de desaparecer los poderes legales. Obregón, representando a Carranza, tuvo la
idea de firmar el pacto entre facciones sobre la bandera el relevo de mandos de
los tres principales caudillos, así como el pacto de que Eulalio Gutierrez ocupara la
presidencia (p. 79)

Villa retomó el bmando, Carranza se rehusó a aceptar los acuerdos, el presidente


Guitérrez permitió que Villa entrara a la Ciudad de México, con la simpatía de los
capitalinos quienes celebraban la partida de los “carranclanes”. (p. 79)

Villa permitía el pillaje y el fusilamiento, también intercambió cabezas con Zapata,


ya que Villa mandó ejecutar a varios de los generales zapatistas (Paulino
Martínez, García Aragón y Berlanga) a pesar de que el presidente Gutiérrez le
ordenó terminar con los carrancistas y tomar Veracruz, José Vasconcelos estuvo a
punto de perder la suya (p. 79-80)

Villa se levantó contra el presidente Gutiérrez con un ejército de 2000 hombres, el


presidente formó una alianza con elementos de la misma División del Norte, con
Lucio Blanco y con los jefes carrancistas, sin embargo Villa tuvo conocimiento del
plan y Gutiérrez fue traicionado y partió para Pachuca, a la vez que Villa regresaba
a la capital. Los sobrevivientes se aliaron a Carranza, emigraron a los Estados
Unidos o se aliaron al convencionalista Roque González Garza. (p. 80)

Luego del fracaso de la Convención, los enemigos de Villa se voltearon hacia


Carranza, Villa envió a los zapatistas a combatir a las fuerzas carrancistas hacia
Córdoba, Veracruz y a Tampico, Tamaulipas en diciembre de 2014, sin embargo
no eran capaces de conducir una estrategia con artillería y trenes fuera de su
territorio, por lo que volvieron a Morelos sin liquidar la campaña. Villa por su parte
atacaba a los rebeldes sonorenses. (p. 80)

“La gran guerra comenzó en enero, con la entrada de Obregón a la ciudad de


México. Esta guerra duraría de enero a julio de 1915 y fue particularmente
sangrienta. Se libraron las más grandes batallas en la región que va de Querétaro
a Aguascalientes, en ese valle productor de cereales del México central. Las
tropas iban al matadero en tren; los trenes estallaban; se fusilaba a los prisioneros
hasta donde el brazo diera. Las gentes se acostumbraron a la matanza, el corazón
ya no se sobrecogía ante el horror y lo macabro era bana. Los pueblos y las
pequeñas ciudades eran saqueadas, las grandes también. Los villistas daban una
o dos horas a la tropa para darse gusto, “los carranclanes” no se detenían nunca.
Los trenes provenientes de los campos de batalla descargaban a los heridos y a
las tropas agotadas, en jirones, deshechas” (p, 80-81)

“los señores de la guerra son seguidos por sus asesinos y reciben amables
alcahuetas; los oficiales insolentes, calentados por el alcohol, quieren resolverlo
todo con pistola en mano. Gigantesca e interminable borrachera, masacre atroz de
la caballería lanzada sobre los alambres de púas y las trincheras en donde están
apostadas las ametralladoras” p. 81

La guerra se libra entre Obregón y Villa, en el centro del país, a lo largo de las vías
del ferrocarril. Obregón contaba con el apoyo estadounidense y su estrategia
consistía en esperar y desesperar a Villa, quien estaba urgido por terminar la
guerra. “No hay técnica y se fusila a quemarropa, hasta agotar municiones y
combatientes”. Un cónsul estadounidense afirma en marzo de 1915 que “Villa
tiene masa de hombres y de fusiles, pero le faltan cartuchos”. Los carrancistas
llenos de municiones pero les faltan hombres. P. 81

Villa perdió El Ébano, cerca de Tampico, importante punto de abastecimiento


petrolero para mover los trenes, sus tropas fueron masacradas. En Celaya, el 7 y
13 de abril, de igual forma, las tropas villistas fueron derrotadas: el 6 de abril los
villistas, desobedeciendo órdenes de su general, atacan las trincheras de Obregón
pero son incapaces de atravesarlas. Villa lanza un ataque masivo que es
respondido por Obregón con sus refuerzos traídos por tren. Villa se retiró para
regresar el 14 y 15 de abril, decidido a todo, pero solo encuentra muerte ante las
ametralladoras y cañones de Obregón. P. 82

Sin embargo, la batalla más grande de esta guerra se libra en Trinidad, del 29 de
abril al 5 de junio, alrededor de Silao y León, Guanajuato. Villa logra tomar Silao,
Dolores pero pierde la batalla final. Obregón perdió el brazo y estuvo a punto de
perder la guerra, con una infantería desmoronada, atacada y masacrada. P. 82-83

La útlima batalla se libró en Aguascalientes, en julio, Villa tomó León el 3 de julio,


el 8 los carrancistas están cercados pero el 10 se restablece. Obregón prefirió
librar la batalla cerca de sus bases, contra las recomendaciones de Felipe Ángeles
de librarlas en el norte, los generales carrancistas, divididos, tenían que acabar
con los villistas para disputarse entre ellos las plazas y los gobiernos. P. 83

A pesar de la derrota villista en el centro del país, el general Villa reaparece en el


otoño con un nuevo ejército en Chihuahua, pero es vencido en Agua Prieta por los
carrancistas apoyados por EUA para que los refuerzos de Carranza llegaran por
Arizona. Sus últimas batallas organizadas fueron en Hermosillo, en diciembre de
1915, antes de tomar venganza en 1916 contra los estadounidenses, asesinando
a cualquier ciudadano del país vecino que se encontrara. Incluso incursionó en
Columbus, Nuevo México, por lo que el gobierno estadounidense obligó a
Carranza para que le permitiera adentrarse en territorio mexicano en su búsqueda
por Villa. Éste, desde entonces, dirigió una guerra de guerrillas durante los
siguientes 5 años, con ejércitos de entre 800 y 25 hombres. Es entonces que gana
su fama de “Robin Hood”, al ser perdonado por la opinión pública de sus
asesinatos (p. 84).

Los villistas sobrevivientes de las campañas de bajío, se instalaron en las


montañas creando un “bandolerismo endémico” que hizo sufrir a la población aún
más que las batallas de la guerra. El objetivo de estos hombres era entonces
sobrevivir, todos trabajando por su propia cuenta. (p. 84)

La guerra continuaba en el sur; Zapata continuaba su guerra desesperanzada,


Carranza mandaba saquear Morelos bajo órdenes de Pablo González, los
habitantes, hostigados por esas y otras maniobras, emigraron masivamente hacia
la ciudad de México o Guerrero. Zapata se veía en la necesidad de aceptar
alianzas incluso con Félix Díaz; su ejecución la planeó el mismo Pablo González,
con ayuda del coronel Guajardo, quien ofreciendo su apoyo a Zapata, le urdió una
trmapa en Chinameca, en la que cayó el 10 de agosto de 1919. (p. 85)

Con Villa y Zapata reducidos, Carranza se erguía como el aparente triunfador de


la guerra, desde finales de 1916 y hasta febrero de 1917, se reunió en Querétaro
con los dirigentes del carrancismo para promulgar una nueva constitución. En ella,
el poder presidencial se reforzaba al otorgarle la última decisión sobre el sufragio,
la reelección, el federalismo y la libertad de los municipios, sin responder ante las
dos cámaras de representantes. Se establece una política de anticlericalismo en
los artículos 3 y 130, que más tarde llevaría al conflicto religioso. Obregón
presionó para incluir derechos de los obreros como había pactado con los
sindicalistas. La reforma agraria casi no fue tomada en consideración, solo
algunas medidas agrarias y “el retorno al derecho romano, afirmando la propiedad
agraria y el conflicto con las compañías petroleras” (p. 85). Carranza fue electo
presidente mientras que Obregón esperaría para postularse en 1920, por lo pronto
se dedicaría a crear una fortuna en Sonora (p. 85).

A partir de su nombramiento como presidente y su alejamiento de Obregón,


Carranza se volvió cada vez más impopular, cortó relaciones con su amigos.
Carranza se postuló como candidato a presidente, con el apoyo de exiliados,
sindicalistas y últimos rebeldes. Obregón decidió hacer campaña de forma
independiente, insultado por la prensa. Calles, ministro de Carranza, renunció para
irse a su natal Sonora a preparar la rebelión a favor de Obregón, con la ayuda del
gobernador De la Huerta. En abril de 1920 lanzan el plan de Agua Prieta, con el
que Obregón se moviliza desde la ciudad de México, en donde se encontraba
oculto, hacia Guerrero con ayuda de los ferrocarrileros, la presencia de Obregón
hizo que los militares abandonaran a Carranza. (p. 86)
El 21 de mayo de 1920, Carranza muere en Puebla, cuando un compañero lo
asesina cuando huían rumbo a Veracruz. “Con la llegada al poder de los
sonorenses, la Revolución se estabilizaba, se reanudaba la cadena de los
tiempos.” (p. 86)

Tras más de treinta manteniendo un ritmo de crecimiento positivo en lo


demográfico y en lo económico, el gobierno de Porfirio Díaz se encontraba
debilitado a finales de la primer década de 1900. (p. 25).

El descontento presente en diversos sectores del país debido al desequilibrio en la


acumulación de capital,

La producción agrícola del noreste del país cayó en un 40 por ciento entre 1900 y
1907

La interpretación

Francisco Villa
Francisco Villa en la cultura popular

A LA SOMBRA DE LA REVOLUCION MEXICANA


Autor: HECTOR AGUILAR CAMIN

El movimiento obrero y la política en México, 1910-1929


Libro
Autor: Barry Carr

La ideología de la Revolución Mexicana: la formación del nuevo régimen


Libro de Arnaldo Córdova

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Madero y la revolución mexicana (Libro)


Autor: Charles Curtis Cumberland

La revolución mexicana: los años constitucionalistas (Libro)


Autor: Charles Curtis Cumberland

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LA REVOLUCION MEXICANA: ACTORES, ESCENARIOS Y ACCIONES Autor:


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ilustrada italiana*
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