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Métodos Alternos de Solución de conflictos y los Derechos Humanos

Introducción
Los Derechos Humanos son los que posee la persona por el solo hecho de serlo,
que todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación
de promover, respetar, proteger y garantizar, de conformidad con los principios de
universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. El Artículo 17
segundo párrafo de la Constitución Política de México contempla el derecho
fundamental de acceso a la justicia como el derecho público subjetivo que toda
persona tiene para que se le imparta justicia por tribunales expeditos, dentro de los
plazos y términos previstos por las leyes, bajo principios de prontitud, justicia
completa e imparcial. En el cuarto párrafo del mismo precepto constitucional a partir
de junio de 2008, se han reconocido como un derecho humano para acceder a la
justicia los mecanismos alternativos de solución de controversias, que consisten en
la negociación, mediación, conciliación y el arbitraje.
Métodos Alternos de Solución de conflictos y los Derechos Humanos

Desde la proclamación en 1948 de la Declaración Universal de Derechos


Humanos, se instaura de manera articulada la noción de que los Derechos
Humanos (DDHH) devienen de la naturaleza de las personas en un intento de
proteger su dignidad.

Estos derechos resultan de la preocupación de proteger lo más trascendental para


la persona humana, como el derecho a la integridad física, la libertad, la igualdad,
la personalidad jurídica y los elementos del debido proceso, como ser escuchado
por tribunal competente e imparcial, la presunción de inocencia, entre otros.

Si revisamos nuestra historia como sociedad, encontramos que la mediación es


una herramienta bastante antigua; los procesos se llevaban a cabo por las
propias personas y la restitución del daño era un recurso normal; sobre este punto
no existe controversia.

Conforme se fueron desarrollando los Estados y las instituciones, aquéllas


discrepancias entre personas se volvieron delitos, algunos de ellos contra los
gobiernos, generando la perspectiva de tratar los conflictos como una cuestión de
persecuciones y penas, desembocando en el sistema de justicia penal que
conocemos el día de hoy en el cual el Estado y el sujeto son las partes. El
desequilibro entre las partes: el Estado y su investidura contra el sujeto como
individuo expuesto, provocaron la gradual generación de protecciones para las
personas, que conocemos hoy en día como los derechos humanos, en particular
dentro del marco del debido proceso.

Si bien esto fue un gran avance histórico en contraposición a los procesos


arbitrarios o de corte monárquico, al paso del tiempo se fueron amalgamando
algunos vicios en el sistema de justicia: la falta de inmediatez, la
despersonalización de los asuntos, la ausencia de reparación del daño, la
corrupción y en el mejor de los casos, la justicia tardía, posterior a un largo y
desgastante juicio, llevaron a la desconfianza colectiva en el sistema de justicia
tradicional y gestaron el impulso a retomar los medios alternativos de solución de
conflictos (MASC) como una alternativa para solventar dichas deficiencias.

Sin embargo, aunque los MASC se perciben como la respuesta a nuestra


incapacidad para lidiar los conflictos (de igual forma se ha mirado a los juicios
orales como la esperanza para lograr procesos más justos), y que se asuma que
los MASC son amigables, no por ello son inofensivos; pues acarrean por si
mismos consecuencias particulares que podrían resultar muy distintas a lo que se
espera de ellos.
No por ello se aduce que no sean una alternativa viable o correcta, de hecho
sabemos de antemano que se parte de la existencia de cierta inconformidad
ciudadana en relación a las respuestas habituales del sistema de justicia penal, sin
embargo, es relevante recordar que la disminución de la actividad punitiva de los
MASC podría ir acompañada de la disminución de la protección procesal; incluso,
hay quienes en el ejercicio observan las normas de procedimiento como un
obstáculo para llevar a cabo los procesos alternativos. Esto puede deberse a que
muchos defensores de la justicia restaurativa se encuentran más abocados a la
determinación de la restitución y reparación que en el propio apego a la legalidad;
esto no es un detalle menor, puesto que un enfoque basado en tal perspectiva
podría poner en disyuntiva la debida protección de los DD HH.

De acuerdo a la legislación nacional e internacional, existe una lista mínima de DD


HH que protege el sistema de justicia penal, como los enunciados a continuación,
todos derivados de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

Art. 8.- derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes,
que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos
por la constitución o por la ley.
Art. 10.- Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser
oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la
determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier
acusación contra ella en materia penal.
Art. 11.-
1. Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su
inocenciamientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio
público, en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para
su defensa.
2. Nadie se considerará culpable por ningún delito a causa de algún acto u omisión
que en el momento de cometerse no constituyera un delito, según el derecho
nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la que era
aplicable en el momento de la comisión del delito
A estos derechos se suman otros de vital importancia, como la prohibición de la
tortura y los tratos crueles inhumanos y degradantes, el derecho de apelación, el
derecho a no incriminarse y a no ser juzgado dos veces por un mismo delito.

Sumado a lo anterior, algunos sistemas de justicia penal contemplan la figura de la


negociación de los cargos como la oportunidad de reducir la condena a cambio de
aceptarlos. La manera en la que las opciones se presentan al acusado puede
reducir el riesgo de coerción (que es el peligro observable en estos casos), por lo
que la correcta capacitación de los funcionarios que presentan las opciones al
acusado es elemental. A esto se suma el hecho de que los procesos de mediación
no requieren de representación legal y aunque algunos procesos permiten la
participación de abogados, la no capacitación de los mismos en materia de
mediación puede entorpecer el proceso, sembrar la desconfianza en los
participantes, o influir en la inclinación de la balanza, perdiéndose así la esencia
misma de estos procesos.

En relación al principio non bis in idem, reconocido en múltiples ordenamientos


como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 14) entre otros,
forma parte de los derechos consagrados como elementales para afirmar que se
ha respetado la integración del debido proceso.

En los procesos de la justicia restaurativa, puede darse el caso de que el ofensor


cumpla con el acuerdo formulado durante el procedimiento de forma parcial, pero
ante el incumplimiento posterior, se vea enfrentado a un proceso de justicia
tradicional.

Finalmente, existen algunos puntos preocupantes sobre el posicionamiento que


tengan los pronunciamientos y resultados de los MASC frente a la lucha de los DD
HH.

Aunque sabemos que el sistema de justicia actual no es precisamente el mejor


árbitro para posicionar y defender las preocupaciones de justicia social, existe el
riesgo de no tomar en consideración la vulnerabilidad que pueda tener alguna de
las partes dentro de los MASC, más cuando hablamos de pobreza como un factor
generador de disparidades en el ejercicio del poder, o el género, que provoca una
situación de vulnerabilidad, entendida esta en el contexto de género y pobreza,
“como la exposición al riesgo latente de sufrir discriminación, maltrato y violencia
de género, o bien de sufrir alguna carencia económica o social que impida su
desarrollo óptimo”, de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de
Desarrollo Social (2012), entre otros factores que juegan un papel importante en
la aplicación del principio de equidad, y en particular sobre la voluntariedad de
participar en el proceso, ya que asumir que no existió coerción alguna sobre
determinada persona solo porque esta accede a participar, deja de lado el impacto
que tienen las relaciones de poder en las interacciones humanas.
Conclusión

La protección de los DD HH debe ser parte fundamental en el desarrollo y


posicionamiento de la justicia restaurativa. Aunque existen ciertas limitaciones en
los MASC como su inhabilidad para hacer frente a temas de mayor trascendencia
como la justicia social y las diferencias de poder, los DD HH del acusado pueden
verse beneficiados a través de reconocer su responsabilidad dentro de un proceso
de justicia restaurativa.

Pero hablar de que los DD HH salen sobrando dentro de los MASC sería una
incongruencia; el respeto a los DDHH es de las motivaciones que han sido más
determinantes para posicionar los MASC.

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