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MANUAL DE CARREÑO

(RESUMEN)
CAPÍTULO II
Deberes para con nuestros padres
Los autores de nuestros días, los que recogieron nuestras primeras
lágrimas, los que sobrellevaron incomodidades en nuestra infancia, los
que consagran todos sus desvelos a la difícil tarea de nuestra
educación, son para nosotros nuestros seres más privilegiados y
venerables.
Pueden ser varias las ocasiones en que un hijo preste auxilios a sus
padres, endulzar sus penas, y hacer sacrificios para su bienestar y a su
dicha; pero jamás se podrá recompensar todo lo que se les debe,
jamás se descargará la deuda que para con ellos la tiene contraída.
Los cuidados de los padres son de un orden elevado y sublime, tan
cordiales, tan desinteresados, tan constantes, que en nada se
asemejan a los demás actos de amor que ellos nos ofrecen el corazón
del hombre.
En el momento en que nacemos, nos protegen de nuestra debilidad y
nuestra inocencia; desde ahí comienzan los sacrificios que triunfan en
todos los obstáculos; jamás termina sino con la muerte.
Nuestros primeros años, robamos a nuestros padres toda esa
tranquilidad y privan cada paso de los goces y comodidades de la
vida social. En aquel periodo de nuestra infancia son capaces de
cuidarnos, somos tan débiles, no somos capaces por nosotros mismos;
son tan afectuosos y constantes cuidados y nos defiendes de todos
los peligros.
Les dolemos, nos tienen vigilados, su paciencia para cuidarnos y
procurar nuestro bien, en nuestros primeros años; descubren en
nosotros un destello de razón, ellos desde un principio se apresuran
de dar nuestra educación moral e intelectual; entonces son ellos los
que nos dan en nuestra alma las primeras ideas, las cuales nos sirven
de conocimiento para emprender la realidad de la vida.
Primeramente nos hacen conocer a Dios, nos dan ideas que son
buenas sobre él, amarlo, alabarlo, después nos hacen ver que somos
criaturas, envolviendo nuestros ojos al igual que en nuestro espíritu.
Ellos no omiten el esfuerzo que nos proporcionan por muy escasa
que sea su fortuna y sometiendo a duras privaciones; ellos hacen lo
posible porque recibamos nuestra educación, darnos libros, pagar
nuestras clases.
Terminada la educación ya formados después de tantos desvelos y
sacrificios; no por eso nos abandonan. Ya que ellos nos cubren con su
sombra protectora toda la vida y no se acaba sino con la muerte.
Han trabajado duro para darnos comida, vestirnos, educarnos y nos
desprenden a una edad madura de la tarea que hacemos bien. Son al
mismo tiempo nuestros primeros y sinceros amigos, consejeros,
consultores y leales confidentes.
Las lecciones que hemos recibido es para nosotros mismos, todo nos
lo transmiten para nuestra felicidad.
Debemos de dar nuestro respeto, cuidarlos en su vejez como ellos lo
hicieron alguna vez con nosotros

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