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Rima XLI
Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o abatirme!…
¡No pudo ser!

Tú eras el océano y yo la enhiesta


roca que firme aguarda su vaivén.
¡Tenías que romperte o que arrancarme!…
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados


uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque…
¡No pudo ser!

Introducción
El poema que vamos a comentar pertenece al libro Rimas del poeta sevillano
Gustavo Adolfo Bécquer. Bécquer es un poeta lírico de la segunda mitad del
siglo XIX, que cultiva el intimismo en plena época realista.
Dentro de la ordenación de los poemas de Bécquer que realizaron los amigos del
poeta en la edición de 1871, esta rima pertenecería al grupo de poemas que
hablan, en tono angustiado, del desengaño amoroso.

Análisis
El poema está compuesto por tres estrofas formadas por tres versos
endecasílabos y un pentasílabo que se repite. El verso pentasílabo actúa como
un pie quebrado y funciona como estribillo. En él se resume la idea esencial, la
conclusión tajante de lo que se expresa en el resto del poema.

El texto muestra el gusto de Bécquer por la asonancia, que amortigua la


sonoridad y da al poema un tono más íntimo. En este caso, sin embargo, en la
mayoría de los versos (salvo el 6º) se repite también la única consonante.

Buscando también difuminar el ritmo, se puede observar la presencia de


encabalgamiento en todos los versos. La pausa final separa palabras
estrechamente relacionadas, que forman una clara unidad sintáctica: alta/torre,
enhiesta/roca, acostumbrados/uno a… el otro a…
La estructura del poema aparece muy marcada. Toda ella está puesta al servicio
del tema central: la incompatibilidad de caracteres que separa a los amantes.

La primera y la segunda estrofa guardan un perfecto paralelismo, reforzado por


una doble anáfora: “Tú eras el… y yo… / ¡Tenías que… o…!.” No sólo se repite la
misma estructura verso a verso, sino también el significado, aunque se empleen
imágenes distintas. En ambas se contrapone la actitud de la amada y el poeta en
idénticos términos.
La última estrofa, aunque difiere en su composición, se pliega también a ese
contraste que determina la forma del poema. Predomina en ella los versos
bimembres: “hermosa tú / yo altivo”; “uno a arrollar/ el otro a no ceder”; “la
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senda estrecha/ inevitable el choque“. La contraposición que antes se


desarrollaba en dos versos, se concentra ahora en uno, indicando con ello la
mayor intensidad de la confrontación que concluye con el expresivo sustantivo
“choque”, que resume todo el poema.
El lenguaje de Bécquer es culto, pero fácilmente comprensible. De hecho, el
único término que puede suponer cierta dificultad es el adjetivo “enhiesta”
(elevada, derecha, firme).

Los adjetivos (“alta, enhiesta, hermosa, altivo, acostumbrados, estrecha,


inevitable”), no son superfluos, sino que contribuyen decisivamente a dotar de
expresividad al poema y caracterizan perfectamente a los personajes
enfrentados.

Las frases son cortas y la sintaxis muy sencilla. El recurso del encabalgamiento,
como se ha dicho antes, proporciona fluidez al verso. En la última estrofa la
economía lingüística llega al máximo pues se producen numerosas elipsis
verbales, recurriendo a oraciones nominales.

El poema entero es un apóstrofe, pues el autor habla de su amada como si


estuviera presente y se dirige a ella como si estuviera presente. El texto es
intensamente emotivo ya que el poeta recuerda las razones por las que fracasó
su relación amorosa, por ello aparecen frecuentes exclamaciones que se
concentran al final de cada estrofa.

Como se ha dicho, el poeta recuerda vivencias pertenecientes al pasado.


Predomina, por ello, el pretérito imperfecto de indicativo, que da cierta idea de
continuidad. Hay que destacar, no obstante, que Bécquer utiliza el pretérito
imperfecto cuando habla de su amada: “eras” mientras que recurre al presente
cuando habla de sí mismo: “desafía, aguarda”. Parece indicar con ello la
continuidad de su actitud en el presente con respecto a la relación. El pretérito
perfecto simple del estribillo muestra de forma puntual un proceso consumado;
transmite la sensación de algo decisivo e irrevocable.

Destaca también que el poeta especifica a cada paso el pronombre personal


sujeto (“tú/ yo”), aunque sea innecesario desde el punto de vista gramatical.
Evidentemente, con esa repetición enfática intenta recalcar mucho más el
enfrentamiento entre uno y otro.

La naturaleza y actitud de los amantes se refleja primero mediante metáforas


tomadas en su mayoría del mundo natural: el huracán y el océano (la amada); la
torre y la roca (el poeta). Establece entre ellas una antítesis: huracán / torre y
océano/roca. Hay que destacar, en este sentido, la selección de términos.
Bécquer elige dos fenómenos devastadores de la naturaleza (el huracán y el
océano) para representar la capacidad destructiva de su amada, su fuerza y su
intensidad. Refuerza esta imagen de poder expresándola con una única palabra
que lo dice todo por sí misma, mientras que los términos que lo simbolizan a él
(la torre y la roca) están acompañados por una proposición subordinada
adjetiva cada una (que desafía su poder y que firme aguarda su vaivén), que
explican la resistencia que opone ante la violencia de ella.
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La antítesis se da también en “hermosa tú, yo altivo” y en las dos alternativas


que metafóricamente se le presentan a ella: estrellarte / abatirme; romperte/
arrancarme. La violencia de las opciones queda reforzada en la aliteración de la
r. En definitiva, como se resume el verso 10, lo que entra en contraste es el afán
combativo de ella (arrollar) y la resistencia al embate de él (no ceder).

En el verso 11 hallamos nuevas metáforas “la senda estrecha, inevitable el


choque”; la segunda viene a ser consecuencia de la primera. Entre estas dos
unidades paralelas se produce un quiasmo puesto que se cruzan sustantivos y
adjetivos:

senda estrecha

inevitable choque

Precisamente, la clave del poema es la personalidad de los amantes que, como


hemos visto, son irreconciliables. La amada aparece como una fuerza activa que
arremete violentamente y sólo se satisface con arrollar y destruir; en cambio, el
poeta se mantiene pasivo, concentrando toda su energía en la resistencia. Uno y
otra aparecen poderosos, inquebrantables, pero sus energías son de signo
opuesto. Por eso no caben juntos en la misma senda.

El empleo reiterado de la forma perifrástica “tenías que” subraya la idea de que


la disyuntiva se presentaba como algo ineludible; no había otra salida. Los
puntos suspensivos dejan la frase en el aire; queda sugerida la conclusión que de
forma inequívoca se desprende de lo dicho. Lo mismo ocurre con el verso 11.
Acto seguido, el estribillo “¡No pudo ser!” la formulará con toda precisión y
rotundidad.

Conclusión
Nos encontramos ante un poema intimista cuyo autor rememora el proceso de
ruptura con su amada, situado en un momento ya lejano. Verso a verso analiza
las causas de ese desencuentro, que vienen a reducirse a una sola: el choque
inevitable entre dos temperamentos demasiado fuertes, incapaces de ceder un
ápice. No hay lamentos ni reproches, sólo la rotunda corroboración de una
evidencia: “¡No pudo ser!”.

-Yo soy ardiente, yo soy morena,


yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena;
¿a mí me buscas? -No es a ti, no.

-Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro;


puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternura guardo un tesoro;
¿a mí me llamas? -No, no es a ti.
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-Yo soy un sueño, un imposible,


vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú!

La rima XI pertenece a la breve obra de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870),


que está considerado el más importante poeta del Romanticismo español a
pesar de ser un romántico rezagado, pues cuando Bécquer escribió sus
poemas, el Romanticismo ya dejaba de ser el movimiento artístico más
importante. Su poesía suele ser sencilla en la forma, pero llena de emoción y
sentimiento, y suele ocuparse de temas como los sueños, la soledad, la propia
concepción de la poesía o el amor.

Sobre este último trata el tema principal del poema, que sitúa el amor
romántico como un deseo que solo se puede satisfacer más allá de los límites
humanos, en el territorio de los sueños y de lo ideal.

La rima XI es una estancia formada por tres estrofas de cuatro versos


decasílabos, por tanto, de arte mayor, de los cuales los pares poseen rima
aguda asonante mientras que la de los impares es llana y consonante. Existen
tres partes en este poema, y cada una equivale a una estrofa, y se desarrolla
en forma de diálogo entre una primera persona que podría equivaler al poeta, y
tres damas. En la primera (vv. 1-4), la voz del protagonista rechaza el
ofrecimiento amoroso de una dama ardiente y sensual, haciendo lo propio en la
segunda parte (vv. 5-8) con una dama tierna y dulce que le ofrece un amor más
delicado. En la tercera parte (vv. 9-12) se muestra cómo el único amor que
colmaría el deseo de plenitud ideal del amante romántico es el de una dama
espectral, imposible de conseguir, tal vez soñada.

Este carácter casi narrativo contiene multitud de figuras retóricas en un tono de


insinuación y sencillez, propio de Bécquer. Así, vemos que las tres estrofas
mantienen una estructura PARALELÍSTICA entre sí, pues se estructuran en la
forma de presentación de la dama (vv. 1, 2 /5, 6, / 9,10), y en su requerimiento
amoroso en las dos primeras (vv.3 y 5). En la estrofa I hay además varios
PARALELISMOS internos al repetirse la estructura”yo + atributo” en los vv . 1 y
2. Existen también ANÁFORA estos paralelismo, pues se repite la primera
palabra a inicio de cada verso (“yo”). En el mismo lugar de la segunda estrofa
la estructura repetida es “Mi + SN + V + Atributo” en el v. 5. Para reflejar esta
lucha entre elementos contrarios que condiciona el poema de Bécquer, este se
desarrolla todo con una ANTÍTESIS entre el “yo” de inicio del poema y el “tú”
del final, transmitiendo así que se produce durante él una búsqueda de la
primera persona por complementarse con una segunda persona. Suaves
ALITERACIONES adornan el poema de Bécquer, por ejemplo en los vv. 2 (yo
Soy el Símbolo de la paSión/ de anSia de goceS…), en los vv., 6 (puedo
brIndarte dIchas sIn fIn) y 9 (“yo Soy un Sueño, un impoSible”). Los
HIPÉRBATON, también carácterísticos de Bécquer, completan el análisis
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retórico de esta rima, pues se cambia el orden normal de palabras en los v. 3


(“de ansia de goces mi alma está llena”) v. 7, “yo de ternura guardo un tesoro”.

Tanto el tema dela rima XI como la forma en que el poeta la trata son usuales
en la poesía romántica. En esta época, la expresión subjetiva de la soledad y el
dolor del individuo frente al mundo, la conciencia de que este no es como se
espera y de que los deseos más nobles –como el amor- no pueden ser
satisfechos, aparecen repetidamente. Por ello, se describe en el poema todos
los tipos de amor a que podemos aspirar los humanos. También, pertenece al
Romanticismo la irregularidad métrica que el poeta manifiesta, ya que mezcla
rimas asonantes con consonantes; de esta manera, Bécquer cumple con el
precepto romántico de la libertad, tanto en el contenido como en la manera de
escribir.

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