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BLOQUE I: HISTORIA
Hasta esta guerra, que interrumpió el brillante ʺSiglo de Periclesʺ, nunca se habían
enfrentado entre sí tantos pueblos hermanos, ni la lucha había tenido un escenario tan extenso,
ya que abarcó desde Sicilia a Asia Menor.
El prestigio alcanzado por Atenas, por sus victorias en las Guerras Médicas y su
hegemonía en el Egeo, había enconado la rivalidad con Esparta. La pugna entre los intereses
políticos y económicos de Atenas y Corinto, el aliado más importante de Esparta, provocó el
conflicto armado entre las dos grandes potencias de Grecia.
Entre los ciudadanos de Epidamnos, colonia fundada en común por Corcira y Corinto,
estalló una sangrienta disensión. Ambos bandos pidieron ayuda de sus respectivas metrópolis.
Corcira a su vez, pidió socorro a Atenas. El año 433, Corinto consigue la victoria naval de las
islas Sybota e intenta vengarse de Atenas por el apoyo prestado a Córcira. Para ello provoca la
sublevación de Potidea, ciudad aliada, que se separa de Atenas y se une a Esparta. Atenas pone
sitio a Potidea y Corinto arrastra a la guerra a la Liga del Peloponeso.
Esparta plantea a Atenas unas exigencias inaceptables ya que suponían, entre otras
cosas, la disolución de la Confederación de Delos. Para acallar la creciente oposición de los
atenienses contra él, Pericles no vacila en afrontar una guerra en la que Esparta poseía un
poderoso ejército de tierra y, en cambio, Atenas aventajaba en fuerzas navales y en recursos
económicos. Podía incluso, en caso de necesidad, acoger dentro de sus murallas a toda la
población rural del Ática, aunque el campo quedaría a merced de las incursiones del enemigo.
Pericles no pensaba emprender campañas militares por tierra, pero veía la posibilidad
de realizar desembarcos por sorpresa en territorio enemigo y, con esta táctica de desgaste,
cansar a la larga a los espartanos.
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Mientras tanto, se desata en Atenas la peste, introducida por el Pireo. Causa verdaderos
estragos entre la población e incluso en el ejército. Es famosa la descripción que de esta
epidemia nos dejó Tucídides.
A pesar de tales desastres, Pericles siguió contando con el apoyo del pueblo, cuya
amargura refleja Aristófanes en sus comedias. En Los Acarnienses, la Paz y Los Caballeros
nos pinta la desolación que producía en los atenienses la devastación de los campos por las
incursiones del enemigo y las infrahumanas condiciones en que vivían en Atenas los
refugiados de guerra, hacinados dentro del recinto amurallado.
Tras una serie de fracasos, los atenienses acusan a Pericles de ser el responsable de sus
desgracias. Sus enemigos personales le acusan de malversación de fondos y de haber
emprendido la guerra contra Mégara instigado por Aspasia, su amante. Son procesados
también sus amigos. Fidias es condenado bajo la acusación de haberse apropiado de parte del
oro destinado a la estatua criselefantina de Atenea. Anaxágoras, reo de impiedad, tuvo que
partir para el destierro. Aspasia, acusada también de impiedad, fue defendida por el propio
Pericles y absuelta. Pericles es condenado al pago de una multa, lo que implicaba su cese como
estratego.
Poco después es reelegido como general en jefe, pero muere al poco tiempo, el año 429,
víctima de la peste. Su muerte radicaliza aún más la pugna entre partidos políticos. Cleón, hábil
demagogo, violento y partidario acérrimo del imperialismo ateniense y de su defensa a
ultranza, acaudilla el partido belicista. Nicias, rico hacendado, el pacifista.
El año 426, la táctica defensiva, propugnada por Pericles, se cambia por una insensata
política de agresión, desencadenándose una ofensiva general absurda, que condujo al desastre
total.
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Tres años después, en 418, estallan de nuevo las hostilidades. En Atenas, al frente del
partido belicista estaba Alcibíades, hombre cuyo talento, ambición y frivolidad eran
proverbiales.
El año 416 había surgido en Sicilia una guerra entre las ciudades de Segesta y
Selinunte, ciudad apoyada por Siracusa, que, en realidad, pretendía dominar en toda la
isla.
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5. FIN DE LA GUERRA